AMIA, 20 años. El interminable dolor de los familiares de las ...

18 jul. 2014 - que entraron al país como correos diplomáticos, que se organizó desde la Triple Frontera con ayu- da de funcionarios de la embajada.
826KB Größe 8 Downloads 55 vistas
14

|

POLÍTICA

| Viernes 18 de julio de 2014

un ataque impune | testimonios y recuerdos Viene de tapa

Sandra, psicóloga y empleada en un juzgado, ofrece té y una sonrisa amable y algo triste en la cocina de su departamento de Caballito. Beto, su marido, y su hija menor la acompañan dando vueltas por la casa, junto a su perra, Sasha, que ladra con cada timbre del portero eléctrico. Gabriel llega, pero no se sienta a la mesa, ni lo hará en el largo rato que dure la charla con la nacion. Se queja de una contractura. “Yo también estoy contracturada”, le dice, amorosa, la hermana mayor. Con mamá Aída en su casa, pero presente en los diálogos casi a cada rato, los recuerdos fluyen, dolorosos pero sin esfuerzo. “Todos los años en estas fechas me acuerdo de qué hacía a cada hora, si me vi o no con mi papá el día anterior, todo”, dice Sandra. De inmediato llega el momento crucial. “Vivía a la vuelta de la AMIA, en Larrea y Viamonte, y estaba durmiendo con mi hija mayor, que con tres años se había pasado a mi cama. Escuchamos el estruendo y Beto se tiró encima nuestro para protegernos. Se levantó y salió a la calle. Volvió diciendo que sí, que había sido la AMIA. Y que no había quedado nada”, monologa la dueña de casa. Gabriel se recuerda levantándose en la casa que aún compartía con sus padres en Palermo. Se recuerda llegando a los humeantes escombros en los que se había convertido la AMIA pasadas las diez de la mañana. A diferencia de su hermana, que buscaba entre las ruinas, él tenía la certeza de que su padre, que trabajaba allí, no había sobrevivido. “Si hubiera estado bien, nos habría llamado para avisarnos de alguna manera. Lo encontramos enseguida”, dice el hermano menor. ¿Cómo? Con los ojos vidriosos, Gabriel cuenta que lo vio pasar en una camilla. “Lo vi mientras intentábamos ayudar a sacar gente atrapada. Estaba tapado con una manta, pero le reconocí una mano y un brazo cuando lo conducían hacia una ambulancia. No quise creerlo y seguí ayudando. Pero lo sabía”, dice sin levantar la voz. “Cuando nos vimos, al rato, me abrazó, no hizo falta que me dijera nada”, rememora Sandra. Los hermanos cuentan casi a coro lo que pasó después. “Tuvimos que ir a casa a decirle a mami. Eso fue lo peor”, dice Gabriel. El Hospital de Clínicas, la morgue judicial, el reconocimiento del cuerpo. “Me parece que no tendría que haber venido acá”, se arrepiente Gabriel, sin ocultar las huellas que le deja el doloroso repaso. De inmediato, ambos parecen recuperarse. Hablan de lo que siguió al peor momento de sus existencias. “Papá hubiese vivido muchísimos años, era un tipo sano. Y cada vez que pasa algo lindo no podés dejar de pensar: ¡que bronca que no está!”, dice Sandra. “Y cuando pasa algo feo también pensás: qué lástima que no está para apoyar en todo, como él lo hacía”, complementa Gabriel. Lo que ambos quieren es hablar de su papá, Abraham, al que perdieron cuando ella tenía 31 y él, 27. “Era un

AMIA, 20 años. El interminable dolor de los familiares de las víctimas Sandra y Gabriel perdieron a su padre, Abraham, en el atentado de julio de 1994; reclaman justicia como una reparación y cuestionan el pacto con Irán Texto Jaime Rosemberg | Fotos Hernán Zenteno

gabriel plaksin

sandra plaksin

“La gente que tiene el poder y sabe lo que pasó no lo dice. Y los que queremos saber qué pasó no tenemos acceso ni poder”

“Muchos nos dan su solidaridad sólo los 18 de julio. Existe el Día del Padre, cumpleaños, fiestas. Yo a papá lo recuerdo siempre”

tipo muy especial, decía la palabra justa en el momento indicado. Era una presencia muy fuerte que contenía a mi mamá”, comienza Sandra. “Me acuerdo mucho de ir a jugar al billar con él. También de un día, yo era chico, cuando encontramos un reloj tirado y nos pasamos horas tratando de encontrar al dueño”, dice Gabriel, que también recuerda a su padre yendo al placar y sacar de él un pulóver para dárselo a un linyera

que pedía ayuda. “Tenía esas cosas”, resume con simpleza. Abraham trabajaba en el departamento de cultura de la AMIA. Pero era, ante todo, un maestro: enseñaba Biblia, hebreo, nociones de Cábala en el templo de la calle Libertad. “Disfrutaba mucho la docencia, le encantaba enseñar. Era dos personas distintas: en casa era muy gracioso, jugaba con las palabras, nos reíamos mucho. Fuera de casa era muy serio,

Un espía de la policía se infiltró 15 años en la comunidad judía José López, un oficial de inteligencia de la Federal, cree que su tarea ayudó a cometer el atentado Hernán Cappiello LA NACION

Un oficial de inteligencia de la Policía Federal espió infiltrado en la comunidad judía entre 1986 y 2000, ocupando altos cargos en organizaciones comunitarias donde se ocupó de la seguridad, mientras informaba sobre sus actividades a la jefatura de la fuerza. El oficial –que estuvo casado con la secretaria del cónsul de Israel en Buenos Aires– declaró que está convencido de que la información que proporcionó fue utilizada para realizar el atentado contra la AMIA, por lo que fue puesto bajo el programa de protección de testigos del Ministerio de Justicia. La Justicia corroboró que el policía realizó las tareas de espionaje infiltrado en la comunidad judía argentina, según dijeron fuentes judiciales a la nacion. Pero la fiscalía, la AMIA y la DAIA descreen de la posibilidad de que la Policía Federal sea parte de la conexión local. El oficial es José Alberto Pérez y su identidad se hizo pública por primera vez en un libro recientemente publicado, La ley bajo los escombros, del periodista Gabriel Levinas, que lo entrevistó tiempo atrás y lo grabó en video. Pérez dijo que declaró ante la Justicia cuando se enteró de que Levinas iba a publicar su nombre en el libro. Levinas dijo que lo hizo porque, a veinte años, el ataque está impune.

El oficial sostiene que un motor de una camioneta se plantó entre los escombros de la AMIA para simular el ataque de un coche bomba, sospecha que fue desacreditada por investigadores. “Su idea no está sostenida por evidencias”, dijo a la nacion el fiscal Alberto Nisman. Miguel Bronfman, abogado de la DAIA, consultado por este diario expresó: “Su declaración se relaciona con el atentado. El uso que se le quiere dar es una manipulación”. Las revelaciones de Pérez motivaron que se abriera una causa en la que se investiga la violación de la ley de inteligencia, que prohíbe el espionaje interno. La investiga el juez federal Sebastián Ramos. El fiscal Jorge Di Lello impulsó la investigación y pidió que Pérez vuelva a declarar. En esta causa se investiga a la actual representante ante la OEA, Nilda Garré, pues Pérez dijo que se reunió con ella cuando era ministra de Seguridad y le narró sus actividades. La funcionaria, sin embargo, no lo denunció. José Pérez, que se hacía llamar Yossi, diminutivo hebreo de su nombre, relató que le ordenaron en 1986 infiltrarse en la comunidad con la hipótesis, heredada de la dictadura, de vínculos con grupos de izquierda de Medio Oriente y la creencia en el plan Andinia, una supuesta estrategia secreta del sionismo para dominar la Argentina. Se preparó, estudió hebreo tres años, leyó y asistió a cursos como si fuera un judío que pretendía regresar a Israel para recuperar sus orígenes. Su contacto en la Policía Federal era una espía, Laura, tal su nombre de guerra, una mujer de 40 años que estaba encubierta como

periodista, a quien le reportaba. Se encontraban en bares abiertos las 24 horas y el espía se enamoró de ella profundamente, según dijo. En la comunidad conoció gente del movimiento universitario, de derecha, de izquierda, socializó e incluso novió con hasta tres chicas a la vez, lo que puso en riesgo su cobertura. Tomó cursos de contrapropaganda antisemita, cursos de seguridad con expertos israelíes y organizó actividades culturales comunitarias. Allí conoció a quien iba a ser su esposa, Alicia Letziki, con quien se casó en 1993. En 1992 llegó a secretario de actas de la Organización Sionista Argentina y responsable de seguridad. En la AMIA tuvo esa responsabilidad, cuando el edificio estaba en la calle Ayacucho; entre 1995 y 1996 fue jefe de seguridad del colegio Hertzlia, y entre 1997 y 1998, en el centro comunitario Tzavta. Relató a la Justicia que entre 1992 y 1993 tuvo planos de la AMIA, por refacciones que se iban a hacer, y les remitió a sus superiores copias de esos croquis. El oficial dijo que no sospecha de la institución, aunque sabe, por cursos antiterroristas que tomó, que con la información que proporcionó está dada la base para la realización de un atentado. E indicó que por comentarios supo que aún hoy se vende información de inteligencia en el edificio de Moreno 1417, donde funcionan las oficinas de inteligencia de la Policía Federal. Hasta su declaración, Pérez estaba en la delegación Paraná de la Policía Federal, donde seguía informando a sus jefes sobre reuniones entre políticos locales y nacionales.ß

parecía antipático”, cuenta Sandra. Ella también trae sus anécdotas. “El día anterior al que me casé, fui con él a un bar porque quería que yo tomara el último café de soltera con él”, dice lagrimeando. “Al poquito tiempo del atentado soñé que mi papá bajaba de un taxi, me abrazaba y se volvía a subir. Como diciendo quedate tranquila que estoy bien”, dice. Su hermano la escucha con la mirada en el piso.

¿Alguna explicación para lo ocurrido, después de tantos años? “Creo que es el destino, tenía que ser él, no sé por qué”, dice Sandra. “La tradición dice que cuando uno muere por Kidush ha Shem (santificando el nombre de Dios), va directamente al paraíso. Esa explicación me calza más”, agrega Gabriel después de pensar un rato. ¿No hay enojo con Dios, entonces? “Mi relación con Dios no cambió”, di-

ce, cortante, Gabriel. “Yo sí tuve crisis, fui y volví, estaba enojada. Hoy prendo velas en sabbat, voy al templo, cumplimos Pesaj (pascua), soy como mi papá quería que fuera. Igual me pregunto dónde estaba Dios ese día. Mi papá no le hizo mal a nadie, nos decía que no hiciéramos pasar vergüenza al prójimo”, se queja. De las cuentas con Dios a las cuentas pendientes de la justicia argentina pasa un rato. “Siento bronca por momentos. Y desilusión de estar en un país donde das y recibís mucho, pero donde nadie nos ayudó. Sé que no me cambiará nada si esta gente está presa, no me devolverán a mi papá, pero tiene que existir un castigo ejemplar, porque si no parece que aquí se puede hacer cualquier cosa”, pide Sandra. “Nos dan su solidaridad, pero sólo los 18 de julio. ¡Durante el año están el Día del Padre, cumpleaños, fiestas! Yo la ausencia de mi papá la siento siempre”, agrega, casi con furia. “Nunca esperé nada y tampoco espero. Si algún día ponen preso al que lo hizo, tampoco estaré seguro. Creo en Dios y creo que habrá Justicia, si es que él ya no la hizo. Pero pido verlo, en algún momento, en 120 años”, acota Gabriel. ¿Y el acuerdo del Gobierno con Irán que motivó rechazos en la comunidad y fuera de ella? “Trato de no escuchar. Me agarra indignación, me sale la parte emocional, no la racional”, dice Sandra. “A la gente que tiene el poder para decir qué pasó no le interesa decirlo. Y quienes quisiéramos saber no tenemos acceso ni forma de saberlo”, dice Gabriel, con escepticismo inamovible. Aída participó durante un tiempo del grupo Familiares y Amigos de las Víctimas, que encabeza, entre otros, Sofía Guterman, pero su hija prefiere mantenerse al margen de las agrupaciones. “No veo mal los discursos políticos, pero no me puedo enganchar con eso. Quiero que mis hijos les cuenten a mis nietos que el zeide (abuelo) era un tipo honesto, divertido, que nos enseñaba cosas”, resume Sandra. Se los ve unidos por un hilo de afecto casi visible, aunque decidieron pasar el día de aniversario separados: Gabriel, con mamá Aída en el cementerio. Sandra estará en plaza Lavalle, en el acto de Memoria Activa, aunque el miedo siga ahí, latente y vivo. “Al acto voy a ir, tengo miedo, pero lo tengo que enfrentar. Hice terapia mucho tiempo, pero un médico también se enferma”, reconoce con una sonrisa. Antes del final de la entrevista, quiere dejar un mensaje. “Tengo dos hijas que viven con miedo. Si se castiga a los culpables, ellas van a poder caminar por la vida más tranquilas”, pide. Mientras Gabriel se resiste a la sesión fotográfica, su hermana se dispone a abrir la puerta de calle. Y sostiene, muy segura, que a pesar de los años transcurridos le resulta imposible perdonar. “Seguro que 84 familias están hoy igual que nosotros”, dice Sandra, con las mismas preguntas sin respuestas, veinte años después.ß

Las causas judiciales el ataque

los encubridores

la pista iraní

Carlos Telleldín, el primer sospechoso del ataque a la AMIA hace 20 años, sigue siendo el primer sospechoso del atentado y por eso será juzgado nuevamente. El mecánico, que estuvo diez años preso por el atentado y se recibió de abogado en prisión, deberá afrontar un nuevo juicio oral, en solitario esta vez, acusado de ser partícipe necesario del atentado. Por sus manos pasó la camioneta Trafic blanca que, para la Justicia, no hay dudas de que fue usada para demoler la AMIA. En la hipótesis de la acusación de la fiscalía y de las querellas, Telleldín sabía a quién se entregó la camioneta y para qué iba a ser usada. Ya fue sometido a juicio durante 3 años y fue absuelto, junto con los policías bonaerenses acusados de integrar la conexión local. Pero la Corte revisó el fallo y entendió que había evidencia para seguir investigándolo. El juez Rodolfo Canicoba Corral está a punto de elevar su caso a juicio. Aun cuando Telleldín sea condenado a la pena máxima, los 10 años que pasó preso harían que le sentencia estuviera cumplida. Tras 20 años, el fiscal Alberto Nisman encontró evidencia de que el ataque lo cometió un conductor suicida iraní, que fue organizado por iraníes que entraron al país como correos diplomáticos, que se organizó desde la Triple Frontera con ayuda de funcionarios de la embajada iraní local.ß

El ex presidente Carlos Menem encabeza la lista de ex funcionarios que serán juzgados, en breve, acusados de cometer irregularidades durante la investigación del atentado contra la AMIA y eventualmente de encubrir a sus autores. Entre los acusados están además el jefe de la SIDE durante el gobierno menemista, Hugo Anzorreguy; el ex juez federal Juan José Galeano; los ex fiscales Eamon Mullen y José Barbaccia; el ex titular de la DAIA Rubén Beraja; el ex comisario general Jorge Palacios; Carlos Telleldín; su ex mujer Ana Boragni, y su ex abogado Víctor Stinfale. Los juzgará el Tribunal Oral Federal N° 2, integrado para la ocasión por Karina Perilli, Jorge Gorini y Néstor Costabel. El Tribunal Oral Federal N° 3, cuando absolvió a todos los acusados por el ataque, denunció un complot de los tres poderes del Estado para encontrar falsos culpables. Y entendió que Telleldín recibió 400.000 dólares a cambio de una declaración donde involucrara falsamente a los policías bonaerenses luego absueltos. Por eso serán juzgados Anzorreguy, por entregar la plata; Galeano, acusado de convalidar la maniobra, al igual que los ex fiscales y Telleldín, su ex esposa y su abogado, por cobrar. El Gobierno impulsa este juicio porque una condena por encubrimiento aligera su responsabilidad ante la falta de culpables por el ataque.ß

Cinco ex funcionarios iraníes, entre ellos un ex presidente de Irán, actuales ministros y encumbrados dirigentes religiosos locales, ex diplomáticos, tienen pedido de captura internacional de Interpol, librado por la justicia argentina, acusados de ser los ideólogos y planificadores del ataque a la AMIA. Los acusados con pedido de captura son el ex ministro de Seguridad Ali Fallahijan, el ex consejero cultural de la embajada iraní Mohsen Rabbani, el ex tercer secretario de la embajada Ahmad Ashgari, el ex jefe de la Guardia Revolucionaria Mohsen Rezai y el ex jefe de las fuerzas Quds Ahmad Vahidi. No pueden salir de Irán o terminarán presos. Además, están acusados, sin pedido de captura de Interpol, el ex presidente Ali Akbar Rafsanjani. el antiguo ministro de Asuntos Exteriores Ali Akbar Velayati y el ex embajador de Irán en Buenos Aires Hadi Soleimanpour. En secreto, la Argentina e Irán firmaron un pacto que permitiría interrogar a los sospechosos en Irán. A cambio, los iraníes esperan que se levanten sus capturas. Ese acuerdo fue convalidado por el Congreso argentino, pero rechazado por la comunidad judía. La DAIA y la AMIA lograron que la Justicia anulara el pacto y lo declarara inconstitucional. El caso está a estudio de la Sala II de la Cámara de Casación Penal, que dilatará el tratamiento del asunto.ß

Telleldín será juzgado nuevamente

Menem, a un paso de otro juicio

Un pacto que quedó en la nada