Espectáculos
Página 8/LA NACION
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Miércoles 3 de noviembre de 2010
MUSICA/CINE Festival de Roma
Original aporte a la poética musical
Para detectives
En Aura, Sánchez Verdú reinterpreta a Carlos Fuentes Muy bueno ((((
Aura Opera con música y libreto de José M. Sánchez Verdú sobre un relato homónimo de Carlos Fuentes, para cantantes solistas y ensamble instrumental. Ciclo de música contemporánea. Puesta en escena: Emilio García Wehbi. Dirección musical de José M. Sánchez Verdú.. Cantantes: Eugenia Fuente, Virginia Correa Dupuy y Andreas Fischer. En la Sala Casacuberta del Teatro San Martín.
Justificada expectativa generó esta pieza de teatro musical debida al compositor español José M. Sánchez Verdú sobre un relato de Carlos Fuentes publicado en México en 1961, el mismo año que La muerte de Artemio Cruz, de significativa incidencia en el llamado “boom” latinoamericano. Afín con la concepción del tiempo del escritor mexicano, José M. Sánchez Verdú generó una ópera sobre un relato en el que la percepción de lo temporal –en manos de un supuesto historiador que investiga el pasado de un personaje– se fusiona con el mundo de su imaginación. Sin descuidar la acción escénica de sus tres personajes, que en definitiva se refieren a uno solo –el propio historiador– la partitura de Sánchez-Verdú organizó su obra y las señales sonoras del calificado ensamble instrumental que dirigió haciendo que marchasen progresivamente hacia una creciente transparencia y esencialidad musical. Como acontece en el relato aludido, también en su ópera la inventiva acústica se proyecta hacia nuevas percepciones del tiempo. La música resultante, extremadamente sutil, emanada de instrumentos acústicos y el Auraphon –instrumento desarrollado por el propio compositor en el estudio de música experimental de la SWR de Friburgo, Alemania, que fue ejecutado por Joachim Hass– atraviesa lagos períodos cercanos al silencio y una imagen sonora etérea y flotante.
Un sonido de otro mundo “El Auraphon –explica el com-
positor– es un espejo gigante.El público no se limita a oír lo que ocurre en escena, sino que percibe este «aura» sonora como algo que parece provenir de la lejanía, de otro mundo”. El Auraphon sintetiza las funciones de cinco instrumentos (tres gongs y dos tam-tams, que resuenan generando otros tantos timbres sonoros). A esos cinco instrumentos corresponden los cinco cantantes (Aura, Consuelo, Felipe y dos voces lejanas) y cinco instrumentos que tienen una función casi solística: flautas dulces (alto y contrabajo Paetzold), tuba baja y dos acordeones, los que sólo une un quinteto de cuerdas acústicas. Al igual que Carlos Fuentes, el compositor español bordea y desafía los límites entre realidad e imaginación sonora; lo cual intensifica el tiempo existencial de sus personajes y agranda su sentido metafísico; el símbolo se mezcla con la alegoría. Pero también se interna en el mito y la fábula infantil, con criaturas surgidas de la imaginación de Lewis Carroll, que las proyecciones fílmicas recuerdan y a los que la puesta de García Wehbi dio ámbitos apropiados. Cada uno de los personajes, Aura (Eugenia Fuentes), Consuelo (Virginia Correa Dupuy) y Felipe (Andreas Fischer) “desandan” las moradas en las que vivieron en una vida pasada: una metáfora y una búsqueda desesperada, quizás, de su propia identidad que sus voces y su acción escénica tradujeron de manera excepcional . Como acontece en el mundo onírico, todo movimiento resulta ilusorio; toda continuidad argumental queda descartada en Aura, como si la realidad fuera tan sólo acontecimiento puro, y el tiempo un presente eterno e inmutable, trasladando la dramaturgia al interior de la música. Por ello la creación de Sánchez Verdú constituye un aporte original que enriquece la poética musical de nuestro tiempo.
Héctor Coda
El extraño caso de las cenizas humanas en el Teatro Colón
La actriz norteamericana recibió el Marco Aurelio de Plata a su carrera de manos del italiano Paolo Sorrentino
Se hallaron en la explanada; pertenecían a un productor
AP
Julianne Moore, en primer plano Recibió un premio por su trayectoria y presentó Mi familia, de Lisa Cholodenko ELISABETTA PIQUE
CORRESPONSAL EN ROMA ROMA.– Espléndida, a punto de cumplir 50 años el 3 de diciembre próximo, Julianne Moore recibió ayer el Marco Aurelio de Plata a su carrera, uno de los primeros galardones entregados en este quinta edición por el Festival Internacional del Film de Roma. La extraordinaria actriz, protagonista de películas como El gran Lebowski y Magnolia, entre otras, recibió el galardón de manos del joven y exitoso cineasta italiano Paolo Sorrentino, autor de Il Divo, premio del jurado en Cannes en 2008. Moore desembarcó en la ciudad eterna no sólo para recibir este homenaje –que en las cuatro ediciones pasadas fue para Sean Connery, Sophia Loren, Al Pacino y Meryl Streep–, sino también para la presentación de la película Mi familia, de Lisa Cholodenko, ya estrenada en la Argentina. En este divertidísimo film interpreta,
junto a Annette Benning, a una pareja lésbica que entra en crisis cuando aparece el padre biológico de sus dos hijos adolescentes. En un encuentro con la prensa, en el que demostró gran inteligencia y simpatía, Moore habló de lo habitual que se está volviendo en los Estados Unidos ver a más y más chicos que son hijos de matrimonios homosexuales. “Para los hijos no es importante si tienen dos papás o dos mamás, sino ser queridos y cuidados como corresponde”, dijo la actriz, que contó que comenzó su carrera cinematográfica “repentinamente”, a los 32 años, después de haber hecho mucha televisión y teatro.
Palabras contundentes Cuando una periodista italiana le preguntó qué pensaba de un primer ministro (Silvio Berlusconi) que dijo que “es mejor mirar lindas mujeres que ser gay” –frase que ayer desencadenó gran revuelo en el país (ver Exterior)–, Moore no tuvo pelos en la lengua.
“Me parece lamentable, idiota y arcaico decir algo así”, contestó, provocando aplausos entre los asistentes. Al hablar sobre el trillado tema de la edad, al margen de resaltar que todavía tiene 49 años, la actriz opinó que no debería hablarse tanto de esta cuestión. “No sé cuándo terminará mi carrera. Lo que sé es que soy muy afortunada por tener trabajo, así como a una familia maravillosa, que no son cosas que vienen solas”, indicó. En el marco del concurso principal de la reseña romana, en tanto, fue muy aplaudida la australiana Little sparrows, primer largometraje de Yu-Hsiu Camille Chen, una joven cineasta taiwanesa. Ambientada en una tórrida Navidad australiana, triste pero con óptimo guión, la película narra a través de capítulos que se entrelazan la historia de tres hermanas. Y celebra el amor incondicional que su madre, a punto de morir, siente por ellas.
Con esta historia, los guionistas de series policiales como Bones se habrían hecho una panzada. Quizás alguien alguna vez la tome como parte de un argumento de una ficción. Lo cierto fue que el 17 de octubre último, a las 13.30, personal de vigilancia del Teatro Colón encontró en la explanada de la calle Libertad, casi esquina Tucumán, un paquetito sospechoso. Por prevención llamaron a la policía. Se trataba de una caja de unos 19 centímetros por 12 de cigarros Davidoff que contenía una bolsa con cenizas aparentemente humanas. Debajo se encontraba un papel con la leyenda: “Aquí dejamos tus cenizas, nos quedamos con tus recuerdos”. La esquela estaba firmada por Ketty, Eric, Adrián, Elías, Marisabel, Laura, Mariana, Julio, Pablo y David, y consignaba que se trataban de las cenizas del productor teatral argentino Julio Kaufman, nacido en 1922 y fallecido el 22 de agosto último, en Miami. La cajita fue remitida a la comisaría 3a. y tuvo intervención judicial del juez Bonadio, quien decidió que quedara allí hasta que algún familiar la reclamara. Desde el departamento de prensa del Colón, se afirmó que si bien había sido encontrada en la vereda del teatro (por eso se aclaró que no fue dentro del edificio y que no hubo ninguna evacuación por temor a una bomba, según rezaban distintas versiones), Kaufman no había trabajado en el Colón ni mantenía ninguna relación comercial o artística con la sala. Kaufman fue un importante productor teatral del circuito comercial, que también había incursionado como actor y director. Estaba radicado en los Estados Unidos. Produjo obras como La cena de los idiotas; El novio, con Ernesto Bianco e Iris Marga; Tovarich, con Mirtha Legrand, y Arsénico y encaje antiguo, con Rosa Rosen, Lydia Lamaison y Adrián Ghío. En 1985 compró el teatro Blanca Podestá (hoy Multiteatro) para que no se convirtiera en un centro comercial.