2
|
espectáculos
| Martes 24 de septieMbre de 2013
Una noche llena de sorpresas Modern Family fue la mejor comedia; Breaking Bad, el mejor drama
Claire Danes, Homeland La mejor actriz dramática brindó uno de los discursos más pulidos y articulados de la noche
Behind the Candelabra Michael Douglas y Steven Soderbergh se llevaron Emmys por el telefilm sobre la vida de Liberace
El humor político La vicepresidenta Julia LouisDreyfus y su “segundo”, Tony Hale, premiados por Veep
Jeff Daniels, la sorpresa Nadie esperaba que el protagonista de The Newsroom desbancara a la fija, Bryan Cranston
Fotos de ap, reuters y eFe
Jim Parsons, la fija La popularidad global de The Big Bang Theory es asegurada por su protagonista, otra vez ganador
Los Emmy: más estrellas que en el cielo por dentro. La gran fiesta de la TV norteamericana es uno de los espectáculos más grandes del año en Hollywood,
pero también un universo paralelo donde famosos, desconocidos y periodistas se cruzan en formas más que inesperadas Viene de tapa
Es que quien camine por la alfombra roja debe perfeccionar el arte de simular movimiento y la habilidad de fingir una sordera selectiva que saca de quicio a los organizadores de la fiesta. Cuando te dicen que camines, tenés que mover los pies sin ir a ningún lado. Cuando te insisten en que no saques fotos ni mires embobado a las estrellas que se paran ahí, al lado tuyo, rumbo a la ceremonia de los Emmy, debés poner cara de no entender qué pasa. Porque lo que pasa es demasiado divertido, demasiado único y extraordinario como para perdérselo avanzando rápido. En esta ciudad en la que todo gira alrededor de la industria del entretenimiento, las entregas de premios forman parte esencial de su maquinaria creativa y económica. Aquí, con el espléndido sol califor-
niano sobre la cabeza y la legendaria alfombra roja bajo los pies, uno se integra, aunque sea como invitado, a este reino que vende glamour, belleza y éxito al mundo entero. Y que gusta de celebrarlo en grande. Un festejo a la medida de la excelente TV que producen en la actualidad. n Los héroes anónimos. No son actores, directores ni guionistas, pero sin ellos los Emmy no podrían realizarse. Si los “rellenadores” de asientos no estuvieran ahí para ocupar los lugares de las estrellas que se demoran en la alfombra roja o que se levantan para buscar su premio, la transmisión mostraría las primeras filas del enorme teatro Nokia semivacías. Y si los lazarillos del escenario no estuviesen ahí con sus linternitas, la mitad de los presentadores se perderían en esa inmensidad, sin saber a dónde ir. O peor, se caerían
de frente ante los millones que los miran por TV. n El productor comediante. Todo premio que se precie tiene que tener su personaje. Y en el caso de los Emmy ese personaje es, sin duda, Ken Ehrlich, su productor ejecutivo. Minutos antes del comienzo de la ceremonia, el tipo se planta frente a la platea repleta de estrellas y les muestra lo que les puede suceder si se extienden demasiado en su agradecimiento. En las pantallas gigantes aparece la escena de la masacre del capítulo “Red Wedding” de la última temporada de Game of Thrones (“baño de sangre” queda corto para describirla). Todo el mundo se ríe con la ocurrencia, pero la primera ganadora, Merritt Wever, de Nurse Jackie, apenas dice “gracias” y deja el escenario. ¿Casualidad? n Las predicciones vía aplausómetro. Entregados los primeros galardones de la noche, mejor actriz y actor de reparto de comedia, el ambiente se llena de desconcierto y adrenalina. Sin premios asegurados para los favoritos, todo puede pasar, y predecir quién se llevará el próximo ya no resulta tan fácil. Hay que probar algún método adivinatorio y uno de los más efectivos es el aplausómetro. Después de todo, muchos de los que están aquí y se en-
rojecen las palmas por Julia LouisDreyfus son los propios integrantes de la academia que la votaron como mejor comediante. Su rival más cercana en el volumen de aplausos fue la genial Amy Poehler, que alguna vez tiene que ganar algo: si no es un Emmy, que sea un Oscar, un Martín Fierro, lo que sea. n Cuando los Emmy fueron los Grammy. Si te distraes, te lo perdés. Durante un corte publicitario, en poco más de cinco minutos, el escenario se llena de instrumentos musicales, unas gradas para el coro y los instrumentos de viento. Instalados por una cuadrilla de más de veinte personas, todo está impecable y sonando en vivo, listo para que Elton John apareciera para homenajear a Liberace tocando una canción de su nuevo disco. Terminado el número musical, en otro corte, se llevan todo sin tropiezos. Hollywood. n Las estrellas siempre al frente. Las reglas no escritas de las entregas de premios dicen que los actores más nominados deben estar en las primeras filas. También dicen que acercarse a esas filas para espiar a las estrellas está prohibido. Sin embargo, parece que al acomodador no le llega esa notificación. Es que en lugar de pedir la entrada correspondiente para alejar a
curiosos de las primeras filas el hombre, amablemente, marca el camino de los intrusos con su linternita. Una línea luminosa que nos deposita casi en el regazo de Claire Danes. gracias. n Un premio para Neil Patrick Harris. Cuando la ceremonia ya lleva más de tres horas y el productor aparece sobre el escenario en mangas de camisa para rogarles a los próximos ganadores –mejor comedia y mejor drama– que elijan a un delegado por grupo para agradecer, también pide un aplauso para el conductor: Neil Patrick Harris. Un tipo talentoso y carismático que se merece que lo dejen hacerse cargo del Oscar: peor que Seth McFarlane no lo hará seguro. n Mañana hay que madrugar. Algunos todavía aplauden y gritan. Otros se abrazan. Breaking Bad acaba de ganar como mejor drama, y mientras su creador, Vince gilligan, ensaya un discurso, sorprendido de que finalmente le dieran un premio en una noche esquiva, muchos de los invitados empiezan a irse. Como quien se va de un recital antes de los bises, tratan de evitar las aglomeraciones. No queda bien, pero se entiende. El tránsito atorado por cientos de limusinas que intentan salir del centro de Los Angeles es
Julio Bocca vuelve al Colón, ahora como maestro
sodre. Estará el 4 de octubre, al frente de la
compañía uruguaya de ballet que él dirige
Nelson Fernández
CORRESPONSAL EN URUgUAY
MONTEVIDEO.– De aquel niño que a los 8 años entraba por la puerta de Viamonte cargado de sueños a este maestro de la danza reconocido mundialmente; de aquella entrada como aspirante por la puerta del costado a este regreso triunfal al Teatro Colón dirigiendo una gran compañía. “Va a ser emocionante, muy especial”, dice Julio Bocca desde su despacho montevideano. Está a horas de partir para Omán al frente del Ballet Nacional del Uruguay, entusiasmado con esa presentación internacional y atento a la gira que la compañía sigue por pueblos del interior oriental. Pero se nota su emoción por el retorno al gran teatro argentino donde comenzó su historia. Con una sonrisa, reconoce que le van a temblar las piernas cuando deba salir a escena el martes 8 de octubre para saludar tras la presentación del ballet uruguayo. “Estoy muy nervioso; sé que va a haber gente esperando para ver qué está haciendo uno acá, sumado al peso de estar ahí, en el Teatro Colón”, expresó Bocca, en una pausa de los ensayos. Fue de aquella Escuela Nacional de Danza y de ese Instituto Superior de Arte del Teatro Colón que Bocca salió al mundo para brillar en las grandes salas de la danza internacional. “El Teatro Colón es uno de los más importantes del mundo. Ya es imponente la sala cuando uno está adentro”, recuerda quien, desde 2010, dirige el BNS, ballet nacional del instituto cultural de este país, Sodre (Servicio Oficial de Difusión, Radiotelevisión y Espectáculos). “Vamos a estar con tres obras completas y un pas de deux, abriremos con In The Middle, una
obra de William Forsythe que creo que nunca nadie hizo en el Colón”, dice Bocca, confiado en que podrá repetir allí el éxito que tuvo en Montevideo con esa representación que sorprende desde el fogonazo inicial. “Luego vamos a estar haciendo un dúo, el del primer acto de El corsario (pas de deux de l’Esclave), para mostrar que la nuestra es una compañía clásica; estará María Noel Riccetto bailando con Ciro Tamayo, que es de nuestras primeras figuras”, se explaya. La Riccetto es una bailarina uruguaya que ha brillado en el American Ballet Theatre y que ha vuelto a su país para ser la primera figura
“Son dos de las instituciones más antiguas de la región; en una época todas las grandes figuras pasaban por el Colón y por el Sodre, pero este ballet no estuvo nunca en el Colón” del ballet. Tamayo es un joven andaluz que, tras formarse en el Royal Ballet School de Londres, llegó a Uruguay invitado por Bocca. “Después haremos Without Words, una obra maravillosa de Nacho Duato que creo que tampoco se ha visto en Buenos Aires, y la última será Sinfonieta, de Jirí Kylián”, concluye, en referencia a la pieza de danza contemporánea en la que el coreógrafo checo traduce en movimiento las complejas relaciones de amor entre las personas. “Estar en el Colón es muy importante para mí y para el ballet nacio-
una imagen tan surrealista como repetida en estos premios. n Una fiesta en Pandora. Un galpón gigantesco con una decoración que parece sacada de los sueños del James Cameron de Avatar. La cena de los ganadores tiene como tema “el bosque encantado”. Una tierra de ensueño en la que Kevin Spacey conversa con sus compañeros de elenco de House of Cards, y su esposa en la ficción, Robin Wright, baila al ritmo de Miami Sound Machine mientras se abraza con su novio, el actor Ben Foster. Un lugar donde los fotógrafos se abalanzan sobre la mesa de Breaking Bad, en la que la actriz Anna gunn posa feliz con su Emmy mientras sus colegas brindan y brindan. Un poco más allá, Jane Campion de Top of the Lake disfruta de la cena aunque se haya quedado con las manos vacías n Brody baila el twist. La imagen es fuerte. El intenso Nicholas Brody, militar de carrera y terrorista de ocasión, ensaya pasos de rock y twist con su esposa. Damien Lewis, el actor que interpreta al personaje central de Homeland, lleva la cabeza rapada y una sonrisa de oreja a oreja que lo vuelve más irresistible que nunca. Imposible llevarse mejor recuerdo de la fiesta que se termina. Hasta el año que viene.ß
nal uruguayo. Son dos de las instituciones más antiguas de la región; en una época todas las grandes figuras pasaban por el Colón y por el Sodre, pero fijate que este ballet no estuvo nunca en el Colón”. Bocca se muestra orgulloso de lo que ha logrado en Montevideo y también porque su país cuente con un teatro tan especial. “El Colón quedó maravilloso y, por lo poco que sé, el ballet está trabajando muy bien, con muchas funciones, y producciones nuevas; también sé que está entrando en ese proceso de contrataciones anuales, de cambios”, dice Julio. En Uruguay, cada obra agota entradas y bate nuevos récords de ventas. La gira por el interior genera una respuesta fantástica y desde distintos países reclaman la presencia del ballet uruguayo. La firma de Bocca es clave para esto, pero también la excelencia que por un maestro exigente, tiene como meta la compañía de danza uruguaya. –¿Cuáles son tus recuerdos del Colón? –Muchos. De mi primera vez, que entré aunque tenía 8 años y había que tener 10; de los viajes a la mañana para llegar; entrabas por Viamonte al teatro, era una magia estar ahí, de tener la posibilidad de escaparte y ver en los palcos los ensayos de las orquestas, de las grandes compañías, de las óperas; ser parte de todo eso. Bocca recuerda que “a los ocho años ya” tuvo su “primer sueldo”, y que hasta le “descontaban para la jubilación”, y asegura que, aunque pase el tiempo, algunas noches se recuerdan con precisión. “Una de las más especiales fue cuando volvimos del concurso de Moscú (en 1985), hicimos una función de regreso que fue inolvidable; fue tal la reacción del público apenas entramos al escenario a bailar con Raquel Rossetti que nos temblaban las piernas; era una energía tan linda, tan fuerte, y nosotros estábamos tan nerviosos, fue increíble.” –Y ahora, cómo imagina que enfrentará al público del Colón cuando baje el telón y el aplauso reclame el saludo de los artistas. ¿Otra vez, como aquella noche del regreso de Moscú, las piernas temblarán de nervios y emociones? –Sí. Si salió todo bien me van a temblar de felicidad, y si salió todo mal… ¡los voy a matar a todos! [risas]. No, no… creo que va a ser emocionante poder estar, va a ser muy especial.ß