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error serio, no solamente de terminología, sino de entender la naturaleza de la vida ... analogía entre una congregación y un equipo de fútbol americano resulta ...
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VIDA EN SU CUERPO Descubriendo propósito, forma y libertad en su iglesia POR

GARY INRIG

Traducido por Pascal de Noriega Editado por Remedios de Guevara 1994 Publicado originalmente en inglés bajo el título LIFE IN HIS BODY por Gary Inrig Publicado por Harold Shaw Publishers Box 567, Wheaton, Illinois 60187 en 1975 © 2004 por Editorial Creo y los autores. Para el uso gratuito de esta información, por favor lea la declaración de Derechos Reservados en el sitio web de www.recursosBiblicos.org.

“A él sea gloria en la iglesia en Cristo Jesús por todas las edades, por los siglos de los siglos. Amén.” (Efesios 3:21)

CONTENIDO PRÓLOGO ...................................................................................................................... 1 I. LA IMPORTANCIA DE LA IGLESIA............................................................................. 2 1 LA CRISIS DE LA IGLESIA ..................................................................................... 2 2 ¿VALE LA PENA? .................................................................................................. 4 3 LA BASE DE LA IGLESIA ....................................................................................... 9 ll. LA VIDA DEL CUERPO............................................................................................. 15 4 EL CUERPO DE CRISTO .................................................................................... 15 5 EL CUERPO VIVIENTE......................................................................................... 20 6 EQUIPADOS PARA SERVIR: LOS DONES DEL ESPÍRITU ................................ 26 7 “CUANDO SE REÚNEN”: LA REUNIÓN DE LA IGLESIA..................................... 36 8 LA CENA DEL SEÑOR.......................................................................................... 43 III. LA ESTRUCTURA DEL CUERPO ........................................................................... 50 9 LOS PATRONES DEL ORDEN EN LA IGLESIA................................................... 50 10 EL MINISTERIO DE LOS ANCIANOS................................................................. 56 11 EL MINISTERIO DE LOS DIÁCONOS ................................................................ 64 12 LA INDEPENDENCIA DE LA IGLESIA LOCAL................................................... 67 IV. LA COMUNIÓN DEL CUERPO ............................................................................... 71 13 EL BAUTISMO .................................................................................................... 71 14 “BIENVENIDO HERMANO”: LA COMUNIÓN DE LOS SANTOS ....................... 78 15 LA DISCIPLINA EN LA IGLESIA LOCAL ............................................................ 82 V. EL MINISTERIO DE LA MUJER ............................................................................... 87 16 EL MINISTERIO DE LA MUJER.......................................................................... 87 17 LA MUJER Y LA REUNIÓN DE LA IGLESIA ...................................................... 94 VI. CONCLUSIÓN: UN RETO ..................................................................................... 100

PRÓLOGO La doctrina de la iglesia recobra su importancia en nuestros días, así como las críticas acerca de la iglesia moderna aumentan en regularidad e intensidad. Por lo cual, urge que el registro bíblico sea estudiado con cuidado y oración. El propósito de este material es desarrollar una doctrina bíblica de la vida de la iglesia. Existen tres razones por las que este libro fue escrito. La primera es muy personal. Mientras estudiaba la palabra de Dios, los principios tocantes a la iglesia cautivaron mi atención. Lo que había sido un área de frustración y decepción súbitamente revivió. Este descubrimiento se hizo más emocionante al entrar en debate, discusión y estudio con mis compañeros del Seminario Teológico de Dallas. Les debo a ellos y a mis maestros una deuda grande, especialmente al Dr. S. Lewis Johnson y al Prof. Zane Hodges por su dedicación en el estudio de las Escrituras. La segunda razón se debe a mis ex-alumnos del Colegio Bíblico de Winnipeg. Sus preguntas refinaron mis pensamientos y su anhelo en conocer lo que la Biblia enseña tocante a la iglesia me estimulaba. No es que estaban aburridos de la iglesia neotestamentaria, pero sí habían sido desilusionados frecuentemente por lo que habían visto. Y así fue. La tercera razón se encuentra en los cristianos que están interesados y preocupados por la iglesia. Ellos desean experimentar más de lo que Dios tiene para su congregación. Las cosas buenas que pueda encontrar en este libro se deben mucho a todos estos grupos y a otros. A los cristianos de La Capilla Betania de Calgary les debo mucho. Me han enseñado el gozo de la comunión en amor al cuerpo de Cristo. Mayormente soy deudor a mi esposa. Por su amor, he entendido mejor por qué Pablo compara el matrimonio al amor de Cristo por su iglesia.

Gary Inrig

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I. LA IMPORTANCIA DE LA IGLESIA

1 LA CRISIS DE LA IGLESIA Hace algunos años, un hombre se encontró desamparado en medio de un desierto. Al fallar el coche, tuvo que buscar sombra y agua, esperando ayuda. Pero bajo el ardiente sol, su fuerza disminuyó. Agotado, sediento y al borde de la muerte, se desesperó. Hasta que al fin sus ojos contemplaron la vista más hermosa que jamás había visto: un manantial de agua fresca y pura, dando vida a los árboles cercanos y a un hombre a punto de fallecer. Ese manantial le había salvado la vida, y durante años ocupó un lugar especial en su memoria. Después, una serie de sucesos lo llevaron a la misma parte del país, y determinó visitar aquel oasis. Cuando se acercó, le sorprendió ver un edificio bello y grande. Había patios pavimentados, una estatua magnífica, y una placa de bronce que indicaba que ese mismo manantial había salvado la vida de otra persona. Solo faltaba una cosa. Con el correr del tiempo, el manantial se había secado. Existe una triste semejanza entre esta historia y la de muchas iglesias locales. Hubo un tiempo en que la vitalidad pura y vivificante del Espíritu Santo se manifestaba libremente. De la iglesia brotaba el agua gratuita del evangelio y muchos encontraron que el agua de vida, la cual da el Señor Jesús, fluía eternamente. Los creyentes se alimentaron de la palabra de Dios y crecieron en gracia y en el conocimiento del Señor. Pero en demasiadas iglesias, el manantial parece haberse secado. En algunas, el desierto árido de la teología liberal y la crítica bíblica han salido triunfantes. Muchas congregaciones se han convertido en monumentos. Entre ellas, hay lealtad a las doctrinas bíblicas y un compromiso institucional al agua de vida. Pero de alguna forma, el manantial ha sido obstruido y la acción del Espíritu ha disminuido. No es sorprendente que muchos cristianos fervorosos se muestren escépticos en cuanto al futuro de la iglesia. El Espíritu de Dios se ha manifestado en maneras notables en nuestro tiempo. Hay un dinamismo entre los jóvenes cristianos que no se había percibido desde hace diez años. El interés por las cosas espirituales, el hambre por estudiar la Biblia, y el deseo de compartir el evangelio son emocionantes. Las puertas están abiertas. ¡Dios está obrando!

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Pero muchas de esas evidencias de la presencia activa de Dios no son palpables en el ministerio de las iglesias locales. Es fácil hacer que hombres, mujeres y jóvenes se entusiasmen por el Señor Jesús y por su servicio, pero es muy difícil motivarlos para servir en una iglesia local. Para muchos, es una institución muerta, un obstáculo en el crecimiento espiritual. En contraste a la vitalidad y la sincera comunión encontrada en otros lados, la iglesia resulta ser un club religioso tradicional. ¡Qué triste que ella sea fuente de frustración, desesperación y desilusión para muchos cristianos! Obviamente, esto no es una representación correcta de aquellas congregaciones que fielmente son lo que Dios diseñó. Pero las voces que claman por un avivamiento y una reformación en nuestras iglesias son tan numerosas y sinceras que no pueden ser descuidadas. Se escriben demasiados libros, se predican demasiados sermones, y muchos cristianos, jóvenes y ancianos, escogen salir de ellas para que pretendamos que el problema sea insignificante. Esta crisis está muy aparte de la afiliación denominacional. No es tan sólo un problema local, sino un problema al cual nos enfrentamos todos en Norte América incluyendo iglesias de diferentes trasfondos y énfasis teológicos. Mi convicción de lo que es la voluntad de Dios para las iglesias locales es que sean gloriosamente vivas. La iglesia fue diseñada por Dios para ser una comunidad evangelizadora, creciente, dinámica, y dirigida por el Espíritu, con miembros que comparten una vida común en Cristo. Sin embargo, cumplirá ese plan divino a un precio considerable, personal e institucionalmente. Algunas rutinas tendrán que ser abandonadas. Las tradiciones deben examinarse bajo la luz de los principios bíblicos y analizarse por el sólo estándar de la voluntad del Señor. Los individuos serán forzados a determinar si en verdad les importa la iglesia lo suficientemente como para sufrir el costo y así compartir las recompensas de una entrega más profunda de la vida en su cuerpo. Y realmente vale la pena pagar el precio. Vislumbraríamos mejor los beneficios de la vida en su cuerpo, si permitiéremos que el Espíritu se moviera libremente en medio de la congregación. Si las iglesias locales fueran constituidas bíblicamente, encontraríamos lo que significa ser verdaderamente cristianos. Nuestro mundo fragmentado está cansado de ver las divisiones y necesita una ilustración clara de la unidad de todo el pueblo de Dios en el Señor Jesucristo. Aun cuando no compartamos la misma opinión de lo que enseña la Biblia en cuanto a organización y funcionamiento de las iglesias locales, nuestro desacuerdo no vendrá de adversarios institucionales, sino de hermanos en Cristo. Es probable que existan diferencias en algunas convicciones, pero somos uno en el Espíritu, compartiendo la vida del Señor.

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2 ¿VALE LA PENA? Estamos tentados a creer que la organización y estructura en las iglesias no tienen mucha importancia. Después de todo, es obvio que no se han logrado la unanimidad en estas cuestiones. Además, diversas congregaciones que siguen patrones bastante diferentes han sido singularmente bendecidas por Dios, tanto en alcanzar a los incrédulos como en edificar a sus miembros. ¿Es importante la forma en que una iglesia está organizada? ¿Es el interés por el orden una impertinencia, algo que nos desvía de lo crucial, la vida espiritual y el testimonio de los cristianos? Obviamente la organización no es suficiente. Las palabras de Melvin Hodges caben aquí: “Podemos estudiar métodos de crecimiento de la iglesia y escribir libros acerca de los principios de las iglesias indígenas, todo lo que es eficaz y eficiente; pero nunca tendremos nada como las iglesias del Nuevo Testamento ni el crecimiento del Nuevo Testamento hasta que tengamos algo como los hombres del Nuevo Testamento con la experiencia del Nuevo Testamento. No sé como esto le pueda afectar, pero siento un desafío en lo más profundo de mi ser. Los métodos de Dios son hombres, y somos los hombres”1 Por lo tanto, en todo lo que se diga con respecto a la iglesia del Nuevo Testamento, no perdamos de vista este punto: El orden de la iglesia no es suficiente. A menos que los creyentes viven en comunión vital con el Señor Jesucristo, todo lo demás es de poco valor. No fue el orden que cambió al mundo antiguo sino la calidad de sus vidas. Podemos tener instituciones bíblicas, pero si no hay cristianos llenos del Espíritu, no tendremos absolutamente nada. Sin embargo, sería un error creer que el énfasis mayor de la vida espiritual del creyente hace insignificante la estructura de la iglesia local. Sería un error más grave pensar que la iglesia misma es opcional y que instituciones paraeclesiásticas la pueden sustituir. La importancia de la organización en una congregación de acuerdo a los principios y prácticas del Nuevo Testamento se puede demostrar en tres argumentos mayores: teológicos, bíblicos, y prácticos. Tomados individualmente y en conjunto, nos deben convencer que no podemos y ni debemos tratar la doctrina de la iglesia como un asunto meramente teórico, alejado del creyente ordinario. La Importancia Teológica del Orden de la Iglesia. Es sorprendente notar que el Señor Jesús y sus apóstoles establecieron una sola institución visible durante sus ministerios, y esa fue la congregación local de creyentes.2 Este hecho no conduce a la absurda conclusión de que todas 1

Melvin Hodges, Church Growth and Christian Mission, p. 32. “No hay otra organización, más que la asamblea local, que aparece en el Nuevo Testamento; tampoco encontramos la semilla de cualquier otra después”. G. H. Lang, The Churches of God, p. 11.

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las otras instituciones cristianas como colegios bíblicos, seminarios, sociedades misioneras y organizaciones evangelísticas, carecen de la autenticidad divina. Pero sí indica que la iglesia local reposa en el mero corazón del programa de Dios en la edad presente. Si ella y su estructura son tan importantes para Dios, también deben de serlo para nosotros. La importancia del orden de la iglesia toca el carácter y programa de Dios en varias formas. La primera consideración es que esta institución pertenece al trino Dios, y él debe determinar su estructura y forma. El Nuevo Testamento describe a Jesucristo como la cabeza (Ef. 1:22-23), y el arquitecto y constructor de la iglesia (Mat. 16:18). Creer que el Señor Jesús no dejó un plano divino para su edificación, es creer que lo que había adquirido con su propia sangre crecería al azar. La segunda consideración es que el gran propósito y la naturaleza de la iglesia demandan una heliografía divina. Ella es puesta como una vitrina “para que la multiforme sabiduría de Dios sea ahora dada a conocer por medio de la iglesia a los principados y potestades en los lugares celestiales” (Ef. 3:10). Es “la casa de Dios, que es la iglesia del Dios viviente, columna y baluarte de la verdad” (1 Tim. 3:15). El significado de estos versículos debe ser notado cuidadosamente. Pablo nos dice que Dios ha unido la manifestación de su sabiduría y verdad en el cuerpo de Cristo. Así que, nada que tome lugar en una asamblea debe alterar o esconder la verdad de Dios. Sin embargo, la experiencia y la historia de la iglesia señalan que si se le abandona a las idiosincrasias y caprichos humanos, no funcionará conforme al programa establecido. La unidad del cuerpo de Cristo es la parte más afectada. El hombre, siguiendo su propio discernimiento, ha escondido o contradicho esta verdad divina poniendo normas falsas o legalistas para la comunión. Usan principios para excluir a los verdaderos creyentes en bases raciales, económicas o educacionales, o dictando un concepto falso del ministerio que ha relegado a la gran mayoría de cristianos a jugar el papel de espectadores pasivos. Solamente si el orden de la iglesia es enseñado y seguido como Dios quiere, ella podrá glorificar a su Señor. La tercera consideración para la tarea de edificar una congregación conforme a un patrón divino, fue la promesa del Señor a sus apóstoles de que el Espíritu, les guiaría a toda verdad (Jn. 16:13). Seguramente esta verdad involucra la estructura por la cual ellos dedicaron sus vidas: para establecer iglesias locales. Siendo así, la iglesia debe ser apostólica, y solamente apostólica. Como Kuen nota, “La idea de que la iglesia debería evolucionar durante los siglos bajo la dirección del Espíritu Santo fue desconocida por los apóstoles.”3 Una última razón está estrechamente ligada a las otras tres. En la era apostólica, todas las alternativas de estructura de la iglesia fueron abiertas para Dios. Si su voluntad fue fundar iglesias distintas de la iglesia del Nuevo Testamento, ¿por qué no lo hizo así?4 Las palabras de Kuen merecen nuestra atención: “¿Debe uno pensar que Dios no fue competente para edificar la iglesia en la forma que él quería desde el principio? Si su ideal hubiera sido el sistema organizado, jerárquico, clérico que encontramos varios siglos después bajo el nombre de iglesia, ¿no la hubiera establecido 3

Alfred F. Kuen, I Will Build My Church,. 25. Es obvio que este argumento reposa en la suposición de que hay un orden normativo en la iglesia del Nuevo Testamento según yo considero. Para un enfoque contrario, desde un punto de vista liberal, vea Edvard Schweizer, Church Order in the New Testament. Su primera frase es, “No hay tal cosa como el orden en la iglesia del Nuevo Testamento” (p. 13). Desde una perspectiva evangélica, Leon Morris alcanza una conclusión similar, Ministers of God, pp. 111-13. 4

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así? ¿La iglesia presente correspondería mejor a la voluntad de Dios y a las necesidades de los hombres que la primitiva? Si fuera así, tendríamos que admitir que los hombres con sus artificios y mañosa administración son más inteligentes para solucionar los asuntos del Señor que él mismo”.5 La Importancia Bíblica del Orden de la Iglesia. No es únicamente por razones teológicas que entendemos que el diseño de la congregación es importante. La palabra de Dios indica en una manera muy directa el interés del Espíritu Santo en la eclesiología, la doctrina de la iglesia. De hecho, la cuestión del gobierno de la iglesia es directamente relacionada con la autoridad de las Escrituras. ¿Es verdad que la Biblia es nuestra única guía en asuntos de fe y práctica? ¿La tenemos como suficiente o formamos las congregaciones en base a consejos de pragmáticos contemporáneos de la sociología, psicología, dinámica de grupo y teoría de comunicaciones? En primer lugar, el Nuevo Testamento presenta los asuntos de la iglesia en el modo imperativo, y no en indicativo. Los apóstoles se acostumbran en sus escritos no solamente a sugerir, sino a mandar. Esto se muestra en 1 Timoteo 3:14-15 donde el propósito de esta epístola es el orden en la iglesia, “Esto te escribo . . . para que . . . sepas cómo debes (en griego, dei) conducirte en la casa de Dios . . .” Así que, los principios y prácticas de esta carta son obligatorios, no opcionales. Además, Pablo insiste de este orden en 1 Corintios 14:37, “reconozca que lo que os escribo son mandamientos del Señor”. En segundo lugar, la exposición detallada de la iglesia y su organización son visibles en el Nuevo Testamento. La importancia de una doctrina no se basa necesariamente en el número de citas que la apoyan; pero lo que Dios señala constantemente tampoco puede ser echado a un lado. A través del Nuevo Testamento, la vida interna de la iglesia es asunto de instrucción, exhortación y corrección. En algunas epístolas, encontramos principios generales y en otros, específicos. Es verdad que no se menciona detalladamente cada aspecto de la iglesia, pero sí da un número significante de ellos. Como nota Alexander Hay: “Los apóstoles, cumpliendo el ministerio que Dios les dio, establecieron un fundamento completo y perfecto para la iglesia en lo que tiene que ver con la estructura y la doctrina. Un estudio cuidadoso y no torcido del Nuevo Testamento demuestra que una revelación completa y detallada es dada tocante a la estructura de la iglesia y que cada congregación en los tiempos apostólicos fue organizada de acuerdo a ese patrón”.6 La Importancia Práctica del Orden en la Iglesia. La mayoría de estudios de exégesis de la Biblia y de doctrina tienen efectos prácticos. Esto comprende a la iglesia. Dios no ha actuado arbitrariamente al designarla como lo ha hecho. La organización de la iglesia afecta tanto la vida de los creyentes por lo que el plan de Dios es muy preciso. Veamos, por lo menos, cuatro implicaciones prácticas. La primera queda establecida con estas palabras, “Si la iglesia no corresponde a la voluntad de Dios, tiene toda oportunidad de apartarnos del evangelio en lugar de conducirnos a 5 6

Kuen, p. 26. Alex Rattray Hay, The New Testament Order Church and Missionary, p. 133. 6

ello”.7 Muchos incrédulos se han apartado del evangelio porque una iglesia ha vivido negándolo. Pero no solamente ellos han sido heridos. Muchos creyentes se han llevado la impresión de que la vida cristiana es aburrida, triste y cansada por lo que han experimentado los domingos en la mañana. A otros, nunca les ha sido dada la oportunidad de desarrollar los dones que Dios les dio, de modo que su utilidad espiritual nunca se ha cumplido. El espectáculo trágico de iglesias con segregación racial ha enseñado, por implicación, que la Biblia no dice nada acerca de la vida moral de nuestros tiempos, y por lo tanto aparta a los hombres del Dios viviente. La segunda se relaciona con la misión que Dios ha dado a la iglesia. La iglesia básica y bíblica no está condicionada a la cultura ni a la historia. Su misma simplicidad la hace funcionar alrededor del mundo. Recordemos esto: “La iglesia es una sociedad que debe ser tomada de todo el mundo, y debe incluir a hombres 'de todo linaje, lengua, pueblo y nación' (Mar. 16:15; Apo. 5:9-10). Por lo tanto, su construcción y métodos deben ser fácilmente capaces de tener aplicación universal. Métodos y formas, que se adaptan sólo a ciertos lugares, razas y clases sociales son contrarios a la necesidad de la iglesia. Las simples instituciones apostólicas se han encontrado tan factibles hoy como en el primer siglo, entre salvajes convertidos y europeos cultos, en cada raza y en cada país. De ninguna otra forma de organización se puede decir esto sin reservas”.8 Esta universalidad ofrece buenas condiciones para el evangelismo misionero y el establecimiento de congregaciones indígenas. De igual manera, para los creyentes en tiempos de persecución. Karl Barth señala de las iglesias contemporáneas, “Cualquiera que sean las ventajas del tipo de gobierno en nuestra iglesia hoy día, una cosa es cierta, presume la paz y no la guerra; delante de un ataque masivo, me atrevo a profetizar que se derrumbaría como una casa de tarjetas”.9 Esto no se puede decir de la iglesia bíblica, la experiencia de los días presentes en países totalitarios lo enseña. Su simplicidad y vitalidad edificadas sobre principios del Nuevo Testamento son evidencia del valor y validez de ellos. La tercera aplicación práctica, se relaciona a la inevitabilidad de una organización. Ninguna iglesia puede existir sin estructura pero sí una falsa eclesiología impide la libertad del Espíritu y frena el crecimiento espiritual. Finalmente, la iglesia del Nuevo Testamento refleja un terreno fructífero y productivo. Muchas de las carencias urgentes en la actualidad, se deben al no practicar algunos aspectos importantes de la enseñanza apostólica. En ella, encontramos sinceridad, libertad dada por el Espíritu, libertad para ministrar los dones espirituales, compartimiento de alegrías y cargas, y un enfoque constante hacia el Señor Jesús que necesitamos volver a experimentar. Sobre todo, no eran instituciones ocupadas en mantener su propia existencia. Más bien, eran organismos vitales, familias vivas de creyentes, con todos los problemas y bendiciones que la vida involucra. Nadie puede echar una mirada retrospectiva y creer que eran perfectas. En cuanto a Corinto, ¡no era perfecta! Pero esas iglesias primitivas eran vivas, y directamente relacionadas con su alrededor. No eran lugares monásticos para esconderse, sino agencias dinámicas misioneras, existiendo para la gloria de Dios.

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J. de Senardens, citado por Kuen, p. 12. Lang, p. 32. 9 Citado por Kuen, p. 31, n. 3. 8

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Esta es la visión que el cristiano del siglo XX debe captar nuevamente. La vida lleva problemas, pero ¿quién no quisiera mejor luchar con ellas que sufrir la conformidad y la monotonía estéril de la iglesia moderna? Ella necesita una nueva cara; solamente que sea una cara bíblica.

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3 LA BASE DE LA IGLESIA El 21 de enero de 1525, en una mañana fría, una docena de hombres caminaba sobre la nieve rumbo a la casa de Félix Manx, en las afueras de Zurich, Suiza. Este pequeño grupo tenía un ultimátum. Abandonar sus creencias radicales tocantes al bautismo y conformarse a la opinión de Ulrich Zwingli, o enfrentar las consecuencias: el destierro o la muerte. Dentro de la casa los hombres se dispusieron a orar. Clamaron a Dios buscando su voluntad. Al término de la oración, George Blaurock se incorporó repentinamente y en el nombre de Dios, llamó a Conrad Grebel para que lo bautizara “con el verdadero bautismo cristiano”. Pese al temor, Grebel accedió. Después, Blaurock, en turno, bautizó a todos los demás presentes. Juntos prometieron llevar vidas apartadas como verdaderos discípulos, enseñar el evangelio, y mantener la fe. Fue un hecho sencillo, pero muy costoso para todos los que estuvieron involucrados. Para algunos fue muerte; para otros, el destierro. Pero también fue un acto de suma importancia, como William Estep comenta: “Este fue el hecho más revolucionario de la Reforma. Ningún otro evento simbolizó en una forma total la ruptura con Roma. Aquí, por primera vez en el curso de la Reforma, un grupo de cristianos se movilizó con el propósito de formar una iglesia según lo que se concebía como el patrón del Nuevo Testamento”.10 Tres Alternativas. La decisión que enfrenta la iglesia, en cualquier edad, se expresa simplemente. Los creyentes evangélicos pueden optar por avivamiento, por reforma, o por restauración. En el primer caso, el interés será el avivamiento de la vitalidad espiritual dentro de las estructuras de la iglesia tradicional. Reformadores, por otro lado, desearán hacer cambios en la vida de la iglesia contemporánea, mientras que los preocupados por la restauración, aceptarán nada menos que iglesias reconstruidas “de abajo para arriba”, sobre principios del Nuevo Testamento. Un avivamiento se necesita desesperada- mente en nuestras iglesias. Lo primero que debemos buscar es una nueva vitalidad espiritual y una devoción de corazón ferviente a nuestro Señor Jesucristo. Ya ha habido un interés profundo, por éste, un movimiento notable por su ideología fuera de las estructuras de la iglesia, en pequeños grupos de oración y estudios bíblicos informales. El error de este movimiento se ve por su falta de unión con la vida de la iglesia. El problema renace entre la vitalilidad espiritual interior y las estructuras de la iglesia. ¿No somos, entonces, culpables de tratar de poner vino nuevo en odres viejos?

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William Estep, The Anabaptist Story, p. 10. 9

Un paso mas adelante es una entrega a la reforma. La necesidad de ésta viene de un problema de tiempo atrás en la historia de la iglesia. Harold Brown nota: “La iglesia pagó y todavía está pagando un precio duro en integridad y en credibilidad por el poder y prestigio que Constantino y sus sucesores le dieron. Desde entonces, la iglesia se ha visto obligada a apoyar al gobierno, aún al punto de dar permiso tácito o aprobación abierta a las injusticias del gobierno. Que grandes líderes cristianos tal como Ambrosio de Milán y Juan Constantinopla, tuvieron el valor de desafiar a emperadores, no altera el hecho de que a través de los siglos, la iglesia ha apoyado a los gobiernos en poder”.11 Este abrazo sofocante del establecimiento político produjo efectos malos sobre la iglesia. Su simplicidad primitiva se fue desvaneciendo lentamente durante los siglos segundo y tercero. Luego desapareció totalmente, dando lugar a la institución mundana, monolítica, jerárquica y carnal del período medieval. La Reforma trajo a Martín Lutero con el glorioso redescubrimiento del evangelio, en particular, la doctrina de justificación por la fe. La consigna de Lutero y de los reformadores fue sola scriptura, “solamente las Escrituras”, un principio al cual, Lutero valientemente dio testimonio ante el concilio romano de Worms cuando rehusó retractarse, “Al menos que esté convencido por las Escrituras y la plena razón . . . Mi conciencia está cautiva a la palabra de Dios”. Pero, aunque Lutero estaba dispuesto a arriesgar su vida por este compromiso radical, no estaba dispuesto a extender este radicalismo a la doctrina de la iglesia. Había al menos dos razones, como James Atkinson indica: “Siempre es importante tener en mente que Lutero esperó alguna curación de la ruptura con Roma”.12 La segunda razón era política. Robert Paul afirma: “Es claro que aún si algunos de los reformadores protestantes empezaron con la sola scriptura como su principio teológico de autoridad básico, su punto de vista fue modificado por las exigencias de su situación social y política. Su principio de autoridad fue cambiado, de la apelación a las Escrituras mismas a una apelación a esos aspectos de eclesiología bíblica aceptable a las autoridades civiles . . .” “El éxito de la Reforma pareció depender de mantener una entrada con las autoridades civiles”.13 A causa de esos intereses, Lutero estaba lejos de presionar por una restauración de la iglesia neotestamentaria. Aún si hay indicaciones de su reconocimiento de la verdad de una iglesia compuesta de creyentes solamente, insistió en una iglesia nacional, continuando con la relación tradicional entre la iglesia y el estado establecido desde Constantino.14 De este modo, Lutero volvió con venganza contra los anabaptistas, quienes buscaban la restauración, en vez de una mera reforma. Un ejemplo del conservatismo y partida de su consigna sola scriptura se refleja en su actitud hacia el bautismo de los infantes. El escribe:

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Harold O.J. Brown, “Christianity: The Durable Establishment”, Christianity Today, de enero de 1969, p. 3. James Atkinson, The Great Light, p. 100. 13 Robert S.Paul, The Church in Search of Itself, pp. 42- 43. 14 C.F. Leonard Verduin, The Reformers and Their Stepchildren, pp. 126-29. Este libro es un excelente estudio de la tensión y debate entre los reformadores y los restauradores del siglo XVI. 12

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“No hay evidencia suficiente en las Escrituras para justificar la introducción del bautismo de los infantes en el tiempo de los cristianos primitivos después del período apostólico . . . Pero es evidente, que ninguno se puede atrever, con buena conciencia a rechazar o abandonar el bautismo de los infantes, lo cual ha sido practicado por tanto tiempo”.15 Este enlace sutil de las Escrituras y la tradición resulta finalmente en un catolicismo reformado y no en una vida de iglesia apostólica restaurada. Estas medidas incompletas de Lutero condujeron a consecuencias desastrosas, como la naturaleza apóstata de las iglesias de los estados europeos. Ulrich Zwingli difirió de Lutero en su personalidad y en su principio. G. Rousseau establece la diferencia de una manera muy notable: “En 1521, Zwingli había establecido un principio de importancia vital: Todo lo que en cuestión de doctrina y práctica, no está explícitamente ordenado por las Escrituras debería ser rechazado, (mientras que para Lutero solamente las doctrinas y prácticas condenadas por las Escrituras eran rechazadas)”.16 Sin embargo, Zwingli no seguía consistentemente sus principios. A pesar de creer que la iglesia apostólica bautizaba a creyentes, se juntó con el Concilio de Zurich condenando fervientemente las acciones de los “Anabaptistas”.17 Grebel murió en prisión, Félix Manx fue ahogado, y Blaurock fue deportado y finalmente quemado a la hoguera de Tirol. De este modo, el principio de la iglesia del estado continuó por los reformadores, así como la práctica de la reforma parcial. Juan Calvino fue un hombre cuya dignidad es difícil de exagerar. Más que cualquier otro hombre de la Reforma, en la práctica y en la enseñanza, Calvino fue interesado en construir una iglesia bíblica y una teología bíblica. Pero él también fue un hombre de su tiempo, y en Génova la iglesia fue estrechamente ligada a la autoridad civil. Esto no fue a causa de los hechos de Calvino, más, sin embargo, no renunció a su deseo. Instituyó una multa por faltar a la iglesia en los servicios del domingo, y usó guardias civiles para exigir que todos los miembros de la iglesia que no habían sido excomulgados tomaran parte de la comunión. El patrón del gobierno de la iglesia establecido por Calvino y sus seguidores tiene las marcas de la estructura política de Suiza en el siglo XVI. Los cristianos del siglo XX somos deudores a Lutero, Zwingli, Calvino y muchos otros reformadores. Pero la reforma no es suficiente hoy día. Hay bastantes creyentes de buena voluntad que perciben las diversas necesidades de las iglesias contemporáneas, y abogan por el cambio. Pero el cambio, especialmente en base al pragmatismo, no es suficiente. Al menos que este sea guiado por principios bíblicos definidos, las reformas de hoy serán los problemas de mañana. No basta que un método o una práctica “funcione” por las normas que utilizamos para medirlas. Si una obra va a durar y tener un valor permanente, debe ser hecha a la manera de Dios.

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Citado por Verduin, pp. 203-204. Citado por Alfred Kuen, I Will Build My Church, p. 288. 17 C.F. Verduin, quien cita a Zwingli, “Si bautizáramos de acuerdo con el mandato de Cristo, entonces no bautizaríamos a nadie hasta que haya alcanzado la edad de libre albedrío . . . Pero pensando en la posibilidad de que pueda ofender, omito predicar acerca de esto; es mejor no hacerlo hasta que el mundo esté listo para tomarlo”, p. 199. 16

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Este último punto, es la lección que deberíamos aprender de la experiencia de la iglesia y de organizaciones misioneras en los últimos años, en países que han pasado por revoluciones, tales como China, Cuba y las naciones africanas. Muchas obras que lucían prósperas e impresionantes por fuera se desvanecieron rápidamente, sin casi dejar huella. Otras, menos importantes, pero más arraigadas en los principios bíblicos, han continuado, y aún han florecido en tales circunstancias adversas. Una Restauración Urgente. Aunque la renovación y la reforma ayudan, a corto plazo, no bastan. Lo que se necesita realmente, es una restauración de los principios y prácticas bíblicos, hecha con todo el corazón. James Atkinson señala de la reforma de Lutero: “Lutero nunca cometió el error de exigir a la iglesia algún patrón de vida idealizado según la iglesia primitiva, como los independientes y radicales lo harían posteriormente. Tampoco impuso una aplicación literal de doctrina bíblica primitiva y del orden como los puritanos lo harían”.18 La única reacción apropiada a tal análisis es que, si tal cosa es un error, entonces es un error que necesitamos. Las palabras de Calvino van al grano: “Yo ciertamente confieso que cuando uno no puede desde el primer día obtener una reformación entera, es bueno haber conseguido los puntos principales, pero uno no debe cesar hasta proseguir lo que falta”.19 Podemos agradecer a Dios por lo que tenemos. Pero este es el tiempo para alcanzar lo que todavía nos falta. El pastor de los peregrinos, Juan Robinson, hizo este énfasis en su último sermón a los que emigraban a una nueva tierra. Como Eduardo Winslow, uno de los peregrinos reportó: “El nos encargó, delante de Dios y de sus benditos ángeles, a seguirle sólo en cuanto él seguía a Cristo: y si Dios nos revelara cualquier cosa, por cualquier otro instrumento suyo, estar dispuestos a recibirla, como siempre lo estábamos para aceptar la verdad por su ministerio. Porque confiaba mucho en que el Señor tenía más luz y verdad para sacar de su santa palabra”.20 Realmente sí, la tiene, y nuestra admiración hacia los reformadores no debe frenarnos proseguir por más. Pero la base de esa búsqueda se encuentra en las Escrituras. Considerando esto, se debe notar que no solamente la enseñanza apostólica es normativa, sino también la práctica apostólica. Somos obligados a hacer no sólo lo que los apóstoles enseñaron, sino también lo que hicieron, siguiendo el principio divino. Este último punto es importante. Es claro que los apóstoles no usaron automóviles, aviones, radio ni televisión. Esto no fue porque se oponían a tales cosas, a causa de la convicción 18

Atkinson, p. 20. Comenta nuevamente, “Lutero nunca predicó en contra de la iglesia. La iglesia era de Dios; las puertas del infierno no prevalecerán contra ella; ha tenido, y otra vez tendrá una nueva parte en el orden providencial de Dios. A pesar de su mala teología, de su mundanalidad y corrupción, nunca ha sido abandonada por el Señor ni nunca ha perdido el evangelio enteramente. Lutero era un gran hombre de la iglesia. No tenía ninguna simpatía con los sectarios que pensaban fundar una nueva iglesia reunida . . . (p. 23)”. Geddes MacGregor comenta, “La Reforma en Inglaterra buscó preservar tantos elementos de la iglesia medieval como parecía compatible con la eliminación de los abuses de la Edad Media” (Corpus Christi, p. 11). 19 Citado por Kuen, p. 313. 20 Citado por Paul, p. 118. 12

dada por Dios, sino simplemente por su tecnología no desarrollada. Se juntaban en casas, en lugar de tener sus propios edificios, porque esas casas eran bastante grandes para reunirse y porque también eran demasiado pobres para poseer edificios. Esta práctica no está en contra de los edificios, pero sí nos hace recordar que no son indispensables para que la vida de la iglesia continúe. Seguramente, el mismo punto se aplica al silencio en cuanto al uso de instrumentos musicales, de la institución de la escuela dominical y de muchos otros ejemplos similares. Sin embargo, el apóstol Pablo llamó a los corintios a la conformidad de sus prácticas de costumbre y de las otras iglesias (vea 1 Cor. 11:2, 16). Estas prácticas no eran accidentes históricos ni culturales, sino acciones arraigadas a la revelación divina. El patrón del ministerio y del gobierno de la iglesia seguidos por los apóstoles, está directamente relacionado al ministerio del Espíritu de guiarles a toda verdad, no solamente la verdad del precepto, sino también de la práctica. Hay una gran libertad espiritual cuando nos entregamos a la autoridad absoluta de la palabra de Dios en forma personal y en la vida de la iglesia. En mi propia vida cristiana, pasé por una experiencia maravillosa de la libertad en Cristo cuando me di cuenta que la autoridad de las Escrituras no es solamente una verdad teológica, sino un modo de vivir. No era lo que otra gente pensaba o lo que siempre habíamos hecho, sino lo que Dios dijo, era lo que realmente contaba. De repente, mi actitud hacia la iglesia cambió. Había una razón genuina para la esperanza y el optimismo. Mi ser fue transformado al aplicar el principio de la autoridad bíblica, y crecía en Cristo. ¿Por qué la aplicación firme de este principio no podía producir lo mismo en la congregación? Gracias a Dios, podía, y lo hizo. Al cortar la costra de la tradición y empezar a aplicar más consistente-mente la palabra viva de Dios, nuestra vida en la iglesia se vuelve más efectiva, más llena, y más honrosa al Señor Jesús. Y siempre será así. La única manera de progresar como individuos y como iglesia es regresar constantemente a la Biblia. Por lo tanto, cada actividad en la congregación debe estar conforme a la palabra de Dios. Solo ella es suficiente para llenar nuestras necesidades, y no debemos permitir que la tradición o conocimientos pragmáticos usurpen su lugar. También en ella encontramos un panorama relativamente completo de la vida y organización de la iglesia local. A veces este panorama está grabado en los mandatos muy claros por los apóstoles. En otras áreas, la práctica apostólica debe ser nuestra guía. Finalmente, se nos deja aplicar principios bíblicos explícitos a las necesidades y problemas contemporáneos. La pregunta no es si las Escrituras son suficientes para ser nuestra guía; ni tampoco es si ellas deben proveer la base de la vida de la iglesia. La mayoría de los cristianos están de acuerdo en cuanto a esas cuestiones.21 Pero, ¿qué tan consistentemente proseguiremos a la restauración completa del orden bíblico de la iglesia? ¿Pararemos a medio camino o seguiremos adelante? ¿Permaneceremos firme-mente abiertos para oír la voz de Dios hablándonos en su palabra? Leamos las palabras de Juan Calvino, “cada congregación que pretende llevar el nombre de iglesia debe pasar por la prueba que Dios ofrece - las Escrituras - así como el oro es probado por la piedra de toque”.22 Concluyamos este capítulo con las precisas palabras de G. H. Lang: “De la misma manera en que en Israel había un templo material en el cual Dios moraba, así la iglesia es un templo espiritual para su morada (Ef. 2:20-22). Como ningún detalle de esa casa terrestre fue dejado a la invención o introducción de los hombres, ni aun del fiel Moisés 21 22

C. F. Kuen, pp. 320-330. Juan Calvin, Institutes of the Christian Religion, IV, p. 1. 13

(Heb. 8:5; 1 Cr. 28:19), sino todas las cosas debían ser hechas de acuerdo a los planes enseñados, así es con el templo viviente. Cristo dio una plena seguridad de que su Espíritu guiaría a los apóstoles 'a toda verdad' (Jn. 16:13) incluyendo la verdad tocante a la iglesia como una institución. De esta verdad, el Nuevo Testamento es el único registro autoritario. Es presunción querer alterar los arreglos de la casa de otro” (Rom. 14:4; 1 Cor. 14:36). “No hay necesidad, ni aun puede existir esperanza, de mejorar el plan del Señor. El sabía perfectamente los propósitos que su iglesia iba a desempeñar en la tierra, y conocía totalmente las condiciones en que tenía que funcionar. El instituyó, a través de sus apóstoles, los mejores arreglos y métodos para hacer el trabajo propuesto en las condiciones dadas. Pensar de otra manera es admitir que lo que Dios dijo fue pura tontería”.23

23

G. H. Lang, The Churches of God, p. 9. 14

ll. LA VIDA DEL CUERPO

4 EL CUERPO DE CRISTO La iglesia de Jesucristo no es una mera institución, sino un organismo, un cuerpo viviente de creyentes. Las implicaciones de este hecho tan sencillo son enormes, pero han sido obscurecidas por el cristianismo moderno, con su gran énfasis en la construcción, estructuras, programas, agencias y reuniones formales. De esta manera, muchos cristianos ven a la iglesia como un edificio de vez en cuando habitado por gente. Para otros, es un evento que toma lugar el domingo en la mañana por una o dos horas, y después cesa hasta la próxima semana. En contraste a los conceptos de la iglesia como una institución o una organización, existe la descripción de ella en el Nuevo Testamento como un organismo, un cuerpo viviente de creyentes ligados en una misma vida compartida. Si somos creyentes en el Señor Jesús, no es por el hecho de que asistimos a la iglesia sino de que somos la iglesia. Este énfasis se encuentra en el lenguaje que el Espíritu Santo usó guiando a los creyentes a describirse. “Iglesia” viene de la palabra griega ekklesia, que significa “asamblea”, “congregación” o “reunión de gente”. En el Nuevo Testamento señala la reunión de ciudadanos en Efeso (Hch. 19:32, 39, 41), así como la congregación de Israel en el desierto (Hch. 7:38). Sin embargo, se usa frecuentemente en sentidos más específicos para describir al pueblo de Dios en el mundo. Pero nunca se usa para describir un edificio, ni un lugar de reunión ni una organización eclesiástica.24 La iglesia de Dios está compuesta de gente, no de cemento y de madera. Tan sencillo parece este concepto, pero para muchos lleva tiempo comprenderlo. Persisten en describir a la iglesia como un edificio físico en el cual uno se sienta, o una institución a la cual nos juntamos, o una reunión a la cual asistir. No hay nada más angustiador ver a gente que viene domingo tras domingo a las 11:00 a. m. Son cristianos. Han confiado en el Señor Jesucristo. Pero solamente “van a la iglesia”. No me siento molesto porque no van a todos los servicios, sino porque nunca han entendido todo lo que es realmente la iglesia de Jesucristo. 24

Para una valiosa discusión breve de la palabra ekklesia, vea Robert Saucy, The Church in God's Program, pp. 1119. Para los que desean un estudio ulterior, las referencias bibliográficas de Hort, Schmidt, Barr y Campbell pueden ayudar provechosamente. 15

Están sentados como observadores pasivos, mientras otros están experimentando lo que la vida en el cuerpo de Cristo significa. Hay dos maneras en las cuales ekklesia describe al pueblo de Dios en el Nuevo Testamento. En un sentido muy lejos de su uso de un grupo de gente reunida, los escritores bíblicos usan la palabra para describir a la iglesia universal, que se compone de todos los creyentes en Jesucristo desde el día de Pentecostés hasta el arrebatamiento. En una manera representativa, nos hace pensar en la unidad de los hijos de Dios en la asamblea de cristianos. La iglesia universal no se juntará físicamente hasta que estemos en la presencia de nuestro Salvador; no obstante, somos uno en él. Esta es formada por el Espíritu Santo, como Pablo nos recuerda, “por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo . . . y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu (1 Cor. 12:13). Sin embargo, el uso más común de ekklesia, es para describir una iglesia local, asamblea, congregación o cuerpo de creyentes en el Señor Jesús. Es a nivel de la iglesia local que las grandes realidades de los propósitos de Dios en Jesucristo reciben una expresión visible en el mundo. Es obvio que las Escrituras no hacen ninguna dicotomía entre la iglesia universal y la iglesia local. Lo que es cierto para una, lo es para la otra. Con esto en mente, estamos listos para ver los grandes principios de la vida en el cuerpo de Cristo, la ekklesia, como el Espíritu Santo lo describe. Pablo presenta la verdad de la ekklesia a través de su analogía con el cuerpo humano, una similitud fácilmente percibida por los hombres de cualquier edad o cultura. En Romanos 12:4-5, tenemos una versión condensada de 1 Corintios 12:12-27 y Efesios 4:1-16: “Porque de la manera que en un cuerpo tenemos muchos miembros, pero no todos los miembros tienen la misma función, así nosotros, siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo, y todos miembros los unos de los otros”. El Cuerpo Sano. Hay tres verdades importantes aquí acerca de la vida en el cuerpo dadas por el Espíritu Santo, tanto para la iglesia universal como para la iglesia local. De hecho, ninguna iglesia sana puede funcionar sin estas características. La primera verdad del cuerpo es su unidad. Hay solamente un cuerpo de Cristo y una sola cabeza. La unidad de la iglesia de Cristo no es una unidad de organización o denominación. No es una uniformidad de pensamiento y estilo de vida. No es una unión de tipo ecuménica. Más bien es una unidad producida por el Espíritu Santo, quien atrae a cada creyente genuino a su cuerpo y establece su lugar allí. Por consiguiente, es una unidad de vida en común, por fe en el Señor Jesús. Por consiguiente, esta unidad es una realidad que trasciende barreras y divisiones causadas por los hombres.25 Hay que enfatizar que sólo los que confían únicamente en el Señor Jesucristo para la salvación son parte de su cuerpo. Es muy posible que uno sea miembro de una iglesia local o denominación, sin pertenecer al cuerpo de Cristo. Pero cuando una persona confía 25

Las palabras de J. Gresham Machen son muy importantes a estas alturas. “Se dice frecuentemente que la condición dividida del cristianismo es un mal, y así es. Pero el mal consiste en la existencia de errores que causan las divisiones y no en el reconocimiento de esos errores cuando ya existen”. Christianity and Liberalism, p. 50. Proseguir esto va más allá de nuestro propósito, pero la separación de la apostasía y de la falsa doctrina es claramente ordenada en el N. T. Pensar de sí como cristiano, no significa que lo es. 16

en Cristo, se vuelve uno con todos los demás creyentes, comparte la unidad del Espíritu (Ef. 4:46) y lleva la responsabilidad de ser “solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz” (Ef. 4:3). Esta verdad de la unidad del cuerpo es de gran importancia para la iglesia local. La desunión y la división en una congregación son una negación directa de la obra del Espíritu y debe ser rechazada determinantemente. Fue el amor evidente y la unidad de los cristianos primitivos que incitaron a observadores a exclamar: “¡Mira cómo se aman unos a otros!” “¡Estos cristianos!” dijo Celso, un adversario primitivo del evangelio, “se aman unos a otros aun antes de que se conozcan”. Una de las introducciones más significativas que jamás había tenido, fue cuando un estudiante me presentó para hablar en la universidad de nuestra ciudad. Habló de su visita a nuestra congregación como cristiano recién convertido, conociendo solamente a uno o dos personas. Pero antes de salir esa mañana, había sido invitado a tres o cuatro casas a comer. Nunca antes había comprendido tan ampliamente lo que significaba ser parte de la familia de Dios, cuando gente totalmente desconocida le dio la bienvenida como un hermano en Cristo. Lo que hizo que esa introducción fuera aun más impactante para mí fue que otros estudiantes vinieron después y dijeron que habían tenido la misma experiencia. Esta unidad visible siempre debería ser real en la iglesia. Pero no sólo debemos compartir comidas, sino compartir la vida en Jesucristo. La segunda verdad en el cuerpo es la diversidad. Mientras los creyentes son “uno en el Espíritu”, no son todos lo mismo, porque “si todo el cuerpo fuese ojo, ¿dónde estaría el oído? si todo fuese oído, ¿dónde estaría el olfato?” Este punto será ampliado en el capítulo siguiente sobre los dones espirituales, pero necesita ser notado aquí. El Señor Jesús, la cabeza resucitada de la iglesia, ha dado a los suyos distinto don o dones. No somos todos iguales, por lo cual podemos agradecer a Dios. La hermosa variedad que existe en una asamblea está divinamente diseñada “para provecho” (1 Cor. 12:7). Reconocer la diversidad dada por el Espíritu nos da una perspectiva apropiada acerca de los dones espirituales. Un hombre que tiene dones públicos debe recordar que estos dones fueron soberanamente distribuidos por el Espíritu Santo y no deben ser base para el orgullo. Alguien, cuyo don parezca menos, debe pensar que, como cada parte del cuerpo físico es esencial a su propio funcionamiento, así cada don y cada persona son vitales y necesarios. Una tercera verdad de “la vida del cuerpo” estrechamente relacionada es la dependencia mutua. Esto se deduce de los conceptos de unidad y diversidad, de este modo “el ojo no puede decir a la mano: No te necesito, ni tampoco la cabeza a los pies: No tengo necesidad de vosotros” (1 Cor. 12:21) porque somos “todos miembros los unos de los otros” (Rom. 12:5). En otras palabras, nos necesitamos los unos a los otros. Porque ninguno posee todos los dones espirituales, y porque otro creyente ha sido dotado divinamente en un área de nuestra necesidad, nuestras vidas son ligadas en una obra tejida de ministerio mutuo. Esta dependencia mutua es ilustrada de una manera hermosa en la historia por Donald Grey Barnhouse.26 Hace años, dos estudiantes se graduaron del colegio de leyes Chicago-Kent. El estudiante que tenía el nivel más alto de la clase era un hombre ciego que se llamaba Overton, y cuando recibió su honor, insistió que la mitad de su crédito debería ser para su amigo, 26

Donald Grey Barnhouse, Words Fitly Spoken, p. 155. 17

Kaspryzak. Se habían encontrado en la escuela cuando el Sr. Kaspryzak, sin brazos, había guiado al Sr. Overton, ciego, hasta abajo de unas escaleras. Este encuentro maduró en una amistad y un hermoso ejemplo de la dependencia mutua. El hombre ciego llevaba los libros que el hombre sin brazos leía en voz alta en su estudio común, y así, la deficiencia de cada uno era compensada por el otro. Después de su graduación, planearon practicar la ley juntos. De una manera muy similar, ningún creyente es completo; cada uno debe ministrar a las necesidades de otros con su habilidad. Este proceso es, seguramente, recíproco. Así es la experiencia viva de comunión en el cuerpo local de creyentes. La palabra del Nuevo Testamento para comunión es koinonia, y la idea básica es la de una relación estrecha y participación en una vida en común. Tal comunión no se produce por el estudio sociológico o la aplicación simple de principios de dinámica de grupo. Es “la comunión del Espíritu Santo” (2 Cor. 13:14). Esta koinonia une a los creyentes en un sentido de necesidad común. Debemos ministrarnos como una familia y saber sobrellevar los unos las cargas de los otros, y cumplir así la ley de Cristo (Gál. 6:2). Existe una experiencia de vida compartida “de manera que si un miembro padece, todos los miembros se duelen con él, y si un miembro recibe honra, todos los miembros con él se gozan” (1 Cor. 12:26). El Cuerpo Funcionando. Este concepto de “la vida del cuerpo” tiene implicaciones muy importantes: 1. Debe existir un gran énfasis en la iglesia local sobre el descubrimiento y ejercicio de los dones espirituales. No hay lugar para conceptos erróneos de humildad ni para ideas exageradas de importancia. Es en este contexto que Pablo exhorta a cada cristiano que “no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno” (Rom. 12:3). 2. Se debe reconocer que “la vida del cuerpo” no solamente existe durante la reunión, sino que es una vida compartida en común en Cristo. Esta no se limita al servicio dominical. 3. Se debe señalar que la “vida del cuerpo” involucra la participación de todos. Cualquier noción de división entre “ministros” y “ministerios” se tiene que abandonar si vamos a captar el concepto bíblico de koinonía. Tendremos nuestro ministerio, nuestra función y nuestra responsabilidad en el cuerpo, y ese ministerio no lo podemos transferir a cualquier obrero pagado del personal de la iglesia. Pensar que hay “ministros” y “laicos” es correr el riesgo muy serio de relegar a la mayoría de cristianos el rol de espectadores, y más adelante, es poner a los “ministros” una carga imposible. Tal concepto distorsiona la misma naturaleza de la vida del cuerpo. 4. Debe haber una entrega a la creación de una comunión genuina. Esto significará un cambio de proceder que dé más oportunidad a un ministerio mutuo en lo que han sido condiciones muy estructuradas de la iglesia. Significará una exposición bíblica de la naturaleza y de la práctica del amor cristiano. Significará discernimiento y entrenamiento en cuanto a los dones. Significará que los cristianos individualmente tomarán el riesgo para ir más allá de los patrones tradicionales de la vida de la iglesia para descubrir la “koinonía” genuina. Se debe notar que si tal comunión es genuinamente dada por el Espíritu, trascenderá barreras humanas tales como las diferencias de edades, y las variedades raciales y económicas. La comunión cristiana no es un club, es compartir una vida en el Señor de una manera profunda, exigente y amorosa.

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5. Como mínimo, la reunión bíblica debe ser restablecida en la iglesia local. Esta reunión, con las oportunidades que da para el ejercicio libre y abierto de los dones espirituales, de oración y alabanza, y su mirada hacia el Señor Jesús, era más que cualquier otra cosa, la fuente de la comunión genuina en la iglesia apostólica. Se puede practicar igualmente hoy. Es cierto que algunos no apreciarán tal reunión, porque no se pueden sentar a un lado como espectadores ociosos. Pero no debemos permitir que tal resistencia impida lo que es necesario. 6. Los dones que no involucran el hablar en público no deben ser evaluados como menos importantes que los otros. Spurgeon lo dijo brevemente: “Donde todo es boca, el resultado es vacío”. Lo cierto es que en el cuerpo de Cristo nos necesitamos el uno al otro y debemos amarnos mutuamente. Debemos mostrar al mundo que somos uno en Cristo, unidos en amor y en una vida compartida. Tal unidad no es uniformidad ni conformidad. Es más bien una percepción de nuestras necesidades, y el reconocimiento de que nuestra diversidad es dada por Dios y es esencial a la madurez y salud. “Unidad, diversidad, dependencia mutua”: esto no sólo debe ser el lema de la congregación local, sino su experiencia delante de Dios.

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5 EL CUERPO VIVIENTE Hay una historia oriental de cuatro hermanos que decidieron tener una fiesta. Como el vino era bastante caro, concluyeron que cada uno traería una cantidad igual y la añadiría a la provisión común. Pero uno de ellos, pensando eludir su contribución, trajo agua en lugar de vino. “No se notará”, pensó. Pero, en la fiesta, cuando se vertió el vino, no era vino. Era pura agua. Cada uno había pensado igual: “Deja a los demás hacerlo”. Este relato envuelve una similitud desconcertante en muchas iglesias modernas. Es muy común que el concepto de ministerio es encargado a una sola persona. No es enteramente la culpa de los cristianos de hoy que han puesto en los hombros de un hombre una responsabilidad que nunca debía llevar. El sistema clérico es el resultado de un largo proceso histórico, lo cual, la Reforma desgraciadamente no cambió. Lutero fue tan radical en su oposición a los anabaptistas que, de acuerdo a Alfred Kuen, “en su explicación del Salmo 82 dijo que todos los cristianos que enseñaban y predicaban la palabra de Dios públicamente, excepto pastores, deberían ser ejecutados, aun si enseñaban correctamente”.27 Esta noción de una clase especial de “ministros” apartados y únicos, nunca fue tan notoria como en Inglaterra en 1939, cuando la nación se preparaba para la guerra y se declaró: “Todas las personas en los grupos de las edades mencionadas arriba se requieren para el servicio nacional excepto lunáticos, ciegos y ministros de religión”. El Patrón del Nuevo Testamento. El ministerio en el Nuevo Testamento está muy lejos de este concepto “profesional”. No tiene nada que ver con la ordenación o el entrenamiento formal. Más bien, el ministerio bíblico es el ejercicio de los dones espirituales de cada creyente. Cada creyente tiene por lo menos un don, y por consiguiente, está involucrado en la obra. Si usted es un cristiano, ¡está en el ministerio! El pasaje fundamental es Efesios 4:11-16: “Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo; para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del error, sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto 27

Alfred F. Kuen, I Will Build My Church, p. 210. 20

es, Cristo, de quien todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor”. Probablemente hay más base en este pasaje para la transformación de la vida de la iglesia que en cualquier otro del Nuevo Testamento. Cuatro Ministerios Básicos. El apóstol describe cuatro tipos de hombres dotados, los cuales el Señor Jesús ha dado a la iglesia para encargarse de ciertos ministerios específicos. Su obra se puede catalogar en dos de fundación, uno de aumento y otro de apoyo. Los dos ministerios de fundación son los de apóstol y profeta, de los cuales leemos que la iglesia ha sido edificada “sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo” (Ef. 2:20). Resulta entonces obvio que su ministerio tuvo un impacto más allá de la iglesia local, como lo tuvo el evangelista. Por la misma naturaleza de sus dones, estos ministerios básicos no se llevaban a cabo generalmente en un grupo local particular. En el capítulo siguiente, discutiremos la naturaleza de esos dones. El cuarto ministerio básico está directamente relacionado a la vida y al servicio de la iglesia local. El hecho de que Pablo escribe “a otros, pastores y maestros” y no “unos pastores y otros maestros” indica que no tiene en mente dos ministerios distintos, sino uno dividido en dos, el de “pastor-maestro”. Se debe notar que Pablo no está señalando un oficio, sino un ministerio espiritual. Este pastor-maestro no es el equivalente de un “pastor” en hoy día. Si tuviéramos que clasificarlo, el de anciano sería el más cercano, porque un anciano debe pastorear a la asamblea de Dios (Hch. 20:28) y ser apto para enseñar (1 Tim. 3:2). En el capítulo 10 veremos que las congregaciones del Nuevo Testamento estaban bajo el cuidado de un grupo de ancianos. Nunca encontramos una iglesia a la cual ministra un solo pastor-maestro o que sea cuidada por un solo anciano. Sin embargo, aunque los ancianos tienen que pastorear y enseñar, esta labor de “pastor-maestro” no es exclusiva para ellos. Estos dones son dados tanto a hombres como a mujeres, no importando si ocupen un puesto específico o no. Los que poseen el don de pastor-maestro pueden estar en un empleo secular. Es obvio que la iglesia primitiva no dependía de un ministerio “profesional” y ninguna asamblea, hoy en día, que dependa de esto experimentará una vida real del cuerpo. Sin embargo, algunos de ellos se dedicaban de tiempo completo a un ministerio de pastor-maestro y eran sostenidos por las congregaciones a las cuales ministraban. El Nuevo Testamento no se opone a que algunos pastores-maestros sean reconocidos y sostenidos, pero sí a cualquier división entre “el ministro” y “el laico”. En su primera epístola, Pablo escribe a los gálatas: “El que es enseñado en la palabra, haga partícipe de toda cosa buena al que lo instruye” (Gál. 6:6). No hay duda que el compartir aquí involucra un sostén financiero. Más adelante, exhorta a Timoteo: “Los ancianos que gobiernan bien, sean tenidos por dignos de doble honor, mayormente los que trabajan en predicar y enseñar”. Pues la Escritura dice: “No pondrás bozal al buey que trilla” y: “Digno es el obrero de su salario” (1 Tim. 5:17-18). Este texto no deja duda alguna que algunos hombres dieron su tiempo completo al ministerio de enseñar y pastorear en una iglesia local y fueron sostenidos económicamente por ella misma.

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No es requisito que los pastores-maestros estén de lleno en la obra, pero a menudo es más sabio que lo estén. Ellos deben cuidar el no ser vistos como “los ministros” que hacen todo el trabajo. Su responsabilidad no es llevar todas las enseñanzas. El apóstol Pablo es muy específico en Efesios 4:11-12 acerca del propósito de esos hombres. “Y él mismo constituyó (a esos hombres) a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo”. Los evangelistas y pastores-maestros deben ministrar para preparar a otros creyentes hacerlo. Esta es la razón por la cual Dios dotó a algunos hombres como maestros para edificar a otros para servir. Los evangelistas deben preparar a los hermanos, trayendo a nuevas personas al cuerpo y enseñando a creyentes cómo evangelizar. Juzgadas por estas normas, muchas actividades de nuestras iglesias no cumplen con la voluntad de Dios. Un ministerio que depende del “pastor” y no involucra a otros a participar en la obra del Señor debe ser juzgado como un fracaso. Hay infinidad de habilidades espirituales latentes en muchas congregaciones, situación que resulta en el empobrecimiento espiritual de todos. No obstante, esto nos da un criterio para medir las actividades en una iglesia local. La gran comisión no es “id y haced convertidos” sino “id y haced discípulos” (Mat. 28:19). Los creyentes deben ser entrenados y preparados para servir a Jesucristo, y si no lo estamos haciendo, estamos fallando. Nuestro auditorio puede estar lleno, pero si los hermanos no están encontrando, desarrollando y ejerciendo sus dones, la voluntad de Dios no se está cumpliendo. Me gusta la actitud expresada por los Navegantes: “Es la meta de los Navegantes hacer un cambio permanente en la vida de la gente . . .” Y esta debe ser la meta de todos los hacedores de discípulos: crear cambios permanentes en los demás y ayudarles a llegar a la madurez en Cristo. Por consiguiente, el ministerio de individuos dotados es una obra de preparar y enseñar la verdad de Dios a otros para que ellos desarrollen sus propios dones y colaboren en la obra. Es por esto que mientras los miembros del cuerpo son preparados para ministrar, ocurre “la edificación del cuerpo de Cristo”. No obstante, varios de ellos serán capacitados de diversas maneras, puesto que sus necesidades y dones difieren. En un sentido real, la función de pastormaestro en este contexto es hacerse dispensable. El Señor Jesús dio el principio: “todo el que fuere perfeccionado, será como su maestro” (Luc. 6:40). La palabra que él usa en la forma del verbo katartizo de la que Pablo emplea katartismos, lleva la idea de desarrollar algo para que sea útil. De este modo, al llegar a una plena utilidad espiritual, el cuerpo local crecerá y se desarrollará para su gloria. Obviamente, que la manera fundamental de preparar a los creyentes es a través de la enseñanza y la predicación de la Biblia. Esto se hace más evidente en 2 Timoteo 3:16-17 donde se usa una palabra relacionada a katartizo: “Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado (exartizo) para toda buena obra”. La enseñanza completa y consecutiva de las Escrituras debe ser de prioridad en la vida de la asamblea. Nada es más beneficioso que un ministerio de enseñanza exegética que cubre el panorama de todos los libros de la Biblia. Algunos maestros bíblicos hacen hincapié en algunas doctrinas favoritas o evitan asuntos que son muy importantes, aunque problemáticos. La enseñanza expositiva dará una comida sólida para los creyentes y los llevará a una dieta equilibrada y nutritiva.

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La Centralidad de las Escrituras. Es mi convicción que nada merece mi mejor tiempo y esfuerzo que el estudio y la enseñanza de la palabra de Dios. Únicamente ella, vivificada por el Espíritu, confirma a creyentes y los hace fuertes en Cristo, por lo que todos nuestros servicios en la iglesia se concentran en su enseñanza. Al mismo tiempo, establecemos programas para enseñar cómo estudiar la Biblia por uno mismo y memorizarla. Este énfasis ha sido implementado mayormente por la exposición consecutiva de los libros de la Biblia, la cual centra nuestra atención en ella y nos anima a conocerla más. Cada vez me convenzo más de la sabiduría de este tipo de ministerio. Hay un equilibrio divino en las Escrituras y una novedad de sus verdades. No es un libro de texto escrito para estudiantes de teología, sino un mensaje de Dios mismo a gente que vive en un mundo real y hostil. Ellas tocan todas las áreas y necesidades de la vida; por consiguiente, nos confrontan con ellas y con nuestros problemas, así como nos revelan las soluciones de Dios. A su debido tiempo hay evangelismo, instrucción, exhortación y corrección mientras ella nos confronta. De esta manera la gente aprende a fiar su atención no en el maestro, sino en el Cristo de las Escrituras. Debe notarse que la tarea principal de la vida de la iglesia es capacitar y edificar a los hermanos. Desgraciadamente, muchos han puesto la mirada en el evangelismo y los creyentes han quedado hambrientos y la iglesia se ha vuelto anémica. El testimonio de Ray Stedman toca este punto: “He tenido el privilegio de pastorear una iglesia por más de veinte años. En todo este tiempo, nunca hemos tenido una reunión evangelística en el edificio, pero han venido un gran número de nuevos convertidos para recibir instrucción y desarrollarse en la vida cristiana. El evangelismo ha ocurrido en casas de los miembros, en centros públicos, en jardines, en salones de clase, y en dondequiera que se pueda presentar el evangelio. Pero cada reunión en el edificio tiene el propósito de dar instrucción, entrenamiento y alabanza, con todos los cristianos juntos. Toda nuestra escuela dominical está establecida para preparar a los santos de todas edades a hacer la obra del ministerio. La tarea de exponer y aplicar las Escrituras empieza en el púlpito y se sigue en cada clase, en cada junta y en varias casas de los cristianos”.28 Dios ha estado bendiciendo la vida de nuestra iglesia de la misma manera. Hace poco, mientras varios de nosotros platicábamos, pensamos en el número de nuevos creyentes que comparten la comunión. Muchos tienen menos de dos años en el Señor. Lo que es más sorprendente es que el mayor número de ellos no le han conocido por el ministerio del púlpito. En lugar de esto, han venido por amigos, vecinos o por involucrarse en estudios bíblicos del vecindario. Otros confiaron en el Salvador en una campaña evangelística reciente. Por lo que, mientras los creyentes están más y más involucrados en la obra del evangelismo, la asamblea crece. Es un proceso donde hay multiplicación. Cada nuevo convertido lleva el evangelio en áreas de influencia más y más amplias para el Señor Jesús. Ha sido mi experiencia ver que donde el evangelismo ocupa la prioridad de casi todos los servicios, la iglesia no está realmente creciendo. Pero cuando es la enseñanza de la palabra de Dios, el evangelismo y el alcanzar a otros es un resultado inevitable. El resultado de este proceso, como menciona Pablo en Efesios 4, es impresionante. Cuando el ministerio viene a ser parte de la vida del cuerpo, existe unidad (v. 13), madurez (v. 13), estabilidad (v. 14), y crecimiento (v. 15). Es significante que el apóstol señale que la meta 28

Ray C. Stedman, Body Life, p. 86. 23

del ministerio es “hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe . . . a un varón perfecto”. La madurez espiritual es un proceso mutuo en el cuerpo de Cristo, y se logra trabajando juntos. La estabilidad y el crecimiento, que dejan atrás la falta de madurez en la fe, vendrán cuando los creyentes se ministren unos a otros para tener un concepto equilibrado e inteligente de la vida cristiana. La naturaleza del ministerio en la asamblea bíblica está claramente indicada en el versículo 16. El cuerpo entero está “bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro”. Este debería ser subrayado en la Biblia y en la manera de pensar de cada uno. No presenta un concepto de servicio de “un solo hombre” o una distinción clero-laico. Cada cristiano está “en el ministerio” y es dependiente de “la actividad propia de cada miembro”. En otros términos, es el ejercicio de los dones espirituales y de que cada quien funcione de acuerdo a la voluntad de Dios para él como individuo. Dejar que un hombre sea conocido como “el ministro” de una congregación es un error serio, no solamente de terminología, sino de entender la naturaleza de la vida de la iglesia local. Dejar que sólo un individuo enseñe la palabra, mientras que otros creyentes dotados no estén animados a descubrir, desarrollar y ejercer sus dones, es apagar al Espíritu (1 Tes. 5:19). He hablado con hombres que se encuentran atrapados con ese punto de vista antibíblico del ministerio. Como “el” ministro de la iglesia, requieren de ellos que administren, visiten, estudien, prediquen, aconsejen e infinidad de otras cosas. Pero no solamente ellos están frustrados, sino también su iglesia. Pocos, si es que hay, poseen todos los dones naturales y espirituales para cumplir adecuadamente con todo el rol. Por otra parte, los hermanos de la congregación sí poseen dones espirituales para funcionar en esas áreas. Muchas veces, las iglesias insisten en tener un “ministro” para cumplir cierto rol, pero ellos individualmente rehúsan seguir la voluntad de Dios. Por otro lado, los ministros a veces son celosos de sus prerrogativas y evitan el ejercicio de una “vida del cuerpo” bíblica. La frustración es el único resultado debido a la ausencia de la práctica de los dones espirituales ejercida por los individuos en una iglesia local. Es interesante notar hasta dónde el Nuevo Testamento extiende la práctica de un ministerio de dones. En el capítulo 7, la reunión de la iglesia, como se expone en 1 Corintios 14:26 y en otras citas, está abierta para el libre ejercicio de ellos. Nunca había sólo un predicador o un sermón. En Antioquía, Bernabé trajo a Pablo para acompañarle en el ministerio (Hch. 11:19-26). Más adelante, hay cinco hombres en esa asamblea que son conocidos y designados como “profetas y maestros” (Hch. 13:1). Posterior-mente, allí mismo, Judas y Silas se unen al ministerio (Hch. 15:32). El cuadro final de la vida de la asamblea de Antioquía se ve en Hechos 15:35: “Y Pablo y Bernabé continuaron en Antioquía, enseñando la palabra del Señor y anunciando el evangelio con otros muchos”. Aun cuando el apóstol Pablo, el más grande de los maestros cristianos está presente, no existe ni la más remota idea de un solo y exclusivo maestro. Se puede insistir que Antioquía, Corinto, y otras iglesias del Nuevo Testamento son excepcionales, comparándolas a las iglesias modernas. Nosotros no tenemos tales dones, nos dicen. Aunque esto es muy improbable, es verdad que nuestras congregaciones no poseen esos dones desarrollados, precisamente porque no ha habido un énfasis continuo acerca de “perfeccionar a los santos para la obra del ministerio”. Una palabra final. Aunque la obra debe ser hecha por cada creyente, no hay ningún lugar en el Nuevo Testamento para un concepto del ministerio de “cualquier hombre”. Hombres y

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mujeres dotados deben ejercer sus dones. Quienes no tengan cierto don, no deben dañar al cuerpo imponiéndose sobre la iglesia. Pero, quienes sí tienen esa clase de dones deben ser animados a usarlos y se debe esperar que lo hagan. Además, se les debe exhortar a desarrollar y refinar su habilidad para ejercerla para la gloria de Dios. No hay lugar para hacer trabajos a medias ni con pereza en la obra de nuestro Rey.

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6 EQUIPADOS PARA SERVIR: LOS DONES DEL ESPÍRITU El fútbol americano es una pasión nacional en Norte América. Cada fin de semana, durante el otoño, millones de hombres y mujeres se vuelven expertos en el juego. Gente común y corriente se vuelve juez y conocedora de los talentos físicos de cada jugador. Un buen equipo de fútbol es un organismo que está funcionando bien. Cada jugador tiene un trabajo específico que hacer, y recibe horas de adiestramiento y práctica en su posición por sus dotes y habilidades. Si uno individualmente falla en ejecutar su tarea, todo el equipo sufre. Aunque el que ataca no tiene la misma responsabilidad que la del mariscal de campo, su función es crucial para el bienestar de todos. Una iglesia local también debe ser un organismo que funcione correctamente. Esta analogía entre una congregación y un equipo de fútbol americano resulta embarazosa para quienes parecen tener quince mariscales de campo y ningún guardia. Muchos guardias son un grupo pequeño de voluntarios, pero por haber estado dispuestos, los recibieron con gozo. Ningún organismo funciona adecuadamente a menos que los miembros estén cumpliendo roles diferentes. La iglesia ha sido divinamente diseñada para ser tal “organismo”, y su cabeza le ha provisto de todo lo necesario. Esta provisión se hace a través del ministerio del Espíritu Santo quien distribuye los dones a cada creyente. Pocos conceptos tienen tanto potencial para un cambio revolucionario en el individuo y en la vida de la iglesia local. Sin embargo, de alguna manera, ha habido un silencio extraño en esta área, excepto cuando hay una reacción en contra del abuso de los dones más espectaculares, tales como las lenguas y de sanidad. Un don espiritual se define como una capacidad que el Señor Jesús da a través de su Espíritu a cada creyente para capacitarlo para servir a Dios en alguna manera específica. No es un talento natural. Más bien, es un don dado libre y gratuitamente a los redimidos. Además, es un producto directo de la morada del Espíritu en uno, y es espiritual en su origen e intereses. Hay cuatro pasajes principales que relatan los dones espirituales: Romanos 12:3-8; 1 Corintios 1214; Efesios 4:7-16 y 1 Pedro 4:10-11. El Poseer un Don Espiritual. El Nuevo Testamento destaca en señalar que cada creyente tiene al menos un don. Pablo escribe, “a cada uno, le es dada la manifestación del Espíritu para provecho . . . Pero todas estas cosas las hace uno y el mismo Espíritu, repartiendo a cada uno en particular como él quiere” (1 Cor. 12:7, 11). Dice a los romanos, “teniendo diferentes dones” (Rom. 12:6), y a los efesios, “Pero a cada uno de nosotros fue dada la gracia conforme a la medida del don de Cristo” (Ef. 4:7). Pedro recuerda a sus lectores, “cada uno 26

según el don que ha recibido . . .” (1 Ped. 4:10). Por lo tanto, es indiscutible que cada cristiano tiene una capacidad especial para servir. Usted lo tiene si ha recibido el mayor regalo de la vida eterna, y es de gran importancia para usted y para la iglesia local que lo conozca y lo utilice. Que no lo haya descubierto o utilizado, no significa que no lo posea. Otro punto de importancia es que diferentes hermanos tienen diferentes dones. A Dios le gusta la variedad. El mundo natural siempre nos lo recuerda, y ésta es muy evidente en el cuerpo de su Hijo. Pablo usa el cuerpo físico para ilustrar esta diversidad: “Porque de la manera que en un cuerpo tenemos muchos miembros, pero no todos los miembros tienen la misma función, así nosotros, siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo, y todos miembros los unos de los otros. De manera que, teniendo diferentes dones, según la gracia que nos es dada . . .” (Rom. 12:4-6). “Ahora bien, hay diversidad de dones, pero el Espíritu es el mismo. Y hay diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo. Y hay diversidad de operaciones, pero Dios, que hace todas las cosas en todos, es el mismo” (1 Cor. 12:4-6). “Además, el cuerpo no es un solo miembro, sino muchos . . . Mas ahora Dios ha colocado los miembros cada uno de ellos en el cuerpo, como él quiso. Porque si todos fueran un solo miembro, ¿dónde estaría el cuerpo? Pero ahora son muchos los miembros, pero el cuerpo es uno solo” (1 Cor. 12:14-20). No somos todos iguales y no es la voluntad de Dios que seamos todos iguales. La misma diversidad de los creyentes es la provisión amorosa de Dios para las necesidades de su iglesia. ¡Gracias a Dios que no somos todos iguales! Así como ningún equipo de fútbol podría prosperar con solamente mariscales de campo, no importa cuánta habilidad tengan individual-mente, así también ninguna asamblea podría prosperar si cada creyente tuviera la misma perspectiva, disposición y dones espirituales. No hace mucho, un amigo mío dirigió una cruzada evangelística en nuestra ciudad, y el Espíritu Santo usó su ministerio de una manera significante. Durante la misión, alguien vino a mí y dijo: “Ahora entiendo lo que quieres decir cuando hablas de dones espirituales. ¡Nunca podrías hacer lo que Terry está haciendo esta semana, y él no podría hacer lo que tú estás haciendo en esa capilla! Gracias a Dios por ustedes dos”. Exactamente. Y alabado sea el Señor por cada persona y los dones que Dios le ha dado. No estamos en competición unos contra otros, sino más bien, somos complementos el uno del otro. La variedad de dones en la iglesia es la provisión de un Padre amoroso. Un corolario de esta diversidad es la importancia de cada don. Así como nuestro cuerpo físico depende de varios miembros, y es seriamente afectado cuando un ojo está obstruido o herido, así es con los miembros del cuerpo de Cristo. Cuando uno no conoce sus dones o no los usa, todo el cuerpo es limitado en su eficiencia. Este es el énfasis del apóstol en 1 Corintios 12:20-26. Por consiguiente, dos actitudes contrarias deben ser rechazadas por los cristianos. Pablo expresa una de ellas en estas palabras, las cuales preceden inmediatamente una discusión acerca de los dones espirituales, “Digo, pues, por la gracia que me es dada, a cada cual que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno” (Rom. 12:3). El primer peligro es el orgullo, un sentido grande de nuestra propia importancia. “Tengo tal y tal don, por

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lo tanto respétenme”. Pero Dios es quien brinda los dones. Por consiguiente, no hay lugar para la jactancia sobre lo que es nuestro por gracia. Además, cada habilidad es importante y valiosa, y solamente un impedido espiritual con una vista tan corta puede imaginar que él tiene una posición especial e indispensable. El otro peligro, quizá el que más predomina pero igualmente destructivo para la vida del cuerpo, es el complejo de inferioridad, lo cual dice: “No sirvo para nada. No soy dotado. No tengo nada para contribuir”. Pablo señala que no debemos tener más alto concepto de nosotros mismos que el que debiéramos tener o pensar. No debemos ser pretenciosos, sino tener una buena auto evaluación bíblica. Parte de esta evaluación debe creer firmemente que Dios nos ama y nos ha dado por lo menos un don espiritual. ¿Puedo decir que no puedo hacer nada para él, cuando él dice que sí puedo? Su Espíritu Santo me ha capacitado con el propósito de servirle para su gloria. El Señor no llama para servir sin capacitarnos para hacerlo. Nos ha dado a su Espíritu Santo para otorgarnos poder. Nos ha dado habilidades especiales y dones espirituales. Nos ha colocado en su cuerpo, para compartir la vida en él, donde nuestros hermanos nos ministren, y que encontremos un área de servicio abundante y satisfactoria. Los Dones Espirituales. Ningún pasaje del Nuevo Testamento engloba a todos los dones espirituales. Sin embargo, se puede desarrollar una lista comparando y combinando los cuatro pasajes mayores que hablan de ellos. Se debería notar que, mientras cada creyente tiene por lo menos un don, nada sugiere que una persona no tenga más de uno. Seguramente, nadie tendrá todos, o aún la mayoría. Pero que podemos tener más de uno está indicado en Hechos 13:1 en donde se llama a los cinco líderes de la asamblea de Antioquía “profetas y maestros”. Para poner en orden una lista extensa, es conveniente clasificar a los dones espirituales. Así, tendremos dones de fundación, dones de ministerios y dones de señales. A. Los Dones de Fundación. En Efesios 2:19-20 leemos, “Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios, edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo”. No hay duda de la importancia que se le da a estos dos ministerios. Pablo lo confirma al hablar de ellos en Efesios 3:5 y 4:11. Cada una de estas palabras se utiliza en una manera menos específica en el Nuevo Testamento. El vocablo “apóstol” significa “un enviado”, se usa a veces para describir a un representante designado de una iglesia local. En este sentido, se habla de Epafrodito (Fil. 2:25). Así mismo, en un sentido general, todos los creyentes son “profetas”, proclamadores de la verdad de Dios (Hch. 2:17-18). Pero los dones de fundación de apóstol y profeta se emplean en un sentido más específico, y la confusión resulta si no los usamos en su sentido bíblico preciso. 1. Apóstol. (1 Cor. 12:28; Ef. 4:11). Este es el don más importante, y era específicamente la prerrogativa de los doce y de Pablo. Un apóstol era una persona que había visto al Cristo resucitado (Hch. 1:21-23; 1 Cor. 9:1) y había sido comisionado personalmente por él, y no por hombres (Gál. 1:1). La esencia de este don fue ser receptores de la revelación divina, establecer iglesias, y ejercer autoridad sobre ellas mismas. Por lo tanto, ellos fueron el fundamento de la iglesia (Ef. 2:20; 3:5). Como tales, “tuvieron una posición única y se les dieron autoridad y 28

poderes únicos con el propósito de establecer nuevos grupos de creyentes y afirmarlos en la fe”.29 No hay apóstoles en la iglesia hoy, y no han pasado su autoridad a otros.30 2. Profecía. (Rom. 12:6; 1 Cor. 12:10, 28; 14:1-40; Ef. 4:11). El don de profecía se estima por Pablo como más alto que cualquier otro don excepto el de apóstol. De este modo escribe a los corintios: “procurad los dones espirituales, pero sobre todo que profeticéis” (1 Cor. 14:1). En el Nuevo Testamento, la profecía ocurre en casos como el de la predicción de Ágabo de un hambre (Hch. 11:27-30) y su aviso de unos problemas para Pablo (Hch. 21:10-11). El ministerio de los profetas está también señalado en la actividad de Judas y Silas, quienes: “consolaron y confirmaron a los hermanos con abundancia de palabras” (Hch. 15:32). La esencia de este don era la recepción de la revelación directa de Dios (1 Cor. 14:29-31). A veces, tocaría necesidades presentes o eventos futuros. Pero el elemento común era que el Espíritu Santo estaba guiando directamente a su pueblo a través de ellos. Es obvio que este don era de suprema importancia antes de que se completaran las Sagradas Escrituras, con su declaración exacta de los principios divinos. Los profetas llevaron “exhortación, edificación y consolación” a la iglesia (1 Cor. 14:3) y convicción a los incrédulos (1 Cor. 14:24-25). Así como ya no hay apóstoles en la iglesia en el sentido completo del Nuevo Testamento, tampoco hay profetas, que reciben directamente la revelación de la voluntad de Dios. Tales hombres fueron parte de la fundación divina (Ef. 2:20), sobre la cual estamos edificando por la gracia de Dios. Sin embargo, en un sentido secundario de la palabra, tenemos a los que ejercen el ministerio profético de proclamar la palabra de Dios escrita, por lo que edifican, exhortan y dan dirección a los creyentes. B. Los Dones de Ministerio. Estos se relacionan con la vida continua de la iglesia local. 1. Enseñanza. (Rom. 12:7; 1 Cor. 12:28; Ef. 4:11). El ministerio del maestro es la exposición y explicación de la verdad divina. Es la habilidad dada por Dios de comunicar claramente su palabra. No es una posición, pero quien ocupe un puesto de maestro debería tener el don para hacerlo. Esto concierne tanto a un profesor de seminario como a un maestro de escuela dominical. Tampoco éste indica los modos de enseñanza. Por lo que, un maestro dotado puede tener una habilidad natural para enseñar hablando en público, escribiendo o dirigiendo una discusión. Esta distinción entre el don y los talentos de uno, que afecta la manera en la cual se ejerce el don, es aplicable a otros ministerios. De esta manera, un hombre puede tener el don de enseñanza, un talento para trabajar con jóvenes, y un ministerio de enseñanza a ellos. 2. Pastorear. (Ef. 4:11). En este versículo, Pablo describe a un hombre que es un “pastor y maestro.” El término “pastor” se refiere a cuidar, alimentar y vigilar el rebaño de Dios. Este es un don, no un oficio y está estrechamente relacionado al trabajo de un anciano (Hch. 20:28; 1 Ped. 5:1-4). También un pastor será inevitablemente un maestro. En estos términos, un anciano debe ser un pastor y “apto para enseñar” (1 Tim. 3:2). Pero no solamente los ancianos serán “pastor-maestros”. Como Stedman nota, “Muchos cristianos tienen el don de pastor-maestro, estén trabajando de tiempo completo o parcial”.31 Una iglesia sana, no solamente tendrá a un pastor, sino a muchos, usando su don para la gloria de Dios. Frecuentemente, cuando me invitan 29

Leon Morris, Ministers of God, p. 61. La palabra “apóstol” se utiliza en un sentido más amplio refiriéndose a los representantes de las iglesias, quienes pueden ser muy semejantes a los misioneros modernos. El término es aplicado a Bernabé (Hch. 14:4, 14; 1 Cor. 9:56), Epafrodito (Fil. 2:25), Santiago (Gál. 1:19), Andrónico y Junias (Rom. 16:7). 31 Stedman, p. 76. 30

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a dar conferencias, me presentan como “el pastor de La Capilla Betania”. Cuando tengo oportunidad, trato de explicar que funciono como un pastor de nuestra congregación, por cierto no soy el pastor. Dios nos ha bendecido con un grupo de ancianos piadosos que pastorean al pueblo de Dios, así como muchos otros, jóvenes y ancianos, hombres y mujeres, que ejercen dicho don. La Biblia no establece el oficio de pastor o ministro de la iglesia moderna, pero sí describe el don. 3. Evangelismo. (Ef. 4:11). Cada cristiano debe hacer “la obra de evangelista (2 Tim. 4:5), para ser involucrado activa y agresivamente en compartir las Buenas Nuevas. Pero algunas personas tienen la habilidad especial para esclarecer los términos del evangelio, y traer a otros al Señor Jesucristo. El don de evangelismo es muy distinto al método que se utiliza. Mientras Billy Graham posee y ejerce este don, así también lo hacen muchas personas que pueden espantarse al pensar hablar en público a un grupo de gente, pero que comparten el evangelio tranquila y eficientemente a individuos. 4. Palabra de Sabiduría. (1 Cor. 12:8). 5. Palabra de Ciencia. (1 Cor. 12:8). Estos dos dones involucran la habilidad de hablar. La sabiduría en la Biblia es un asunto muy práctico y no está relacionada a la educación, sino a la vida real. La “palabra de ciencia” parece ser una comprensión del programa y plan de Dios, la habilidad de entender la palabra de Dios.32 Así, “la palabra de sabiduría” es aplicar la verdad bíblica sabiamente en situaciones específicas de la vida, mientras “la palabra de ciencia” es ir al grano de lo que la Biblia enseña. Las dos se necesitan mutuamente. ¿Qué es lo que dice la Biblia? ¿Cómo se aplica la Biblia a este problema específico? No siempre tendrá los dos dones el mismo individuo, aunque podría ser. 6. Fe. (1 Cor. 12:9). Mientras cada creyente confía y debe confiar en Dios, algunos poseen la fe a un grado notable. El Señor pone a algunos en situaciones en las cuales se necesita una fe y una visión especial. Ray Stedman lo llama el “don de visión”. “Es la habilidad de ver algo que se debe hacer, y creer que Dios lo hará aun si parece imposible”.33 7. Ayudar. (1 Cor. 12:28). La palabra que Pablo usa significa “agarrar firmemente a alguien para ayudarle”. Este don es la habilidad dada por Dios de ofrecer sostén y ayuda. Incluye toda clase de actos físicos, emocionales y espirituales que brindan apoyo. 8. Administrar. (1 Cor. 12:28). La palabra significa “guía” o “piloto”. Denota la habilidad de dar liderazgo y dirección en una manera espiritual y edificante. Hay una gran diferencia entre el talento aprendido en una clase, y la habilidad espiritual para dar liderazgo cristiano. Los métodos mundanos de administración pueden hacer más daño que bien a la iglesia. Este don lo deben tener los ancianos que presiden y quienes ejercen liderazgo en otros servicios. 9. Presidir. (Rom. 12:8). Este don está muy a la par con la habilidad anteriormente mencionada. Sin embargo, la palabra “presidir” sugiere que se relaciona específicamente al don 32

“El conocimiento implica más de lo que la sabiduría implica, escudriñamiento e investigación, aunque también el conocimiento no debería ser tomado en un mero sentido intelectual”. Grosheide, Commentary on the First Epistle to the Corinthians, The New International Commentary, p. 285. 33 Ibid, p. 43. Jorge Mueller es un gran ejemplo de este don. El mismo comenta: “Le complació al Señor, pienso, el darme en algunos casos, algo como el don . . . de fe, para que incondicionalmente pudiera pedir y buscar una respuesta”. A. T. Pierson, George Mueller Of Bristol, p. 438, citado en A. R. Hay, p. 187. 30

indispensable de los ancianos. Este término se usa tocante a ellos en Hebreos 13:7, 17, 24 y 1 Timoteo 5:17. 10. Servir. (Rom. 12:7; 1 Ped. 4:11). Nuevamente, éste es un término muy amplio para la actividad y el ministerio cristiano. Es sinónimo al don de ayudar. Por cierto, los diáconos deben poseerlo. 11. Exhortar. (Rom. 12:8). Esta capacidad es de gran importancia. Mientras el don de enseñar se dirige a la mente, el de exhortar apela a la conciencia y la voluntad. Es el ministerio de animar a actuar y de dar consolación y aliento a los que sufren. Por consiguiente, es un don de llamar a los creyentes a la acción y de levantar a los que están en aflicción. ¡Cómo estoy agradecido por un hombre que ejerció este don en mi vida! La primera vez que participé públicamente en una reunión de la iglesia, era joven y estaba muy nervioso. No obstante este anciano tomó tiempo para hablar conmigo y animarme. Después, esa misma tarde me habló por teléfono y expresó su aprecio y ánimo otra vez. Aquella noche, al verme en el servicio, hizo lo mismo. Finalmente, cuando me acosté, supe que ¡el Sr. Rae apreciaba mi participación! El Señor usó esto para alentarme a descubrir, desarrollar y utilizar mis propios dones. 12. Repartir. (Rom. 12:8). Todos debemos dar de nuestras posesiones materiales para la obra del Señor. Sin embargo, él guía a algunos a un ministerio especial en esta área. La riqueza no es un requisito, sino una actitud de generosidad. Como Hay dijo: “El dar se debe hacer en una base completamente espiritual. Cuando es verdaderamente impulsado por el amor de Cristo y bajo la guía del Espíritu Santo, pasa del plano material al espiritual y es un don.”34 13. Hacer Misericordia. (Rom. 12:8). Es la habilidad dada por Dios de ministrar a los que están en gran necesidad. Es extenderse a los que no lo merecen, porque de otro modo, no sería misericordia. Como Stedman nota: “La misericordia es ayuda inmerecida, dada a los que, generalmente, son repugnantes a otros: los deformados, los hediondos, los no agradables. Difiere del don de ayudas por ser dirigido a los que no son dignos, sin considerar su condición”.35 Cada vez que pienso en este don, recuerdo a una estudiante que tuve. Era una muchacha notable, quien siempre parecía estar arrastrando a alguien que había encontrado, a quien los demás probablemente hubieran ignorado. Era como un imán que atraía a gente necesitada y con problemas. Y en el nombre de Cristo, los alcanzaba, amaba y ayudaba. Muchos encontraron al Salvador por causa de este ministerio. 14. Discernimiento de Espíritus. (1 Cor. 12:10). Este don está estrechamente relacionado al de profecía. Se debe probar al que pretende hablar una revelación divina. ¿Está hablando por el Espíritu de Dios o por un falso espíritu? Sin embargo, este don va más allá de la profecía. Satanás es un magnífico maestro de la falsificación (2 Cor. 11:13-15) y hay una necesidad constante para los creyentes con un discernimiento dado por Dios de “probar los espíritus si son de Dios” (1 Jn. 4:1). En nuestros días, es de vital importancia. Nos encontramos en un período de intenso interés en el ocultismo y lo demoníaco, y el requisito de las Escrituras es más pertinente

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Hay, p. 193. Stedman, pp. 49-50. 31

que nunca: “Examinadlo todo; retened lo bueno. Absteneos de toda especie de mal” (1 Tes. 5:2122).36 C. Los Dones de Señales. Los dones bajo esta categoría comparten un rasgo común. Se llaman “señales”, una palabra que tiene una herencia bíblica rica. Una señal es un milagro, un evento sobrenatural. Pero este término tiene también el sentido de un letrero, un indicador para alguna verdad o verdades espirituales. La señal no es en sí la finalidad, por lo que el Señor Jesús reprendió a los que habían visto el milagro de la alimentación de los cinco mil hombres: “De cierto, de cierto os digo que me buscáis, no porque habéis visto las señales, sino porque comisteis el pan y os saciasteis” (Jn. 6:26). Habían visto el evento y comido el pan y los pescados, pero no habían entendido el significado del milagro. En la iglesia primitiva los dones de señales como sanidades, milagros y lenguas tenían este mismo propósito de letrero. El escritor de Hebreos lo expresa así: “¿Cómo escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación tan grande? La cual, habiendo sido anunciada primeramente por el Señor, nos fue confirmada por los que oyeron, testificando Dios juntamente con ellos, con señales y prodigios y diversos milagros y repartimientos del Espíritu Santo según su voluntad” (Heb. 2:3-4). Por consiguiente, los dones de señales confirmaron a la segunda generación de creyentes que el mensaje de los apóstoles era verdadero. Leemos en Hechos 14:3 que Dios “daba testimonio a la palabra de su gracia” haciendo señales a través de Pablo y sus compañeros. A esos mismos dones, Pablo apela en Romanos 15:15-19 como evidencia de que el Señor había obrado a través de él y nuevamente en 2 Corintios 12:12, donde hace alusión a “las señales de un apóstol”. Es un asunto de importancia y de mucha discusión estudiar si los dones de señales serían permanentes o temporales. Por cierto, no podemos oponernos al principio de los dones temporales, puesto que no tenemos los de apóstol y profeta en la iglesia hoy día. Además, no se puede pasar desapercibidamente que los dones de señales reciben demasiado énfasis en algunos segmentos de la iglesia moderna y que generalmente, llevan poca semejanza a los que las Escrituras describen. Uno de los propósitos específicos de los dones de señales fue autenticar el mensaje de los apóstoles. Hay evidencia en el Nuevo Testamento que los milagros se presentaban con menos y menor frecuencia.37 Es claro en los registros del período que sigue inmediatamente al Nuevo Testamento que los dones extraordinarios de milagros cesaron virtualmente.38 Por estas cuatro razones es lógico entender los dones de señales como temporales. 36

“Tal don era indispensable para la iglesia en un tiempo en el cual los falsos profetas abundaban, forzaban su entrada a las congregaciones, y aumentaban cada año en número y audacia. Había falsos maestros, como Juan da a entender (1 Jn. 4:1-6), predicaban su propia doctrina como una revelación impartida de arriba”. Dollinger, citado por A. Robertson y A. Plummer, I Corinthians, The International Critical Commentary, p. 267. 37 El Nuevo Testamento no dice en ninguna parte explícitamente que estos dones cesaron, no hay duda que en el Nuevo Testamento mismo su significado disminuye. Así, Pablo en Hechos 19:11-12 sana amplia y extensamente. Sin embargo, más adelante en su ministerio, oímos de la enfermedad de Epafrodito (Fil. 2:27), de Timoteo (1 Tim. 5:23), y de Trófimo (2 Tim. 4:20). ¿Por qué no los sanó? 38 Obviamente, tal conclusión polémica podría discutirse de una manera más amplia. Sin embargo, no quiero alejarme de nuestro énfasis sobre la iglesia local y su vida. Los interesados en conocer mis razones para mi 32

1. Sanidades. (1 Cor. 12:9, 28, 30). La vida del Señor Jesús y el ministerio de los apóstoles tenían muchas curaciones milagrosas que iban más allá de la ciencia médica. Si es o no un don en la iglesia hoy, es un punto muy discutido y los actos de los supuestos “sanadores de fe” han incrementado el escepticismo. No obstante, si este don no está presente en la actualidad, no hay ninguna duda de que Dios sí sana milagrosamente a muchos que confían en él. La promesa de Santiago 5:13-16 no está condicionada a un sanador o al “don” de sanidad. Sin embargo, debemos notar que no siempre es la voluntad de Dios el recuperar la buena salud. El es Señor y, sólo él tiene el derecho de dar o detener la curación. 2. Milagros. (1 Cor. 12:10). Este don está estrechamente relacionado con el de sanidades, pero concierne más a los procesos de la naturaleza que la curación de individuos. Estos milagros eran numerosos en el período del Nuevo Testamento, pero este don parece no estar vigente en la actualidad. 3. Las Lenguas. (1 Cor. 12:10, 30; 14:1). El don de lenguas es la habilidad de hablar un lenguaje humano, el cual uno no ha aprendido anteriormente. Su propósito fue un don de señal a los judíos incrédulos, como Pablo indica en 1 Corintios 14:20-22, y un estudio cuidadoso del libro de los Hechos revela cómo el Espíritu Santo usó este don para cumplirlo. Desgraciadamente, debido a que existe mucha controversia respecto a las lenguas, resulta difícil seguir una argumentación lógica en cuanto a ellas en la iglesia moderna. Por un lado, algunos han dado a este don una importancia totalmente antibíblica y los consideran como una señal indispensable de madurez y poder espiritual. Por lo cual, debemos considerar varias cosas. Primero, hablar en lenguas no es un don para todos (1 Cor. 12:30). Segundo, no es una señal del bautismo del Espíritu, porque esto ocurre cuando confiamos en Cristo y somos puestos dentro de la esfera del cuerpo de Cristo. Cada creyente es bautizado por el Espíritu (1 Cor. 12:13). Tercero, las lenguas no son señal de madurez espiritual (florecieron en Corinto, una iglesia que Pablo llama carnal en 1 Corintios 3:1-3), y un estudio del término “lleno del Espíritu” en el Nuevo Testamento revelará que las lenguas no son una manifestación de ser controlado por él.39 Las lenguas, son un don bueno y edificante del Espíritu Santo, dado por Dios para un propósito específico. Si este sigue vigente hoy, debe ser reconocido como uno de los dones, no el don, y deberá acatarse a las instrucciones de 1 Corintios 14. Si insistimos que esta capacidad es más importante que lo que Biblia señala, no estamos honrando a Dios. En la actualidad, las lenguas pueden derivarse de una de las cuatro fuentes: del Espíritu Santo, Satanás, el acondicionamiento psicológico, o la pretensión (como Marjoe Goertner demuestra). Nuestras experiencias, no importa cuán maravillosas sean, no deben ser la guía. La palabra de Dios es la única norma de guía por la cual todas las cosas deben ser medidas. 4. La Interpretación de las Lenguas. (1 Cor. 12:10; 14:13, 27-8). Es una habilidad dada por Dios para traducir un idioma o lenguaje que uno no ha aprendido. El intérprete y el que habla conclusión encontrarán más información en lo siguiente: Donald Burdick, Tongues: To Speak or Not to Speak, (Moody Press); Robert Gromacki, The Modern Tongues Movement, (Presbyterian and Reformed); Frederick Dale Bruner, A Theology of the Holy Spirit, (Eerdmans), un análisis externo de la teología pentecostal y carismática; William Samarin, Tongues of Men and Angels, (Macmillan), un análisis sociológico y lingüístico detallado del fenómeno de las lenguas. 39 Tres palabras griegas deberían ser estudiadas y comparadas en su uso: pimplemi (Luc. 1:15, 41, 67; Hch. 2:4; 4:8, 31; 9:17; 13:9), pleres (Luc. 4:1; Hch. 6:3, 5; 7:55; 11:24), y pleroo (Hch. 13:52; Ef. 5:18). En solamente una de éstas las lenguas son mencionadas en relación a la llenura del Espíritu (Hch. 2:4), y aún allí, el énfasis se hace en la proclamación tenaz del evangelio. 33

en lenguas no eran necesariamente el mismo individuo aunque 1 Corintios 14:13 indica que el que las hablaba podía orar por una interpretación específica. Descubriendo el Don de Uno. Resulta obvio que, si cada creyente tiene un don espiritual, debe saber cuál es. Solamente cuando un individuo lo descubre y desarrolla es capaz de funcionar correctamente en el cuerpo según la voluntad de Dios. Hombres y mujeres que conocen sus dones espirituales se salvarán de caer en la frustración en su vida cristiana. Ya que serán aptos para hacer simplemente lo que Dios les capacitó y no tratarán de hacerlo todo. Por otro lado, otros creyentes y la misma iglesia local estarán edificándose y crecerán en todo, por que cada uno estará cumpliendo su ministerio. Existen varios pasos importantes en el proceso de descubrir el don de uno: 1. Es necesario conocer los dones que el Espíritu da. Hay que estudiar cuidadosamente los cuatro pasajes básicos y la lista anterior-mente examinada. 2. Debería ser motivo de oración. El Señor quiere que cada creyente sepa cual es su don, y ésta es una oración que le encanta contestar. 3. Hay que probar diversos tipos de ministerio y actividad cristiana. Experimentaremos una satisfacción interna al hacer ciertas actividades que otras no producirán. Y también habrá bendición para uno mismo y para los demás. Permanezcamos abiertos a la voluntad del Señor para dirigirnos en un área de servicio que quizá nunca imaginaríamos para nosotros. Veamos un corolario en cuanto a esto. Los ancianos de una iglesia local deben brindar oportunidades a los cristianos con el propósito de desarrollar sus dones espirituales, y animarlos. Por ejemplo, hemos tratado de involucrar a los hombres jóvenes en nuestros servicios en diversas maneras. Casi cada domingo, se le invita a uno a dar su testimonio o un mensaje breve de la palabra de Dios. Otros, dirigen los cantos y las reuniones. El impacto espiritual de sus contribuciones, y la parte que juega en desarrollar sus propios dones, pesa mucho más que el efecto de algunos lapsos ocasionales de lo normal. Aún más significante es la reunión de los domingos en la iglesia. El ambiente abierto de esa reunión obliga a los hermanos a estar preparados para participar y provee una ocasión importante para ejercer y desarrollar sus dones. 4. Debe haber una actitud de honestidad delante del Señor. No debemos, con falsa humildad, menospreciar nuestros dones u orgullosamente exagerarlos. En el contexto de una discusión acerca de los dones espirituales, Pablo escribe, “Digo . . . a cada cual que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno” (Rom. 12:3). 5. Debe haber consejo de parte de hermanos maduros. Los dones se ejercen dentro de un grupo de creyentes, y muchas veces ellos perciben mejor que uno qué don tenemos. Ayudar a alguien a descubrirlo es un ministerio importante que podemos hacer. Pero, si nadie reconoce el don que pensamos tener, ¡no es posible que todos se equivoquen! 6. Es necesario desarrollar nuestros dones. Ya que el Señor nos los da, es nuestra responsabilidad practicar talentos relacionados al uso de esos dones. De este modo, un maestro debe estudiar la palabra, y mejorar habilidades de comunicación. 7. Hay que ejercitar nuestros dones. Una manera en la cual los debemos hacer funcionar será descrita en el próximo capítulo. 34

Cuando fui estudiante en la universidad, aproveché cada oportunidad para enseñar la palabra de Dios. Un día, después de un mensaje, un anciano en la asamblea de mi casa, se me acercó y me dijo: “Gary, ¿nunca has pensado enseñar la Biblia? Cada vez que hablas, me enseñas algo, y pienso que tienes el don de enseñar”. En aquel entonces, no sabía mucho acerca de los dones espirituales, pero ese sencillo comentario me ayudó a buscar la voluntad de Dios. En otras ocasiones, el Señor guió a muchos a hablar “una palabra en su tiempo” para ayudarme a descubrir y desarrollar mi don espiritual. Finalmente, al orar y estudiar las Escrituras, Dios me dio una convicción respecto a su don para mí. No tenía nada que ver con el recibirlo, y en la vida del cuerpo, es un don entre muchos. No ejercerlo sería un pecado, de la misma manera como otra persona peca si él o ella descuida el don que Dios le ha dado. Ahora doy testimonio de la bendición enorme que ha sido el conocer y usar mi don para edificar la iglesia de Cristo. ¡Usted también, asegúrese de conocer y usar su don para la gloria del Señor! Al concluir nuestra consideración acerca de los dones espirituales, hay una cosa que no debemos olvidar. Pablo escribe: “Procurad, pues, los dones mejores. Mas yo os muestro un camino aún mas excelente” (1 Cor. 12:31). Ese camino es, el amor, el cual es descrito tan hermosamente en 1 Corintios 13. Los dones espirituales son esenciales para el buen funcionamiento de la iglesia local, pero sin amor, no valen nada. Lo que confrontará al mundo y edificará al cuerpo no es, la grandeza de nuestros dones, sino la semejanza a Cristo en cuanto a nuestro amor. Por consiguiente, “Seguid el amor; y procurad los dones espirituales” (1 Cor. 14:1).

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7 “CUANDO SE REÚNEN”: LA REUNIÓN DE LA IGLESIA Si un cristiano del primer siglo visitara una típica iglesia contemporánea, muchas cosas le asombrarían. Obviamente, el edificio le dejaría sorprendido. Por tres siglos, los creyentes primitivos se reunieron en casas y otras facilidades disponibles, incluyendo sinagogas (Stgo. 2:2) y “escuelas” (Hch. 19:9). Los edificios elegantes y costosos, los cuales, muchos hermanos consideran esenciales para la existencia de la iglesia, le serían completamente extraños. Aún si se ajustara a ese hecho, es probable que la naturaleza de la reunión de la iglesia le resultara más difícil de aceptar. Si vamos a comprender la enseñanza del Nuevo Testamento respecto a la vida y práctica de la iglesia, es de gran importancia enfocarnos en la reunión de la misma. Hay una enorme diferencia entre la práctica de la mayoría de las iglesias modernas y lo que describe la Biblia. Para entender esa diferencia, debemos hacer distinción entre dos tipos de reuniones. El primer tipo es la reunión de la iglesia. He decidido usar este término en un manera muy específica para describir las características de la reunión la cual disfrutaban los creyentes y que se describe en las Escrituras. El segundo tipo es básicamente similar a lo que tenemos hoy en día, son las actividades, es decir, “servicios de la iglesia”. Aquí entraría un servicio evangelístico, una reunión de oración o un servicio de enseñanza de la Biblia. Es difícil distinguir entre dos tipos de reuniones diferentes usando términos similares como “reunión de la iglesia” y “servicio de la iglesia”. Watchman Nee hace la aclaración de estos términos: “Hay dos diferentes tipos de reuniones en las Escrituras - la reunión de la iglesia y la reunión apostólica . . . En la iglesia primitiva había reuniones, las cuales eran definitivamente relacionadas con las iglesias, y otras con la obra. En la última (la apostólica), solamente un hombre hablaba, y todos los demás constituían su audiencia. Uno se levantaba delante de los demás, y por su enseñanza dirigía los pensamientos y corazones de los que escuchaban tranquilamente sentados”.40 La esencia de esta distinción se aclarará al describir “la reunión de la iglesia” en términos bíblicos. Resultará obvio que la mayoría de los hermanos la desconoce por completo. La Reunión de la Iglesia. EL Nuevo Testamento describe en detalle esta reunión. Muy pocas congregaciones tienen tal reunión, y el resultado ha sido el empobrecimiento de nuestra 40

Watchman Nee, The Normal Christian Church Life, p. 118. 36

vida colectiva y la distorsión de la naturaleza de la iglesia. En el Nuevo Testamento encontramos cuatro características mayores de la reunión: variedad, enfoque, espontaneidad, y propósito. 1. En la reunión de la iglesia existe la variedad. Los cristianos no se reunían simplemente para oír un sermón o para celebrar la cena del Señor. Más bien, su concentración tenía varios elementos. Esto está claramente ilustrado en Hechos 2:42: “Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones”. Por consiguiente, la enseñanza, la oración y la cena del Señor siempre formaban parte de la reunión diaria de los creyentes en Jerusalén. Corinto muestra el mismo patrón. La reunión de la iglesia, como descrita en 1 Corintios 11-14, incluía la cena del Señor y el ejercicio abierto de los dones espirituales. Pablo describe: “¿Qué hay, pues, hermanos? Cuando os reunís, cada uno de vosotros tiene salmo, tiene doctrina, tiene lengua, tiene revelación, tiene interpretación. Hágase todo para edificación” (1 Cor. 14:26). Oscar Cullmann comenta al respecto: “¿Cuáles son, entonces, los componentes esenciales del servicio de adoración celebrado en esas reuniones? Primero, debemos decir que son extraordinariamente múltiples y que en contraste con la vida de adoración de nuestra iglesia, parece notablemente pobre. En el libro de los Hechos son mencionados la instrucción, predicación, oración y partimiento del pan (2:42, 46; 20:7). De tal manera, que se ve claramente que esos elementos fueron, desde el principio, la fundación de toda la vida de adoración de la comunidad cristiana”.41 Es importante señalar que no existía una reunión para la oración, otra para la enseñanza, otra para la alabanza y la cena del Señor, y otra para testimonios y exhortación mutua. Todas esas actividades formaban parte común de la reunión de la iglesia, en cualquier momento que se congregaban. Por lo tanto, en la reunión de la iglesia, como indica la palabra de Dios existe la variedad. Esto se muestra en su contenido con elementos como la cena del Señor, cantos, enseñanza, oración, el ejercicio de dones espirituales y el preguntar y contestar preguntas (1 Cor. 14:35). Además, es diversa por los que participan. Esto es claro en 1 Corintios 14:26 donde se le demanda a cada hombre a participar, y es reforzado en una manera muy notable en Hechos 15:35. En Hechos 13:1 leemos acerca de cinco “profetas y maestros” en la asamblea de Antioquía. Ahora, después del primer viaje misionero de Pablo leemos, “Pablo y Bernabé continuaron en Antioquía, enseñando la palabra del Señor y anunciando el evangelio con otros muchos”. Aún contando con un gran maestro como Pablo, había participantes múltiples en el ministerio de la enseñanza. Este seguiría propiciando una expresión continua entre ellos. 2. La reunión de la asamblea tiene un enfoque. La iglesia apostólica se centraba en el recuerdo del Señor Jesús, lo cual es evidente por participar de la cena del Señor. Esto está claramente indicado en Hechos 20:7: “El primer día de la semana, reunidos los discípulos para partir el pan, Pablo les enseñaba”. El punto crucial aquí, es que aunque Pablo, Lucas y otros estaban presentes, los discípulos no se reunieron primeramente para oír a Pablo, sino para partir el pan en memoria de Jesucristo. La cena del Señor siempre era una parte integral en sus reuniones, como Hechos 2:42 lo indica. El “partimiento del pan” aquí, es mucho más que simplemente comer juntos. Es la observación de la misma, dentro del contexto de una comida la cual compartían los creyentes. 41

Oscar Cullmann, Early Christian Worship, p. 12. 37

Esto se repite en Hechos 2:46, “Y perseverando unánimes cada día en el templo, y partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón”. Por consiguiente, el partir el pan fue de gran importancia en las actividades de la iglesia primitiva, al punto de ocurrir diariamente. El apóstol Pablo señala la misma perspectiva en 1 Corintios 11. El critica la actitud carnal en la cena del Señor con estas palabras: “Pero al anunciaros esto que sigue, no os alabo; porque no os congregáis para lo mejor, sino para lo peor. Pues en primer lugar, cuando os reunís como iglesia, oigo que hay entre vosotros divisiones . . Cuando, pues, os reunís vosotros, esto no es comer la cena del Señor. Porque al comer, cada uno se adelanta a tomar su propia cena . . .” (1 Cor. 11:17-21). Los corintios, cuando se juntaban en la asamblea, debían observar la cena del Señor apropiadamente. Como no lo hacían, Pablo los amonesta severamente. La suposición es clara. Cuando la iglesia se reunía, lo hacía alrededor de la mesa del Señor. Por precedente bíblico, la congregación debe reunirse para celebrar la cena del Señor. Tan frecuentemente como la iglesia se reunía, partía el pan. Este enfoque es divinamente propuesto para guardarse ya que es la base esencial de la vida en el cuerpo de Cristo. Nos reunimos solamente porque él nos amó y se dio a sí mismo por nosotros. El es el centro y enfoque de la vida de la asamblea. Alexander Hay comenta: “La reunión de la iglesia no se centraba alrededor de un sermón, sino alrededor de Cristo. El elemento esencial era la libertad del Espíritu para dirigir la reunión y glorificar a Cristo utilizando a quien él escogiera”.42 Este mismo punto lo confirma Cullmann: “En los tiempos primitivos una congregación sin la celebración de la cena del Señor no se podía imaginar”.43 Esto puede parecer extraño para los cristianos que están acostumbrados a celebrarla ocasionalmente. Sin embargo, es necesario decir que una reunión de iglesia es bíblica sólo hasta donde se enfoca en la cena del Señor. Este es un principio esencial de la vida de la iglesia. La cena del Señor es el centro de reunión. 3. La reunión de la iglesia es abierta. No solamente contiene varios elementos y su enfoque es la cena del Señor, sino que es una reunión abierta y hay espontaneidad. Había libertad absoluta para que los hombres ejercieran sus dones espirituales, como hemos visto en 1 Corintios 14:26. En un contexto que trata de los dones espirituales, este versículo significa que estos dones se deben ejercer libre y abiertamente en la reunión de la iglesia. 1 Corintios 14:26 indica claramente que debe haber libertad para participar.44 Esta permitió una multiplicidad de 42

Alexander R. Hay, The New Testament Order for Church and Missionary, p. 317. Oscar Cullmann, Christ and Time, p. 73. “Como regla, no había reunión de la comunidad sin el partimiento del pan y aún si algún día hubo un servicio que era exclusivamente un servicio de la palabra, fue una excepción en cualquier caso”. Early Christian Worship, p. 29. 44 “Esto fue el culto de la iglesia ordinaria en Corinto en los días de los apóstoles. Es análogo en forma a la libertad de nuestros servicios de oración modernos. Lo que principalmente lo distingue, es que los que tomaron parte en ello frecuentemente tenían un don milagroso que ejercer . . . No hay razón para creer que la congregación naciente en Corinto era singular en esto. El apóstol no escribe como si señalara un estado maravilloso de cosas únicas. Hace la transición al próximo punto de su consejo con las significantes palabras: 'como en todas las iglesias de los santos'. Y lo que dice en el resto de sus cartas y en el libro de los Hechos requiere, por consiguiente, que pongamos la mirada en esta especial descripción del culto cristiano como la que hubiera sido la verdadera vida de cualquiera de las congregaciones numerosas plantadas por los apóstoles en la longitud y la anchura del mundo visitado y predicado por ellos”. B. B. Warfield, Miracles: Yesterday and Today, True and False, pp. 4-5. 43

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ministerio y una informalidad ordenada. El mandato apostólico en tales reuniones fue: “No apaguéis al Espíritu” (1 Tes. 5:19). James Denny escribe respecto a tal reunión: “Cuando el Espíritu Santo descendió sobre la iglesia en el día de Pentecostés, 'se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos'; y se abrieron sus labios para declarar las obras poderosas de Dios. Un hombre que ha recibido este gran don se describe como ferviente, literalmente hirviendo del Espíritu. El nuevo nacimiento, en esos días primitivos, encendía en el alma pensamientos y sentimientos, los cuales habían sido extraños hasta ahora; llevaba con ello la conciencia de nuevos poderes; una nueva visión de Dios; un nuevo amor de santidad; un nuevo discernimiento de las Sagradas Escrituras, y del significado de la vida del hombre; generalmente un nuevo poder de discurso ardiente y apasionado. En la Primera Epístola a los Corintios, Pablo describe una congregación cristiana primitiva. No había un hombre silencioso entre ellos. Cuando se reunían, cada uno tenía un salmo, una revelación, una profecía, una interpretación. La manifestación del Espíritu había sido dada a cada uno para provecho de todos; y por todas partes, el ardor espiritual estaba listo para encenderse. La conversión a la fe cristiana, la aceptación del evangelio apostólico, no era una cosa de poca importancia para los hombres: conmovía su naturaleza entera en lo más profundo; ya nunca fueron los mismos que antes; fueron nuevas criaturas, con una nueva vida dentro de ellos, todo fervor y todo fuego”.45 Por desgracia esa reunión abierta, libre y espontánea, en donde se pueden compartir las alegrías y llevar las cargas, tristemente está ausente en la iglesia contemporánea. Existe demasiada organización y formalidad, pero poca oportunidad para el ministerio abierto y la participación entusiasta de los dones de Dios; el resultado es que la mayoría de los cristianos se han vuelto espectadores silenciosos, contribuyendo solamente con una correcta respuesta litúrgica y de vez en cuando cantando un himno. Una vez, una pareja que me había oído predicar en otro lugar vino a la reunión de nuestra asamblea. Ellos se sentaron y esperaron que el servicio comenzara. Estaban un poco espantados cuando alguien de la congregación se levantó para iniciarlo. Nadie estaba sentado en la plataforma, y entonces el hombre se inclinó y dijo a su esposa: “Tal vez se le hizo tarde a Gary y están empezando sin él”. Muchos otros participaron, y ella se inclinó y dijo: “Lo hacen bastante bien, ¿no?”, esperando que yo apareciera en la plataforma en cualquier momento. Pero poco a poco se dieron cuenta que esta diversidad no era solamente un accidente. Todo marchaba como se había propuesto. Sin embargo, era realmente nuevo para ellos, y pensaron que varias personas habían sido elegidas para participar. Estaban sorprendidos al descubrir, mientras hablaron con amigos, que no había sido planeado o arreglado, sino que varios hombres habían colaborado bajo la dirección del Espíritu Santo con un deseo de edificar al cuerpo y glorificar al Señor Jesús. Ese tipo de servicio tiene un efecto poderoso sobre nosotros. Me acuerdo de otra pareja cuya respuesta fue: “Sabía por cierto que el Señor estaba aquí”. Domingo tras domingo, he experimentado exactamente ese sentimiento en mi propia vida. El Espíritu Santo ha usado a diversas personas, y una variedad de contribuciones para hablar a mi corazón. La libertad en la reunión de la iglesia es una libertad que permite el ministerio de los dones espirituales. No es una libertad para los rodeos sin provecho de cualquiera. El Dr. Rendle Short lo señala: 45

James Denny, “The Epistles to the Thessalonians”, en The Expositors Bible, p. 223. 39

“Por favor no piensen que lo que a veces se llama la 'reunión abierta', significa que los santos están a la merced de cualquier hablador inútil que piensa que tiene algo que decir, y quisiera imponerse sobre ellos. La reunión abierta no es una reunión abierta al hombre. Es una reunión abierta al Espíritu Santo. Hay algunos cuyas bocas deben ser tapadas. A veces deberían ser calladas por los que Dios ha puesto sobre la asamblea. Pero al pasar un fracaso en llevar a cabo el principio, no dejemos a un lado los principios divinos”.46 Otro aspecto de la libertad de la reunión de la asamblea del Nuevo Testamento es la resistencia a lo que puede impedir esa libertad. La formalidad, la cual quita el entusiasmo y la espontaneidad: la tradición, el ver su reloj, un espíritu crítico, todos ellos pueden efectivamente apagar al Espíritu de Dios. Un interés demasiado grande para algo en particular de la reunión puede conducir a reglas y requisitos, los cuales aunque bien intencionados, producen restricciones antibíblicas. Este tipo de restricción se encuentra en algunas iglesias locales, las cuales insisten que solamente un ministerio sirve para ciertos tiempos; que por cierto, no se encuentra en 1 Corintios 14:26. Lo siguiente es típico de esa prohibición legalista: “Enseñar sobre asuntos generales precedentes al partimiento del pan, frecuentemente quita a Dios la alabanza que se le debe y a la cena su suprema importancia. Si se leen las Escrituras o se dan palabras de ministerio antes del partimiento del pan, deberían relacionarse a la persona y a la obra de Cristo, conduciendo las mentes y corazones de los reunido a él. Himnos y exhortaciones tocante a la vida peregrina de conflicto y servicio, frecuentemente aleja la mente de la cruz”.47 Esta limitación es dada por el mejor de los motivos, para animar a una adoración más profunda; pero es una regla sin base en la Biblia, por lo que no se le puede tener autoridad. El comentario de G. H. Lang, aun si es típicamente enfático, da en el blanco: “Una de las estratagemas más sutiles de Satanás se nota en comentarios como: 'Nos reunimos para partir el pan'. 'Nos reunimos para recordar al Señor', no para oír mensajes. No debería haber ministerio antes de que el pan sea partido. El ministerio debería ocuparnos solamente con el Calvario. Estas ideas injuriosas han sido infligidas tanto, que en un círculo de cristianos, ningún ministerio de la palabra se permite al partir el pan. El resultado práctico es hambre en general, con la enfermedad espiritual y la debilidad del hambriento.”48 De esta manera, una iglesia neotestamentaria debe mantener su libertad y diversidad dadas por Dios. No debe haber restricciones sobre la reunión, las cuales sostienen que solamente algunos tipos de ministerio son aceptables. Por consiguiente, una reunión no puede realmente estar dividida, y aún así mantener su carácter original. 4. En la reunión de la asamblea se tiene un propósito. Hay un principio sencillo para toda actividad en la iglesia local. Es la piedra de toque por la cual todo lo que hacemos debe ser evaluado: “Que todo lo que se haga sea para edificación”. Nuevamente, la observación de Cullmann es útil:

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Citado por G. H. Lang, The Churches Of God, p. 86. “Desgraciadamente, vemos a personas levantarse con regularidad en nuestras reuniones que deberían quedarse en su asiento. Hemos pensado que una cierta categoría de gente ignorante, que se oye a sí misma con contentamiento, considera la reunión como un lugar donde pueden salir adelante sin ir a la escuela y estudiar”. C. H. MacIntosh, en Alfred Kuen, I Will Build My Church, p. 278. 47 Autor no mencionado, Assembly Privileges and Responsibilities, (John Ritchie, Ltd., n.d.), pp. 5-6. 48 G. H. Lang, Ibid, pp. 77-78. 40

“¿Cuál era específicamente la meta cristiana de reunirse para el culto? Estas ocasiones servían para la 'edificación' de la comunidad como el cuerpo de Cristo, el cuerpo espiritual del Señor resucitado . . . Todo lo que fomenta una 'edificación', entendida así, y solamente esto, pertenece al servicio cristiano . . .”49 Es muy importante que veamos la gran diferencia entre la elocuencia y la edificación. Demasiados jóvenes cristianos se preocupan por lo que van a decir y cómo se ajustará a todo lo demás. Pero no puedo recordar ninguna ocasión en mi experiencia, en que el cristiano más joven haya participado sin ser de provecho, porque había un deseo de glorificar a Cristo y edificar a otros. Si guardamos esa meta en mente, el Señor Jesús utilizará lo que decimos. Hay mucho más poder espiritual en la oración más sencilla de un corazón lleno del Espíritu: “Gracias Señor por morir por mí”, que lo que hay en el sermón más elocuente y pulido de un creyente carnal. El Servicio de la Iglesia. La iglesia moderna tiene muchos servicios que no encuentran su equivalente exacto en las iglesias apostólicas. Estos incluyen la escuela dominical, las reuniones de oración,50 las conferencias, las reuniones misioneras y los servicios de enseñanza. Estas son actividades perfectamente legítimas, las cuales Dios ha utilizado y continúa haciéndolo para su propia gloria. Pero ninguna de ellas es la reunión de la iglesia del Nuevo Testamento, y no debe confundirse con ella. Además, aunque son importantes, no son indispensables. Pero no se puede decir lo mismo de la reunión de la iglesia, como lo hemos visto. El apóstol Pablo tenía regularmente servicios evangelísticos en una casa en Corinto (Hch. 18:7- 8) y no hay indicación de que otros compartían en esa predicación. En Efeso, usaba diariamente el salón de lectura de Tirano después de que le habían sacado de la sinagoga (Hch. 19:8-10). Y por dos años les enseñaba a los discípulos diariamente. En la reunión de la iglesia, Pablo no creía en un ministerio exclusivo. En esta obra de enseñanza en la escuela de Tiranno, no vemos una reunión de la asamblea, sino un “servicio de la iglesia”. Por consiguiente, existen diferentes principios. En la reunión de la asamblea debe haber un ministerio abierto de dones espirituales, pero en el “servicio de la iglesia”, se puede tener el ministerio exclusivo de un hombre particularmente dotado para un período de tiempo prolongado. De modo que, el Nuevo Testamento provee forma y libertad. La forma de la reunión de la asamblea se debe mantener, ya que los principios espirituales están involucrados. Pero si los ancianos de una asamblea creen que otras reuniones además de la de la iglesia tienen valor, hay gran libertad. El principio a seguir es hacer lo que es más importante y efectivo. Como aplicación práctica de este principio, todas las iglesias locales sentirán la necesidad de tener un programa de escuela dominical eficiente y bien organizado. También hay una necesidad urgente de la exposición ordenada y sistemática de la Biblia. La asamblea que hace preparativos para que un hombre dotado venga regularmente y ministre la palabra de Dios consistentemente, es muy sabia. En América del Norte, los domingos en la mañana parecen particularmente apropiados para este tipo de servicio en la iglesia, y muchos inconversos acostumbran asistir en este tiempo. El ministerio de exposición alimentará a los creyentes y desafiará a los inconversos con las verdades del evangelio. La variedad de servicios o de 49

Oscar Cullmann, Early Christian Worship, pp. 33-34. Es obvio que Hechos 12 no describe una reunión de oración regular, sino la oración para un asunto urgente, como Hechos 12:5 indica. Aparentemente no estuvieron presentes los líderes de la iglesia en la casa de María (v. 17).

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actividades más allá de éstos es ilimitada y provee un gran campo para las energías creativas de los creyentes. Sin embargo, se debe cuidar que no haya tanto que hacer que demande el tiempo de uno y que la vida familiar sufra y los cristianos se encuentren atrapados en un círculo sin fin de actividades. Hay un fragmento de verso que describe el círculo en que muchos cristianos han caído: “María tenía una ovejita Que pudo ser cordero hermoso. Pero se juntó a una iglesia bíblica Y murió por falta de reposo”. Usted no puede hacer discípulos por medio de un círculo sin fin de reuniones, servicios y actividades. Si los corderos deben convertirse en ovejas, los creyentes necesitan tiempo para estar con su Señor y para alcanzar a otros. Desgraciadamente, a través de los años, “los servicios de la iglesia” han llegado a ser muy importantes, mientras una reunión tal como la que los cristianos primitivos disfrutaban no es conocida para la gran mayoría de las iglesias. El resultado ha sido una división creciente entre el clero y el laico, y entre el cristiano como espectador y el ministro que predica y sirve. Por otro lado, muchas congregaciones locales, las cuales han conocido el gozo de “la reunión de la iglesia” no han sabido distinguir entre la reunión y un servicio de la misma. Como resultado, ha habido una falta de ministerio de enseñanza consistente y consecutiva por un hombre dotado. En las Escrituras, hay forma y libertad. Debemos reconocer que “la reunión de la iglesia” es de suma importancia y sus principios no son casualidades, sino un don de Dios para la salud de su iglesia. Necesitamos una reunión diversificada, abierta y centrada alrededor de la mesa del Señor, la cual edificará al cuerpo. También necesitamos la libertad del “servicio de la iglesia”, la oportunidad de responder a las necesidades espirituales y puertas abiertas que el Señor pone delante de nosotros. El principio de “forma” y “libertad” va aún más allá. Hay elementos indispensables de la iglesia bíblica, los cuales nos presentan las Escrituras. Por otro lado, hay una libertad dada por el Espíritu para alcanzar las necesidades de una congregación en particular. No hay nada más terrible que imitar a otra iglesia porque sus programas tienen éxito. La gente difiere. Las necesidades difieren. Lo que es valioso para un grupo de cristianos no lo será para otro. Por cierto, no estoy hablando de la libertad de seguir los requisitos bíblicos. Esos asuntos no son opcionales. Pero una congregación necesita reconocer que más allá de la “forma” hay flexibilidad y libertad, y buscar en oración la guía del Espíritu Santo en estas áreas. Es por esta razón que en este libro, nos preocupan más los principios de las Escrituras que las prácticas de cualquier iglesia local. Los principios no cambian y no deben descuidarse. Por lo tanto, la aplicación de esos principios a situaciones específicas debe ser la prerrogativa del Espíritu Santo.

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8 LA CENA DEL SEÑOR El corazón de la vida de las iglesias del Nuevo Testamento, era una celebración notable por su sencillez. No había nada espectacular ni ornado acerca de la cena del Señor, y sin embargo, como hemos visto, fue el enfoque de cada reunión de la asamblea. Como un imán, la participación simbólica del cuerpo y la sangre del Señor acercaban a los creyentes unos a otros, y los hacía sentir constantemente el centro viviente de toda la vida en su cuerpo. A menos que comprendamos este enfoque central de la vida y la fe cristiana, no entenderemos la naturaleza esencial de la asamblea, como se expone en la Escritura. Sin duda es importante. Ninguno que lee la Biblia podría dudar acerca de esto. Pero parece improbable que la gran mayoría de creyentes hayan comprendido el valor espiritual y personal de esta ordenanza, y para muchos, existe simplemente como un rito eclesiástico y misterioso. Además, el significado de la cena del Señor ha sido oscurecido por la confusa enseñanza dada por varios grupos cristianos. Es necesario que aprendamos a pensar bíblicamente acerca de este evento, para entrar en la plenitud de la provisión del Señor. La Importancia de la Cena del Señor. La más grande razón por la que los cristianos deberían valorar la cena del Señor es que él mismo le dio un valor supremo. Aquella noche en que lo traicionarían, con el pleno conocimiento de su muerte inminente, echando a un lado la sombra oscura sobre todo lo que tomaba lugar, anunció a sus discípulos: “¡Cuánto he deseado comer con vosotros esta pascua antes que padezca!” (Luc. 22:15). El por qué de este deseo está en los versículos que siguen inmediata-mente, los cuales describen la inauguración de la cena. Pensar que el Señor, bajo tales condiciones, anhelaba reunirse con los suyos, precisamente para instituir esta ordenanza, nos previene de tenerla en poco. Si le importó a él, debe importarnos a nosotros. La importancia de la cena del Señor se muestra en la actitud de la iglesia primitiva hacia ella. En los primeros días después de Pentecostés, los discípulos estaban “perseverando unánimes cada día en el templo, y partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón” (Hch. 2:46). En este acto, encontraban una fuente de alegría y comunión constante. Después, esta continua observancia se volvió menos común, y parece que una celebración semanal fue lo más normal. Seguramente esto no es porque la cena fue de menos valor, sino porque las circunstancias impidieron las reuniones diarias. Pero cuando la iglesia se reunía, la compartía como en Hechos 20:7 y 1 Corintios 11:17-34. No había reunión de asamblea sin la cena del Señor, ya que esta era concebida como la centralidad de toda la vida del grupo.

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La cena del Señor no es menos importante para el creyente y la congregación de hoy día. En primer lugar, es un mandado recibido por la cabeza de la iglesia. “Haced esto”, leemos, entonces no hacerlo es simplemente des-obediencia. Un cristiano que se abstiene de participar voluntaria y consistentemente no está caminando en la senda de su Señor. Segundo, tanto la iglesia como el creyente necesitan la mesa del Señor porque recordamos el hecho más admirable en todo el universo. “Me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gál. 2:20). “Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella. (Ef. 5:25). Satanás quiere apartar nuestra mirada del Cristo crucificado, pero la cena del Señor, adecuadamente entendida, no lo permitirá. Todo lo que somos y tenemos como individuos y como una comunidad redimida deriva de su sacrificio asombroso, y de ese acto debemos siempre recordar. Una tercera razón para partir el pan es por el impacto espiritual en la vida del creyente. Hay un sentido único de comunión con el Cristo resucitado. Como Bonar lo expresa hermosamente: “Aquí, ¡oh mi Señor! Te veo cara a cara; Aquí tocaría y palparía cosas que no se ven; Aquí cogería de una mano más firme tu gracia eterna, Y todo mi cansancio sobre ti recostaría”. Las Circunstancias de la Cena del Señor. Los creyentes del Nuevo Testamento primero partían el pan cada día. En Hechos 20:7, Lucas escribe: “El primer día de la semana, reunidos los discípulos para partir el pan . . .” Este versículo, con el anterior, implica que los creyentes en Troas se reunían solamente una vez a la semana para partir el pan, en el domingo. Sin embargo, “no se puede afirmar dogmática-mente del pasaje que hacían esto regularmente en ese día, y en ese día solamente, o que todos los cristianos en todas partes lo hacían así, o solamente una vez a la semana.”51 No hay base para el argumento de que la cena del Señor se debe tomar solamente el domingo o solamente una vez a la semana. Tampoco hay reglas específicas para determinar con qué frecuencia una asamblea local debería recordar al Señor Jesús. Sin embargo, hay muchos factores para considerar. Primero, cada vez que la iglesia primitiva se reunía, partía el pan. Si se reunían una vez a la semana, lo partían cada semana. Si se juntaban a diario, lo partían diario. Pero no hay absoluta-mente ni un precedente para la celebración mensual, cuatrimestral o semianual de la cena. Tal retardo se cita generalmente sobre la base: “la familiaridad engendra desprecio”. Este argumento no tiene peso. ¿Deberíamos abrazar a nuestra pareja solamente mensualmente, para que no venga a ser algo común? El amor no actúa así. No solamente el ejemplo del Nuevo Testamento, sino también el valor espiritual de este acto demanda una celebración al menos cada semana. Notemos, también que el Señor instituyó su cena en la noche, y éste parece ser el tiempo común para la participación. Por cierto, fue así en Troas, porque había lámparas prendidas y se nos dice que Pablo habló hasta el amanecer (Hch. 20:8, 11). Además, la ordenanza se llama una cena y como C. H. Spurgeon dijo: “Nadie jamás oyó de un hombre que tomara su cena antes de su desayuno”.52 No obstante, la hora no parece ser importante y así hay libertad total para determinar el tiempo cuándo es mejor congregarse.

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G. H. Lang, The Churches of God, p. 59. Citado por Lang, p. 60. 44

Otra circunstancia, la cual debemos notar es que la cena del Señor se celebró en el contexto de una comida.53 El Señor Jesús instituyó el partimiento del pan alrededor de una mesa en la comida de la Pascua. Los cristianos primitivos partían el pan “en las casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón” (Hch. 2:46). El mal uso de esta costumbre de la participación en una comida, condujo a problemas considerables en la asamblea de Corinto. La comida, en lugar de ser una fuente de unidad y comunión, se había convertido en desorden y división. “Porque al comer, cada uno se adelanta a tomar su propia cena; y uno tiene hambre, y otro se embriaga” (1 Cor. 11:21). La respuesta del apóstol no es eliminar la fiesta de amor (agape, Jud. 12), sino regular la práctica con cuidado.54 “Así que, hermanos míos, cuando os reunís a comer, esperaos unos a otros. Si alguno tuviere hambre, coma en su casa, para que no os reunáis para juicio” (1 Cor. 11:33-34). Aparentemente, la comida no se considera indispensable, pero sí continuó en la iglesia primitiva hasta los tiempos de Ignacio. Por consiguiente, la cena en el contexto de la comunión alrededor de la mesa y como ha sido notado, en la reunión de la asamblea general, seguramente la preservó de ser un evento eclesiástico elaborado. En la informalidad e intimidad de la fiesta de amor, se tomaban el pan y el vino. La vestimenta y el primor litúrgico de algunas celebraciones modernas están totalmente fuera de lugar. Solamente cuando se cortaba la raíz de este contexto hogareño florecía el clericalismo. Además, “Para el oriental, cada comunión alrededor de la mesa es una garantía de paz, de confianza, de fraternidad. Es una comunión de vida”.55 El Significado de la Cena del Señor. El Señor Jesús, cuando dio el pan a sus discípulos, dijo: “esto es mi cuerpo que por vosotros es partido”. Un poco más tarde, dijo sobre el vino, “esta copa es el nuevo pacto en mi sangre”. La palabra “es” ha conducido a grandes diferencias entre los cristianos. Los católicos sostuvieron que involucra la transubstanciación, la transformación de los elementos en el cuerpo y la sangre literal de Cristo.56 Lutero insistió que los elementos mismos no son cambiados, sino que el cuerpo y la sangre de Cristo están “dentro, con y abajo” del pan y del vino, este punto de vista se llama consubstanciación. Juan Calvino enseñó la presencia real de Cristo en los elementos a través del Espíritu Santo, donde la gracia de Dios se comunica en el partir por fe. Zwingli tomó a la cena del Señor como un recuerdo. El Señor Jesús está espiritualmente presente según la fe, pero no corporalmente.

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Los eruditos han entrado en debate sobre la cuestión de qué clase de comida se come en la cena del Señor. Los evangelios indican sin dudas que el contexto es la comida de la pascua, y a pesar de algunas dificultades en armonizar Juan con los evangelios sinópticos, la afirmación bíblica queda. El Señor celebró la pascua un día antes que los judíos de Jerusalén, o porque estaba siguiendo una costumbre galilea o porque así concurrió con sus propósitos. 54 “Como un resultado de una variación textual superficial, algunos afirman que el vínculo entre la comida y el memorial de la muerte de nuestro Señor fue abolido por Pablo. Pero si leemos 1 Corintios 11:33-34 cuidadosamente debemos convencernos que Pablo no estaba oponiéndose a la costumbre sino a su abuso”. H. L. Ellison, The Household Church, p. 75. 55 Jeremías, p. 204. 56 Este argumento descansa sobre el texto griego, inspirado por el Espíritu Santo. Debemos notar que, sin duda, Cristo estaba hablando en arameo, y el verbo “ser” no fue expresado “Esto - mi cuerpo”. Vea Jeremías, p. 201. Además, la probabilidad que la forma original de las palabras de Jesús fue “Esta copa es mi pacto-sangre” no cambia el argumento que se basa en el uso de la palabra “es” en 1 Corintios 11:25. Si Pablo había creído en la transubstanciación, no lo hubiera expresado en esta forma. 45

El argumento de lo que es la cena no puede amplificarse aquí, pero las palabras del Señor deberían considerarse cuidadosamente. Existen varios factores que contrarrestan fuertemente las opiniones de los católicos y luteranos. Primero, el Señor Jesús estaba presente físicamente, y resulta difícil creer que los discípulos pensaron, o debían pensar, que estaban tomando parte de la carne y sangre actual de su Salvador. Segundo, la palabra “es”, “este es mi cuerpo, esta copa es el nuevo pacto”, no tiene un significado literal. La copa representa el nuevo pacto, pero no es en sí el pacto. La copa es la señal del pacto. El uso del verbo ser aquí es paralelo en otros pasajes bíblicos, donde significa claramente “representar” o “simbolizar”. Siendo así, “el campo es el mundo” (Mat. 13:38); “estas mujeres son los dos pactos” (Gál. 4:24); “las siete cabezas son siete montes . . . y son siete reyes” (Apo. 17:9-10). Tercero, “el concepto de tomar sangre literal hubiera sido repugnante para los discípulos judíos y en contra de la ley” (Lev. 3:17; 7:26-27; especialmente 17:10-14).57 Un cuarto argumento de gran importancia es el siguiente: Era parte del ritual de la pascua, interpretar varios elementos de la comida en respuesta a las preguntas del hijo mayor. Así, un dicho de la pascua aramea, basado en Deuteronomio 16:3, dice: “ . . . pan de aflicción, porque aprisa saliste de tierra de Egipto”.58 El pan de la pascua, en estos términos, simboliza el acto previo de Dios de la redención de Egipto. Mientras el pan y el vino del ritual de la pascua miraban hacia el pasado, el Señor Jesús declaró que estos elementos se proyectaban hacia adelante, a la redención que adquiriría pronto al morir en la cruz. Así como la transubstanciación nunca fue propuesta cuando el padre judío dijo “Este es el pan de aflicción”, tampoco lo fue cuando el Salvador dijo: “Este es mi cuerpo”. Hay diferentes énfasis que describen la cena del Señor en el Nuevo Testamento. Estos nos indican la razón por la cual el Señor la instituyó como una de las únicas dos ordenanzas de su iglesia. 1. La cena del Señor es un recordatorio. “Haced esto [sigan haciéndolo]”, dijo Cristo, “en memoria de mí”. De este modo, la cena es, sobre todo lo demás, una manera de recordarlo. Mientras en los símbolos, pensamos en él, como el Dios-Hombre, no puede haber duda del contexto histórico en el cual se dijeron estas palabras, que este acto es primeramente un memorial de su muerte. Se recuerdan su cuerpo y su sangre (pero no ofrecidos otra vez) en la cena del Señor. Hacer memoria del Señor Jesús en su muerte es un acto solemne. Pero el humor de los creyentes no debe ser como el estar en un funeral. “Y partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón” (Hch. 2:46). La alegría era el humor inevitable al pensar en tal incomparable amor sacrificial. No es simplemente recordar eventos pasados. Cuando los hebreos participaban de la Pascua, tenían que revivir cada evento.59 Así también es con la cena del Señor. Ralph Martin afirmó: “Recordar en pensamiento bíblico, significa transportar una acción, la cual esta enterrada en el pasado, de tal manera que su potencia original y vitalidad no se pierdan, sino que sean transportadas al presente. 'En memoria de mí', entonces, no es una simple reflexión histórica de la cruz, sino recordar al Cristo crucificado y vivo de tal manera que está 57

Robert Saucy, The Church in God's Program, p. 222. Citado pr Jeremías, p. 54. “La diferencia entre la interpretación de los elementos especiales en la celebración de la pascua y en las palabras interpretativas de Jesús, de que aquellos tocan eventos pasados de la salvación mientras Jesús contempla una salvación aún presente . . . “ (Jeremías, p. 61). 59 Para ver la pascua como un memorial, vea Éxodo 12:14; 13:3, 9; Deuteronomio 16:3. 58

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personalmente presente en toda la plenitud y realidad de su poder salvador, y es apropiado por la fe de los creyentes”.60 Siendo así, el recordatorio no es solamente un acto simbólico, sino un revivir dinámico de la angustia del calvario, en el cual somos confrontados de nuevo con el Señor Jesús. 2. La cena del Señor es comunión. La palabra se deriva del griego koinonia que se usa para describir la cena del Señor en 1 Corintios 10:16-17. “La copa de bendición que bendecimos, ¿no es la comunión (koinonia) de la sangre de Cristo? El pan que partimos, ¿no es la comunión del cuerpo de Cristo? Siendo uno solo el pan, nosotros con ser muchos, somos un cuerpo; pues todos participamos de aquel mismo pan”. La comunión expresada en esta ordenanza es, primero, con el Señor Jesús. La cena no la crea en sí misma, puesto que la unión con Cristo y la comunión con él son requisitos para la participación (1 Cor. 11:27-29). Pero para los que están en comunión con Cristo, es un símbolo visible de ella y un medio para enriquecer y profundizar la vida de uno con el Señor. La comunión es también con los hermanos. El pan que es uno solo, en el cual compartimos todos, indica vivamente la unidad de los que conocen a Cristo. En la Didache, también llamada La Enseñanza de los Doce Apóstoles, un cristiano del segundo siglo escribió hermosa-mente este aspecto de la comunión en la ordenanza acerca de la cena: “Ahora, en cuanto a la Eucaristía, dad gracias de este modo: Primero, por la copa: 'Te damos gracias, nuestro Padre, en favor del vino santo de tu hijo David, el cual nos hiciste conocer a través de Jesús, tu Hijo. A ti sea la gloria por siempre'. Ahora, en cuanto a la migaja (de pan) 'Te damos gracias, nuestro Padre, por la vida y el conocimiento, los cuales nos hiciste conocer a través de tu Hijo Jesús. A ti sea la gloria para siempre'. Así como esta migaja fue esparcida sobre las montañas y, habiendo sido reunida, se hizo una, así tu iglesia sea reunida desde los extremos de la tierra en tu Reino. Porque tuya es la gloria y el poder por Jesucristo para siempre'. No dejes a ninguno comer o tomar para tus acciones de gracias, excepto los que han sido bautizados en el nombre del Señor. En cuanto a esto el Señor ha hablado: 'No debes dar lo que es santo a los perros’” (Didache 9:1-5). 3. La cena del Señor es una eucaristía. El Señor Jesús tomó pan, y “habiendo dado gracias, lo partió”. La palabra griega es eucharisteo y dio origen a una de las descripciones más comunes de la cena del Señor como un agradecimiento, una eucaristía. No hay nada comparable que causa alabanza y gratitud que brota en el corazón del creyente. “Si el Salvador en la noche en la cual fue traicionado podía dar gracias, y con sus discípulos podía cantar himnos, ¿cuánto más tenemos, los redimidos, para agradecer viendo atrás hacia el calvario?”61 No hay actitud más apropiada a su mesa que la de gratitud, centrada en Cristo. 4. La cena del Señor es un símbolo del pacto. Cuando Dios hace un pacto con el hombre, da un símbolo como confirmación. De este modo, el pacto con Noé es representado por el arco iris, el pacto abrahámico por la circuncisión, y el mosaico por el día de reposo. Por la muerte redentora del Señor Jesús, el creyente ha entrado en los privilegios gloriosos del nuevo pacto, profetizado en Jeremías 31:31-34 y repetido en Hebreos 8:6-13. “Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre” (Luc. 22:20; 1 Cor. 11:25). Cuando tomamos la copa, recordamos las promesas del pacto de Dios y los privilegios en Cristo. 60 61

Ralph D. Martin, Worship in the Early Church, p. 126. John Bolten y C. Stacey Woods, The Purpose of the Lord's Supper, p. 6. 47

5. La cena del Señor es una proclamación. “Así, pues, todas las veces que comiereis este pan y bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que él venga”. (1 Cor. 11:26). La palabra traducida aquí “anunciáis” se usa en otra parte para describir la proclamación verbal del evangelio (1 Cor. 2:1; 9:14). Ciertamente los incrédulos estaban frecuentemente presentes en la cena del Señor, aunque no tomaban parte en ella. Para ellos, este evento era un “acto de proclamación” de la verdad esencial del evangelio. Es un testimonio de la obra de Cristo y del resultado de esa obra en llevar a hombres pecadores a la comunión viviente con el Dios trino. Lo que es supremamente proclamado es la muerte del Señor, no tanto su vida resucitada. 6. La cena del Señor es una anticipación. Es una conmemoración del Salvador físicamente ausente. Cuando nos acercamos a él, recordamos inevitablemente que un día tomaremos la copa con él en su reino (Luc. 22:16). El partir el pan es “hasta que él venga”, hasta ese glorioso momento cuando la fe se convertirá en vista, y lo veremos. Tú vienes; en tu mesa Somos testigos de esto. Mientras te encuentras con corazones que te adoran En la comunión más querida, más dulce, Primicia de nuestra felicidad venidera. No enseñamos solamente tu muerte Y tu amor supremo, Sino tu venida y tu trono, Todo lo cual deseamos y esperamos.62 La Participación en la Cena del Señor. Porque este acto es de gran importancia para la cabeza de la iglesia resucitada, la cuestión de quién puede participar es de gran importancia. La mesa del Señor es la mesa del Señor. No pertenece a los hombres ni a una denominación ni una asamblea, sino al Salvador, y solo él tiene autoridad absoluta. Por eso debemos poner atención a las palabras de Pablo: “De manera que cualquiera que comiere este pan o bebiere esta copa del Señor indignamente, será culpado del cuerpo y de la sangre del Señor. Por tanto, pruébese cada uno a sí mismo, y coma así el pan, y beba de la copa. Porque el que come y bebe indignamente, sin discernir el cuerpo del Señor, juicio come y bebe para sí. Por lo cual hay muchos enfermos y debilitados entre vosotros, y muchos duermen. Si, pues, nos examinásemos a nosotros mismos, no seríamos juzgados; mas siendo juzgados, somos castigados por el Señor, para que no seamos condenados con el mundo” (1 Cor. 11:27-32). Ningún incrédulo tiene libertad de participar en la cena del Señor. Sólo los suyos pueden compartir de la mesa en comunión con él. El perdón no se consigue a través de la cena, sino es el requisito esencial para participar de ella.63 Sin embargo, no es suficiente, ser creyente. Como Pablo categóricamente nos recuerda, uno tiene que auto examinarse (1 Cor. 11:28). Alguien que participa sabiendo que está fuera de 62

Francis Ridley Havergal, “Thou art coming, oh my Saviour,” Hymns, (Inter-Varsity Press). “El argumento que Judas participó de la comunión nada prueba. ¿Quién quiere ponerse en el lugar de Judas, y así justificar su derecho de participar en la mesa del Señor? Aún así, no es seguro que Judas participó en la noche de la traición. Pero, si podríamos probar sin duda la participación de Judas, no afectaría la verdad que el Señor ofrece esta cena sólo para creyentes”. Bolten y Woods, p. 9. 63

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la comunión con el Señor, no solamente es hipócrita, sino tonto, porque le va a juzgar el Señor. Uno toma indignamente cuando come y bebe sin examinarse espiritualmente y sin confesar los pecados conocidos al Señor y hacer restitución donde sea necesario. Omisión de este paso tan importante puede atraer el castigo de la debilidad física o aún la muerte (1 Cor. 11:30). Se nota que nadie, personalmente, merece compartir de la mesa del Señor. Somos dignos solamente por medio de la limpieza de la sangre de Cristo. Por lo que, debemos observar que el énfasis de 1 Corintios 11:28 es en participar “y coma así”, y no en abstenerse. Debemos probarnos a nosotros, no para sentirnos culpables, sino para confesar los pecados y así hallar la restauración a la comunión (1 Jn. 1:5-10). Por consiguiente, la condición para participar no es ser perfectos, sino estar en comunión con Cristo. Concluimos que la cena del Señor es un privilegio magnífico y a la vez, una responsabilidad grande. No nos atrevamos a venir negligentemente ni carnalmente, sino podemos venir gozosos, con entusiasmo, esperando encontrarnos alrededor de su mesa.

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III. LA ESTRUCTURA DEL CUERPO

9 LOS PATRONES DEL ORDEN EN LA IGLESIA Si echamos una mirada al cristianismo moderno, nos quedaremos perplejos por el aumento de iglesias y su gran variedad en organización y estructura. Esto ha originado la confusión tanto de creyentes como de incrédulos y muchos han concluido de que la organización de una congregación es meramente cuestión de preferencia personal, o que es un asunto tan complicado que debemos dejarlo en manos de los expertos en teología quienes nos declararán qué creer y qué hacer. Sin embargo, al darnos cuenta de esta gran variedad de iglesias, veremos que no es tan complicado todo como nos parece al principio. Se pueden describir cuatro patrones básicos de gobierno, y todos los grupos existentes responderán a uno de estos. Claro que existirá una variación de creencias entre un solo patrón. Los cuatro tipos de gobierno son: 1) episcopal, 2) presbiteriano, 3) congregacional, y 4) carismático. El sistema episcopal. Llamamos este sistema episcopal por conveniencia. No se limita a la Iglesia Episcopal o la Iglesia Anglicana. Es el gobierno de la iglesia por los obispos (en griego, episcopoi). La esencia del ministerio es una división triple, una jerarquía de obispos, sacerdotes (o presbíteros) y diáconos. El puesto céntrico ya sea de la Iglesia Católica Romana, la Iglesia Luterana de Suecia, la Iglesia Ortodoxa Griega o la Iglesia de Inglaterra, es ocupado por el obispo. Sólo él tiene el poder y derecho de consagrar a otros obispos, y ordenar a sacerdotes o diáconos. Además, se toma por hecho que él recibió su poder de sus antepasados, de los obispos anteriores a él. Este concepto de la sucesión de obispos, aunque es importante para el episcopalismo, puede variar en énfasis. Algunos dicen que la línea de sucesión sigue sin interrupción hasta los apóstoles, y así ellos están en “sucesión apostólica”.64 Otros no están tan seguros que la sucesión se deriva de 64

La cuestión de sucesión apostólica es de grande importancia al catolicismo romano y al anglicanismo. El catolicismo romano pretende no sólo la sucesión apostólica por sus obispos sino la sucesión desde Pedro por el 50

los apóstoles, y prefieren hablar del “episcopado histórico”. Hay otros grupos, fuera de las iglesias históricas, que pueden tener un gobierno episcopal sin pretender tener vínculos directos a los apóstoles. La declaración básica episcopal se halla en el Libro Anglicano de Oración Común. “Es evidente a todo el mundo, leyendo diligentemente Las Sagradas Escrituras y los autores antiguos que, desde el tiempo de los apóstoles, ha habido estos tres órdenes de ministros en la iglesia de Cristo: Obispos, Sacerdotes, y Diáconos”.65 Sin embargo, no es evidente que el Nuevo Testamento señale tal ministerio triple. Más bien, casi todos los comentaristas y eruditos bíblicos, de cualquier denominación, admitirán que no existe en la Escritura tal división. Encontramos que se usa “obispo” (episcopos) y “anciano” (presbyteros) para describir al mismo individuo.66 Austin Farrar aboga por una distinción entre los dos términos, pero concluye: “No se puede negar, después de todo, que ciertos textos del Nuevo Testamento insinúan, a primera vista, que todos los ancianos son obispos”.67 Leon Morris, un anglicano de Australia, expone el asunto en términos aún más fuertes: “Es obvio que este sistema (i.e. episcopal) no se encuentra en el Nuevo Testamento. Hemos visto que sí hay obispos - pero su existencia no confirma el sistema episcopal en su totalidad. Hemos visto razones por defender la creencia que en el Nuevo Testamento los términos 'obispo' y 'presbítero' se refieren al mismo oficio. El ministerio en el Nuevo Testamento es, más bien, doble, de presbítero-obispos y diáconos, y no de tres”.68 No obstante, aunque en la Biblia no se da a notar nada de episcopado, es evidente que tal sistema se estableció en la infancia de la iglesia. Como indica Lightfoot, “La historia demuestra categóricamente que antes de la mitad del siglo II cada iglesia o comunidad organizada tenía tres órdenes de ministros”.69 El crecimiento de los obispos como un cuerpo distinto y sobre los ancianos es, entonces, un producto de historia y no de las Escrituras. Como dice Hatch, “El episcopado creció por medio de un conjunto de circunstancias, según la providencia de Dios, para satisfacer una necesidad que sentía el hombre”.70 Esta necesidad era doble, “la necesidad de unidad de doctrina” y “la necesidad de unidad de disciplina”.71 ¿Y cómo se cumplió esta unidad?

obispo de Roma. El sistema romano es, a la verdad, un episcopado monárquico. Es notable que iglesias del estado casi siempre existen en la forma episcopal. Una iglesia episcopal no tiene que ser una iglesia del estado, pero una iglesia del estado usualmente será jerárquica y así episcopal. Para una discusión de “la sucesión apostólica” cf. Leon Morris, Ministers of God, pp. 92-93, 119-128. Es obvio que esta cuestión llega a ser muy importante en cualquier discusión ecuménica tocante a la unión eclesiástica. 65 Prefacio a los Servicios de Ordenación en The Book of Common Prayer. 66 Vea capítulo diez para la prueba de esto. 67 Citado por Leon Morris, p. 76. 68 Morris, p. 93-94. Cf. también Edwin Hatch, The Organization of the Early Christian Churches. “La concepción de la naturaleza de oficio en la iglesia que se encuentra en el Nuevo Testamento se divide en dos partes - la de presidente (ancianos), y la de ministerio (diáconos)” p. 48. Jerome, “Entre los antepasados, los obispos y los presbíteros son lo mismo, porque el uno es un término de dignidad, y el otro es de edad”, en J. B. Lightfoot, Philippians, p. 98. El comentario de Lightfoot: “Es un hecho generalmente aceptado ahora por los teólogos de cualquier opinión, que en el lenguaje del Nuevo Testamento, el mismo oficial se llama sin distinción 'obispo' o 'anciano' o 'presbítero' (p. 97). 69 Lightfoot, p. 186. 70 Hatch, p. 99. 71 Ibid., p. 100. 51

“La necesidad por unidad fue suprema: y la unidad en cada comunidad tenía que ser absoluta. Pero tal unidad absoluta se obtenía cuando el maestro era una sola persona. Esa persona fue, naturalmente, el presidente de la comunidad”.72 Los que abogan por este sistema como una forma legítima (o la forma legítima) de gobierno de la iglesia usualmente defienden su desarrollo en dos maneras. Primero, se dice ser una continuación razonable y una extensión de ciertas tendencias presentes en el Nuevo Testamento, como la importancia de Santiago, y la responsabilidad dada a Tito y Timoteo. Segundo, “la apariencia tan temprana y tan universalmente de esta forma singular de gobierno en la iglesia es evidencia de la dirección del Espíritu de Dios en este asunto”.73 Sin discutir a fondo, debemos poner énfasis en un punto muy importante. El sistema episcopal no es una continuación de los principios neotestamentarios, sino un cambio radical.74 Cambiar de una pluralidad de liderazgo a un solo obispo y edificar una jerarquía gigantesca, que está en contraste a la organización sencilla de los apóstoles, crea un orden totalmente distinto . En una manera sutil, la base de la autoridad ha sido desviada de las Escrituras a la historia y la tradición eclesiástica. Como consecuencia, la meta de formar una iglesia bíblica ha sido abandonada desde el principio. El Sistema Presbiteriano. El gobierno presbiteriano toma prestado su nombre de la palabra en griego “anciano”, la cual es presbyteros. Es obvio que, mientras el episcopal pone el énfasis en el episkopos, u obispo, el presbiteriano en el anciano o presbítero. Este sistema enfoca el liderazgo de una iglesia local por un grupo de ancianos. El término anciano (presbyteros) se considera un sinónimo por “administrador” o “mayordomo” (episcopos). Ellos son de dos clases: los que gobiernan y los que enseñan, según 1 Timoteo 5:17. El anciano que enseña es el ministro, quien está ordenado por los demás ancianos. El es llamado por una iglesia local a su ministerio, y tiene la responsabilidad de administrar los sacramentos, de predicar la palabra, y de disciplinar. Los ancianos que gobiernan son miembros de la congregación. Ellos son elegidos por la iglesia para ejercer liderazgo, disciplina, y control financiero. Pero, una parte intrínseca presbiteriana es la serie de conjuntos representativos más altos que el nivel local. La iglesia local se gobierna por el tribunal inferior, compuesto de los ancianos que gobiernan y el ministro, como el presidente. Sobre el tribunal inferior está el tribunal eclesiástico, compuesto de todos los ministros ordenados y un anciano que gobierna de cada iglesia de una área local. Y sobre el tribunal eclesiástico está el sínodo, y sobre el sínodo, la asamblea general. Estas son cortes progresiva-mente más altas compuestas de un número parejo de ancianos que gobiernan y que enseñan (ministros). Las características esenciales del sistema son resumidos por un presbiteriano de Escocia en esta forma: “a) La igualdad de los presbíteros; b) el derecho de la congregación de participar en el gobierno de la iglesia por medio de sus representantes o ancianos laicos; y c) la unidad de la 72

Ibid., p. 98. Morris, p. 98. 74 Apelar a Timoteo y Tito no es legítimo, porque estos hombres eran delegados apostólicos, comisionados para cumplir necesidades históricas específicas. Santiago, en contraste, como el medio hermano del Señor, obviamente tenía preeminencia notable. 73

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iglesia, no simplemente en fe y orden, sino también en una serie graduada de cortes eclesiásticas las cuales expresan y ejercen la autoridad común de la iglesia como una sociedad divina”.75 Debemos notar que estas cortes no tienen sólo una capacidad para amonestar. Tienen poderes actuales de promulgar leyes y administrarlas. No cabe duda que las iglesias apostólicas se gobernaban por una pluralidad de ancianos, como el capítulo que sigue nos demuestra. Sin embargo, la evidencia de una distinción entre ancianos que gobiernan y los que enseñan es muy limitada y se encuentra sólo en 1 Timoteo 5:17. Además, el concepto de cortes eclesiásticas, legislativas, y graduadas, no se encuentra en el Nuevo Testamento. Tal sistema revela mucho en cuanto a las estructuras políticas en que Calvino se encontró en el siglo XVI en Génova. Pero, apelar a Hechos 15, y el concilio de Jerusalén, es apelar a un caso excepcional. La decisión de ir a Jerusalén fue completamente voluntaria. Esta decisión se relacionó directamente a un problema doctrinal específico en que maestros falsos alegaron representar la enseñanza apostólica y las creencias de la iglesia de Jerusalén. El “concilio” no aparece más en el Nuevo Testamento. Es muy dudoso abogar, entonces por cortes eclesiásticas permanentes, representativas, y legislativas basadas en este evento. Consideremos la independencia legislativa de la iglesia local en el capítulo doce. El Sistema Congregacional. El sistema congregacional se encuentra comúnmente en las iglesias bautistas e independientes. Insiste en la autonomía absoluta de la iglesia local. No hay organizaciones más altas ni personas que tengan autoridad atadora sobre la congregación local. Estas iglesias en general usan el gobierno democrático. Cada miembro tiene un voto. Reconocen dos clases de líderes: el pastor y los diáconos. Usualmente se reconoce al pastor como el anciano en la iglesia local,76 y los pasajes que se refieren a ancianos plurales son aplicados al pastor individual. Para ser precisos, es cierto que esta creencia no es universal, y algunas reconocen una pluralidad de ancianos. Los ministros son “llamados” por el voto democrático de la congregación, usualmente después de un sermón de candidatura y exposición a la iglesia. Los diáconos funcionan como los administradores y donde no existe una pluralidad de ancianos son elegidos de entre la iglesia. A pesar de que la iglesia local insiste en su independencia, muchas iglesias congregacionales se unen con otras en “asociaciones”, “convenciones” o “conferencias”. Estos términos se escogen con cuidado para indicar que estas conferencias son libres sin poder legislativo sobre las iglesias individuales. Tales asociaciones tratan asuntos que todos tienen en común como el alcance misionero, agencias educacionales y publicaciones. El concepto de la iglesia local como una democracia independiente se apoya en Hechos 6 donde se eligieron a siete varones para servir. También, algunos dicen que la palabra en Hechos 14:23 (cheirotoneo) usado para describir el nombramiento de ancianos, significa, como en otras instancias en literatura griega “elegir por el levantamiento de manos”. En la literatura cristiana antigua (La enseñanza de

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Citado por Leon Morris, p. 100. Paul Jackson, un bautista, comenta, “Diferencias muy honestas de opinión pueden existir si no se entiende que los términos 'pastor', 'anciano' y 'obispo' refieren al mismo oficio”, The Doctrine of the Local Church, p. 31. Debemos notar dos puntos muy importantes: (1) El término “pastor” describe un don (Ef. 4:11) y una obra en el Nuevo Testamento, no un oficio. (2) Todavía es verdad que una pluralidad de ancianos es claramente evidente en el Nuevo Testamento. Un sistema con un solo anciano no se encuentra en el Nuevo Testamento.

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Los Doce Apóstoles, 15:1) se alega que las iglesias elegían a sus propios obispos y diáconos. Estos asuntos los trataremos en otro capítulo. Iglesias sin Organización. Debemos notar brevemente otra punto de vista en cuanto al gobierno en la iglesia local. Se dice que no existen, ni pueden existir ancianos oficialmente reconocidos en la congregación local. Este concepto se comparte entre muchos que están involucrados en “iglesias en los hogares”, quienes estiman mucho la informalidad y falta de estructura, y también por algunos de los grupos de “Hermanos Exclusivos”.77 Es obvio que existe liderazgo de hecho, pero es un liderazgo a base de dones y ministerio, más que reconocimiento oficial, y así se puede llamar organización carismática (sin referencia ninguna al movimiento carismático o neo-pentecostal). La raíz de este concepto, según los Hermanos Exclusivos, es la creencia que los ancianos tienen que ser asignados directamente por un apóstol o delegado de un apóstol. William Kelly lo expresa así: “No se puede comisionar a personas formalmente y legítimamente a este oficio, a menos de que posea el poder formalmente autorizado del Señor para designárseles. Pero no tiene tal poder que es indispensable para nombrarles. Este es el punto fatalmente débil. No hay apóstoles ni funcionarios encomendados por los apóstoles para actuar en su lugar, y, como consecuencia, el sistema entero de asignar ancianos cae al suelo por falta de autoridad competente”.78 Otros, siguiendo a John Darby y William Kelly, llegan a declarar que la idea de los ancianos fue prestada del judaísmo y sólo fue permitida por Dios. Pero cuando la iglesia maduró, la inauguración formal al oficio de anciano desapareció, “pero los dones permanecen, dones tanto de administración como de enseñanza”.79 Este punto de vista tiene serias implicaciones. Impone una teoría sobre las Escrituras que no se halla en ellas. No se encuentra ni la sugerencia de que el oficio de anciano fue provisional en la iglesia. Y su presencia en los centros no-judaicos como Efeso y Filipos indica que tal oficio no era simplemente una adaptación al judaísmo. Además, aunque es cierto que no existen hoy apóstoles para nombrar a ancianos, sí se describen claramente las cualidades para ancianos, y tenemos el ministerio continuo del Espíritu Santo para guiarnos. Nosotros afirmamos que las Escrituras son una guía suficiente en todo asunto de fe y práctica. Imponer sobre ellas la teoría de que el oficio de anciano cesó, es eliminar el patrón bíblico del orden en la iglesia. Tal y como lo señala Lightfoot, “Es evidente que ninguna sociedad de hombres puede sobrevivir sin oficiales, sin reglamentos, sin instituciones ningunas, y la iglesia de Cristo tampoco está exenta de esta ley universal”.80 La iglesia neotestamentaria tiene ancianos y diáconos, y tiene que dar cuentas directamente al Señor Jesús, su cabeza resucitada. Puede ser que ningún sistema de gobierno eclesiástico de hoy en día corresponde precisamente al patrón 77

Los Hermanos Exclusivos son muy distintos que los llamados “Hermanos Libres”, los dos a veces se llaman “Hermanos Plymouth”. “Hermanos Libres” o “Hermanos Cristianos” reconocen a ancianos en sus iglesias locales y son independientes y autónomos. Ellos insisten que la unidad del cuerpo de Cristo tiene que demostrarse por una recepción caliente y abierta de todos los creyentes genuinos. 78 William Kelly, Lectures on the Church of God, p. 207. 79 Samuel Ridout, The Church According to Scripture, p. 76. 80 J. B. Lightfoot, “The Christian Ministry”, en Saint Paul's Epistle to the Philippians, p. 181. 54

bíblico. Sin embargo, el patrón bíblico, sí, existe, y los cristianos deben conformarse a él. El patrón bíblico debe juzgar nuestras estructuras eclesiásticas contemporáneas. Por esta razón hemos considerado a fondo estos diversos patrones de gobierno eclesiástico. Es fácil ser más leal a una historia denominacional que a la palabra de Dios. Si entendemos las diferencias entre las varias clases de gobierno, podemos evaluar mejor el impacto que tendrá la enseñanza bíblica en el gobierno de “nuestra” iglesia. ¿Cuál es el orden eclesiástico bíblico? Esta tiene que ser la pregunta. Y una segunda pregunta sería: ¿Cuáles cambios exige el orden bíblico en “nuestra manera de actuar”? Si la meta no es simplemente renovación o aun reformación, sino restitución, entonces tenemos que sujetar estos patrones tradicionales a la luz de las Escrituras.

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10 EL MINISTERIO DE LOS ANCIANOS Un hacendado, mostrando a un amigo su finca, le hizo notar sus siembras y su ganado. Su amigo se impresionó en especial con las ovejas preciosas que estaban paciendo. Anteriormente, había visto la misma raza, pero los animales no habían sido tan atractivos. Curioso, preguntó cómo había podido criar un rebaño tan destacado. La respuesta fue franca pero profunda: “Mi amigo, solamente tengo mucho cuidado de los corderos”. Este principio de cuidado tiene su aplicación más allá de criar ovejas. Es un principio básico para una sana asamblea local, y el simbolismo de un rebaño es totalmente bíblico en cuanto a una congregación de cristianos. Dios ha hecho provisión para el cuidado y la crianza de los “corderos tiernos” sin los cuales no puede existir un rebaño maduro y sano. Esta provisión es el nombramiento divino de “sub pastores” o “mayordomos” en la congregación local. En mi propia experiencia, sé que los ancianos son de crucial importancia. Cada iglesia que he conocido y que está creciendo en una manera que exalta a Cristo se ha caracterizado por sus ancianos fuertes y espirituales. Tal concepto me impresionó poderosamente cuando era estudiante en el Seminario Teológico de Dallas porque tenía contacto con La Capilla de los Creyentes. Llegué a estimar a los ancianos como un grupo de hombres firmes, quienes tenían una comprensión clara de la voluntad de Dios para la iglesia, una preocupación por la grey, y una dedicación para cumplir las metas hechas bajo la dirección del Espíritu. También he sido retado y he madurado al trabajar con los ancianos de La Capilla Betania de Calgary. Su sabiduría dado por el Espíritu y su preocupación pastoral han sido usado por el Señor, no solamente en mi vida, sino también en la de la asamblea. En contraste, conozco demasiadas iglesias que tropiezan continuamente. Casi inevitablemente, las razones por la que una congregación está en aprietos se relaciona con la clase de liderazgo dada por los ancianos. Los Títulos y la Pluralidad de los Ancianos. Hemos notado ya que los términos “ancianos” y “obispos” son intercambiables en las Escrituras del Nuevo Testamento. No describen dos oficios distintos, sino son sinónimos. La indicación está claro en Hechos 20:17, 28. El apóstol Pablo llamó a los ancianos (presbyteroi) de la iglesia en Efeso. En el transcurso del mensaje, él les exhorta: “Mirad por vosotros, y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos (mayordomos, episcopoi) . . .” Así, en la mente de Pablo, estos términos eran recíprocos. Esto también se demuestra en Tito 1:5, 7, “que . . . establecieses ancianos (obispos) en cada ciudad . . . porque es necesario que el obispo sea irreprensible”. La misma relación de términos se encuentra en 1 Pedro 5:1-2, “Ruego a los ancianos (presbyteroi) . . . apacentad la grey de Dios que está entre vosotros, cuidando (episcopeo) de ella, no por fuerza, sino

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voluntariamente”.81 Entonces no hay ninguna duda que las dos palabras describen el mismo puesto. Episcopos debe traducirse como “superintendente” o “mayordomo”, porque este es el sentido básico de la palabra, y así evitamos confusión con el puesto eclesiástico que surgió más tarde. Es una palabra que describe la función del anciano de administrar y cuidar el pueblo de Dios. La palabra presbyteros, describe el respeto y el honor en que el anciano debe ser considerado. Como dice Morris, “Una exégesis franca nos deja sin lugar a dudas de que los dos oficios se consideran como idénticos”.82 Otra indicación de esta verdad se encuentra en Filipenses 1:1, donde Pablo sencillamente saluda a “los obispos y diáconos”. Tal saludo sería muy improbable si existiera un tercer grupo de líderes.83 Otro término relacionado con los ancianos es “pastor”. Los ancianos son puestos por el Espíritu Santo como administradores para “apacentar la iglesia de Dios” (Hch. 20:28). La palabra describe la actividad de un hombre quien cuida, guía y protege el rebaño. Las mismas instrucciones da el apóstol Pedro: “Ruego a los ancianos que están entre vosotros . . . apacentad la grey de Dios que está entre vosotros . . . no como teniendo señorío sobre los que están a vuestro cuidado, sino siendo ejemplos de la grey. Y cuando aparezca el Príncipe de los pastores, vosotros recibiréis la corona incorruptible de gloria” (1 Ped. 5:1-4). Es decir, el ministerio de pastorear el rebaño de Dios es encomendado en una manera especial a las manos de los ancianos. Sería erróneo sugerir que sólo los ancianos pueden desempeñar un ministerio pastoral, pero tal actividad es una descripción mayor de su ministerio. En el Nuevo Testamento, la palabra “pastor” se usa para describir un don espiritual (Ef. 4:11), y una actividad o ministerio (Hch. 20:28, 1 Ped. 5:1-4), pero no se usa para describir un oficio. Demostraremos que siempre hay ancianos en la iglesia del Nuevo Testamento, y nunca uno solo. Así, tienen que existir siempre pastores en una iglesia bíblica, y nunca un solo hombre haciendo todo el ministerio de pastorear. La pluralidad de ancianos es de suma importancia. El Señor no ha puesto a una sola persona para dirigir una asamblea local, sino a un grupo de hombres bajo el liderazgo del Príncipe de los pastores. Esta pluralidad de ancianos existía, sin importar si la iglesia era judía o gentil. De esta manera, cuando el término “anciano” se usa, leemos: “Lo cual en efecto hicieron, enviándolo a los ancianos por mano de Bernabé y de Saulo (Hch. 11:30). “Y constituyeron ancianos en cada iglesia . . . “ (Hch. 14:23). “Se dispuso que subiesen Pablo y Bernabé a Jerusalén, y algunos otros de ellos, a los apóstoles y los ancianos, para tratar esta cuestión” (Hch. 15:2; vea también versículos 4, 6, 23; 16:4). “Enviando, pues, desde Mileto a Efeso, (Pablo) hizo llamar a los ancianos de la iglesia” (Hch. 20:17). “Los ancianos que gobiernan bien” (1 Tim. 5:17). “ . . . Y establecieses ancianos en cada ciudad, así como yo te mandé” (Tito 1:5)84 “Llame 81

Este verbo se omite en algunas traducciones recientes porque no se encuentra en unos pocos manuscritos antiguos e importantes del Nuevo Testamento. Pero el saldo de la evidencia favorece su inclusión. 82 Leon Morris, Ministers of God, p. 73. 83 El enlace de ancianos y “obispos” se encuentra también en la literatura cristiana antigua. Clemente de Roma habla de “obispos y diáconos” (42:4), y después hace relación entre los que ocupan la posición de obispo y ancianos. El Didache dice: “Apunte para ustedes entonces, obispos y diáconos” (15:1), y Lightfoot comenta, “En cada uno de los comentarios sobre las epístolas que contienen los pasajes cruciales, (del Nuevo Testamento) sean de griego o de latín, antes del fin del siglo quinto, esta identidad (de episcopoi y presbyteroi) se afirma”. (J. B. Lightfoot, Philippians, p. 99). 84 “La interpretación indudablemente es insostenible, la cual obliga imponer una restricción sobre las palabras del apóstol que ellas no contienen, es decir, que cada ciudad debe tener sólo un presbítero y nada más”. (Alfred 57

a los ancianos de la iglesia, y oren por él” (Stgo. 5:14). “Ruego a los ancianos que están entre vosotros . . . “ (1 Ped. 5:1). La palabra “anciano” ocurre en el singular solamente en 1 Pedro 5:1, “Yo (Pedro) anciano también con ellos”, y en Segunda y Tercera de Juan, como un título personal del apóstol, “El anciano a la señora elegida . . .” (2 Jn. 1) y “el anciano a Gayo” (3 Jn. 1), y algunas usos más que no tienen referencia a un oficio de la iglesia. Ninguna de estas citas es base para creer en un solo anciano en una congregación. La situación es lo mismo cuando episcopos se usa. Así, en Hechos 20:28, Pablo dice, “. . . mirad por vosotros, y por todo el rebaño (singular) en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos (mayordomos). Otra vez, en Filipenses 1:1, la epístola se dirige a “todos los santos en Cristo Jesús que están en Filipos, con los obispos y diáconos”. El término se usa en el singular en 1 Timoteo 3:1-2 y Tito 1:7. En cada caso, el singular es genérico y no restrictivo. Otros pasajes no usan los términos presbyteros o episcopos, pero obviamente se refieren a ellos. Pablo en 1 Tesalonicenses 5:12-13, exhorta a los creyentes en la asamblea en Tesalónica, “Os rogamos, hermanos, que reconozcáis a los que trabajan entre vosotros, y os presiden en el Señor, y os amonestan; y que los tengáis en mucha estima y amor por causa de su obra”. Una comparación con 1 Timoteo 5:17 elimina cualquier duda de que habla de los ancianos. Note la pluralidad. Además, Hebreos 13:17 dice: “Obedeced a vuestros pastores (la palabra se traduce literalmente 'los que les guían'), y sujetaos a ellos; porque ellos velan por vuestras almas, como quienes han de dar cuenta; para que lo hagan con alegría . . .” Por consiguiente, no resta ninguna duda que una iglesia fundada sobre principios bíblicos tendría un grupo de ancianos, un “presbiterio”, si adoptamos la terminología de 1 Timoteo 4:14. Ellos son los administradores y pastores de la asamblea local, cargando una responsabilidad grande dada por el Príncipe de los pastores, cuyo ejemplo ellos siguen. Los Requisitos de los Ancianos. El Señor Jesús asigna un valor grande a su iglesia. Por lo que es razonable, que el liderazgo en ella, no sólo es un gran privilegio, sino una responsabilidad enorme. Los ancianos no pueden ser hombres que han subido al nivel de su incompetencia. Ni tampoco pueden ser aquellos que ejercen talento en la vida secular, suponiendo que dirigirán bien la asamblea. Igualmente, ser hombres populares no es suficiente. La afabilidad no es requisito para conseguir este nombramiento. No queremos decir que los ancianos no pueden ser líderes talentosos en otras áreas, o que no pueden ser populares o amables. Pero estas normas son totalmente inadecuadas para calificar a un anciano. Las normas y los requisitos bíblicos son plenamente dados en 1 Timoteo 3:1-7 y Tito 1:5-9. Estos pasajes deben ser estudiados cuidadosamente y aplicados diligentemente en la vida de la iglesia porque líderes indignos han hecho daños nunca dichos. Los líderes verdaderos son hombres de carácter piadoso y espiritual que están maduros en la fe (“no un neófito” 1 Tim. 3:6), que son estimados altamente por los creyentes (“irreprensible”, 1 Tim. 3:2; Tito 1:6-7), y que “tengan buen testimonio de los de afuera” (1 Tim. 3:7). Es con estos requisitos en mente que Pablo hace presente a Timoteo “No impongas con Plummer, The Pastoral Epistles, en The Expositor's Bible, p. 213). El mismo punto se aplica a Hechos 14:23. Tito contempla una situación en que existe una sola iglesia en una ciudad. 58

ligereza las manos a ninguno, ni participes en pecados ajenos” (1 Tim. 5:22). Nadie es perfecto, pero no debemos ser impedidos de aplicar muy altas normas, las de Dios, en evaluar si el Espíritu Santo ha escogido a un individuo específico como un administrador del rebaño de Dios. No es accidente que las dos listas en Timoteo y Tito ponen en alta prioridad de la vida familiar del hombre, porque en el crisol del hogar se revela el carácter verdadero. Un anciano debe ser “marido de una sola mujer”. La frase presenta unas cuestiones importantes. ¿exige Pablo que los ancianos sean casados? Muchos insisten que sí. Es posible, pero es más probable que Pablo da por sentado que un anciano es casado, en vez de demandarlo. Tampoco se requiere que el anciano casado tenga hijos, aunque usualmente los tendrá. Otra pregunta es: “¿Qué precisamente está prohibiendo Pablo?” Muchos han propuesto que él prohíbe que un polígamo sea anciano. Otros niegan esto, porque la poligamia fue prohibida por la ley romana y porque no fue un problema común en la época apostólica.85 Una mayoría de comentaristas modernos (y algunas ancianas) han entendido que la frase niega segundas nupcias después de la muerte de su esposa. Mientras tal casamiento sería lícito, sería una señal de debilidad, dicen sus proponentes. Este punto de vista no es muy convincente. Por lo que es mejor entender la frase como un requisito que el anciano sea completamente fiel y devoto a su esposa, sin ninguna insinuación de inmoralidad, infidelidad o divorcio.86 Un anciano tiene que ser absolutamente fiel a su esposa, y, a la vez, ser un ejemplo de un padre piadoso. Debe ser uno que “gobierne bien su casa, que tenga a sus hijos en sujeción con toda honestidad” (1 Tim. 3:4). Hay otro requisito. Tiene que tener “hijos creyentes que no estén acusados de disolución ni de rebeldía” (Tito 1:6). La frase da la idea que, más que ser creyentes, son de buena reputación. Si un anciano no guía a sus propios hijos a la fe vital en el Salvador y a una vida piadosa, “¿como cuidará de la iglesia de Dios?” (1 Tim. 3:5). Hay muchos otros requisitos en la lista que son sencillos, y todos indican la necesidad que el anciano sea un cristiano maduro y lleno del Espíritu Santo. Tiene que ser sobrio, prudente y decoroso en su perspectiva de vida. Tiene que ser apacible, hospedador y amable, libre de un espíritu argumentoso, dogmático o dominante. Tiene que ser devoto y hospitalario, abierto a la gente y sus necesidades, un hombre que ama el bien. No debe ser materialista ni avaro, sino un ejemplo vivo de los valores abnegados en una época codiciosa. Un anciano tiene que estar fundado en la palabra de Dios, competente para exponer y enseñar la Escritura (1 Tim. 3:2). Siendo cariñoso y apacible, tiene que ser “retenedor de la palabra fiel tal como ha sido enseñada, para que también pueda exhortar con sana enseñanza y convencer a los que contradicen”. El resumen de estas características se encuentra en 1 Pedro 5:2-3. Voluntariamente, con anhelo de hacer la voluntad de Dios, el hombre acepta el puesto de anciano. No es un tirano ni se porta como rey. Más bien, es un ejemplo a todos los demás de una vida piadosa y llena del Espíritu Santo. No guía por medio de leyes, sino por medio de una vida imitando a Cristo. Tales 85

La frase en 1 Timoteo 5:9 es idéntica gramáticamente, “esposa de un solo marido”. Dudo que esta frase se refiera a la poliandria, que es un fenómeno muy raro. Pero, la poligamia sí, existía en la sociedad judaica del primer siglo. Cf. Jeremías, Jerusalem in the Time of Jesus, pp. 90, 93, 94. 86 Se debe consultar commentarios para estas varias posiciones. William Hendricksen, E. K. Simpson y W. E. Vine creen que la poligamia es visto aquí. J. N. D. Kelly y Alfred Plummer son ejemplos de la segunda posición, mientras Homer Kent (The Pastoral Epistles, pp. 126-130) nos da un resumen bueno de las diversas interpretaciones y decide por la posición que he seguido. 59

requisitos son altos, pero sólo cuando nuestros líderes los llenan, pueden merecer el respeto de la congregación. Hombres de esta categoría tendrán seguidores, y la asamblea será espiritual y traerá honor a Dios. Entonces será fácil conocer con aprecio a estos hombres y estimarles mucho en amor por causa de su obra (1 Tes. 5:12-13). El Reconocimiento de los Ancianos. Es obvio que cuando estudiamos los requisitos de los ancianos, vimos que son escogidos por Dios y no por los hombres. De esta manera piensa Pablo cuando dice: “Por tanto, mirad por vosotros, y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos” (Hch. 20:28). Es el Espíritu Santo que eleva a tales hombres, y en los días del Nuevo Testamento, fueron nombrados, por un apóstol (Hch. 14:23) o por un delegado de un apóstol (1 Tim. 5:22; Tito 1:5). Es evidente que los ancianos no fueron impuestos sobre las iglesias, porque un requisito fue que tenían que ser “irreprensible”. Pero no hay sugerencia que fueron elegidos por la congregación. Tenemos que recordar que “anciano” no es tanto un puesto oficial en el Nuevo Testamento como un ministerio y una obra. Decir esto, no es negar que los ancianos y sus ministerios fueron reconocidos públicamente por la imposición de manos (1 Tes. 5:12; 1 Tim. 5:22 en su contexto). Pero tenemos que insistir que al anciano se conoce por la obra que hace y por cumplir con los requisitos bíblicos, y no por ser elegido a una posición. Es responsabilidad de la asamblea reconocer a los que Dios ha levantado. No es su derecho crear “ancianos por elección”.87 Es evidente también que la idea de “plazos de servicio” no es bíblico. Un hombre es anciano mientras hace la obra y cumple con los requisitos bíblicos, por ni más ni menos tiempo. Aunque los apóstoles y sus delegados no están presentes para nombrar ancianos, subirán hombres escogidos por el Espíritu de entre la congregación. Sencillamente, ellos surgirán. Serán reconocidos por su obra de apacentar, por su conformidad a los requisitos bíblicos, y por el acuerdo de los creyentes que estos hombres, sí, han sido levantados por el Señor de la iglesia. Los ancianos ya nombrados tomarán la iniciativa en este reconocimiento, y basándose en los ejemplos bíblicos, públicamente impondrán las manos sobre ellos, otorgando así que su ministerio viene de Dios. La Responsabilidad de los Ancianos. Se cuenta de un señor que estaba corriendo al máximo detrás de una multitud. Alguien le preguntó el por qué de su prisa y él respondió: “Tengo que alcanzarles. Soy su líder”. Hoy día hay demasiado liderazgo de esta clase, y esto nos lleva a esta observación. La responsabilidad de los ancianos, como los líderes de la asamblea, es simplemente guiar o llevar de la mano. Como hemos visto, el énfasis primordial de la palabra de Dios en cuanto a las cualidades necesarias para ancianos es que el fundamento de su liderazgo es un carácter piadoso. Su liderazgo no se basa en su poder de disciplinar ni en su posición, sino en su vida que refleja a Cristo. “No como teniendo señorío sobre los que están a vuestro cuidado, sino siendo ejemplos de la grey”, dijo Pedro (1 Ped. 5:3). Todos los ancianos que han dejado huella en mi vida han gozado de esta característica. Con mucho gusto podría seguirles porque sabía que ellos me acercarían a mi Señor. 87

“El orden bíblico parece ser que Dios constituye a hombres mayordomos, y entonces, mientras cumplen su trabajo, la iglesia les reconoce como obispos apuntados por Dios”. William MacDonald, Christ Loved the Church, p. 80. 60

Ya hemos indicado anteriormente, algunas de las responsabilidades de los ancianos como pastores de la asamblea. Ellos deben cuidar, enseñar y encaminar a los creyentes que están bajo su autoridad. Deben hacerlo, no como autócratas dominantes, ni como administradores burocráticos, sino como ejemplos. “Su administración es un gobierno pastoral”.88 Sin embargo, es un gobierno y liderazgo definido. Las palabras usadas para describir su ministerio demuestran claramente que ellos deben gobernar con un liderazgo positivo y fuerte (e.g. 1 Tim. 3:4-5; 5:17). Es la responsabilidad de los creyentes en la asamblea conocerles y someterse a ellos (1 Tes. 5:12-13; Heb. 13:17). Una democracia pura no es lo indicado en la vida de la congregación, sino un gobierno llevado a cabo por los ancianos. 1 Timoteo 5:17 nos sugiere dos categorías amplias. Hay ancianos quienes especialmente se preocupan por gobernar y guiar la asamblea, mientras otros trabajan en la palabra y la enseñanza. No debemos exagerar esta distinción porque todos los ancianos tienen que gobernar y pastorear, y todos deben ser aptos para enseñar. Pero nos indica una variedad en el ministerio de los ancianos, y una preocupación especial con áreas específicas de parte de algunos. De esta manera, los ancianos deben gobernar, pastorear e instruir a la asamblea. También, tienen un ministerio de proteger. Deben mirar “. . . por vosotros, y por todo el rebaño . . . Porque yo sé que después de mi partida entrarán en medio de vosotros lobos rapaces, que no perdonarán al rebaño. Y de vosotros mismos se levantarán hombres que hablen cosas perversas para arrastrar tras sí a los discípulos. Por tanto, velad . . .” (Hch. 20:28-31). El mismo ministerio se describe en Tito 1:9, 11, 13. Se requiere que un anciano prevenga la penetración de doctrina y práctica falsa a la asamblea. Así, el gobierno de la asamblea involucra acciones preventivas tanto como disciplinarias, y también ministerios positivos. Para hacer esto, es necesario que los ancianos se mantengan en contacto estrecho con los demás miembros de la congregación. Este es un problema en una iglesia creciente. Nuestra manera de tratar con este problema es dividir el grupo en varias secciones, asignando a dos ancianos, como equipo, la responsabilidad de visitar cada hogar de las personas en su lista. Es importante que estas visitas sean comprendidas como visitas pastorales “oficiales” y no simplemente gestos de amistad, si van a ser efectivas. Los miembros de la congregación, casi sin excepción, dan la bienvenida a la oportunidad de discutir, preguntar, y orar con los ancianos. Además de la tarea de administración, está el ministerio pastoral constante que se lleva a cabo por la hospitalidad y la comunión compartida. Hay una indicación de que los ancianos eran sostenidos materialmente en su ministerio por la congregación. 1 Timoteo 5:17-18 nos dice: “Digno es el obrero de su salario”. Y la implicación está en la amonestación de Pedro, “No por ganancia deshonesta, sino con ánimo pronto” (1 Ped. 5:2), tanto como en lo dicho por Pablo que no deben ser avaros (1 Tim. 3:3, Tito 1:7). Muchos ancianos no tienen necesidad de sostén económico. Sin embargo, la implicación en estos pasajes es que un o unos ancianos pueden dedicar su tiempo completo al ministerio. Por otra parte, ellos pueden sentirse presionados fuertemente en la vida moderna por negocios. Por lo que es preciso hacerles notar cuán valiosos son a la iglesia, y qué importante es su tiempo. Una congregación no puede florecer sin una entrega y compromiso de ellos al ministerio dado por Dios. Si ellos fracasan, la gente tal vez buscará alternativas antibíblicas que perjudicarán a todos.

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J. M. Davies, The Lord and the Churches, p. 52. 61

Otro asunto de crucial importancia es la disponibilidad. Desafortunadamente, los problemas no llegan a la vida “según un horario”. Un teléfono sonando a media noche o una petición urgente en medio de un horario llenísimo es una experiencia común para el que ejerce un ministerio pastoral. Hay un sacrificio obvio que hacer cuando invertimos nuestras vidas en otros, pero sí vale la pena ser usado por el Señor en esta manera. Sin embargo, esta necesidad de una persona disponible debe motivar a la asamblea a proveerle sostén. ¿Tenemos a alguien disponible para cuidar y aconsejar, o están demasiado ocupados nuestros ancianos? ¿Tenemos unas facilidades: una oficina donde las personas necesitadas puedan descargarse y recibir consejos? ¿Tenemos a alguien equipado, que ha tomado el tiempo para llegar a ser competente al aconsejar a otros? La sesión de los ancianos debe ser guiada por dos principios muy importantes. El primero es la confidencialidad. Los que llevan el cuidado de las almas deben estar conscientes que muchos asuntos no deben discutirse fuera del círculo de ancianos, ni aun con sus propias esposas. Es escandaloso cuando asuntos privados llegan al conocimiento público por un anciano que no pudo controlar su lengua. El segundo principio es la unanimidad. Las decisiones de la congregación no deben ser hechas a base de un voto simple de la mayoría de los ancianos. Tal cosa resultará casi inevitablemente en sentimientos dañados y tendencias divisorias. Repetidas veces en la palabra de Dios somos exhortados a ser de una misma mente, un mismo sentir, de un mismo espíritu, unánimes (1 Cor. 1:10; 2 Cor. 13:11; Fil. 1:27; 2:2). Si los ancianos no están de acuerdo en cuanto a un asunto, necesitan esperar ante el Señor hasta que él les dé unanimidad de mente y espíritu. El yerno de George Muller, James Wright, escribió de los beneficios de seguir este principio en la Iglesia Betesda, Bristol, Inglaterra: Como uno relacionado con esta iglesia por los últimos sesenta años, testifico gustosamente que creo que la obediencia sencilla a las instrucciones de la palabra de Dios en cuanto a esta cuestión ha sido una causa principal de la paz y armonía continua y extraordinaria que, por la bondad de Dios, ha caracterizado esta iglesia a través de los años.89 Veamos otra consideración práctica relacionada a los ancianos de edad avanzada. La Escritura no nos da información directamente en cuanto a esto, pero, como un asunto práctico, los problemas surgen cuando los líderes empiezan a envejecer. Muchas veces a los más jóvenes no se les anima ni se les da la libertad para usar sus dones espirituales y se crea una barrera entre los ancianos y la generación más joven. Es mejor, tal vez, para los hombres piadosos pero mayores, convertirse en “ancianos eméritos”, reconocidos y estimados por sus vidas santas y su experiencia espiritual, así, permitiendo a unos varones más jóvenes pastorear y cuidar espiritualmente a la congregación. Una iglesia dirigida por ancianos verdadera-mente bíblicos tiene que dar gracias al Señor. Una iglesia que no goza de tales hombres debe pedir con urgencia al Señor que él levante a mayordomos llenos del Espíritu Santo, de fe y de sabiduría. Consideremos algunos pasos prácticos que tomar. Los ancianos deben estar entrenando a los hombres jóvenes, dándoles cada vez más responsabilidad para que no haya vacío en el liderazgo. Entonces, cada hombre en la asamblea debe retarse a vivir una vida que le califique funcionar como un anciano, según la voluntad de Dios para su vida. En nuestra iglesia, un grupo de hombres se reúne cada quince días en la mañana. Al principio lo hicimos específicamente 89

Citado por G. H. Lang, The Churches of God, p. 113. La discusión por Lang sobre este tema tiene mucho valor y debe ser leída. 62

para orar. Hace poco empezamos a estudiar juntos los requisitos de Dios para un hombre piadoso, usando el excelente material compilado por Gene Getz en La Medida del Hombre (Editorial Vida, 1987). Nos juntamos para entender más de la voluntad de Dios para nosotros, y para ver a Dios obrar entre nosotros.

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11 EL MINISTERIO DE LOS DIÁCONOS Guiada por el Espíritu, la iglesia apostólica solucionó sabiamente un problema que hubiera podido dividir la comunidad naciente. Una provisión especial fue hecha para el cuidado de las viudas quienes aparentemente carecían de todos recursos económicos. Específicamente, había provisión diaria para las viudas. Sin embargo, Satanás pudo convertir esta obra de amor cristiano en división cuando los creyentes judaicos que hablaban griego sentían que sus viudas estaban siendo defraudadas en esta caridad por los judíos palestinos. Los apóstoles no dejaron crecer este problema. Afirmaron un principio importante, “No es justo que nosotros dejemos la palabra de Dios, para servir a las mesas. Buscad, pues, hermanos, de entre vosotros a siete varones de buen testimonio, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría, a quienes encarguemos de este trabajo. Y nosotros persistiremos en la oración y en el ministerio de la palabra” (Hch. 6:2-4). Como resultado de esta sugerencia, siete varones fueron escogidos por la congregación para ministrar de esta manera. Los apóstoles vieron, con una sabiduría práctica, que ningún grupo de hombres puede sostener el ministerio entero de una iglesia local. Si van a mantener las prioridades espirituales, y si no van a sobrecargarse con asuntos secundarios, debe haber una división de labor. Es menester delegar a algunos ayudantes para ministrar en asuntos prácticos que merecen atención. Los siete varones señalados en Hechos 6:1-6 no se llaman diáconos, aunque una palabra similar se usa para describir su ministerio. Pero sirven o ministran (diakoneo), el verbo de lo cual viene el término “diácono” (griego diakonos). La palabra diakonos es una palabra muy general, significando siervo, ministro, o ayudante. Se usa del Señor Jesús (Rom. 15:8), de los apóstoles (Col. 1:23, 25), y de otros obreros cristianos (Col. 1:7). Sin embargo, se usa para describir una posición oficial en la iglesia relacionada con los ancianos (Fil. 1:1; 1 Tim. 3:8-13). Aunque los siete hombres de Hechos 6 no son llamados diáconos, desde el tiempo de Ireneo la tradición los designa como los primeros diáconos. Además, las altas cualidades espirituales y la clase de ministerio que desempeñan corresponde en muchos puntos con lo que se conoce en otra parte de diáconos. Así que, aunque no se pueden llamar diáconos dogmáticamente, sí se pueden nombrar “proto diáconos” y podemos tomar su ministerio como el patrón sobre lo cual ellos se desarrollarían.90 Si así es, debemos notar que los diáconos siempre se mencionan en forma plural en el Nuevo Testamento (Fil. 1:1; 1 Tim. 3:8). En base a la analogía de Hechos 6, parece que ellos 90

“Aunque el Nuevo Testamento no relaciona explícitamente el oficio de diácono con Hechos 6, nos parece muy razonable entender a los siete varones como, por los menos, un prototipo de los diáconos” (Robert L. Saucy, The Church in God's Program, p. 155). 64

funcionan bajo los ancianos en el área del ministerio práctico, un ministerio a la gente, y no solamente a edificios. ¡Ya que la iglesia primitiva no fue dueña de, ni construyó edificios, esta no podría ser una parte mayor de su trabajo! Aparentemente ellos son escogidos por una acción de la iglesia, y no hay duda que son reconocidos por la imposición de manos (Hch. 6:3, 5-6). Los requisitos espirituales para los diáconos son altos y notablemente similares a los de los ancianos. Comparando la descripción de ancianos en 1 Timoteo 3:1-7, con la descripción de diáconos en versículos 8-13, se verá que ellos no son cristianos inferiores de segunda categoría. Pablo es explícito: “Y estos también sean sometidos a prueba primero, y entonces ejerzan el diaconado, si son irreprensibles” (v. 10). Es notable que no sea indispensable que el diácono sea “apto para enseñar”. Como Saucy comenta, “Entre los requisitos para el oficio de diácono (1 Tim. 3:8-13) son los especialmente apropiados para uno que sirve en asuntos materiales y financieros entre la gente de la congregación”.91 Hay un punto sobresaliente de la enseñanza del Nuevo Testamento en cuanto a los diáconos. Existe evidencia que mujeres ejercieron este oficio en el tiempo apostólico. En Romanos 16:1-2 Febe es presentada como “una sierva (diakonos) de la iglesia en Cencrea”. Porque diakonos es un término muy general, no se puede probar que Febe era una diaconisa, pero el lenguaje de los versículos 1 y 2 dan la impresión que ella ocupó alguna posición oficial. Se encuentra más evidencia en 1 Timoteo 3:11, “Las mujeres (griego gunaikes) asimismo sean honestas, no calumniadoras, sino sobrias, fieles en todo”. Hay razones fuertes para creer que las mujeres aquí son diaconisas. No hay una afirmación similar en cuanto a las esposas de los ancianos. Sería sorprendente si las cualidades son establecidas para las esposas de los diáconos, mientras nada se menciona de requisitos para las esposas de los ancianos. Además, “existe un orden de diaconisa en la iglesia primitiva según la carta de Plinio, el gobernador de Bitinia, cerca de 112 d. C.”92 Hay necesidad de mujeres “oficiales” en algunas funciones, y aparente-mente el Espíritu Santo hizo provisión por esta necesidad. En los tiempos bíblicos, los diáconos y las diaconisas se encargaban principalmente de la distribución de ayudas a los necesitados. Este ministerio era de naturaleza espiritual, como las cualidades altas indican. En este servicio, ellos ayudarían a la gente de acuerdo a sus necesidades, y tendrían oportunidades significativas para ministrar problemas personales más profundos. Al hacerlo, se abrirían las puertas para desarrollar un ministerio espiritual. Hoy día, existe una oportunidad grande para que hombres y mujeres ministren en esta área. Es una manera práctica de demostrar el amor de Dios a los que lo necesitan. Muchas veces los diáconos se limitan a un ministerio de contar dinero, abrir ventanas y mantener el piano afinado. Tales tareas son necesarias, y sin duda los ancianos no deben ser preocupados con estos asuntos. Sin embargo, el ministerio de los diáconos es un ministerio espiritual también, y esta área debe ser de mayor importancia. Es obvio que el ministerio de los ancianos es más básico para el bienestar de la iglesia local que el de los diáconos. De esta manera, en las iglesias nacientes, los ancianos fueron nombrados primero (Hch. 14:23; Tito 1:5)). Sin embargo, mientras una iglesia crece y madura, las presiones sobre los ancianos aumentarán y las demandas de su servicio en la palabra crecerán. Entonces, será obligatorio tener a diáconos para compartir las responsabilidades. 91 92

Ibid, p. 156. Ibid, p. 160. Plinio menciona haber interrogado bajo tortura: “dos siervas, quienes fueron llamadas diaconisas”. 65

Observe que los diáconos no necesariamente se convierten en ancianos al pasar el tiempo. Algunos se calificarán como ancianos mientras crecen y llegan a la madurez. Otros, encontrarán su puesto en el servicio y bajo la voluntad del Señor como diáconos. La posición de “diácono” no es un puesto de prueba. Es un ministerio distinto, exigiendo características muy altas y resultando en un ministerio rico y apremiante.

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12 LA INDEPENDENCIA DE LA IGLESIA LOCAL El Señor Jesús profetizó el futuro de su iglesia con la promesa, “edificaré mi iglesia” (Mat. 16:18). Pero, ¿qué clase de iglesia iba a construir? ¿Un inmenso imperio teocrático montado sobre la bestia del poder político, como el catolicismo medieval ejemplifica o como la iglesia ecuménica producirá en el futuro? ¿Es una institución indefinida mundial, establecida sobre el sincretismo teológico y con un mínimo de doctrina religiosa como el Concilio Mundial de Iglesias ha decidido establecer? La cuestión del enlace entre iglesias locales es de gran significado práctico. Es de importancia singular que seamos guiados por la autoridad absoluta de la Escritura en este asunto. La historia denominacional y la tradición eclesiástica no deben tomar superioridad sobre la Biblia. Dios quiere que la iglesia local sea un cuadro y réplica en miniatura de la iglesia universal, el cuerpo de Cristo. La relación íntima entre la iglesia universal y la iglesia local se demuestra en que el mismo término, ekklesia, se usa para ambas. El Nuevo Testamento, especialmente, enfatiza a la iglesia local, pero cuando habla del cuerpo de Cristo, no escoge otro término. Esta relación entre las dos se refleja por otras figuras descriptivas. Por ejemplo, una congregación local es una casa de Dios (1 Tim. 3:15) mientras la iglesia universal es su familia, su morada (Gál. 6:10; Ef. 2:19-21; 2 Tim. 2:20). La asamblea local es templo de Dios (1 Cor. 3:16-17), como lo es también su cuerpo (Ef. 2:21). La iglesia universal usualmente se llama el cuerpo de Cristo (Ef. 1:23; Col. 1:18), mientras la iglesia local por igual se llama un cuerpo de Cristo (1 Cor. 12:27). La iglesia local es un rebaño (Hch. 20:28; 1 Ped. 5:2), así como es la iglesia universal (Jn. 10:16). Estas representaciones simbólicas indican que la iglesia universal no es un rompecabezas compuesto de un grupo de iglesias distintas, que pueden ser reconocidas sólo cuando todas las piezas se reúnen. Mejor dicho, cada iglesia local debe servir como una réplica en miniatura de la iglesia universal. Uno puede contemplar en miniatura la bella estatua de David por Miguel Ángel y captar así un concepto preciso de la magnífica escultura en Florencia, aunque nunca haya visitado Italia. Nadie ha visito el cuerpo invisible de Cristo, compuesto de todos los creyentes desde el día de Pentecostés hasta el presente. Pero la iglesia local está diseñada para hacer visible la realidad del cuerpo, demostrando en forma visible la unidad, diversidad e interdependencia del cuerpo de Cristo, de lo cual él solo es la cabeza. Una parte vital de esta realidad es la independencia de la iglesia local. Cuando las siete iglesias de Asia Menor son simbolizadas en Apocalipsis 1-3, son representadas, no por un candelero con siete brazos, sino por siete candeleros individuales. Más, cuando la palabra 67

ekklesia se usa en el Nuevo Testamento, describe o una iglesia local o el cuerpo de Cristo, no una agrupación de iglesias en asociaciones.93 Así escribe Hort, “Es importante advertir que no existe una palabra que represente una 'Ecclesia' como compuesto de muchas 'Ecclesiae'. A cada 'Ecclesia' Pablo le atribuye una unidad correspondiente en sí misma. Cada una es un cuerpo de Cristo y un santuario de Dios: pero no son grupos en conjuntos parciales o en un conjunto grande. Los miembros que componen la 'Ecclesia' no son comunidades, sino personas individuales”.94 El mismo punto es hecho por Edwin Hatch, quien nota, “La teoría sobre la cual la adoración pública de las iglesias primitivas procedió, era que cada comunidad era completa en sí misma, y que en cada acto de adoración pública cada elemento de la comunidad fue presente”.95 K. L. Schmidt comenta en una línea similar. “La suma de todas las congregaciones no produce la comunidad total o la iglesia universal. Cada comunidad, por muy pequeña, representa la comunidad total, la iglesia universal”.96 La autonomía e independencia de la congregación local es una enseñanza central del Nuevo Testamento. Los apóstoles tenían poderío sobre las iglesias en conjunto, pero los ancianos y los diáconos ejercían su autoridad solamente entre sus respectivos grupos locales. Por lo que, son dirigidos a “Mirad . . . al rebaño, en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos” (Hechos 20:28). Ellos tienen la responsabilidad sola-mente entre el rebaño local, y no más lejos. Dios también instruye a las congregaciones a que actúen como unidades independientes en otras áreas. La disciplina es un acto de la iglesia local, como el Señor lo indicó (Mat. 18:17) y como mandó Pablo (1 Cor. 5:3-5; 2 Tes. 3:6, 14-15). Además, las iglesias locales enviaron obreros, actuando independientemente, y sin referencia a ninguna sociedad misionera o agencia denominacional (Hch. 13:1-4). Obviamente, no había agencia a la cual podrían relacionarse porque los apóstoles establecieron iglesias locales únicamente. La vinculación de congregaciones locales en un conjunto fue un proceso que empezó por el deseo natural de consultar con otras iglesias los asuntos de enseñanza y disciplina. A causa de ataques heréticos, hubo la gran necesidad de expresar visiblemente la unidad de la iglesia. Sin embargo, con el transcurso de tiempo, estas sesiones informales llegaron a ser más formales y obligatorias. Como Edwin Hatch comenta,

93

Hechos 9:31 es la única excepción posible en este punto. Muchos manuscritos dicen “las iglesias” pero el singular es más auténtico. En aquel entonces, la iglesia universal y las iglesias locales eran prácticamente idénticas. 94 F. J. A. Hort, The Christian Ecclesia, p. 168. 95 Edwin Hatch, The Organization of the Early Christian Churches, p. 79. 96 K. L. Schmidt, “Ecclesia”, Theological Dictionary of the New Testament, III, 506. Compare también el comentario de Maurice Goguel: “La organización más antigua de la iglesia no se proyectó más allá del contexto de la iglesia local, aunque los creyentes sentían que juntos formaban un solo cuerpo, el de Cristo . . . La única indicación de que sentían tan fuertemente esta unidad se halla en las instituciones de la iglesia antes de la mitad del segundo siglo. La iglesia de Jerusalén, porque era el punto de partida de todas las misiones, se pensaba muy superior moralmente aunque las demás iglesias lo dudaban. Esta primacía perdió todo su significado práctico después de su decadencia perceptible que resultó de los eventos del año 70”. The Primitive Church, p. 164. 68

“Pero tan pronto como el cristianismo fue reconocido por el estado (d. C. 313), tales conferencias tuvieron la tendencia de multiplicarse, y llegaron a ser frecuentes, adoptando resoluciones que rigieron las iglesias dentro del distrito de donde vinieron los delegados. La aceptación de tales resoluciones era una condición de comunión con las iglesias de las otras provincias. Había razones fuertes de política imperial para fomentar esta tendencia”.97 Con el gobierno de la iglesia cada vez más conformado al patrón del gobierno civil, este proceso seguía desarrollándose. Una iglesia confederada e institucionalmente unida nació. Aunque el establecimiento de estos patrones de asociación permanente no tuvo base en la Escritura, tampoco pueden iglesias autónomas e independientes existir en aislamiento o en independencia absoluta de otras iglesias. Es obvio que maestros, dotados por Dios, circularon entre las iglesias apostólicas y fueron recibidos gustosamente (Hch. 18:24-28; 3 Jn. 5-8). Además, la disciplina hecha por una asamblea fue respetada por las demás iglesias (2 Jn. 9-11). En una demostración visible de la unidad de todos los creyentes, había acción cooperativa por grupos locales para llenar necesidades especiales. De esta manera, habían colecciones tanto espontáneas (Hch. 11:27-30) como organizadas (Rom. 15:26; 1 Cor. 16:1; 2 Cor. 8:1-4, 19; 9:113), recibidas para la iglesia pobre en Jerusalén. Varias iglesias proveían sostén para obreros (Fil. 4:15; 2 Cor. 11:8-9). Además, había una semejanza básica en estructura y práctica en varias lugares (1 Cor. 11:16; 14:33-34). De modo que, un creyente de una parte de la región se sentiría en casa entre una congregación lejos de su hogar. Sería abierta y ardientemente recibido en base a su fe en Cristo (Rom. 14:1, 3; 15:7). Esta unidad de las iglesias apostólicas no requería uniformidad. Aparte de la enseñanza apostólica básica, había libertad en cada iglesia para la variación local y convicción individual. Sin duda, había diferencias grandes entre las congregaciones de Jerusalén, Corinto, Roma y Efeso en sus ambientes y en sus puntos de vista en cuanto a la libertad y la práctica cristiana. Una actividad que quizás causaría grande dificultad en Jerusalén podría haber sido insignificante en Antioquía, y el Nuevo Testamento insiste que la iglesia local tiene el derecho de decidir independientemente en tales asuntos (Hch. 15:22-29; Gál. 2:11-14). Intentar imponer uniformidad absoluta sobre las iglesias cristianas es directamente opuesto al ejemplo y la enseñanza de los apóstoles. La independencia del cuerpo local nunca debe ser puesta contra la unidad esencial del cuerpo de Cristo. Las divisiones, sectas, y barreras denominacionales niegan tal unidad, porque construyen barreras artificiales a la comunión cristiana y al ministerio de los hombres dotados por el Espíritu. Esto no quiere decir que las distinciones doctrinales no son importantes. Muchas “iglesias” son edificadas sobre una herejía o enseñanza antibíblica y éstas desvían a los hombres de Cristo. Pero multitudes de creyentes genuinos que se guían por la Biblia son divididos por barreras que son de poca consecuencia, en comparación a las realidades grandes que les unen. Y aún más trágicamente, estas barreras son una fuente de confusión para los incrédulos. La unidad de la iglesia de Cristo no puede ser un concepto teórico. Tiene que llegar a ser una realidad práctica, y cada iglesia local independiente puede dar la bienvenida y reconocer a otras iglesias y creyentes en base a una fe genuina y una confianza en el Señor Jesús, quien es la piedra del ángulo proclamada en el Nuevo Testamento.

97

Hatch, Ibid., p. 170. 69

En nuestra propia experiencia como iglesia local, el contacto y comunión con otras iglesias y organizaciones ha sido de beneficio enorme. Nuestros estudiantes se han involucrado en el ministerio de los Inter-Varsity Christian Fellowship, con los Navegantes, y con La Cruzada Estudiantil para Cristo. Por esto la visión de nuestra asamblea se amplía y a la vez el ministerio de estas organizaciones en nuestra área aumenta. Nosotros nos unimos con otras iglesias locales trabajando en campamentos, proyectos evangelísticos especiales y otras actividades. Sin embargo, al mismo tiempo, somos directamente responsables al Señor por la vida de nuestra propia iglesia. Lo que otras hacen no puede perjudicar nuestra responsabilidad al Señor, y por consiguiente, nuestros vínculos con otras iglesias no son organizacionales ni oficiales. Nuestra unidad con todos los creyentes verdaderos es una unidad genuina, y no debe distorsionarse por el aislacionismo. En cambio, nuestra responsabilidad al Señor es directa, y no debemos obscurecerla cediendo la independencia que él nos dio. Notemos varias implicaciones importantes con referencia a la autonomía de las iglesias locales. 1. La iglesia local es la prioridad de Dios en la edad presente. Los apóstoles fundaron solamente iglesias, y no otras organizaciones. No negamos que institutos bíblicos, organizaciones evangelísticas y otras más han sido levantados por Dios. En cambio, aunque ellas son importantes, no tienen la misma importancia que la iglesia local. 2. Ya que la iglesia local es una réplica de la iglesia universal, nada hecho en la asamblea local debe negar las verdades esenciales del cuerpo universal. Solamente el Señor Jesucristo puede ser la cabeza. No debe existir parcialidad a base de raza, educación u otro criterio. A todos los que Cristo ha recibido debemos dar la bienvenida. 3. Debemos tener cuidado de imponer una uniformidad antibíblica sobre las iglesias. Cada iglesia debe edificarse sobre la palabra de Dios, y en asuntos que no están absolutamente claros, los ancianos locales tienen que escudriñar la palabra de Dios y aplicar los principios a su situación específica. Otras iglesias no deben de imponerle normas ni prácticas en tal situación. Los ancianos deben vigilar por su propio rebaño, no el rebaño de otros. 4. Cuando existe una necesidad o una oportunidad, una iglesia local gustosamente y voluntariamente debe cooperar con otras iglesias. Sin embargo, hay que tener cuidado en convertirse en una asociación sectaria exclusiva. Ninguna congregación debe sentirse obligada a unirse en tales asociaciones a menos de que los ancianos puedan hacerlo con la convicción firme que tal asociación es enteramente bíblica.

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IV. LA COMUNIÓN DEL CUERPO

13 EL BAUTISMO Nadie puede leer el Nuevo Testamento sin darse cuenta de que el bautismo ocupó un lugar muy importante en la vida y la práctica de la iglesia primitiva. Sin embargo, lo que una vez fue fuente de unidad entre los cristianos se ha convertido en un motivo de división y separación, entre una diversidad confusa de prácticas y creencias. Algunos practican el bautismo infantil mientras otros sostienen el bautismo del creyente. Algunas iglesias rocían a la persona, otras derraman agua encima de ella, y otras la sumergen. Hay creyentes que creen que nadie entrará a los cielos sin bautizarse, otros que el bautismo en sí es el medio de regeneración, y otros lo contemplan solamente como un símbolo. Pasar por alto esta diversidad de afirmaciones y creencias no es un asunto fácil. Sin embargo, el estudio de la doctrina bíblica del bautismo se simplifica al incluir estas cuatro preguntas y sus respuestas. 1. ¿Cómo se ejecuta el bautismo? (El modo del bautismo). 2. ¿Quién debe ser bautizado? (El recipiente del bautismo). 3. ¿Qué quiere decir bautismo? (El significado del bautismo). 4. ¿Por qué debemos ser bautizados? (Las razones para el bautismo). El Modo del Bautismo. Aunque la práctica del bautismo por inmersión, por rociamiento o por efusión es una de las diferencias más obvias que existen entre cristianos, no es en ninguna manera la pregunta más importante tocante a esta doctrina. Esto no quiere decir que la forma en como se haga es insignificante, pero sí es notar que existen otras preguntas que ocasionan temas de gran discusión. Las palabras “bautizar” y “bautismo” representan las letras o sonidos griegos por las letras en español. No son traducciones del griego baptizo y baptismos. Baptizo se deriva de un período antiguo de literatura griega, con el sentido consistente de “sumergir, meter o bañar”. De modo que, un barco hundido se dice ser “bautizado”. Cuando una persona se ahogó, cuando un fragmento de tela fue bañado en tinte, o cuando alguien se bañó, la palabra baptizo muchas veces fue usada para describir tal acción. De esta manera, el sentido usual de la palabra categóricamente favorece la práctica de inmersión.

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En la Septuaginta, la traducción griega del Antiguo Testamento, la palabra baptizo ocurre solamente dos veces en los libros canónicos. En 2 Reyes 5:14, se refiere a Naamán quien se zambulló siete veces en el río Jordán, una acción que ciertamente implica inmersión. En Isaías 21:4, se usa metafóricamente, “la noche de mi deseo se me volvió (me cubrió completamente) en espanto”. En los libros apócrifos, se usa dos veces describiendo el acto de bañarse (Judit 12:7; Sirach 34:25). También, los judíos en la época del Nuevo Testamento practicaron el bautismo de los prosélitos gentiles. Como el judío erudito Israel Abrahams dice de esta práctica, “No había ningún motivo para dudar que el bautismo judaico del primer siglo a. C. era por inmersión total”.98 R. E. O. White nota con relación a este bautismo prosélito, una forma de la cual aparentemente imitó Juan el Bautista, “Que la forma de bautismo prosélito fue por inmersión total se sobreentendió por los requisitos del Talmud en cuanto al tamaño del estanque de inmersión y la cantidad de agua (unos 400 litros); por las provisiones de modestia implicando desnudez; por las discusiones prolongadas (en la literatura rabínica) tocante al contacto total con el agua; y por el antecedente de las purificaciones levíticas”.99 Por consiguiente, la inmersión no solamente es el sentido básico de la palabra baptizo, sino era la práctica judaica que los cristianos antiguos conocían muy bien.100 Sin embargo, la palabra baptizo no siempre significa inmersión completa en agua ni en la literatura secular ni en el Nuevo Testamento. A veces se usa metafóricamente del bautismo por el Espíritu (Mat. 3:11, 14; Marc. 1:8; Jn. 1:33; Hch. 1:5; 1 Cor. 12:13) y de la muerte de Cristo (Marc. 10:38-39; Luc. 12:50). En Lucas 11:38, baptizo describe un lavamiento ceremonial, que tal vez significaba sumergir los brazos en agua. No hay ningún ejemplo en el Nuevo Testamento donde baptizo se usa en una forma no metafórica cuando el sentido de inmersión no es apropiado. Además, el lenguaje griego tiene palabras muy claras para rociar (rantizo) y efusión (epicheo, proschusis) pero estas no son usadas. También, hay bastante énfasis en cuanto a la existencia de un cuerpo de agua cuando el bautismo ocurre (Marc. 1:9-10; Jn. 3:23; Hch. 8:3639), una verdad no muy necesaria si se hace el bautismo por efusión o por rociamiento. La observación de Saucy es muy singular en cuanto a Hechos 8:36, cuando el eunuco pidió ser bautizado al llegar a una extensión de agua; “sin duda llevaba suficiente agua en su caravana para que fuese bautizado por aspersión o efusión en cualquier momento”.101 A principios del siglo segundo, la Didache (“La Enseñanza de los Doce Apóstoles”) dio instrucciones detalladas en cuanto a la práctica del bautismo.102 En este documento algo legalista, se especifica que éste debe ser ejecutado en agua “viva” (i.e. corriendo). Si el agua corriendo no era disponible, el agua fría podría usarse, y como una posibilidad final, se podría 98

Citado por R. E. O. White, The Biblical Doctrine of Initiation, p. 63. White, p. 63. 100 “El judaísmo pre-cristiano ya conocía los lavamientos bautismales en la forma de inmersión, los lavamientos levíticos (Lev. 14:8-9), y el bautismo de los gentiles quienes se convirtieron al judaísmo, el así llamado bautismo de los prosélitos”. Johannes Warns, Baptism, p. 18. 101 Robert Saucy, The Church in God's Program, p. 210. A veces se pregunta cómo podían tantos ser bautizados en Hechos 2:41. “La dificultad no impresiona al que tiene conocimiento de las provisiones numerosas de la Mishna en cuanto a albercas de inmersión. No hay duda razonable que esta provisión existía en Jerusalén en exceso de cualquier demanda . . . Cuando Tito sitió la ciudad, aunque muchos miles murieron por hambre, nada se menciona de la escasez de agua . . . Entre las cisternas innumerables en Jerusalén había treinta y siete en el área del templo. Una de estas tenía la capacidad de ocho millones de litros”. R. E. O. White, p. 132, n. 5. 102 Didache 7. 99

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usar agua tibia. Si había escasez de agua, se podía echar agua tres veces encima de la cabeza del creyente. Sin duda, entonces, la inmersión era la práctica normal. Ya que una palabra distinta se usa para efusión (ekcheo), es evidente que baptizo no fue usado para expresar tal idea. Esta diversidad de evidencias dejan poca duda de que la iglesia practicó el bautismo por inmersión. Y solamente cuando éste es hecho así llena su completo y rico simbolismo y significado bíblico. Como Juan Calvino reconoció: “La mismísima palabra bautizar, sin embargo, significa sumergir, y es cierto que la inmersión fue la práctica de la iglesia antigua”.103 Los Recipientes del Bautismo. El asunto de quién debe ser bautizado es más básico y fundamental que el modo. El bautismo de niños infantes se ha practicado por siglos, pero ¿tiene apoyo bíblico? Este tema ha llegado a ser muy discutido en la teología moderna y tiene consecuencias importantes para la doctrina de la iglesia. El Nuevo Testamento enseña que creyentes, y sólo creyentes, fueron bautizados. El bautismo infantil simplemente no se halla como práctica bíblica. Los siguientes pasajes son pertinentes. Mateo 28:19-20 “Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándoles en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado”. El bautismo es para discípulos maduros, capaces de recibir enseñanza. Hechos 2:41 “Así que, los que recibieron su palabra fueron bautizados”. Hechos 8:12 “Pero cuando creyeron a Felipe, que anunciaba el evangelio del reino de Dios y el nombre de Jesucristo, se bautizaban hombres y mujeres”. Hechos 8:35-39 Aunque el versículo 37 no se halla en los manuscritos griegos más confiables, no hay duda que el eunuco había creído en Cristo antes de ser bautizado. Hechos 9:18 “Y al momento le cayeron de los ojos como escamas, y recibió al instante la vista; y levantándose, fue bautizado”. Note que la conversión antecede el bautismo. Hechos 10:47 “Entonces respondió Pedro: ¿Puede acaso alguno impedir el agua, para que no sean bautizados estos que han recibido el Espíritu Santo también como nosotros?” Hechos 16:14-15 “. . . y el Señor abrió el corazón de ella para que estuviese atenta a lo que Pablo decía. Y cuando fue bautizada, y su familia . . .” Hechos 16:33-34 “y en seguida se bautizó él con todos los suyos. Y llevándolos a su casa, les puso la mesa; y se regocijó con toda su casa de haber creído a Dios”. Hechos 18:8 “Y Crispo, el principal de la sinagoga, creyó en el Señor con toda la casa; y muchos de los corintios, oyendo, creían y eran bautizados”. Hechos 19:4-5 “Dijo Pablo: Juan bautizó con bautismo de arrepentimiento, diciendo al pueblo que creyesen en aquel que vendría después de él, esto es, en Jesús el Cristo. Cuando oyeron esto, fueron bautizados en el nombre del Señor Jesús”. 103

Juan Calvino, Institutes of the Christian Religion, IV, 15, 19. 73

Estos pasajes demuestran que la fe era el requisito indispensable para el bautismo. Es fidedigno al registro bíblico decir que cada uno en la iglesia apostólica que creyó fue bautizado. Como comenta F. F. Bruce, “La idea de un cristiano no bautizado simplemente no se encuentra en el Nuevo Testamento”.104 También, es verdad que no existe un ejemplo en el Nuevo Testamento respecto al bautismo infantil. B. B. Warfield es conducido por esta verdad a una conclusión desesperada: “El documento justificativo para el bautismo infantil no debe ser buscado en el Nuevo Testamento, sino en el Antiguo Testamento”.105 También, es verdad, como Kurt Aland ha concluido después de un estudio amplio de la literatura cristiana antigua, “Hasta el día de hoy, nadie puede demostrar un caso del bautismo de un infante en la época antes de 200 a. C.”106 Los que disputan a favor del bautismo infantil107 ponen mucho énfasis en tres argumentos. El primero es sugerir que el bautismo es un rito iniciativo a la comunidad del pacto que ha reemplazado la circuncisión. El apoyo bíblico para este argumento, dicen, se encuentra en Colosenses 2:11-12. Sin embargo, la crítica de R. E. O. White es digna de atención. “La premisa en si, igualando el bautismo cristiano con la circuncisión, es más que dudosa. Ciertamente los dos ritos no eran equivalentes a la vista de los judíos, porque las dos cosas fueron necesarias para los prosélitos. Jesús mismo, y toda la membresía de la iglesia - de Pentecostés a Cornelio - fueron circuncidados y bautizados; así también fue Timoteo, después de bautizarse (Hch. 16:3), 'una acción incomprensible si Pablo creía que el bautismo había tomado el lugar de la circuncisión.' (H. Martin). Los judíos convertidos no dejaron de circuncidar a sus hijos . . . Pablo nunca insiste que el bautismo ha reemplazado la circuncisión, aun en los contextos donde tal argumento le habría servido bien - por ejemplo, haciendo iguales a gentiles y judíos bajo el pacto, o combatiendo la necesidad de la circuncisión. En fin, declarar que el bautismo ha suplido la circuncisión, habría resuelto el asunto ante el concilio en Jerusalén, pero ninguna sugestión se ve que este argumento ocurrió en cualquiera de las dos partidas”.108 Un segundo argumento ofrecido por los que están a favor del bautismo infantil es que negarlo sería rechazar la invitación del Señor en Mateo 19:14, “Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de los cielos”. Se dice que un episcopal se había esforzado por convencer a un bautista de esto. El bautista contestó con Salmos 136:20: “Y a Og rey de Basán, Porque para siempre es su misericordia”. Preguntado qué relación posible tenía este pasaje con el de bautismo infantil, él contestó: “¡Ninguna, exactamente la misma que la suya!” Tal vez, no es justo tratar un argumento serio en una manera liviana, pero la verdad es que Mateo 19:4 es totalmente ajeno al tema de bautismo infantil. ¡El bautismo de creyentes ciertamente no niega la invitación para la salvación de los niños! Un argumento final es el uso de la palabra “familia” o “casa” en pasajes como Hechos 16:14-15, 33-34, y 1 Corintios 1:16. En ninguno de estos pasajes se menciona infantes específicamente, y en Hechos 16:34, se dice explícitamente que el carcelero de Filipos creyó 104

F. F. Bruce, Acts, New International Commentary, p. 77. B. B. Warfield, Studies in Theology, p. 399. 106 Kurt Aland, Did the Early Church Baptize Infants? p. 102. Este libro es parte de un argumento propuesto por Oscar Cullmann, Baptism in the New Testament, y Joachim Jeremías, Infant Baptism in the First Four Centuries, ambos que disputan a favor del bautismo de infantes. 107 Presentaciones evangélicas a favor del bautismo infantil abarcan John Murray, Christian Baptism, y Dwight H. Small, The Biblical Basis for Infant Baptism. 108 R. E. O. White, pp. 210-211. 105

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“con toda su casa”. En Hechos 18:8, la casa entera (que abarcaría tanto siervos como niños) de Crispo creyeron. En el caso de Lidia (Hch. 16:14-15), su esposo no se menciona. Aparentemente ella era o soltera o viuda, y la posibilidad de que tuviera niños infantes es algo remoto. En todo caso del bautismo de familias, no hay ninguna divergencia de la norma de fe y después bautismo. No hay un argumento persuasivo que sostenga la doctrina del bautismo infantil. El testimonio del Nuevo Testamento, y la naturaleza del bautismo, apoya el de creyentes. El bautismo en la iglesia apostólica sigue inmediatamente después de la profesión de fe en Cristo, sin tardar. Por esta razón, no existe el concepto de un cristiano que no haya sido bautizado. Como dice H. Wheeler Robinson, “Pablo nunca se confrontó con la anomalía de un creyente no bautizado”.109 El Significado del Bautismo. Llegando al significado de esta ordenanza, es de gran importancia distinguir entre los dos usos de la palabra “bautismo” en el Nuevo Testamento. En el bautismo del Espíritu Santo, él mismo coloca a cada creyente dentro del cuerpo de Cristo (1 Cor. 12:13). Esta acción ocurre al instante que uno pone su fe en Cristo, y es el cumplimiento de la promesa del Señor Jesucristo (Mat. 3:11, 14; Hch. 1:5). El día de Pentecostés fue el nacimiento de la iglesia (Hch. 11:15-17) y fue la primera ocasión de la obra bautizadora del Espíritu. Por este bautismo somos unidos a Cristo y su cuerpo. Es a esta obra que Romanos 6:1-10 y otros pasajes similares se refieren. El bautismo en agua es el símbolo visible y externo del bautismo del Espíritu. Ya que la misma palabra se usa, indica que hay una relación estrecha entre la realidad espiritual y la señal externa, visible. Notemos varios puntos: 1. El bautismo con agua no es necesario para recibir al Espíritu Santo, como la experiencia de Cornelio demuestra (Hch. 10:43-48). 2. El bautismo con agua no es necesario para recibir el perdón de pecados (Hch. 10:4348). 3. Aunque el bautismo con agua se relaciona con el perdón y el bautismo del Espíritu, no es el instrumento del perdón y la recepción del Espíritu. Sin embargo, porque la profesión de fe en Cristo fue seguido inmediatamente por el bautismo con agua como la proclamación visible de su fe, el tiempo del bautismo del Espíritu y con agua eran casi simultáneos. Las aguas del bautismo no salvan. El testimonio consistente y uniforme de las Escrituras es que una persona se salva por la fe sola, y únicamente a base de la muerte expiatoria de Cristo. Solamente él puede lavar los pecados y traer la vida eterna. Es por su Espíritu que somos unidos a Cristo y los méritos de su muerte son contados a nosotros. Los versículos que dan la impresión de que el bautismo salva son malentendidos al hacer de éste una obra que trae la salvación. El bautismo es la confesión exterior, visible, de la fe, expresada en acción, no en palabras. Sin fe, éste no vale nada. Con fe genuina, el bautismo es la expresión dramática de la realidad interior. Declarar la fe y rechazar el bautismo en el tiempo

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Citado por White, p. 201. 75

apostólico era echar a dudas a la realidad de esta profesión.110 El bautismo nos “salva” (1 Ped. 3:21) en el mismo sentido que la entrega de anillos “nos casa” con la otra persona. No es el anillo de bodas que nos une a nuestro cónyuge. Pero ese anillo es una señal visible de nuestro compromiso amoroso tal como el bautismo con agua es la señal visible a Dios, a los creyentes, y al mundo, de nuestra fe en Cristo Jesús. Es la expresión de fe hacia Dios, que brota de una conciencia buena, y limpia de culpa por el Señor Jesús (1 Ped. 3:21). Este propósito divino del bautismo con agua hace que la demora por bautizarse sea incongruente, como sería el hacer votos de matrimonio y posponer la entrega de anillos. La señal visible y la realidad invisible corresponden. El bautismo con agua es, bíblicamente, el rito de iniciación a la vida cristiana y a la comunidad profesante de creyentes.111 Ya hemos notado que el bautismo fue una práctica universal; cada creyente fue sumergido en agua. Siendo que los requisitos para entrar en la iglesia local son iguales que los para la entrada en el cuerpo de Cristo, el bautismo señaló la entrada a la congregación local de creyentes. Las Razones para el Bautismo. Ahora resulta obvio por qué los cristianos deben bautizarse. En resumen: 1. El Señor Jesucristo específicamente manda que debemos bautizarnos en agua (Mat. 28:16-20). Es un acto que él vincula al discipulado, y tenemos que entender que no podemos ser obedientes y a la vez rechazar el bautismo. 2. Los apóstoles también ordenaron que los creyentes fueran bautizados. Pedro no simplemente pidió que Cornelio fuera bautizado, sino “mandó bautizarles en el nombre del Señor Jesús” (Hch. 10:48). 3. La naturaleza del bautismo es como un compromiso con Dios (1 Ped. 3:21) y como una proclamación visible de fe en Cristo. Por lo que resulta obligatorio, como el rito de iniciación de la fe cristiana. 4. El bautismo fue practicado universalmente por la iglesia primitiva, de modo que no sabemos absolutamente nada de creyentes no bautizados. Pero, al enfatizar la importancia del bautismo, no debemos exagerarla. Si el bautismo fuera necesario para la salvación, Pablo no hubiera expresado lo de 1 Corintios 1:14-17. “Doy gracias a Dios de que a ninguno de vosotros he bautizado, sino a Crispo y a Gayo, para que ninguno diga que fuisteis bautizados en mi nombre. También bauticé a la familia de Estéfanas; de los demás, no sé si he bautizado a algún otro. Pues no me envió Cristo a bautizar, sino a predicar el evangelio; no con sabiduría de palabras, para que no se haga vana la cruz de Cristo”.

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La situación hoy en día por desgracia ha sido obscurecida por debate en cuanto al bautismo. Muchos cristianos genuinos nunca han sido bautizados siendo creyentes, aunque es mi convicción que solamente el bautismo del creyente es bautismo bíblico. 111 Este no debe ser interpretado como una declaración que sólo a los que se han sujetado al bautismo del creyente se les debe permitir entrar a la comunión de una iglesia local. Como muchos creyentes creen sinceramente en el valor de su bautismo cuando eran infantes, sería un error excluirles de la vida de la asamblea. Ellos no están desobedeciendo la Escritura concientemente. 76

Aunque el Señor Jesucristo fue bautizado y mandó que sus discípulos bautizaran (Jn. 4:12), “en cambio, no dejó instrucciones detalladas en cuanto al sentido y el valor del bautismo cristiano, no incluyó el bautismo a los doce o a los setenta que fueron enviados, y no exigió bautismo (hasta donde sabemos) de los convertidos como Leví, Zaqueo, o María Magdelena. Entonces, ni el rechazo del bautismo como un rito meramente externo, ni la insistencia que sea necesario para salvación puede pretender tener su autorización”.112 Un creyente que nunca ha sido bautizado está en una situación irregular. Seguramente él es salvo. Pero ha descuidado un mandamiento directo de su Salvador y ha quitado de un acto rico y significante su sentido bíblico. Siguiendo los ejemplos en la Biblia, un creyente nuevo debe bautizarse por inmersión lo más pronto posible después de su conversión, para empezar inmediatamente la vida de obediencia a su Señor. La palabra a cada creyente es: “Ahora, pues, ¿por qué te detienes? Levántate y bautízate . . .” (Hch. 22:16).

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R. E. O. White, p. 110. 77

14 “BIENVENIDO HERMANO”: LA COMUNIÓN DE LOS SANTOS Se cuenta de la señora McTavish, una viuda de edad avanzada, quien vivía en un pueblecito escocés y adoraba a Dios los domingos en su propia casa junto con el señor MacIntosh, su jardinero y ayudante. Un día, el ministro de la iglesia del pueblo le dijo: “Señora McTavish, ¿será posible que piensa que usted y el señor MacIntosh son los únicos cristianos en el pueblo?” Ella le miró cara a cara, y con un suspiro pequeño admitió: “Bueno, no estoy completamente segura de MacIntosh”.113 Es una desgracia que una anécdota como ésta tenga tanta relación a la vida actual. Existen individuos y grupos “cristianos” quienes parecen haber decidido demostrar sus sospechas y su separación de todos los demás quienes profesan conocer al Señor Jesús. Resulta demasiado fácil enfatizar las cosas que nos separan, sin escatimar el costo de la unidad esencial hecho por el Espíritu de Dios. Es muy importante que la palabra de Dios, y solamente la palabra de Dios, sea nuestra guía en cuanto a la membresía de una iglesia y en la recepción de creyentes que vienen de otras. La Lista de Socios en una Iglesia Local. El Nuevo Testamento dice muy poco en forma directa en cuanto a la nómina de socios en la iglesia local. La Biblia no distingue entre los requisitos para pertenecer al cuerpo de Cristo, la iglesia universal, o hacerse socio en su manifestación local. Hort dice, “No hay una indicación que Pablo consideraba los requisitos para hacerse miembro en la Ecclesia universal como distinto de los requisitos para juntarse a la Ecclesiae parcial y local . . . La Ecclesia universal tanto como la Ecclesiae parcial, están compuestas de personas que han creído, y para quienes el bautismo era la expresión exterior de lo que fue comprendido en esta creencia . . .”114 No existe evidencia de que los cristianos del Nuevo Testamento tenían nóminas de socios ni que exigían compromisos a un credo doctrinal muy desarrollado con creencias específicas tocante a la libertad cristiana, ya que tales prácticas no existieron. Quien había creído en el Señor Jesús y había confesado ésta fe por medio del bautismo, era agregado al grupo de hermanos en comunión y así, “perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones” (Hch. 2:41-42). 113 114

H. L. Ellison, The Household Church, p. 23. F. J. A. Hort, The Christian Ecclesia, p. 169-70. 78

En la iglesia primitiva, la participación no era un concepto formal y estático como lo que comunica la idea moderna de hacerse miembro. Al contrario, era un concepto dinámico de participación en la vida común, y en la comunión. Esta comunión todavía está abierta hoy a cada persona que cree genuinamente en el Señor Jesucristo. En las circunstancias de hoy me parece que para muchos esta idea es muy difícil de comprender. Es más fácil entender el sistema de apuntar su nombre a una lista de miembros. Pero la Biblia exige la comunión entre los creyentes, una participación de vida en el Salvador. Como hemos procurado demostrar, en las Escrituras, la vida en su cuerpo fue diseñada para ser una comunión centrada en Cristo, resultando del deseo de los miembros de edificarse los unos a los otros para un ministerio mutuo del uso de los dones espirituales. No es suficiente “afiliarse a una iglesia” o asistir a los servicios. La pasividad en la vida de la asamblea está en contra de la voluntad de Cristo. De la misma manera, admitir a incrédulos a la comunión es una contradicción directa a la naturaleza de la iglesia de Dios.115 En un contexto hostil al evangelio, este asunto es menos difícil que en países “cristianos” donde hay multitudes de personas que llevan el nombre, pero nunca han conocido ni creído en el Salvador. Por lo que es la responsabilidad de los ancianos averiguar la realidad de la profesión de un hombre. No obstante, como en la iglesia neotestamentaria, habrá algunos cuya profesión parecerá creíble, y solamente el tiempo revelará su carácter falso (Hch. 20:29; 2 Cor. 13:5; 2 Ped. 2:1; 1 Jn. 2:18-19; Jud. 4). Esto no debe producir descuido. Al contrario, la posibilidad de una profesión falsa quiere decir que debemos explicar con lucidez la única norma de fe salvadora en Cristo para pertenecer a su iglesia . Además de la fe y el bautismo, no hay requisitos para llegar a ser miembro en la iglesia local, aunque hay asuntos que exigen disciplina. Sin embargo, es importante observar que la realidad de la fe puede ser probada, no sencillamente por el bautismo, sino por la creencia de uno en cuanto al Señor Jesucristo. “¿Quién es el mentiroso, sino el que niega que Jesús es el Cristo?” (1 Jn. 2:22). “En esto conoced el Espíritu de Dios: Todo espíritu que confiesa que Jesucristo ha venido en carne, es de Dios; y todo espíritu que no confiesa que Jesucristo ha venido en carne, no es de Dios” (1 Jn. 4:2-3). “Por tanto, os hago saber que nadie que hable por el Espíritu de Dios llama anatema a Jesús; y nadie puede llamar a Jesús Señor; sino por el Espíritu Santo” (1 Cor. 12:3). Nadie debe ser recibido como miembro de una iglesia sino afirma voluntariamente la plena deidad del Señor Jesús, la realidad histórica de su encarnación, la completa eficacia salvadora de su muerte, y la verdad de su resurrección corporal. 116

La iglesia local es una comunión que se fundamenta en la verdad, no meramente en emociones y el que predica un Cristo diferente y un evangelio ajeno queda bajo el anatema de Dios, sin que se le pueda permitir participar en la misma (Gál. 1:6-9). 115

Hay una discusión estimable en Alfred F. Kuen, I Will Build My Church, pp. 127-160, 253-279. “Hoy en día, la condición en las grandes iglesias trae a la memoria las palabras de Rufus Jones quien dijo que nuestras iglesias se parecen al encerradero del chivo de Robinson Crusoe - los que están adentro son tan desordenados como los que viven afuera” (p. 131). 116 No quiero ser malentendido como quien rechaza a los que no concuerdan con una doctrina particular en cuanto al bautismo. Hemos recibido gustosamente en nuestra asamblea a personas que no han sido bautizadas después de creer (sino como infantes). Hemos explicado nuestra convicción de la verdad del bautismo del creyente, pero porque creen que son verdaderamente bautizados, los hemos recibido en base a su fe en Cristo. Una doctrina aun tan importante como el bautismo no puede llegar a ser más primordial que nuestra vida común en Cristo. Resulta interesante saber que algunos de los recibidos en esta forma han sido bautizados más tarde. 79

No obstante, muchas iglesias han establecido requisitos más allá de esto, y se niegan tener comunión con los que no están de acuerdo con su posición en asuntos como: la libertad cristiana, creencias escatológicas y afiliación eclesiástica. Pero tales reglamentos no son bíblicos, y siempre elevan distinciones menores a requisitos mayores. “La pregunta importante es ésta: ¿Es la iglesia local una institución de los edificados o de edificación? ¿Es un grupo de personas quienes ya son perfectas o quienes están en el proceso de ser perfeccionadas?”117 La Biblia enseña varios principios en cuanto a la comunión: 1. Debemos recibir a los que no están de acuerdo con nosotros en asuntos de la libertad cristiana (Rom. 14:1, 3; 15:7). Este tema era un problema constante en el Nuevo Testamento. Hoy en día es común para los cristianos ser más específicos que la palabra de Dios en cuanto a lo que es, y lo que no es, la conducta cristiana aceptable. La tendencia de imponer uniformidad absoluta en tales cuestiones es rechazada directamente por las Escrituras. 2. Debemos recibir sin hacer acepción de personas (Ef. 2:11-21; Stgo. 2:1-5). El hecho de ser judío o gentil, negro o blanco, rico o pobre, no debe afectar el pertenecer a la comunión de la iglesia local. Es triste confesar fe en el Señor Jesús y a la vez permitir que estas barreras existan. No podemos dejar que nuestra sociedad establezca las normas en un asunto tan importante. 3. Debemos recibir a nuestro hermano en base a su fe en Cristo, no en la plenitud de su entendimiento doctrinal (Hch. 18:24-28). Cuando Apolo llegó a Efeso, su conocimiento doctrinal era muy incompleto. No le fue negada la comunión. Al contrario, fue recibido al único lugar donde podría conseguir instrucción precisa. “La comunión no depende del conocimiento de uno, sino en a quién conoce”.118 4. Debemos recibir a nuestro hermano en base a la vida en Cristo y no en la afiliación eclesiástica. J. N. Darby, cuyo nombre frecuentemente es ligado con exclusividad y sectarismo, ha hecho un comentario importante tocante a este punto, punto que él y sus seguidores a veces no obedecieron: “Supongamos que alguien, conocido como piadoso y sano en la fe, que no ha dejado un sistema eclesiástico, y piensa que la Escritura favorece un ministerio ordenado, se goza al tener la oportunidad (de participar en la cena del Señor). Supongamos que está de visita. ¿Debe ser excluido porque él es de un sistema en que su conciencia no está iluminada, al contrario, es de un sistema que él piensa es más correcto? El es un miembro piadoso del cuerpo, conocido como tal; ¿debe ser excluido? Si es así, estamos diciendo que la luz doctrinal que uno tiene, dicta su ingreso a comunión, y la unidad del cuerpo es negada por esta asamblea que le rechaza. Sin embargo, estamos abandonando el principio de congregarnos como miembros de Cristo andando en santidad, y la concordancia con nosotros es establecida como la norma, y la asamblea se convierte en una secta corriente, con los miembros como cualquier grupo . . . Quizá dé más problemas y requiera de más cuidado el tratar cada situación por sus méritos, a base del principio de la unidad de todos los miembros de Cristo, que decir: 'No pertenece a nosotros, no puede venir'; pero se destruye así el principio de congregarse”.119

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Norman L. Geisler, “Let's Drop Unbiblical Rules for Church Membership”, Christianity Today, 31 de enero de 1969, p. 18. 118 William MacDonald, Christ Loved the Church, p. 28. Este capítulo debe mucho a la discusión de este autor. 119 Citado por W. E. Vine, The Church and the Churches, p. 87. 80

Una palabra final, en cuanto al tema de membresía. El Nuevo Testamento ignora la idea de creyentes solitarios, creyentes sin una relación definida a una congregación local. Así pues, un cristiano sin un “hogar” eclesiástico queda fuera del patrón establecido por Dios. Más, la comunión en una congregación lleva la responsabilidad de una comunión continua. No debemos dejar de “reunirnos, como algunos tienen por costumbre” (Heb. 10:25). La Recepción de Otros Creyentes. Una pregunta estrechamente vinculada a la comunión en la iglesia local es la recepción de creyentes que están de visita. Los principios básicos que hemos enumerado se aplican aquí también. La bienvenida debe extenderse a todos los creyentes genuinos. 1. Ellos tienen que dar un testimonio sincero y genuino de su fe en Cristo. 2. Es preciso que sean sanos en la doctrina tocante a la persona y la obra de Cristo (2 Jn. 10). 3. Ellos no deben de estar bajo la disciplina de otras iglesias locales. Si son culpables de una ofensa que debía haber resultado en disciplina, pero que ésta no se llevó a cabo a causa de la negligencia de otras iglesias, deben ser rechazados. Creyentes que viajan a una localidad donde no son conocidos, pueden seguir el ejemplo bíblico, demostrando la cortesía cristiana, si llevan consigo una carta de recomendación de su iglesia local (Rom. 16:1; 2 Cor. 3:1). Una carta simplifica en gran manera la recepción de la persona y facilita “que la recibáis en el Señor, como es digno de los santos” (Rom. 16:2). La comunión de todos los creyentes es una verdad del Nuevo Testamento. Es una comunión, en primer lugar, con el Cristo resucitado que une en el Espíritu a todos los creyentes. Esta unidad tiene que demostrarse por la iglesia local. El sectarismo es un peligro actual contra el cual hemos de estar vigilando. Una necesidad apremiante de nuestros días es una demostración práctica y bíblica de la unidad del cuerpo de Cristo. Esta manifestación puede realizarse manteniendo firme y consistente-mente los principios bíblicos de la comunión y recepción en la iglesia.

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15 LA DISCIPLINA EN LA IGLESIA LOCAL Hace poco, en una conferencia de psicólogos en Los Ángeles, California el orador de apertura expresó que el desastre social más grande del siglo es la creencia de que el amor abundante hace superflua la disciplina.120 La verdad de esta observación es evidente al hacer una consideración imparcial de la condición del hogar y la familia en la Norteamérica contemporánea. Esta observación es aplicable también a la iglesia local, donde la disciplina aparentemente es casi desconocida, y la excomunión resulta ser anacrónica como el quemar a las brujas. Un cuerpo sano no sólo procura evitar enfermarse, sino también socorre a los miembros que han sido dañados o afectados. La disciplina está ligada con el cuidado del Padre por nosotros como sus hijos, porque “Dios os trata como a hijos; porque ¿qué hijo es aquel a quien el padre no disciplina?” (Heb. 12:7). Esta disciplina, a veces se lleva a cabo directamente por la cabeza de la iglesia (1 Cor. 11:29-32), pero muchas veces, por medio de su iglesia. La palabra de Dios es muy específica en cuanto a ésta, y provee instrucciones del propósito de la disciplina, los problemas que la exigen, y el procedimiento en ejecutarla. El Propósito de la Disciplina. La disciplina tiene que llevarse a cabo según las instrucciones bíblicas. La iglesia local no tiene el derecho de ser ni más relajada ni más rígida que las Escrituras. Es muy importante que el propósito de ésta se considere a la luz de la palabra de Dios. Si no mantenemos firmes este propósito, es probable que la disciplina descienda al nivel de venganza o de humillación de los transgresores. En primer lugar, la finalidad en la vida del trasgresor es la restauración. “Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre” (Gál. 6:1). La palabra que Pablo usa describe el remendar redes rotas o el inmovilizar huesos quebrantados, y comunica la idea de restauración a una utilidad completa. El apóstol no pide que “castiguemos a tal persona” y cualquier acción tiene que ejecutarse con esta meta.121 Un individuo puede ser restaurado por la experiencia de vergüenza (2 Tes. 3:14) y tristeza (2 Cor. 2:7). Esta no es “la tristeza del mundo”, un sentimiento emocional superficial de lástima por sí mismo, sino una tristeza piadosa, que resulta en arrepentimiento genuino ante Dios

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Citado por James Dobson, Moody Monthly, Dec. 1970, p. 29. “La disciplina piadosa siempre tiene la meta de restauración. El propósito es doble - inmediato y último: inmediato, que el errante aprenda la mente del Señor en un ejercicio profundo de corazón, que comprenda la pecaminosidad del pecado, y que sea otorgado la gracia de arrepentimiento y confesión; último, que la restauración completa sea establecida”. W. E. Vine, The Church and the Churches, p. 91. 121

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(2 Cor. 7:8-10). Es muy importante que la iglesia local dirija al trasgresor hacia Dios como la persona contra quien primeramente pecó, y a quien tiene que dar cuentas (Sal. 51). Un segundo propósito de la disciplina en la vida del cuerpo local es la santidad. La historia trágica de Ananías y Safira demuestra con qué seriedad mira Dios al pecado. La razón para esto es dada en 1 Corintios 5:6, “¿No sabéis que un poco de levadura leuda toda la masa?” El pecado grave, si no lo trata la congregación, tendrá un efecto debilitante sobre la vida espiritual del cuerpo entero y traerá crítica justificada de parte de los incrédulos en cuanto a la hipocresía de los cristianos. Un tercer propósito toca el efecto de disciplina a otros cristianos. “A los que persisten en pecar, repréndelos delante de todos, para que los demás también teman” (1 Tim. 5:20). La disciplina es un asunto serio, y tiene un efecto muy asombroso en la congregación. Cuando el pecado es pasado por alto, la indiferencia hacia éste es inevitable. Sin embargo, la disciplina induce una actitud muy distinta. Como Vine escribe: “La necesidad por el acto de disciplinar debe humillar a una asamblea ante Dios en profundo escudriñamiento y humillación. Existe la necesidad porque si los santos hubieran estado en una sana condición espiritual, andando en comunión con el Señor y en separación del mundo, el pecado por lo cual la expulsión fue necesaria, tal vez nunca hubiera sucedido”.122 Los Problemas que Exigen Disciplina. No hay insinuación en el Nuevo Testamento de que un cristiano esté libre de pecado. Una asamblea no es un grupo de hombres y mujeres totalmente santos e intachables. Pero, es importante identificar cuáles pecados exigen acción colectiva. No todo problema que surge en la vida de la iglesia encuentra una respuesta explícita, pero podemos nombrar principios básicos de los ejemplos bíblicos. Las siguientes situaciones demandan acción disciplinaria: 1. La abierta inmoralidad sexual (1 Cor. 5:1-13). 2. Los conflictos personales no resueltos (Mat. 18:15-20). Este pasaje, que es de gran importancia en cualquier discusión de la disciplina en la iglesia, se aplica básicamente al creyente que inflexible y continuamente rehúsa reconciliarse con su hermano. 3. Las contenciones (Rom. 16:17-18; Tito 3:10). Las causas de división pueden ser múltiples. La enseñanza falsa puede ser la causa como en Romanos 16:17 y Tito 3:10, o cualquier actitud crítica y parcial. El hecho de que algunos creyentes en Tesalónica se rehusaron a trabajar se condenó fuertemente por Pablo, no solamente porque estaba en contra de sus órdenes, sino porque estaba dividiendo la asamblea (2 Tes. 3:6-15). 4. La falsa enseñanza (Gál. 1:8-9; 1 Tim. 1:20; 6:3-5; 2 Jn. 9-11; Apo. 2:14-16). La disciplina por razones doctrinales concierne a las que son fundamentales en la palabra de Dios. Hay lugar para que creyentes evangélicos difieran en puntos de doctrina, y los límites de comunión no deben ser establecidos más estrechamente que lo que las Escrituras permiten. No quiere decir que una iglesia no debe tener fuertes convicciones doctrinales en toda la verdad bíblica, pero, dentro de éstas, tiene que haber libertad de interpretación. Cierto es que algunos podrán ser creyentes genuinos que afirman ideas falsas debido a su ignorancia o inmadurez. 122

W. E. Vine, p. 92. 83

Ellos deben ser considerados en otra forma de los que sí entienden la verdad básica del cristianismo y la rechazan.123 El Procedimiento de la Disciplina. Es muy importante la actitud de la congregación al disciplinar. Primeramente, debe llevarse a cabo “con espíritu de mansedumbre” (Gál. 6:1). No hay nada del espíritu de Cristo en una actitud de carácter vengativo y punitivo. Un segundo requisito es una actitud de perdón y amor: “Al contrario, vosotros más bien debéis perdonarle y consolarle, para que no sea consumido por demasiada tristeza. Por lo cual os ruego que confirméis el amor para con él” (2 Cor. 2:7-8). Tercero, un espíritu de fraternidad debe ser conservado. “Mas no lo tengáis por enemigo, sino amonestadle como a hermano” (2 Tes. 3:15). Al ver la inadecuada aplicación de la disciplina, muchas iglesias están indispuestas a realizarla. Sin embargo, no debemos tomar la disciplina levemente, y al mismo tiempo, como una ocasión para expresar enojo, sentimientos amargos y venganza. El error de los que han disciplinado en una manera imprudente y no cristiana es repugnante. Pero no debemos abandonar la disciplina bíblica por esta causa. El Nuevo Testamento expone un procedimiento para cumplir la disciplina. El pasaje esencial, aunque no se aplica a todo caso, se encuentra en las palabras del Señor en Mateo 18:1517: “Por tanto, si tu hermano peca contra ti, ve y repréndele estando tú y él solos; si te oyere, has ganado a tu hermano. Mas si no te oyere, toma aún contigo a uno o dos, para que en boca de dos o tres testigos conste toda palabra. Si no los oyere a ellos, dilo a la iglesia; y si no oyere a la iglesia, tenle por gentil y publicano”. El pasaje confronta los problemas entre personas, y tiene aplicación a otros asuntos relacionados con la disciplina. Revela que hay pasos preliminares para tomarse, con la esperanza de alcanzar un restablecimiento inmediato de un hermano. 1. Es la obligación del hermano espiritual (Gál. 6:1) y de la persona contra quien el pecado ha sido cometido, buscar una reconciliación. Nunca es lícito quejarse con otros o guardar amargura, y no procurar activamente la restauración. 2. Solamente después del paso inicial deben otros creyentes estar involucrados. Dos o tres cristianos espiritualmente maduros deben afiliarse con el creyente ofendido en el proceso de reconciliación. Estos testigos no solamente informarán acerca de la actitud del individuo, sino serán útiles en aclarar el problema y determinar la validez de la acusación. 3. Cuando estos pasos preliminares han sido tomados, si nada positivo resulta, el asunto se convierte en un asunto de la iglesia, y la acción tendrá que ser tomada por la asamblea entera. Algunas ofensas, de naturaleza pública, requieren otro procedimiento. En el caso de la inmoralidad en la asamblea de Corinto, se exigía acción inmediata, y no había necesidad de 123

“La llamada falsa doctrina en el Nuevo Testamento no es doctrina que es equivocada porque el interesado no está totalmente instruido o porque entienda mal el sentido de la Escritura. Es doctrina que es herética, de origen satánico, y acompañada por prácticas malas; es doctrina que se separa de comunión con el Señor. Hay dos extremos peligrosos: la apatía frente a la doctrina y la práctica falsa contaminará la iglesia; mientras que la severidad hacia el conocimiento limitado del individuo dividirá el cuerpo verdadero de Cristo”. Alexander R. Hay, The New Testament Order for Church and Missionary, p. 361. 84

procedimientos preliminares. Más bien, cuando se reunieron, fueron instruidos que tal hermano “sea entregado a Satanás para destrucción de la carne” (1 Cor. 5:4-5). Esta es una acción de la congregación entera, bajo el liderazgo de los ancianos, y seguramente no bajo la acción de un solo hombre o un grupo pequeño. Cuando una iglesia aplica disciplina, lo hace “En el nombre de nuestro Señor Jesucristo . . . con el poder de nuestro Señor Jesucristo (1 Cor. 5:4). Es en el contexto de la disciplina en la iglesia que la promesa es dada: “De cierto os digo que todo lo que atéis en la tierra, será atado en el cielo; y todo lo que desatéis en la tierra, será desatado en el cielo. Otra vez os digo, que si dos de vosotros se pusieren de acuerdo en la tierra acerca de cualquiera cosa que pidieren, les será hecho por mi Padre que está en los cielos” (Mat. 18:18-20). No toda la disciplina es idéntica. El primer nivel es una advertencia o amonestación por la asamblea (Tito 3:10). El rechazo de esta amonestación resulta en la acción más fuerte descrita en 2 Tesalonicenses 3:6, 14, que es el retiro de los derechos de comunión. Casi sin duda, significa el retiro de los derechos de comunión a la cena del Señor, y funciona al nivel personal tanto como al de la asamblea. La descripción más fuerte de la acción disciplinaria se encuentra en 1 Corintios 5:5. Es la que se toma contra un individuo que persiste en la inmoralidad. Entregar a alguien a Satanás para la destrucción de la carne,124 aparentemente quiere decir que el individuo viene a la esfera de Satanás, donde recibirá castigo físico. Obviamente, ésta es una acción que debe tomarse solamente en circunstancias extremas (en el caso de los de Corinto, el incesto fue implicado), y cuando hay una certeza de la dirección del Señor. Como hemos visto, el propósito de la disciplina es la restauración. Ciertamente esto abarca el arrepentimiento sincero y la restitución donde se requiere. En algunos casos, el cambio de pensamiento seguirá inmediatamente a la trasgresión, y no habrá necesidad de disciplina. En otros casos, tal cambio vendrá lentamente según la persona ceda a la voz del Espíritu Santo. Levantar la disciplina antes de éste cambio de actitud sería un error. A la vez, ésta no debe ejercerse cuando el arrepentimiento está presente y es sincero. La disciplina de la asamblea no es una sentencia: “Está excluido por ocho meses”, sino un remedio. Otro aspecto de la corrección que no debe descuidarse es la acción preventiva. La asamblea tiene que recibir exposición sistemática y práctica de la palabra de Dios. Además, los ancianos deben estar “pastoreando el rebaño” de tal manera que pueden anticipar y prevenir problemas. Es vergonzoso cuando les permiten desarrollarse y crecer mientras los ancianos asumen la política de no intervención. El mandamiento del Espíritu de Dios es “Mirad por vosotros, y por todo el rebaño” (Hch. 20:28). Los ancianos deben respetar la disciplina de otras iglesias. Recibir a un individuo que está bajo disciplina es una situación muy seria, y no debe realizarse a menos de que tal disciplina sea obviamente antibíblica. Las palabras de Robert Saucy concluyen acertadamente: “La disciplina de la iglesia en todas sus formas fue dada por la cabeza de la iglesia para la salud y bienestar del cuerpo. Evitar hacerla para mantener una reputación buena o una unidad falsa, sólo lleva a una vida enferma y débil en la iglesia”.125 124

“El poder de Satanás, aunque limitado, fue real. El destruiría la carne del delincuente. Esto quiere decir no sólo la carne como una fuente de perversidad moral (Rom. 7:5), sino también la carne física, una esfera en que Pablo recibió los ataques de Satanás (2 Cor. 12:7). Por lo menos, el sufrimiento aquí se entiende (Hch. 13:2), probablemente la muerte física (Hch. 5:5, 10; también 1 Cor. 11:30)”. C. K. Barrett, The First Epistle to the Corinthians (Harper and Row, 1968), p. 126. 125 Robert Saucy, The Church in God's Program, p. 26. 85

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V. EL MINISTERIO DE LA MUJER

16 EL MINISTERIO DE LA MUJER Actualmente, sería difícil encontrar a alguien que no haya pensado, por lo menos un poco sobre la cuestión del papel de la mujer en la sociedad moderna. Un salario justo para ellas, igualdad en contratos y promociones y participación plena en el proceso político - todos estos temas se han convertido en puntos comunes e importantes. Debido a la atención que las feministas han enfocado en injusticias, el creyente evangélico debe tener gratitud. Pero, en otras cuestiones el cristiano no está tan contento. Hay mucho que es simplemente la retórica de exageración, como por ejemplo, la declaración de Germaine Greer que “La mayoría de mujeres viven deprimidas de día en día en una 'nochecita' apática” y que “Las mujeres tienen muy poca idea de cuánto los hombres les odian”.126 Sin embargo, el estilo de vida lesbiana de muchas feministas radicales, el ataque persistente contra la institución de matrimonio, un llamamiento para una rebelión sexual “liberada” contra la moralidad bíblica, y el desdén hacia la maternidad no conducirán a la liberación sino a la degeneración y a la esclavitud de pecado. “¡Qué mujeres tienen los cristianos!” Esta fue la exclamación de admiración y asombro de un pagano llamado Libanius cuando tomó en cuenta el impacto del mensaje del evangelio en las mujeres en el mundo antiguo. Dada la preocupación hoy en día del papel de la mujer en la sociedad moderna, es bueno recordar que ningún movimiento ha exaltado el estado legal de la mujer como lo ha hecho la fe cristiana. A un nivel más personal, estoy convencido que una razón principal por la bendición de Dios sobre La Capilla Betania ha sido las vidas y los ministerios de mujeres espirituales. Desde mi primera experiencia con esta congregación, me había impresionado el impacto que ellas tienen en sus hogares, en sus vecindades, en sus amigos y conocidos y en la iglesia. No creo que existe una área de servicio cristiano o evangelismo donde Dios no está usándolas en una manera poderosa. El evangelismo, la enseñanza bíblica, el cuidado pastoral, la exhortación, ayuda práctica, oración, música - todas estas son actividades de las mujeres en nuestra congregación. En muchas maneras, el ministerio de ellas ha sido la columna vertebral de la vida de la asamblea.

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Citado en “Women's Lib: Beyond Sexual Politics,” Time, July 26, 1971, p. 36. 87

La palabra de Dios tiene mucho que decir en cuanto al servicio y ministerio de mujeres cristianas, y en sus enseñanzas está la semilla de la liberación genuina. A pesar de la percepción de muchos que Pablo representa el machismo a su máximo, el Nuevo Testamento, y especialmente el mismo apóstol, expone a las mujeres como teniendo un ministerio rico y significante en la iglesia de Dios. Por consiguiente, es de suma importancia que nuestro entendimiento del ministerio de ellas sea bíblico. Si la Biblia es verdaderamente la palabra de Dios, tenemos que rechazar esta actitud de una predicadora quien escribió en un boletín de la iglesia, “Como tal vez puede adivinar, no estoy de acuerdo con Pablo cuando habla de las mujeres en la iglesia, aunque me gusta mucho algunas cosas que mencionó”. Pero, ¿qué, en verdad, dijo Pablo y los otros escritores en la Biblia? Antes de examinar la cuestión específica del papel que juega la mujer en la sesión de la iglesia, debemos considerar el tema en una forma más amplia del ministerio espiritual de ella en la Escritura y de los principios sobre los cuales descansa. El Antiguo Testamento y el Papel de la Mujer. La enseñanza bíblica en cuanto a la relación entre hombres y mujeres está arraigada en el relato de la creación. Las palabras sencillas del Creador encierran un sentido profundo: “No es bueno que el hombre esté solo; le haré ayuda idónea para él (Gén. 2:18). Literalmente, las palabras son “ayuda que le corresponde”. Así, la mujer es una contraparte del hombre, física, intelectual y espiritualmente. Ella le es una ayudante, igual, adecuada y un complemento a todo lo que él es. Juntos, ellos son “Hombre” (Gén. 5:2). Desde los primeros capítulos de Génesis aprendemos que Eva comparte la naturaleza física de Adán (Gén. 2:21-23) y juntos comparten la imagen de Dios, una responsabilidad y un dominio dado por el Señor (Gén. 1:27-30). De esta manera, la mujer está al lado del hombre como su ayudante y complemento. Están ligados en una unidad e igualdad dada por Dios, pero no en uniformidad de responsabilidades y actividades. C. F. Hogg lo ha expresado bien en estos términos: “En la Escritura no hay una sugerencia de la inferioridad de la mujer ni de la superioridad del hombre. Cada uno es necesario al otro; son complementarios no competitivos; ella fue creada para ser ayuda adecuada para él, cumpliendo lo que le falta para que juntos formarán el hombre completo, el Adán (Gén. 5:2). Que Dios es la cabeza de Cristo no quiere decir que Cristo es inferior a Dios. Que el hombre es la cabeza de la mujer no quiere decir que ella es inferior a él. Es cierto que el hombre fue 'formado primero' (1 Tim. 2:13), pero ellos fueron creados juntos, ella 'del varón fue tomada' (Gén. 2:23), como está escrito: 'varón y hembra los creó' (Gén. 1:27)”.127 Este sentir de igualdad acompañada de distinción de función se halla a lo largo del Antiguo Testamento. Las mujeres tomaron una parte activa en la vida espiritual de Israel. Algunas ministraban en una capacidad especial en el tabernáculo (Ex. 38:8). Otras, como Sara, Rebeca, Raquel, María, Débora, Rahab, Ana, Noemí, Rut y Ester llenaron puestos significativos espiritual y nacionalmente. Algunas participaron en las comidas sagradas y en las grandes fiestas anuales (Deut. 16:11-14), y experimentaron apariciones especiales de Dios, como en el caso de Agar (Gén. 16:7), Sara (Gén. 18:9, 15) y la madre de Sansón (Juec. 13:3). Dios el Espíritu Santo 127

C. F. Hogg, W. E. Vine y W. R. Lewis, The Ministry of Women, p. 6. 88

vino sobre mujeres como también sobre hombres para compartir el don de la profecía y así tenemos a María (Ex. 15:20-21), Noadías (Neh. 6:14), Hulda (2 Rey. 22:14), la esposa de Isaías (Is. 8:3) y Ana (Luc. 2:36) llamadas profetisas. Aun con todos los privilegios otorgados a mujeres, había una distinción entre los papeles que ellas desempeñaban y los de los hombres. No existieron sacerdotisas en Israel, en contraste a las naciones paganas a su alrededor. Los hombres dominaban la vida pública de la nación, y las mujeres recibieron honor especial por su papel crucial dentro de la familia. Nadie puede negar que la mujer virtuosa de Proverbios 31:10-31 es librada, pero, también debemos reconocer que su responsabilidad y función difirieron de su marido. El Judaísmo y el Papel de la Mujer. En muchas maneras, la enseñanza de los rabinos parece ser casi un parodia del Antiguo Testamento. El concepto de Adán y Eva ante Dios compartiendo igualmente su imagen, aunque son asignados a papeles distintos y complementarios, parece desconocido a los rabinos. Leemos declaraciones como: “Gozoso es aquel cuyos hijos son varones, y ¡ay de aquel cuyos hijos son hembras!” y “Diez medidas de tontería han venido sobre el mundo, nueve para las mujeres y uno para el resto del mundo”.128 En cuanto a asuntos espirituales, este machismo llega a su cumbre. “Que las palabras de la Tora sean quemadas, no deben ser entregadas a mujeres”. “El hombre que enseña a su hija la Tora le enseña lascivia”. En la sinagoga, las mujeres tenían que quedarse en un lugar especial, muchas veces atrás de un biombo, y su presencia no fue contada hacia un quórum. El templo tenía su corte de mujeres, más allá de la cual solamente, a los hombres, se les permitía pasar. Como Oepke comenta, “La esposa no debe testificar, ni instruir a niños, ni orar en la mesa; ella no está obligada aún a guardar toda la Tora”.129 Claro que en el judaísmo existen enseñanzas más positivas que lo que estas citas indican. Sin embargo, la época de nuestro Señor Jesucristo se caracterizó por sentimientos muy antifeministas y es en este trasfondo que tenemos que leer el Nuevo Testamento. Era Josefo quien escribió: “La mujer es peor que el hombre en todo”.130 No es extraño, a la luz de tales actitudes tan rigurosas, que el libro de oraciones de la sinagoga instruye al hombre ofrecer esta diaria oración, “Te doy gracias, Señor, que tú no me has hecho un perro gentil ni una mujer”. El Señor Jesús y la Mujer. El hijo de Dios, en su vida terrenal luce en pleno contraste a las opiniones degradantes e inhumanas de sus contemporáneos los judíos. No existe una insinuación de parcialidad en sus actitudes y nunca hay una palabra indecente de sus labios contra las mujeres. Los rabinos enseñaban que un hombre no debía platicar con una mujer, ni aun a su propia esposa, en un lugar público. Por lo tanto, no es de extrañarse, que los discípulos estaban atónitos cuando regresaron y encontraron a Jesús enseñando cuidadosamente a una mujer, quien llevaba la estigma adicional de ser una samaritana (Jn. 4:27). Es por medio de ella que él empezó su 128

Las citas rabínicas que son halladas en esta sección fueron tomadas de un artículo en cuanto a las mujeres (gyne) por Oepke en Theological Dictionary of the New Testament, I, 781-784. Cf., también Joachim Jeremías, “The Social Position of Women,” Jerusalem in the Time of Jesus, pp. 359-376. 129 Ibid, p. 782. 130 Josephus, Contra Apionem, 2, 201. 89

ciega misionera entre los nativos de Sicar. Los rabinos no enseñaban la Tora a una mujer, pero el Señor Jesús se gozó cuando María se sentó a sus pies, y él la alabó por haber escogido “la buena parte”, es decir, lo opuesto de Marta, quien prefirió el papel habitual de servir (Luc. 10:38-42). Un grupo de mujeres, en su ministerio al Salvador, sostuvo a él y a sus discípulos económicamente (Luc. 8:2-4). Son ellas quienes se demoran en la cruz, y a ellas Dios da el privilegio de llegar primeros al sepulcro vacío. La actitud revolucionaria hacia las mujeres envuelta en el evangelio se resume por la comisión dada por el Señor resucitado de ser los primeros heraldos de su resurrección. No es de sorprenderse que a las mujeres les gustara estar con Jesús. “Nunca habían conocido a un hombre como este hombre - nunca habían visto otro igual.”131 Sin embargo, no debemos ignorar otro aspecto aquí. “Lo que es omitido acerca de las mujeres es tan importante como lo que es dicho”. 132Es muy significante que cuando el Señor escogió a los doce discípulos y mandó a los setenta, todos ellos eran varones. El Salvador trató con mujeres en una manera revolucionaria. Pero a ellas, él les asignó papeles públicos distintos a los de los hombres. Igualdad de valor no significa identidad de papel en el programa de Dios.

El Ministerio de la Mujer en la Iglesia Primitiva. Los discípulos no siempre captaron los pensamientos del Señor. Pero en la vida de la tierna iglesia, bajo el liderazgo del Espíritu, existían grandes oportunidades para el ministerio y servicio activo de las mujeres. Jesús había indicado el camino y los manuscritos de sus seguidores revelan el alcance de su liberación de los prejuicios de sus contemporáneos. El principio fundamental de ministerio en el cuerpo de Cristo es el de los dones espirituales. Cada creyente tiene, por lo menos, un don y no hay ninguna palabra que sugiera que algunos sólo estaban al alcance de los hombres y otros para las mujeres. Históricamente el don de apóstol fue dado sólo a doce hombres. Y porque este don no existe en la iglesia hoy día, la situación contemporánea es que cada uno de los demás dones son dados a ambos sexos. El don en la segunda categoría, en la edad apostólica, fue el de profecía y sabemos que las cuatro hijas de Felipe lo poseían (Hch. 21:9). Priscila casi seguramente tenía el don de maestra, y probablemente es correcto llamarla una “pastora- maestra” (Hch. 18:26). [Note que hablamos aquí de dones, no puestos]. Por consiguiente, una mujer puede tener cualquiera de los dones espirituales. Exhortación, evangelismo, administración, hechos que ayudan - todos estos y muchos más, Dios les ha conferido. En contraste severo a la idea judaica de que una mujer es como una esclava o una niña y por lo consiguiente no necesita recitar la Shema, está exenta de guardar toda la Tora, y no debe recibir instrucción en la escritura, el Espíritu Santo habilita a cada una para ministrar en la vida del cuerpo. Los hombres tienen que tener mucho cuidado de no apagar al Espíritu imponiéndoles restricciones antibíblicas. Ellas son un depósito de dones y habilidades divinamente dados que son de importancia vital para el bienestar de la iglesia local.

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Dorothy Sayers, Are Women Human? p. 47. Charles Ryrie, The Place of Women in the Church, p. 31. 90

El Nuevo Testamento indica que las mujeres desempeñaron otro papel importante en la vida de la iglesia. No funcionaban como ancianos, pero sí, ministraban como diaconisas (1 Tim. 3:11; Rom. 16:1). Las responsabilidades exactas no son dadas en detalle, pero una iglesia local puede usar a una mujer para llenar una capacidad significante en la vida congregacional, si la restricción de 1 Tim. 2:12, que ella no debe tener autoridad sobre el hombre, no se viola. Es significante que la misma carta que niega a la mujer autoridad sobre el hombre es la misma que sugiere el ministerio de diaconisa (1 Tim. 3:11) y contiene instrucciones detalladas acerca de las obligaciones de la iglesia de sostener a las viudas que han ministrado fielmente a los creyentes (1 Tim. 5:9-10). También, el Nuevo Testamento presenta un cuadro diverso y balanceado del ministerio que ellas tuvieron. Desde el principio, participaron activamente en la vida de la iglesia. Había “gran número así de hombres como de mujeres” (Hch. 5:14) y una de las evidencias iniciales del amor de Cristo presente entre ellos era su deseo de cuidar a sus viudas diariamente (Hch. 6:1). Las mujeres formaron el núcleo de la asamblea en Filipos (Hch. 16:11-15) y aparentemente jugaron papeles céntricos en establecer asambleas en Tesalónica (Hch. 17:4) y Berea (Hch. 17:12). A menudo una mujer se menciona como la anfitriona del hogar donde se congregaron los creyentes, una obra muy importante en una época cuando los cristianos no poseían edificios (Hch. 12:12; 16:15; 1 Cor. 16:19; Col. 4:15; Flm. 2). A las mujeres de la sinagoga se les reservaba un lugar especial, separadas atrás de biombos. En contraste, las mujeres de la iglesia estaban muy activas en la vida de la iglesia. Algunos de sus ministerios eran: 1. Evangelismo. Evodia y Síntique recibieron un alto honor cuando Pablo escribió, “estas . . . combatieron juntamente conmigo en el evangelio, con Clemente también y los demás colaboradores míos” (Fil. 4:3). Obviamente estaban muy involucradas en el ministerio evangelístico en Filipos. Lidia inmediatamente presentó su hogar al Señor Jesús (Hch. 16:15) y la extensión del evangelio empezó con ella en Filipos. Priscila era una mujer notablemente dotada, usada por el Señor en esta área en Corinto (Hch. 18:2), Efeso (Hch. 18:26) y Roma (Rom. 16:3). En nuestra experiencia como iglesia, los estudios en el hogar han constituido una extensión evangelística significante. Un número bastante grande de nuestras mujeres participa activamente en enseñar u organizar estos estudios, ejerciendo su don de evangelismo o enseñanza. Algunas hablan a grupos, mientras otras se ocupan en evangelismo personal, entre amigas y conocidas. 2. Enseñanza. El ministerio de enseñanza funciona en varios niveles. Priscila toma la iniciativa en instruir a uno de los líderes de la iglesia primitiva, Apolo (Hch. 18:26). Loida y Eunice ganan fama siendo las maestras de Timoteo (2 Tim. 1:5; 3:14-15). Las mujeres maduras llevan la obligación especial de enseñar a las más jóvenes en la palabra de Dios (Tito 2:3-5). Una variedad similar es posible en la iglesia local. A mi esposa el Señor ha dado un ministerio importante de enseñar un grupo de estudiantes de secundaria. Otra señora da conferencias. Otras mujeres han sido usadas en gran manera por el Señor al enseñar una por una a las cristianas jóvenes, y algunas enseñan estudios bíblicos. Conozco a muchas quienes tienen el don de enseñanza, y el Señor usa sus dones para su gloria en ministrar a niños y mujeres. 3. Las Buenas Obras y la Hospitalidad. Obviamente hay gran alcance para el ministerio de mujeres en asuntos prácticos. Nadie representa mejor esto que Dorcas (o Tabita), una mujer que “abundaba en buenas obras y en limosnas que hacía” (Hch. 9:36). Su muerte afectó tanto a

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los creyentes en Jope que enviaron hombres a Pedro, rogando un milagro. No hay otro ejemplo de alguien que hiciera un impacto tan enorme en un grupo de creyentes como ella lo hizo. Pablo describe la vida de una viuda que merece estar en la nomina así: “Que tenga testimonio de buenas obras; si ha criado hijos; si ha practicado la hospitalidad; si ha lavado los pies de los santos; si ha socorrido a los afligidos; si ha practicado toda buena obra” (1 Tim. 5:10). Estos ministerios prácticos reciben un significado especial cuando recordamos que el Señor Jesús dijo, “ . . . el que quiere hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro siervo; como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos” (Mat. 20:26-28). 4. Oración. En el Nuevo Testamento hallamos a hombres y a mujeres congregados para orar en el aposento alto (Hch. 1:14), y después, en un período de emergencia, el grupo se juntó para interceder, aparentemente por la iniciativa de María, la madre de Marcos (Hch. 12:12). Además está la dimensión de la oración junto con su esposo (1 Ped. 3:7) y como un ministerio personal (1 Tim. 5:5). 5. La Vida del Hogar. La palabra de Dios presta gran atención al ministerio crítico de las mujeres en sus hogares (1 Tim. 2:13-15; Tito 2:4-5). No es una responsabilidad pequeña ser una esposa y madre piadosa, pero la vida hogareña es básica a la vida del la iglesia. 6. El Cuidado Pastoral. El cuidado de los creyentes, su ánimo y crecimiento en el Señor son de gran importancia. Aparentemente Priscila se involucró a fondo en tal ministerio, como su preocupación por Apolo demuestra, y como Pablo indica en Romanos 16:3-5: “Salud a Priscila y a Aquila, mis colaboradores en Cristo Jesús, que expusieron su vida por mí; a los cuales no sólo yo doy gracias, sino también todas las iglesias de los gentiles. Saludad también a la iglesia de su casa”. Vale notar que esta pareja piadosa se menciona seis veces en la Escritura (Hch. 18:2, 18, 26; Rom. 16:3-5; 1 Cor. 16:19; 2 Tim. 4:19), y Priscila se menciona primero cuatro veces. ¡Indica que ella era una mujer sobre-saliente y piadosa! Pablo llevó a ella y a su esposo a Efeso para empezar un ministerio (Hch. 18:18), y en ese lugar (1 Cor. 16:19) como en Roma (Rom. 16:5) se congregó una iglesia en su casa. Sin duda, el Espíritu Santo concede el don de pastorear a las mujeres hoy, como la experiencia de nuestra iglesia indica. Sería imposible calcular el número de horas invertidas por ellas cada semana en aconsejar y visitar, y los ancianos frecuentemente han pedido de su ayuda para ejercer su don pastoral hacia otras mujeres que tenían necesidades especiales. ¡La palabra de Dios no las nombra como ancianos, pero sí indica que hay mujeres con el don de pastorear! Otras mujeres aparecen en las cartas de Pablo y constantemente desempeñan un papel valioso en su ministerio. Una María desconocida “ha trabajado mucho entre vosotros” (Rom. 16:6) y otras dos llamadas Trifena y Trifosa, “trabajan en el Señor” (Rom. 16:12). Como Newell comenta, “Ahora, ¿en qué consistían sus 'labores'? ¡No meramente en preparar comidas de pollo para predicadores! Es actividad espiritual de que se habla aquí”.133 Pablo también escribe de Pérsida, una mujer que “ha trabajado mucho en el Señor” (Rom. 16:12). De Febe leemos “ella ha ayudado a muchos, y a mí mismo” (Rom. 16:2). Contemplando estos ejemplos, tenemos que reconocer qué tan activamente se hallaban involucradas estas mujeres en ministerios espirituales y con qué placer el apóstol, a pesar de su reputación como el “rey del machismo”, las aceptó como sus compañeras de trabajo. No fueron limitadas a trabajos serviles ni relegadas a un 133

William Newell, Romans, p. 551. 92

segundo lugar en el programa divino, sino fueron incluidas en la obra del evangelio. No hay un don que Dios ha dado a una mujer que la iglesia no necesita y que no puede ser usado activa y creativamente en una manera bíblica, para glorificar al Señor Jesús. Relegar a las mujeres a un papel de espectador es totalmente antibíblico y le roba a la asamblea de las riquezas de sus dones.

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17 LA MUJER Y LA REUNIÓN DE LA IGLESIA La palabra de Dios asigna un papel amplio y significante a las mujeres. La acusación de que las Escrituras perdonan o apoyan una idea machista o de superioridad masculina no tiene base alguna. El Señor Jesús y los apóstoles están en radical contraste a las actitudes degradantes y esclavizantes hacia las mujeres que eran demasiado comunes en el mundo del primer siglo. La igualdad y unidad esencial que existen en términos de privilegios espirituales hallados en Cristo se abrevian en las palabras de Pablo: “Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo” (Gál. 3:28). Aunque el Espíritu Santo une a todos los creyentes en el estado espiritual de hijos de Dios, no dirigió a los apóstoles a tachar ciertas distinciones entre hombres y mujeres. Es difícil para los cristianos del siglo veinte, comprender que igualdad de estado espiritual no lleva a una identidad de función y responsabilidad. Es cierto que, aunque todos somos iguales como miembros del cuerpo de Cristo, Dios ha puesto a algunos hombres para ancianos, responsables de pastorear al pueblo de Dios. La ilustración más grande de este principio es la relación entre Dios el Padre y Dios el Hijo. Hablando de su naturaleza esencial, el Padre y el Hijo son iguales en atributos; sin embargo, como Hijo, el Señor Jesucristo obedece al Padre. Así, la palabra de Dios reconoce que tanto los hombres como las mujeres son iguales en cuanto a privilegios espirituales, pero ya que la unidad no significa uniformidad, también es cierto que ambos difieren en cuanto a sus deberes y responsabilidades ante Dios. Es en la reunión o la sesión de la iglesia que esta distinción se hace más obvia. La naturaleza distintiva de la reunión de la iglesia, descrita en el Nuevo Testamento, ya la hemos discutido en el capítulo ocho. Pero, ¿cuál es el papel de las mujeres en tal reunión? Consideremos aquí dos asuntos: el “velo”, o algo para cubrirse, de las mujeres descrito en 1 Corintios 11, y su participación verbal. El “Velo” y la Mujer Cristiana Moderna. En 1 Corintios 11:2-16 el apóstol Pablo discute un tema que ha sido poco entendido y muy descuidado por los cristianos de hoy en día. Pablo insiste en la obligación de las mujeres cristianas en Corinto de cubrirse en ciertas circunstancias. Para ayudarnos a entender este difícil pasaje, vale la pena preguntar tres cosas en cuanto al “velo”. 1. ¿Es el cabello de la mujer un “velo”? A veces se sugiere que el “cubrir” en los versículos 4 a 7 no se refiere a un objeto físico como un velo o un sombrero sino al cabello largo de la mujer. Después de todo, el versículo 15 nos dice sencillamente, “en lugar de velo le es dado el cabello”. Aunque esta sugerencia parece buena, no llena las demandas del texto bíblico. En primer lugar, Pablo usa una palabra distinta en el versículo 15 cuando describe al cabello como un cubrir natural (peribolaion), diferente palabra que en versículos 4-7 cuando describe el 94

“artificial”.134 Además, el versículo 6 se hace absurdo si el “velo” es el cabello de la mujer. En este caso diría: “Si una mujer no tiene la cabeza cubierta con cabello, también debe cortarlo”. El sentido en el versículo 15 no es que el cabello largo es un velo adecuado, sino que el cubrir natural de cabello largo “enfoca la naturaleza como representando simbólicamente la necesidad de que la mujer tenga su cabeza cubierta en ocasiones apropiadas”.135 2. ¿Es esta una costumbre local o es una práctica que sigue en vigencia para las mujeres cristianas de hoy? Una interpretación común de 1 Corintios 11 es dada por William Barclay, quien escribe, “Este es uno de los pasajes que tienen un significado totalmente local y provisional”.136 Otro comentarista sugiere que Pablo insiste a que estas mujeres cristianas sigan las costumbres de la sociedad griega, y si Pablo estuviera escribiendo a judíos o alemanes, instruiría a los hombres a cubrirse cuando oran, porque tal es su costumbre. Así, la pregunta surge si el llevar la cabeza cubierta descrito aquí, es simplemente una práctica cultural vinculada al pasado, sin pertinencia a la vida moderna. Hay razones fuertes para creer que Pablo no está disputando sólo en base a la cultura, y que el uso del velo sí es pertinente a los cristianos modernos. La evidencia indica que usar el velo es una práctica no tanto griega como judaica y del Mediterráneo del este. Así escribe Oepke: “En el pasado, los teólogos aseveraron que Pablo simplemente estaba respaldando una ley no escrita de instintos helénicos y grecianos de lo que era decoroso. Pero esta posición es insostenible. Es verdad que el velo fue conocido en Grecia. Fue usado a veces para adorno, para ocasiones especiales como noviazgo y casamiento, lamentación, y la adoración de deidades griegas (en la forma de una vestidura puesta sobre la cabeza). Pero, no es verdad que las mujeres griegas estaban bajo alguna coacción de llevar el velo en público . . . Pasajes al contrario son tan numerosos e inequívocos que no pueden ser neutralizados por dos dichos del sagaz de Queronea (i.e. Plutarco) . . . Así, el velo no era costumbre general; era judaica . . . Pero, aunque la costumbre fue aplicada rigurosamente por los judíos, era oriental más que distintamente judaica . . . En general, podemos decir que la etiqueta en cuanto al velo se pone más estricta yendo hacia el este . . .” “Pablo intenta introducir a las congregaciones en tierra griega una costumbre que corresponde a las sensibilidades orientales y especialmente judaicas más que las griegas”.137 Una mujer judía siempre se presentaba con velo en público. Este cubría la cabeza y el cuerpo superior, no la cara.138 Aquí surge el punto muy importante que una costumbre oriental 134

Realmente Pablo no usa un sustantivo que significa “velo” en versículos 4-7. Pero sí usa el verbo katakalupto, “cubrirse”. La forma del sustantivo es kalumma que se usa en 2 Corintios 3:13-16 y quiere decir “sombrero, algo que cubre o velo”. 135 Leon Morris, The First Epistle of Paul to the Corinthians, Tyndale Bible Commentaries (Grand Rapids, Eerdmans, 1958) pp. 155-156. Cf. F. F. Bruce, “Aunque sería fácil inferir de la promesa de Pablo que el cabello es dado en lugar de un velo, y que las mujeres, se cubren ampliamente con el cabello, y por eso no necesitan otro “cubrecabeza”, los argumentos anteriores hacen claro que esta no es la conclusión de Pablo”. 1 and 2 Corinthians, New Century Bible (London: Oliphants, 1971), p. 108. 136 William Barclay, The Letters to the Corinthians, p. 107. 137 A. Oepke, G. Kittel and G. Friedrich, ed., Theological Dictionary of the New Testament, III, pp. 561-563. Cf. el comentario rabínico, “¿Qué viola la costumbre judaica? Si ella sale afuera con la cabeza descubierta . . . (Ketuboth, vii. 6). 95

está introduciéndose a un nuevo trasfondo cultural, y que el velo no es meramente una práctica local de Corinto. Que Pablo no está simplemente universalizando las costumbres judaicas es indicado por el versículo 4, donde manda que los hombres oren con la cabeza descubierta, en contra de la tradición de los judíos.139 ¿Por qué deben llevar el velo las mujeres? El apóstol contesta la pregunta en estos versículos, y su respuesta no se basa en las costumbres locales. No dice, “Si no lleva el velo, se escandaliza la gente”. Más bien, sus argumentos proceden de teología y “la naturaleza”, esenciales que trascienden cualquier relativismo cultural. Lo más que él se acerca en fundar un argumento en una costumbre local está en el versículo 13, “Juzgad vosotros mismos: ¿Es propio que la mujer ore a Dios sin cubrirse la cabeza?” Pero aún aquí, él pide una decisión usando los razonamientos con que acababa de confrontarles. Pablo nos dice en el versículo 3 que una mujer debe cubrirse primeramente debido al orden divino, “Cristo es la cabeza de todo varón, y el varón es la cabeza de la mujer, y Dios la cabeza de Cristo”. Como el Padre y el Hijo son iguales en atributos y esencia, pero el Padre ejerce la supremacía funcional de la Trinidad, así también un hombre y una mujer son iguales en Cristo (Gál. 3:28), pero tienen distintas responsabilidades dadas por Dios. “Está disputando por un consorcio (1 Cor. 11:11), aunque uno en que el hombre es la cabeza de la familia”.140 Otro argumento relacionado con esto se halla en los versículos 7-12, donde Pablo razona a base del orden de la creación. La prioridad del hombre se debe a su creación inmediata por Dios en su gloria e imagen. Eva también fue creada a la imagen de Dios, pero ella fue “ayuda idónea para él” (Gen. 2:20). En este sentido, la mujer fue creada “por causa del varón” (1 Cor. 11:9), y él está incompleto sin ella. El insiste que el relato de Génesis de la creación establece sin lugar a duda, la dignidad plena de la mujer, e indica que ella no fue creada para llenar precisamente el mismo papel que el del hombre. En medio de esta sección, un tercer argumento aparece en el versículo 10, “Por lo cual la mujer debe tener señal de autoridad sobre su cabeza, por causa de los ángeles”. La frase “señal de autoridad” se interpreta por algunos hoy día como “una señal de la autoridad de ella” para ministrar con equidad al lado de los hombres. Aunque hay argumentos lingüísticos a favor de esta interpretación, la exégesis que resulta es muy confusa y tropieza con la declaraciones claras de 1 Corintios 14:34-36 y 1 Timoteo 2:11-12. El contexto indica un sentido de “un símbolo de autoridad (del hombre)”.141 La alusión a los ángeles aparentemente quiere decir que los ángeles buenos, quienes una vez experimentaron la violación seria del orden y decoro divino cuando Satanás se rebeló, están observando cuidadosamente a la iglesia para ver si se está manteniendo en debida forma el orden de Dios. El cuarto argumento se da en versículos 13-15. La naturaleza misma hace evidente que una mujer tiene un velo. El cabello largo es una fuente de gloria para la mujer. La longitud exacta del cabello para ambos no es el punto aquí. La idea principal es que para una mujer 138

C. K. Barrett, The First Epistle to the Corinthians, Harper's New Testament Commentaries. (New York: Harper and Row, 1968), pp. 249, 251. Cf. también Joachim Jeremias, Jerusalem in the Time of Jesus, pp. 359, 360. 139 “En el mundo antiguo un sombrero, no una cabeza descubierta, era señal de libertad; y la costumbre judaica es que los hombres deben de cubrirse en la adoración, aunque no se sabe si esta fue la costumbre del primer siglo”. Barrett, p. 250. 140 Leon Morris, p. 152. 141 Cf. F. F. Bruce, p. 106, y C. K. Barrett, pp. 253-255. Los dos están de acuerdo con M. D. Hooker, “Authority on her head; an examination of I Corinthians 11:10”, New Testament Studies, 10 (1963-64), pp. 410-416. 96

“llevar su cabello largo, en una manera femenina, es señal exterior que está cumpliendo su papel en la creación”.142 Un quinto argumento por el cual las mujeres deben cubrirse ocurre en versículo 16. Es una práctica universal de las iglesias establecidas por los apóstoles. Este versículo no puede significar, “Si quiere debatir en cuanto a esto, no se moleste, porque no es tan importante, y ni yo ni las iglesias de todos modos lo cumplimos”. Si Pablo hubiera entendido esto, no habría gastado los 14 versículos anteriores en este asunto. En contraste, como C. K. Barrett ha notado, “Por costumbre Pablo ha de estar refiriéndose a un espíritu de contradicción”.143 Así “el sentido es: nunca he permitido la costumbre de que las mujeres oren o profeticen sin velo, y ninguna iglesia la ha introducido”.144 Una consideración seria de estos argumentos demuestra que el velo no es meramente una costumbre local, sino una práctica que tiene su aplicación en el mundo contemporáneo también. Pero esto nos lleva a otra pregunta: 3. ¿Cuándo se debe llevar el velo? A primera vista, la respuesta a esta pregunta se encuentra en 1 Corintios 11:5. Una mujer debe cubrirse cuando ora o profetiza. Pero, ¿cuándo debe orar o profetizar? Consideremos la cuestión de su participación en la reunión de la iglesia. Una respuesta a esta cuestión es que 1 Corintios 11:2-16 tiene en mente la reunión de la iglesia y que “el versículo es vacío si las mujeres no participaron de vez en cuando en orar y profetizar en voz alta y en público (no sólo en oraciones entre la familia y otros grupos pequeños)”.145 F. F. Bruce comenta, “Que había libertad en la iglesia (porque es el orden en la iglesia, no la devoción privada o doméstica de que está hablando aquí) para que las mujeres oren o profeticen se demanda por el argumento de Pablo”.146 La dificultad obvia con esta posición es su relación a 1 Corintios 14:34-35. Bruce piensa que la imposición de silencio en ese pasaje es “extraño”147 y no nos da una explicación auténtica. Barrett prefiere la idea de que “Pablo no escribió los versículos 34-40 . . . Ellos fueron agregados más tarde como una anotación marginal . . . cuando el buen orden fue considerado más importante que la libertad del Espíritu”.148 Cualquier interpretación de las Escrituras tiene que tomar en cuenta todos los factores y esta explicación es inadecuada. El significado de estos pasajes lo consideraremos en seguida. Otra propuesta solución toma otra dirección. Como W. E. Vine sugiere, “Este pasaje no habla de las reuniones de una congregación. Existen otras ocasiones más que una reunión de la asamblea cuando una mujer puede ejercer el ministerio verbal de oración o de testimonio”.149 Vine no está pensando sólo de devociones privadas (¿cómo profetiza uno en privado?), sino ocasiones públicas fuera de la reunión de la iglesia. Cuando una mujer participa pública-mente en tales ocasiones, debe cubrirse. Aunque esta interpretación puede ser una extensión del principio hallado en estos versículos, parece ser que el pasaje hace alusión al contexto de una reunión de la iglesia. En 11:2, Pablo empieza un tema nuevo de la adoración de la congregación, 142

C. K. Barrett, p. 257. Barrett, p. 258. 144 Ibid, p. 258. 145 Ibid, p. 250. 146 Bruce, p. 104. 147 Ibid, p. 135. El hace dos sugerencias, y después dice: “Sin embargo, es dudoso si expresiones tales como ellas no son permitidas a hablar y es una vergüenza que la mujer hable en la iglesia pueden significar no más que esto”. 148 Barrett, pp. 330-333. 149 W. E. Vine, First Corinthians, p. 147. 143

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y su discusión se extiende hasta capítulo 14. Aunque no usa la palabra “congregarse” específicamente hasta el versículo 17, apela a la práctica de las iglesias, y las relaciones mutuas de hombres y mujeres presuponen una reunión de la iglesia misma. Una tercera sugerencia es que Pablo sí se está refiriendo a la reunión de la iglesia, donde él expresa su deseo de que toda mujer deba de cubrirse. Aunque sólo dice que el hombre no debe de hacerlo y que la mujer sí lo haga cuando ambos participen, la implicación no es que éste es el único tiempo que se debe o no usar el velo.150 Se supone que el hombre se sienta en la reunión con la cabeza descubierta, y no se quita su “sombrero” sólo cuando se levanta para orar o profetizar. Por el contrario, una mujer debe venir a la reunión con velo, y no simplemente usarlo cuando participa. La preocupación del apóstol en el capítulo 11 obviamente es el uso del velo, y no pausa para discutir la cuestión del hablar en público. Este punto lo aclara en 1 Corintios 14:34-36. Hodge representa esta posición: “Fue costumbre de Pablo tratar las cosas una por una. Aquí está hablando del decoro de las mujeres que hablan en público sin velo, y no dice nada en cuanto a si deben de hablar en público. Cuando surge este tema, él expresa su criterio en términos más claros en 14:34. El desaprobar uno, dice Calvino, no aprueba el otro”.151 La decisión tomada entre estas tres alternativas depende, en gran manera, de la interpretación que se le de a 1 Corintios 14:34-36 y 1 Timoteo 2:11-12. La Participación de la Mujer en la Reunión de la Iglesia. El primer pasaje que discutiremos se encuentra en 1 Corintios 14:34-36. “Vuestras mujeres callen en las congregaciones; porque no les es permitido hablar (lalein), sino que estén sujetas, como también la ley lo dice. Y si quieren aprender algo, pregunten en casa a sus maridos; porque es indecoroso que una mujer hable en la congregación. ¿Acaso ha salido de vosotros la palabra de Dios, o sólo a vosotros ha llegado?” Existen varias sugerencias por los que ponen énfasis en 1 Corintios 11:5 en cuanto a cómo puede este pasaje ser reconciliado con el permiso dado a las mujeres para hablar que el capítulo 11 parece dar. Algunos creen que lalein se refiere a una prohibición de “chirrido”. En griego clásico, la palabra, a veces, sí quiere decir “castañetear”, pero en el Nuevo Testamento no lleva este sentido. Lalein se usa 24 veces en 1 Corintios 14 (vs. 2, 3, 4, 5, 6, 9, 11, 13, 18, 19, 21, 23, 27, 28, 29, 39). Es una exégesis forzada asignar a lalein el sentido de “castañetear” en este uso singular entre veinticuatro usos en el capítulo, cuando no hay nada para indicar tal significación en el texto. Otros dicen que lalein simplemente prohíbe hacer preguntas en la reunión. “Ciertamente, todos sentirán que es impropio o indecoroso que ella actúe como los hombres, poniéndose de pie, interponiendo observaciones, opiniones, preguntas, objeciones . . .” 150

“No es una implicación necesaria de las palabras de Pablo que si ella no habla, no tiene que cubrirse”. Barrett, p. 251. 151 Charles Hodge, First Corinthians, pp. 208-209. (1 Cor. 11:5) “sugiere que las mujeres participaron en la adoración pública en Corinto. Pablo no hizo comentario en cuanto a la práctica; él trataba con el velo, no con el ministerio de mujeres (14:34; 1 Tim. 2:12)”. Paul Marsh, “The First Letter to the Corinthians”, in G. C. D. Howley, A New Testament Commentary, p. 398. Cf. también S. Lewis Johnson, Jr., “Ora o profetiza no quiere decir que Pablo aprobó estas acciones de las mujeres en adoración pública. Más bien, estaba simplemente haciendo referencia a lo que estaba sucediendo en Corinto sin autorización (14:34-35)”. The Wycliffe Bible Commentary, editado por C. F. Pfeiffer y E. F. Harrison (Chicago: Moody Press, 1962), p. 124. 98

Con todo el debido respeto, es difícil entender por qué una mujer no podría preguntar, si se le permite profetizar públicamente. La participación entusiasta que Lang contempla es absurda, y sin duda no capta la idea de que una simple pregunta no usurpa la autoridad. Por el contrario, muchas veces reconoce y establece la autoridad. Otros sugieren que este versículo prohíbe la participación de las mujeres con el don de lenguas. La pregunta es, ¿por qué entonces se enfocan solamente a las lenguas, cuando el contexto inmediato menciona no sólo a las lenguas, sino también a las profecías (vs. 29- 33), y el ejercicio libre de todos los dones (v. 26)? El asignar al versículo 34 arbitrariamente a las lenguas no es persuasivo. El mandato de Pablo es amplio. “Vuestras mujeres callen en la congregaciones; porque no les es permitido hablar”. Esta referencia tiene relación inmediata y específicamente a la reunión de la iglesia, y no habla de otras situaciones, donde las mujeres eran libres para participar (Hch. 21:9). La impresión dada en 1 Corintios 14 es reforzada en 1 Timoteo 2:8-12: “Quiero, pues, que los hombres oren en todo lugar, levantando manos santas, sin ira ni contienda. Asimismo que las mujeres se atavíen de ropa decorosa, con pudor y modestia; no con peinado ostentoso, ni oro, ni perlas, ni vestidos costosos, sino con buenas obras, como corresponde a mujeres que profesan piedad. La mujer aprenda en silencio, (literalmente en quietud, hesuchia) con toda sujeción. Porque no permito a la mujer enseñar, ni ejercer dominio sobre el hombre, sino estar en silencio”. El apóstol estipula que los hombres deben orar en la asamblea, pero no duplica este mandamiento con una declaración similar en cuanto a las mujeres. Además, a ellas se les prohíbe específicamente enseñar y se les instruye a que aprendan “en silencio”. Otra vez, se refiere solamente a la reunión de la iglesia. No hace alusión a otras áreas. Más adelante vemos que se les manda a enseñar en algunas situaciones (Tito 2:3-4). Es importante reconocer que estas instrucciones son pertinentes hoy en día. Inmediatamente después de la discusión del papel de la mujer en la reunión de la iglesia, Pablo escribe, “Si alguno se cree profeta, o espiritual, reconozca que lo que os escribo son mandamientos del Señor” (1 Cor. 14:37). Las instrucciones del apóstol no son opiniones prejuiciosas de un antifeminista o machista del primer siglo, ni tampoco son sólo la expresión de costumbres antiguas. “No es, entonces, un caso de la opinión de Pablo, ni una anticuada restricción, sino la voluntad expresa de la cabeza de la iglesia”. En un contexto que describe el ejercicio libre de los dones (1 Cor. 14:26-36), se manda a las mujeres a no hablar en la iglesia. Ellas no deben participar en las discusiones generales ni deben enseñar (1 Cor. 14:35; 1 Tim. 2:11). No deben participar públicamente en la oración de esa reunión, como deben hacer los hombres (1 Tim. 2:8-9). Regresando a 1 Corintios 11:5, aparece que, aunque este versículo por sí solo daría la idea que las mujeres son libres para orar y profetizar en la reunión de la iglesia, una comprensión más amplia parece indicar que este no es el caso. La mujer debe de cubrirse en la reunión, y no debe participar públicamente.

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VI. CONCLUSIÓN: UN RETO Existe inquietud en las iglesias evangélicas en la actualidad que un observador realista no puede pasar por alto. Es aún más sorprendente porque ésta es evidente en iglesias que aparentemente son florecientes y crecientes. Un deseo ferviente por un cambio positivo está penetrando en casi todos los grupos evangélicos, y muchos cambios ya se están llevando a cabo. Esto es muy animador. Al grito: “Deje que la iglesia sea la iglesia” uno sólo podría prorrumpir de corazón, ¡”Amén”! Pero inmediatamente se levanta una pregunta de profunda importancia. ¿Qué es la iglesia? ¿Cómo podemos cambiar para ser más como el Señor Jesucristo quiere que seamos, y no meramente hacerlo según un camino determinado por la inventiva humana y el pragmatismo? ¿Cómo podemos evitar un cambio caprichoso que sólo nos llevará a más frustraciones en pocos años? En medio de este contexto de agitación y cambio, es preciso que los siguientes principios gobiernen a la iglesia: 1. La palabra de Dios, y solamente la palabra de Dios, es la guía adecuada en formar una doctrina de la iglesia. Damos gracias a Dios por obrar providencialmente en la historia de la iglesia, pero no podemos estar atados por la historia o la tradición, aunque no debemos reaccionar ciegamente contra ellas. Las prácticas no son ni verdaderas ni falsas por ser viejas, pero al Espíritu de Dios tenemos que dejar guiarnos a una comprensión nueva. 2. La enseñanza de la Biblia en cuanto a los dones espirituales y el ministerio de todos los creyentes en el cuerpo local tiene que ser claramente explicada y seguida. El espectador-ismo tiene que sufrir una muerte rápida y no lamentada. Una iglesia que no está desarrollando y estimulando el ejercicio de los dones espirituales, está fallando en su misión dada por Dios. Perfeccionar “a los santos para la obra del ministerio” (Ef. 4:12) es nuestra función. La realización de esta responsabilidad traerá nueva vida a algunas iglesias viejas y cansadas. 3. Las reuniones de la iglesia deben ser evaluadas cuidadosamente según el ejemplo neotestamentario. La cena del Señor no debe ser relegada a un segundo lugar en la vida congregacional o en la vida del creyente. Reconocer que el Nuevo Testamento no conoce nada de nuestro servicio de “una vía”, en donde la gran mayoría se sientan y permanecen mudos mientras sólo un hombre enseña, sino que había una sesión abierta en la cual varios hombres participaron, debe causar que las iglesias se pregunten si tienen aún una sola reunión semejante los domingos. ¿Podemos totalmente hacer caso omiso del ejemplo bíblico? 4. Mientras la independencia de la iglesia local tiene que ser reconocida y respetada, la unidad del cuerpo de Cristo tiene que recibir expresión práctica también. Estos, y otros asuntos, tienen su fundamento en la enseñanza de los apóstoles. Hay vigor y frescura en un grupo de creyentes quienes están convencidos de que están edificando como Dios quiere, adorando como Dios quiere. Aún más, seguir la voluntad de Dios es prepararse más completamente para su bendición. El plano de Dios para la iglesia no es meramente un arreglo arbitrario, sino un plan para asegurar para su pueblo “la llenura de la bendición de Cristo”.

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El Señor Jesús y sus apóstoles establecieron sólo la iglesia local como una institución visible en la tierra, y hasta que él venga, es la iglesia local que está al centro de su programa. Lo que le es importante a él debería serlo para nosotros, y debemos de cumplir con su voluntad como la cabeza del cuerpo en todo asunto. ¡Esto es muy estimulante: ser un seguidor del Señor Jesucristo, y también ser incluido en la vida en su cuerpo! Hace varios años, abandoné un ministerio muy recompensador de instruir en una universidad bíblica para comprometerme a probar en una iglesia local los principios de la palabra de Dios relacionados a la vida de la iglesia. Sin duda, ésta ha sido una de las experiencias más significantes de mi vida. Como un grupo de cristianos, nuestra congregación tiene un camino largo para cruzar todavía. Hay mucho que aprender mientras seguimos aplicando la palabra de Dios a nuestra vida congregacional. Pero cada paso que hemos tomado para obedecer más completamente los principios y prácticas del Nuevo Testamento nos ha producido crecimiento personal y desarrollo corporativo. Hemos visto a personas venir a conocer al Señor Jesús; hemos visto un interés más profundo en la palabra de Dios; hemos experimentado más compañerismo verdadero unos con otros. ¡Sí, sirve! ¡Cuánto anhelo para cada grupo de cristianos el mismo sentir de la presencia de Dios entre ellos como lo hemos llegado a experimentar! Me entristece visitar iglesias con visión limitada, con una tibia y mediocre dedicación, y con un espíritu pesimista que está satisfecho con su condición actual. El Señor tiene muchísimo más para nosotros, si sólo nos volvemos a él y nos sujetamos a obedecerlo a él y a su palabra sin reserva en las vidas de nuestras iglesias y en nuestras vidas personales. Hay un aviso que a veces aparece en los paquetes. Dice: “Para resultados óptimos, obedezca la instrucción del fabricante”. Indudable-mente, es cierto en la asamblea. Para los mejores resultados, debemos de obedecer las instrucciones de la cabeza de la iglesia, como las ha dado en las Escrituras. Vida en su cuerpo no es meramente ir a la iglesia los domingos en la mañana. Es compartir vida, la vida de Cristo, con otros creyentes. Sus instrucciones en las Escrituras no son simplemente reglas. Son pasos hacia una nueva dimensión en nuestra relación espiritual con el Señor y con nuestros hermanos y hermanas en Cristo. Una última palabra queda. El Nuevo Testamento claramente nos enseña acerca de la organización y el diseño de la iglesia. Sin embargo, no podemos tener iglesias neotestamentarios hasta que tengamos cristianos del Nuevo Testamento. Se necesitan cambios estructurales, pero estos no producirán automáticamente los cambios espirituales. Mientras anhelamos y trabajamos, con la ayuda de Dios, a establecer iglesias verdaderamente bíblicas, debemos de pedirle, transformarnos por su Espíritu, en hombres y mujeres espirituales. “Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros, a él sea gloria en la iglesia en Cristo Jesús por todas las edades, por los siglos de los siglos. Amén.” (Ef. 3:20-21).

101

INDICE DE TEXTOS BIBLICOS

El índice que aparece a continuación es una copia del libro “Vida en su Cuerpo”, publicado por Editorial CREO. Debido al formato de este documento, el número de las páginas no corresponden a los pasajes dados. Génesis 1:27 1:27-30 2:18 2:20 2:21-23 2:23 5:2 16:7 18:9, 15

191 191 190 207 190 191 191 191 191

Éxodo 12:14 13:3, 9 15:20-21 38:8

107 107 192 191

Levítico 3:17 7:10-14 7:26-27

99 99 99

Deuteronomio 16:3 16:11-14

107 191

Jueces 13:3

28:19

192

Salmos 51

180

Proverbios 31:10-31

192

Isaías 8:3 21:4

192 155

Jeremías 31:31-34

103

Mateo 3:11,14 13:38 16:18 18:15-17

1:15, 41, 67 2:36 4:1 6:40 8:2-4 10:38-42 11:38 12:50 22:15 22:16 22:20

155 192

27

156, 162 99 9 182

156 156 13

Lucas

1:33 3:23 4:27 10:16 16:13

Nehemías 6:14

1:8 10:38, 39 16:15

Juan

1 Crónicas

8:12 8:35-39 8:36-39 9:17 9:18 9:31 9:36 10:43-48 10:47 11:15-17 11:19-26 11:24 11:27-30 11:30 12:5 12:12 13:1

181 148 184 161 161 199 164 45 158

Marcos

191

2 Reyes 5:14 22:14

18:15-20 18:17 18:18-20 19:4 19:14 20:26-28 28:16-20 28:19 28:19-20

192 75 45 194 194 156 156 94 104 103

13:1-4 13:2 13:9 14:4, 14 14:23

4:8, 31 5:5, 10 5:9-10 5:14 6:1 6:1-6 6:3, 5 6:3, 5-6 6:24 7:38 7:55

60, 197, 50,

115, 124, 129, 137, 143 15 113 15:2,4,6,23 124 15:22-29 150 15:32 50, 60 15:35 51, 79 16:4 124 16:11-15 197 16:14-15 159, 161 16:15 197 16:33-34 159 16:34 161 17:4 197 17:12 197 18:2 197 18:2, 18, 26 199 18:7-8 87 18:8 159, 161 18:18 200 18:24-28 149, 173 18:26 195, 197, 198 19:4-5 159 19:8-10 87 19:9 76 19:11-12 74 19:32,39,41 31 20:7 79, 80, 95, 96 20:8, 11 97 20:17 125 20:17, 28 122 20:28 61, 123, 124, 125,

156 157 194 146 10, 27

Hechos 1:5 1:9-10 1:14 1:21-23 2:4 2:17-18 2:41 2:41, 42 2:42 2:42, 46 2:46

162,

158 158 157 75 158 153 198 163 158 162 50 75 149 124 92 199 58, 79 148 187 75 73

156, 162 157 199 59 75 59 158 170 78, 80 79 80, 94, 97, 100 75 187 13 196 196 140 75 141 139 31 75

102

20:28-31 20:29 21:10-11 21:9 22:16

129, 146, 148, 185 132 171 60 195, 212 166

Romanos 6:1-10 7:5 12:3 12:3-8 12:4-5 12:4-6 12:5 12:6 12:7 12:7, 11 12:8 12:9, 28, 30 12:10, 28 12:12-27 12:14-20 12:20-26 12:21 12:26 12:28 14:1 14:1, 3 14:1-40 14:3 14:4 14:24-25 14:26 14:29-31 15:7 15:8 15:15-19 15:26 16:1 16:1-2 16:2 16:3 16:3-5 16:5 16:6 16:7 16:12 16:17-18

162 187 37, 57, 71 54 32 55 35 55, 59 35, 61, 64 54 62, 64, 65 68 59 32 56 57 35 36 59, 61 60 149, 173 59 60 27 60 50 60 149, 173 140 67 141 175, 196 141 176, 200 197 199 200 200 73 200 181

1 Corintios 1:10 1:14-17 1:16 2:1 3:1-3

134 165 161 103 69

3:16-17 5:1-13 5:3-5 5:4 5:4-5 5:5 5:6 9:1 9:5-6 9:14 10:16-17 11 11:2, 16 11:2-16 11:5 11:9 11:11 11:16 11:17-21 11:17-34 11:21 11:25 11:26 11:27-29 11:27-32 11:28 11:29-32 11:30 11:33-34 12:3 12:4-6 12:9 12:10 12:10, 30 12:13 12:27 12:28 12:30 12:31 13

1 Corintios 14 14:1 14:2-39 14:13, 27 14:20-22 14:26 14:26-36 14:33-34 14:34-35 14:34-36 14:34-40 14:35 14:36 14:37 16:1 16:19

146 181 148 184 184 184 180 59 23 103 101 80 25 203, 208 213, 216 207 206 149 80 95 97 103, 107 103 101 105 105 178 105, 187 97, 106 172 55 63 65, 68, 70 68 32, 69, 156, 162 146 63, 64 69 73 73

69 68, 73 211 70 68 78, 79, 81, 82, 85 213 149 216 207, 210, 211 209 79 27 12, 213 149 197, 199, 200

2 Corintios 2:7 2:7-8 3:1 3:13-16

179 182 175 214

7:8-10 8:1-4 9:1-13 11:8-9 11:13-15 12:7 12:12 13:5 13:11 13:14

1 Tesalonicenses

179 149 149 149 66 187 67 171 134 36

3:6, 14-15 5:12 5:12-13 5:19 5:21-22

2 Tesalonicenses 3:6, 14 3:6-15 3:14 3:15

Gálatas 1:1 1:6-9 1:8-9 1:19 2:11-14 2:20 3:28 4:24 6:1 6:2 6:6 6:10

59 172 181 73 150 95 202, 206 99 179, 182, 183 36 43 146

2:20-22 2:21 3:5 3:10 3:20-21 4:1-16 4:3 4:4-6 4:7 4:7-16 4:11 4:11-12 4:11-16 4:12 4:13-16 5:25

1:20 2:8-9 2:8-12 2:11 2:11-12 2:12 2:13 2:13-15 3:1-2 3:1-7 3:1-13 3:2

9 146 173 58 146 42, 59, 60 27 146 59 9 221 32 33 33 55 54 59, 61, 62, 124 44 41 218 49 95

3:3 3:4 3:4-5 3:5 3:6 3:7 3:8 3:8-13 3:11 3:14-15 3:15 4:14 5:5 5:9 5:9-10 5:10 5:17 5:17-18 5:20 5:22 5:23 6:3-5

Filipenses 1:1 1:27 2:12 2:25 2:27 4:3 4:15

125, 140 134 134 59, 73 74 197 149

181 213 212 213 207, 211 196, 216 191 199 125 126 141 43, 61, 127, 129 133 128 131 128 127 127 140 140, 141 142, 196 11 9, 146 126 199 137 196 113, 198 64, 112, 125, 131, 132 133 180 127, 129, 130 74 181

1:5 2:20 3:14-15 3:16-17 4:5 4:19 4:20

140 146 140 160 197

198 146 198 46 62 200 74

Tito 1:5 1:5, 7 1:5-9

1:6 1:6-7 1:7 1:9, 11, 13 2:3-4 2:3-5 2:4-5 3:10

Filemón 2

197

Hebreos 2:3-4 8:5 8:6-13 10:25 12:7 13:7, 17, 24 13:17

67 27 103 175 178 64 126, 131

Santiago 2:1-5 2:2 5:13-16 5:14

173 76 68 125

1 Pedro 3:21 3:7 4:10 4:10-11 4:11 5:1 5:1-2 5:1-4 5:2 5:2-3 5:3

163, 164 199 55 54 64 125 123 61, 124 146 129 131

1 Juan 1:5-10 2:18-19 2:22 4:1 4:1-6 4:2-3

105 171 172 66 74 172

2 Juan 1 9-11 10

125, 129, 143 123 126

1 5-8

125 149, 181 175

125 149

Judas 4 12

171 97

Apocalipsis 2:14-16 17:9-10

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103

128 127 125, 133 132 213 198 199 181, 184

3 Juan

2 Timoteo

Colosenses 1:7 1:18 1:23, 25 2:11-12 4:15

184 181 179 182

1 Timoteo

Efesios 1:22-23 1:23 2:11-21 2:19-20 2:19-21 2:20

148 130 125, 129, 131 49, 82 66

181 99