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el torneo inicial
| Lunes 21 de octubre de 2013
Un grupo eufórico: Ferrari, Ballini, Berra, Niell, Medina y Donatti, algunas de las piezas victoriosas de Central
Central puso el corazón y se dio el gusto más grande Luego de tres años en el ascenso, el equipo canalla venció por 2-1 a Newell’s en el clásico rosarino ● A los rojinegros se les cortó una racha de cinco triunfos seguidos Diego Morini
ENvIAdO ESPECIAl
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OSARIO.– Se estremecen, se les eriza la piel y los ojos se les ponen vidriosos. Besan por enésima vez una estampita, vaya uno a saber de qué santo. Se barren los maquillajes azules y amarillos por esas lágrimas que ruedan por las mejillas. Sobrevuela por el Gigante de Arroyito el Negro Fontanarrosa inmortalizado en miles de camisetas. Flamea el Che Guevara como un grito de rebelión contenida. Sonríe el Capitán Piluso, perfectamente ubicado sobre una de las tribunas. Enrojecen las gargantas, se quiebran las voces, se festeja en esta ciudad desde las entrañas. Central ganó el clásico y se volvió a sentir vivo. Es que el canalla está nuevamente escribiendo su historia, porque esperó tres años por este 20 de octubre, que no será como aquel 19 de diciembre de 1971, pero no importa: es el día en que volvió a hervirle la sangre. Porque sufrió demasiado entre traumáticas promociones, tres temporadas en la segunda categoría y una zona del descenso que ayer dejó atrás. Puso de rodillas al campeón del fútbol argentino, al que mejor juega, al que tiene como estandarte enaltecer a la pelota. Pero ¿qué importa todo eso?
Unas 42:000 personas poblaron el Gigante de Arroyito
“Hacía tiempo que no teníamos una alegría así. La gente venía golpeada por los años que pasó en la otra categoría y disfrutamos esto”
“Vivimos un gran partido: se metió, se jugó y se ganó. Es una alegría, porque además de ser el clásico, Newell’s es un equipo bárbaro”
miguel ángel russo
hernán encina
dt de rosario central
anotó el 2° gol de central
lo dejó vacío a Newell’s, que se pavoneaba con su condición de líder y no supo cómo pisar fuerte. ¿Qué más? Porque si se debe explicar de qué se trata esto del clásico rosarino no se puede con palabras. Se siente, se palpita, se sufre, se transpira, se vive. Era demasiado lo que había en juego, pero no se trata de una cuestión de números. Nada de eso. Ni punteros ni últimos. El costado pasional fue determinante. Porque acá, en esta ciudad, no juegan futbolistas: los que salen a la cancha son hinchas. No las 42.000 almas que desbordaron Arroyito, sino los Ferrari, los Encina, los Carrizo, los domínguez con la camiseta de Central y los Heinze, los Maxi Rodríguez, los Guzmán y los Bernardi, con la de Newell’s. Porque eso de jugar con tan alta carga emotiva no es un detalle menor. Porque sólo así se puede comprender que el campeón del fútbol argentino no supo, no pudo o se sintió desbordado por la tensión. Si era el partido ideal para tratar de consolidar esa condición de equipo diferente. Era el momento indicado para reivindicar un estilo, un legado. Se expone la piel, se siente diferente. Ni más ni menos. Si hasta Maxi Rodríguez, el mejor jugador del fútbol doméstico, que suele tener una línea de conducta ejemplar, se desbordó cuan-
. FotoS: MARCELo MANERA do hizo un gol maravilloso y festejó con una serie de gestos desmedidos. Y hasta se quebró y se ofreció de cara al sol Miguel Ángel Russo, un fundamentalista de la cautela y de discursos casi inocuos. “le agradezco mucho a mi vieja, que desde el cielo me ayudó”, dijo el entrenador, que eleva su figura y se refleja en el Paraná. Es que él, que evitó con su habitual estilo hablar del tema, lleva en su cuenta personal 7 clásicos dirigidos y ninguna derrota (con tres éxitos y cuatro empates). Se eleva donatti, mete el cabezazo y comienza a latir fuerte el corazón de Central. Aparece la Fiera Rodríguez y muestra por qué Newell’s, cuando se lo propone, juega a otra cosa, dice por qué está en otro nivel. Se cae luna, le da en la cabeza, aparecen viejas imágenes –con el respeto por Aldo Pedro Poy– y Encina hace estallar a la gente de Central, que esperó seis años para volver a llorar de emoción por ser el dueño del clásico (el último fue el 16 de septiembre de 2007). ¿Cómo no llorar? Si después de 1281 días se volvió a sentir importante el canalla y pudo jugar contra ese rival tan distante como necesario para la vida de esta ciudad que suda fútbol. Y pensar que algunos se animaron a intimidar a los jugadores con pintadas (“Central es más importante que sus vidas. Ganen o muerte”, se leyó en estos días). Sí, también hay demasiado idiota detrás de esta pasión. Central hasta se puede regodear porque traumatizó a Newell’s, le cortó una racha de cinco éxitos consecutivos y hasta les permite a otros equipos que se le acerquen a su rival eterno y así evitar que se ilusione con el bicampeonato. “Si fuese un pecado amarte, que me esperen en el infierno”, rezaba una bandera en el corazón de la platea canalla, y la verdad es que después de tanto sufrimiento, Rosario Central siente que el infierno está encantador.ß