Verdades y mentiras

Modigliani y los escritos póstumos del marqués de Sade. Hay ciudades y enci- clopedias falsas pero verosímiles, como lo saben los lectores de Marco Polo, de.
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Notas

Sábado 3 de marzo de 2007

LA NACION/Página 27

Libros en agenda

Los recuerdos de Saramago Por Silvia Hopenhayn Para LA NACION

L

OS recuerdos escritos difieren de lo acontecido en la realidad. Suelen decir algo en el presente que no estaba dicho en el momento en que ocurrieron los hechos. En las novelas se entremezclan en las tramas con el devenir de los personajes y en ellos se gesta la visión de mundo que suelen atesorar los autores. En esas pequeñas burbujas del pasado radica el secreto del afán de escribir. Por lo general, la famosa y temida página en blanco recibe su primer golpe de tinta de una imagen remota que se le revela súbitamente al que escribe, abriendo camino a la narración. Sin embargo, así como los recuerdos se inmiscuyen en la ficción, provocándola, no necesariamente se lucen en los libros de memorias propiamente dichos. Es impropio pensar que una vida intensa (ya sea en penurias o dichas) merezca ingresar en la literatura universal. La vida no es equiparable a la literatura, aunque esta última plasme la vida maravillosamente. De allí que tantos libros de memorias hayan caído en el olvido. Para volver a citar a Marcelo Cohen: “Se acepta que la vida es una galería de cuadros si se concede que en muchas salas nadie enciende la luz nunca”. Por ese temor a la oscuridad, muchos escritores conservan oculto su diario o prefieren que sus memorias sean póstumas. Porque quizá lo que han escrito trasciende lo que han vivido, o porque no bastan las palabras para poner en relieve sus vidas. José Saramago optó por llamar Pequeñas memorias a su último libro. En realidad, la palabra “pequeñas” enaltece los hechos ocurridos en su infancia, ya que se trata de demostrar, casi de manera involuntaria, cómo acontecimientos minúsculos –cosas vistas u oídas– arremeten en el presente con la fuerza de una revelación. Así es como el pueblo de Azinhaga –donde nació el Nobel portugués, en 1922– cobra importancia en esta mirada retrospectiva. Mirada que Saramago lanza a la manera de salvataje del niño que fue. Según dice, este libro es “una autobiografía de la infancia para conocerme mejor.” Así, dice que esa pobre y rústica aldea con su frontera rumorosa de agua y de verdes, con sus casas bajas rodeadas del gris plateado de los olivares, unas veces requemada por los ardores del verano, otras veces transida por las heladas del invierno, fue la cuna donde se completó mi gestación. Más tarde sería Lisboa, y también Mafra. El libro oscila entre el descubrimiento de la belleza y el de la soledad. Como en el resto de su obra, la tristeza releva a la inocencia. En este caso, el ambiente rural de sus primeros años permite recordar su novela Levantado del suelo (1980), con la que empezó su serie de catorce libros. Quizás el realismo con el que se maneja para abordar su vida desmerezca su anterior acercamiento al simbolismo. La mezcla de recuerdos, si bien narrados con minucia y perfección –más aún en la versión al español de su esposa, Pilar del Río–, redunda en una necesidad de hallar los sentidos de su existencia y el origen de su escritura. A pesar de ello, advierte: “A veces me pregunto si ciertos recuerdos son realmente míos, si no serán otra cosa que memorias ajenas de episodios de los que fui actor inconsciente”. Este empeño por subrayar lo acontecido le resta sorpresa al relato. Se trata, más bien, de una necesidad emotiva del autor de brindar una versión de los hechos más íntimos. Acaso sea ésta la paradoja que conlleva un recuerdo narrado desde la vejez. Al recordar, cobra vida lo pasado en una apreciación presente que no estuvo en el momento de vivirlo. Una memoria, por pequeña que sea, es un empeño de agregar lo que otrora no estuvo. © LA NACION

ARCHIVO

Orson Welles filmó, en 1973, la que se considera prácticamente su última película: F for Fake (“F de Falso”), aquí estrenada como Verdades y mentiras

Verdades y mentiras Y

A es costumbre que, en los meses preelectorales, los políticos desplieguen ante los votantes sus catálogos de ilusiones. En la mayoría de los casos se trata de promesas patrioteras o populistas que encienden los sentimientos de las mayorías. Pocas de esas promesas pueden ser cumplidas, porque son sólo expresiones de deseo o trampas de la imaginación que sólo atrapan a los incautos. Todas se desvanecen pronto en el aire del olvido. No son espejismos inofensivos, sin embargo. Algunos han conducido a desastres y matanzas, como los inexistentes arsenales iraquíes de destrucción masiva, que derivaron en una guerra sin fin y en la brutal recesión de la economía norteamericana. Otros han empezado con grandes palabras –revolución, liberación, independencia– que encubrieron dictaduras, corrupción y crímenes. El arte suele ser un excelente antídoto contra esos engaños. Hace pocos meses volvió a editarse en DVD una poco difundida película que Orson Welles realizó en 1973, F for Fake (“F de falso”), mutilada para su exhibición comercial por distribuidores iraníes y difundida en la Argentina con otro título, Verdades y mentiras. Como todas las obras de Welles, tampoco en ésta hay afanes pedagógicos o morales, sino el implacable reflejo de una época de confusión, como era la de hace tres décadas y como es la de ahora. La película comienza en los andenes de una estación brumosa, donde un mago de circo transforma las monedas que le proporcionan los pasajeros en llaves de arena, luces de bengala y ángeles de algodón que se disuelven cuando alguien intenta tocarlos. Mientras una mujer etérea avanza entre las valijas, la voz sepulcral de Welles exalta la nobleza de la mentira contra la estrechez de la falsificación, antes de explicar en tres historias cuáles son las diferencias entre una y otra. En la primera parte, el jefe de la policía secreta del zar urde un libro paranoico, Protocolos de los sabios de Sión, para justificar los demenciales pogromos rusos de comienzos del siglo XX. La segunda parte es una laboriosa entrevista del biógrafo falsificador Clifford Irving al falsificador de cuadros Elmyr de Hory. Ambos conversan junto a las mesas de juego de Las

Por Tomás Eloy Martínez Para LA NACION Vegas, en el puente de Londres y en un coholismo y la violencia urbana podrían galpón secreto de Ibiza, entre incontables ser menos graves en Caracas y Tucumán cuadros de Mattisse, Bracque y Van Gogh, que en Riga o Amsterdam. todos falsos, por supuesto. Hasta el lenguaje tiene sus víctimas, y La superchería final es autobiográfica: ciertas frases siguen identificándose con Welles se muestra a sí mismo en 1938, personajes que jamás las pronunciaron. aterrorizando a los campesinos del Medio Una de las más célebres es el “Elemental, Oeste norteamericano con su versión ra- mi querido Watson”, de Sherlock Holmes, dial de La guerra de los mundos, pero tanto que no aparece en ninguna de las cuatro el documental que narra esa mistificación novelas y 57 narraciones breves escritas como los reportajes a granjeros en fuga y por su creador, Arthur Conan Doyle. La automovilistas paralizados en las rutas improvisó el actor sudafricano Basil de Ohio están fraguados con recortes de Rathbone, mientras filmaba El sabueso de archivo, películas ajenas, fotos trucadas los Baskerville, en 1939, y desde entonces y malabarismos de computadora. Desde sigue adherida a Holmes con más énfasis un horizonte alucinado, Welles explica, que su pipa y su violín. Ni pertenece a con su maravillosa voz de sótano, que Voltaire la famosa sentencia “No estoy la mentira es la finalidad de todo arte, de acuerdo con lo que usted dice, pero mientras que la voy a defender falsificación es con mi propia sólo un medio pavida su derecho La historia de la política argentina ra obtener ganana decirlo”. Esa abunda en esas ventas de cias, lo que es una frase fue incluiabalorios que pierden cita del ensayo de da por primera vez en un libro Oscar Wilde La rápidamente su brillo ante la decadencia de la de Evelyn Hall ticegadora realidad mentira. tulado Los amigos Los embaucade Voltaire (1906) y, dores famosos a pesar de su falabundan en los reinos del arte, donde sedad comprobada, se la reproduce con han multiplicado los claroscuros de la firma del filósofo francés en los más Rembrandt, los cuellos de cisne de serios manifiestos y proclamas sobre la Modigliani y los escritos póstumos del libertad de pensamiento. marqués de Sade. Hay ciudades y enciEl purgatorio de las obras (y de las clopedias falsas pero verosímiles, como vidas) imaginarias es casi tan populoso lo saben los lectores de Marco Polo, de como el de las verdaderas. El cine ha diCalvino y de Borges; hay santos falsos fundido más de una vez la historia de la como los que imaginaba Gonzalo de falsaria Anna Andersson, quien murió Berceo a comienzos del siglo XIII cuando hace tres décadas tratando de convencer deseaba desviar a los peregrinos hacia al mundo de que era Anastasia, una de su convento de San Millán y retener sus las hijas del zar Nicolás II. La credulilimosnas; hay fotografías de monstruos dad de la gente y las ambigüedades de que no existen, como las que reproduce la historia le permitieron sostener esa un libro magistral llamado Freaks, de mentira hasta el fin, y vivir de ella con Leslie Fiedler, en el que se ve un niño cierta holgura. hindú de cuyas espaldas brota otro niño La enumeración de mistificaciones parásito, y un hombre con cuatro pies puede resultar interminable. Algunas son elegantemente calzados. tan llamativas que merecen lugar aparte. Pero las falsificaciones son aún más Entre las más sonoras está la del holandés caudalosas en los feudos de la política, Hans van Meegeren, quien estudió con donde las estadísticas se desplazan tanto celo y talento las técnicas de Jan siguiendo el índice interesado de los Vermeer –figura mayor de la pintura flacaudillos, de modo que la miseria, el al- menca del siglo XVII– como para inventar,

La lección de Corrientes

Vosotros trucháis Por Norberto Firpo

Para LA NACION

E

que utiliza como propaganda. A pesar de incluir en la alianza a la UCR del gobernador Arturo Colombi, a los candidatos del PANU residual, de Tato Romero Feris; al Partido Popular, del ex gobernador Pedro Braillard; al Partido Autonomista; desertores del Partido Liberal, y al Partido Justicialista, el resultado ha sido decepcionante para el oficialismo provincial, que prometía obtener no menos de 32 bancas de constituyentes sobre un total de

una para la Alianza Alternativa Republicana (Liberal-Recrear). Esta última alianza defiende el derecho de los cuatro partidos a las bancas cuestionadas, aunque la maniobra oficialista la beneficiaría. El desenfreno del maltrecho poder hegemónico en marcha lleva al oficialismo a intentar destruir a las fuerzas opositoras. El 20 de febrero, dirigentes suspendidos del Partido Liberal intentaron copar el Comité

Hay que hacer funcionar la República, hoy agredida desde el poder. La responsabilidad es de todos: de los que están en el oficialismo y también de la oposición

39. Sólo obtuvo 22, dos más que la mayoría absoluta, y no se siente seguro. Por ello, ha cuestionado la designación de cuatro candidatos electos (de la democracia cristiana, el PANU, el comunismo y el Frente de Integración Nacional) contrarios a la reelección, por no haber obtenido el tres por ciento de los votos válidos, aplicando, por analogía, una norma restrictiva del Código Electoral Nacional que se refiere a las elecciones de legisladores. De esas cuatro bancas que el oficialismo pretende sustraer, tres serían para el Frente de Todos y

Ejecutivo para ponerlo al servicio del gobierno. La mayoría de ellos habían sido suspendidos en las convenciones generales del partido del mes de diciembre por desconocer públicamente a las autoridades y las normas partidarias, integrar listas ajenas al Partido Liberal (están en el oficialista Frente de Todos), votar la reforma con reelección en contra de lo resuelto institucionalmente e intentar la destrucción del partido impidiendo su participación en los comicios. El pueblo anhela el normal funcionamiento de las institu-

© LA NACION

Rigurosamente incierto

Por Ricardo G. Leconte

S conveniente leer bien el resultado de las elecciones de convencionales constituyentes realizadas en Corrientes el 18 de febrero. Como en otras provincias, el objetivo principal fue habilitar la reelección del gobernador y del vicegobernador. Al igual que en Misiones, en Corrientes todos los recursos del Estado se volcaron en favor de los candidatos oficialistas. La propaganda del gobierno se confundía con la del Frente de Todos, que lo representaba. Hubo trabas en los medios masivos de difusión para que la oposición –en especial, la alianza Liberal-Recrear, llamada Alternativa Republicana– difundiera sus propuestas, aun mínimamente. El reparto de bienes hasta en el día de los comicios fue hecho sin disimulo. La presión y las amenazas a intendentes opositores fueron brutales. La alianza oficialista, Frente de Todos, perdió alrededor de 100.000 votos en un año y cuatro meses de gobierno. El 74,18% del cuerpo electoral no acompañó el intento de reelección y el 25,82% lo apoyó (166.976 votos para el Frente de Todos sobre un padrón de 646.453 electores). Además, hubo indiferencia en la opinión pública: sólo votó la mitad del electorado. Todo esto ocurrió a pesar de que el gobierno provincial tuvo las arcas llenas de dinero, como pocas veces, para hacer cosas

entre 1936 y 1942, siete obras maestras desconocidas, que los expertos atribuyeron a una etapa temprana de Vermeer. Una de ellas, Cristo en Emaús, unía con destreza algunas jarras de vino, cabezas, manos y platos de sus obras juveniles y las ordenaba de manera tan nueva que media Europa quedó sin aliento ante el hallazgo. Nadie pudo descubrir que Van Meegeren era un falsario. Irónicamente, tuvo que hacerlo él mismo. Al terminar la Segunda Guerra, la policía holandesa lo arrestó por vender al enemigo obras que pertenecían al patrimonio nacional y lo amenazó con la cárcel perpetua. Van Meegeren eligió entonces denunciarse como falsificador, delito menos ofensivo que el de colaboracionista. Para demostrar que no mentía, pintó un último Vermeer en su celda: el mejor de todos y el único que fue destruido. Menos patética es la historia del francés Vrain-Denis Lucas, quien se hizo rico vendiendo una colección de veintisiete autógrafos de Colón, Carlos V, Dante, Carlomagno y Julio César, todos falsos, por supuesto. Tres de las joyas de aquel conjunto bastaron para asegurar la inmortalidad a Vrain Lucas, no en los anales de los coleccionistas sino en los osados dominios de la falsedad, donde todo es posible: una carta de Sócrates a sus discípulos antes de beber la cicuta; un relato de Lázaro sobre los prodigios del paraíso, después de ser resucitado; una confesión arrepentida de María Magdalena a la comunidad de Jerusalén. La Enciclopedia Británica supone que este último texto fue el que delató a Vrain Lucas porque el falsario, ya cebado, lo escribió en francés. La historia de la política argentina abunda en esas ventas de abalorios, que pierden rápidamente su brillo ante la cegadora realidad. La patria socialista del último Perón, la recuperación victoriosa de las Malvinas, el uno a uno de Menem, Cavallo y de la Rúa, así como los fuegos fatuos del corralito, fueron algunos de esos espejismos que llevaron al país hacia abismos de los que no fue fácil salir. Desde el principio de los tiempos, el hombre inventa fábulas para que otros las vivan y las sufran, así como la vida inventa realidades que con frecuencia terminan convirtiéndose en fábulas.

Para LA NACION ciones. Cada vez se despega más de los proyectos hegemónicos, a pesar de las presiones, las dádivas y las trabas a la oposición. Misiones y Corrientes lo enseñan... pero aún falta mucho. Hay que hacer funcionar la República, hoy agredida desde el poder. La responsabilidad es de todos: de los que están en el oficialismo y también de la oposición. Los independientes no pueden permanecer ajenos a la construcción del futuro, porque también ellos van a sufrir los errores del oficialismo y la oposición. Este año será crucial. El tiempo pasa. Confiemos en que la oposición encuentre un cauce para crear una alternativa moderna, lo más abarcadora posible, que una al mayor número en torno de ideas elementales para recuperar la República, recuperar la seguridad, vivir con la vigencia plena de nuestras instituciones maltrechas y crecer con justicia, como el país merece. Ninguna apetencia personal o de grupo, por legítima que sea, debe anteponerse al interés superior del país. Los ejemplos de Misiones y Corrientes muestran una tendencia. Merecen la mejor respuesta de la dirigencia nacional. No lo olvidemos. © LA NACION El autor fue gobernador de Corrientes de 1987 a 1991.

E

L filólogo de barricada Transgénico Peribáñez aguarda impaciente que la Real Academia Española apruebe su propuesta, la de incorporar el verbo transitivo truchar en la próxima edición de su prestigioso diccionario. ¿Por qué? “Porque es el verbo que mejor identifica la naturaleza y la idiosincrasia del país de los argentinos, ubicado entre los quince primeros del mundo que más adulteran y falsifican productos de marcas internacionales”, responde. El dato proviene de una encuesta realizada por la consultora porteña Ipsos-Mora y Araujo, a pedido de la Cámara de Comercio de Estados Unidos. Hasta ahora, el mataburros oficial admite que el sustantivo trucha nombra a un pez de agua dulce, pariente del salmón, y reconoce que el lunfardo rioplatense le regala una simpática acepción: trucha es también la cara de una persona. “Resulta incomprensible –rezonga Peribáñez– que la Real Academia haya aceptado la palabra truchimán para definir al sujeto astuto e inescrupuloso, e hiciera lo propio con el argentinismo trucho, un adjetivo, para mencionar a todo asunto fraudulento, y no haya autorizado todavía el verbo truchar, una omisión lamentable y capciosa.” El académico Garcilaso Toronjillos y Pidal ve el reclamo con buenos ojos: “Tan cierto como que el verbo truchar goza en la Argentina de formidable arraigo,

es que si lo incorporamos a nuestra lengua rendiremos, de paso, un merecido homenaje al compositor austríaco Franz Schubert, autor de un quinteto para piano y cuerdas, en realidad inspirado en una cumbia caribeña para bongó y pandereta y por eso bautizado La trucha”. En la Argentina hay enormes talleres que truchan desde licores hasta zapatillas; hay laboratorios que plagian específicos medicinales; hay perfumerías que venden suntuosas esencias aromáticas que no fueron destiladas en París, como rezan sus etiquetas, sino ahí nomás, en un galpón arrabalero. A las puertas de Buenos Aires, en un paraje denominado La Salada, sólo una de las ferias consagradas al expendio de mercancía apócrifa, atiende a 20.000 clientes por día, recauda 9 millones de dólares por semana y da trabajo a 6000 personas, según informó el suplemento Comercio Exterior de este diario. ¿Cómo dudar de que el trucherío vernáculo constituye un verdadero exponente de prosperidad industrial y comercial, un rasgo típico de la cultura argentina? Argumenta Peribáñez: “Si la Real Academia dio sitio en su diccionario a un argentinismo soez que empieza con “bo” y termina con “udo”, no debería ignorar, ¡recórcholis!, a una familia de voces tan íntimamente consustanciada con la posmodernidad chanta que nos toca vivir”. © LA NACION