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EL MUNDO. MARTES 4 DE JUNIO DE 2013
EUSKADI > CRIMEN EN BILBAO / La víctima
La pesadilla sin fin de Ada
Se trata de un problema que afecta especialmente a las africanas, ya que 2 de cada 3 mujeres procedentes de este continente y que ejercen la prostitución en Euskadi lo hacen en la calle, frente a las españolas y las latinoamericanas, que ofrecen sus servicios predominantemente en clubes y pisos. Los datos proceden del último informe de Emakunde, publicado en 2007, que estima que en torno al 90% de las mujeres que ejercen la prostitución en el País Vasco vienen de otros países.
La última víctima de Aguilar, de 29 años, nigeriana, se prostituía en General Concha MARTA G. COLOMA / Bilbao
Si Ada saliese ahora del profundo sueño en el que se encuentra sumida, probablemente se vería tan sola como cuando el maestro shaolín le propinó una brutal paliza. La agredida, que continúa en un estado de salud «extremadamente grave» desde su ingreso en la Unidad de Reanimación del Hospital de Basurto, tiene 29 años, es natural de Nigeria y no tiene familia en España. Su largo anonimato no es casualidad, pues la joven ejercía la prostitución desde el escalón más bajo: el de las emigrantes que venden su cuerpo en las calles contactando de manera directa con clientes, a los que llegan a ofrecer sus servicios en coches particulares o portales, poniendo en riesgo su seguridad frente a desconocidos. El macabro suceso que hundió en la inconsciencia a Ada se inició en el barrio de Irala, en concreto en la zona de la calle General Concha, una vía conocida por la existencia de diversos pisos de contactos y de tres clubes de alterne. Una situación que, dentro de lo llamativo, se había normalizado entre los vecinos de la zona, que en los últimos años habían visto proliferar la actividad callejera de las redes de prostitución, formadas fundamentalmente por mujeres africanas. «Por aquí pasan al menos seis chicas de color muy jóvenes a partir de las 12 todas las noches», comentaba ayer una vecina en uno de los locales de la zona, en los
que la tragedia era un tema constante de conversación entre los parroquianos. El callejón de Particular de Costa, que hace esquina con General Concha, era el mismo lugar donde Aguilar regentó su primer gimnasio años atrás y donde Ada y otras tantas chicas aprovechaban para abordar a los hombres a altas horas de la madrugada. Una búsqueda de clientes que en ocasiones degenera en el robo de carteras, según la dueña de un bar cercano, que ayer denunciaba la falta de seguridad de la zona. «Las chicas se acercan a la terraza y acosan a los hombres que está fumando. Dan muy mala imagen», criticaba. Otros vecinos, ya familiarizados con su presencia, aseguraban que las chicas apenas daban problemas y que «se les suele ver en los portales a las 6 de la mañana», como concretaba una anciana residente en la zona, que no detectaba ningún peligro porque el barrio está «muy alumbrado». Para otro vecino, la polémica estaba desprestigiando a la zona porque el drama había sido «puntual» y el barrio es «súper tranquilo». «Estas cosas [refiriéndose a la prostitución callejera] ocurren en toda España, pero la gente va a lo suyo», agregaba otro residente. La raza, la escasez de recursos y la situación ilegal de estas mujeres, a menudo ‘sin papeles’ que acceden al país a través de mafias, aumenta las posibilidades de que este colectivo sufra violencia de género.
APUNTES EN SUCIO MANUEL JABOIS
bida su reproducción.
Sin secretos, sin trampas La calle Máximo Aguirre, céntrica, cortada en un tramo por una cinta policial y ocupada por agentes, es la «calle de moda» de Bilbao, dice un taxista con humor bronco. Allí están fuera, fumando, los empleados de los negocios de enfrente; por la acera pasan despacísimo los peatones. A esas horas Juan Carlos Aguilar, al que sus discípulos llaman «maestro», está confesando un asesinato. Aguilar, que a sus viajes los llamaba peregrinaciones, concluyó el domingo un camino exótico que lo llevó de las puertas del Templo de Shaolín de los monjes guerreros («monasterio del bosque joven o nuevo») a la comisaría de Deusto. «Tú no sabes lo que es entrenar en primavera, con el floreci-
La joven trabajaba en la zona en la que Aguilar abrió su primer gimnasio
La joven nigeriana Ada, en una imagen facilitada por una amiga. / EFE
miento de Shaolín», respondía Aguilar, rebautizado maestro Huang C., a otro experto en artes marciales en un foro. «Tú no sabes lo que es entrenar en verano, no quince días, sino todo el verano, hasta que la piel se te rompe por la sal de tu propio sudor que te quema por el sol. Tú no sabes lo que es Shaolín en otoño cuando el frío empieza a contraer tus músculos y desaparecen los negocios en Shaolín, cuando desaparecen los turistas como tú. Tú no sabes lo que es entrenar en invierno con nieve hasta la cintura. No me digas a mí tú qué es Shaolín. No hables sobre Shaolín. No lo conoces. No sabes nada de nada sobre ello». Shaolín, el templo chino en el que entró tras superar las pruebas que dejaron a todos los occidentales fuera, le dio fama en España y tuvo predicamento en televisión. Fundó en el centro de Bilbao el Monasterio Océano de la Tranquilidad, que era un gimnasio en el que anunciaba demostraciones peculiares. Una de ellas era cortar o romper una botella de cristal de un golpe por la mitad. La invitación, extensísima, anticipaba la presencia de un notario que aportaría una botella «de Coronitas o de Heineken» que Aguilar no podía haber visto nunca. El acto exigía condiciones severas, como que
«el propio golpe del brazo o mano no dispondrá de un recorrido de inercia, balanceo o carga tradicional en cualquier ‘rompimiento’, que suele ser de unos 180 grados respecto al plano del horizonte sobre el que se encuentra el objeto». Aguilar pronunciaba muy bien discursos vacíos y ejercía un liderazgo manso que fascinaba a sus discípulos. Entre sus alumnos había también escoltas y otros miembros de las Fuerzas de Seguridad del Estado. Con un grupo de los primeros estuvo hace meses en una discoteca de Bilbao. Una de las chicas trató de ligar con uno de sus acompañantes, un escolta con domicilio en la ciudad. «Cuando pasa eso un hombre puede joderse e irse, no joderse e irse igual o joderse y chinchar, y Aguilar chinchaba», dice uno de los que le acompañaba. Pasó el resto de la velada entrometiéndose y la cosa acabó semanas después por la calle, cuando a la chica, que la conocía con anterioridad, le retiró el saludo, ofendido. «Era un ególatra, nada más que eso. Sólo concebía su culto», dice un hombre que lo trató. Esa curiosa fusión entre la máxima humildad que predicaba, la paz y la comprensión hacia los demás, y unos estudios que abarcaban desde teología hasta
Desde la asociación de apoyo a las profesionales del sexo Askabide, denuncian las situaciones de violencia machista a las que se enfrentan estas mujeres «de forma continuada». Para SOS Racismo, la raíz del problema se encuentra en la Ley de Extranjería, que «no deja otra opción que dedicarse a la limpieza o la prostitución, marcadas por la falta de derechos». «Cuando una mujer es negra, inmigrante y se dedica a una profesión tan estigmatizada se encuentra más indefensa, sobre todo durante el proceso judicial», explican, apuntando que «no es casual» que un hombre machista «elija ejercer violencia sobre una mujer que percibe en desventaja». Desvelar lo que condujo a Ada a aquel gimnasio de los horrores todavía llevará un tiempo, y para ello hará falta que la joven abra los ojos y despierte de una pesadilla que, por desgracia, ha destrozado más vidas anónimas como la suya.
armonía, con la exhibición continua de logros y respetos, amenazas a rivales («me guardo lo que allí viviste, sufriste y tuviste que torear; una desgradable experiencia que no pienso airear jamás públicamente por respeto a tu mujer e hijos», dice en el email a un rival), procuraba a sus conocidos algunas escenas rocambolescas. A este experto al que escribió un larguísimo correo llega a avisarle de que conoce a la perfección sus tendones, entre otros detalles como su flexibilidad y defectos técnicos «porque en Shaolín lo conservamos todo». Entre sus alumnos había chavales de muchas familias bien de Bizkaia, entre ellos la hija de un famoso industrial de Bilbao. En las fotos de su detención aparece protegido su rostro por una toalla y con el torso desnudo, tal y como fue encontrado por la Ertzaintza cuando tenía a una mujer maniatada al borde de la muerte en su gimnasio. «Sabemos lo que está apareciendo, ¿pero aparecerá todo? Son mujeres indocumentadas, ¿a cuántas mató?», preguntaba ayer una mujer. Él dijo una vez: «Mi casa está abierta para todos y mi escuela de kung-fu también. No hay ningún escondite, ninguna tapadera, ningún secreto, ninguna trampa».