Crece el barrio dominicano de Constitución

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CIUDAD

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Lunes 13 de febrero de 2012

RINCONES ETNICOS s UNA COMUNIDAD QUE LUCHA CONTRA LA DISCRIMINACION

Crece el barrio dominicano de Constitución Más de 5000 inmigrantes ya viven en esa zona de la Capital, donde el oficio más extendido es el de peluquero; bares y comidas típicas PABLO TOMINO

La cocinera más popular y tradicional

LA NACION Creció más del 30% en los últimos cuatro años la comunidad de dominicanos en el barrio de Constitución: ya hay más de 5000 nativos de ese país caribeño afincados en este rincón porteño delimitado por las calles Lima, Juan de Garay, Entre Ríos e Independencia. La mayoría llegó tentado por encontrar empleo y mejorar su pobre situación económica, pero aquí muchos se topan con la falta de oportunidades laborales y la discriminación. Hoy, numerosos dominicanos que tienen un empleo se dedican al rubro de peluquería. De hecho, se puede encontrar hasta un local por cuadra en esta zona, que comenzó a poblarse de dominicanos en 1997. En cambio, numerosas mujeres hoy se prostituyen para vivir. En toda la Capital, hay más de 9000 oriundos de República Dominicana, según las asociaciones de ese país en la Argentina, aunque en la embajada no conocen la cantidad exacta. Los vecinos argentinos que también viven en Constitución están divididos: el mayor rechazo radica en la prostitución que se ejerce en la zona y la inseguridad que deviene de esta actividad de día y noche.

Olga Aragonés llegó a la Capital hace 27 años

DE RECORRIDA

   

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Las calles de Constitución tienen fuertes reminiscencias de su lejano país: la bandera se muestra con orgullo en cantinas de comida tradicional y en algunas vidrieras de peluquerías. “Mira, atendemos a los dominicanos, pero también a todo el mundo, porque hacemos el mejor corte Daddy Yankee del país”, dice Carlos Rodríguez, un

FOTOS DE AFV Y SANTIAGO FILIPUZZI



CON SELLO PROPIO

En la peluquería del dominicano Carlos Rodríguez, en Pavón al 1000, el corte más pedido es el del cantante Daddy Yankee

 

“Ven, papi, ven... tomemos un café y luego camina conmigo un poquito este barrio. Entonces sabrás que los dominicanos no somos noticia sólo por la prostitución, la droga y los asesinatos.” La cita es en Pavón y Santiago del Estero, en pleno corazón de Constitución. En un barcito de mesas viejas, donde dos hombres con la camisa desprendida hasta el ombligo apuran una cerveza y una mujer de minifaldas escucha en la rocola (en todos los bares hay una) la bachata de Los Toros Band, Clarisa Rondón invita a LA NACION a conocer el territorio porteño donde los dominicanos son mayoría. Clarisa nació en Santo Domingo hace 38 años, y llegó al país en 1995, tentada por buenas ofertas laborales. Desde entonces se radicó en Buenos Aires y aquí se “enamoró” de un argentino con el que tuvo dos hijos. Hoy estudia una maestría de dibujo y preside la Asociación de Dominicanos Residentes en la Argentina. “A nosotros nos relacionan con la prostitución, pero verás que somos gente de trabajo, que nos discriminan mucho por ser afrolatinos, pero la remamos y pedimos más atención del gobierno”, asegura.

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peluquero que trabaja sobre la calle Pavón y que entre sus clientes “famosos” tiene al tope de la lista a dos integrantes de Wachiturros (un grupo argentino de regetón–cumbia). El dominicano es, a todas luces, divertido y misterioso. Se ven mujeres que sonríen con frecuencia y hombres que miran con el rostro tieso. Ellas se animan a mostrar sus cuerpos y ellos se producen: corte rapado, cadena de oro colgante, anchos cinturones y pantalones coloridos.

EL MEJOR PLATO Los bares tradicionales de Constitución ofrecen la comida típica de

Olga Aragonés, de las primeras en llegar República Dominicana: “la bandera”, un plato que habitualmente va en el almuerzo y que consta de frijoles (poroto colorado), arroz blanco al vapor y costilla de cerdo al caramelo, con piña. “Este tradicional plato que el argentino disfruta en Punta Cana, se puede comer aquí todos los días. Es muy rico”, dice Laureano Famiga, de 42 años, encargado del bar Orus, en Santiago del Estero y Cochabamba. “¿Qué es lo que más disfrutó en Buenos Aires? Que puedo trabajar. Allá, en mi país, es difícil tener un trabajo”, asegura. El polo porteño de dominicanos encierra, también, su lado sombrío.

Clarisa Rondón (a la izquierda), con amigas, en el bar Orus

Si unos alquilan una vivienda, otros residen en casas tomadas; si algunas tienen un empleo formal, otras se prostituyen: por una hora de sexo, el cliente deberá desembolsar 30 pesos, igual precio que almorzar el plato “la bandera” o hacerse el corte de pelo popularizado por los Wachiturros.

A MEDIAS El tradicional vecino de Constitución mira de reojo a los dominicanos. Pero a otros, en cambio, les caen simpáticos. En los últimos dos meses, hubo dos personas de ese país que fueron asesinadas. “La discriminación

es una realidad, pero acá no somos sólo noticias por las cosas malas. Trabajamos y nos ocupamos de progresar”, dice Alexis Felipe Delgado Roa, conocido como Turibe. Este hombre es organizador de eventos, representante y... peluquero. Ganarse la confianza del dominicano no es tarea de un día: es necesario que otro dominicano concrete la presentación. El nivel de alerta de esta comunidad en Constitución, custodiada por policías federales y monitoreada por cámaras de seguridad, es llamativamente alta. “Es que hay varios indocumentados”, explicó un funcionario de seguridad.

A BORDO DE UN BOTE DE LIMPIEZA

COMUNA POR COMUNA

Riachuelo, el río muerto de agua aceitosa y burbujeante

@lnciudad

Todo lo que pasa en los barrios de la ciudad de Buenos Aires

Con menos basura, el curso volvió a ser navegable después de muchos años LAURA ROCHA LA NACION El olor ácido penetra los sentidos. Y el sol no colabora. Cada vez que asoma, el hedor de las aguas turbias del Riachuelo se hace intolerable. El agua parece un aceite marrón. Las burbujas que se ven en la superficie son producto de los materiales pesados que se pudren en el lecho. En la superficie flotan bolsas de basura y residuos cloacales. Aquel olor se impregna en la ropa y en el cuerpo. Este río muerto perdió el oxígeno y la vida hace más de 100 años. Las bolsas de residuos detienen periódicamente la hélice del bote que navega las aguas y obligan al conductor a detener el motor y limpiarla. Sin embargo, la realidad de este río, en cuya cuenca viven más de 5 millones de personas, empezó a cambiar lentamente. No se pueden pedir milagros. Recorrer los 16 kilómetros de la cuenca baja hasta los límites de la Capital con La Matanza demanda más de una hora, pero hoy se puede hacer. “Antes no se podía avanzar de la basura que había flotando”, dice a LA NACION Raúl, que maneja con destreza el bote de la Dirección de Limpieza porteña dedicado a recoger los residuos que se tiran al agua. La limpieza en las márgenes es notoria. Cambió aquella postal de los cúmulos de basura en las orillas. Sin embargo, es necesario que los municipios pasen por la orilla todos los días para levantar los desechos. Los pequeños cambios que se perciben obedecen a la sentencia que la Corte Suprema de Justicia de la

Nación dictó en 2008, en la que ordenó sanear el río. No obstante, la única biodiversidad que se divisa durante el recorrido son las ratas que, solitarias, esperan pescar algo de lo que flota desde las vigas que sostienen los puentes que unen la ciudad con los municipios bonaerenses de Avellaneda y Lanús. Raúl dice haber visto tortugas, especialmente a la altura del club Regatas, de Avellaneda. Sí cruzaban algunas aves, muchas palomas, pero que sólo se ven atraídas por los restos de basura que pueden quedar en las márgenes.

Sin cascos hundidos El Riachuelo es un río de llanura, que en los siglos XIX y XX fue rectificado. Los restos de barcos y cascos hundidos que terminaron de sacarse el año pasado mejoraron el corrimiento de las aguas, pero la crecida del Río de la Plata en los últimos años (en dos décadas el nivel subió 20 centímetros) agregó una nueva dificultad.“Todo lo que se ganó con la eliminación de los cascos hundidos se debilita con el aumento del nivel del río. El Riachuelo sigue sin tener pendiente”, explica Jorge Codignotto, geólogo de la Universidad de Buenos Aires (UBA). También se puede observar la liberación del camino de sirga (el espacio de cinco metros que debe quedar libre entre el Riachuelo y cualquier construcción). Cabe recordar que el juez de ejecución del fallo de la Corte, Luis Armella, estableció plazos para cada uno de los asentamientos que deben ser relocalizados. Se puede observar cómo se demolieron las

“Mira, nuestras historias están signadas por la separación, la lucha, el destierro y el esfuerzo. Pero, pese a todo, los dominicanos somos fuertes. Y siempre seguimos adelante.” Olga Aragonés habla con una calidez que la ilumina. A sus 58 años, esta mujer que preside la Asociación de Dominicanos Uno y que hace 27 años arribó al país, se confiesa amante “fervorosa” de Buenos Aires, donde comenzó como empleada en Cáritas, para luego cantar en el coro religioso en la capilla Nuestra Señora del Carmen, en Recoleta, y hoy hacer, por encargue, comidas típicas de su país. “Dejé todo para venirme acá, luego de escuchar por radio que en la Argentina había trabajo. Así que con dinero que me dio mi familia, hice las valijas. Aquí trato de juntar a los dominicanos y de asesorarlos para ir creciendo como comunidad”, cuenta Olga, que se reconoce como una de las que más tiempo lleva en la Argentina. Nacida en Puerto Plata y con dos hijos, dice, con pena, que la prostitución supo “atraer” a muchas de las chicas de su tierra natal. “Hoy, algunas mujeres prefieren tener amantes a cambio de dinero porque ganan más que en un trabajo formal. La mayoría de los dominicanos que vive aquí envían sus ahorros a los familiares en República Dominicana, ya que en algunos casos éstos embargan hasta sus casas para poder comprar el pasaje de ida a la Argentina”, asegura Olga. Especialista en cocinar “moros negros” (arroz y porotos) con carne de cerdo, y en servir el trago “mamajuana”, a base de raíces afrodisíacas, Olga vive en una casa de La Paternal junto con otras familias. “Creo que nunca me voy a ir de esta hermosa ciudad”, se anima a predecir. A su lado, una de sus amigas coterráneas, Máxima Cabrera, de 50 años, se sienta a la mesa y así, sin más, abre su corazón. Cuenta que vino a la Argentina huyendo del dolor que le significó la muerte de su marido, en 2008. Entonces, dejó a sus cuatro hijos en República Dominicana y, estando en la Argentina, dos de ellos murieron en distintos accidentes. “No pude ir a verlos, no pude”, dice, con los ojos llenos de lágrimas, esta enfermera que hoy trabaja en un hospital de Ciudadela. Tras un eterno suspiro, agrega: “Los dominicanos estamos acostumbrados al dolor y al desarraigo. Nuestra vida es así”.

casas que ocupaban las familias de la villa Pueblito, que fueron trasladadas a los complejos habitacionales del Bajo Flores. El año próximo vence el plazo para la mudanza de las familias que viven en las villas 26 y 21-24, en Barracas. La villa 26 es chica. Unas 250 familias viven allí y las cloacas descargan directamente en el Riachuelo. Los miembros de las cooperativas que recogen los residuos y de la Dirección de Limpieza porteña trabajan con guantes y barbijos, y esquivan esos afluentes. El mismo modelo tienen las casas de la 21-24, la villa que más ha crecido en la última década, según el censo 2010. Allí los chicos, descalzos, saludan a los navegantes. El espacio que ha quedado sin basura es el escenario de sus juegos. Algunos, hasta simulan pescar. En la provincia hay que construir unas 15.000 viviendas para los habitantes de la cuenca. Por el momento sólo se han mudado unas 200 familias. Es que los vecinos del Riachuelo conviven a diario con los restos de metales pesados que están en el agua y en las napas. Benceno, cromo, plomo, tolueno, mercurio son algunos de los contaminantes que les minan la salud. El plan de saneamiento promete recuperar el oxígeno de este curso que alguna vez fue un río, en el que alguna vez se juntaron vecinos a tomar mate y remar. En el que, alguna vez, hubo vida.

Más información. Llevaría hasta 20 años sanear el Riachuelo. www.lanacion. com.ar/1448118

    



COMUNA 2

Uno de los barcos que recorren el Riachuelo retirando la basura

FOTOS DE HERNAN ZENTENO

Los chicos de la villa 21-24 juegan junto a las aguas contaminadas

Reclamo por la plaza Rodríguez Peña Vecinos de la plaza Rodríguez Peña reclaman mejoras en ese espacio verde de la comuna 2. Este tradicional espacio verde se encuentra ubicado entre la avenida Callao y las calles Paraguay, Rodríguez Peña y Marcelo T. de Alvear. “El estado en el que se encuentra es lamentable: bancos en muy malas condiciones y falta de higiene sobre todo por la presencia injustificada de perros que realizan sus necesidades fisiológicas en toda la plaza y no en el canil dispuesto para ese fin, sobre el costado de la calle Rodríguez Peña”, se quejó el vecino Humberto Charo Amerise, que pidió imitar la presentación, limpieza y excelentes bancos que tiene la plaza Vicente López, ubicada a pocas cuadras de allí.