El conocimiento vuelve a tener rating

al impactante Drag Queen de pelu- ca amarilla estilo Donatella Versace que oficia de DJ y hace lipsinging con los temas del momento. El público delira con la ...
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SÁBADO

Hábitos

Redes sociales

EXPERIENCIAs Luis Corbacho

Un día (y una noche) en la excéntrica Gay Pride Parade de Miami Un cronista cuenta cómo se vive esta fiesta plagada de excesos y “bizarrez” a la que asiste todo tipo de público con un mismo objeto: divertirse sin prejuicios

La ficción, también en 140 caracteres Últimamente, comentar en vivo y directo vía Twitter el capítulo de tal o cual serie se ha vuelto algo habitual entre los seguidores de esa ficción. Incluso, hasta es muy común que los serie-adictos les reprochen a los actores reales, en sus cuentas personales, actitudes de sus personajes y que los actores tengan que salir a aclarar que ellos sólo actúan y repiten un libreto escrito por otros. Pero hay algunos programas que van más allá. Y viendo la repercusión que los capítulos tienen en la red social del pajarito hacen hablar a sus personajes a través de cuentas de Twitter, que cosechan miles de seguidores y donde la ficción se mezcla con la realidad (virtual). En general, los personajes tuitean mientras las escenas están saliendo al aire por televisión. Y, claro, los seguidores estallan de emoción. En la Argentina, una de las series que lo empezó a hacer es Guapas, la tira que emite El Trece. Y tienen miles de seguidores: la periodista que da el pronóstico, Laura Luna, 37.000; su hermana, Andrea, con

serios problemas con la bebida, 31.000; la sufrida aspirante a médica Lorena Giménez, 33.000; la eternamente peleada con la vida Mónica Duarte, 30.000, y la cheta azafata enamorada de un piloto casado, Mey García del Río, 35.500 seguidores. Todas ellas, más el doctor Federico Muller y otros personajes masculinos, intercambian con los seguidores de la tira tuits diarios, que no sólo sirven para sumar televidentes, sino también para mantener la pantalla caliente hasta la emisión de la noche. Y claro, para que los autores comprueben quién es más popular o qué historia interesa más en función del número de seguidores que cosecha cada personaje o los retuits logrados ante cada comentario hecho a partir de la psicología del personaje. Por supuesto, y a tono con la época, hay selfies de todas, discusiones tuiteras y demás cuestiones que son habituales en el universo de los 140 caracteres. Una prueba irrefutable de que la realidad y la ficción (virtual) van de la mano.ß

El conocimiento vuelve a tener rating Con aplicaciones como Preguntados y 2048, y el éxito de programas como Los 8 escalones, responder preguntas ahora es aspiracional Viene de tapa

“Si bien estos juegos implican que los jugadores deben contar con cierto saber para ganar, en realidad, no se basan en conocimientos científicos. De hecho, estamos hablando de conocimientos generales que no se adquieren sólo en la escuela, sino en otras instituciones como los medios de comunicación, incluidos la TV, los diarios e internet. Hay que recordar que la escuela no es la única proveedora de conocimiento, e incluso se la considera cada día más por su rol de contención social”, explica Andrés Cuesta González, especialista en Procesos Educativos que se desempeña como coordinador de investigaciones Académicas de la UADE. ¿Quién sabe más? Creado por la firma argentina Etermax, Preguntados es una trivia para móviles con Android y iOS (iPhone,

iPad) con diferentes categorías (arte, ciencia, entretenimiento, geografía, deportes e historia) en la que se puede competir con amigos. Según datos de la empresa, ya tiene 6 millones de usuarios en todo el mundo. En la Argentina, está instalado en casi uno de cada siete smartphones, y cada día es descargado más de 100.000 veces. Con respecto al perfil de jugadores, el 53% son mujeres. Además, es más popular en individuos de entre 13 y 34 años, con picos entre los 18 y 24 años. Responder preguntas bajo esta plataforma está tan de moda que durante tres semanas fue trending topic en Twitter. “Estaba yendo a una reunión con un compañero de trabajo, y en el trayecto él jugaba y yo lo ayudaba con las respuestas. Como me pareció entretenido, lo instalé en mi celular ese mismo día y me llamó la atención descubrir que muchos amigos que no son adeptos a la tecnología ya

Javier Galeano

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miami

n musculoso enorme sostiene en la mano una pata de cerdo y arranca un pedazo de carne con los dientes mientras baila el último hit de Miley Cyrus en versión remix. Lleva bermudas de jean deshilachadas, el torso descubierto y mueve las caderas mientras come con ganas lo que parece ser su almuerzo, bajo el sol tajante de Miami Beach. A su lado, una adolescente blanquísima, con pelo muy corto, ropa de hombre y una kipá en la cabeza, camina de la mano junto a su aparente novia, una rubiecita delgada con bikini rosa chicle. El hombre y las chicas se ignoran por completo, como si fueran lo suficientemente parecidos para no mirarse ni con asombro ni con prejuicio. A unos metros de ahí, cerca de un inmenso escenario, una cubana carga sobre sus hombros a una pequeña mulata de pelo rizado que parece ser su hija, mientras juntas alientan y aplauden al impactante Drag Queen de peluca amarilla estilo Donatella Versace que oficia de DJ y hace lipsinging con los temas del momento. El público delira con la performance. Los gays de cuerpos trabajados bailan en grupitos de cuatro o cinco, compartiendo la fiesta con Drags de dos metros que van enfundados en vestidos de alta costura y pelucas estilo María Antonieta a pesar de los 40 grados calor y el solazo que derrite lentamente el pegamento de sus larguísimas pestañas postizas. En esa maraña de cuerpos agitados, tres morenas vestidas como Nicky Minaj hacen temblar sus cuerpos cubiertos por diminutas bikinis fluorescentes y se me acercan,

cada vez más, hasta que la distancia se hace peligrosa y mis piernas se ven atrapadas por esas caderas que parecen funcionar a pila. Trato de seguirles el ritmo, pero la cosa no funciona. No soy Shakira y my hips, casi de madera, seguro que no mienten. Una de las morenas se da vuelta, me toma de ambas manos, me mira fijo, hace unos movimientos de rapero enfurecido que intento copiar inútilmente y me dice algo al oído: “Are you straight?” Ok. No me considero lo suficientemente gay como para no seguirle el juego y perderme la diversión de la escena más Wild On de toda mi vida. Pero la chica va en serio, y cuando le digo: “Yes, so straight”, me zampa un beso en la boca y frota su cuerpo contra el mío. “Too much”, pienso. Le digo que necesito una cerveza, ofrezco comprarle un trago y antes de que me conteste me hago humo. ¿No se suponía que esto era una fiesta gay? Una fiesta, claro que sí. Una grandísima, enorme y descomunal fiesta a la que viaja todo tipo de gente de cualquier parte del mundo con la única misión de divertirse. Pero gay... no del todo. La Gay Pride Parade de Miami tiene excesos y “bizarrez”, como cualquier Marcha del Orgullo LGBT (Lesbianas, Gays, Bisexuales y Transexuales) del mundo, pero algunas cosas la diferencian de la que se practica en otros puntos del planeta. Primero, la extravagancia es real extravaganza: la estructura primermundista de una ciudad hedonista y cosmopolita como Miami hace que los personajes que por allí pululan se acerquen más al glitter de Las Vegas que al halo trash de otras ciudades. Si a eso sumamos un en-

ideas y personas Julieta Sopeña

Un espectáculo en la avenida Alvear

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iércoles 12.30 del mediodía. El tránsito estaba pesado en la avenida Alvear. Resulta que un enorme container negro tapaba por completo uno de los carriles de la arteria que nos recuerda cuán magnánima es Buenos Aires. Muchos autos frenaban, curiosos, al ver la multitud que se daba cita a su alrededor. La música, a un volumen considerable, era otro indicador de una jornada atípica en el barrio de Recoleta. Era la presentación de colección de Ménage à Trois, en su local insignia. Y para mi sorpresa, lejos estuvo de ser un evento solamente social y hasta, si se quiere, comercial. Le hizo más bien justicia al término en inglés fashion show (en su traducción literal: espectáculo de moda), con una impronta netamente teatral, y como tal: de naturaleza efímera. En sólo dos horas transcurrió lo siguiente: Los invitados llegaron puntuales, en su mayoría elegantes mujeres. Se consentían con boca-

ditos entre turistas, vecinos que se acercaban espontáneamente, algún que otro aguafiestas enemigo de las agrupaciones y hasta un vendedor de plumeros que contemplaba, concentradísimo. A la una y cuarto, el DJ Richie Hell cambió repentinamente el estilo musical (que si hasta ese entonces había sido un acompañamiento, ahora cobraría un protagonismo irrefutable) e introdujo una épica aria lírica. Fue cuando las puertas del container se desplegaron lentamente y, entre efusivos aplausos y gritos, dejaron al descubierto una puesta en escena de diecinueve modernos maniquíes, estáticos, producidos de pies a cabeza con un alto grado de impacto y cinco modelos enfundadas en vestidos de cola negros, rojos, azules y verdes, que hicieron una breve coreografía por el poco espacio que les quedaba disponible en la vereda. Al cierre, Amelia Sabán, dueña de la firma, posó ante los montones de celulares y cámaras de fotos. Se la veía muy animada. Tam-

torno tropical y playero, el combo es perfecto. Esta “parada”, como la llaman los latinos que viven en los Estados Unidos, lleva por consigna integrar a la comunidad del condado entero en una jornada pensada para todos, porque la condición de fiesta y celebración define a la parade miamense. No es una marcha de reclamos, sino una demostración de lo divertida y glamorosa que puede ser la comunidad gay para ellos mismos y para el resto de la gente. Cien mil personas se congregan desde las 12 del mediodía en la emblemática Ocean Drive Street, en pleno South Beach, para ver pasar a las carrozas de distintas agrupaciones, sponsors y hasta celebridades (la más esperada fue Gloria Stefan, reina máxima de Miami y estrella invitada de este año). El espectáculo es gratuito y la gente puede pararse frente a la baranda con una megagaseosa de un dólar o tener la suerte de quien escribe y ser invitado a una de las mesas que bordean la parade, que por unos 300 dólares ofrecen vista privilegiada y una botella de Velvet Quicot. ¿Vale la pena? Claro que no. Porque la verdadera fiesta no transcurre allí, al mediodía, sino después de las dos de la tarde, cuando las agrupaciones terminan su desfile y la masa de asistentes cruza la placita de diez metros que divide Ocean Drive de las extensas playas de arena blanca y aguas cristalinas de Miami Beach para instalarse al borde del océano. Un enorme escenario montado en medio de la playa desde el que Gloria Stefan saluda eufórica (“What’s up Miami! We live in paradise!”) hace que el público explote, y todos los presentes (gays, heterosexuales, grandes, chicos, ricos,

bién a Eugenia Rebolini, una figura muchas veces anónima, pero clave, como lo es la de una estilista (aunque creo que le queda mejor el título de “cocreadora”). Es curioso que tanto se haya investigado y escrito sobre la historia del vestido, el taco alto, la minifalda o la prenda que fuera, pero poco sobre la evolución del desfile per se, cuando es éste, casualmente, uno de los momentos de mayor tensión en una industria global multibillonaria, ya que, si entendemos al público como el verdadero crítico, el desfile es una instancia decisiva, en la cual la aguja se inclina hacia uno u otro lado. Parece que los primeros desfiles nacieron en salones de París y que, a principios del siglo XX, Estados Unidos y puntualmente la ciudad de Nueva York los popularizaron. En ese momento, incluso, tenían una narrativa muy marcada, generalmente alrededor de un tema grandilocuente, y muchas veces devenían en problemas con la policía por ocasionar tumultos en la vía pública. Pero regresando a la avenida Alvear, como en el cuento de Cenicienta, hacia las tres de la tarde, cada cual había vuelto a su rutina habitual, y ni un vestigio quedaba de semejante epifanía. Excepto por el container, que por un rato más siguió interfiriendo entre los autos apurados. Pero sin el contexto que antes lo rodeaba, no llamaba tanto la atención. Allí no había pasado nada. Aunque eso era sólo una ilusión. Había pasado un fashion show.ß

no tan ricos) sientan la energía. La libertad que caracteriza a la ciudad del sol se manifiesta más que nunca en el punto crucial de una fiesta que se extenderá hasta bien entrada la medianoche, para culminar con un show de fuegos artificiales a orillas del mar. En el medio, todo es baile, arena, sol y un desfile de personajes: chicos en speddos y zapatillas, chicas en bikini y shorts de jean, vasos gigantes de cerveza, daiquiris fluorescentes de medio litro, mulatas clonadas de Beyoncé agitando las pistas de arena, adolescentes desprejuiciados que se divierten sin permiso para embriagarse, gente de más de sesenta totalmente integrada bailando hits de Katy Perry. La premisa fundamental es pasarlo bien sin mirar a quien. El mar, de fondo, resulta perfecto para refrescarse en medio de tanto trajín dance. Al caer la noche, muchos decidimos ir al hotel a bañarnos, cambiarnos y seguir nuestra marcha por los clubs de South Beach, ya fuera de la playa. Otros se quedan así, todavía en traje de baño, caminando por la ciudad en busca de más y más diversión. Los restaurantes se pueblan, los clubes nocturnos abren sus puertas, y yo, a horas de cumplir 36 años, decido seguir bailando para convencerme de que todavía soy joven... hasta que un inesperado calambre en la pierna derecha acaba con el asunto. “Oye, mi cuerpo pide salsa”, cantaba gloria Estefan más temprano. “Oye, mi cuerpo pide rehabilitación y doce horas de sueño”, es el estribillo del soundtrack con el que termina esta crónica de una resaca anunciada.ß

opinión Silvia Gómez PARA LA NACiON

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ado el éxito arrollador de numerosos videojuegos, muchos de ellos creados en nuestro país, se está evidenciando desde hace unos años un incremento en el número de alumnos que deciden optar por la especialización de video y animación que impartimos en el iTBA, en el cual hay materias específicas que permi-

Hernán Iglesias Illa

La música y la tristeza, una cuestión de clase

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lo estaban usando”, explica Gaspar Rodríguez, de 36 años. Al momento de la entrevista, este profesional que vive en la ciudad de Buenos Aires estaba jugando 13 partidas en simultáneo. “Todos los días juego unos 30 minutos. Lo que más me gusta es que las preguntas están muy actualizadas y están regionalizadas. Además, jugar es fácil, rápido y para responder bien no hace falta ser un erudito, porque cualquier persona con una cultura general media puede hacerlo bien –explica Rodríguez, y agrega–: Preguntados es una mezcla del tradicional Carrera de Mente, porque es una trivia, y el Candy Crush, dado que permite una gran interacción con amigos a través de las redes sociales.” En línea con esta conclusión, el CEO y fundador de Etermax, Máximo Cavazzani, explica: “Preguntados acaparó el interés del público hispanohablante debido a características que lo diferencian de otros juegos de preguntas y respuestas, y que lo hacen único y adictivo a la vez: es multicultural y educativo, ya que ofrece cantidad ilimitada de preguntas de cultura general regionales y universales en categorías. Además, es social, ya que conecta personas. De hecho, los usuarios pueden invitar amigos a través de redes sociales o jugar con personas del mismo nivel de juego en cualquier parte del mundo. incluso, pueden mantener conversaciones de chat durante las partidas, publicar jugadas y logros cumplidos en redes sociales. Por último, los usuarios son parte del juego, porque pueden crear preguntas nuevas y calificar las existentes como aburridas o divertidas, para que luego el sistema las priorice, según el gusto de los usuarios”. El italiano de 19 años Gabriele Cirulli logró, en cuestión de semanas, ser mundialmente conocido como el creador de 2048, una cuadrícula de cuatro por cuatro, por donde van cayendo bloques con números que hay que ir sumando hasta llegar a 2048. Como los bloques pueden mo-

verse hacia la izquierda o la derecha, se asemeja al clásico Tetris. Lanzado en http://gabrielecirulli. github.io/2048/ el 19 de marzo pasado y basado en código abierto, enseguida comenzaron a surgir diversas versiones para teléfonos y tablets con Android, iOS y Windows Phone. “Me encanta jugarlo porque hay que concentrarse y pensar. Además, se puede ejecutar con una sola mano, entonces aprovecho a usarlo mientras amamanto a mi beba de 6 meses”, explica Paula Sztrum, un ama de casa de 36 años, que lo instaló en su teléfono después de ver cómo su sobrina de 14 años jugaba entusiasmada. “Aunque en el 2048 uno juega solo, con mis hermanos trillizos de 17 años y mis amigos nos preguntamos a diario si logramos ganar o aún seguimos intentándolo”, cuenta iván Rusak. Este licenciado en Gestión de Medios y Entretenimientos de 23 años también es fanático de Preguntados: “Lo más divertido es poder jugar con conocidos, ya que permite conectar-

se con el otro desde un nuevo espacio informal e inocente. Por eso, yo no lo uso para aprender cosas nuevas, sino para entretenerme y poner a prueba mis conocimientos”. ¿Éxito eterno o moda? Según Cavazzi, que tiene 28 años y es ingeniero en informática egresado del instituto de Tecnología de Buenos Aires (iTBA), para desarrollar un videojuego muchas veces alcanza con tres días de programación, “por eso lo importante es tener una estrategia detrás del producto y estar en todos los detalles. Yo estudio todas las aplicaciones que se lanzan y analizo el porqué de su fracaso o su suceso. Así, aprendo de las experiencias de otros desarrolladores. Sin dudas, se trata de un trabajo de hormiga, pero es fundamental para mejorar el producto día tras día”, explica. Por caso, Preguntados fue lanzado en octubre de 2013 y desde esa fecha ha sido mejorado de manera paulatina, ya sea con nuevas funcionalidades o cambios en el diseño. El emprendedor concluye: “Hay

que hacer muchas pequeñas cosas bien para tener éxito, además de una dosis de suerte que siempre es necesaria”. Quizá la suerte de este argentino tenga que ver con el hecho de que lanzó este producto en el momento justo en el cual este tipo de género se puso de moda. “Sin dudas, el éxito de Los 8 escalones”, que está pensando para atraer al público en general y no sólo a una franja etárea, es uno de los fenómenos que está impactando en este furor por los juegos de mente, algo que posiblemente no suceda en el futuro, cuando la novedad sea entretenerse con otro tipo de productos”, argumenta Cuesta González. Tan simples como creativos, lo cierto es que sólo el tiempo nos dirá si Preguntados y 2048 se trataron de fenómenos momentáneos o estamos ante un clásico como el ruso Tetris que, a pocas semanas de celebrar los 30 años de su creación (fue lanzado el 6 de junio de 1984), pasó de convertirse en un ícono de una generación de jugadores para convertirse en el ícono de los juegos electrónicos.ß

Crear un videojuego es mucho más que programar

en algún lugar del mundo

oy voy a hablar en segunda persona, como los economistas cuando se ponen didácticos en televisión. “Vos por un lado tenés un agujero de ocho mil palos”, dicen, y levantan la mano izquierda. “Y por el otro una bomba que te hace tictac abajo de la almohada.” Levantan la derecha. “Tenés que tener mucho cuidado.” Por eso quería preguntarte, con el mismo espíritu inquisitivo, ¿qué música escuchás cuando estás triste? Por ahí buscás canciones lentas, de estructuras complejas, en acordes menores, que te acompañen en tu mal momento. O quizá preferís canciones rápidas, saltarinas, con letras sencillas, que te ayuden a sacudirte la nube en tu cabeza. ¿Qué hace la mayoría? ¿Prefiere canciones dulces en las bonanzas y amargas en las crisis? ¿O las invierte, como antídotos: melancolía en los días felices y escapismo en los tristes? Un sociólogo y un psicólogo norteamericanos se hicieron la misma pregunta y buscaron datos históricos para ver qué les decían las res-

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| Sábado 26 de abril de 2014

| Sábado 26 de abril de 2014

puestas. Si hubieran sido franceses (o porteños) podrían haber llegado a las mismas conclusiones con una teoría elegante y mejor escrita, sin el engorro de los datos. Pero los estadounidenses, que no dejan un dato suelto sin compararlo con otro, hicieron una lista con las canciones más populares entre 1946 y 2008 y armaron un índice de “momentos difíciles” para evaluar el clima social de cada momento del mismo período. “Lo que encontramos...”, empiezan diciendo, en clásica jerga de paper, Jason Eastman y Terry Pettijohn, de la Universidad de Coastal Carolina, sobreactuando humildad epistemológica pero sabiendo, imagino, que en los datos vos ves cosas que están ahí, pero también ves lo que querés ver. Lo que encontraron, entonces, es que las características de las canciones pop (y de sus intérpretes) acompañan “predeciblemente” las condiciones socioeconómicas. Las canciones que llegan al techo de los rankings son más largas, más lentas y más sombrías en los

momentos más difíciles. No sólo eso: en las recesiones y las crisis, dicen los investigadores, tienen más éxito los cantantes varones y de más edad. En los períodos de expansión, en cambio, tienden a triunfar más las artistas mujeres y más jóvenes. Eso lo publicaron hace dos años. Ahora, la semana pasada, publicaron otro estudio, donde dicen lo contrario. En realidad, dicen que depende del género musical. Hicieron el mismo análisis con los rankings de música country y se dieron cuenta de que esta vez era al revés: en los años difíciles, las canciones country más exitosas tienden a ser más positivas, optimistas e interpretadas por mujeres. La hipótesis que se les ocurre para explicar la diferencia es sociológica. Dicen que los aficionados a la música pop, más clasemedieros, consumen canciones tristes porque quieren imitar su estado de ánimo. El público de música country, en cambio, más laburante, usa las canciones alegres, cantadas por mujeres parecidas a sus madres y sus esposas, como catarsis. La gente de clase media se puede dar el lujo de estar triste, sugieren Eastman y Pettijohn. Y de disfrutarlo un poco, con la banda de sonido adecuada. Los trabajadores y los pobres, más inseguros sobre su futuro, “aprenden de chicos a aceptar las dificultades de la vida”. La clase media cree que la crisis es temporaria y que su personalidad, permanente. Los laburantes, más resignados, creen que la crisis es permanente y la canción, temporaria.ß

ten a los alumnos a desarrollar aplicaciones móviles. Al respecto, más del 30 por ciento de los egresados tienen su propio emprendimiento al año de concluir sus estudios, fenómeno que se ve incentivado por el hecho de que para montar un emprendimiento de este tipo no hace falta invertir una gran suma de dinero. Prueba de esto es que muchos comienzan trabajando desde sus casas con una computadora con conexión a internet. Aunque para programar una aplicación sólo basta con aprender

a hacerlo, en el caso de los juegos más populares se evidencia en sus desarrolladores ciertas condiciones innatas que están vinculadas con la innovación y creatividad de hacer algo nuevo, que no existía hasta el momento. De todos modos, armar un videojuego exitoso no es sólo programar: hay que crear un guión, personajes, diseñar niveles, estipular una arquitectura y hasta definir un modelo de negocio. Por otra parte, y dada la cantidad de aplicaciones que existen hoy día en el mercado, es muy difícil que

una persona sola pueda lanzar un producto que se convierta en un boom: detrás de los títulos más famosos hay un trabajo interdisciplinario que involucra a programadores, guionistas y diseñadores, y todo un proceso de creación e innovación para que una idea se plasme en una aplicación descargada y utilizada por millones de usuarios en todo el mundo.ß La autora es directora del Departamento de Ingeniería Informática del ITBA

Hogar

Las manchas que a nadie preguntarías cómo quitar Jolie Kerr se convirtió en una celebridad en los EE.UU. al explicar la forma de eliminar rastros demasiado incómodos Juana Libedinsky PARA LA NACiON

NUEVA YORK.– Como decía el que todavía es el gran oráculo de esta ciudad, Jerry Seinfeld, si tenés grandes manchas de sangre en tu ropa, tenés mayores problemas que cómo lavarlas. Pero si a pesar de esto uno quiere a toda costa recuperar esa linda corbata de seda con la que se acaba de llegar de Las Vegas, o el vestidito escotado que estuvo cerca del “accidente” en Atlantic City (en Nueva York nunca nadie va a preguntar qué pasó, ventajas de estar en la ciudad más individualista del mundo), hay un nombre para tener siempre en cuenta. Y no, no es Martha. Martha Stewart es la referencia absoluta en términos de limpieza aspiracional, de esa que deja al departamento reluciente como la tapa de Architectural Digest o House Beautiful, y la ropa como para una producción de Vogue –al menos en el imaginario popular–. Para la vida real y los inconfesables desastres, en cambio, está Jolie Kerr. Kerr, de 37 años, se armó un nicho como la “Clean Person”, o “persona limpia” oficial de distintos sitios web de gran llegada entre los jóvenes, que no se sentían cómodos, por ejemplo, llamando a sus madres después de una noche de pasión con un ser del

que ni se recordaba el nombre para preguntar cómo eliminar los rastros en las sábanas. Martha Stewart, en sus biblias sobre el hogar “perfecty perfect” se ocupa del tema, pero hay que buscar la solución bajo el nombre más discreto de “proteínas”. Kerr acaba de publicar una buena parte de sus consejos en forma de libro. Con el elocuente título de My boyfriend barfed in my handbag, and other questions you cant’s ask Martha (Mi novio vomitó en mi cartera, y otras preguntas que no se le pueden hacer a Marta), explica cómo limpiar los juguetes sexuales (con o sin batería, importante distinción) o la pipa de marihuana, esto último, además, de la manera más ecológica posible. “Trato de contestar las preguntas de mis lectores sin ponerme a juzgar a nadie – explica en diálogo con la nacion–. Por ejemplo, una vez me preguntaron cuál era la mejor forma de limpiar pantalones de ciclista comprados usados. Mi reacción instintiva era decir qué asco, no compres pantalones de deporte de lycra adherente usados. Pero después recordé que, sobre todo los que tienen un poco de acolchado en la entrepierna, pueden ser caros, y que quién soy yo para interponerme entre una persona y el asiento de su bicicleta. Así que le di inmediatamente mis consejos.

Y si alguien quiere comprar ropa interior usada, ahora también le digo adelante amigo, aunque no sea exactamente lo que haría yo.” Kerr no nació en la típica casa de las series americanas estilo Mujeres deseperadas, donde todo era reluciente y le enseñaban de chica las cinco formas distintas de estirar un mantel. “Nací en Boston, hija de dos abogados, y luego estudié en Barnard College. Mis padres querían que me sacara buenas notas y que luego tuviera una carrera profesional exitosa. Que supiera el doble hélice, no las distintas propiedades de la lavandina. Así que lo que hago ahora fue puramente de autodidacta”, subraya, y cuenta las horas que pasó en distintos pornoshops, por ejemplo, conversando con vendedores hasta encontrar la mejor forma de limpiar los productos allí a la venta. Pero no todo en su libro es sexo, drogas y rock and roll. Una buena parte tiene que ver con preguntas de limpieza general de la casa, sobre todo para personas que viven solas por primera vez. “Era curioso porque en un momento trabajaba en un sitio web feminista, y tenía chicas a las que las madres no les habían enseñado a limpiar, escribiéndome para que lo haga yo desde esa plataforma –cuenta–. Pero básicamente trato de

Jolie Kerr y su popular libro dar mis consejos dirigidos a ambos sexos. Me escriben tanto hombres como mujeres, y ellos, que cuidan obsesivamente su auto y hoy cocinan tanto, son realmente la mitad de mi audiencia, y los problemas de limpieza son universales.” Al respecto, le pregunto cuán culturalmente específico es el libro. Porque uno va a un supermercado en Estados Unidos y la sección de

productos de limpieza es inconmensurablemente mayor que en cualquier otro lado. Me reconoce que es cierto, pero que tiene dos productos fetiche que se encuentran en todo el mundo y que siguen siendo su base de la limpieza. Oxigenated bleach (lejía oxgenada) para temas mayores, y las toallitas húmedas de bebe, para lo más delicado. “Les recomiendo a todas mis

amigas sin hijos que las lleven siempre consigo también. Tienen un jabón muy suave, entonces son ideales para limpiar ketchup que se cae sobre terciopelo sin arruinarlo, por ejemplo”, dice. Una mención aparte, siendo ella una persona que vive en Nueva York (“en un departamento muy, muy chiquito, pero inmaculado en el Lower East Side”, me aclara), es el tema de los roedores. Aquí ya no se llama a los especialistas en erradicarlos “exterminadores”, porque se sabe que es imposible acabar realmente con la plaga, y en cambio uno se refiere a ellos con el más modesto apelativo de “controladores”. Le pregunto si hay algo que se pueda hacer. “Si uno vive en un edificio es muy difícil, porque está la responsabilidad compartida de los lugares comunes –dice–. Pero tapando obsesivamente cada pequeño espacio en las cañerías o calefacciones por donde pueden entrar y jamás dejando una miga a la vista, el problema se reduce radicalmente.” Le cuento que lo que hacía un pariente muy cercano cuando vivía en Nueva York era, si terminaba de comer y estaba cansadísimo para lavar, meter los platos sucios dentro de la heladera hasta la mañana siguiente para evitar dejar nada tentador a los ratones siquiera en la bacha. “¡Por Dios! Esa sí que no la había escuchado –reconoció–. ¿Qué te puedo decir? No es lo que una Clean Person oficial haría, pero entiendo el razonamiento y merece toda mi admiración por lo ingenioso.” Gran orgullo familiar.ß