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tenis
| Miércoles 29 de enero de 2014
A punto de ser padre de un varón, el singlista número 1 se confiesa: “Vivo un mes recargado”
Carlos Berlocq. “Antes de jugar la Copa Davis la gente ni me conocía” Enviado especial: Sebastián Torok | Fotos Mauro Rizzi
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AR DEL PLATA.– El cielo plomizo es una amenaza. Sin embargo, la Bristol luce cual hormiguero; las sombrillas conforman un arco iris alucinante. Un imitador de Sandro recolecta monedas. El puesto de pochoclos, manzanas acarameladas y garrapiñadas es la vedette. Claro, hasta que se abre una puerta trasera del histórico hotel Provincial y el equipo nacional completo de Copa Davis surge en escena. La rambla se revoluciona. Los turistas, siempre dispuestos con cámaras o celulares en mano, se les abalanzan, los saludan, les piden obsequios. Los tenistas sonríen, bromean entre ellos, se divierten, más allá de la tensión lógica que acarrean interiormente por el desafío frente a Italia, desde pasado mañana en el Patinódromo. Allí está Carlos Berlocq, con manos en los bolsillos, concentrando. Son horas especiales para Charly. Volvió a la ciudad en la que vivió entre los 9 y los 18 años. Tras la mejor temporada de su carrera en la que logró el primer título ATP (Bastad) y resultó esencial en las victorias frente a Alemania e Italia en la Davis, es el singlista N° 1. Pero, sobre todo, está comiéndose las uñas por el inminente nacimiento de su primer hijo varón. El hombre de Chascomús se sostiene espiritualmente en María Noel, su esposa, y Stefi, su hija de 4 años. “Es un mes recargado e intenso. Por un lado estoy tranquilo, pero por el otro estoy ansioso por el embarazo, que lo pongo en el primer lugar de prioridades. El tenis y lo personal son cosas diferentes, pero dos responsabilidades, y lo estoy disfrutando con compromiso. Sinceramente, en estos últimos dos meses tuve mucha carga emocional, hubo que tomar muchas decisiones, porque nunca se sabe cómo se encamina el embarazo, que por suerte va muy bien, normal para la fecha estipulada (16 de febrero). Eso
me permite poder trabajar contento. Esta es mi quinta convocatoria y antes no me lo hubiera imaginado. Los argentinos somos exigentes, queremos ganar y esa carga la sentimos, pero también nos provoca energía”, expresa Berlocq. —¿Como persona y deportista, este embarazo te tomó más armado y cauto que la primera vez? —Con Stefi me agarró en una etapa en la que me había operado y pude disfrutar mucho del embarazo. No tenía tanto apuro, no estaba con torneos en el medio. Esta vez estaba el Australian Open en el medio, al que no estaba muy convencido en ir. Estuve 15 días fuera de casa, organizaba los entrenamientos para estar bien comunicados con la familia. Con Stefi es todo el día princesas, maquillaje, pinturas; yo soy el príncipe de ella. Ahora con Agustín me imagino otra cosa. Me gusta el fútbol, pero no un fanático como Pico. Cuando estuve inactivo por la operación de muñeca me puse como loco con el juego del Gran DT, estudiaba mucho, hacía cambios, pensaba estrategias. —¿También te gusta estudiar cuestiones del tenis y los rivales? —Sí, le presto atención a todo. No sé si es de estudioso o qué, pero me gusta tratar de cubrir los detalles que puede haber en los partidos, las estadísticas, mirar videos de los jugadores que voy a enfrentar. Con YouTube ahora es muy fácil. Ahora estoy viendo a los italianos para entrar en la cancha con toda la información en la cabeza. También me gusta preguntarles a jugadores que ya los enfrentaron, porque la sensación de mirar no es la misma de jugar. Intento progresar. El tiempo, cuando me retire, me dirá si hice lo correcto o no. A veces me juega en contra porque al exigirme tanto me paso de revoluciones. Cuando me entreno con Juan Martín [Del
Charly, distendido: “Federer me llama Carlitos; algunas veces entrenamos juntos” Potro] trato de observarlo cómo le pega a la pelota o la manera de moverse, trato de sacarle información. Con Pico me pasa lo mismo. Me gusta saber cómo piensan. —¿Hacés cambios en la raqueta también? —No me gusta tocarla mucho. A veces la marca que me auspicia quiere cambiarme el modelo, pero me quedo con la misma, de aro 95. Los balances y los pesos trato de mantener siempre lo mismo. —La temporada pasada fue la mejor de tu extensa carrera. Ahora, con casi 31 años y a la distancia, ¿cómo ves lo que te pasó? —Cuando estoy en frío pienso que fue algo realmente muy fuerte. Lo de la Copa Davis fue increíble, tuvo impacto en muchos aspectos. Antes de jugar la Copa Davis la gente ni me conocía. Noté un gran cambio en la calle. La otra vez fui a un restau-
rante y un señor que estaba ahí me reconoció, me saludó, y antes no me había pasado. También me pasa en algunos peajes, que me reconocen. Como persona no me cambia, pero en ese momento me da felicidad porque vuelvo a recordar todo. —Tuviste carencias económicas, jugaste muchos años en Challengers, estuviste siete meses inactivo por una operación de muñeca. ¿Crees que el público se sintió representado por tu lucha? —Hay mucha gente del ambiente del tenis que vio mi evolución, mi trabajo detrás de las cámaras y de los buenos resultados. Me lo reconocen. Muchas veces me dicen que soy un ejemplo por la constancia, que la seguí remando más allá de algunas adversidades. Durante muchos años trabajé duro, pero no soy el único caso argentino. Hay muchos casos de jugadores que lucha-
ron y no tuvieron mi suerte. El tenista argentino tiene muy poco apoyo, eso siempre me gusta remarcarlo, le cuesta todo más y es bueno que la gente lo vea. En otros países se hace todo más sencillo. Los que no están tan en el tenis me reconocieron el esfuerzo que hice en la Davis, jugué partidos muy emotivos, largos, con jugadores de mejor ranking. —Ante Alemania y Francia festejaste desgarrándote la camiseta, ¿Fue pensado o una reacción natural? —Fueron festejos diferentes. Contra Alemania había casi 40 grados, jugamos más de cuatro horas, terminé el partido, gané, me sentía en una batalla. Fue tanto el desahogo que sentí romperme la remera como un símbolo de fortaleza. Contra Francia fue más un pedido; cuando gané no sabía qué hacer, reaccioné y lo hice.