Introducción
Tener novio puede ser un sueño, una necesidad o hasta un capricho. ¿Y qué es tener marido? Los puntos de vista son subjetivos: un error o una bendición.
Todo comienza con una historia, que se transforma en un sueño, se vuelve un objetivo, y luego una realidad, pero no como la soñamos.
En ocasiones, es difícil aceptar que estamos aburridas en vez de estar solas, a pesar de estar rodeadas de tanta gente y actividades, que terminamos centrándonos en tener pareja, en parte debido a la moda, porque las amigas tienen novio, porque eso promueven muchas películas, etc. La familia y el resto de la sociedad parece que presionan para que dejes la casa o tengas la tan esperada descendencia, de alguna manera muy ligada a la mujer. Y sin olvidar, que tener pareja puede ser un negocio.
Hay otros casos en tener pareja como que erróneamente aceptación, incluso hombre.
los cuales se confunde la idea de sinónimo de tener autoestima, lo se traduce en tener belleza y inteligencia para “dominar” a un
Abundan las falsas concepciones en torno a las relaciones amorosas, en ciertos casos nos olvidamos de nosotras mismas para satisfacer a otro, sin la garantía de ser “el príncipe azul” que imaginamos porque nos alimentaron con ciertas ideas: “El hombre bueno, valiente, respetuoso, caballeroso…”, y que si analizamos, posiblemente no lo necesitamos tal cual… Y para las que lo necesiten me temo que tendrán que fabricarlo, ya que todos tienen sus “detalles”. Y en cuanto a los beneficios económicos…¿Acaso hablamos de “regalitos”?
El amor llegará, pero es difícil que el amor auténtico llegue si no descubrimos el amor genuino que poseemos para nosotras. A veces, buscar novio es buscar la mala vida…
1. Darse a respetar
“Me respetas o me voy”
A menudo nos enseñan a respetar a otros por encima de nuestra persona, valorar más lo que otros tienen que lo que poseemos y valemos. El respeto es fundamental.
Teresa: expresiva, fresca, justa y honesta, una rubia de ojos grandes, era asediada por un hombre de dinero y de buen ver, su nombre era José. La trataba como una reina y la hacía sentir única y afortunada, procurando que las demás la envidiaran, y desde luego, que murieran de deseo por José. Ella tenía 19 años, iba en segundo año de la Licenciatura en Derecho. José tenía 32, era abogado y admiraba a Teresa por su inteligencia, pero no le gustaba que fuera más capaz que él y que ella al cumplir los 32 fuera más rica y reconocida; a veces la
convencía de abandonar sus estudios, la llevaba a la escuela y la recogía, le compraba comida, y la ropa que a él le gustaba para que se la “modelaran”. Carmen, otra rubia (pero artificial),discreta, que a pesar de ser callada solía ser simpática, en muchos casos tenía que ser hipócrita. En su niñez solía preguntar cuando no le agradaba alguna actividad: —¿Por qué lo tengo que hacer? —Porque así lo hacen todas —le respondían. Y algo que le llamaba mucho la atención fue el tema del respeto, porque no faltaba que le dieran órdenes y no las cumpliera, entonces a veces le decían que obedeciera y respetara. Pero las cosas iban más allá. —Me respetas porque me respetas — le gritaba su padre.
A Carmen sus padres le enseñaron que no debía estar sola, necesitaba la compañía de una amiga, del hermano o el enamorado, porque ser mujer significaba
estar siempre en peligro o más expuesta que los hombres. También le recordaban que debía obedecer las órdenes de las personas mayores para que aprendiera de ellas; pero no se sentía satisfecha con semejante filosofía, algo faltaba en su vida, y era hacer su voluntad, sin embargo, con el paso del tiempo se acostumbró a hacer lo que hacían los demás dejando la rebeldía y las “excentricidades” a un lado.
Tuvo a su primer novio a los 12 años, en la secundaria. Su nombre era Antonio, uno de los jóvenes más populares en aquellos tiempos cuando comenzaban a probar el alcohol y el tabaco. Era muy delgado y de baja estatura, pero no parecía importarle, era atractivo para muchas chicas.
Carmen se negaba a consumir lo que Antonio le ofrecía, él la insultaba y avergonzaba ante sus amigos, por lo que Carmen comenzó a ceder. Tenía miedo a que su novio y amigos la abandonaran, tampoco quería perder su popularidad. Es decir, no bebía ni fumaba por Antonio, sino por su popularidad a través de él y a veces tenía que soportar golpes.
Siete años después ya no eran novios, sin embargo la mala fama de Carmen crecía. Se sentía encerrada en una cárcel y hasta hubiera deseado pasar desapercibida. Quería ser admirada, pero no desarrollaba habilidades, sino vicios. Teresa si desarrollaba habilidades, era admirada, pero nadie quería ser como ella. No era fácil y no era la moda ser una “súper mujer”. Pero el que era su novio también comenzó a golpearla físicamente, al principio sólo era tomándole la mano fuertemente, luego le jalaba el brazo para que siempre estuviera pegada a él. Teresa se enojaba, no quería sentirse de su propiedad, a pesar de que muchas querían estar en su lugar.
—¡Eres una tonta! Ya te arrepentirás cuando me vaya, ya buscarás a alguien que se preocupe por ti como lo hago yo —le amenazaba su novio José.
Ella solía contestar que si no le gustaba su forma de ser, que ¡ya podían terminar!, pero Teresa no podía negar que le encantaba José, él era muy testarudo;
probablemente Teresa estaba enamorada de un hombre como ella quería ser, tal vez esperaba como muchas que algún día cambiara. Pero al parecer José empeoraba, en una ocasión le dio una cachetada porque “le contestó”, según José ella debería respetarlo, pero por golpear a una mujer Teresa no se explicaba por qué lo iba a respetar, si la violencia no es respetable.
Vivió dos meses con él, pero prefirió regresar a casa de su madre, ni siquiera le avisó a José. Ella pensó que si le decía podía ponerse peor y no esperaría a que las cosas empeoraran. Una vez que Teresa estaba soltera ya no iba a ahorrar mucho dinero, pero si muchos golpes.
Carmen por su parte, se consideraba una mujer fuerte justamente porque aguantó los golpes y humillaciones, incluso infidelidades de su “novio” que sólo lo era de nombre. Sus familiares no sospecharon que era una mujer que sufría. Algunas personas que conocían su situación pensaban que era una tonta, que cómo podía pensar que nadie se daba cuenta que no la querían; pero no tenían el valor de ayudarla, y tampoco sabían cómo hacerlo.
La “primera vez” de Carmen y Teresa fue desagradable. A pesar de que les gustaba sentir placer, sus respectivos novios eran “irrespetuosos”, levantaban la voz cuando ambas se oponían a besos y caricias salvajes que ellos llamaban pasionales, y la mayoría de las veces los hombres no usaban condón ni dejaban que su pareja la usara.
—¿Crees que te soy infiel, tú me eres infiel?— preguntaban. Parecía que ambos se ponían de acuerdo para dar las mismas excusas, a veces eran más sutiles y decían cosas románticas que las hacían sentir sensuales, ¡pero finalmente no usaban condón! Más de una vez tuvieron infecciones, pensaban que eran las “consecuencias del amor”, así como embarazarse. Ambas eran conscientes, Carmen observaba sus ciclos menstruales y por fortuna era regular. Mientras que Teresa invertía casi una fortuna en pastillas anticonceptivas, puesto que un hijo le iba a costar mucho más y no estaba segura de que quisiera que José fuera el padre.
A los 14 años experimentaron una penetración, ambas con su primer novio. En ese entonces el novio de Teresa se llamaba Pablo, y no era lo que ella llamaba un hombre; era guapo, y moreno con glúteos voluminosos. Ella buscaba un hombre más maduro. Con Pablo duró menos de un año. Conoció a varios hombres que la trataban como si fuera una “prostituta”, ella se desilusionó; no cobraba ni salía en busca de clientes, sino de amor, pero nadie la comprendía. Era extrovertida y nunca le dio vergüenza presumir sus piernas usando minifaldas. Sus novios no la tomaban en serio, sólo buscaban sexo, y Teresa poco a poco dejaba de creer en el amor. Pronto se volvió experta en identificar a los hombres que no le convenían, pero para ello ya había descartado a sus conocidos. Dejó de tener sentido salir a fiestas por las noches y gastar cientos de pesos en llamadas telefónicas, hasta que conoció a José, y pensó que aún quedaba una esperanza. Él no la presionaba para tener sexo, al menos al principio, después ya era común que la sometiera, hasta que Teresa entendió que tampoco era el hombre que pensaba.
Cuando abandonó a José sus amigos se enteraron, y varias mujeres ya no la envidiaban, ahora ellas iban tras José. Muchas estaban satisfechas con que les invitaran los tragos, con sólo subir a su auto o estar en alguna fiesta o donde él las invitara.
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