Notas
Domingo 6 de mayo de 2007
LA NACION/Página 37
El Skanskagate y el estado de corrupción
La pregunta es quién cobró las coimas de Skanska
Por Mariano Grondona
Por Joaquín Morales Solá
L
AS palabras coima y soborno han llegado a nosotros por distintas avenidas etimológicas. “Coima”, de origen incierto (quizás indígena), empezó por aludir a la prostituta y a la relación clandestina que sus clientes entablan con ella, una relación que da lugar a un pago igualmente oculto. Sólo más tarde el significado de la “coima” se acercó en los países hispanoamericanos al significado del español “soborno”, que responde a una evolución clásica, grecorromana, lo remoto de cuya fuente nos indica que el soborno, al igual que la prostitución, ha acompañado desde antiguo a la condición humana. El castellano “soborno” proviene del griego uper y del latín super, “por encima de”, aludiendo al “sobreprecio” no registrado que se suma a un precio registrado. Sobre el precio registrado: aquí la palabra “sobre” se vincula no sólo con lo que se paga por encima del precio anunciado, sino también con la envoltura de papel que lo disimula, como cuando se hablaba de “los sobres del Senado” en tiempos de De la Rúa. No bien se habla de “coimas” o “sobornos”, inmediatamente se piensa en otra palabra contigua: “corrupción”. Pero la corrupción admite grados. ¿Cuál es el grado de corrupción que revela el escándalo de la empresa Skanska, el Skanskagate? Decimos que se comete un acto de corrupción cada vez que aquel que tiene a su cargo la protección de un interés ajeno lo traiciona en beneficio propio. En todos los países del mundo se cometen actos de corrupción. Pero el tema se agrava cuando los actos de corrupción se vuelven tan frecuentes que ya no sorprenden. Cuando el ciudadano que circula por la ruta ve acercarse a un agente de tránsito y no se pregunta qué infracción habrá cometido, sino cuánto le pedirá ese agente “por izquierda” para dejarlo seguir, ese ciudadano ya no vive en un país donde hay ac-
¿Cuál es el grado de corrupción que revela el escándalo de la empresa Skanska, el Skanskagate? tos excepcionales de corrupción, sino en un país sometido a un estado de corrupción, donde, de tanto repetirse, la corrupción se ha vuelto previsible. En tanto que los actos de corrupción salpican aquí y allá el funcionamiento de todas las sociedades, el estado de corrupción indica la existencia de una sociedad enferma. No bien un régimen político cruza la frontera que separa los actos del estado de corrupción, entra en un proceso de inminente descomposición. Esto coincide con el origen de la palabra “corrupción”, que significa “romper con” porque indica que entre muchos, funcionarios y ciudadanos, “co-rompen”, co-destruyen, la vida en común. El cadáver muestra la descomposición de un cuerpo en proceso de corrupción. El estado de corrupción es la enfermedad de una sociedad que, si no reacciona pronto, asumirá una palidez cadavérica. Por eso Aristóteles distinguió entre las formas “puras” de gobierno, las que sirven al bien común, y las formas “impuras” o “corruptas” de gobierno, donde ya no impera el bien común sino el bien particular de los gobernantes (ver Mariano Grondona, La corrupción, Planeta, 1993). El Skanskagate nos plantea por ello una pregunta acuciante: los argentinos, ¿vivimos hoy en una sociedad bien ordenada a la que sólo salpican actos de corrupción, o estamos afectados por un estado de corrupción?
De Menem… El estado de corrupción ingresó como un tema dominante en nuestra vida política con el gobierno de Carlos Menem (1989-1999). Empezó como un rumor creciente aunque impreciso hasta que, primero el escándalo del Swiftgate y después el de IBM-Banco Nación, lo instalaron en los titulares. El temor ciudadano ante los estados de corrupción estalla cuando el rumor, hasta ese momento difuso, se encarna en un caso particular insoslayable por escandaloso. Desde que el país tomó conciencia de que sobre él se cernía la amenaza del estado de corrupción, la vida política se alineó bruscamente detrás de los críticos morales del gobierno de Menem. Así fue como
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surgió el Frepaso de “Chacho” Alvarez, que obtuvo cinco millones de votos en las elecciones presidenciales de 1995. Y así fue como triunfó la Alianza entre el Frepaso y el radicalismo en apoyo de la candidatura de Fernando de la Rúa en 1999, detrás de una consigna de moralización. Pero el problema de aquellos que ascienden al poder empujados por una consigna de moralización es que la ciudadanía, no bien les descubre una falla moral, es aún más severa con ellos que con sus antecesores. Menem, después de todo, nunca pretendió encabezar una cruzada contra la corrupción. Pero apenas un candidato que hizo de la pureza su bandera tiene un traspié moral, la ciudadanía no se lo perdona porque ya no lo considera un cínico sino un hipócrita. Los sobres del Senado acabaron por eso en un día con la principal bandera de la Alianza, preparando su dramático final. Del mismo modo la ciudadanía brasileña echó por tierra la presidencia de Collor de Mello, que había edificado su victoria sobre una consigna moral, no bien descubrió que la había embaucado.
… a Kirchner Cuando los argentinos rodearon la caída de De la Rúa en 2001 con la consigna “que se vayan todos”, su indignación respondía no sólo a la catástrofe económica, sino también a la previa catástrofe moral de los sobres del Senado, que había privado a una presidencia sitiada por las dificultades financieras de la autoridad moral que le habría permitido enfrentarlas. Lo que pasó desde entonces fue que el presidente Kirchner pudo presentarse a partir de 2003 como un presidente enojado, tan enojado como el pueblo, frente a la inconducta de la clase política. Una y otra vez, el nuevo presidente mostraba sus manos abiertas para reivindicarse como un dirigente distinto en contraposición con una clase política vulnerada por el descreimiento. Esta actitud le permitió presentarse como el presidente moralizador que el país estaba esperando desde los años noventa. Para salvar esta expectativa, el doctor Kirchner ha procedido con rapidez para ahuyentar la renovada sospecha de un estado de corrupción que lo amenaza desde Skanskagate. Empezó por afirmar que la corrupción de Skanska es un arreglo “entre privados”, procurando así despegarse de ella. Hasta el caso Skanska, en verdad, la fama del nuevo gobierno en materia moral corría, como la de Menem en
Quizá lo que ahora necesita es golpear sin piedad a varios de sus funcionarios, como lo hizo a tiempo el presidente Lula con los suyos sus comienzos, en torno del rumor creciente sobre la existencia de sobornos en el Ministerio de Planificación, del ministro De Vido, con el respaldo de esa voz en el desierto que era Elisa Carrió. Pero con el caso Skanska, ¿estamos entrando ahora en una nueva fase de la indignación moral de los argentinos que ya se había insinuado, aunque tímidamente, ante la evaporación de los fondos de Santa Cruz? Si quiere evitar que se repita con el caso Skanska lo que pasó en la era Menem con el Swiftgate e IBM-Banco Nación, quizás al presidente Kirchner no le baste mostrar sus manos abiertas, decir que la corrupción de Skanska es “privada” o beneficiarse con el desvío de la causa por corrupción en dirección del juez Montenegro, el mismo que se declaró incompetente ante la denuncia por los fondos de Santa Cruz. Quizá lo que ahora necesita es golpear sin piedad a varios de sus funcionarios, como lo hizo el presidente Lula con los suyos. Así podría eludir a tiempo la sospecha por el estado de corrupción que, después de ensombrecer las presidencias de Menem y De la Rúa, ahora se proyecta cerca de él.
Las palabras
Compra “Estas acusaciones sobre un atentado no se las compra nadie...” (Del intendente de Río Gallegos, Héctor Roquel, acerca de los motivos que llevaron a José Walter Mansilla a subirse a un camión y volcarlo cerca de la casa del presidente Kirchner.) ¿Fue un atentado, un accidente o la acción de un desequilibrado? ¿Mansilla fue el brazo ejecutor de un plan elaborado por la oposición? ¿Podría la oposición haber elaborado un plan tan malo? ¿Por qué les causa tanta gracia esta pregunta? Nada de esto importa. No importa saber lo que en realidad ocurrió. Lo que importa es saber si alguien lo compra. Y en este caso del camión volcado, la verdad es que no hubo ofertas. Gente que en ocasiones compra con gusto cualquier cosa, en esta oportunidad ni siquiera levantó la mano. El pescado de la conspiración quedó sin vender, lo que demuestra que nadie se deja pescar con anzuelo oxidado. No siempre, por lo menos. A veces sí lo permitimos, pero como compradores exigimos que nos mientan con arte. Sólo el mejor fabulador, el marketinero más experto, podrá encajarnos productos vencidos, inútiles, su-
perfluos y mal hechos, y lograr que los compremos muy caro y aun que se los mostremos con orgullo a los amigos para darles envidia. Las campañas electorales –comenzando por esta apasionante puja de la Capital– son despliegues de imaginación y talento vendedor, lo mismo aquí que en Francia. No somos los únicos compradores dispuestos a ser timados, pero nos destacamos por nuestra constancia y entusiasmo. Votaremos al que se sepa vender mejor, al que nos convenza de que no es agresivo, pero tampoco demasiado manso, de que tiene ideas, pero no exuberantes, de que es persona de fe, pero no tanto. Después, ya lo sabemos, hará lo que mejor le plazca, pero mientras llega ese momento, a nosotros, compradores henchidos de ilusión, ¿quién nos quitará lo comprado?
Hugo Caligaris
las suculentas propinas que salieron de recursos de un fideicomiso que terminará pagando toda la sociedad argentina? Otra pregunta incómoda debe hacerse: ¿por qué nunca estuvo en el escenario público el ministro de Planificación, Julio De Vido, de quien dependen esas obras y los fideicomisos? Ningún funcionario de Planificación explicó nunca nada en público sobre el escándalo más embarazoso que le tocó enfrentar a la administración Kirchner. Kirchner le pidió a Fernández que pusiera la cara y las palabras en defensa del Gobierno. Fernández nunca se llevó bien con De Vido. Prescindió de él para meterse en un caso que no conocía y hurgó en las segundas líneas de la administración. ¿Por qué hizo eso el Presidente? Quizá porque percibe en Fernández a un hábil abogado que puede explicar hasta lo inexplicable o tal vez porque no quiso dejar abierta la interna entre los dos ministros en un asunto que podría afectar toda su gestión. Un argumento señala que Fernández fue convocado por el Parlamento, como jefe de Gabinete, y que le hicieron previamente más de 200 preguntas escritas sobre el caso Skanska. Es cierto, pero se llegó a eso porque ni De Vido ni ninguno de sus secretarios fue a informar nunca sobre el caso a ninguna comisión del Congreso. Sea como fuere, Fernández ya cumplió con su presidente; es posible que en adelante no se lo escuche hablar más en público de los presuntos sobornos. Es la hora de De Vido. La última reunión entre Fernández y el ejecutivo de Techint, el viernes, tuvo momentos dramáticos. Denme el nombre de un funcionario que haya cobrado una coima y él se irá él del Gobierno o me iré yo, explotó Fernández. Techint estaba furiosamente ofendida por-
Es probable que, frente al grupo Techint, Hugo Chávez esté actuando por encomienda de Kirchner, especuló un diplomático argentino que por primera vez en su larga historia había quedado expuesta como corrupta en una solicitada del Gobierno. No sólo había sucedido eso: el hiperkirchnerista Carlos Kunkel pidió a los medios que dejaran de hablar del caso Skanska y lo trataran como el “caso Techint”. Nunca nadie nos hizo esto en ningún país del mundo, estalló Betnaza ante Fernández. ¿Y si fuera un acto de corrupción sólo interno de Skanska? Fue la última hipótesis, frágil por cierto, lanzada al aire por el jefe de Gabinete. Evidentemente los dos encuentros con el ejecutivo de Techint lo habían hecho ver otros puntos de vista, y también otros papeles. El empresario lo dejó sin argumentos, sobre todo, cuando le disparó una pregunta: ¿podríamos cobrar una coima por intentar hasta el final bajar los precios?, interrogó. ¿Quién nos pagaría por eso?, insistió. Fernández supo entonces que Techint había propuesto fraccionar la obra para hacerla más barata. Era igualmente un 50 por ciento más cara que el presupuesto inicial, según la nueva propuesta de la propia empresa. La obra se demoraría y la crisis energética era un tigre que lamía los tobillos del Gobierno. Pero el propio Gobierno demoró seis meses en darle forma al fideicomiso. ¿Por qué la tardanza? La reunión la había pedido Betnaza a Fernández y no Fernández a Betnaza. Intermediaron ante el jefe de Gabinete Juan Manuel Abal Medina, un antiguo dirigente peronista radicado en México, donde Techint tiene importantes inversiones, y un dirigente peronista porteño que milita en el albertismo, ante quien había recurrido un político de Macri que trabaja en la multinacional. Los trasiegos de tales influencias fueron confirmados por el Gobierno y la empresa. Techint empezó a preocuparse no sólo por aquella solicitada, sino también porque, al mismo tiempo, Hugo Chávez petardeó a la empresa en Caracas. Una inversión de Techint de 3000 millones de dólares en Venezuela tambalea ahora en el reino de Chávez. Es la misma empresa por la que Kirchner había intercedido en su momento ante
el caudillo venezolano. Fuentes de la Cancillería aseguraron que esta vez no había existido ninguna autorización de Kirchner para defender en Venezuela los intereses de Techint. Al contrario, es probable que Chávez esté actuando por encomienda de Kirchner, especuló un diplomático argentino. La polémica implícita entre el Gobierno y Techint se refiere a los precios del gasoducto; la empresa sigue sosteniendo que su valuación es correcta y desde el Poder Ejecutivo se asegura que los precios del mercado elevaron un 150 por ciento el valor de la obra. Un preso por el delito de vender facturas falsas aseguró ante el juez que se habían pagado más de 4 millones de dólares en sobornos por esos precios. La causa por presuntas coimas le fue delegada ahora al juez Guillermo Montenegro. Se ha especulado mucho sobre quién es el juez. A un alto funcionario de los servicios de inteligencia no le fue bien cuando intentó sondearlo. A sus amigos en los tribunales, el juez les lanzó una frase enigmática: Seré un juez en serio o no seré nada. No tiene tampoco mucho margen: la Justicia ya secuestró muchísima documentación, incluidas las cartas que se intercambiaron Techint y Enargas; recibió declaraciones de varios testigos; dos legisladores nacionales, que pidieron desde el comienzo la intervención de la Justicia, seguirán de cerca al magistrado, y a cargo de la pesquisa está Carlos Stornelli, el fiscal más eficiente, tenaz y fastidioso entre los que tienen notoriedad. Montenegro tendrá que avanzar. En rigor, sólo tiene que preguntarles a los empleados y ex empleados de Skanska a quiénes les pagaron los sobornos. También debe responder una pregunta sencilla: ¿cuánto cuesta la obra en realidad? No podría quedarse sólo con la palabra de la empresa o con la del Gobierno. Hay peritajes independientes que podrían ayudarlo y hay, también, comparaciones posibles de precios con obras de igual dimensión que se han hecho en el país y en el mundo. En última instancia, debe establecer si hubo un mandato del mercado para elevar los precios, como asegura el Gobierno, o si hubo una cartelización de oferentes para fijar precios descomunales, como afirma Techint. No tengo ninguna prueba de que haya habido sobornos, pero tampoco tengo la certeza de que no los haya habido, relativizó el
El juez Montenegro sólo tiene que preguntarles a los empleados y ex empleados de Skanska a quiénes les pagaron los sobornos viernes Alberto Fernández; estaba desorientado. Techint no será el fiscal de la moral pública, porque ninguna empresa tiene esa misión en la vida. El Gobierno está demasiado inquieto por las noticias de este asunto como para hacerse cargo de una investigación imparcial. Llegar o no a la verdad es, en definitiva, una obra que construirán o destruirán sólo los jueces. Los magistrados necesitan independencia y libertad de acción. Los dos valores han sido seriamente cuestionados por el obispo de Río Gallegos, Juan Romanín, que acusó al Gobierno de intentar eliminar a los que no piensan como él. No estaba hablando de eliminación física, desde ya, sino de la eliminación moral. Por eso, sufre seguimientos y escuchas telefónicas, denunció. Los periodistas no están mejor. El espionaje oficial está hurgando en lo que escribieron o dijeron hace diez años o hace más de treinta. Para peor, cualquier papel deshilvanado de los servicios de inteligencia se convierte en el gobierno de Kirchner en una verdad de convicciones bíblicas.