Tres de corazones Alfredo Lope
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Tabla de contenidos Portada Páginas preliminares Tres en raya Escena 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10, 11, 12, 13, 14, 15, 16, 17, 18, 19, 20, 21, 22, 23, 24, 25, 26, 27, 28, 29, 30, 31, 32, 33, 34, 35, 36, 37, 38, 39, 40, 41, 42, 43, 44, 45, 46, 47, 48, 49, 50, 51, 52, 53, 54, 55, 56, 57, 58, 59, 60, 61, 62, 63, 64, 65, 66, 67, 68, 69, 70 La pasión de Jessica Duelo de sirena Contraportada
TRES EN RAYA Lamento, Freddy, que tu situación no te permita ver reflejada en pantalla la historia que vivisteis tú, Sarah y Jane. Por esto te envío mi guión, que he secuenciado para ti mediante símbolos con el fin de que la lectura te resulte más cómoda. El fotograma que ilustra los créditos de presentación es una instantánea de vuestra amistad durante la adolescencia, que elegí en el álbum de tu ordenador donde me dejaste acceder. En el puesto de tiro de un parque de atracciones, aparecen de izquierda a derecha los rostros muy unidos y sonrientes de un chico moreno, una chica rubia encañonando una carabina y otra pelirroja: Freddy, Sarah y Jane. Al contemplar la escena retratada, imagino el perdigón que ya ha salido del arma. Primero hace diana en el disparador de una cámara fotográfica, consiguiendo esta imagen. Y al cabo de unos años, llega a cada uno de vuestros tres corazones, convirtiéndolos en el fundamento de las imágenes que describo a continuación. *** ESCENA 1 ◘< Con el fondo de una marcha nupcial, no se oye pero sí se ve lo que dicen los
intervinientes en la boda que se celebra ante un altar: sendas preguntas rituales del
sacerdote y el "Sí, quiero" de los novios, Frank mirando con gravedad al oficiante y Sarah sonriendo a su prometido. Y después de otras palabras inaudibles del sacerdote, los novios se imponen los anillos y se besan, él serio y ella con entusiasmo. ◘< Sobre el lugar y la fecha anotados en un libro abierto de "Nueva York, 7 de
Marzo de 2009", dos manos que lucen sus alianzas estampan sus firmas junto a otras: primero una varonil con el nombre de "Frank" y, tras coger el testigo de la pluma, otra femenina que caligrafía "Sarah". Ahora la pareja y el sacerdote se encuentran junto a la mesa de la sacristía. SACERDOTE: Bien, ya no hay vuelta de hoja... Os doy mi bendición. (Y cierra el
libro que presenta en su portada el título de "Actas matrimoniales".) SARAH: Gracias, Padre. ◘< Los recién casados, al salir de la iglesia, son recibidos por sus invitados con
gritos de "¡Viva los novios!", alborozo y una lluvia de confetis y serpentinas. FREDDY: (Coge a la novia de la mano y se la lleva casi en volandas.) Ven, Sarah... La cuadrilla te está esperando para una foto.
Freddy y Sarah se incorporan a un grupo de seis hombres y cuatro mujeres. AMIGO Nº 1: ¡Enhorabuena, Sarah! AMIGA Nº 2: Estás guapísima. AMIGA Nº 3: El vestido es maravilloso, como de cuento de hadas.
Sarah ríe con un gesto de agradecimiento por los cumplidos. FREDDY: Sarah, tú en medio. (Apunta con el visor.) A ver... Esas sonrisas, mucho más anchas... Muy bien.
Jane se interpone, tranquila, entre Freddy y la cuadrilla. JANE: (Se dirige al grupo.) Falto yo.
Su rostro aguanta impertérrito protestas y recriminaciones casi simultáneas. AMIGA (OFF): ¡Jo, Jane! AMIGO (OFF): Te hemos estado buscando. AMIGA (OFF): ¿Se puede saber dónde te has metido?
Sarah, en cambio, le ofrece su mano con la misma sonrisa con que estaba posando. Y Jane acepta colocarse a su lado.
FREDDY: Había hecho la foto, pero no pasa nada. Saco otra. (Vuelve a
encuadrar.) Ya está, ahora al completo. SARAH: Estupendo... ¡Ah! Veo que me llaman mi marido y el fotógrafo que hemos contratado. (A ellos corre a unirse.) ¡Me voy, luego nos vemos! < Los asistentes están distribuidos en grupos que charlan distendidamente.
Y a partir de que los novios se han puesto a disposición de su fotógrafo oficial, las poses se van sucediendo de tal manera que cada una, según quien aparece, coincide con un comentario alusivo en off proveniente de diferentes personas de los corrillos. VOZ MASCULINA: Él debe de ser cerca de veinte años mayor que ella... Qué bien se lo ha montado. VOZ FEMENINA: A ella le ha venido de perlas el ricachón que se ha pillado, porque apenas tenía donde caerse muerta. Me ha llegado al oído que sólo disponía de un triste cuartucho de alquiler con derecho a cocina y baño. VOZ FEMENINA: El pobre es la tercera vez que se casa, a ver si ésta es la buena. VOZ MASCULINA: Se conocieron en la hamburguesería donde ella trabajaba de camarera y él entró a comer. VOZ FEMENINA: Al parecer han tenido un noviazgo relámpago. VOZ MASCULINA: Es curioso. Se han casado por la iglesia, pero se dice que ella nunca la ha pisado.
La última pose de la muestra queda suspendida en el tiempo normal de espera que se toma el fotógrafo para retratarla a la perfección. La pareja afronta la lejanía con una sombra en sus miradas. VOZ FEMENINA: ...Tiene muchísima gracia, ¿no? VOCES MIXTAS: (Entre risas.) ¡Síííí!
Y en cuanto se hace el silencio, suena el click de la cámara captando una nueva imagen para el recuerdo. [...]
ESCENA 5 ◘< Sarah aún está vestida de novia en su cuarto de baño. Termina de
espolvorear unas sales en el jacuzzi, baila y reproduce la tierna melodía que suena, y aspira con agrado el aroma de una de las muchas velas contenidas en vasos que aportan la luz de la estancia. ◘< Sarah entra en el dormitorio, donde su marido se halla recostado en un
butacón, medio desvestido de cintura arriba. SARAH: Frank, he preparado un baño muy romántico... ¿Vienes, cariño? FRANK: (Tarda en responder.) Qué ingenua eres... En una ciudad como Nueva York no puede haber romanticismo, y menos aún en un water. Mira a tu alrededor, no sólo a este duplex sino a todas mis posesiones: mi flota de automóviles, el apartamento y el yate en Los Ángeles, el rancho de Texas... ¿Crees que todo esto lo he logrado gracias al romanticismo?... Mírate a ti misma. ¿Acaso piensas que te conseguí por un motivo o por un fin romántico? (Saca del bolsillo del pantalón una
tarjeta bancaria que arroja a sus pies.) ¿Sabes por qué entré en la hamburguesería donde trabajabas?
Sarah, que está estupefacta, se mantiene en su mutismo, pese a que su marido sí aguarda una contestación a esta última pregunta. FRANK: ¡¿Lo sabes, joder?! SARAH: (Desde lo más hondo de su temor.) No. FRANK: Coño, pues es bien fácil de adivinar... Entré porque me gusta la carne. (Y
se baja la cremallera de la bragueta.) [...]
ESCENA 19 ◘< Frank se pasea embutido en un batín por el enorme salón de su casa, con un
puro en una mano y una copa en la otra. De pronto, las puertas se abren y la doméstica da paso a Sarah. FRANK: Hola, Sarah, me alegro de que hayas venido...
SARAH: Quiero el divorcio. FRANK: (Se acalora, poniendo los brazos en cruz.) ¿Pero qué gilipollez estás diciendo? SARAH: Quiero el divorcio. Nada más. No pretendo sacar tajada de nada de lo que es tuyo. FRANK: (Respira hondo para serenarse.) Está bien... ¿Qué te parece si hablamos como personas razonables?
Se sienta en un sofá y, a invitación suya con una mano, su esposa acepta ocupar otro cercano. FRANK: Sarah, yo te llamé para que te quedaras conmigo aquí en nuestro hogar. Reconozco que quizá no fue correcta mi forma de obrar en nuestra noche de bodas. Al fin y al cabo, todas las parejas se hacen daño en uno u otro momento de su convivencia, pero lo importante es la mutua capacidad de perdón y comprensión, el no precipitarse a tirar por la borda la relación al primer contratiempo. Es cierto que mis dos anteriores matrimonios terminaron disolviéndose, pero al menos siempre intentamos reconducir la situación hasta lo imposible... ¿Quieres que te sirva una bebida? SARAH: No, gracias. FRANK: (Tras un sorbo de su copa.) Debes saber que yo te quiero, porque deseo compartir contigo todos mis bienes y porque estoy dispuesto a rectificar en adelante todo lo que sea necesario. Y si tú me quieres a mí también, entonces me darás una segunda oportunidad, entenderás que el error que cometí pudo estar causado por la tremenda tensión a la que me somete el crítico estado de mis negocios, y volverás a mi lado para evitar que de lo contrario mi imagen se ridiculice ante la familia, mis amistades y mi círculo de empresarios... Y bien, ¿qué me respondes, cariño? SARAH: (Se lo piensa antes de sentenciar.) Ya no me apetece vivir contigo. FRANK: ¡Furcia asquerosa! ¿Acaso ya te estás tirando a otro? SARAH: (Se levanta.) Adiós, Frank.
Él se le acerca para escupirle en la cara. Ella se limpia el salivazo con un pañuelo que saca del bolsillo del pantalón y se dispone a salir.
FRANK: Sarah, si te empeñas en joderme, te juro por mis muertos que no pararé hasta joderte a ti.
Sarah se detiene cuando está a punto de abandonar el salón, se gira y escudriña en la mirada de su marido lo que puede haber de certeza en su amenaza. ◘< Sarah entra en el bar donde la está esperando Freddy tomando una cerveza
en la barra. Se saludan sonrientes con sendos besos en las mejillas. FREDDY: (Al barman.) Por favor, una rubia para mi rubia favorita. (A Sarah.) ¿Cómo te ha ido el encuentro con Frank?
Ella intenta mantener la sonrisa pero apenas puede, como tampoco le es posible articular palabra. FREDDY: Ya...
Sarah prueba a deshacer el nudo que se le ha formado en la garganta con un trago de la cerveza que le acaba de servir el barman. Y Freddy le retira con la yema de un dedo la espuma de su labio. FREDDY: ¿Te gustaría pasar esta noche en mi casa? SARAH: (Tartamudea sorprendida.) ¿Pero Jane estará...? FREDDY: A Jane ya le he dicho que no nos espere esta noche. ◘< Freddy y Sarah caminan pausadamente por el atardecer neoyorkino
rodeándose con los brazos. Se dicen cosas muy bajito, tanto que sólo cuando se internan en una callejuela silenciosa puede escucharse el qué. FREDDY: ¿Sabes...? Estás muy guapa con este vestido. SARAH: Gracias... Me lo regaló Jane a los pocos días de... hacernos novias. FREDDY: Qué generosa tu amiga. SARAH: Nuestra amiga... FREDDY: Sí, claro. SARAH: Por cierto, te voy a contar lo que pasó en la boutique donde lo compramos. Es muy divertido... Nos metimos en el probador y... (Le habla al oído.)
Y al cabo de unos pasos explota la risotada del hombre. FREDDY: ¿De veras? ¿Eso hicisteis? No lo puedo creer... ¡Qué fuerte! SARAH: Y no veas qué caras cuando salimos a pagar...
Él suelta una nueva risotada y manda parar un taxi próximo, que acelera en cuanto se monta la pareja. ◘< Delante de Sarah, Freddy abre la puerta de su piso y enciende la luz. FREDDY: (En el vestíbulo.) Te invito a que te des una vuelta por el apartamento. Yo mientras tanto iré un momento al baño. (Y se marcha.)
Desde el mismo pasillo, Sarah echa un vistazo a derecha e izquierda, la cocina y la salita. Luego, los dos entablan un diálogo a distancia, teniendo que elevar sus voces. SARAH: Es un piso muy majo. FREDDY (OFF): Estoy contento. Un poco pequeño, pero así me da menos labor. SARAH: (Entra en el dormitorio.) Además lo tienes muy limpio y ordenado. FREDDY (OFF): No es para tanto. SARAH: Es la verdad.
Sostiene entre las manos un portarretratos con el grupo de amigos que preside vestida de novia, observándolo con la nostalgia de lo que pudo ser tan bonito pero no fue. Freddy la encuentra así cuando llega a su dormitorio. FREDDY: ¿Lo has visto todo?
Ella asiente, tras salir de su abstracción deprisa y asustada. Deja la foto enmarcada en la mesilla de noche, junto a otra en la que Freddy está encumbrado a un podio en la orilla de una piscina olímpica. FREDDY: Entonces ven, te enseñaré lo único que te falta: el servicio donde he estado.
Enfilan el pasillo. FREDDY: No es gran cosa, o por lo menos no es como el que tendrías en casa de Frank, pero...
Al entrar en el baño, el semblante de Sarah acusa algo tan impactante como inimaginable. La bañera parece un diminuto mar por obra de una sal azulada, se respira la fragancia de las varitas encendidas y brota un tema amoroso del mismo aparato que unas semanas antes amenizó la fiesta nocturna en la playa. FREDDY: Jane me contó que habías soñado con un baño apropiado a tu noche de bodas.
Ella inclina su rostro sobre el pecho que tiene enfrente y, aunque parezca que está rezando contra el muro de las lamentaciones, en realidad está bailando con quien ahora mismo es el hombre de su vida. SARAH: Frank dijo que en esta ciudad no hay romanticismo y que menos lo puede haber nunca en un cuarto de baño.
Y el hombre, con infinito cuidado, le separa el rostro de su pecho irguiéndolo para que nada pueda impedirle estrecharla contra su cuerpo con todas las fuerzas de sus brazos, mientras siguen moviéndose al compás como de un viento muy tenue.
LA PASIÓN DE JESSICA Felices van por el arenal de Arizona, David pilotando un todoterreno y a su lado su esposa Jessica. Del parasol del copiloto cuelga el retrato de su flamante boda. En una pausa de su alegría, la mujer contempla la foto con un risueño ensimismamiento, sobre el que a su vez se posa complacida la mirada de su marido. Todo el programa nupcial fue una locura de David. La ceremonia tuvo lugar a la orilla del principal lago de Central Park, intervino un oficiante de matrimonios civiles y sólo fueron invitadas tres personas: Freddy, Sarah y Jane, quienes más que vecinos inmediatos de David, eran auténticos amigos suyos. Al término, las chicas asistentes pergeñaron un lúdico graffiti a cuatro manos sobre los atuendos de los casados, en tanto que Freddy disparaba lo que iba a ser el único documento gráfico del acto matrimonial. El banquete fue una comida campestre, allí mismo, sobre el césped donde se sentaron en círculo la pareja y el trío. Por último, los novios despegaron del aeropuerto JFK con destino a las antípodas de Nueva York, y una vez en tierra alquilaron el todoterreno para conocer, milla a milla y hotel tras hotel, la cara oculta de su país.
El exterior es peor que una sauna, pero dentro del vehículo se está bien, y no sólo por el aire acondicionado de que dispone. Entre los dos hay buen ambiente. Corean letras del popurrí de rockabilly que reproduce el cedé empotrado en el salpicadero. Se intercambian besitos y caricias, aunque Jessica también recibe con agrado toques cariñosos que incluyen rudeza como mordisqueos, pellizcos y leves tirones de cabello. Y a ella le duele cada vez más la risa que le sacude el cuerpo cuando su chico hace el payaso, pero no le pide que lo deje porque cuanto más se ríe mejor se siente. Como si estuviera al cargo de alguna res, David viste al estilo cowboy, sombrero tejano, pañuelo anudado al cuello, un conjunto azul vaquero y botas camperas. Además tiene gafas oscuras y una piel lustrosa por el pringue de crema de alta protección solar. A Jessica en cambio no le molesta el sol, por esto lleva la mirada limpia como el cielo de este mediodía y le gana en bronceado a su marido. Y a fe que las florecillas con que está estampado su vestido, ligero y corto, son las únicas que hay en este secarral. Al cabo de un tiempo, Jessica se da cuenta de que el mejor chiste de su marido, aun siendo todos estupendos, es el propio recorrido que está haciendo. No comprende la razón por la que David, desde que acordaron casarse, estaba tan obsesionado en culminar su dulce periplo con esta excursión por el desierto, pues hasta el momento absolutamente nada interesante le ha ofrecido, tan sólo aridez mineral y a lo sumo alguna basta planta. Y así se lo expresa a su esposo, aunque no lo hace enojada por la decepción o contrariedad, sino riéndose de tamaño desatino, como intuyendo que lo que él pretende es precisamente esto, divertirla interpretando este espectacular sketch de humor absurdo. No obstante, pese a las presuntas buenas intenciones de su pareja, está segura de que habría estado más a gusto en el crucero por el Caribe que antepuso sin ningún resultado, ni siquiera una negación expresa, igual que si hubiera tratado con la pared. Por ese mar guarda un entrañable cariño porque fue el juguete que más dichosa le hizo a lo largo de su infancia, en coincidencia con los años que su padre hubo de permanecer en un país ribereño al frente de la embajada de los Estados Unidos.
Pero enseguida su melancolía es desterrada por la bolsa de alimentos que David le insta a coger. Al primer golpe de vista a su interior, frunce los labios por el exceso de calorías con que se topa: hamburguesas, patatas fritas, ketchup, barritas energéticas, pastelitos y cola. Pizca algo, sin demasiada gana aunque ya es hora sobrada de comer, y no entiende el consejo nutricional de su marido, por qué necesitaría apurar el contenido, si no se considera excesivamente delgada y aún, palpándose el vientre, tampoco precisa tener que comer por dos. Cuando da por finalizado el avituallamiento, arrojando el envoltorio por la ventanilla, David deja al descubierto su cabello moreno para coronar con su sombrero la rubia melena de su compañera. La mujer se mira y remira en el espejo interior y, tras unas muecas y poses, resuelve que no está favorecida. Así que se dispone a destocarse, pero él no se lo permite porque, esto también, lo va a necesitar. Y antes de que comiencen a madurar en ella la extrañeza y la intriga implicadas en este enigmático estribillo, David frena en seco. –Jessy, cariño... –le dice mirándole a la cara, pero se interrumpe para besarle la mejilla. Luego prosigue: Sal del coche. –¿Qué?... –ahora ya del todo confusa. –Sal–del–co–che –repite silabeando rotundamente en serio.
DUELO DE SIRENA Ahora soy una sirena. Esto te dije, ¿recuerdas? El hombre que me transmutó en este ser acababa de mudarse a Miami, porque en Nueva York le acechaba un peligro muy grave que creía mejor no revelar a nadie, tampoco incluso a quien tanto estimaba como a mí. Él fue una hermosa noche de luna llena y, después, algo de compañía en el desamparo en que tú me habías dejado, durante los pocos ratos que le permitían sus obligaciones amorosas. Me refiero a Freddy, Alex, lo sabes, ¿verdad? Reapareciste ante mi puerta cuando él se esfumó, como si tú o el azar en calidad de aliado tuyo hubierais estado aguardando su ausencia. Regresabas de un viaje fallido, decepcionante, a la ansiada libertad que te habías lanzado a buscar lejos de mí. "Yo soy
libre", había sido ya tu presentación cuando al cruzarnos me interesé si estabas libre. "Ahora soy una sirena, ¿lo ves?"
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Mi vida despertó a los sones del Hamburg 1961 de los Beatles, en una ciudad hispana donde estaba sembrada la semilla de "capital verde europea". Me hice mayor la mañana que me sorprendió con lo que los Reyes Magos sabían que necesitaba más que el aire: una mecanográfica. De inmediato escribí una novela que ya he perdido; después un ensayo de literatura, una tesis sobre un narrador y un montón de cuentos que a veces me han premiado y publicado.