CAPÍTULO 4
La urgencia de la Sabiduría
S
e cuenta de un hombre que se despertó una mañana, y miró a su alrededor. Oyó las malas noticias de la calle, de cerca y de lejos. El hombre se sintió desesperado. Entonces, decidió advertir al mundo. Se fue al centro de su pueblo y se paró en el lugar más
alto que pudo, y comenzó a gritar su historia. Cada mañana, iba al mismo lugar a fin de contar la misma historia. Era una hermosa historia acerca de ríos que fluían, flores de muchos colores y mariposas que revoloteaban; una historia de paz, de amor y de vida; historia de arco iris y estrellas. Era una historia nostálgica, de hermosos recuerdos, una historia que demandaba cambios por parte de los oyentes. Al comienzo, muchos se acercaron. Estaban intrigados por este extraño hombre y su historia peculiar. No obstante, a medida que pasaban los días se reunían menos y menos personas. Una mañana, cuando el hombre proclamaba su extraña y hermosa historia, y el mismo dramático llamado a hacer un cambio, sintió que alguien le tiraba de la manga. Un niño, el único ser humano que había quedado en la plaza, le advirtió: –Señor, usted está solo en este lugar, nadie lo escucha; no tiene sentido que grite cada mañana. ¿Por qué sigue contando la historia? Usted no va a cambiar el mundo. El hombre miró a su alrededor, y ciertamente el lugar estaba desierto. Pensó por un momento, y luego contestó:
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–Seguiré gritando mi historia; porque antes la contaba para cambiar al mundo. Ahora, contaré la historia para que el mundo no me cambie a mí. Esta parábola explica la condición desesperada del mundo, y la necesidad acuciante de gritar la necesidad de un cambio. Frente a la perspectiva de la muerte asociada con la mujer necia (7:27), necesitamos escuchar los clamores desesperados de la Sabiduría (8:1-21). Necesitamos darnos cuenta de que la Sabiduría no es meramente una opción entre otras. La Sabiduría no es sencillamente una idea interesante o una buena percepción. Necesitamos entender que la Sabiduría es el comienzo de todo, el único camino de salida (8:22-36). Necesitamos escuchar su llamado y responder; porque no es un canto hermoso que gozaremos y luego olvidaremos al proseguir con nuestras actividades. La Sabiduría nos sacudirá e impulsará por otro sendero. La Sabiduría nos obligará a elegir entre la vida con ella (9:1-12) o la muerte con la insensatez (9:13-18).
LA UNIVERSALIDAD DE LA SABIDURÍA La sabiduría tiene que gritar (8:1). Hay mucho ruido alrededor de nosotros. Estamos muy ocupados con muchas actividades “importantes”, y estamos tan plenamente entretenidos que apenas podemos escuchar la voz de la Sabiduría. Hay tantas cosas que compiten por nuestra atención que ha llegado a ser difícil, si no imposible, escuchar su voz. Sin embargo, todos necesitan escuchar su historia, que contiene un mensaje universal. La sabiduría de la cual estamos hablando no es meramente un producto nuevo de un lugar exótico; no es meramente una idea de moda en este momento. Esta Sabiduría debe escucharse en todo tiempo. La Sabiduría tiene que estar “en las alturas junto al camino" (8:2a), a fin de que todos puedan verla; así como la luz, que Jesús instó a poner en un lugar donde se la pueda ver. Porque no sería razonable si se encendiera “una luz y se pone debajo de un almud [un cajón, NVI],sino sobre el candelera, y alumbra a todos los que están en casa” (Mateo 5:15).La Sabiduría debe encontrarse por todas partes: “junto al camino” (8:2b), donde la gente va y viene, yendo a su trabajo o sencillamente paseándose; “en las encrucijadas” (8:2c),donde la gente se dispersa en muchas direcciones, por negocios o por placer; “en [...] las puertas” (8:3), donde se gobierna la
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ciudad. La Sabiduría debe llegar a toda la humanidad (8:4), incluyendo a los “simples” (8:5) y a los “necios” (8:5). La razón por la que la sabiduría necesita ser oída es su contenido. La Sabiduría tiene dos cualidades principales. La primera característica de la sabiduría es que habla la verdad (8:7). La Sabiduría no nos engañará; no hablará de acuerdo con nuestros deseos, sino que revelará la verdadera naturaleza de las cosas. Con sabiduría, sabremos quiénes realmente somos, y también aprenderemos qué camino tomar. El apóstol Pablo nos advierte en contra de la tendencia a oír solo lo que nos parece bien por nuestros deseos y nuestras opiniones: “Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias, y apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas” (2 Timoteo 4:3,4). La Sabiduría nos dará el valor y la lucidez para ver y confrontar la realidad. Por eso, Jesús relaciona la verdad con la senda de santidad: “Santifícalos en tu verdad” (Juan 17:17). La verdad está así conectada con Dios mismo. Jesús afirmó: “Yo soy la verdad” (Juan 14:6). Ninguno tiene la verdad absoluta; como lo dijo el poeta árabe Khalil Gibrán: “No digas, ‘He encontrado la verdad ’sino, más bien: ‘He encontrado una verdad’ ”. El punto no es que la verdad no exista, sino que mi visión representa solo una verdad entre otras. Solo Dios es la Ver-
dad, y esto es lo que hace que la verdad sea universal. La verdad tiene que ser universal, verdad para todos, o no es la verdad. La segunda característica de la sabiduría es que, aunque está disponible para cualquiera y sea real, no es barata ni ordinaria. La sabiduría es más preciosa que el oro, la plata y las piedras preciosas (8:10, 11; cf. 8:18, 19, 21). De hecho, la sabiduría es tan preciosa que su valor trasciende todos nuestros deseos comunes (8:11). La sabiduría nos sorprenderá por su belleza. También, hay un elemento de fe en la elección de la sabiduría. Al principio, la sabiduría se verá como muy simple y directa; hasta nos perturbará. No obstante, es profunda y maravillosa. La sabiduría contiene la verdad acerca de nosotros. Esta era la oración del poeta cristiano Michel Quoist: “Oh, Dios, dame la gracia de descu-
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brir y vivir lo que has soñado acerca de mí” (Traducido del francés por el autor. Michel Quoist, Prières [Ivry-sur-Seine: Editions de L’Atelier, 2003], p. 14. La sabiduría no es solo para los simples o los necios, aunque los necios son los que necesitan más de ella. Irónicamente, los que creen que son sabios necesitan más de la sabiduría, es decir, los orgullos y arrogantes (8:13). Se necesita la sabiduría en los más elevados niveles del gobierno. A ese nivel, la necedad es peligrosa porque involucra más que al necio solamente.
LA PRIMACÍA DE LA SABIDURÍA El poeta de Proverbios alcanza ahora el clímax de su apología de la sabiduría. Califica a la sabiduría con el más elevado superlativo. La Sabiduría está estrechamente relacionada con Dios como Creador. Ella está desde “el principio” (8:22). La palabra para “principio” es bere'shit, y eso se corresponde específicamente con la creación divina (Génesis 1:1). Tiene un sentido absoluto, que se refiere a la totalidad del universo (“cielos y tierra”), es decir, la creación absoluta del universo (“cielos y tierra”). Este pasaje ha sido a menudo aplicado a la segunda persona de la Trinidad (ver, por ejemplo, Patriarcas y profetas, pp. 11, 12), a fin de enfatizar su participación en el acto de la creación: “Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho” (Juan 1:3; cf. Colosenses 1:16).
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La palabra principio no implica, sin embargo,
que esta Sabiduría divina (esto es, Jesucristo) tuviera un comienzo, y que él fuera creado entonces. El verbo hebreo qnh, traducido “poseía” (8:22), es el mismo vocablo con el que se refiere al “nacimiento” del primogénito de Eva, que fue interpretado por ella como el nacimiento extraordinario de YHWH, Jehová, como lo sugiere la siguiente traducción literal: “He recibido (qnh') [...] Jehová" (Génesis 4:1). La sintaxis hebrea realmente señala “Jehová” como el complemento directo del verbo qnh. La exclamación de Eva no implica que ella hubiera creado a Jehová, sino que pensó que YHWH se había encarnado en este primer humano recién nacido.
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El verbo qnh generalmente significa “ad-
quirir”, “poseer”, y muy raramente “crear”.
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Decir que Dios “poseía” (qnh) sabiduría al “principio” (bere’shit) de su obra de creación es sugerir que Dios tenía sabiduría desde el principio mismo de su
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operación creadora. Esto no significa que la sabiduría fuera creada en ese momento. Ya hemos encontrado la misma idea antes: “Jehová con sabiduría fundó la tierra; afirmó los cielos con inteligencia” (3:19). Esta sabiduría primaria en la creación retiene la atención del poeta. La estructura literaria de la historia de la creación del Génesis (Génesis 1:1, 2:4a) se refleja a lo largo de todo el poema. La Sabiduría está presente para cualquier creación, en cualquier paso. La Sabiduría está involucrada en la creación de los tres elementos del mundo creado (“cielos”, “agua” y “tierra”), una serie que se repite dos veces, en paralelo con la historia de la creación en el Génesis: En el principio (be'reshit), cielos y tierra (8:22 // Génesis 1:1, 2) cielos (8:23 // Génesis 1:3-8) agua (8:24 // Génesis 1:9) tierra (8:25, 26 // Génesis 1:10-13) cielos (8:27 // Génesis 1:14-19) agua (8:28,29ª // Génesis 1:20-23) tierra (8:29b-31ª // Génesis 1:24-31) se implican cielos y tierra (8:31b // Génesis 2:14) El ritmo de siete que constituye la estructura de la historia de la creación en el Génesis reaparece en el poema de la sabiduría, señalando siete exclamaciones de la Sabiduría que se expresan en primera persona: “tuve” (8:23); “fui engendrada” (8:24); “había sido engendrada” (8:25); “allí estaba yo” (8:27); “con él estaba yo” (8:30a); “era su delicia” (8:30b); “mis delicias son los hijos de los hombres” (8:31). El propósito de presentar esta arquitectura hermosa y simétrica es, una vez más, enfatizar la primacía de la Sabiduría. Esta exaltación de la Sabiduría refuerza su relación íntima con lo divino. La Sabiduría está completamente identificada con Dios. La divina identidad de la Sabiduría es indicada no solo por medio de su conexión esencial con Jehová (8:22), y por medio de su asociación sistemática con él en el proceso de la operación creadora (8:23-30), sino que está sugerida también mediante el uso de la expresión técnica 'ehyeh “[yo] era” (8:30), que caracteriza a YHWH (ver Éxodo 3:14).
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El poema termina con una nota diferente. Mientras todo el texto llama la atención a la grandeza y la trascendencia de la sabiduría, inspirando así reverenciada conclusión insiste en su proximidad con la humanidad: “Mis delicias son con los hijos de los hombres” (8:31). Es digno de notar que esta confesión ocurre en el séptimo paso, que es paralelo con el sábado en la historia de la creación en el Génesis, el único día de la semana de la creación en que Dios goza plenamente de la compañía de los seres humanos (Génesis 2:2, 3). El llamado de la Sabiduría está basado en esta tensión entre la reverencia y el gozo. Si la Sabiduría es tan poderosa y tan amante, la única conclusión posible es la decisión de tomar sus palabras en serio, escucharla (8:32-34a), buscarla con pasión, atención y perseverancia (8:34b); y luego responder a su llamado. Otra vez se exhiben los dos caminos. O abrazamos la Sabiduría y entonces encontraremos vida y gracia de parte de Dios (8:35), o abrazamos la necedad y entonces perderemos nuestra vida (8:36).
EL CAMINO DE LA SABIDURÍA La Sabiduría como arquitecta y ordenadora (8:30) que creó el mundo en siete días, es la misma que “labró sus siete columnas” (9:1). La imagen nos recuerda los antiguos templos egipcios con sus pilares, que representan la “Isla de la creación”, cuya función era iniciar y alimentar la nostalgia de esa “Isla de la creación”, sugiriendo un regreso a ese tiempo idílico. La Sabiduría extiende así una invitación a volver a la época de la creación, para gozar otra vez de la bondad del mundo en su situación anterior a la Caída. Esta metáfora del banquete máximo se usará a menudo en las Escrituras para ilustrar la esperanza escatológica. David desarrolló ese motivo: “Aderezas mesa [...] Unges mi cabeza con aceite; mi copa está rebosando. Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida, y en la casa de Jehová moraré por largos días" (Salmo 23:5, 6). La parábola de Jesús de la fiesta de bodas (Mateo 22:1-14; cf. Lucas 14:15-24) repite como un eco muchos elementos de ese banquete de la Sabiduría. En ese tiempo, los siervos son enviados por todas partes para invitar a la gente a la comida festiva, y la respuesta de
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los invitados es mixta. Del mismo modo, el libro del Apocalipsis habla acerca del banquete escatológico que dará la bienvenida a los santos con toda alegría (Apocalipsis 19:7-9). En nuestro pasaje, la invitación de la Sabiduría se extiende a dos categorías de personas: los “simples”, o “faltos de cordura” (9:4), y los “escarnecedores”, o “impíos" (9:7). Mientras los escarnecedores no están abiertos a recibir críticas y te odiarán si tratas de desafiarlos (9:7,8), el sabio te amará por ello (9:8b). Lo que caracteriza al sabio no es tanto que él sea sabio sino que siente la
necesidad de ser sabio. Solo el “sabio”, entonces, sentirá la necesidad de responder y, por lo tanto, llegará a ser más sabio todavía (9:9). El injusto se mantendrá en su maldad; el justo florecerá en su justicia (Apocalipsis 22:11). La sabiduría es imposible separada de Dios. El sabio reafirma esta declaración con la cual comenzó: “El temor de Jehová es el principio de la sabiduría” (9:10; cf. 1:7). La ética y la sabiduría secular y atea no llevan a ninguna parte. Pensando que podemos alcanzar sabiduría por nosotros mismos, fuera del ámbito de la revelación divina.es una vana ilusión. La meditación poética sobre la Sabiduría en la creación explica el porqué. Es, sencillamente, una verdad biológica: Dios, siendo el Creador, es la Fuente de la vida (9:11). Entonces, todo está en las manos de Dios; todo, excepto el temor de Dios, que sigue estando en las nuestras. En otras palabras, tú eres responsable por tu destino: “Si fueres sabio, para ti lo serás; y si fueres escarnecedor, pagarás tú solo” (9:12).
EL CAMINO DE LA NECEDAD El otro camino se describe en agudo contraste con el camino de la sabiduría. Mientras el camino de la sabiduría se representa como una mujer que proporciona inteligencia (9:6), construye su casa (9:1), suministra comidas festivas a su invitado (9:2, 5) y promete vida (9:11), el segundo camino es representado como una mujer necia, en un lenguaje que recuerda el adulterio. Ella es “alborotadora” (homiah) como la adúltera (9:13; cf. 7:11), que solamente seduce al que es “simple [...], a los faltos de cordura” (9:16; 7:6, 7; cf. 9:4). Ella ofrece
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“aguas hurtadas”, en alusión a las relaciones sexuales ilícitas (9:17; 5:15-17) y “pan comido en oculto” (9:17; cf. 7:19, 20). Finalmente, conducirá a sus convidados a “lo profundo del Seol [lugar de los muertos]” (9:18; cf. 7:27)
Referencias bibliográficas Ver también interpretaciones rabínicas antiguas que identifican la Sabiduría en este pasaje con la Toráh, la Ley de Dios, por medio de la cual Dios creó el mundo (Genesis Rabbah 1:6). 2 Ver J. Doukhan, On the Way to Emmaus. Five Major Messianic Prophecies Explained (Clarksville, MD: Messianic Jewish Publishers, 2012), 22; cf. Elena de White, El Deseado de todas las gentes, p. 23. 3 El verbo aparece 84 veces, pero solo en seis casos permite el significado de “crear”. 1
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