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Miércoles 31 de diciembre de 2008

IMPACTOS 2008

El seleccionado

Yo no noto que (los jugadores) vengan sólo para cumplir. Los veo comprometidos. A mi equipo no le va a faltar mística

El primer toque, en la convocatoria local En su primera lista –para el cotejo con Escocia–, Maradona citó nombres del exterior que ya habían trabajado con Basile; la diferencia estuvo en el plano local, con Emiliano Papa y Cristian Villagra, nunca antes convocados; Daniel Montenegro había jugado una vez con el Coco.

Diego MARADONA

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partidos jugó en el año la selección, con 4 éxitos (entre ellos, el primero del ciclo de Maradona, ante Escocia), 6 empates y una caída (con Chile).

De Basile a Maradona, un golpe de timón abrupto e histórico Agrietada la relación con los jugadores, el ciclo del Coco se derrumbó; lo sucedió Diego, con un perfil que abre interrogantes Por Cristian Grosso De la Redacción de LA NACION

N

o fue un buen año para el seleccionado argentino. Y por muchas razones. Detrás de un recorrido con cuatro victorias, seis empates y una derrota se esconden demasiadas turbulencias. En las eliminatorias, durante 2008 el conjunto albiceleste apenas rescató siete de 18 puntos, por primera vez en la historia cedió puntos como local ante Ecuador y perdió con Chile, y quedó en una expectante tercera posición, a siete del líder, Paraguay, pero especialmente a sólo tres de Uruguay, el quinto, el último escalafón con derecho a soñar con al menos un repechaje para el Mundial. La selección ingresará en la recta final hacia Sudáfrica 2010 en una posición algo incómoda y desacostumbrada: en los cortes clasificatorios para 2002 y 2006, en el último año de competencia ya se sentía tranquila, con el camino despejado rumbo a la Copa del Mundo. Se despide un 2008 revoltoso, enredado. Un año que quedará en el recuerdo, especialmente por una salida sorpresiva y una llegada inesperada. El 16 de octubre presentó su renuncia Alfio Basile, y siempre que un ciclo tiene un corte abrupto, se desata una crisis. Porque se debe refundar, y en la selección casi no hay tiempo. El equipo no ofrecía garantías ni identidad. Pero, mucho peor aún, en la caída por 1 a 0 ante Chile, en Santiago, frente al seleccionado de Marcelo Bielsa, la Argentina ni opuso rebeldía. Basile entendió que las complicidades habían desaparecido definitivamente. Parte del plantel, en la intimidad, había dejado de responder al mandato del entrenador. La convivencia había comenzado a agrietarse desde algo antes del angustioso empate 1-1 con Ecuador, en junio, en el Monumental. La fortaleza de los conceptos se había desinflado, el vozarrón motivador del Coco ya no hacía efecto, las licencias de las que gozaba Riquelme incomodaban a varios, los métodos de entrenamiento del profesor Dibos no conformaban a otros tantos, y los más jóvenes se escudaban en la diferencia generacional para no atender lo sufi-

ciente al entrenador de 64 años. Que, por cierto, con su desapego por los detalles y la predilección por los elementos cabuleros inquietaba a la mayoría acostumbrada al profesional mundo europeo. Sin intérpretes persuadidos, el proyecto se derrumbó. Basile se marchó sin decir nada. Los futbolistas eligieron responsabilizarse, aunque la voz de Messi rompió el molde: “Hace tiempo que Argentina no juega bien, y encima los resultados no acompañan; tal vez hacía falta un cambio”. Basile sólo rompió el silencio hace unos días, y aunque no apuntó críticas directas, deslizó ingratitudes y sugirió decepciones. “A la selección vienen para cumplir porque son buena gente... No me quejo para nada de ellos, aunque se perdió la mística”. Y aportó algo más: “Hubo jugadores que creí que rendirían más, pero me guardo los nombres”. Los más chicos lo defraudaron. Desde luego, se desató la carrera por la sucesión. Con desembozadas operaciones de prensa incluidas. Que Russo, Batista, Bianchi... Maradona no aparecía ni entre los cinco primeros candidatos en ninguna de las encuestas. Pero sin atender el deseo popular ni consultar al comité ejecutivo de la AFA, el elegido fue Maradona. Una imposición de Julio Grondona, aunque el proyecto y la dirección de la idea fue de sus hijos, Julito, y especialmente, Humberto. La imprevisibilidad de Maradona llegaba al cargo que tantas veces había reclamado. Se habló de una conducción colegiada y por eso apareció Carlos Bilardo –sí, el mismo que estaba pública y ferozmente enfrentado con Grondona– como secretario técnico. Y, aunque siempre se invocó la mística del 86 como pieza fundacional, comezaron los delirios de veleidades para conformar el cuerpo técnico. Celos de cartel y deslealtades armaron varias parodias. Bilardo puso a Lemme; Maradona, a Signorini y Mancuso; sumó a su yerno como asistente de prensa personal e insistirá en torcerle la muñeca a Grondona para incorporar a Ruggeri. Gratis no le saldrá: Grondona colocará de veedor a su hijo Humberto. El 3 de noviembre fue presentado

oficialmente. El 19 de ese mes debutó al frente de la selección en la victoria por 1 a 0 ante Escocia, en Glasgow. Cuidadosamente político, no corrió una coma de lugar. A los jugadores, hasta entonces intrigados, la versión terrenal del mito les pareció simpática y simple. La selección no cosechó buenos resultados durante 2008 y nunca espantó la indefinición. Siguió cautiva del contrato con la firma rusa Renova que le organiza los amistosos. Entre Riquelme y Messi no hay química, más allá de esforzadas desmentidas; las diferencias nacen en cómo sienten las velocidades del juego y luego derivan en cuestiones más personales. La renovación generacional no termina de alumbrar nuevos líderes. Pero más inquietante que todo esto es que en los últimos meses el conjunto albiceleste se ha parecido, peligrosamente, a un bien de familia y a un club de amigos. La selección exige excelencia y superación, no afinidades efectistas.

Tiempo de acentuar el recambio generacional

// R EU T E RS La mirada de Maradona guiará al seleccionado en el camino hacia Sudáfrica 2010; el final del ciclo de Basile fue amargo

Después de 14 años de presencias ininterrumpidas, por primera vez en 2008 Roberto Ayala ya no jugó en la selección. Lo mismo que Hernán Crespo, que había debutado con la camiseta nacional en 1995. Juan Sebastián Verón solamente estuvo en un cotejo (el 1-1 frente a Ecuador, por las eliminatorias; fue titular y sobre el final lo reemplazó Rodrigo Palacio, que anotó el empate agónico). Y Roberto Abbondanzieri atajó seis encuentros, pero quedó la sensación de que tal vez hayan sido los últimos... Javier Zanetti se mantiene vigente, pero ya no es el capitán del equipo, y entre los sobrevivientes de la vieja guardia también asoma Gabriel Heinze. El recambio generacional se acentuó durante esta temporada. Y directamente hubo ocho debutantes: Juan Pablo Carrizo, Ever Banega, Mariano González, Angel Di María, Fernando Cavenaghi, Gonzalo Bergessio, José Sand y Emiliano Papa.