Cuando salir de casa y agarrar la bicicleta se vuelve una decisión ...

17 nov. 2012 - Soledad Vallejos. LA NAciON na en change.org, donde la guarda debajo del escritorio; la de ruta para los fines de semana en que se va con.
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SÁBADO

| Sábado 17 de noviembre de 2012

calidad de vida | un cambio de conducta que se replica

Cuando salir de casa y agarrar la bicicleta se vuelve una decisión de todos los días Cada vez son más los porteños que las incorporan a sus vidas para ir a trabajar, ir a pasear, como deporte o de vacaciones

testimonio Soledad Vallejos

Fernando Massa LA NAciON

Que la bicicleta se convirtiera en su medio de transporte no tuvo que ver con una decisión meditada ni un deseo de sumarse a la tendencia. Simplemente se dio así. Fue en 2009 cuando Juan Francisco Pérez Begino, licenciado en comercio exterior de 43 años, se quedó sin trabajo. Y hasta que consiguió uno en un local en Munro, se vio obligado a achicarse y a vender el auto. El viaje desde su casa en Belgrano hasta Munro en el colectivo 41 se le hacía de casi una hora. “¿Y si ese mismo trayecto lo hago pedaleando?”, se preguntó un día. Le costó agarrar ritmo, pero incorporó el hábito inmediatamente. Buscó una bicicleta más apropiada para ese trayecto, una híbrida que combinase la comodidad de una playera y la resistencia de una mountain bike. Le sumó un portaequipaje y un asiento para Lola, su hija que está cerca de los tres años. Así, a ese ir y venir diario del trabajo con la bici, le sumó el ir a buscar a Lola al jardín de infantes. Eso sí, los dos con el casco puesto. Ya en julio del año pasado logró retomar su profesión. Y con la prioridad puesta en estabilizarse, el auto no aparece en sus planes a corto plazo. Sí cambió recorrido y vestimenta para ir a trabajar, pero asegura que el pantalón de vestir y la camisa no le impiden llegar “fresco” a su nueva oficina en Retiro. cada vez son más los porteños como Juan Francisco que han incorporado la bicicleta a sus vidas a través de distintos hábitos como el de ir al trabajo en dos ruedas, llevar a los chicos al colegio, irse de vacaciones con la bicicleta o hasta usarla para hacer esos típicos mandados que se solían hacer caminando. De hecho, son muchos también lo que han tomado cuenta del fenómeno y se han ido adaptando a los cambios: empresas que incorporan vestuarios y estacionamientos para bicis o restaurantes que reciben a los ciclistas con un regalo de bienvenido, sólo por eso, por haber llegado en bici. Lo de Gastón Wright más que una cuestión práctica o un hobby roza la pasión. De ahí sus tres bicicletas, cada una para un uso específico: la plegable para ir a trabajar a su ofici-

LA NAciON

S

Juan Pérez Begino adoptó la bicicleta para ir a trabajar desde Belgrano hasta Retiro na en change.org, donde la guarda debajo del escritorio; la de ruta para los fines de semana en que se va con su mujer y sus tres hijos a Lobos y practican rural bike por los caminos de ripio, y la mountain bike a la que le da un uso deportivo una vez cada dos semanas, cuando se va con un amigo a la pista del caden en Ezeiza, o al circuito Eco Extreme en Pilar. El clic, sin embargo, no fue acá sino en canadá, donde vivió siete años. “Ahí fue el cambio grande para que la bicicleta pasara de una diversión a un medio de transporte –cuenta–. Es una sociedad que ha pensado el sistema de transporte en función de los ciclistas. Y cuando nació mi primer hijo, empecé a llevarlo al jardín de infantes en bicicleta. Y ahí fue cuando me dije que si vos podés llevar a la persona que

más querés en una bici por el medio de la calle y tener la seguridad que nada va a pasar es un incentivo muy grande para usarla todos los días.” Acá no pudo seguir con ese hábito en particular porque las bicisendas no coinciden con el trayecto casacolegio. Y ve también que faltan espacios donde poder atarla –algo en lo que la mayoría coincide– y que obliga a invadir otros espacios, como las paradas de colectivo o los postes de luz. Justamente son algunos restaurantes y bares porteños los que están aportando su granito de arena para que cuando llega un ciclista tenga dónde guardarla. Así lo hace el restaurante del Museo Evita, en Palermo, que dice ser el primero en esto de ser bike friendly; Soria, en Palermo; el café Rivas, en San Tel-

mo, o Artemisia, también en Palermo, donde incluso si no se tiene un candado ellos te prestan uno. Y hay quienes van un paso más allá, como el Almacén Purista, en Villa crespo, que obsequia a quienes llegan en bici un “café del ciclista” (una especialidad con leche condensada), o La Apasionada, en Vicente López, que les da un 15% de descuento en desayunos y meriendas. Porque es saludable, porque es económico, porque es práctico, las razones varían y los que se suman a la movida cada vez son más. como carla Roseti, actriz y acróbata de 31 años, que le compró una bici antigua por internet a una señora que ya no la usaba más. Y cuando con su novio dan clases en Lomas de Zamora se van desde Flores con las bicis, furgón del Roca de por medio, sin res, o un cuadro azul marca Peugeot que cruzó los Andes, u otro perteneciente al ciclista italiano Francesco Moser, con el récord de una carrera grabado en un caño.

Leo Cordal y Damián Raggetti, en el taller de Rashe Cycles

Foto: gustavo bosco

Diseño y reciclado, parte de una búsqueda estética y ética La filosofía detrás de la restauración de bicicletas antiguas y su embellecimiento Fernando Massa LA NAciON

Ahí está Bollywooda, colgando del soporte de hierro en medio del taller de Rashe cycles, mientras le hacen unos últimos ajustes. ¿Por qué ese nombre para una bicicleta? El cuadro, de varias décadas atrás, es de la india, por eso el guiño a la meca del cine de ese país. Además, semejante bicicleta merecía un nombre: restaurada para una clienta, pintada de negro, ostenta un bañado en oro en los frenos a varillas, y el cubrecadenas original pudieron conseguirlo de un coleccionista en córdoba. El trabajo lo hicieron Leo cordal, Damián Raggetti y Santiago Aime, los tres que conforman Rashe, un taller donde, compartiendo una vi-

Al trabajo en bici, un placer con algún riesgo

sión romántica y artística por sobre el negocio, reciclan, hacen y restauran bicicletas clásicas y urbanas poniendo énfasis en su diseño, estética y funcionalidad. “Si la bici es linda, dan más ganas de usarla y no queda colgada en el garaje o archivada en un balcón. Y la idea de que esa bicicleta esté en la calle es poder mostrar así nuestro trabajo”, reflexiona cordal, que integró Masa crítica. Para llegar a ese razonamiento, justamente captaron eso que está sucediendo hoy entre muchos usuarios: la bicicleta no sólo tiene que resultar cómoda, también debe apreciarse estéticamente. Y eso se puede notar en las calles y bicisendas, donde las bicis de paseo le van ganando terreno a las mountain bike, y los accesorios para “enchularlas” a gusto personal son cada vez más comunes. con Rashe, por ejemplo, se puede hacer una bicicleta de cero con distintas partes recicladas o que ellos fueron comprando o consiguiendo

en la calle, o si no llevarles una para restaurar. Lo que es condición sine qua non es decidir lo que se hará en persona, mate de por medio, en su taller de carapachay. En palabras de cordal, “conocer a la persona en todos los sentidos”. Así, la primera comunicación es vía Facebook y una vez en el taller se decidirá lo que van a hacer. Primero conocer la idea de bici que tiene el cliente en la cabeza, después saber qué uso se le dará a la bicicleta, y decidir el diseño y la estética. Luego será cuestión de ponerse de acuerdo, pero el resultado, que se verá en uno, dos o más meses, según lo que demande el trabajo o conseguir las partes, lo manejan ellos. “La idea es ponerle onda a las bicis y la filosofía es hacer las cosas bien, que este sea un negocio a largo plazo”, sostienen. con recorrer un poco el taller se puede encontrar una bicicleta como Flora –todas tienen nombre–, que tiene neumáticos con dibujos de flo-

Que se sientan lindas cuando a Sofía del carril su marido le regaló una bicicleta para un cumpleaños y dejó que ella la eligiera, se dio cuenta de que para usarla tenía que ser una bicicleta que le gustara y que le resultara cómoda. Al final se la trajo de Londres, una de paseo con un asiento atrás y otro adelante para llevar a sus dos hijos. A partir de ahí no la dejó de usar. Y es más, con su hermana Estefanía vieron que tenían que armar algo juntas que transmitiera lo bien que se sentían andando en bicicleta. Así nació Belosophy (la filosofía de la vida en bici con la B de belleza), una marca de bicicletas fabricadas en el país que combina estética y comodidad, con el plus de que el cliente pueda armarla a su gusto, siempre dentro de las líneas de producción que manejan. “Queríamos que las chicas se sientan lindas arriba de la bici, y que los hombres se puedan sentir cómodos en un traje. como cuando te ponés una ropa que te gusta”, dice Sofía. Para Estefanía, abogada de profesión, la bici no sólo es tendencia, sino que también está literalmente de moda. Por eso, apunta, marcas como Hermès, Gucci o chanel sacaron las suyas, incluso haciendo que la ropa se adapte a la bici, como puede ser un bolsillo donde guardar el candado. Vintage, estética, moda y sustentabilidad. Una fórmula que tiene que ver con la tendencia de hoy y de la que las hermanas del carril echaron mano para llevar adelante el proyecto. Y como vieron que más allá de que la bicicleta se vea bien estéticamente muchos, además, pretendían sentir que su bicicleta fuera única y haya sido preparada especialmente para ellos dieron esa posibilidad al cliente de customizarlas según su gusto personal: elegir el cuadro, el color, el rodado, y después sumarle los accesorios, como un canasto, asiento y puños de cuero, el farol retro, silla de niños, cubreasiento, porta laptop de cuero, casco tipo pelela o ciclista, bocinas, timbres. Hasta incluso la posibilidad de que un artista la pueda intervenir. Algo así como mandarse a hacer un vestido.ß

Foto: ignacio coló

problemas gracias a que no coinciden con la hora pico. O Agustín Bilbao, estudiante de economía de 27, que, salvo en invierno, la usa para todo, desde ir al quiosco hasta para ir a trabajar desde Belgrano hasta San Telmo. Además, en el garaje de la empresa hay estacionamiento y, si llega tarde y está copado, lo deja en alguna playa de la zona por cinco pesos todo el día (un decreto de 2010 los obliga a disponer de un espacio para ciclistas). “Me gusta disfrutar del viaje, del aire y del sol. Y si bien me cuesta adquirir hábitos en general, esto no me costó por que lo disfruto”, dice Agustín, que no duda en seguir a futuro con este hábito. Aunque ya vislumbra que con este boom pronto llegará el día en que también se congestione, pero de bicicletas.ß

entís que el tiempo que hubieras malgastado en el subte o el colectivo se convirtió en un paseo, una excursión al trabajo (si se quiere), donde la bicicleta es como un potro que no se puede contener, y esas riendas sueltas que te llevan por la ciudad te desintoxican del contexto. La calle puede ser un caos, lo es día a día, pero uno va en la bici por un camino distinto. Es así, literal y subjetivamente. cuando no existían las bicisendas, ir en bici al trabajo era una misión de riesgo. Ahora la ruta es segura, se puede pedalear sin tener que mirar de reojo para atrás en cada maniobra. Los peligros son otros, y uno de los peores es el decrépito estado que ya presentan muchas bicicletas del sistema del bicing porteño, aunque, gratis por ahora, en general funciona muy bien. No lleva más de unos minutos alquilar una bici por dos horas y salir pedaleando. Hay bicis amarillas por todos lados que circulan doce horas por día sin parar, y ahí está la trampa. El mantenimiento, si es que lo tienen, ya no alcanza. En este sistema de alquiler, como podría decir mi hija, “la que toca toca, la suerte es loca”. Y así fue que un día me quedé en llanta a medio camino, y otro salí catapultada directo del asiento al piso. con la cadena que gira en falso los frenos no responden como deberían, y salí volando. Tengo bicisenda desde la puerta de mi casa hasta la de mi trabajo. Pero no quiero usar mi bici por temor a que me la roben, una vez más... Debería dejarla atada varias horas en la calle, y no quiero sufrir la desazón de salir y ver el poste vacío, con la cadena rota en el suelo. Dos experiencias de robo en un año fueron suficientes para la estadística, y mi bolsillo. Y a las bicis amarillas les tomé desconfianza. No quiero que el paseo se convierta en pesadilla. Tal vez un holandés ni lo piense. Pero un usuario del servicio de bicing porteño lo sabe: “La que toca toca, la suerte es loca”.ß

El transporte que fue capaz de vencer a la destrucción de Sandy Tras el paso del huracán, con puentes y túneles cerrados, Nueva York fue invadida por los ciclistas Hernán Iglesias Illa PARA LA NAciON

NUEVA YORK.– Hace tres semanas, en los días posteriores al paso del huracán Sandy, en el sur de Manhattan no había autos, no funcionaban los subtes y la mayoría de los departamentos y las oficinas estaba sin electricidad. Pero había bicicletas. En las calles vacías, con los comercios cerrados y los semáforos apagados, ciclistas veteranos y novatos descubrieron que pedalear era casi la única manera de moverse por la ciudad. Y, mucho mejor, que tenían las calles para ellos solos. La ilusión duró poco, hasta que se reabrieron los puentes y los túneles y se normalizó el transporte público. Pero la victoria moral había quedado clara: en un momento de parálisis apocalíptica, los únicos que habían sobrevivido eran los ciclistas, esos mismos insistentes activistas que vienen reclamando desde hace décadas un mayor peso en el ecosistema de transporte de la ciudad. En un sentido ya lo lograron: en los últimos cinco años, el gobierno del alcalde Michael Bloomberg (de la mano de su secretaria de Transporte, Janette Sadik-Khan) abrió más de 300 kilómetros de bicisendas y puso a las bicicletas como primera prioridad de gestión. Los autos y taxis, que habían reinado absolutos durante décadas en las largas avenidas de Manhattan, tienen que compartir ahora espacio con los nuevos invasores, que además los miran con desdén moral. Los ciclistas neoyorquinos, como los de casi todo el mundo, andan en bicicleta porque les gusta, pero también porque están convencidos de su superioridad ética: las bicicle-

tas ocupan menos espacio, impactan menos en el medio ambiente y promueven un estilo de vida más saludable que los automóviles. El problema de los activistas probici es que sufren de su propio éxito: ahora hay tanta gente yendo a trabajar en bicicleta (el doble que en 2007, cuatro veces más que en 2001) que ya no es están fácil mantener la unidad ideológica. cuando eran pocos, los ciclistas compartían ciertos valores sobre estilo de vida y cuidado del medio ambiente. Ahora, que son muchos, hay de todo. incluyendo a Randy cohen, columnista de The New York Times, que hace poco publicó una encendida defensa del mal comportamiento ciclista. “¿Vieron ese ciclista que incumple todas las reglas? Ése soy yo”, escribió. “Paso los semáforos en rojo, pero vos también. Violo las normas de tránsito, pero vos, peatón, hacés lo mismo.” cohen, que durante años escribió la columna El Eticista en la revista del domingo, admitió que lo suyo era ilegal. “Pero es ético”, agregó. La columna probablemente puso los pelos de punta a los muchos peatones que en los últimos años han perdido parte de su simpatía hacia los ciclistas. La gente cuenta (y se indigna con) historias de peatones atropellados por bicicletas asesinas, pero las estadísticas no le dan la razón: a pesar del crecimiento en la cantidad de bicicletas, las accidentes con peatones se mantienen constantes o a la baja. En cualquier caso, en las calles de Nueva York conviven ahora los fanáticos de siempre, comprometidos con la causa (la bicicleta es buena para la sociedad), con los recién llegados, que la usan porque es buen ejercicio y permite ahorrarse la fricción del subte (la bicicleta es buena para mí). como dice el actor Matthew Modine, convertido en los últimos años en promotor de las dos ruedas: “Andamos en bicicleta para mantener nuestros trastes firmes”. ß