Aizenberg, eterno

11 abr. 2014 - Museo Nacional de Bellas Artes. Investigador y docente universitario, curó entre otras la muestra. Papeles modernos. De Toulouse-Lautrec a ...
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18 | ADN CULTURA | Viernes 11 de abril de 2014 Un prOyectO inéditO

ZOOM Ángel Navarro fue nombrado curador de la

colección de obra sobre papel del patrimonio del Museo Nacional de Bellas Artes. Investigador y docente universitario, curó entre otras la muestra Papeles modernos. De Toulouse-Lautrec a Picasso, que se exhibió en Malba en 2011 y en el MNBA en 2013

Arte

Sin título, 1962, tinta china y crayón sobre papel

Aizenberg, eterno Ruth Benzacar presenta una faceta menos conocida del artista: los dibujos protagonizados por figuras humanas Julio Sánchez | para La nacion

“C

uando Kafka habla de potencias ocultas está hablando, me parece, de los movimientos del universo de los que los hombres no estamos aislados”, le confesaba Roberto Aizenberg al escritor Carlos Barbarito. Le dijo también cuál era el hilo conductor en su obra: “La idea de que la

actividad pictórica es un instrumento y no un fin en sí mismo”. Esta actitud frente al arte se comprueba en la muestra Sin edad, sin tiempo, sin espacio, pensada desde la dirección de la galería Ruth Benzacar con Silvia Bloise, responsable del acervo del artista. En la sala principal se privilegiaron los di-

bujos y en el subsuelo, las pinturas; sus obras adscriben al surrealismo, especialmente en su aspecto más metafísico y con cierta preferencia por el automatismo. Testimonios de sus amigos confirman una vida interior mucho más intensa que su currículum de exposiciones y distinciones. Había nacido en 1922 en Villa Federal, Entre Ríos, en el seno de una familia de inmigrantes judíos provenientes de Ucrania. Se trasladó a estudiar al Colegio Nacional de Buenos Aires, y a los veintidós años conoció al que sería su gran maestro, Juan Batlle Planas, quien lo inició en los misterios de la escritura automática y los postulados del surrealismo. Creó un repertorio iconográfico de arlequines, torres, figuras que llamó “humeantes”, abanicos, formas geométricas y personajes varios. Pasados sus cuarenta años conoció el amor de Matilde Herrera; los reconocimientos y el bienestar económico no bastaron para amortiguar el dolor del exilio y de la desaparición de los tres hijos de su pareja. Después de una temporada en Francia y en Italia, retornó a la Argentina con la democracia; en 1990 fallecía Matilde y seis años después, este hombre silencioso, gentil y educado, la siguió. En nuestros días, tiempos del agotador imperio del ego, resuelta extraño leer sus declaraciones: “Yo no pretendo expresar nada, uno es un instrumento de no sé qué cosa. El artista no expresa nada. Ningún ser humano expresa nada, salvo sus genes, dentro de lo que le toca en suerte en la riqueza infinita de la naturaleza”. Había reconocido la importancia de Marcel Duchamp: “Sobre todo en aquello que vincula el arte con las distintas vertientes del conocimiento espiritual. Como sabrá –le contaba a la investigadora Adriana Lauría–, Duchamp conocía bien todo lo que tuviera que ver con el esoterismo y muchas de sus obras se basan en figuras herméticas”. Él mismo abreva en estas fuentes, como se ve en Privilegio de los reyes de Hungría, serigrafía de 1976 con figuras del rey y la reina unidos por un mismo cuerpo, una fórmula muy frecuente en los tratados alquímicos. La dualidad de lo fijo y lo volátil, tan estudiada por los alquimistas, se refleja en la serie de “humeantes”, personajes masculinos y femeninos sin cabeza y con humo saliendo del cuello. Más que humanos, parecen fábricas con chimeneas, o cuerpo-atanor, donde tiene lugar la gran transformación. Entre las pinturas se seleccionó una clásica Torre, un óleo fechado entre 1990 y 1995. Esta forma arquitectónica fue un tema muy visitado por el artista, quizá por ser un antiquísimo símbolo de ascensión espiritual, una forma de marcar un eje de unión entre el cielo y la tierra. Aizenberg fue dueño de una pintura serena, que dejaba transparentar aquellas fuerzas ocultas de las que hablaba Kafka. C Ficha. Aizenberg. Sin edad, sin tiempo, sin espacio en Ruth Benzacar (Florida 1000). El lunes 14 a las 18.30 habrá una charla sobre su obra.

Estrena Móvil con Termo Alicia de Arteaga La nacion

N

i la lluvia pertinaz detuvo a la tribu del arte, que el sábado se congregó en un edificio industrial de Parque Patricios para el lanzamiento del proyecto Móvil con la obra Termo de Irina Kirchuk. Dirán que es un juego de palabras, porque no hay nada más móvil que un termo, pero casualidades aparte el plan de acción impulsado por Alejandra Aguado y Solana Molina Viamonte es crear un espacio de exhibición neutro, entre el formato museístico institucional y el comercial de la galería, para dar una oportunidad de exhibición y difusión a jóvenes artistas. El acento está puesto en lo experimental, en la práctica emergente y en la convocatoria a públicos diversos. Parque Patricios está sólo a diez cuadras de San Telmo, tiene su boca de subte y será, como lo imagina el ministro Francisco Cabrera, un polo de nuevas tecnologías y diseño, que ya tiene la fabulosa ancla del edificio diseñado por sir Norman Foster. Móvil ocupa una sala en el edificio fabril donde está instalada Chela (Iguazú 451), una suerte de ONG con mucho amor por el arte, pero también ligada a iniciativas tecno. Estos desplazamientos, alianzas y nuevos formatos se perciben como una tendencia en la escena actual, que ha expandido el concepto tradicional de la típica galería de arte. Formada en Londres con una visión internacional, Aguado cree que Móvil ocupa un espacio vacío. Un centro gestionado sin ataduras y con apoyo privado. En este caso la mecenas y coleccionista Erica Roberts, apoyo incondicional del Proyecto Flora de José Roca, en Colombia, facilitó la puesta en marcha de Móvil como organización independiente. Las obras de Irina Kirchuk se articulan naturalmente con el entorno sin llegar a “engolosinarse” con el metraje y la memoria fabril. Sorprende y encanta un tejido de filigranas metálicas que recuerdan las ventanas de Tiffany’s, sólo que está hecho con hornallas de cocinas Longvie. Disfrutaron del debut (y del catering) Tomás Espina, Esteban Tedesco, Alexandra de Royère, Andrés y Canela Von Buch, Alberto Sendrós, Leo Estol, Pablo Siquier, Jorge Macchi, Ana Gallardo, Hernán Zavaleta, Karina Peisajovich, Julia Converti, Eduardo Stupía y Segismundo de Vajay, entre muchos otros. C @alicearte