¿Dónde queda Venezuela? Por: Golcar Rojas Ilustración de la portada de Lerians Rojas Hernández ¿Dónde queda Venezuela? Copyright © 2016 Golcar Rojas All rights reserved. ISBN-13: 978-1539697213 ISBN-10: 1539697215
¿Dónde queda Venezuela? Indice Presentación pag. 7 Crónicas A Milagros Socorro a propósito de su artículo “Lo que no nos puedes quitar” pág. 10 Un día triste pág. 13 Metamorfosis de una cédula de identidad pág. 15 Venezuela a imagen y semejanza de Cuba pág. 19 Noche de apagón, calor y redes sociales pág. 21 Buscando un enchufe, encontré un país pág. 24 ¿De dónde salieron esos votos? pág. 31 Hoy fue un día normal pág. 39 Crónica de un instante socialista pág. 45 Humor ilegítimo pág. 48 De exilio y desarraigo pág. 53 Pero tenemos patria… pág. 56 ¿Cuánta patria puede aguantar un corazón? pág. 59 Alegoría citadina pág. 65 Las colas de la patria pág. 67 La sorpresa cotidiana pág. 72 Daka, el rostro de la miseria humana pág. 77 Esto no es la depresión de un lunes pág. 82 A veces canto pág. 86 Mi propósito de año nuevo se hizo trizas pág. 91 Una tarde “excesivamente normal” en Venezuela pág. 98 Los ojos duelen de tanto ver a través de las lágrimas pág. 102 Barricada nacional por decreto pág. 105 La “normalidad” de un carnaval en Venezuela pág. 110 Todo es peor pág. 114 Maracaibo-Mérida, Crónica de carretera pág. 117 Vivir en un paréntesis pág. 123 En busca de la ciudadanía robada pág. 129 Como si hubiera escalado el Everest en shorts pág. 133 Hasta barato me pareció… pág. 138 El bachaqueo de cada día pág. 140 Hora y media en las profundidades del socialismo. ¡Llego leche! pág. 147 Venezuela parece un desvarío onírico de Beckett pág. 152 El delito de pretender comprar una batería pág. 156 Mea culpa pág. 159 Un paseo por las entrañas de la Venezuela “chévere” pág. 162 ¡26 horas de San Cristóbal a Maracaibo! pág. 167 Velando a Chávez pág. 173
Cumplir 17 en el mundito de Nicolás pág. 176 El futuro nos alcanzó pág. 181 “Vienen por mí y estoy solo” pág. 185 Navajazos a la patria pág. 187 Lo extraordinario se hizo karmático pág. 192 Con el miedo en la piel pág. 196 Venezuela en oro roto pág. 197 El futuro del país crece en una cola pág. 198 Desodorante ecológico pág. 200 “No pido plata, pido un mensaje en cadena para buscar las medicinas de mi hija” pág. 201 Adaptación pág. 204 Qué ganas de “irme demasiado” pág. 206 Poemas Ahí están pág. 209 Quisiera no mirar pág. 210 En mis ratos de ocio pág. 212 Tal vez entonces pág. 214 Para ellos no hay belleza pág. 215 En la calle pág. 216 La cola infinita pág. 217 6 pm. pág. 218 Bachacos… pág. 219 Un dolor en gerundio… pág. 220 La patria… esta patria… pág. 222 Venezuela es una alimaña… pág. 224 ¿Dónde queda Venezuela? pág. 226 Las Pulgas a mediodía pág. 229 Venezuela es un luto en gerundio… pág. 231 Hoy, sólo veo Madres pág. 232 Uroboros pág. 235 Venezuela y sus miedos pág. 236 Placer onírico pág. 237 Evasión inútil pág. 239 Visita pág. 241 Morir en la patria pág. 242 Puntualidad pág. 243 En mi tumba pág. 245 Te matan pág. 246 Todo es negro. Negro luto pág. 247 Despertares pág. 249 Relato Maslow en Venezuela pág. 252 Golcar Rojas pág. 258
“Mientras hundían la daga en mi corazón, me prometían que era lo menos malo que me podría pasar”. Firma, Venezuela. Presentación Son 18 años ya. Casi dos décadas, desde que mi país se empezó a desvanecer. Paulatina y progresivamente, venezolana fue dejando de ser una nacionalidad para convertirse en una angustia. Venezolano ya no
fue más un gentilicio; ha devenido en una puntada en el pecho. Venezuela se me hizo un karma. Angustia. Dolor. Zozobra. Temor. Desasosiego. Inquietud. Sufrimiento. Me fui yendo de mi país sin medios de trasporte de por medio. Un exilio sin moverme del lugar. Mis raíces fueron sacadas de la tierra y amputadas. El país se tornó úlcera sangrante, dolor, desarraigo. Empecé a ser un paria sin apenas notarlo. Hikikomori. Insiliado. En estos casi cuatro lustros, cuando deberíamos haber tenido por lo menos cuatro gobiernos diferentes, hemos estado bajo el yugo de un mismo régimen. Venezuela fue, poco a poco, diluyéndose frente a nosotros. La metamorfosis no ha sido de un sólo golpe, como pretendieron aquel 4 de febrero. Nos fueron cambiando una cosa hoy y otra mañana. La Constitución, el Parlamento, el Himno, el Escudo, la Bandera, el nombre… Pensamos que era sólo cuestión de adjetivos. Pero, con el tiempo, Venezuela sufrió una verdadera mutación a la república bolivariana de venezuela a la que ni siquiera me nace nombrar con mayúsculas y que se transformaba ante mis ojos en la Cuba que conocí en 1991, sin poder detener la metamorfosis. No me he ido, pero tampoco puedo decir que aún permanezco. Estoy como viviendo en un no-país. La tierra bajo mis pies no acoge ya mis raíces y ahora temo tanto morir aquí, como morir fuera. No habrá tierra que acoja mis cenizas. Las próximas páginas son testimonio de ese dolor, de esa angustia y esa ansiedad que se fueron instalando en mi alma a medida que transcurría el tiempo y Venezuela se me desvanecía tanto afuera como adentro. Ahora ya no sé dónde queda Venezuela. En orden cronológico presento los textos de mi desahogo desde 2010, en tres partes: Crónicas. Poemas y un relato final que es ficción pero con tintes de realidad. Crónicas A Milagros Socorro a propósito de su artículo “Lo que no nos puedes quitar” Milagros, quiero aferrarme a tu escrito “Lo que no nos puedes quitar” y quiero creer que es cierto que no podrán arrebatarnos ni la libertad ni la dignidad. Lo deseo con todas mis fuerzas. Pero, cuando veo como, en cadena nacional, el presidente utiliza la tragedia y el sufrimiento de quienes son víctimas de los deslaves producidos por las lluvias para hacer propaganda, cuando veo a unos niños wayuu pararse firmes y saludar al presidente mientras este hace proselitismo político con su hambre, cuando observo a una señora guajira, micrófono en mano, repetir unos agradecimientos que, evidentemente se los hicieron aprender al caletre. Cuando nuestros militares, sin el más mínimo rubor gritan “¡patria, socialismo o muerte!”; en fin, cuando veo la humillación a la que nos someten a diario en interminables cadenas de TV y radio, utilizando a los más desvalidos para hacer propaganda política, en
esos momentos, siento que lo están logrando. Poco a poco y sector por sector nos van pisoteando la dignidad, nos la arrebatan impunemente y la gran mayoría lo contempla impávida. Estuve en Cuba hace muchos años y pude apreciar el sufrimiento de esa gente en primer plano, por eso ahora, cuando oigo que dicen “Venezuela no es Cuba”, se me eriza la piel porque, lo que a diario voy viendo me demuestra que sí nos estamos pareciendo cada vez más a la isla caribeña. Las quejas y protestas que escucho cotidianamente en la calle en Venezuela, las escuché por todas partes en las calles de La Habana durante mis ocho días en esa ciudad. Tal vez ellos utilicen un tono un poco más bajo que el nuestro para expresar su descontento; aquí, por ahora, lo vociferamos, pero la expresión la siento con la misma impotencia y desesperanza. Como sabemos, los cubanos llevan más de 50 años en esas lides, nosotros ya alcanzamos los 12. Le dedicas tu escrito a Franklin Brito, un hombre que prefirió morir antes que dejarse pisotear su dignidad por el régimen y cuando yo recuerdo a ese hombre, no puedo evitar recordar cómo Venezuela contempló su lucha y su agonía sin inmutarse. Apenas unas voces se alzaron aisladamente para pronunciarse por su caso. Fueron miles los mensajes que a través de las redes sociales se transmitieron haciendo llamados para que todos nos solidarizáramos con la causa de Brito, pero no hubo caso. Nunca se mostró la más mínima intención por parte de la dirigencia de apoyar su lucha y convocar a actos masivos de solidaridad. Incluso, cuando se hacían convocatorias para presentarse ante la OEA, ni siquiera los mismos personajes que pasaban horas tecleando mensajes enardecidos por la injusticia del gobierno contra Franklin Brito, hacían acto de presencia. Siempre iban los mismos “tres pelagatos”, los mismos quijotes solitarios a luchar contra molinos. Cuando Brito murió, pensé: “Bueno, ahora el régimen tendrá que empezar una fuerte campaña de descalificación del agricultor para que la opinión pública no le caiga encima por haber matado y convertido en mártir a un hombre que se aferró a la batalla por sus principios y dignidad con tal fuerza, que entregó su vida por ello”. Pues no, ni siquiera ese trabajo le dimos al régimen. Algunos manifestaron su pesar por la muerte del luchador. Otros, hicieron uno que otro artículo sobre el tema y a los 3 días de su muerte, ya la noticia empezó a ser caliche. Unos meses después de su muerte, el nombre de Franklin Brito casi ni se escucha. Elena, su esposa ha tenido que hacer hallacas para vender y sobrevivir, porque para ella tampoco ha habido justicia, y es terrible comprobar cómo muchos venezolanos, ni siquiera saben quién fue Franklin Brito ni cuál es su historia. Finalmente, Milagros, desde la admiración y el respeto que siempre te he tenido, quiero pensar que estas líneas que aquí he escrito, no son más que el producto de un mal día. Que mañana las leeré y releeré tu artículo y me quedaré con tu visión optimista y promisoria de un “bravo pueblo”, que no se dejará doblegar ni
humillar y que no nos conformaremos con pensar que la libertad está dentro de nosotros sino que lucharemos por defenderla y por hacerla realidad en todos los niveles y que, aunque nos aprieten la garganta hasta matarnos, pelearemos por nuestra dignidad. Maracaibo, 14 de diciembre de 2010 Un día triste Hoy, no he dejado de pensar en todo el día en papá, Golfredo Rojas. Murió hace 40 años, cuando yo apenas iba a cumplir los siete y, aunque lo pienso con frecuencia, el día de hoy se me ha hecho imposible apartar de mi mente su recuerdo y en mi memoria ha retumbado por horas la imagen de aquel pariente suyo a quien la Seguridad Nacional de Pérez Jiménez apostó, por días enteros, a la puerta de su casa para que lo vigilara y reportara todos sus movimientos. También se me ha cruzado por la mente en muchas oportunidades durante el día de hoy, la imagen de Luis Vera Gómez, recordado gobernador del Zulia, pero sobre todo periodista, columnista y luchador por la democracia quien, también en tiempos de Pérez Jiménez, padeció cárcel y tortura y sufrió los rigores del exilio. Creo que la presencia de estos dos hombres, venezolanos y luchadores por la libertad, a quienes conocí y admiré, es la responsable de la profunda tristeza que me ha invadido durante todo el día. Ni el trabajo –que hoy estuvo particularmente movidoni las noticias de los acontecimientos ocurridos en el Sur del Lago o de los disturbios que se llevaron a cabo en Caracas por las protestas de los buhoneros, por un lado, y de los estudiantes, por el otro, lograron disipar esa nube gris de nostalgia que se apoderó de mi cielo durante todo el día. He pensado mucho también en Yoani Sánchez, la valiente bloguera cubana. En las dificultades que ha tenido para hacer escuchar su voz de protesta a través de internet. En cómo se las ha tenido que ingeniar la cubana durante años para que su blog “Generación Y” pueda superar las barreras impuestas por el régimen de Castro. En cómo tiene que dictar sus textos por teléfono a amigos en el exterior para burlar la censura y que sus escritos vean la luz en el ciberespacio. He recordado mucho la telenovela Estefanía con la eternamente bella Pierina España y la serie Gómez, con el inmortal hijo de Mérida, Rafael Briceño, ambas producciones de la ya hace tiempo fuera del aire RCTV. No sé por qué, hoy, ha sido un día particularmente triste para mí. Tal vez mi tristeza se deba a los efluvios energéticos de la proximidad del solsticio de invierno y del último eclipse lunar del año que se verá hoy en todo el país. Desde 1554, no coincidía el solsticio con el eclipse lunar. Creo que el hecho de que la luz de la luna se apague, aunque sea por un ratico, me afecta más de lo que yo quisiera. ¡Ah, por cierto! Hoy aprobaron la Ley Resorte que regirá las telecomunicaciones. Maracaibo, 20 de diciembre de 2010