Corrientes respira Miller

literario sospechosos de actividades comunistas. Miller apeló la sentencia y finalmente fue absuelto. En 1955 estrenó Panorama desde el puente, pieza en la ...
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Espectáculos

Página 2/LA NACION

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Jueves 13 de mayo de 2010

TEATRO

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Corrientes respira Miller Continuación de la Pág. 1, Col. 6 tos, estrenada en nuestro país en 1995. El descenso del monte Morgan cuenta con la actuación de Carola Reyna, Eleonora Wexler y Oscar Martínez, secundados por Ernesto Claudio, Malena Figó y Gabriela Ferrero, con dirección de Daniel Veronese y producción general de Pablo Kompel y Sebastián Blutrach. A su vez, El precio sería reestrenada en 2011, con producción de Alejandro Romay. En esta pieza, el dramaturgo aborda un caso de bigamia con un estilo que se aleja del realismo para mezclar los recuerdos, sueños y fantasías del protagonista, Lyman Felt. Una vez más, como pasó con Joe Keller (Todos eran mis hijos), Miller nos presenta, en tono de comedia, a un personaje que busca su beneficio sin medir las consecuencias de sus actos ni preocuparse por los sentimientos de los demás. Un ejemplo de gran egoísmo: “Pensé que me iba a divorciar de Theo más adelante. Pero cuando las tuve a las dos todo se acomodó tan naturalmente que

después de un tiempo no me pareció imposible...”, dice el protagonista. Arthur Miller (1915-2005) es el autor de obras emblemáticas como La muerte de un viajante y Las brujas de Salem, y ganador en dos ocasiones del premio Pulitzer. Considerado uno de los mejores dramaturgos del siglo XX, junto a Eugene O’Neill y Tennessee Williams, llevó a los escenarios el conflicto del ser humano y el espíritu crítico, denunció la deshumanización norteamericana, se acercó al marxismo para después criticarlo, se opuso activamente a la “caza de brujas” del senador McCarthy y denunció la intervención de América del Norte en Corea y Vietnam. Su nombre fue sinónimo de audacia y de ruptura, tanto temática como estructural. La década de 1940 fue muy importante para Miller porque se pudo afirmar como escritor. Debutó en Broadway con El hombre que tuvo toda la suerte del mundo, una comedia de escaso éxito comercial, pero que le proporcionó el Theatre Guild Award en 1944, Sin embargo, fue una novela, Focus (1945), un alegato

contra el antisemitismo, la que le reportó su primer éxito. Influido por Ibsen, Miller mostró su preocupación por la sociedad que lo rodeaba y su problemática en Todos eran mis hijos (1947), donde criticó a los empresarios que se beneficiaron con la guerra. La obra obtuvo el Premio de la Crítica de Nueva York en 1948,

inscribió al autor dentro del realismo social norteamericano de su tiempo y supuso su espaldarazo definitivo. En éstos, sus primeros títulos, se entrevé ya lo que sería el elemento fundamental de toda su obra: la crítica acerba a todos aquellos valores de carácter conservador asentados en la sociedad norteamericana. Dos años

Entre dos mujeres Lyman (Oscar Martínez) es un agente de seguros que resultó ser un bígamo que mantiene dos familias. Perdido en su propio narcisismo, es rico, ambicioso, egoísta y demasiado temeroso de su propia muerte como para preocuparse por las repercusiones de sus actos o las emociones de aquellos que dice amar. Su peor pesadilla se materializa cuando es hospitalizado luego de un accidente casi fatal al desbarrancar del camino helado del monte Morgan. Allí se derrum-

ba su gran mentira al enfrentarse sus dos mujeres (Carola Reyna y Eleonora Wexler). Sin mostrar un mínimo de arrepentimiento, Lyman se niega a aceptar responsabilidades y fundamenta su bigamia alegando que sus familias tuvieron una vida mucho mejor y feliz que la que hubieran tenido sin él. Finalmente, son las dos mujeres las que deben decidir si seguirán viviendo o no en un matrimonio que, aunque feliz, estuvo basado en la mentira.

La potencia dramática de un clásico El director Claudio Tolcachir vuelve a sorprender por su minucioso trabajo con este elenco ejemplar Muy buena (((( Todos eran mis hijos, de Arthur Miller. Intérpretes: Lito Cruz, Ana María Picchio, Esteban Meloni, Vanesa González, Federico D’ Elía, Carlos Bermejo, Adriana Ferrer, Diego Gentile y Marina Bellati. Escenografía: Mariana Tirante. Vestuario: Gabriela Pietranera. Luces: Omar Possemato. Música original: Federico Grinbank. Producción: Daniel Grinbank. Adaptación y dirección: Claudio Tolcachir. Duración: 90 minutos. En el Apolo.

Una vez más quedó demostrado que Todos eran mis hijos es una joya de la dramaturgia universal porque sigue manteniendo una estructura teatral que puede sostener el más riguroso análisis semiológico. Ni qué decir del argumento de la obra que reafirma su condición de drama ibseniano, como lo señaló la crítica en su estreno en Broadway en 1947. A partir de un conflicto familiar se llega a establecer las causas de una tragedia social. La finalización de la Segunda Guerra Mundial le dio a Miller la pauta para ubicar las acciones en un poblado en las afueras de una ciudad norteamericana (valen en cualquier tiempo y lugar), donde los habitantes hacen de las relaciones cotidianas un culto a la convivencia. En ese clima vive la familia Keller cuyos integrantes, un matrimonio y un hijo, viven a la espera cotidiana de una noticia que confirme la supervivencia de otro hijo, aviador, desaparecido en la contienda bélica desde hace más de tres años. Lentamente, Miller va deshilvanando la tela de araña que se fue armando para preservar la salud psíquica y

Notoria ausencia

Ana María Picchio y Lito Cruz, al frente de un elenco brillante, conmueven y emocionan con sus trabajos

emocional de la madre, quien vive en una realidad distorsionada para no enfrentarse con la terrible verdad, sin anticipar que al llegar al núcleo del meollo las consecuencias pueden llevar a un personaje hacia un trágico desenlace. Es la forma que tiene el autor de denunciar las debilidades y ambiciones humanas que tienen repercusiones sociales y, a su vez, es la manera de enfrentar al individuo con la obligación de hacerse responsable por los hechos privados que provocan perjuicios públicos.

Al mismo nivel La producción convocó a un grupo de actores que, más allá de las

N Es lamentable que en un programa de mano que refleja con gran despliegue y minuciosidad los antecedentes del elenco artístico y técnico y es muy generoso en materia publicitaria no haya brindado un espacio para la reseña de la obra y unas líneas para el autor, Arthur Miller. Ambos se lo merecen por sus valores y el público también.

diferencias generacionales y de experiencias, mostró una homogeneidad sorprendente que señala la diestra mano del director en la definición de los personajes, sin dejar de reconocer el aporte que debieron haber ofrecido tanto Lito Cruz, con una importante carga emotiva y una acertada composición corporal, como Ana María Picchio, con una elaboración muy contenida y a la vez convincente en su papel de madre que moviliza la compasión del espectador frente al drama y al dilema que padece esta mujer. Junto a ellos, Esteban Meloni, Vanesa González y Federico D’ Elía encaran este desafío con total solvencia y convicción, de igual manera que el resto del elenco

donde cada uno define su personaje con claridad y elocuencia. Por tratarse de una puesta realista, la escenografía estuvo al servicio de las acciones y sólo el vestuario y los peinados delatan la época de posguerra. La labor de Claudio Tolcachir sobresalió en la dirección de actores al permitir que cada intérprete expusiera con naturalidad la compleja personalidad de los personajes; al mismo tiempo pudo contener los desbordes emocionales que se presienten detrás de las palabras. Resumiendo, un valioso reencuentro con un drama magistral.

Susana Freire

después llegaría su mayor triunfo con una denuncia del carácter ilusorio del sueño americano: La muerte de un viajante (1949), obra por la que obtuvo el Pulitzer de Teatro y, de nuevo, el Premio de la Crítica de Nueva York, y que a menudo se cita entre las mejores del teatro contemporáneo. Arthur Miller sufrió en carne propia los embates del senador McCarthy. Su obra Las brujas de Salem (1953), un alegato contra la intolerancia y el puritanismo ambientado en 1692, era en realidad una denuncia contra las investigaciones que desde 1946 llevaba a cabo el denominado Comité de Actividades Antiamericanas, dirigido por Joseph McCarthy, quien había sido investido con la facultad de averiguar la filiación política de los ciudadanos, con el fin de extirpar del país a los “antiamericanos” y comunistas. En 1956 Miller compareció ante el comité, que lo condenó por desacato al no querer delatar a los miembros de un círculo literario sospechosos de actividades comunistas. Miller apeló la sentencia y finalmente fue absuelto.

En 1955 estrenó Panorama desde el puente, pieza en la que el autor reproducía el tema de la llegada de inmigrantes a los Estados Unidos y por la que obtendría el segundo Pulitzer. En esos años Miller se mantuvo alejado de los escenarios y no volvió a estrenar hasta 1964, cuando presentó Después de la caída (1964), un texto autobiográfico durísimo en el que narraba su relación con Marilyn Monroe. Luego escribió Incidente en Vichy (1964), El precio (1968) –quizá su último éxito popular–, La creación del mundo (1972), En el paraíso (1974), La colcha de Marta (1977), El arzobispo (1977), El descenso del monte Morgan (1991) y Cristales rotos (1994). PARA AGENDAR

El descenso del monte Morgan, dirigida por Daniel Veronese. Metropolitan, Corrientes 1343. Miércoles, jueves y domingos, a las 20; viernes, a las 20.30, y sábados, a las 20 y a las 22. Desde 80 pesos.

Estrenos La escena más poblada. Desde comedias de detectives hasta clásicos o readaptaciones de novelas famosas Confidencial, pista sobre un asesinato Una de detectives, escrita y dirigida por Sergio Lombardo. De jueves a domingos, a las 20.30, en el Don Bosco, Diego Palma 299, San Isidro. De 20 a 30 pesos.

La bámbola Versión libre del Fausto de Goethe, de María Rosa Pfeiffer y Patricia Suárez. Con Roxana Randón, Julio Ordano, Bárbara Pfeiffer y Gustavo Pardi. Viernes, a las 21, en Espacio Abierto, Pje. Carabelas 255 (4328-1903). $ 40.

Piernas entrelazadas equipo de baile espera su turno para competir. De Daniel Junowicz, con Belén Diambra, Florencia Gallardo, Julián Marcove y Sofía Spano. Sábados, a las 23, en Veravera, Vera 108 (4854-3655).

Piernas entrelazadas Dramaturgia y dirección de Omar Aita. Con Cecilia Tognola, Sabrina Lara y Verónica Intile. Sábados, a las 21, en Belisario, Corrientes 1624 (4373-3465). De 25 a 35 pesos.

Afrika Music hall con Walter Soares y elenco. Viernes y sábados, a las 22, en el Variedades Concert, Bartolomé Mitre 1259 (4372-9867). $ 50.

Soja

La bámbola

El hombre elefante

lista de Ramiro Agüero, dirigida por Gerardo Chendo. Viernes, a las 23, en el Teatro del Pueblo, Roque Sáenz Peña 943 (4326-3606). De 25 a 40 pesos.

Del autor aragonés Raúl Herrero, dirigida por Marcelo Roitman y Leandro Montgomery. Sábados, a las 22, en el IFT, Boulogne Sur Mer 549. $ 30.

Friendly Stand Up El mundo ha vivido equivocado

Un stand up de temática gay, con Thelma Demarchi, Ana Carolina, Alejandro De Santis e invitados. Sábados, a las 23, y en la trasnoche de las 0.30, en Liberarte, Corrientes 1555 (4375-2341). $ 30.

De Marina Filoc. Con Claudio Loello, Camila Vanore, Marina Coheny Leo Méndez. Sábados, a las 23, en Pata de Ganso, Zelaya 3122. $ 25.

La obra de Roberto Fontanarrosa, con Nazarena Vélez y Atilio Veronelli. Viernes y sábados, a las 22, y domingos, a las 21, en el Premier, Corrientes 1565.

El ascendente

Zorzal

El regreso del monte Morgan

Un unipersonal existencia-

En el depósito de un club, un

(Ver aparte.)

CINE

La guerra como nadie la quiere ver Perturbador film de Brian De Palma sobre un caso de violación y asesinato en Irak Buena ((( Samarra (Redacted, Estados Unidos-Canadá/2007). Guión y dirección: Brian de Palma. Con Izzy Diaz, Rob Devaney, Ty Jones. Anas Wellman y Mike Figueroa. Fotografía: Jonathon Cliff. Edición: Bill Pankow. Diseño de producción: Phillip Barker. Presenta: Distribution Company. 94 minutos. Apta para mayores de 16 años con reservas.

“¿Qué hacemos acá?”, se pregunta uno de los soldados apostados en Samarra, Irak, mientras a su alrededor el tiempo pasa entre ráfagas de violencia y un tedio constante que perturba. De hecho, cada plano de este film escrito y dirigido por Brian De Palma es perturbador. El realizador de

Doble de cuerpo y Pecados de guerra, película con la que Samarra tiene más de un punto en común, eligió contar a través de un collage de imágenes recreadas para la ficción el caso de la matanza de Mahmudiya, donde una chica iraquí de 15 años fue violada y asesinada por un grupo de soldados norteamericanos que también asesinaron a su familia. De Palma imaginó a uno de los integrantes de esa unidad como un cineasta en ciernes decidido a grabar toda su experiencia en la guerra. Así, los videos “caseros” se suman a las imágenes de noticieros locales, a las escenas tomadas en las salas de interrogatorios, a las videoconferencias entre los soldados y sus familias, a los cortometrajes subidos a la Internet y hasta un docu-

mental francés sobre la cotidianidad del ejército invasor. Nada de lo que De Palma muestra es real y sin embargo todo es verdadero: reconstrucciones de lo que sucedió, conversaciones que recopiló en una investigación que lo llevó a mostrar todo lo que nunca se muestra de esta guerra, todo lo que se pierde entre la intención de censura y su ejecución en la sala de edición. De hecho, el título original del film hace referencia a esos documentos del gobierno norteamericano que son editados para que no se conozca la verdad de lo que sucede en Irak. El impresionante material fílmico recreado y la manera en que el director eligió estructurarlo causan impacto aun cuando su sucesión pueda resultar algo caótica y por momentos

DISTRIBUTION COMPANY

El director utiliza imágenes de noticieros, videos caseros y cortometrajes subidos a Internet

se subraye en exceso el punto de vista del que parte el film. Tal vez su costado más débil sea la representación de los soldados violadores y asesinos como seres malvados sin demasiadas dimensiones. Interpretados por actores desconocidos, los villanos resultan más creíbles en la superficie pero ca-

recen de profundidad dramática. Claro que el mayor logro de esta película es el que, por momentos, la hace casi insoportable de ver. Porque aquí la violencia no es bella ni está estilizada en pos de tranquilizar al público, y la distancia entre él y la imagen parece borrada. A pesar de utilizar supuestas

imágenes de los medios masivos audiovisuales a disposición, esas a las que el espectador ya está acostumbrado y hasta inmunizado, De Palma apela a su reacción, busca conmoverlo y, en gran medida, lo consigue.

Natalia Trzenko