La urgencia de una buena “educación cívica” - Facultad de Educación

Tambores, celebrado en septiembre en Valparaíso. Se desa- rrolló con la premisa de que es importante recuperar espacios públicos para el arte y la cultura, ...
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La urgencia de una buena “educación cívica” E Priscilla Echeverría de la Iglesia

Docente de la Facultad de Educación Universidad Alberto Hurtado*

No podemos seguir conformando un sistema educativo que no se interese por la dimensión ciudadana de la persona: la formación moral y ciudadana debiera ser el empeño formativo más importante del sistema educativo. El currículum escolar y el sistema evaluativo deben incorporar nuevas dimensiones que fortalezcan la convivencia democrática, en beneficio de un aprendizaje de la autonomía en armonía con los demás.

La autora es Magíster en Educación, mención Currículum Educacional, y cuenta con un postítulo en Filosofía, mención en Educación en Valores.

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n el último tiempo se ha otorgado cada vez mayor importancia a las iniciativas públicas en el ámbito cultural. Impulsadas principalmente por el Consejo Nacional de la Cultura y de las Artes (CNCA), ellas buscan estimular la participación activa de la ciudadanía para fortalecer la preservación, promoción y difusión del patrimonio cultural chileno, lo cual es de gran importancia para fortalecer nuestra identidad y nuestro sentido de país. La última de estas actividades fue el Carnaval de los Mil Tambores, celebrado en septiembre en Valparaíso. Se desarrolló con la premisa de que es importante recuperar espacios públicos para el arte y la cultura, cuestión relevante para consolidar los lazos de convivencia y un sentido del “nosotros”. Muchos nos esperanzamos al observar la masiva respuesta a esa convocatoria, entendiéndola como un reflejo de la valoración e identificación de las personas con esos ideales. Pero ¿será así? ¿Será que de verdad estamos avanzando en compartir una concepción más humanizada del mundo, más amable, más favorecedora del desarrollo de las personas, más pacífica y justa? ¿Y si no fuera así? ¿Y si estas altas concurrencias no fueran sino un velo que nos impide ver cuán lejos estamos de esos anhelos? ¿Qué tal si las pautas y creencias por las que realmente nos orientamos fueran en un sentido distinto, e incluso opuesto, a esos ideales y aspiraciones que decimos apoyar? ¿Qué tal si estas manifestaciones no son más que un cambio de forma y no de fondo? Revisemos, por ejemplo, cuán paradójico resulta que ese carnaval haya concluido con cuatro mil toneladas de basura

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esparcidas en las calles, atropellándose derechos y deteriorán- gran influjo que en el Chile de hoy mantiene una cultura social dose espacios públicos, generándose precisamente lo contrario que promueve una lógica neoliberal. La preocupación por la educación cívica y moral no es nueva a lo que esa iniciativa busca promover. Hay allí un sinsentido, una disociación entre la forma de actuar y el discurso con el en la política educativa. Los marcos curriculares y las actuales que aparentemente se está de acuerdo. Si estamos a favor de bases curriculares plantean la existencia de objetivos fundamenla paz, la justicia y la dignidad de los pueblos del mundo, en- tales transversales u objetivos de aprendizajes transversales, tonces debiéramos tener una conducta acorde, no violentan- respectivamente, que explicitan la importancia del desarrollo do ni atropellando espacios que son de todos. Sin embargo, lo ético de las personas, así como también aluden a aspectos vinocurrido en esta actividad en Valparaíso indicaría que hay una culados con su dimensión cívica. En ese contexto, creemos que extendida actitud de poca responsabilidad frente a nuestras la medida de incluir la educación cívica significa mantener la acciones, de escaso respeto hacia la ciudad, de apego a un misma escasa relevancia que esta tiene en la práctica concreta, individualismo que solo busca satisfacer las propias necesi- si el currículum sigue conviviendo en paralelo con un sistema dades, y de incapacidad de asumir nuestras propias acciones evaluativo estandarizado que valora exclusivamente la dimeny entender cómo interactuamos con el mundo. Pareciera que sión académica de ciertas asignaturas como sinónimo de calidad educativa. En este sentido, hay políticas a los chilenos nos cuesta ser habitantes de paralelas a los aspectos ético políticos en la la ciudad, nos cuesta ser ciudadanos. Se El anuncio de sobre la política curricular que tensionan la exigencia observa débil nuestro compromiso con la reposición de la asignatura formativa en la escuela, tensión que termina noción de bien común. de Educación Cívica y la resolviéndose mediante la priorización de lo exigibilidad a las escuelas de más urgente, como es reflejar buenos resulEXPLORANDO LAS DIMENSIONES MORAL Y POLÍTICA contar con un Plan de Formación tados académicos para atraer matrícula, en un escenario que hace competir a las escueCiudadana pueden quedar las para poder sobrevivir. Así, el anuncio prePodemos preguntarnos cuánto contrisolo como una declaración de sidencial sobre la reposición de la asignatura buimos nosotros mismos a que la realidad buenas intenciones, si no se de Educación Cívica y la exigibilidad a las que criticamos sea como es y con eso nos estamos interpelando sobre nuestra perso- acompañan de otros cambios en escuelas de contar con un Plan de Formación Ciudadana pueden quedar solo como nalidad moral —conciencia, juicio, empatía, la formación escolar. una declaración de buenas intenciones, si toma de perspectiva social, valores, emociones, entre otros—, pero también sobre la relación de nuestro no se acompañan de otros cambios en la formación escolar. yo individual con lo colectivo. Y en el Chile de hoy parece ser Potenciar el rol formativo de la escuela requiere visibilizar otros que estamos más cerca de un individualismo extremo, producto criterios de evaluación —cualitativos, no estandarizados— que, del debilitamiento de la confianza, los lazos sociales, el senti- en lugar de buscar comparación y competencia en el mercado do del nosotros y de la posibilidad de tener sueños y proyectos educativo, permitan a esa institución aprender sobre cuán educomunes. Esto revela cuán político y ético es el problema que cativo es el clima de convivencia que está ofreciendo y cómo subyace en esta temática. Político, porque se vincula con nues- viven esa cultura los actores que la conforman. tra relación con el mundo. Ético, porque habla de para qué, por qué, qué y cómo nos movemos en esa relación con el mundo… QUÉ ENTENDEMOS COMO “EDUCACIÓN CÍVICA” de los valores que nos mueven, de nuestra cuestionable poca sensibilidad frente a mucho de lo que nos rodea. Por otra parte, el anuncio de la Presidenta nos exige preguntarnos cómo se está entendiendo la educación cívica. Es necesario celebrar que el proyecto de ley actualmente en trámite OPORTUNIDAD A OBSERVAR CON CAUTELA destaque la importancia de la formación cívica en la escuela, Actualmente, ante la problemática de la falta de educación amplíe la noción de educación cívica a algo más allá de lo meramoral y política, en el Congreso Nacional se discute sobre la mente disciplinar o asignaturista, y responsabilice a la escuela obligatoriedad de la asignatura de Educación Cívica en los es- en el deber de explicitar un plan de acción para abordarla. Sin tablecimientos educacionales. La presidenta Michelle Bachelet embargo, debiéramos poner atención a algunos riesgos que recogió en ese sentido la recomendación hecha por el Consejo todo esto involucra. En primer lugar, esta reforma constitucional fundamenta su Asesor Anticorrupción encabezado por Eduardo Engel. Sin embargo, esta es una oportunidad que debemos considerar con importancia en el hecho de que la ciudadanía se ha distanciacautela, pues medidas paliativas para fortalecer el rol de la do de la política dada la baja participación electoral. Podemos escuela en este ámbito de la formación ya se han dado antes, advertir, entonces, que esta propuesta se moldea según un paradigma liberal: entiende la formación cívica como una tarea sin lograrse los efectos buscados. Queremos afirmar que esta propuesta es necesaria pero vinculada principalmente a prepararse para celebrar el acto de insuficiente, y que, además, es de difícil desarrollo debido al votar y no como una capacidad mucho más amplia, necesaria

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Además del papel de la escuela de incluir el ámbito moral para la vida cotidiana y el logro de una participación activa y sin separarlo del cívico, se suma la importancia de que el procomprometida. Es negativo reducir el concepto de ciudadanía de ese modo. fesorado sepa, pueda y quiera desarrollar prácticas pedagóSignifica invisibilizar otros derechos necesarios, además de los gicas en el aula que den lugar a un espacio para el aprendizaje civiles y políticos, como los sociales, económicos, culturales o de una convivencia democrática. Esto se debe hacer no solo medioambientales. La formación ciudadana clásica no alcanza en una asignatura de educación cívica sino que también en las para enfrentar la desidia, la falta de sentimiento de responsabi- demás áreas del currículum, pues no es exclusivo de la clase de lidad respecto del devenir de nuestra sociedad y de aprender a ciudadanía el tener un espacio para participar y reflexionar con incluirnos desde una participación responsable. Y no basta con los demás, dar opiniones y decidir en conjunto sobre aquellos conocimientos. También es importante el desarrollo de habi- aspectos en los que se pueda decidir. Ello es una posibilidad lidades y actitudes, lo cual es posible cuando se viven formas latente en toda situación de convivencia y, por lo tanto, los profesores debiéramos tener conciencia de esa de relación coherentes con los ideales democráticos, de participación y de ejercicio de libertad La formación ciudadana responsabilidad inherente a nuestro rol, indepenresponsable que deberían ser propuestos en un clásica no alcanza para diente de la asignatura que tengamos a cargo. Así, tanto la escuela en su conjunto como los espacio de formación ciudadana. enfrentar la desidia ni espacios de clase debieran ser una oportuniLa propuesta del Poder Ejecutivo consideró ampliar la noción y considerar además los de- la falta de sentimiento dad para vivir una convivencia democrática. El de responsabilidad desafío involucrado en este tema no podrá ser rechos económicos, proponiendo incorporar la educación financiera al currículum escolar. Cues- respecto del devenir de respondido desde la sola asignatura, si quienes enseñan y gestionan la escuela no invitan a enta comprender por qué se priorizó esta preocupanuestra sociedad. sayar y vivir las experiencias de una cultura cíción por encima de otros aspectos importantes, vica y moral que eduque en sí misma, por el solo como los derechos sociales, medioambientales o reproductivos. Como el texto propuesto no consideró ningún hecho de estar en ella. Entendiendo la escuela y el aula en particular como un terriotro derecho adicional, la noción de ciudadanía quedó, en buetorio en el que está presente el poder —independiente de cuán nas cuentas, supeditada a su noción más clásica. Otra cuestión a considerar es que queda fragmentada e in- distribuido o concentrado esté—, debemos valorarlo como el suficiente una asignatura de educación cívica sin una forma- espacio por excelencia en el que nuestros niños y jóvenes exción del ámbito moral de las personas. Ninguna de esas dos perimentan cómo relacionarse entre sí y con la autoridad. De áreas registrará un cambio sustancial si no es acompañada de acuerdo a cuán incluidos se sientan en el devenir de los aconteuna estructura sociopolítica adecuada y de una cultura escolar cimientos, se desarrollará en ellos el aprecio y el consecuente que la fortalezca. Tengamos presente que muchas veces ellas compromiso con los adultos que son figura de autoridad, en pueden funcionar en un sentido opuesto a lo que se dice que- tanto los perciben como personas que acogen, los aceptan y rer formar, promoviendo el éxito individual, clasificando según asumen la tarea de potenciarlos en toda su dimensión humana. rendimientos, validando ciertos saberes por sobre otros que Ello implica, por cierto, que la autoridad, desde un sentir demoestán disminuidos o derechamente invisibilizados, pidiendo crático, comprende que no es posible desarrollar la noción de adaptación y obediencia a condiciones que son definidas por hacerse responsable por los otros si no se invita a aprender a unos pocos actores, desarrollando relaciones instrumentales ser parte, educando el saber, el poder y el querer serlo. entre los individuos que la conforman y, con ello, debilitando la posibilidad de relacionarse desde inquietudes auténticas, CAMBIO DE PARADIGMA: DE LO ESCOLAR A LO desde la solidaridad, la inclusión, la deliberación, la reflexión EDUCATIVO y la participación. Al respecto, el mismo padre Alberto Hurtado, en el contexHemos señalado que la escuela es el espacio de socializato de su época, ya planteaba una crítica a la escuela, respon- ción por excelencia, en el cual aprendemos a desarrollarnos y sabilizándola del desinterés que los ciudadanos sienten por relacionarnos con los demás. Es más que ir a una sala de clases la sociedad. Lo hacía ver apuntando a que es en la escuela en a aprender. En la lógica tradicional, en la que los adultos decidonde se aprende a ser individualista y competitivo, dado el den y los jóvenes deben acatar, se escolariza a las personas, énfasis en el trabajo individual y la responsabilidad solo en sí reforzando su heteronomía. Se aprende a ser dependiente del mismo por los propios actos, sean positivos o negativos, y que control externo, a esperar que se nos diga qué hacer, cómo y se aprende desde las relaciones que los adultos educadores cuándo, limitando así la capacidad de reflexionar sobre nuestro establecen con los niños y jóvenes. Señalaba claramente que propio actuar, tomar decisiones y desarrollar nuestra autonoaprender a tener una actitud comprometida con los demás re- mía e iniciativa personal. quiere de vivir relaciones de colaboración, de manera de deEducar es lo contrario de escolarizar. Es crecer conquistansarrollar un sentido del colectivo a través del cual se aprenda do cada vez mayor autonomía para aprender a hacerse cargo a ser solidario, generoso y comprometido. del propio actuar. Y ello se va desarrollando en un proceso lar-

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go que requiere, por parte de quien pretende educar, incluir a quienes se están formando, relacionarse con ellos considerando sus necesidades, intereses y preocupaciones, dándoles además los espacios para expresarse, pensar juntos y decidir conjuntamente y paulatinamente, a medida que van aprendiendo a hacerse cargo de las consecuencias de sus decisiones. Requiere acompañamiento, acogida, encuentro, aceptación, sentir que se puede confiar en los demás, que podemos aprender de los errores, que podemos hacer preguntas y no solo responder certezas. Requiere diálogo para interpelar al otro desde la pregunta, invitándolo a pensar y así desarrollar su conciencia. No certezas. La moral no se inculca, se desarrolla en la medida en que se invita a reflexionar sobre las acciones. La responsabilidad de la escuela es, entonces, educar. No solo instruir. Y la educación transita por la relación humana, por la calidad de los vínculos que se desarrollan con aquel que está creciendo bajo nuestro cuidado. Si los estudiantes crecen bajo la vigilancia, siendo tratados como sujetos sospechosos, peligrosos, demostrándose bajas expectativas sobre sus personas, sin duda aprenderán a moverse sin sinceridad, resignada o solapadamente, solo respondiendo a lo que se quiere o espera de ellos, no necesariamente desde el “yo quiero”, sino que desde el “yo tengo que…”. Y, desde ahí, la posibilidad de desarrollar autonomía y compromiso auténtico con los propios procesos se reduce drásticamente. Entonces se aprende a ser dependiente de lo que otro nos diga qué hacer, cómo y cuándo, en lugar de autorregularnos. Botamos la basura al suelo, porque todos lo hacen. O porque no hay nadie que nos reproche, porque nadie nos está mirando. Ponemos la música fuerte, irrumpiendo en el espacio de los demás, porque nadie me dice nada. Desarrollar conciencia moral es más efectivo que cualquier control de vigilancia o cualquier normativa legal. Que la persona aprenda a autorregularse para conducir su vida felizmente, en armonía con el todo social, debiera ser el propósito de un proceso que pretenda ser formativo. Los espacios para el aprendizaje de la autonomía en armonía con los otros no solo se dan en espacios como una radio o un diario escolar, o en actividades extracurriculares. El espacio en el que más se está en nuestro paso por la escuela es la sala de clases. Y en ella, no importando la asignatura que se esté estudiando, siempre hay relaciones humanas mediadas por un profesor, quien tácitamente concentra o distribuye el poder, según sean los espacios que niegue u otorgue para que los estudiantes piensen, se expresen y tomen decisiones. Y es en este punto que podríamos poner el acento para explicar cuánto pesa la escuela en lo que somos como sujetos sociales: cómo vamos asumiendo como algo natural —si hemos vivido una lógica tradicional— que las figuras de autoridad no tienen por qué preguntarnos nuestro parecer, que hay que hacer las cosas aunque no les encontremos mucho sentido, que lo que nos pase en la vida real o personal no tiene lugar cuando estamos aprendiendo una materia, que el curso de los acontecimientos lo deciden otros… y así vamos debilitando nuestra conciencia sobre nuestro entorno, en tanto aprendemos a mo-

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vernos como autómatas y, con ello, debilitando la posibilidad de ser ciudadanos, en el sentido ético y político del término.

FORMACIÓN DE PROFESORES Volviendo a la oportunidad que representa la reposición de la asignatura de Educación Cívica y la exigibilidad a las escuelas de un plan de formación ciudadana, es importante considerar que la política pública podrá aportar en beneficio del cambio de una cultura escolarizante a una más educativa, si propone medidas adicionales. Estas debieran abordar la formación de profesores y de directivos. Para ello, debiera convocarse a una discusión abierta a los actores del sistema escolar y de la formación del profesorado, a fin de definir la forma de implementar la formación de la dimensión ético y política del ejercicio docente y directivo. Importará que ellos aprendan a relacionarse en lógicas reflexivas y participativas. Entendiendo que el solo hecho de estar en relación con otros influye en la formación de un determinado tipo de ciudadano, el prepararse para ser profesor debiera incluir no solo aprender rigurosamente una disciplina y saber cómo enseñarla, sino también cómo favorecer formas de participación y reflexión que impactarán en el ser humano que se irá formando en el proceso. El desafío de la formación inicial de profesores y otros actores de la institución escolar —sobre todo, los implicados en los equipos de gestión escolar— demanda entonces que los docentes de educación superior sean también entes que conviertan sus aulas en espacios cuyas lógicas de relación fortalezcan la convivencia democrática, cuestión que debiera ser parte de los procesos de acreditación de las instituciones de educación superior. Es un desafío no menor en una cultura universitaria muchas veces dominada por el paradigma de que para hacer clases hay que ser experto en la disciplina que se dicta, pasando por alto lo que enseña desde un currículum oculto. Si queremos superar incidentes como el relatado al comienzo de este escrito y avanzar a una mejor sociedad, entonces no podemos seguir pretendiendo que el ámbito cognitivo académico sea el único y más importante a desarrollar en la escuela. Es así no solo porque cualquier aprendizaje se explica desde una dimensión afectiva y no únicamente cognitiva, sino porque además debemos ampliar la noción de preparación para la vida a algo más que el mero ámbito académico y laboral. Nuestros niños y jóvenes no solo serán trabajadores que desempeñen una determinada tarea en el futuro y ganen un sustento que les permitirá insertarse en la sociedad. Ellos, además, serán personas en otros ámbitos de su vida. No podemos seguir conformando un sistema educativo que prepare solo para proyectos de vida privados que desconozcan o no se interesen por la dimensión ciudadana de la persona. Si queremos un mejor país, más dueño de su destino, la formación moral y ciudadana debiera ser el empeño formativo más importante del sistema educativo. Formar ciudadanía requiere aspirar a una escuela en que lo democrático sea una experiencia vivida, y la política pública debiera fortalecer esa noción de escuela. MSJ

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