8
|
POLÍTICA
| Jueves 3 de abril de 2014
La Presidenta saludó a los militantes tras su discurso
dyn
Cristina reavivó el debate por las golpizas a supuestos delincuentes polémica. Contrastó las agresiones en las calles con la
espera de justicia de Madres y Abuelas de Plaza de Mayo La polémica no cede. Los cruces políticos en torno a las palizas a presuntos delincuentes que grupos de vecinos protagonizaron en varios puntos del país en los últimos días continuaron ayer y volvieron a tener como centro definiciones de la presidenta Cristina Kirchner. Una vez más, la jefa del Estado aprovechó un discurso en cadena nacional, convocada ayer por el Día del Veterano de Malvinas, a 32 años de la guerra con Gran Bretaña, para referirse, aunque de manera elíptica, al tema. Hablaba de los jóvenes caídos durante el conflicto bélico de 1982 cuando se dirigió a las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, representadas en el acto que se hizo en la Casa Rosada por sus presidentas, Hebe de Bonafini y Estela de Carlotto, respectivamente. “Ustedes son el ejemplo de que esperaron 30 años para tener justicia sin recurrir a ningún otro método; ejemplo de esperar con paciencia, sin reclamar venganza, sin tomar ningún gesto que pudiera ser considerado de violencia contra los que les habían arrebatado los hijos”, les dedicó cuando promediaba su mensaje. La Presidenta cerró la reflexión con una referencia evidente al de-
L
a mención de Sergio Massa puso al juez Eugenio Zaffaroni al borde de un desequilibrio emocional. “Es un personaje lamentable que se pasa el 24 de marzo en los EE.UU., que va a hablar con el Tea Party, que se va a sacar fotos con el chanta de Giuliani (…) Si el general Perón viviera, lo consideraría un vendepatria.” Es inusual que un ministro de la Corte polemice con un candidato. La animadversión de Zaffaroni hacia Massa está inspirada en la controversia sobre la reforma del Código Penal. Sin embargo, esa caracterización de Massa es atractiva más allá de su signo de valor y de las fobias que revela. El político que Zaffaroni retrató de esa manera es el más popular del país. La descripción de Zaffaroni es verdadera. Massa realizó una gira por Nueva York y Washington en la que se entrevistó con los máximos responsables de la diplomacia de ese país hacia América latina. Visitó a un congresista ultraconservador del Partido Republicano. Habló en el Council of the Americas. Expuso ante varios hedge funds y en JP Morgan, la catedral de las finanzas. Y se fotografió con Giuliani, ícono de la “tolerancia cero”. En alguien que, como Massa, vive calibrando su imagen en las encuestas, lo relevante no es lo que hizo, sino el empeño que puso en divulgarlo. Lo más revelador del viaje es el viaje mismo, entendido como acto de campaña. Es posible que hace apenas un año Massa no hubiera realizado esa visita. Ni hubiera propuesto, como hizo al regresar, una rebaja en el impuesto a las ganancias para empleados y pymes. Pero el cambio no se reduce sólo a Massa. Casi al mismo tiempo que él, Gabriela Michetti, Juan Manuel Urtubey y Margarita Stolbizer, que también están buscando votos, hablaron ante la audiencia de negocios del Council of the Americas. En Buenos Aires,
bate por los ataques de vecinos a supuestos ladrones. “El suyo es un gesto maravilloso de rechazo a la violencia, a la venganza, de rechazo a lo que yo diría [es] la protohistoria. Porque eso de la venganza es de la prehistoria, es del Estado de no Derecho”, dijo. Y concluyó: “Quiero reivindicar ese ejemplo de respeto al derecho, de respeto a vivir civilizadamente aun en circunstancias extremas y difíciles”. Más directo, el secretario de Seguridad de la Nación, Sergio Berni, pidió condenar episodios como el de Rosario, en el que murió un joven, “con toda la rigurosidad del Código Penal” (ver página 21). En la misma línea, el gobernador bonaerense, Daniel Scioli, reclamó que “las penas y los castigos se encuadren en la ley para desterrar el salvajismo de los que pretenden hacer justicia por mano propia”. También en sintonía con la postura oficial de concentrar el análisis en la conducta de los protagonistas de las golpizas, la jefa del kirchnerismo en la Cámara de Diputados, Juliana Di Tullio, descargó: “Hay que llamar a estas acciones como lo que son: Delitos”. Y añadió: “Pareciera que hablamos de algunos delitos para una porción de la sociedad y para otros no usamos esa palabra”.
Una discusión compleja Massa y el Estado ausente El jefe del Frente Renovador fue el primero en postular la “ausencia del Estado” para explicar los ataques Cristina entra en el debate Tras el silencio oficial, la Presidenta pidió no escuchar “voces que traen deseos de venganza y odio” Discursos en pugna El oficialismo se concentró en la conducta de los agresores y la oposición, en la responsabilidad del Gobierno El rol de Zaffaroni El juez de la Corte se puso al frente del debate con duras críticas a Massa La voz de la Iglesia La Conferencia Episcopal condenó la marginalidad
Además, deslindó responsabilidad en los gobernadores. “En 11 años que llevamos de gobierno no podemos resolver todo. Hay situaciones nuevas y aparecen nuevos problemas, pero la seguridad es responsabilidad de las provincias y está en manos de los gobernadores”, apuntó en declaraciones a radio América. Desde la oposición volvió a opinar Mauricio Macri, que endureció sus críticas al Gobierno. “Noto que la Presidenta va y viene. Tiene comentarios que van rumbo a restablecer la ley y el respeto por ella, y hay momentos en los que vuelve a sesgarse hacia otro lado. Tenemos que terminar con esta época de improvisación”, planteó sobre la política de seguridad. El jefe de gobierno porteño insistió con la idea de la “ausencia del Estado” como parte de la explicación de las golpizas protagonizadas por vecinos, pero fue particularmente duro con el juez de la Corte Suprema, Eugenio Zaffaroni, que en los últimos días ofició de vocero del oficialismo en el debate. “Las cosas que plantea Zaffaroni nos han hecho mucho daño. Que una y otra vez aquel que comete un delito vuelva a la calle sin que la Justicia actúe tiene que ver con esa ideología que él tiene, que se llama abolicionismo, mal llamado garantismo”, advirtió. También María Eugenia Vidal apuntó a la responsabilidad del Estado. “Lo que está estallando es la no gestión para combatir la inseguridad”, afirmó. El diputado radical Ricardo Alfonsín, por su parte, centró sus cuestionamientos en la reacción de “algunos dirigentes”, a quienes no identificó. “Indigna ver cómo algunos dirigentes, por temor a perder votos, dan rodeos o hacen circunloquios que evitan una necesaria y categórica condena de estos actos”, dijo mediante un comunicado. Añadió que palizas como la que se produjo en Rosario “no son actos de justicia, ni por mano propia, ni de naturaleza alguna” y contrapuso: “Esto es una barbarie, una jungla”. Más allá de los cruces políticos, la Iglesia volvió a manifestar ayer su preocupación por los episodios de violencia de la última semana. “No hay justificación, ninguna. Vivimos en un Estado de Derecho y tenemos instituciones para resolver los conflictos”, opinó el obispo de Gualeguaychú y presidente de la Comisión de Pastoral Social del Episcopado, Jorge Lozano. “Aun cuando esas instituciones puedan tener dificultades para responder prontamente no es a través de la agresión y de las golpizas como se solucionan los problemas de inseguridad”, agregó en diálogo con Radio Nacional. Lozano invitó a llevar la mirada más allá de los hechos. “Tendríamos que pensar qué señales nos está dando esto del deterioro de los vínculos sociales y de la falta de respeto a la ley”, propuso. Consultado sobre las posibles causas de los ataques, enumeró: “Incide el cansancio ante la falta de respuestas ante hechos de inseguridad y lo poco se hace para impedir estas situaciones”.ß
Cobos dialogó con el papa Francisco en la Plaza San Pedro visita. El radical estuvo en la audiencia de los
miércoles; “Fue un día conmovedor”, dijo
Al concluir la audiencia general de los miércoles, en la plaza San Pedro del Vaticano, el papa Francisco fue saludado ayer por el diputado nacional Julio Cobos (UCR-Mendoza), con quien mantuvo “una charla distendida y amable”, según declaró el ex vicepresidente tras el encuentro. La breve reunión tuvo lugar en la misma jornada en la que el Sumo Pontífice recordó a su antecesor Juan Pablo II, al cumplirse nueve años de su muerte, y de quien recordó que “hizo el bien incluso con su sufrimiento”. “Fue una charla distendida y amable, en la que no faltaron los recuerdos”, señaló el propio Cobos, quien llegó a Roma acompañado por su esposa. Según reconstruyó Cobos en un relato que publicó horas después del encuentro en su página de Facebook, durante el diálogo recordaron la última reunión entre ambos en el Senado, cuando Jorge Bergoglio se encontraba en la Argentina, y en la que conversaron sobre diferentes propuestas socioeducativas, como el proyecto de servicio cívico voluntario, impulsado en ese momento por el ex vicepresidente. Cobos le entregó a Francisco una chalina de vicuña, una edición especial de la Constitución nacional y un ejemplar del libro Educación, el único camino, de su propia autoría, además de alfajores. En esa publicación, el ex vicepresidente refirma la necesidad de que el país avance en una política de Estado en el área educativa y de priorizar la revalorización de la figura del docente. El diputado radical, que aspira a competir por la presidencia el próximo año por el frente UNEN,
El saludo en la Plaza San Pedro
el escenario
El alarmante desasosiego de una sociedad vulnerable Carlos Pagni —LA NACIoN—
Elisa Carrió, sobreponiéndose a antiguas diferencias morales, insiste en una alianza con la centroderecha de Mauricio Macri. Y el partido de Macri, Pro, se ubicó segundo en las elecciones municipales de Mendoza capital, confirmando una tendencia. Los candidatos de Macri ya habían conseguido ese lugar en ciudades como Córdoba, Rosario, Santa Fe, San Juan y Paraná. Además de haber ganado en Salta. Hay gestos y resultados reveladores de que en la opinión pública se ha abierto un espacio que aconseja a los dirigentes desplazarse hacia la derecha. La Argentina insinúa hoy un nuevo encanto para las corrientes de inversión. Anteayer, The Economist, que en enero había previsto que el país se hundiría en el abismo venezolano, publicó un artículo sobre Cristina Kirchner y su ajuste con el título “Arrastrándose hacia la normalidad” (Creeping toward normality). Sería un error, sin embargo, limitar el cambio a la corrección que realiza el Gobierno en su orientación económica –ayer, la Presidenta habló de “marchas y contramarchas”– y no advertir la mutación que se verifica en los pliegues de la sociedad, y que la conducta de los candidatos refleja y, a la vez, acelera. En las franjas más politizadas, es un giro respecto del alineamiento internacional, la rela-
ción con el mercado, el rol del Estado y la iniciativa privada. Ese cambio de clima, que los proféticos intelectuales del grupo Carta Abierta denunciaron como una inminente “restauración conservadora”, ya parece estar produciéndose en las corrientes de fondo del electorado. La variación es una respuesta a la crisis económica. Y no siempre tiene una modulación alentadora. En el imaginario de los vecinos de clase media y media baja de los grandes conurbanos, sobre todo en Buenos Aires, el presente comienza a tener rasgos de familia con la tormenta de 2001. Por numerosas razones, es un falso parecido. Pero a los sociólogos les sorprende que para muchos consultados la única diferencia con el trance de hace 13 años sea que “todavía conservamos el trabajo”. Los sondeos de opinión registran un deterioro marcado en la confianza en el Gobierno. La economía que ofrece el kirchnerismo ya no es percibida como una oportunidad, sino como una amenaza. Con un agravante: la Presidenta no ha acompañado el cambio de su política económica con un cambio de discurso. En vez de explicar las, para muchos, inesperadas restricciones, sigue hablando de una ola de bonanza que ya no se percibe. Ese desfase produce un desasosie-
go que tiene manifestaciones preocupantes. Para un consultor que acaba de realizar una megaencuesta en La Matanza, “es cada vez más frecuente que la gente atribuya sus problemas a la presencia de extranjeros; si no consigue un turno en el hospital, es porque «está lleno de bolivianos y peruanos»”. Con ese sociólogo coincide, sin saberlo, un funcionario porteño: “Nosotros realizamos reuniones con vecinos todo el tiempo y es cada vez más alarmante que problemas como, por ejemplo, la inseguridad dan lugar a expresiones xenófobas”. Violencia difusa ¿Estos sentimientos aberrantes son una novedad? ¿O han estado siempre allí y se manifiestan ante la escasez? Las respuestas son inciertas. Pero las investigaciones detectan un estado de violencia difusa. Los linchamientos de estos días hacen juego con ese registro. Son la derivación aberrante de una sensación de vulnerabilidad que se combina con la sospecha de que las instituciones no ofrecen solución. La carencia de seguridad domina las encuestas desde hace años. La novedad es que ahora más del 25% de los que expresan esa angustia la asocian con el narco. Para nada fantasioso: de repente, un traficante muere en los bosques de Palermo a
manos de un sicario y otro es atrapado en Nordelta por las fuerzas de seguridad de tres países. El narco, a la vez, aparece ligado a la policía. No es una combinación del todo novedosa. La convicción de que el Estado ya no puede hacer frente al delito ha inspirado en Colombia a los Vigiladores Locales y en México a las Autodefensas. ¿Las pequeñas hordas de vecinos que se enceguecen ante un punga son el rudimento de este tipo de organizaciones? Imposible saberlo. Pero conviene recordar que uno de los rasgos de las convulsiones de Córdoba y Tucumán durante los amotinamientos policiales del último noviembre fue la extraordinaria cantidad de gente que salió a la calle armada. El cuadro es interpretado como la derivación de un “Estado ausente”. No es una lectura satisfactoria. Si hay algo presente en la Argentina es el sector público. Sólo que está donde no se lo necesita. En las transmisiones deportivas o derrochando recursos en empresas mal administradas. Al próximo gobierno le tocará regenerar el mercado y el Estado al mismo tiempo. Cristina Kirchner suele atribuir esta agenda de problemas a la lucha de ricos contra pobres. Los ricos “toman de la buena”. Y “a la guerra de Malvinas fueron mandados los más
tenía programada la audiencia con el Papa para noviembre del año pasado, pero debió posponerla por razones personales. Francisco ya recibió en audiencias privadas al gobernador bonaerense, Daniel Scioli, y al jefe de gobierno de la ciudad de Buenos Aires, Mauricio Macri, quienes también tienen previsto competir por la sucesión de Cristina Kirchner en 2015. “Día conmovedor” Tras abandonar la Plaza San Pedro, Cobos destacó el momento de la audiencia con el Papa como “uno de los más conmovedores” de su vida, destacó que se trató de “un día especial por varios motivos”, y enumeró: “El recuerdo de Juan Pablo II, el día de Malvinas, lo sucedido hace un año con las inundaciones en La Plata y este encuentro de hoy [por ayer]”. “Es un honor y un orgullo poder compartir estos momentos con el Papa. Me dijo su clásico «Recen por mí» y agregó: «Nos estamos viendo». Ojalá así sea y pronto podamos verlo en nuestro país”, contó el dirigente radical. Cobos y el ex cardenal Jorge Bergoglio se habían encontrado más de una vez en Buenos Aires, incluso en julio de 2008, en medio de la fuerte disputa del Gobierno con el campo y pocos días antes del “voto no positivo” con el que Cobos bloqueó el proyecto de ley para fijar retenciones móviles. En esa ocasión, Bergoglio encabezaba el Episcopado argentino y coincidieron en la necesidad de promover el diálogo y el fortalecimiento de las instituciones democráticas para resolver el conflicto del campo. ß
prensa cobos
pobres”. Para explicar la barbarie, dijo: “Cuando alguien siente que su vida no vale más de dos pesos para el resto, tampoco le podemos reclamar que la vida de los demás valga para él más de dos pesos”. No aclaró si se refería al linchado o a quienes lo linchaban. El problema es que, al cabo de una década ganada, los pobres tienden a atribuirle a ella la pobreza. El año pasado, el 50% de los beneficiarios bonaerenses de planes sociales votó por Massa. Y el último domingo, en Mendoza, avanzó el Partido Obrero, lo que va resultando familiar. La Presidenta ignora algunas lecciones elementales de la sociología. Una es que el 78% de los argentinos cree pertenecer a la clase media. Sobre todo en los estratos bajos estructurados, donde todavía se conserva un empleo. La otra es que los conflictos de clase son más severos en los bordes. Los que creen que “nada funciona” porque “los hospitales están llenos de extranjeros” son los que están condenados a la salud pública y viven a una cuadra de la villa de emergencia. Tampoco pueden contratar seguridad privada. Los que piden a Macri que libere los terrenos ocupados de Lugano son vecinos de Lugano. Tal vez la Presidenta ignore que los desamparados de los grandes asentamientos también tienen la maldita pretensión de que su hija no regrese violada a las tres de la mañana. Los muy desubicados son como los que viven en Palermo. Según todas las encuestas, en esas franjas crece la irritación frente al oficialismo porque se le atribuye, con exageración, gobernar sólo para una clientela subsidiada. Este reproche convive con una novedad que se registra desde que se disparó la inflación: los mismos que sienten que el Estado se ha olvidado de ellos comienzan a tener la peligrosa fantasía de que aparezca “un líder fuerte”.ß