Colombia y Panamá: la metamorfosis de la nación en el siglo XX

La separación panameña de Colombia a la luz de la historiografía. Thomas Fischer. A principios de noviembre de 1903 el ambiente entre las élites en Ciudad ...
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IV PARTE

EL PROBLEMA DE LA SEPARACIÓN PANAMEÑA EN EL ANÁLISIS HISTORIOGRÁFICO

La separación panameña de Colombia a la luz de la historiografía Thomas Fischer

A principios de noviembre de 1903 el ambiente entre las élites en Ciudad de Panamá era tenso, por no decir cargado de suspenso: corrían rumores sobre la inminente separación del departamento homónimo. El 12 de agosto el Senado en Bogotá había rechazado, por 24 votos en contra y ninguno a favor, la ratificación del contrato bilateral Herrán-Hay, que ya había sido ratificado por el Senado estadounidense el 17 de marzo del mismo año. Este acuerdo permitiría a EE.UU. asumir el derecho de construir y mantener el Canal por el Istmo entre Colón y Panamá. De hecho, uno de los representantes de Panamá, Juan B. Pérez Soto, había apoyado tal proyecto mientras otro senador, José Domingo de Obaldía, en muestra de desacuerdo con los caballeros reunidos en Bogotá, no asistió a la reunión. Sin embargo, la crítica de Obaldía fue discreta por lo que posteriormente fue recompensado con el puesto de gobernador del departamento istmeño, asumiendo su cargo el 20 de septiembre. En espera de posibles motines en el Istmo, el gobierno colombiano envió el Batallón Tiradores, compuesto por unos 500 soldados, desde Barranquilla a Ciudad de Panamá en busca de reforzar el Batallón Colombia, en la lealtad de cuyo jefe, el general Esteban Huertas, ya no se confiaba. El 3 de noviembre, o sea un día después de la llegada de los solados colombianos a Colón, empezaron en Ciudad de Panamá los primeros movimientos de separación. Juan B. Tovar, el comandante del Batallón Tiradores, pudo observar estos acontecimientos desde el cuartel de policía donde le había remitido Huertas, lo cual permitió que los separatistas actuaran sin restricción. De hecho, Tovar se había quedado sin tropas ya que, sin querer, se había separado de sus soldados. Gozando de su privilegio de viajar en primera clase a la capital del departamento, no se dio cuenta de que sus soldados se habían quedado atrás en Colón. Así, Tovar no pudo percatar333

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se de que el Panamá Railroad no había suministrado los vagones suficientes para transportar a los soldados, por una orden de su superintendente. Para completar la mala suerte de Tovar, el general Huertas se había convertido mientras tanto en disidente. Huertas ordenó entonces a sus hombres unirse a la causa separatista, después de haber mantenido varias conversaciones con el separatista Manuel Amador Guerrero, quien trabajaba como médico en la Panamá Railroad. Como acto preventivo, los separatistas detuvieron al gobernador de Panamá, pues no sabían cómo se comportaría éste. Mientras tanto, el comandante del buque de guerra estadounidense Nashville, que había llegado a Colón el 2 de noviembre, ordenó el desembarque de sus 150 soldados encargados de mantener el orden y evitar que el Tiradores, sin cabecilla, se trasladara a Panamá. Simultáneamente, el 3 de noviembre un grupo de individuos reunidos en el centro de Ciudad de Panamá proclamó la independencia. Al día siguiente continuó la reunión del Concejo Municipal para legalizar los acontecimientos y encomendar a una Junta de Gobierno Provisional la administración transitoria. Dicha junta estaba integrada por José A. Arango, Federico Boyd y Tomás Arias. Así, tras pocas horas, la separación de Panamá había concluido. Los cronistas registraron solamente dos víctimas: un chino y un burro que murieron a raíz del cañonazo del crucero Bogotá, posicionado en la bahía de Panamá. Con todo, mientras que los colombianos carecían de un plan convincente para defender sus intereses, la coordinación de los separatistas funcionó a la perfección. El 6 de noviembre la prensa internacional hizo público el reconocimiento de la independencia de Panamá por parte de EE.UU. En aquel momento ni siquiera la población de los pueblos remotos del ex departamento istmeño se había enterado del establecimiento de un nuevo país 1 . Así las cosas, el 13 de febrero de 1904 se aprobó la Constitución de Panamá, en la cual se concedía a EE.UU. el derecho de intervención. El 18 de febrero se ratificó la Convención del Canal con EE.UU., a través de la cual el gobierno de la República de Panamá aceptaba la división geográfica del país y cedía "para siempre" a EE.UU. el derecho de construir y mantener el canal y los derechos en la Zona del Canal. En otras palabras, lo que había rechazado el Congreso colombiano por razones de dignidad nacional, por falta de definición de la soberanía territorial sobre todo el país y por la insuficiencia del pago por los derechos, acabaron haciéndolo quienes habían promovido la secesión del departamento istmeño. De esta manera obtuvieron la garantía de que se construiría el Canal, así como algunas ventajas económicas que resultaron de dicha construcción, pero a cambio de renunciar a la entera soberanía nacional.

A mi modo de ver, no existe ningún estudio crítico sobre cómo la proclamación de la Independencia fue acogida en las provincias.

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Ahora bien, aunque existe un vasto consenso acerca de estos acontecimientos, hay que constatar que el papel y la motivación de los actores involucrados en la separación han sido analizados por las distintas corrientes historiográficas de manera muy diferente. Incluso se pueden reportar perspectivas y enfoques que van mucho más allá de los acontecimientos que acabo de relatar, incluyendo en su análisis estructuras económicas y políticas así como intereses de las potencias extranjeras. A continuación quiero centrarme en esta temática, enfocándome en las cuatro tesis más importantes que se encuentran en la literatura bibliográfica. LA TESIS DE LA AUTONOMÍA

Una primera tesis parte de la afirmación que el Istmo panameño estaba predeterminado, por razones geográficas, a ser una región de tránsito. Esta tendencia prevalece en los análisis de la historia nacional de Panamá, tratando de legitimar la separación desde un principio. No obstante, hay autores extranjeros que puntualizan la predeterminación de esta región, como el alemán Friedrich von Krosigk, quien cree en la necesidad de una "misión de tránsito" debida a la particular situación de Panamá (Krosigk, 1999). Según Krosigk, el transporte de personas y de mercancías a través del Istmo, así como los servicios relacionados con éste, fueron la base de los ingresos de la población que se estableció en esta zona. No obstante, el juego de poderes e intereses comerciales internacionales impidió a los dirigentes locales asumir el control entero sobre el desarrollo de la región2. Las inalcanzadas aspiraciones de más autonomía fueron, según Krosigk y otros defensores de esta tesis, el factor primordial de los acontecimientos del año 1903. En este orden de ideas, desde que la Audiencia de Panamá aprobara la asociación -de libre voluntad- con Gran Colombia en 18213, los esfuerzos para aumentar la autonomía se desarrollaron en el marco del concepto de Estado-Nación de Colombia. En este contexto, las autoridades de Panamá recurrieron a una gran cantidad de solicitudes y pleitos en contra del poder que se concentraba en Bogotá y que, desde el punto de vista panameño, se percibía como centralista1. Incluso hubo intentos de separación en 1826, 1830, 1831, 1840-41 y 1860 aunque, como

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Además, hay que tomar en consideración las peleas internas de estos grupos, que impidieron la concertación de todas las fuerzas. ! Respecto a lo que en el discurso nacionalista de Panamá se llama "primera independencia" de Panamá, véase Castillero Calvo (1983; 314-327). 4 Cabe señalar que no solamente las autoridades de Panamá sino también grupos regionales, sociales o étnicos se dirigeron a los políticos en Bogotá para defender sus intereses. Así, por ejemplo, una delegación de indígenas del Darién trató de defender su propia autonomía en contra del proyecto de construir el Canal por el Darién.

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señala el autor revisionista de Panamá Olmeto Beluche, no siempre se podían tomar en serio dadas las líneas divisorias entre la misma población panameña 5 . La historiografía oficialista de Panamá después de la separación, liderada por autores como José Agustín Arango, Federico Boyd, Tomás Arias, Carlos C. Arosemena, Nicanor A. de Obarrio, Eusebio A. Morales, Ramón M. Valdés, Pablo Arosemena, Rodolfo Aguilera, Enrique J. Arce y Juan B. Sosa, se limitó mayormente a resumir las quejas panameñas y a ordenarlas cronológicamente conforme al criterio de una visión teleológica. Según esta corriente, la "independencia" era inevitable y -encabezada por los héroes de la nación, esa vanguardia que pretendía representar la conciencia y la predeterminación de la "nación" de Panam á - tenía precisamente que suceder en la hora cero del 3 de noviembre de 19036. En Panamá, afirma Carlos Manuel Gasteazoro, prevaleció durante mucho tiempo "la necesidad de hacer conocer a las nuevas generaciones las líneas de fuerza que atravesaban todo nuestro proceso histórico, mucho más nutrido y largo que el de casi todas las repúblicas hispanoamericanas" (Gasteazoro, 1983: 280). En la República de Panamá el oficialismo sigue perpetuando este cuento. Preguntando a Eulibiades Chérigo, el supervisor nacional de Geografía e Historia de Educad ó n Media Académica, cómo se enseña hoy en día la separación de Panamá, dio a conocer: "Como un cuento: en el momento en que los liberales y conservadores estaban trenzados en la guerra de los Mil Días, los istmeños dijeron: "No vamos a ser más colombianos, vamos a ser panameños". Pero no se transmite una idea de Colombia negativa. De lo que se hablaba era del sueño de Bolívar, de un conflicto de fronteras. Hoy hablamos del principio de autodeterminación de los pueblos. Y sentimos hacia Colombia una gran hermandad" (Celis Albán, 2003). Eusebio A. Morales, designado ministro de Gobierno de la primera Administración panameña, a pesar de ser oriundo de Cartagena, fue el autor de un vibrante "manifiesto" divulgado por la Junta provisional. En este documento sostuvo que "el Istmo de Panamá fue gobernado por la República de Colombia con el criterio estrecho que en épocas ya remotas aplicaban a sus colonias las naciones europeas: el pueblo y el territorio istmeño eran una fuente de recursos fiscales, y nada más". Añadió que "las rentas nacionales recaudadas en el Istmo han producido a Colombia cuantiosas sumas, y en cambio para Panamá ni se ha em-

'"[...] un repaso ciudadoso de los hechos que rodearon a cada una de esas coyunturas muestra que, más que un proceso de conformación nacional diferenciado de Colombia, estos movimientos expresaron conflictos políticos (liberales vs. conservadores), económicos (librecambismo vs. proteccionismo) y administrativos (federalismo vs. centralismo)" (Beluche, 2003b). ' Véase Gibbs/Ríos (1970: 6-80) Una filosofía alternativa de historia hubiera sido el enfoque de Koselleck, quien sostiene que en el proceso de la historia moderna hay diferentes opciones disponibles y ello es precisamente el criterio que diferencia la historia moderna de la historia natural o teleológica (Koselleck, 1979: 143).

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picado la más ínfima parte de aquellos caudales en propender su prosperidad" (Morales, 1928:46). Sin embargo, a mi modo de ver, las cosas no son tan sencillas. Este autor no menciona el hecho de que los impuestos provenían de la renta del ferrocarril y del tránsito o importación de mercancías 7 , o sea que eran pagados en gran parte por empresas extranjeras. Tampoco menciona el contrabando con el resto de Colombia, del que se aprovecharon tanto extranjeros como panameños. Este contrabando se estableció gracias al estatus privilegiado de puertos libres. Además, los panameños gozaron de la ventaja del dólar como moneda casi oficial, cuya circulación estaba prohibida en el resto del país. Esto supuso más estabilidad y favoreció algunos negocios (Fischer: 245-250). En resumen, un detallado balance input-output no hubiera brindado resultados tan negativos para Panamá como pretendieron algunos panameños. Otra crítica, menos fuerte que la de la explotación económica, incrimina al "régimen opresor" de Colombia por su legitimación del liberalismo histórico: la llamada Regeneración desde los años 1880. El protagonista más destacado de este período fue, irónicamente, el representante de la costa Caribe par excellence, Rafael Núñez (Connif, 1992: 51). Así, poco después del término de una guerra civil entre la facción radical del liberalismo colombiano y las fuerzas conservadoras -guerra que afectó bastante al entonces Estado de Panamá-, se promulgó en 1886 una nueva Constitución que debilitó considerablemente las estructuras federalistas construidas a partir de 1858. Panamá fue degradado, junto a los otros estados, a un departamento 8 , el Presidente de la República nombró a partir de entonces al gobernador 9 y este último a los alcaldes y únicamente los concejales y los representantes departamentales fueron elegidos directamente por el pueblo. Además, los panameños se habían quedado sin fuerza militar. Las guarniciones colombianas encargadas de mantener el orden público en Ciudad de Panamá, así como los marines estadounidenses, eran vistos con frecuencia como símbolos de ocupadores extranjeros. De ahí que un distinguido político de Panamá, el jurisconsulto Pablo Arosemena estableciera que "los panameños eran en su tierra apenas semi-dudadanos" (Arosemena, 1903). Arosemena, quería vincular este criterio primordialmente a los liberales, principales víctimas de los intentos de manipulación de elecciones por parte de la coalición conservadora nacionalista en el poder. Sin embargo, también esta tesis ha sido cuestionada. Alex Pérez-Venero insiste en que al menos el segundo gobernador, el panameño Ricardo Arango -1893-1898-, favoreció el ingreso de varios istmeños en la administración y ade7

Aparte de estas rentas, se crearon otras para el Estado central, tales como los monopolios del aguardiente, de los fósforos y del tabaco. 8 Véanse los detalles respecto a la historia constitucional de Panamá en Goytía (1987). 9 En consecuencia, entre 1886 y 1903 solamente José Agustín Arango y Obaldía fueron representantes panameños.

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más logró incentivar la recuperación económica (Venero, 1978: 117). Alfredo Figueroa Navarro ha señalado que los dirigentes políticos panameños y su aparato administrativo no fueron muy exitosos durante la época federalista: "Las bajas ocasionadas por las refriegas entre las huestes campesinas comandadas por los señores de tierra y el ejército federal autóctono, el saqueo cruel e inmisericorde de las propiedades rústicas, la desenfrenada matanza del ganado vacuno, caballar y porcino por las tropas de ambos bandos, la destrucción de los cultivos, el bandolerismo, el estado permanente de caos e incertidumbre, en fin, impidieron, ciertamente, un sostenido desarrollo de la campiña y la ciudad" (Figueroa Navarro, 1985: 7). A pesar de que este autor considere la situación de tránsito y el "férreo despotismo centralista" como suficiente legitimación para la separación de Panamá, también añade, en la tradición de José Martí, que un Panamá soberano precisaba legitimarse para que las contradicciones internas desaparecieran. Según este argumento, la entera emancipación todavía no ha concluido. Los defensores de la tesis de la necesidad de autonomía subrayan dos eventos circunstanciales que favorecieron la separación. El primer acontecimiento fue la condena del líder indígena Victoriano Lorenzo, que desempeñó un papel importante durante la guerra de los Mil Días entre las fuerzas conservadoras y las liberales (Conté-Porras, 1988: 127-147; Major, 1993: 37). A partir de 1902, los liberales concentraron sus actividades cada vez más en el Istmo, a causa del significado estratégico de este territorio -se podían proveer de armas y municiones fácilmente- y de la fuerza del liberalismo local, que sin embargo no pudo alcanzar una victoria militar contra las tropas nacionales y estadounidenses. Después del alto al fuego y de la proclamación de la amnistía, una corte militar condenó a muerte a Lorenzo por asalto de cuadrilla de malhechores. Patricia Pizzurno Gelós señala que en el Istmo este comportamiento se percibió como un acto de revanchismo y arbitrariedad conservador-centralista (Pizzurno, 1990: 193-196). Finalizada la guerra de los Mil Días, tanto los liberales colombianos como los separatistas panameños reclamaron al cholo Lorenzo como mártir. El segundo y más decisivo acontecimiento fue el rechazo del Tratado Herrán-Hay por parte del Senado colombiano. Una parte importante de las élites panameñas se sintió frustrada en todos sus esfuerzos para aprovechar las oportunidades que ofrecería la construcción del canal. Este sector empezó entonces a pensar que su sueño de un centro de servicios de tránsito se dejaría realizar más fácilmente como república que cooperara directamente con EE.UU. En las palabras del mencionado Eusebio Morales, esto sonaba así: "El pueblo panameño al ver el rechazo del Senado colombiano consideró que era lesivo a sus intereses nacionales y cimientos de progreso, optó por considerar que había llegado la hora de romper sus lazos políticos con la República de Colombia y proclama su separación del Gobierno de Bogotá el 3 de noviembre" (Morales, 1928; 88). Y también en el coro del himno nacional de Panamá se establece la separación y la fundación de la República como un acto heroico general:

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Alcanzamos por fin la victoria En el campo feliz de la unión: Con ardiente fulgores de gloria Se ilumina la nueva nación10. Esto, no obstante, es una construcción nacionalista del pasado que no encaja con los hechos reconstruidos por la historiografía crítica. En primer lugar, cabe recordar que el separatismo panameño se limitó a una pequeña oligarquía, principalmente blanca y conservadora, entre los que se cuentan Manuel Amador Guerrero, Federico Boyd, José Agustín Arango, Tomás y Ricardo Arias, Nicanor A. de Obarrio, Manuel Espinosa B. y Carlos Constantino Arosemena. La principal motivación de esta "vanguardia" eran intereses y esperanzas de beneficios comerciales. Al fin y al cabo, el separatismo panameño tenía rasgos de chauvinismo de algunos ricos, parecido al del separatismo actual del norte de Italia. "No hubo movilización del pueblo; los líderes del movimiento de independencia oprimieron tal movimiento por miedo a sus eventuales rasgos revolucionarios", dice el historiador alemán Holger Meding -lamentablemente sin profundizar su argumento- (Meding, 2002: 87). Por otra parte, el estadounidense Waldo Heinrich puntualiza, contrariamente -sin dar tampoco pruebas documentales- que al pueblo panameño no le importaba si pertenecía a una república soberana o al Estado de Colombia; las masas priorizaban aspectos sodales y étnicos (Heinrich, 1992: 251)". En segundo lugar, cabe recordar que el liberalismo panameño, liderado por Belisario Porras, rechazó al principio la separación con argumentos de dignidad patriótica, es decir, que la misma élite no actuó en consenso12. Michael L. Conniff afirma que, aun sin la doble intervención de tropas estadounidenses durante la guerra de los Mil Días, la separación se hubiera logrado igualmente ya que la victoria liberal hubiera sido inevitable (Connif, 1992: 61). Esta aserción también carece de fundamento documental. Bien al contrario, la realidad es que los liberales aceptaron la oferta de un alto al fuego cuando creyeron que una tercera intervención de los marines llevaría a una separación "a la USA" (Fischer, 1998: 100-106; Delpar, 1999: 76). En ese momento surgió un sector dentro de las élites que dejó de confiar en la Panamá Railroad, en la Compagnie Nouvelle du Canal de Panamá, fundada en 1894, y en los buques de guerra estadounidenses, y que deseaba más autonomía dentro del marco institucional del Estado de Colombia. De ahí la crítica del político panameño Óscar Terán, quien denunció la

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El autor del himno nacional fue Jerónimo d la Ossa. Ya Josef Opatrny (1981: 83 yss.) lamentaba en su reseña sobre la historiografía de la separación de Panamá la falta de investigación sobre la participación del pueblo. 2 Véase el desarrollo del pensamiento de Porras entre 1902 y 1904 en Gibbs C./ Ríos (1970: 61-80). 11

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separación como obra de influencias económicas y políticas externas a favor de estas élites (Gibbs/Ríos, 1970: 69-79). En tercer lugar, es importante mencionar que la separación como t d no respondió a un acto heroico de revolucionarios decididos a sacrificarse por sus idedes. En efecto, si se compara la "segunda independencia" de Panamá con la independencia de las colonias americanas de España, destaca el hecho de que ésta no se alcanzó tras una guerra de los patriotas contra los opresores, tal como sucedió en el caso de la "primera independencia". En el caso de la separación de Panamá no hubo confrontación militar dado que los EE.UU., que ayudaron a los separatistas, no la permitieron. De ahí que, mientras que en la bandera de Colombia se conmemora la pérdida de vidas en las filas de los patriotas con el color rojo (Brackhaus Enziklopádie, 1972: 162), en Panamá eso no es posible, puesto que, fuera del chino y del burro mencionados, no se vertió ninguna gota de sangre, como nos recuerda José Agustín Arango13. El rojo de la bandera panameña tiene otro significado: el del partido liberal. Para terminar este capítulo hay que evaluar los logros de los separatistas. Aquí cabe señalar que la gran "victoria" —contra Colombia- indicada en el himno nacional fue un logro bastante dudoso. Si realmente los separatistas actuaron conforme a su vocación de construir una nación capaz de optimizar las ventajas que brindaba el Istmo, poner el tránsito en manos de un poder externo no parece ser la solución más lógica. A fin de alcanzar la soberanía estatd, entregaron la autorización para la construcción del canal, su manejo y la soberanía en la Zona del Canal" a EE.UU. Los panameños no cayeron en la cuenta de que su secesión reduciría su capacidad de negociación con los EE.UU. A consecuencia de ello, las futuras generaciones tendrían que luchar casi 100 años por la "tercera independencia". TESIS DEL IMPERIALISMO ESTADOUNIDENSE

Mientras la tesis de la autonomía se centra en la actuación de los independentistas, la segunda tesis, la del imperialismo estadounidense, cuestiona fundamentalmente el marco de acción de éstos, alegando que el verdadero centro de gravitación se encontraba en Washington. Esta interpretación considera la fundación de la P„epública de Panamá como consecuencia de la expansión imperialista de EE.UU. en el Caribe y en el espacio del Pacífico. De modo parecido a la tesis de la autonomía, la tesis del imperialismo estadounidense se basa en un cierto determinismo, si bien - a diferencia del primer concepto analítico- la separación ya no es producto de la "nación panameña" en construcción sino más bien del expansionismo geopolítico y económico inmanente al desarrollo capitalista de EE.UU. Esta tendencia se observa en algunas obras de la escuela radical de EE.UU. -Thomas

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Véase, por ejemplo, Arango (1922: 22)

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Shoonover y de manera más matizada Walter LaFeber-. Schoonover hace hincapié en que, a más tardar durante la guerra entre EE.UU. y España de 1898, cuya consecuencia decisiva fue la intervención militar en Cuba, se alcanzó un consenso en los círculos políticos y económicos de EE.UU. sobre la necesidad geoestratégica de construir un canal entre el Atlántico y el Pacífico14. En julio de 1902 el Congreso de EE.UU. expidió la Ley Spooner autorizando al gobierno de EE.UU. a negociar con el gobierno de Colombia la construcción de un canal entre Ciudad de Panamá y Colón. En aquel entonces se sabía que el canal interoceánico se construiría por Panamá y que el dueño sería EE.UU. Gran Bretaña había aprobado, en el Tratado Hay-Pauncefote de noviembre de 1901, dejar la construcción y el mantenimiento de un canal en manos estadounidenses bajo la condición que éste se mantuviera abierto al comercio mundial. Los defensores de la tesis imperialista sostienen que, una vez tomada en Washington la decisión de construir el canal entre Ciudad de Panamá y Colón, también los políticos norteamericanos dictaron las condiciones bajo las cuales se efectuaría esta gran obra. Para ello imaginaron al menos tres posibles escenarios: el legalista, a través de un contrato bilateral con Colombia; el anexionista, y la separación de Panamá por medio de un movimiento secesionista controlado desde Washington. Cuando en Bogotá el Congreso rechazó la ratificación del Tratado HerránHay, Washington se decidió por la última opción. Los estadounidenses consideraron que la creación de una república débil y dependiente de EE.UU. les permitiría controlar mejor el desarrollo del proyecto. La pieza central de la argumentación de Schoonover y LaFeber es la actuación poco trasparente del presidente Theodore Roosevelt15. Si bien Roosevelt insistió en sus memorias, publicadas en 1913, en que su "actuación más importante" en el ámbito de asuntos exteriores durante su cargo como Presidente se vinculó a la construcción del Canal de Panamá (Roosevelt, 1985: 526), evitó presentar pruebas que podrían comprometerlo como principal responsable de la separación de Panamá {Ibid.: 536-538). Sin embargo, si ya no se ocultaba el interés de EE.UU. en disponer de una comunicación interoceánica, una vez consumada la secesión surgieron muchas dudas sobre la legalidad de la actuación norteamericana en este proceso. Recordamos que las autoridades estadounidenses estaban enteradas de los ademanes de separación de Panamá y que soldados estadouni-

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Para participar en esta guerra, el buque de guerra Oregon tenía que bordear el Cap Hoorn, lo que tardaba 68 días. Ya antes de esta guerra, el almirante Alfred T. Mahan argumentó que EE.UU. necesitaría intensificar sus esfuerzos para la construcción de nuevas flotas. La construcción del Canal de Panamá jugó en sus consideraciones un papel central (Krosigk, 1999: 139 y ss.). 15 En ello se revelan paralelos sorprendentes con la guerra EE.UU.-España de 1898. Los analistas de este conflicto también especulan sobre los verdaderos objetivos de la actuación de William Me Kinley.

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denses impidieron en territorio colombiano el transporte de tropas colombianas a la capital del departamento istmeño. Estas acciones inquietaron no solamente en América Latina y Europa sino también en EE.UU., donde el Congreso organizó un hearing en 1913 (Meding, 2002: 69 y ss). Sea como fuera, el mensaje que Roosevelt quería comunicar al mundo era que la República de Panamá fue obra de hombres astutos y hábiles que lucharon honestamente por la independencia. Esta lucha, según Roosevelt, liberó a los panameños del estrangulamiento destructivo del decadente Estado de Colombia, gobernado entonces por un Presidente de "poder absoluto e irresponsable" cerca del "mundo civilizado" y un Congreso de "muñecos"; es decir, por un sistema que actuaba conforme a "una moralidad de bandidos" (Roosevelt, 1985; 539) Puntualizó: "Every functional consideration of intemational morality and expediency, of duty to the Panamá people, and of satisfaction of our own national interests and honor, bade us take immediate action"16 {Ibid.: 538). Schonoover descarta que la ayuda brindada por EE.UU. se limitara al apoyo de la población istmeña que anhelaba la libertad: "The question, simply put, is whether Colombia's alleged misconduct -in refusing to perfect a treaty granting the United States the right to build at the isthmus- freed U.S. decisión makers from moral responsability for Colombia's loss of sovereignty over Panamá and justified high-handed behaviour on the part of U.S. officials"17 (Schoonover, 1991: 97 y ss). Schoonover insiste en que el rechazo del Tratado Herrán-Hay por el Senado de Colombia fue un acto legal; así que no se podía alegar que el derecho de intervención respondiera a exigencias del Derecho Internacional o del deber moral {Ibid.: 98). Schoonover comprueba que John Bassett Moore, profesor de Derecho Internacional en la Columbia University, escribió un Memorándum para Francis B. Loomis justificando la toma de la Zona del Canal por EE.UU.18 Su papel de policía por tradición y por el Derecho Internacional 19 en la región istmeña y el hecho que el Estado de EE.UU. no fuera una empresa privada, no les obligaba a respetar las leyes locales en caso de conflicto: "The United States [... ] can take care of the future"20 {Ibid.: 100 y ss). '"Todas las consideraciones funcionales de moralidad internacional y de conveniencia, de deber para con el pueblo de Panamá y de satisfacción de nuestros propios intereses nacionales y nuestro honor, nos impulsaron a tomar acción inmediata. 17 El asunto, en términos simples, es si la alegada falta de conducta de Colombia -al negarse a perfeccionar un tratado que garantizara a los Estados Unidos el derecho de construir en el Itsmo- liberó a los gobernantes estadounidenses de responsabilidad moral ante la pérdida de la soberanía colombiana sobre Panamá y justificó un comportamiento despótico por parte de los oficiales norteamericanos. 18 Ya Eduardo Lemaitre había explotado este documento (Lemaitre, 1993:463-467). 19 Se refería al Tratado Bidlack-Mallarino. 20 Los Estados Unidos [...] pueden encargarse del futuro.

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En su justificación del papel que su administración tuvo en el proceso de separación panameña, Roosevelt incorporó la afirmación de Moore de la existenda de una ley por encima de las otras leyes: la representada por EE.UU. -por ejemplo en cuanto a las libertades y los derechos de gentes o al mantenimiento de vías para el beneficio de todos-. Sin embargo, en 1934 E. Tylor Parks criticó la afirmación de Roosevelt de una misión civilizadora de EE.UU. por ser una construcción ex post factum. Tal política nunca hubiera existido frente a Colombia (Tylor Parcks, 1968: 426; LaFeber, 1989: 28). Por lo tanto, puede afirmarse que Schoonover da evidencia del rol activo de EE.UU. en la separación de Panamá. Creo que podemos aceptar su tesis, compartida por Walter LaFeber, de que el coloso del norte tiene la más alta responsabilidad en este episodio de la historia de Panamá. También queda claro que este Presidente era entonces muy consciente de lo que hacía y de lo que debería haber hecho -pero no lo hizo- según el Derecho Internacional. Desde la invasión de Cuba, Estados Unidos se consolidó como potencia mundial dispuesta a hacer valer sus intereses fuera de su territorio nacional, empleando incluso su fuerza militar si era necesario. Por esa razón, Schoonover y LaFeber hacen tan poca referencia al papel de los separatistas. Cabe destacar el argumento elaborado por Schoonover, quien sostiene que la administración Roosevelt hizo todo lo posible para ocultar su papel activo en la separación de Colombia: a saber, la sugerencia de separación a los panameños, el apoyo logístico y la ayuda militar. Tampoco se sabe mucho sobre las presiones ejercidas durante el proceso de elaboración de la Constitución y el Tratado del Canal. ¿Cómo se explica este comportamiento? Por una parte, en Washington todavía no se consideraba la Doctrina Monroe como fuente suficiente de legitimación para intervenir, ya que en ningún momento hubo peligro inminente de intervención europea. El secretario de Estado, John Hay, había llegado anticipadamente a un acuerdo por contrato con el Foreign Office en Londres y la Compagnie Nouvelle. Por otra parte, el gobierno de Washington no podía recurrir al Tratado Bidlack-Mallarino de 1846, dado que éste impedía acciones que afectaran a la soberanía de Colombia 21 . Finalmente, se justificó la actuación norteamericana presentándola como una misión humanitaria, como ya había sucedido en el caso cubano, aunque esta vez se llevara a cabo sin ocupación. Esta última observación es importante dado que, desde la invasión en Cuba, gran parte de la opinión pública de EE.UU. se manifestaba contra la ocupación de territorios, presentada como un acto altruista para emancipar "colonias", cuando de hecho se trataba de hacer valer intereses económicos y

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Este tratado garantizaba a EE.UU. el libre tránsito por el Istmo. Para mantener el orden y la seguridad, se concedió a EE.UU. el derecho de intervención. A cambio, EE.UU. se comprometió a garantizar la soberanía de Colombia.

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geoestratégicos 22 . A diferencia de los separatistas panameños y de los capitalistas extranjeros, EE.UU. no insistió tanto en el estatus "colonial" de Panamá, sino que acuñó la fórmula del estado anárquico gobernado por "bandidos". Supuestamente, esos políticos impedían trabajar por el bien del "mundo civilizado" a los ciudadanos honestos y progresistas. En fases posteriores, esta legitimación también fue adoptada en una versión modificada de la Doctrina Monroe -Roosevelt Corollary de 1904- para justificar la invasión de Nicaragua (1911-1925, 1926-1933), Haití (1915-1934) y la República Dominicana (1916-1934) (Dent, 1999: 140-142; 283-288). Es irónico que, en el caso de Cuba, la invasión de la isla contribuyera a debilitar a un movimiento de patriotas insurgentes, mientras que la no ocupación en Panamá llevó a consolidar un movimiento separatista muy pequeño. LA TESIS BUNAU-VARILLA Y DEL CAPITAL INTERNACIONAL

A diferencia de las tesis de la autonomía y del imperialismo estadounidense, la tercera interpretación despolitiza el proceso de separación. Los autores que defienden este enfoque no hacen hincapié ni en la obra de un movimiento separatista, ni en la presión del poderoso gobierno de EE.UU., sino en la actuación y la influencia de algunos agentes del mundo de los negocios. Estas personalidades se destacaron, por una parte, por su efectivo lobbying frente a la clase política y los medios masivos de Washington para alcanzar la opción de Panamá, y por otra, por la ayuda que brindaron a los separatistas panameños tanto con informaciones privilegiadas como a través de la corrupción de funcionarios colombianos. El punto de partida de esta interpretación son, como en el caso de la tesis del imperialismo, las memorias de uno de los protagonistas directamente interesados en la separación: Philippe Bunau-Varilla, alto ingeniero francés de la Compañía de Lesseps que fracasó en 1889. La obra de este personaje fue publicada en inglés después de la Primera Guerra Mundial, en 1920, encajando la separación de Panamá en la larga historia del conflicto entre Europa -liderada por Alemania- y América -liderada por EE.UU.- (BunauVarilla, 1920: 81 y ss). La épica narrativa The Path between the Seas, escrita por David McCuIlough, sigue la tradición de Bunau-Varilla. Este autor recalca la obsesión del personaje francés por la construcción del canal, por medio del cual quería demostrar al mundo hasta qué punto el hombre estaba destinado a gobernar sobre la naturaleza. Describe a Bunau-Varilla con atributos bien vistos por los lectores en EE.UU.: "practical, personable, exceptionally intelligent" (McCullogh, 1977: 277). Según McCuIlough, Bunau-Varilla estaba preocupado por los derechos de la Compagnie

' Acerca de la crítica en EE.UU., véase Meding (2002: 86 y ss.

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Nouvelle y por tal motivo favoreció al "canal estadounidense". Este hombre estaba predestinado a dirigir la gran obra, dada su larga estancia en el Istmo. A este hecho se debe la confianza que, tanto el directorio y los accionistas de la Compagnie Nouvelle como los interesados en EE.UU., depositaron en él. Así las cosas, este estadista pudo convertirse en el "verdadero padre" de la separación de Panamá gracias a sus buenos contactos con las élites del país; a sus conocimientos técnicos; a sus vínculos con el mundo de los negocios, sobre todo con el Crédit Lyonnais en París; y a sus relaciones externas, que llegaron hasta la prensa estadounidense y hasta Hay, Loomis, Moore y Roosevelt. En sus conversaciones con Roosevelt y Hay se había dado cuenta de que el gobierno de Washington favorecía la secesión de Panamá. Además, notó que en Washington ya no se quería esperar mucho tiempo 23 . Bunau-Varilla era entonces uno de los pocos personajes que sabía cómo se pensaba en Washington, pudiendo así sacar la conclusión sobre cuándo sería el momento adecuado de la separación y comunicándose con otras personalidades importantes. Se contactó con los separatistas, cuyo emisario, Manuel Amador Guerrero, ni siquiera tenía el gusto de ser recibido por los altos funcionarios en Washington. Charles D. Ameringer, Gustave Anguizola y Ernesto Jesús Castillero Reyes, quienes estudiaron también a este personaje, son mucho más críticos que McCuIlough (Ameringer, 1963: 346-363; Anguizola, 1980: 203 y ss; Castillero Reyes, 1998). Estos autores deconstruyen la imagen de "intermediario honesto" del ingeniero francés que, de hecho, prestó sus servicios principalmente a la compañía francesa y a EE.UU. Es más: cuestionan la honestidad de Bunau-Varilla quien sacrificó, para lograr su objetivo de entrar en la historia y ser conocido en todo el mundo, las necesidades de los panameños y aún más las de los colombianos. En otras palabras, era un traidor. Además, corrompió con dinero a militares y funcionarios colombianos 21 . Según esta interpretación, Bunau-Varilla sí influyó bastante en el proceso de separación. No obstante, sus logros se basaban en una moralidad dudosa y en el bajo arte de las intrigas. Su participación en la elaboración del contrato del canal después de la separación absorbió la valiosa energía de varias generaciones diplomáticas panameñas hasta la revisión de 1975. Ahora bien, no solamente hay que subrayar que sí hubo argumentos "objetivos" que favorecieron la opción de Panamá -los puertos ultramarinos en Panamá y Colón, las condiciones sismográficas, el ferrocarril, los trabajos hechos por la Compañía de Lesseps, etc.- sino también que la historia crítica no puede contentarse con el análisis de la actuación de una sola persona. James M. Skinner ha probado en su texto, poco tomado en consideración pero basado en un estu21

Washington quería empezar con la construcción del canal entre las elecciones para el Congreso y la constitución del nuevo Parlamento (LaFeber, 1978: 27). 24 Es de anotar que sobre el origen y el uso preciso del dinero no se sabe nada concreto.

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dio intensivo de fuentes de varios archivos, que Bunau-Varilla en ningún momento pudo actuar independientemente. Los financistas y el big business de París estaban cada vez más preocupados por el expansionismo alemán en África y Asia. Para afrontar este peligro estaban dispuestos a desarrollar una estrategia global más allá de los nacionalismos en auge. En el caso de Panamá, por ejemplo, se hicieron valer de intermediarios como Bunau-Varilla: "In this light, the eagerness of Third Republic politicians and financiéis to accommodate Washington and Wall Street becomes understandable, as does the increasing cordiality between Delcassé [el Canciller de Francia] and Theodore Roosevelt"25 (Skinner, 1989:149). Cabe señalar que la Compagnie Nouvelle había contratado en 1896 los servicios del abogado neoyorquino William N. Cromwdl. Este hábil cerebro debería empeñarse en convencer a la clase política de EE.UU. de comprarle a la compañía francesa sus derechos y sus propiedades. El lector de este estudio y otros más recientes puede darse cuenta que Bunau-Varilla fue un "número" relativamente pequeño en el juego de la red de los financistas y políticos que optaron por la separación de Panamá. El revisionista panameño Olmedo Díaz Alega que la separación de Panamá fue "parte de un plan maestro destinado a lograr que el gobierno de Estados Unidos le pagara una fortuna a un sindicato secreto de promotores norteamericanos y franceses a cambio de los derechos de construcción del Canal de Panamá". Este autor puntualiza: En 1900, un grupo de inversionistas liderado por William Nelson Cromwell, fundador de la prestigiosa firma neoyorquina de abogados Sullivan & Cromwell, y por el banquero J. P. Morgan, crearon un sindicato de financistas y políticos de Wall Street con el fin de comprar las acciones de la quebrada Compañía del Canal de Panamá, fundada por el constructor del Canal de Suez, Ferdinand de Lesseps. La empresa francesa poseía el derecho de construcción del Canal de Panamá; pero fracasó miserablemente en la tarea luego de haber gastado 250 millones de dólares en el intento. El sindicato incluía al cuñado del presidente Roosevelt y hermano del futuro presidente William Taft. Los mencionados empresarios invirtieron cerca de 3,5 millones de dólares y compraron aproximadamente dos tercios de la empresa que estaba en manos de pequeños accionistas diseminados por toda Europa. Luego los inversionistas pasaron los tres años siguientes persuadiendo a Estados Unidos de que comprara los activos sin valor por 40 millones de dólares, el pago de los cuales les revertiría luego (Díaz Espino, 2003 a y b; Beluche, 2003a).

22

En este sentido, es entendible la avidez de los políticos y financistas de la Tercera República de posesionar a Washington y a Wall Street, así como la cordialidad creciente entre Delcaseé [el canciller de Francia] y Theodore Roosevelt. 346

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LA TESIS DE LA DEBILIDAD DEL ESTADO COLOMBIANO Y DE LA FALTA DE PROFESIONALISMO POR PARTE DE LOS POLÍTICOS COLOMBIANOS

La cuarta y última tesis se refiere a la debilidad del Estado colombiano, lo que de ninguna manera quiere decir que fuera gobernado por bandidos como pretendía Roosevelt. Esta perspectiva, desarrollada en su versión más convincente por Eduardo Lemaitre en su opus magnus Panamá y su separación de Colombia, y que también a mí me parece convincente (Fischer, 1998: 73-108), relata la perspectiva de Colombia. Este punto de vista se puede resumir, de acuerdo con un comentario que salió a la luz en El Espectador en el año 1904, de la siguiente manera: El aislamiento en que viven las unas secciones en relación con las otras, la falta de vías públicas nacionales, la inaccesibilidad a ciertas regiones amortigua las palpitaciones del alma nacional y es propicio para fomentar el regionalismo y el gamonalismo, es decir, fuerzas centrífugas de oligarquías locales que favorecen la desintegración, un "estado aparte" y finalmente el separatismo {El Espectador, 18 febrero de 1904). Esta interpretación parte de la observación que, a lo largo de todo el siglo XIX, el poder central en Colombia no logró integrar de manera convincente la zona del Istmo al territorio nacional y establecer así el monopolio estatal. Esto se mostró de manera manifiesta durante las diferentes guerras civiles, los intentos de secesión y también en la falta de disciplina a la hora de cancelar todos los impuestos que se hubieran debido pagar. Cabe señalar que no solamente el Estado nacional no logró establecer la hegemonía sino que tampoco se creó una identidad nacional fuerte26. En otras palabras, la nacionalización colombiana fue débil27. Esta constelación favoreció el auge de identidades "aparte" y de "fuerzas centrífugas", tal como se leía en el mencionado comentario publicado en El Espectador. Pero, a diferencia de los defensores de la tesis de autonomía, que sostienen la cohesión regional y el estatus cuasicolonial, el siguiente hecho argumentaría en este sentido: al Estado colombiano y a las élites les faltó la capacidad y quizás también la voluntad de coordinar la dinámica económica, social y étnica en el Istmo a través de instituciones efectivas. Y las "oligarquías" en el Istmo, que

26

He explorado este argumento de manera general en mi ensayo "Colombia - Estado débil sin territorialidad entera. Una visión histórica", por publicar. 27 Borja Riquer y Permanyer entiende por nacionalización [en el caso español] "aquel complejo proceso social por el cual diferentes colectivos acaban aceptando, de forma más o menos explícita, una 'nueva conciencia' de pertenencia a una comunidad definida ya como 'nación'. Este proceso implicaba tanto una evidente integración política, cultural, lingüística e ideológica, como la identificación con las nuevas instituciones liberales, con sus signos y sus símbolos, así como con el discurso histórico justificador de todo ello" { Riquer y Permanyei: 1994: 98).

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desarrollaron su regionalismo a raíz de la desatención por parte el Estado colombiano, carecían de la misma capacidad. Este regionalismo era débil, defectuoso y se limitaba a la zona de tránsito. No era más fuerte que los sentimientos de identidad en algunas partes de la costa Caribe que iba a separarse en 187528. Se definió a través del predominio extranjero y el encuentro o -si se quiere- el choque de diferentes culturas: la de la modernidad y la de la tradición criolla, además de las culturas subalternas de los mestizos, los negros de las islas antillanas y los chinos. Lejos de ser un crisol de razas, la zona de Panamá fue multiétnica sin definirse como tal, con un sector "moderno" y transnacional y otros tradicionales. La gran obra hubiera consistido entonces, como lo expone Krosigk, en la transición de la "situación de tránsito" hacia una "misión de tránsito". Ricaurte Soler, quien adopta un enfoque materidista, partiendo de la obra de Justo Arosemena, sostiene que la conformación de una burguesía liberal a mediados del siglo XIX que consagró la propiedad como prindpio directriz no era capaz de construir, a base de la autonomía federd, una nación que integrara las diferentes corrientes y necesidades de la población (Soler, 1954: 81-95). Adicionalmente, Krosigk concluye que a lo largo del siglo XX el resultado de la situación específica de Panamá sería la creación de un nacionalismo con rasgos muy fuertes de racismo, "un nacionalismo que tiene su origen en el antiamericanismo ambiguo y en la diferenciación racista acerca de la inmigración antillana, que era vinculada a los gringos del norte" (Krosigk, 1995: 108 y ss). La debilidad del Estado colombiano y la falta de capacidad para crear una nación colombiana, así como la debilidad del regionalismo panameño, fueron notables en un momento de la historia global en que no solamente en Europa sino también en América Latina se hicieron grandes esfuerzos para proporcionar fundamentos culturales a las naciones imaginadas y de tal manera "homogeneizar" la población (Quijada, 2000: 15-55). Cuando finalizó la guerra de los Mil Días, tanto en Colombia como en particular en el departamento de Panamá, donde se había presenciado la última etapa de la guerra, el concepto nacional había fracasado (Fisher, 1998; 108). Fue en este contexto de desgaste del sistema político y económico cuando en Panamá se sintió un "sentimiento de autosuficiencia, al que se añadía un cierto relajamiento del sentido de Patria grande" (Lemaitre, 1993: 401; Randall, 1992: 78-88; Fisher, 1998: 73-108). Igualmente, jugaron un papel importante la Ley Spooner, los cálculos electorales de Roosevelt, las negociaciones por el Tratado y las maquinaciones de Bunau-Varilla y Cromwell para defender los intereses de la Compagnie Nouvelle.

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Acerca de las tendencias separatistas de la Costa Caribe, véase Park (1985: 75105).

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La clase política de Bogotá, en su mayoría conservadora, no comprendió que, una vez acabada la guerra y tras la expedición de la Ley Spooner, el marco de acción se había cerrado. Como lo demuestra muy claramente Lemaitre en su análisis de los debates en el Senado colombiano, el rechazo de un proyecto de tratado que había negociado un enviado especial de Colombia con el secretario de Estado de EE.UU. fue un lujo que no se podía permitir. La no ratificación respondió al ultimátum de Hay percibido como acto imperialista. Fue un reflejo de orgullo nacional puesto que llevaba la cesión de la jurisdicción en la Zona del Canal por cien años prorrogables y una recompensación simbólica -10 millones de abono y 250.000 dólares anuales-. También influyeron discrepancias en la misma coalición gubernamental: el Presidente no lo defendió enérgicamente. Dadas sus consecuencias para Colombia, esta decisión no puede calificarse como arraigada en una profunda responsabilidad nacional; fue, en fin, poco profesional. CONCLUSIÓN

En esta ponencia he expuesto los puntos fuertes y los puntos débiles de cuatro intentos historiográficos distintos de interpretar la separación de Panamá de Colombia: el anhelo de más autonomía y la emancipación del estatus cuasicolonid, la implementación de la hegemonía de EE.UU. en el Caribe, las intrigas de BunauVarilla y los intereses del mundo de negocios internacional, así como la anomia del Estado colombiano. Creo haber demostrado que se requiere una interpretación pluricausal. La clase política de Colombia no actuó con un consenso profundo en el crucial año de 1903, no tenía estrategia contundente acerca del desarrollo del Istmo y menos aun acerca de las negociaciones con los EE.UU. En consecuencia, en Washington ganó cada vez más terreno la idea de que una solución negociada era imposible. Fue entonces cuando optaron, de acuerdo con los intereses financieros y la Compagnie Nouvelle así como con los separatistas de Panamá, por la secesión. La pequeña República de Panamá nació en un lapso de tiempo récord, casi sin muertos y sin confrontación directa con Colombia. BIBLIOGRAFÍA

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Estudio historiográfico sobre las interpretaciones en torno a la separación de Panamá de Colombia en 1903 Celestino Andrés Araúz

Las características especiales del surgimiento de la República de Panamá el 3 de noviembre de 1903, es decir su separación definitiva de Colombia en la que estuvieron presentes diversos intereses, hicieron que rápidamente aparecieran dos posiciones contrapuestas respecto a este controversial suceso. En particular se cuestiona, por parte de Colombia y otros países de América Latina principalmente, la participación del gobierno de Estados Unidos en el movimiento separatista, en virtud de su manifiesta intención de construir, controlar y defender un canal interoceánico por el Istmo de Panamá, tal como se estableció en el Tratado Hay-Bunau-Varilla del 18 de noviembre de 1903, de conformidad con los intereses económicos, estratégico-militares y geopolíticos de la nación del norte que a la sazón iniciaba su carrera imperialista bajo las directrices del presidente Theodore Roosevelt, el secretario de Estado John Hay y otras figuras prominentes que esgrimían la política del big stick estadounidense. LA "LEYENDA BLANCA" O VERSIÓN FAVORABLE A LA ACTUACIÓN DE LOS PROCERES

La denominada "leyenda blanca", o versión dorada sobre el 3 de noviembre de 1903, está representada inicialmente por los escritos de los principales partícipes del suceso, los llamados proceres, quienes plantean que para llevar adelante la secesión arriesgaron sus vidas, sus fortunas y su posición social a fin de librar al Istmo del yugo colombiano. Aunque algunos de ellos mencionan la participación del gobierno de Estados Unidos, en realidad se concentran en su actuación personal. Se destacan, entre otros, José Agustín Arango, Manuel Amador Guerrero, Tomás Arias y Nicanor A. de Obarrio, de filiación conservadora, sin que nos olvidemos del general Esteban Huertas y algunos liberales como Federico Boyd, Carlos Constantino Arosemena y Guillermo Andreve. Es de rigor señalar que estas 353:

Ci I ESTINO A Ñ O R E S A R A C Z

versiones deben ser complementadas con otros documentos de la época para determinar su exactitud. Importa recordar que José Agustín Arango Remón, que nació en la ciudad de Panamá el 29 de febrero de 1841 y falleció en 1909, se dedicó a actividades comerciales y era abogado de profesión. Laboró como "agente especial" en la Compañía del Ferrocarril de Panamá, empresa estadounidense cuyos funcionarios principales tuvieron una activa participación en los contactos iniciales que los conjurados dirigidos por Arango establecieron en Estados Unidos, particularmente con el abogado de esta empresa y asesor legal de la Nueva Compañía del Canal francés, William Nelson Cromwell, así como también durante los acontedmientos que se desarrollaron el 3 de noviembre de 1903 y en los días inmediatamente posteriores. En marzo de ese año, Arango fue elegido senador por el departamento de Panamá ante el Congreso Nacional, pero como él mismo confiesa en su escrito titulado: "Datos para la historia de la Independencia del Istmo proclamada el 3 de noviembre de 1903", rehusó asistir "porque tenía completa convicción de que el Tratado Herrán-Hay para la apertura del canal, sería rechazado y entonces no veía sino un medio, nuestra separación de Colombia para salvar al Istmo". Fue así como, en junio de 1903, Arango comenzó a reunirse informalmente con miembros de su familia, particularmente con sus hijos Ricardo, Manuel, Belisario y José Agustín, y con su yerno Samuel Lewis, Raúl Orillac y Ernesto T Lefevre. También formó parte de este círculo de conspiradores que militaban en el partido conservador, el liberal Carlos Constantino Arosemena y posteriormente, cuando el 12 de agosto el Congreso colombiano rechazó el tratado, Arango encabezó una junta separatista o patriótica a la que ingresaron otros partidarios del conservatismo como Tomás y Ricardo Arias, Manuel Espinosa Batista, Nicanor Arturo de Obarrio y el liberal Federico Boyd. Según la versión de Arango, una de las primeras medidas de los conjurados fue ponerse en contacto con el agente de fletes de la Compañía del Ferrocarril de Panamá, J. R. Beers, a quien aquél le expuso que el motivo de la entrevista "era manifestarle la practicabilidad de llevar a cabo la separación del Istmo, quedando así Panamá en aptitud de celebrar con el gobierno americano un tratado análogo al rechazado por el Congreso colombiano para la apertura de! Canal". Agrega que le aseguró a Beers que podrían contar "con el apoyo unánime del país" y que él -Arango- se pondría al frente del movimiento separatista, junto con otros hombres de prestigio, sin el menor temor de fracaso, pero que para asegurar no el éxito del movimiento que era evidente, sino la estabilidad de nuestra independencia, se hacía preciso que un hombre de las condiciones de él, que contaba con buenas conexiones en su patria, emprendiera viaje a Estados Unidos para pulsar con su habitual prudencia y discreción, la opinión allí relativamente al apoyo que pudiéramos esperar después de hecho el movimiento y proclamada la independencia. 354

ESTUDIO HISTORIOGRÁFICO SOBRE LAS INTERPRETACIONES EN TORNO Í A LA SEPARACIÓN DE PÁNAMÁ DE COLOMBIA EN 1 9 0 3

En otras palabras, Beers debía valerse "de personas de alta posición e influencia" para asegurarse que el gobierno estadounidense "no prestaría auxilio alguno a Colombia para reincorporar el Istmo a esa república; y que, por el contrario, pudiéramos contar con la decidida protección de Estados Unidos, en el sentido de reconocer nuestra independencia una vez persuadido aquel Gobierno de que era un movimiento unánime de los pueblos del Istmo". No está demás advertir que los críticos de estas versiones subjetivas de los partícipes del movimiento secesionista, afirman que fue William Nelson Cromwdl el que tomó la iniciativa de separar al Istmo para que el gobierno presidido por Theodore Roosevelt negociara directamente con los panameños el tratado del canal. Para ello Cromwell dio instrucciones a Beers y a otros altos funcionarios de la Empresa del Ferrocarril establecida en Panamá a fin de que fomentaran las ideas separatistas entre los istmeños. Como quiera que fuese, al dedr de Arango, Beers cumplió la "delicada misión" que se le encomendó en Estados Unidos y retornó a Panamá provisto de claves e instrucciones de las personas que coadyuvarían a los planes secesionistas, entre quienes estaba Cromwell. Pero Arango prefirió omitir el nombre del influyente abogado neoyorquino y se limitó a mencionarlo como "la respetable persona que abrió el camino a las esperanzas de los conspiradores". En su relato, Arango también da detalles sobre cómo se fue ampliando la junta separatista al incorporar al movimiento a otras figuras relevantes del partido liberal en el Istmo, particularmente a Carlos A. Mendoza, Eusebio A. Morales, al general Domingo Díaz y su hermano Pedro A. Díaz, entre otros. Indica, asimismo, cómo se logró el apoyo del general Esteban Huertas. Se ocupa, igualmente, del viaje que efectuó Manuel Amador Guerrero a Estados Unidos a finales de agosto de 1903 a ultimar los detalles del movimiento secesionista con Cromwell, quien le retiró su apoyo cuando el ministro de Colombia en Washington, Tomás Herrán, enterado del complot separatista, le imputó "cierta responsabilidad en los acontecimientos que se cumplieran, lo cual de tal modo influyó desfavorablemente en el ánimo del respetable caballero con quien nuestro representante se entendía que lo eludió desde entonces en diferentes ocasiones y se operó en su conducta un cambio notable, penosamente observado por Amador Guerrero". Arango describe como Amador Guerrero, a través del banquero judío Joshua Lindo, se puso en comunicación con Philippe Bunau-Varilla con quien, al decir de Arango, "después de varias entrevistas acordaron el plan que debían adoptar y que daría por resultado la satisfacción de nuestro anhelo...". No obstante, se abstiene de mencionar las condiciones exigidas por Bunau-Varilla para apoyar a los conspiradores, es decir su nombramiento como Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario de la nueva república con capacidad para negociar y firmar un nuevo tratado del canal y los 100.000 dólares que ofreció para los gastos que ocasionaría el movimiento separatista, particularmente para sobornar al comandante y a los oficiales del batallón Colombia.

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Mientras tanto, Arango continuó con los planes separatistas en el Istmo, agasajó al capitán Beers, para lo cual invitó "a varios amigos que no estaban al corriente de la misión que aquel caballero llevó a los Estados Unidos, pero todos simpatizaban con cualquier plan que favoreciera la independenda del Istmo". Entre éstos mencionó a H. G. Prescott, superintendente de la Compañía del Ferrocarril "quien sí conocía nuestro proyecto y fue poderoso auxiliar para su realización". Arango también contó con el respaldo del superintendente general de la empresa, coronel J. R. Shaler, de quien asegura: "De mucho nos sirvió su simpatía por el movimiento separatista, pues fueron muy valiosos sus servicios", como fue dilatar la entrega de carbón a los buques de guerra colombianos Padilla y Bogotá que se dirigían a Buenaventura a transportar tropas al Istmo y asimismo dispuso que sólo los generales Juan B. Tovar, Ramón Amaya y otros oficiales que arribaron a Colón para sofocar cualquier intentona y reemplazar a Esteban Huertas, fuesen trasladados en el ferrocarril a la ciudad de Panamá donde este último ordenó su arresto el 3 de noviembre, dando así inicio a la secesión. A continuación, Arango se ocupa de los acontecimientos del día 4 cuando, según sus propias palabras, mediante cabildo abierto celebrado en el parque Catedral "se procedió a regularizar tan trascendental acontecimiento proclamando en forma regular nuestra separación..." y muy por encima del 5, en Colón, que no relata porque considera que podían hacerlo con más propiedad otras personas que conocieran en todos sus detalles ese acontecimiento. Advierte que al hacer público su escrito, era su propósito "abrir el camino para que otros de mis compañeros en la pasada labor, o aquellos que más tarde también tomaron parte en los sucesos que se cumplieron con anterioridad al glorioso 3 de noviembre de 1903, suministren detalles que haya omitido, o reseñen circunstancias que hayan pasado inadvertidas, contribuyendo ellos así a facilitar la tarea del Historiador". El apologético escrito de Arango está fechado el 28 de noviembre de 1905, pero es preciso recordar que quince días después de la secesión definitiva, es decir el 18 de noviembre de 1903, Ramón Maximiliano Valdés, que no participó en la misma, pero sí su padre Ramón Valdés López, a quien Arango le encomendó divulgar la noticia de la separación en el interior del país, dio a conocer el escrito La independencia del Istmo de Panamá, sus antecedentes, sus causas y su justificación. Ramón Maximiliano Valdés nació en la ciudad de Penonomé el 13 de octubre de 1867 y murió en la ciudad de Panamá el 3 de junio de 1918, cuando ocupaba el cargo de Presidente de la República. Abogado de profesión, durante el período de unión a Colombia fue alcalde de Colón, representante al Congreso y secretario de Educación. Desde muy temprano se dedicó a escribir y publicó dos periódicos: El Estímulo y La Palabra. Miembro importante del Partido Liberal, durante la administración presidencial de José Domingo de Obaldía se desempeñó como secretario de Gobierno. Entre sus obras, cabe destacar la Geografía del Istmo de Panamá -1898- y el escrito que ahora nos ocupa, que también se publicó en inglés y francés. 356

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Para justificar la secesión de noviembre de 1903, Valdés se remonta a los movimientos separatistas de 1830 y 1840, al establecimiento del Estado Federal en 1855 y a la circular de José de Obaldía del 4 de junio de 1860 en la que afirmó que para asegurar su bienestar, al Istmo no le quedaba otro camino que emanciparse para siempre de la Confederación Granadina. Recordó el pronunciamiento de los notables de Veraguas en el que "los pueblos se ocuparon con ardor en preparar el movimiento que había de dar al Istmo vida autónoma bajo el protectorado de los Estados Unidos de Norteamérica, de Francia y de Inglaterra, que encontraron justificado el intento". No obstante, indica que "no faltaron panameños tan discretos como optimistas que confiando en la visión y la cordura de los conductores de la República, apagaron el ardor de los rebeldes con el frío de los consejos". Valdés también reprodujo el texto del convenio de Colón, suscrito el 6 de septiembre de 1861 entre el comisionado del gobierno de los Estados Unidos de Nueva Granada, Manuel Murillo Toro, con el gobernador de Panamá, Santiago de la Guardia, mediante el cual el Estado Soberano de Panamá se incorporaba a aquella entidad bajo ciertas condiciones, entre éstas que el territorio del Istmo, sus habitantes y gobierno serían reconocidos como perfectamente neutrales en las guerras civiles o de rebelión que surgieran en el resto de los Estados Unidos de la Nueva Granada, en los mismos términos que el artículo 35 del Tratado Mallarino-Bidlack celebrado entre la Nueva Granada y los Estados Unidos del Norte. Tras insertar otros documentos acerca de la difícil situación política del Istmo en los años del Estado Federal, cuando los golpes de cuartel estuvieron a la orden del día, Valdés asevera que de 1863 a 1885 "el espíritu separatista del Istmo no tuvo revelaciones ostensibles". Critica fuertemente a la Regeneración encabezada por Rafael Núñez, la Constitución de 1886 y la Ley 41 del 6 de noviembre de 1892 mediante la cual el departamento de Panamá quedó comprendido en la legislación general de la República. Se refiere, asimismo, al fracaso del canal francés y al rechazo del Tratado Herrán-Hay por el Congreso colombiano que contra toda juiciosa expectativa, desconociendo los inmensos beneficios que el tratado reportaría a la República, sin miramientos a los grandes intereses de Estados Unidos de Norte América y de Francia, inspirado por un orgullo miope y una arcaica noción de patriotismo, pronuncia un veto, indignado y enfático, que fue un desafío insensato a la civilización y al progreso del orbe. Al decir de Valdés: "Esta negativa repercutió en los ámbitos del territorio ístmico como el anuncio pavoroso de inminente cataclismo", máxime cuando se sabía que la ruta de Nicaragua contaba en Estados Unidos "con osados y ardientes partidarios" a quienes la actitud del Congreso colombiano les allanaba el camino. También, con la decisión del cuerpo de legisladores, "apareció cercana la

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elección de Presidente de la República, se oyeron voces siniestras, precursoras de una nueva contienda armada," recordando la guerra de los Mil Días. Por ello, según Valdés, "la hora había sonado. El pueblo del Istmo, después de padecer una agonía de ochenta años, recibía de sus amos la sentencia de muerte". Renació "el ansia de libertad, largo tiempo contenida y silenciosa...". Más adelante, Valdés le sale al paso a los detractores del movimiento separatista en los siguientes términos: "la suspicacia y la maldad acusarán acaso a los Estados Unidos del Norte de haber promovido la insurrección en el Istmo; pero semejante cargo, inexacto y vil, no alcanzará a manchar la gloria inmaculada de esta hora blanca, de esta hora santa en que las naciones del mundo saludan con alborozo el advenimiento de la nueva República y alaban el pavoroso valor cívico de sus fundadores". De allí que asevera que "semejante acto y el modo como se ha cumplido, excluyen toda idea de intervención extraña". Ocho años después del movimiento secesionista, es decir el 3 de noviembre de 1911, Federico Boyd dio a conocer sus puntos de vista sobre el suceso en un artículo que tituló Exposición histórica acerca de los motivos que causaron la separación de Panamá de la República de Colombia en 1903. Boyd nació en Panamá en 1851 y murió en Nueva York en 1924. Tenía 52 años cuando se convirtió en uno de los proceres panameños que encabezó la secesión y fue miembro de la Junta Provisional de Gobierno que dirigió los destinos de la nueva república entre el 4 de noviembre de 1903 y el 20 de febrero de 1904. Al momento de la separación, era un próspero hombre de negocios que incluso fungía como cónsul de Ecuador y Holanda y militaba en el Partido Liberal. En su "Exposición histórica" Boyd comienza resaltando la importancia que para el Istmo de Panamá representaba la construcción del canal interoceánico, y su gestión, junto con "un grupo de panameños notables", en Cartagena y Bogotá ante el presidente Rafael Núñez y el Congreso colombiano, para obtener prórroga a favor de la Compañía Universal del Canal Interoceánico presidida por Ferdinand de Lesseps. Igualmente recuerda que "los panameños hicieron repetidas gestiones ante las naciones europeas -particularmente Inglaterra- a fin de conseguir que alguna de ellas, separadamente, o todas ellas en conjunto tomaran a su cargo las existencias de la referida empresa y llevaran a cabo el canal". Al fracasar estas diligencias, al decir de Boyd, "los panameños volvieron sus miradas a la Gran República del Norte en la esperanza de lograr con ella el éxito a que aspiraban, y establecieron con este objeto constante propaganda en los periódicos locales y en los extranjeros". Esta tarea era difícil de realizar porque "las simpatías del pueblo americano habían estado siempre del lado del canal por Nicaragua...". Pero la guerra entre Estados Unidos y España en 1898 puso en evidencia la necesidad de construir el canal interoceánico, y si bien el gobierno de Theodore Roosevelt celebró negociaciones con Colombia para la concertación del Tratado Herrán-Hay, éste no prosperó por la actitud del Congreso en Bogotá.

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Según Boyd: "... la pasión lo dominaba allí todo, pues acababa de pasar la devastadora guerra civil de tres años y sólo se preocupaban los colombianos de los provechos que en esa negociación querían obtener de los Estados Unidos para los Estados del Centro, así como habían alcanzado cuantiosos beneficios por el contrato y prórrogas de la Compañía francesa". Así las cosas, afirma Boyd que: El estado de desesperación para los panameños llegaba a su colmo, viendo que se alejaba tal vez para siempre el único medio que tenían de salir del estado de vergonzoso atraso, de miseria y desgracia en que se encontraban sus pueblos sin poder subir a la altura que la naturaleza le tenía señalado a su privilegiado territorio por su posición topográfica, y viendo que ya el Gobierno como el pueblo americanos, enojados por el brusco rechazo del tratado Herrán-Hay, se preparaban para adoptar la vía de Nicaragua, puesto que el Gobierno y habitantes de esa república sí les brindaban toda clase de facilidades y se afanaban por atraerlos, un puñado de esos panameños: Amador Guerrero, José Agustín Arango, Ricardo y Tomás Arias, Manuel Espinosa B., C. C. Arosemena, Nicanor A. de Obarrio y yo, resolvimos arriesgarlo todo: vidas, familia, fortuna y posición social en bien de nuestros conciudadanos y nos lanzamos a la dificilísima obra de separar a Panamá de Colombia, si el tratado Herrán-Hay era finalmente rechazado por el Congreso de Bogotá. Seguidamente Boyd detalla cómo se llevó a cabo el plan separatista, pero en ninguna parte de su exposición menciona la participación de los funcionarios estadounidenses de la Compañía del Ferrocarril de Panamá ni a William Nelson Cromwell. Al referirse a la misión de Amador Guerrero en Estados Unidos, a su fracaso inicial y a su entrevista con Philippe Bunau-Varilla, se limita a decir que: "Este señor simpatizó en el acto con nuestra justa causa y se brindó a ayudar allí en la ardua tarea, reanimó al doctor Amador Guerrero y ofreció trabajar por medio de un alto personaje en Washington hasta obtener las simpatías que buscábamos". Según Boyd, los panameños por sí mismos, "con mucho sigilo y secreto", llevaron a cabo la separación el 3 de noviembre de 1903, que tenían previsto efectuar el día 4, pero tuvieron que adelantar ante "la llegada a Colón de un cuerpo militar de 400 hombres que venía a reemplazar el que estaba a la plaza". En sus palabras: Pocas horas antes de que estallara el movimiento y que redujéramos a prisión a los jefes de las tropas recién llegadas, jefes colombianos que se habían adelantado a venir de Colón, corrió como por electricidad la noticia por toda la población y todos los habitantes sin distinción de partidos ni de razas y prescindiendo de anteriores divisiones políticas, todos como un solo hombre, con una sola voluntad y dominados por un solo sentimiento, acudieron a los cuarteles a prestar sus servi-

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cios a tan santa y noble causa. Hasta los extranjeros residentes en la ciudad, todos, todos nos brindaron su ayuda y simpatía. Asevera que tan pronto como se organizó el gobierno de facto, se dirigieron notas oficides al superintendente de la Compañía de Ferrocarril de Panamá "participándole el movimiento que acababa de tener lugar y comunicándole que desde ese momento asumíamos las obligaciones y derechos contenidos en el contrato celebrado entre Colombia y la Compañía y que estábamos dispuestos a darle las garantías y protección que en virtud de ese contrato requirieran para el libre tránsito". En su opinión, la presencia de naves estadounidenses en Colón, el mismo día que ocurrió el movimiento secesionista, era para darle "estricto cumplimiento al tratado celebrado con Colombia en 1846", es decir para proteger el tránsito por el Istmo e impedir que en los puertos terminales y en la vía intermarina se efectuaran combates sangrientos que paralizaran dicho tránsito. Esa misión no era nueva pues había sido desempeñada repetidas veces por buques estadounidenses durante el período de unión a Colombia. Por eso: "No era, pues, nada extraño ni nuevo que el Gobierno americano cumpliera en esa fecha igual misión advirtiéndoselo así a los presentes combatientes". En otra parte de su escrito, Boyd indica en mayúsculas cerradas que la independencia la llevaron a cabo los panameños: "ÚNICAMENTE CON SUS PROPIOS RECURSOS, CON SUS PROPIOS ELEMENTOS, SIN AYUDA MA• \ n r n A r~*j

DA Y PREPARADA EXCLUSIVAMENTE POR SUS HIJOS CON TRES O CUATRO MESES DE ANTICIPACIÓN, CON ADMIRABLE RESERVA, PRECISIÓN Y CORDURA". Después de ocuparse de lo relacionado con el reconocimiento de la nueva república por parte de Estados Unidos y otras naciones del continente americano y de Europa, Boyd alude a la reacción en Bogotá con motivo del movimiento secesionista. También explica "el derecho muy legítimo y las poderosísimas razones que tuvieron los istmeños para -aunque con pena- separarse de la sociedad de los otros departamentos que componen la República de Colombia". En este sentido, recuerda la independencia de Panamá de España en 1821, los movimientos separatistas de 1830 y 1840, los efectos negativos de las guerras civiles, la poca representación política del Istmo en el Congreso, los limitados recursos que quedaban de las rentas para beneficiar a Panamá, donde con los fondos nacionales no se construyó ninguna obra material importante. Es más, las cuantiosas sumas que pagaban la Compañía del Ferrocarril y del Canal francés por sus privilegios, pasaban directamente a las arcas nacionales "y sólo las migajas del festín se dedicaban a los panameños o su territorio". Por ello dice que, "al efectuarse la separación en 1903", 82 años después, todo estaba lo mismo que en tiempo del coloniaje...". También compara los evi-

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dentes progresos logrados en los ocho años de vida republicana con el atraso que imperaba durante el período de la unión a Colombia. Concluye su "Exposición" afirmando que no se debía achacar a extraños o culpar a Estados Unidos o a Theodore Roosevelt de lo ocurrido en Panamá, porque la principd responsable de la secesión era únicamente Colombia, pues en vez de atender "las legítimas aspiraciones que humilde y constantemente manifestaban los panameños, los trataba como a miserables colonos del siglo XVIII". Con el título Documentos históricos. Memorias sobre la emancipación de Panamá, Manuel Amador Guerrero escribió su versión inconclusa, poco años después del movimiento separatista en 1903. Amador nació en Turbaco el 30 de junio de 1833 y falleció en la ciudad de Panamá en 1909. Estudió medicina en la Universidad de Cartagena y emigró al Istmo en 1855, poco después de obtener su título. En Panamá se casó con María de la Ossa y de esta manera se vinculó con el patriciado local. Trabajó para la Compañía del Ferrocarril y ocupó diversos cargos públicos, entre éstos, representante de la provincia de Veraguas ante el Congreso colombiano, primer designado y presidente del Estado Soberano de Panamá. En 1903 formó parte de la junta revolucionaria y viajó a Estados Unidos en agosto para ultimar detalles sobre la secesión con William Nelson Cromwell. En diciembre de ese año fue elegido representante a la Asamblea Nacional Constituyente y el 20 de febrero del año siguiente fue nombrado primer Presidente de la República, cargo que desempeñó hasta octubre de 1908. En la primera parte de sus memorias, Amador Guerrero relata cómo José Agustín Arango lo puso en conocimiento del complot secesionista y que el capitán J. R. Beers iba a partir hacia Estados Unidos licenciado con el encargo de hablar sobre el movimiento separatista que se tramaba con los "amigos de Nueva York", cuya misión duraría sólo unas pocas semanas. Describe su viaje a Estados Unidos a finales de agosto de 1903, provisto de claves para comunicarse con los otros conspiradores en Panamá, y su primera entrevista con William Nelson Cromwell a quien le entregó una carta de Arango. Señala que el abogado neoyorquino ofreció ayudar cuando el Tratado Herrán-Hay fuese "absolutamente negado", pese a que él -Amador Guerrero- intentó vanamente convencerlo de que no abrigara esperanza alguna en este sentido. Después de las dos primeras entrevistas satisfactorias con Cromwell, notó que "se excusaba de tratar el asunto" y sólo por insistencia suya lo recibió. Según Amador: "le manifesté que veía con pena que él había cambiado de rumbo y que por consiguiente yo haría igual cosa. Me despedí de él y no tuve noticias suyas sino algunas semanas después del 3 de noviembre en Nueva York". Afirma que, atemorizado por las amenazas del ministro de Colombia Tomás Herrán, Cromwell tomó rumbo a Europa. Mientras esperaba los resultados de una carta que escribió al secretario de Estado John Hay, por intermedio del banquero judío Joshua J. Lindo, Amador se puso en comunicación con Philippe Bunau-Varilla a quien encontró en su priJÉLL

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mera conferencia "tan animado" que le dio un memorándum de lo que en se necesitaba Panamá para proclamar y sostener la independencia. Dos días después, en otra entrevista, el ingeniero francés le hizo saber a Amador que no había conseguido "los recursos pecuniarios" solicitados por éste, pero que "sí tenía recursos ofrecidos que aseguraban el éxito del asunto una vez que hubiésemos dado el golpe en Colón y Panamá". Sostiene que se opuso enérgicamente a que el movimiento separatista se limitara a la zona de tránsito y que después "de otros tres días de conferencia todo quedó arreglado a mi satisfacción y yo avisé a mis amigos anunciándoles mi próximo viaje y dándoles las seguridades completas del triunfo de nuestro proyecto". Amador no entra en detalles sobre la cantidad de dinero que le pidió a Bunau-Varilla, pero sabemos que fueron 6 millones de dólares que al francés le parecieron una suma exorbitante y le ofreció en cambio 100.000 dólares para los gastos que ocasionara el movimiento independentista, así como obtener el respaldo del gobierno estadounidense. Tampoco menciona las condiciones exigidas por Bunau-Varilla para apoyar la conspiración, esto es que se le nombrara Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario de la nueva república con facultad para negociar y firmar el Tratado del Canal con el gobierno de Estados Unidos. Pasa por alto, así mismo, que el ingeniero francés redactó una proclama de independencia, confeccionó una bandera para la joven república y propuso que el movimiento secesionista tendría que llevarse a efecto a más tardar el 3 de noviembre de 1903. En cambio, Amador Guerrero se limita a decir: "Listo todo para mi partida para Panamá el 20 de octubre tuve una larga discusión con B. V sobre cierta condición que él quería exigirme y concluyó con que no tocáramos el punto sino más tarde". Es decir, el nombramiento como Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario. Y añade: "llegué a Colón y a Panamá el 27 de octubre y mis amigos muy satisfechos me dieron cita para explicarles el plan. Verificada la cita cundió la desconfianza entre ellos, con raras excepciones, pues creían que yo les mostraría algún tratado secreto con un soberano y que nada nos quedaba que hacer sino fundar nuestra República". No dice que a los otros conspiradores no les gustó en absoluto la idea de Bunau-Varilla de independizar inicialmente a la ciudades de Panamá y Colón con la zona de tránsito, y que rechazaron asimismo la prodama de independencia y la bandera hechas por el ingeniero francés. Dudaron también de las promesas de éste de lograr el apoyo del gobierno estadounidense. Por su parte, Tomás Arias, otro de los integrantes del patriciado que participó en la secesión de Panamá de Colombia, dio su versión años después del suceso en Motivos que determinaron mi intervención en el movimiento separatista de 1903. Arias nació el 29 de diciembre de 1856 y murió en 1932. Hombre de sólida fortuna y de profundas convicciones conservadoras, durante el período colombiano ocupó diferentes cargos en el gobierno. Fue diputado a la Asamblea 362

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de Panamá, recaudador fiscal, administrador de Hacienda y secretario de Gobierno del departamento, y en varias ocasiones se desempeñó como senador por Panamá ante el Congreso colombiano. Fue uno de los integrantes de la lunta Revolucionaria y miembro de la Junta Provisional de Gobierno del 4 de noviembre de 1903 al 23 de febrero del año siguiente. Ejerció diversos cargos públicos durante las tres primeras décadas de la república. En su escrito, Arias menciona los puestos prominentes que ocupó en las postrimerías de la unión a Colombia, al punto que él mismo indica que "era yo quizás el panameño más y mejor relacionado en toda la república". Advierte que quizás por eso ninguno de los conjurados, que eran todos amigos suyos, lo puso al tanto de la conspiración pues pensaron que no los apoyaría. No obstante, Manuel Amador Guerrero sí le habló del plan separatista con el que no estuvo de acuerdo al principio porque pensó que los enemigos políticos, es decir los liberales, resultarían beneficiados. Al decir de Arias: Mucho pensé el asunto por las graves consecuencias que traería consigo al llevarse a efecto, pero considerando yo que el movimiento tenía el apoyo de todos mis amigos personales, que contaba con el consentimiento casi unánime del pueblo panameño; que el elemento extranjero radicado aquí simpatizaba con él; que la mala voluntad contra el Gobierno surgía por todas partes, extremada con el rechazo por parte de Colombia del Tratado Herrán-Hay; que era muy probable un movimiento armado encabezado por los enemigos del Gobierno quizás con el apoyo de un elemento extraño, y por estas razones era preferible que los conservadores tomáramos la iniciativa para evitar que lo hicieran nuestros enemigos políticos; y por último, que si el movimiento fracasaba yo sufriría tanto como ellos sin haber tomado parte en él, como si hubiera sido uno de los conjurados, decidí aceptar la invitación que me hizo el doctor Amador y tomé parte activa en todo lo relacionado con su desarrollo y desde ese día asumí toda la responsabilidad que el delicado asunto requería, asistiendo a todas las reuniones que celebraban y prestando todo el contingente de mi entusiasmo muy decidido para conseguir el éxito. Sin entrar en pormenores sobre la conspiración ni el papel desempeñado en el movimiento separatista por Philippe Bunau-Varilla y el gobierno de Estados Unidos, Arias expresa: "muchos fueron los días que pasamos los conjurados en conferencias y confidencias, dedicados exclusivamente a desarrollar el plan que nos habíamos propuesto, y meditando las consecuencias que podía traer consigo el fracaso para todos los que estábamos comprometidos. Por fin el movimiento separatista se llevó a efecto, mediante los esfuerzos de todos los que en él intervinieron, Panamá entró en el rol de las naciones autónomas". Detalles que se circunscriben a lo ocurrido el día de la secesión brindan, a mediados de la tercera década del siglo XX, el liberal Carlos Constantino

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Arosemena -1869-1946- y el conservador Nicanor Arturo de Obarrio -18731941- en el escrito titulado Datos históricos acerca de algunos de los movimientos iniciales de la independencia, relatados por los proceres Carlos Constantino Arosemena y Nicanor Arturo de Obarrio, presentado por Octavio Méndez Pereira. En 1921 se conoció públicamente la versión del general Esteban Huertas sobre lo acontecido el 3 de noviembre de 1903 y los días inmediatamente posteriores hasta la desintegración del ejército al año siguiente. En efecto, en aquella fecha, su hijo Esteban Huertas Ponce publicó Recuerdos históricos del general Esteban Huertas, obra que no tuvo gran divulgación pues al parecer el gobierno de Panamá la mandó recoger, según afirma el historiador colombiano Eduardo Lemaitre. Posteriormente, en 1959, salió a la luz otra edición con el título Memorias y bosquejo biográfico del general Esteban Huertas. Procer de la Gesta del 3 de noviembre de 1903. Cabe recordar que Esteban Huertas nació en Umbita, departamento de Boyacá, en 1876 y falleció en Panamá en 1945. A finales de 1902 fue nombrado comandante del batallón Colombia de guarnición en Panamá. El 3 de noviembre, Huertas cumplió un papel destacado al tomar prisioneros a los generales Juan B. Tovar y Ramón Amaya, que vinieron de Colombia a sustituirlo en el mando, lo cual, sin duda, fue la acción decisiva para el triunfo del movimiento separatista. Hasta finales de 1904, cuando fue eliminado el ejército de la República de Panamá, el general Huertas fue su comandante. Recibió reconocimientos y generosas compensaciones por parte del gobierno presidido por Manuel Amador Guerrero por su apoyo a la secesión. En noviembre de 1904 se trasladó a su finca en "Quebrada Caballero" cerca de Aguadulce y Pocrí, y se alejó de las actividades políticas, después de su fallido intento de golpe de Estado contra Amador Guerrero, en connivencia con algunos liberales. Los puntos de vista de Esteban Huertas difieren en algunos aspectos con la versión dada por los otros protagonistas de la secesión de Panamá en 1903, en particular de Manuel Amador Guerrero, si bien todos callan lo referente a los sobornos que recibieron el propio general y otros oficiales colombianos para darle su respaldo a los conspiradores. No está de más señalar que en Colombia a Huertas se lo considera un "traidor". En los Recuerdos históricos se relatan algunos antecedentes de la secesión en los que participó Huertas, y su papel decisivo en el movimiento separatista, y se intercalan los diálogos que sostuvo con Manuel Amador Guerrero cuando en los momentos críticos éste fue a pedirle su apoyo al complot, por segunda vez, el 2 de noviembre: "No vacile, general, en ayudarnos", dice que le suplicó Amador Guerrero y como el militar le contestó que lo dejase pensar, aquél le agregó: "Si nos acompaña, el movimiento tendrá lugar el 28 de noviembre. Habrá disfraces y [... ] muchas diversiones, y podremos llevar a efecto nuestros deseos. Siempre contamos con usted". En la segunda edición el hijo del general pone en boca de éste las siguientes palabras: 364

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Yo presentía que tarde o temprano el Istmo de Panamá tenía que buscar su Independencia de Colombia. Habían sucedido hechos de tanta trascendencia que mantenían sumamente descontentos y heridos a los panameños [...]. Además, el Gobierno Central, que quedaba muy distante, no se preocupaba ni por la salud de los panameños ni por el progreso material y cultural del Istmo de Panamá, que continuamente sufría los estragos, la destrucción y la muerte que les causaban tanto las epidemias como las guerras civiles. Y añade: "Estaba seguro de que el pueblo panameño pelearía por su Independencia y que yo tendría que intervenir y ser actor en esos hechos, ya que mis relaciones sociales en Panamá adonde había llegado muy joven, donde había formado mi hogar y donde tenía un hijo, me colocaban en una situación delicada que habría de resolver con valor y decisión al lado de quienes tenían la razón, el derecho y la justicia". Aunque no se lo decía a nadie, pensaba que no debían los panameños "buscar para su independencia el apoyo de otra nación ni de otro pueblo. Y lo pensaba así, porque tenía la seguridad de que después de realizada, los auxiliares o cobradores le cobrarían intereses muy altos a la nueva República que tendría que pagar a través de muchísimas generaciones". Pese a que la "leyenda blanca" o "dorada", de exaltación a los principales protagonistas de la secesión de noviembre de 1903, recibió por varias décadas el respaldo incondicional de la historiografía nacional y enfrentó a los detractores del movimiento separatista, esta situación empezó a cambiar en los años treinta. A la sazón, intelectuales de la clase media que militan en partidos de izquierda, como Diógenes de la Rosa, cuestionaron los planteamientos esgrimidos tanto por los defensores de la denominada "leyenda blanca" como por los detractores del movimiento separatista. Esta actitud se incrementó especialmente a raíz de los trágicos sucesos del 9,10 y 11 de enero de 1964, cuando el ejército estadounidense reprimió a estudiantes y otros sectores del pueblo panameño que pretendían enarbolar la enseña patria en la entonces denominada Zona del Canal, con el resultado de 21 muertos y más de cuatrocientos heridos, motivo por el cual Panamá rompió relaciones diplomáticas con Estados Unidos el 9 de enero, que sólo se reanudaron el 3 de abril. Se culpó no sólo a Philippe Bunau-Varilla, sino también a los proceres por el nefasto Tratado del Canal del 18 de noviembre de 1903. En marzo de 1969, enfurecidos manifestantes derribaron los bustos de José Agustín Arango y Tomás Arias, y pintaron de rojo otras esculturas erigidas en honor a los proceres de 1903 en la Plaza de la Independencia. A mediados de agosto del mismo año, la Academia Panameña de la Historia emitió una resolución de desagravio a éstos, reprobó "por innoble el hecho bochornoso" y exaltó "por patriota y digna de reconocimiento nacional la actuación de los fundadores de la República".

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LA "LEYENDA NEGRA" O LAS CRÍTICAS ADVERSAS AL SURGIMIENTO DE LA REPÚBLICA DE PANAMÁ

Esta corriente de opinión sostiene que el movimiento separatista de Panamá del 3 de noviembre de 1903 y el surgimiento de la nueva república se deben primordialmente a la intervención directa de Estados Unidos a fin de celebrar un nuevo tratado del canal para construir, controlar y defender la ruta interoceánica en forma exclusiva. Asimismo, exalta las actividades solapadas de William Nelson Cromwell y Philippe Bunau-Varilla en el complot que culminaría en la secesión definitiva. En resumen, para esta posición, la República de Panamá es una creación del imperialismo yanqui, máxime cuando en el artículo I del Tratado Hay-Bunau-Varilla del 18 de noviembre de ese mismo año, Estados Unidos asumió el compromiso de garantizar y mantener la independencia de la República de Panamá, y en el VII se le facultó para intervenir en las ciudades de Panamá y Colón y sus áreas adyacentes a fin de mantener el orden público. Sustentaron estos puntos de vista, inicialmente, algunos panameños que no estaban de acuerdo con la secesión, como Belisario Porras, Juan Bautista Pérez y Soto y Osear Terán. También coadyuvaron a la difusión de la denominada "leyenda negra" sobre la secesión de Panamá en 1903, los discursos, cartas y otros escritos de Philippe Bunau-Varilla, exaltando su participación en los hechos que llevaron al surgimiento de la nueva república, sobre todo en su obra Panamá: La creación, la destrucción, la resurrección. Publicada originalmente en francés en 1913 y al año siguiente traducida al inglés. Belisario Porras no sólo se opuso al Tratado Herrán-Hay, al que consideró como una "venta del Istmo", sino también a la secesión de Panamá del 3 de noviembre de 1903. Porras nació en los Santos en 1856 y murió el 28 de agosto de 1942 en la ciudad de Panamá. En 1881 obtuvo el título de doctor en Derecho y Ciencias Políticas en Colombia. De regreso a Panamá trabajó como abogado de la Compañía Universal del Canal Interoceánico, ocupó varios cargos judiciales durante la vigencia del Estado soberano y desde muy joven se vinculó al Partido Liberal. También practicó el periodismo y entre 1899 y 1902 participó activamente en la guerra de los Mil Días. Tras incorporarse a la vida pública en Panamá a raíz de la secesión que no aceptó en un principio, desempeñó varios cargos en el municipio y como ministro en Washington, hasta ocupar la Presidencia de la República en tres ocasiones -1912-1916, 1918-1920 y 1920-1924-. En una carta sin destinatario, fechada en San Salvador, en abril de 1904, Porras explica las razones que lo llevaron a no aceptar el movimiento separatista. Indica que no había sido nunca partidario "de las repúblicas pequeñas" y que el movimiento de secesión de Panamá para formar una república independiente de la de Colombia era, en su opinión, "un hecho artificial contrario a los principios que garantizarían la estabilidad del nuevo Estado". También señala su temor de que el Partido Conservador, respaldado por Estados Unidos, intentara perpe366

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tuarse en el poder, y las dificultades de la convivencia entre los latinos y los sajones, al tiempo que rechaza los métodos utilizados para lograr la separación. Tampoco se muestra de acuerdo con la cesión de la soberanía nacional sobre una franja de territorio y además no cree que la construcción del canal constituya la panacea para todos los problemas económicos del Istmo. Finaliza dejando constancia de "mi inconformidad y mi reprobación en cuanto a la secesión y en cuanto al protectorado americano". Sin duda, uno de los más furibundos críticos de la secesión de Panamá el 3 de noviembre de 1903, es Juan Bautista Pérez y Soto, que nació en Panamá el 29 de junio de 1855 y falleció en Roma el 30 de agosto de 1926, cuando era el representante diplomático de Colombia. Abogado de profesión, fue secretario de la legación de Colombia en Ecuador y representante al Congreso por Colón en 1888 y 1892; como senador por Panamá se opuso vehementemente a la ratificación del Tratado Herrán-Hay y nunca aceptó la separación de 1903 y renegó de su tierra natal. Más aún, fue quien impulsó y encabezó la sociedad denominada La Integridad Colombiana, cuyo propósito fue reconquistar por la vía militar el territorio desmembrado, y denunciar cómo se urdió la trama separatista y la actitud posterior de algunos gobernantes de Colombia ante Estados Unidos por la pérdida de Panamá. Escribió varias obras sobre este tema, a saber: INRI ¡Desgraciada Colombia el día en que cayera en manos de Reyes! (La Habana, 1905), Panamá derrotero. Trabajo oficioso que como particular hizo el ex-Presidente de la Comisión Investigadora, para presentarlo a los Honorables Representantes elegidos por la Cámara para el estudio de este proceso (Bogotá, 1912), y Panamá, lo que se iba quedando en el tintero. Connivencias I, I I y III (Bogotá, 1912). En INRI, Pérez y Soto transcribe una carta que le dirigió al Presidente de Colombia José Manuel Marroquín, el 2 de septiembre de 1903, oponiéndose al nombramiento de José Domingo de Obaldía como gobernador del departamento de Panamá, porque consideraba que era un paso peligroso, pues con tal medida "está perdido el Istmo para Colombia". El polémico libro de Pérez y Soto no sólo ataca a los gestores del movimiento separatista de Panamá, sino al general Rafael Reyes que, según él, ni durante los debates sobre el Tratado Herran-Hay, "ni en la sacudida que experimentó Colombia con el golpe de Panamá, ni en sus gestiones en Washington como jefe de esta misión, se ha preocupado por la integridad del territorio, por los asuntos de jurisdicción y garantías de nuestra independencia, ni por los fueros de soberanía; ni, en fin, por nada de eso que se ha dado en llamar decoro y honor nacional, mientras que toda su conducta ha sido pedir y más pedir dinero, mendigar en últimas cualquier cosa de indemnización para darnos por satisfechos de la afrenta irrogada...". Y en otra parte afirma: "Dígalo la disipación tenebrosa de Panamá, búsquese al verdadero agente de la civilización novísima, y adoren al dios que obra el milagro, el Dólar".

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En Panamá, lo que se iba quedando en el tintero. III Connivencias, asevera: La falsedad mortal para nosotros era el hacer el reclamo, tan neciamente hecho, por las estipulaciones del Tratado de 1846, en la contingencia de que el Gobierno colombiano fuera enteramente incapaz de reprimir el movimiento de secesión allí. No tiene nombre semejante dislate. En el Istmo no había propiamente enemigos con quienes combatir, ni aún después del 3 de noviembre; quitárase la fuerza armada extraña y el respeto al Gobierno Americano, y ya se vería ese Gobierno independiente desaparecer como el humo, por reacción de los mismos o de la mayor parte de los que se habían prestado a la comedia del separatismo. No se explica cómo funcionario alguno colombiano ha podido aceptar esa contingencia de nuestra incapacidad para someter a los sublevados del Istmo con nuestros exclusivos recursos. Tan virulenta como la prosa de Pérez y Soto, es la de Óscar Terán, que nació en Panamá el 22 de julio de 1860 y murió en 1936. Abogado, escritor e historiador, fue uno de los fundadores del Ateneo de Panamá en 1906. Fue miembro de la Cámara de Representantes de Colombia. Criticó duramente el Tratado Herrán-Hay y se opuso al movimiento separatista. Nunca renunció a la dudadanía colombiana y de regreso a Panamá no aceptó ningún cargo en el gobierno y se dedicó al ejercicio de la abogacía y al periodismo. Publicó en Panamá, en su propia imprenta, la revista Motivos Colombianos. Entre sus obras se destacan Escritos y discursos y su polémico libro Del Tratado Herrán-Hay al Tratado Hay-BunauVarilla. Panamá. Historia crítica del atraco yanqui mal llamado en Colombia la pérdida de Panamá y en Panamá nuestra independencia de Colombia, que inicialmente apareció en dos tomos en 1935 y 1936. Cuatro décadas después, en 1976, lo publicó Carlos Valencia Editores. En el prefacio de este libro indica: Historiase aquí, en efecto, un caso de expansión geográfica y política de los Estados Unidos anglosajones llevada a cabo dentro del patrimonio territorial de una nación hispano-americana comparativamente inerme y sin otra fuerza ni defensa que los del derecho; y ello por los medios más ilícitos, inmorales y reprobados que puedan imaginarse. El cohecho, el engaño, la perfidia, la fe púnica, la instigación al prevaricato, a la traición, en una palabra, todas las formas posibles del maquiavelismo clásico quedaron allí ejemplarizadas y como patentadas bajo el rótulo de Yanquilandia... Por ende, Terán, mediante una vasta documentación que maneja muy hábilmente pero de manera parcializada, le resta importancia a los movimientos separatistas de Panamá en el siglo XIX a los que califica como simples "pronunciamientos" y desconoce la existencia del Estado Federd de Panamá —1855-1885—. Exalta, en cambio, la intervención estadounidense en el Istmo durante la guerra de los Mil Días -1899-1902-, aunque advierte que el Tratado Mallarino-Bidlack

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de 1846 no lo facultaba para ello. Resalta, asimismo, el significado del Tratado del Wisconsin "que puso fin a la contienda en Panamá con el objetivo de allanar el camino a Estados Unidos para la construcción de un canal interoceánico". Destaca la "extorsión y trata" de la Compañía del Ferrocarril que vendió sus acciones a la Compañía Universal del Canal de Panamá por el triple del valor original y explica cómo, al liquidarse esta última, la Nueva Compañía francesa del Canal obtuvo prórrogas del gobierno colombiano de manera irregular. Terán critica el proceso de negociaciones y el contenido del Tratado HerránHay, particularmente por las maniobras de la Nueva Compañía del Canal y su abogado William Nelson Cromwell, al que considera como una ficha del imperialismo norteamericano y que de alguna manera movió los hilos para ia designaciones de José Domingo de Obaldía como gobernador del Istmo y el general Esteban Huertas como comandante del batallón Colombia en este departamento. Señala que el rechazo del mencionado Tratado fue la causa fundamental del movimiento separatista de Panamá para concertar con Estados Unidos otro documento similar, como lo fue la Convención del Canal ístmico o Tratado HayBunau-Varilla del 18 de noviembre de 1903. Según Terán, el verdadero artífice de la sucesión de Panamá fue William Nelson Cromwell, pues Philippe Bunau-Varilla era un simple "mandadero" de aquél. Denuncia que a los conspiradores panameños, a los que llama "reptiles", sólo los movió el interés personal, que corrió mucho dinero en sobornos y que particularmente Amador Guerrero se convirtió en un hombre rico. En definitiva, lo que ocurrió el 3 de noviembre de 1903 fue que Colombia se convirtió en víctima de un despojo o atraco por parte de Estados Unidos que apoyó a la nueva república en lo que él califica como un acto de guerra. Abonan la leyenda negra los escritos de Philippe Bunau-Varilla y las declaraciones de Theodore Roosevelt. El primero, en un discurso que pronunció, como Ministro Plenipotenciario de la República de Panamá en el Club Quill de Nueva York, el 15 de noviembre de 1903, afirmó: ... Puedo atestiguar mejor que nadie que los Estados Unidos no han fomentado la revolución en el Istmo de Panamá, pero cuando la revolución que todo el mundo preveía estalló, su línea de conducta ya estaba trazada. La República consistía al principio propiamente hablando del territorio que se extiende desde Panamá hasta Colón siguiendo las líneas del ferrocarril y del Canal [...]. Tan pronto como la República obtuvo el control de toda la línea, tenía derecho a la protección de los Estados Unidos". De lo contrario, el tratado de 1846 "habría sido por primera vez desatendido voluntaria y engañosamente". Incluso en su obra Panamá. La creación, la destrucción, la resurrección (1913), el ingeniero francés asevera que él fue el artífice principal de la nueva República de Panamá y de la elaboración del tratado del 18 de noviembre de 1903, "adaptado de tal modo a las exigencias americanas que no pudiera ser objeto de la menor 369

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crítica de parte del Senado". Por su parte, Roosevelt, en el conocido discurso que pronunció el 23 de marzo de 1911 en la Universidad de Berkeley, California, dijo entre otras cosas: "Afortunadamente, la crisis vino en un momento en que yo podía actuar sin impedimento. Por lo tanto, me tomé el Istmo, comencé el canal y luego no dejé que el Congreso discutiera sobre él, sino sobre mí". Estas jactanciosas declaraciones de Roosevelt impulsaron a la Cámara de Representantes, a instancias del diputado Henry T. Rayne, a designar una comisión para que investigara los hechos acaecidos el 3 de noviembre de 1903. Pero como bien observa Eduardo Lemaitre, esta investigación tenía un claro carácter político, dirigida contra la candidatura presidencial de Roosevelt. De allí que la voluminosa obra resultante, titulada Story of Panamá, "hay que manejarla con sumo cuidado y no dar por cierto cuanto allí afirma", en tanto que el historiador estadounidense Gerstle Mack, en su bien documentada obra La tierra dividida, sostiene que dicho informe "añadió muy poco valor a lo que era del conocimiento público". No obstante, cabe recordar que muchos de los documentos de Story of Panamá fueron utilizados como testimonios fehacientes por Óscar Terán y hoy día se siguen esgrimiendo. Lo mismo ocurre con el libro de Earl Harding The Untold Story of Panamá (1959); Harding era un periodista del diario The World de Nueva York, que por instrucciones de foseph Pulitzer viajó a Washington, Panamá, Bogotá y París junto con Henry Hall para recoger testimonios que demostraran la participación de Theodore Roosevelt en el movimiento separatista en contubernio con un grupo de financistas de Nueva York encabezados por William Nelson Cromwell e integrado además por John P. Morgan, Charles P. Taff, hermano del ex secretario de Guerra William H. Taff, Douglas Robinson, cuñado de Roosevelt e incluso Philippe Bunau-Varilla, los cuales especularon con las acciones de la Nueva Compañía del Canal francés vendiéndolas al gobierno de los Estados Unidos por 40 millones de dólares. Esta es la tesis central del reciente libro de Ovidio Díaz Espino El país creado por Wall Street. La historia no contada de Panamá, que incurre en muchos errores y omisiones históricos como son, entre otros, el afirmar que el Tratado Mallarino-Bidlack de 1846 se hizo para construir el ferrocarril en Panamá y desconocer el papel desempeñado por Carlos Martínez Silva en las negociaciones para el Tratado del Canal entre Colombia y Estados Unidos en 1901, y particularmente su conocido Memorándum sobre la cuestión del Canal ístmico, del 25 de junio de ese año, en el que predijo que si este pacto contractual no prosperaba, Panamá, donde siempre había existido un germen de descontento, se iba a separar de Colombia con el apoyo de la nación del norte. Ciertamente cs muy nutrida la bibliografía que atribuye al gobierno de Theodore Roosevelt la "creación" de la República de Panamá y cuestiona la actuación de los cabecillas del movimiento secesionista del 3 de noviembre de 1903 y la rápida aprobación que le dieron al Tratado Hay-Bunau-Varilla. Basta men-

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cionar al libro de Ernesto Castillero Pimentel Panamá y los Estados Unidos, cuya primera edición es de 1953. Critica a los que denomina "panegiristas del 3 de noviembre y de sus actores". Indica que "como consecuencia de lo anterior, o sea, de la creación y aceptación irresponsable de una situación lamentable y desventajosa, la República de Panamá, así fundada, iba a ser objeto, como lo ha sido en efecto, de las más duras críticas y del escarnio internacional y su pueblo, el más incomprendido de América, iba a ser mediatizado, humillado y explotado, inocente víctima propiciatoria del bochornoso maridaje efectuado ese día entre nuestra torpe e ignorantona oligarquía citadina y los intereses imperialistas de París y Washington". De allí que no duda en afirmar que la verdadera fecha de la independencia de Panamá es el 28 de noviembre de 1821. Ejemplos sobresalientes de la interpretación negativa sobre el movimiento separatista de 1903 en la bibliografía extranjera son, entre muchas otras, las obras de Pierre Chaunu Historia de la América Latina (1964), quien sostiene que "la protección del canal sirvió como pretexto de intervención. La pequeña República fue creada en 1903 por las necesidades de tal causa, luego de una revuelta contra Colombia, hábilmente maquinada". Similares puntos de vista expone Jacques Lambert en América Latina. Estructuras sociales e instituciones políticas (1964). En su opinión, Panamá "es un Estado artificial creado en 1903 a expensas de Colombia, con el único objeto de facilitar a los Estados Unidos la concesión del Canal que el Senado colombiano le había negado...". Por su parte, el historiador estadounidense Hubert Herring, en su conocida obra Evolución Histórica de América Latina desde los comienzos hasta la actualidad (1972), afirma: "La República de Panamá es una anomalía entre las naciones. Independiente y soberana con la plena panoplia de un gobierno libre. Panamá esta dominada política y económicamente por el canal bajo el control americano. Por más sinceramente que los Estados Unidos puedan garantizar sus dignidades y privilegios a este diminuto Estado, subsiste el hecho de que Panamá sólo existe por el canal. El resultado es un Estado indefinido, distinto de cualquier otro del mundo". Silvia Núñez García y Guillermo Zermeño Padilla, compiladores de la obra en diez volúmenes titulada EUA. Documentos de su historia política, en el tomo III (Instituto Mora, México, D.F, 1988), se refieren a la "Invención de Panamá y la construcción del canal" e indican: Los Estados Unidos explotaron [... ] el sentimiento separatista de parte de la población del Istmo e inventaron la insurrección panameña apoyando su proceso de independencia -3 de noviembre de 1903—. Apresuradamente, los norteamericanos impusieron al nuevo gobierno de Panamá un tratado que concedía "a perpetuidad" una faja del territorio panameño a los Estados Unidos -18 de noviembre de 1903- por el cual la soberanía del nuevo país quedó permanentemente en entredicho. Curiosamente, sin explicación aparente, los Estados Unidos dieron un pago a Colombia, en 1921, de 25 millones de dólares.

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En realidad, ese pago fue para que Colombia reconociera a la República Panamá en virtud del Tratado Urrutia-Thompson de 1914. Por estas mismas fechas, es decir en 1964, el escritor argentino Gregorio Selser publicó su libro El rapto de Panamá. De cómo los Estados Unidos se apropiaron del canal, y pocos años después, en 1971, el periodista e historiador colombiano Eduardo Lemaitre en su polémica obra Panamá y su separación de Colombia, si bien vierte duras críticas contra los cabecillas de ésta y "la actitud rampante" del gobierno de Estados Unidos, advierte al mismo tiempo: "pero la verdad histórica es que ni aquellos ni éste se habrían atrevido a ponerse en movimiento si la ferocidad de las luchas políticas no hubiesen enceguecido a los colombianos de todos los partidos, hasta el punto de ofrecerles en bandeja de plata lo que ellos apenas consideraban como remota posibilidad". LA POSICIÓN ECLÉCTICA O EL EQUILIBRIO ENTRE LAS INTERPRETACIONES EXTREMAS

A cien años del movimiento separatista del 3 de noviembre de 1903, sería iluso negar u olvidar el papel decisivo que el intervencionismo de Estados Unidos desempeñó en el surgimiento de la República de Panamá, así como también desconocer el cabildeo tras bastidores de William Nelson Cromwell y Philippe BunauVarilla. No obstante, tampoco se deben olvidar otros factores que coadyuvaron significativamente a la secesión y que suelen pasarse por alto, sobre todo por los detractores del suceso novembrino. En otras palabras, es preciso tomar en cuenta no sólo los elementos coyunturales: el centralismo colombiano, los intereses de la Nueva Compañía del Canal francés y los objetivos del imperialismo estadounidense, sino también causas estructurales, por ejemplo las diferencias históricas y geográficas entre Panamá y Colombia, al igual que el permanente anhelo autonomista y separatista de un grupo de notables panameños desde inicios del siglo XIX para sacarle provecho a la privilegiada posición geográfica del Istmo con la construcción de una ruta interoceánica. Sin duda, Pablo Arosemena fue el primero que expuso esta posición en su escrito La secesión de Panamá y sus causas (1915). Arosemena nació en Panamá el 24 de septiembre de 1836 y falleció el 19 de agosto de 1920. Estudió en Bogotá donde recibió el título de doctor en derecho. Desempeñó varios cargos públicos: representante a las Asambleas Legislativas entre 1858 y 1885; senador de la República; secretario de Hacienda y Tesoro, del Interior y de Relaciones Exteriores, ministro en Ecuador, Bolivia, Perú y Chile. En 1880 fue elegido tercer designado del Poder Ejecutivo de los Estados Unidos de Colombia. También fue Presidente del Estado soberano de Panamá. A raíz del movimiento separatista del 3 de noviembre de 1903, fue elegido presidente de la Convención Nacional Constituyente. Igualmente ocupó cargos diplomáticos en la nueva república y fue primer designado encargado del Poder Ejecutivo de 1910 a 1912. En su escrito sobre la secesión, Arosemena resalta cuatro causas, a saber: primera, la geografía, que vincula estrictamente con el afán autonomista y sepa372

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ratista de los istmeños, resdtando las figuras de Tomás Herrera y Justo Arosemena; segunda, la Regeneración de Rafael Núñez que suprimió el Estado Federd; tercera, la conducta militar de los jefes militares de ambos partidos, con respecto al elemento istmeño en la guerra de los Mil Días (1899-1902), y cuarta, el rechazo del Tratado Herrán-Hay por parte del gobierno colombiano. Diógenes De la Rosa, que nació en Panamá en 1904 y murió en esta misma ciudad en 1998, fue un combativo político militante del partido socialista y reputado ensayista que se desempeñó como diputado en la Asamblea Nacional, asesor presidencial, diplomático y negociador de tratados con Estados Unidos. En el discurso titulado "El 3 de noviembre de 1903", que pronuncia el noviembre de 1930, sostiene: Dos afirmaciones prejuzgan el concepto y la interpretación del movimiento de 1903. La una, que denominaríamos colombiana, describe la secesión de Panamá como obra exclusiva del oro saxoamericano (sic) que compró a todos los istmeños a la manera de un enorme lote de esclavos. Es la idea que domina y dirige el libro La Feria del crimen de Alexander S. Bacon. La otra, que diríamos panameña o patriótica, es la que presenta ese hecho como resultado también exclusivo del sentimiento nacionalista del pueblo panameño que en un instante de indignación se alzó, con raro unanimismo, para forjar una corporeidad política propia y autónoma. Este es el concepto que motiva los relatos y escritos que todos los años, en esta ocasión, leemos en numerosas publicaciones. Es necesario decir que ambos criterios están descalificados por unilaterales y exagerados. La verdad histórica dice otra cosa. De la Rosa cita las causas enunciadas por Pablo Arosemena y añade otra que, según él, era la que alejaban "con temor y vergüenza insistentes todos los que escriben sobre este tema". En definitiva, señala que tres factores convergieron a producir la secesión de Panamá: uno, la geografía; otro, "los males, las dificultades, los tropiezos que constituyeron la historia del Istmo durante sus adhesiva política a Colombia. El último, la expansión del poder de los Estados Unidos hacia el sur y hacia el Pacífico". Carlos Manuel Gasteazoro -1923-1989-, destacado historiador panameño que tras obtener el doctorado en la prestigiosa Universidad Nacional Mayor de San Marcos, en Lima, introdujo los modernos métodos de investigación histórica en nuestro país a mediados del siglo pasado y publicó un plural número de artículos y libros, en su ensayo El 3 de noviembre de 1903 y nosotros (1952), después de examinar los diferentes puntos de vista sobre este suceso, expresa: "... podemos ver que en el nadmiento de la República intervinieron dos grandes causas, unas que podríamos calificar como permanentes, y que son los fenómenos geográficos y los históricos, y otras como causas inmediatas que son los hechos políticos, económicos, internacionales y personales [...] unidos todos estos aspee-

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tos, valorándoles y dándoles actualidad, es como mejor podemos comprender el hondo significado del 3 de noviembre de 1903". Y añade: Teniendo esta amplia visión de todo el devenir panameño, veremos que en este momento [...] no es posible contemplarlo como el triunfo de unos cuantos aventureros audaces. Es indudable que en nuestra separación algunos proceres cometieron sus pecados, y pusieron de manifiesto sus vicios y defectos. ¿Quién ha de dudar que el canal corrompió a mucha gente en Panamá y que el dólar tomó desde 1903 un sitio reverente en nuestra sociedad? Pero esto no es todo. Por debajo de todas estas manifestaciones reales hay algo más profundo, más hondo que el mismo concepto del Estado y el provecho personal. Está la idea de la nacionalidad panameña. Discípulos del doctor Gasteazoro, como Ricaurte Soler en La independencia de Panamá de Colombia. Sobre el problema nacional Hispanoamericano (1979); María Josefa de Meléndez La separación de Panamá de Colombia (1975); Armando Muñoz Pinzón Grandeza y desventura del 3 de noviembre de 1903 (1975); Rolando Hernández 1903 en la historiografía de la República (estudios, tendencias y valoración (1977), y quien esto escribe, al igual que otros historiadores e intelectuales estudiosos del pasado como Patricia Pizzurno, Alberto Osorio, Carlos A. Mendoza y Humberto Ricord, han abordado el tema desde distintos ángulos, mediante la posición ecléctica, tomando en consideración la historia panameña del siglo XIX. Por último, merece mención especial la historiografía estadounidense en torno al canal interoceánico, incluyendo por supuesto el apoyo del gobierno de Theodore Roosevelt al movimiento separatista del 3 de noviembre de 1903 y el controversial Tratado Hay-Bunau-Varilla. Algunos historiadores como William D. McCain son irónicos al valorar la secesión en estos términos: En la noche del 3 de noviembre, el cañonero colombiano Bogotá hizo varios disparos sobre la ciudad de Panamá. Un pacífico y candido chino, Wong Kon Yee, nativo de Hong Sang, China, fue la única víctima de la guerra de independencia de Panamá. La explosión de una granada extinguió su vida mientras cenaba tranquilamente en su casa, convirtiéndolo en el único mártir de la libertad de los panameños. Los otros participantes del memorable suceso tienen sus monumentos y sus panegíricos, pero Wong Kong Yee retorna al polvo sin lamentaciones, en una tumba anónima, olvidado en los anales de los héroes de Panamá. Por su parte, David McCuIlough, parafraseando al senador Shelby McCullon, se refiere a "una revolución extraordinaria" en Panamá y asevera que la nueva república surgió como un acto de precipitud del imperialismo norteamericano encarnado en Theodore Roosevelt. 374

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Más conciliadoras y objetivas resultan las obras de Gerstle Mack, Miles P. Duval Jr., Michael Conniff y del historiador británico John Major, pues muestran los distintos intereses que convergieron en la secesión del 3 de noviembre, así como también las causas permanentes o estructurales y las inmediatas o coyunturales presentes en este acontecimiento, que es como debemos analizarlo. BIBLIOGRAFÍA

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ESTUDIO HISTORIOGRÁFICO SOBRE LAS INTERPRETACIONES EN TORNO A LA SEPARACIÓN DE PANAMÁ DE COLOMBIA EN 1 9 0 3

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CELESTINO ANDRÉS ARAEZ

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