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enfoques
| Domingo 23 De febrero De 2014
MI Mundo dIgItaL
Fernando González
Periodista, rector de TEA y DeporTEA, González es también coordinador de la diplomatura en periodismo digital (TEA/Universidad de San Andrés) y profesor de Investigación Periodística en la Web. Asegura que le resulta imposible saber cuántas horas diarias está conectado y reconoce que fue Google el sitio que le cambió la vida. A continuación, sus favoritos y recomendaciones para una buena navegación.
revIstas dIgItaLes
otros recursos en La web
http://www.ruinasdigitales.com
http://www.scribd.com
“Concentra todo el debate de las revistas políticas de la izquierda y la derecha peronista durante los años 70. Formidable archivo.”
http://www.elpuercoespin.com.ar
“El sitio de periodismo de grandes plumas donde se cruzan literatura, oficio y política.”
rankIng de twItteros
“Bibilioteca digital muy generosa.”
1 @aracalacana “De Martín Becerra, el coautor de WikiMediaLeaks, gran comentarista.”
http://www.knightcenter. utexas.edu
“Capacitación para periodistas digitales.”
2 @lndata “La Nación Data, el único diario que entendió desde el principio el periodismo de datos y lo puso en práctica.”
http://www.jstor.org
“Otra biblioteca digital que reúne revistas académicas.”
http://www.revistaanfibia.com
3 @politicadg “Política digital, marca el rumbo entre análisis y noticias.”
“Una revista periodística de crónicas y relatos de no ficción que crece día a día.”
protagonistas
Rune Hellestad/CoRbis
Martin Sixsmith, el periodista que encontró en una humilde mujer su historia más reveladora Ex corresponsal de la BBC y asesor de Tony Blair, reveló una oscura trama de venta de niños en Irlanda, retratada en la película Philomena Hinde Pomeraniec PARA LA NACION
s
us estudios de ruso en Oxford le otorgaban el aura ideal como candidato para los servicios del MI6. Sin embargo, y pese a que lo tentaron para convertirlo en un agente secreto en plena Guerra Fría, el británico Martin Sixsmith (Cheshire, 1954) se decidió por el periodismo. Es por eso que cuando en los 80 aterrizó en Moscú no lo hizo en calidad de espía, sino de corresponsal de la BBC. Sin embargo, hoy ni su nombre ni su rostro siguen asociados a la célebre cadena y tampoco al final escandaloso que tuvo, años después, su tarea como asesor en el gobierno laborista de Tony Blair.Por estos días, Sixsmith es uno de los protagonistas de un suceso cinematográfico. Se trata de Philomena, la conmovedora película de Stephen Frears protagonizada por Judi Dench y candidata al Oscar, basada en la investigación de Sixsmith que reveló una ola de adopciones irregulares de niños en Irlanda, a fines de la Segunda Guerra. Una trama abominable que afectó para siempre la vida de miles de mujeres y niños, y que fue avalada por miembros de la Iglesia Católica. “La regla de oro del periodismo es estar en el lugar indicado, en el momento indicado, y yo fui afortunado en ese sentido”, suele decir. Basta con echar un vistazo a sus coberturas para confirmar esa fortuna: estuvo en Varsovia durante el levantamiento del sindicato Solidaridad; en Moscú para la caída de la URSS, y en Washington durante las elecciones que llevaron al demócrata Bill Clinton desde Little Rock hasta la Casa Blanca, sólo para mencionar algunos momentos centrales de la historia del siglo XX. Fueron esos casi veinte años como corresponsal extranjero de la cadena pública británica los que le dieron experiencia y olfato para investigar en terreno ajeno. Luego de dos décadas exitosas en el periodismo, y como muchos de
sus compatriotas, en 1997 Sixsmith se identificó con la propuesta de Tony Blair y su Tercera Vía. Entonces, llevado por su fantasía de poder influir en la vida del país desde el corazón de las decisiones políticas, se alejó del periodismo de batalla y se concentró en armar estrategias de medios para el gobierno del nuevo laborismo. Eran los tiempos de gran influencia del arrogante jefe de comunicación Alastair Campbell y, luego de varios años de relativa calma, Sixsmith acabó metido en un escándalo de proporciones. Fue en 2002,cuando en una operación política digna de la serie House of Cards, alguien hizo público un correo suyo que lo dejaba muy mal parado. Una funcionaria propuso aprovechar el funeral de la princesa Margarita, la hermana de la reina, para dar a conocer una noticia negativa del gobierno, como un modo de hacerla pasar desapercibida o “bury”, enterrarla, como lo señaló en inglés. “La princesa será enterrada el viernes. No voy a permitir que nada más sea enterrado”, respondió el periodista a esa propuesta, y una vez que el mail llegó a las redacciones, los tabloides se hicieron el festín con la frase.El gobierno buscó concentrar en Sixsmith la responsabilidad del episodio y, en medio del bullicio mediático, desde Downing St. le pidieron la renuncia. Él no se dejó amilanar: los demandó y acusó públicamente. Terminó ganando bastante dinero en concepto de indemnización y hasta consiguió un pedido oficial de perdón, pero quien terminó “enterrado” como periodista y figura pública fue, finalmente, él mismo. “Tengo una historia” En medio del ostracismo y la depresión por la humillación pública, una vez más se reinventó, esta vez como escritor de novelas y varios libros sobre la historia de Rusia. Los que vinieron fueron años de escritura y trabajos menos estridentes. Es cierto que no le faltaba dinero para vivir, pero quien se acostumbra al
quién es b Nombre y apellido Martin Sixsmith b Edad 59 años b Periodismo de batalla Durante 20 años, fue corresponsal de la BBC en Moscú y Washington. Luego trabajó para el gobierno de Tony Blair, del que tuvo una salida escandalosa. b Historia de vida Gracias a la historia de una mujer, Philomena Lee, reveló una trama de venta de niños en Irlanda, retratada ahora en la película Philomena, candidata al Oscar.
Martin Sixsmith es hoy parte del suceso cinematográfico Philomena, de Stephen Frears
vértigo como principio rector de sus días difícilmente puede hallar plenitud en la calma y el silencio. Lo conocí en 2008, cuando lo entrevisté en una cafetería de King’s Cross, en Londres. Acababa de publicar The Litvinenko File, uno de las más completas investigaciones sobre el crimen del ex espía ruso envenenado con polonio. Parecía un hombre gentil y generoso con la información, dones que se agradecen en esta profesión. Parecía abrumado. Parecía vencido. En medio de esa abulia “productiva”, durante una reunión social, una mujer se acercó a pedirle ayuda: “Me dijeron que es periodista: tengo una historia”. Cuando supo de qué se trataba, dudó: tenía enorme experiencia en el periodismo político, pero nunca se había interesado por las historias de vida de la gente
corriente. Entonces, conoció a Philomena Lee, una anciana irlandesa de origen muy pobre que, cuando era adolescente, quedó embarazada y fue enviada a un convento en Roscrea, donde tuvo a su bebe, Anthony. Allí, junto con otras chicas en su misma situación, pagaban su albergue trabajando en la lavandería del convento en condiciones de semiesclavitud y las monjas les permitían ver a sus hijos apenas una hora al día. Durante tres años, Philomena estuvo recluida allí, hasta que una mañana una compañera le avisó que una pareja de aspecto adinerado se estaba llevando a Anthony. Philomena nunca más supo de su hijo. Se fue a Londres, trabajó de enfermera, se casó, tuvo dos hijas más. Cada tanto volvía a Irlanda e iba al convento a preguntar por su hijo sin obtener
más que fingidas disculpas y el silencio como respuesta. Sixsmith logró descubrir una vergonzosa operación de venta de niños en Irlanda. Fue un negocio que se extendió durante unos veinte años y que dañó de manera irreversible la vida de miles de chicos y la de sus madres, aterradas por el argumento de la culpa y el pecado. El negocio arrancaba con la llegada de las chicas al convento, ya que el Estado les pagaba a las monjas un estipendio semanal por cada muchacha y por cada bebe. Luego de parir, las ponían a trabajar en una lavandería y los chicos eran vendidos por entre 2000 y 3000 dólares, una cifra muy elevada para la época. Así, el refinado y escéptico Sixsmith se convirtió en el “periodista” personal de Philomena, católica fervorosa, una mujer elemental en
términos intelectuales, pero con una riqueza humana que sólo adquiere quien ha sobrevivido a la mayor adversidad. Juntos emprendieron una búsqueda que concluyó en Estados Unidos, cuando gracias a sus viejos contactos en Washington, Sixsmith logró descubrir que Anthony había sido adoptado por una familia rica de St. Louis, Missouri, que su nombre había cambiado por el de Michael Hess y que luego de estudiar derecho se había convertido en asesor de los gobiernos de Reagan y Bush padre. También descubrió que Michael era homosexual y que había enfermado de sida. Y, lo más duro: supo que Michael también había viajado a Roscrea para preguntar por su madre, pero tampoco le habían dado información, pese a que Philomena jamás había dejado de buscarlo. Seguramente, en todos sus años como periodista de batalla e investigador de la política e incluso en aquella pelea por la verdad que lo sacó del gobierno, Sixsmith nunca imaginó que la dolorosa historia personal de una mujer en el ocaso de su vida podía terminar siendo su obra mayor. Y lo es no sólo por haber revelado un plan siniestro: desde la salida del libro y, sobre todo, desde el estreno de la película, cientos de mujeres como Philomena en todo el Reino Unido se animaron a terminar con un pasado de secretos y mentiras para poder, por primera vez, contar su historia.ß
reaLIsMo trágIco (en dos MInutos)
La disyuntiva narco: carterita o plomo Diego Sehinkman PARA LA NACION
D
el primer salmo –primer capítulo– de la nueva biblia de la criminología, la serie de TV colombiana El patrón del mal, citada por el secretario de Seguridad, Sergio Berni, hay una escena reveladora. Pablo Escobar, aún joven y antes de dedicarse a traficar cocaína, contrabandea alcohol y cigarrillos. Ahí lo vemos, bajando las montañas colombianas en un camión repleto de mercadería ilegal. A su lado viaja el que entonces era su jefe, un hombre de unos sesenta años, el contrabandista mayor. Uno a uno, vienen sobornando a los gendarmes que los paran en diferentes retenes del camino. Hasta que se topan con uno incorruptible. Y se da el siguiente diálogo: Gendarme: –Esta mercadería les
queda retenida hasta que me presenten los papeles de todo. Y el camión también les queda confiscado. Pablo Escobar: –Para retenernos la carga usted tendría que traer el doble de gente de la que tiene, porque somos 32 camiones. Yo le recomiendo que pida apoyo de mil hombres, para que nos podamos levantar a plomo entre todos. Piénselo bien. ¿Cómo quiere que arreglemos? Entonces, el jefe de Escobar remata: –Es muy sencillo. O usted recibe la platica que vienen aceptando desde allá arriba y desde el puerto todos sus compañeros, o nos agarramos a plomo. Qué pereza, hombre. Morirnos todos. Yo ya soy viejo, pero todos estos muchachos suyos, tan jóvenes y con familia... (mostrando una carterita de cuero) cuando hay formas más fáciles de arreglar el asunto. Los camiones pasan, la pregunta
queda: ¿podía resistirse el gendarme? La escena metaforiza lo que les pasa a los países con el narcotráfico. Durante un primer tiempo, mientras “el negocio” no está del todo instalado, el sí o no a la carterita depende de cuán tonificado o fláccido se tenga el músculo moral. Pero cuando las bandas se enriquecen, se equipan, se organizan territorialmente y manejan “los fierros”, ya no hay opción, sino falsa opción: o carterita o bala. Allí se encuentran los países perforados por las organizaciones criminales. Es indiscutible que la Argentina no es México. Pero ¿en qué fase de la perforación nos encontramos? Durante la serie de entrevistas “Políticos en terapia”, publicadas en la nacion, luego de apagar el grabador, un importantísimo funcionario confesó “en off” a este cronista que, apenas asumió su cargo, los narcos
del lugar le hicieron llegar una oferta: 800.000 pesos por mes a cambio de su inacción. –Pero, fulano, me sorprende. Pensé que los narcos se animaban a comprar a algún comisario o a algún intendente de algún pueblo. ¡Pero a usted! –(Risa tragicómica) Como tienen recursos casi ilimitados, se animan a cualquier cosa. Lejos de allí, en Santa Fe, para ese entonces a Antonio Bonfatti ya le habían baleado la casa. Carterita en la provincia de Buenos Aires, plomo en Rosario (Mendoza próximo estreno). Pero repitamos el mantra tranquilizador del Gobierno: “La Argentina no es México. La Argentina no es Colombia en los 80. La Argentina no es productor” (capricho semántico: a ensamblar los componentes en Tierra del Fuego, el kirchnerismo le dice “industria”; a “ensamblar los
componentes” en las cocinas del Gran Buenos Aires, no). Nos despedimos con declaraciones del criminólogo Germán Antía Montoya, decano de la Facultad de Ciencias Forenses del Tecnológico de Antioquia, en Colombia: “Hay que pensar las circunstancias sociales que existían en la Medellín de los 70. Fue una época marcada por la caída de un modelo económico. Un montón de chicos se empezaron
a asentar en la periferia de la ciudad, en zonas caracterizadas por la ausencia cualitativa y cuantitativa del Estado. En ese contexto, se empezó a imponer el paradigma de que se podía hacer dinero fácil. Pero no sólo entre los sectores marginales, sino en toda la sociedad”. Nos quedamos tranquilos. Acá, en la Argentina, nada que ver.ß Twitter @diegosehinkman