La década no está ganada, sino desperdiciada

mayor en Perú y Ecuador; 10 veces, en Uru- guay; seis ... Las cosechas crecen pero el ferrocarril de cargas ... gación, ferrocarriles interurbanos, radari- zación y ...
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OPINIÓN | 23

| Martes 2 de julio de 2013

la era kirchnerista. El Gobierno dilapidó el viento de cola y, con una

mala asignación de recursos, dejó caer la infraestructura del país

La década no está ganada, sino desperdiciada Alieto Aldo Guadagni —PARA LA NACION—

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a década del 80 fue la “década perdida”, en la Argentina y en América latina. Nuestra Presidenta ahora considera que esta es la “década ganada”. Estos calificativos exigen prestar atención a tres hechos nuevos en el escenario mundial de los últimos años. Primero, la tasa de interés internacional es hoy la más baja de los últimos 50 años y ni llega a la mitad del nivel de 2002. Segundo, gracias a estas tasas mínimas la inversión externa se derramó sobre toda América latina; comparando con el año 2000, hoy es 15 veces mayor en Perú y Ecuador; 10 veces, en Uruguay; seis veces mayor en Chile y Colombia, y dos en Uruguay. La Argentina no sólo permaneció al margen de esta tendencia, sino que desde 2005 se fugaron 84.000 millones de dólares. Tercero, los precios internacionales para nuestras exportaciones son los más altos de los últimos 40 años. Según el Indec, los términos de intercambio se duplicaron respecto de 1986; en mayo de 2003 la soja se cotizaba a 232 dólares y ahora vale 550. Gracias a estos excepcionales términos de intercambio nos hemos beneficiado con recursos adicionales que superan los 150.000 millones de dólares. Es así como, financiado por estas rentas extraordinarias, el gasto público en la última década se multiplico más de tres veces, pero la infraestructura no se benefició de esta multiplicación. Por ejemplo, hay un gran déficit de agua potable y cloacas, elementos esenciales para reducir la mortalidad infantil y las enfermedades de transmisión hídrica. Unos 8,2 millones de habitantes carecen de agua por red y 21 millones no tienen cloacas. En el conurbano, el 30% de la gente no tiene agua por red, el 63% carece de cloacas y el 39% no tiene gas por red. Las inversiones fueron insuficientes. La creciente urbanización también agudizó los daños por inundaciones, como en La Plata, pero la inversión en esta protección hídrica ha

sido mínima: se gasta 10 veces más en subsidiar a Aerolíneas Argentinas. La infraestructura vial está atrasada frente a un parque automotor que creció un 90% en la última década, con un creciente “pasivo vial” por falta de inversiones. José Barbero señala que tenemos apenas 2500 kilómetros de carreteras de calzada doble, pero necesitamos más del doble. La red nacional y las rutas provinciales se degradan por falta de inversiones y sobrecostos notorios. Un kilómetro de carreteras de cuatro carriles le cuesta ahora al Estado casi el doble que en la década anterior. Las cosechas crecen pero el ferrocarril de cargas retrocede por carencia de inversiones, incrementando así los costos logísticos. El ferrocarril transporta menos del 10% de la carga, mientras que en Canadá lleva el 55%; en Alemania, el 54%, y en Estados Unidos, el 47%. En el área metropolitana el servicio ferroviario ha retrocedido y origina un alto costo de vidas humanas. Este retroceso es fruto de grandes subsidios mal direccionados, que no estimulan ni la inversión ni el buen mantenimiento de vías y trenes. Entre 2003 y 2011 se invirtió anualmente menos de la mitad de lo invertido entre 1995 y 2001. Las recientes inversiones apenas cubrieron la séptima parte de las necesidades de mantenimiento y reposición del material. Existen también notorios atrasos en áreas clave como puertos, dragados, aeronavegación, ferrocarriles interurbanos, radarización y control del espacio aéreo, esencial para combatir el narcotráfico. En energía, la carencia de inversiones originó una gran caída en las reservas de gas (60%) y petróleo (20%). Por eso, desde 2003 la producción de petróleo cae un 30%, mientras que la de gas cae, desde 2004, un 20%. La caída en inversiones impacta sobre nuestras cuentas externas, por el fuerte ascenso en las importaciones de combustibles, que este año llegarán a 13.000 millones de dólares, cuando en 2006 el sector energético aportaba más de 6000 millones a la balanza comercial. La carencia de inversiones en hidroelectricidad ha impulsado el consumo de combustibles caros e

El gasto público aumentó tres veces en la década K, pero la infraestructura no se benefició El costo para la sociedad es mayor cuando la mala inversión está afectada por la corrupción

importados. En 2003, más de la mitad de la generación eléctrica era aportada por la hidroelectricidad; ahora, aporta menos del 30%. Todas estas carencias de inversión en sectores estratégicos no se explican, como hemos visto, por falta de recursos, sino por mala asignación del gasto público, que está hoy a un nivel récord histórico. Se aumentaron aceleradamente los subsidios fiscales, que ya superan los 20.000 millones de dólares anuales. Estos subsidios son apropiados por los segmentos socio-

económicos más favorecidos, porque no existe una verdadera tarifa “social”. Cuando comenzaron los subsidios, hacia mediados de la década, eran cifras razonables, pero hoy son tan gravosos que el Gobierno viene postergando desde hace ya varios años las necesarias inversiones en infraestructura, muchas de ellas de carácter urgente y prioritario porque hacen a la seguridad de las personas, como ocurre con el transporte ferroviario. Esta decisión estratégica del Gobierno de priorizar los subsidios a favor de los segmentos de arriba de la sociedad, y al mismo tiempo postergar las inversiones necesarias en los servicios de amplia demanda popular como el transporte público, configura un cuadro de alto riesgo. Los cuantiosos subsidios que distribuye el gobierno nacional responden a un criterio altamente regresivo, ya que el 20% más pobre de la población se beneficia apenas del 6,3% del subsidio total, mientras que el 20% más rico se apropia nada menos que del 42,7% del total de los subsidios. Es decir, los ricos reciben subsidios 6,8 veces mayores a los subsidios que benefician a los pobres. Por su parte, tenemos la Asignación Universal por Hijo, eficaz política de transferencias monetarias que mejora la distribución del ingreso, ya que concentra estos subsidios en los segmentos más pobres. Pero la magnitud del gasto fiscal en la AUH ni por lejos alcanza a compensar el carácter regresivo de los subsidios económicos, por la sencilla razón de que el fisco gasta en estos subsidios regresivos ocho veces más que en la AUH. En 2005, la inversión pública era el triple de los subsidios; ahora los subsidios son un 50% mayores que la inversión. Un ejemplo de subsidios regresivos es Aerolíneas, ya que el 85% de su déficit proviene de los vuelos internacionales, como Miami, Roma y Madrid. Hay que recordar que quienes administran esta empresa pública que tanto incide en mermar recursos para otras inversiones prioritarias no publican sus balances desde 2008. Cuando un gobierno pierde la visión del porvenir y no presta atención a la infraestructura del país, compromete su futuro. Pero el futuro siempre llega, a veces más temprano que tarde. Son ya varios años de prioridades equivocadas en el área de infraestructura, muchas de ellas salpicadas por sobrecostos propios del capitalismo de “amigos”, que significan achicar los fondos que se dedican a las obras prioritarias. El mayor símbolo de prioridades ya no equivocadas sino absurdas fue el disparate del “tren bala”, que entretuvo por varios años al Gobierno, que no prestó atención a las redes ferroviarias urbanas. No invertir en infraestructura es muy costoso, pero el costo para toda la sociedad es mucho mayor cuando la inversión no sólo no es suficiente sino que además está demasiado afectada por la corrupción. Considerando la decadencia y atraso de nuestra infraestructura se puede sostener que la última década no fue ni ganada ni perdida. Fue, simplemente, desperdiciada. © LA NACION El autor es economista y profesor universitario

Monteagudo, pionero de la unión americana Mario “Pacho” O’Donnell —PARA LA NACION—

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n su “Carta de Jamaica” de 1815, durante su exilio en Kingston, Simón Bolívar había escrito: “Es una idea grandiosa pretender formar de todo el Mundo Nuevo una sola nación con un solo vínculo que ligue sus partes entre sí y con el todo”. ¿Por qué en Panamá? Por ser punto de unión simbólico de las Américas del Norte, del Centro y del Sur y también de ambos grandes océanos. La propuesta prendió con fuerza en el abogado tucumano Bernardo Monteagudo. Luego de ser la mano derecha de San Martín durante su Protectorado en el Perú, luego de la entrevista de Guayaquil y de la desaparición de nuestro libertador de la escena independentista sudamericana, buscó y se puso a las órdenes del libertador venezolano, quien pronto lo hizo persona de su confianza. Monteagudo era capaz de argumentar con sistema y pasión, citando filósofos de la antigüedad y autores modernos, lo que hacía convincentes sus desarrollos. Bolívar lo estimuló a escribir sobre el tema de la unión americana, lo que el argentino hizo en su cé-

lebre artículo “Ensayos sobre la necesidad de una federación general entre los estados hispanoamericanos y plan de su organización”, que quedó inconcluso a raíz de su muerte. En el “Ensayo...” hace una defensa de Bolívar y niega ambiciones personales en la convocatoria americanista. Fija el objetivo de la Confederación en “sacudir el yugo de la España” y “borrar hasta los vestigios de su dominación”. Esto era algo que exigiría muchos esfuerzos mancomunados por mucho tiempo, porque quien ahora amenazaba era la Santa Alianza, la asociación absolutista de Rusia, Austria y Alemania, a la que luego se sumarían la Francia posnapoleónica y España, unidas para extirpar del mundo las ideas liberales y republicanas y para oponerse a la independencia de las colonias en cualquier lugar del mundo. Es decir que no se trataba ya de combatir a una sola nación, sino a una reunión de potencias europeas imposible de resistir si no era por obra de otra Confederación, esta vez de naciones americanas. También acechaba Inglaterra, la mayor potencia del mundo. El congreso de plenipotenciarios ame-

ricanos debía abocarse a resultados concretos, como establecer el contingente de tropas que cada país aportaría y la cantidad de subsidios que deberían prestar los confederados para consolidar la independencia y para hacer frente a los peligros que se cernían. “Cuanto más se piensa en las inmensas distancias que nos separan, en la gran demora que sufriría cualquier combinación que importase el interés común, y que exigiese el sufragio simultáneo de los gobiernos del Río de la Plata y de México, de Chile y de Colombia, del Perú y de Guatemala, tanto más se toca la necesidad de un congreso que sea el depositario de toda la fuerza y voluntad de los confederados, y que pueda emplear ambas sin demora dondequiera que el sistema americano esté en peligro.” Esta activa oposición a la estrategia internacional de las naciones absolutistas, que pudieron considerarlo con razón un adversario de riesgo, es en mi criterio la hipótesis más sólida sobre su asesinato a la precoz edad de 35 años en una calle de Lima a manos de un sicario.

La expresión “sistema americano” la emplea Monteagudo por primera vez. Atribuye, también, a la Confederación capacidad para enfrentar no sólo las amenazas externas, sino también los males de la guerra entre uno y otro Estado americano y también a las fratricidas convulsiones internas. Algunos de los gobernantes emancipados respondieron con interés, pero otros sabotearon el proyecto, como fue el caso de nuestro Bernardino Rivadavia, quien apuesta al vínculo de Buenos Aires con Gran Bretaña, la otra amenaza que competía con la Santa Alianza y que a la larga se impondría. Don Simón le transmite su decepción a Monteagudo en carta desde Guayaquil, el 5 de agosto de 1823: “Debe usted saber que el mismo gobierno de Buenos Aires entregó a Mosquera (su delegado) un nuevo proyecto de confederación mandado de Lisboa para reunir en Washington un congreso de plenipotenciarios, con el designio de La Santa Alianza, compuesta de España, Portugal, Grecia, Estados Unidos, México, Colombia, Haití, Buenos Aires, Chile y el Perú. […] Yo creo que Portugal no es más que el instru-

mento de la Inglaterra, la cual no suena en nada, para no hacer temblar con su nombre a los cofrades [...]”. El Congreso de Panamá se reunió el 26 de junio de 1826 con el resultado previsible por las disidencias entre naciones hermanas, por el saboteo de las potencias y por la ausencia de su vigoroso motor humano. El historiador Vicuña McKenna, chileno, escribió: “Un hombre grande y terrible concibió la colosal tentativa de la alianza entre las Repúblicas recién nacidas, y era el único capaz de encaminarla a su arduo fin. Monteagudo fue ese hombre. Muerto él, la idea de la Confederación Americana que había brotado en su poderoso cerebro se desvirtuó por sí sola”. Cuando se escriba la historia de instituciones como la Unasur, el Mercosur, la Celac, será justicia reivindicar a nuestro admirable compatriota Bernardo Monteagudo como uno de sus precursores. © LA NACION

El autor es director del Instituto Nacional de Revisionismo Histórico Manuel Dorrego

claves americanas

Lo bueno y lo malo del caso Snowden Andrés Oppenheimer —PARA LA NACION—

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MIAMI

l ex contratista de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) Edward Snowden y sus aliados de WikiLeaks merecen crédito por haber iniciado una muy necesaria campaña para hacer más transparentes los programas de vigilancia del gobierno de Estados Unidos, pero serían mucho más creíbles si apuntaran sus críticas a todo el espectro político, incluyendo a países como China, Cuba y, sí, Ecuador. Ésa es la conclusión a la que llegué tras entrevistar la semana pasada al vocero de WikiLeaks, Kristinn Hrafnsson, quien se ha convertido en uno de los principales defensores de Snowden (que permanece en Moscú y ayer pidió asilo en Rusia) ante los medios. Hrafnsson, un ex periodista televisivo de Islandia, me dijo que las revelaciones

de Snowden sobre la forma en que la NSA vigila llamadas telefónicas y mails muestran que el gobierno de Estados Unidos está haciendo cosas “totalmente contrarias a la idea de la privacidad que prima en este país”. Cuando le pregunté sobre la afirmación del presidente Obama de que el gobierno de Estados Unidos no está escuchando conversaciones telefónicas privadas y que sólo se centra en conversaciones de sospechosos de terrorismo tras recibir autorización de los comités de supervisión del Congreso y una orden judicial, Hrafnsson respondió que esos programas de vigilancia están “rodeados de secretos, y eso no es saludable en ninguna democracia”. Cuando lo consulté por la declaración del secretario de Estado, John Kerry, quien afirmó que se podrían perder vidas a causa de las filtraciones de Snowden, y por otras afirmaciones según las cuales los grupos

terroristas ya han cambiado sus métodos de comunicaciones a causa de las filtraciones de Snowden, Hrafnsson dijo que esas afirmaciones son “propaganda”. ¿Qué les diría a sus críticos que dicen que WikiLeaks siempre acusa a los gobiernos de Estados Unidos y a las democracias europeas, pero jamás critica a Estados policiales como China, Cuba o Corea del Norte?, quise saber. “No somos receptores activos de información, sino receptores pasivos”, respondió, agregando que WikiLeaks publicaría información secreta proveniente de cualquier país. ¿Y qué dice sobre las críticas de que WikiLeaks es culpable de hipocresía política por presentarse como un campeón de la libre expresión mientras defiende a Ecuador, el país en cuya embajada en Inglaterra ha pedido asilo Julian Assange, fundador de WikiLeaks?, inquirí.

Justo la semana pasada, la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) emitió una declaración en la que dice que la nueva ley de prensa firmada por el presidente Rafael Correa “oficializa la mordaza a la prensa”. Respondió Hrafnsson: “La situación allí no es tan simple como parece en la superficie, y es difícil sacar conclusiones basadas en estándares del mundo occidental. No olvidemos que en 2002 un presidente democráticamente elegido de Venezuela fue casi destituido por un golpe en el que los medios tradicionales desempeñaron un papel activo”. Mi opinión: me alegra que el caso Snowden y WikiLeaks hayan generado un debate que puede llevar a que los programas de vigilancia del gobierno de Estados Unidos sean más transparentes. Pero se me hace difícil apoyar plenamente a Snowden o a WikiLeaks cuando siempre apuntan sus

críticas contra las sociedades libres y evitan criticar a los países que más violan las libertades individuales. Serían mucho más creíbles si dijeran: “Sí, es cierto, China, Cuba y Ecuador son peores, pero no podemos criticarlos porque nos dan asilo”. WikiLeaks ha estado intentando establecerse como un grupo responsable de la defensa de los derechos universales, como Human Rights Watch o Amnistía Internacional. Pero mientras estos últimos denuncian por igual abusos cometidos por los gobiernos de Estados Unidos, Rusia, China y Cuba, entre otros, WikiLeaks no lo hace. Lo bueno del caso Snowden y de WikiLeaks es que están empujando a Washington a ser más transparente. Lo malo es que no lo están haciendo con otros gobiernos que son aún peores. © LA NACION Twitter: @oppenheimera