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INTERSECCIONES URBANAS CIUDAD TRANSNACIONAL  /CIUDAD GLOBAL

Colección Estudios Transnacionales

UNIDAD IZTAPALAPA Rector General Salvador Vega y León

Rector J. Octavio Nateras Domínguez

Secretario General Norberto Manjarrez Álvarez

Secretario Miguel Ángel Gómez Fonseca

Coordinador General de Difusión Walterio Francisco Beller Taboada

Directora de la División de Ciencias Sociales y Humanidades Juana Juárez Romero

Director de Publicaciones y Promoción Editorial Bernardo Ruiz López

Jefe del Departamento de Antropología Miguel Antonio Zirión Pérez

Subdirectora Editorial Laura González Durán

Coordinador de la Colección Estudios Transnacionales Federico Besserer

Subdirector de Distribución y Promoción Editorial Marco A. Moctezuma Zamarrón

Responsable Editorial Norma Jaramillo Puebla

Federico Besserer (editor)

INTERSECCIONES URBANAS CIUDAD TRANSNACIONAL  / CIUDAD GLOBAL

Unidad Iztapalapa

Universidad Autónoma Metropolitana Unidad Iztapalapa/División de Ciencias Sociales y Humanidades Departamento de Antropología

Juan Pablos Editor México, 2016

Intersecciones urbanas : Ciudad transnacional / Ciudad global / Fe­ derico Besserer, editor. - - México : Universidad Autónoma MetropolitanaUnidad Iztapalapa : Juan Pablos Editor, 2016

1a. edición



399 p. : ilustraciones ; 14 x 21 cm



ISBN: 978-607-28-0947-5 uam ISBN: 978-607-711-386-7 Juan Pablos Editor

T. 1. Globalización T.2. Urbanización - Antropología T.3. Urbanización - Sociología T.4. Ciudades y pueblos T.5. Transnacionalismo

HT178.M6 I58

INTERSECCIONES URBANAS CIUDAD TRANSNACIONAL   /CIUDAD GLOBAL de Federico Besserer (editor) Primera edición, 2016 D.R. © 2016, Federico Besserer (editor) D.R. © 2016, Universidad Autónoma Metropolitana Prolongación Canal de Miramontes 3855 Ex Hacienda San Juan de Dios Delegación Tlalpan, 14387, Ciudad de México

Unidad Iztapalapa/División de Ciencias Sociales y Humanidades Departamento de Antropología San Rafael Atlixco núm. 186, Col. Vicentina Iztapalapa, 09340, Ciudad de México tel. 5804-4763, 5804-4764 y fax: 5804-4767

D.R. © 2016, Juan Pablos Editor, S.A. 2a. Cerrada de Belisario Domínguez 19, Col. del Carmen, Del. Coyoacán, 04100, Ciudad de México Fotografías de portada: Federico Besserer ISBN 978-607-28-0947-5 UAM ISBN 978-607-711-386-7 Juan Pablos Editor Esta investigación, arbitrada por pares académicos, se privilegia con el aval de la institución coeditora Impreso en México Reservados los derechos Juan Pablos Editor es miembro de la Alianza de Editoriales Independientes Mexicanas (AEMI) Distribución: TintaRoja

ÍNDICE

Agradecimientos 13 Ciudad transnacional y ciudad global. Intersecciones teóricas y empíricas Federico Besserer 19

PRIMERA PARTE

TEORÍAS Y MÉTODOS EN CONSTRUCCIÓN Desarrollos de la perspectiva transnacional. Migración, ciudad y economía política en la intersección de la antropología y la historia Bela Feldman-Bianco 57 Los jóvenes transforman las ciudades y las redes Néstor García Canclini 87 Nuevas dinámicas de la migración internacional: retos y oportunidades Ludger Pries 103 [7]

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SEGUNDA PARTE

PRODUCCIÓN Y DESPOSESIÓN Redes laborales (sub)(r)urbanas vistas desde la suburbia: los traspatios de la transnacionalidad (Valle de Chalco) Fernando Herrera Lima 135 Globalización, precariado y redes transnacionales. Un sindicato independiente en la Ciudad de México Angela Giglia 161

TERCERA PARTE

VIOLENCIAS, AFECTOS Y CUERPOS Los lugares de las violencias: cuerpos juveniles. La pandilla del Barrio 18 (B-18) y la Mara Salvatrucha (MS-13) Alfredo Nateras Domínguez 191 Entre “trabajadores” y “bandidos”: cuatro décadas de desplazamientos del conflicto urbano en los márgenes urbanos de Brasil (1970-2010) Gabriel de Santis Feltran 221

CUARTA PARTE

CIUDADANÍAS Y MOVILIZACIÓN SOCIAL Movimientos políticos de la ciudad fronteriza. El Frente Amplio de Uruguay en Argentina: intersecciones entre memoria, pertenencia y ciudadanía Silvina Merenson 257 Urbanitas en red: construcción de ciudadanía transnacional a partir de las TIC: estudio de caso de tres comunidades virtuales de migrantes en Facebook Alejandra Ramírez S. 285

ÍNDICE

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Políticas globales, impactos locales: transformaciones en los movimientos sociales de la Ciudad de México. El caso de la Malinche en la Magdalena Contreras María Ana Portal 341 Cuatro reflexiones en las limitaciones diarias y las posibilidades reales y prácticas de la vida transnacional y la globalización Robert Courtney Smith 369 Sobre los autores

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En memoria de Juan Luis Sariego. Para Lucía, Iván y Andrés. F.B.

AGRADECIMIENTOS

Es un privilegio poder reunir en este libro los aportes de destaca­ dos investigadores e investigadoras que desde los estudios transnacionales y los estudios sobre la globalización han realizado investigación en contextos urbanos. Este libro se construyó en el marco del proyecto “La Ciudad Transnacional” desarrollado desde el Departamento de Antropolo­ gía de la Universidad Autónoma Metropolitana. El proyecto recibió el financiamiento 152521 H del Conacyt, cuyos recursos hicieron po­sible la publicación de esta obra. Le anteceden a este libro dos publicaciones en las que se presentaron algunos de los resultados de investigación del proyecto. La primera de ellas, Ensamblando la ciudad transnacional. Etnografía especular de los espacios transnacionales urbanos (Besserer y Oliver, 2014); y la segunda, La ciu­dad transnacional comparada. Modos de vida, gubernamentalidad y des­ posesión (Besserer y Nieto, 2015). Ambas aparecieron en esta mis­ ma Colección Estudios Transnacionales y reúnen el trabajo de un importante número de investigadores e investigadoras que parti­ ciparon en el proyecto bajo la conducción de Raúl Nieto, Margarita Zárate y Federico Besserer. Esta obra no es, en el sentido estricto, una compilación temá­ti­ca de trabajos. Se trata más bien, de la expresión escrita de un diálogo y de trabajo conjunto que se ha desarrollado, en algunos casos, por más de 25 años. Se trata, en este sentido, de un grupo episté­ mico que avanza en la construcción de pensamiento crítico sobre la ciudad. Pero esta conversación se ha hecho desde posturas teó­ [13]

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AGRADECIMIENTOS

ricas diferentes, desde disciplinas diversas, y desde distintas geogra­ fías. El libro mismo es el reconocimiento a los aportes de distintos programas de trabajo, y de la importancia de acercar estas posturas para la construcción de un marco analítico crítico más robusto, que permita una mejor comprensión de la realidad urbana contemporánea. Nestor García Canclini y Ludger Pries desde los primeros años de la formación del Posgrado en Ciencias Antropológicas en la Unidad Iztapalapa de la Universidad Autónoma Metropolitana sen­ taron las bases de dos programas de trabajo, el del estudio de la ciudad en el marco de la globalización y de los estudios trans­ nacionales, respectivamente. Sus trabajos son los pre-textos de los que se benefició el proyecto “La Ciudad Transnacional”. Las ideas de ambos nos orientaron a lo largo de estos cuatro años de trabajo. Ellos participaron incluso en la formación escolar de al­ gu­nos de los investigadores de este proyecto. Por ello extendemos nuestro reconocimiento. Bela Feldman-Bianco y Robert Smith realizaron algunos de los primeros trabajos etnográficos hechos desde la perspectiva de los estudios transnacionales en ciudades estadounidenses en la década de 1990. Debemos agradecer a Bela Feldman que nos per­ mitiera discutir en Brasil algunos de los primeros resultados del proyecto de investigación. Fue en este marco que nos beneficiamos de los comentarios de Gabriel de Santis Feltran, reconocido etnógrafo urbano brasileño quién también contribuye con un ca­pí­tulo en este libro. Robert Smith, por su parte, recibió institucionalmen­ te y acompañó el trabajo de algunos de los jóvenes in­vestigadores del proyecto La ciudad transnacional en la ciudad de Nueva York. Su afectuoso y talentoso acompañamiento fue especialmente im­por­ tante para este proyecto, lo cual mencionamos con gratitud. Fernando Herrera y Alfredo Nateras, profesores de la Universi­ dad Autónoma Metropolitana en el Departamento de Sociología (aunque antropólogos de formación) que contribuyen cada uno con un capítulo a este libro, participaron en los antecedentes y pri­ meros trabajos de este proyecto. Alfredo Nateras acompañó en las primeras sesiones de trabajo a uno de los subgrupos de jóve­ nes investigadores del proyecto “La ciudad transnacional”, mientras que Fernando Herrera forma parte del Seminario de Estudios Trans­

AGRADECIMIENTOS

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nacionales donde se discutieron cada uno de los avances de investigación del proyecto y acompañó como asesor una de las te­sis doctorales. Por ello extendemos un especial agradecimiento para ambos con quienes es un privilegio compartir el epíteto de “colega”. Silvina Merenson y Alejandra Ramírez hacen sus aportes a este libro desde Argentina y Bolivia, respectivamente. Su involucramiento en el proyecto “La Ciudad Transnacional” fue de vital importancia y por ello estamos agradecidos. Silvina Merenson via­ jó a México y se integró durante un año al Seminario de Estudios Trasnsnacionales. Con su experiencia en el estudio antropológico de ciudades fronterizas en el hemisferio sur de nuestro continente, acompañó y asesoró a algunas de las investigadoras en el trabajo etnográfico en las ciudades fronterizas entre México y Estados Unidos. Alejandra Ramírez, por su parte, abrió un espacio insti­tucional en Bolivia para que una investigadora del proyecto realizara tra­ bajo de campo sobre los vínculos entre Cochabamba y Madrid, ase­ sorándola hasta la conclusión del doctorado. María Ana Portal y Angela Giglia, investigadoras y docentes del Departamento de Antropología en la UAM-I, han realizado durante décadas investigación sobre la ciudad, y han desarrollado el conocimiento desde la perspectiva de la globalización. Ellas contribuyeron a la formación en aula de la mayoría de los investigado­ res e investigadoras participantes en este proyecto, y sus trabajos previamente publicados fueron obras de consulta indispensable para el proyecto “La Ciudad Transnacional”. El formato de diálogo entre los estudios transnacionales y globales de la ciudad, que estructura el libro que el lector tiene en las manos, se debe en gran medida, a una necesidad sentida ante el estimulante intercambio de ideas que hemos sostenido con ellas en estos cuatro años de desa­ rrollo del proyecto. Otros investigadores e investigadoras que no aparecen publicados en este libro, han contribuido al desarrollo del proyecto “La Ciudad Transnacional” y contribuyeron con sus ideas para la cons­ trucción de este libro. Entre ellos, quisiera hacer un reconocimien­ to a Mohtar El Harras, profesor de la Universidad Mohammed V en Rabat, quien dio seguimiento a la investigación en Marruecos, acompañando como asesor a una de las tesis doctorales resultado del proyecto. De igual manera, Hugo Valenzuela, quien participó

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en el Seminario de Estudios Transnacionales durante un año, ase­ soró el trabajo de estudiantes de movilidad y posgraduados en la Universidad Autónoma de Barcelona donde labora actualmente. Liliana Rivera Sánchez desde la perspectiva transnacional ha desarrollado investigación urbana en Nueva York y la Ciudad de México. Ella participó en el Seminario de Estudios Transnacionales aun antes de que se planteara este proyecto y desde entonces ha sido una interlocutora constante. Los trabajos escritos de estos tres colegas fueron incluidos en otras publicaciones resultado de este proyecto, pero deseo expresar aquí la gratitud del equipo de in­ vestigación por su generoso apoyo académico. El trabajo con Liliana Suárez-Navaz merece una mención y un agradecimiento especial. Gracias a sus gestiones y acuciosa direc­ ción académica en España, investigadores del proyecto “La Ciudad Transnacional” pudieron ampliar su formación en una colaboración entre los posgrados de antropología de las dos UAM (la Universidad Autónoma de Madrid y la Universidad Autónoma Metropolitana). Su reconocida capacidad académica es sólo superada por su generosidad. José Manuel Valenzuela y Shinji Hirai participaron en actividades académicas del proyecto “La Ciudad Transnacional” y brindaron su apoyo a los investigadores por lo cual expresamos aquí nuestra gratitud. El primero participó en la asesoría de una te­ sis doctoral y el trabajo académico del segundo fue un antecedente de lectura obligada para todos los participantes de este proyecto. No contamos con colaboraciones escritas de estos tres colegas, pero sus publicaciones permean la investigación en su conjunto. Raúl Nieto y Margarita Zárate participaron desde su concepción en el proyecto “La Ciudad Transnacional” en el marco del Se­mi­nario de Estudios Transnacionales y acuciosamente colaboraron con sus propias investigaciones así como en la conducción de tesis de pregrado y de posgrado. Su amistad y sus enseñanzas están en la base de este libro. La compleja red académica que se construyó a partir de la ge­ nerosa colaboración de los académicos mencionados y otros colegas que participaron en distintos momentos del proyecto de investigación se expresó en la intención de construir La Red de Es­ tu­dios Transnacionales (LaRET). Uno de los propósitos del presente libro es plasmar la investigación de algunos de los miembros de

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esta red, con el afán de continuar en la construcción conjunta de conocimiento y su difusión. A Héctor Tejera y Norma Jaramillo debo agradecer por el apo­ yo siempre cordial en los procesos editoriales en el Departa­mento de Antropología de la UAM-I. A Blanca Sánchez y su equipo editorial en Juan Pablos Editor, les agradezco el profesionalismo y amabilidad de su trabajo. Una gran cantidad de trabajo ha sido ne­ cesario en las tareas para integrar este volumen. Especialmente valiosa fue la colaboración de Nancy Wence y Ana Eugenia López en este proceso. Agradezco especialmente a Pablo Castro y Antonio Zirión en la Jefatura del Departamento de Antropología sucesivamente, a Angela Giglia en la Coordinación del Posgrado en Ciencias Antropológicas, y a Laura Valladares y José González en períodos sucesivos de la Coordinación de la Licenciatura en Antropología Social, por hacer posible articular la docencia y la investigación en un proyecto cuyo propósito fue producir conocimiento básico en las ciencias sociales y formar antropólogos capaces de enfrentar los retos de la investigación contemporánea. Dejo las últimas líneas por su lugar sobresaliente para expresar mi gratitud con los alumnos-investigadores de licenciatura, maestría y doctorado que participaron en el proyecto “La Ciudad Transna­ cional”. Sus aportes se han publicado y difundido en otros espacios, pero con su trabajo permitieron que la investigación sobre la ciu­dad transnacional avanzara hasta este punto en el que puede ser pues­ ta en discusión con otros marcos analíticos. Es por eso que agradez­ co a Ximena Alba, Yutzil Cadena, Mónica Cinco, Amina El Mekaoui, Valentina Glockner, Viridiana Gómez, Sandra Guillot, Ernesto Hernández, Anahí Jiménez, Tatiana Lara, Rosario Mata, Luis Pedro Meoño, Mariana Mora, Daniela Oliver, Diana Rendón, Daniela Re­ yes, Maribel Romero, Leonardo Salas, Lilia Solís, Sandra Tafolla, Lo­ renia Urbalejo, Areli Veloz y Nancy Wence. A todas y todos, gracias.

CIUDAD TRANSNACIONAL Y CIUDAD GLOBAL. INTERSECCIONES TEÓRICAS Y EMPÍRICAS* Federico Besserer**

UNA INSTANTÁNEA URBANA GLOBAL-TRANSNACIONAL En la portada de este libro se muestra la fotografía de una familia en la Isla de la Libertad, en la ciudad de Nueva York. De distin­ tas maneras, la fotografía alude a la forma en que se entrecruzan los procesos urbanos transnacionales con los globales. Al fondo podemos observar la línea que forman los rascacielos emblemáticos de esta ciudad. Entre ellos, el de mayor altura es el nuevo edificio del World Trade Center que reemplazó a las To­ rres Gemelas, trágicamente derrumbadas en el año 2001. Estos edi­ ficios albergan los corporativos de bancos y otras empresas que coordinan operaciones económicas que suceden en ciudades situadas en otras latitudes del planeta. Esta vinculación entre ciu­ dades geográficamente distantes permite a las empresas mantener una actividad ininterrumpida las 24 horas del día. Nueva York es una ciudad global que forma parte de un sistema de ciudades glo­ bales. Al frente de la línea de rascacielos vemos la Isla Ellis. Al fina­ lizar el siglo XIX y principios del siglo XX, esta isla fue el puerto de * Este trabajo fue realizado en el marco del Seminario de Estudios Transnacionales del Departamento de Antropología de la Universidad Au­tó­ noma Metropolitana, unidad Iztapalapa. La elaboración de este do­cu­ mento se benefició del proyecto Conacyt de Ciencia Básica “La ciudad transnacional” 152521-H, del cual agradezco el apoyo recibido. ** Universidad Autónoma Metropolitana, unidad Iztapalapa.

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llegada por el que ingresaron a Estados Unidos cerca de 12 millones de personas provenientes de distintos continentes. Muchos de esos migrantes trabajaron en la construcción de los rascacielos de la ciudad global, como lo atestigua la conocida fotografía “Desayuno en el rascacielos”, de Charles Ebbets, en la que retrató a un grupo de trabajadores de origen irlandés desayunando en las alturas en el proceso de construcción de los edificios del Rockefeller Center en 1932. La ciudad global de Nueva York es inseparable de la his­ toria de la migración. Los descendientes de esos migrantes, y muchas otras personas que llegan de diversas latitudes, sostienen con su trabajo coti­diano la ciudad que sus predecesores construyeron. Algunos son parte de la elite que labora en las oficinas de los rascacielos, pero la gran mayoría limpia pisos, trabaja en las cocinas de los lujosos restaurantes, maneja taxis, y vive en algún lugar de la extensa zona me­ tropolitana que circunda al centro financiero. Es por eso que el paisaje urbano de esta ciudad se llena de letreros escritos en dis­ tintos alfabetos, el aire transmite el olor de prácticas culinarias de diversas partes del mundo, y la ciudad se inunda de voces que se comunican en distintos idiomas. En el primer plano de la fotografía vemos a una familia origi­ naria de Bangalore, en India, que forma parte de la población que a principios del siglo XXI se desplaza entre diversas ciudades del mundo. Algunos lo hacen con la rapidez con la que viaja el turismo, otros hacen proyectos de vida que suponen que al traslado seguirá una larga estancia. Una buena parte de la población migrante no solamente no ha perdido la relación con las ciudades y países de origen, sino que juega un papel importante para las economías y sociedades de donde partieron y a donde muchos de ellos regre­ sarán. Esto les hace parte de una población urbana transnacional que conecta a diversas ciudades del mundo en un proceso de glo­ba­ lización que podría describirse como “globalización desde abajo” o subalterna. Nueva York, entonces, también es una ciudad transna­ cional que forma parte de un sistema de ciudades transnacionales. La fotografía que hemos descrito da cuenta de la intrincada manera en que se intersecan los procesos urbanos globales y trans­ nacionales. Pero estos procesos se han estudiado desde aproxima­ ciones analíticas diferentes: la de la ciudad global y la de la ciudad

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transnacional. Este libro tiene como propósito buscar las intersec­ ciones entre estos dos marcos conceptuales a partir del diálogo en torno a tres procesos que son fundamentales para comprender la intersección global/transnacional en el mundo urbano contem­ poráneo: los procesos de trabajo, las dinámicas de la violencia y las acciones de empoderamiento. Dos programas de estudio de la ciudad a escala mundial El final del siglo XX estuvo marcado por la consolidación de nuevos procesos urbanos que transformaron las ciudades. Por un lado, las grandes urbes dejaron de ser ciudades fundamentalmente in­ dustriales para ser cada vez más ciudades de servicios. Por el otro lado, la pobreza y la migración se transformaron también en fenó­ menos crecientemente urbanos. En este contexto, la articulación global de los servicios financieros integró ciudades como Tokio, Londres, Nueva York y San Francisco en una gran ciudad global, mientras que la migración transnacional de los urbanitas menos favorecidos articuló las márgenes de muchas ciudades del mundo en un entramado que hemos denominado la ciudad transnacional. Términos populares como “Nezayork” (que refiere a la vinculación entre la populosa Ciudad Nezahualcóyotl, que forma parte de la Zona Metropolitana de la Ciudad de México, y los asentamien­ tos hispanos pauperizados de Nueva York) y “Ravalistán” (que de­ nota la conexión entre el Raval y las ciudades paquistaníes que proveen de mano de obra a la ciudad de Barcelona) dan cuenta de los espacios sociales transnacionales urbanos que conforman la ciudad transnacional. Estos nuevos espacios se suman a otros pre­ viamente existentes, como el de los barrios chinos situados en distintos continentes pero hilvanados por las relaciones sociales de su diáspora, o las zonas metropolitanas fronterizas divididas por una frontera internacional. Un nuevo escenario urbano se presentó al inicio del siglo XXI que dejó al descubierto la estrecha relación entre la ciudad global y la ciudad transnacional. Por un lado, los atentados en las ciuda­ des globales (como Nueva York en 2001 y Madrid en 2004) impulsaron nuevas políticas de seguridad nacional (entre ellas las de deportación) que impactaron a los urbanitas transnacionales. Por

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otro lado, la crisis financiera iniciada en el año 2008 —cuya expre­ sión fue fundamentalmente urbana— impactó directamente la vida de los transmigrantes que formaban parte importante de la fuerza de trabajo que construía y trabajaba para la ciudad global, y que perdieron sus trabajos. Dos programas de investigación se desarrollaron en la última década del siglo XX y principios del siglo XXI para explicar los cam­ bios urbanos de escala mundial. El primero de ellos se enfocó en los procesos de globalización. En este marco se encuentra el texto emblemático de Saskia Sassen, The Global City: New York, London, Tokyo, publicado en 1991, que describió cambios estructurales en la economía global y estudió los vínculos estratégicos entre ciuda­ des que conforman una red urbana de escala mundial (Sassen, 1991). El segundo programa se propuso voltear la mirada hacia los sujetos y el papel que juegan en un proceso siempre inconcluso de prácticas sociales y políticas definidas como procesos de transnacionalización. Michael P. Smith escribió en este contexto el libro Transnational Urbanism, publicado en el año 2001, que abrió el cam­ po para la perspectiva transnacional en el estudio de las ciudades (Smith, 2001). Estos dos programas tienen en común su carácter crítico e interdisciplinario. El origen y el propósito de esta obra En el año 2013, como parte del proyecto de investigación “La Ciu­ dad Transnacional” nos dimos cita en la Ciudad de México investigadores de tres continentes, quienes desde nuestros respectivos enfoques disciplinarios expusimos nuestros trabajos para explorar los puntos de intersección de estas dos agendas teóricas. A partir de ese encuentro, los trabajos fueron desarrollándose hasta tomar la forma de capítulos para este libro. Los temas de discusión giraron en torno a cuatro temáticas, que constituyen los apartados del li­ bro que el lector ahora tiene en sus manos. La primera parte del trabajo se dedicó a los enfoques teóricos, para después explorar tres temas específicos en los que se contrastaron los aportes de cada uno de los enfoques paradigmáticos. Se trata en particular de te­ mas relacionados con la producción y el trabajo, la violencia y las formas de organización y resistencia en las ciudades del mundo.

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CIUDAD GLOBAL  / CIUDAD TRANSNACIONAL Se ha cumplido más de un siglo desde que en la literatura sobre la ciudad Patrick Geddes utilizó el concepto de ciudad mundial (Ged­ des, 1915). El texto era un trabajo basado en un modelo evolutivo de las ciudades que las presentaba como cambiantes y planeables (Bat­ ty y Marshall, 2009). El libro fue escrito en los albores de la Pri­ me­ra Guerra Mundial, en un momento en el que hacía conciencia en los urbanitas de la inescapable relación entre puntos distantes en la tierra. Con base en los textos fundacionales del estudio de la ciudad global y la ciudad transnacional y en autores que han hecho revisiones de estas posturas, en las siguientes páginas pre­ sentaremos algunos de los elementos distintivos de los programas que siguieron a esta mirada mundialista sobre la ciudad. Un antecedente, las “ciudades mundiales” El concepto de ciudad mundial usado desde principios del siglo XX ha sido utilizado por quienes han estudiado las ciudades desde la perspectiva del cambio histórico urbano, y de la transformación del contexto histórico (Derudder et al., 2012). El argumento sostiene que antes de la “modernidad” nos encontrábamos con una diversidad de sistemas-mundo, varios de los cuales precedieron a otros, mientras que algunos convivieron en el tiempo. En muchos de ellos jugaron un papel importante las “grandes ciudades”. Tay­lor (2012a) explica que los primeros trabajos de historiadores que usa­ron el concepto de ciudad mundial, como Peter Hall en 1966, estu­diaron grandes ciudades en sus respectivos contextos o mundos, de manera que los conceptos de grandes ciudades y ciudades mundiales frecuentemente aparecían juntos. Autores como Braudel (1984) usaron el concepto para referirse a los grandes centros financieros de la modernidad temprana europea. La idea es que las ciudades mundiales son la base institucional capaz de organizar vastas regiones en un sistema-mundo integrado (Taylor, 2012b). Jane Jacobs introduce en 1969 la idea de que las ciudades aparecen en grupos que se requieren mutuamente para existir. Éstas, propone Taylor, son “redes de ciudades” que generan una comple­ja

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división del trabajo. La literatura sobre las ciudades mundiales, entonces, destaca dos procesos asociados: el primero de ellos, de­ nominado town-ness, refiere a la relación de una ciudad con su en­ torno o hinterland, y el concepto de city-ness se usa para nombrar las relaciones entre ciudades (Taylor, 2012b). Para algunos autores, el proceso de globalización se inicia en el siglo XVI con la instauración de un gran sistema mundial inter­ co­nectado. Para otros, como Herman van der Wusten, este concep­to debe ser usado para los años 1990 del siglo XX, cuando se ins­tau­ ra un “sistema social a escala global”. En cualquiera de los casos, ante el proceso de globalización, pareciera que se sostiene la ex­plicación que da Wusten sobre la paulatina dilución de la distin­ ción en­tre ciudad mundial y ciudad global (Van der Wusten, 2012) Sin embargo, desde la perspectiva de un proceso de globalización tempra­no, necesitaríamos pensar en conceptos diferenciados para referirnos a los distintos tipos de ciudades globales, según los pe­ riodos a que nos referimos. Mientras que para algunos autores di­cha periodización tiene sentido cuando se centra en la dimensión política (como la transición entre un periodo colonial a uno posco­ lonial), para autores como Friedmann y Wolff (1982), en el centro de la reflexión sobre la ciudad mundial debe ponerse la dimensión económica. La ciudad global En un artículo reciente, Christof Parnreiter hace un recorrido so­ ­bre lo que él llama la tradición teórica de la “ciudad global” (Parn­ reiter, 2013). El autor explica que se usó por primera vez el concepto de ciudad global en un texto escrito por Heenan en 1966. Pueden distinguirse dos giros importantes en los primeros textos que usa­ron el concepto respecto del uso que se había hecho de “ciudad mundial”. En primer lugar, el concepto de ciudad mundial había estado asociado en la historia a grandes “ciudades imperio”, pero en el análisis reciente estos sistemas de ciudades se encontraban en un contexto político muy diferente, en el marco de un mundo constituido por un gran número de naciones, por lo que la investigación se alejó del estudio del papel hegemónico de las ciu­ dades, que ponía énfasis en el plano político. En segundo lugar, en

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los años 1960 y en particular en los 1970, autores como Hymer (1972) destacaron el papel económico de las ciudades relacionando las ciudades de mayor envergadura con las corporaciones multinacio­ nales (Parnreiter, 2013). Autores como John Friedmann y Goetz Wolff asociaron las ciudades globales con la reorganización económica, donde las corporaciones transnacionales jugaban el papel central. El sistema económico emergente se materializaba en las ciudades que se diferenciaban según su capacidad de influencia y control. Las ciudades globales eran el pequeño número de ciuda­ des en la parte más alta de esta jerarquía urbana (1982). Se trataba ahora de entender a las ciudades en el marco de una nueva división del trabajo y el consecuente desarrollo desigual a escala glo­ bal. Desde este punto de vista, explica Parnreiter, la globalización de las ciudades no dependía entonces solamente de la solidez económica de las economías nacionales, sino de la creciente globali­ zación de las empresas que sobrepasaban las fronteras nacionales (Parnreiter, 2013). Es en este marco que Saskia Sassen escribe la conocida obra The global city (1991). Esta autora explícitamente vincula el concep­ to a un cambio en el capitalismo, que se define por la movilidad y el carácter líquido del capital por un lado, y, por el otro, porque hay un debilitamiento de los espacios económicos nacionales y un reescalamiento al ámbito global de los espacios en los que se articula el sistema económico. En otras palabras, las ciudades glo­ bales son ciudades mundiales, pero no todas las ciudades mundiales (en su esquema conceptual) son ciudades globales; estas últimas sólo aparecen en el marco del último periodo del capitalis­ mo (Sassen, 2005). En la construcción de su modelo conceptual, las ciudades globales se territorializan y vinculan con regiones ur­ banas que proveen de los insumos necesarios al capital que opera en las ciudades globalizadas (Sassen, 2007). En este modelo las ciudades globales, por su relación con el capital global, tienden a desconectarse de su hinterland más inmediato e incluso de sus economías nacionales. Por ello, las ciudades globales tienden a la formación de “sistemas urbanos transnacionales” y su importancia se deriva de estas redes. A diferencia de las ciudades mundiales de periodos anteriores, las ciudades globales no existen en forma individual o aislada, según su propuesta (Sassen, 2005).

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El modelo de Sassen no da por hecho la existencia de un sis­ tema económico global como resultado del poder de las corporaciones transnacionales y de la comunicación global. Ella propone que esto precisamente representa el foco de la investigación y prefiere centrarse en el estudio de las “prácticas” que constituyen la globalización económica. Este enfoque en las prácticas, introduce los conceptos de lugar y trabajo (que dejan de verse cuando el análisis se enfoca en el comportamiento del capital) (Sassen, 2005). Las ciudades globales y las redes de ellas están inmersas, nos dice Sassen, en la construcción de procesos de inequidad tanto en su interior como con respecto a su entorno. El trabajo de Sassen destaca también los procesos de transnacionalización de la fuerza de trabajo inmigrante, que encuentra en las ciudades globales un lugar de trabajo, de vida y de organización política. Por lo mismo, destaca la autora, las ciudades globales son centros de encuentro y contradicción entre la fuerza de trabajo transnacional que configura “comunidades translocales e identidades” y el capital global (Sassen, 2005). El trabajo de Néstor García Canclini y el de otros autores in­ cluidos en este libro, como María Ana Portal y Angela Giglia, apor­ tan desde el enfoque de la ciudad global una mirada antropológica que explora procesos culturales que enmarcan estas contradicciones de carácter político y económico (García Canclini, 2005). Krätke, Wildner y Lanz (2012) proponen que entre los estudios sobre la ciudad global están, por un lado, aquellos que estudian las ciudades globales, mientras que otros se centran en el proceso de globalización de las ciudades. A estos enfoques se suman los tra­ bajos de quienes se centran en la articulación entre ciudades que forman sistemas de ciudades globales (Parnreiter, 2013). La ciudad transnacional En 2001, diez años después de la publicación de la primera edición de The Global City: New York, London, Tokyo (1991), de Saskia Sassen Koob, aparece el importante libro Transnational Urbanism: Locating Globalization (2001), de Michael Peter Smith. Con una larga trayectoria en la investigación urbana desde la antropología, M.P.

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Smith incorpora en su libro sobre el estudio de la ciudad, el marco teórico de los estudios transnacionales que desde principios de la década de 1990 se venía desarrollando en la antropología (Rouse, 1989; Kearney y Nagengast, 1989; Glick Schiller et al., 1992) y en otras disciplinas como la ciencia política (Smith, 1995). El trabajo de M.P. Smith hace una crítica a los estudios urbanos que dan demasiada importancia a las estructuras, lógicas y actores del capital para comprender los cambios en las ciudades, y en vez de ello propone una aproximación centrada en la “agencia” donde la acción social desde la vida cotidiana de los sujetos sea tomada en cuenta para comprender no solamente el cambio urbano, sino también la relación misma entre la macroeconomía y las microrredes constituidas por las acciones de las personas. El uso del concepto de ciudad global, propone él, ha sido utilizado para imponer narrativas de periodización y asignar un papel cen­ tral en el cambio urbano a la lógica de la acumulación de capital. Smith propone una distinción tajante entre el concepto de globalización y el de transnacionalismo. Por un lado, porque difieren en magnitud, escala y alcance (“scope, scale, and ‘reach’”) sugiere él, siguiendo a Michael Kearney (1995:548). Pero también porque los enfoques sobre la ciudad global asumen explícitamente la crecien­ te insignificancia de las fronteras nacionales, las zonas fronterizas y las identidades; mientras que los estudios sobre la transnacionalidad han puesto un especial interés en estos fenómenos porque las comunidades transnacionales, los circuitos migratorios transnacionales y las prácticas sociales están en constante interacción con los mismos. La metáfora del “transnacionalismo urbano” reco­ ge el hecho de que las conexiones translocales y la construcción de los vínculos sociales transnacionales requieren de las acciones humanas para mantenerse (Smith, 2001:5). M.P. Smith concluye que el concepto de ciudad global provee una descripción incompleta de los procesos de globalización pues se centra en la globalización del capital “desde arriba” y no reconoce las prácticas transnacionales “desde abajo” (Smith, 2001:12). En la base, se infiere de su propuesta, hay un problema de método pues a diferencia de los estudios sobre la globalización, que se sustentan frecuentemente en series estadísticas, el estudio de los vínculos transnacionales requiere una nueva práctica de la etno-

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grafía que sea capaz de separar el concepto de vida cotidiana del supuesto de que ésta es solamente local (Smith, 2001:15). El trabajo de Smith se ha centrado precisamente en el estudio etnográfico de los vínculos transnacionales entre-ciudades (Smith, 2005; Smith y Eade, 2009). Esto ha sido motivo de crítica por par­ te de otros transnacionalistas como Nina Glick Schiller, quien ha propuesto que M.P. Smith no pone suficiente atención en “lo local” en su estudio sobre el transnacionalismo urbano (Glick Schiller, 2005). Éste es el enfoque que siguen Glick Schiller y Ayşe Çağlar con un importante grupo de investigadores en su libro Locating Migration. Rescaling Cities and Migrants (2011). Este grupo propone que la dimensión transnacional debe ser entendida como una “es­ cala de las ciudades”, adicional a otras escalas, como pueden ser el volumen de su población o el tamaño de su mancha urbana. En­ tre las contribuciones de ese libro, la de Brenner (2011) aclara que este concepto de escala puede reservarse a la integración vertical de las unidades territoriales, y que es diferente de otras formas de interconexión que pueden conceptualizarse como “redes”. Contrario a la literatura sobre “ciudad global”, que pone en el centro la discusión sobre el grado de globalización de las ciudades y de su integración con otras ciudades globales, Glick Schiller y Çağlar proponen que “todas las ciudades son globales en el sentido de que han sido afectadas por el proceso de crecimiento global del reescalamiento y reestructuración neoliberal” (2011). Pero la relación entre los migrantes y la ciudad puede ser un indicador del éxito o el fracaso de una ciudad en reposicionarse y reestructurarse para competir globalmente. El libro, que sigue la línea de los estudios de lo que se ha llamado “transnacionalismo migrante”, en esta ocasión centra su interés en la construcción de “lo local”, por ello le interesan no solamente los migrantes recientes sino también los descendientes de segunda y tercera generación. El pa­pel de los migrantes puede ser el de proveer de fuerza de trabajo para que una ciudad se reposicione económicamente en el concierto global, pero también pueden ser los capitales con los que contribu­ yen (ya sean culturales, como en caso de los cuadros especialistas, o económicos, como en el caso de quienes llegan a una ciudad e inyectan recursos propios) los que aportan al reescalamiento y reposicionamiento de la ciudad. De la misma manera, estos agen-

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tes del cambio urbano pueden participar en movimientos sociales en contra de la reestructuración neoliberal. El libro, concluyen las compiladoras, “demuestra que los migrantes son residentes de ciudades y actores dentro de ellas”; las ciudades, en este sentido, no deben ser vistas como “contenedores” sino como lugares de en­ trada “fluidos e históricamente diferenciados en los que se puede estudiar el papel reestructurador de los migrantes”. Ambas posturas del transnacionalismo se alejan del concepto de ciudad global por diferentes motivos. M.P. Smith señala que quienes han usado el concepto, asumen rápidamente las condicionantes estructurales del capitalismo global, mientras que Glick Schiller y sus coautoras proponen que en este momento del capitalismo todas las ciudades están inmersas en los procesos globales. El punto de coincidencia está en el énfasis que ponen en el papel de los sujetos como agentes del cambio urbano, pero mientras que M.P. Smith se concentra en el estudio de los “vínculos en­tre ciudades”, Glick Schiller y sus coautoras ponen el énfasis en la ciudad como un nodo local pero interconectado (ellas proponen la idea de una “localidad abierta”), y en los migrantes como residentes de las mismas. Un tercer enfoque es el que hemos sostenido en el proyecto “La ciudad transnacional” (Besserer y Nieto, 2015; Besserer y Oli­ ver, 2014; Besserer, 2015) donde proponemos que la ciudad transnacional es en primera instancia un conglomerado de relaciones sociales que producen las urbes locales y territorializadas, pero las exceden formando un “tercer espacio” que articula territorios discontiguos en un gran ensamblaje de dimensiones mundiales. La ciudad transnacional es un fenómeno diferente de la ciudad global, entendida como un sistema articulado fundamentalmente por el capital (en el sentido de Sassen y Parnreiter), pues se trata de un entramado formado por las acciones de los sujetos en su vida co­ti­­ diana. El entramado de la ciudad transnacional no es isomór­fi­co con el entramado de la ciudad global, no se superponen ni está con­te­ nida la primera en la segunda, aunque (como demostró la etnogra­fía que realizamos en varios continentes) ambas redes convergen en nodos importantes como Beijing, París, Nueva York y Madrid. Contrario a las propuestas de M.P. Smith y Glick Schiller (que encontramos también implícita en Sassen y Parnreiter), nuestra

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definición de transnacionalidad para este entramado urbano no se centra exclusivamente en los procesos migratorios. Describimos la ciudad transnacional más bien como un gran ensamblaje de tres tipos de formaciones transnacionales. La primera formación es producto de modos de vida transfronterizos que constituyen la ciudad fronteriza como un territorio contiguo dividido por esa complejidad que conocemos como “línea fronteriza” (la frontera más cruzada del mundo es la que está contenida dentro del sistema metropolitano Tijuana-San Diego, es decir, es una frontera intraurbana don­de los cruces cotidianos no constituyen necesariamente un fe­ nómeno migratorio). En otras palabras, no se trata de migrantes sino de urbanitas transfronterizos. La segunda formación social es aque­ lla formada por espacios sociales urbanos transnacionales (como la calle transnacional y el sistema de barrios chinos) que articulan territorios discontiguos y distantes conformando lo que hemos lla­ mado la ciudad diaspórica. Encontramos que estos espacios sociales urbanos, para usar el concepto sobre el que ha trabajado Lud­ger Pries (1999), tienen diferentes densidades e institucionalidades. El tercer tipo de formación urbana transnacional es el que está in­ tegrado por las cadenas globales de capital (como las cadenas hote­ leras, las cadenas de aviación y las cadenas globales de producción posfordista) en el interior de las cuales se estructuran modos de vida transnacionales centrados fundamentalmente en la vida labo­ral y articulados por las vidas de los trabajadores y sus organizaciones. A este último tipo lo hemos denominado la ciudad clusteriza­da. Es­tas diferentes formaciones urbanas pueden encontrar anclaje en una misma localidad. Un buen ejemplo es la zona metropolitana fronteriza Calexico-Mexicali en la frontera entre Estados Unidos y México, donde encontramos una importante actividad del barrio chino y se localizan nodos de las cadenas de capital de conexión glo­ bal, como los call centers. Intersecciones urbanas: global-transnacional Si bien las investigaciones presentadas en los artículos que forman el libro dan muestra de la manera en que se imbrican los procesos transnacionales y los globales, la investigación sobre procesos urbanos sigue haciéndose desde enfoques analíticos distintos y

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priorizando la investigación de uno u otro fenómeno. De ahí que este texto tenga por objetivo poner en diálogo las perspectivas des­ de la ciudad transnacional y de los estudios de la ciudad global con el afán de tener lecturas cruzadas de los mismos y estudiar la per­ tinencia de construir un marco analítico común. Las posturas que hemos revisado hasta aquí coinciden en el esfuerzo por construir propuestas críticas. Se trata, desde nuestro punto de vista, de un ejercicio de reunir dos programas o potenciales analíticos diferen­ tes pero intersecados, de ahí el título de “Intersecciones urbanas”. En las líneas que siguen trataremos de proponer esquemáticamen­te las distintas maneras en que, a partir de los autores referidos, po­ damos pensar en la relación global-local. • Procesos de transnacionalización y globalización El marco teórico de los estudios urbanos y la globalización, así como la bibliografía referente al transnacionalismo urbano han desarro­ llado herramientas conceptuales y analíticas de gran alcance y fun­ damentales para la comprensión de la vida urbana del siglo XXI. Ciertamente nos encontramos ante distintas maneras de definir la relación entre procesos de globalización y de transnacio­nalización, según el marco analítico que se utilice (véase el esque­ma 1). ESQUEMA 1

Globalización

Imperial

Internacional

Transnacional

En primer lugar, desde la perspectiva histórica, como la planteada en los trabajos que utilizaron el concepto de ciudad mundial (Taylor, 2012a), la relación global-transnacional podría entender el proceso de globalización como un fenómeno que se inicia en el siglo XVI y que continúa hasta nuestros días. Desde esta perspecti­va histórica, podríamos pensar que el proceso de transnacionalización

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le da nombre a la etapa más reciente de la globalización ha­biendo un momento primero en el que los imperios dominan en un orden colonial, otro en el que surgen las naciones independientes y en el que se consolidan formas de vinculación entre naciones creando un orden “internacional”, y un último momento en el que se con­ figura una fórmula “transnacional” donde encontramos instancias supranacionales y formas de organización social subnacionales que trascienden fronteras (véase el esquema 2). ESQUEMA 2

Globalización

Transnacional

En segundo lugar, desde una perspectiva como la que sos­ tienen los autores del transnacionalismo representados por M.P. Smith (2001), quien alude a la definición de Michael Kearney (1995), la globalización puede ser entendida como un fenómeno de gran escala que se distingue por su gran extensión, mientras que los pro­ cesos transnacionales son de menor escala pero pueden ser de gran densidad (véase el esquema 3). ESQUEMA 3

Globalización

Transnacionalización

Una tercera fórmula es la propuesta por el grupo de Nina Glick Schiller y Çağlar (2011), quienes consideran que los procesos de globalización forman un contexto estructural en el que la transna­

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cionalización es el resultado de la acción de los sujetos urbanos, concentrándose en su caso en el papel que juegan los migrantes en la reestructuración de las ciudades, imprimiendo nuevas esca­ las en un sentido “vertical” (véase el esquema 4). ESQUEMA 4

Globalización

Transnacionalización

Desde este punto de vista preferentemente geográfico, la glo­ balización puede ser vista como un tema de “escala” (scale) que va “de lo local a lo global”. Por el otro lado, la transnacionalización puede verse como un fenómeno de “ámbito” (scope) que va “de lo local a lo transnacional” (véase el esquema 5). ESQUEMA 5

Globalización

Transnacionalización

Finalmente, una quinta propuesta que surge del trabajo reali­za­ do por el Seminario de Estudios Transnacionales (Besserer y Nie­to, 2015) nos propone pensar que las dinámicas de globalización y de transnacionalización urbanas, si bien son contemporáneas, no ne­ce­ sariamente son isomórficas. Se trata de procesos que tienen esca­ las y ámbitos propios, con puntos de intersección que operan como

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un ensamblaje de procesos urbanos hegemónicos y subal­ternos. Estos procesos responden también a dinámicas propias, enmarca­ das en un contexto estructural del capitalismo en transición de una fórmula fordista a una posfordista. No se trata, como nos ad­ vierten Ferguson y Gupta (2002), de una globalización “desde arri­ ba” (estructural y abstracta) y una transnacionalización “desde abajo” (empírica y basada en las prácticas de los sujetos). Concebimos los procesos de globalización urbanos con la misma calidad empírica que los procesos de transnacionalización, cuya jerarquía consiste en las diferencias de poder, y entendemos que enfatizar demasiado en el lenguaje (“arriba” y “abajo”) puede contribuir a la reproducción de las inequidades.

INTERSECCIONES URBANAS En los artículos que forman este libro, y la discusión que sostuvieron sus autores en el marco del coloquio “La ciudad transnacio­ nal a debate”, hay elementos para encontrar las intersecciones entre la mirada global y la mirada transnacional en el estudio del fenómeno urbano contemporáneo. Siguiendo el modelo expositivo de Khagram y Levitt (2008) en los apartados que siguen hemos tratado de organizar estos puntos de intersección en el plano teó­ rico, metodológico, epistemológico y empírico. Intersecciones teóricas Bela Feldman y Néstor García Canclini, investigadores con una lar­ ga historia de estudio sobre la ciudad, presentan reflexiones sobre la relación entre dinámicas globales y transnacionales desde trayectorias distintas. La primera, desde el enfoque de los estu­ dios transnacionales, enfatiza en la importancia de la perspectiva etno­histórica en la que en el contexto etnográfico concreto se pue­ den ver los cambios a partir de la relación concomitante entre pro­ cesos globales y transnacionales. El segundo, desde la mirada de los estudios sobre la globalización, propone una postura de conver­ gencia que en un momento en el tiempo comprenda que la separación analítica entre dinámicas globales y transnacionales no

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ayuda en la comprensión de las condiciones de vida y las propues­ tas de cambio de los habitantes de la ciudad. • El modelo etnohistórico En su análisis, Bela Feldman propone partir de la idea de que los fenómenos globales (cambios del capitalismo fabril al capitalismo de servicios y el concomitante cambio del Estado-nación al Estadodiaspórico), y los procesos transnacionales (construcción primero de redes que se enfrentan a una incorporación segmentada y que luego se transforman en campos transnacionales segmentados entre los más afluentes y los menos favorecidos) han existido por más de un siglo. Feldman propone desde una revisión de su propia trayectoria académica que podemos identificar dos momentos en la relación entre procesos globales y transnacionales. Un primer momento se caracteriza por la presencia en el contexto urbano de redes migrantes débiles y Estados-nación fuertes con una economía que centraliza y concentra. Se trata de dinámicas típicas del sistema fabril, pero también de la lógica de la preeminencia de los Estados nacionales. Este modelo se caracteriza por la desigualdad reproducida de la explotación/xenofobia, que crea un grupo de, por así decirlo, obreros-étnicos. El segundo momento histórico se caracteriza por la presencia de campos migratorios fuertes (en parte derivado de un cambio en las políticas de la pertenencia de los Estados que reconocen a las “diásporas urbanas”) que son retro­ alimentados por un nuevo tipo de capitalismo de flujos (como el turismo, el flujo de capitales y las cadenas globales de servicios tu­ rísticos y de transporte). Este modelo se caracteriza por una seg­ mentación de los grupos sociales que conforman el entramado transnacional, unos como transnacionales afluentes con autorización para la movilidad de doble ciudadanía, etc., y otros que se en­frentan a sistemas de seguridad de las fronteras. Se podría concluir que en los procesos urbanos siempre ha habido una relación global/transnacional entre espacios y sujetos sociales. Pero han cambiado las formas de gubernamentalidad de un sistema que enfatiza lo “local” a uno que enfatiza los “sistémico”. Primero había un formato fabril/segmentante cuya forma de

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gubernamentalidad produce la ciudad-local como una forma de pro­ ducción y de gobierno. En un segundo momento se trata de un formato de capitalismo de servicios y flujos que impulsa la construcción de espacios sociales transnacionales segmentados, y que al mismo tiempo impulsa la articulación de las ciudades en siste­ mas urbanos transfronterizos. • El modelo de convergencia El artículo de García Canclini nos hace reflexionar sobre la dificul­ tad de separar lo global de lo transnacional. Si entendemos la ciudad global como “desde arriba” (o como procesos atribuibles a la glo­ balización del capital) y a los procesos transnacionales como “desde abajo” (o como procesos atribuibles a la globalización del trabajo), no podríamos dar cuenta de la complejidad del proceso que implica, en el momento actual, el proceso de globalización/transna­ cionalización. Habría que pensar más bien en una “globalización desde el medio”, no como un segmento entre “arriba y abajo” sino como la articulación del proceso en la práctica, en el punto de con­ vergencia entre arriba y abajo donde se producen contradicciones y cambios. El autor estudia un sector creativo de la sociedad que tiene ini­ ciativas propias en las industrias culturales (en ese sentido parecería que forman parte de la “globalización desde arriba”) pero que logran subsistir sólo en condiciones de precariedad (en ese sentido participan de la “globalización desde abajo”). Cuando nos pregunta­ mos si acaso las industrias culturales son una forma de domina­ción económica en el contexto global o si son espacios de resistencia juvenil, la respuesta debería ser que son ambos; que los jóvenes no acumulan sino sobreviven; que si bien estos jóvenes forman parte de las industrias culturales, se organizan en las plazas de las ciudades, usan internet para comunicarse y construyen utopías para un orden global mejor. El énfasis en las dos propuestas para comprender la importan­cia de estudiar de modo conjunto los procesos globales y trans­na­cio­ nales nos invita a pensar que desde distintas perspectivas analíti­ cas es posible reconocer la importancia de las intersecciones entre el plano global y el transnacional. Sin embargo, las propuestas pre­

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sentan diferencias que hay que discutir. Mientras que para Bela Feldman los procesos globales y transnacionales son realidades empíricas que se articulan y requieren un estudio etnográfico para conocer sus cambios, para García Canclini “global” y “transnacional” son categorías analíticas que sirven para explicar procesos que en el plano etnográfico están articulados, y sólo así se comprenden las tensiones que apuntan hacia el cambio histórico. Intersecciones metodológicas Tal vez sea en el plano metodológico donde la intersección entre los estudios desde la perspectiva de la globalización y los aportes desde la perspectiva transnacional encuentran un reto mayor. Así lo percibimos al menos en los aportes del trabajo sobre el impacto de los procesos globales en el plano local urbano del grupo de tra­ bajo representado en este libro por las antropólogas María Ana Por­ tal y Angela Giglia, y la perspectiva transnacional de Ludger Pries. En los siguientes párrafos propondremos un modelo que podría mostrar una ruta de encuentro entre estas dos posturas. Ludger Pries piensa que los estudios transnacionales no son un paradigma o una teoría, sino un programa de investigación. Este programa de investigación hay que distinguirlo de lo que existía antes y esto era el “nacionalismo metodológico” donde las unidades sociales de investigación se definían en términos de las estruc­ turas políticas formales. Se trataba de un sistema de agregación donde lo local estaba contenido en unidades nacionales, y éstas a su vez lo estaban en otras unidades regionales y finalmente éstas estaban contenidas en una global. El nacionalismo metodológico (un concepto desarrollado por Nina Glick Schiller y sus coautoras) y el globalismo metodológico, nos propone Pries, son dos caras de la misma moneda. Pries advierte la importancia de introducir en el análisis las dinámicas transnacionales que rebasan los contenedores “local”, “nacional” y “global” ordenados por escalas. Para ello propone que es necesario incorporar en el análisis la existencia de instituciones sociales transnacionales como la familia, el mercado, así como las organizaciones de empresas y diversos regímenes de poder. Pries nos propone un modelo de tipos ideales para el estudio de

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la realidad transnacional con base en dos ejes: el de los “espacios geográficos” y el de los “espacios sociales”. Cada uno de estos ejes o dimensiones puede tener un carácter “sustancial” (continuidad ya sea territorial o social) o bien “relacional” (una articulación de entidades separadas ya sean éstas sociales o geográficas). Por otro lado, María Ana Portal y Angela Giglia expresaron en las discusiones del encuentro “La ciudad transnacional a debate” que su grupo de trabajo percibe “lo global” como un contexto es­ tructural (político, económico, social y cultural), mientras que “lo transnacional” se refiere en su análisis a las relaciones sociales de sujetos y de empresas cuyos flujos cruzan fronteras. “La ciudad”, entendida como un espacio local, aparece como un espacio articu­ lado de dos maneras. En primer lugar, como una “vitrina” donde se impulsan proyectos para promover la globalización de la ciudad. En segundo lugar, la ciudad aparece como un espacio local donde se implementan proyectos generados en el plano político, eco­ nómico y cultural de escala global. Es decir, se trata de procesos que van “de abajo hacia arriba” o “de arriba hacia abajo” y que inci­ den en el proceso de globalización de las ciudades definidas como espacios locales. La “ciudad”, en esta propuesta, es un “espacio material” fragmentado donde los espacios son diversos y pueden, por ejemplo, ser cerrados o públicos. Entre estos espacios materia­ les hay distancias que son consustanciales a la diferenciación social en la ciudad. La ciudad como un entramado de espacios materiales puede ser diferenciada analíticamente de la sociedad urbana como un conglomerado de lazos sociales. Sin embargo, es precisamente en el plano “local” donde los procesos transnacionales y los globales convergen y adquieren formas específicas y concre­ tas. Especialmente el trabajo de Giglia en este libro es un esfuerzo por mostrar esta relación entre procesos globales y transnacionales en la Ciudad de México, entendida como un conglomerado de espacios materiales. Una reformulación del modelo de Pries podría ayudarnos a pensar en puntos de intersección entre las propuestas del transnacionalismo y de los estudios con énfasis en la globalización aquí presentados. En este esquema, podríamos encontrar empíricamente formas urbanas donde dominan los procesos de globalización y los procesos transnacionales tienen una presencia menor;

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éstas corresponderían a la representación que hacen los estudios sobre la ciudad global. Otra forma urbana empírica sería aquella donde los procesos de transnacionalización son más evidentes pero los procesos globales tienen menor relevancia; ésta correspondería a la representación que hacen preferentemente los estudios sobre la ciudad transnacional. Una posibilidad podría ser aquella donde los procesos de globalización, así como los procesos de trans­ nacionalización configuran sistemas globales y transnacionales de ciudades que, si bien se articulan, tienen dinámicas diferenciadas. Finalmente, podemos pensar en formas urbanas en las que los pro­ cesos de globalización y transnacionalización tienen menor re­ levancia; éstas serían preferentemente ciudades locales (véase el cuadro 1). Dos elementos adicionales sobre el método merecen ser men­ cionados. El primero de ellos es la mirada cuantitativa que aporta elementos importantes para el estudio de la realidad social, esta aproximación es más proclive al análisis basado en tipos ideales. Pero los trabajos que se presentan en este libro proponen en su ma­ yoría una aproximación etnográfica. Ambas posturas resaltaron la importancia del trabajo comparativo, aunque parece que los aná­ lisis de gran escala (como el estudio de las redes globales y transnacionales) se han realizado preferentemente desde la perspectiva cuantitativa, mientras que la aproximación cualitativa ha sido pre­ ferentemente utilizada para el estudio local. En su intervención en el coloquio, Gabriel Feltran de Santis propuso que éste es preci­ sa­mente el campo en el que se hacen nuevos aportes desde la etno­grafía que se propone el estudio de procesos globales y trans­ nacionales. Éste es, por ejemplo, el caso de los estudios realizados sobre “La Ciudad Transnacional” por el Seminario de Estudios Trans­ ­nacionales de la UAM. El aporte etnográfico no sustituye, podríamos decir, los estudios cuantitativos. Más bien, resuelve el problema de las fuentes estadísticas, ya sea porque éstas se realizan usualmente desde un “nacionalismo metodológico”, como lo señaló Fernando Herrera, o porque existen situaciones que suceden al margen de los me­ ca­nismos para la recopilación de la información estadística. En el último caso se encuentran muchas de las circunstancias de la vida de los sujetos subalternos, de las prácticas cotidianas de las empre­

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CUADRO 1

Menos global

Más global

Menos transnacional

La ciudad como localidad. Un espacio geográfico y una unidad sociológica relativamente acotadas dentro de una frontera política.

La ciudad global. Ciudades que son el anclaje de organizaciones hegemónicas como empresas transnacionales que operan de manera local, manteniendo sus relaciones extralocales, pero emplean trabajadores locales. Ejemplos característicos de este tipo de ciudad podrían ser las “ciudades enclave”, o las ciudades “en proceso de globalización”.

Más transnacional

La ciudad transnacional. Ciudades donde se anclan redes de población migrante de diversa índole. Los migrantes pueden mantener durante generaciones sus vínculos con localidades lejanas, y muchas veces con más de una localidad. Es predominantemente la densidad de las redes que convergen en estas ciudades las que contribuyen a darle una “escala transnacional”.

Ciudad global  / transnacional. Un primer caso (sustancial) puede ser el de una ciudad local donde puede observarse la convergencia de los procesos globales y transnacionales. Otro nivel de estudio puede ser (relacional) donde las ciudades se articulan en sistemas ya sean global o transnacionalmente. Estas grandes redes urbanas, si bien tienen puntos de convergencia, no son isomórficas.

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sas y los aparatos de gobierno, así como las situaciones crecientes de informalidad e ilegalidad en la vida urbana. Estos retos metodo­ lógicos se presentan tanto para los estudios transnacionales como para la perspectiva de la globalización. Intersecciones epistemológicas El diálogo entre los estudios transnacionales y globales de la ciu­dad propone retos epistemológicos. El primero de estos retos está relacionado con el contexto pro­ fesional en el que trabajamos. Se trata en primer lugar de tra­di­ cio­nes disciplinarias muy diversas, al menos éste ha sido el caso de la antropología, donde los marcos teóricos se construyeron en el habitus disciplinario de las naciones. Las subdisciplinas de la an­ tropología social desarrollada por los británicos son la política, la económica y la antropología simbólica. En cambio, la antropolo­gía estadounidense se estructura subdisciplinariamente en arqueología, física, lingüística y cultural. Ante esta situación, los procesos globales y transnacionales que atraviesan las fronteras nacionales, y los campos nacionales del pensamiento disciplinario, podrían representarse de manera distinta por las distintas aproximaciones teóricas. Más aún, la globalización y la transnacionalidad podrían representarse de manera diferente no sólo por las distintas tradicio­ nes de una disciplina, sino también por los enfoques de discipli­nas diversas. No es casual, podríamos decir, la diversidad de definicio­ nes sobre los procesos globales, unas de las cuales enfatizan en el ámbito de la economía (las más de ellas), otras en los procesos políticos, y otras más en el papel que juega la cultura en su confi­ guración. Se requiere entonces la formación de grupos epistémicos capaces de producir un diálogo que evite que cada aproximación y cada tradición disciplinaria construyan su “propia globalidad” y su “propia transnacionalidad”. El problema reside en que no estamos ante diferencias sólo conceptuales, sino que las disciplinas se desarrollan en el marco de un habitus, de una economía política del pensamiento científico, que reproduce desigualdades en el concierto global. Una epistemología de la globalización y la transnacionalidad tendría que tomar en cuenta estas diferencias para

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evitar la reproducción de una mirada hegemónica desde el norte, que no tome en cuenta los aportes del sur global en los estudios sobre la ciudad. Éste fue uno de los elementos tomados en cuenta para la construcción de este libro en el que participan investigadores de distintas latitudes. La red de estudios transnacionales formada en el contexto de la discusión académica que dio como resultado la construcción de este libro se propone ser un grupo epis­ témico capaz de construir conocimiento tomando en cuenta estas desigualdades. El segundo reto está relacionado con la violencia epistémica del pensamiento disciplinario. Quienes han reflexionado críticamente sobre el “nacionalismo metodológico” sugieren que es posible cons­ truir una epistemología transnacional (Khagram y Levitt, 2008), pero surge la pregunta de si acaso el “cosmopolitismo” disciplinario puede ser el mejor “punto de vista” para conocer realidades tan complejas como las que nos proponemos estudiar. La reflexión re­ ciente de la así llamada “antropología experimental” muestra que la experiencia de los sujetos inmersos en procesos de transnacionalización es un punto de partida importante para corregir los ses­ gos del nacionalismo disciplinario. Aprendemos de estos suje­tos cuando desde sus propias realidades construyen nuevos conceptos espaciales como “Pueblayork” o “Ravalistán”, o cuando ubicados en las situaciones de hibridez entre la globalización y la transnacionalidad (como en el caso de los jóvenes artistas que analiza Gar­cía Canclini en este libro) imaginan salidas del neoliberalismo con base en nuevas utopías no siempre sustentadas en la razón académica que puede construir una desigualdad epistémica entre el “conocimiento científico” y los supuestos “saberes culturales”. La reflexión de las geógrafas feministas como Pratt y Yeoh (2003), enfatiza que los estudios de la globalización corren el riesgo de construir una versión masculinizada de la “globalización”, y podría­ mos agregar que por el otro lado los estudios de la transnacionali­dad pueden construir de manera inversa una mirada esencialista de la feminización de la migración y el carácter “otro” (por ejemplo indígena) de las comunidades urbanas transnacionales. En el contexto transnacional y global, estas diferencias entre el “yo an­ tropológico” y el “otro etnográfico” —para usar la fórmula lingüís­ tica propuesta por Michael Kearney (2003)— parecen hacerse más

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complejas y en ocasiones diluirse. Cada vez más, en el contexto urbano y transnacional es difícil sostener esta dicotomía analítica, pues la mayoría de los académicos son urbanitas y muchos de los movimientos sociales construyen miradas alternas en el lenguaje disciplinario. De ahí que tengamos que pensar en el carácter “autoetnográfico” y autorreferencial de muchos de los trabajos que se realizan en el campo de los estudios urbanos. El tercer reto lo refiere Alfredo Nateras en su contribución al plantear que los modelos analíticos global y transnacional, de ori­ gen académico, se encuentran con dificultades para incorporar los puntos de vista de los sujetos con “vidas al límite”. Los sujetos transnacionales, nos dice Nateras en sus intervenciones, se oponen al “borramiento” y se están “visibilizando”, pero requerimos un nuevo herramental para estudiar los procesos de globalización y transnacionalización, más allá de las diferencias de “poder” (como las que señalamos en párrafos anteriores) para incorporar herramientas de trabajo que nos permitan conocer los procesos que se dan en el marco de la “violencia”. Éste ha sido un tema de am­ plio de­­bate en el caso de los estudios en el contexto mexicano actual. La violencia, o para ser más específico, las violencias, no pue­ den ser examinadas solamente con las herramientas de análisis que estudian la política y el poder, también requieren instrumentos para el estudio de otras dimensiones. Una de estas dimensiones es la de las emociones y los afectos, capaz de analizar sentimientos como el “miedo” que aparece en su forma colectiva en las ciu­ dades, como lo propone el trabajo de Fernando Herrera en este libro. Otra de estas dimensiones es la muerte, como lo señala Al­ fredo Nateras, que tiene el poder de configurar espacios transnacionales como la llamada “zona gris” que corre desde ciudades en El Salvador, hasta ciudades estadounidenses. La violencia, como nos previene De Santis Feltran en su aporte a esta obra desde la perspectiva de los estudios urbanos de la globalización, no es monopo­ lio de los sujetos marginales de la sociedad, es una realidad de la sociedad que se impuso sobre los habitantes de los márgenes, que, como en el caso que él estudia en Brasil, están sujetos a un cambio de retórica que concibió primero a los trabajadores como “posibles empleados”, para representarlos en el nuevo contexto neoliberal como “bandidos” encerrados en espacios urbanos en guerra. El

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es­tudio de la violencia urbana, entonces, requiere herramientas capaces de observar desde la subjetividad de los urbanitas contem­ poráneos —como han sido desarrolladas desde los estudios transnacionales—, hasta los procesos hegemónicos de la sociedad —como se han analizado desde los estudios de la globalización. Intersecciones empíricas Los análisis que conforman este libro se caracterizan por centrarse en investigaciones empíricas. Hemos organizado tres de las par­­tes de la obra en torno a problemas relacionados con el trabajo, la violencia, así como la movilización social y ciudadana. Cada una de estas partes del libro incorpora las posiciones de quienes estu­ dian estas realidades desde el marco analítico de los estudios de la globalización, así como contribuciones con una mirada transnacional. Los términos “trabajo”, “violencia” y “movilización” tienen una relación conceptual entre sí. Se trata de tres formas de acción que permiten comprender la relación entre procesos sobredeterminantes en la sociedad y las prácticas cotidianas de los urbanitas. Estas tres categorías nos ayudan también a estudiar dinámicas dia­crónicas, como la transición urbana de un tipo de ciudad dominada por el modelo industrial y nacionalista a una ciudad cen­ trada en los servicios y la flexibilidad laboral. Finalmente, en torno a estos tres fenómenos sociales podemos reflexionar sobre la intersección en el ámbito urbano de procesos globales y procesos transnacionales. • Producción y desposesión Los tres artículos que conforman esta parte abordan el estudio del trabajo desde los estudios transnacionales y de la globalización para comprender a la ciudad. Escritos desde la antropología, las dos contribuciones de esta sección se basan en información etnográfica. Los trabajos analizan la construcción de algún tipo de “zona fronteriza” en la ciudad donde convergen procesos transnacionales y globales. Para Fernando Herrera, quien escribe desde los estudios transnacionales, la ciudad es un “cruce de caminos” que configura una situación

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(r)urbana entre los circuitos de migración transterritorial (campociudad) y transnacionales (migración internacional) de trabajadores altamente vulnerables que contribuyen a la construcción y el sostenimiento de la ciudad tanto con su trabajo, como con re­ mesas que envían desde el extranjero. Angela Giglia, desde la perspectiva de los estudios globales, se refiere a “espacios insulares” en los que se realizan tareas en el sector económico de los hidrocarburos (tan importante a nivel global y fundamental también para sostener el funcionamiento de la Ciudad de México como ciudad global), donde los trabajadores laboran sin recibir a cambio un salario. Giglia nos muestra como en la construcción de un movimiento laboral ascendente de este sector del “precariado” ellos cuentan con el apoyo de organizaciones sindicales transnacionales. Así, estos “espacios insulares” son puntos de convergencia ur­ bana entre procesos globales y transnacionales. En resumen, en esta sección la ciudad se presenta como un punto de convergencia entre procesos globales del capital y procesos subalternos de trabajo. La ciudad aparece como una compleja tecnología de extracción de valor y de reproducción de la precariedad. En la ciudad transnacional/global, el precariado (para usar el concepto de Giglia) reproduce su condición de clase desde las zonas habitacionales depauperadas como las estudiadas por Herrera, hasta los puntos de trabajo sin salario estudiados por Gi­ glia. La ciudad global/transnacional es un nuevo fenómeno histórico que se caracteriza por la emergencia de nuevas formas de explotación absoluta que son contravenidas por los trabajadores creando nuevas formas de reproducción, resiliencia y resistencia transnacionales. • Violencias, afectos y cuerpos La violencia urbana es un fenómeno donde los estudios sobre glo­ balización y transnacionalismo pueden ser contrastados y articulados. Así, por ejemplo, los estudios sobre la violencia en las ciudades brasileñas han demostrado la importancia de poner en el contexto global las dinámicas urbanas para poder comprender las especificidades de la violencia en el plano local. Otros enfoques, como el estudio de la violencia en las ciudades a lo largo del

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corredor migratorio Centroamérica-Estados Unidos, muestran que el estudio de las dinámicas transnacionales es fundamental para comprender la articulación de distintos tipos de violencia que van desde la guerra hasta la violencia relacionada con las organizacio­ nes pandilleras. Los artículos de esta parte, elaborados por Alfredo Nateras y Gabriel de Santis Feltran, abordan desde una perspectiva etnográ­ fica e interdisciplinar el estudio de la violencia urbana, el primero con un enfoque transnacional y el segundo desde los estudios de la globalización. Nateras describe agrupaciones llamadas en Centroamérica “maras”, que viven en situaciones de conflictividad y violencia. El autor explica que durante los años de la guerra ci­vil en distintos países centroamericanos, un porcentaje altísimo de la población migró concentrándose en la ciudad estadounidense de Los Ángeles. Nateras identifica el origen de la escalada de violencia en la experiencia de estos migrantes con grupos pandilleros de aquella ciudad, violencia que se extendió de regreso a las ciudades de los países de donde eran originarios. Se trata entonces de una violencia construida en el proceso de transnacionalización de la población, proceso que se inició con la huida de una situación de guerra en los países de origen, que se incorporó al modo de vida en Estados Unidos, y que se transnacionalizó tras la deporta­ción de una población de origen centroamericano considerada “vio­lenta”. El tra­ bajo de De Santis, en cambio, sitúa el origen de la vio­lencia en el plano de los cambios que trajo la reestructuración del capita­lismo a escala global que desarticulan a las ciudades en el plano local pro­duciendo fronteras entre distintas zonas de la ciu­dad. El te­ rritorio de estudio de Nateras es el cuerpo tatuado de los transmigrantes, quienes en sus prácticas atraviesan las fronteras que separan a las ciudades que habitan, pero que están ame­nazados con el confinamiento social y el de las prisiones. En cambio, en el caso de De Santis las fronteras se establecen en el nivel urbano, circuns­ cribiendo a las favelas como un territorio formado por una política de guerra, en contra de aquellos a los que hoy se identifica con el nombre de “los bandidos”. La articulación de las fronteras simbólicas y sociales configuran lo que el autor ha llamado “fronteras de tensión” (De Santis, 2011). La convergencia entre los estudios globales y transnacionales de las violencias urbanas permitirá des-

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ensamblar las múltiples formas que toma la violencia y con ello desmentir el supuesto de que la violencia es un monopolio de los sujetos menos favorecidos de la sociedad urbana. • Ciudadanías y movilización social Las contribuciones de María Ana Portal, Silvina Merenson y Alejandra Ramírez, en sus estudios sobre procesos de organización urbanas, parten de tres formas distintas de construir la ciudad como unidad analítica. Desde la perspectiva de los estudios de la globalización, María Ana Portal encuadra los procesos políticos urbanos en un sis­ tema de escalas que van de lo local a lo global, empezando por una zona de la Ciudad de México construida por los propios pobladores, que es afectada por una megaobra urbana impulsada por el gobierno en maridaje con los empresarios, como parte de las ac­ ciones encaminadas a colocar a esta ciudad en el concierto global. En este trabajo, el movimiento local de organización y defensa de los derechos de los urbanitas, que se opone a las políticas de mo­ vilidad e inmobiliarias, se configura como una lucha ciudadana “cosmopolita” en consistencia con agendas globales como la defensa del medio ambiente. El estudio etnográfico de Portal, basado en el trabajo de campo local, permite dar seguimiento en el tiempo a esta zona de la ciudad y sus habitantes. El trabajo de Alejandra Ramírez nos muestra una manera dife­ rente de pensar la ciudadanía desde el caso boliviano de su estudio. No se trata, como en el caso anterior, de una ciudadanía que se enmarca en distintas escalas enlazadas de manera vertical en una lógica que va de lo local a lo global, sino de una ciudadanía transnacional que de manera horizontal construye redes de parti­ cipación que configuran una esfera pública transnacional. El tra­ bajo muestra cómo la migración y el ejercicio ciudadano son dos agencias que se entrelazan, conformando ciberciudadanos de ori­gen boliviano con incidencia en diversas ciudades a la vez. El estudio se centra en tres comunidades virtuales con presencia en ciudades de Argentina, España y Estados Unidos. Silvina Merenson, desde los estudios transnacionales, en­ cuadra el estudio de los fenómenos de movilización ciudadana

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en la articulación de dos unidades analíticas urbanas distintas. La primera de ellas se define por su situación geográfica, se trata de las unidades geográficas en las que los pobladores de Uruguay deben ejercer el voto ciudadano. La segunda unidad analítica par­ te de la unidad sociológica de los ciudadanos políticamente activos que se encuentran dispersos en diversos países situados más allá de esta región y que conforman lo que podríamos llamar una formación urbana diaspórica. Nuevamente, el trabajo adquiere un formato de profundidad histórica al estudiar el cambio en las políticas de este grupo transnacional que le dieron un significado distinto a la ciudadanía transnacional, primero como militancia combatiente desde el exilio y después como un movimiento parti­ cipativo en las elecciones en el marco de los cambios políticos en su país de origen. El estudio de la ciudadanía en el contexto urbano desde los enfo­ ques global y transnacional nos permite comprender que es necesario abrir dos ejes de análisis para poder definir, para un caso empírico, las características de estos movimientos. De lo contrario, como lo señala Robert Smith en el posfacio de este libro, deri­ vadas de la estrechez del método se autocumplirán las expectativas de encontrar procesos ciudadanos globales o transnacionales. El trabajo de Smith nos insta también a pensar, como lo hace Pries en su propuesta metodológica, que el carácter transnacional o glo­ bal de los procesos urbanos no debe ser una condición asignada a priori, sino el resultado de una investigación empírica para cada caso. En el punto de intersección entre los procesos transnacio­ nales y globales, nos alerta Smith, aparecen actores locales que no podemos dejar de lado en el análisis, como es el caso de los distintos niveles de gobierno.

INVITACIÓN A LA LECTURA Las páginas anteriores muestran, por un lado, la importancia de construir un marco analítico donde converjan los estudios globales de la ciudad y los estudios transnacionales urbanos. En la literatura sobre la ciudad encontramos cada vez más los conceptos global y transnacional entreverados, aunque los programas dis-

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ciplinarios tienden a presentarse diferenciados, si no es que como alternativos. Nos encontramos, para empezar, con la necesidad de hacer ex­ plícitos los significados que asignamos a los conceptos de ciudad global y ciudad transnacional en nuestros trabajos, ya que encontramos fórmulas muy distintas en su uso analítico. Debido a que estas diferencias conceptuales están relacionadas con los marcos teóricos que les dan sustento, aparentemente no hay una defi­ nición única para cada uno de ellos. Parece más bien que en las tensiones entre cada uno de los modelos conceptuales usados re­ side la posibilidad de avanzar en el conocimiento de las dinámicas que se dan en el plano empírico. Estamos también ante una diversidad de métodos de estudio, cada uno de los cuales realiza un esfuerzo por construir herramien­ tas capaces de escapar al nacionalismo metodológico que ha sido el resultado de tradiciones disciplinarias. Los caminos, las vías... de trabajo no son entonces solamente avances que se puedan ha­cer desde el escritorio, se requiere una organización de la gestión del conoci­miento que construya nuevas formas de organización del tra­ bajo académico en un contexto de desigualdades institucionales. La comprensión de los procesos urbanos globales/transnacio­ nales requerirá, como analizamos anteriormente, de un esfuerzo en el plano epistemológico que reconozca el potencial interpretativo de los distintos puntos de vista de los actores en la sociedad urbana. Los estudios que se presentan en este libro reconocen los re­ tos anteriores y aportan elementos para la construcción de un pro­ grama de trabajo conjunto que nos permita comprender mejor las formas de desigualdad contemporáneas en el contexto urbano, y proponer formas de imaginar un mundo diferente. Habrá diversas maneras de leer el diálogo que se establece entre los autores que participan en esta compilación. El propósito de este trabajo es pro­ piciar estas lecturas y establecer una base para el debate.

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PRIMERA PARTE

TEORÍAS Y MÉTODOS EN CONSTRUCCIÓN

DESARROLLOS DE LA PERSPECTIVA TRANSNACIONAL. MIGRACIÓN, CIUDAD Y ECONOMÍA POLÍTICA EN LA INTERSECCIÓN DE LA ANTROPOLOGÍA Y LA HISTORIA* Bela Feldman-Bianco** Como ya afirmaba Eric Wolf, los conceptos y los modelos necesi­ tan ser tratados como un “kit de herramientas” a través del cual podemos realizar revisiones periódicas de “nuestro acervo de ideas como una evaluación crítica del modo en que formulamos y respon­ demos a ciertas cuestiones y de las limitaciones que podemos trasladar a estas tareas” (Wolf, 1988:321). Asimismo, la caracteriza­ ción de la antropología como “una (in)disciplina cuyas orientacio­ nes epistemológicas son configuradas por la práctica” (Comaroff, 2010) pone de manifiesto la relevancia de la investigación de campo, llevada adelante en tiempos y lugares específicos, para la formulación, refinamiento y cambio de conceptos y paradigmas. De ese punto de vista, más allá de aportar herramientas para la continua reevaluación de nuestras ideas, la etnografía —y espe­ cialmente la etnohistoria— despliega nuevos horizontes, así como también reflexiona y cambia la teoría (Vincent, 1991). Compartiendo esa visión de la práctica antropológica, en este artículo intento reflexionar críticamente sobre la perspectiva trans­ nacional de las migraciones y sus desarrollos en el escenario de los acelerados cambios en el capitalismo global, más de dos déca­ das después de su formulación. Considerando mis continuos inter­ * Agradezco a mis amigos e interlocutores Liliana Sanjurjo y Eduardo Domenech por la revisión editorial de este artículo. Este trabajo apa­reció publicado en la revista Alteridades ISSN: 0188-7017, número 50, año 25 (julio-diciembre 2015). Agradecemos a la revista Alteridades la autoriza­ ción para su publicación en este libro. ** Universidad Estatal de Campinas.

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cambios y colaboraciones, basados en datos de investigación, con las autoras de esa propuesta teórico-metodológica (Basch, Glick Schiller y Szanton Blanc, 1992; Feldman-Bianco 1992; FeldmanBianco y Glick Schiller, 2011), despliego ese examen crítico desde mi proyecto comparativo sobre las migraciones seculares de por­ tugueses hacia New Bedford, Massachusetts, Estados Unidos, y San Pablo, Brasil, y las migraciones más recientes de brasileros a Lis­boa, Portugal. A través de los trayectos de mis investigaciones en estas ciudades de diferentes escalas y posiciones en la economía políti­ca global, indago la coyuntura histórica de elaboración de mi­ radas transnacionales de las migraciones, sus límites y avances. An­ clada especialmente en mi etnografía de larga duración en New Bed­ford, escudriño la reconfiguración de ese paradigma para el estudio de las relaciones dinámicas entre migrantes y ciudades (Ça­ ğlar y Glick Schiller, 2011; Feldman-Bianco, 2011). Muestro que es­tos avances dan cuenta de la economía política, tiempo y lugar. Y que así po­si­bi­li­tan revelar los procesos globales que reestructu­ran ciudades es­pe­cíficas y el rol de las prácticas locales y trans­ nacionales de los inmigrantes, además de explicar cómo lo global, lo nacional y lo local se construyen a través de redes de relaciones des­iguales en lugares y tiempos determinados. Desde esta mirada, expongo cómo mis investigaciones fueron influenciadas y simultáneamente influenciaron la propia elabora­ ción y desarrollo de la perspectiva transnacional de las migracio­ nes. Argumento en pro de etnografías detalladas en la intersección entre la antropología y la historia para descifrar las complejidades y heterogeneidades de los procesos sociales, deconstruir concep­ tos y paradigmas y vislumbrar nuevos horizontes de investigación y nuevas formulaciones teórico-metodológicas. Desde esa posición, detallo las circunstancias que me llevaron a descifrar, en un primer momento, los significados de la construcción social de sau­dade (nostalgia) en la vida cotidiana de inmigrantes portugueses radi­ cados en la ciudad de New Bedford y direccionar, en un segundo momento, mi atención a las interrelaciones entre globalización, reconstrucción de la nación portuguesa y regímenes de ciudada­ nía. Analizo también cómo la incorporación de estudios de caso comparativos entre inmigrantes portugueses en San Pablo e inmi­ grantes brasileños en Lisboa a mi proyecto inicial me llevó a unir

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cuestiones de diásporas con asuntos sobre imperio y poscolonia­ lidad, así como extender mi análisis a los movimientos no sólo de personas, sino también de símbolos, productos y capitales y, últi­ mamente, a practicar una etnografía del Estado portugués. Indico además la importancia de estas investigaciones comparativas para la realización y comprensión de una historia social de New Bedford a través de las lentes de las migraciones, así como también para la formulación de una perspectiva global de los desplazamientos. Mientras el foco de mis estudios se ha ampliado como conse­ cuencia de los hallazgos de mi investigación, de modo recurrente he dedicado atención a los procesos globales que reestructuran ciudades y a las movilizaciones políticas de migrantes y sus prác­ ticas locales y transnacionales a través del tiempo y del espacio. Además, como veremos por medio de la etnohistoria, he escu­dri­ ña­do las desigualdades de los procesos capitalistas, la persistencia de las relaciones de poder imperial, incluso las continuidades co­lo­ ­niales en tiempos poscoloniales, así como también he problemati­za­ do y deconstruido mega nociones como migraciones, colonialismo, poscolonialismo y capitalismo. Como los contextos etnográficos y las circunstancias de la indagación de campo direccionan la investigación a seguir, recu­ pero críticamente los trayectos de la perspectiva transnacional y el recorrido de mis proyectos comparativos sobre migrantes trans­ nacionales.

TRAYECTOS DE LA PERSPECTIVA TRANSNACIONAL DE LAS MIGRACIONES

La perspectiva transnacional de las migraciones (Glick Schiller, Basch y Szanton 1992, 1994) fue desarrollada a partir de investiga­ ciones emprendidas predominantemente en la segunda mitad de la década de 1980 entre los llamados “nuevos inmigrantes” del Ca­ ribe, India y Asia, que empezaron a migrar a Estados Unidos en las décadas de 1960 y 1970 en un periodo de renovación de las mi­ graciones en las ciudades estadounidenses. De acuerdo con este paradigma, los migrantes transnacionales forman parte de dos o más sociedades y, consecuentemente, construyen campos sociales

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que transponen fronteras nacionales. Así, la expresión transnacio­ nalismo retrata los procesos a través de los cuales los inmigrantes establecen y sostienen relaciones sociales múltiples que conectan sus sociedades de origen y radicación.1 Esta perspectiva representó un avance frente a los paradigmas vigentes que tendían a circunscribirse a las cuestiones del mer­ cado laboral, aculturación y movilidad social en el espacio de la inmigración. Por su énfasis en tratar de relacionar cultura y poder, este nuevo paradigma posibilitó estudiar a los migrantes trans­ nacionales como sujetos y actores de los procesos hegemónicos de más de una nación, así como transponer el campo de la etni­ cidad más allá del análisis de las diversidades culturales. Es importante resaltar que la perspectiva transnacional de las migraciones motivó diversos análisis que anticiparon y deslin­ daron las extendidas relaciones de los inmigrantes con su país de origen y el papel desempeñado por el nacionalismo de larga dis­ tancia en el contexto de destino. Comparativamente, mientras los procesos de incorporación y exclusión de los migrantes en la na­ ción de origen fueron dilucidados, en las localidades de radicación recibieron menor atención. Aunque los inmigrantes vivan en ciu­ dades específicas, el interés durante las décadas de 1980 y 1990 por la relación entre Estado (de origen), transnacionalismo y cultura, nacido de la construcción de “naciones desterritorializadas”, des­ vió el foco desde la localidad hacia el Estado. A pesar de la impor­ tancia innegable y persistente del Estado-nación, los análisis de aquel periodo sufrieron el peligro de deslizarse hacia un nacio­ nalismo metodológico. La reconfiguración de este paradigma para estudiar inmigrantes en las ciudades a la luz de gente, tiempo, es­pa­ cio y lugar fue hecha a partir de diálogos con geógrafos interesados en el estudio de la escala de la ciudad en el contexto de la restruc­ turación del capitalismo global y del neoliberalismo (Çağlar y Glick 1 Un primer seminario con estudiosos de las migraciones, intitulado Towards a Transnational Perspective on Migration: Class, Race, Ethnicity and Nationalism Reconsidered fue organizado por N. Glick Schiller, L. Basch y C. Szanton Blanc, con el apoyo de la New York Academy of Science y The Research Institute for the Study of Man, New York, N.Y. Este seminario resultó en un libro homónimo publicado por la New York Academy of Science en 1992.

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Schiller, 2006, 2011).2 Esta enunciación más reciente explicita que la migración es parte constitutiva del capital y prioriza la localidad como unidad de estudio. Más reciente aún es mi intento destinado a prestar atención a la noción más amplia de desplazamientos para entender la articulación de las variedades, escalas y espacios de desplazamientos como parte de una lógica integrada subyacente a la producción de desigualdades en la actual coyuntura del capi­ talismo global.3

TRAYECTOS DE MIS INVESTIGACIONES COMPARATIVAS Mi involucramiento con el estudio de las migraciones interna­ cionales empezó cuando fui contratada en 1987 como Profesora Visitante de Estudios Portugueses de la Universidad de Massa­ chusetts Dartmouth. Esta cátedra fue creada en respuesta a las constantes demandas de líderes luso-americanos que postulaban la necesidad de impulsar investigaciones de docentes y estudiantes sobre los portugueses y sus descendientes radicados en las peque­ ñas ciudades de la Costa Sur de Massachusetts, localizadas a su alrededor, como Fall River, New Bedford y Tauton. Estas reivindi­ caciones se intensificaron con el aumento de la discriminación y xenofobia provocadas por un célebre caso de violación en banda ocurrido en 1983 en una taberna ubicada en un barrio obrero por­ tugués de la ciudad de New Bedford, cuyos protagonistas (víctima, acusados del estupro y fiscalía) eran inmigrantes portugueses o descendientes de tercera generación. Difundido por los medios de comunicación, incluido un juicio televisado, este caso de violación 2 Un taller intitulado Migration and City Scale, que reunió a antropó­ logos y geógrafos, fue organizado por Nina Glick Schiller y Ayşe Çağlar en el Max Planck Institute for Social Anthropology de Halle (Alemania) en mayo de 2006. 3 Esta noción más amplia de desplazamientos ha sido el foco de va­ rios eventos y paneles que organicé en reuniones de la Asociación Brasi­lera de Antropología (julio de 2012), de la Asociación Americana de Antropo­ logía (noviembre de 2012) y de la IUAES (septiembre de 2013) y de un pri­­­mer dossier, intitulado Deslocamentos Sociais, Ciência e Cultura, São Paulo: 2015, vol.67(2), 20-53. Sobre la ampliación de la noción de desplazamien­ tos, véase también James Clifford, 1997.

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en banda, conocido como el caso Big Dan y reproducido en viñetas (como la que se puede apreciar a continuación) llevó a un au­ mento de la discriminación contra los inmigrantes portugueses en la ciudad y la región.

Big Dan Impregnado por equívocos culturales, el caso Big Dan se convir­ tió en un campo de batalla en una coyuntura histórica donde el multiculturalismo (en su versión pluralista cultural estatal, ante­ rior al establecimiento de políticas neoliberales) ya se había trans­ formado en discurso hegemónico en los Estados Unidos, mientras que la política basada en las relaciones de clase estaba siendo remplazada por la política de la identidad, fundamentada en la dife­ rencia. A lo largo de este drama social, New Bedford recibió el apo­ do de Portuguese Gang-Rape Capital of America. Este caso de violación, transmutando simbólicamente aquella que antes fue conocida como la gloriosa “ciudad ballenera” en una “ciudad de inmigrantes bizarros”, trajo a la luz la decadencia y el reescalonamiento de esa ciudad en la economía política global, así

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como el posicionamiento de los inmigrantes portugueses en los bajos escalones de la localidad. El proceso empezó en la era textil y en la Gran Depresión cuando los talleres textiles locales cerra­ ron y/o se desplazaron hacia el sur del país. Además este hecho dramático marcó el inicio de un periodo en el cual la flexibilización del capital y el progresivo proceso de tercerización ya empezaban a causar un nuevo ciclo de cierre de las fábricas locales y/o su desplazamiento hacia otros países donde la mano de obra era más barata.4 Cuando llegué a la ciudad de New Bedford, había aún expre­ siones de ensañamiento xenofóbico en las movilizaciones de in­ migrantes portugueses y sus descendientes. En aquel presente etnográfico estos protagonistas se sentían discriminados por el he­cho de que los azorianos condenados en el caso Big Dan habían reci­ bido sentencias más largas que las otorgadas a un grupo de médi­ cos juzgados por una violación en banda ocurrida en la región de Boston cuyas víctimas eran enfermeras. Mientras las líneas abier­ tas de las emisoras americanas de la región transmitían intervencio­ nes discriminatorias y ofensivas sobre los portugueses, el locutor de un programa similar de la radio portuguesa local comparaba la víctima del Big Dan a la figura bíblica de “Magdalena”. En medio de estas manifestaciones presencié un evento público en defensa de los condenados donde un grupo de familias portuguesas llevaba pancartas en inglés que decían Save the Big Dan Five y planeaban visitar a los muchachos en la prisión y regalarles tortas. Junto a esa situación aparentemente paradojal, me encontré también, desde mis primeras caminatas por los barrios étnicos de la ciudad, con múltiples y contradictorias imágenes de temporalidades y espacia­ lidades portuguesas que se imponían y contrastaban con el esce­ nario industrial americano, como esta foto de una procesión del Divino Espíritu Santo en una carretera americana. Estas metáforas de la portugalidade aparentaban marcar fron­ teras simbólicas alrededor de los enclaves étnicos esparcidos por 4 Respecto al caso Big Dan, véase mi trabajo “The Aftermath of a Rape Case: The Politics of Migrant’s Unequal Incorporation in Neoliberal Times”, en Pauline Gardiner Barber y Winnie Lem (comps.) Migration in the 21st Century: Political Economy and Ethnography, Nueva York, Rout­ ledge, 2012.

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Foto Fiesta del Divino Espíritu Santo

las ciudades de Nueva Inglaterra. En aquella coyuntura histórica de renovación de los contingentes migratorios de las Azores y Portu­gal continental en la ciudad y en la región, simultáneo al crecimien­ to de la discriminación contra esos inmigrantes, estas alegorías de tiempos y espacios portugueses influenciaron mi elección de ex­ plorar la construcción social de la saudade (nostalgia) en la trama de la transmigración. Este foco en la saudade me indujo a exami­ nar cómo las relaciones con la tierra natal, así como la reelabora­ ción de representaciones del pasado anterior a la inmigración, se interponían en su cotidianidad en las ciudades de radicación. Por ende, noté que si la intención era develar las aparentes paradojas, entonces debía concentrarme en el análisis de las múltiples temporalidades y espacialidades portuguesas —y por lo tanto en la construcción social de la saudade— y de los procesos de incor­ poración, discriminación y exclusión de esos protagonistas en la ciudad y en la región, así como examinar sus movilizaciones y prác­ ticas locales y transnacionales. Así, sostuve la premisa de que los migrantes internacionales son actores y parte constitutiva tanto de los tejidos sociales de sus localidades de origen como también de las localidades de radicación. Por lo tanto, desde el inicio de esta indagación, la propia situación de investigación de campo me lle­ vó a estudiar el significado de la construcción de la saudade en el

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espacio de la inmigración tanto a nivel del self o de la persona co­mo del nacionalismo portugués de larga distancia. Asimismo, en el intento de incluir estudiantes y colegas docen­ tes en las investigaciones, elaboré y establecí un proyecto de his­ toria oral sobre los portugueses y sus descendientes en la Costa Sur de Massachusetts. Mientras tanto inicié un estudio de caso de larga duración sobre género, raza, clase y nacionalismo entre los portugueses de New Bedford. Si las historias de vida me hicieron entender cómo mujeres y hombres inmigrantes reconstruyen sus identidades personales, el acompañamiento de secuencias de even­ tos me permitió exponer cuándo y en cuáles circunstancias esos protagonistas se movilizan como un grupo étnico portugués y có­mo reconstruyen colectivamente su portugalidade en la ciudad y la región de radicación. Basada en ambos proyectos, examiné el significado del pasado portugués vivido anteriormente a la inmigración en la vida cotidia­na de hombres y mujeres de origen rural que entraron al mercado de trabajo industrial en la localidad. Concluí que antes de ser simple nostalgia, la reconstrucción de su pasado en la tierra natal estaba interconectada a los cambios en el modo de producción del tra­ bajo: de los ritmos más naturales de la vida rural hacia el tiempo disciplinado del capitalismo industrial. A diferencia de E.P. Thomp­ son (1966), que examina la transición cronológica de un “tiempo natural” hacia el tiempo de la disciplina del capitalismo industrial (o sea, el tiempo convertido en mercancía), mi análisis indicó la simultaneidad de los tiempos y cómo las representaciones y prác­ ticas sociales asociadas al pasado inmediato anterior a la migración habían moldeado sus reconstrucciones personales en el espacio de la migración. Como tantos otros inmigrantes de origen rural, estos protagonistas estaban viviendo simultáneamente dos tiem­ pos. En la fábrica, eran obreros que realizaban tareas automatiza­ das al ritmo del tiempo disciplinado del capitalismo industrial. Sin embargo, en su tiempo libre, a través de representaciones simbó­ licas y (re)invenciones de prácticas sociales de su pasado anterior a la emigración (como el cultivo de huertas y la fabricación de vino), continuaban siendo labradores y artesanos. Paradójicamente, al reconstruir su mundo cultural anterior a la emigración, estos in­ migrantes resistían mientras se adaptaban al tiempo industrial. En

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esa reconstrucción activaban sus identidades como azorianos, madei­ renses, continentales, reconfigurando así los cambios en sus vidas personales causados por su inserción en el tiempo disciplinado del capitalismo industrial en términos de sus identidades regionales.5 Estas reconstrucciones de temporalidades y espacialidades eran también visibles en sus casas, donde sobresalía un downstairs portugués (incluyendo un patio para el huerto, en el que impera­ ban prácticas de la vida rural y reflejaban sus continuas conexiones a través de redes sociales con la tierra natal) y un upstairs ameri­ cano con los símbolos de consumo, representando su incorporación en la localidad como trabajadores y consumidores. Esta división es­ pacial y temporal de la casa era escenario de cambios que tendían a causar conflictos en las relaciones entre los hombres y mujeres (especialmente debido al ingreso de la mujer en el mercado de tra­ bajo), así como entre generaciones, y además expresaba también diferentes posicionamientos de los miembros de la familia en la intersección entre códigos culturales diversos. Es importante des­ tacar que estos espacios y tiempos son dinámicos y cambian en la configuración de la casa durante el transcurso de sus vidas en la intersección entre localidad de origen y de radicación (FeldmanBianco 1992, 1997; Feldman-Bianco y Huse, 1995). Cabe señalar que en el presente etnográfico de finales de la década de 1980 los nuevos migrantes en New Bedford y ciudades vecinas eran formados por los contingentes más recientes de una migración histórica de las Azores, Portugal continental, Cabo Ver­ de y en menor número de la isla de Madeira hacia Nueva Ingla­ terra. Dada la continua renovación de la migración secular de azo­rianos, continentales y madeirenses hacia New Bedford, en una coyuntura histórica de formulación de nuevos paradigmas para el estudio de migraciones internacionales, examiné si el transnacio­ nalismo era un fenómeno antiguo o reciente. Con base en el aná­ li­sis de genealogías de las migraciones, estructuras domésticas y observación de eventos, indiqué que en el pasado, así como en el presente, las experiencias de vida de esos inmigrantes se exten­ 5 Esa perspectiva sobre el significado del pasado en el cotidiano de la inmigración fundamenta la etnografía visual Saudade (58’, 1991) que se constituyó en un instrumento de intervención político-cultural. Para un

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dían entre localidades del Portugal continental, Azores, Madeira y localidades de la Costa Sur de Massachusetts. También observé que, desde la década de 1970, estaba en marcha una intensificación de antiguas (pero también la emergencia de nuevas) formas de conexión e identificación con Portugal. Por otro lado, mi análi­ sis histórico posibilitó inspeccionar los eventos contemporáneos desde una mirada diversa y así identificar una simultánea exalta­ ción de localismos por parte de los portugueses como un enclave étnico en la ciudad (Feldman-Bianco, 1992; Feldman-Bianco y Huse, 1995). Estos patrones simultáneos se volvieron constitutivos de la interrelación dinámica entre globalización y localismos en la presente coyuntura del capitalismo global (Feldman-Bianco, 1992). Asimismo, durante el proceso de trabajo de campo y del uso de una perspectiva transnacional de migración me interesé en el análisis de las relaciones entre globalización, reconstrucción de la nación portuguesa y regímenes de ciudadanía. Poniendo énfasis en los campos sociales, este enfoque me llevó al estudio de los mi­ grantes transnacionales como sujetos y actores de los procesos hegemónicos de por lo menos dos naciones y así también estimu­ ló la indagación sobre la relación entre migrantes transnacionales y sus naciones de origen. A diferencia de mis interlocutores que estaban examinando los proyectos de reconstrucción nacional de ex colonias (India, Tailandia o países del Caribe, por ejemplo), mi estudio de caso se focalizaba en migrantes de un antiguo imperio subalterno. Consecuentemente examiné cómo, en el contexto de la descolonización y de su ingreso en la Comunidad Europea, el Estado poscolonial portugués se redefinió como una nación eu­ ropea desterritorializada que incorpora a su población disemina­ da por el mundo a través de una definición amplia de parentesco y descendencia anclada en lazos de sangre o jus sanguinis. Estos lazos de sangre (o “derechos a las raíces”) han involucrado la con­ cesión de doble nacionalidad a los “portugueses en el exterior” o “portugueses en el mundo”. Aunque desde mi localización en New Bedford yo solamente podía vislumbrar una de las dimensiones abordaje de la nostalgia como una emoción dominante, véase Economía política de la nostalgia. Un estudio sobre la transformación del paisaje urbano en la migración transnacional entre México y Estados Unidos, de Shinji Hirai (2009).

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de la remodelación de la nación poscolonial portuguesa —aquella relacionada al Portugal Inmigrante—, demostré que la construc­ ción de una nación global esparcida por el mundo estaba anclada en la reinvención de la memoria colectiva de la saudade como fundamento de la identidad (imperial y nacional) portuguesa. Temporalmente, esa memoria está asociada a la época de los des­ cubrimientos y a la posterior historia de inmigración, incluyendo espacialmente las exploraciones marítimas y la separación de pa­ rientes esparcidos por el mundo. En ese sentido, mostré que la incor­ poración de la diáspora portuguesa en la recreación de una nación poscolonial “global” había reemplazado las ex colonias en la reimaginación del antiguo espacio imperial (Feldman-Bianco, 1992). Como podemos observar, la legitimación de las redes y campos transnacionales de los migrantes, así como la propia construcción cultural de la saudade, fueron cruciales para la reconfiguración de esa nación portuguesa esparcida por el mundo. En ese mismo pe­riodo, los esfuerzos de Estados Unidos destinados a la incorpora­ ción de inmigrantes estimularon celebraciones públicas de co­mu­ ­nidades étnicas como pilares del tejido social estadounidense y la exaltación de la diferencia. Las estrategias de incorporación de migrantes en ambos Estados convergieron con los intereses de aquellos inmigrantes y descendientes que lograron ascensión so­cial, educacional y económica y que en el pasado, debido a las ideologías asimilacionistas, tendían a ocultar su identidad portugue­ sa. Los miembros de este estrato social buscaron ganar prestigio y posiciones como representantes del enclave portugués de New Bedford, pero sin rechazar los beneficios que podían obtener como ciudadanos portugueses. Basada en este análisis, concluí un artícu­ lo en 1992 con la constatación de que “si les resulta igualmente útil a sus compatriotas de la clase trabajadora la incorporación en dos mundos, rodeados por símbolos de un pasado glorioso pero con un futuro de posibilidades económicas limitadas, es otra cuestión”. En los años posteriores, seguí acompañando, por medio de visitas de campo e investigación documental, el protagonismo trans­ nacional de los inmigrantes y sus descendientes en la ciudad. Se puede decir que esta investigación de larga duración se ha conver­ tido, como veremos más adelante, en una historia social de New Bedford a través de las lentes de la inmigración.

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EL “RETORNO DEL IMPERIO PORTUGUÉS” EN EL PERIODO POSCOLONIAL: LA ESCALA DE LA NACIÓN

Después de mi retorno a Brasil en el año 1992, empecé un proyec­ to preliminar, intitulado Saudade: Memoria Cultural e Experiencias Migrantes en Perspectiva Comparativa,6 con la intención de compa­ rar el significado de la saudade en la vida cotidiana de inmigrantes portugueses y sus descendientes radicados en São Paulo (Brasil) y en New Bedford (Estados Unidos). En el transcurso de esta in­ vestigación me encontré con las ambigüedades existentes entre brasileros y portugueses entramadas por antiguas relaciones co­lo­niales, retóricas de hermandad luso-brasileras y juegos entre semejanzas y diferencias que configuraban el “nosotros” y el “otro”. Además, seguí con el análisis de los datos recolectados en mi es­ tudio de caso en New Bedford sobre las reconfiguraciones de las identidades a nivel de la persona y de la nación, en el contexto de políticas de diferencia. Mientras tanto, asumí el desafío de desarro­ llar una teorización de las relaciones entre Estado, transnaciona­lis­ mo y cultura por quienes propusieron la perspectiva transnacional de las migraciones (Basch, Glick Schiller, Szanton Blanc, 1994). Con este propósito, examiné la relación dialéctica entre el pro­ ceso de descolonización que resultó en la reterritorialización de Portugal en las fronteras geográficas del siglo XV, el ingreso del Estado poscolonial portugués en la Comunidad Europea y la (re) imaginación de una nación imperial (global). Así argumento cómo esa reconstrucción del nacionalismo (imperial), sostenida por la reconstrucción cultural de la saudade, las políticas de incorpora­ ción de los emigrantes portugueses esparcidos por el mundo y la reformulación de las relaciones con ex colonias a través de la for­ mación de una Comunidad de los Países de Lengua Portuguesa (CPLP), proporciona los modos a partir de los cuales el Estado post­ colonial portugués ha negociado su posición en el espacio comuni­ta­rio europeo y por extensión en la economía política global (Feld­man-Bianco,1995). Como consecuencia de mi interés en entender la temática de la portugalidade en la redefinición del proyecto nacional portugués, 6

Proyecto financiado por el CNPq/Brasil.

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empecé una extensa e intensa comparación entre las continuas migraciones seculares de portugueses hacia New Bedford (Estados Unidos) y São Paulo (Brasil) con las más recientes migracio­ nes de brasileños hacia Lisboa.7 Si inicialmente mi investigación en New Bedford había focalizado las aparentes paradojas desenca­ denadas por el drama de la violación en banda y la construcción de la saudade en una ciudad estadounidense y sus desdoblamientos, la com­paración luso-brasilera estuvo basada operacionalmente en otros dos eventos. Por un lado, con uno de los eventos busqué descifrar las paradojas y contradicciones de las relaciones lusobrasileras con foco en la eclosión de conflictos diplomáticos entre Portugal y Brasil en el año de 1993, cuando brasileros de estratos socioeconómicos más bajos, junto con ciudadanos de los PALOP (Países de Lengua Portuguesa), comenzaron a ser detenidos en el aeropuerto de Lisboa por el Servicio de Extranjeros y Fronteras (SEF). Esta situación, que trajo a la luz reinterpretaciones de la dupla historia colonial y de inmigración portuguesa en Brasil, fue re­ tratada como un “drama familiar” por los medios brasileros, como se puede apre­ciar en la siguiente viñeta. Por otro lado, el segundo evento, retratado por los medios bra­ sileros como el ‘regreso de las carabelas’ permitió examinar las disputas y reconstrucciones de la portugalidade entre los lideraz­ gos portugueses y luso-brasileros de São Paulo a finales de la dé­cada de 1990, en un contexto de inversiones del movimiento de capita­ les de Portugal hacia Brasil y de creciente convergencia entre las políticas de la (alta) cultura portuguesa y las políticas de mercado e inversión. Mi decisión de comparar dos situaciones diversas entre Por­ tu­gal y Brasil posibilitó analizar tanto la incorporación de los mi­ gran­tes transnacionales portugueses cuanto la transformación de 7 Este proyecto, intitulado Inmigrantes Portugueses, Inmigrantes Brasileros: Globalización, Antiguos Imaginarios y Reconstrucción de Identidades, recibió financiación de las siguientes fuentes: CNPq, FAPESP y Ministerio de Ciencias e Tecnología. Debido a este proyecto, empecé diálogos con antropólogos e historiadores del Brasil y Portugal sobre colonialismo y poscolonialismo que desembocaron en el libro Trânsitos Coloniais: Diálo­ gos Críticos Luso-Brasileiros (Lisboa: ICS, 2002 y Campinas: Editora Unicamp, 2007).

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Portugal en un país receptor de inmigrantes de sus ex colonias. Consecuentemente, fue posible percibir cómo en respuesta a la reestructuración del capital global y a la formación de bloques eco­ nómicos regionales, antiguas metrópolis imperiales europeas ten­ dieron a rediseñar naciones poscoloniales que enfatizan los lazos de descendencia y raza. Como consecuencia del aumento del con­ trol en las fronteras nacionales con el objetivo de impedir la entra­da de inmigrantes indocumentados —incluso de aquellos originarios de ex colonias— se desarrolló simultáneamente un proceso interre­ lacionado de reterritorialización hacia la “Europa Fortaleza” (Feld­ man-Bianco, 2001, 2002). Contrariando los análisis que en aquella época pregonaban la crisis y la desaparición del Estado-nación (Appadurai,1997; Ianni, 1992; Ortiz, 1996), mi preocupación por exponer las relaciones dia­ lécticas entre la globalización contemporánea, la reinvención de la nación (mejor dicho, el poder de negociación del Estado-na­­ción) y las producciones culturales diferenciadas fue extre­madamen­te relevante para la comprensión de los procesos de redefinición na­ cional en curso y, en especial, de las continuidades en contextos de cambio social. Desde esa mirada, basada en mis propósitos compa­ rativos y en cuestiones relacionadas con las paradojas e impasses sub­yacentes a la disolución de cinco siglos del imperio portugués y la remodelación de Portugal en una nación poscolonial europea que favorece los lazos de sangre y no de territorio, examiné: 1) las diferentes formas a través de las cuales portugueses y brasileños estaban siendo incorporados a —o excluidos de— los proyectos de nación de sus países de origen y recepción, en el contexto de la dialéctica de desterritorialización y de reterritorialización y de la (re)invención del imaginario y de los espacios coloniales (Santos, 1993 y 1994; Feldman-Bianco, 1995); 2) las contradicciones y am­bi­ güedades que permean tanto los conflictos y las reconfiguraciones de identidades en la “diáspora”, como los procesos hegemónicos y las relaciones de poder en los países de origen y recepción, y en­tre ambos; y 3) en especial, las coherencias, contradicciones y am­ bigüedades que guían las acciones e interacciones de los líderes en la diáspora en su intermediación transnacional entre países de origen y recepción, así como en sus relaciones intra e interétni­cas en los países de recepción.

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Mientras estos desdoblamientos implicaban distinguir las mi­ graciones inversas entre Portugal y Brasil (países semiperiféricos ligados por la historia de colonización), relacioné, en un primer mo­mento, la perspectiva transnacional de las migraciones con la recomendación de Santos (1993) sobre la necesidad de conside­ rar el posicionamiento semiperiférico de Portugal en la economía global con el objetivo de examinar su falta de diferenciación [como colonizador] en relación con sus [ex-] colonias. Sin embargo, por el hecho de que las interdependencias entre metrópoli imperial y diferentes espacios coloniales, así como entre antigua metrópoli y ex colonias tienen historias, posiciones y relaciones específicas, dediqué atención a las interdependencias y mutua constitución entre Brasil y Portugal y sus cambios de posición en la economía política global. Estas interlocuciones fueron importantes para contextualizar mi mirada comparativa sobre las migraciones entre Brasil y Por­ tugal, permitiéndome unir cuestiones sobre diáspora con asuntos sobre imperio y poscolonialismo, así como mostrar que éstas son constitutivas de la misma problemática de estudio (Feldman-Bian­co, 2001 y 2007). Además, con el objetivo de analizar la complejidad de las inversiones de esas travesías entre antigua metrópoli y ex colonia, opté por adoptar una perspectiva de esos movimientos transnacionales —no solamente de personas, sino también de sím­ bolos, productos y capitales— como parte constitutiva del capita­ lis­mo global.8 Más aún, busqué yuxtaponer la política, las políticas, los movimientos, las restricciones de movimientos y eventos concer­ nientes a la emigración e inmigración para desenredar las com­ plejidades subyacentes a las relaciones entre transnacionalismo, diásporas y procesos de redefinición nacional y globalización contemporánea. Desde esa perspectiva expuse la (relativa) incorpo­ ración de los migrantes transnacionales portugueses en la nación 8 Basada en esta perspectiva, elaboré el programa de investigación “Identidades: Reconfiguraciones de Cultura y Política – Estudios de caso de migraciones de poblaciones, signos y capitales” (CNPq/Ministerio de Tecnología y Ciencia, 1997-2004). El desarrollo de este programa produjo 45 libros, más de 100 capítulos de libros, más de 200 artículos en perió­ dicos, 21 tesis de doctorado, 24 disertaciones de maestría y 26 monogra­ fías de graduación.

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y la transformación de Portugal en destino de inmigrantes de an­ tiguas colonias (incluso de Brasil) como dos facetas conexas de los procesos complejos de redefinición del proyecto nacional posco­ lonial portugués. Considerando la continua producción de fronteras culturales ambiguas entre Portugal y Brasil, fue imperativo escrudiñar los mo­ dos por los cuales, en sus juegos de identidad, estos países son re­ presentados como “mismidad” y otras veces como “otredad”. Para este análisis fue importante considerar el desarrollo de políticas nacionales y discursos de las elites relativos a las construcciones hegemónicas de pertenencia nacional en los dos países. Desde este ángulo, en lugar de centralizar la atención solamente en la pro­ ducción de la diferencia (Bhabha, 1994; C. Hall, 1996), intenté des­ cifrar los intersticios y las complejidades del poder, dominación, subordinación e incorporación para también elucidar los modos por los cuales la homogeneidad, mejor dicho, la hegemonía es cons­ truida. Estas perspectivas y cuestiones posibilitaron revelar las contradicciones, ambigüedades y acomodamientos subyacentes a la transmutación de Portugal de metrópolis imperial a nación euro­ pea poscolonial. Además de exponer que las políticas de emigra­ ción e inmigración del Estado portugués son constitutivas del mo­do por el cual el gobierno portugués ha negociado su posición en la economía global, mi análisis señaló dos momentos diferentes de la reconfiguración de una nación basada en las normas comunita­ rias europeas: mientras en un primer momento representaba una coyuntura histórica de intensas disputas ideológicas sobre lo que es la nación portuguesa, en un segundo momento expresó la con­ figuración de un nacionalismo portugués que progresivamente enlazó la política de inversión con la mercantilización de la “alta” cultura portuguesa. Desde este ángulo fue posible elucidar la recu­ rrente producción de semejanzas y diferencias en el contexto de las políticas de incorporación y exclusión de migrantes engendradas por la configuración del nacionalismo portugués. Esta investi­ga­ ción también reveló que, a pesar de sus diferentes localizaciones y disputas políticas, liderazgos migrantes participaban de la cons­ trucción de continuidades imperiales, señalando así los límites de la política de semejanzas. Sobre todo, el análisis de los datos per­

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mitió desplegar la reconstitución de las ideologías del imperio en el contexto de nuevas configuraciones políticas en esa coyuntura del capitalismo global. Como veremos, esta reconfiguración de las ideologías del im­ perio en el periodo poscolonial, aliadas a la incorporación de los emigrantes en la nación a través del derecho a la doble nacionali­ dad y ciudadanía, al ingreso de Portugal en la Comunidad Euro­pea y a las políticas conjuntas de cultura e inversión son esenciales para entender los roles del Estado portugués y de los inmigrantes portugueses en la ciudad de New Bedford y los cambios del po­ sicionamiento de los portugueses en la ciudad.

LA HISTORIA SOCIAL DE NEW BEDFORD A TRAVÉS DE LOS LENTES DE LA INMIGRACIÓN: LA ESCALA DE LA LOCALIDAD En el transcurso de este estudio de largo plazo, he acompañado los procesos de continuidad y cambios, incluyendo los reposiciona­ mientos de la ciudad de New Bedford en la economía política glo­ bal. Considerando un resurgimiento del interés en el estudio de migrantes y ciudades, acepté el desafío que me fue propuesto por Ayşe Çağlar y Nina Glick Schiller (2006) de examinar la sinergia entre la escala de la ciudad y los procesos de incorporación de mi­ grantes a esa localidad en tiempos neoliberales. Mientras la “esca­la de la ciudad” hace referencia predominantemente a la glo­balización contemporánea, cuestiones sobre “la reestructuración y re­ in­vención de la vida urbana a través de procesos transnacionales” y “el rol desempeñado por migrantes y sus prácticas locales y transnacionales de incorporación y el re-escalonamiento y restruc­ turación de las ciudades” demandan una comprensión de los pro­ cesos históricos subyacentes a (y que delimitan) la construcción y reconstrucción de localidades y regiones. Por ello, en lugar de considerar los portugueses como unidad de análisis, opté por ha­cer foco en New Bedford y la política a nivel local para explicar las relaciones entre globalización, escala de ciudad y la incorporación de inmigrantes en un periodo de disminución de la migración por­ tuguesa en la ciudad, incluso de retorno a Portugal, así como de

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llegada de nuevos migrantes de América Latina y el Caribe a la localidad, la mayoría en situación de “indocumentación”. Relacionando procesos locales y globales, expuse cómo la in­cor­ poración de migrantes portugueses en New Bedford está asocia­da a su simultánea inserción en Portugal y en la Unión Europea.9 Des­de esta perspectiva, mi análisis reveló las aparentes paradojas sub­yacentes a los proyectos neoliberales en marcha que están sus­ ­tentados en la organización del trabajo flexible, en las políticas inmigratorias restrictivas de seguridad nacional y recurrente cri­ minalización de inmigrantes, así como en ideologías de diversidad cultural. Ese análisis comprobó la importancia de una perspectiva his­ tórica y los beneficios de la investigación etnográfica de largo plazo para exponer las interconexiones entre diferentes capas de proce­ sos globales y locales. Al considerar esta dimensión histórica fue posible cotejar la relación entre la renovación de la portugalidade en New Bedford y los procesos de incorporación de emigrantes en Portugal, observados durante mi investigación de campo inicial rea­ lizada a finales de la década de 1980, con un proceso simultáneo de re-escalamiento, que nuevamente está cambiando la ciudad. La incorporación transnacional de los inmigrantes portugueses a Portugal está interconectada a su simultánea incorporación como agentes sociales en su localidad de radicación. Al retroceder en el tiempo y focalizar el apogeo y la decadencia de New Bedford, mi análisis desplegó una historia cuyo principal protagonista es un capitalismo industrial predatorio en decadencia que se sostiene bajo el control y la explotación del trabajo inmigrante. En la era textil, la competencia entre los talleres textiles de Nueva Inglaterra y del sur de los Estados Unidos forzó a las fábri­ cas locales a cerrar o a desplazarse hacia el sur del país donde los sueldos de los obreros eran más bajos y la legislación social no se cumplía. Desde la década de 1980, la flexibilización del capital y el progresivo proceso de tercerización, junto con el acuerdo TLCAN, resultaron en un nuevo periodo de cierre de las fábricas locales y/o su desplazamiento hacia otros países donde la mano de obra 9 Esas simultáneas inserciones son también destacadas por Levitt y Glick Schiller (2004) y por Smith (2006), entre otros autores.

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era más barata. Al mismo tiempo, las políticas de regulación pro­du­ jeron la reducción de la pesca local. La durabilidad de la decadente industria manufacturera, la destrucción y el subsecuente fracaso en reconstruir el desactivado sistema ferroviario, entre otras va­ riables que restringieron la diversificación de la economía local, implicaron recurrentes disminuciones de la antes celebrada “ciu­ dad ballenera” en la economía política global. Sin embargo, cualquier análisis de la historia y de la economía política de New Bedford implica considerar su posicionamiento como una ciudad de inmigrantes. Desde esa perspectiva, podemos comprender los cambios y las movilizaciones que están ocurriendo, así como el rol activo desempeñado por sus poblaciones trans­mi­ grantes y sus redes sociales en la configuración de estos procesos. Esta historia se inicia con los tripulantes azorianos y caboverdia­ nos, cuyo trabajo en las expediciones balleneras de los siglos XVIII y XIX crearon el capital invertido en los primeros talleres textiles locales. La destrucción de la posición internacional de dichos ta­ lleres en el primer cuarto del siglo XX y las luchas obreras de aquel periodo marcaron la incorporación plena de los inmigrantes por­ tugueses en la estructura de clases local mientras la migración de retorno reforzó los campos sociales transnacionales que unen la ciudad a las Azores y Portugal continental, así como a Cabo Verde. Más recientemente, inmigrantes portugueses se han convertido en protagonistas centrales en los esfuerzos de reposicionamien­ to de New Bedford y localidades vecinas como ubicación para la inversión, el comercio y el turismo, con especial atención a Por­ tugal y la Unión Europea. Parte de estos esfuerzos de revitalización han sido marcados por una nueva valorización del papel de los portugueses en la re­ gión. Es cierto que la concurrencia de la dramática disminución de la emigración portuguesa en Nueva Inglaterra, la disociación entre portugueses y caboverdianos relativa a la cuestión racial y los es­ fuerzos de las universidades de la región en favor de la promoción de la alta cultura portuguesa, así como la llegada de nuevos inmi­ grantes de América Latina y el Caribe que pasaron a ocupar los escalones más bajos de la ciudad, hizo posible dicha valorización. Sin embargo, esa imagen más positiva de Portugal y de los portu­ gueses en la región ha tenido lugar fundamentalmente debido a

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las intensas conexiones de los liderazgos inmigrantes y luso-des­ cendientes con el país de origen y a la creciente presencia del Esta­ do portugués en la economía política y cultural de esa decadente región. Esta valorización revirtió la imagen negativa dominante sobre los portugueses de la ciudad que había sido reforzada por el drama de la violación de 1983. La promoción de New Bedford como punto turístico con atrac­ ciones multiétnicas y multiculturales pasó a constituir parte de los esfuerzos de revitalización económica de la ciudad. En ese esce­ nario, la identidad étnica, antes racializada y posteriormente aso­ ciada al apodo de New Bedford como la “capital de la banda de violadores portugueses de América”, resultó en un componente vi­ sible y deseable del patrimonio cultural de la ciudad. Como par­te de las estrategias del Departamento de Turismo y Marketing para atraer turistas, los restaurantes, panaderías y las fiestas portugue­ sas tradicionalmente celebradas durante el verano —incluyendo el Día de Portugal que hasta principios de la década del 1990 era una celebración por y para portugueses y sus descendientes— pa­ saron a ser promovidos como un “Sabor de Portugal” convirtién­ dose de esa forma en elementos constitutivos de la intangible (pero bastante comercializada) diversidad cultural. Así, irónicamente, la identificación pública de New Bedford con la inmigración portuguesa y con Portugal pasó a ser conside­ rada un recurso valioso en los esfuerzos de esa ciudad para poder competir regional y globalmente. Liderazgos bilingües y bicultu­ rales se mostraron capaces para desempeñar un rol central en el alcance transnacional de la ciudad. El ingreso de Portugal a la Co­ munidad Europea fue crucial para la mejora del posicionamiento de esos liderazgos como protagonistas económicos, políticos y sociales, no solamente en New Bedford y la región vecina, sino también con relación a Portugal y al Estado portugués. Debido al de­terioro histórico y contemporáneo del posicionamiento regional y global de New Bedford, dicho alcance transnacional, incluyendo el acceso a la Comunidad Europea, se ha transformado en un asun­ to especialmente relevante para la ciudad y para esos liderazgos. Sus conexiones los posicionaron más centralmente en el escena­ rio político y económico de la Costa Sur de Massachusetts como facilitadores de colaboraciones educacionales y económicas con

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la tierra natal, sobre todo con las Azores. Esos liderazgos también se revelaron como intermediarios capaces de canalizar inversiones portuguesas hacia New Bedford y la región circundante. Por con­ siguiente, formaron parte de los esfuerzos de reposición de New Bedford y Fall River así como del Estado portugués en la coyuntu­ ra global. Junto al avance de la posición social y del capital cultural de esos liderazgos, se produjeron pérdidas en la calidad de vida y en las aspiraciones futuras de aquellos que necesitaban migrar para trabajar. El régimen neoliberal de flexibilización de capital y tra­ bajo junto con las políticas restrictivas de inmigración que cri­ minalizan migrantes y los perciben como cuestión de seguridad na­cional han resultado no sólo en la pérdida de las condiciones seguras y estables conquistadas por las movilizaciones obreras del inicio del siglo XX, sino también en el aumento de la explotación, criminalización (incluso deportaciones) y vulnerabilidad no sólo económica, sino también humana, de estos trabajadores.

A MODO DE CIERRE Como intenté mostrar, la perspectiva transnacional de las migra­ ciones partió de la premisa de que los migrantes constituyen cam­ pos sociales que conectan localidades y países por medio de redes de relaciones sociales en una construcción única que transpone fronteras nacionales. En una coyuntura de renovación de los contingentes migratorios en las ciudades de Estados Unidos y de reconfiguraciones de naciones y nacionalismos, este paradigma re­ sultó, por un lado, en estudios que privilegiaron las relaciones entre inmigrantes y la tierra de origen y expusieron el rol del na­ cionalismo de larga distancia para el Estado de origen. Al mismo tiempo, al sobreponer inmigrantes a sus nacionalidades, recaye­ ron en el nacionalismo metodológico. Por otro lado, y a pesar de sus limitaciones, en una coyuntura en que se discutía la crisis y la desaparición del Estado-nación, estos estudios sostuvieron inversa y correctamente que los Estados-nación y las narrativas naciona­ les eran reconfigurados frente a la reestructuración del capitalis­ mo global y de los modos de gobierno.

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También mostré que en años recientes la perspectiva transna­ cional de la migración fue reformulada a partir del análisis de los migrantes en las ciudades (Çağlar y Glick Schiller, 2011; FeldmanBianco, 2011). En una coyuntura de interpenetración de diferentes escalas geográficas, el refinamiento de este paradigma permite estu­ diar a los inmigrantes como protagonistas activos del tejido social de la ciudad en que viven y el rol de sus prácticas locales y trans­ nacionales en coyunturas históricas, tiempo y lugar específicos. Po­ sibilita así revelar sus papeles en el escenario de procesos globales que reestructuran ciudades específicas, además de explicar cómo lo global, lo nacional y lo local se construyen a través de redes de relaciones desiguales en lugares y tiempos determinados. En este contexto, mis investigaciones comparativas revelan el valor de los análisis etnohistóricos para desplegar las comple­ jidades, continuidades y cambios sociales, así como para mostrar cómo algunos “descubrimientos” de investigación captan solamen­ te un momento coyuntural de los procesos sociales. Así, en una primera etapa de mi estudio de caso en New Bedford, la propia situación de campo me llevó a descifrar el significado de las múl­ tiples temporalidades y espacialidades portuguesas en la ciudad y de esta forma a entender tanto los procesos de incorporación y de exclusión de los migrantes en la ciudad y en Portugal cuanto la construcción de campos y redes de relaciones desiguales que unen localidades de origen y de destino en diferentes épocas. Por lo tanto, fue posible argumentar que, si bien las relaciones transna­ cionales ya existían en el pasado, en aquel presente etnográfico estaba ocurriendo una intensificación de prácticas y conexiones transnacionales y, al mismo tiempo, una exacerbación de localis­ mos por parte de los portugueses como un enclave étnico en la ciudad, anticipando así la relación dinámica entre globalización y localismos que pasó a ser inscrita como representativa de esta coyuntura del capitalismo global. Asimismo, en aquel periodo la eclosión del drama de la violación y sus desarrollos, por un lado, y de políticas multiculturales, por otro, acentuó la discriminación y xenofobia contra los portugueses y sus descendientes. En una segunda etapa, ante el desafío de dilucidar las relacio­ nes entre Estado-nación, transnacionalismo y cultura, con base en investigaciones comparativas, que resultó en una etnografía del

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Estado portugués, logré exponer los procesos de transmutación de la antigua metrópoli colonial en una nación poscolonial, que se convirtió en miembro de la Comunidad Europea. En ese contex­ to, demostré que la incorporación de los migrantes transnaciona­ les portugueses en la nación y la transformación de Portugal en destino de inmigrantes de antiguas colonias (incluso de Brasil) constituyen dos facetas conexas de los complejos procesos de re­ definición del proyecto nacional poscolonial portugués. También resalté que en respuesta a la reestructuración del capital global y a la formación de bloques económicos regionales, antiguas metrópo­lis imperiales europeas tendieron a rediseñar naciones poscoloniales que enfatizan los “derechos a las raíces” y la libre circulación de sus nacionales en el espacio comunitario europeo. Estas recon­fi­ guraciones nacionales resultaron, simultáneamente, en un proce­so interrelacionado de reterritorialización hacia la “Europa Fortale­ za”, aumento de control en las fronteras y criminalización de los inmigrantes, especialmente aquellos en situación de indocumen­ tación. Este análisis se destaca por unir cuestiones de diásporas y cues­ tiones sobre imperio y poscolonialismo, así como una perspectiva más global de los movimientos de personas, símbolos, productos y capitales. De esta manera pude desenredar la recurrente pro­ ducción de semejanzas y diferencias en el contexto de las políti­ cas de incorporación y exclusión de migrantes engendradas por la configuración del nacionalismo portugués de un Estado-nación semiperiférico en la economía política mundial, así como los lími­ tes de las políticas de semejanzas. Especialmente esta perspectiva más amplia reveló la reconstitución de las ideologías del imperio en la trama de nuevas configuraciones políticas en esta coyuntura del capitalismo global. Estos hallazgos de investigación fueron fundamentales para entender el rol de las políticas de cultura e inversiones del Esta­ do (imperial) poscolonial portugués y las estrategias y prácticas locales y transnacionales de los transmigrantes portugueses en el contexto del reescalonamiento de New Bedford en una época de políticas gubernamentales locales que pretenden atraer turistas e inversiones. Al priorizar esta ciudad como unidad de estudio, exa­ minar largos periodos de tiempo y enfocar los movimientos de

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personas, signos, productos y capitales como parte constitutiva del capital, mi análisis reveló una historia social del capitalismo a tra­ vés de los lentes de las migraciones que interrelaciona procesos globales y locales. Esta historia muestra la agencia y los cambios de posiciona­ miento de los transmigrantes portugueses en la ciudad y la me­ jora de su imagen mostrada por su reciente incorporación como parte del patrimonio intangible local. Al mismo tiempo, dilucida la pérdida de las conquistas laborales, la flexibilización del trabajo y el aumento de la explotación, así como las actuales políticas de securitización y creciente criminalización de los inmigrantes, es­ pecialmente de aquellos en situación indocumentada, reflexionan­ do así sobre los patrones cada vez más des­iguales del capitalismo corporativo altamente destructivo en la actualidad. Ese análisis de los procesos que están ocurriendo en la actua­ lidad, acoplado a mi experiencia como presidente de la Asociación Brasilera de Antropología (ABA) durante el bienio 2011-2012, me alertaron sobre la necesidad de una noción más amplia de des­ plazamientos para la comprensión y teorización de las variedades, escalas y espacios de las movilidades y de las restricciones y limi­ taciones a esas movilidades en la ciudad. Esa noción más am­plia comprende, al mismo tiempo que las migraciones, los solicitantes de asilo político y ambiental, el tráfico de seres humanos, las depor­ taciones y las remociones urbanas y territoriales, como parte de una misma ló­gica de producción de desigualdades en la corrien­ te coyuntural del capitalismo global. Por eso, se hace necesario pre­guntar qué es lo nuevo en estas formas de desplazamiento, si estas formas apoyan una estructura distinta de relaciones capitalis­ tas, si hay re­laciones entre estas formas y el énfasis creciente en la circulación como medio de acumulación en esta etapa del capi­ talismo, y có­mo esos diversos desplazamientos se han vuelto parte de la lógica contemporánea del capitalismo. De manera más clara, esa noción más amplia de desplazamientos podría lanzar las bases comparativas para adquirir una mejor comprensión de las nue­ vas y antiguas formas de desigualdad producidas por el capitalis­ mo con­tem­poráneo y las lógicas sub­yacentes que las sostienen en las ciu­dades.

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Néstor García Canclini*

¿Qué tienen en común los frustrados intentos de hacer ciudades creativas en países europeos y latinoamericanos, los movimientos de indignación de los jóvenes en Chile, los países árabes, el M19 español y el YoSoy132 mexicano? Después de tantos análisis sobre la potencialidad de las ciudades globales, ¿ahora vivimos la globali­ zación de sus fracasos y de las rebeldías contra las alianzas transna­ cionales de las corporaciones en nombre de una nueva solidaridad comunitaria? ¿Es un regreso de la expansión mundial a las dife­ rencias y la convivencia local, o acaso en este supuesto retorno hay coincidencias que harían viable integraciones internaciona­ les emancipadoras?

PRIMERA ESCENA: LO TERRITORIAL ENTRELAZADO CON LO COMUNICACIONAL

Estas preguntas incitan a repensar conjuntamente las teorías de lo urbano, las teorías comunicacionales y las teorías de la globaliza­ ción y la transnacionalización. Comienzo recordando que algunos autores señalaron el carácter indisociable de la ciudad territorial, la ciudad comunicacional y la transnacionalización desde los no­ venta del siglo XX. En el Programa de Estudios sobre Cultura Ur­ * Profesor distinguido de la Universidad Autónoma Metropolitana e Investigador Emérito del Sistema Nacional de Investigadores de Méxi­ co, Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), Unidad Iztapalapa.

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­ a­na desarrollado en la UAM en esa década, encontramos que la b Ciu­dad de México, que pasó de 1 640 000 habitantes en 1940 a casi 20 millo­nes al finalizar el siglo debido a la industrialización y la llegada de migrantes, desestructuró la trama urbana, alejó al Cen­ tro His­tórico de las periferias. En el estudio sobre los viajes ur­banos y los imaginarios diversos que suscita esta zona metropolitana ha­ llamos que la megalópolis contenía muchas ciudades que se des­ conocían y que las travesías por ellas engendraban estereotipos y discriminación. El crecimiento explosivo de la mancha ur­bana y del transporte, la lucha descontrolada de la especulación inmo­ biliaria privada y el arribo tardío de la planeación pública nos vol­ ­vieron extraños en la gran ciudad (García Canclini, Castellanos y Rosas Mantecón, 2013). Pero en el mismo periodo en que la megalópolis desconectó sus partes y volvió inabarcable en representaciones compartidas el vasto conjunto heterogéneo de pueblos, colonias, fraccionamien­ tos populares y barrios cerrados, se expandieron los medios de comunicación a más de 95% de los hogares. La misma política eco­ nómica de modernización que desarticuló la urbe, promovió para­ lelamente redes audiovisuales que reorganizan las prácticas de información y entretenimiento, y recomponen el sentido de la so­ ciabilidad urbana. La explosión demográfica y territorial desalienta a la mayoría de los habitantes, ubicada en la periferia, para asistir a cines, teatros y salones de baile aglomerados en el centro, pero la radio y la televisión llevan las noticias y los espectáculos a casi to­ dos los hogares. A la ciudad espacial se sobrepone la ciudad comu­ nicacional. La industrialización de la economía y de la cultura acaba no sólo agrupando grandes contingentes poblacionales, sino conec­ tándolos con experiencias macrourbanas y transnacionales. Forman parte de la cultura de la ciudad las fiestas patronales de los pueblos fundadores y los programas que televisoras extranjeras transmi­ ten cada día, las tiendas barriales, los macrocentros comerciales y las compras telefónicas. Varios sociólogos urbanos han examina­ do este desdoblamiento de las ciudades como efecto de las tec­ nologías de información sobre las transformaciones del espacio. Manuel Castells habla de “ciudad informacional” y de “espacio de flujos” para designar la manera en que los usos territoriales pasan

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a depender de la circulación de capitales, imágenes, informacio­ nes estratégicas y programas tecnológicos. Pese al predominio de las comunicaciones en la interacción social, Castells sigue reco­ nociendo la importancia de los territorios para que los grupos afirmen sus identidades, se movilicen a fin de conseguir lo que demandan y restauren “el poco control” y sentido que logran en el trabajo. “La gente vive en lugares, el poder domina mediante flu­ jos” (Castells, 1995:485). Como en muchas ciudades, en la de México se fue viviendo un proceso de desindustrialización por el cierre de fábricas debi­ do a la competencia transnacional, pero también por la recom­ posición económica que concede mayor importancia a actividades terciarias. Los impulsos más potentes para el desarrollo proceden, más que de la industrialización, de procesos informacionales y fi­ nancieros. La percepción conjunta de lo espacial y lo comunicacional se vuelve más imperiosa con el avance de las tecnologías recientes. Cambian, por ejemplo, los modos de distinguir espacios públi­ cos y privados. La vida doméstica no se diferencia como antes de las interacciones públicas desde que está atravesada por la televisión, las computadoras e internet, ni los espacios urbanos son sedes del anonimato desde que los teléfonos móviles transmiten datos ínti­ mos y las cámaras de videovigilancia controlan los comportamien­ tos más personales. Se hacen necesarios estudios transdisciplinarios que articulen lo que sucede en la convivencia pre­sencial y lo que se moviliza en la interconectividad digital. Las nociones de inti­ midad y sociabilidad se desdibujan en las escenas de Facebook y Twitter.

SEGUNDA ESCENA: ¿CIUDAD DEL CONOCIMIENTO? La ciudad comunicacional digitalizada no sólo revincula de nuevas maneras la fracturada ciudad territorial, expande los comporta­ mientos personales y grupales más allá de la propia ciudad. Voy a interrogar esta ampliación en dos direcciones: en los programas para globalizar la oferta cultural y en las conductas de los actores en red.

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Veamos en primer lugar lo ocurrido con el intento de convertir a Monterrey en globalizada ciudad del conocimiento, que atraería a profesionales jóvenes interesados en la creatividad y la movilidad transnacional. El Fórum Universal de las Culturas realizado en 2004 en Barcelona ya auspició polémicas sobre los vínculos entre el crecimiento urbano, los espectáculos y la expansión del saber. La segunda edición del Fórum, desarrollada en Monterrey entre sep­ tiembre y noviembre de 2007, se propuso vincular el desarrollo cul­tural sostenible con los avances científico-tecnológicos. “Mon­ terrey, ciudad del conocimiento” fue el lema elegido para este fes­ tival de espectáculos artísticos, exposiciones y coloquios por esta ciudad mexicana, que tuvo prestigio como capital industrial por haber sido sede de la mayor compañía siderúrgica de América La­ tina y de muchas otras fábricas. Cuando las políticas económicas desalentaron el desarrollo industrial en favor de las importaciones, los altos hornos cerraron y sus edificios se reconvirtieron en pi­ nacoteca y cineteca. Luego —con el estímulo del Fórum— el espa­ cio posfabril creció agregando nuevos museos y un planetario. Un analista del Fórum, que valoró la ampliación de servicios cultu­ rales a la población, escribió que había algo perturbador en que las instalaciones de una empresa quebrada por incompetencia de sus dueños y del Estado se hayan convertido en “un monumento a la capacidad emprendedora y a la armonía entre el empresaria­ do y el gobierno” (Díaz Garza, 2007:20), con Museo del Acero, Mu­ seo del Vidrio y centros para exhibir arte. Algunos académicos y medios periodísticos preguntaban si la enorme inversión en nue­ vos edificios que museificaban la ciudad no debería haberse des­ tinado a resolver los crónicos problemas de infraestructura que cada año obligan a enfrentar inundaciones, cortes de luz y otras deficiencias en los servicios. A seis años de aquel Fórum que reunía cultura y conocimien­ to, la descomposición social y el descontrol político territorial que sufre México, debido en gran parte al narcotráfico, convirtieron a Monterrey en una de las ciudades más violentas del país. La po­ blación se siente en riesgo constante y deja de salir de noche a las calles. Se reduce la oferta cultural. Decenas de miles han ido des­ plazándose a otras zonas del país o a Estados Unidos. Se cayeron convenios del Instituto Tecnológico de Monterrey con universida­

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des extranjeras porque, ante el asesinato de estudiantes, varias universidades estadounidenses suspendieron los intercambios de profesores y alumnos. Sabemos que hay en América Latina otros ejemplos de ciu­ dades descompuestas por procesos violentos, donde la innovación cultural y tecnológica fue más sustentable y contribuyó a la re­ generación del tejido urbano al formar parte de políticas sociales atentas a las necesidades de la mayoría de la población: Bogotá y Medellín son quizá los dos ejemplos más citados. Cabe destacar también las redes brasileñas como Overmundo y el Circuito Fora do Eixo, movimientos surgidos de las periferias de Río de Janeiro o São Paulo, donde la puesta en valor económico y comunicacio­ nal de la creatividad de amplios sectores se logra a través de una economía solidaria: cooperación colectiva, trueque, redes de or­ ganizaciones que enlazan las prácticas artísticas con servicios en zonas de alta criminalidad, administración de software libre y co­ laboración con otras redes brasileñas e internacionales. Su sus­ tentabilidad y crecimiento han sido posibles también gracias a subvenciones y programas estatales de desarrollo, como ocurrió con los Puntos de Cultura. En la propia Ciudad de México las industrias creativas, las tiendas de música y diseño, están estimulando la re­ activación de la economía y circuitos urbanos de turismo cultural que renuevan zonas como la Condesa, el Centro Histórico y la co­ lonia Roma.

TERCERA ESCENA: LOS JÓVENES Y LAS CIUDADES CREATIVAS Los procesos fallidos o logrados de renovación urbana y tecnológi­ ca con expansión transnacional están siendo interpretados polé­ micamente en dos tendencias: la economía creativa y los estudios sobre emprendedores jóvenes. ¿Cómo entender que en algunos países o ciudades la producción cultural abarque entre 3 y 9% del PIB e incorpore a minorías calificadas en áreas productivas al mismo tiempo que el alto desempleo y la contracción del consu­ mo excluyen a amplios sectores? En la encuesta realizada por un grupo de economistas entre los artistas visuales, multimedia, edi­

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tores independientes y músicos jóvenes en la Ciudad de México encontramos, al preguntar sobre la fuente de sus ingresos, que sólo 19% de lo que ganan lo obtienen de sus actividades creativas. O sea que 81% del dinero que necesitan para sobrevivir deben buscarlo en becas, apoyos familiares y trabajos a menudo no vin­cu­ lados con su práctica creativa (García Canclini y Piedras, 2013). Encontramos más jóvenes que en cualquier época anterior ocupando papeles protagónicos en las industrias audiovisuales y digitales, en la producción editorial independiente, en las artes vi­ suales y como consumidores. Son los que conducen o participan más creativamente en las tecnologías digitales en casi todas las áreas de la comunicación cultural. Este protagonismo de nuevas generaciones lleva a acuñar términos como emprendedores in­ dependientes, trendsetters, techsetters, prosumidores, aludiendo a que redistribuyen localmente la creatividad y amplían el acceso al cine, la música y los servicios digitales. ¿Estamos pasando de las megaempresas transnacionales que organizan la industria cultural a una economía creativa más di­ versificada donde se generan mayores oportunidades, sobre todo en los países tradicionalmente receptores de la producción cultu­ ral originada en las metrópolis? Encontramos cifras sorprenden­ tes sobre el aumento de las producciones independientes, de las Pymes culturales y comunicacionales, sobre el desempeño inno­ vador de los movimientos juveniles en Inglaterra, Australia, Espa­ ña, Brasil y México. Estudios como los de Angela McRobbie, Jaron Rowan y Emilio G. Medici vienen discutiendo, para decirlo en pa­ labras de este último, si las industrias creativas son el “motor del desarrollo” o una “receta” para las fallas del desarrollo, que disimu­ lan el aumento del desempleo o la incapacidad del actual modelo económico para incorporar a las nuevas generaciones, en este caso, se necesitaría leer la receta junto con sus “contraindicaciones” (Medici, 2009; Rowan, 2010; McRobbie, 1999). En los estudios que venimos realizando en Madrid y la Ciudad de México en los dos últimos años sobre las prácticas creativas, hallamos que sus emprendimientos se relativizan frente las cifras del desempleo de los jóvenes españoles (cerca de 56%, que dupli­ ca el promedio de la población general) y de más de siete millo­ nes de jóvenes mexicanos mal llamados “ninis”, porque no pueden

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estudiar ni trabajar.1 Es significativo que muchos jóvenes que encuentran dificultades para insertarse en actividades creativas ac­ túen en múltiples escenas (talleres, escuelas, festivales, ferias, espectáculos) impulsando nuevos tipos de trabajo y modelos de negocio. Sus hábitos de producción, creación de redes y formas de acceso a la cultura difieren de los establecidos en la industria cultural por las generaciones anteriores. La etnografía de estos sectores innovadores muestra ten­den­ cias coincidentes en varios países: se acomodan a trabajos inesta­ bles, combinan recursos públicos y privados, formales e informales, tácticas de agrupamiento y redes novedosas para alcan­zar cierto desarrollo creativo. Esta franja de jóvenes presenta alto nivel edu­ cativo y capacitación tecnológica. Aun quienes no han finalizado su escolaridad universitaria, disponen de recursos eco­nómicos y escolares, familiares, conocimientos básicos de inglés y equipo de computación personal que los habilitan para acceder constan­ temente a programas y servicios digitales complejos. La comuni­ cación digital está en el núcleo de su vida cotidiana. Como dice un profesor entrevistado, estos jóvenes “nacieron con internet en su cuarto”. Son cosmopolitas, muy versátiles para desempeñarse en oficios diversos, usan intensamente las redes sociales para in­ formarse y cooperar anudando comunidades nacionales e inter­ nacionales donde consiguen trabajos y expanden sus productos. La trascendencia del contexto propio se manifiesta en la formación de redes transurbanas, visible en México sobre todo en las ciuda­ des fronterizas con Estados Unidos. Sabemos que estos rasgos no son simples derivaciones del uso de las redes tecnológicas. Están inducidos también por la preca­ riedad de los trabajos efímeros que logran, las exigencias laborales de ser autoempleables y estar disponibles todo el tiempo, la nece­ sidad de completar los ingresos como artistas o editores indepen­ dientes con lo que pueden obtener en otras tareas. La versatilidad —entre diversos oficios, formas de colaboración y aun lenguas y países— es facilitada por las redes digitales, pero es también un requisito “normalizado” por la flexibilización de los mercados la­ 1 Resumo en lo que sigue algunos fragmentos de García Canclini, Cruces y Urteaga (2012).

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borales y la incertidumbre acerca del futuro de los trabajos. Tener varios perfiles profesionales y aprender a trabajar con especialistas en campos diferentes son necesidades del entorno sociocultural. Estos nuevos estilos y procedimientos de trabajo están en des­ acuerdo con la especialización de las antiguas instituciones e industrias culturales. Los museos, salas de música y teatros más sensibles a los cambios, que se abren a otras disciplinas, se recon­ vierten, hasta donde pueden, en plataformas creativas donde convi­ ven lo visual, los sonidos y las performances. Las inercias de otras instituciones llevan a los creadores jóvenes a improvisar esas pla­ taformas a menudo por fuera de los aparatos burocráticos. La in­ dependencia o autogestión no constituyen valores por sí mismos, ni son recursos para oponerse a lo oficial o lo establecido —dicen Verónica Gerber y Claudia Pinochet (2012), las autoras del estudio sobre artistas visuales—, surgen como necesidad de las propias prácticas creadoras. Los espacios institucionales receptivos a es­ tas tendencias reciben a grafiteros y performanceros, se abren algunas noches a especialistas de otros campos y a experimenta­ ciones no ubicables en una sola disciplina, “quieren tener su espacio ‘cool’, ‘alternativo’, ‘dinámico’ ”, explica una curadora. Una consecuencia de esta reestructuración interdisciplinaria, que moviliza por fuera de las instituciones o entre ellas a los creadores y difusores, es un cambio de lenguaje. Las nociones de campo artístico, campo editorial y campo musical (utilizadas en la sociología de las artes y la literatura inspiradas por Pierre Bour­ dieu) como estructuras organizativas de una sociedad nacional, como Francia, ceden lugar a otras. Para describir el ámbito de ac­tuación los trendsetters hablan de escena, entorno, circuitos o pla­ taformas, conceptos más abarcadores y flexibles. Mientras la no­ ción de campo aludía a un sistema especializado y autocontenido en un país, con reglas peculiares que articulaban —por ejemplo, en el campo musical— a compositores, intérpretes, salas de concier­ to, promotores y espectadores, hablar de escenas o circuitos faci­ lita, en cambio, incluir de modo más flexible una diversidad amplia (y entremezclada) de actores internos nacionales e inter­ nacionales. Asimismo, hallamos, de parte de los jóvenes creadores, menos exigencia de diferenciar su tarea de las instituciones públicas o

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las fundaciones empresariales que en generaciones anteriores. Buscan recursos donde se los pueden dar, aprovechan espacios y formas de comunicación de distintos orígenes; según algunos edi­ tores jóvenes, “se trata de una autonomía de objetivos artísticos, pero no de medios. Hay muchos niveles en los que se puede ser independiente”: en el modo de producción, en los contenidos, o controlando la repercusión y el uso de lo que hacen. No siempre logran imponerse a la lógica de los organismos públicos, a la exi­ gencia de éxito comercial o la divulgación mediática. También en la negociación con estas reglas institucionalizadas en circuitos no artísticos se ensaya la creatividad. Un rasgo de estos jóvenes que interesa para esta revisión de los vínculos entre cultura y desarrollo es la organización de la vida en proyectos y el desvanecimiento de la noción de carrera: repre­ senta en las experiencias personales y grupales de los creadores el correlato de la pérdida de la idea de desarrollo como algo integral que abarca el conjunto de la vida social. Pasamos de una so­ ciedad en la que se podía hacer carrera a otra en la que escasean las plazas laborales y, cuando se consiguen, son casi siempre nombra­ mientos temporales inseguros. Los jóvenes declaran estar acos­ tumbrados a organizarse en proyectos de corta y media duración. La creatividad y la innovación, dos rasgos altamente valorados para conseguir trabajo, más que las competencias profesionales durade­ ras, contribuyen a dar a sus actividades esta periodización frágil. La presión de lo instantáneo, lo que se descubre o se informa hoy, refuerza esta relación con la temporalidad de las biografías: todo es efímero, renovable y luego obsoleto, incluso los agrupamientos que organizan los jóvenes para poder trabajar.

CUARTA ESCENA: DE LA PRECARIEDAD A LAS NUEVAS CIUDADANÍAS Los jóvenes trendsetters o emprendedores independientes remo­ delan con comportamientos novedosos espacios de la Ciudad de México, como la Condesa y la Roma, y crean vínculos fluidos con redes transnacionales en las que obtienen trabajo, aprendizajes y relaciones constantes de intercambio. Así como muchas de sus ac­

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tuaciones en el espacio urbano, el diseño de sus locales de pro­ duc­ción y la circulación por la ciudad difieren del orden hege­ móni­co, con frecuencia sus emprendimientos se apartan de las industrias culturales y de sus modos de comunicación transnacio­ nal: de los discos y videos a las redes y las descargas, del empleo en edificios corporativos al trabajo multitarea desde su casa en circuitos nacionales e internacionales de producción y comuni­ cación alternativos. ¿Se puede afirmar, como a veces oímos, que las editoriales inde­ pendientes, disqueras y centros culturales independientes son agentes de “resistencia cultural” al neoliberalismo, a los poderes estatales y empresariales, a las estéticas oficiales? (Espinasa, 2011). A veces, es así. Pero la suma de entrevistas y miradas etnográficas a estas escenas de producción cultural revela que son también lu­ gares de innovación más allá de las restricciones presupuestales y las inercias que hacen agonizar modos “consagrados” de hacer cultura y hacer negocios. Ver estas iniciativas múltiples y polivalentes sólo como resis­ tencia, únicamente en clave política, y por tanto encomendarles que llenen el vacío dejado por los partidos políticos y los Estados o las acciones lucrativas de empresarios, es excluir del horizonte significados menos convencionales, menos unidireccionales, de estas variaciones del desarrollo sociocultural. Más que sustituir un sistema de producción cultural por otro, los emprendimientos se despliegan como complementación de aprendizajes grupales y relaciones de amistad junto a la colabo­ ración con grandes instituciones. El autoempleo se combina con inserciones imaginativas en redes prexistentes. Entre una estructu­ ra industrial de producción cultural que se transforma lentamente y sociedades que generan iniciativas de creación y comunicación frágiles, las tendencias de estos movimientos creativos y de jóvenes tienen más una función “de sostenibilidad que de lucro” (Rowan, 2010:167). La indefinición que presenta este tránsi­ to complejo, ambivalente, no permite limitarnos a análisis hechos con categorías compactas, como economía creativa o emprende­ dores —como si fuera la tendencia—; hay que atender a prácticas combinadas, híbridas, comprensibles no sólo con estadísticas eco­ nómicas sino también con estudios etnográficos abiertos y flexibles.

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¿Qué podemos esperar de esta reorganización de los mercados y las prácticas culturales que crece en las nuevas generaciones? El estudio de estos actores genera interrogantes acerca del tipo de sociedad que engendra el trabajo por proyectos inestables y dis­ continuos. Los testimonios de algunos entrevistados muestran el carácter ambivalente de estos cambios: generan oportunidades creativas y también precariedad e inseguridad social; en palabras de Richard Sennett, “corrosión del carácter” (2011). Me decía una ar­ tista visual que trabaja a veces como productora cultural y otras como diseñadora digital: Entre la licenciatura y la maestría estudié nueve años. Sé inglés y francés, y soy capaz de desempeñarme en distintos oficios. Pero no encuentro trabajo que dure: di cursos, y hago trabajos con contratos temporales, y entre uno y otro puedo quedarme tres meses sin ganar nada. No puedo esperar que me den un présta­ mo para comprar un auto ni que me den licencia si quedo em­ barazada.

Si bien no hay en México censos de artistas visuales, editores independientes y músicos, estimamos que son decenas de miles los jóvenes que comparten experiencias semejantes. Su extendi­ do cuestionamiento al orden sociocultural se manifiesta en los discursos culturales (canciones de rock duro, crónicas y videos so­ bre la vida violenta de las ciudades, blogs, y twits polémicos) y de modo práctico en la búsqueda de autoorganización, en conductas relativamente ajenas a las instituciones “de los adultos” o en el alto número que elige migrar. En muchos casos, desmarcarse del orden implica tomar flexiblemente la pertenencia a una ciudad en la medida en que habitar redes deslocalizadas, bajar música y otros contenidos de difusa ubicación geográfica equivale a situarse en modos de experiencia translocales y transnacionales, concre­tado todos los días en las redes y a muchos creadores culturales en la facilidad con que migran. Hemos visto en los últimos años expresiones de este descon­ tento en el persistente movimiento de los estudiantes chilenos que cuestionan el sistema educativo y exigen financiamiento pú­ bli­co para ampliar el acceso y la renovación de los contenidos; en las manifestaciones del 15M español, indignados por el altísimo

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desempleo juvenil; en los estudiantes de más de 90 universidades mexicanas, públicas y privadas, que enfrentan la desigualdad so­ cioeconómica, la manipulación informativa de los medios, la inseguridad y exigen desde mayo de 2012 que los políticos res­ pondan de manera verosímil a las demandas sociales. No lo hacen con la épica doctrinaria de los años sesenta, ni como simple de­ nuncia de las formas de dominio comunicacional instauradas en la época de la videopolítica. Más que revolución del sistema, plan­ tean un cambio en la conversación social y en las rutas de la po­ lítica. Son “apartidarios, pero no apolíticos”. Como es visible en el proceso mexicano, su familiarización con el uso imaginativo de internet los hizo comenzar su protesta en las redes, luego llegaron a la prensa escrita, a la televisión y entonces ampliaron su delibe­ ración en asambleas. Otros modos de hacer política y organizarse socialmente, acordes con sus estrategias innovadoras para conse­ guir trabajo y producir cultura. Asambleas, ocupación de espacios urbanos y redes internacionales: se complementan lo territorialpresencial y lo comunicacional, lo nacional y lo internacional. Esta combinación de escalas de organización y participación tiene muchas consecuencias, entre las cuales destaco una: la idea de una cultura horizontal procomún de alcance global. Los sabe­ res no se adquieren sólo en las instituciones educativas de la pro­ pia ciudad sino también en forma autodidacta, en intercambio con amigos y compañeros de trabajo o estudio, y aun con desconoci­ dos a los que se llega por las redes para indagar cómo resolver un problema o recoger opiniones. Se aprende compartiendo y crean­ do colectivamente. Dice Margarita, una entrevistada española: Me has legado un mundo en el que lo más que voy a tener va a ser una habitación, vale. Nunca tendré un trabajo fijo, vale. Nun­ ca tendré jubilación, vale. Pero quiero estar conectado, quiero acceso a la cultura, porque la cultura es abundante, y como es abundante no me apliques ahí una escasez artificial. Y ahí hay una lucha que no tiene una expresión ideológica de izquierdas o derechas, va por otra galaxia.

El concepto de procomún como acervo de productos cultu­ rales y herramientas para producirlos y ponerlos a libre disposición de quienes deseen usarlos da un vocablo más para designar al tipo

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de actores que estamos describiendo: hackers. No es, como a veces se supone, el espía que asalta páginas ocultas, sino el que —en nombre de una ética del compartir y la cooperación— propicia la informa­ ción libre, el acceso ilimitado, la descentralización de la creatividad. Cuando se vuelve militante, hablamos de hacktivista. A diferencia del blogger, dice Margarita, que quiere poner su foto, el hacker “siempre ha ido por la vida con pseudónimo”. En sus manifestacio­ nes radicales, se organizan en grupo como Anonymous, pero tam­ bién dan lugar a estructuras más “institucionalizadas” como el MediaLab Prado y La Tabacalera de Madrid, los Puntos de Cultura en Brasil, los Faros en la Ciudad de México y tantos otros agrupa­ mientos y redes. Irradian una discusión radical sobre los vínculos entre lo público y lo privado, la circulación del conocimiento y la creatividad, la gestión no mercantil de la propiedad intelectual. Parece temprano para extraer conclusiones de esta reorgani­ zación sociocultural. Pero insinúa un replanteamiento de ese vie­jo tema de las relaciones entre partidos políticos y movimientos so­ ciales. Se han radicalizado los movimientos urbanos de muy dis­ tintos tipos —feministas, étnicos, ecologistas, de jóvenes— al tener acceso a formas de comunicación transnacional y transversal que potencian sus capacidades para informarse y actuar. Sin embargo, sigue presente la pregunta sobre la eficacia de estos movimientos y sobre su sustentabilidad. Porque vemos todavía que muchos de estos movimientos duran poco tiempo, o se descomponen, o se burocratizan, o son cooptados por los partidos políticos en algunos países. Algunos de estos movimientos se muestran más capaces de denunciar la inconsistencia de las políticas gubernamentales, la corrupción cada vez más difícil de ocultar. Pueden también lograr asociar en solidaridad a sectores que estaban dispersos, pero no hay un pasaje automático, por decirlo rápido, de Wikileaks a una trans­formación de las estructuras de mediano y largo plazo. Qui­ zás estamos entrando en otra etapa del desarrollo social y político, más inestable, con estructuras menos durables. Parece haber una tensión entre la exigencia de cierta continuidad en la gestión de lo público, y por otro lado este conjunto de factores tecnológicos, movimentales, que crean mucha inestabilidad surgida del descon­ tento por el fracaso de las políticas sociales. Vivimos en una época de ciudadanías de alta intensidad con efectos de corto plazo.

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Estos movimientos heterogéneos tienen coincidencias ya notadas: el uso intensivo de tecnologías digitales, el protagonismo de los jóvenes, un malestar análogo con la ingobernabilidad y a veces con la explotación. Pero cada uno de estos procesos incluye manifestaciones de signos diferentes y hasta opuestos. El uso ex­ pandido de tecnologías recientes aumenta la conexión y la soli­ daridad tanto como el espionaje y el control. Los jóvenes ocupan lugares prominentes en el desarrollo como innovadores y emprendedores que generan modos novedosos de hacer sociedad y cultura, pero también duplican las cifras del des­ empleo, ocupan sitios altos en las estadísticas de víctimas y sicarios. No tenemos un gran relato que organice los fracasos del ca­ pitalismo ni las rebeliones. Lo principal que nos deja este pasaje de utopías globalizadoras de fin del siglo XX a los ensayos actuales es un conjunto de malestares y preguntas compartidas. Entre ellas, ¿qué tipo de antropología o de ciencias sociales necesitamos ahora? Después de tres décadas del imperio de un pensamiento único empecinado en empeorar el mundo con certezas sesgadas, insostenibles, no está mal que se abra el espectro de los interrogan­ tes. Las ciencias sociales —y todos como ciudadanos— podemos ahora, con más creatividad, probar esas preguntas y cambiarlas por otras cuando se ensayan movimientos que toman despreveni­ dos a quienes videoespían nuestras ciudades y almacenan nues­ tros mails. Otra conversación, otras disputas por la transformación urbana y los fracasos de las tecnologías y la globalización, otra so­ ciedad de los conocimientos y los reconocimientos son posibles. BIBLIOGRAFÍA CASTELLS, Manuel 1995 La ciudad informacional, Madrid, Alianza. DÍAZ GARZA, Felipe 2007 “De cumpleaños y mausoleos”, en Reforma, México, 1 de diciembre. ESPINASA, José María 2011 “Las editoriales independientes: una resistencia cultu­ ral”, en Casa del Tiempo, núm. 50-51, diciembre-enero, pp. 8-12.

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GARCÍA CANCLINI, Néstor; Alejandro CASTELLANOS y Ana ROSAS MANTECÓN 2013 La ciudad de los viajeros, México, FCE/UAM. GARCÍA CANCLINI, Néstor y Ernesto PIEDRAS 2013 Jóvenes creativos: estrategias y redes culturales, México, Juan Pablos/UAM/Fonca. GARCÍA CANCLINI, Néstor; Francisco CRUCES y Maritza URTEAGA (coords.) 2012 Jóvenes, culturas urbanas y redes digitales, Madrid/Bar­ celona/México, Fundación Telefónica/Ariel/UAM/UNED. GERBER, Verónica y Carla PINOCHET 2012 “La era de la colaboración. Mapa abreviado de nuevas estrategias artísticas”, en Néstor García Canclini, Fran­ cisco Cruces y Maritza Urteaga, Jóvenes, culturas urbanas y redes digitales, Barcelona/Madrid/México, Ariel/Fun­ dación Te­lefónica/UAM/UNED, pp. 45-62. MCROBBIE, Angela 1999 In the Culture Society: Art, Fashion and Popular Music, Londres/Nueva York, Routledge. MEDICI, Emilio 2009 “La receta de la industria creativa como motor de de­ sarrollo y sus contraindicaciones”, en Nuevas econo­ mías de la cultura, Barcelona, YProductions. ROWAN, Jaron 2010 Emprendizajes en cultura. Sus discursos, alteraciones y contradicciones en el Estado español, Madrid, Trafican­ tes de Sueños. SENNETT, Richard 2011 The Corrosion of Character: The Personal Consequences of Work in the New Capitalism, Nueva York/Londres, W.W. Norton & Company.

NUEVAS DINÁMICAS DE LA MIGRACIÓN INTERNACIONAL: RETOS Y OPORTUNIDADES

Ludger Pries*

La migración de los seres humanos es tan vieja como ellos mis­ mos. En el siglo XXI la migración internacional tiene una importan­ cia crucial. Mucho se ha hablado de la globalización económica, de la globalización de los medios de comunicación y de la creciente interconexión del conocimiento, olvidando —frecuentemente— a las y los migrantes. En cierta manera, la migración internacional es la globalización no tan visible, no tan tangible; es la “globaliza­ ción desde abajo”. Es difícil estimar el significado e impacto que tiene para la vida y para las dinámicas sociales del mundo actual este fenómeno de migración transfronteriza. En este artículo, pri­ mero se presenta un resumen del mismo y de la estructura de las migraciones internacionales con un énfasis especial en la pre­ gunta acerca de las remesas, sus bondades y sus retos. El apartado posterior aborda la pregunta de qué tan estructurados y contro­ lables son los procesos migratorios. Después se presentan algunos hallazgos de nuevas formas de migración transnacional para, final­ mente, mostrar algunos retos que el estudio de las migraciones representa para la investigación científica y las políticas públicas.

VOLUMEN Y ESTRUCTURA DE LA MIGRACIÓN INTERNACIONAL Al término de la primera década del siglo XXI el total de migran­ tes internacionales, es decir, la suma de personas que vivieron por un periodo extendido de al menos tres meses en un país distinto * Universidad Ruhr de Bochum.

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del que habían nacido, sumaba un total de unos 200 millones de personas. Las estimaciones varían entre 188 y 214 millones (UNDP, 2009; IOM, 2010), pero es preciso advertir que todas estas cifras son imprecisas debido a que no existe un concepto de migración internacional único en el mundo y, más importante aún, hay mu­ cha migración no documentada. Comparando el volumen de mi­ gración internacional registrado con las cifras de hace 50 años, en 1960, resulta que el total de migrantes creció más de 150% (unos 74 millones de personas). Sin embargo, la tasa de los y las migran­ tes internacionales en relación con la población mundial total re­ presenta sólo 3 por ciento. Por si esto fuera poco, hay que considerar el volumen masivo de la migración interna que se observa en los diferentes países del mundo. En este contexto, los países más dinámicos económica y/o poblacionalmente presentan movimientos internos de su po­ blación muy acentuados. Tan sólo en la República Popular China se registraron unos 220 millones de migrantes internos. Dado el ta­ maño del país y la diversidad de sus provincias, grupos de minorías étnicas, idiomas, costumbres, religiones, etc., la migración interna de ese país de 1.4 billones de habitantes, equivale al total de la mi­ gración internacional oficial registrada en todo el mundo. Es por eso que, para quienes migran internamente en China, el traslado desde áreas rurales hacia áreas metropolitanas, el cambio cultural correspondiente e incluso la adopción de una nueva ciudadanía1 puede ser vivido de un modo más acentuado y brusco que el cam­ bio transfronterizo que representa, por ejemplo, para un migrante en Europa al migrar de España a Alemania o a Francia. Al tener en cuenta un total de 740 millones de migrantes internos, se llega a una cifra de cerca de un billón de migrantes internos e internaciona­ les al término de la primera década del siglo XXI. Esta cifra muestra muy claramente que el aspecto cuantitativo tiene mucha impor­ tancia en este fenómeno: una de cada diez personas en el mundo vivió o está viviendo un cambio de lugar de residencia respecto de su lugar de nacimiento o crecimiento. Si se tiene en cuenta a los familiares de estos y estas migrantes, se puede advertir que casi no hay quien no esté viviendo de cerca la experiencia de la migración. 1

Para la significancia del sistema de Hukou, véase Zhang (2013).

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Al tener en consideración esta premisa y el peso tan fuerte que tiene la migración internacional e interna en el mundo, es sor­ prendente el escaso trato que se le da a este tema en el mundo globalizado. Mientras que hay muchos esfuerzos por parte de or­ ganismos, iniciativas y actores colectivos y corporativos para li­ beralizar y estructurar el comercio internacional, no se encuentran iniciativas parecidas para regular la migración internacional y los derechos de los migrantes. La globalización económica va acom­ pañada de una multitud de organismos internacionales, supra­ nacionales e intergubernamentales de análisis, documentación y regulación: se conocen muchos organismos como el Ban­co Mun­ dial (WB por sus siglas en Inglés), el Fondo Monetario Internacio­ nal (FMI), el Acuerdo General sobre Tarifas y Comercio (GATT), los pactos regionales como TLCAN, Mercosur o ASEAN; de igual mane­ ra son bien conocidas la Organización de Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE) y la Organización Global de Comercio (WTO). Los temas de finanzas públicas, de comercio libre, de endeudamien­ to y balanzas de pago (entre otras), se encuentran en la agenda de los primeros ministros y presidentes de los países. En compara­ ción con la atención que de esta manera se da a la globalización económica, el tema de la migración internacional es menos rele­ vante o casi marginalizado, de poco interés político —excepto para políticos populistas o de extrema derecha que tratan de perfilarse con discursos duros contra las “olas de migrantes”. Observando más de cerca las dinámicas migratorias a partir de macrorregiones y continentes, se ven diferencias muy acentuadas. De acuerdo con el reporte de desarrollo humano (UNDP, 2009), al inicio del nuevo milenio hay flujos muy considerables entre las grandes regiones del mundo: la emigración desde Europa hacia Nor­ teamérica y Asia es de unos 17 millones de personas; el flujo de migración es igual de fuerte desde América Latina hacia América del Norte (Estados Unidos y Canadá), pues suma casi 20 millones de personas; desde Asia hacia Europa, la migración es también de cifras muy altas (cerca de 16 millones de migrantes), igual que hacia América del Norte (10 millones de personas). Aparte de es­ to, hay un flujo de personas muy considerable desde África hacia Europa (7.3 millones) y hacia Asia (unos 3 millones). Más allá de los flujos migratorios interregionales —que primordialmente van de

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países con un índice de desarrollo humano bajo o mediano hacia los países con un índice alto o muy alto— es interesante observar la migración intrarregional dentro de las macroregiones. La mi­ gración dentro de América Latina es menor (de tan sólo unos 3.6 millones de personas), mientras que hay una migración intra­afri­ cana de unos 13 millones y una migración entre Estados Uni­dos y Canadá que alcanza la cifra de 1.3 millones. La migración intrarregional más fuerte se concentra en Eu­ ropa y en Asia, que suman unos 32 millones de migrantes en el primer caso y cerca de 36 millones en el segundo. Si tenemos en cuenta que, en términos de población, Europa es un continente muy pequeño comparado con Asia (cerca de medio billón frente a 4 billones de habitantes), la dinámica de la migración intrarregio­ nal es particularmente acentuada en su interior. Mientras que los 56 millones de migrantes internacionales que viven en Asia ape­ nas representan un porcentaje de 1.4% del total de la población total, en Europa contamos con unos 50 millones de migrantes que suman una décima parte de la población. En términos absolutos y relativos, Europa es el continente par excellence tanto de inmigra­ ción de Asia, África y América Latina, como de flujos intrarregio­ nales (véase también IOM, 2013). El peso tan significativo de la migración internacional se refleja claramente en el flujo de las remesas. Sabiendo que la gran mayo­ ría de la migración internacional e interna se relaciona con aspec­ tos de trabajo y empleo, las remesas que mandan los migrantes laborales a sus hogares y familias representan un desarrollo sin igual durante los últimos 15 años. Mientras que para 1995 se calculaban 58 billones de dólares como remesas laborales, esta cifra aumentó casi 300% para 2004, llegando a 160 billones de dólares y alcanzan­do casi los 414 billones de dólares en el año 2009 (World Bank, 2005; IOM, 2010:217). La dinámica del crecimiento de remesas rebasa fácilmente la dinámica de crecimiento de la inversión directa fo­ ránea y de la asistencia técnica que dan los países ricos a los más pobres. De tal manera que, para el año 2004, las remesas labora­ les llegaron al mismo nivel en términos absolutos (casi 160 billones de dólares) que el total de las inversiones foráneas directas. Es por esto que órganos como el Banco Mundial (de nuevo) detectaron la gran importancia de la migración laboral y de las remesas, y de­

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sarrollaron múltiples estudios sobre éstas y su posible canalización hacia el desarrollo económico productivo de los países en desarro­ llo. Pero tal uso inversionista-productivo de las remesas se limita por el hecho de que la abrumadora cifra de 90% de las remesas se destina a los gastos directos de consumo en los hogares. La migra­ ción laboral —que se refleja en las cifras— es primordialmente una necesidad de generar ingresos y no un lujo que se dan los mi­ grantes. Hoy en día hay algunos países casi totalmente “dependientes” de recibir remesas de sus connacionales que trabajan en el extran­ jero. Por ejemplo, en el año 2008 Tayikistán recibió la mitad de su producto interno bruto en remesas. Para países como Tonga, la República de Moldavia y Kirguistán, las remesas representan casi una tercera parte del producto interno bruto (PIB). Para Honduras, Nepal, Guayana, Líbano, Samoa y Lesotho, las remesas contribuyen en más de una quinta parte al PIB (IOM, 2010:118). Hay que subra­ yar que esto de por sí no es problemático, siempre y cuando haya proyectos de desarrollo sustentable y productivo en los países re­ ceptores de remesas. Y también es crucial conocer las condiciones (precarias-inestables o sostenibles) bajo las que los migrantes tra­ bajan, tienen derechos y desarrollan sus planes de vida para el futuro. Muchos estudios resaltan que, por lo regular, el flujo de re­ mesas baja en el transcurso de la trayectoria migratoria, sobre todo con la segunda generación de migrantes. Un país con una décima o tercera parte de su PIB basado en remesas tiene que estar cons­ ciente de que en algún momento éstas pueden reducirse, ya sea por las decisiones de los migrantes o por coyunturas económicas o políticas en los países en los que trabajan. Por otro lado, las remesas también reflejan la “salida de manos y cerebros”. Hay muchos países en el mundo, sobre todo los peque­ ños y especialmente los más necesitados y pobres, que “exportan” una quinta parte o hasta cuatro quintas de sus académicos forma­ dos hacia los países miembros de la OCDE (IOM, 2010:121). De este modo, 83% de los graduados de Guayana trabajan en algún país de la OCDE, mientras que, para el caso de Jamaica la cifra llega a 82%, mientras que para Túnez aún era 21% en el año 2008. Esta “fuga de cerebros” no es mala ni buena en sí misma, puede conver­ tirse incluso en un brain gain cuando los migrantes regresan a sus

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países de origen. Pero hasta el momento no se han dado muchas experiencias de este tipo. Si tenemos en cuenta que la preparación y educación de un profesionista, por ejemplo, en Europa, en pro­medio cuesta unos 100 mil euros, se puede imaginar el flujo tre­me­n­do de recursos de los países pobres hacia los países que ya tienen un alto nivel de bienestar. El caso extremo en esta rela­ción lo representa Estados Unidos, que al inicio del siglo XXI con­taba con un total de 8.2 millones de inmigrantes altamente calificados, en comparación con tan sólo menos de medio millón de emigran­ tes altamente cualificados (Dumont y Lemaître, 2005). Si estos datos ya nos dan una idea de la dinámica de las migraciones, sur­ ge la pregunta: ¿qué tan controlables son estos flujos migratorios?

LA AUTODINÁMICA DE LOS FLUJOS MIGRATORIOS Sea cual fuera el esfuerzo de regulación y de canalización de flu­ jos de migrantes y de sus recursos de remesas, para entender la dinámica de los flujos migratorios internacionales vale la pena ana­ lizar las razones por las cuales, en un determinado año, por ejem­ plo, en 2005, entren migrantes a países diferentes. Tomando los países de la OECD y distinguiendo entre las razones de entrada en 1) buscar o ya tener trabajo, 2) acompañar a familiares, 3) reuni­ fi­cación familiar, 4) razones humanitarias (pedir asilo por ser per­­se­­guido, etc.) y 5) otras razones, los datos fácilmente de­muestran que menos de una quinta parte de la inmigración permanente de todos los países de la OECD está relacionada directamente con razones de trabajo (OECD, 2012:33). La reintegración familiar de migrantes laborales y otras razones familiares representan casi la mitad de todos los flujos correspondientes. Aunque un flujo de migración empieza como resultado de una política coherente y ra­cional de un Estado, en el transcurso del tiempo la dinámica mi­ gratoria adquiere su propia dinámica social, que ya no está bajo el control de quien incentivaba el proceso al inicio. Una vez di­ suelto y en su camino, la migración toma la lógica y la dinámica de los actores migrantes, así como de sus redes sociales. Por ello, la migración siempre está situada en un conjunto de factores condi­ cionantes —tales como la política de los Estados participantes de

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los países de origen, de paso y de llegada, la infraestructura de transporte, de comunicación, de tráfico de migrantes, el hecho de conseguir permisos y la historia del desarrollo del sistema mi­ gratorio entre los países involucrados—; pero la migración misma es efectuada por personas y familias con sus necesidades y sueños, y a partir de sus redes sociales. Se puede pensar en el llamado Programa Bracero de Estados Unidos, en la política de los Gastarbeiter (trabajadores huésped) en muchos países de la Unión Europea o en los soldados colo­ niales que participaron con Francia contra los movimientos de independencia en Argelia o con Inglaterra en la India. La lógica siempre es la misma: algún actor colectivo o corporativo —en estos ejemplos un Estado nacional— requiere mano de obra o gen­ te que le ayude en sus políticas, por lo tanto, invita a grupos de personas y los incentiva con ciertos privilegios para entrar en sus servicios y a su país. En el caso del Programa alemán de Gastar­ beiter, la idea inicial era que los trabajadores españoles, italianos, griegos o turcos solamente se quedaran dos o tres años en Alema­ nia para después regresarse y ser reemplazados por otros trabajado­ res. La intención era que no se arraigaran en Alemania, sino que simplemente fueran tratados y se autoconsideraran como traba­ jadores migrantes, transitorios y circulares. Resulta que los mis­ mos empresarios —más que los sindicatos— se opusieron a esta lógica: después de dos o tres años, los migrantes apenas domina­ ban la base de los términos y el lenguaje necesario para el trabajo, y ya tenían que regresarse. Por lo tanto, los empresarios, una parte de los migrantes y algunos políticos que se enfocaron en los de­ rechos de éstos, presionaron para prolongar la estancia de los Gas­tar­ ­beiter. También había campañas de organizaciones de migrantes y de asistencia social para que se aplicara el derecho a la familia y a la reunión familiar (que es parte crucial en la constitución ale­ ma­na). Por la crisis económica (“de petróleo”) de 1972-1973, el go­ bierno alemán canceló el reclutamiento de trabajadores migran­tes e incentivó su regreso (Anwerbestop de 1973). Pero la dinámica mi­gratoria ya tenía su propio ritmo, el “espíritu ya había salido del frasco”. La cancelación del reclutamiento de nuevos trabajado­ res de Turquía, en parte tenía el efecto inverso de lo que se había intentado: como ya no era tan fácil ingresar a Alemania con fines

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de trabajo, muchos de los migrantes turcos en Alemania, aunque antes habían tenido el plan de regresarse a su país de origen, se quedaron y trataron de reunirse con su familia en Alemania. Este mecanismo de constante jaleo de migración desde Turquía, se com­ binó con fuerzas que empujaban esta migración debido al golpe de Estado de los militares turcos en 1980. También el Programa Bra­cero entre México y Estados Unidos revela estos “efectos no planeados de acciones intencionales” (Merton, 1936). Este hecho social, el descontrol de los flujos migratorios, se ve más claramente aún en la migración indocumentada o irregular que existe y siempre ha existido. Hoy en día se estima que entre una décima y una tercera parte de la migración internacional re­ gistrada es migración no documentada adicional (IOM, 2008:209ss; OECD, 2012:183). Para Estados Unidos, se calcula que más de diez millones de migrantes son indocumentados, la gran mayoría de ellos mexicanos (Pew Hispanic Center, 2006). El intento más rígi­do y fuerte de controlar las fronteras de un país o de un conjunto de países, aún no puede impedir la migración no documentada. Las políticas rígidas de control de flujos de migración pueden con­ trarrestar y atajar, pero no impedir la migración. Normalmente lle­van a un aumento de las tarifas de las bandas traficantes de mi­ grantes, cambian la composición de la población migrante (en favor de jóvenes, varones físicamente fuertes), alargan el tiempo de es­ tancia de los migrantes irregulares y hacen aumentar el número de muertos en el camino. Tan sólo en el mar Mediterráneo se mue­ ren más de mil personas anualmente (). La dinámica propia y la capacidad de controlar la migración internacional se reduce más cuando existen fuertes redes sociales transnacionales.

MIGRACIÓN TRANSNACIONAL ENTRE MÉXICO Y ESTADOS UNIDOS Un buen ejemplo para las nuevas formas de migración transna­ cional y para el surgimiento de espacios sociales que tienden las fronteras de Estados nacionales, es la migración entre México y Es­ta­dos Unidos. En un estudio de trayectorias y biografías laborales se entrevistó a 648 migrantes. De tal estudio, se tomaron cerca

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de 40 autobiografías narradas de migrantes que partieron de la re­ gión de la mixteca poblana y trabajaron al menos una vez en la región metropolitana de la ciudad de Nueva York (Macías y He­ rrera, 1997; Pries, 1998; Herrera, 2002). En estos datos hay un total de 1 966 eventos laborales entre México y Estados Unidos, por lo que se analizaron los cambios de un empleo al próximo, se­gún el sector y el lugar del trabajo. En caso de que alguno de los en­ cues­­ta­dos hubiera cambiado de un trabajo a otro, las preguntas son: ¿fue un cambio en el interior del mismo sector o de un sector a otro? ¿Fue un cambio en el mismo país o es también un cambio entre México y Estados Unidos? La gráfica 1 muestra los resulta­ dos del conteo de todos los eventos. GRÁFICA 1

CAMBIOS DE EMPLEO POR SECTOR DE OCUPACIÓN Y PAÍS 5.6

4.2

2.1

1.6

ra

ltu

2.6

u ric

1.3

Ag

1.5

1.5

Intitución social de profesión/ gremio nacional

Méx. >> EUA

1.4

EUA >> Méx.

Ser per vicios so sim nales ples 1.5

23.1

1.5

Dentro del país

1.3

io/ erc r. Com inist admteles/ s ho rante au rest

7.0

T ind rab us ajo ma tria nu l/ al

Técnicos, profesionistas

4.1 6.3

3.5

Intitución social de profesión/ gremio nacional y transnacional

Residuales estandarizados

FUENTE: elaboración propia.

Las cifras que se señalan en la gráfica 1 representan los re­si­ duos estandarizados que nos indican pautas estadísticamente sig­ nificativas de los cambios en las trayectorias laborales. Las fle­chas redondas representan cambios de un trabajo a otro, que tu­vieron lugar en el mismo sector. Las diferentes pautas de gris de las fle­

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chas rectas y redondas indican si el cambio correspondiente de un empleo al siguiente se realizó dentro del mismo país (Méxi­co o Estados Unidos) o si se trataba de una estrategia en la que se hacía un cambio de país (de México a Estados Unidos o de Estados Unidos a México). Todas las flechas representan pautas específicas —si queremos: pautas socialmente institucionalizadas— de movilidad ocupacional y espacial de los 648 migrantes en­cues­ tados. Por ejemplo, cuando una persona cambia de un tra­bajo en el sector de la agricultura a otro trabajo y el trabajo siguien­te se realiza en el mismo país (es decir, sin migración laboral) hay una probabilidad estadísticamente significativa y 5.6 veces mayor de ingresar, otra vez, a un trabajo en el sector agrícola. Se da una estabilidad sectorial del trabajo, tanto en el sector de la agricultu­ ra como en el de los servicios personales simples —sea el siguiente trabajo en el mismo país que el anterior o con un cambio de em­ pleo y de país—, las tres flechas redondas indican una probabilidad significativa de mantenerse en el mismo sector de ocupaciones. También hay una pauta interesante de cambio sectorial (entre trabajo agrícola e industrial/manual) cuando el cambio de empleo ocurre en el mismo país (probabilidad 1.3 y 1.6 veces arriba de lo esperado). En síntesis, tenemos pautas significativas de movilidad ocupacional y geográfica. Podemos interpretarlo como una expre­sión de la fuerza estructurante de la institución social de profesión o gremial que funciona tanto a escala nacional como transna­cional. Las flechas rectas y circulares que indican cambios en el interior del país, se pueden interpretar como indicios de una institucionalidad de la movilidad sectorial en el nivel del país co­ rrespondiente. Las flechas rectas y circulares que indican cambios entre los dos países, se pueden interpretar como indicios de una institu­cionalidad de la movilidad sectorial transnacional. Al integrar los datos empíricos de las autobiografías narradas y de las trayectorias laborales migratorias, se pueden identificar cinco conjuntos de normas sociales diferentes que estructuran la movilidad de las personas en el empleo y entre los países. Partien­do de estos fenómenos de trabajo transnacional, se puede plantear la pregunta: ¿cuáles son las reglas sociales, los motivos y las fuer­zas sociales que estructuran esta dinámica migratoria laboral? Estas interrogantes conducen al tema de las instituciones sociales transna­

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cionales. Las instituciones sociales se entienden aquí como pro­gramas complejos y compuestos de normas y prácticas sociales que son formaciones “socialmente heredadas” entre generaciones y con­sisten en rutinas, reglas, marcos cognitivos y expectativas re­cí­procas. Las instituciones sociales emergen y se estabilizan por habituación, explicitación, tipificación y formalización; ellas es­ tructuran determinadas áreas de la vida social y los programas de acción conjuntos para grupos/entramados sociales. Al mismo tiempo, fundan identidad, integración, estabilidad y predictibili­ dad en la vida social (Schütz, 1932; Schütz y Luckmann, 1979; Ber­ ger y Luckmann, 1980). En este contexto, es importante subrayar que instituciones sociales se pueden extender a los niveles local, nacional, supra­ nacional, global y transnacional. Partiendo de esto, los espacios sociales transnacionales son entrelazamientos sociales densos y du­ raderos —se puede decir que institucionalizados— con tres ele­ mentos: prácticas sociales, sistemas de símbolos y artefactos que se extienden plurilocalmente sobre más de una sociedad nacional. El concepto de instituciones sociales sirve para entender y conceptua­ lizar el “cimiento” de los nuevos espacios sociales transnacionales. Se pueden identificar cinco instituciones sociales transnacionales que forjan las vidas y los espacios transnacionales. Estas cinco instituciones sociales se caracterizan por diferencias sistemáticas respecto a los recursos de acción principales y a las normas de ac­ ción dominantes (véase la gráfica 2). La red social como institución se caracteriza por relaciones sociales de larga duración basadas en la confianza y en una recipro­ cidad no específica. Hasta hoy en día y en casi todas las sociedades del mundo, esta institución de la red social se plasma en la fami­ lia. El recurso principal en el que se basa dicha red es el capital so­cial. En la migración transnacional, esta red con su capital social de confianza y apoyo, determina el margen de estrategias y acciones para gran parte de los migrantes. En el caso de migrantes profe­ sio­nistas, especialistas o académicos, el recurso principal no es necesariamente la red social, sino el capital cultural en el sentido de saberes, conocimientos y destrezas. En este caso de la profesión co­mo institución social, el capital cultural está ligado inseparable­ mente a su portador, no es tan fácilmente transferible como el ca­

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GRÁFICA 2

CINCO INSTITUCIONES SOCIALES QUE ESTRUCTURAN LA VIDA LABORAL-ECONÓMICA

Institución

Recurso principal

Normas de acción

Red social

Capital social

Reciprocidad no específica, a largo plazo, confianza

Profesión/gremio

Capital cultural

Ética profesional, saberes, certificados

Mercado

Capital económico

Utilidad individual, reciprocidad específica/contrato

Organización

Capital posicional

Reglas internas, jerarquía, lealtad organizacional

Régimen público

Capital político

Legalidad/leyes legitimidad/ discurso público

FUENTE: elaboración propia.

pital económico. Las normas vigentes son la ética profesional y los certificados profesionales como “moneda en curso” que indican el valor del portador correspondiente. En la migración transnacio­ nal hay mercados de trabajo y dinámicas de movilidad claramen­ te estructuradas por esta institución. El mercado —como tipo ideal— es una institución social que rige en contextos de acción anónimos de intercambio de bienes más o menos homogéneos y contables o cuantificables. Según to­ das las teorías de mercado ideal-típico, la relación entre los ac­tores es una interacción muy puntual y entre iguales en términos de que nadie puede imponer su voluntad e interés sobre los otros participantes. El recurso principal es el capital económico, y el di­ nero es el medio por el cual se organiza el intercambio. El mer­ cado como institución social no es tan viejo y tan “natural” como aparece en algunas teorías neoclásicas. En Europa, por ejemplo, creció como institución social en la Edad Media tardía cuando los

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reyes y emperadores otorgaron a las ciudades el derecho de orga­ nizar mercados. En lugar de recolectar toda la producción agro­ pecuaria no usada para la subsistencia de los campesinos por su propia cuenta, los poderíos públicos aprovecharon los impuestos que “impusieron” sobre los comerciantes. Desde sus inicios, el mer­cado ha sido una institución social ampliamente construida por reglas, normas e intereses, medios y recursos sociales, es de­ cir, encauzada en un contexto societal más amplio. Con respecto a la organización del trabajo y del empleo, la institución social de la red social es más vieja que el mercado, pri­ mordial y tradicionalmente en forma de la familia extendida y, hoy en día, también en forma de redes sociales secundarias. Mien­ tras que las relaciones sociales y el contexto de interacción para la institución del mercado son casuales e instantáneos, las redes sociales se basan en lazos de confianza a largo plazo. Desde una perspectiva histórica, durante miles de años la unidad doméstica integraba todas las actividades de producción y de reproducción, y antes del trabajo asalariado moderno con su “mercado de traba­ jo” correspondiente, de esta unidad doméstica se diferenciaba el quehacer y el “arte” de los artesanos: hilatura y tejido, carpintería y plomería, minería y ferretería se desarrollaron como la institución social de profesión, es decir, como campos específicos de trabajo y empleo con sus propias reglas de capacitación, reclutamiento, movilidad horizontal y vertical. Después de los gremios de los ar­ tesanos, surgen los gremios de profesionistas como médicos, farma­ céuticos, abogados e ingenieros. Otra institución social que impacta fuertemente sobre todas las acciones y decisiones respecto al trabajo y al empleo, son las organizaciones modernas, sobre todo las empresas. Aunque como unidades de acción colectivas se mueven en el ambiente de la lógica de mercado —por ejemplo, en el sentido de competir con otras empresas de la misma rama—, la coordinación dentro de las organizaciones se estructura según el principio de jerarquía, y el recurso de acción más importante es el capital posicional que tie­ nen los actores, de acuerdo con el organigrama formal y los roles y relaciones de fuerza reales. El contexto de acción es pensar en “posiciones” no definidas por el mercado ni por las redes sociales, sino por la organización como entrelazamiento duradero de coo­

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peración por división de trabajo. Las organizaciones definen sus propias reglas —formales e informales— de cómo cubrir posicio­ nes vacantes, cómo organizar la movilidad horizontal y vertical entre posiciones, cómo reclutar personas, etc. Incluso, como lo revelan todos los estudios sobre los “mercados internos de trabajo”, la remuneración del trabajo no se rige según la lógica del merca­ do o de la profesión, sino conforme a las reglas organizacionales establecidas como el principio de antigüedad (frecuentemente con base en negociaciones colectivas entre la gerencia y la repre­ sentación de los trabajadores). Finalmente, aparte de las instituciones ya mencionadas, exis­ te la regulación pública y colectiva como última institución social que estructura aspectos clave del trabajo y del empleo —empe­ zando con la pregunta de la remuneración y la jornada de traba­ jo, pasando por temas como la seguridad e higiene en los espacios de trabajo, hasta asuntos como la no discriminación y la partici­ pación. La regulación pública del trabajo y del empleo no es nada nuevo, ni un invento del capitalismo, ni del socialismo o de los sin­dicatos. Desde que existió una fuerza pública-estatal (ya sea en forma de imperios o de Estados-naciones modernos), también se dedicó a regular asuntos relacionados con el trabajo y el empleo. Esto se plasma en todo lo que se refiere al instituto de la esclavitud, pero también en las estipulaciones estatales decretadas para la regulación del trabajo en las minas coloniales de Nueva España o en las minas regidas por los condes en Alemania hasta el siglo XVIII. Por lo tanto, existía un régimen público de regulación laboral muy fuerte y rígido mucho antes del capitalismo moderno. Éstas son las cinco instituciones sociales que estructuran el mundo del trabajo prioritariamente. Hay que subrayar que en cada una de las sociedades nacionales y hasta en contextos espacialgeográficos hay configuraciones de estas cinco instituciones muy específicas. En Alemania, por ejemplo, la lógica de profesiones pesó mucho; en países anglosajones el mercado tiene mayor peso que en muchos países poscoloniales. Como lo hemos demostrado, tam­ bién hay reglas específicas en los mercados transnacionales de la migración laboral entre México y Estados Unidos. De todo esto se derivan algunos retos conceptuales para el estudio de la migra­ ción laboral.

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RETOS PARA EL ESTUDIO DE LA MIGRACIÓN LABORAL Frente al enorme volumen, la dinámica de la migración interna­ cional y su naturaleza aquí esbozada, se pueden marcar algunos retos para mejorar el conocimiento de la misma. El primer reto consiste en relativizar el pensamiento en términos de contenedo­ res nacionales, además de combinar conceptos sustanciales y re­ lacionales de espacios sociales y geográficos. Tomando en serio lo expuesto en los párrafos anteriores sobre la naturaleza de la mi­ gración transnacional, hay que reconocer que los espacios sociales de familias, muchas veces o casi por lo regular están dispersas entre espacios geográficos transfronterizos muy diversos. Las familias comparten el espacio social de solidaridad, intercambio de infor­ mación y de remesas, además de compartir estrategias de vida y del porvenir. Al mismo tiempo, muchas familias de migrantes están repartidas en partes y hogares sobre muchos lugares. Ejemplos de familias transnacionales se presentan en el trabajo de Gil (2006: 131), quien durante tres años siguió a los miembros de una familia originaria de la comunidad de Santa María Tindú en la zona mix­ teca del estado de Oaxaca, en México y en Estados Unidos. Los espacios sociales transnacionales retan la idea clásica de la exclusividad mutua entre espacio social y espacio geográfico (véanse las contribuciones en Emmerich y Pries, 2011). Por mucho tiempo la sociología, igual que el “sentido común”, partían del su­ puesto de que cada espacio social requiere un espacio geográfi­co y que, al revés, en cada espacio geográfico hay lugar para un es­ pacio social. El concepto de la sociedad nacional en el territorio de un Estado-nación corresponde exactamente a esto: cada sociedad necesita su espacio geográfico coherente como territorio, sin esto no puede existir, y al revés, en el territorio de un Estado-nación no pueden existir dos sociedades a la vez. La idea dominante acerca de la relación entre espacio social y espacio geográfico se asemeja a las crisálidas rusas o a las cáscaras de una cebolla: el mundo glo­bal se divide en Estados-naciones, éstos en provincias o departamen­ tos, que a su vez integran comunidades locales, y éstas se cons­ tituyen de familias-unidades domésticas. La realidad social es mucho más compleja para acotarla y clasificarla sólo en cajitas de “culturas nacionales”, “grupos étni­

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cos”, etc. Personas, familias y grupos mayores se sienten ligados a espacios culturales, de creencias o de tradiciones, que son va­ riados y múltiples. Por lo tanto, los espacios sociales son multi-di­ mensionales y de multi-nivel, se pueden extender más allá de un espacio geográfico y pueden contener localidades múltiples. Al revés, en el mismo espacio geográfico se pueden juntar diferentes espacios sociales en convivencia. Si hacemos la distinción entre espacios sociales, espacios geo­ gráficos, conceptos de espacio sustanciales y relacionales, se pue­ den trazar cuatro tipos ideales de combinaciones de espacio social y geográfico (véase el cuadro 1). El modelo básico que dominó al menos los últimos dos siglos es el de la sociedad nacional en un territorio de Estado-nación. En este caso, se combina la idea de un espacio social sustancial (una cultura nacional coherente, una nacionalidad, un idioma dominante o único que distingue la so­ ciedad nacional de otras), con la noción de un espacio geográfico coherente y único en el sentido de un territorio claramente de­ marcado como el terreno de legitimidad, control y soberanía. Se presenta la situación más complicada en el tipo ideal de diáspora, donde se combina un espacio social sustancial con espacios geo­ gráficos diversos distribuidos. Cualquier diáspora implica la idea de algunos aspectos sustanciales de cultura, creencias, historia y símbolos que reúnen a los que se sienten parte de la diáspora. Al mismo tiempo, los que forman parte de este espacio social están distribuidos geográficamente por varias localidades, de tal manera que diásporas combinan espacios geográficos relacionales con un espacio social sustancial. El tercer tipo ideal es la sociedad multi­ cultural en un territorio nacional. Estados Unidos, el Reino Unido, los Países Bajos y otras sociedades que se consideran nacionales (estadounidense, británica, holandesa, etc.) se autodefinen o au­ to­definieron en algún tiempo como multiculturales y, al mismo tiempo, se limitan explícita y claramente a un territorio na­cional ho­mogéneo y coherente. En este caso, un espacio social relacio­ nal se combina con un espacio geográfico sustancial. El cuarto tipo ideal son los espacios sociales transnacionales que, en los dos as­pectos espaciales, se definen por aspectos relacionales domi­ nantes. El ejemplo de la migración transnacional México-Estados Uni­dos demuestra la multiplicidad de la cual se componen los espa­

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GRÁFICA 3

CONCEPTO SUSTANCIAL Y RELACIONAL DE LOS ESPACIOS GEOGRÁFICO Y SOCIAL

Espacio geográfico

Sustancial

Espacio social

Relacional

Sustancial

Sociedad nacional Diáspora en territorio nacional

Relacional

Sociedad multicultural en territorio nacional

Espacio social transnacional

FUENTE: elaboración propia.

cios sociales transnacionales que al mismo tiempo se extienden sobre territorios nacionales y localidades específicas diferentes. Mientras que estos cuatro tipos ideales representan un instrumen­to analítico, en la realidad social empírica siempre se encuentran mixturas e ingredientes de los diferentes tipos ideales interrelacio­ nados. Por lo tanto, hay que combinar las perspectivas aquí des­ critas y no reemplazar totalmente un enfoque por otro. Durante las últimas dos décadas se puso de moda una perspectiva relacio­ nal en el análisis social (Emirbayer, 1997), pero no es adecuado “tirar el niño con el agua sucia” en el caso de los conceptos sus­ tanciales de espacio. La idea de la sociedad nacional en un territo­ rio de Estado-nación, por ejemplo, aún es muy fuerte y vigente; los Estados-nación con sus sociedades nacionales, aún son las entidades sociogeográficas que estructuran muy fuertemente la vida social individual y colectiva. Los procesos de migración son tan complejos que, por lo tan­ to, también lo son los conceptos de lo que es la incorporación o la integración de los migrantes en los espacios sociales correspon­ dientes, pues deben ser diferenciados más allá del concepto tradi­ cional de asimilación o simple adaptación. Imaginando el ejemplo de un migrante de origen kurdo que trabaja en Alemania, se puede diferenciar tanto en dimensiones del espacio social (una dimensión económica, una social, una cultural y una política), como en espacios geográficos diferentes en los que esta persona ejerce su

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vida cotidiana, sus conceptos y perspectivas de vida (véase el cua­ dro 2). Al distinguir entre espacios geográficos locales, regionales y nacionales de origen, de llegada y otros espacios geográficos, se produce una matriz compleja de los posibles arraigos y líneas de actividades de esta persona. Puede trabajar en una localidad en Ale­ mania y mandar remesas a su familia respectivamente y a otras partes de su familia local en el espacio geográfico de origen. Tam­ bién puede conectarse socialmente en la red social regional de los kurdos, en la región de llegada sintiéndose parte de un pueblo, un grupo étnico-cultural-político extendido entre Turquía, Iraq, Irán y Siria, y además puede tener relaciones sociales locales estrechas y regionales en Alemania, en Turquía y en Francia. La orientación cultural y política está fuertemente enfocada en ser regional en el país de origen (en la lucha por una autonomía relativa de la región kurda al interior de Turquía y no reclamando un Estado-nación pro­ pio-independiente kurdo) y con intensidad más baja en el nivel nacional en Alemania (integrando algunas ideas de participación democrática y de cultural política retomados desde el país de lle­ gada y desde conceptos de la Unión Europea). Aunque no todos los migrantes tendrán arraigos tan múltiples y multidimensionales como en este caso (que es un caso construido con base en relaciones y personas reales), hay considerable evidencia en la literatura más reciente de migración transnacional, sobre lo compleja que es la incorporación de migrantes en términos de las diferentes dimen­ siones de sus espacios sociales y la configuración de las localida­ des entre las que se tienden sus prácticas sociales, orientaciones, creencias y estrategias de vida, así como la estructura, además del uso de artefactos y tecnologías. Si la incorporación en espacios sociales y espacios geográficos de tan sólo un individuo es tan compleja, ¿cómo es posible un grado mínimo de cohesión social? La respuesta es más fácil y nada nueva. En cualquier entrelazamiento o entramado social, los actores participantes se autocaracterizan y son caracterizados por los demás en diferentes categorías. De esta manera, un “círculo social” (Simmel, 1908) puede constituirse con base en la misma religión, otro en el mismo género, otro más en los mismos valores políticos o en las mismas preferencias deportivas o musicales. También puede haber círculos sociales basados en situaciones de vida

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CUADRO 2

INCORPORACIÓN MÚLTIPLE Y PLURILOCAL DE UN MIGRANTE TRANSNACIONAL

Económica



Nacional

Regional

Otro espacio geográfico

Local

Nacional

Regional

Espacio geográfico de llegada

Local

Nacional

Regional

Espacio geográfico de origen

Local

Dimensión espacio social

Espacio geográfico



Social



Cultural



Política









FUENTE: elaboración propia.

similares, en compartir la misma cohorte de graduación escolar o en tener la misma orientación sexual. De esta manera, no so­ lamente hay hombres y mujeres sino también hay orientaciones heterosexuales, homosexuales, lesbianas, transexuales, etc. Los grupos sociales también se constituyen por estar adscritos y/o auto­ adscribirse a un gremio (académicos, artistas, artesanos, etc.) o a cierta profesión (sociólogo, químico, médico, carpintero, etc.). Se pueden seguir mencionando muchas más categorías por las cuales se distinguen, y al distinguirse unos de otros se unen en círculos sociales. La idea básica del modelo de círculos sociales diversos es que el entrelazamiento de actores individuales se da por la in­corporación a diferentes círculos sociales. En la manera en que cada persona pertenece a, digamos, una docena de círculos sociales diferentes, y que no todas las personas comparten con otras la misma combinación de círculos sociales, se da un tras­la­pe de círculos sociales y tejidos sociales más complejos compuestos por múltiples círculos sociales. Cada persona es individual por la combinación de círculos sociales a los que pertenece, y es exac­ tamente esta preformación social y por círculos sociales de la vida

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de los seres humanos, la que sirve como fuerza de cohesión, como “cemento de la sociedad” (Elster, 1991). Frente a esta diferenciación social múltiple, siempre había existido el esfuerzo de “reducir la complejidad” de la vida social mediante la jerarquización, la reducción de las categorías de per­ tenencia, además de la adscripción a ciertos aspectos y caracterís­ ticas. De esta manera, conceptos como el de una “cultura nacional” supuestamente homogénea o de “grupos étnicos” supuestamente homogéneos, se asemejan a un enfoque sustancial del espacio social, siempre y cuando no reflexionen y tomen en cuenta las re­ laciones sociales múltiples y complejas. Por ejemplo, durante los últimos dos siglos, los proyectos de Estado-nación y del naciona­ lismo como proyecto societal se han caracterizado por preferir los aspectos de soberanía y ciudadanía nacional, además de superpo­ nerlos a todas las demás características diversas: en determinado proyecto nacional y su correspondiente ideología y política, todas las diferencias entre mujeres y hombres, entre profesiones, entre creencias religiosas diferentes, entre las historias locales y regio­ nales, etc., tienen que someterse al único criterio importante y dominante de ser parte de la misma cultura (en el proyecto de la revolución burguesa fallida de 1848 en Alemania), de la misma raza (en el proyecto del nacionalismo fascista fallido en Alemania), de los mismos valores republicanos (en el proyecto del republicanis­ mo francés) o de una mezcla entre tales aspectos (como en casi todos con conceptos de Estado-nación contemporáneos). Según la propuesta aquí presentada, la incorporación y el en­ tretejimiento de individuos siempre se da casi automáticamente: no hay individuos sin grupos, no hay cohesión sin diferencias, no hay un “yo” sin un “tú”, sin el “ustedes” no existe el “nosotros”. Por esto, un aspecto sustancial de los espacios sociales se basa en el mero hecho de que cualquier forma del ser humano y de práctica social, parte de distinciones. Aun sabiendo que estas distinciones provienen de la evolución filogenética y ontogenética, y por lo tanto, son construidos y relacionales, en el proceso de la necesaria reducción de tal complejidad los actores sociales aplican concep­ tos y categorías sustanciales. Esto no es un problema en sí mismo, se vuelve problemático cuando la multitud de membresías y per­ tinencias de cada individuo y grupo social se reduce a una catego­ría

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única y dominante, utilizada para explicar o tratar de explicarlo todo. La exclusión y la marginalización surgen de tal exageración y simplificación de pertenencias y adscripciones. De estas reduccio­ nes se producen enunciados como “los musulmanes tienden a ser beligerantes” o “los extranjeros están menos dispuestos a tra­ba­ jar arduamente que los connacionales” o “todos los alemanes tie­nen carácter autoritario”. Enfoques sustanciales y relacionales llevan a diferentes conceptos de integración o asimilación de migrantes. Con base en estas reflexiones generales acerca de las relacio­ nes entre el espacio geográfico, el espacio social y de conceptos sustanciales y relacionales de espacio, se puede profundizar en conceptos diferentes correspondientes a la teoría de migración internacional. A grandes rasgos se pueden distinguir tres enfoques diferentes para entender la migración y la integración: en el pri­ mer concepto, la migración transfronteriza conduce a una com­ binación de espacio social y espacio geográfico representada en la figura del melting pot o crisol (véase la figura 1). Partiendo del con­ cepto de los Estados-nación como “contenedores étnico-sociales, homogéneos y puros” —que nunca existieron en la realidad pero que tenían mucha influencia como ideología—, la inmigración re­ sulta en una homogeneización del espacio social nacional por la fundición de diferentes espacios socioétnicos culturales en uno. Los conceptos de “mestizaje” de pueblos y sociedades, además del FIGURA 1

MIGRACIÓN INTERNACIONAL COMO MELTING POT Inmigración

Contenedor de Estado-nación FUENTE: elaboración propia.

Crisol de etnias y culturas

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melting pot como el crisol de etnias y culturas, reflejan esta mane­ ra de pensar espacios sociales sustanciales. Igual que el concepto de contenedor homogéneo y puro, la noción del melting pot era más una ideología o percepción que una realidad social en sí misma. Los espacios sociales nunca se fun­ die­ron real o completamente en una gran mezcla, más bien, la inmi­gración resultó en un “tapiz de parches” (patchwork). En la teo­ ría de la migración internacional, al concepto del melting pot se le agregó la idea de la “ensaladera” (salad bowl, véase la figura 2). Según esta noción, en un mismo “contenedor de espacio geográ­ fi­co” pueden coexistir muchos espacios sociales diferentes sin fun­dirse o mezclarse completamente. Hay un aderezo de ensala­ da (un dressing) común que le da coherencia y sabor único a las pie­zas y a los trozos en la ensaladera. Traducido a la teoría de mi­ gración internacional, este dressing corresponde a los valores, las normas y el marco legal común de una sociedad multicultural y multiétnica. FIGURA 2

MIGRACIÓN INTERNACIONAL COMO SALAD BOWL

FUENTE: elaboración propia.

Obviamente, este concepto de la ensaladera como la combi­ nación de diferentes espacios sociales en un solo espacio geográfi­co, ya se acerca más a la realidad social, pero mantiene la idea de las sociedades como contenedores sociogeográficos cerrados. Por esto se propuso la figura de “texturas de espaguetis” para poner en claro la existencia de espacios sociales transnacionales pluriloca­ les que se tienden arriba y entre los contenedores de sociedades nacionales (véase la figura 3). Cuando, en el contexto de la migra­ ción internacional, las interacciones (intercambio de información,

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bienes, personas y símbolos, etc.) de los migrantes alcanza cierta densidad y durabilidad entre los determinados lugares de los di­ ferentes países, estas interacciones ya no son sólo formas de mo­verse entre dos espacios sociales distintos (el país/la región de sali­da y el país/la región de llegada), sino que se convierten en un espa­ cio social propio cuya extensión geográfica es plurilocal, se tiende entre lugares físicos diferentes. El surgimiento de estos espacios sociales transnacionales no es un fenómeno completamente ais­ lado de las dos formas anteriores de migración internacional, sino que es el “viraje de algo cuantitativo en algo cualitativo”. Además, a diferencia de los modelos del crisol y de ensaladera, la figura de la textura de espagueti se basa en un concepto relacional del es­pa­ cio, considera la realidad y las repercusiones migratorias no sólo en un país, sino en los dos (o más) países involucrados. FIGURA 3

MIGRACIÓN INTERNACIONAL COMO “TEXTURA DE ESPAGUETI”

FUENTE: elaboración propia.

Mientras que los conceptos de crisol y de ensaladera se refieren a los tipos de migración internacional de emigración/inmigración y re-migración, la figura de textura de espagueti refleja la reali­ dad del tipo de la transmigración. En este caso, espacios so­ciales plurilocales se desarrollan entre comunidades y lugares en varios Estados-naciones, por ejemplo, entre México y Estados Uni­dos. La vida cotidiana, los proyectos y planes para el futuro, los sueños y las proyecciones de una vida feliz, las personas importantes de referencia, las representaciones simbólicas como las creencias, el vestido, el interior de las casas, los bienes de uso im­por­ tantes, el quehacer en días de descanso, etc. Todos estos elementos, que forman y estructuran los espacios sociales de los trans­mi­gran­

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tes,2 no son hechos sociales “desterritorializados”: no se trata de prácticas, símbolos y artefactos “en el aire”, sin arraigo geográfi­ co-espacial; más bien, se trata de componentes de los espacios sociales que se tienden entre diferentes lugares, cuyo significado y existencia social solamente se entiende y explica tomando como marco de referencia diferentes espacios geográficos al mismo tiempo. La transmigración como una nueva forma de migración inter­ nacional en un mundo en globalización no se caracteriza por un simple “retroceso” o la “desaparición” de los limitantes del espacio geográfico, sino por una nueva relación entre espacios sociales y geográficos: un espacio social se tiende entre dos o más espacios geográficos. En comparación con los otros tipos de migrantes, los transmigrantes mismos se definen por una relación diferente con su región de salida y su región de llegada. En otro contexto (Pries, 2002), propusimos distinguir entre cuatro dimensiones di­ ferentes (relación con la región de salida, relación con la región de llegada, motivo predominante de migración y horizonte de tiem­ po de migración) para construir cuatro tipos ideales de migrantes: emigrantes/inmigrantes, remigrantes, migrantes de tipo diáspora y transmigrantes (véase el cuadro 3). Mientras que los emigrantes/inmigrantes salen de un país y se integran a largo plazo en otro, los remigrantes regresan después de un periodo de residencia fuera de su país de origen por varias razones (desilusión, cansancio, logro de sus objetivos de mi­ gración, expulsión, etc.). En estos dos tipos de migración predo­ minan razones económicas o socioculturales. Podemos pensar en los millones de emigrantes europeos que llegaron al continente americano en el cambio del siglo XIX al XX o en los refugiados po­ líticos y religiosos que quieren regresarse lo más pronto posible a su país de origen. La diferencia principal en estos casos es que para los migrantes en diáspora son más importantes las razones 2 Los transmigrantes, en el sentido aquí aplicado, no tienen nada que ver con la categoría de “transmigrantes” del Instituto Mexicano de Inmi­ gración en el sentido de personas que sólo se encuentran en el traspaso de un país a otro. En el sentido sociológico aquí desarrollado, los trans­ migrantes viven por largo tiempo entre y en localidades diferentes, en Estados-nación diferentes.

CUADRO 3

Ambigua, atracción/distinción

Ambigua, atracción/distinción

Transmigrante

FUENTE: elaboración propia.

Mantener diferencia, Religiosas, espacio de misión políticas/ organizacionales

Referente permanente como “paraíso prometido”

Migrante de tipo diáspora

Económicas, organizacionales

Mantener diferencia, Económicas, país huésped políticas

Referente permanente mayor, guardar identidad

Remigrante

Económicas, socioculturales

Integración, nueva tierra

Razones/condiciones mayores para migración

Referente nostálgico y de despedida

Relación a la región de llegada

Emigrante Inmigrante

Relación a la región de salida

CUATRO TIPOS IDEALES DE MIGRANTES

No definido, iterativo, secuencial

Limitado, definido por misión

Limitado, condicionado, a corto plazo

Definitivo, para siempre o a muy largo plazo

Horizonte de tiempo para migración

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re­ligiosas, políticas u organizacionales. Los migrantes de este tipo se definen más por una misión que los empuja a tomar la decisión de migrar, y los define como parte de ésta, ya sea como misiona­ rios religiosos, como diplomáticos de sus países en el extranjero, como encargados de compañías internacionales o como persegui­ dos religiosos o políticos que siguen definiéndose en el contexto de su espacio social de misión organizacional (de su orden o iglesia, partido político, cuerpo diplomático u organización económica). Las diásporas forman espacios sociales locales conectados estrecha­ mente en una red de dependencias y con una sede central, se en­ cierran frente al ambiente receptor y se integran a la comunidad de una diáspora principalmente por va­lores compartidos. El cuarto tipo de migrante internacional lo nombramos transmi­ grante. Los transmigrantes quizá partieron de su región de salida como emigrantes o como remigrantes, es decir, con planes de vi­vir definitivamente en otro país o de regresarse definitivamente a su país de origen después de un periodo determinado, por ejemplo, dos o tres años de trabajo. Pero en el transcurso de su trayectoria migratoria se enfrentaron con acontecimientos y situaciones no previstos y cambiaron sus propios marcos de referencia y planes de vida. Después de varios años de vivir y trabajar en el extranje­ ro, desarrollan una actitud más ambigua frente a su país de origen (en términos de valores culturales, de la percepción sobre ellos mismos y su alrededor, etc.). No se identifican completamente con su país de origen ni con el de llegada. Están entrelazados en redes sociales primordialmente familiares, de amigos y compadraz­ gos que tienden entre varios lugares, por ejemplo, su comunidad de origen y el barrio donde residen en el extranjero. Estos transmi­ grantes pueden vivir un tiempo en un país y otro tiempo en otro, moviéndose dentro del mismo espacio social transnacional (Pries, 2000 y 2002).

CONCLUSIONES La migración transfronteriza es tan vieja como los seres humanos. Al iniciar el siglo XXI no ha cambiado tanto la cantidad relativa de migrantes internacionales en relación con la población mundial

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total, pero sí se ha modificado la migración en sus formas. Se di­ ferencian los modos de la migración entre emigración, migración circular o de tipo gastarbeiter remigrante, migración de tipo diás­ pora y migración transnacional. Aunque la última de estas formas no es completamente nueva, es de importancia creciente debido a las posibilidades de medios modernos de transporte y de comu­ nicación que permiten establecer relaciones y espacios sociales sobre largas distancias geográficas por largos periodos de tiempo. Por esto hay que repensar también los modelos de integración que ya no se limitan específicamente a un “contenedor nacional” sino que pueden extenderse por varios sitios y localidades en dife­ rentes sociedades nacionales. Las nuevas dinámicas de migración conllevan retos tanto para su análisis y explicación científica, como para su tratamiento por parte de la política. Aunque los migrantes no siempre tracen su camino y hagan su historia voluntariamente, son ellos mismos quienes hacen su historia. La globalización eco­ nómica refuerza la transnacionalización social. No desaparecen los Estados-nación ni las sociedades nacionales, pero son relati­ vizados y encauzados en entretejidos sociales que van más allá de los contenedores y proyectos nacionales. Queda abierta la pre­ gunta sobre si el futuro de la migración internacional llevará a un mundo más justo y humano.

BIBLIOGRAFÍA BERGER, Peter y Thomas LUCKMANN 1980 Die gesellschaftliche Konstruktion der Wirklichkeit. Eine Theorie der Wissensociologie, Frankfurt am Main, Fischer Verlag. DUMONT, Jean-Christophe y Georges LEMAÎTRE 2005 “Counting Immigrants and Expatriates in OECD-Coun­ tries: A New Perspective”, en OECD Economic Studies, vol. 3, núm. 1, pp. 49-83. ELSTER, Jon 1991 El cemento de la sociedad. Las paradojas del orden social, Barcelona, Gedisa (original en inglés: The Cement of So­ ciety: A Study of Social Order, 1989).

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LUDGER PRIES

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NUEVAS DINÁMICAS DE LA MIGRACIÓN INTERNACIONAL

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132

LUDGER PRIES

China”, en L. Pries (ed.), Shifting Boundaries of Belong­ ing and New Migration Dynamics in Europe and China, Nueva York, Palgrave, pp. 136-163.

SEGUNDA PARTE

PRODUCCIÓN Y DESPOSESIÓN

REDES LABORALES (SUB)(R)URBANAS VISTAS DESDE LA SUBURBIA: LOS TRASPATIOS DE LA TRANSNACIONALIDAD (VALLE DE CHALCO)*

Fernando Herrera Lima**

La posibilidad de articular plenamente lo local con lo global, obliga a reconocer que el Valle de Chalco es parte de (la) sociedad global y no un fragmento aislado de una sociedad urbana desmembrada. (Hiernaux, 1995b:250) El espacio queda marcado por el miedo. Refiriéndose a Valle de Chalco: Lindón (1999:95)

VALLE DE CHALCO, EN LOS TRASPATIOS DE LA TRANSNACIONALIDAD: HABITANTES DESECHABLES COMO PERSONAS, INDISPENSABLES COMO MASA VULNERABLE DISPONIBLE PARA LA PERSISTENCIA DE LA PRECARIEDAD LABORAL Introducción Valle de Chalco se encuentra ya lejos de aquellas imágenes idílicas y plenas de fantasía, en donde la suburbia se anhelaba como * Una versión previa de este texto fue presentada como ponencia en el coloquio internacional La ciudad transnacional a debate, realizado con motivo del 20 Aniversario del Posgrado en Ciencias Antropológicas de la UAM-I, México, D.F. 18 y 19 de noviembre de 2013. ** Universidad Autónoma Metropolitana, unidad Iztapalapa.

[135]

136

FERNANDO HERRERA LIMA

esperanza de vida libre y abierta a la naturaleza y la paz; hoy es el espacio del miedo: miedo en primera instancia a detenerse en las calles para mejor acabar usándolas sólo como lugares de paso, de circulación; cuando la topofobia desplaza a la topofilia, como afirma Alicia Lindón (2006). Pero también debe agregarse, está el miedo de los otros, de los que viven fuera de la periferia y dentro de los es­pacios centrales de la urbe policéntrica; miedo hacia quienes ha­ bitan la(s) periferia(s): el fantasma de lo que podría suceder cuan­do bajen las hordas del Cerro del Judío, o bien cuando los habitantes de las coladeras salgan y ataquen, como en la magnífica y poco co­ nocida novela distópica de Jorge Anaya, Barrio viejo. Balada de El­ sinor la trebolera (1998). Pero miedo también, hay que agregar, a perder las propiedades (escasas) e incluso la vida; y miedo, sobre todo entre los jóvenes periféricos, ante el incierto futuro y la cer­ tidumbre actual de la exclusión y de la precariedad de las escasas alternativas laborales en el degradado mundo del neoliberalismo real; miedo... son los traspatios de la transnacionalidad. Valle de Chalco, parte importante de la ciudad autoconstruida que tipifican y analizan Emilio Duhau y Angela Giglia (2008), es mucho más que una mera ciudad dormitorio de suburbia, es la sede donde habita un elevado número de migrantes laborales conmutativos cuya participación en los mercados de trabajo de la urbe resulta indispensable para su funcionamiento, en tanto que es uno de los principales veneros de donde se nutre de fuerza de trabajo la actividad urbana para mantener su patrón de funcionamiento. Esto se debe a que es un punto nodal de central importancia para un conjunto de redes sociales de gran relevancia en el campo labo­ral. Redes de larga data que primero articularon diversos espacios ru­ rales y (rur)banos con una Ciudad de México en plena expansión; para más adelante hacerlo también con las múltiples localizaciones de los inmigrantes de dichas regiones en la zona metropolitana, entre sí y con los nichos de trabajo que los demandaban en cantidades crecientes, para después, y más recientemente, sumar a su actividad articuladora a la ciudad con la emergente zona (sub) urbana situada en su costado oriental. Aunque en este texto se enfatiza la relación entre el Valle de Chalco y la Ciudad de México, es preciso señalar que a partir de los anclajes de estas redes en la propia ciudad, se articula buena parte

REDES LABORALES (SUB)(R)URBANAS VISTAS DESDE LA SUBURBIA

137

de la circulación de trabajadores procedentes de los espacios ru­ rales, (rur)banos y (sub)urbanos en los que se originó la migración interna que dio origen a Valle de Chalco (en los estados de Oaxaca, Veracruz, Puebla, Tlaxcala, Morelos e Hidalgo, especialmente), con otros destinos laborales, sobre todo rurales y (rur)banos, situados en muchos estados de la República, destacadamente Sinaloa y Baja California; pero también en diversos estados de la Unión Ameri­ cana. En el pasado más cercano, la primera década del siglo sobre todo, dichas redes en Valle de Chalco, en su vertiente laboral, em­ pezaron a incluir también localizaciones situadas en Estados Uni­ dos a su labor de articulación, sobre todo en California, Texas, Nueva York y la región de los Grandes Lagos (Herrera Lima, Calderón Morillón, Flores Melchor y Valdivieso, 2011). Este último desarro­ llo vincula a este municipio periférico del Estado de México con otra manifestación fundamental de la transnacionalidad: las remesas, esa forma de salario obtenida en Estados Unidos, en este caso, por un conjunto de trabajadores altamente vulnerables, producidos socialmente en México en condiciones cada vez más precarias, que es enviada a este país para que las familias puedan seguir produciendo nuevos futuros integrantes del ejército transnacional de reserva, sin el cual no puede funcionar el actual modelo de acumu­ lación global (Benencia, Herrera Lima y Levine, 2012). Los vallechalquenses, parte del ejército transnacional de reserva global Por supuesto, el conjunto de procesos anteriores no es de ninguna manera una característica exclusiva de México, sino que conforma el sustento global del funcionamiento de la fase de acumulación de capital regida por el neoliberalismo.1 La creación social de gru­ pos vulnerables y de trabajos precarios ha sido la constante en el camino de salida de la crisis de acumulación y a la caída de la tasa de ganancia por el cual el capital optó dentro de la ofensiva global en contra de los avances de los Estados sociales y las sociedades en 1 Sobre estos desarrollos se recomienda revisar, entre otros trabajos, Canales (2014) y De Castro, Pedreño y Gadea (2014).

138

FERNANDO HERRERA LIMA

las que algunos de los satisfactores de las necesidades humanas básicas, como el trabajo, parcialmente la tierra, la salud, la educa­ ción y la vivienda, habían sido sustraídos, al menos parcialmente, al dominio pleno del mercado, a través de regulaciones sociales expresadas en legislaciones e instituciones tanto estatales como sociales, como producto de acuerdos y consensos de las princi­ pa­les fuerzas económicas, políticas y sociales a los cuales habían arri­bado después de fuertes conflictos y procesos de enfrentamiento, que en algunos casos muy relevantes llegaron a manifes­ tarse en la forma de revoluciones, triunfantes o derrotadas. Estos desarrollos históricos son denominados acertadamente por De Castro y Pedreño (2012b) como el péndulo de Polanyi, cuan­ do realizan una fecunda relectura de este clásico a la luz de los acontecimientos económicos, políticos y sociales que han sido pre­ domi­nantes en el mundo del neoliberalismo. Péndulo que os­cila con­forme al accionar de las fuerzas sociales, entre periodos en que se presentan importantes avances democráticos en los cuales la sociedad consigue poner los intereses fundamentales por en­ cima del mercado y periodos en los que la contraofensiva de las fuerzas del capital logra imponer la supremacía del mercado. Mo­ vimientos en que la supervivencia misma del tejido social se ve amenazada por la expansión aparentemente sin límites del merca­do ilusoriamente autorregulado, y contramovimientos de resisten­cia en los que la sociedad consigue acotar la violencia del mercado y proteger las condiciones básicas para la reproducción humana. Un indicador fundamental que permite observar ese vaivén pendular está en el comportamiento de la sociedad y el mercado en torno a las mercancías ficticias de Polanyi: tierra, trabajo y dinero. La autoconstrucción del traspatio vallechalquence (1) En el contexto de ese movimiento pendular, la autoconstrucción de Valle de Chalco, en sus inicios, coincide con la fase de agotamiento de la forma limitada y autoritaria de Estado social que en México fue producto de la Revolución mexicana y sus secuelas (De la Gar­ za, 1988). Ya en un momento avanzado del proceso, su conversión en municipio autónomo se empata con el tránsito al neoliberalis­

REDES LABORALES (SUB)(R)URBANAS VISTAS DESDE LA SUBURBIA

139

mo, en el intermedio salinista del llamado liberalismo social, que en este traspatio aterrizó ejemplarmente. En su fase de consolidación, Valle de Chalco y sus habitantes viven conjuntamente con el resto del país el periodo de mayor precarización del trabajo des­de la Revolución y el de mayor desregulación de las mencionadas mercancías ficticias, como se manifiesta en el desmantelamiento de las instituciones protectoras del trabajo, en el campo y en la ciudad, la educación, la salud y, en general, del consumo popular. A escala global, esta última fase se inserta en el corazón de la nue­va era de la migración y de la conformación ya referida de un inmenso y ubicuo ejército transnacional de reserva, al que los vallechalquences se empiezan a integrar. En el transcurso, Valle de Chalco se ha articulado crecientemente con los ámbitos transnacionales y el mundo globalizado. Cabe recordar que las redes en las que participa activamente su población en la actualidad, expanden su accionar al tejido social que une territorios rurales, (rur)banos, urbanos y suburbanos, en México y en Estados Unidos. Espacios sociales translocales, otros ya transnacionales y tal vez otros de incipiente corte transnacional, se conjugan en una realidad policéntrica que tiene a Valle de Chalco como uno de sus anclajes territoriales fundamentales y lo convierte en un muy importante cruce de caminos de muchos cir­cuitos migratorios translocales y transnacionales. Pero es igualmente Valle de Chalco un espacio suburbano den­ samente territorializado por sus habitantes, en el que se desarrolla un enorme número y variedad de actividades que rebasan ampliamente el mero hecho de la reposición nocturna de las fuerzas perdidas durante el día fuera de sus límites. Ahí cotidianamente se desarrollan actividades propiamente económicas, sobre todo en la forma de micronegocios, desde sus orígenes (Hiernaux, 1995a) hasta la actualidad (Valdivieso, 2013); pero también hay actividades colectivas que apuntalan el fortalecimiento del tejido social, como las que realizan las agrupaciones religiosas (Valdivieso, 2013) y la organización de migrantes internos en asociaciones (Flo­res, 2011), así como otras tantas que lo corroen, como el narcomenudeo y otras actividades delincuenciales asociadas al pandillerismo, al robo y el secuestro de personas, al igual que sucede en toda la man­ cha conurbada de la Ciudad de México. Además, como municipio,

140

FERNANDO HERRERA LIMA

ha tenido una intensa participación en las luchas políticas por el control de la localidad entre los partidos políticos, especialmente el PRI y el PRD; este fenómeno es común en toda la franja oriental de la zona metropolitana. El momento cumbre de esta utilización clientelar fue, sin duda, cuando Salinas de Gortari la eligió como laboratorio y botón de muestra de su llamado liberalismo social, en su programa Solidaridad. Adicionalmente, hay que señalar que el crecimiento demográfico de Valle de Chalco es cada vez menor debido a la inmigra­ ción, y cada vez se explica más por su propia dinámica interna. De hecho, el ciclo inmigratorio se agota a finales de los años noventa, como puede observarse en el cuadro 1. Para ver a Valle de Chalco en relación con la urbe, como lo se­ ñala Hiernaux, hay que ver a la Ciudad México, al territorio urbano, no como “un agente pasivo, un reflejo o un ‘contenedor’ de las relaciones sociales, sino [como] un factor central en la constitución y la evolución de las estructuras de las sociedades avanzadas o subdesarrolladas” (Hiernaux, 1995b:10). Esto es, a la par que la ciudad se va construyendo y se crean sus vínculos transnacionales, va creando a sus propios constructores materiales, sus au­ to­constructores (Duhau y Giglia, 2008), así como las condiciones y las relaciones sociales tanto de producción y reproducción como de inclusión/exclusión de éstos y de la propia ciudad en los espacios de la vida urbana. Quienes construyen materialmente la ciudad son personas importadas al nuevo espacio urbano desde diversas comunidades rurales, sobre todo indígenas y principalmente desde los estados aledaños a la expansiva mancha urbana que tiene al D.F. como su centro; estas comunidades serán reitera­ damente forzadas a reubicarse en franjas concéntricas a la urbe, en espacios no urbanizados previamente y a los que se van acostumbrando sobre la marcha y por su cuenta, para adaptarlos a sus nece­ sidades mínimas de subsistencia. Estas personas serán a un tiempo excluidas de los beneficios del desarrollo urbano e incluidas como fuerza de trabajo altamente flexible, destacadamente en la construcción, en el comercio, en el servicio doméstico a veces asalariado, a veces francamente en condiciones de semiesclavitud; en el trabajo sexual, en algunos servicios públicos y en otras activida­ des de baja calificación. Más adelante, como clientela política (en

CUADRO 1

11.8 5.1 (0.6) 42.5

19.2

16.8

21.6

9.2

Edomex Valle de Chalco (2) Neza (2)

Puebla y Veracruz

Oaxaca

Otros (3)

Otros (4)

2.0

10.2

6.6

9.7

28.6 7.1 (2.0) 51.8

42.8 9.5 9.5

1971-1976

5.4

5.8

7.5

6.7

36.9 19.3 (7.1) 53.0

41.8 23.5 4.2

1977-1982

2.2

3.9

3.9

3.9

47.6 45.9 (21.9) 34.2

38.6 13.4 15.5

1983-1988

0.0

2.5

1.9

4.4

66.1 66.5 (43.9) 13.1

25.1 26.8 9.7

1989-1994

3.6

1.5

2.0

1.0

77.5 82.8 (64.1) 4.6

14.4 35.6 7.3

1995-2000

0.0

0.0

0.0

0.7

91.5 94.9 (86.8) 2.6

7.9 50.0 20.3

2001-2006

1. Como porcentaje del D.F. 2. Como porcentaje del Edomex y, entre paréntesis, en relación con el total. 3. Hidalgo, Tlaxcala, Chiapas, Guerrero, Michoacán y Morelos, que fueron significativos en las primeras cohortes. 4. Entidades de escasa relevancia. Nota: en las cohortes 1989-1994 y 1995 y 2000 aparece 1.0% y .5%, respectivamente, de personas nacidas en Nueva York. FUENTE: elaboración propia con datos de la EEVCH07.

21.2 19.8 7.5

D.F. Iztapalapa (1) Iztacalco (1)

Hasta 1970

LUGARES DE NACIMIENTO DE LOS HABITANTES DE VALLE DE CHALCO EN ENERO DE 2007, POR COHORTES SEXENALES (%)

REDES LABORALES (SUB)(R)URBANAS VISTAS DESDE LA SUBURBIA

141

142

FERNANDO HERRERA LIMA

Neza, en Iztapalapa, en el Valle de Chalco) y desde el inicio como elemento dinámico de la esfera baja de consumo de bienes mate­ riales básicos tales como alimentos, ropa, materiales de construcción y de servicios públicos muy limitados, como educación, sa­lud y transporte. Inicialmente ubican sus viviendas, mayoritariamente autocons­ truidas con desechos materiales, en lugares situados en las afueras de la urbe, en espacios inhóspitos que van territorializando a través de luchas espontáneas y con objetivos muy puntuales; lue­ go poco a poco van desarrollando formas de organización que en muchos casos serán instrumentalizadas por las fuerzas políticas, destacadamente las del PRI. En el proceso, son víctimas de fraccio­ nadores fraudulentos que actúan con la anuencia/complicidad de las autoridades gubernamentales del Estado de México. La autoconstrucción del traspatio (2): habitar 2 en la ciudad autoconstruida, una historia vallechalquense Hace pocos años, un joven avecindado en el Valle de Chalco, es­tu­ diante de Sociología de la UAM-I, espacio uamero con una relevan­ te producción sobre la transnacionalidad y el transnacionalismo —quien, por cierto, hizo su tesis sobre la incipiente migración de vallechalquenses a las islas británicas, de jóvenes enganchados por reclutadores profesionales al servicio de redes transnacionales—, se vincula desde esa periferia urbana con las redes trans­na­ ­cionales de la producción y el consumo cultural como productor y distribuidor independiente de objetos portadores de música digitalizada. Es decir, ejerce la piratería de discos grabados con música de moda: compra, en la muy global Tepito, el equipo nece­ sario —que está cerca de la vanguardia tecnológica global y que es producido por compañías transnacionales—, tanto la torre que sir­ ve para reproducir los originales como los discos compactos vírge­ nes y las cajas de empaque; también las copias reproducibles de 2 Tal como lo definen Duhau y Giglia (2008:329): “[…] el proceso de constitución y construcción social de la presencia de un sujeto —individual o colectivo— en un entorno dado”.

REDES LABORALES (SUB)(R)URBANAS VISTAS DESDE LA SUBURBIA

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los originales mismos, a sólo 10% del precio que tendrían en el co­ mercio formal de transnacionales como Mix up o Tower Records. A través de sus contactos, tiene relativamente asegurada la venta a intermediarios que distribuirán su mercancía entre sus pro­ pias redes de comercialización. Los impuestos los pagarán básica­ mente los vendedores menudistas finales que operan en el metro y los tianguis, a través del mecanismo extremadamente simplifica­ do y desburocratizado que se basa en la mordida; la cual, por cierto, constituye un elemento central en los ingresos que permiten la reproducción de los trabajadores dedicados a la seguridad pública y devienen en un subsidio de la informalidad a las finanzas públi­cas, que gracias a este tipo de apoyos sociales no planificados, pueden seguir operando conforme a los dictados de contención salarial —esa gran herramienta de control de la inflación y el déficit público— que tienen su origen en el acatamiento disciplinado de las directri­ ces de los organismos multinacionales que buscan regular el orden global y la racionalidad transnacional. Los precios de venta al consumidor final, por otro lado, le per­ miten a la población trabajadora de la ciudad —aunque se encuen­ tre temporal y eufemísticamente en situación de desempleo— el acceso a satisfactores que sencillamente no podría obtener a tra­vés del comercio formal. Lo mismo sucede con los alimentos, los electrodomésticos, la ropa, el calzado y un larguísimo etcétera en el que cabe incluir lo que falta para completar aquello que en valor es equivalente a la magnitud del tiempo de trabajo socialmente ne­ cesario para la producción de la mercancía fuerza de trabajo. Todo lo anterior, por cierto, en sus condiciones prevalecientes de desnu­ trición y a menudo obesidad, debido sobre todo al consumo reiterado, entre otras cosas por la pobreza de tiempo (Damián, 2005; Gammage, 2009), de los productos chatarra que puede adquirir a la pasada, en el punto final de la cadena transnacional correspondien­ te de producción, distribución y venta de productos comestibles, que en su extremo remoto ubican a la enorme masa de trabajado­ res migrantes, abundantes, vulnerables e insertos en los trabajos más precarios, digamos del estado de California, que bien pueden provenir de las poblaciones indígenas que dieron origen al poblamiento inicial del Valle de Chalco o bien de sus descendientes radicados en Ciudad Neza o en la delegación Iztapalapa de la Ciu­

144

FERNANDO HERRERA LIMA

­ ad de México. Así, sin necesidad de arcaicas fórmulas keyne­­d sia­nas, dependientes del déficit público y de la existencia de un costoso Estado de bienestar, el consumo se mantiene en niveles acep­tables para el modelo de acumulación, y la fuerza de trabajo continúa siendo alimentada por sus portadores cotidianamente en los lugares de trabajo. A ese orden global colaboraba desde lo muy local este joven habitante de Valle de Chalco. Pero basta un descuido y... todo se pierde: para uno, para va­ rios, tal vez para muchos, pero no para los miles y miles que rea­li­ zan paralelamente la misma actividad, en las mismas condiciones de incertidumbre y riesgo, con el mismo miedo como compañía cotidiana. Este estudiante estaba autoconstruyendo su vivienda en un terreno de Valle de Chalco, mientras estudiaba y llevaba adelante su trabajo de autoempleo. Primero había levantado lo básico: una recámara, una cocina y, fuera de ese espacio, en el patio, un baño al que para llegar debía salirse a la intemperie, cualesquiera que fueran las condiciones climáticas y cualquiera que fuera la hora. Un día, alrededor de las 5:30 de la mañana, se levantó y en short, camiseta y chanclas, con la toalla en los hombros, se dirigió en pe­numbras hacia el baño para darse el regaderazo diario. Sólo re­ cuerda que de repente sintió un fuertísimo dolor en la nuca y que todo se borró. Cuando recuperó la conciencia, su esposa y unos vecinos lo estaban atendiendo en su cama, después de haberlo limpiado y vendado. Mareado y con un insoportable dolor de ca­ beza, se enteró de que todo su equipo de reproducción, así como sus discos, los vírgenes y los ya grabados, así como sus demás he­ rra­mientas de trabajo, habían sido robados. A su esposa, afortuna­ damente, sólo la habían amedrentado. Pese a que llevaban el rostro cubierto, ella pudo reconocer en los tres jóvenes asaltantes a miem­ bros de un grupo de narcomenudistas que operan en el vecindario con protección policiaca: inútil denunciarlos o iniciar cualquier trámite formal; inútil también pensar en alguna forma de vengan­ za. Esos delincuentes periféricos son sólo el extremo visible de una ubicua y compleja cadena transnacional que funcio­na gracias, entre otras cosas, a la complicidad de las autoridades gubernamen­ tales de todos los niveles, hasta desembocar aquí, en los traspatios de la transnacionalidad.

REDES LABORALES (SUB)(R)URBANAS VISTAS DESDE LA SUBURBIA

145

ALGO SOBRE LA HISTORIA DE LA MIGRACIÓN EN VALLE DE CHALCO3 Éste es un caso sumamente interesante y casi único4 en el que un incipiente proceso de migración internacional se genera en una localidad cuyo poblamiento había sido la consecuencia reciente y casi exclusiva de migraciones internas. En síntesis, puede decirse que en la población reportada en la etnoencuesta que sirvió de base para la reconstrucción de las trayectorias migratorias y laborales de los integrantes de los hogares encuestados: la Etno­ encuesta Valle de Chalco 2006 (EEVCH07),5 y en los testimonios de las entrevistas en profundidad realizadas, se detectan seis movimientos poblacionales en torno a Valle de Chalco. Cinco de ellos corres­ponden a las migraciones internas y el sexto a la migración inter­nacional. Aunque por su importancia relativa en el tiempo pueden verse como relevos uno del otro, sucesivamente, en senti­ do estricto, no empieza uno cuando termina el anterior, sino que se presentan claros traslapes entre uno o más de ellos. En el cuadro 2 se expone una síntesis de ellos. El primero corresponde a quienes migraron hacia el D.F. y el Estado de México (Edomex), sobre todo a la Zona Metropolitana del Valle de México6 (ZMVM), a partir de estados circunvecinos y cir­cundantes. Esto es, fueron oriundos de Oaxaca, Veracruz, Puebla, Tlaxcala, Hidalgo, Guerrero, Morelos, Chiapas y Michoacán quienes lo conformaron; sobre todo hasta antes de 1988. Estas personas 3 La información de esta sección proviene de Calderón Morillón (2004 y 2008); Flores Melchor (2009 y 2011); Gutiérrez (2006); Hernández Valdovinos (2001); Herrera Lima y Calderón Morillón (2008 y 2010); He­ rrera Lima, Calderón Morillón y Hernández Valdovinos (2007); Herrera Lima, Calderón Morillón, Flores Melchor y Valdivieso (2008 a y b y 2011), y Valdivieso (2009 y 2013). 4 Chinantla y Piaxtla, en la Mixteca poblana, por ejemplo, comparten hasta cierto punto esa característica; pero son poblaciones (rurbanas) sumamente pequeñas (Herrera Lima, 2005). 5 La etnoencuesta aplicada es una derivación de la que ha desarrollado y aplicado desde los años ochenta el Mexican Migration Project (MMP), disponible en . 6 Aunque en sentido estricto esta zona no es un valle sino una cuenca lacustre, existe la convención dominante de llamarla valle.

A construir y mantener

Tercero:

Setenta-ochenta

Reacomodo en el oriente de la metrópolis (que sigue en construcción)

Segundo:

Sesenta-ochenta

A construir y mantener la metrópolis

Primero:

Movimientos migratorios

CUADRO 2

Iztapapalpa Iztacalco Ciudad Neza Los Reyes

D.F. y Edomex

Oaxaca, Veracruz, Puebla, Tlaxcala, Hidalgo, Guerrero, Morelos, Chiapas, Michoacán

Origen geográfico

Iztapapalpa Iztacalco Ciudad Neza Los Reyes La Paz Chalco

ZMVM

Destino

• construcción Valle • trabajo industrial descalificado de Chalco • comercio • servicios varios

• construcción • trabajo industrial descalificado • comercio • servicios varios • servicio doméstico asalariado y no asalariado • estudios • desempleo

Trabajo agrícola asalariado temporal (con o sin migración estacional)

Trabajo agrícola. Trabajo de subsistencia/autoempleo

Origen laboral (actividad principal previa)

VALLE DE CHALCO. PRINCIPALES MOVIMIENTOS MIGRATORIOS

• construcción • trabajo industrial diverso • comercio • servicios varios

• construcción • trabajo industrial descalificado • comercio • servicios varios • servicio doméstico asalariado y no asalariado • estudios • desempleo

• construcción • trabajo industrial descalificado • comercio • servicios varios • servicio doméstico asalariado

Actividad principal

146 FERNANDO HERRERA LIMA

Finales de los noventa-años dos mil

Hacia Estados Unidos: ¿la construcción del espacio social transnacional?

Quinto:

Ochenta-noventa

A construir y mantener Valle de Chalco

Cuarto:

Setenta-noventa

Valle de Chalco

Movimientos migratorios

Valle de Chalco

ZMVM

Oaxaca Veracruz Puebla

La Paz Chalco

Origen geográfico

• construcción • trabajo industrial diverso • comercio • servicios varios • servicio doméstico asalariado y no asalariado • estudios • desempleo

• trabajo agrícola tradicional de subsistencia • trabajo agrícola asalariado temporal (con o sin migración estacional) • servicios • trabajo doméstico asalariado y no asalariado

• servicio doméstico asalariado y no asalariado • estudios • desempleo

Origen laboral (actividad principal previa) Destino

California Costa Noreste Texas Florida Zona de los Grandes Lagos Resto de la frontera sur de Estados Unidos

Valle de Chalco

CUADRO 2 (CONTINUACIÓN)

• sectores secundario y, sobre todo, terciario

• construcción • trabajo industrial diverso • comercio • servicios varios • servicio doméstico asalariado y no asalariado • estudios

• servicio doméstico asalariado y no asalariado • estudios • desempleo

Actividad principal

REDES LABORALES (SUB)(R)URBANAS VISTAS DESDE LA SUBURBIA

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se insertaron laboralmente de manera mayoritaria en la construcción, el trabajo obrero descalificado, el comercio y los servicios domésticos. Al inicio fue una movilidad espacial de hombres que trabajaban estacionalmente en el lugar de destino; más adelante hubo procesos de reunificación familiar, las mujeres y los hijos se fueron asentando junto con los maridos y padres en la ZMVM. Muchas parejas empiezan a procrear en este lugar y de esta forma se inicia un segundo proceso de desplazamiento, dentro del D.F. y el Edomex, hacia la franja vecina al Valle de Chalco, en am­ bos territorios: Iztapalapa, sobre todo, e Iztacalco, en el D.F.; Neza, en el Edomex (Chimalhuacán, Ixtapaluca, Los Reyes La Paz y Chalco, en menor medida). Está formado tanto por oriundos de los primeros estados, como por sus descendientes, ya nacidos en el D.F. o el Edomex. Muchos de los nuevos migrantes correspondientes al primer tipo de movimiento, por el efecto de las redes sociales, empiezan a asentarse en esta franja territorial en su pri­me­ ra migración a la ZMVM. Otro componente de este segundo flujo, menor, lo constituyen nativos de la propia zona, no descendientes directos de migrantes internos, pero que después se desplaza­rán al Valle de Chalco. El tercer movimiento migratorio tiene su origen en el D.F. y el Edomex, especialmente en la franja vecina al Valle de Chalco, y se dirige ya hacia esta localidad, antes y después de ser considerada como municipio. Lo conforman personas que se desplazan hacia ese lugar, después de haber tenido al menos un evento de mi­ gración interna; esto es, que no son oriundos del D.F. o el Edomex y a quienes analíticamente es necesario distinguir de aquellas per­ sonas que integran el cuarto flujo migratorio. Este último incluye a quienes presentan un solo evento migratorio interno y que migraron directamente hacia el Valle de Chalco, tanto a partir de los estados señalados (Oaxaca, Veracruz y Puebla, principalmente) y que representan a la minoría; y a quie­ nes lo hicieron desde el D.F. o el Edomex, sobre todo de la franja vecina a este municipio, y que son descendientes, casi en su totalidad, de migrantes internos, oriundos de dichos estados. El quinto desplazamiento espacial interno que debe consignarse, pero que no es abordado en esta fase de la investigación, corresponde al que cotidianamente se presenta hacia afuera del

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municipio por razones de trabajo (migración conmutativa interna), como lo han documentado estudios anteriores (Lindón, 1999) y que los testimonios avalan, pero que no fue posible cuantificar aún.7 Finalmente, está el grupo pequeño, pero creciente hasta prin­ cipios de 2007, de migrantes internacionales que se han desplazado hacia Estados Unidos, sobre todo hacia California, la Costa Noreste, Texas, Florida, la zona de los Grandes Lagos y el resto de la frontera sur (marginalmente hacia otros destinos internacionales),8 a partir de Valle de Chalco. Descendientes directos de migrantes internos, en su mayoría, ya sea que hubieran nacido en la zona conurbada de la Ciudad de México (la mayoría) o bien en el propio Valle de Chalco (la minoría). Fenómeno reciente y cuan­ titativa­men­te reducido, pero en expansión hasta el momento del levantamiento de la etnoencuesta y, por tanto, hasta antes del es­ tallamiento de la crisis inmobiliaria de ese mismo año y de la fi­ nanciera de 2008, con sus secuelas de estancamiento y recesión. Es preciso señalar que existe otra forma de movilidad, de gran importancia cualitativa, que consiste en el desplazamiento regular de los habitantes de Valle de Chalco hacia sus lugares de origen, ya sea para vacacionar, para asistir a festividades religiosas o familiares, o bien para permanecer por temporadas más o menos pro­ longadas en el terruño, donde muchos quisieran ser enterrados al morir. El reforzamiento de la pertenencia, cargado de recuerdos y añoranzas, mantiene vivos los lazos sociales, tanto materiales como simbólicos. Estos desplazamientos, que no pueden ser captados por nuestra encuesta, aparecen de manera importante en los tes­ timonios recabados. Como se desprende de lo anterior, en el caso de las migraciones relacionadas con Valle de Chalco, el acento necesariamente tiene que ponerse en las que dieron origen a su poblamiento, de­ bido tanto al carácter incipiente de sus migraciones internaciona­ les como a la riqueza, profundidad histórica, diversidad, continuidad 7 Este segundo tipo de movimiento se pudo detectar a partir de los testimonios de los vallechalquences entrevistados, no a partir de la EEVCH07. 8 Existen casos aislados de migración a Hawai y a Bahamas (Gutiérrez, 2006).

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y complejidad de aquéllas. En el conjunto de procesos que desembocan en lo que actualmente es este municipio, quienes han participado de los desplazamientos espaciales y laborales han sido capaces de desarrollar a lo largo de tiempos transgeneracionales una diversificada serie de estrategias de inserción laboral, en los medios urbanos, que les ha permitido conseguir vías de movilidad social importantes. Inicialmente, sus migraciones laborales estaban en gran medida dirigidas al trabajo agrícola asalariado y eran orienta­ das por la acción de enganchadores, en un patrón muy similar al de varias comunidades indígenas mixtecas. Más adelante, cuan­ do se presenta la gran expansión urbana en la ZMVM, sobre todo a partir de los años cincuenta y sesenta, un número creciente de personas de los estados circunvecinos, en su gran mayoría perte­ne­ cientes a grupos indígenas dedicados a la agricultura tradicional de subsistencia, cada vez más incapaz de generar condiciones de vida al menos mínimamente adecuadas, se dirigen —primero de forma temporal, después de manera definitiva, pero sin romper con sus lugares de origen— a la antigua cuenca lacustre a trabajar en la construcción de la infraestructura urbana de la metrópo­ li: los grandes desarrollos inmobiliarios, tanto del sector público (unidades habitacionales multifamiliares de gran tamaño, como la Miguel Alemán, la Independencia, la Kennedy o Tlaltelolco) como de los fraccionadores privados; las vías internas de comunicación: el viaducto Miguel Alemán, el periférico, el metro; los edificios de la administración pública, las escuelas, los hospitales, entre otras obras, que requirieron de enormes cantidades de mano de obra que la propia zona urbana era incapaz de suministrar. Con el paso del tiempo, las mujeres empezaron también a desplazarse a la urbe, primero para reunirse con los hombres de la familia, después para integrarse al mercado de trabajo, especialmente en el trabajo do­ méstico asalariado, pero también en el comercio tanto callejero como establecido. Muchas de ellas, sin embargo, se ubican en el trabajo doméstico no asalariado. Los hijos, por su parte, empiezan a aprovechar la oferta educativa en expansión de la zona urbana. Ya en la ciudad, a la par que se presenta un importante proce­ so de diversificación y relativo ascenso laboral, se va desarrollando un proceso de concentración de los migrantes y sus descendientes hacia la zona oriente de la ZMVM, en especial hacia Iztapalapa

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e Iztacalco, en el D.F., y hacia Ciudad Nezahualcóyotl (Neza) y Chi­ malhuacán, en el Estado de México. Cuando ésta se empieza a saturar y a dotar de los servicios públicos básicos (alumbrado, pavi­ mentación, teléfono, drenaje, agua potable, escuelas, hospitales), a la par que sus integrantes principian a mejorar su nivel socioeconómico, el costo de la vida comienza igualmente a elevarse, de tal forma que las nuevas generaciones —nuevos migrantes internos y descendientes de los originales— necesitan buscar nuevas al­ ternativas de ubicación tanto espacial como laboral. Con todas las carencias que había tenido Neza en un principio, la zona habitacional emergente que empiezan a generar de manera irregular, con fuerte contenido clientelar, se encuentra a un costado de la autopista México-Puebla, en las viejas zonas pantanosas dedicadas a la producción forrajera para el ganado chalquense, que se ubican entre el municipio de Chalco, zona ganadera, lechera y quesera, Neza y Chimalhuacán, en el Estado de México, y la delegación Iz­ta­pa­ lapa, en el D.F. Desde su fundación, antes de ser creado en 1994 el municipio de Valle de Chalco-Solidaridad, se convierte en una ciudad autoconstruida (Duhau y Giglia, 2008) en la periferia, en don­ de habita una buena parte de la fuerza de trabajo más pre­caria de la ZMVM. Por lo que toca a la incipiente migración internacional de los miembros de los hogares de Valle de Chalco, cabe plantear —toda­ vía como hipótesis, pero con muchas evidencias cualitativas que avalan su pertinencia— que la importante inserción que se presenta en el estado de California, tiene su explicación en las tradi­ ciones migratorias y las redes sociales de la mixteca oaxaqueña y en la conformación del circuito migratorio que conecta multidireccionalmente a Oaxaca con Neza, California y Valle de Chalco. Mientras que la también relevante inserción en los sectores secundario y terciario de la costa noreste, particularmente en Nueva York, puede explicarse por las redes sociales y las tradiciones mi­ gratorias de la mixteca poblana y la existencia del circuito migratorio multidireccionado que conecta a Puebla con Iztapalapa, Nue­va York y Valle de Chalco (Rivera Sánchez, 2008; Herrera Lima, 2005). Ahora bien, ¿qué características tiene la inserción laboral de estos migrantes en Estados Unidos, en las distintas localizacio­nes? La información disponible muestra que hay una evidente terceri­

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zación de la ocupación de los migrantes (cerca de la mitad del total de la muestra se ubica en los servicios y el comercio). A continua­ ción en importancia está el sector secundario; la vía baja de la reestructuración productiva estadounidense, particularmente con su impulso a la proliferación de sweatshops (Canales, 2006; Herre­ra Lima, 2005), es con toda seguridad la responsable de este compor­ta­ miento. Llama la atención el reducido porcentaje que es absor­bi­do por el sector primario, especialmente en California, esta­do en don­ de se ubica la mayor parte de la migración indígena me­xicana a Estados Unidos (Durand y Massey, 2003; Herrera Lima, Massieu Trigo y Revilla López, 2010; Trigueros, 2004). El origen urbano de la mayoría de los migrantes tiene que haber sido un fac­tor impor­ tante para que esto ocurriera. Llaman la atención los muy bajos porcentajes de mujeres que declaran ser amas de casa y de integrantes del hogar que no tienen trabajo asalariado. Lo que puede explicarse porque se trata de una migración de origen reciente (cerca de las tres cuartas par­ tes de los migrantes actuales se fueron entre 1995 y 2006 y 40% ya en el presente siglo), esencialmente laboral, joven, compuesta mayoritariamente por hombres y que no presenta evidencias de que se estén desarrollando procesos de establecimiento familiar en Estados Unidos. En relación con la migración internacional que se origina en Valle de Chalco, aún es muy temprano para adelantar conclusiones, pero sí es posible hacer hipótesis acerca de su desempeño futuro en los diversos mercados de trabajo a los que han arribado y a los que pueden acceder en adelante; por ello es pertinente re­ visar las condiciones en las que se está desarrollando su proceso: a) Una ventaja potencial de este grupo migrante radica en la posibilidad que tiene y que ya está haciendo efectiva, de aprovechar en su beneficio laboral el acceso a las redes mi­ gratorias nacionales e internacionales heredadas de sus pa­dres y abuelos, mismas que aparecen plásticamente al reconstruir el proceso de poblamiento de Valle de Chalco. Lazos muy fuertes y duraderos que atan a los vallechalquenses con los lugares de origen de quienes llegaron hace décadas a construir y mantener en funcionamiento la Ciu­

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dad de México y su área conurbada, así como con los lugares a los que llegaron a asentarse en la ZMVM y que no existirían sin su concurrencia (Neza, Iztapalapa, Iztacalco, Ixtapaluca). Pero también un extenso y profuso conjunto de redes basadas en lazos débiles que han permitido históricamente a esos migrantes internos iniciales transitar por una muy diversificada gama de alternativas laborales, a través de la cual han sido capaces de conseguir importan­ tes formas de movilidad social ascendente. Redes de ambos tipos que, además, han sido el vehículo en el cual los migrantes originarios de las mixtecas oaxaqueña y poblana, por ejemplo, han transitado de manera preferente hacia los estados de California y Nueva York, respectivamente, en Estados Unidos. b) Quienes están migrando en los hogares vallechalquenses forman parte de uno de los sectores sociales más vulne­ rables de la ZMCM: jóvenes con muy escasas posibilidades de inserción laboral decente —para usar los términos de la OIT—, nuevos pobres urbanos que han visto esfumarse el fu­tu­ ro junto con la virtual desaparición del muy limitado Es­tado social autoritario (De la Garza, 1988), que existió en México en el periodo que va del cardenismo al sexenio de López Portillo, con las sucesivas crisis económicas de los últimos decenios y con el brutal proceso de precarización del trabajo que se ha promovido desde las esferas gubernamentales y empresariales no sólo del país, sino en general en la mayor parte del mundo. Pero, al mismo tiempo, jóvenes que han desarrollado en la adversidad múltiples habilidades de subsistencia en el multichambismo y la incertidumbre constante a que han sido empujados desde la niñez en un medio urbano y (sub)urbano dominado por la creciente in­ se­guridad cotidiana. Estas herramientas han probado ser, por ejemplo para los jóvenes de Neza en Nueva York, Ne­ za­york, herederos de los migrantes mixtecos poblanos a la ZMVM (Rivera Sánchez, 2008), de enorme utilidad para la con­quista de un espacio social en la difícil capital del mundo, si es que puede seguirse hablando de capitales en esta globalidad descentrada.

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COMENTARIOS FINALES Por todo lo expuesto hasta aquí, parece válido tomar a Valle de Chalco como un espacio privilegiado para observar cómo la diná­ mica urbana y las fuerzas económicas que la mueven, generan y reproducen, crean y recrean, producen y reproducen, son la ma­ te­ria prima para su funcionamiento, que es al mismo tiempo indispensable y desechable, ya que es fácilmente reemplazable. Esa materia prima es la mercancía básica para la acumulación de ca­pital: la fuerza de trabajo contenida en las personas, tanto como estas personas mismas en toda su integridad. En este espacio (sub)­urbano, articulado a través de múltiples redes sociales con una multiplicidad de anclajes territoriales tanto urbanos como ru­ rales y (rur)banos, los propios habitantes, migrantes internos de todos en los orígenes del poblamiento, han sido los responsables históricos de generar sus propias condiciones de existencia (literalmente, con sus propias manos), sobre todo hasta antes de su utilización clientelar y propagandística en el sexenio salinista. Y todo esto lo han podido lograr a pesar de los bajísimos ingresos ob­ tenidos con sus actividades laborales desarrolladas en los nichos más precarios de los mercados de trabajo de la metrópoli, especial­ mente en el campo de la llamada informalidad. Así como el mercado de trabajo de Estados Unidos o de la Unión Europea no se agota en su propio territorio nacional, sino que se extiende y multiubica en todos los lugares de los espacios sociales transnacionales con los que está estructuralmente articu­ lado, conformando un mercado de trabajo transnacional, el mercado de trabajo urbano de metrópolis como la Ciudad de México se expande y multisitúa a lo largo y lo ancho de todo el conjunto de lugares articulados por las redes de relaciones sociales que lo interconectan, en una configuración tanto translocal como transnacional. En conclusión, es posible ver a Valle de Chalco —suburbio ur­ bano, periferia urbana—, en perspectiva histórica desde su proceso de poblamiento, como un elocuente ejemplo de la forma en que la producción social de la vulnerabilidad y la precariedad se convierte en uno de los sustentos básicos para el funcionamiento

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y la reproducción de la ciudad transnacional y la sociedad globalizada. Finalmente, cabe insistir en que los desarrollos presentados en relación con Valle de Chalco y la Ciudad de México, suceden con sus particularidades en todos los traspatios de la transnacionalidad que nutren de trabajo, destacadamente, a Estados Unidos y a la Unión Europea (Benencia, Herrera Lima y Levine, 2012; Benencia, 2014; Canales, 2014; De Castro, Gadea y Pedreño, 2014). La construcción social de la vulnerabilidad y la precariedad es un fenómeno global intencional. La existencia y constante reproducción ampliada del ejército transnacional de reserva es uno de los pilares básicos del actual modelo económico neoliberal que funciona a escala global. Cabe, sin embargo, finalmente preguntarse: ¿estarán surgiendo, pese al pesimista panorama actual, desde los traspatios y los trasfondos de la transnacionalidad globalizada, desde las periferias, desde las comunidades rurales y r(urbanas), los campos agrícolas, las fábricas, los servicios y desde el extenso mundo de la informalidad laboral, los actores sociales capaces de pasar de esa desdemocratización, que en términos polianyianos analizan De Castro y Pedreño (2012 a y b), a la resistencia social que posibilite el control social, por encima del hoy omnipotente mercado, de las mercancías ficticias claves y básicas para la existencia humana, como el trabajo, la tierra, la salud, la educación y el mismo aire; esto es, que redemocratice la vida social sometida crecientemente al mercado? Mucho hay para ganar si se apuesta con la reflexión y la acción a que el péndulo de Polianyi (De Castro y Pedreño, 2012 a y b) os­ cile hacia la emergencia y el triunfo de estos actores sociales, cuya aparición incipiente y dispersa puede verse, por ejemplo, en las respuestas sociales a los planes de ajuste en España y Grecia.

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UN SINDICATO INDEPENDIENTE EN LA CIUDAD DE MÉXICO Angela Giglia* UN “DISCURSO OCULTO” QUE SE HACE PÚBLICO La marcha del primero de mayo de 2012 de los sindicatos cono­ cidos como “independientes” en la Ciudad de México, se carac­ terizó por la presencia de un grupo de trabajadores que supo concentrar las miradas sobre su actuación en el espacio público mediante una forma de protesta especialmente provocadora. En las marchas de este tipo, generalmente los diversos grupos de tra­ba­ jadores se distinguen los unos de los otros por caminar de mane­ ra relativamente disciplinada y ordenada detrás de una man­ta que lleva el nombre y la consigna de su agrupación, y por portar algu­ na vestimenta distintiva, como una playera o una gorra del mismo color. En este escenario relativamente uniforme, los trabajadores de los cuales nos ocupamos aquí destacaban como una mancha negra y compacta en la que todos vestían con el disfraz del prota­ gonista de la película V de venganza (véase la imagen 1). Los gasolineros destacaron especialmente porque organizaron una puesta en escena en la que todos vestían la máscara y el atuen­do del protagonista de la famosa película V de venganza (traducida como V de Vendetta en España), versión cinematográfi­ ca de la novela gráfica del mismo nombre escrita por Alan Moore en los años ochenta del siglo pasado. En la película, como en la no­ vela, el protagonista es un personaje que viste una máscara detrás * Universidad Autónoma Metropolitana, unidad Iztapalapa.

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IMAGEN 1

CARTEL DE LA PELÍCULA V DE VENGANZA

de la cual oculta su identidad; se dedica a cometer atentados con­ tra un gobierno dictatorial instalado en Gran Bretaña. El persona­ je se hace llamar V y se inspira en el personaje histórico de Guy Fawkes, un conspirador católico inglés arrestado el 5 de noviem­ bre de 1605 y ejecutado en la hoguera después de haber cometido un atentado con explosivos contra la monarquía y la aristocracia inglesas protestantes, conocido como la Conspiración de la Pólvo­ ra. La misma máscara ha sido utilizada por exponentes del grupo autodenominado Anonymous, cuyos miembros han realizado dis­ tintos tipos de actos demostrativos y de piratería informática en favor de la libertad de expresión. En los últimos años dicha máscara se ha vuelto un símbolo importante para todos aquellos que se han manifestado públicamente en contra del orden económico neoliberal. En su escenificación del 1 de mayo de 2012, los trabajadores mexicanos en cuestión no sólo vestían todos la máscara menciona­ da antes y un atuendo inspirado en la figura de Guy Fawkes, sino que aprovecharon la oportunidad de estar presentes en el espacio público para llevar a cabo una actuación colectiva altamente im­ pactante de subversión del poder —aunque sea en el plano simbó­ lico y ritual característico de un momento celebrativo y festivo como ése. La escena era la siguiente: un personaje de baja estatura

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que iba vestido de traje, y portando una máscara que representa­ ba el entonces presidente Calderón, se agita frente a los trabaja­ dores alineados en formación de marcha y se arrodilla ante ellos como para pedir disculpas —o misericordia— por el daño hecho con su política a los trabajadores del país. En respuesta a sus gesticu­ laciones, los trabajadores lo humillan públicamente haciendo como que le dan patadas y lo maltratan. El evidente carácter de panto­ mima de toda la escena, en la que además los mismos trabajadores podían difícilmente contener la risa, no le quitaba nada de su sig­ nificado subversivo y de su contenido más profundo equivalente a una suerte de arreglo de cuentas en el plano simbólico (véanse las imágenes 2 y 3). IMAGEN 2

MOMENTOS DE LA ACTUACIÓN DE LOS GASOLINEROS DEL STRACC-FAT EN LA MARCHA DEL 1 DE MAYO DE 2012

Fotografía: Angela Giglia.

Tanto el vestuario como la escena habían sido estudiados y en­ sayados cuidadosamente desde algunas semanas antes, como parte de la preparación del grupo para la marcha; la preparación incluyó ver la película V for vendetta y discutir sobre la manera como los símbolos de la película podían ser utilizados para montar una com­parecencia llamativa en el espacio público citadino, nacional

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IMAGEN 3

MOMENTOS DE LA ACTUACIÓN DE LOS GASOLINEROS DEL STRACC-FAT EN LA MARCHA DEL 1 DE MAYO DE 2012

Fotografía: Angela Giglia.

e in­ternacional. La imagen del presidente pidiendo perdón a los tra­ ­bajadores se reveló ese día como una metáfora poderosa de los anhelos quiméricos y al mismo tiempo de los ultrajes reales pade­ cidos por los trabajadores en estos tiempos de crisis, tiempos en los cuales pareciera que no les queda más que soportar frente al po­der del capitalismo neoliberal, encarnado en esa ocasión por el presidente Calderón, quien al principio de su mandato se autode­ nominó el “presidente del empleo”, con resultados francamente de­cepcionantes, ya que después fue el promotor de una reforma laboral cuyas consecuencias agravaron las condiciones de inde­ fensión de los trabajadores frente a su contraparte patronal. El éxito de su performance fue tan grande que al día siguiente el periódico La Jornada les dedicó la primera plana, reconociendo de este modo que su actuación expresaba mejor que otras la condi­ ción de malestar y beligerancia que predominaba entre los trabaja­ dores mexicanos, en una coyuntura en la que parecía avecinarse la aprobación de la reforma laboral, que efectivamente fue apro­ bada en el diciembre de ese mismo año 2012 y entró en vigor un año después (véase la imagen 4).

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IMAGEN 4

PORTADA DEL PERIÓDICO LA JORNADA DEL 2 DE MAYO DE 2012

¿Quiénes eran estos trabajadores tan beligerantes y al mismo tiempo tan organizados y creativos, como para atraer sobre sí mis­ mos las miradas de todos, mediante el recurso a un simbolismo de carácter global como el de la máscara de Anonymous y la auto­ definición en tanto que pertenecientes al movimiento global de los indignados? ¿A qué grupo o sindicato representaban? Se trata de un grupo de despachadores de gasolina que se reconoce en el Sin­dicato de Trabajadores de Casas Comerciales, Oficinas y Expen­ dios, Similares y Conexos del Distrito Federal, mejor conocido como STRACC, del Frente Auténtico del Trabajo. El STRACC es un sindica­to independiente de trabajadores dedicados a las actividades comer­ ciales y de servicio, cuyos afiliados son predominantemente des­ pachadores de gasolina de la Ciudad de México,1 pero que incluye 1 Los trabajadores de los que se ocupa esta ponencia, denominados comúnmente en México como “gasolineros”, o mejor dicho despachado­ res de gasolina, trabajan en las plantas despachadoras de gasolina como

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también a trabajadoras de limpieza, empresas de logística de even­ tos especiales y a trabajadores de oficinas. De todos los grupos par­ti­ cipantes en la marcha sólo ellos fueron capaces de montar una auténtica manifestación teatral fuertemente cuestionadora y con­ frontadora de la figura que más encarna el poder institucional y de gobierno. Una inversión simbólica de las posiciones de poder que expresaba perfectamente algunos de los deseos más profundos de los trabajadores mexicanos en ese momento. Semejante actua­ ción es legible, en términos de James Scott (2000), como un mo­ mento en el cual el discurso oculto de resistencia a la opresión se hace público y adquiere visibilidad, en este caso en una escena do­ blemente connotada. Esto desde el punto de vista de la problemá­ti­ ca laboral por realizarse en el momento y en la circunstancia más emblemática la conmemoración de los llamados Mártires de Chica­ go pero también puede leerse como una reivindicación de un derecho más amplio al espacio público urbano y a la ciudad, una reivindicación del derecho a estar presentes en la ciudad, en la so­ ciedad y la política, como ciudadanos de derechos plenos: derecho a manifestarse, a contradecir y a oponerse, y derecho a proponer, aunque sea de manera ritual y simbólica, un orden distinto del sta­ tu quo vigente. El STRACC es uno de los pocos sindicados independientes que intentan aminorar una doble condición de falta de derechos bási­ cos: la del desamparo que caracteriza al sector de los servicios, por un lado, y por el otro, la que se deriva de las relaciones de subor­ dependientes de los dueños de las mismas. Es un trabajo subordinado en el cual se tienen que respetar horarios, modalidades específicas de ope­ ración, vestir un uniforme con el logo de la empresa; sin embargo no per­ ciben un salario por realizar este trabajo, su única remuneración son las propinas que reciben por parte de los clientes de la planta, quienes llegan a cargar gasolina en sus coches. Están insertos en una jerarquía de po­ siciones dentro del proceso de trabajo y operan en condiciones de com­ petencia, pero también de cooperación entre ellos. Dentro del ciclo de producción de la mercancía-gasolina, los gasolineros son el último esla­ bón de enlace con el consumidor, del cual vienen sus ingresos. Para el dueño de la gasolinera ellos no son dependientes laborales, sino personas a las cuales se les hace el favor de dejarlas trabajar en un lugar de su pro­ piedad y con una mercancía (la gasolina) de la cual él es el dueño, y de cuya venta recaba grandes ganancias. Sobra decir que los gasolineros no tienen seguro médico ni tienen prestaciones laborales.

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­ inación y las fidelidades forzosas propias del sindicalismo cor­po­ d rativo predominante en el contexto laboral mexicano. En las pá­ginas que siguen daremos cuenta de cómo han podido conformar un sindicato independiente en las condiciones adversas que carac­ terizan no sólo la actual crisis estructural del sistema neoliberal, sino también el contexto laboral mexicano, que además de promo­ ver la flexibilidad y la precariedad de los trabajadores es especial­ mente hostil a la libertad sindical. En estas condiciones, como veremos, el papel de las redes transnacionales es sumamente im­­ portante para incidir en una realidad local y contribuir a su trans­ formación.

EL CONTEXTO: ECONOMÍA GLOBAL, PRECARIADO Y SERVICIOS AL CONSUMIDOR En las últimas dos décadas, los procesos de globalización de la economía en el territorio metropolitano de la Ciudad de México han reconfigurado el panorama de las desigualdades socioeconómicas y territoriales, proponiendo nuevos retos al estudio de las condicio­ nes que caracterizan las relaciones de trabajo y su articulación con el territorio urbano. La fuerza de trabajo pierde reconocimiento y valor dentro de las relaciones laborales. Lo que parecía un dere­ cho consolidado hace sólo 30 años, es decir, el derecho a un salario por el trabajo realizado, ha sido puesto en discusión con la prolife­ ración de múltiples figuras de relaciones laborales en las cuales el salario no es contemplado como parte integrante de la relación laboral. Diversos procesos de flexibilización y precarización de la posición de los trabajadores han generado una amplia zona gris del trabajo asalariado. El trabajo sin remuneración (y sin salario) es una de las manifestaciones más típicas y novedosas de las nuevas re­ laciones laborales características de la economía posfordista. Como sostuvo André Gorz (1994) desde los años ochenta del siglo pasado, el trabajo asalariado se encuentra en vía de desaparición para ser sustituido por formas de empleo temporal e inestable. Este autor consideraba que “lo que está en vías de desaparición es el trabajo asalariado a nivel de tiempo completo y garantía de larga dura­ ción. Eso es un hecho. Ya hemos avanzado mucho en esa abolición

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del trabajo-empleo”.2 En otras palabras, para Gorz, “el trabajo asa­ lariado está en vías de desaparición como base principal para cons­ truir la propia vida, una identidad social, un futuro personal”. En una entrevista él sostiene que […] los individuos ya no se identifican con su trabajo, aunque éste sea interesante y calificado, porque por lo general les parece una especialización funcional al servicio de una megamáquina en la cual no tienen control. El orden social se ha desintegrado; ni en su papel ocupacional, ni en estructuras familiares, ni en la organización espacial de lo que les rodea, pueden los individuos encontrar lo que los sociólogos solían denominar una “identi­ dad” determinada, una imagen social reaseguradora de lo que son. Están abandonados a sí mismos y tienen que buscar y desa­ rrollar por sí solos formas que no se les dan de antemano. El tra­bajo pa­gado es, en el mejor de los casos, una dimensión en­tre otras de esa búsqueda; rara vez la más importante (Gorz, 1999).

Las palabras de Gorz resuenan proféticas hoy en día. Sus pre­ visiones se han hecho realidad en la época actual, en la que los trabajos inestables han pasado de ser “atípicos” a ser los más nor­ males, es decir, comunes y corrientes en países como México. Lo que todavía no es normal, pero sí corresponde a una tendencia en aumento, es el trabajo sin salario, del cual los gasolineros mexi­ canos representan un caso especialmente interesante. Vale la pena reflexionar en este caso para entender algunos rasgos de esta nue­va modalidad de trabajo que van más allá del caso específico exa­mi­ nado aquí. En particular, han adquirido especial relevancia y visibilidad los trabajadores pertenecientes al sector de los servicios al consumo, cuya única fuente de ingresos son las propinas de los consumido­res y no un salario por parte de su patrón. Estos trabajadores, denomi­ nados comúnmente en México como propineros, aunque se en­ 2 Gorz añadía: “no digo del trabajo en sentido filosófico, en el senti­ do de transformación del medio ambiente, de realización de uno mismo, de producción de cosas con la mano y la cabeza. Eso existirá siempre” (Gorz, 1999). El trabajo como intervención y transformación del entorno y como actividad creadora es parte de las características constitutivas del ser humano. Aquí de lo que hablamos es del trabajo como actividad definida por ciertas relaciones laborales, que son al mismo tiempo relaciones

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cuentran en una relación laboral de subordinación, no perciben remuneración alguna por sus servicios, y su relación con el trabajo es altamente incierta. El resultado es la acentuación de la preca­ riedad no sólo en el trabajo, sino en sus condiciones de vida y las de sus familiares. Del vasto sector del precariado —así como es de­ fi­nido en el trabajo de Guy Standing (2013)— éstos son tal vez los más vulnerables. El concepto de precariado3 designa el conjunto de los trabajadores sin derechos laborales y desprovistos de lo que la OIT define como “trabajo decente”.4 La palabra proviene del la­tín precarium, que en su origen era una concesión de tierras que se obtenía después de una plegaria (prece) dirigida a un señor terra­ teniente, el cual, al otorgar el uso de la tierra y su protección al campesino, al mismo tiempo se reservaba el derecho de quitárse­ las —tanto la tierra como su protección— en cualquier momento. Es un origen especialmente elocuente para definir una relación laboral en la cual el trabajador no tiene ninguna seguridad, y don­ de en cambio prevalecen la incertidumbre y la vulnerabilidad. En el sector de los servicios, esta relación se caracteriza por la total dependencia de las propinas que por definición son un acto volun­ tario y variable en cantidad, aunque en muchos países tienden a ser consideradas como obligatorias y a tener que respetar una can­ económicas, simbólicas y de poder. El trabajo asalariado, o trabajo-empleo, como lo llama Gorz, es decir, como relación laboral subordinada pero con garantías de estabilidad para el trabajador, parece destinado a extinguir­ se para dar paso a relaciones laborales cada vez más flexibles y precarias. 3 El término “precariato” ha sido usado desde los años setenta del siglo pasado en Italia, especialmente haciendo referencia a los diversos tipos de trabajo precario de la escuela pública (enseñantes suplentes por tiempo determinado y sin una plaza definida). Recientemente el término “precariat” ha llegado a ser muy conocido por la obra del sociólogo inglés Guy Standing, cuyo libro The precariat. The new dangerous class, publica­do en inglés en 2011, atrajo la atención sobre este amplísimo sector de tra­ bajadores, sobre todo por la tesis de su peligrosidad social que se derivaría de su actitud individualista y competitiva, como resultado de su condición precaria, lo que según este autor los volvería fácil presa de movimientos populistas y autoritarios. Esta tesis parece haber sido matizada por el au­tor en la prefación a la edición española de su libro (2013). 4 La Organización Internacional del Trabajo define al “trabajo decen­ te” a partir de las siguientes características: el empleo, la protección so­cial, los derechos de los trabajadores y el diálogo social (Ghai, 2003).

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tidad establecida de dinero, justamente en consideración de que representan la única fuente de ingreso de los trabajadores. La actual noción de precariado tiene un antecedente en el con­ cepto de marginalidad utilizado hace una década para indicar la condición de los trabajadores considerados como temporalmente excluidos del mercado de trabajo y quienes eran vistos como “el ejército industrial de reserva”, es decir, una mano de obra escasa­ mente calificada, lista para ser empleada en las fases de expansión de la economía y lista para ser dejada al margen en las fases de con­tracción económica.5 Sin embargo, en la situación actual los propineros ya no son comparables a los trabajadores que hace 30 años se definía como marginales, y esto por diversas razones. Para empezar, no siempre los precarios son trabajadores escasamente calificados, al contrario, en muchos países (México no es la excep­ ción) el precariado comprende todos los niveles y sectores de la eco­nomía. En segundo lugar, la economía se encuentra actualmen­ te en una etapa de crisis estructural o sistémica y por lo tanto los precarios actuales no tienen perspectivas de ser reintegrados de manera estable al mercado laboral; en tercer lugar, el hecho de tra­ bajar sin salario tiende a ser presentado cada vez más como un hecho natural y necesario, funcional a la reproducción del sis­tema. Esto es agravado por la colocación en puestos de trabajo en donde realizan una actividad que se considera como no del todo necesa­ ria, es decir, una actividad que puede ser obviada o realiza­da por 5 La noción de marginalidad se origina en los años sesenta —con Myr­dal (1963), quien la veía básicamente como el resultado del proceso de desindustrialización— y tiene que ver con condiciones económicas en parte diferentes a las actuales. La discusión de las diversas acep­ ciones de este concepto no tiene cabida en este texto, sin embargo, sí cabe recordar aquí una definición de clase marginal vinculada a las condicio­ nes actuales de la economía global. Me refiero a la definición que propone Bauman cuando define a la clase marginal (underclass) como un conglo­ merado de diversas figuras sociales cuya agrupación es una operación de conveniencia que tiene que ver con una elección de tipo ideológico. Lo único que tienen en común los miembros de la clase marginada, dice Bauman, es que “los demás no encuentran razones para que existan; posi­ blemente imaginen que estarían mejor si ellos no existieran. Se arroja a la gente a la marginalidad porque se la considera definitivamente inútil, algo sin lo cual todos los demás viviríamos sin problemas. Los marginales afean un paisaje que sin ellos sería hermoso” (Bauman, 2000:104).

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el propio consumidor. En realidad, en una situación como la actual, donde el consumo y el servicio al consumidor está en el centro de la economía, el papel de los propineros está lejos de ser marginal, aunque las empresas lo quieran presentar así. Como ve­remos en breve, dentro de la lógica actualmente imperante de la sociedad de servicios, se trata de ofrecer toda la ayuda posible al consumidor, esto es, la idea de favorecer al consumidor en todo lo que hace mediante un servicio cada vez más personalizado sirve para justi­ ficar el empleo de los trabajadores sin salario. El énfasis en los servicios al consumidor se encuadra en la llamada “sociedad del acceso” descrita ya en el año 2000 por Je­ remy Rifkin.6 La función de los propineros consiste justamente en facilitar el acceso a un servicio, liberando al consumidor de las tareas más desagradables del consumo, es decir, facilitándole el acceso a los bienes que se ha propuesto consumir. La noción de ac­ ceso permite asimilar los despachadores de gasolina a otros tra­ bajadores con funciones parecidas, como son los empacadores de las mercancías en los supermercados, los acomodadores de coches en los supermercados o los llamados valet-parking en los restau­ rantes y en otros lugares públicos, y también ciertos trabajadores de cuello blanco cuyo trabajo consiste, por ejemplo, en facilitar la compra de un seguro de vida, un automóvil u otro bien durable, los cuales de manera similar sólo reciben una comisión sobre sus ventas, pero no un salario por su tiempo de trabajo.7 Para Rifkin, los servicios poseen un evidente carácter inma­ terial y relacional. Se trata de 6 En la “era del acceso” lo que más cuenta es estar en relación con los demás mediante el acceso a un sinfín de servicios, en lugar de poseer ciertos productos. En este contexto, el trabajo se transforma profunda­ mente. Las ocupaciones más importantes ya no se refieren a la produc­ ción material de bienes, sino a la generación de servicios cada vez más complejos, que cada vez están más presentes en las vidas de las personas, hasta llegar a estructurar los aspectos más íntimos de la vida (Rifkin, 2000). 7 A partir de investigaciones de primera mano, podemos sostener que entre estos trabajadores se cuentan los vendedores de grandes compañías de seguros como Metlife y GNP, los vendedores de autos Nissan, y los vendedores de diversos artículos en grandes almacenes como El Pa­la­ cio de Hierro.

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[…] actividades económicas que no son productos ni construc­ ciones, que son transitorias y que se consumen en el momento en que se producen y ofrecen un valor intangible. En cierta oca­sión, The Economist sugería en parte en broma que los servi­ cios son “todo aquello que se vende en el mercado, pero que no se te puede caer en el pie”. Incluían en ese concepto el trabajo de los profesionales (cuestiones legales, contabilidad y asesoría), todos los empleados del comercio, los transportes, las comuni­ caciones, la atención sanitaria, el cuidado de los niños, el en­ tretenimiento y las actividades de ocio pagadas, además de los programas gubernamentales de atención social (Rifkin, 2000: 120).

Asimismo, Rifkin destaca cómo […] los servicios no tienen el carácter de propiedad. Solamente existen en el momento en que se prestan. No se pueden retener, acumular ni heredar. Los productos se compran pero los servi­ cios se ponen a disposición. En una economía de servicios, los lugares y las cosas no se transforman en mercancías; lo que lo hace es el tiempo humano mismo. Los servicios suponen siempre una relación entre seres humanos y no una relación entre una persona y una cosa. El acceso de unos a otros, como seres sociales, aparece mediado cada vez más por relaciones monetarias (Rifkin, 2000:121).

Para Rifkin, la creciente importancia de los servicios y la trans­ formación de una economía basada en la propiedad a otra basada “en el acceso a las relaciones de servicios entendidas como mercan­ cías” supone una verdadera “metamorfosis en la organización de las relaciones humanas” (Rifkin, 2000:121-122) cuyas consecuen­ cias todavía no han sido plenamente analizadas. De allí que con esta reflexión lo que pretendo es contribuir a estudiar esta trans­ formación profunda de las relaciones en las cuales estamos inmer­ sos actualmente. La economía basada en los servicios genera contradicciones específicas en el centro, de las cuales encontramos justamente al precariado de los trabajadores sin salario. En una economía que gira alrededor del cliente, éste experimenta una situación de pro­ gresiva extrañeza con respecto de los dispositivos que le permi­ten el acceso a los servicios, de los cuales se vuelve cada vez más de­

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pendiente. Esta experiencia de extrañeza y de dependencia carac­ teriza, por ejemplo, las conversaciones surrealistas con los re­­pre­ sentantes de los diversos servicios de atención telefónica, de los cuales por un lado no podemos prescindir, pero al mismo tiempo no logramos escapar. Sostiene Rifkin que “al no haber gestionado personalmente nunca los detalles de estos servicios, el cliente con frecuencia queda sin tutela y desconociendo los procesos, y pue­ de ser cada vez más dependiente de los agentes “expertos” para poder gestionar sus propios asuntos. Por su parte, los agentes se con­ vierten en auténticos “porteros […] que controlan los diversos canales de provisión y distribución que conectan a cada consumi­ dor con el mercado global y con el mundo exterior” (Rifkin, 2000: 146). Un ejemplo elemental de esta función de porteros que ejer­cen los encargados de los servicios es aquella que se experimenta cuan­ do tenemos que hacer funcionar una máquina para obtener un de­ terminado servicio. Nos es infrecuente encontrar junto a la máquina a una persona que está allí para explicarnos cómo hacerla fun­ cionar y/o que la maneja en lugar y para beneficio del usuario. Un caso típico son las máquinas que proporcionan distintos títulos de transporte, desde las cartas de embarque de los aviones hasta los boletos del metro o del metrobús: o los encargados que encon­ tramos en las entradas y salidas de ciertos esta­cionamientos para ayudar al automovilista a tomar o a introducir el boleto que hará posible la entrada o la salida del lugar. El trabajo de los gasolineros se encuentra exactamente en esta posición de mediador entre el usuario y la máquina, una posición desde la cual es fácil convertirse en un elemento clave de dicha relación. Estas personas, al mismo tiempo que ayudan al cliente, pueden jugar a volverse indispensables —como “porteros”—toda vez que su presencia de facto impide al cliente poder aprender a hacer funcionar la máquina de manera independiente y sacar de ella lo que se necesita. De manera un tanto paradójica, esa máqui­na que ha sido puesta allí para eliminar el trabajo formal (asalariado) de una persona —que antes era empleada para ofrecer el servicio que ahora brinda la máquina— necesita para su funcionamiento de otra persona a su lado que trabaja casi siempre de manera informal, en beneficio del cliente y a cambio de la propina que éste even­ tualmente quiera darle. La introducción de las máquinas en mu­

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chos estacionamientos y la presencia de personas trabajando de manera informal para facilitar su funcionamiento, lleva a pensar que lo que se quería eliminar no fuera propiamente el trabajo humano sino una particular relación laboral, la del trabajo asala­ riado, para conseguir que el trabajo sea reducido al rol de un auxiliar —no reconocido en todos sus derechos— de la máquina registradora. La generalidad de estos procesos hace que podamos encontrarlos en diversas ciudades del mundo. Los despachadores del sindicato, del cual nos ocupamos en este capítulo, están perfectamente conscientes de que venden un ser­ vicio y sobre de esto intentan basar sus habilidades. Su presencia junto a la máquina cubre una necesidad fundamental dentro de la relación con los servicios, necesidad que sin embargo puede en ciertos casos ser obviada, como cuando al haber aprendido a usar la máquina podemos prescindir de la ayuda para usarla. Sin em­ bargo, si la máquina se descompone o es sustituida por otra que tendremos que aprender a usar, necesitaremos un portero que nos facilite el acceso. En general estos trabajadores sirven como media­ dores con los sistemas de regla —u órdenes— a los cuales nos vemos enfrentados continuamente y que proliferan sin cesar como ámbitos de experiencia discontinuos que colonizan nuestra vida cotidiana. En otras palabras, se constituyen como porteros en el acceso a los espacios insulares (las gasolineras están divididas justa­ mente en “islas”) de la metrópoli contemporánea, en la cual pro­li­ feran ámbitos espaciales autorreferenciados y autorreglamentados que pretenden sortear las problemáticas que se derivan de las difi­ cultades para gestionar la coexistencia de los diferentes en el espa­cio público abierto. Facilitadores del consumo (los empacadores con­ siguen con su trabajo un aumento de las ventas para el supermerca­ do) y porteros de la ciudad insular, o mediadores entre el usuario y los “sistemas expertos”, estos trabajadores están muy lejos de ser innecesarios o sobrantes. Al contrario, su presencia es funcional para la reproducción de las condiciones de vida en los espacios insulares de la metrópoli contemporánea (Bibou y Giglia, 2012; Du­ hau y Giglia, 2008). Vinculado al tema de los servicios, el trabajo de los gasoline­ ros puede definirse como un trabajo inmaterial, que tiene que ver con la implicación y el involucramiento intelectual y emocional, hasta

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podríamos decir el apego de los trabajadores a su proceso de tra­ bajo. Esta necesidad de un involucramiento intelectual y emocio­ nal es un resultado de la organización del proceso de trabajo, pero al mismo tiempo es fomentada por el discurso de las empresas glo­bales, cuando sostienen que sus empleados no son “meros de­ pendientes económicos” sino que forman parte de la “familia em­ presa”; véase, por ejemplo, el caso de Walmart, que denomina a sus empleados como “asociados”. Las condiciones que son típicas del capitalismo posfordista se caracterizan por la combinación de altos grados de subordinación y de vulnerabilidad en la relación con el patrón, con altas dosis de vinculación y asunción de responsa­ bilidades de los trabajadores con respecto al desempeño de sus funciones laborales, es decir, para el correcto desarrollo del propio proceso de trabajo. Estas condiciones fueron definidas en un im­ portante ensayo sobre el trabajo inmaterial escrito en 1991 por La­z­ zarato y Negri (2001), quienes elaboraron una muy interesante redefinición de las nuevas características del trabajo en el capita­lis­ mo posfordista. Estos autores destacan el creciente involucramien­ to de las capacidades intelectuales y de la subjetividad del obrero en el proceso de producción del capitalismo posfordista. El fordis­ mo, apoyado en los sistemas de organización de tiempos y movi­ mientos desarrollados por Taylor, buscaba eliminar la intervención autónoma del obrero en el proceso de trabajo mediante una muy minuciosa definición del proceso y de las operaciones que se deben realizar. En cambio, el capitalismo posfordista genera un cam­ bio notable, que consiste en que el obrero debe asumir más respon­ sabilidades en el proceso productivo, ya que éste requiere mucho más de su empeño y de su atención consciente puesta en las ope­ raciones del mismo proceso. Lazzarato y Negri lo denominan como “trabajo inmaterial”. Al respecto sostienen que […] veinte años de restructuración de las grandes fábricas lleva­ ron a una extraña paradoja. En efecto, es contemporáneamen­ te sobre la derrota del operario fordista y sobre el reconocimiento de la centralidad de un trabajo vivo cada vez más intelectuali­ zado que se constituirán las variantes del modelo posfordista. En la gran empresa restructurada, el trabajo del operario es un trabajo que implica cada vez más, en diversos niveles, capacidad de escoger entre diversas alternativas, responsabilidad de ciertas de­

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cisiones. El concepto de “interface”, usado por los sociólogos de la comunicación, da cuenta de esta actividad del operario. In­ terface entre diferentes funciones, entre los diversos equipos, entre los niveles de jerarquía, etc. Como prescribe el nuevo ma­ nagement hoy, “es el alma del operario que debe descender en la oficina”. Es su personalidad, es su subjetividad que debe ser organizada y comandada. Calidad y cantidad de trabajo son reor­ ganizadas en torno a su inmaterialidad. Primero la transforma­ ción del trabajo del operario en trabajo de control, de gestión de información, de capacidades de decisión que pide que la inves­ tidura de la subjetividad toque a los operarios de manera di­ ferente, segundo sus funciones en la jerarquía de la fábrica, se presentan actualmente como un proceso irreversible (Lazzara­ to y Negri, 2001).

Estas características del trabajo inmaterial, según la definición de Lazzarato y Negri, las encontramos perfectamente ilustradas en el caso de los gasolineros. En su trabajo se mezclan de manera casi perversa la falta de todo tipo de garantías por un lado, y por el otro la necesidad de una participación activa y responsable en el proceso de trabajo. Dentro de este proceso, su papel es el de una in­ terface entre diversas funciones del proceso mismo, no sólo entre el usuario y la máquina, sino también entre el usuario y la empresa dueña de la gasolinera y entre ésta y sus proveedores, además de tener que trabajar permanentemente como parte de un equipo. En suma, los gasolineros cumplen con diversas facetas de esa posición de intermediarios ya evidenciada antes.8 Los gasolineros, tanto hombres como mujeres, están conscientes de esta problemática toda vez que se autodefinen no como vendedores de gasolina sino como prestadores de un servicio que va mucho más allá de la simple venta del combustible. El servicio se refiere a las otras operaciones que se pueden realizar a la hora de vender la gasolina, como re­ visar los niveles o limpiar el parabrisas, pero también —como lo 8 El caso de los gasolineros muestra además la intensidad y la com­ plejidad de los vínculos que pueden generarse entre trabajadores preca­ rios sometidos a una situación de vejación persistente en el ámbito laboral. Sobre este aspecto, y en particular sobre las redes de solidaridad en el lugar de trabajo y en relación con el proceso laboral, remitimos a la lectura de Giglia (2014).

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destaca una mujer gasolinera— se trata de un conjunto de otras cosas, tangibles e intangibles, por lo que […] este trabajo no es simple, es algo un poco más adentrado, es entregarse a un trabajo porque desde que llega el cliente, pri­ mero, darle la bienvenida y, a veces, hasta ser psicólogo por­que hay que saber qué tipo de ánimo trae para atenderlo porque muchas veces llega déspota, otras veces amable y nosotros muchas veces tenemos que jugarle a ver si es trato de amabilidad o re­ servarnos porque a veces llega déspota o de prisa y, entonces, nosotros tenemos que adentrarnos un poco más a lo que es el trabajo, porque no es tan simple a veces podemos tardarnos en un auto menos de un minuto, pero a veces nos tardamos más de cinco minutos. Entonces, llega el cliente, se le atiende, y lo que procuramos a veces es hacerle agradable su día, y que se vaya con una sonrisa (mujer, entrevista colectiva del 31 de agosto de 2011).

NACIMIENTO Y DESARROLLO DE UN SINDICATO INDEPENDIENTE Y SUS REDES GLOBALES9

En esta parte del texto mostraré de qué manera, pese a las condi­ ciones de indefensión y precariedad laboral del capitalismo actual (o tal vez a causa de ellas), es posible que se generen redes de soli­ daridad multidimensionales que permitieron en el caso que se aborda aquí la constitución del sindicato independiente STRACC, del cual los gasolineros constituyen el núcleo principal. Mostraré cómo las redes que hicieron posible la existencia de esta organi­ zación se entretejen entre el nivel local, el nacional y el ámbito transnacional, en un proceso de retroalimentación dinámico. Es oportuno partir de considerar cómo estos trabajadores forman parte de lo que William Robinson define como “capitalismo global” (2013). Este autor sostiene que […] en el centro de la acumulación flexible hay una nueva rela­ ción capital-trabajo. En la economía global —prosigue Robinson— 9 Agradezco las sugerencias y la revisión de Jorge Robles sobre esta parte del texto.

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bajo este esquema flexible los trabajadores mismos son cada vez más como un componente subcontratado en lugar de ser con­ siderados como parte integrante interna de las organizaciones contratantes. La restructuración del proceso de trabajo, asocia­ da con la acumulación flexible posfordista, a la que algunos se refieren como precarización o informalización del trabajo, trae consigo sistemas alternativos de control de la mano de obra” (Robinson, 2013).

Entre los “sistemas alternativos de control de la mano de obra” que menciona Robinson, cabe el caso de los trabajadores sin sala­ rio en el sector de los servicios donde trabajan de manera subordi­ nada para un capital que, en lugar de pagarles, trasfiere el pago de su trabajo a los clientes en forma de propinas. Es un ejemplo es­pe­ cialmente elocuente de cómo “la globalización ha producido cam­ bios en las relaciones de poder mundial entre capital y trabajo” (Robinson, 2013:38-39). En el caso de los trabajadores mexicanos las condiciones de trabajo se relacionan también con la dificultad de una representación sindical digna de este nombre. A su vez esto tiene que ver con las particulares características de los sindicatos en México, la inmensa mayoría de los cuales forman parte de un sistema de control corporativo sobre la población en general, ini­ ciado por el presidente Plutarco Elías Calles en la fundación del Partido Nacional Revolucionario (PNR), y en interés de este ensa­ yo, la promulgación de la Ley Federal del Trabajo (LFT), elaborada con base en el Codice del Lavoro de Benito Mussolini (Robles, 2007); sistema corporativo que fue perfeccionado por el presidente Láza­ro Cárdenas en la transformación del PNR en Partido de la Revolución Méxicana (PRM) y la constitución de cuatro sectores corporati­ vizados: el obrero a través de la fundación de la Confederación de Trabajadores de México (CTM), el campesino con la Confederación Nacional Campesina (CNC), el militar, el patronal y las clases me­ dias en la Confederación Nacional de Organizaciones Populares (CNOP). En este sistema, la existencia de sindicatos independien­ tes que emanen directamente de la libre asociación de los traba­ jadores es casi imposible. Predominan los llamados sindicatos “charros”, dotados de una estructura vertical, regida por modalida­ des de toma de decisiones absolutamente autoritarias. Estos sindi­ catos, surgidos en la época posrevolucionaria y como ya dijimos,

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jurídicamente reglamentados por el modelo de control corpora­ tivo se encuentran respaldados por la Ley Federal del Trabajo vigente, que en particular permite la existencia de relaciones de simulación contractual colectiva, conocidas en México como Con­ tratismo Colectivo de Protección Patronal (CCPP).10 Estos contratos son firmados entre supuestos “líderes sindicales” representantes jurídicos de los sindicatos corporativos, los secretarios gene­ rales de los mismos, a espaldas de los trabajadores y sirven para defender los intereses de los patrones. La existencia de un CCPP fir­ mado hace legalmente casi imposible que un sindicato independien­ te sea contraparte legítima frente al patrón. En otras palabras, los CCPP sirven como una simulación de relaciones obrero-patro­nales, que de hecho no existen. Proveen a las empresas de sindicatos complacientes y controlados, los cuales —al tiempo que operan con validez legal— no representan a los trabajadores. Estos últimos, en la mayoría de los casos, en efecto no saben de la existencia de dichos contratos y de dichos sindicatos. Si intentaran constituir un sindicato independiente, se encontrarían automáticamente en una posición de indefensión frente al patrón y sin posibilidad inme­diata de representación ya que el sindicato titular del con­ trato colectivo de trabajo es el único que tiene legalmente la repre­ sentación de los trabajadores en la empresa. Y como se trata de un sindicato escogido por el patrón y que está al servicio del mis­ mo, no representa ni defiende los intereses de los trabajadores. En la mayoría de los casos, para mantener la secrecía de la existen­ 10 El 90% de las y los trabajadores en México ve afectada su situación laboral debido a la existencia de 14 187 contratos colectivos de protección laboral (CCPP), firmados a sus espaldas, por lo cual diversas organi­ zaciones sindicales anunciaron hoy el inicio de una campaña internacional contra dichos contratos. Tan sólo en el Distrito Federal existen 6 763 de estos contratos, considerados por organismos sindicales como “actos de corrupción mediante los cuales los derechos de las y los trabajadores son robados por supuestos líderes que luego los venden a los patrones, en una práctica de simulación de la relación laboral”. Empresas como Walmart, del Grupo Cifra, y Sanborns, del Grupo Carso, que preside Carlos Slim Helú, son ejemplos de cómo operan los CCPP. La campaña tiene como objetivo denunciar la existencia de los CCPP, erradicarlos e incidir en los medios legislativos para eliminar las leyes que permiten su vi­ gencia (Hypatia Velasco Ramírez, 2007, Campaña internacional contra los CCPP).

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cia de estos sindicatos al servicio del patrón, ni siquiera recaudan la cuota sindical a los agremiados. Cuando el sindicato es recono­ cido y presentado de manera pública, los trabajadores son forza­ dos a pagar, vía descuento de su nómina, la llamada cuota sindical, lo cual es en la práctica una forma de extorsión legal, vista la nula defensa de sus intereses. En estas condiciones de absoluta des­ ventaja, los ejemplos de sindicalismo independiente son muy esca­ sos y difíciles de mantener con vida. Lo interesante del caso de los gasolineros, y que se relaciona con la problemática de las redes de solidaridad multidimensional y multisituada, es que en la movilización que han emprendido en los últimos diez años en defensa de sus derechos laborales para lograr la constitución de un sindicato independiente, ha tenido un papel muy importante la activación de relaciones solidarias de diver­ so alcance, algunas de ellas con otros sindicatos en Canadá y Es­ tados Unidos, colocándolos así desde su nacimiento como grupo de trabajadores en búsqueda de reconocimiento en un ámbito de relaciones multisituadas, que se tejen simultáneamente en los pla­ nos nacional y transnacional. El estudio de este caso permite ilus­ trar justamente las sinergias entre los diversos planos de las redes y la importancia del nivel transnacional en la estructuración de determinadas condiciones de asociación y movilización en el nivel local. El STRACC surgió de la necesidad de un grupo de gasolineros de contar con una figura legal que le diera cobertura jurídica a su or­ ganización (requisito de ley para poder negociar con la patronal), en la defensa de sus derechos básicos, entre ellos tener salario y prestaciones mínimas como seguridad social, estabilidad laboral y la determinación de bilateralidad de las funciones propias del puesto de trabajo, por ejemplo, el derecho a no tener que realizar otras actividades no remuneradas (Arellano, 2009:50). Esto termi­ nó siendo su primera victoria, la cual fue posible no sólo por la decisión y la organización de estos trabajadores, sino también por el aprovechamiento de una coyuntura muy particular en la his­ toria de la Ciudad de México: la del arranque del primer gobierno democráticamente electo de la ciudad, integrado por algunas perso­ nalidades que venían de la lucha sindical, situación que permitió que el FAT recurriera a esas relaciones para que ciertas instancias

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del gobierno de la ciudad, como la Subsecretaría del Trabajo, rea­ lizara en el centro de trabajo las inspecciones para fundamentar la ausencia de salario y de las prestaciones de ley. Es decir, fueron necesarias relaciones personales para que la institución laboral realizara una acción que debería ser parte de sus funciones norma­ les, como lo es una inspección en un lugar de trabajo. La búsqueda de alternativas sindicales por parte de este grupo de gasolineros pasó por las principales centrales corporativas, como la Confede­ ración Revolucionaria de Obreros y Campesinos (CROC), la CTM, la Confederación Regional Obrera Mexicana (CROM) y la Confede­ ración de Trabajadores y Campesinos (CTC), donde les ofrecieron una solución inmediata y favorable para ellos, lo que ocasionó una gran desconfianza, pues después de lo que habían vivido y por el conocimiento que tenían del gremio, no creyeron que fuera posi­ ble una fácil solución. Fue en el FAT (Frente Auténtico del Trabajo), una organización promotora de sindicatos independientes, donde les presentaron las cosas de una manera mucho más realista, ha­ ciéndoles ver todas las dificultades que iban a enfrentar —despi­ dos, amenazas, violencia, acoso laboral—, lo cual coincidía con su propia experiencia. Cabe resaltar que los trabajadores en cuestión, en su búsqueda de apoyo y asesoría legal, fueron a dar con el FAT sólo después de haber pedido asesoría inclusive en una oficina de gobierno, la Procuraduría de la Defensa del Trabajo, en donde fue­ ron atendidos por un empleado que jugaba en ese momento un doble papel: el de funcionario y el de abogado laboral vinculado al FAT. Así fue como entraron en contacto con el Frente Auténtico del Trabajo y pudieron acceder a las redes que este organismo venía tejiendo a escala nacional e internacional desde ya hacía va­rios años. Las condiciones que imperan en el gremio de los gasolineros —falta de salario, de seguridad social, inestabilidad en el trabajo, pago por el derecho a trabajar, etc.— comienzan a extenderse a otras ramas de industria y a generalizarse en el mundo de los trabaja­ do­res mexicanos. Así que la lucha por la organización en las gaso­ li­neras puede considerarse como una de las primeras respuestas a esta tendencia por parte de los trabajadores afectados. En el sec­ tor servicios se observan algunas de las peores prácticas patronales del país, puesto que se dan las peores condiciones de vida y de

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trabajo, pero también se dan luchas que a veces pasan casi inad­ vertidas, como la de una sección del STRACC dedicada a la limpie­ za en la Central de Abastos de la Ciudad de México, en donde un grupo de trabajadoras tuvieron que sostener una larga huelga para mantener su fuente de trabajo.11 En palabras del actual secretario del STRACC, “el sistema jurí­ dico mexicano, violatorio de la libertad sindical, no otorga registro a sindicatos independientes, pero ante la necesidad, desde el FAT nos lanzamos a la tortuosa aventura de sacar un registro sindical en base a la construcción de un sindicato real” (Arellano, 2009). Para ello necesitaron demostrar su presencia en varias empresas del ramo de los servicios. Para esto, los patrones tienen que avalar con su firma el padrón de socios del sindicato, lo cual es casi im­ posible, porque ningún empresario permitiría la presencia de un sindicato independiente cuando todas las condiciones están pues­ tas para tener a un sindicato sometido a sus intereses. Esto lo re­ solvieron de una manera muy ingeniosa y apegada a las reglas que la propia LFT impone: recurrieron a diversas organizaciones de la sociedad civil, las llamadas ONG, que conociendo las dificultades para construir sindicatos reales estuvieron dispuestas a firmar los padrones de socios de los trabajadores que laboran en esas ONG. A pesar de cumplir con todos los requisitos de ley, y a pesar de que el registro de asociaciones de la Junta Local de Conciliación y Arbitraje del Distrito Federal estaba presidido por una abogada, Adela Castillejos, que en otros años había sido litigante del sindica­lis­mo independiente, se les negó el registro.12 La consecución del registro y, por lo tanto, el reconocimiento oficial, fue posible después de dos años de cubrir requisitos burocráticos, lidiar con funcio­ narios, hacer presión en la Asamblea de Representantes, denunciar 11 Esto a pesar de los embates de la administración de la Central, don­ de el patrón es también la autoridad laboral. Es éste un vicio de origen del sistema tripartito de las Juntas de Conciliación y Arbitraje, en las cuales el representante del gobierno y el de la patronal tienen mayoría frente a la representación de los trabajadores, disponible en , consultado el 15 de no­ viembre de 2013. 12 Con el argumento de que el rubro de “servicios” era demasiado amplio. Se propuso entonces el rubro de “expendios” y de allí derivó la sigla STRACC.

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en foros públicos y a escala internacional aprovechando las estre­ chas relaciones de solidaridad internacional del FAT, en particular con el sindicato de electricistas de Estados Unidos, que demostró de manera tangible su solidaridad, al brindar su apoyo a los organi­ zadores del FAT, incluyendo el proceso de organización del STRACC. Estas relaciones internacionales del Frente Auténtico del Tra­bajo se han venido tejiendo desde hace varias décadas y han adquiri­ do mayor importancia desde la firma del tratado de libre comercio a principio de los años noventa, como una manera de reaccionar frente a las repercusiones negativas de dicho tratado para los tra­ ba­jadores de todo el norte del continente. En 1991 el FAT jugó un pa­pel importante en la constitución de la Remalc (Red Mexicana frente al Libre Comercio) que se propuso inicialmente incidir en las negociaciones para el TLCAN con el objetivo de representar los intereses de los trabajadores (Hathaway, 1997). En 1991, en oca­ sión de un encuentro convocado por la Remalc, los representantes del FAT extendieron sus relaciones internacionales estrechando una alianza con la United Electrical Workers (UEW), el sindicato estadounidense de los trabajadores electricistas. En la coyuntura, caracterizada por la incipiente globalización de la economía, en la que las empresas estadounidenses buscaban la manera de abara­ tar sus costos transfiriendo parte de su producción en las fábricas maquilladoras de México, la UEW […] estaba preocupada de que un número creciente de sus sin­di­ catos tuvieran que enfrentarse a empresas que estaban cerran­ do o que amenazaban con cerrar y transferir sus operaciones a México. Quería hacer lo que fuera posible para ralentizar el flujo de trabajos hacia México. Buscaba también la manera de nego­ ciar colectivamente con los trabajadores mexicanos que se esta­ ban enfrentando con los mismos patrones (Hathaway, 1997).

Desde entonces las dos organizaciones han trabajado de mane­ra coordinada en distintos ámbitos, por ejemplo, organizando fábricas de las mismas empresas de los dos lados de la frontera. Otro elemento importante que hizo posible ganar la batalla para el reconocimiento oficial como sindicato independiente, fue la anuencia directa de la entonces jefa de Gobierno de Distrito Fede­ ral, Rosario Robles Berlanga, con quien algunos representantes del

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FAT tenían una prolongada relación por haber compartido en el

pasado la misma militancia en organizaciones de la izquierda. La intervención directa de la jefa de gobierno muestra una vez más el alto grado de personalismo y de discrecionalidad que rige en Mé­xico en cuanto a la aplicación de las leyes, en este caso las la­borales, y al ejercicio del poder y la toma de decisiones.

REFLEXIONES FINALES PERO NO CONCLUSIVAS Actualmente, el sindicato sigue construyendo relaciones de soli­ daridad a escalas local y nacional, tanto como FAT que como sin­ dicato local de industria. Hay muchos elementos para creer que la historia de este grupo de trabajadores acaba de empezar. Basta decir que hace poco, en enero de 2014, el STRACC estalló una huelga en dos estaciones de la empresa Gasoil y logró ganar el recono­ cimiento de su organización como representante de los trabaja­ dores, incluyendo el cese de cobro diario a los trabajadores para poder trabajar, la afiliación al Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) y el pago de salario. Todo esto gracias a la movilización, el ma­ nejo de la comunicación en los medios y en redes sociales, a la solidaridad de sindicatos como de la Unión Nacional de Trabajado­ res, el Sindicato Mexicano de Electricistas y otros afiliados del pro­pio FAT. En estas páginas hemos querido proporcionar una idea inicial del complejo entramado de relaciones, tanto locales como transna­ cionales, que hicieron y hacen posible la existencia de este grupo organizado de trabajadores y su sindicato independiente. En suce­ sivos trabajos será necesario profundizar en el estudio de las redes de apoyo en los planos local, nacional y transnacional, así como de las imbricaciones entre distintos niveles de pertenencia de algunos de los protagonistas, quienes, en distintas etapas de su vida, han desempeñado cargos en instituciones de gobierno y también han mi­ litado en organizaciones opositoras de la sociedad civil. La función de las redes transnacionales como factor que posibilita la existen­ cia de un pequeño pero significativo sindicato de industria que opera en el nivel local de la Ciudad de México, muestra cómo la globalización se caracteriza por interconexiones transnacionales

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HUELGA EN GASOIL DE DIVISIÓN DEL NORTE, ENERO DE 2014

Fotografía: Angela Giglia. IMAGEN 6

HUELGA EN GASOIL DE DIVISIÓN DEL NORTE (COYOACÁN)

Fotografía: Angela Giglia.

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que resultan necesarias no sólo para el capital, sino también para el trabajo y los trabajadores. Es preciso profundizar en los estudios de caso para ahondar en torno a las condiciones específicas que hacen posible la organización de los trabajadores y especialmente sobre la mezcla de ingredientes que llevan a que dichas organiza­ ciones se establezcan y subsistan aun en un medio tan hostil. En el caso del STRACC esto ha sido posible gracias a su origen y mili­ tancia en el FAT, una organización que ha durado más de 50 años enfrentando al sistema de control corporativo, periodo en el cual, a pesar de haber vivido algunas derrotas, también ha conseguido victorias importantes, como la construcción de algunos sindicatos independientes. Como he empezado a mostrar en estas páginas, una parte importante de su estrategia sindical ha sido la de tejer redes internacionales de solidaridad entre trabajadores de diversos paí­ ses pero afectados por los mismos procesos de globalización de la economía.

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TERCERA PARTE

VIOLENCIAS, AFECTOS Y CUERPOS

LOS LUGARES DE LAS VIOLENCIAS: CUERPOS JUVENILES. LA PANDILLA DEL BARRIO 18 (B-18) Y LA MARA SALVATRUCHA (MS-13) Alfredo Nateras Domínguez*

INTRODUCCIÓN El propósito de este trabajo es analizar identidades juveniles articulando varias categorías de análisis en clave sociocultural: me refiero a la espacialidad, las violencias y las corporalidades. La es­ trategia metodológica que utilizo es la articulación de la trayecto­ria y el movimiento, es decir, un constante ir y venir, por ejemplo, de las violencias al cuerpo y de éste a los espacios (los públicos, como la calle o el barrio, y los del encierro, como las cárceles). Sitúo la centralidad de la reflexión en las adscripciones identi­ tarias transnacionales: los homies1 del Barrio-18 (B-18) y de la Mara Salvatrucha (MS-13), cuyo epicentro se localiza en El Salvador, Honduras y Guatemala (el Triángulo del Norte Centroamericano o TNC);2 por lo que, en algunos momentos de la narrativa etnográ­ fica, aparecerán las voces de algunos miembros, tanto hombres como mujeres, de tales agrupamientos y de dichos países. * Doctor en Ciencias Antropológicas. Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa (UAM-I). Profesor-investigador y coordinador general del diplomado: “Culturas juveniles. Teoría e Investigación”, en la misma institución. 1 Alude a amigo, “cuate”, “carnal”, hermano no consanguíneo. 2 Tanto los homies o la pandilla del Barrio-18, así como la Mara Salvatrucha, son grupos integrados en lo esencial por niños y jóvenes centro­ americanos.

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LOS ANCLAJES Las adscripciones del B-18 y de la MS-13 se edificaron a partir de los contextos sociales, culturales, económicos y políticos, cuya expresión fue el conflicto armado en la región del TNC, en la dé­ca­ da de los años ochenta y principios de los noventa. En esta situación, los pro­cesos migratorios forzados pueden ser vistos como estrategias familiares para salvaguardar la integridad física y afectiva de los infantes y de los jóvenes de esa generación. En El Salvador per­ siste una guerra frontal entre el ejército y la guerrilla encabezada por el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN); en Honduras se viven conflictos políticos serios y una represión brutal a los movimientos sociales de los maestros y de los estudiantes, que se tradujo en asesinatos y desapariciones de líderes importantes; en Guatemala han tenido lugar masacres escandalosas contra las poblaciones indígenas, lo que ocasionó que en la frontera con México se establecieran asentamientos numerosos de refugiados. Esta situación de la región del TNC implicó que los niños y los jóvenes de esa generación se desarrollaran y vivieran en climas y ambientes de violencias extremas. Por ejemplo, en el caso de El Salvador, la situación se traducía en que niños y jóvenes eran re­ clutados por el ejército o por la guerrilla, lo cual implicaba una muerte casi segura; en el caso de Guatemala, estos sectores de la población corrían el riesgo permanente de ser asesinados simplemente por pertenecer a alguna etnia indígena; mientras que en Honduras, por el hecho de militar en ciertos partidos de tendencia izquierdista (comunistas), podían ser desaparecidos o asesinados. Para contrarrestar lo anterior, una parte importante de esos niños y jóvenes fueron sacados de sus respectivos países a través de redes migratorias y fueron enviados, por lo regular, a Estados Unidos. Esos contextos nacionales y locales implicaron que tanto el Barrio-18 (B-18) como la Mara Salvatrucha (MS-13) se originaran pre­cisamente en el país de llegada, especialmente en la ciudad de Los Ángeles, California, como una respuesta para enfrentar y so­ brevivir a la violencia de la que venían huyendo. Además, fue tam­ bién un tipo de manifestación cultural ante la exclusión social que vivían, así como la expresión de la urgencia por construir una iden­

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tidad en resistencia, en el marco de una disputa por tener un lugar social mediante la creación de la presencia (Díaz, 2002). Dicha presencia incluyó el diseño de una particular y definida estética corporal. Asimismo, es importante señalar que, en 1992, se firman los acuerdos de paz —en el Castillo de Chapultepec, México— que dan fin, al menos formalmente, al conflicto armado en la región, en particular en El Salvador. Esto condujo a que, en los años posteriores, el gobierno estadounidense hiciera una deportación masi­ va de miles de integrantes tanto del B-18 como de la MS-13 a sus países de origen, lo que implicó ciertas tensiones y conflictos en la gestión del espacio público —su apropiación real y simbólica— respecto a los agrupamientos de jóvenes locales que no migraron.

LOS DESCRIPTORES El término mara, en Centroamérica, en una de sus denominaciones significa “grupo” (Romero, 2003), por lo que nos encontramos frente a una configuración heterogénea de la adscripción identitaria infanto-juvenil, múltiple y transnacional.3 Es decir, que hay distintos tipos de maras: estudiantiles, deportivas, laborales, de ami­ gos, de ancianos y la pandilleril. Un ejemplo de esto es la Salvatrucha, la cual traza —junto con el B-18— vínculos y redes con otras naciones del mundo, entre ellas Estados Unidos y México. Si descomponemos el nombre Mara Salvatrucha, tenemos que mara también es una contracción de “marabunta” (aquellas hormi­ gas gigantes que van destruyendo todo a su paso). En otros términos, la podríamos pensar e imaginar como una metáfora (Lakoff y Johnson, 1980) que emularía a los flujos migratorios de ese gru­ po, y salvatrucha: “salva” de El Salvador y “trucha”, ponerse listo o avispado. Es decir, se refiere a un salvadoreño aguzado, despierto e inteligente (identidad nacional). 3 Lo transnacional se define a través de las poblaciones migrantes y de los vínculos de los Estados nacionales, es decir, alude a los aspectos relacionados con lo territorial, lo social y lo cultural entre varios países (la patria de origen y la de llegada). Al respecto, véanse Kearney (1995) y Courtney (2006).

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En contraparte, la pandilla,4 los homies del Barrio-18, en la den­ sidad de su rostro identitario, se estructuran a partir de replicar —por ejemplo, toman como su modelo a los cholos mexicanos— al mismo tiempo que tratan de diferenciarse de otros agrupamientos juveniles y de defenderse de las clicas5 que ya estaban asenta­ das territorialmente en el sur de California como la de los italianos, los asiáticos —japoneses, chinos, coreanos— y de las mi­norías afro­ descendientes. La MS-13 es una escisión del B-18 y, con base en las historias orales que se han reconstruido, cuentan que tal ruptura sucedió debido a las disputas por el territorio, la conquista del amor de las mujeres y el control de diversos negocios en la lógica de lo ilegal. Tal quiebre es a muerte y va más allá del hecho fáctico, es decir, se coloca en códigos simbólicos: no sólo se trata de dar muerte o de aniquilar al otro, sino que cuando se asesina a uno de la MS-13 o del B-18, según corresponda al vaivén de la venganza —las ven­ dettas de sangre (Evans-Pritchard, 1977)— representa un intento imaginario de “borrar corporalmente” la adscripción de ese otro. Tiene lugar, así, una forma de “limpieza identitaria” llevada al ab­ surdo. Por ejemplo, han tenido lugar casos en los cuales, en algu­ nos sepelios, el agrupamiento rival llega y ametralla la caja del asesinado (matar al muerto), o se saca el cuerpo y se le tritura, lo que podría entenderse como un intento de terminar de liquidar su espacio social a través del ejercicio extremo de la violencia —ma­ tarlo doblemente, en vida y ya muerto. 4 El concepto de pandilla, académicamente, es de los más incómodos de usar, ya que está muy saturado. Viene de la palabra en inglés gang y representa la violencia, la delincuencia y al delincuente. Tal terminología proviene de los estudios de la Escuela de Chicago de los años veinte y treinta del siglo pasado. Lo interesante es que una parte del discurso y de los propios integrantes de estos agrupamientos, lo tienen incorporado y lo han reproducido en los estudios contemporáneos de las identi­dades juveniles y en las autodefiniciones de sí, con todo lo desvalorativo que eso significa. Trataremos de sustituirlo por homies (amigos, grupo de cuates, de carnales). 5 En sentido amplio, son microgrupos o microidentidades y, en el ámbito de las pandillas, se usa para denominar a sectores o células organi­ zadas, por lo que hay una gran variedad de clicas conformadas por maras, cholos o latin kings.

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Los agrupamientos de la Mara Salvatrucha (MS-13) y de los homies del Barrio-18 (B-18) están conformados por niños, jóvenes y adultos jóvenes, por lo que actualmente proponemos pensarlos a través de tres cohortes generacionales: el primero, los “veteranos”, que tienen entre 36, 38 y más de 40 años de edad; gran parte de ellos fueron asesinados o están privados de su libertad, purgando penas muy grandes, de 15 a 40 años; la segunda abarca aproximadamente de los 26 o 28 hasta los 34 años de edad, son los “sobrevivientes” que todavía andan circulando; la tercera corresponde a niños —son conocidos como los bichitos— y a jóvenes cuyas edades oscilan entre 10 y 16 a 18 y 22 años de edad. Los integrantes de la MS-13, en sus raíces provienen de El Salvador (los auténticos salvadoreños/100% salvadoreños) y, el B-18 incluye también a hondureños, guatemaltecos y mexicanos, con características similares a las de los cholos.6 Por ejemplo, están ins­ critos en los procesos migratorios transnacionales, ya que se les encuentra en San Francisco, Nueva York y Washington, sin perder la liga con las clicas de sus países de origen. En este tenor y recurriendo a la hipótesis teórica de José Manuel Valenzuela (2003), en el entendido de que los cholos mexicanos son los que les dan el rostro y configuran de sentido a los homies del B-18, podemos afirmar que a la Mara Salvatrucha también y, por extensión, incor­ pora los rasgos identitarios de esas clicas. Podemos mirar tales rasgos a través de las formas de organiza­ ción tipo clica o gang, en la escenificación de la batalla urbana por la disputa del territorio o del lugar social, en los ritos de iniciación, en los códigos y reglas de honor, en la significación del cuerpo a través de sus tatuajes, en la reivindicación de la raza y de la nacio­ nalidad y en la administración del poder y del miedo. Es decir, los jóvenes salvadoreños (centroamericanos), al llegar a Los Ángeles, California, se percatan de que la manera de sobrevivir en un país ajeno es agrupándose como lo han hecho los jóvenes me­ xicanos y otras minorías étnicas, al menos desde 1939 y hasta la fecha. 6 Los cholos o cholillos son jóvenes mexicanos de cultura transfronteriza que llegaron a Los Ángeles, California, a finales de la década de los treinta y se conforman en bandas juveniles como una manera de resistir política y socialmente a la exclusión y a la discriminación racial.

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En cuanto a sus prácticas sociales y expresiones culturales, también usan el cuerpo para comunicarse e identificarse como clica o gang. Sus tatuajes7 se asemejan a los de los cholos, escuchan música tipo heavy metal o hip-hop, grafitean y plaquean en las pa­ redes de las ciudades como una forma de apropiación simbólica del lugar, construyen mecanismos de ritualización al ingresar al grupo (por lo común, 13 segundos de golpes por parte de la mara, o 18 en lo que atañe al B-18, una práctica muy similar a la de los cholos) y emplean una forma particular de hablar: el caló. Tanto la adscripción de los cholos, como el B-18 y la MS-13, son agregamientos de jóvenes citadinos, los cuales tienen mucha importancia para una construcción identitaria que tiene sus propios estilos de vida muy bien definidos. Funcionan como grupos de pertenencia y de referencia cohesionados y con lazos afectivos muy fuertes, tanto que la negación del barrio y de la placa se considera una traición que se paga con la vida. Ambos agrupamientos (B-18/MS-13) han construido su matriz de sentido desde que son niños, jóvenes y adultos jóvenes, organizados y constituidos como conglomerados de reivindicaciones sociales, culturales y raciales-étnicas ante los otros distintos a ellos en su vivencia nacional/transnacional (Kearney, 1995) y ante su experiencia de ser migrantes extranjeros (Courtney, 2006), re­gularmente indeseables y discriminados en el país de llegada. Agruparse y reconocerse como jóvenes latinos, centroamericanos (hondureños, guatemaltecos o salvadoreños), une y es un so­porte cotidiano, máxime cuando lo que más les desgasta emocionalmente es verse y sentirse alejados de la patria, de la tierra de ori­ ­gen, de la familia, de los hijos e hijas y de los amigos. Se trata de iden­ti­­dades urbanas de la nostalgia y de la tristeza que transitan en los distintos espacios de las ciudades, con el deseo de tener cabida en algún sitio y en algún espacio social, incluso en términos simbólicos. Podemos decir que las pandillas transnacionales y la violencia urbana (Pirker, 2004) dibujan parte de la vida cotidiana de las ciu­ dades, las colonias y los barrios de las comunidades más pobres y 7 Aunque esto ha variado con respecto a los integrantes del B-18 y de la MS-13 de la tercera generación, más adelante se explicará a detalle tal idea.

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desfavorecidas en las que habitan estos agrupamientos (cholos/ B-18/MS-13). Además, se construyen lógicas diferentes y muy particulares respecto a los tiempos sociales en los que transcurre la existencia, la particular administración del territorio, del miedo social, del poder y de la puesta en escena de las corporalidades.8 En este sentido, ser pandillero (hombre o mujer), de cualquier adscripción, es una forma de vida a partir de la cual la violencia se va gestionando, administrando y regulando. Es por ello que, a de­ cir de Carlos Mario Perea (2004), los integrantes de estos agrupamientos hablan de la marginación (Germani, 1980) y evidencian la crisis social y cultural en la que vive una gran parte de jóvenes, en este caso, en México y en Centroamérica —y América Latina—, marcados por los procesos de exclusión social. Las situaciones de violencia en las que una parte de esos chicos son sujetos de ella, es decir, la ejercen, impactan en los es­ tados de ánimo y en las afectividades colectivas, ya que generan bastante tensión, molestia y odio social que favorece a las posturas más conservadoras de países como Honduras, Guatemala y El Salvador. En tal contexto, tales países dan espacio y protagonismo a las iniciativas de cero tolerancia, a los planes de mano dura, a las propuestas sobre la reducción de la edad penal, a los grupos de autodefensa ciudadana o a la policía comunitaria, que violan los más elementales derechos humanos de estos jóvenes y que, en su acción, se convierten en sujetos de violencia. El lugar social como protagonistas de las violencias —cuando se involucran—, aunado a una participación irresponsable de los mass media en la mayoría de los casos, ha favorecido el surgimien­ to de ciertas representaciones estigmatizadas en las que se les ha señalado como los únicos causantes y responsables de la violencia urbana. Así, se ha creado una opinión pública dominante en contra de ellos y de ellas que, ante todo, ha intensificado los conflic8 El término de las corporalidades se desprende, en lo particular, de los estudios de género y del feminismo. Lo central es que los cuerpos son producidos, a través de las prácticas, las intervenciones y los usos (utilizando una variedad de tecnologías para su modificación), los cuales devienen en cuerpos de la desnudez, la pornografía, los tatuajes, las per­ foraciones, la cosmética, la belleza y lo transgénero, entre otros. Los lec­ tores interesados pueden consultar el texto de Muñiz (2010).

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tos sociales, ya que no aporta absolutamente nada para atender los problemas asociados. Es por ello que coincidimos con Elena Azao­ la (2004:9) cuando afirma que: “[...] los jóvenes no son los únicos, y muchas veces ni siquiera los principales responsables de la violencia en nuestros países”.

LAS GRAMÁTICAS: LO SIMBÓLICO Es importante señalar la dimensión simbólica de las violencias en las disputas por el poder —lo político— (Swartz, Turner y Tuden, 1994) y los mecanismos —los accesorios culturales— a partir de los cuales se muestran y entran en la disputa de sentido y de significación. En este tipo de agrupamientos, tal disputa se elabora en contraposición de los otros mediante el diseño de las estéticas cor­ porales, dramatizadas y puestas en escena en el espacio público de la calle y del barrio. Georges Balandier (1994) se refiere a la teatrocracia como una manera de regular la vida cotidiana de los seres humanos en colec­ tividad. Atribuye un elemento teatral a cada una de las expresiones de la vida social, particularmente de aquellas en las que el poder cobra un lugar relevante. Retomamos esta idea y la ampliamos en términos de que, en tal ejercicio, se da al mismo tiempo una producción de imágenes y un despliegue de símbolos ordenados en un sistema ritualizado. Por consiguiente, y agregando lo que pro­pone Cohen (1979) en relación con lo simbólico, el ritual y el poder, destacamos que en el despliegue de las violencias es viable mirar lo simbólico como artificio, es decir, los símbolos serían el vehículo a partir del cual se manifiestan las relaciones asimétricas de poder. Como parte de estos símbolos estarían las marcas en la piel y sus inscripciones, es decir, las iconografías de los tatuajes en el territorio y en el espacio del cuerpo. Si establecemos una relación entre las propuestas de Balandier (1994) y Cohen (1979), podríamos pensar que la escenificación de la violencia en los espacios urbanos y en las cárceles, entre la MS-13 y el Barrio-18 —independientemente de la cárcel de que se trate— está vinculada, entre otros elementos, con la disputa del poder. Su vertiente simbólica estriba en obtener prestigio social,

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ser respetados (no sólo por las clicas rivales, sino en extensión, ya que implica a la comunidad en la que viven), incluso mediante la administración del miedo y el pánico social que generan con sus acciones y la singular dramatización de sus corporalidades, que delinean la especificidad de las relaciones intersubjetivas. Las acciones podrían ser ubicadas en las coordenadas, por ejemplo, de las formas de matar, que tienen la lógica de ser más sanguinarios que sus rivales en los circuitos de las venganzas, como una for­ ma de demostrar poder. En lo que atañe a la puesta en escena de sus corporalidades, los tatuajes en el rostro son una manera de im­ presionar y de causar un impacto de temor en los otros. Tales situaciones se estructuran a partir de la centralidad del cuerpo y a través de una serie de ritualizaciones “fuertes” (¿violentas?) como las de paso o de iniciación, llamadas la brincada. Expli­ co: para entrar al agrupamiento y dependiendo de la clica, el nuevo integrante, por lo común, tiene que soportar varios segundos de golpes que le propinan sus compañeros/homies. Esta represen­ tación se hace ante los demás y en el espacio público del barrio que usan y que tienen apropiado; su valor simbólico estriba en de­­ mostrar la valentía del nuevo miembro —hombre o mujer—, en el entendido de que, así como resista los golpes, será confiable para defender al grupo y al barrio en aquellas situaciones que se requie­ ran. Es también una clara muestra de cómo funcionan las estrate­gias de la masculinidad en el interior de estas adscripciones identitarias: ser machín, valiente, arrojado, temerario, o entrón (Bour­dieu, 2000; Serra­no, 2005). En sus orígenes, y como matriz de significación, la estética corporal ocupa un sitio clave, ya que ahí se nuclean aspectos iden­ tificatorios con la pandilla y con la mara, que dan cuenta de los procesos de construcción de un lugar social tanto hacia el interior como al exterior del agrupamiento. Quizás el elemento más fuerte en cuanto a su carga simbólica sea la alteración y la decoración de los cuerpos a través de los tatuajes y, en particular, según el sitio en el que estén ubicados en la geografía de los cuerpos. Generalmente, lo que está inscrito en la piel es el nombre de la clica o de la gang a la que se pertenece, lo cual reafirma una es­ pecie de identidad grupal que ayuda también a ser reconocido por los otros y a difundir temor. Aunque al mismo tiempo, y por los

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ambientes y las atmósferas de violencia configuradas a partir de las políticas de cero tolerancia, las marcas en el cuerpo son un descriptor para ser ubicado y, por consiguiente, detenido o incluso eliminado, ser sacado de las calles, bajado del avión. En estas lógicas de la adscripción identitaria, a partir del aná­ lisis de los tatuajes (y las cicatrices) que se rayan, o se pintan, es posible reconstruir las historias de vida, o la trayectoria social de un integrante de la MS-13 o de los homies del B-18. Además, inclu­ so se pueden seguir determinadas pistas del movimiento y de los desplazamientos que se han llevado a cabo en la construcción de la disputa por la creación de un espacio sociocultural. En el territorio de esos cuerpos se plasman las vivencias de ser pandillero o parte de la mara: los vínculos amorosos estableci­ dos con las chicas —las jainas— o con los chicos —los batos—, las creencias religiosas, las experiencias en la cárcel (cualesquiera que sean éstas), los actos y las situaciones de muerte, los nombres de los homboys caídos en la batalla urbana, los atentados contra ellos y los rasgos de las misiones realizadas. Es decir, la violencia como lugar, en estos agrupamientos, tiene un lugar de residencia: las corporalidades.9 Una parte de estos tatuajes son impresos en el espacio o terri­ torio del rostro, lo cual conlleva, además de una medida extrema y radical, una forma de interpelar (violentar) la mirada del otro o los otros que miran. Marca también una diferencia social y cultural, además de que ayuda a legitimarse dentro de la grupalidad o de la clica. Mientras tanto, desde su valor simbólico habla de una jerarquía alta, además de que se demuestra arrojo y se instala en el lugar social de lo temerario. Miriam, del Barrio-18,10 estuvo privada de la libertad durante tres años y tres meses. Hoy, alejada del grupo, tiene 22 años de edad y dos hijos, una bebé de seis meses y un varón de seis años, vive 9 ¿Por qué el cuerpo? Considero que funciona como una especie de continente/de contención, ante aquellos sucesos en el nivel de lo psíqui­co y de lo social, donde el discurso o la palabra no alcanzan a simbolizar esos acontecimientos, por lo que el cuerpo-la carne es el último reducto/ la última barrera, antes —quizá—, del colapso total. 10 Entrevista realizada en las instalaciones de la clínica asistencial Padre Octavio Ortiz para borrarse los tatuajes, el 24 de noviembre de 2008, en El Salvador.

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con su madre y está en proceso de desidentificación de la clica y, por consiguiente, de irse quitando los tatuajes. Comenta lo si­ guiente: ¿Y cómo fue que aparecieron tus tatuajes?, platícame ¿cuál fue el primero y por qué te lo pusiste? Mi primer tatuaje fue uno que anda en la espalda […] para hacérmelo yo tenía que hacer una maldad, agarrar a un MS y, yo lo tramoyé. ¿Qué es eso? Lo apuñalé y después me hicieron el tatuaje de la espalda, decían que ya me lo había ganado […] por eso me hice el de la espalda, ése fue el primero. ¿Y lo mataste? Pues quizá […] porque los demás le siguieron dando, yo como tres nada más, con miedo va. Y dime ¿ése fue tu primer tatuaje que te ganaste? Sí, de hecho fue el primero. Y después ¿cómo aparecieron los demás? Bueno, los de la cara, sí le disparé a uno, ése sí creo que se mu­ rió y, éste me lo hicieron, fue ganado, me lo había ganado, me lo hicieron en la cara, ya no podía andar libre y he hecho muchas maldades de la cuales gracias a Dios ya me arrepentí. No podía dormir en paz y, así aparecieron los demás, haciendo cosas in­de­ bidas, peleando contra la MS, dándonos duro.

Aunque quizá los tatuajes en el rostro, por habérselos ganado en situaciones extremas, adquieren el valor de ser una apuesta sin retorno por el barrio —vivo por mi madre y muero por mi barrio—, ya que probablemente anuncia la adscripción consciente e instru­ mental a la muerte. Como lo refiere Marlon Carranza: Los tatuajes son la expresión simbólica de la incorporación pau­ latina, aunque definitiva a la pandilla. Pero al mismo tiempo es expresión de una transformación personal en la que se va asu­ miendo la muerte como probabilidad en su vida. Es interesante ver cómo los tatuajes van de un mayor ocultamiento a mayor visibilidad (2005:31).

Los tatuajes en el rostro, los que portan la Mara Salvatrucha (MS-13) o el Barrio-18, están anclados a una especie de satura-

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miento identitario o de fanatismo irreversible por la clica, es de­cir, a una sobrecarga afectiva por el barrio. Con ello, se sobreentiende que hay algo del sujeto (en su historia de vida, en su biografía) que lo condujo material y simbólicamente a incrustarse o encarnarse una adscripción identitaria como mara en la piel y al nivel de la mirada, en la cara. Las corporalidades se han representado y se pusieron abiertamente en escena en el espacio público de la calle, de la esquina, del barrio y de la comunidad, de una manera espectacular y ritualizada, configurada a partir de una gran diversidad de emblemas culturales que fueron incorporándose en la autoconstrucción de su afiliación identitaria. Las gestualidades a través de las señas con las manos (regularmente tirando barrio, el nombre de la clica a la que se pertenece), la manera de caminar (balanceándose), la mirada sostenida, el tipo de ropa que se usa (pantalones muy flojos o guangos, gorras deportivas, camisetas sin mangas), la forma de hablar y, en síntesis, una teatralidad, se llevan a cabo con la finalidad de ganar respeto e infundir miedo a los otros, tanto similares como diferentes a ellos y a ellas. El asunto del respeto es trascendente, ya que tiene que ver con el orgullo de ser de la MS-13 o del B-18, vehiculizado a través de todo ese andamiaje y de esos signos que se construyen del lado de la pertenencia como miembro de una pandilla o de la mara que regularmente es temida. Se trata de mostrar el poder de la presencia construida y representada al circular el espacio urbano, al andar la calle, a través de toda esta serie de signos, de símbolos y de artefactos culturales (Balandier, 1994; Cohen, 1979). Queda claro que uno de los aspectos fundacionales de toda afiliación identitaria es la construcción de una imagen social que pasa por la armazón de una facha y de un estilo que caracteriza al grupo de pertenencia. Esta situación implica el diseño, o mejor aún, el rediseño de la estética corporal y la incorporación de una serie de objetos culturales que precisamente van marcando la di­ ferencia con el otro o los otros contrapuestos a esas adscripciones de las que se trate. A su vez, la palabra, el lenguaje, el discurso o la manera particular de hablar y comunicarse entre sí y con los demás, se hace a través de ciertos códigos verbales y no verbales (corporales) que

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los otros sujetos que no los conozcan, o que no estén familiari­ zados con los circuitos de sentido y de significado, quedan de algu­na manera fuera. Es decir, excluidos de ese imaginario o de ese sistema de representación comunicativa. Probablemente esta puesta en escena de la corporalidad de estos pandilleros, simbólicamente dé cuenta de la necesidad de bús­ queda de reconocimiento social en una sociedad que regularmente tiende a discriminarlos. Una especie de recordatorio radical de que se está hablando y se están mostrando no solamente las dife­ rencias culturales, sino también las desigualdades sociales en las que están inmersos muchos de ellos y ellas como integrantes de la MS-13, Barrio-18, o cholo, donde los cuerpos son los vehículos y los transportadores de esas violencias sociales.

LOS DESCRIPTORES ESPACIALES: LAS VIOLENCIAS Y LAS CORPORALIDADES

Es innegable que las políticas de cero tolerancia con sus respectivos planes, impactaron en las dinámicas internas de estos agrupamientos y adquirieron otros ritmos y otras modalidades en su funcionamiento, en sus sentidos, en las normas y en las reglas que delinean sus acciones tanto dentro como al exterior del grupo. Sin embargo, hay una especie de inter-juego entre aquellas cuestiones que aún permanecen y otras que definitivamente han cam­ biado; dicho de otra manera, se suceden al mismo tiempo, aunque con marcajes sociales alternados y diferenciados (ídem para las clicas de El Salvador, Honduras y Guatemala). Una trayectoria actual es la considerable reducción numérica de los integrantes de las clicas, muy acorde con lo que sucede en las correspondientes adscripciones identitarias en los tres países, ya que han pasado de ser colectivos muy numerosos de 60, 120, o 200 afiliados, a convertirse en una especie de células o grupos pequeños de ocho, 12, 16 o 22 miembros. Ello implica que están más cohesionados hacia adentro y, por lo tanto, que son más fuer­ tes y funcionales respecto a las actividades que llevan a cabo en las lógicas de la paralegalidad, es decir, en registros y códigos que son paralelos a la “legalidad” instituida.

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De las explicaciones para entender la disminución en la mem­ bresía, hay varios relatos. En primer lugar, que una gran parte de ellos han sido asesinados; segundo, que otro tanto de ellos está privado de la libertad con condenas de 20 a 40 años y que difícilmente van a salir de la cárcel; tercero, la deserción de la pandilla o la mara, más que nada, por los integrantes de la primera y, en menor medida, de la segunda generación, lo que abiertamente tiene que ver con la desilusión. Actualmente los homies del Barrio-18 (B-18) y de la Mara Sal­ vatrucha (MS-13) están siendo orillados, dado esos climas y ambientes de violencia, a llevar a cabo determinados ajustes a sus estéticas y a sus estilos, que se traducen en cambios en la aparien­ cia y en la facha. Es por ello que están siguiendo la trayectoria de haber sido muy visibles, a tornarse prácticamente invisibles, en es­ pecial en los espacios públicos e incluso en la comunidad. Aunque todavía usen el transporte colectivo o caminen las calles, pueden pasar prácticamente desapercibidos por una estrategia política cla­ ramente definida. Quizá podríamos denominar a este mecanismo de gestión po­ lítica como una especie de camuflaje y de mimetismo social, que tendría la finalidad de proteger y, por consiguiente, de preservar la adscripción identitaria desde la lógica de la sobrevivencia cultural. Asimismo, adquiere la intención de ser un esfuerzo para no ser excluidos o discriminados por la sociedad o la comunidad, y tampoco ser ubicados, detectados y detenidos por los cuerpos de seguridad del Estado,11 o en los casos extremos, ser eliminados o ase­ sinados. A todo ello, se suma el hecho de que casi ya no se les ve en las esquinas. Las estéticas están mutando o desplazándose hacia 11 En El Salvador, el domingo 19 de septiembre de 2010, entró en vi­gor La Ley de Proscripción de Maras, Pandillas, Agrupaciones, Asociaciones y Organizaciones de Naturaleza Criminal. Los líderes —los palabreros— sólo por serlo y estar afiliados a la MS-13, al B-18, a la Mara Máquina o a la Mara Mao, serán condenados a diez años, y los demás integrantes a seis años de prisión. Lo grave es la criminalización de la adscripción identitaria, del diseño de la facha y de la estética corporal, ya que no es necesa­ rio cometer algún delito para ser detenido y encarcelado, sino con que se sea miembro basta (véanse los diarios nacionales, en particular La Jornada del martes 21 de septiembre de 2010).

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los modelos corporales más comunes o de mostrar una apariencia convencional, es decir, están dejando de raparse o de usar el pelo corto (ahora lo tienen más largo); ya casi no usan arracadas y perforaciones; las camisetas blancas, a cuadros, desfajados y los pantalones guangos y flojos, han sido cambiados por playeras, chamarras y sacos. Incluso la forma de caminar balanceándose rít­ micamente pasó a ser parte de la historia; los tatuajes ya no se portan en lugares tan visibles a las miradas de los otros;12 y está variando la forma de hablar, tanto en su tono como en las palabras que utilizan. Respecto a la inscripción identitaria marcada en la piel a tra­ vés de los tatuajes, y siendo uno de los emblemas culturales más potentes cargados de sentido y de significado para las clicas de la MS-13 y de los homies del B-18, están adquiriendo la cualidad de la discreción, la prudencia y la mesura. Así, siguen una trayectoria de lo público a lo privado en las lógicas de los territorios corporales, por lo que ya no se rayan en lugares de interpelación abierta al “otro o a los otros”, como lo hacen —o lo hacían— en la cara, los brazos, la cabeza, el cuello y las pantorrillas (en lo que respecta a la tercera generación). Las palabras y las iconografías marcadas en los distintos espacios del cuerpo de los militantes de las clicas servían a las fuer­ zas policiacas para identificarlos, apresarlos e incluso asesinarlos. Ahora, la mayoría de ellos ya no se marca con tatuajes y los pocos que lo hacen eligen sitios que sean menos visibles para las mi­ radas (públicas). Más aún, las imágenes pintadas en la piel están des­cargadas de cualquier simbología, es decir, des-simbolizadas o des-significadas. De este modo, ya no se tatúan los nombres de las clicas, ni las imágenes de las tumbas en memoria de sus homies caídos en las batallas callejeras urbanas, ni los números (18) y las letras (MS), que hacen evidente su adscripción identitaria. Un joven de 22 años, pandillero activo del Barrio-18 (B-18),13 se dedica a traficar carros, a asistir a reuniones en la iglesia, a jugar 12 Bajo las nuevas reglas y normatividades, existe la prohibición de ta­ tuarse para algunas clicas y, en todo caso, las iconografías no tienen que ser alusivas a las pandillas y tampoco en lugares visibles del cuerpo. 13 Entrevista realizada en una vecindad, en la cocina, en la zona de la Línea del Tren, ciudad de Guatemala, 18 de noviembre de 2008.

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futbol, a hacer grafitis para su clica y sobre lo que pasa en la vida cotidiana. Además, pinta autos, es papá de una niña pequeña y vi­ ve con su jaina, su pareja; ha sido baleado” por los escuadrones de limpieza social y por la policía por ser miembro del B-18: El tatuaje, ¿qué está pasando con el tatuaje? Ése ha sido un signo de identificación para la policía y los cuerpos de limpieza, identifican y entonces los eliminan, o los detienen y los golpean, ¿qué está haciendo ahorita la 18 en relación con eso? Ya no se están tatuando, ya no te puedes tatuar desde aquí, ya no te puedes tatuar aquí, ni la cara. O sea, la cara ya no te la puedes tatuar, ni los brazos, pero ¿sí en otras partes del cuerpo? No, ya no te están dejando tatuar, ya no dejan que te tatúes el barrio […] estás limpio, limpio […] Con que te vean algo de una clica, te están matando, te miran en el barrio, te están matando, en cambio, así te levantan la camisa, ¿no?, puedes decir que no sos nada. Ahora, por ejemplo […] los tatuajes que traes ¿te ponen en riesgo? Sí, porque por andar con mi familia, me pueden hasta matar. ¿Quién?, ¿quién te puede hacer daño? La policía o de la Mara. ¿Cómo le haces para protegerte si sabes que la policía puede detenerte, o la Mara te puede identificar?, ¿cómo le haces para protegerte? Me disfrazo, ando en mi moto, no me visto como cholo, ya no hablo como cholo, ya me visto más formal, ya dejo un personaje atrás, ahora una nueva diferencia, irreconocible más que todo.

En este sentido, si las iconografías identitarias ya no dan cuen­ ta de esas situaciones, a causa de que están prohibidas por la se­ guridad y la integridad física del propio agrupamiento, entonces lo que lo suple son los hechos, los actos y los comportamientos que se ponen en práctica. Éstos tienden a ser más inflexibles, extremos, peligrosos, difíciles y duros, es decir, ocurren en los márgenes y en los umbrales de lo ilegal o en la paralegalidad. Son identidades juveniles al límite (Valenzuela, Nateras y Reguillo, 2007). Uno de los acontecimientos recientes más novedosos, complejos y poco conocidos, está relacionado con los procesos psicosociales y los mecanismos instrumentales que están emergiendo en el hecho de que algunos integrantes del B-18 y de la MS-13,

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tanto hombres como mujeres, están quitándose los tatuajes. Es decir, está ocurriendo un ejercicio de destatuarse que implica la idea de la desidentificación —“desidentificadores del estigma” (Goffman, 1993). Los motivos son diversos y pueden concurrir varios al mismo tiempo, teniendo como eje y núcleo de significación las vivencias sociales, el particular, cohorte de su biografía individual y la violen­ cia reencarnada en sus corporalidades. Cualesquiera que sean las causas para destatuarse, lo que articula tal decisión y le da sentido es el hecho de que se hace a partir del deseo y la intención de reconstituir la adscripción identitaria desde diferentes sitios cul­ turales a fin de edificar otro lugar social que permita la construcción de un horizonte de presente y de futuro descentrado o alejado de las acciones de la mara o de la pandilla, para contrarrestar así la exclusión social (Saraví, 2004, 2009). Tal exclusión social se for­ ma de la discriminación de la propia familia o de la comunidad, así como del acoso y la persecución de la mara o de la pandilla rival, de los cuerpos policiacos y de las fuerzas de elite. El hecho que está emergiendo, y haciéndose cada vez más evi­ dente, es una suerte de desilusión respecto a la adscripción identitaria a la cual se habían afiliado. Esto da cuenta de que no han obtenido lo que esperaban al ser parte de dichos agrupamientos, en el aspecto material (lo económico), pero sobre todo en lo afec­ tivo y emocional (lo simbólico) —en particular para la segunda generación. Quizás esta situación se puede explicar provisoriamente a par­ tir de la veta de los núcleos de su representación social (Moscovici, 1979). Esto significa que lo que en el imaginario de cada uno de los integrantes, hombres y mujeres, se había construido respec­ to a lo que era la mara o la pandilla y al no coincidir con sus vivencias en la cotidianidad del agrupamiento, y más que nada a lo largo del tiempo social, se ha generado un estado de ánimo de desencanto que remite y se deposita en el cuerpo. Tal situación coloca al sujeto en la difícil decisión de desafiliarse o desagruparse de la clica, ya que se ha vaciado de sentido. En otras palabras, la gru­palidad ha sido descualificada. Lo que hemos visto hasta aquí da cuenta de que la desilusión y el desencanto generado por la adscripción identitaria corres-

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pondiente, como las afectividades que repercutirán en el rediseño corporal, se van gestando conforme transcurre la temporalidad de las vivencias y se centra fundamentalmente a partir de que los lazos de solidaridad, los vínculos de hermandad, el carnalismo, muy característicos de estas adscripciones (dar la vida por mi homie), se están debilitando (lo cual no quiere decir que se hayan perdido), y muestra que se sitúan en la ruta de su transformación, dada la urgencia de la sobrevivencia material. Entonces, uno de los valo­ res que está dominando y que van delineando las relaciones intersubjetivas, se basa en el dinero (los negocios, las ganancias) por sobre los otros valores inmateriales o simbólicos, lo que genera tensiones y conflictos en las dinámicas internas de estos agrupamientos. Una de las situaciones más delicadas y riesgosas que implica la práctica del destatuarse, y por consiguiente desidentificarse, tiene que ver con la deserción, es decir, con huir de la mara o de la pandilla. Esto implica, por lo general, cambiar de lugar de residencia para no ser encontrado, llevar una vida hasta cierto punto clandestina, adquirir las habilidades y las estrategias para tener más posibilidades de no ser identificado por los rivales, reconstruir la red de relaciones familiares y sociales —quizá para tener más posibilidades de conseguir trabajo o de subemplearse—, y hacer todo lo posible para incorporarse a la sociedad o a la nueva comu­ nidad en la que se esté viviendo. La deserción, por una parte, ante los códigos y las reglas vigentes de las clicas del B-18 y de la MS-13, se traduce como deslealtad y traición; por otra parte, quitarse los tatuajes que marcan esas adscripciones implica su negación o su contraposición. Éstas son prácticas que se pagan con la vida (sentencia de muerte), ya que a partir de ellos se duda de la discreción y se sospecha del desertor o desertora, ya que se tiene la seguridad de que va a cantar, a andar de soplón o soplona, o que va a dar información a los rivales, a la policía, e incluso se dejará entrevistar por reporteros, académicos e investigadores. De modo general, se considera que estas situaciones los ponen en riesgo y en condiciones muy vulnerables ante los otros. Implícitamente, estos aspectos de la deserción y de la desiden­ tificación (ligada a los tatuajes como marcajes y emblemas cultu-

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rales), en relación con la membresía, nos remite a la reflexión y a la discusión respecto al asunto de la temporalidad social en la pan­ dilla y en la mara. Se ha afirmado, incluso por ellos mismos, que nunca se deja de ser MS-13 o B-18. ¿Qué quiere decir esto? ¿A qué se refieren con dicha afirmación? Considero que una de las pistas para comprender la afirmación anterior la encontramos en el mecanismo de lo que se denomina brincarse —la afiliación—, que va acompañada de un ritual. Este suceso marca el inicio temporal de la membresía al grupo. Refle­ xionándolo a la inversa, el desbrincarse se convierte en un analizador, ya que remite al hecho de que se está intentando edificar otro lugar social en el interior de la pandilla, o de la mara, que no implica negar o perder la adscripción identitaria y no significa la finitud en las coordenadas del tiempo social que corresponda. Es decir que, así como para ingresar a la clica se lleva a cabo el ritual de iniciación llamado brincarse, de igual manera, en sentido contrario para tener el pase y ocupar otros lugares como mara o pandilla, en algunos casos se lleva a cabo el (des)ritual de la des­ brincada, que consiste en recibir un castigo o una golpiza definida por la clica (parecida a la del ingreso). Por lo regular, el pase se solicita y se otorga —la clica hace la rueda o el mitin para tomar una decisión— bajo las siguientes cir­ cunstancias: alegando el asunto de la maternidad o de la paterni­ dad, cuando alguien practica una conversión religiosa (cristiana), a partir de que ya se tiene una larga y respetable trayectoria y se ha sobrevivido a las violencias urbanas (Pirker, 2004), así como a las situaciones de muerte, ya sea porque pasó una larga temporada en prisión, porque ha estado en situaciones cercanas a la muer­ te o cerquita de ser asesinado —los veteranos. En cualquiera de estas circunstancias, remite a otro tiempo y lugar social que se empieza a construir, a ocupar y a ejercer en el interior de la adscripción identitaria (la cual no se pierde, simplemente muta y se mueve), siempre bajo la vigilancia de la clica correspondiente de que realmente se está llevando a cabo de una manera correcta y adecuada ese nuevo rol social. De no cumplirse, tiene lugar una sanción que por lo común no tiene concesiones. Estos pases sitúan al pandillero o a la mara en un tiempo y en un sitio pasivo, calado, no activo. Esto implica que no están comprome­

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tidos en el consumo de drogas y que se alejan de todas aquellas actividades o acciones de las violencias y las muertes. En este sentido, su temporalidad social como pandillero o de la mara, ad­ quiere un estatus de longevidad y de ser para siempre.

LAS VOCES: DE LA DERMIS DE LA CALLE AL ESPACIO DEL CUERPO Uno de los articuladores y analizadores culturales de las relaciones intersubjetivas más potentes con los que contamos a lo largo de la historia de la humanidad, es el consumo de sustancias psicotrópicas, el ejercicio de las violencias y las intervenciones de decoración y significación de los cuerpos. En las sociedades contemporáneas, una parte importante de la condición juvenil y de determinadas adscripciones identitarias, han usado sus cuerpos como territorio y espacio político; es decir, como lugares de expresión y de manifestación del malestar social, así como de interpelación abierta y sin concesiones al poder del Estado y a sus instituciones. La vía han sido los tatuajes, las perfo­ raciones, el branding, las escarificaciones u otro tipo de prácticas extremas (amputaciones o incrustación de metales y de piedras preciosas). En lo que atañe a las pintas o a los tatuajes que llevan consigo como galerías ambulantes, algunos jóvenes en general, y en particular aquellos de sectores sociales más desfavorecidos (morenos —no blancos—, habitantes de las zonas populares, con indicios de emblemas culturales de que pertenecen a alguna adscripción iden­ titaria en resistencia, o abiertamente de ser miembros de clicas del B-18 o de la MS-13), ante la mirada construida de las figuras del autoritarismo se activan los mecanismos del estigma social (Gof­ fman, 1993) contra todos estos actores, lo cual se traduce en acciones violentas en sus vidas cotidianas y en actos de discriminación concretos. En los espacios privados, como lo son los ambientes y las di­ ná­micas familiares, en un alto porcentaje se libra una batalla por la disputa de esos cuerpos intervenidos. Por una parte, entre los mun­dos adultos y, por la otra, en los mundos juveniles plagados de tensiones y de conflictos no resueltos. De igual manera, aunque

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desde otros lugares de sentido, en los territorios laborales (el tra­ bajo), no se admiten a todos aquellos que porten tatuajes y son mo­ ti­vo de despido cuando los patrones o gerentes de fábricas o de establecimientos comerciales se dan cuenta que alguien de sus empleados está pintado en su cuerpo o trae pintillas. En las coordenadas del espacio público, transitando la ciudad, caminando la calle o andando en bus, esos jóvenes decorados se exponen a las miradas acosadoras de la gente común y, lo más preocupante, a ser detenidos (invariablemente) por los cuerpos de seguridad del Estado. Cristián Alexis,14 un joven salvadoreño de 21 años de edad, quien está en proceso de quitarse los tatuajes que porta en el cuer­ po, es obrero en una fábrica de textiles (maquiladora). A los 14 años se decoró la piel por la presión social que ejerció su grupo de pares y nunca se imaginó los problemas que le traerían sus icono­ grafías con la sociedad, la familia, la policía y, mucho menos, para conseguir un mejor empleo. A continuación presentamos su relato al respecto: ¿Cuál fue la motivación que te llevó a hacerte, en su momento, el tatuaje? Prácticamente por el tipo de amistades […] el grupo […] andaban fregando […] la mayoría andaban tatuados […] por estar en el grupo. Y ¿algún grupo en especial de los que hay acá? No, no, así, íbamos a la disco, tomamos y, todo eso, nada más. Ya me platicabas un poco de que estás teniendo dificultades por tener tu tatuaje; ¿qué problemas fuertes has tenido de estar tatuado? […] fíjese que la vez pasada, mi tío me consiguió una entrevista para trabajar en TACAS […] pero […] por andar tatuado, me dije­ ron que gente así no aceptaban. Tu familia, cuando te tatuaste, ¿qué te dijo? ¿Cómo reaccionó? Eso fue lo más difícil, cuando mi familia se dio cuenta, fue cuando tuve problemas con todos ellos. Acuérdese que la familia siempre quiere lo mejor para uno, el padre, la madre, se enojaron, siempre está la discriminación de parte de la familia, también 14 Entrevista realizada el 24 de noviembre de 2008, en la clínica asistencial Padre Octavio Ortiz, barrio de Mexicanos, El Salvador.

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cuando uno se hace un tatuaje que no sea de pandillas, siempre le dicen a uno que ya parece marero. Platícame una de las experiencias más desagradables que hayas tenido por andar tatuado en la calle. Una vez con una novia que tuve andaba algo tomado, un policía me paró y me dijo que yo andaba haciendo desórdenes en la calle y me comenzó a registrar y cuando me vio tatuado me dijo que yo era pandillero y comenzó a golpearme y sinceramente no soy pandillero, pero para la sociedad, la gente que anda ta­ tuada la discriminan y todo porque me dijo que yo era pandi­ llero y no era tatuaje de pandillas, ni nada, y aun así, me golpeó.

En los casos más extremos e inaceptables, desde cualquier punto de vista o posicionamiento político, las iconografías que dan cuenta de la membresía a la MS-13 o al B-18 han sido un signo que activa la violencia o un motivo para eliminar, asesinar o deshacer­ se de integrantes de estas adscripciones identitarias. Tales he­chos han sido ampliamente documentados por un grupo de académicos, organizaciones de la sociedad civil y familiares. Hay un desplazamiento iconográfico de los signos de la identificación del barrio de los homies del B-18 y de la Mara Salvatrucha (MS-13) que sigue la trayectoria plástica de la epidermis de la calle, de los muros, de las paredes (los placasos/las escrituras de las clicas a las que se está adscrito), hacia los distintos lugares y espacios de las corporalidades a través de los tatuajes. Podríamos considerar que este acontecimiento es una puesta en la escena sociocultural de una forma de refundación o de resignificación de los cuerpos en aras de la adscripción identitaria que se está empezando a construir. Esto se debe a que es común que en lo posterior se siga plasmando una serie de imágenes y de frases alu­sivas, en una especie de performatividad o performance (Butler, 2002), especialmente para la tercera generación. Así como en ciertas paredes y muros de las calles, los barrios y las comunidades, aparecen los placasos de ambas adscripciones identitarias —tanto del Barrio-18 (B-18) como de la Mara Salvatrucha (MS-13)—, de igual manera se van plasmando poco a poco, en sus respectivos cuerpos, bajo diferentes modalidades o for­ matos visuales (para el B-18: 18, XVIII, EIGHTEEN, XV3, 666 —la menos usada o conocida de las pintas—, y para la MS-13: MS, EMES, salvatrucha, mara salvatrucha, 13).

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En estos desplazamientos iconográficos de la epidermis de las paredes y de los muros hacia la piel de los cuerpos, tiene lugar una puesta en escena de las adscripciones, un performance a través de su representación comunicativa al hacer ciertos movimientos y señas con el cuerpo, sobre todo con las manos. Ello implica tirar barrio, es decir, es un código cerrado y muy difícil de entender si no se es parte de la pandilla o de la mara, un mecanismo visual de autorreconocimiento y reivindicación, hacia adentro y hacia afuera de la grupalidad, de identificación ante enemigos y rivales. En el caso del territorio y de lo visual del espacio de la corpo­ ralidad, la violencia se activa, por una parte, en el registro de la palabra; es decir, si alguien ronda por ahí, o pasa por ese lugar, se le pregunta, de qué barrio y si al tirar barrio —las particularidades gestuales que hagan con sus cuerpos y sus manos— no son de la adscripción identitaria del sitio, es golpeado o tramoyado (apuñala­ do). Por la otra, se da a través de la mirada, observando los posibles tatuajes que se porten y que delaten la pertenencia y la membresía, ya sea al B-18 o a la MS-13. En esta misma matriz de significación, si algún miembro o integrante de estas adscripciones identitarias borra o despinta los placasos de la clica a la cual pertenece, plasmados en las paredes y en los muros, o que se destatúe o se borre los tatuajes correspondientes, niega su membresía. Este hecho es interpretado como una traición o deslealtad, por lo que se aplica una sanción que regularmente implica dar la vida o dar luz verde (sentencia de muerte). En estos cuerpos, a partir de la heterogeneidad de las vivencias y de la diversidad de las acciones que se vayan teniendo des­de el lugar de ser integrantes, es como van apareciendo las sucesivas inscripciones y marcajes en la piel, es decir, se van construyendo las historias individuales y las trayectorias sociales dentro de la clica que corresponda. A partir de aquí, van emergiendo en secuen­ cia de tiempo, una serie de imágenes y de tatuajes (sombreados y, por lo común, en blanco y negro) que van encaminados a ir delineando la longevidad social de la pertenencia a la grupalidad a que haya lugar (en particular para la segunda y la tercera gene­ ración). Si a la piel de estos cuerpos les edificamos y les aplicamos la metáfora (Lakoff y Johnson, 2001) de los pergaminos o de los lien­

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zos, entonces adquieren un valor hermenéutico en tanto que se les puede interpretar, ya que las iconografías —los tatuajes— y las escrituras encarnadas dan cuenta y hablan de ciertos momentos de las historias sociales de vida del pandillero(a), en una forma de trozos de historias de vida, su curriculum vitae plasmado en imágenes, dibujos y escrituras. Las inscripciones y las intervenciones de los cuerpos a través de la escritura (tatuajes) también hablan de la cohorte generacional a la que se pertenece y del lugar social que se ocupa en el in­te­ rior de la adscripción identitaria. Por ejemplo, los homies que más ta­tuajes tienen en sus cuerpos (llenos los brazos, la espalda, el pe­­cho, el cuello e incluso en la cara y en la cabeza), por lo común son los de la primera generación (terminando los 30 y rebasando los 40 años de edad), quienes ocupan el lugar de palabreros (líderes). La mayoría de ellos están privados de la libertad, purgando penas de 25 o más de 30 años y que difícilmente van a obtener la libertad. Por el contrario, los de la tercera generación, los más bi­ chitos, de 10 a 16 años, por lo regular portan, hasta hoy, uno o dos tatuajes que aluden a su indeclinable adscripción identitaria (18/ eighteen) o (Salvatrucha/13) en un lugar del cuerpo poco ex­puesto a la mirada de los otros (el pecho o la espalda). Su lugar social es el de soldados. En sí, podríamos afirmar que las inscripciones y los tatuajes que se plasman en los cuerpos de estos jóvenes, hombres y mujeres, son relatos plásticos y fehacientes de las diversas vicisitudes que van dando visibilidad a la existencia de andar caminando la calle, de las creencias y de la fe religiosa (con imágenes de Cristo o de la Virgen de Guadalupe), de las emociones y de las afectivi­ da­des hacia las personas cercanas (con nombres de las madres, de sus hijos e hijas, parejas, esposas, hermanas), del paso por los es­ pa­cios del encierro (con fechas y nombres de las cárceles en las que estuvieron detenidos), los apodos de los homies caídos o ase­ sinados y las lá­pidas con sus respectivas cruces (ésta es una for­ ma de recordar los enfrentamientos con los rivales, tanto la policía como la clica). Aparecen también los tatuajes que simplemente se hacen para decorar y adornar o hacer lucir los cuerpos, y los del alucine, por lo regular hojas de mariguana y botellas de alcohol.

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DESPLAZAMIENTOS DE LAS VIOLENCIAS: LA CALLE, EL ESTADIO, EL ENCIERRO

Los climas de violencia tienen plasticidad y movimiento, ya que transitan del espacio público de la calle hacia otros sitios sociales. Por ejemplo, en los recintos educativos, en forma de tensión y con­ flicto generacional (Mead, 2002), con otras tesituras y tonos, escenificados por el autoritarismo y la falta de comprensión de los mundos adultos respecto a las acciones sociales y expresiones culturales de la mayoría de sus alumnos, es decir, de estudiantes jóvenes. Otra trayectoria emergente de las violencias sociales es la que se está escenificando de la calle hacia los estadios de futbol, median­te las reconfiguraciones de las grupalidades denominadas como las barras bravas. Algunos ejemplos son La Ultra Fiel, Los Re­vo­lu­ cionarios y La Mega Barra, pertenecientes a los equipos más populares de Honduras, el Olimpia, Matagua y Real Espa­ña, res­ pectivamente. Desde las historias orales que circulan se ha comentado insistentemente que algunas clicas del B-18 y de la MS-13 tienden a camuflarse en estas adscripciones y protagonizan en los estadios grandes peleas, o más aún, refieren que han mutado hacia estos agrupamientos conformados mayoritariamente por jóvenes. Otra trayectoria de las violencias y de las muertes, quizá la más cruenta, es la que se desplaza del espacio público de la calle hacia los territorios del encierro (las cárceles), en tanto que ahí au­menta la represión, la fragilidad de la vida y la precariedad de las corporalidades tanto en el nivel material (condiciones de existencia) como en el simbólico (tristeza/depresión/desesperanza). Hay una conexión de los imaginarios colectivos del afuera de la calle en relación con las representaciones sociales que se edifican en el adentro del encierro. Tal conexión tiene matices particu­ lares que dependen de la cárcel que se trate y que influyen en las formas de discriminación por diferencias culturales, en el miedo a la heterogeneidad de las y los jóvenes, y en el odio identitario hacia los integrantes del B-18 y de la MS-13. Esto, decididamente está influyendo en la cualidad de las relaciones intersubjetivas que se establecen entre los diversos actores que están privados de la

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libertad y de los lugares que se destinan explícitamente para unos y otros. De este modo, la adscripción construye el lugar y éste es habitado por una tonalidad específica de la violencia e incluso de ser cuerpos. Respecto a los espacios de los confinamientos, además de que los internos están separados entre sí, por una parte se ubican las pandillas y los maras de los demás reos, y por la otra, entre las clicas de ambas adscripciones. Incluso existen módulos especiales para pandilleros del B-18, denominados en general La Maquila, y cárceles individuales nombradas cubículos escorpión, de 4 x 4 metros, sin sanitario, donde sólo pueden sacar la cabeza y pasarles alimentos. Además, dada la afiliación y la adscripción, son discriminados en los servicios de salud del penal, especialmente maltratados por los custodios y castigados deliberada y emocionalmente para que no puedan recibir a sus visitas aun cuando les corresponde por de­ recho (su familia, esposa, pareja o jaina, o sus hijos/as). Tal si­tua­ ción va minando su estado de ánimo y, en algunos casos, el cuerpo es el receptáculo de las afectividades al extremo, por lo que apa­ recen los cortes (las charrascas) o amputaciones en las corporalidades.15 Los conflictos de muerte son reales cuando hay una adscripción a la pandilla del B-18, o a la MS-13 y, además, adquieren varias te­ situras e involucran a distintos actores del encierro. Al inicio, se posicionan contra los integrantes de la clica rival; colateralmente, con los peseteros, —quienes se han salido de ambas adscripciones identitarias—; por otro lado, están los paisas —civiles que no han pertenecido a ninguna de las clicas—; los reos comunes y las auto­ ridades carcelarias. En síntesis, se generan dificultades prácticamente con todos los actores que forman parte del encierro en las prisiones. Estos microescenarios han abonado a la reconfiguración y a la consolidación de una dinámica de la cultura pandilleril fuerte 15 Hay algo en la espacialidad del encierro y de las prisiones —las cár­ celes— (la dureza, el aislamiento, la soledad, la protesta), en formatos de violencia (autoinfligida) donde los cuerpos, decíamos, son el último reduc­to antes del derrumbe definitivo. Asimismo, las cicatrices son un símbolo de valentía, de aguante, por lo que ayuda en la construcción del

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y muy cohesionada hacia el interior del grupo correspondiente, y al mismo tiempo, a la generación de altas dosis de desconfianza de los pandilleros y de la mara hacia los demás. Por lo tanto, la mayoría que compone a los otros, a los de afuera de la adscripción identitaria, son imaginados y considerados como sus potenciales enemigos y rivales. Esto conduce al despliegue de una serie de estrategias en la gestión del autocuidado, marcadas por la discreción que implica que sean los palabreros (los que llevan la palabra del grupo) quienes administran la información y los que en última instancia toman las decisiones más delicadas. En estos contextos se tiene la certeza de que sus caminos de la vida social, en ge­ neral, son la sobrevivencia de la identidad o la muerte. En esta rearticulación del adentro de la cárcel hacia el afuera de la calle, algunas decisiones para llevar a cabo el ejercicio de las violencias y los ajustes de cuentas a través de la venganza (EvansPritchard, 1977) contra los rivales, o de realizar determinadas ac­ ciones que sirvan de ejemplo a los propios integrantes de las clicas, tienden a decidirse adentro para efectuarse afuera. En este caso concreto, ocurre en aquellas situaciones en las que se deserta de la pandilla o de la mara sin haber obtenido el pase, ya que se lee como traición y, por lo tanto, se paga con la vida. Los casos paradigmáticos de las violencias y de las muertes en determinados espacios del encierro, han sido los relacionados con las masacres, que en lo que atañe específicamente a Hon­ duras adquirieron tonos de barbarie inusitada, de una crueldad burda y absurda donde el Estado, por negligencia y omisión, ha sido abiertamente responsable. Los eventos registrados en La CeIBA, El Porvenir y los de San Pedro Sula, son los que mejor dan cuenta de esta situación y han causado un gran dolor social, en especial para los familiares, amigos y conocidos cercanos. Además, se tiene la sospecha fundada en evidencias y sustentada en testimonios reconstruidos de diferentes actores e incluso de ciertos protagonistas, de que se cometieron asesinatos con premeditación, ale­ prestigio y del respeto ante los otros similares (véase Payá, 2006). Esta matriz de sentido y de significación es muy parecida y se encuentra en algunos agrupamientos juveniles como los emos (véase Nateras, 2010), o en la condición juvenil y adolescente (Le Breton, 2010).

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vo­sía y ventaja contra un sinnúmero de integrantes del Barrio-18 (B-18) y de la Mara Salvatrucha (MS-13).

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ENTRE “TRABAJADORES” Y “BANDIDOS”: CUATRO DÉCADAS DE DESPLAZAMIENTOS DEL CONFLICTO URBANO EN LOS MÁRGENES URBANOS DE BRASIL (1970-2010)*

Gabriel de Santis Feltran** INTRODUCCIÓN Este ensayo presenta una línea de transformaciones, en cuatro décadas (1970-2010), del proyecto de vida de los “trabajadores”1 bra­ sileños que colonizaron los territorios urbanos periféricos, fun­dien­ do el deseo obrero de ascenso social y la apuesta de movimien­tos sociales urbanos por la expansión de la ciudadanía. Al analizar el recorrido de tensiones y los condicionantes locales y transnacionales de ese proyecto en las últimas décadas, argumento que el estatuto del conflicto social y político que emerge en los suburbios urbanos se desplazó en Brasil. Si en la década de 1980 dicho conflicto pudo orientarse, desde una perspectiva de “integración” de las capas “trabajadoras”, por la apuesta por la contrapartida social del trabajo asalariado, ahora —en nuevo contexto internacional y lo­ cal— se trata sobre todo de gestionar las fronteras entre suburbios y derecho —de forma compartida entre Estado, policías y “mundo del crimen”— por el énfasis sistemático en las representaciones * Este capítulo se desarrolló a partir de Feltran (2011a), publicado en portugués. ** Universidad Federal de San Carlos y CEM, Brasil. El autor agrade­ ce a la FAPESP por su apoyo a esa investigación en el marco del progra­ma CEPID-CEM (proceso 2013/07616-7). 1 Utilizo comillas para demarcar las categorías de uso corriente en los suburbios de la ciudad, como “trabajador”, “mundo del crimen”, “bandido”, etc. Los nombres propios mencionados son ficticios.

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de la “violencia urbana”. El estudio de los recientes significados de las categorías “trabajador” y “bandido”, internos y externos a los su­ burbios de la ciudad, me ayuda en el argumento. La investigación de campo2 que subsidia el argumento de este artículo se inició hace más de una década. Desde 2002 hago investigaciones en la zona este de la ciudad de São Paulo y, en los últimos seis años, en algunos barrios del distrito de Sapopemba.3 Sin embargo, los temas estudiados cambiaron mucho durante ese tiempo. En resumen, el énfasis analítico en los “trabajadores” y sus movimientos sociales fue, poco a poco, dando lugar al estudio del “mundo del crimen” y sus acciones colectivas en los suburbios de la ciudad, especialmente el PCC (Primer Comando de la Capital, principal facción del “crimen” de São Paulo). Sin embargo, los te­ mas de fondo que me movieron por ese recorrido se mantuvieron prácticamente igual: me proponía comprender los sentidos políticos que se desprenden de los cambios en la dinámica social de los suburbios en las últimas décadas, relacionados con intensas transformaciones en las esferas del trabajo, la familia, la ciudad y el asociacionismo popular. Cambios que, en mi interpretación, ofrecen las condiciones para que emerja lo que se conoce como “violencia urbana” en São Paulo y, en cierta manera, en todo el mundo urbano de Brasil. Las nociones de política, derecho y ciuda­ danía fueron las operadoras centrales de mi análisis, sobre todo hasta que la noción de violencia se interpusiera entre ellas. Estas ca­tegorías, en conjunto, me permitieron elaborar la “cuestión de los suburbios” en el espacio entre los mundos social y político, es 2 Los procedimientos metodológicos utilizados en la investigación fueron: i) observación directa y participante de la rutina de individuos, familias, organizaciones sociales y estatales de los barrios, con la posterior anotación sistemática en cuadernos de campo; ii) entrevistas semiestruc­ turadas o abiertas a interlocutores previamente seleccionados, algunas veces grabadas en audio e integralmente transcritas; iii) largas charlas informales con innumerables interlocutores, diurnas y nocturnas, durante los periodos (intercalados) de permanencia en los barrios estudiados, y iv) recolección de documentos de interés formales e informales, sobre todo en el plano de las organizaciones locales. 3 Sapopemba es un distrito de origen obrero, ocupado a partir de los años 1960; hoy tiene más de 300 mil habitantes en un área totalmente urbanizada.

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de­cir, entre las formas de vida locales y su expresión como discurso público e institucional; entre los ámbitos cotidianos de fami­ lias y los modos de su figuración en el sentido común.4

ESCENARIOS DE TRANSFORMACIÓN En el estudio del asociacionismo y de los movimientos sociales de los suburbios de São Paulo, me apoyé en la literatura que identifica un nexo constitutivo entre cultura y política, captado y problematizado a partir del trabajo de campo5. Inmerso en esa perspectiva, mis territorios de investigación y sus actores políticos más evidentes —los movimientos populares urbanos— se construyeron con base en las teorías normativas; esos suburbios serían espacios de privación y resistencia, en especial cuando están contextualmente politizados por el ciclo ascendente de los movimientos de barrio, a partir del decenio de 1970. En la siguiente década, esos ac­tores también forjarían en los espacios públicos un locus de ex­ presión de los intereses de los más pobres de la ciudad, primero por sus acciones directas y luego en canales institucionalizados de relación entre sociedad civil y Estado.6 La representatividad de esos actores, que entonces quedaba fuera de cuestión en términos ana­ líticos, generaría mayor pluralismo en la escena política, y de ahí su impacto democratizador: ampliando la actividad política más allá de los marcos del Estado y de las instituciones formales, los ac­ 4 Para distinguir entre las esferas social y política, véase Arendt (2003, 2004). La distinción teórico-normativa de la autora inspira mi enfoque, aunque la subvierto aquí con la intención simmeliana de pensar no sobre las esferas que se distinguen, sino justamente sobre sus relaciones constitutivas. 5 Dagnino (1994) y la producción del Grupo de Estudios sobre la Construcción Democrática, agrupada en Dagnino (2002); Dagnino, Olve­ ra y Panfichi (2006); Dagnino y Tatagiba (2007). Tatagiba (2011) desarro­lla esa perspectiva enfocando dilemas contemporáneos de los movimientos sociales del centro y de los suburbios de São Paulo. 6 Vale recordar que los movimientos populares de los suburbios se asociaban también a los movimientos de las áreas centrales de la ciudad, que describen trayectorias distintas en las últimas décadas. Para conocer una mirada sobre las dinámicas de las movilizaciones en las áreas centrales, contemporáneamente, véase Kowarick (2011).

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tores colectivos de los suburbios traducirían la reivindicación de bienes sociales (pavimentación de calles, agua, luz, vivienda, etc.) en lucha por la universalización de derechos. De movimientos so­ ciales, por lo tanto, en contextos específicos, esos actores se traducirían en sujetos políticos (Sader, 1988; Paoli, 1995). En ese marco interpretativo, la noción de derecho se plantea­ba como categoría analítica y como apuesta política. De ahí la norma­ tividad intrínseca al análisis. Se presuponía en el mismo cuerpo conceptual, junto a los “líderes” de los movimientos, que con la transición de régimen político se abriría una posibilidad de inte­ gración de las clases trabajadoras a un proyecto de nación más democrático y por lo tanto menos desigual. Democracia y justicia social se confundían. El derecho se presentaba en el análisis de modo similar a las formas en las que se le figuraba como categoría estratégica de un proyecto de construcción democrática7. La tematización del derecho en esos términos me proporcionaba, sin que me diera cuenta, un aporte etnográfico, debido a que impedía, antes de nada, que los suburbios de la ciudad se leyeran desde la óptica de la exclusión o de la ausencia —de civilidad, de educación, de inteligencia, de formación, etc.—, pues los supuestos en el de­ re­cho verificaban que era justo allí, en aquellos suburbios, donde se había plasmado el proyecto político que se expandía mucho más allá de aquellos territorios. Las conexiones eran visibles —de las reuniones dentro de favelas (barrios de chabolas) a los movimientos, de allí a los partidos, elecciones, gobiernos y así sucesivamente. Con base en ese escenario casi de celebración de la virtud democrática de los suburbios urbanos, sin duda exagerado, la in­ vestigación etnográfica me condujo, en el transcurso de los últimos años, a temas entonces pensados como su opuesto normativo. Comencé a estudiar el “mundo del crimen”, la violencia y la emer­ gencia del PCC como instancia de “justicia” en esos mismos territo­ rios. Este recorrido temático, en un primer momento irreflexivo, me hizo considerar más recientemente la emergencia conjunta de modos de conflicto social y políticos distintos a los anteriores, irre­conciliables en los marcos universalistas de los derechos de la 7 Acerca la reivindicación de derechos como estrategia política, véase Dagnino (1994).

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ciudadanía. Pues mi trabajo no hizo más que seguir las pistas de las transformaciones de prácticas internas y discursos sobre los suburbios de la ciudad, que también abandonaron en la última década el énfasis descriptivo exclusivamente centrado en la figura del “trabajador”, integrable por el derecho y el mercado, para privilegiar a aquel más reciente de la violencia urbana y de la pro­ liferación de los “bandidos”, quienes idealmente se deben alejar de la convivencia social, pero al mismo tiempo contribuyen al “de­ sarrollo” mercantil. En esa nueva figuración dominante de territorio y poblaciones ya no se trataría de pautar los derechos de la ciudadanía y sus potenciales de extensión universal, sino de figurar públicamente la ruptura esencial entre “trabajadores” y “ban­didos”, que organiza la percepción de la fractura social contemporánea y solicita la gestión de sus fronteras. La “guerra a las drogas” y la guerra al crimen” no reprimen los mercados ilegales, sino a sujetos específicos: sus operadores pobres, identificados con la génesis del problema de la “violencia”. El esfuerzo de este texto es reflexionar sobre ese desplazamien­ to a partir de las transformaciones fundamentales de las dinámicas sociales y políticas de los suburbios de la ciudad de São Paulo, de alguna manera similares a los de varias otras metrópolis brasileñas. Si mi preocupación como investigador era vislumbrar de qué manera la emergencia de los movimientos políticos impactaba en la dinámica social de los suburbios e influía en la transformación de sus prácticas cotidianas, rumbo a un horizonte de democratización, ahora se trata de vislumbrar los reflejos sociales, de rumbos indeterminados, de la emergencia del “mundo del crimen” como otra instancia normativa en los mismos suburbios. En ese recorrido se fue evidenciando que el diagrama analíti­co del derecho y de la ciudadanía no se había pensado para aquellas transformaciones, no las preveía y, por lo tanto, no lograba explicarlas. Fue necesario modificarlo y, para ello, traté de partir de la descripción de los nuevos contextos de relación entre las esferas cotidianas de los barrios estudiados, sus acciones colectivas y sus figuraciones públicas, en sus conflictos constitutivos. Las distinciones marcadas entre “trabajadores” y “bandidos”, en diferentes situaciones y perspectivas, funcionan en este texto como objeto heurístico de la descripción y el análisis de esos conflictos.

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Parto del argumento de que los usos y significados del par de categorías “trabajador” y “bandido”, en el Brasil contemporáneo, son múltiples y se distinguen según la perspectiva o situación en que se formule la clasificación. Sin embargo, en el intento de demostrar el argumento, no parece ser productivo elegir una perspecti­ va entre otras (ellas son múltiples también en la investigación de campo) y disecarla; al contrario, me parece que es necesario colec­ cionar perspectivas del uso de esas categorías con el máximo rigor etnográfico para, a partir de ahí, organizar la reflexión sobre ellas y sus usos. La intención central de hacerlo aquí es, en primer lu­gar, señalar la fuerza semántica creciente, en las últimas décadas, que la oposición “trabajador”-“bandido” pasa a tener en los suburbios de la ciudad (y fuera de ellos); en segundo lugar, se trata de demos­trar empíricamente las distinciones de sentido que adquieren las ca­ tegorías al utilizarlas de un lado u otro de la frontera cognitiva, que aparta territorios y sujetos específicos de la legitimidad necesaria a los considerados dignos de reivindicar derechos. El desplazamiento del conflicto social en Brasil se puede notar, entonces, en las transformaciones vividas por ese par de categorías. Las categorías “trabajador” y “bandido” me instigan desde hace algún tiempo8 y, para tratar de ellas actualmente en São Paulo, quisiera comenzar por una caracterización del territorio que estudio en los últimos años y de las familias que allí viven. La ocu­ pación de dicho territorio tiene particularidades que me permiten abordar el recorrido de énfasis que sufrieron y sufren las categorías “trabajador” y “bandido” a lo largo de las últimas cuatro déca­ das. Estuve en Sapopemba por primera vez en 1999 y allí comencé a hacer una sistemática investigación a comienzos de 2005. Sa­ popemba es uno de los 96 distritos del municipio, ubicado en un cinturón que los urbanistas suelen llamar de “periferia consolida­ da” de la ciudad de São Paulo. El distrito está situado en la porción sur de la zona este de la ciudad y hace divisa con la región conoci­ da como ABC, conformada por los municipios de Santo André, São Bernardo y São Caetano. Desde los barrios donde hago mi investi­ 8 Trabajé sobre ellas, por ejemplo, en Feltran (2009, 2011b). Las relaciones entre ese mismo par de categorías ya las había formulado, hace 25 años, Zaluar (1985).

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gación se avista, por ejemplo, el polo petroquímico de Santo André, y los habitantes de Sapopemba se desplazan no al centro de São Paulo, sino al ABC si necesitan servicios con los que no cuentan en sus barrios. Se urbanizó toda la región de Sapopemba para servir de vivienda obrera, sobre todo a partir de los años 1960 y, más in­ tensamente, en los años 1970. Todos los distritos vecinos de la zona este de la ciudad tenían urbanización muy reducida hasta comienzos de la década de 1960. Las familias pasaban sus vacacio­ nes en fincas en el territorio de Sapopemba en aquel entonces, algo impensable hoy en día, cuando la urbanización del distrito ya está totalmente consolidada, con toda la infraestructura urbana fundamental instalada desde hace décadas (excepto en las favelas). La narrativa de ese periodo fundador de la urbanización de los barrios es conocida: “milagro económico”, crecimiento del empleo industrial, expectativa de contrapartida social del trabajo asalariado para los obreros y expansión de la frontera urbana, en un escenario de intensa inmigración interna y especulación inmobi­ liaria. La mancha urbana se expande de modo concéntrico, agre­ si­vamente. São Paulo es un ejemplo modélico de ese escenario. En el polo mejor establecido económicamente, llegaban al distrito muchas familias que ya vivían en São Paulo, incluso de origen inmigrante, que pagaban alquiler en regiones más centrales de la ciudad. Esas familias, de manera general, compraban un te­rreno un poco más alejado del centro porque pagaban menos y porque estaba cerca del ABC, donde trabajaban muchos de los pro­ veedores. En el cambio de década a los setenta, cuando era fácil conseguir trabajo y relativamente sencillo obtener un puesto en la industria, esos trabajadores también llamaban a sus parientes para vivir allí. Las fábricas estaban “contratando” a los trabajadores, ellos podrían ayudarse en la inmigración en el inicio de su vida y la familia mejoraría su nivel de vida. Sin embargo, entre quienes ocuparon el distrito había otros arreglos familiares de inmigrantes. Y en el polo peor ubicado en términos económicos, estaban los inmigrantes entonces recién llegados, de los estados del Noreste, de Minas Gerais y del norte de Paraná. Algunos de ellos lograban comprar una parcela, pero por lo general sus familias se instalaban en ocupaciones irregulares y en favelas. Todos construyeron sus casas con su propio trabajo, de forma más o menos precaria,

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en régimen de autoconstrucción. Familia y vecinos se ayudaban en momentos decisivos de la construcción.9 Las primeras parcelaciones de tierras comenzaron a recibir, entonces, a una población que, aunque era heterogénea, compartía algunas representaciones comunes de lo que sería la vida en São Paulo y, más importante, de lo que se podría esperar de ella. Aunque no todos eran obreros, casi todos querían serlo —la perspectiva de tener un trabajo estable era clave para la realización del proyecto de movilidad, y la industria no ofrecía esa perspectiva. Aunque no todos tenían un trabajo formal, todos querían que sus hijos lo tuvieran. Aunque no todos eran católicos practicantes, casi todos aceptaban como legítimas la teología católica y la moral del trabajo. El centro del cambio de vida estaba, por lo tanto, hin­ cado en un plan de movilidad ascendente de la familia, a largo plazo, muy adecuado a una teología y una figuración del trabajo —y del “trabajador”— como horizonte moral de casi toda esa población. Durham (1973, 1980, 2005) trata muy bien ese escenario en textos que se convirtieron en clásicos de los estudios de los subur­ bios de São Paulo: el proyecto de movilidad ascendente era un norte de estructuración familiar que, por la difusión de la promesa de contrapartida salarial, se convertía en representación colectiva dominante en los suburbios de São Paulo. El eje de la dinámica social de esos territorios era, por lo tanto, el trabajo. Por ello les venía tan bien, desde la perspectiva de esa población, el rótulo de trabajadores. El ser trabajador evitaba que esos recién llegados, en búsqueda de integración, se figuraran como vagos, marginales o bandidos. Alba Zaluar (1985) demuestra cómo siempre se pensó al “trabajador” en oposición al “bandido”; el par de relaciones mutuamente excluyentes es constitutivo de ambas categorías. Así era y sigue siendo, porque “trabajador” y “bandido” siempre fueron, en los suburbios de las ciudades, un par de posibilidades de subjetivación en tensión latente. 9 La extensa producción de Lúcio Kowarick es una referencia fundamental en la descripción y análisis de esas dinámicas urbanas, sobre todo en São Paulo. Los procesos en cuestión están en relieve, por ejemplo, en Kowarick (1993).

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La comunidad 10 estaba compuesta por trabajadores y, al no haber mucha garantía pública de seguridad para sus habitantes, estaba a cargo de esa misma comunidad trabajadora el minimizar la violencia en los lugares donde vivía. El “mundo del crimen” ya comenzaba a verse en esos mismos territorios, y como la figu­ ración era de que él era el “otro” diametral de los trabajadores, ellos mismos deberían expurgarlo. La misma “comunidad” —entiéndase aquí como grupos muy minoritarios de habitantes de los territo­ rios, en acción que se legitimaba entre las capas más significativas de ellos— organizaba formas de “justicia popular” conocidas en los años 1970 y 1980 en diversas metrópolis brasileñas: los lincha­ mientos y el pago a grupos de “justicieros” (o “pies de pato” [pés de pato], como se los conocía, sobre todo en la zona sur de la ciudad), que se encargaban de promover la “limpieza” del nombre público de esos barrios, asesinando sumariamente a quienes se les atribuía la categoría de “bandido”. La disposición de la violencia, organiza­ da por “trabajadores”, mantenía entonces la figura de los “bandi­dos” como opuesta a su “comunidad”. Dentro de la familia trabajadora, además de eso, la sucesión generacional era central para el proyecto de movilidad. Había una significativa expectativa por parte de los padres en cuanto al “futuro de los hijos”, era necesario que ellos estudiaran y valoraran el trabajo. La primera medida necesaria por parte de la educación, por lo tanto, era expurgar el riesgo de que se les tratara, confundie­ ra o incluso que se convirtieran en “bandidos”. Niños y adolescentes deberían trabajar y estudiar, dos antídotos entonces infalibles contra el ocio que engendra a vagos, ladrones y marginales. Estu­ diar, sobre todo, era la fórmula para lograr un buen trabajo. Los cur­sos del Senai (Servicio Nacional de Aprendizaje Industrial), por ejemplo, surgen dirigidos a esa población, y no es una casualidad que se valoren muchísimo en aquel contexto: realizarían la conti­ nuidad de la línea ascendente del proyecto familiar de “integración social” por medio del trabajo. El trabajo formal —los “de­rechos”— 10 El término “comunidad” contribuye a la conformación de una re­ presentación de unidad interna homogénea y se utiliza mucho en los suburbios, desde el contexto de ascenso de la teología de la liberación, en los años 1970 y 1980, época de las Comunidades Eclesiales de Base, hasta hoy.

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garantizaba la dignidad individual. Un adolescente que volvía a casa al final de la tarde vistiendo un mono, prototipo del obrero, era el orgullo de la familia. Ni la policía ni los “justicieros” se pre­ ocupaban por él. Tanto por la fuerza de esa figuración colectiva, en la que se funda, como por la bajísima expresividad pública de los intereses de esa población en el régimen autoritario, el proyecto obrero constituirá a actores políticos de representación ya en la segunda mitad de la década de 1970. ¿Qué son los movimientos sociales que surgieron en los suburbios de São Paulo en aquel periodo sino la manifestación pública, luego política, de ese proyecto de integración social? No fue una casualidad que los sindicatos surgieran como actores centrales de dichos movimientos; no fue una casualidad que la teología de la liberación se difundiera calificando el trabajo y la familia como algo que dignificaba a esa gente; no fue una ca­ sualidad que la figura pública de Lula —inmigrante proveniente de la región Noreste, obrero y habitante del suburbio— lograra tanta legitimidad popular. Lula, los sindicatos y los movimientos de base simbolizaban el ingreso de esa población al grupo de quienes podrían participar en el “nuevo” Brasil en construcción. El prin­ ci­pal actor político programático que surge de ese universo, tampo­ co por casualidad, se llama Partido dos Trabalhadores (Partido de los Trabajadores, PT). En São Paulo, a diferencia de lo que pasó en otras metrópolis brasileñas, el PT logró una marcada hegemonía entre los movimientos sociales de base. De ahí la fuerza de su expansión en el transcurso de la década de 1980, la elección de Luiza Erundina como alcaldesa en 1988 y la expresividad de su conexión con los movimientos sociales por lo menos hasta mediados de la década de 1990. En Sapopemba esa conexión fue fuerte hasta muy recientemente. El PT sería funcionalmente, según la perspectiva de esa “comunidad trabajadora”, el actor más legítimo para la representación de sus intereses en el espacio público. La perspectiva política formulada en torno a la dignidad del trabajo —y de los derechos a él asociados— ofrecía así un diagrama de inteligibilidad al proyecto de integración del trabajador de esos suburbios. Esa nueva inteligibilidad hizo que los movimientos populares pudieran, en aquel contexto, verse como actores políticos legítimos, a

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pe­sar de toda la tradición brasileña de deslegitimación pública de los pobres y del conflicto de clases, y fundar arenas públicas renovadas (Costa, 1997). De dichas arenas se irradiarían, según las expectativas populares del periodo, las promesas de integración social y democracia política que Brasil nutriría en las siguientes décadas.

ENTRE “TRABAJADORES” Y “BANDIDOS” Ahora es posible establecer un corte en ese escenario para contrastarlo con las configuraciones contemporáneas de la dinámica social en los suburbios de las grandes ciudades, no sólo las brasileñas. Al hacerlo se nota que todo eso cambió mucho. En 2010 el escenario social y político en cuestión es radicalmente diferente del que narré hasta aquí. Los 40 años que nos separan de 1970 fueron un periodo de transformaciones de intensidad fuera de lo común para quienes viven en los suburbios de la ciudad. Todos esos parámetros tejidos hasta aquí —trabajo, familia, religión, pro­ yecto de movilidad social, gestión de la violencia, relaciones con la política y con un proyecto de nación— siguieron siendo válidos, aunque se modificaron intensamente en términos de contenidos y relaciones internas. En el mundo laboral, la llamada reestructu­ ración productiva, que toda la sociología del trabajo estudia en los últimos 20 años, modificó a escala global el patio industrial, y con él las relaciones y los mercados laborales populares; Sapopemba, que fue muy marcada por la industrialización del ABC y por el sindicalismo, es el escenario donde se puede ver en detalle cómo las transformaciones en el mundo obrero impactan en las tra­ yectorias familiares. Había pleno empleo en el inicio de la década de 1970, 6% de desempleo en 1986, en la ciudad de São Paulo, y más de 20% en 2000. En la década de 1990, por lo tanto, la expansión del desempleo fue muy significativa y el mercado laboral mucho más exigente. Con la reestructuración transnacional de las plantas industriales, just-in-time, robots, producción bajo demanda, flexibilidad, en fin, con la “revolución toyotista”, se pasó a exigir que el obrero tuviera una cualificación mucho más intensa. Las familias obreras que estudié en Sapopemba en los últimos años tradu­

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cen de forma clara esas transformaciones. Al señor que apenas había cursado la “enseñanza primaria” y logrado tener un empleo industrial durante dos décadas lo despidieron a los 40 años de edad, a comienzos de la década de 1990; ya no volvió a las plantas, excepto para vender pinchos de carne asada a la salida de los tur­ nos. El hijo de aquel obrero, que como tantos otros estudió en el Senai, tampoco encontró trabajo en las plantas ensambladoras de la región; toda su trayectoria está hecha en el sector de servicios, externalizados, precarizados. La reestructuración del mundo obre­ ro, por lo tanto, ya sería un factor suficiente para explicar una serie de percances encontrados por las familias, instaladas en los suburbios de la ciudad entre los años 1970 y 1980, en su proyecto de movilidad de clase sostenido en la apuesta por el trabajo estable y sus contrapartidas sociales. Sin embargo, hubo muchas otras esferas de transformación igualmente decisivas para la comprensión de las dinámicas sociales de esos territorios y de sus rebatimientos políticos más visibles. La familia, que los trabajos fundadores de Eunice Durham (1973, 1980), Alba Zaluar (1985) y Teresa Caldeira (1984) estudiaron, que en la representación dominante se ayudaba mutuamente desde el proceso de inmigración, para después construir la vivienda de forma colaborativa —el tío, el primo y el cuñado ayudan­do a poner la losa, a construir un cuartito al fondo, la cuñada ayudando a cuidar a los niños, etc.—, se ve obligada, con el paso de las décadas en la ciudad, a modificar sus relaciones internas. Pues si antes, en el campo, la unidad productiva era doméstica y se con­ taban más los brazos que las bocas, la situación se invertía en épo­ ca de desempleo estructural. Si en la ciudad, en la década de 1970, todavía se conseguía empleo (o trabajo) para todos los miem­bros productivos, y de ahí se fundamentaba la ayuda mutua en una espiral positiva, con la crisis del empleo en las décadas de 1980 y 1990 y la reducción de las contrapartidas del trabajo asalariado a partir de la llamada “Reforma del Estado”, la familia extensa se convertía en aquella en la que dos personas trabajaban y sostenían a otras siete u ocho. Quienes trabajan, por lo tanto, son obliga­ dos a distribuir su salario entre toda la familia, lo que genera los más diversos conflictos: se debe revisar la división sexual del trabajo, la sensación de precariedad afecta la confianza en la movilidad as­

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cendente, los conflictos se intensifican. Esas dinámicas están muy presentes en mi investigación, se describen con regularidad en las narrativas de mis interlocutores en campo. Esas modalidades de conflicto familiar, con el transcurso de los años, producen una tendencia mayor a arreglos familiares más cercanos al nuclear, o al matrifocal, y más alejadas del arreglo extenso antes predominante en las representaciones de la familia popular. El joven adulto renuncia a vivir con sus padres, intenta sostenerse alquilando otro lugar para vivir, la presencia del agregado es menos frecuente, etc. El proceso es característico del entorno urbano, des­ de el principio marcado por una mayor escasez de recursos de su­ pervivencia y mayor presión por mantenimiento de estatus, pero fue acelerado en los suburbios de la ciudad por todos esos factores. En las familias obreras que estudié, la madre tuvo que salir a “tra­ bajar fuera de casa” cuando el proveedor perdió el empleo, a co­ mienzos de los años noventa; la hija mayor dejó de estudiar para cuidar a los hermanos, los hijos alternaron empleos inestables e incluso se acercaron en la juventud a los mercados ilícitos, que estaban en franca expansión en sus territorios de vivienda. No son pocas las historias de hijos, amigos y parientes asesinados en la década de 1990. Otros conflictos se presentan en esos casos, eviden­ temente. Dichas transformaciones producen desplazamientos, hay que resaltarlo, no sólo en el entorno familiar, sino también en las dinámicas sociales en su conjunto: desde el plano más privado de la organización de las vidas hasta los modos de conformación de los discursos públicos y de las acciones políticas. La inmigración, que caracterizaba a la población de los subur­ bios de la ciudad, conformando una especie de población de me­ diación entre lo rural y lo urbano, se redujo progresivamente en la década de 1990 y se estancó en los años 2000. Los nacidos en los suburbios de las ciudades en las últimas décadas son paulistanos, pero no cualesquiera paulistanos; son individuos que nacieron y crecieron en el suburbio. Cuando inicié una investigación más sis­ temática sobre la generación de los niños nacidos en la década de 1990, y que hoy son adolescentes, el mundo del inmigrante que venía a trabajar a São Paulo ya estaba muy distante de ellos, ajeno a sus significados. Los niños con quienes converso en la investigación de campo son del Jardim Elba, son del Parque Santa Mada­

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lena, del Planalto, ellos son “del suburbio”, tienen sus territorios de vivienda inscritos en sus modos de vestirse, conversar y también en los contenidos que enuncian. Las marcas del suburbio también están en sus cuerpos: técnicas corporales, tatuajes, aretes, piercings y accesorios componen una estética propia. Si el proyecto de movilidad permanece como telón de fondo, al que se recurre en discursos dirigidos al exterior, entre ellos más que nunca el lugar es aquí y el tiempo es hoy. Esas transformaciones rebotan, entonces, en el complejo de las moralidades en disputa en los territorios, que organiza los pará­me­ tros de distribución de la legitimidad de los sujetos. En el plano religioso, la población de los suburbios que se declaraba casi inte­ gralmente católica transita significativamente, en las últimas déca­ das, hacia el pentecostalismo. La expansión pentecostal sugiere relación con la crisis del proyecto obrero, de ascenso social paulatino y a lo largo de generaciones. Si ahora el tiempo es más corto, se debe buscar la prosperidad con golpes más precisos, más rápidos; la teología pentecostal está, entonces, mucho mejor ubicada: la conversión termina una vida e inicia otra, la prosperidad se obtiene en la tierra, los valores y narrativas se conectan de forma más adecuada a esas transformaciones.11 El proyecto de ascenso social familiar, en ese contexto de transformación intensa, tiende a una mayor individualización cuando permanece vivo: la hija de la familia obrera encuentra opciones distintas a las de los padres, posterga al máximo el matrimonio para poder volver a estudiar después que los hermanos más jóvenes hayan crecido.12 El supuesto es que, en caso de que reprodujera una familia tal como lo hizo su madre, casada a la edad de 18 años, su horizonte de pre­ visibilidad ya no podría incluir el ascenso social. Dichas transformaciones expresan algunas tendencias transnacionales, aunque evidentemente no son absolutas, ni están 11 Almeida (2009) es lectura obligatoria sobre la expansión del pentecostalismo en Brasil, a partir de un estudio etnográfico en São Paulo. 12 Yo era mujer, por eso no estudié en el Senai. ¿Qué me quedaba entonces? Casarme, tener hijos, esas cosas. Estudiar fue una opción mía. Fui a estudiar porque tenía algunas inquietudes, entonces fui a estudiar. […] Me sentía muy rara porque desde pequeña me gustaba la música clásica, me gustaba leer, me gustaba un montón de cosas que no tenían nada que ver con mi familia [Juliana, 36, psicóloga, soltera].

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ho­mogéneamente distribuidas en ese tejido tan heterogéneo de los suburbios de la ciudad de São Paulo u otras ciudades brasileñas. En Sapopemba, una parte de los obreros allí instalados en la década de 1970 puede efectivamente lograr el ascenso social espera­ do, otra parte sigue remediada, y hoy representan juntos una parte mayoritaria entre los fundadores de los barrios como Sapopemba. Pero ellos no son todos, ni casi todos, los habitantes del distrito; y, más significativo que eso, ya no son ellos quienes pautan la figuración dominante en el sentido común, y en los debates públicos, acerca de los territorios donde viven. Es la capa más pobre de los suburbios de la ciudad la que aden­sa las favelas y sus márgenes durante las últimas décadas, la que se verá públicamente como la típica habitante de esos terri­ torios. Así también en las ciudades mexicanas, argentinas, colombianas, estadounidenses. Es a partir de esa capa de su población que se construirá, principalmente a partir de la década de 1990, la imagen pública de los suburbios.13 Muchas trayectorias personales y familiares que pude seguir en los últimos años me ayudaron a comprender ese proceso; estuve en contacto con diversas familias que mejoraron su vida o que permanecieron como estaban, pero estudié también otras tantas que no lograron alcanzar unos niveles mínimos de estabilidad social y económica en sus trayectorias después de la inmigración, ya sea por su baja cualificación para el mercado laboral, por la inestabilidad de las crisis económicas, por tragedias o casos de violencia extrema a que se sometieron los recorridos de sus integrantes. Al ver frustrado el proyecto de mejora de vida en la ciudad, esas familias se distribu­ yeron de forma desigual por los territorios de los suburbios, pero en todos ellos su presencia generó incomodidad y creó divisiones 13 Dicha transformación puede notarse, inclusive, al compararse las expresiones culturales marcadas de los suburbios de la ciudad en la década de 1980 (la estética punk, la xenofobia de los “cabezas rapadas del ABC” o las letras politizadas del rock nacional ), todas emanadas de hijos de obreros que denuncian la incompletitud de la promesa de integración, a las que marcaron esos territorios en la década de 1990 (el rap y el funk, cantados ahora no por las elites obreras de los territorios, sino por quienes nacieron en las favelas de allí, y su desarrollo en vertiente gangsta, en los años 2000).

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reconocidas internamente por estigmas y estereotipos. En el dis­ trito de Sapopemba hay hoy, en un polo, una elite obrera bien esta­ blecida, que vive en chalets con dos coches en el garaje, con los hijos en la universidad o ya graduados, y en el polo opuesto las chozas de madera que se desmoronan cada enero, en la favela del Madalena. Entre ellos está el conductor de autobús, el de la mani­ cura, la señora que trabaja en una entidad social, la que abrió un pequeño taller de electrodomésticos, gente de carne y hueso cu­yas trayectorias demuestran una inmensa heterogeneidad. Esa configuración tan diversa del distrito está marcada internamente también en los cotidianos por las categorías de nombramiento: hay la gente que se considera de “clase media” (llamados playboys por quienes no se consideran así); hay los habitantes de las “casas”, del “barrio”, más próximos de las avenidas que de las favelas; hay la gente que vive en los “conjuntos” habitacionales, producidos por políticas públicas, y por fin, hay la “gente de la fa­vela”. Es a partir de esos últimos, en mi hipótesis, que se funda el cen­ tro de la conflictividad social contemporánea en Brasil. El mismo esquema se presenta en otros contextos nacionales. Por ahora, vale resaltar aún otras líneas de transformación marcadas de esos territorios. En los últimos 30 años, en los intersticios de las parce­ las legalizadas o apropiadas de Sapopemba, casi siempre autocons­ truidas para servir como vivienda, fueron surgiendo equipamientos públicos —plazas, parques infantiles, escuelas, dispensarios, dos CEU (Centros Educativos Unificados), los CRAS (Centros de Referencia de Asistencia Social), etc.— y favelas, que ya son 37 en el distrito, según datos oficiales. El escenario urbano del distrito, en 2010, tie­ ne muy poco que ver con el de hace décadas. A las personas les gusta decir, en entrevista: “cuando llegué aquí había sólo campo, cargábamos agua en la cabeza, luego hicimos eso, aquello, logramos que se pavimentaran calles, hicimos peticiones, esas cosas”. Esa narrativa está muy presente y es necesaria, según la perspectiva de quien la enuncia, porque la generación nacida allí a partir de la década de 1990 no la reconoce como suya; los jóvenes de los suburbios viven en un territorio urbano consolidado, bastante co­ ­nec­tado con otros barrios y regiones de la ciudad y, sobre todo, con la esfera del consumo global. Las estadísticas de crecimiento del con­sumo de las clases D y E en Brasil son impresionantes en los

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últimos años, aumentan casi 20% al año. Los jóvenes tienen teléfo­ nos celulares de último modelo, comprados a plazos, y el crédito popular funciona desde la tienda Casas Bahia hasta los hipermercados y centros comerciales. También se accede a internet desde los cybers, desde el trabajo o incluso desde el hogar. En esos desplazamientos, es evidente que los actores políticos nacidos en la década de 1970 con la función de representar públicamente los suburbios de la ciudad —los movimientos sociales populares— tienen su representatividad duramente cuestionada. Nacidos para representar a una población inmigrante, obrera y católica, e inscritos en la acción política dirigida a la construcción democrática, esos actores encuentran dificultades para legitimarse frente a una generación ya nacida en los suburbios, en gran parte pentecostal y con trayectorias accidentadas de trabajo y desempleo. Dicha dificultad es aún más fuerte entre los sectores marcados por las economías informales y, sobre todo, por los mercados ilícitos —por definición ajenos a la esfera del derecho como alternativa de mejora de vida. Las narrativas de los movimientos, basadas en el izquierdismo militante, en la teología de la liberación y en el sindicato obrero, poco dirán a los nuevos habitantes de los suburbios. Incluso porque esos actores —los entonces “nuevos movimientos sociales”— ya habían tenido mucho éxito en su tránsito hacia el aparato estatal y se hallaban más distantes del trabajo de base en los suburbios, en un proceso llamado por la bibliografía específica de “inserción institucional”.14 En dicho proceso, los movimientos sociales de base, en la década de 1980, migraron de forma tendencial a administraciones y gobiernos, aun­que no ocuparon allí espacios decisorios centrales; ellos se constituyeron como una especie de “burocracia de base”15 de las 14 Las últimas tres décadas son, no hay cómo olvidarlo, el periodo de la construcción institucional de canales de relaciones entre Estado y sociedad, espacios participativos, consejos, presupuestos participativos, foros de discusión y deliberación de políticas sociales. Son referentes de esa bibliografía Dagnino (2002, 2006) y Dagnino y Tatagiba (2007). 15 El término se toma prestado de Eduardo Marques, quien lo utilizó para referirse a ese proceso de cristalización de la posición institucional subalterna de los movimientos sociales urbanos, en una comunicación personal en el año 2006.

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políticas sociales, materializada hoy en una miríada de asociaciones, proyectos, entidades y ONG esparcidas por la malla urbana brasileña, lo cual pasa también en muchos otros contextos. Entre otros factores, la capacitación técnica más frágil que la de los burócratas formados en escuelas de elite y la red de relaciones privadas más vinculadas al suburbio que a los centros de poder, explican por qué esas asociaciones y entidades, formadas por miem­ bros de los antiguos movimientos sociales, ocupan casi inva­ria­ blemente espacios subalternos en los gobiernos y en el Estado, en los tres niveles de la federación. Un resultado de esa dinámica de transformaciones transnacionales, estudiadas acá en contexto local, es una tendencia, recien­ temente más notada, a la inversión en el vector normativo de la relación de esos actores con el Estado y los espacios públicos. Pues si en la década de 1980 esos movimientos de base organizaban demandas de la favela y trataban de publicitarlas, hoy es más común que, en convenio con proyectos, programas y políticas pú­ blicas, esos actores utilicen una importante parte de su tiempo para implementar las demandas (convocatorias, órdenes, etc.) oriundas de esferas centrales de la decisión del Estado, cuando no del lla­ mado “tercer sector”. Así, su actuación se funcionaliza de modo prioritario en la intermediación de la ejecución de políticas estatales ante la “población atendida” o su “público objetivo”.16 Simplificando mucho la argumentación, es posible entonces notar, en ese momento, que si el conjunto de actores duramente construidos para representar los suburbios tiene dificultades para hacerlo actualmente, y no surgen otros actores con legitimidad política para reemplazarlos, se establece una serie de fronteras de tensión entre los suburbios de la ciudad y los espacios ampliados de acción social y política. Esa brecha de representación es, definitiva­ mente, más radical entre la capa más pobre de los jóvenes de los suburbios y, sobre todo, de los habitantes de la favela. La narrati­ va político-partidaria, o incluso movimientista, no les resulta nada interesante. Después de caracterizar ese escenario de desplazamientos del trabajo, de la familia, de la religión, de la infraestructura urba­na, 16

Analizo esa tendencia con más detalle en Feltran (2007).

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del consumo, del acceso a políticas sociales y de las dimensiones de su representación y sus actores políticos, me parece que es necesario replantear el foco analítico en la relación entre “trabajadores” y “bandidos”. Pues, evidentemente, en dichos desplazamientos esa relación también se altera. Todas esas esferas tradicionalmente legítimas en los suburbios de la ciudad —la familia, la religión, el trabajo, el consumo, la representación política, etc.— pasa a rela­ cionarse más directamente con esa esfera de sociabilidad conocida como “mundo del crimen”, que se expande en torno a los mercados ilegales e ilícitos transnacionales, cuyos puntos de menudeo están clavados en esos territorios. El argumento que presento a con­tinuación se ampara en la constatación de que en esas transformaciones nada triviales, se abrió espacio para que el “mundo del crimen” disputara legitimidad con toda esa serie de institu­ cio­nes y actores tradicionalmente legítimos en los suburbios de la ciudad. En 2010 ya no es posible pensar el “crimen” como una esfera ajena a la comunidad trabajadora cohesiva en torno a la repre­ sentación obrera, ni como algo exento de represión comunitaria, como se hacía en la década de 1980.17 Como han notado diversos investigadores (Marques, 2009; Telles, 2009; Biondi, 2010; Hirata, 2009, y mi propio trabajo, Feltran, 2011a), ese “mundo del crimen” pasa progresivamente a poner en tensión a otros sujetos e instancias legítimas de los suburbios de la ciudad. Pone en tensión el mundo laboral, porque genera muchos ingresos para los jóvenes y es simbólicamente mucho más atracti­ vo para ellos que descargar camiones durante todo el día o repartir folletos en los semáforos; pone en tensión la religiosidad, porque es inductor de una moralidad estricta, en la que se aprecian los códigos de conducta y las reglas de honor son sagradas; pone en tensión a la familia, porque no se sabe bien qué hacer con un hijo que está involucrado con drogas, o con otro que trae a casa R$ 500 cada semana, obtenidos “de la droga”; pone en tensión la escuela, 17 Por ello los “justicieros” prácticamente desaparecen en la transición a la década de 1990, en São Paulo, y la gestión de la seguridad pasa a hacerla, en muchos territorios, el mismo “crimen”, cuyo sentido de justi­cia estuvo en franca expansión y legitimación, lastradas por la acumulación resultante de la conexión entre los mercados nacional e internacional de drogas y armas. Véase Feltran (2010a, 2010b).

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porque los niños “del crimen” son mal vistos por los profesores, aunque son muy bien vistos por las alumnas más guapas del aula; pone en demasiada tensión la justicia legal, porque establece otras dinámicas de castigo y reparación; pone en tensión el Estado en su núcleo, porque reivindica para sí el monopolio del uso de la vio­lencia (legítima entre la población) en algunos territorios. Es decir, todos esos actores: la escuela, la familia, la religión, el trabajo, la justicia, el Estado, esos actores tradicionalmente “legítimos”, comienzan a tener que manejar la presencia y el atractivo del “mundo del crimen”. Se establece, de hecho, una disputa por la legitimidad entre esas esferas, y los actores tradicionales de los territorios pasan a pensarse más radicalmente en oposición al “cri­ men”. Hay muchísimos relatos de campo que me cuentan sobre esa disputa, esa “guerra contra el crimen”, llevada a cabo por pro­ fesores, asistentes sociales, psicólogos, educadores, militantes y padres de familia. Cuando hablo, como en Feltran (2011a), de la “expansión del mundo del crimen” en los suburbios de la ciudad, me refiero específicamente a ese proceso de disputa de legitimidad (y no necesariamente a un aumento de las actividades ilegales o ac­ciones criminales). Lo que está en juego en esa expansión es que el “mundo del crimen”, al que antes todos consideraban el opuesto diametral del “trabajador”, paulatinamente pasa a presentarse como actor e instancia normativa en los suburbios de la ciudad, ocupando terrenos más amplios y solicitando, incluso, reacciones de demarcación más clara de fronteras de la legitimidad.18 Dicha expansión genera formas de identificación con el “crimen”, en especial entre los grupos minoritarios de las capas más jóvenes, que ya no suponen vinculación con actividades ilegales o ilícitas, sino que se fundan en modos cotidianos de relacionarse con esa instancia de autoridad efectivamente presente en los te­ rritorios. La existencia del “mundo del crimen” en los suburbios resulta de difícil comprensión; ella desarregla las categorías previa­ mente pensadas para describir las acciones morales y las organi18 Si Michel Foucault afirma que “allí donde hay poder hay resistencia” (Foucault, 1988:91), la necesidad de resistir ante esa expansión del “crimen” denota las relaciones de poder que lo constituyen y, en esa cla­ve, la cuestión política que se desprende de ellas.

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zaciones colectivas en esos territorios. El “crimen” es una existen­ cia que no cabe en la designación de “crimen organizado”, porque va mucho más allá de las actividades criminales; tampoco sus facciones, dedicadas a crear para sí un discurso político, pueden describirse según la noción de “movimiento social”, pues no se proponen producir un “sujeto político” en el sentido que la literatura específica le atribuyó al término (véase Sader, 1988; Paoli, 1995). La propuesta de vida inscrita en esa subjetivación se aleja mucho de la propuesta crítica e integradora de los movimientos sociales y se traduce de forma más juiciosa en la expresión vida loka, fantásticamente difundida entre adolescentes.19 Dicha vida in­ tensa en términos de placer y dolor, adrenalina y riesgo, de corto plazo, cuando se la ve como horizonte de relación social, su­giere una clave analítica muy distinta a la perspectiva integra­do­ra que proponía el derecho. Se nota en su difusión cómo la na­rra­tiva de un país que será democrático, que incluiría a sus ma­sas trabajadoras en la esfera del derecho, perdió fuerza en esos territorios. La “guerra contra el crimen”, que todas las instituciones sociales tradicionalmente legítimas emprenderán en los años 2000 en las grandes ciudades, refleja más la asunción de la fractura so­cial que la integración. Dicha fractura solicita también una ruptu­ ra discursiva (y cognitiva) más profunda. Esa “guerra” hace notar que ese “mundo del crimen” no puede extinguirse, porque goza de estatus suficiente como para seguir resistiendo en la disputa por legitimidad social. Dicha disputa por la legitimidad ha confor­ mado, más recientemente, nuevos estándares de interacción entre las políticas estatales de represión del crimen, los policías de base y grupos inscritos en los mercados ilícitos. Los estándares de inter­ acción que se procesan en los cotidianos de los suburbios con al­ guna autonomía en los últimos años dan origen también a nue­vas instancias de justicia en los suburbios de la ciudad, debido a la emergencia de sujetos colectivos allí legitimados, entre los que merece mención especial el Primer Comando de la Capital. De pri­ 19 La expresión da título a un álbum doble del grupo Racionais MC’S, icono del género en São Paulo. Daniel Hirata (2009) produce un ensayo en el que trata de relacionar la representación de “vida loka” con el concepto de “vida desnuda” que el filósofo Giorgio Agamben (2002) tomó prestado de Hannah Arendt (2000:333).

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siones y favelas brotan los “hermanos”, integrantes bautizados del PCC, que reivindican para sí el monopolio de disponer y gestio­nar la violencia (legítima, en contraposición a la violencia policial) en esos territorios. Sucesos nada sencillos, difíciles de comprender: es el “crimen” que se presenta reivindicando para sí el rol de ins­tan­cia normativa de la justicia (Feltran, 2010a, 2010b) entre gru­ pos sociales y territorios de los suburbios y, sobre todo, entre los más cer­canos socialmente a la operación de menudeo de los mer­ ­cados ilícitos (que se expanden, como se sabe, mucho más allá de los suburbios). Ese “mundo del crimen”, sin embargo, no domina los territorios o las poblaciones de forma tiránica. La posesión de armas y la disposición para utilizarlas es, evidentemente, la fuente última de la legitimidad y autoridad del “mundo del crimen” y de los “her­ manos” en los suburbios de la ciudad. Sin embargo, en el mundo cotidiano esos grupos manejan componentes mucho más sutiles de disputa por las normas de convivencia, como la reivindicación de lo justo de las conductas, amparadas en la “actitud”, “disposición” y “proceder”, y en la oferta de “justicia” a quienes la ne­cesitan: la ayuda para solucionar problemas de vivienda; el amparo para el pago de abogados; subsidio para visitar a parientes presos, etc. Si no se trata de un yugo o de una dominación autori­ taria, tampoco se trata de un movimiento democrático: el tema está en que “el crimen” emerge en otra clave de comprensión, como resultante de cambios sociales complejos establecidos entre instancias reconocidas y legítimas en los territorios, obteniendo de esos cambios consentimientos activos y legitimidad para allí esta­ blecerse. Así, el “mundo del crimen” se presenta como una entre otras instancias de generación de ingresos, de acceso a la justicia o protección, de ordenamiento social, de apoyo en caso de necesidad, de pertenencia e identificación. No se afirma aquí, por lo tanto, que “el crimen” se esparce indistintamente por el tejido so­cial de los suburbios, manchando el tejido social, ni que los jó­ve­ nes de allí sean o estén convirtiéndose en “bandidos”; el tema es otro: se trata de un universo de relaciones en disputa por la legitimación social, por los criterios de subjetivación social y política, que establece relaciones tensas (e intensas) con una serie de otras instancias sociales más tradicionales.

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Si esa constatación tiene sentido, resulta imperativo modificar los modos de abordar analíticamente el conflicto en las fronteras entre, por una parte, la esfera democrática formal, cristalizada en los últimos años en Brasil, y por otra, las dinámicas de subjetivación política en esos suburbios que, en cierta medida, se fundan en una dimensión ajena a los marcos del proyecto de “integración social” anterior. Si hace 20 años esas fronteras todavía podían verse como líneas, las cuales tenían que transponer la “democratización”, el “crecimiento”, la “inclusión”, la “ciudadanía”, ellas se figuran hoy, en las relaciones efectivas entre Estado y organizaciones sociales de los suburbios de la ciudad como división irreconciliable que hay que contener, gestionar. El proyecto normativo de hecho —no de derecho, claro— de las instancias estatales que se esfuerzan por manejar esas fronteras, en los años 2000, parece dejar de pautar la integración y, por lo tanto, el esfuerzo por producir subjetivación política entre individuos y grupos jerarquizados de forma subalterna, y pasa a actuar en el registro de la gestión de las fronteras del derecho, manteniendo lo máximo posible fuera de ellas a la población figurada como causa de los conflictos que, por los demás inciviles, amenazan la democracia.20 Las políticas sociales dirigidas a los suburbios de la ciudad, que se expanden ya a finales de la década de 1990, traducen ese escenario. Al mismo tiempo que amplían la cobertura de servicios y se hace en marcos legales cada vez más progresistas, lo que es innegable, se implementan de manera bastante distinta, según el lado de la frontera en que uno se encuentre. En los suburbios, su función inmediata es la de minimizar los conflictos que emergen 20 Hay toda una bibliografía socioantropológica que norma, recientemente, la “gestión diferencial de los ilegalismos” propuesta por Michel Foucault (1975) para analizar esa gestión (Telles, 2009; Marques, 2009; Biondi, 2010). La idea de que la ley sirve para demarcar un espacio de gestión de la frontera legal-ilegal ya se presentaba en Whyte (2005:cap.4). Para consultar un análisis de frontera sobre los modos de esa sujeción en Brasil, en diálogo crítico con las “teorías del sujeto” y específicamente tratando de la categoría “bandido”, véase Misse (2010). El problema de la subjetivación política de los más pobres anima la teoría democrática desde hace tiempo, y la crítica de Jacques Rancière a los modelos deliberativos de democracia (más centralmente a los de Habermas), en ese punto, puede leerse en Rancière (1996a, 1996b).

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de las relaciones con territorios y poblaciones marginales. No se trata de “construcción de ciudadanía”, sino sobre todo de gestionar los suburbios de la ciudad, accionando un dispositivo asistencial claramente asociado a otras formas de control, pues entre espacios y grupos que no se pueden gestionar de forma satisfactoria, o se niegan a hacerlo la política esencial que se acopla a la asistencia es la represión —muchas veces fuera de los marcos legales o “de­ mocráticos”, vale decirlo. No (sólo) la burocratización de las relacio­ nes entre gobiernos y entidades sociales de atención,21 sino sobre todo el aumento del encarcelamiento en São Paulo —estado que pasa de más de 45 mil presos en 1996, a más de 150 mil en 2009— es la expresión de ese intento de gestión. No son sólo las prisiones, sin embargo, las que contribuyen a esa política pública de contención del conflicto social que surge en los suburbios contemporáneos: hay también la internación en la Fundação Casa (antigua FEBEM), las clínicas de recuperación para drogadictos, los espacios destina­ dos a tratamientos de salud mental, los albergues para habitantes de la calle, los abrigos para adolescentes y mucho más.22 En resu­ men, es todo un dispositivo bastante complejo de gestión asociado a una misma población, que cuando no está ingresada, está en los suburbios, y sobre todo en las favelas. En la investigación de campo en favelas, por lo tanto, no es raro encontrar trayectorias individuales que trazan circuitos prácticamente ininterrumpidos entre la cárcel, el “crimen”, la clínica de internación, la situación de calle, el albergue, la clínica de desintoxicación, etc. Y esos cir­ cuitos comienzan a ser más frecuentes (Feltran, 2010a). Hay, contemporáneamente, por lo tanto, mucha tensión en las relaciones polifacéticas entre Estado y suburbio, o Estado y fa­vela más radicalmente —porque la favela es cada vez más un ejemplo radical del universo de los suburbios, en la representación domi21 Discuto las transformaciones en los modos de relación entre entidades de atención (que crecen mucho en las décadas de 1990 y 2000) y gobiernos, por medio de convenios en políticas sociales, en Feltran (2011a, parte II). 22 Sobre todo el urbanismo securitario muy difundido internacionalmente, que concentra técnicas de seguridad en algunas regiones, limitando así los territorios urbanos en los que es posible que se manifieste el conflicto social proporcionado por la presencia de los pobres.

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nante en Brasil y en otras escalas. Políticas de acceso a derechos, asistencia y represión se asocian de modo distinto del esquema anterior. Los conflictos latentes en esas interacciones, cuando no encuentran canales de traducción pública en la clave política del derecho, de la ciudadanía, invariablemente se manifiestan como un conflicto privado y, no raramente, violento. El argumento es arendtiano: cuando la noción de derecho no alcanza a describir el mundo social de los suburbios de la ciudad, la ecuación de la conflictividad social se desborda en dinámicas violentas. Es desde esa perspectiva que elaboro la reflexión, anunciada en el inicio de este artículo, sobre las causas de los desplazamientos temá­ticos a los que la investigación de campo me condujo a lo largo de los últimos diez años. La puerta de entrada inicial en el registro de los movimientos sociales, articulados en torno a las nociones de dere­ cho, ciudadanía y democracia, encontraba límites para describir y explicar las formas del conflicto social que emergía en las configu­ raciones sociales que encontraba en campo. Las transformaciones narradas por mis interlocutores necesitaban, además, otros diagra­ mas de comprensión.

CONSIDERACIONES FINALES En este sentido, quizá sea pertinente introducir algunos ejemplos empíricos acerca de la conformación contemporánea de la conflictividad social que se presenta en los contratos entre las esferas de la ley y del derecho estatal y los suburbios urbanos de Brasil, intentando subsidiar comparaciones en otras escalas. Vuelvo, para ello, a algunas situaciones en que las categorías “trabajadores” y “bandidos” operan en situaciones de campo. Tres situaciones loca­ les, muy relacionadas entre sí, me ayudan a demostrar cómo esas categorías son situacionales y polisémicas, transitando entre sig­ nificados y construyendo grupos poblacionales distintos según las modalidades de interacción en cuestión. A partir de esos ejemplos se nota, además, cómo las fronteras entre esos marcadores es gestionada de forma plástica por las políticas estatales, en una operación que guarda analogía con los distintos regímenes estatales descritos y analizados por Veena Das (2007) entre grupos

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“marginales” en India. Es la plasticidad de los modos de actuar en ese conflicto, y el privilegio estatal en la definición del régimen en que ese conflicto se desarrolla a cada situación, que caracteriza el tipo de gestión contemporánea de la tensión latente en las relaciones entre la esfera legal y de los derechos y los suburbios de la ciudad. Los ejemplos se refieren a tres formas distintas de represión policial que coexistieron en las favelas del “Madalena” y del “Elba” en Sapopemba, durante los años de mi investigación de campo. La primera de ellas es cotidiana, rutinaria, caracterizada por las pa­ trullas realizadas por policías que conocen bien el territorio patru­ llado. Saben desde hace tiempo dónde se ubican los puntos de venta de drogas, conocen a quienes forman parte de las “pandillas”, saludan a la gente por su nombre, saben dónde viven y muchas veces mantienen acuerdos financieros ilegales con individuos y grupos inscritos en el “mundo del crimen”. Esa relación cotidiana entre policías y “bandidos”, aunque está siempre marcada por acuerdos inestables y desconfianza recíproca, está prácticamente exenta de violencia. Se trata de una relación muy cercana a la que Whyte (2005) describió en las esquinas de Boston, en la década de 1940, entre policías y operadores de actividades ilegales. Los policías proporcionan seguridad al funcionamiento de los negocios ilícitos y reciben contrapartidas financieras por eso. Las dinámicas no son estables, ni todos los policías hacen acuerdos de la misma manera, aunque hay una lógica de reciprocidad que se establece de forma contextual y permite que las partes sigan legi­timadas en sus negocios y posiciones sociales. Hay, sin embargo, un segundo tipo de acción policial que también se repite en las favelas de São Paulo: las “operaciones policiales”, que al coordinarse de forma central actúan según una lógica distinta a esa primera. Las “Operaciones Saturación” se hi­ cieron conocidas en São Paulo en los años 2000: se trata de operaciones en las que muchos policías ocupan un territorio de favela, a veces durante meses. Llegan sin avisar, integrando acciones entre la policía civil, militar, federal y tropas de la caballería, ba­ jando en rapel desde helicópteros para hacer lo que se llama infor­ malmente de “cuarentena” en la favela. En esos casos los policías vienen de fuera, el evento de ocupación es evidentemente mar-

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cado por mucha tensión entre todos los involucrados y los policías de acción de base deben “tomar el control” de la favela. Para ello, el método utilizado es invadir todas las viviendas, abordar a casi todos los habitantes, para entonces comenzar la selección que delineará quién “es del crimen” y “quién no es”. Hay muchas de­ nuncias de tortura en esos primeros momentos de actuación, porque los policías tienen que tener acceso a las informaciones acerca del funcionamiento del “crimen” en el lugar y, a veces, los métodos para obtenerlas no son los más democráticos. Esas acciones provocan un gran efecto mediático e, invariablemente, en ellas los policías de base son presionados también por sus superiores y por el poder político a “mostrar resultados”. Una operación como esa en Sapopemba, en 2005, generó una fuerte reacción por parte de los habitantes y de las asociaciones locales, a diferencia de las que pueden ocurrir cotidianamente, del primer tipo. Por una razón muy sencilla: nadie se queja cuando la represión policial va dirigida a los “bandidos”, eso es parte del juego; pero se ve muy negativamente la represión dirigida indistintamente a “traba­ jadores” y “bandidos”. Finalmente, existe un tercer tipo de acción policial encaminada a los suburbios, al que también pude acompañar en investigación de campo durante los eventos de mayo de 2006, que quedaron cono­ ­cidos públicamente como “Ataques del PCC” y que fueron resignificados en la expresión “Crímenes de Mayo” por los activistas de derechos humanos. En esos eventos, como se sabe, hubo una ofen­ siva del PCC que mató a más de 40 policías en una noche, la ma­ yoría de ellos de la Policía Militar. La prensa hizo alarde, la ciudad tuvo días de tensión permanente y todos los servicios dejaron de funcionar durante una tarde. La palabra “guerra urbana” fue la mejor descripción que hicieron los periódicos para lo que estaba sucediendo. Como represalia, y demostrando su capacidad de res­ tablecer el orden, la dirección de la policía de São Paulo lanzó una “ofensiva” dirigida a los suburbios de la ciudad. En esa situación de “guerra” se ejecutó a jóvenes que tenían antecedentes crimina­ les, que andaban en grupos o que podrían parecerse a “bandidos”. El saldo de los eventos fue de por lo menos 493 muertos en una semana, en el estado de São Paulo. Durante el mes siguiente, con el “orden público” garantizado, se ejecutó a otras 500 personas. En

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un mes, por lo tanto, se mataron casi mil personas en la re­ac­ción de la policía a los “Ataques del PCC”. Adorno y Salla (2007) contabilizan esos datos en una investigación en 23 Servicios Médicos Legales, pero la gran prensa prácticamente se silenció ante esos ho­ micidios. Cinco de las personas asesinadas en esa ofensiva policial vivían en São Mateus, distrito vecino a Sapopemba. Uno de ellos era sobrino de un importante interlocutor de mi investigación de campo. El Centro de Derechos Humanos de Sa­popemba acompañó el caso, lo que facilitó mi acceso a muchas informaciones acerca de ese hecho. Al establecer una relación entre esas tres situaciones re­ presivas, que coexistieron en el tiempo durante mis trabajos de investigación en Sapopemba, fue evidente la plasticidad de la diferenciación entre “trabajadores” y “bandidos”. El conjunto de habitantes inscritos como público objetivo de aquel primer tipo de operación rutinaria se restringe a los inscritos en el “mundo del crimen”, o rotulados con la etiqueta de “bandido” incluso entre sus pares, en la favela. No se reprime a ningún “trabajador” en esa primera forma de acción policial. La acción está prácticamente exenta de violencia, dirigida a mantener en operación los negocios y gestionar el conflicto social —no se intenta minimizar el tráfico de drogas ni los robos, sino que se espera mantenerlos en unos niveles aceptables, de manera que no se conviertan en un asunto público. En el segundo tipo de operación señalada, las fuerzas del orden consideran como “sospechosos” o “bandidos” a todos los habitantes de la favela. La categoría “bandido” abarca todo el terri­ torio ocupado, se esparce por los cuerpos de sus habitantes, y para los policías que llegan hasta allí, presionados por sus superiores jerárquicos y bajo riesgo efectivo durante las operaciones, las fron­teras entre las viviendas de “trabajadores” y “bandidos” no son visibles. De ahí el desacuerdo de los “trabajadores” que viven en la favela frente a ese tipo de operación; ellos no aceptan que se les confunda con “bandidos”. El carácter gestor de la iniciativa se evidencia aún más cuando se percibe que las favelas de Parai­ sópolis y Heliópolis, en São Paulo, vivieron dicha “Operación Sa­ turación” después de los levantamientos violentos, separados por pocos meses, que cada una de ellas vivió en 2009, ampliamente difundidos en la prensa de São Paulo. En el tercer tipo de operación

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policial enumerado, de enfrentamiento guerrero y altamente letal, en el que efectivamente el “mundo del crimen” y las policías están “enfrentándose”, los significados de la categoría “bandido” se amplían todavía más. De inmediato, hay que calmar a la opinión pública y, como la representación dominante en ella sitúa a los “sospechosos” o “bandidos” como jóvenes habitantes de los suburbios, es imprescindible presentar el número de muertos entre ellos. Los cinco chicos asesinados en São Mateus, un caso que pude acompañar más de cerca, fueron ejecutados cuando iban al traba­ jo, el sábado después de la primera noche de la ofensiva del PCC. Ellos no eran “bandidos”, sino típicos jóvenes “trabajadores que iban hacia una fábrica en Santo André. Jamás les importunarían los policías conocidos en el barrio. Pero eran chicos del suburbio y, en aquella situación, no importaba lo que hacían, sino lo que “eran”. Su coche pasó y los policías les ordenaron que pararan, ellos salieron del coche, pusieron sus manos en la pared y todos fueron fusilados de forma sumaria. Su muerte, atribuida a policías por todos los testigos, se contabilizó entre los “sospechosos” en el noticiario televisivo. Se tradujo, por lo tanto, como recuperación del orden democrático, que brinda seguridad a los ciudadanos. Las instituciones de la democracia seguían protegidas. En términos analíticos, por lo tanto, es evidente la plasticidad de la categoría “bandido” y los sentidos propiamente políticos del conflicto inscrito en su utilización contemporánea. Las situaciones demuestran cómo, en cada una de las tres modalidades de represión, la definición de quién es el “bandido” —en otros contextos el “enemigo”, el “terrorista”, el “indocumentado”— que hay que repri­mir tiene en su base un impulso por gestionar el conflicto social (y político) que emana de los suburbios de la ciudad, de las capas “inciviles” representadas como amenaza. En el primer caso, se mantiene el conflicto latente, y las partes en negociación directa se benefician de eso; en el segundo, la tensión se desborda pero se lee públicamente que el Estado combate el “crimen” de las favelas, el argumento para justificar el “combate al crimen” se legitima públicamente y se deslegitima en los suburbios; en el tercero, se mata a jóvenes de la favela y habitantes de barrios peri­ féricos para restablecer los controles democráticos. La ilegalidad constitutiva de todas las situaciones es más o menos letal según

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la intensidad del conflicto político que la presencia pública de los suburbios puede causar. Las formas plásticas de utilización social del par de categorías “trabajador” y “bandido” exponen, cuando son vistos en la et­ no­grafía, distintos modos de gestión de un conflicto político, aunque muy distinto del que los movimientos sociales de las décadas de 1970 y 1980 intentaron producir en Brasil. En la declinación de la perspectiva universalista del derecho como referencia normativa para ese señalamiento, y de la legitimidad de esos actores entre sus “bases”, sin duda un proceso transnacional, parece que es hoy en Brasil, a diferencia de lo que pasa en otros contextos, la violen­ cia el modo fundamental de contención de ese conflicto político, sobre todo en las situaciones límite en que él se muestra. Las transformaciones fundamentales en las dinámicas sociales de los suburbios de la ciudad, recorridas en este artículo, por las for­ mas de interpretarlas en esa etnografía, parecen conducir, por lo tanto, a problemas teóricos, analíticos y políticos conectados. Su­ gieren que pueden estar ubicadas en un mismo esquema analí­ ti­co las esferas del “crimen”, del trabajo, de la familia, de la religión, de la política y del Estado. Sugieren, además, que lo local y lo transnacional se puede captar en contextos situados. Legitimidad, acción política, gestión y violencia se ven como operadores situacionales de las relaciones entre esas esferas, en transformación en las últimas décadas en múltiples contextos.

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CUARTA PARTE

CIUDADANÍAS Y MOVILIZACIÓN SOCIAL

MOVIMIENTOS POLÍTICOS DE LA CIUDAD FRONTERIZA. EL FRENTE AMPLIO DE URUGUAY EN ARGENTINA: INTERSECCIONES ENTRE MEMORIA, PERTENENCIA Y CIUDADANÍA

Silvina Merenson*

El domingo 25 de octubre de 2009, el escritor uruguayo Eduardo Galeano publicaba en el matutino argentino Página 12 un artícu­ lo titulado “Palabras para las vísperas”. “Hoy”, escribía Galeano, […] el pueblo uruguayo elige nuevo gobierno. Al mismo tiempo, en las mismas urnas, se somete a plebiscito la posibilidad de li­ berarnos de dos palos metidos en la rueda de la democracia. Uno de esos palos es el que impide el voto por correo de los urugua­ yos que viven en el extranjero. La ley electoral, ciega de ceguera burocrática, confunde la identidad con el domicilio […] Ojalá los uruguayos acabemos de una vez con esta discriminación que nos mutila. Y ojalá acabemos también con otra discriminación todavía peor, la ley de impunidad, la Ley de Caducidad de la Pretensión Punitiva del Estado, bautizada con ese nombre rocam­ bolesco por los especialistas en el arte de no llamar a las co­sas por su nombre […] Es una triste herencia de la dictadura militar que nos ha condenado al pago de sus deudas y al olvido de sus crímenes. Ojalá triunfe el sentido común.

Los resultados de aquella jornada son conocidos: José Mujica, uno de los dirigentes históricos del Movimiento de Liberación Na­ cional-Tupamaros (MLN-T), la organización revolucionaria más im­ portante de Uruguay entre fines de la década de 1960 y la década de 1970, ahora candidato a la presidencia por la coalición de iz­ * IDAES/UNSAM-IDES-CONICET, Argentina.

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quierda Frente Amplio (FA), lograba pasar al ballotage que lo con­ sagró como nuevo presidente, y no fue aprobada ninguna de las dos consultas populares. En el caso de la Ley de Caducidad, aquella que desde su sanción en 1986 dificulta seriamente el enjuiciamien­ to de los funcionarios militares y policiales que participaron de la represión ilegal durante la dictadura (1973-1985), fue la segunda vez que la ciudadanía confirmó con el voto su vigencia —la pri­ mera, en 1989—, por lo que constituyó la segunda de­rrota en la lucha jurídica contra la impunidad impulsada principalmente por los organismos de Derechos Humanos. Esa noche, los análisis de los politólogos y sociólogos que pasa­ ban uno tras otro por los canales de televisión o de la radio ponían a disposición distintos elementos para explicar estos resultados. Algunos citaban la literatura que desde las ciencias políticas coin­ cide en presentar a la uruguaya como una de las democracias más antiguas, estables y consolidadas del continente (O’Donnell, 1992, entre otros) para preguntarse qué decían estos resultados sobre esta descripción que, décadas atrás, habían valido la defini­ ción de Uruguay como la “Suiza de América”. Otros destacaban la resistencia de la ciudadanía a las presiones ejercidas por la socie­ dad civil global en materia de Derechos Humanos, cuestión que en el contexto regional empalmaba con la imagen de Uruguay como un “país de excepción”.1 Otros, reflotaban la tesis del “impulso y su freno” esbozada por el historiador Carlos Real de Azúa (1964) para explicar cómo serían los tiempos de cambio y el proceso de mo­ dernización en el país. En esta lógica, la elección protagonizada por Mujica aparecía como “el impulso”, y el resultado de las consultas, como “su freno”. 1 En los años cuarenta, la figura de “Uruguay como país de excepción” fue construida por oposición al resto de los países latinoamericanos a los que se consideraba comparativamente “más atrasados”. Esta figura tomó por base la ausencia en territorio uruguayo de población indígena, de marginaciones socioculturales traumáticas y el alcance dispar del Estado en materia de asistencia social y legislación laboral constatado en otros países latinoamericanos. Pero, fundamentalmente, consideró la persistente incapacidad demostrada por el resto de los países de la región para consolidar sistemas políticos e institucionales estables y controlados por partidos políticos encabezados por liderazgos civiles (véase al res­ pecto, Frega, 1993).

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También, en esta misma madrugada, un barco de la empresa fluvial Buquebus, aquella que une la costa argentina y la urugua­ ya del Río de la Plata, regresaba a Buenos Aires trasladando a una parte de los más de 30 mil uruguayos residentes en Argentina que, tal como lo permite la Constitución, se habían “avecinado” al te­ rritorio nacional para emitir su voto.2 Más varones que mujeres, en su gran mayoría de más de 60 años, volvían al país en el que residen legalmente desde hace un promedio de tres décadas y me­ dia. A grandes rasgos, ésta es la composición del denominado “voto Buquebus” y también es la composición del FAUA, es decir, la del Frente Amplio de Uruguay en Argentina, creado en 1982 e integra­ do mayoritariamente por la migración política de los años sesenta y setenta: “el exilio”, en términos nativos. En el transcurso de los 12 años que duró la dictadura en Uru­ guay, la migración política alcanzó números impactantes. Entre 1964 y 1981 casi 14% de la población uruguaya se fue del país; de esta cantidad, 50% partió entre 1973 y 1977, inmediatamente des­ pués del golpe (véase Cabella y Pellegrino, 2005). En el contexto de las dictaduras en la región, la migración política uruguaya fue la más numerosa en relación con la población del país y la más dispersa en sus destinos. De ahí que distintos actores sociales se refieran a ella como “patria peregrina” y que la literatura existen­ te la haya conceptualizado como “diáspora” (Aguiar, 1982; Fortu­ na et al., 1988, entre otros). En esta coyuntura, como en muchas otras desde el siglo XIX, Argentina fue el principal país de destino. De hecho, hasta la actualidad, Buenos Aires detrás de Montevideo es la segunda ciudad más densamente poblada por uruguayos, tanto dentro como fuera del territorio nacional. Ésta es una de las razones por las cuales la capital de Argentina es considerada un distrito electoral crucial, al que llegan en campaña todos los candidatos de todas las fuerzas políticas uruguayas. En ese viaje de regreso a Buenos Aires conversé con uno de los responsables de la campaña electoral del FA en Argentina y uno de los organizadores de la travesía que estábamos realizando: Juan 2 La Constitución uruguaya no suspende el derecho al voto al nacio­ nal que reside en el exterior, por lo que todo ciudadano que se encuen­ tre en territorio nacional el día del acto electoral y esté debidamente inscrito en el Registro Cívico puede ejercer su derecho al sufragio.

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llegó a Buenos Aires en 1972 siendo militante del MLN-T, organiza­ ción a la que pertenece desde hace 39 años. Cuando le pregunté su opinión por los resultados, escuché la siguiente reflexión: Se supone que tengo que estar contento porque ganamos: Mu­ jica va a ser presidente. Y también se supone que tengo que estar triste porque perdimos los plebiscitos […] Aunque nunca los hayamos militado. No los militamos porque sabemos muy bien que con el voto (en el exterior) esto que ves acá —decía seña­ lando el barco repleto de votantes— desaparece. Esto es lo que hace que el FA todavía nos dé pelota a los que afuera aguantamos la parada desde la dictadura. La democracia acá (en referencia a Uruguay) es tan genial que te pone contento cuando la mayoría te vota en contra. Una democracia divina, que te da la posibi­ lidad de elegir si querés ser un ciudadano, con todos tus dere­ chitos, o si querés ser lo que fuiste siempre, un militante.

Me llevó un tiempo —y bastante trabajo de campo— tratar de entender las palabras de Juan que, en principio, podríamos aso­ ciar con una interpretación estratégica del resultado “adverso” en el plebiscito por el “voto consular”, pero ciertamente ésa sería una lectura parcial. Mi dificultad, en cambio, radicaba en el modo en que Juan vincula los resultados de ambas consultas, sostenido en sus ironías respecto de los derechos, el juego democrático y la demo­ cracia. En este punto, su argumento resulta doblemente desafiante. Por una parte, porque pone en evidencia un vacío en el tratamien­ to académico que han recibido ambas cuestiones que, hasta el momento, fueron analizadas de forma escindida.3 Por la otra, por­ que parece tomar distancia de lo evidenciado por parte de la li­ teratura que aborda las prácticas políticas de los migrantes trans­ nacionales, particularmente de aquellos trabajos dedicados a 3 Son varios los trabajos que han tratado la Ley de Caducidad. En lo reciente, los libros editados por Lessa y Fried (2011) y Marchesi (2013) proponen distintas explicaciones sobre su sanción y las dificultades ju­ rídicas que supone su derogación. También se aborda en ellos los impac­ tos y consecuencias de dicha ley en la acción colectiva del movimiento de Derechos Humanos, la izquierda uruguaya y los dos partidos tradicio­ nales: el Partido Colorado y el Partido Nacional o Blanco. En el caso del “voto en el exterior” los trabajos son más escasos y, básicamente, se cen­ tran en la evolución demográfica del país y el análisis de la normativa

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analizar las luchas de los migrantes por la ampliación de los dere­ chos cívicos en el extranjero. Este capítulo explora en perspectiva histórica los vínculos entre las lecturas del pasado reciente y los derechos cívicos extraterri­ toriales sugeridos por “el exilio” integrado al FAUA. Es decir, por hom­ bres y mujeres que, como Juan, sufrieron de diversas formas la persecución política durante el terrorismo de Estado y fueron for­ zados a migrar, mantienen fuertes lazos políticos con su país de origen desde entonces y no pueden ejercer su derecho al voto desde el país en el que residen. Concretamente, nos preguntamos por los modos en los que operan las memorias acerca de la vio­ lencia política y el terrorismo de Estado sobre las condiciones de posibilidad de aquello que llamamos “ciudadanía transnacional”. Tal como veremos en estas páginas, los modos de procesar los cri­ terios de pertenencia y lealtad construidos bajo el prisma de las lecturas que se corresponden con el pasado reciente, así como con los actos de identificación y el capital político que provee la experiencia subjetiva y atemporal del “exilio”, ofrecen un punto privilegiado desde el cual explorar las intersecciones entre memo­ ria, pertenencia y ciudadanía en el curso del proceso de demo­cra­ tización en Uruguay. El capítulo que sigue está estructurado en tres secciones. La primera reseña el surgimiento del FAUA, la construcción política del “exilio” y la capitalización del “voto Buquebus” hasta 2004, año en que el FA obtuvo su primera victoria electoral a escala nacional. La segunda sección avanza hasta la actualidad para explicar, desde la perspectiva de la vieja guardia del FAUA, las tensiones derivadas de dicho triunfo a partir de las intersecciones ya mencionadas. Finalmente, a la luz del caso presentado en las secciones anterio­ res, la tercera retoma las principales contribuciones en el campo de los estudios transnacionales, el análisis de las prácticas polí­ti­­cas de los migrantes a fin de señalar las especificidades que se co­ rresponden con la migración política forzada, en el contexto de las dictaduras en el Cono Sur durante la segunda parte del siglo XX. vigente respecto del derecho al sufragio (Pellegrino, 2003; Stuhldreher, 2013) y en el debate parlamentario seguido para la ampliación de este derecho a los nacionales no residentes a principios de los años 2000 (Cro­ sa, 2010).

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EL SURGIMIENTO DEL FAUA: LA CONSTRUCCIÓN POLÍTICA DEL “EXILIO” Y LA CAPITALIZACIÓN DEL “VOTO BUQUEBUS” El Frente Amplio fue fundado en Montevideo el 5 de febrero de 1971 como alternativa a los dos partidos tradicionales —el Partido Colorado y el Partido Blanco o Nacional— y proscrito tras el golpe de Estado del 27 de junio de 1973.4 Esta corta vida política en la legalidad, sumada al exilio masivo de su militancia, llevó a que su máximo referente, el general Líber Seregni, definiera a esta coalición como “un movimiento político físicamente fragmentado […] con buena parte de sus miembros dispersos por el mundo”. En 1977, en la ciudad de Berlín y con el apoyo logístico y finan­ ciero de la RDA, esa dispersión cobró institucionalidad para dar origen al Frente Amplio en el Exterior (FAE). Hasta 1984 el FAE se ocupó de mantener la relación con el general Líber Seregni —que se encontraba preso en Montevideo— y de generar una estructura organizativa que, además del Comité Coordinador (su máxima instancia resolutiva), llegó a contar con más de 50 Comités de Ba­ se5 en 29 países de Europa, América, Oceanía y África (véase Agui­ rre Bayley, 2007). Entre sus objetivos, el FAE se propuso mantener la unidad y fortalecer ideológicamente a su militancia fuera del país; estimular los diálogos con los distintos actores políticos, so­ ciales y culturales (tanto en Uruguay como en el exterior) que pudiesen colaborar en el aislamiento internacional de la dictadu­ ra; acompañar las campañas internacionales de denuncias contra las violaciones a los derechos humanos, y preparar el retorno de la fuerza política a Uruguay garantizando su solvencia financiera. Pero más allá de estas bases comunes, el “exilio frenteamplista” encontró distintos contextos y marcos de interpretación y acción 4 Entre las fuerzas políticas fundadoras del FA estuvieron el Movi­ miento por el Gobierno del Pueblo, el Partido Demócrata Progresista, el Frente Izquierda de Liberación, el Partido Comunista, el Partido Socia­lista, el Movimiento Herrerista, los Grupos de Acción Unificadora, el Partido Obrero Revolucionario y el Movimiento Revolucionario Oriental. 5 Comité de Base (CB) es la nominación que reciben las células ba­ rriales del FA. Los CB están integrados tanto por militantes de las fuerzas políticas como por militantes independientes y su característica es el trabajo político y social en el territorio.

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según sus países de destino. Particularmente, para quienes migra­ ron hacia Europa u otros países latinoamericanos como México o Venezuela, llegar al exilio implicó un cambio de lenguaje —y po­ siblemente de posición— que supuso “abandonar” o “colocar entre paréntesis” algunas claves discursivas propias de la izquier­ da uruguaya a fin de abrazar la causa de los Derechos Humanos (Demasi, 2011). Apelar a “las tendencias universalistas, individua­ listas y voluntaristas del pensamiento liberal occidental” (Mar­ karian, 2006:8) presentes desde hace tiempo en la tradición nacional, para transfigurar al “combatiente” o al “luchador” en “víctima”, fue el paso previo y necesario para dialogar con la Organización de Estados Americanos, las Naciones Unidas, la Organización Interna­ cional del Trabajo, Amnistía Internacional, etc. Pero también resul­ tó crucial a la hora de tomar distancia de otro segmento del exilio que, como en el caso de algunos militantes del MLN-T, optó por su­ marse a las guerrillas u organizaciones revolucionarias activas en distintos países del mundo. Es decir que, si bien el “exilio” entendi­do como continuación de la “militancia” implicó caminos, valoraciones y prácticas diferentes, también cimentó formas de compromi­so, identificación y pertenencia reconocidas como tales por distintos sectores de la sociedad uruguaya que vio en las acciones de “la patria peregrina” una manifestación fundamental de la resisten­ cia contra la dictadura. El exilio de la izquierda uruguaya en Argentina atravesó una experiencia significativamente distinta de la mencionada hasta aquí. En su gran mayoría, dirigentes y militantes llegaron al país en plena efervescencia de la “primavera camporista”,6 por lo cual rápidamente pudieron reorganizarse o sumarse a los partidos o a las organizaciones revolucionarias políticamente activas en el país. Puntualmente, la militancia tupamara se dedicó a sostener la co­ municación con la dirección de la organización presa en Uruguay, 6 En marzo de 1973, la victoria electoral de la fórmula Cámpora-So­ lano Lima por el Frente Justicialista de Liberación (Frejuli) puso fin a siete años de dictadura. Al frente del Poder Ejecutivo por 49 días, Cám­ pora decretó la liberación de miles de presos políticos y convocó a elec­ ciones sin la proscripción de Juan Domingo Perón, quien lo sucedió en la presidencia en octubre de ese mismo año hasta su muerte, el 1 de julio de 1974.

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a la recepción y la cobertura de los compañeros que llegaban a Argentina en la clandestinidad, y a la intervención en el debate ideológico respecto de la línea política que debía adoptar el MLN-T tras el duro golpe que había recibido la organización en 1972, cuan­ do fueron detenidos sus principales dirigentes. Concretamente, fue en Buenos Aires que se conformó el Movimiento por la Reorga­ nización, cuyas posturas intervinieron decididamente en la línea política del MLN-T hasta mediados de la década de 1990. Como es sabido, esta “primavera” duró poco. Para cuando en Ar­ gentina la escalada represiva derivó en el golpe de Estado del 24 de marzo de 1976, el exilio uruguayo estaba fragmentado y dis­perso: algunos ya habían tomado camino hacia nuevos destinos, escapan­ do de la coordinación represiva regional en el marco de la Ope­ ración Cóndor; otros se habían incorporado a las organizaciones revolucionarias argentinas y, en algunos casos, ya habían sido secuestrados y se encontraban desaparecidos;7 otros se habían alejado temporariamente de la militancia política, en algunos ca­ sos para abocarse a la participación en otros espacios públicos de la “diáspora”, como las asociaciones o centros de residentes. En 1980, tras la respuesta negativa de la ciudadanía en el ple­ biscito con que el régimen buscó promover una reforma en el marco constitucional que le permitiera mantenerse en el poder, Uruguay comenzó su largo camino hacia la transición democrá­ tica. Poco después, en la otra orilla del Río de la Plata, la coyuntu­ra abierta por la Guerra de Malvinas (1982) posibilitó que el exilio frenteamplista creara el FAUA. En esta tarea fue fundamental el pro­ ceso de recomposición de la trama partidaria y sindical local (que además de proveer los lugares de reunión facilitó el reencuentro de la militancia dispersa) y la decisión política de los principales líderes del FAE de hacer de Buenos Aires una suerte de plataforma que, además de oficiar de primera estación en la ruta del “desexi­ lio”, sirviese de relanzamiento del FA en Uruguay. Para 1983, tras la restauración democrática en Argentina, el FAUA contaba con un local propio en el centro de Buenos Aires y 7 Más de 140 exiliados uruguayos fueron desaparecidos en Argentina y, por lo menos, 17 fueron asesinados mientras vivían en el país (véase Markarian, 2006).

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reproducía la estructura que se había dado desde su fundación en Uruguay: una mesa política integrada por todos los sectores políticos pertenecientes a la coalición, tres comisiones de trabajo —prensa y propaganda, finanzas y organización— y más de 40 Comités de Base en distintas ciudades del país. Desde Buenos Aires, el FAUA discutía la participación en las negociaciones que derivaron en la convocatoria a las elecciones uruguayas de 1984: poniendo en el centro de su discurso la voluntad democrática, el respeto a las instituciones y el rechazo de toda forma de violencia, la posición adoptada desplazó —o sacrificó— las demandas vinculadas a las violaciones de los Derechos Humanos que, en este contexto, los sectores mayoritarios de los dos partidos tradi­ cionales emparentaban ya sea con la “teoría de los dos demonios” o con las pretensiones de “venganza” (véase De Giorgi, 2013). La salida pactada de la dictadura, que incluyó la sanción de la Ley de Caducidad y la inmediata movilización de las organiza­ ciones de Derechos Humanos para convocar al referéndum con­ tra esta ley concretado en el año 1989, fue clave en el “encuentro desencontrado” de las militancias frenteamplista y tupamara en Argentina. El contexto político local, signado por dos “levan­ tamientos militares” (1987 y 1988) y por el copamiento del Regi­ miento III de Infantería ubicado en la ciudad bonaerense de La Tablada, protagonizado por el Movimiento Todos por la Patria (MTP) unos meses antes del referéndum en Uruguay, no sólo evidenció el modo en que la dinámica de vida política uruguaya se refleja en la argentina, también puso en evidencia las grietas entre los exiliados devenidos militantes transnacionales. Entre el exilio mili­ tante tupamaro, el correlato de esta acción fue el robustecimiento del “imaginario insurreccional”,8 mientras que para las fuerzas po­ 8 El “imaginario insurreccional” sostenía que el aparato represivo no dudaría en volver a actuar de intensificarse la lucha de clases. Esta sen­ sación de riesgo, escribe Garcé, se incrementó durante la campaña de recolección de firmas para convocar a la consulta popular de 1989: “el refe­ réndum se llevó a cabo el 16 de abril […] desde el 15 hasta el 17 de abril la estructura del MLN-T permaneció en lo que ellos denominan ‘estado de reserva’. El MLN-T se ‘sumergió’ en la clandestinidad durante 48 horas” (Garcé, 2006:99). Ese día, la militancia tupamara en Buenos Aires, fue convocada para oficiar de cobertura en caso de una eventual salida del país de la dirección de la organización.

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líticas integradas al FAUA implicó escuchar el pronunciamiento de las urnas, reforzar la representación de la militancia de los años sesenta como “defensora de la democracia” y contrapesar ambas cuestiones según las contiendas electorales que se aproxi­ maban. El resultado del referéndum de 1989 abrió y marcó toda la dé­ cada de 1990, un periodo de fuerte desmovilización en el que la agenda de los derechos humanos quedó fuera tanto de los pro­ gramas políticos como de las acciones de gobierno (véanse Morei­ra, 2004; Lessa y Fried, 2011; Demasi, 2011; entre otros). La incorpora­ción formal del MLN-T al FA, y por ende el de la militancia tupamara en Argentina al FAUA, coincidió en el tiempo con la derrota en este referéndum. También, a consecuencia de este proceso, fue la or­ ganización —primero más artesanal y luego más institucional— de lo que años después se conocería como el “voto Buquebus”. En otra oportunidad dimos cuenta de las instancias, interlo­ cuciones y prácticas que supone organizar el desplazamiento del electorado de Argentina a Uruguay y de sus transformaciones en la medida en que el FA se fue afianzando como fuerza electoral y la militancia del FAUA fue articulándose tanto con las políticas pú­ blicas como con la dirigencia política argentina (véase Merenson, 2013). Desde fines de la década de 1980, estos “viajes electorales” fueron transformándose en el capital político más importante del FAUA, aquel que muestra a sus integrantes como militantes activos; aquel que diferencia sus prácticas y formas de sostener su per­ tenencia comunitaria de aquellas que priman entre la militancia radicada en Europa o Estados Unidos, o entre quienes integran otros espacios públicos de la diáspora. Al mismo tiempo, la capitalización de estos sufragios reforzó la idea de un “exilio de cara a Uruguay”, “comprometido políticamen­te y no puramente nostálgico”, que ameritó la creación de instancias de vinculación y mediación dentro de la coalición, como la Comi­ sión de Asuntos y Relaciones Internacionales del Frente Amplio (CARIFA) y, luego, de la Comisión Delegada del Exterior (CDE). Estas instancias de vinculación dieron el marco institucional para las discusiones respecto del rol que debía jugar el FAUA, especial­ mente tras las elecciones que consagraron al doctor. Tabaré Váz­ quez como el primer presidente del FA en la historia política del

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país, cuya victoria en primera vuelta —según las encuestas elec­ torales, los medios de comunicación y la militancia frenteam­ plista— fue posible gracias a los votos llegados desde el exterior, puntualmente desde Argentina. Si el FAUA debía concentrarse en “juntar votos” o, en cambio, debía dedicarse a conformar una agenda política propia, capaz de incidir en el programa de la coalición, fue una discusión que tras­­la­dó al interior de la militancia en Argentina lo que eran algunos de los argumentos que, en favor o en contra, dominaron los deba­ tes le­gislativos respecto del derecho al “voto en el exterior” desde el año 2000.9 Vale señalar que, a diferencia de las instancias se­ guidas en la lucha por la derogación/anulación de la Ley de Ca­ ducidad que fue motorizada por las organizaciones de la sociedad política, el inicio de las discusiones sobre la extensión de los de­re­ chos cívicos a los connacionales en el extranjero tuvo por esce­na­ rio y por pro­tagonistas al gobierno y a los referentes políticos del FA. Como veremos más adelante, no fue hasta que el FA llegó al Poder Ejecutivo que el “voto en el exterior” —presentado como una “ne­ cesidad” incorporada al dispositivo gestionario— movilizó de forma orgánica a algunos sectores de la “diáspora” y, tiempo después, a algunas organizaciones de la sociedad política en Uruguay. Tomando por base el territorio nacional, a partir de las dife­ rencias entre lo que implica ser militante dentro y fuera del país, estaban quienes consideraban que el FAUA debía limitarse a seguir la agenda del FA, volviendo a las campañas y los procesos electo­ rales —es decir, a las instancias definitorias de la democracia procedimental— el eje central de su tarea. Otros, en cambio, en­ten­ 9 Entre 2000 y 2004, por iniciativa del FA, se barajaron tres propues­ tas fallidas para legislar este derecho. En 2000 el FA presentó su primer proyecto de ley para permitir sufragar a los uruguayos residentes en el exterior. En 2004 el senador socialista José Korzeniak realizó una pro­ puesta de reforma constitucional, y el diputado Carlos Pita impulsó la propuesta de un plebiscito para modificar la Constitución, habilitando el voto epistolar de los uruguayos no residentes. En 2005, con el FA ya en el gobierno, se presentó un nuevo proyecto de ley. Su tratamiento, dos años después, redundó en una votación negativa: pese a contar con mayoría parlamentaria, el Frente Amplio no reunió los tres quintos de votos necesarios para modificar la Ley Electoral. Al respecto, véase Stu­ hldreher (2013).

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dían que la participación activa en el proceso de toma de decisio­ nes del FA —y con ello en la democracia sustantiva— tenía como fundamento una amplia trayectoria de compromiso pasado y presente con la vida política del país. En este último caso, algunas de las demandas sobre la ampliación de la participación dentro de la coalición se fundaban en la trayectoria militante que tal o cual podía demostrar: “varios de los que estamos acá”, afirmaba Jorge luego de una extensa reunión del FAUA, “nos jugamos bastan­te la vida como para tener el derecho a decidir algunas cosas”; “Yo soy fundador del FA y del FAUA. Me quedé acá [en Buenos Aires] por cuestiones de familia, pero tengo más de 40 años de militancia, eso es toda una vida, y creo que entonces un poquito podemos opinar”, completaba irónicamente Wilson. Entre otras cuestiones, tal como veremos, “el derecho a decidir algunas cosas” o de “opinar un poquito”, en las palabras de Jorge y Wilson, incluye la legitimidad para ponderar tanto los abordajes del pasado reciente en materia de “políticas de la memoria”, como la extensión de los derechos cívicos a los residentes en el extran­ jero. Claramente, la idea de “derecho” que está presente en las posiciones de ambos, no es jurídica sino moral; no alude a una interpretación de las leyes, sino a la autoridad derivada de la pro­ pia trayectoria política y migratoria. Esta tensión se encuentra en la base de los desafíos que enfrenta la militancia del FAUA desde que el FA es gobierno.

DESPUÉS DE LA VICTORIA: ENTRE “DEMANDAS”, “DERECHOS” Y “DERECHITOS” Desde que en 2005 el FA asumió el Poder Ejecutivo, tanto la deman­ da de “memoria, verdad y justicia” como la ampliación de los de­re­ chos cívicos de los residentes en el exterior, pasaron a interpelar la agenda de gobierno. En su primer discurso como presidente, el doctor Tabaré Vázquez anunció que estaba camino al parlamento “un proyecto de ley estableciendo el voto epistolar”. Pocos meses después, Vázquez creó el programa de vinculación “Departamen­ to 20”, en cuyo marco funcionan los Consejos Consultivos (CC), definidos como “instancias ciudadanas y soberanas en cada lugar

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del mundo en el que la comunidad uruguaya así lo amerite”. Un año después, en 2006, el Parlamento sancionó la Ley 18.033, que establece la recuperación de derechos jubilatorios y pensionarios para las personas que no pudieron acceder al trabajo por ra­zo­ nes políticas o sindicales en los años de la dictadura. Su texto contempla el caso de quienes se vieron obligadas a abandonar el territorio nacional siempre que hubieran retornado al país antes del 1 de marzo de 1995. Las intersecciones posibles entre las “políticas nacionales gl­o­ bales” y las “políticas de la memoria” impulsadas por la acción gu­ bernamental no dejaron de promover una serie de discusiones adentro de la vieja guardia del FAUA. Si hasta entonces “el exilio” era una categoría eminentemente política y de la práctica, porta­ da y reconocida con orgullo y autoridad, el hecho de que el Estado establezca una fecha de prescripción, aun cuando fuese “por un buen motivo”, tal como suelen aclarar, no dejó de intervenir sobre las lecturas del pasado reciente en clave de “víctimas” y “comba­ tientes”. Si bien es cierto que la ley no contempla a quienes por diver­ sos motivos no volvieron a fijar sus residencias en territorio uru­ guayo antes de la fecha consignada, ésta no dejó de ser una vara con la que medir la propia condición migratoria. En este terreno, dos cuestiones parecían centrales: la consagración de la categoría “víctima” y la modalidad retributiva —jubilación o pensión—, la misma que recibe el “sector pasivo” de la población. Ambas con­ tribuyeron a que algunos leyeran la ley como un intento de mar­ car un fin de ciclo “desde arriba” o, en el mejor de los casos, como el producto del deseo de “hacer algo, sin saber muy bien qué hacer”. En cualquier situación, las bromas relativas a lo que implicaría “jubilarse de exiliado” fueron algunas de las formas en que vol­ vieron a manifestarse las diferencias entre la militancia del FAUA. Éstas, básicamente, tenían que ver con lo que creían que debía ser la política de derechos humanos de un gobierno del FA, pero también con el curso que en esta materia estaba siguiendo el go­ bierno argentino, especialmente desde el inicio de la presidencia del doctor Néstor Kirchner en 2003. Entre quienes veían positivamente las “políticas de la memo­ ria” impulsadas por el gobierno uruguayo pero esperaban más que

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acciones reparatorias o memorialísticas, se encontraban quienes ya llevaban algunos años involucrados en los distintos avances que, desde 2003, impulsa el gobierno argentino en materia de dere­ chos humanos actuando, por ejemplo, como testigos y querellantes en la megacausa “Automotores Orletti”.10 A partir de esta expe­ riencia fue que se vincularon con la Coordinadora Nacional por la Nulidad de la Ley de Caducidad (CNNLC), aquella que logró im­ pulsar y concretar la consulta popular respecto de esta ley en 2009. En estos casos, que son minoritarios, los registros del exilio fuertemente ajustados al lenguaje jurídico, buscaron cuestionar “esa teoría famosa del ‘combatiente’ que ha ganado la cabeza de algunos compañeros” que, en palabras de Marta, constituye “la me­ jor forma de evitar que se ponga fin a la impunidad y que haya justicia” en Uruguay. En cambio, entre la mayoría que se ajustó a la posición adoptada hasta entonces por el FA, que luego de inten­ sos debates resolvió el apoyo oficial a la CNNLC dos años después de su conformación,11 se contaban quienes no estuvieron dispues­ tos a legitimar la figura de la “víctima”, jurídicamente potente pero políticamente neutra, menos aún si ello implicaba quedar sim­ bólicamente asimilados al “sector pasivo” de la sociedad. Desde la misma lógica atemporal que motoriza la identificación como “exiliado”, es que este segmento de la militancia en Argentina asu­ me las lecturas de los hechos que la Ley de Caducidad no permite juzgar, es decir, como parte de una causa tan propia que parece autorizarlos a renunciar a ella (véase De Giorgi, 2013). Si bien esta lectura no dista mucho de aquella sostenida por algunos referen­ tes y sectores políticos del FA, en el caso del “exilio” sumaba un plus 10 “Automotores Orletti” fue un Centro Clandestino de Detención que funcionó como base principal de las fuerzas de inteligencia de la región que operaron en Argentina en el marco de la Operación Cóndor. En 2003, tras la declaración de nulidad de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final, se reabrió la “megacausa” por las violaciones a los derechos huma­ nos cometidas en el ámbito del I Cuerpo de Ejército. Por esta causa se encuentran procesados, entre otros, militares argentinos y uruguayos. 11 Durante su Congreso Extraordinario, el FA resolvió promover “la adecuación plena de nuestro ordenamiento jurídico a los tratados interna­ cionales ratificados por nuestro país” y avalar la posibilidad del referéndum, reconociéndolo como “un procedimiento de genuina mani­festación de­ mocrática”.

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interpretativo dado por el camino que había tomado la demanda por el “voto en el exterior”. A continuación trataré de expli­car esta conexión. Hacia el año 2006, la creación del Departamento 20 y la con­ formación de los CC, que implicó la organización de una “burocra­ cia diaspórica” (Smith, 2008) en el seno estatal y la diversificación y ampliación de la convocatoria a “los compatriotas”, contribuyó a empoderar en el lenguaje de la ciudadanía a quienes emigraron en distintos periodos y por diversos motivos. En buena medida, por la acción promotora de los cuerpos diplomáticos y consulares, para el año 2011 se habían conformado unos 24 CC en 11 países de Europa, América y Oceanía. Entre ellos, Argentina fue y es el país en el que funcionan la mayor cantidad de CC: cinco, en las ciuda­ des de Buenos Aires, La Plata, Córdoba, Mar del Plata y Rosario. Ante las demoras del tratamiento del proyecto de ley enviado por el doctor Tabaré Vázquez al parlamento, los CC asumieron en­ tre sus objetivos comunes la lucha por el “voto en el exterior”. Si hasta este momento los argumentos de esta demanda eran básica­ mente emocionales —es decir, era presentada más como un deseo que un derecho a ser reclamado— luego de la votación adversa del proyecto enviado por el PE al parlamento y del resultado del plebiscito de 2009, las acciones, los interlocutores y los marcos interpretativos de esta demanda se desplazaron en una dirección muy semejante a la que siguió la lucha contra la Ley de Caduci­ dad. Es decir, la demanda por el voto en el exterior llegó a las mis­ mas instancias —la CIDH, la ONU y la INDH— que la lucha con­tra la impunidad, involucrando en algunos casos a las mismas per­ sonas, organizaciones sociales e instituciones estatales y supra­ nacionales bajo un mismo argumento: el laberinto jurídico en el que quedó el país tras la nueva ratificación de la Ley de Caducidad y la negativa soberana ante la habilitación del voto en el exterior, además de sortear el “shock externo” que marcaba la región, con­ tradecía una serie de tratados, pactos y convenciones internacio­ nales suscritos por Uruguay.12 12 En 2011 y 2012 dos abogados uruguayos residentes en Miami pre­ sentaron una solicitud de medidas cautelares ante la CIDH. Pocos meses después, en abril de 2013, el CC de Río de Janeiro envió al Poder Legisla­ tivo un pedido y una propuesta para la reglamentación del ejercicio del

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Desde entonces, las solicitudes de medidas cautelares y de recursos de amparo a escala internacional derivaron en la judi­ cialización de la política. Puntualmente, las acciones encauzadas desde el exterior por distintos “promotores por el voto” (Calderón Chelius, 2010:62), sumadas a la creación de la “Coordinadora por el Voto en el Exterior/Uruguay” en el marco de la Dirección de Vinculación del Ministerio de Relaciones Exteriores,13 fueron un nuevo desafío para la militancia del FAUA. En principio, implicó du­ plicar los tiempos y esfuerzos, interactuar con “compatriotas” que no necesariamente compartían las mismas identificaciones polí­ ticas ni las mismas trayectorias migrantes. Lo cierto es que, hasta que los CC no comenzaron a involucrarse con esta demanda, la vieja guardia del FAUA no demostró gran interés en estos espacios que muchos consideraban “aburridos”. Sin embargo, ante el avan­ ce de las presentaciones y de las campañas en las redes sociales, varios de los referentes del FAUA entendieron que el derecho al voto extraterritorial (que asocian con una versión minimalista de la democracia) pondría fin a la forma en que entienden la parti­ cipación, la pertenencia política y el ejercicio democrático. Trata­ré de explicarlo a partir de las intersecciones que supuso la delega­ ción para la multiplicación del sufragio transnacional en las eleccio­ nes presidenciales de 2009. Desde los últimos años de la década de 1980, cuando el “voto Buequebus” se organizaba “muy a pulmón” (alquilando ómnibus, voto desde el exterior. También, en abril de 2013, la Institución Nacional de Derechos Humanos elaboró un conjunto de recomendaciones dirigi­ das a los poderes Ejecutivo y Legislativo para el tratamiento y la aproba­ ción del ejercicio del derecho al sufragio de los ciudadanos en el exterior. Dos meses después, una integrante del CC de París y del colectivo Ron­ da Cívica por el Voto Exterior-Uruguay —conformada por 12 CC y va­rias asociaciones de residentes— elevó una petición a las Naciones Unidas para que las autoridades competentes de la República Oriental del Uruguay sean exhortadas a cumplir con los compromisos internacionales y el tema sea considerado en el siguiente Examen Periódico Universal. 13 De esta coordinadora participa la central obrera (el PIT-CNT), la Federación de Estudiantes Universitarios del Uruguay, la Federación Uruguaya de Cooperativas de Vivienda por Ayuda Mutua y la Organiza­ ción Nacional de Asociaciones de Jubilados y Pensionistas del Uruguay, las mismas que apoyaron y participaron activamente de las dos instancias de consulta popular sobre la Ley de Caducidad.

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realizando colectas y contactando por teléfono o telegrama a “los compatriotas”) a la actualidad, que incluye acuerdos con grandes empresas y diversas formas de financiamiento transnacional, su gestión se fue sofisticando. Concretamente, en las últimas elec­ ciones presidenciales de 2009, incorporó la delegación y multi­ plicación del sufragio: bajo la consigna “voto amigo”, se invitó a quienes viven en Europa y Estados Unidos y tenían pensado via­jar al país para votar a no hacerlo y a donar el dinero de sus pasajes para comprar los de quienes residen en Argentina. Esta propuesta, que se basó en un cálculo simple (con el costo del pasaje de un votante residente en un país lejano, podía financiarse varios pasa­ jes de votantes residentes en Argentina), encontraba fundamento y legitimidad en una lectura bastante más compleja. De un modo semejante al que tiempo antes siguieron los familiares de las víc­ti­ mas del terrorismo de Estado que decidieron socializar los vínculos de parentesco, desindividualizando y multiplicando las de­mandas de “memoria, verdad y justicia”, el “voto amigo” buscó desindividua­ lizar y multiplicar el sufragio. Sin importar quien lo depositara en la urna, el “voto amigo” vía el “voto Buquebus”, era un voto del FA para el FA. Si fue posible imaginar e implementar este desplazamiento de dinero, personas y votos, esto se debe a la combinación de dos cuestiones íntimamente relacionadas. Por una parte, a la matriz partidocéntrica que caracteriza a la ciudadanía uruguaya (véase Rico, 2005); por la otra, a los valores que la militancia frenteam­ plista considera cruciales, tales como la confianza en el compa­ ñero, la solidaridad y el compromiso no a título personal, sino a título colectivo; valores que definen el exilio como la continuación de la militancia desde los años setenta. Desde la perspectiva del FAUA, esto hace del “voto Buquebus” un voto sustantivamente demo­ crático, contrario al espíritu liberal que ve en el sufragio la máxi­ ma instancia de expresión y de participación cívica del ciudadano. En síntesis, las valoraciones cruzadas en torno a las “políticas de vinculación” y a las “políticas de la memoria” impulsadas desde 2005 se confrontaron con las críticas a las ideas de “democracia” y de “justicia” asociadas al ejercicio electoral y la justicia penal res­ pectivamente que, para el exilio incorporado al FAUA, suponen el vaciamiento de la política tal como la entienden y practican desde

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hace más de cuatro décadas. En esta tarea, la jerarquización de la experiencia del “exilio” político resulta meridiana en tanto fue diferenciando y abriendo grietas entre quienes “prefieren el len­ guaje de la certeza jurídica” de quienes optan por el lenguaje de la “historia social” (véase Comaroff y Comaroff, 2013:68); entre quienes ven en la participación en las instancias de la democracia procedimental la consagración de un derecho individual, de quie­ nes entienden que el derecho válido es el que autoriza la participa­ ción activa en las instancias colectivas provistas por la democracia sustantiva; entre quienes desde las ciudades más distantes del país apelan a los recursos provistos por la jurisprudencia (inter) nacional para viabilizar sus reclamos, de quienes en la orilla oc­ cidental del Río de la Plata, paradójicamente, se legitiman en la voluntad contraria del soberano.

DISCUSIÓN Y PALABRAS FINALES Desde su conformación hace más de dos décadas, el campo de los estudios transnacionales ha realizado distintas y sustantivas con­ tribuciones al análisis de los modos en que la experiencia migrato­ ria impacta sobre las filiaciones y prácticas de las personas tanto en su país de origen como en el de destino; también sobre la relación que éstas sostienen con los Estados en términos de demandas de derechos, cumplimiento de obligaciones y políticas de vinculación (Portes, 1999; Portes et al., 2003; Glick Schiller et al., 1992; Glick Schiller, 1999; Glick Schiller et al., 2006). Puntualmente, y entre otras cuestiones, los análisis sobre las “prácticas políticas transna­ cionales” (Østergaard-Nielsen, 2003) de los migrantes permitieron indicar el carácter restrictivo y limitado de la definición clásica de ciudadanía, ya sea porque la entiende como una membresía única y excluyente en relación con el Estado, ya sea porque na­ turaliza la asociación entre comunidad política y marco jurídico espacial (Smith, 2003; Goldgring, 2007; Lafleur, 2012, entre otros). Sobre la base de estas observaciones se sostienen varios de los trabajos dedicados a explorar las prácticas asociadas al ejercicio de la “ciudadanía transnacional” (Brubaker, 1992; Bauböck, 2005). Me refiero particularmente a aquellos que abordan las luchas por el

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voto en el exterior y/o el desarrollo de elecciones transnacionales en distintos países del continente (Calderón Chelius y Mar­tínez, 2003; Lafleur y Calderón Chelius, 2011; Espinoza Valle, 2004; Gon­ zález, 2010; Serrano Carrasco, 2003; Itzigsohn, 2000 y 2003; Itzig­ sohn y Villacrés, 2008). Si bien los enfoques e interrogantes varían, la extensión de los derechos cívicos se presenta en estos casos como una respuesta posible que pretende paliar el “proceso de desciudadanización” sufrido por los migrantes, entendido como “la pérdida de la pertenencia a la comunidad política de origen”, a lo que se suma la xenofobia que comúnmente éstos encuentran en la sociedad receptora (Calderón Chelius, 2010; Portes et al., 2003). En virtud de ello se sostiene que la promoción de la ciu­ dadanía transnacional requiere un proceso de “desnacionalización de la ciudadanía política” (Bauböck, 2003) que, si bien no necesa­ riamente deriva o supone la “participación política real” en el país de origen por parte de los migrantes, puede empoderarlos, otor­ gándoles un sentido de propósito y autoestima que contribuiría a hacer posible una adaptación exitosa a la sociedad receptora (Itzig­ sohn y Villacrés, 2008; Portes et al., 2003; Landolt et al., 2003). En este terreno, varias de las aproximaciones analíticas y ela­ boraciones teóricas se basan en los procesos migratorios Sur-Nor­ te, siendo las migraciones desde países latinoamericanos hacia Estados Unidos aquellas que han merecido mayor atención. Es po­ sible que esto explique, por ejemplo, el peso otorgado a las diversas asimetrías entre la sociedad de origen y destino en la definición de los fenómenos transnacionales abordados, así como la asocia­ ción unívoca entre el proceso de desciudadanización y la pérdida de pertenencia a la comunidad política. Sin embargo, si una de las dimensiones centrales para comprender y delimitar las acti­ vidades sostenidas a través de las fronteras es la historia de los individuos, y las redes en que éstos se insertan (véase Portes et al., 2003), podrá comprenderse que las razones migratorias no cons­ tituyen un dato menor. En este sentido, la migración política a con­ secuencia de las dictaduras que vivieron varios de los países del Cono Sur en el marco de la Doctrina de Seguridad Nacional, en la segunda mitad del siglo XX, requiere de algunas precisiones. Distintos trabajos han planteado las dificultades que supone conceptualizar el “exilio” (Schwarzstein, 2001; Franco, 2008; Jen­

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sen, 2011, entre otros). Su ambigüedad o liminalidad, asociada en muchos casos a la idea de transitoriedad, se corresponde con la va­riedad de experiencias subjetivas relativas a las evaluaciones de las coyunturas políticas tanto en los países de origen como en los de destino, las categorías jurídicas movilizadas para identificar a esta migración por parte de los Estados-nación y la centralidad de la política en los vínculos entablados (Azevedo y Sanjurjo, 2013). Por ello, las emigraciones políticas originadas en los contextos represivos del Cono Sur demandan comprender los diversos mo­ dos en que identificaciones como “exiliado”, “militante”, “comba­ tiente”, “víctima”, “migrante” y “ciudadano transnacional” fueron siendo amalgamadas o impugnadas como una forma posible de procesar la propia trayectoria migratoria, así como la propia capa­ cidad de acción e intervención política en distintas coyunturas históricas, haciendo que se presenten reñidas y de forma dispar. A la luz del caso reseñado en estas páginas, cabe preguntarse si resulta acertada la definición del exilio político como “un pro­ ceso de desciudanización extrema”, entendiendo por ello la “pérdi­ da de la pertenencia a la comunidad política de origen” (Calderón Chelius, 2010:121). En el contexto de los regímenes “burocráticoautoritarios” (O’Donnell, 1982), es posible que dicha pertenencia, más que ponderarse en virtud del catálogo marshalliano de de­ rechos sistemáticamente violado, esté definida y reconocida, tal como vimos en estas páginas, por otros valores y prácticas con que se agencian dichos actores. “Los trabajos de la memoria”, es decir, las diversas formas en que las sociedades o grupos sociales representan, y en esa ope­ ración asignan sentidos y significados al espacio de la experiencia en el presente (Jelin, 2002; Koselleck, 1993), pueden entonces ayu­ darnos a comprender los motivos por los cuales ciudadanía y pertenencia pueden remitir a cuestiones diferentes. Dicho de otro modo: las sedimentaciones históricas y las reformulaciones del ideario revolucionario de los años sesenta y setenta, que incluía el profundo cuestionamiento a los fundamentos jurídicos del or­ den social vigente, aquel que para muchos fue la motivación de las militancias continuadas en el exilio, requiere considerar otros modos de entender, ponderar y construir la pertenencia que esca­ pan a la lógica de la democracia liberal. Tal como vimos aquí, no se

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trata de una distinción menor; de ella dependen, en buena medi­ da, los actos de identificación y los márgenes de acción e interven­ ción con que contaron en diferentes coyunturas “los exiliados” devenidos militantes transnacionales, así como sus interlocucio­ nes con el Estado y otros actores sociales y políticos. Si tras la creación del FAUA, el “exilio” como continuación de la militancia cobró mayor visibilidad, institucionalidad y amplió sus interlocuciones, tras la restauración democrática y más allá de su lugar de residencia, el “voto Buquebus” hizo de sus integrantes ciudadanos en ejercicio de su derecho al sufragio. Es en este sentido que, para la vieja guardia del FAUA, la “participación polí­ tica real” y el reconocimiento de la “pertenencia a la comunidad política” resultan indisociables, especialmente cuando ambas cuestiones se combinan con los criterios de autoridad y legitimi­ dad con que se aproximan al pasado reciente y a las “políticas de la memoria” implementadas desde el Estado en los últimos años. En este sentido, las palabras de Juan citadas al comienzo de este artículo son elocuentes, especialmente su distinción entre “el derecho” y “los derechitos” para diferenciar lo que considera “justo” de lo “legal”, lo que entiende como legítimo de lo que ubi­ caría en el ámbito abstracto de la norma. Posiblemente, el reco­ rrido realizado hasta aquí contribuya a comprender la distancia que media entre una y otra dimensión y las razones por las cua­ les el FAUA no “militó” todo lo que podría haberlo hecho las dos consultas populares que celebró Uruguay el 25 de octubre de 2009. Esta opción no necesariamente se basó en los mismos motivos que se le imputaron al FA, acusado de privilegiar la contienda elec­ toral por sobre los principios ideológicos. Más bien, parece obe­ decer a formas específicas de vincular las lecturas asociadas al pasado reciente, la agenda de derechos y el curso del proceso de democratización seguido por Uruguay, fuertemente mediatizado por el argentino. Tal como buscamos indicar hasta aquí, las formas de pertenencia y lealtad con el país de origen, construidas bajo el marco provisto por los actos de identificación y el capital político que provee la experiencia subjetiva y atemporal del “exilio”, suponen criterios de autoridad y legitimidad que, entre otras cuestiones, marcan las experiencias políticas y migratorias dife­ renciándolas de otras posibles; demostrando, al mismo tiempo,

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cuán complejas y variadas pueden ser las relaciones entre perte­ nencia y ciudadanía en los espacios transnacionales.

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URBANITAS EN RED: CONSTRUCCIÓN DE CIUDADANÍA TRANSNACIONAL A PARTIR DE LAS TIC: ESTUDIO DE CASO DE TRES COMUNIDADES VIRTUALES DE MIGRANTES EN FACEBOOK

Alejandra Ramírez S.* INTRODUCCIÓN Para hablar de la ciudad transnacional se pueden elegir varias pers­ pectivas de análisis, según se privilegie la macroestructura (las relaciones construidas desde el sistema global) o lo microestruc­ tura, es decir, la misma gente en sus interrelaciones cotidianas. En este artículo nos proponemos entrar a este debate a partir de cua­tro ideas básicas: a) una sociedad es el producto de las formas en que las personas participan en su construcción; b) en ellas están inte­ grados tanto lo micro —las interrelaciones cotidianas— como lo macro, que influye y es influido por el primero; c) hoy en día, las sociedades se caracterizan por una gran movilidad poblacional que traspasa fronteras nacionales, dando lugar a que individuos habi­ ten de manera simultánea —y con distintas modalidades— varios países a la vez, constituyendo flujos migratorios transnacionales importantes con diversos impactos tanto en las sociedades de origen como en las de destino, y d) en general, pero también para esta población, internet parece ser un espacio privilegiado de parti­ cipación y construcción directa —o indirecta— de sus comunida­ des/ciudades, tanto de origen como de destino. En este espa­cio/ instru­mento, se diluyen las diferencias entre la acción de las personas y el sistema/estructura global transnacional; ambos que­ ­dan absolutamente entretejidos. * Centro de Estudios Superiores Universitarios de la Universidad Mayor de San Simón (CESU-UMSS), .

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Entrelazando estas ideas, planteamos como punto de partida que una ciudad transnacional es el producto de las múltiples ma­ neras en que los ciudadanos —tanto los que residen físicamente en un país, como los que lo hacen de manera indirecta— confor­ man la esfera pública, definida como “el espacio donde la gente se reúne en términos de ciudadanía y articula sus perspectivas au­ tónomas para influir en las instituciones políticas de la sociedad” (Castells, 2008:78). El uso de las nuevas tecnologías de la informa­ ción y la comunicación (TIC) y, específicamente de internet, está empezando a ser una vía privilegiada para influir activamente en la misma. En el caso de la migración, población hacia la que nos enfocamos, este ejercicio ciudadano (concretamente ciberciudada­ nía) adquiere sus propias dinámicas y características que le están permitiendo incidir en la construcción de la comunidad, ciudad o país transnacional tanto en el lugar de origen como de destino. ¿Cuáles son las características que asume esa ciberciudada­ nía? ¿Cuál es su impacto en la construcción de una ciudad/socie­ dad transnacional? Son las preguntas que guían este artículo cuyo objetivo principal es aportar, a partir de un estudio de caso (entre migrantes transnacionales bolivianos), con el análisis sobre las diferentes características (dimensiones, agencias, motores, etc.) de esa ciberciudadanía de migrantes transnacionales comprendien­ do las diversidades y particularidades de cada caso, ya que, como para cualquier otro tipo de ciudadanía, las prácticas no son homo­ géneas sino plurales y diversas. Asimismo, buscamos identificar pau­tas que nos permitan evaluar el impacto de estas ciudadanías cibernéticas en la construcción de ciudades/sociedades trans­nacio­ nales tanto en los países de origen como en los de destino, así como en las vidas cotidianas de las personas que las ejercen. Parti­ mos de la hipótesis de que el uso de las TIC es un diferencial más de poder que la población migrante utiliza no sólo para su in­ser­ ción en el país de destino sino también para fortalecer los la­zos con su país de origen, ejerciendo en toda su integralidad su ciuda­danía transnacional. Para alcanzar el objetivo planteado, se ha priorizado la revisión de bibliografía sobre la temática así como —ya en lo que se refiere al trabajo de campo— el seguimiento de tres estudios de caso de redes sociales de migrantes bolivianos en Estados Unidos, Es­pa­ña

URBANITAS EN RED: CONSTRUCCIÓN DE CIUDADANÍA

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y Argentina.1 Con base en la información recopilada, el presen­te artículo comienza explorando la relación conceptual que existe entre migración, ciudadanía, TIC y ciudad/sociedad transnacional; en seguida se describen los ejercicios ciudadanos cibernéticos de los migrantes bolivianos que constituyen las tres comunidades virtuales, y finalmente, a manera de conclusión, se propone una sistematización sobre las características de la ciudadanía ciberné­ tica como una forma de abrir el debate sobre el futuro de las TIC, la migración, la ciudadanía y la constitución de sociedades/ciudades transnacionales.

MIGRACIÓN, CIUDADANÍA CIBERNÉTICA Y CIUDADES/SOCIEDADES TRANSNACIONALES La migración y el ejercicio ciudadano son dos agencias absoluta­ mente entrelazadas (véase Ramírez, 2012a); ambas se influyen mu­ tuamente, ocasionando incluso constantes reconfiguraciones en sus respectivas conceptualizaciones y, por ende, aproximaciones. Entre los principales impactos mutuos destacan: el surgimiento de nuevas concepciones de ciudadanía que rebasan los límites del vínculo tradicional entre ciudadanía y un Estado-nación (véase Campillo, 2005; Zamora, 2005; León Barrios, 2008) y que compren­ den una interrelación constante entre ciudadanos y la “sociedad como un todo” (véase Aceves, 1997), donde además ese “todo” incluye varios Estados y sociedades civiles a la vez, tanto de ori­ gen como de destino. Esta nueva aproximación conceptual es la que permite (re)pensar la práctica en términos de ciudadanía po­ licén­trica, cosmopolita, global, transnacional y translocal.2 1 La elección de los países de destino se debe a la importancia de la población boliviana en los tres lugares mencionados. 2 No vale la pena abordar aquí las bondades o limitaciones de cada una de estas categorías, aunque se pueden mencionar algunos de los usos que se están dando de estas nuevas construcciones conceptuales. Arditi plantea la existencia de un ejercicio ciudadano cosmopolita infor­ mal en tanto “ejercicio de una ciudadanía supranacional, al menos de manera informal, en materia política” (2002:475); Checa y Olmos (2002) prefiere hablar de una ciudadanía transnacional que refleja en sí los as­ pectos muchas veces deficitarios —en términos de derechos— y lleno de

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Asimismo, la relación entre ciudadanía y migración ha oca­ sionado el cuestionamiento de otros conceptos vinculados, como el de territorio. En efecto, el incremento de los flujos migratorios ha dado lugar a la existencia de una nueva territorialidad que no contempla fronteras físicas y que se asemeja más a la idea de ar­ chipielización (Mazurek, 2009), o a la constitución de un territorio o capital migratorio [Q]ue en términos físico-geográficos absolutos no existe y que está conformada por personas, lugares, prácticas sociales y simbólicas que están localizadas en países diferentes. El terri­ torio migratorio es el espacio de vida […] en evolución continua de una población que se constituye en el proceso migratorio, es decir una comunidad transnacional (Marzadro, 2010:120).

Por último, al entrelazar la migración con la ciudadanía se vi­ sibilizan las múltiples dimensiones de ésta, entre las cuales la po­ lítica es una faceta más, pero no la única.3 La ciudadanía que los migrantes ejercen tiene diversas aristas, entre ellas la económica, que si bien es la que presenta mayores inequidades, ha inspirado propuestas de nuevas institucionalidades de desarrollo a escala local —tales como los programas de codesarrollo.4 Otra perspec­ tiva es la ecológica, que surge al advertir el gran impacto socioam­ biental por la inserción discriminada de la población migrante en las sociedades de destino, frente a lo cual se propone establecer condiciones sociales, políticas y económicas necesarias para que contradicciones de la práctica en sí —que supone una relación constan­ te de los migrantes entre los países de destino y de origen; para Yépez y Lafleur lo transnacional conlleva a la vez, desde el migrante, la “facultad de ‘jugarse’ entre fronteras, desarrollando vínculos en y a través de di­ ferentes Estados-nación” (2010:37) y, desde los Estados, la tarea de man­ tener los vínculos transnacionales mediante el reconocimiento de la do­ble nacionalidad, el derecho al voto a distancia y otras políticas públicas. 3 En términos políticos, entre los migrantes esta dimensión no se limita al voto en el extranjero sino a lo que algunos autores han denomi­ nado el transnacionalismo político, a partir del cual los migrantes pueden influir en la conformación de los poderes políticos, económicos, sociales y culturales de sus países de origen, a raíz de su participación en activi­ dades políticas en las sociedades de acogida (Yépez y Lafleur, 2010). 4 Véase debate en torno al tema en Portes, 2009.

URBANITAS EN RED: CONSTRUCCIÓN DE CIUDADANÍA

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todos los ciudadanos elijan actuar de manera sustentable (véanse Aceves, 1997; Melo-Escrihuela, 2006). Esto pasa por transformar las poblaciones excluidas en ciudadanos con derechos plenos que ejerzan su ciudadanía activa basada en la cohesión social en el nivel territorial, pero también en el extraterritorial. Por último, otra dimensión de ciudadanía que se visibiliza es la cultural, en el sen­ tido en que la migración se presenta como un proceso comunica­ cional de lucha y negociación también simbólica.5 En esa pugna emerge la idea de ciudadanía diferenciada con varios tipos de de­rechos —“a la organización, […] a la expresión, a la participación en el mundo a partir de las pertenencias y anclajes culturales: el gé­nero, la etnia, la religión, las opciones sexuales, las múltiples adscrip­ ciones identitarias” (Reguillo, 2003:19)— que sólo pueden conso­ lidarse a partir de convenios inter e intraestatales tendientes a hacer pactos internacionales que tomen en cuenta a los migrantes como agentes sociopolíticos que van continuamente negociando sus identidades al insertarse en nuevos —y variados— contextos clasificatorios. Estos ajustes mutuos nos llevan a mirar a la migración como una agencia ejercida por ciudadanos en interrelaciones con diver­ sos Estados-nación (y Estados plurinacionales) —lo que problema­ tiza no sólo el vínculo entre nacionalidad y ciudadanía, sino la misma noción de territorialidad— así como con los otros ciuda­ danos de esos Estados-nación. Esta agencia que conlleva múl­tiples dimensiones y abarca diversos elementos que van desde los in­ tangibles (vinculados a los imaginarios que la movilizan) hasta las distintas estrategias individuales o colectivas asumidas para ejer­ cerla, configura una nueva esfera pública que está impactando en la construcción de ciudades/sociedades transnacionales tanto en las sociedades de origen como en las de destino. En esta nueva esfera pública destaca, desde fines del anterior milenio, que el uso de las TIC y de las redes sociales cibernéticas son parte de un proceso de consolidación de una sociedad (global y local a la vez) que funciona en red sobre la base de flujos constan­ tes de todo tipo: de capitales, de información, de ecología, interac­ 5 Para conocer distintas posturas sobre el tema, véanse Aceves (1997); Reguillo (2003); Rosaldo (2000); León Barrios (2008).

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ALEJANDRA RAMÍREZ S.

ción organizativa, imágenes, sonidos y símbolos (véase Castells, 2006). Este uso de redes sociales cibernéticas ha dado lugar, en tér­ minos de Martínez (2004), a la conformación de una comunidad global virtual de ciberciudadanos que despliegan sus interacciones sociales y políticas en espacios desterritorializados, traspasando “la cartografía clásica y los límites corporales, haciendo posible superar barreras físicas, sociales e incluso psicológicas y políticas” (Martínez, 2004:2). Se consolidan así redes de ciudadanos movi­ lizados que encuentran en el mundo de interacción virtual un espacio/instrumento privilegiado para incidir en el debate público.6 ¿Cómo están utilizando los ciudadanos este instrumento pri­ vilegiado? Diversos estudios monográficos brindan elementos para comprender las nuevas agencias que se producen. Finquelievich (2002), por ejemplo, explora las TIC en Argentina como un espa­ cio constituido por una multitud de personas que se transforman, a partir de la práctica cibernética, en movimientos sociales ciuda­ danos, organizaciones barriales u otros grupos de esta índole. De la misma forma, en otro estudio monográfico —esta vez en España—, la autora (Colombo, 2005) analiza la influencia del uso de internet en la dimensión política de la participación ciudadana, destacando la potencialidad de este instrumento para la circulación de in­for­ mación y el incremento de la capacidad de comunicación —que se vuelve más cercana, personalizada y transparente—, lo que a su vez repercute en una mayor participación política de los ciudada­ nos. No obstante, reconoce sus limitaciones, entre ellas la inequi­ dad en el acceso a las TIC y el hecho de que la incorporación de internet a la política se haya efectuado desde arriba, de manera uni­direccional. Por su parte, Menéndez (2012) analiza la dimensión política de la ciudadanía en dos situaciones: de conflictos sociales y en mo­ mentos de cooperación. En el primer caso, argumenta que el uso de internet —a pesar de todos los problemas que conlleva: hackeo, interferencias, ruidos, insultos— en situaciones de conflicto, ha de­ mostrado poseer mayor capacidad para la macroorganización y la 6 Mucho más tomando en cuenta que ofrece herramientas fuerte­ mente vinculadas a imágenes, sonidos y redes de signos, que tienen una poderosa influencia en los imaginarios sociales (véase Galindo, 2009).

URBANITAS EN RED: CONSTRUCCIÓN DE CIUDADANÍA

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discusión, ya que combina el contacto cara a cara con las movi­ lizaciones online, lo cual ofrece una complementación entre ciber­ activismo, e-participación y e-resistencia, prácticas que influyen fuertemente en los imaginarios de los que lo manejan. En el se­gundo caso —de cooperación— permite superar aislamientos, favoreciendo el sentido de pertenencia, la identidad social, la so­ ciabilidad, la construcción de comunidades virtuales, aunque temas como falta de conectividad, escasa e-educación o falta de recursos humanos pueden entorpecer el proceso (Menéndez, 2012). En otro estudio, de índole más propositiva, Hermes analiza cómo internet abre posibilidades para una formación de opinión pública más amplia y mayor acceso a una información menos elitista y más popular.7 En general, concluye este autor, internet es un instrumento que “no necesariamente produce nuevos ciu­ dadanos pero sí provee base para nuevas prácticas ciudadanas” (Hermes, 2006:306) al crear un sistema de comunicación que permite “el intercambio de la información y evaluación, no exen­ to de emoción y experiencia que son aceptados como parte del proceso de formación de opinión” (Hermes, 2006:305) y que tiene además la ventaja de llegar a amplios grupos de personas. Esta comunicación en red que “se extiende como telaraña en la que se va captando información que es útil para la plataforma” (Díaz Gandasegui, 2011:15), tiene la ventaja de ser fácil y accesi­ ble a todos —se escribe como se habla— y de incorporar el idioma audiovisual.8 Es asincrónica, rápida, efectiva y desligada de un lugar físico, permitiendo así la ampliación y visibilidad de lazos débiles con los que cuenta un individuo, la creación de un puen­ te de capital social, una conexión online que no se hubiese podido dar de manera offline (Díaz Gandasegui, 2011). De esta manera, va creando comunidades que en su conjunto influyen en sus crea­ do­res, en sus acciones, sus imaginarios y, por ende, en sus inter­ re­la­ciones offline continuamente. Impactan, entonces, de manera 7 De ahí que la ortografía, la redacción y las normas lingüísticas ya no tienen peso en esta formación de opiniones. 8 A saber, en palabras de este autor, el “hipertexto” donde se da una coexistencia entre las palabras, las imágenes y los enlaces (Díaz Ganda­ segui, 2011).

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ALEJANDRA RAMÍREZ S.

directa o indirecta, en la construcción de las sociedades y ciuda­ des en las que habitan. ¿Cómo ocurre esto en el caso específico de los migrantes? ¿Está permitiendo un ejercicio de ciudadanía transnacional? La­ fleur y Yépez (2012) plantean que para que cualquier práctica de migrantes sea considerada transnacional debe cumplir con cuatro condiciones básicas: 1) que una parte significativa de la comuni­ dad de migrantes esté involucrada en esta práctica; 2) que la mis­ma tenga una forma estable y recurrente; 3) que se trate de activida­ des que no pueden ser entendidas desde otros conceptos, y 4) que tengan impacto en las sociedades tanto de origen como de desti­ no. En este sentido, se puede argumentar que el uso de las TIC sí está generando una agencia ciberciudadana transnacional median­ te la constitución de comunidades virtuales de migrantes que tras­ pasan fronteras, incidiendo en varias sociedades/ciudades a la vez. Estas comunidades virtuales, según el seguimiento realizado por Navarrete y Huerta (2006), pueden ser definidas como “híbri­ das de intereses donde los participantes usan tanto canales en línea como canales virtuales para alimentar sus lazos sociales y los in­ tereses que conciernen sus vidas en el extranjero y sus países de origen” (2006:1). Para sus miembros, el uso de internet y de las distintas redes sociales les permite tener una participación simul­ tánea tanto en comunidades de destino como de origen, presen­ tándose como el “puente integrado hacia el hogar”. Así, se pre­senta como un instrumento de recreación y reproducción de sentido de comunidad desde lejos y, a la vez, creador de comunidad en sí. ¿Cómo funciona la consolidación de estos lazos de pertenencia a partir de las redes sociales virtuales? Esto pasa, según las mismas autoras, por una construcción de membresía común principal­ mente a partir de: compromisos, símbolos, fronteras semejantes; el desarrollo de influencias recíprocas entre redes e individuos; la integración y satisfacción de necesidades mutuas y conexiones emocionales compartidas. Todo ello conlleva la creación de histo­ rias compartidas mediante interacciones en eventos conjuntos, lo que a su vez permite construir procesos de identidad e identifica­ ción entre los diversos miembros de la comunidad que los distin­ guen de “los otros” tanto en el país de destino como de origen. Así, la participación online se extiende al mundo físico a partir de la

URBANITAS EN RED: CONSTRUCCIÓN DE CIUDADANÍA

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producción de confianza, la posibilidad de anunciar eventos de socialización, reuniones políticas, etc. Se establece el lazo entre lo virtual y la cotidianidad vivida fuera del mismo. La pregunta que sigue es: ¿cómo estas comunidades virtuales de migrantes repercuten en la creación de agencias ciudadanas transnacionales con incidencia en la construcción de sociedades/ ciudades transnacionales tanto en los países de destino como de origen? A continuación se presentan algunas respuestas sobre la base de tres estudios de caso.

AGENCIAS CIUDADANAS EN LAS COMUNIDADES VIRTUALES DE MIGRANTES BOLIVIANOS EN EL EXTRANJERO

Características de tres comunidades virtuales de los migrantes bolivianos Según estudios recientes sobre la migración transnacional (véanse Hinojosa, 2009; Ledo et al., 2012 para el caso cochabambino) los países que mayores flujos de migrantes bolivianos —diásporas, en términos de Hinojosa (2009)— reciben son: Argentina, España y Estados Unidos; cada una de estas poblaciones tiene sus propias características. Las migraciones hacia Argentina y Estados Unidos son más antiguas y se remontan a mediados del siglo XX. En el primer caso se trata de una migración de sectores más populares, campesinos y clases medias bajas; en el segundo, una mayor he­terogeneidad de migrantes, con una fuerte presencia de sectores sociales medios. Por el contrario, la migración hacia España es más reciente, y tienen mucho peso las diásporas femeninas —se habla incluso de feminización de la migración (véase Román, 2009). En un trabajo anterior (véase Ramírez, 2012b), se analizaba cómo el hecho de haber migrado impacta en las formas en que los miembros de estas comunidades ejercen e imaginan sus ciudada­ nías. Sobre la base de información recopilada en encuestas, en­tre­vis­ tas, grupos focales y análisis de documentos, se concluía que, siendo la migración una agencia cada vez más común, ésta repercute en cambios que van desde lo personal (negociación de identidades

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ALEJANDRA RAMÍREZ S.

y empoderamiento emocional individual), interacciones interper­ sonales que mantienen dentro y fuera del hogar, hasta las rela­ ciones contractuales que mantienen con uno o varios Es­ta­dos-nación, a saber, concretamente, sus imaginarios y prácticas ciudadanas en general. En esos estudios, el uso de las TIC aparecía como una prác­tica cada vez más recurrente que estaba influyendo en las dinámicas de cambios/impactos identificados en los agentes a partir del hecho migratorio. Esta constatación nos llevó a plantearnos la ne­cesidad de comprender cómo se estaban utilizando estos instrumentos y qué tipo de agencia ciudadana se estaba construyendo mediante el mismo. Para ello, metodológicamente optamos por realizar un segui­ miento cotidiano de las agencias ciberciudadanas tal como se visibilizan en las redes, aunque estamos conscientes de que, sien­ do una de las grandes bondades del ciberespacio el permitir un manejo identitario,9 se realiza el seguimiento de identidades pre­ viamente negociadas y, en muchos casos, manipuladas. Sin em­ bargo, consideramos que hacer una suerte de “ciberetnografía” en la cotidianidad de las comunidades virtuales de migrantes, nos permite tener una visión externa de esa participación, desde la cual se pueden medir incidencias interindividuales e intercomunitarias (tanto en el mundo virtual como físico) y, por lo tanto, evaluar su impacto en la construcción de las ciudades/sociedades transna­ cionales. Concretamente, elegimos trabajar con comunidades virtuales en Facebook (FB),10 creadas y gestionadas en aquellos países donde 9 Como plantea Díaz Gandasegui, lo que se percibe en las redes son “autopresentacion[es] en la[s] que el individuo puede ocultar algunos aspectos que en el mundo físico no sería posible disimular y realzar algu­ nas cualidades que pasarían desapercibidas” (2011:12). 10 Existe una gran discusión sobre el tipo de plataforma que mayor despliegue ciudadano permite. Para muchos activistas cibernéticos el Twitter tiene mayor representatividad en este campo (véase, por ejemplo, la opinión vertida por Pablo Rivero, en el seminario: “Juventud en red: política, ciberactivismo, acción colectiva”, llevado a cabo, el viernes 13 de septiembre en el Centro de Estudios Superiores Universitarios de la Universidad Mayor de San Simón en Cochabamba-Bolivia). Sin embargo, en el caso de la población migrante, consideramos que el FB, por sus ca­

URBANITAS EN RED: CONSTRUCCIÓN DE CIUDADANÍA

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más emigran los bolivianos: Estados Unidos, Argentina y España. Para el primer caso, la elección no fue difícil, pues existe una red que numéricamente es la más importante: la de Bolivianos en USA. En Argentina, la elección fue más difícil pues existen varias redes con similar número de población, sin embargo, la de Bolivianos en Argentina tenía incluido en su misma identificación, el tema de la migración. En España, así como en Argentina, existen varios gru­ pos de migrantes cibernéticos. Lo interesante es que tienen sus propias características, que adquieren de las regiones en las que se crearon.11 No es lo mismo una red creada en Barcelona —donde interfiere el regionalismo catalán— que una red creada en Madrid. Sin embargo, esta diferencia en sí es interesante ya que muestra formas distintas de inserción y ejercicio ciudadano según las so­ ciedades de recepción, de ahí que se optó por hacer un seguimien­ to de ambas redes, a fin de evidenciar la diversidad de agencias ciudadanas cibernéticas que se pueden dar en un mismo país. Ya en el trabajo de campo, empezaron a surgir otros problemas metodológicos: ¿quiénes crean las redes?, ¿cómo influyen variables como el sexo/tendencias políticas/origen departamental/nivel de formación de los creadores en ellas? Fueron elementos que pre­ sentaron, en algunos casos, “ruidos” en el seguimiento cibernético, en otros, enriquecieron el análisis. Otro problema fue el acceso a información. En algunas redes la información está presente en la memoria desde su inicio (para Bolivianos en USA, por ejemplo), mientras que para otros sólo quedan rastros de su transcurso (en los dos casos españoles) y para otros más —como el argentino— sólo se puede acceder a la última información introducida. A pesar de estas limitaciones, la información obtenida nos ha dado las bases para cumplir con el objetivo propuesto. El cuadro 1 presenta un resumen de la información general de los casos de estudio. racterísticas —no hay límites de palabras, se puede jugar con el hiper­ texto, las imágenes audiovisuales, etc.— da lugar a una mayor participación de estos agentes en específico. Por ello elegimos el estudio de las comu­ nidades virtuales que funcionan en esta plataforma. 11 De hecho, en general, como se verá posteriormente, el contexto del país de residencia influye fuertemente en el tipo de agencia ciudada­ na que se despliega.

Septiembre de 2009

Julio de 2008

Octubre de 2010

Barcelona en Bolivia

Comunidad Boliviana en España

Año de fundación

Bolivianos en USA

Página

CUADRO 1

Dirección y producción en Estudió Derecho en Universidad Mayor de San Andrés (profesional) Anteriores: Universidad Privada del Valle y Escuela Superior de Imagen y Sonido CES Vive en Madrid

Trabaja en Bolivianos en Barcelona Vive en Barcelona Le siguen 1 033 personas

Esta página es leída en 21 países y es un espacio de comunicación y confraternización Misión Nuestra misión es conectar a bolivianos que viven fuera del país y mostrar el rostro amable de Bolivia en el mundo Perfil de la empresa Si tú eres bolivian@ viviendo en USA, o si te gustaría visitar USA en algún momento, quizás has estado ya de visita o simplemente tienes algún lazo con cualquiera de estas dos naciones, ¡te invitamos a unirte a este grupo! Animamos a los miembros del grupo a que compartan experiencias amistades, videos, fotos, etcétera

Información general

INFORMACIÓN GENERAL DE LAS REDES

1 718

1 033

15 563

Núm. de miembros

296 ALEJANDRA RAMÍREZ S.

s/f

Año de fundación

GRUPO ABIERTO-BIENVENIDO Éste es un grupo creado para todo aquel que quiera compartir algo de nuestra patria, Bolivia, para aquellos que por diversas razones, ya sean personales o laborales, tuvimos que dejar nuestra tierra, o fueron nuestros padres quienes lo hicieron y a consecuencia nacimos en esta tierra que nos acoge Compartamos ese sentimiento de ser boliviano (nacido, hijo de, o por sentimiento) de corazón No responde a ningún partido político, asociación alguna, ni institución estatal Éste es un espacio libre, donde puedes compartir pensamientos, ideas políticas, cultura, etc. (especialmente es un espacio integrador) Siempre y cuando no atente contra la dignidad de los demás

Comunidad Boliviana en España es un portal de la comunidad boliviana en España que brinda una serie de servicios (información, productos y envío de paquetería) y que en un futuro próximo podrá expandirse a todos los rincones de Bolivia utilizando el satélite Tupak Katari

Información general

1 976

Núm. de miembros

FUENTE: elaboración propia con base en información presentada en la red entre noviembre de 2012 y mayo de 2013.

Bolivianos en Argentina

Página

CUADRO 1 (CONTINUACIÓN)

URBANITAS EN RED: CONSTRUCCIÓN DE CIUDADANÍA

297

298

ALEJANDRA RAMÍREZ S.

Un primer análisis de las características generales de cada comunidad virtual, nos brinda ciertas pautas que nos permitirán posteriormente comprender las agencias ciberciudadanas de sus miembros. 1) Es en Estados Unidos donde mayor número de miembros se adscriben a la red. Son varias las razones que pueden explicar el tema: antigüedad de la comunidad en el país,12 mayor nivel de formación de los participantes —lo que repercute en un mayor manejo del idioma cibernético—, mejor inserción en la comunidad de destino, etc. Este último punto puede sonar paradójico, ya que se podría creer que si están más insertos en la sociedad de recep­ ción, más se alejarían de las regiones de origen, sin embargo, al­ gunos estudios han demostrado13 que a mayor inserción exitosa en el país de destino, mayor participación transnacional en el de origen.14 2) Todas las redes muestran un crecimiento numérico en el tiempo, aunque la participación de sus miembros no siempre es constante. No obstante, en todos los casos se registra un signifi­ cativo incremento de nuevas adscripciones en las comunidades en el último año, lo que permite corroborar la tendencia futura de potenciamiento de esta forma de ejercicio ciudadano. 3) Haciendo un seguimiento a la información general de cada portada de FB, tanto en Estados Unidos como en Argentina, se especifica que se trata de páginas de “confraternización” —en el primer caso— y de integración en el segundo. La comunidad Bolivianos en USA se abre además hacia otros individuos o colec­ tividades que tengan lazos con “cualquiera de estas dos naciones [Estados Unidos y Bolivia]”; mientras que en la página de la comu­ nidad en Argentina, aparece un elemento que en sí es un indicio de ciudadanía: “Compartamos ese sentimiento de ser boliviano (nacido, hijo de, o por sentimiento) de corazón”; la participación de los miembros de este grupo adquiere otra característica: en muchos casos son jóvenes, hijos de migrantes, es decir, con doble naciona­ 12 Aunque esto no se refleja en Argentina, que también tiene una po­ blación migrante boliviana antigua. 13 Aunque existe mucho debate al respecto (véase Ramírez, 2012b). 14 Véase Portes (2009) para la dimensión económica, y Lafleur (2012) para la dimensión de ejercicio político.

URBANITAS EN RED: CONSTRUCCIÓN DE CIUDADANÍA

299

lidad, buscando raíces en un origen común. El caso de España es interesante, pues en ninguna de las dos páginas de FB de ese país, se da mucha información. Destaca, en el caso de Comunidad Bo­ li­viana en España, el perfil profesional del administrador de esa red virtual. Todas estas características van a repercutir en la forma en que se desarrollan las interferencias. De hecho sus portadas varían, dando de partida distintas percepciones sobre las comunidades virtuales (véase el cuadro 2). La presentación menos trabajada es la de Argentina, mientras que la Comunidad Boliviana en España pre­ senta un diseño que muestra la intencionalidad profesional del creador (probablemente porque se trata de un espacio que sirve también con fines de trabajo para su manager). En las comunidades virtuales de Estados Unidos y Barcelona, sus imágenes de partida ya dan ciertas pautas de las construcciones ciudadanas que se desa­ rrollan en las mismas: en Estados Unidos, una ciudadanía más acorde a la “actitud modernizante” de ese país; en Barcelona, un én­ fasis en las fronteras geográficas autónomas (véase infra). Características de las agencias ciudadanas cibernéticas de los migrantes bolivianos en el extranjero Para analizar las agencias ciudadanas cibernéticas de los migran­ tes se ha optado por dos vías: una de orden más cuantitativo y otra con mirada más cualitativa. En el primer caso se han clasificado las intervenciones de los miembros de cada comunidad según los criterios que se presentan en el cuadro 3. Es en la comunidad Bolivianos en USA (véase la gráfica 1) en la que más se movilizan todas las dimensiones ciudadanas (polí­ ticas, económicas, sociales, culturales, ecológicas, etc.). Entre ellas resaltan: la participación política transnacional a partir de los de­ bates generados en torno al voto en el exterior o en la asunción de posiciones frente a sucesos conflictivos que se viven en el país de origen. Se trata de una comunidad que ejerce activamente esta faceta de su ciberciudadanía, denotando además un seguimiento de las noticias y eventos que ocurren en el país. De hecho, es una de las comunidades donde más se “cuelga” información proveniente de otras fuentes mediáticas, por ejemplo, periódicos bolivianos.

FUENTE: elaboración propia.

Bolivianos en USA

CUADRO 2

Bolivianos en Barcelona

Comunidad Boliviana en España

IMAGEN DE LAS PORTADAS Bolivianos en Argentina

300 ALEJANDRA RAMÍREZ S.

URBANITAS EN RED: CONSTRUCCIÓN DE CIUDADANÍA

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CUADRO 3

CRITERIOS PARA CLASIFICAR LA PARTICIPACIÓN DE LOS MIGRANTES BOLIVIANOS EN COMUNIDADES VIRTUALES SEGÚN TEMA Y OBJETIVOS CIUDADANOS QUE SE MANIFIESTAN EN LA ACCIÓN

Temas

Etiqueta utilizada

Subtemas

Permite ver

Mención visual auditiva o escrita de paisaje/ comida/eventos recreacionales que se dan en Bolivia

La representación real o inventada del país de origen en el de residencia

Cotidianidad Cotidianidades de en destino comunidad boliviana en el país de destino

Características generales de la cotidianidad vivencial; eventos —fiestas, presentaciones folklóricas, elecciones de “Miss Bolivia” o “Miss Latina” e información general

Cómo los migrantes construyen espacios propios de inserción en el país de destino

Ejercicio ciudadano político en Bolivia desde el extranjero

Ciudadanía política transnacional

Voto en el exterior; protestas y reivindicaciones respecto a los derechos civiles de los migrantes en el país de origen

La participación ciudadana cívica y política transnacional

Ejercicio ciudadano socioeconómico desde el exterior

Ciudadanía socieconómica transnacional

Envío de remesas Inversiones en Bolivia. Apoyo a festividades culturales en Bolivia Manifestaciones de regionalismos

La participación ciudadana socioeconómica en el país de origen

Añoranza de Bolivia

Nostalgia

302

ALEJANDRA RAMÍREZ S.

CUADRO 3 (CONTINUACIÓN)

Temas

Etiqueta utilizada

Subtemas

Permite ver

Opiniones sobre situación en Bolivia

Opiniones sobre Bolivia

Opiniones políticas sobre lo que ocurre en el país

Percepción que se construye sobre la base de la información que se posee. Muestra intencionalidad de participación ciudadana transnacional

Ejercicio ciudadano en país de destino

Ciudadanía en destino

Referente a derechos políticos, civiles, sociales, económicos y culturales

Nivel de participación ciudadana y lucha por derechos ciudadanos en los países de destino

Información general sobre la comunidad virtual y servicios a la comunidad (publicitar profesionales; ofertas de trabajo; búsqueda de domicilios; anuncios de alquileres; oferta de pasajes; etcétera)

Manejo de la página de FB sobre la comunidad Las páginas sirven para fortalecer la dimensión económica de las ciudadanías en los países de recepción, en el sentido en que se presentan como espacios para publicitar ofertas laborales, de vivienda u otros

Ofertas de Servicios de la información página de FB y servicio

Comentarios Temas Política de los sobre temas internacionales países de

Amplitud mental de la población

URBANITAS EN RED: CONSTRUCCIÓN DE CIUDADANÍA

303

CUADRO 3 (CONTINUACIÓN)

Temas

Etiqueta utilizada

diversos internacionales

Subtemas

Permite ver

destino; política internacional, ciencia, literatura, temas sociales

migrante, mayor interrelacionamiento o con las sociedades receptores; mayor integración a las mismas

Noticias socioculturales bolivianas que destacan en el país de destino

Bolivianos destacados

Premios a bolivianos en el país de destino; estreno de películas nacionales; difusión de música nacional; deportistas bolivianos destacados en el exterior; héroes entre migrantes bolivianos

Aporte de los bolivianos en el exterior; nivel de integración; nivel de interrelacio­namiento con sociedad de recepción; imaginario de lo heroico que sirve para potenciar identidades y orgullos nacionales en los países receptores

Identidad boliviana

Identidad

Distintas formas de patriotismo

Fortalecimiento de identidad nacional, frente a otros Estadosnación

FUENTE: elaboración propia.

Este aspecto es importante porque permite corroborar lo plantea­ do en otros estudios de caso (véanse Hermes, 2006; Díaz Gandese­ gui, 2011; Menéndez, 2012) respecto a una complementación de informaciones de diferentes fuentes mediáticas que se da median­te el uso de internet. La comunidad Bolivianos en Barcelona (véase la gráfica 2), pre­senta una página que denota, por un lado, un rubro importante

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ALEJANDRA RAMÍREZ S.

GRÁFICA 1

BOLIVIANOS EN USA 60 50 40 30 20

2009

2010

2011

Identidad

Bolivianos destacados

Temas internacionales

Servicios P.F.B.

Ciudadanía en destino

Opiniones sobre Bolivia

Ciudadanía política transnacional Ciudadanía socioeconómica transnacional

Cotidianidades

0

Nostalgias

10

2012

FUENTE: elaboración propia.

de servicios a la comunidad (por ejemplo, avisos de trabajo, publi­ca­ ción de información general que hace a la vida cotidiana de los mi­ grantes en España) y, por otro, una fuerte colaboración con otros colectivos externos con los que se interrelacionan, visibilizando un ejercicio ciudadano activo en el país de destino. Estas redes se establecen ya sea con grupos de FB de otro origen migratorio, con grupos políticos autonómicos de Barcelona u otras comunidades transnacionales de migrantes bolivianos en el exterior. Esto nos ha llevado a calificar a esta comunidad como un eslabón más de una cadena más amplia conformada por múltiples grupos y comuni­ dades virtuales. Las agencias ciudadanas, en este caso, presentan su propia particularidad (véase infra). En la Comunidad Boliviana en España (véase la gráfica 3) des­ tacan por tener: a) un manejo profesional de la red, ya que el com­ munity manager es especialista en el tema, habiendo abierto, según consta en su presentación, la página para la venta de servicios a la comunidad migrante y mostrando una estrategia agresiva —por ejemplo, con diferentes ofertas de premios para aquellos que se

URBANITAS EN RED: CONSTRUCCIÓN DE CIUDADANÍA

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GRÁFICA 2

2008

2009

2010

2011

Bolivianos destacados

Temas internacionales

Servicios P.F.B.

Ciudadanía en destino

Opiniones sobre Bolivia

Ciudadanía socioeconómica transnacional

Ciudadanía política transnacional

Cotidianidades

10 9 8 7 6 5 4 3 2 1 0

Nostalgias

BOLIVIANOS EN BARCELONA

2012

FUENTE: elaboración propia.

van sumando— para promocionarla; b) al igual que en la comuni­ dad de Barcelona, una construcción visible de redes con otras comunidades virtuales, ya sea de bolivianos en otros países u otros grupos de otras nacionalidades, y c) la mención frecuente de la cotidianidad de la vivencia de los migrantes. Así, los eventos de elección de Miss Bolivia o Miss Latina en España, eventos musi­ cales, reunión de caporales y otros de este estilo (véase infra) son una constante. Por último, en términos de ciudadanía en el país de destino, es interesante el papel que juega el futbol, en torno al cual se crea una suerte de subcomunidades virtuales mediante debates que se abren a raíz de la identificación de los miembros de la red con equipos locales del país de destino. Se nota poca participación en la vida política de Bolivia, salvo en momentos clave: durante algunos conflictos específicos o asumiendo posiciones —general­ mente chauvinistas— respecto al acceso de Bolivia al mar. No hay alusión directa a la participación de los migrantes bolivianos en el proceso de voto en el exterior, por lo que parece existir una gran indiferencia frente al tema político.

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ALEJANDRA RAMÍREZ S.

GRÁFICA 3

COMUNIDAD BOLIVIANA EN ESPAÑA 160 140 120 100 80 60 40

2010

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Identidad

Bolivianos destacados

Temas internacionales

Servicios P.F.B.

Ciudadanía en destino

Opiniones sobre Bolivia

Ciudadanía política transnacional Ciudadanía socioeconómica transnacional

Nostalgias

0

Cotidianidades

20

2012

FUENTE: elaboración propia.

Para el caso Bolivianos en Argentina (véase la gráfica 4), llama la atención el fuerte activismo político transnacional.15 Es la co­ munidad donde mayor debate existe —denota incluso grandes ni­ veles de tensión y conflictividad— en torno a los eventos políticos que ocurren en Bolivia, mostrando polarizaciones importantes entre los que apoyan fuertemente al actual gobierno boliviano y los que lo critican. Esta actitud tiene que ver con la proximidad geo­ gráfica entre el país de destino y el de origen. En efecto, la cerca­ nía entre ambos hace que se trate de poblaciones fluctuantes que cruzan fronteras a menudo, por lo que destaca la influencia de los sentimientos y percepciones prevalecientes en sus comunidades de procedencia. Haciendo un análisis comparativo entre las comunidades esta­ blecidas en los tres países, como un primer intento para clasi­ficar —arbitrariamente— las agencias ciberciudadanas que se ma­ni­fies­ tan, se pueden mencionar las siguientes tendencias: es en los paí­ 15

Lastimosamente sólo se tiene información para 2013.

URBANITAS EN RED: CONSTRUCCIÓN DE CIUDADANÍA

307

GRÁFICA 4

TEMAS DE INTERVENCIÓN EN LA COMUNIDAD “BOLIVIANOS EN ARGENTINA” (2013) 3%

5% 1%

3% 22%

13%

10%

30%

8% 5%

Nostalgias Cotidianidades Ciudadanía política transnacional Ciudadanía socioeconómica transnacional Opiniones sobre Bolivia Ciudadanía en destino Servicios P.F.B. Temas internacionales Bolivianos destacados Identidad FUENTE: elaboración propia.

ses de destino históricamente más tradicionales y antiguos (Esta­ dos Unidos y Argentina) donde se ubican las comunidades vir­ tuales con mayor participación de sus miembros en términos de ciberciudadanía política transnacional; en ambos casos se visibili­za un fuerte interés por el voto en el extranjero y mayores reaccio­ nes frente a los conflictos/sucesos sociopolíticos que se dan en el país de destino. Sin embargo, mientras que en Estados Unidos se nota una tendencia hacia el desarrollo de posturas patriotas de iden­tifi­ cación con el país en el que residen —así como actitudes socio­cul­tu­ rales en las que se trasluce una glorificación de los espectácu­los—, en Argentina aparece una comunidad más volcada hacia la región de procedencia. En los dos casos españoles, las preocupaciones giran mayormente en torno a las dimensiones económicas y sociocultu­

308

ALEJANDRA RAMÍREZ S.

rales de las ciudadanías cotidianas. En cuanto a las relaciones rela­ tivas a la sociedad de destino, en Barcelona se manifiestan mayores intervenciones acerca de la realidad local, mientras que en el caso de Madrid las interrelaciones ciudadanas tienen un matiz más transnacional, en el sentido de que convergen con otras comuni­ dades no necesariamente limitadas a otros migrantes bolivianos que residen en la zona. Respecto al análisis cualitativo del seguimiento cibernético de estas comunidades, el mismo se ha efectuado a partir de la identi­ ficación de las distintas dimensiones que se priorizan en las agen­cias ciudadanas cibernéticas de los agentes. En el cuadro 4 se mues­tra desde qué preguntas y con qué indicadores se ha ido clasificando cada dimensión. CUADRO 4

INDICADORES DE AGENCIAS CIUDADANAS POR PREGUNTAS DE INVESTIGACIÓN Dimensiones de la agencia ciudadana que se quiere comprender

Preguntas de investigación a las que se busca responder

Indicadores

Económica

¿Cómo coopera —o es utilizada— la comunidad virtual para el fortalecimiento de la agencia ciudadana económica de los migrantes?

Oferta de información y servicio en la página de la comunidad (ofertas laborales, publicidad profesional, anuncios alquileres, etcétera)

Política

¿Qué tipo de relaciones interciudadanas se mantienen con los agentes y comunidades del país de origen?

Ciudadanía política transnacional

¿Qué tipo de relaciones se establecen con el Estado del país de origen?

Opiniones sobre la situación en Bolivia

URBANITAS EN RED: CONSTRUCCIÓN DE CIUDADANÍA

309

CUADRO 4 (CONTINUACIÓN)

Dimensiones de la agencia ciudadana que se quiere comprender Sociocultural

Preguntas de investigación a las que se busca responder ¿Cómo se refleja en el uso de FB, la cotidianidad de las agencias ciudadanas de los(as) migrantes?

Indicadores

Nostalgia Cotidianidades Ciudadanía socioeconómica transnacional Bolivianos destacados Identidad boliviana

Inserción ciudadana (con sus múltiples dimensiones) en la sociedad de destino

¿Qué tipo de comunidad se está creando? ¿Qué tipo de identidades se negocian en relación con el país de destino?

Ciudadanía en destino Temas internacionales

¿Qué tipo de relaciones interciudadanas se están construyendo? ¿Qué tipo de relaciones existen con el Estado del país de destino? FUENTE: elaboración propia.

Tomando en cuenta esta clasificación, en seguida analizamos las ciberciudadanías de los migrantes en cada comunidad según la dimensión de ciudadanía priorizada.

310

ALEJANDRA RAMÍREZ S.

Dimensión económica de las agencias ciudadanas Coadyuvar al fortalecimiento de la dimensión económica de las agen­cias ciudadanas de los migrantes es un elemento común en todas las comunidades virtuales, las cuales se manifiestan mediante avisos de trabajo, anuncios de alquileres o servicio de encomien­ das; ini­ciativas y prácticas de solidaridad con las poblaciones de origen o entre la misma comunidad de migrantes; debates en tor­ no a actividades económicas internacionales que se dan en Bo­livia y cues­tionamientos en torno al riesgo de volver a vivir en el país de procedencia; y, como una suerte de respuesta a estos temores, ofer­ tas para inversiones por parte de los migrantes en distintos em­ prendimientos que se realizan en el país de origen. Se nota, así, el contacto directo que existe entre migración en inversión en el país (véase el cuadro 5). CUADRO 5

EJEMPLO DEL IMPACTO DEL USO DE REDES VIRTUALES EN LA DIMENSIÓN ECONÓMICA DE LA AGENCIA CIUDADANA DE LOS MIGRANTES

Tipo de ejemplo (a)

Comunidad Bolivianos en Argentina

Fecha

Ejemplo

12/05/2013 Queremos contactar con personas que DESEAN unos INGRESOS extras, CREAN en internet como medio de difusión para generar negocio y QUIEREN hacer algo en concreto para GANAR dinero Si puedes dedicar unas horas a la semana a mejorar tu economía nuestra oferta te interesa Aprende y enseña a los demás a transformar $9.95 (7 euros) en $2 500 (2 120 euros) o mucho más INFÓRMATE Y REGÍSTRATE EN:



URBANITAS EN RED: CONSTRUCCIÓN DE CIUDADANÍA

311

CUADRO 5 (CONTINUACIÓN)

Tipo de ejemplo (a)

(b)

Comunidad Bolivianos en Argentina

Comunidad Boliviana en España

Fecha

Ejemplo

28/05/2013 DUEÑO ALQUILA

DEPTO. 2 AMBTES. AMOBLADO EN RECOLETA

Súper luminoso y silencioso con vista al jardín Excelente ubicación. A pasos de la Universidad Barceló, frente a la UBA-Fac. de Ingeniería, a 4 cuadras de UBA-Fac. de Derecho Capacidad 2 personas Disponible a partir de septiembre 7/03/2011

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Para operaciones en dólares o euros: Banco intermediario: COMMERZBANK AG, FRANKFURT - ALEMANIA; swift code: COBADEFF; Cuenta: 400-871-

9718-00 de Banco Unión S.A., Bolivia (SWIFT: BAUNBO22) Nombre del beneficiario final: Todos solidarios Bolivia una sola; Cuenta del Beneficiario: 1-5462738; Tel.: (00591-2) 2-171717 Int. 1426; Dirección: Av. Camacho # 1416 esq. Loayza. Zona Norte; Ciudad: La Paz (c)

Bolivianos en USA

17/01/2012 “Tengo planes de volver al país pues la situación está difícil por estos lados (USA) ¿Qué oportunidades de trabajo puedo encontrar en Bolivia?” (Servicio a la comunidad)

312

ALEJANDRA RAMÍREZ S.

CUADRO 5 (CONTINUACIÓN)

Tipo de ejemplo (d)

Comunidad Bolivianos en Argentina

Fecha

Ejemplo

18/06/2013 Haga una Inversión a Futuro, a próxima culminación de la carretera CochabambaTrinidad, ¡los precios subirán hasta las nubes!, ¡APROVECHEN Y HAGAN SU INVERSIÓN! Terrenos en Venta Urbanizados. 4 Manzanos 1er Manzano 15 lotes urbanos de 312.5 m2 2do Manzano 26 lotes urbanos de 541.375 m2 3er Manzano 2 lotes urbanos de 541.375 m2 4to Manzano 38 lotes urbanos de 541.375 m2 Ubicación: Trinidad-Bolivia km. 4, carretera a Santa Cruz Referencias: 591(4)4493091 70393791, 68484904, 60760950 Precio por metro cuadrado 12 $u$, Negociable ¡APROVECHE ESTA ÚNICA OPORTUNIDAD, NO SE LA PIERDA!  — enTrinidad Beni

FUENTE: elaboración propia.

Dimensión política de las agencias ciudadanas transnacionales ¿Cómo, a partir de sus agencias ciudadanas, los bolivianos migran­ tes están influyendo en las comunidades de origen o en las autori­ dades públicas bolivianas? El seguimiento en internet nos permite destacar los siguientes aspectos: las redes sirven para emitir que­ jas contra representantes gubernamentales del país de origen en el lugar de destino, así como para difundir publicaciones de estos representantes entre los miembros de las comunidades —en este último caso, no llega a establecerse un diálogo, se publica infor­

URBANITAS EN RED: CONSTRUCCIÓN DE CIUDADANÍA

313

mación pero no se busca conocer las reacciones— y la participa­ ción en la vida política cotidiana del país. La agencia ciudadana, que es fuerte sobre todo en Argentina (véase supra), incluso forma parte de la cotidianidad de la participación ciudadana virtual de esta comunidad. Por último, las redes sirven para denunciar atro­ pellos a los derechos ciudadanos y humanos en general de bolivia­ nos en el exterior, ya sea por representantes del gobierno del país de origen, o por otros compatriotas con mayores contactos en el país de destino (véase el cuadro 6). CUADRO 6

EJEMPLO DEL IMPACTO DEL USO DE REDES VIRTUALES EN LA DIMENSIÓN POLÍTICA DE LA AGENCIA CIUDADANA DE LOS MIGRANTES

Tipo de ejemplo

Comunidad

Fecha

Ejemplo

(a)

Comunidad Boliviana en España

21/02/2011

Quiero expresar públicamente mi indignación por el trato discriminatorio e irrespetuoso que otorga el Consulado de España en Bolivia a ciudadanos bolivianos, lo cual considero un atropello a los derechos humanos y a la dignidad como persona ¡No es posible que la solicitud de un visado en la actualidad cueste alrededor de 1 500 euros por persona!, hago un llamado a que se alce la voz y se exprese la disconformidad con este proceder y otros relacionados, gracias, ¡VIVA BOLIVIA!

(a)

Comunidad Boliviana en Espana

8/09/2011

314

ALEJANDRA RAMÍREZ S.

CUADRO 6 (CONTINUACIÓN)

Tipo de ejemplo (b)

Comunidad Bolivianos en Argentina

Fecha

Ejemplo

24/05/2013 Felipe Gustavo Guarachi Ni perdón, ni olvido Rkc Trópico de Cochabamba Día Nacional Contra el Racismo y toda forma de discriminación El 24 de mayo del 2008, una turba de jóvenes universitarios y partidarios de autoridades locales allanó durante la mañana varias viviendas de Sucre, donde se encontraban alojados campesinos que llegaron a la ciudad para participar del acto organizado por la... Ver más Me gusta seguir esta publicación · Compartir · Ayer a las 13:45 A Giovanna Suárez le gusta esto Gabriel Ugarte, por qué no dejas de subir estupideces antes entérate bien de lo que pasó masista Felipe Gustavo Guarachi, con eso qué quieres decir, ¿qué ustedes son las víctimas? Jajajaja… Cada día siento más asco por la oposición boliviana… Bridgett Tapia muchos masistas acá, por favor aquí los únicos q actúan de esa forma son los masistas q agreden y actúan de tal manera linchando, matando... etcétera Gabriel Ugarte no se trata

URBANITAS EN RED: CONSTRUCCIÓN DE CIUDADANÍA

315

CUADRO 6 (CONTINUACIÓN)

Tipo de ejemplo

Comunidad

Fecha

Ejemplo de ser oposición o qué.... no te das cuenta que tu famoso modelo no funciona además esta página no es para hacer política es para buscar un bien común de aquellas personas que viven fuera de Boliva Oscar Zambrana Flores ¡Vamos Sucre!, ¡a enterarse primero antes de publicar porquerías!, masistas de m… Felipe Gustavo Guarachi jajajajjaja ¿si nosotros somos así, ustedes son una tacita de leche no? ajjajajajajjajajajajjaaa mucho opositor concentrado en esta página pero por más que juntos sean desbocados y violentos en las urnas no son nada, pero, ¿por qué si hay tanto opositor suelto y peligroso por ahí? jajajaj claro porque los mediocres opositores entre 10 no hacen 1 Ahora vean como es esta página... ustedes me dicen masista de M... a mí pero si yo los insulto a ustedes a mí me sacarían del grupo... mmmm... Cada día siento más asco por los bobositores Felipe Gustavo Guarachi vamos vamos... ahora yo sí me animo a ir tranquilo porque sé que el gobierno les sentó la mano a los opositores siempre violentos

316

ALEJANDRA RAMÍREZ S.

CUADRO 6 (CONTINUACIÓN)

Tipo de ejemplo

Comunidad

Fecha

Ejemplo Oscar Zambrana Flores Mira en las urnas no seremos tantos porque en Bolivia hay más campesinos que citadinos, pero eso no influye en nada ya que todos los campesinos los obligan a votar por el Evo o si no les sacan sus tierras, entonces cómo no va a ganar Felipe Gustavo Guarachi jajajajjajajajajajajjajaaaaa.... por eso pierden miserablemente en todo, por eso Bolivia mientras estuvo administrada por el criollaje mediocre y corruptísimo (y el mestizaje servil, vos) siempre fue el país más pobre de América y el último en todo Esa mediocridad que ustedes llevan con orgullo es la que los hace subestimar a la gran mayoría del pueblo boliviano. Mientras ustedes siguen creyendo en estupideces, defendiendo lo indefendible y negando la realidad, el proceso de cambio los está pasando por encima Bridgett Tapia defendiendo ese disque “proceso de cambio” ufffff ¡no se puede intercambiar palabras con este tipo de gente masista!, ¿asco?, asco este tipo de masistas Felipe Gustavo Guarachi que tú no lo puedas entender (no sé por qué si ustedes son bien estudiosos) no quiere decir que no exista

URBANITAS EN RED: CONSTRUCCIÓN DE CIUDADANÍA

317

CUADRO 6 (CONTINUACIÓN)

Tipo de ejemplo

Comunidad

Fecha

Ejemplo Felipe Gustavo Guarachi nosotros por lo menos intercambiamos palabras y no golpes o tiros como ustedes, purapintistas de la mediocre oposición boliviana. Bridgett Tapia q ignorante “Felipe” ustedes los linchadores los q matan personas bloquedores problemáticos lo q menos saben es hablar… ya m di cuenta metido estás en esto masista masista q asco das tú

(b)

Bolivianos en USA

28/11/2011

2011 AMIGOS Y COMPATRIOTAS BOLIVIANOS EN EL ÁREA DE WASHINGTON, VIRGINIA, MARYLAND Y TODOS LOS QUE ESTÉN CERCA A LA CAPITAL DE LA NACIÓN. POR FAVOR POR FAVOR, LEAN ESTE MENSAJE: EL DOMINGO 2 DE OCTUBRE A LAS 2 DE LA TARDE SE REALIZARÁ UNA VIGILIA Y MINUTO DE SILENCIO FRENTE A LA CASA BLANCA EN WASHINGTON D.C. COMO MUESTRA DE REPUDIO A EVO MORALES Y TODAS LAS BARBARIDADES QUE ESTÁ HACIENDO EN EL TIPNIS

(Isabel Velasco) (b)

Comunidad Boliviana España

26/09/2011

Por favor difundir lo que está pasando en Bolivia con respecto a la marcha del TIPNIS, y la lamentable intervención de la policía nacional comandados por el gobierno central, que aprehendieron a los marchistas de manera brutal

318

ALEJANDRA RAMÍREZ S.

CUADRO 6 (CONTINUACIÓN)

Tipo de ejemplo

Comunidad

Fecha

Ejemplo Policía boliviana interviene marcha indígena y detienen a dirigentes del TIPNIS: Noticias de Bolivia

(c)

Bolivianos en Argentina

13/05/2013 Cuántas veces en Bolivia se escucha oferta de trabajo por radios, periódicos, avisos de trabajo q anuncian para traficar personas a ARGENTINA: pasaje pagado, comida, techo y buen sueldo fijo y demás ofertas. No hay nada peor q un boliviano explotador q explota a su propia raza... ¿y me pregunto con qué moral emplean estos explotadores libremente la palabra “genocidio”...? q irónica realidad clandestina… definitivamente no hay moral...

FUENTE: elaboración propia.

En general, son varios los elementos que se cruzan cuando se habla de la dimensión política de la ciberciudadanía transnacional, ya que éstos incluyen desde opinar sobre lo que pasa en el país de origen, hasta movilizarse por ciertas causas concretas, pa­ sando por denunciar atropellos hacia los derechos ciudadanos en el país de residencia, tanto por parte de representantes guberna­ mentales como por otros ciudadanos. Un estudio más minucioso de los imaginarios en tensión en estos debates entre miembros de comunidades migrantes, queda pendiente hacia el futuro. No obstante, esta primera aproximación ya nos muestra ciertas pautas. ¿Cuál es el impacto de la misma en la sociedad de origen? Es difícil medirlo con un simple seguimiento a las redes, sin embargo, es indudable que las diferentes ma­ni­fes­ta­ ­ciones y denuncias de estas comunidades virtuales de mi­grantes

URBANITAS EN RED: CONSTRUCCIÓN DE CIUDADANÍA

319

frente a ciertos conflictos específicos que se dan en el país de ori­ gen16 influyen en un cambio en la opinión internacional res­pecto al tema, lo que tiene su respectiva consecuencia en el país donde se suscita el hecho. Por su parte, acciones cibernéticas más con­ cretas (intercambio de opiniones) parecen tener menores inci­ dencias aunque despiertan el debate y/o movilizan indignaciones, pues no hay que olvidar las redes propias de cada miembro de esa comunidad, en las cuales la información, como una suerte de jue­ go de pirámide, va creciendo. Una discusión sobre una temática política puede llegar a tener más de 80 participaciones (comen­ tarios), como se ha visto en el caso de Argentina, y ello está reper­ cutiendo en los imaginarios. Dimensión socioeconómica transnacional de las agencias ciudadanas Dos aspectos deben ser analizados para describir la dimensión socioeconómica transnacional de las agencias ciudadanas ciber­ néticas. Por un lado, las agencias que se ejercen en las sociedades/ ciudades del país de destino y que toman como base las costum­ bres, ritos, patrones, valores y formas de ser que provienen del país de origen; por otro lado, las acciones basadas en elementos, ima­ ginarios u otros recuperados de los países de destino y que influ­ yen en el interrelacionamiento que se tiene con las sociedades de origen. En el primer caso destacan ciertos elementos en común a todas las comunidades virtuales de migrantes. Uno de ellos se visibiliza mediante el anuncio y la participación en festividades religiosas en lugares de destino vinculado a la conformación de fraternidades fol­ clóricas bolivianas que funcionan activamente en los lugares donde se está residiendo. Y es que, como se analizaba con base en entre­ vistas en un anterior trabajo (véase Ramírez, 2012b), en general, la cultura es una buena entrada para empezar a organizar asociacio­ nes de bolivianos, lo cual permite además un ejercicio más fuerte 16 Es el caso del conflicto suscitado en torno a la construcción de una carretera en un Parque Nacional (TIPNIS) y que enfrentó a indígenas de tierras bajas con representantes del gobierno plurinacional de Bolivia.

320

ALEJANDRA RAMÍREZ S.

de su ciudadanía en el país de destino.17 Aunque esto depen­de del país en cuestión, ya que en algunos, como en Argentina, las acti­ vidades culturales que proceden de la comunidad de origen son mal vistas y dan lugar a una mayor exclusión del migrante (véase el cuadro 7). CUADRO 7

EJEMPLO DEL IMPACTO DEL USO DE REDES VIRTUALES EN LAS COTIDIANIDADES CIBERCIUDADANAS DE LOS MIGRANTES

Tipo de ejemplo (a)

Comunidad Bolivianos en USA

Fecha 12/05/2010

Ejemplo Si petit si grandiose Caporal (30 fotos). Caporales sin fronteras. La Comunidad boliviana de Lausana dio un gran espectáculo cultural en Suiza*

* Ejemplos similares abundan. 17 En una entrevista realizada en el marco del proyecto “Migración de retorno, ciudadanías e inserción laboral” (CIUF-CESU-CEP-UMSS), una mi­ grante de retorno de Italia relataba: “Había un vacío, un algo. Me faltaba nuestra música, nuestros bailes, yo me decía ‘¿Qué se puede hacer?’ Entonces he comenzado a conocer a los músicos que venían de aquí, co­ menzaba a hacer con ellos amistad, he comenzado a llevar trajes de aquí de Bolivia, he comenzado a bailar tinkus […] Comencé a reunir a la gente ‘Vengan, bailaremos, para hacernos sentir, hacernos ver que somos, que existimos’. Comenzaba a transmitir la cultura que aquí puede ser que ni me interesaba; he aprendido, por eso te digo, a quererla más a Bolivia de verdad. Tengo una asociación que se llama ‘Asociación Cultural Mi Tie­ rra Bolivia’, es del 1997, tiene su estatuto, es reconocida a nivel nacional e internacional por la Unión Europea. Bailamos todos los bailes típicos, participamos en todas las escuelas haciendo un poco de demostraciones enseñándoles nuestra cultura, por qué se baila, por qué cada baile tiene

URBANITAS EN RED: CONSTRUCCIÓN DE CIUDADANÍA

321

CUADRO 7 (CONTINUACIÓN)

Tipo de ejemplo (a)

Comunidad

Fecha

Ejemplo

Comunidad Boliviana España

20/11/2011

San Simón ArgentinaMadrid publicó en Comunidad Boliviana España 20 de noviembre de 2011 ¡Atención! El 10 de diciembre nuevamente haremos sonar nuestros cascabeles… Quedan todos invitados al primer festival de “Música Folclórica” Lugar: Manzanares el Real, Madrid Nuevamente la cultura de Bolivia estará presente de la mano SAN SIMÓN ARG-MADRID… Te esperamos… Te esperamos…

su historia […] Tienes que saber, no es por bailar. Últimamente trabajamos con la embajada boliviana, con los cónsules; hasta al embajador le hice bailar en una entrada de carnaval dos años atrás, tratamos de trabajar pro­ yectos juntamente con el embajador [¿Eso les ayuda a ejercer mejor su

322

ALEJANDRA RAMÍREZ S.

CUADRO 7 (CONTINUACIÓN)

Tipo de ejemplo

Comunidad

Fecha

Ejemplo

(b)

Bolivianos en USA

7/08/2012

NEW JERSEY: La comunidad boliviana rindió homenaje a Bolivia con un imponente desfile cívico ¡Felicitaciones compatriotas! (Foto: Bernie Serrano)

(c)

Comunidad Boliviana España

8/08/2011

Miss Bolivia España 2011  (46 fotos)

(d)

Bolivianos en Argentina

17/05/2013

FUENTE: elaboración propia.

URBANITAS EN RED: CONSTRUCCIÓN DE CIUDADANÍA

323

No obstante, esta diferenciación que ha podido ser establecida mediante entrevistas y/o grupos focales,18 no se visibiliza en las redes virtuales. Ahí, lo que sí es constante son los anuncios acerca de reuniones y eventos de las fraternidades folclóricas que, además, circulan entre diferentes espacios virtuales pertenecientes a dis­ tintos países,19 constituyéndose en una cadena más amplia de co­munidades virtuales distintas que comparten las mismas acti­ vidades. Otro elemento presente es el relato de la cotidianidad de las comunidades migrantes a partir del anuncio de eventos de confra­ ternización comunitaria en el país de destino, tales como fiestas, difusión de música nacional, elaboración de comida boliviana, etc. —sobre todo en el caso de la Comunidad de Bolivianos en Es­paña con la elección de Miss Bolivia, aunque también ocurre en Estados Unidos. También forman parte de esta dimensión las reivindica­ ciones regionalistas típicas del país de origen que se reproducen en el de destino y que se manifiestan a partir de la difusión de co­ midas regionales, paisajes de un departamento, bailes, etc. Este re­ gionalismo transnacional siempre viene cargado de una dosis de nostalgia. Es interesante ver que en el caso de las comunidades vir­tuales no se manifiestan regionalismos conflictivos (lo que sí ocu­ rre en el país de procedencia); al estar fuera del país, la identidad que se reivindica frente a “los otros del país de destino” es más bien la boliviana como el rasgo de pertenencia común. A partir de todas estas manifestaciones vinculadas a una reivin­ dicación del origen, los migrantes bolivianos en el extranje­ro es­tán desplegando su agencia ciudadana cibernética transnacional, en su dimensión socioeconómica. ciudadanía?] Sí, sí porque allá te conocen como te dije de borracho; esto ve la gente y dice ¡Oh! ¡Qué lindo verdaderamente!” (mujer, migrante de retorno de Italia). 18 Lo que nuevamente nos lleva a plantear como un desafío hacia el futuro el de complementar este seguimiento de redes con entrevistas para comprender los lazos entre las identidades que se están negociando en el espacio virtual y las que se producen en las calles. 19 Probablemente por el pequeño tamaño geográfico del continente europeo, eso es más fuerte en esa región. En efecto, ahí resulta más fácil viajar y combinar esta agencia cibernética con el contacto físico no vir­ tual.

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ALEJANDRA RAMÍREZ S.

Respecto a la otra cara de esta agencia, a saber, el impacto de los países de destino (imaginarios, prácticas, etc.) en la dimensión socioeconómica de las agencias ciberciudadanas transnacionales que se mantienen con el país de origen, destacan los cambios de imaginarios concretos que los migrantes perciben como conse­ cuencia de vivir en otra sociedad, con otros valores. Es el caso del orden y la puntualidad, así como el mayor respeto al otro. Un ejem­ plo es el comentario: “Vivir en Estados Unidos me está enseñando: ser más puntual […] ser más rápido […] ser más respetuoso de las leyes […] ¿y que más? […]” (Comunidad Bolivianos en USA, 5-052010). Es interesante notar que percepciones similares se reco­ gieron mediante entrevistas entre migrantes de retorno —tanto de países europeos como americanos— en Cochabamba (véase Ramírez, 2012b). Esto demuestra que la migración está cambian­ do sobre todo los imaginarios en torno a las formas de concebir la ciudadanía y la convivencia interciudadana, lo cual indudable­ mente se transfiere a la práctica. En general, en esta dimensión de la cibernética interactúan a la vez —en una suerte de vaivén constante— los sentimientos, valores, costumbres, etc. tanto del país de origen como de destino. Se percibe la consolidación de otro tipo de ciudadanía —tal vez cosmopolita— donde se cruzan tanto instituciones como ima­ ginarios de varios países a la vez. Esto afecta la construcción de sociedades/ciudades transnacionales en los que estos agentes par­ ticipan directa o indirectamente. Inserción ciudadana en el país de destino El nivel de integración de los migrantes al país de destino es im­ portante porque permite ver el grado y estatus (no necesariamente jurídico, pero sí en la práctica) de ciudadanía que mantiene esta población migrante. Se parte de la hipótesis de que a mayor nivel de inserción, mayor convivencia y compromiso con otros ciudadanos de la sociedad de destino, lo que no necesariamente significa rup­ tura de lazos con el país de origen (véase supra). ¿Cómo se visibiliza en las redes esa inserción ciudadana en el país de destino? Destacan, por un lado, varios elementos comunes a todas las comunidades virtuales que permiten ver el nivel de in­

URBANITAS EN RED: CONSTRUCCIÓN DE CIUDADANÍA

325

serción —u obstáculo para la misma— entre los migrantes: los anun­ cios e informaciones respecto a la situación de migrantes en el país en cuestión que muestran las tendencias respecto a la situación jurídica de sus residencias; la conformación de comunidades virtua­ les de migrantes bolivianos que traspasan fronteras es otro ele­mento en común sobre todo en Europa y Estados Unidos, y permiten ver la constitución de comunidades más amplias, macrorregiones de comunidades virtuales, en las que el lugar donde se vive no es el punto en común sino la noción de ser migrante (pues en muchos casos las comunidades incluyen migrantes de otras regiones del mundo). Además, la inserción en el país de destino se ve con la intervención que denota el involucramiento en luchas por causas globales que tocan al país de destino. Ejemplos que destacan tie­ nen que ver con cuestiones ecológicas, guerras en algunos países, o defensa de los derechos de minorías como las comunidades gays y lesbianas; también la lucha por la situación de los migran­ tes en general es un tema importante. Por último, otro elemento común que refleja la inserción ciudadana en el país de destino son las opiniones que se pueden verter sobre las políticas de dicho país. Esto muestra una forma de ejercicio ciudadano político activo en el lugar de destino (véase el cuadro 8). Por otro lado, también se visibilizan particularidades concre­ tas según comunidad virtual en cuestión: En el caso de Bolivianos en USA, destaca su fuerte participación como parte de una comu­ nidad latina (y no tanto boliviana) en el debate sobre reformas mi­ gratorias o en las elecciones del país de destino, impulsando vía redes, por ejemplo, el voto de castigo. Asimismo, la reivindicación de bolivianos notables aparece como una constante tanto en la comunidad que reside en Estados Unidos como en la española. Para el caso de Barcelona, destacan los vínculos con comunidades polí­ ticas locales como la de los vascos. Lo mismo con los debates en torno a equipos de futbol locales, sobre todo en la Comunidad de Bolivianos en España (véase el cuadro 9). Para el caso Argentino, se trata de una comunidad que mues­ tra un mayor asentamiento en el lugar de destino. Esto se visibi­ liza a partir de la existencia de radios cuyas frecuencias pueden incluso llegar a Bolivia, generando debate virtual entre residentes de ambos países. Otro tema que destaca en Argentina —y no en

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ALEJANDRA RAMÍREZ S.

CUADRO 8

EJEMPLO DE FORMAS Y NIVELES DE INSERCIÓN CIUDADANA DE LOS MIEMBROS DE LAS COMUNIDADES VIRTUALES

Tipo de ejemplo (a)

Comunidad

Fecha

Comunidad Boliviana España

28/07/2011

Ejemplo RESIDENCIA TEMPORAL POR CIRCUNSTANCIAS EXCEPCIONALES por FERVAL SOLUCIONES LEGALES EN EXTRANJERÍA (Notas)

el jueves, 28 de Julio de 2011 a la(s) 4:09. En la anterior entrega hablaba sobre los Tipos de Autorizaciones de Trabajo en España. En este artículo os comentaré sobre los permisos de Residencia Temporal por Circunstancias Excepcionales. El nuevo reglamento de extranjería ha establecido diferentes tipos de Residencia por Circunstancias Excepcionales, los cuales les pasaré a explicar de la mejor manera posible. Los tipos de Residencia por Circunstancias Excepcionales…

(b)

Comunidad Boliviana España

9/07/2011

Comunidad Boliviana en España ahora es amigo de Bolivianos en Londres Unidos (9 de Julio de 2011) o “Juan-Carlos Los-Faros compartió un enlace, 9 de Julio de 2011. Un saludo fraterno desde la ciudad de Nantes, en Francia

(c)

Bolivianos en Argentina

15/05/2013 DBA Contra la Homofobia Diversidad Bolivia en Argentina (DBA), en su campaña contra la homofobia,

URBANITAS EN RED: CONSTRUCCIÓN DE CIUDADANÍA

327

CUADRO 8 (CONTINUACIÓN)

Tipo de ejemplo

Comunidad

Fecha

Ejemplo realizó conjuntamente a Ojo Bolita, este spot. Nuestra estigmatización es doble, pr... Principio del formulario Me gusta · Seguir esta publicación · Compartir · 15 de mayo a la(s) 8:10 Daniel Alejandro Ibarra 17 DE MAYO DÍA MUNDIAL CONTRA LA HOMOFOBIA Y TRANSFOBIA. DIGAMOS BASTA A LAS AGRESIONES HOMOFÓBICAS, XENOFÓBICAS

(ley 2687) de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires dictamina la igualdad de derecho de todos los ciudadanos, sin importar nacionalidad, credo o género, el silencio es cómplice, ¡NO TE CALLES! 16 de mayo a la(s) 10:10 · Me gusta

Clarisa J. Camacho Flores ¡ojalá todos abran más su corazón y sus mentes! 17 de mayo a la(s) 23:42 · Me gusta (d)

Bolivianos en Argentina

11/05/2013

FUENTE: elaboración propia.

“AMIGOS QUE VIVEN EN ARGENTINA NADIE COMENTA SOBRE LA INFLACIÓN CON CRISTINA… YO ESTOY EN BS AS. Y… DE PASO… CUÉNTELE AL PAÍS CÓMO SE ESTÁ JODIENDO EL PAÍS CON ESTE POPULISMO…

328

ALEJANDRA RAMÍREZ S.

CUADRO 9

DIFERENCIAS DE INSERCIÓN CIUDADANA DE LOS MIEMBROS DE LAS COMUNIDADES VIRTUALES, SEGÚN PAÍS DE DESTINO

Tipo de ejemplo

Comunidad

Fecha

Ejemplo Bolivianos en USA 3 de noviembre de 2010 Balance de poder, con voto castigo para Obama (15 fotos)

(a)

Bolivianos en USA

3/11/2010

(b)

Bolivianos en USA

30/12/2012 Tenemos el agrado de presentar a los Bolivianos Notables 2012, elegidos por voto popular en la red. ¡Felicitaciones! ¡Congratulations! ¡Orgullo boliviano! Cecilia Muñoz - Boliviana Notable 2012 Liderazgo y Política. Por su extraordinario trabajo y trayectoria profesional que inspiran y enorgullecen a la comunidad Latina en los E.U. Michael Sayman - Boliviano Notable 2012 Ciencia y Tecnología Por su extraordinario talento y creatividad puesta al servicio de la sociedad y por motivar a los jóvenes a alcanzar sus metas en la vida

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CUADRO 9 (CONTINUACIÓN)

Tipo de ejemplo

Comunidad

Fecha

Ejemplo Marcos Puña - Boliviano Notable 2012 Arte y Cultura. Por la excelencia de su talento y su destacada contribución a la difusión de la imagen de Bolivia en el exterior Noemi Inoue - Boliviana Notable 2012 Liderazgo y Política Por su formidable carrera como servidora pública y su contribución al engrandecimiento del nombre de Bolivia en el exterior

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Bolivianos en Barcelona

5/08/2009

ParellesLingüístiques / 6 d’agost del 1825: INDEPENDÈNCIA DE BOLIVÍA En nom de PARELLES LINGÜÏSTIQUES del Secretariatd’Immigració CDC, felicitemalsprop de 50.000 NousCatalansbolivians i bolivianes que viuen a Catalunya i elsfem arribar el nostre respecte i consideració El 1809, un grup de revolucionariscomandats per Pedro Domingo Murillo declaren la independència de l’Alt Perú del dominiespanyol. Però la independència de Bolívia encara no era un fet. N’hauriad’arribar 1824, amb el triomf de Simón Bolívar contra elsexèrcitsespanyols de Canterac i Suárez a Junín, preàmbul del cop final al colonialismeborbònic que tindriallocdesprés del triomf de la batalla d’Ayacucho

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CUADRO 9 (CONTINUACIÓN)

Tipo de ejemplo

Comunidad

Fecha

Ejemplo Antonio José de Sucre, seguintinstruccions de Bolívar, inicia la campanya del Perú i el 9 de desembre de 1824, aconsegueixvèncer a les forcesrealistes a la plana d’Ayacucho. El vençutvirrei La Serna va haver de reconèixer la “Independencia del Perú y América” ACTA DE LA INDEPENDÈNCIA DEL ALTO PERÚ avui, Bolivia “…Que ha llegado el venturoso día en que los inalterables y ardientes votos del Alto Perú, por emanciparse del poder injusto, opresor y miserable de Rey Fernando VII, mil veces corroborados con la sangre de sus hijos, consten con la solemnidad y autenticidad que al presente, y que cese para con esta privilegiada región la condición degradante de colonia…” FELIÇ ANIVERSARI DE LA INDEPENDÈNCIA DE BOLIVIA:

¡Catalunya segueixperseverant! (d)

Comunidad Boliviana España

11/12/2011

El Barça volvió a demostrar que está un punto por encima del Real Madrid, al menos en sus duelos directos. Esta vez José Mourinho no tiene ninguna coartada Ya es el primer entrenador en la historia del Madrid que no es capaz de ganar

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CUADRO 9 (CONTINUACIÓN)

Tipo de ejemplo

Comunidad

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Bolivianos en Argentina

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Bolivianos en Argentna

Fecha

Ejemplo

al Barcelona en sus cuatro primeros clásicos en el Bernabéu. Felicidades a todos los hinchas del Barcelona 15/04/2013 Gala Xia. LAS GRIETAS. grietasradio.blogspot.com “Las grietas” es el nombre del programa de radio del colectivo Katari de la ciudad de Cochabamba - Bolivia. Para emitir nuestros sonidos, para romper la distancia y el silencio 20/06/2013 Muchas gracias por aceptarme en este grupo. Yo, si bien nací acá en Argentina, soy hijo de bolivianos, y por ende tengo la sangre de allá. Afortunadamente me hice amigo de algunos bolivianos que he conocido en facebook, y a través de este grupo seguramente podré conocer más. Será un placer. Saludos a todos  Me gusta · Seguir esta publicación · Compa Ariel Salgueiro Gracias por aceptarme en el grupo queridos hermanos bolivianos sólo quiero decir que seamos conscientes de nuestros orígenes y no nos avergoncemos de ser bolivianos de la sangre que llevamos en las venas que enseñemos a nuestros hijos que han nacido en esta hermosa tierra de esperanza a respetar a nuestros compatriotas nuestras

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ALEJANDRA RAMÍREZ S.

CUADRO 9 (CONTINUACIÓN)

Tipo de ejemplo

Comunidad

Fecha

Ejemplo costumbres tratemos de incluirnos en esta sociedad arg. sin perdernos ni alienarnos por completo, gracias por leer esto

FUENTE: elaboración propia.

los otros países— son los conflictos identitarios que mantienen los jóvenes que tienen nacionalidad argentina y buscan (re)encontrar sus raíces en el país de origen de sus padres. Esto se visi­biliza ya sea en los debates políticos —en los que estos jóvenes asumen posicio­nes de defensa acérrima al gobierno boliviano— o en su parti­ci­pación activa en festividades y fraternidades folclóricas. El hecho de estar viviendo en Argentina, España o Estados Uni­ dos, marca entonces un diferente tipo de interrelacionamiento con las sociedades de destino, y por lo tanto, distintas formas de inser­ ción en las mismas. En el cuadro 10 se presenta un resumen de las particularidades encontradas para cada región. CUADRO 10 CARACTERÍSTICAS GENERALES DE LAS PARTICULARIDADES DE INSERCIÓN CIUDADANA SEGÚN PAÍS DE DESTINO

País Estados Unidos

España Argentina

Característica particular de inserción ciudadana en el país de destino Participación más activa en debates y políticas nacionales del país de destino Búsqueda y reivindicaciones de héroes entre los migrantes bolivianos (Bolivianos Notables en el Extranjero) Vínculos con comunidades políticas locales Aficionados de equipos de futbol del país de destino Radios con frecuencias que llegan hasta el país, generando comunidad de debate entre residentes de ambos países Conflictos de identidades vinculados a dobles nacionalidades

FUENTE: elaboración propia.

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En general, con características en común o de manera par­ ticular, la población migrante que participa en las redes virtuales demuestra una inserción activa en la comunidad de destino ya sea, por un lado, utilizando rasgos, costumbres, identidades nego­ciados desde los países de origen o, por otra, asumiendo los desa­fíos de las sociedades de recepción. En ambos casos, queda pendiente una complementación —o comparación— de la información con otras metodologías de investigación que nos permitan complejizar el análisis. A MANERA DE CONCLUSIÓN: UNA PRIMERA APROXIMACIÓN AL IMPACTO DE LAS CIUDADANÍAS TRANSLOCALES DE LOS MIGRANTES EN LA CONSTRUCCIÓN DE SOCIEDADES/CIUDADES TRANSNACIONALES Se planteó como objetivo de la investigación el análisis de las dife­ rentes características (dimensiones, agencias, motores, etc.) de las prácticas ciberciudadanas de las poblaciones migrantes, com­ prendiendo las diversidades y particularidades de cada caso, a fin de identificar algunos elementos que nos permitan evaluar el im­pac­to de estas ciudadanías cibernéticas en la construcción de so­cie­da­des/ciudades transnacionales tanto en los países de origen como de destino. Para ello, se ha recuperado de la revisión teórico-conceptual sobre el tema, la idea de que el ejercicio ciudadano mediante las TIC es un elemento cada vez más importante y con mayor impac­ to en la constitución de la esfera pública, tanto en situaciones de conflicto como de solidaridad, la cual definitivamente influye en la toma de decisiones públicas que hacen a una sociedad/ciudad. El hecho de que esa esfera esté constituida por participaciones transnacionales ya marca una pauta sobre un primer impacto de la ciberciudadanía transnacional. Por otro lado, se ha argumentado que la migración transnacio­ nal está cambiando las características de las sociedades/ciudades latinoamericanas, especialmente en Bolivia, a partir —aunque no únicamente— del despliegue de agencia ciudadana cibernética transnacional de los migrantes que, al ejercer sus ciudadanías (eco­

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ALEJANDRA RAMÍREZ S.

nómicas, sociales, políticas, culturales e incluso ecológicas) en el país de destino, inciden en los de origen, demostrando diferentes grados de cooperación/integración interciudadana tanto en el país de destino como en el de origen. En términos económicos, las redes son utilizadas como espa­ cios/instrumentos para ejercer la ciudadanía desde esta dimen­ sión, incidiendo tanto en los países de destino (conseguir trabajo/ alquileres/promover profesiones, etc. en el mismo) como en el de origen (remesas, inversiones solidarias, inversiones en negocios, etc.). En términos socioculturales, las actividades cotidianas vincu­ ladas a lo cultural y a la creación de identidades de distinción en torno al uso del folclore, la música, los bailes (por ejemplo me­ diante la creación de fraternidades folclóricas), como también la difusión de comidas nacionales, eventos de socialización, etc., jue­gan un papel fundamental, y ello en todas las comunidades. Es por medio de esas actividades que se influye más en los miembros de la red, en las sociedades de origen y en las receptoras, y es so­bre todo en Europa y Estados Unidos donde es una posibilidad de reconocimiento por parte de los ciudadanos del país de destino y una forma de aportar a las características muchas veces cosmopo­ litas de las mismas. En estas cotidianidades destacan imaginarios vinculados al respeto, orden, limpieza, competitividad y éxito. El concurso “Bo­ li­vianos notables”, o los concursos de Miss Bolivia en los otros paí­ ses, muestran esa tendencia que, si bien no influye directamente en la sociedad de origen, sí lo hace de manera indirecta (para los parientes, en el momento de la visita o al retorno, como ha sido de­ mostrado en otros estudios). Por último, la participación en el debate político sobre lo que acontece en el país de origen y de destino, permite diferenciar las concepciones de ciudadanías que las comunidades migrantes pri­ vilegian. Al respecto, es interesante ver que en Europa y Estados Unidos existe una concepción más global de ciudadanía, ya que muestran mayor preocupación por las políticas internacionales y las del lugar de residencia, mientras que en Argentina la mirada está más volcada al país de procedencia, a pesar de que es la única comunidad donde se hace mención explícita a migrantes —miem­ bros de las comunidades— con dobles nacionalidades.

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Todas estas dimensiones de las agencias ciberciudadanas transnacionales son las que están influyendo —de manera más o menos directa— en la construcción de las ciudades/sociedades transnacionales. No tomarlas en cuenta para comprender la con­ formación de las esferas públicas o su impacto en los imaginarios y prácticas ciudadanas que pueblan la ciudad transnacional, puede impedirnos comprender la problemática en toda su comple­ jidad. A ello se añade que en las comunidades virtuales de migran­ tes hay una tendencia cada vez más grande a conformar redes que sobrepasan las fronteras de los países, mediante la confor­ ma­ción de cadenas virtuales más amplias. Esto es importante ya que una noticia, un debate o un anuncio que se haga en una co­ munidad determinada llega inmediatamente a otras comunidades, estableciendo fuentes de información comunes y tendencias en opiniones públicas que pueden influir de diversas maneras en lo que sucede en una ciudad dada. Estas cadenas nos están demos­ trando fehacientemente que el efecto de la ciberciudadanía trans­ nacional no sólo es el que surge del interrelacionamiento integrado entre comunidades de dos países, sino el que surge de varios es­ pacios a la vez. En definitiva, ¿qué tipo de comunidades se están creando? Comunidades donde los miembros encuentran espacios para desplegar agencias ciudadanas no sólo en relación con el país de origen o el de destino, sino también de otras naciones. Y esto, tal vez aún no de manera directa —aunque ya se visibilizan algunos impactos—, está influyendo en la conformación de las políticas y ciudades/sociedades de los países de origen, en este caso en par­ ticular, el de Bolivia, que es el de que nos ocupamos. No es gra­ tuito que recientemente se haya aprobado una Ley de Migración en el país, donde existe todo un acápite para (re)pen­sar —sobre todo desde una visión más economicista— los aportes de los mi­ grantes en el exterior, y para examinar las agencias de los mi­gran­ tes de retorno al país. También hay que considerar cuáles serán las consecuencias de la participación en las elecciones en el exterior, tema que está empezando a debatirse en las redes y las comunidades virtuales, ya que eso sí impactará directamente en la ciudad/sociedad de origen, evidenciando el aspecto transnacional de su construcción.

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POLÍTICAS GLOBALES, IMPACTOS LOCALES: TRANSFORMACIONES EN LOS MOVIMIENTOS SOCIALES DE LA CIUDAD DE MÉXICO. EL CASO DE LA MALINCHE EN LA MAGDALENA CONTRERAS*

María Ana Portal**

INTRODUCCIÓN El objetivo de este trabajo es reflexionar sobre el tipo de movimien­ tos sociales que se están produciendo en el capitalismo neoliberal contemporáneo a partir del impacto que tienen las políticas globa­ les en localidades específicas. Retomaré como ejemplo las políti­ cas de vialidad en la Ciudad de México —particularmente el caso reciente de la construcción de la Supervía Poniente— y la manera en que los conflictos emanados de su construcción incidieron en la organización barrial y en el movimiento social de la colonia popu­ lar de La Malinche. Para comprender mejor las características y los cambios asumidos por dicho movimiento, lo compararé con movi­ mientos sociales previos dentro de esa misma colonia, buscando las similitudes y diferencias, pero sobre todo, resaltando algunos de los nuevos elementos que ha adquirido. * Este trabajo forma parte del proyecto “Ciudad global, procesos lo­cales: conflictos urbanos y estrategias socioculturales en la construcción del sentido de pertenencia y del territorio en la Ciudad de México”, fi­ nanciado por el Conacyt con la clave 164563 del Fondo Sectorial de Inves­ tigación para la Educación (SEP-Conacyt). ** Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Iztapalapa.

[341]

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MARÍA ANA PORTAL

EL CONTEXTO En la madrugada del 23 de noviembre de 2012, un grupo de gra­ naderos irrumpió en el campamento de La Malinche y desalojó a los vecinos que hacían guardia allí. El campamento fue instalado el 26 de julio de 2010 por vecinos del lugar, para evitar que se con­ tinuara con la expropiación de predios y la destrucción de casas, provocado por la construcción de la Supervía Poniente. Esta vía forma parte de un proyecto millonario más amplio denominado “Sistema Vial de Puentes, Túneles y Distribuidores Viales del Sur Poniente de la Ciudad de México”, considerado como una de las obras más importantes del gobierno perredista que gobierna la capital desde 1997, encabezado en ese momento por Marcelo Ebrard. El objetivo de dicha construcción es agilizar el trán­ sito, acortar las distancias entre el poniente y el sur de la ciudad y generar un circuito de gran magnitud que conecte las salidas de carreteras que van hacia Toluca, Querétaro y Cuernavaca. Todo ello con cobro de peaje. El proyecto tiene un total de 30 kilómetros, aproximadamente, distribuidos en tres grandes tramos: el de Periférico Sur (que va de San Jerónimo a Muyuguarda, con un total de 15 km de longitud), el de Periférico Norte (que va de Cuatro Caminos a San Antonio y abarca 9 km), y el tercer tramo que conocemos como la Supervía Poniente, de 5.2 km (que va de Cuajimalpa a Periférico Sur). La obra, que tuvo un costo total aproximado de 4 800 millones de pe­ sos, fue asignada de manera directa a la empresa Controladora Vía Rápida Poetas, que es una fusión de dos empresas de gran enver­ gadura: el Grupo Copri, y el Grupo OHL, de capital español. Conectar el sur con el poniente de la ciudad no es un proyec­ to nuevo. Hubo varios intentos en décadas anteriores que fueron frenados por pobladores organizados de la zona, particularmente de pueblos como San Bartolo Ameyalco, Santa Rosa Xochiac y San Mateo Tlaltenago, que veían amenazadas sus tierras de cultivo y sus viviendas, aunque también se afectaban zonas residenciales. Un ejemplo de ello fue el proyecto carretero Contadero-Luis Cabrera, que se diseñó con el fin de conectar Cuajimalpa —pasando por la colonia residencial Las Águilas— con la Magdalena Contre­ras. Este proyecto se suspendió en 1993 ante la negativa de los vecinos de

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la zona. Sin embargo, en marzo de 2010 el gobierno del Distrito Federal publicó en el Diario Oficial de la Federación (DOF ) su deter­ minación de construir y poner en funcionamiento esta vía, pero ahora no se verían afectados los pueblos antes mencionados, pues la propuesta suponía un trazo diferente. De los tres tramos de este sistema vial, el de la Supervía Ponien­ te es el más conflictivo ya que, a diferencia de los otros dos que van sobre Periférico, este último implicó pasar encima de colonias densamente pobladas —como es el caso de La Malinche— y por zonas de valor ambiental como la barranca de Tarango —declarada Área de Valor Ambiental (AVA) en 2009— así como La Loma —con­ siderada Área Natural Protegida (ANP) desde 2010. Ambas zonas están catalogadas como suelo de conservación por sus característi­ cas climáticas y topográficas en las que existen ecosistemas im­ portan­tes que albergan especies de flora y fauna silvestre y otros recursos naturales que proporcionan bienes y servicios ambien­ tales relevantes para la población; además, están vinculados a las cuencas hidrológicas y a las recargas acuíferas del valle. La Supervía Poniente se integra por dos secciones: la primera de 5.2 kilómetros, que nace en los puentes de Santa Fe que, como dije antes, atraviesa diversas zonas de bosques, áreas verdes y co­ lo­nias populares, para conectar con la avenida Luis Cabrera a la altura de la colonia La Malinche. La segunda, de aproximadamente 2 kilómetros, se extiende por la avenida Luis Cabrera hasta conec­ tar con el Periférico. Este último tramo, que no estaba previsto en el trazo original,1 se construyó afectando el camellón central de la avenida, que era un espacio arbolado en una zona residencial co­ lindante con la colonia popular de La Malinche, ubicada en la delegación Magdalena Contreras, al sur poniente de la ciudad, en el piedemonte de la Sierra de las Cruces, entre las delegaciones de Álvaro Obregón y Tlalpan (véase el mapa 1). Históricamente, esta área ha sido de conservación ecológica, pues 53.7% de su territorio es preservado con ese fin. En él existen 1 Ante una planeación deficiente del flujo vehicular, pronto se dieron cuenta de que todo el tránsito de la Supervía desembocaría en dicha avenida, generándose un “tapón” que afectaría la circulación, por lo que se hizo necesario construir otro puente sobre Luis Cabrera hacia el Peri­ férico.

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MARÍA ANA PORTAL

MAPA 1

DELEGACIONES DEL D.F.

2

1 Álvaro Obregón 2 Azcapotzalco 3 Benito Juárez 4 Coyoacán 5 Cuajimalpa de Morelos 6 Cuauhtémoc 7 Gustavo A. Madero 8 Iztacalco 9 Iztapalapa 10 Magdalena Contreras 11 Miguel Hidalgo 12 Milpa Alta 13 Tláhuac 14 Tlalpan 15 Venustiano Carranza 16 Xochimilco

11 1 5

7 6 3

15 8 9

4

13 10

16 14 12

FUENTE: página delegacional .

34 km2 de bosques de oyameles y pinos. En el territorio restante se concentra una población total de 228 927 habitantes según el censo de 2010. Así, presenta lo que Garza (2000) denomina un “afor­ tunado dualismo” en el uso de su territorio, ya que: Se considera que tiene una superficie total de 6 389 ha, de las cuales 3 434 constituyen la zona de preservación ecológica y el resto presenta usos urbanos y en alguna medida rurales. De allí que la delegación cumpla dos funciones importantes dentro de la trama metropolitana: lugar dormitorio al ser esencialmen­ te habitacional, y de protección al ecosistema, al contar con tres mil hectáreas de bosques que permiten la recarga de los acuífe­ ros y oxigenación del aire (Garza, 2000:598).

Así, la zona se caracteriza por tener una topografía monta­ ñosa, conformada por un conjunto de once cerros,2 que generan 2 Éstos son: Panza, Nezehuiloya, Pico Acoconetla, Palmitas, Palmas, Pie­ dras Encimadas, El Aguajito, Tarumba, El Judío, Sasacapa y San Miguel.

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numerosas barrancas en las cuales hay manantiales y otros escu­ rrimientos que alimentan a sus dos ríos principales: el de la Mag­ dalena (único río vivo en el D.F.) y la Eslava. Al igual que en otras delegaciones del D.F., encontramos impor­tantes contrastes socioeconómicos ya que en ella conviven pueblos originarios3 junto con colonias populares y barrios re­ siden­ciales de sectores medio alto y alto que se encuentran bási­ camente en San Jerónimo Lídice, mientras que las viviendas más precarias se asientan en los márgenes del Cerro del Judío en di­ versas colo­nias de autoconstrucción (véase el mapa 2). La colonia La Malinche es uno de esos espacios de autocons­ trucción característico de la década de los setenta a partir de la venta irregular de terrenos ejidales en las tierras pedregosas y en los bordes de las barrancas del pueblo de San Bernabé Ocotitlán y lo que fue la hacienda de la Cañada.4 En ese momento la zona se conocía como el Cerro del Judío, sin distinciones en su interior5 y se consideraba —hasta 1973— como parte de las tierras ejidales de San Bernabé. Debieron pasar varios años para que, como parte de una política gubernamental, el cerro se fraccionara, generándose algunas de las 31 colonias que existen hoy en la delegación.6 Hasta la década de 1950 el área permaneció relativamente aislada, pero a partir de la construcción de la carre­ tera que la comunicaba con San Ángel y la ampliación de avenidas como Insurgentes, Revolución y el Periférico Sur en la década de 3 Son cuatro los pueblos originarios reconocidos hoy: San Bernabé Ocotitlán, San Nicolás Totolapan, Magdalena Atlitic y San Jerónimo Aculco. 4 Este proceso de venta irregular se inicia desde 1937, cuando se soli­ cita la ampliación del ejido y comienza la necesidad por tierra urbana. Los terrenos baldíos y poco productivos se empiezan a usar como lugares de residencia. En este primer momento, los que ocupan estas zonas bal­ días son prioritariamente los hijos de los ejidatarios, es decir, todavía no hay una venta hacia fuera del pueblo. 5 En la década 1970-1980 surgieron nuevas colonias y fraccionamien­ tos, como el conjunto Residencial Santa Teresa, Pedregal II, Pueblo Nue­vo, Potrerillo, El Rosal, El Toro, Las Cruces, Las Palmas, Barros Sierra, Los Pa­ dres, El Tanque, Cuauhtémoc, Lomas Quebradas y La Malinche. 6 Algunos de los entrevistados durante el trabajo de campo realizado en 2012 nos plantearon que consideraban que este proceso de fracciona­ miento por colonias tuvo que ver con una política de fractura del movimien­ to social que, como veremos más adelante, sufrió varios embates.

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MAPA 2

DELEGACIÓN MAGDALENA CONTRERAS

SIMBOLOGÍA LÍMITES

Delegacionales Suelo de conservación

TOPOGRAFÍA

Principales elevaciones HIDROLOGÍA

Corriente perenne Corriente intermitente

VÍAS DE COMUNICACIÓN

Traza urbana Vía de ferrocarril Carreteras Senderos ecoturísticos Red de senderos ecoturís­ ticos construidos y reha­ bilitados en el año 2002 Sede delegacional

FUENTE: página delegacional .

1960, se provocó una creciente presión por la compra de las tierras ejidales y su paulatina urbanización. Lo anterior responde a tres procesos nodales:

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1) La descomposición del campesinado de San Bernabé, cuyas tierras eran poco productivas y sus pobladores comenzaron a incursionar como obreros de las fábricas textiles instala­ das en los márgenes del río La Magdalena. Este proceso de paulatina industrialización, si bien comenzó desde finales del siglo XIX, en la década de los años cincuenta del siglo XX se agudizó por el auge de la industria textil a escala nacio­ nal, lo cual requirió incorporar mano de obra en mayores cantidades. En esta zona de la ciudad encontramos que, para principios del siglo XX, se habían establecido cinco fábricas textiles y dos papeleras. 2) El contexto migratorio campo-ciudad de miles de campe­ sinos que arribaron a la Ciudad de México por las carencias de empleo y la búsqueda de condiciones de vida digna, que al llegar a la gran ciudad requerían de lugares baratos donde vivir. Esto los obligó en muchas ocasiones a instalarse en las periferias urbanas. 3) La migración interna a partir de reacomodos y desalojos de otras zonas centrales de la ciudad. Así, por ejemplo, en los años 1960 se inicia la remodelación de la colonia La Cande­ laria de los Patos en el centro de la ciudad, y unas 400 fa­ milias son expulsadas y llegan al Cerro del Judío (a la zona llamada Del Tanque). La construcción misma de las obras de vialidad —que posteriormente conectarían más fácilmen­ te a estos espacios con el resto de la ciudad— implicó el reacomodo de familias de Tizapán en San Ángel, o de aque­ llos que habitaban las tierras que fueron expropiadas para la construcción del Periférico. MOVIMIENTOS SOCIALES EN LA DÉCADA DE LOS SETENTA Es en ese contexto que se da un primer momento de lucha —cla­ ramente urbana—7 que se inicia en la década de los años setenta 7 Aquí es importante destacar que en las décadas anteriores encon­ tramos otro tipo de movimientos: por un lado, a principios del siglo XX, la lucha por la tierra y la ampliación de la dotación ejidal por parte de los campesinos que habitaban los pueblos, particularmente en la década de

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y se caracteriza por la demanda en torno a la regularización de los terrenos ejidales comprados ilegalmente, el derecho a la vivien­ da y a los servicios urbanos básicos. El contexto socioeconómico de este momento, producto de la dinámica urbana capitalista, tiene por lo menos cuatro caracte­ rísticas centrales para el caso mexicano: a) El despunte en el crecimiento demográfico urbano. Cabe recordar que en 1950 la ciudad tenía 3 050 442 habitantes, en la década de los años sesenta contaba con 4 870 876 ha­ bitantes (lo cual implicó una tasa de crecimiento histórica de 4.8%), para llegar en 2010 a una población de 8 851 080 habitantes. Este crecimiento obviamente implicó una gran presión por generar infraestructura urbana suficiente. Para el caso de la Magdalena Contreras este proceso fue particu­ larmente intenso, ya que se pasó de 9 933 personas en 1930 a 13 159 habitantes censados en 1940, lo que implicó un in­ cremento de 32.5% y una tasa de crecimiento durante esta década de 2.8% anual en promedio. Sin embargo, dicho cre­ ci­miento fue ampliamente superado en la siguiente década, de tal suerte que en el periodo de 1950 a 1960 fue de 6.2% anual, con una población de 40 724 habitantes. Para la dé­cada de 1960-1970 el incremento fue de 85.2%, es decir, casi se duplicó el número de residentes, y entre 1970-1980 la población creció en 1.3 veces respecto al decenio ante­ rior, registrando una tasa de 8.3% anual, lo cual colocó a esta delegación como una de las delegaciones con más elevado crecimiento demográfico, junto con Tlalpan, Cuajimalpa, Iztapalapa y Tláhuac. Su área urbana creció en las mismas proporciones8 y las tierras ejidales se fueron convirtiendo poco a poco en área urbanizada. Obviamente, este creci­ miento desmedido provocó que se multiplicara igualmente la demanda por la vivienda.9 los veinte, a raíz de la reforma agraria, y la lucha de los obreros de las fá­ bricas textiles que fueron protagonistas de varias huelgas importantes. 8 Datos de la Delegación. 9 El gobierno —cuya política de vivienda había sido marginal hasta la década de los sesenta— tuvo que asumir un nuevo papel en la urba­

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b) Una industrialización incapaz de incorporar la mano de obra rural que invadía a la ciudad ante la precariedad del campo, pero que carecía de una capacitación adecuada para insertarse en el mundo fabril, quedando relegados a la economía informal o a la prestación de servicios margina­ les. Además, los puestos en las fábricas estaban articulados a las relaciones de parentesco y, en el caso de la Magdalena Contreras, había una proporción de obreros que al mismo tiempo eran campesinos ejidatarios y habitantes originarios de los pueblos. Otra porción venía de “la ciudad” y se ins­ talaban en barrios aledaños a las fábricas, formando nuevos asentamientos también con estructuras parentales fuerte­ mente construidas. c) La política de sustitución de importaciones, que si bien se adoptó en la década de los cuarenta, tuvo consecuencias negativas de largo alcance para la economía nacional. En poco tiempo, y a partir de la crisis agrícola provocada por diversos factores políticos, económicos y sociales, se presen­ tó un vertiginoso desplazamiento de la mano de obra rural hacia las zonas urbanas, y una fuerte emigración hacia Es­ tados Unidos. La industria también sufrió un importante revés particularmente en cuanto a la invasión tecnológica y la implementación de formas más modernas de produc­ ción. Para el caso analizado, este proceso impactó particu­ larmente a las fábricas textiles, de tal suerte que al llegar a la década de los años setenta, todas las fábricas de Magda­le­ na Contreras habían cerrado, transformando el panorama laboral de una manera drástica. d) Una política clientelar, sustento histórico de partido hegemó­ nico del Partido Revolucionario Institucional (PRI). Difícil­ mente se puede entender la dinámica social de esas décadas sin hablar del plano político, en donde el poder se construía, ejercía y reproducía a partir de prácticas clientelares y alian­ zas entre los diversos sectores sociales. Dos ejemplos de estos nización, el cual, junto con la banca privada y las inmobiliarias comen­ zaron a crear colonias y fraccionamientos tanto para clases medias como para sectores populares.

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procesos en la zona de estudio fueron la venta ilegal de tie­rras ejidales y las formas de urbanización. En el primer caso, encontramos que las políticas gubernamentales fueron contradictorias, ya que las autoridades facilitaron la compra —en ese momento ilegal— de la tierra ejidal, particularmen­ te del pueblo de San Bernabé, para luego generar procesos de legalización, provocando de facto una venta “hormiga” de la tierra agrícola que “liberaba” terrenos urbanizables, al tiempo que establecían redes de negociación con los habi­ tantes involucrados, fundamentalmente para obtener votos en las elecciones. El Departamento del Distrito Federal prohibía la ocupa­ ción irregular de tierras, y al mismo tiempo las autoridades agrarias federales las permitían bajo la figura de “zonas ur­ banas ejidales”. Estas zonas se venían formando desde los años cuarenta porque la Ley Federal de Reforma Agraria permitía el asentamiento de “avecinados” en los ejidos. Este fenómeno se intensificó a partir de 1954, ya que el nuevo reglamento de “zonas urbanas ejidales”, expedido por el pre­ sidente Ruiz Cortines, permitía la adjudicación de tierras ejidales a personas que pretendían avecinarse en poblados ejidales para cooperar en el desarrollo de los mismos (Cisneros, 1993:153). El segundo caso fue la manera en que se urbanizó la periferia de la ciudad: es un proceso repetido en casi todas las colonias po­ pulares y pueblos urbanos el hecho de que el gobierno acordaba apoyar con materiales para las diversas obras y las personas ponían la mano de obra gratuita.10 De esta suerte, toda la infraestructura urbana de las zonas periféricas fue producto del trabajo organiza­ do en faenas periódicas por la población, abaratando el costo de las obras públicas. Una vez urbanizado el terreno, su valor de com­ pra aumenta y se ejerce una gran presión sobre él, particularmen­te 10 En el caso de la Magdalena Contreras, de allí surge la Junta de Me­ joras Materiales —en 1971— que se constituyó como el mecanismo para organizar el trabajo colectivo para la introducción de servicios. Si bien era un mecanismo impulsado por el gobierno, pronto se constituyó en un es­ pacio organizativo de los vecinos.

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por parte de los fraccionadores. Esto se ve reflejado en una entre­ vista realizada a un habitante de La Malinche: El drenaje fue primero, el drenaje, y lo mismo con faenas. Ras­ cábamos todo y ya nomás venía el departamento supuestamente, a poner los tubos y a hacer las alcantarillas y todos los respira­ deros y a conectarnos. Entonces nos daban un papel en el cual nos acreditaba como ya no pagar los impuestos que cuesta la conexión. El agua igual, entonces con esos papeles pagamos todo. El último fue el asfalto, la luz fue después, entre el drenaje y el agua fue la luz. También pagamos una cuota, creo que me acuerdo que son creo 50 pesos por poste que nos pedían. Enton­ ces si en esta calle entraron 20 postes pues, los dividieron y nos cargaron el precio y después de eso pues el último el último fue el pavimento; todos, todos los que vivimos en esta calle hasta la capilla, pagamos el pavimento, todavía tenemos una cons­ tancia del delegado que estaba entonces de que nosotros paga­ mos el asfalto, así como un diploma (entrevista realizada por María Ana Portal y Cristina Sánchez Mejorada al Señor Pedro Flores, habitante de La Malinche, junio de 2012).

En el caso de la Magdalena Contreras, la presión sobre el terri­ torio se ejerció por dos frentes: por un lado, los ejidatarios, que continuamente amenazaban con quitarles las tierras compradas por los colonos, pues la documentación que sustentaba la compra­ venta de terrenos no era legal, y por otro lado, el gobierno, que tenía interés en desarrollar la zona a partir de proyectos turísticos y de renovación urbana en articulación con empresas inmobilia­ rias.11 En términos de González González (1984) el movimiento so­ cial de estas décadas se puede dividir en cuatro etapas que abarcan de 1973 a 1979. La primera etapa, de 1973 a 1975, es el inicio del proceso. En agosto de 1973 se anuncia periodísticamente que hay interés de las 11 En el periódico Ovaciones del 18 de julio de 1973 aparece una noticia en donde se plantea que: “Piensan convertir Contreras en un em­ porio turístico: pequeños lagos artificiales llamados ‘camping’, cría de truchas para los amantes de la pesca, paseos en carretelas o ‘calandrias’, juegos mecánicos, calles empedradas o adoquinadas, alfarerías, artesa­ nías, etcétera”.

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autoridades por desarrollar la zona con proyectos turísticos y de renovación urbanos. Las autoridades solicitaron entonces la ex­ propiación del ejido de San Bernabé, constituyendo para ello el fideicomiso Fideurbe con el fin de regularizar la tierra, y remode­lar y reconstruir las viviendas existentes, así como el Comité para la Regularización de la Tenencia de la Tierra (Corett), que se encarga­ ría de normar la situación y regular la expansión sobre los terre­nos agrícolas y ejidales definiendo el marco jurídico de los te­rrenos ocu­ pados de manera irregular. Estas acciones —aunadas a procesos de expropiación y repre­ sión— hicieron que reaccionara una población que no fue consul­ tada y que se veía afectada de manera directa, ya que implicaría o la pérdida de sus viviendas o pagar por la regularización de sus terrenos. En este marco, se comienzan a organizar asambleas in­ for­mativas y se crea un Comité de Representantes de Colonos del Cerro del Judío, liderado por universitarios influidos por los acon­ tecimientos del 68 y por colonos que, en poco tiempo y a partir de la alianza con la Junta de Mejoras Materiales, constituyen —para septiembre de 1973— el Consejo de Representantes del Cerro del Judío, que tuvo la capacidad de convocar a más de dos mil per­ sonas y a organizarlas por manzanas, con el nombramiento de 80 delegados. En noviembre de ese año convocan a una manifestación en el Zócalo capitalino, al que llegan aproximadamente 800 vecinos. Se pedía la regularización de sus viviendas y la entrega de títulos de propiedad, que se les permitiera seguir construyendo sus casas sin la intervención de los organismos de crédito impulsados por el gobierno, que se decretara la zona como urbana, y que se detu­ vieran las expropiaciones y el proyecto turístico. La manifestación fue reprimida con violencia y se detuvo a los manifestantes. Fuimos al Zócalo el montonal de vecinos, manifestándonos y tam­ bién hubo represión por parte del gobierno. Nos mandaron a los policías. Dicen que sí quedaron algunas personas encerradas, que los detuvieron, pero yo ya no lo vi, pero el que andaba con nosotros ya nunca lo volví a ver. Quién sabe qué se hizo de esa persona. Era como el líder y ya jamás lo volví a ver. Algunos comentarios de los vecinos decían que lo habían detenido, pero

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quién sabe (entrevista realizada por María Ana Portal y Cristi­ na Sánchez Mejorada, a una mujer de 65 años, habitante de La Malinche, mayo de 2012).

Por primera vez los colonos del Cerro del Judío hacían una manifestación de este tipo y dejaban clara su postura planteando una alternativa a la expropiación: la titulación directa según la Ley Agraria. Después de la movilización surgió una etapa de regresión del movimiento; fue un tiempo de calma destructiva de la organiza­ ción. La represión en el Zócalo había infundido miedo en la po­ blación, el Consejo de Representantes perdió fuerza y liderazgo y empezó a dividirse internamente. Un evento interesante que ocu­ rre en este tiempo es el desalojo de familias para la construcción de la avenida Paseo de la Magdalena —hoy conocida como Luis Cabrera— en el tramo que va de San Jerónimo a la avenida San Bernabé. El debilitamiento de la organización de colonos y el “fac­ tor sorpresa”, ocasionaron que no hubiera resistencia y el proyecto vial se desarrollara, marcando un antecedente importante en lu­chas similares que se desarrollarían posteriormente. Sin embargo, se tuvieron algunas ganancias relativas: se logró que el gobierno retirara la solicitud de expropiación y el fideicomi­so respectivo; se continuó la negociación sobre la forma de regulari­ zar la zona, y se logró que los pagos al Corett por la regularización no fueran excesivos. Estos logros se vieron mermados por varias razones: el gobierno generó confusión al tener una postura ambi­ gua frente a la regularización, que cambió dependiendo de los fun­ cionarios en turno; si bien se retira el Fideurbe, se le da al Corett el papel central en la nueva solicitud de expropiación, es decir, no hay un cambio de fondo en la política desarrollada; el partido hegemónico (PRI) logra cooptar el movimiento, al incorporar a al­ gunos de sus líderes a sus bases y desplazar a los dirigentes que no les convenían, además de aplicar una política represiva y de frac­ cionar la organización vecinal; se inician los pagos al Corett, que presiona a los colonos, pero éstos no reciben los títulos de propie­ dad acordados. La segunda etapa, de 1975 a 1976, se caracterizó por la confron­ tación con los ejidatarios y con el Corett. En el primer caso, éstos

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interpusieron unilateralmente un amparo en contra de las auto­ ridades y la solicitud de expropiación, el cual ganan en diciembre de 1975. Esto implicó un retroceso en la negociación por la regu­ larización de las tierras de los colonos. A pesar de lo anterior, el Corett continúa la presión para que estos habitantes continuaran pagando una supuesta regularización que finalmente resultaría fraudulenta. Además de las demandas por la regularización surgen nuevas, vinculadas principalmente a la educación, la salud y el transporte. En este marco, se da una alianza con los maestros y se obtiene una nueva escuela, y la entrada a un mayor número de camiones de transporte público. La tercera etapa (1976-1977) se caracterizó por el surgimien­ to de una nueva organización: la Unión de Colonos del Cerro del Judío, A.C., en julio de 1976, que dentro de sus objetivos estaba la de proveer de una defensa legal a sus agremiados, así como pro­ mover acciones en torno a la salud, la educación, la creación de cooperativas y el trabajo organizativo de los colonos. En este pro­ ceso se crearon una secundaria abierta, una primaria abierta para adultos, un consultorio médico y cooperativas de consumo, entre otros proyectos. Este nuevo giro organizativo permitió que cuando se intentó prolongar la avenida Paseo de la Magdalena, que afectaba a 90 familias, la reacción de los colonos se dejó sentir con acciones de protesta a partir de canales institucionales. Sin embargo, el interés personal del presidente Luis Echeverría, que vivía en San Jeró­ nimo, impidió que detuvieran la obra. A pesar de los escasos logros, la organización se fue con­ solidan­do y asumió la representación de todos los habitantes del Cerro del Judío. Dos luchas tomaron importancia, además de la regula­rización: la del transporte, que se vincula tanto con las tari­ fas (que subieron al doble sin autorización formal), como con la entrada de los llamados “peseros”, los cuales estaban divididos en tolerados e ilegales, dividiendo también a la colonia a partir de inte­ reses específicos; y la de la pretensión de cobrar servicios públi­ cos como el agua y el drenaje, cuando las comunidades habían pagado en su totalidad la instalación de esos servicios y tenían el acuerdo de que no se les cobrarían los impuestos correspondien­ tes por ello.

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En ambos casos se obtuvieron respuestas gubernamentales a partir de acciones puntuales de los colonos organizados, entre ellas, la entrega de una carta planteando la problemática del trans­ porte público, sustentada por 10 mil firmas. La cuarta etapa (1977-1979) representó un momento de frac­ tura de la organización popular y de estancamiento en la lucha social. Los conflictos internos de la Unión de Colonos del Cerro del Judío, A.C. provocará un proceso autonómico en donde los grupos religiosos que habían participado de manera fundamental en todo el proceso anterior, se separaron y salieron de la organi­ zación, dejando la tutela del movimiento a cargo de los propios colonos —que en muchos casos ellos mismos habían formado. Se siguió luchando por una regularización que no llegaba, por los desmedidos cobros de los servicios y por los desalojos que todavía se daban en algunas zonas del cerro. Se creó un periódico propio (Piedritas) y a instancias de la A.C. se decide crear una or­ ganización más amplia, que incluía tanto las colonias del Cerro del Judío como los ejidos de los pueblos: la Coalición de Colonias Popu­ lares de San Bernabé Ocotepec. A las demandas sociales, en ese momento se añadió la pre­ ocupación por el hecho de que las autoridades buscaban desarrollar proyectos de regeneración urbana en la zona. Hubo nuevos desalo­ jos y destrucción de viviendas en torno a la ampliación de calles o el trazo de otras nuevas. Esto, junto con el aumento de los im­ puestos, pretendía darle una “nueva cara” a la zona, con vistas a generar proyectos de urbanización residenciales para clases me­ dias y altas. La organización, si bien tuvo vínculos con otros movimientos urbanos y recibió el apoyo de diversos tipos de asociaciones y gru­ pos sociales, se mantuvo como un movimiento local. Es impor­ tante subrayar que estos procesos de movilización social, represión y resolución de demandas, que se expresan de una manera espe­ cífica en esta zona de la Ciudad de México, no son, como señalé antes, privativos de ella. Es un modelo que se repite no sólo en otras colonias de la ciudad sino en toda América Latina —con las particularidades de cada caso— y se traduce en una forma de “construir ciudad”, que en síntesis se basa en la autoconstrucción de las viviendas, en una urbanización que emerge de la organi­

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zación vecinal con apoyos puntuales y ocasionales del gobierno local, en un crecimiento poblacional vertiginoso con una compo­ sición social muy diversa, y en nuestro caso de estudio, en una construcción ideológica religiosa sobre el concepto de comunidad vinculado a la teología de la liberación a partir de la presencia de sacerdotes jesuitas y monjas mercedarias y trinitarias involucra­ dos en proyectos de desarrollo comunitario en el Cerro del Judío. Mira, la comunidad de nosotros es la Compañía de María, com­ pleto su nombre es: Orden de la Compañía de María Nuestra Señora. Tiene como finalidad en sí misma, en general, la educa­ ción en la fe, que fructifique en obras de justicia. Entonces eran los tiempos, así como postconciliares vaticanísticamente y pues como que ésa era la finalidad nuestra, la educación en la fe pero que fructifique en obras de justicia, como una pastoral inte­ gral dijéramos en otras palabras ¿no?, donde entra lo humano, lo social, lo político, lo económico, lo religioso, este… lo educa­ tivo. Educativo en cuanto a enseñar a leer y escribir, pero más que nosotras enseñar, como nuestra finalidad es, enseñar a que otros lo hagan. Porque sabemos que nosotros no somos perma­ nentes (entrevista realizada por María Ana Portal y Cristina Sánchez Mejorada a una religiosa que participó en los años se­ tenta, en proyectos de desarrollo del Cerro del Judío, septiem­ bre de 2012).

Estos grupos religiosos participaron en todo el proceso de lucha y organización de los colonos, y tuvieron un papel muy relevante en él. Este último aspecto me parece particularmente importante, pues considero que fue a partir de la intervención de este sector de la Iglesia católica que se gestó un nuevo concepto de comunidad dentro de un grupo social marcado por la diversidad de lugares de origen (dado que a diferencia de los habitantes de los pue­­blos, los pobladores de las colonias populares no son originarios del lu­ gar), de prácticas laborales y de concepciones de mundo. ¿Cómo se “hace” comunidad en espacios sociales constituidos por una población tan disímbola? Un aspecto central tiene que ver con la forma específica de concebir la relación entre religión y sociedad, en donde el conflicto y la lucha social representan ejes inelu­di­ bles de la práctica religiosa. Otro tiene relación con la idea del

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“bien común”, que aglutinaba a los vecinos a partir de necesidades concretas. Así lo expresaba uno de los sacerdotes involucrados en dicho proyecto: “En una sociedad de clases, toda acción religiosa es una acción efectuada en el seno de los conflictos de clase, y como tal es una acción atravesada, limitada y orientada por ta­les conflictos” (González González, 1984:41). Es así como se construyó un tipo de sociabilidad, de pertenen­ cia y de organización social que logró sus objetivos: se obtuvo la regularización y se consiguieron los servicios básicos. El movi­ miento de los años setenta se puede caracterizar como un proceso de acciones prácticas, inmediatas, para resolver problemas de sobre­ vivencia básica. De allí que, por ejemplo, la preocupación ecoló­ gica por el entorno no estaba presente. De hecho, el paisaje de la zona se vio transformado de manera voraz por la construcción de calles y viviendas sin una planeación urbana real. Se taparon ba­ rrancas para ganar espacios de construcción, se talaron árboles, se conectaron drenajes a arroyos y a las zonas pedregosas, etc. Éste es uno de los elementos más importantes que se recupera entra­ do el siglo XXI: la conciencia del entorno. Un segundo aspecto es la articulación ideológica con aspectos nodales del cristianismo, par­ ticularmente el relacionado con las comunidades de base de la teo­ logía de la liberación, lo que le dará un cariz fundamental a la forma de concebir lo colectivo, que se retomará en los movimientos posteriores. EL MOVIMIENTO SOCIAL EN LA ERA DE LA GLOBALIZACIÓN En las siguientes décadas observamos cómo se profundiza la brecha entre las demandas populares que pugnan por una mejor calidad de vida y las débiles posibilidades del Estado por satisfacerlas. Surgen, entonces, lo que Alfonso Torres denomina organizaciones de sobrevivencia arraigadas a la vida local. La expansión de la pobreza y el desempleo presionó a la pobla­ ción de barrios formados en décadas anteriores y de los que fueron surgiendo durante los ochenta, a multiplicar sus estrate­ gias de sobrevivencia, de consecución de ingresos en el sector informal y a generar formas autogestionarias para resistir la

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crisis. Los efectos de las medidas neoliberales sobre los empo­ brecidos habitantes de las barriadas populares incrementaron la criminalidad y la descomposición social. En las nuevas ba­ rriadas se reprodujo la precariedad de los cinturones de miseria de las décadas anteriores, con el agravante de que el contexto de crisis alejó las esperanzas de algunas de incorporarse al mundo laboral, de conseguir infraestructura de servicios sociales o de mejorar en su calidad de vida (Torres, 2007:35).

Pero también es un momento de consolidación de organiza­ ciones populares de amplio alcance. En este marco surge el Movi­ miento Urbano Popular (MUP), articulado a la construcción de la Coordinadora Nacional del Movimiento Urbano Popular (Cona­ mup). Coincide también con el nacimiento de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE), la Coordinadora Nacional Plan de Ayala (CNPA) y la Coordinadora Sindical Nacio­nal (Cosina), a finales de los años setenta y principios de los ochenta. En el plano político se generaron procesos de transición de­ mocrática impulsados tanto por los movimientos sociales como por las propias necesidades del neoliberalismo. Eso posibilitó, en el caso de la Ciudad de México, que llegara al gobierno capitalino un partido de izquierda que la gobierna desde 1997. Ahora bien, una de las características del modelo neoliberal actual es que se fundamenta en el esquema financiero Estado/em­ presarios, en donde el gobierno tiende a asociarse con la iniciati­ va privada para darle entrada a lo que antes era considerado como ámbitos “estratégicos” para el desarrollo social (petróleo, agua, ca­ rreteras, infraestructura básica), en un claro proceso de privati­ zación de los recursos. Aquello considerado como público tiende a perder su cualidad de origen: el derecho de ser usado por todos.12 Es en este contexto en el que se da un segundo momento de movilización social, en un nuevo marco del capitalismo en su fase neoliberal, que concibe claramente a la ciudad como mercancía y 12 Parte del problema de la construcción de esta nueva vialidad es justamente que su uso implica el cobro de peaje a cargo de una empre­ sa privada, vulnerando el libre acceso por la ciudad, con todo lo que ello implica para la población local, la cual, en términos generales, estará ex­ cluida de este servicio.

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requiere una política inmobiliaria y de vialidad voraz para cana­ lizar los excedentes de los mercados financieros. Algunos de los procesos que observamos desde la década de los setenta, los encon­ tramos agudizados en esta primera parte del siglo XXI, particular­ mente la relación entre la apertura de vialidades y el negocio de las inmobiliarias. En la Ciudad de México este esquema se cristaliza en una po­ lítica vial que privilegia el automóvil y la inversión privada en el ámbito público, en un maridaje complejo entre empresarios y go­ bierno, de lo cual justamente uno de los ejemplos más recientes es la construcción de la Supervía Poniente. Nuevamente la delegación Magdalena Contreras —y especí­ ficamente la colonia La Malinche— vuelven a sufrir los estragos de la expropiación y el desalojo de viviendas. Hoy el movimiento tiene no sólo un escenario distinto al de la década de los años se­ tenta, sino problemas y soluciones políticas de otro orden: la lucha es contra la imposición de un gobierno de izquierda electo demo­ cráticamente. La defensa ahora es por evitar la expropiación de vi­ viendas que son un patrimonio familiar obtenido a partir de luchas pretéritas, pero también es una lucha por el medio ambiente y sobre todo por el derecho a participar y ser escuchados. Si bien el movimiento se inicia con movilizaciones y mani­ festaciones en la vía pública, el eje de la estrategia se rige por la ló­gica de la legalidad. Sintetizando el largo y complejo proceso de lucha legal, se interpusieron dos juicios de amparo, una denuncia popular ante la Procuraduría Ambiental y del Ordenamiento Te­ rritorial (PAOT), una queja ante la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal (CDHDF), dos demandas de nulidad, una de­ nuncia ante la PGR por daño al medio ambiente en zona federal, y la solicitud a los diversos relatores de derechos humanos de la ONU, entre otras muchas acciones. La forma en que el gobierno de la ciudad encaró su decisión de construir esta obra a cualquier costo —social y político— se caracterizó por una estrategia clara de desinformación y ningún interés por dialogar con los afectados. Así, por ejemplo, en 2008 el proyecto fue anunciado a la opinión pública, y ante la movilización de los vecinos de la zona, se dijo que la obra había sido can­ ce­lada. Sin embargo, antes de concluir el año 2009, se publicó una

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declara­to­ria de necesidad para el otorgamiento de una concesión que explotara y administrara dicha vía. El 6 de abril de 2010 se publicó el decreto por el que se declara de utilidad pública la realización de la obra y se firma el título de concesión entre el GDF y la Controladora Vía Rápida Poetas S.A. de C.V. como concesionaria. El decreto de expropiación, publicado en el Diario Oficial de la Federación (DOF ) no especificaba colo­ nias, calles o números. Ningún documento público señalaba el trazo de la obra. Se generó entonces una gran incertidumbre entre los vecinos, que no sabían si sus viviendas se verían afectadas o no. De hecho, los vecinos de Magdalena Contreras se enteraron de que sus predios estaban dentro de alguna poligonal cuando llega­ ron las notificaciones de expropiación a sus puertas. Esto fue entre el 6 y el 8 de abril de 2010, y fueron entregadas por funcionarios del gobierno —acompañados de una veintena de policías— a pro­ pietarios de más de cien predios. Originalmente se habían pla­ neado 126 expropiaciones, aunque al final fueron 56 los predios afectados. La estrategia que siguió el gobierno fue la de “divide y ven­ cerás”: las negociaciones de las indemnizaciones se hicieron de manera individual y bajo amenaza de que si hablaban les quitaban lo ganado; contrataron —perversamente— a algunos de los mismos habitantes para medio destruir las construcciones, con el fin de mostrarles a todos que no había vuelta atrás; y la tónica generali­ zada fue la de no informar a la población de las medidas que se iban tomando e inclusive desestimar los resultados de las acciones le­ gales utilizadas por los vecinos, que en varias ocasiones ganaron amparos y litigios legales. Esto provocó división y desconfianza entre los vecinos, e hizo que en el movimiento no participaran los directamente afectados por miedo; en cambio, se organizaron ve­ cinos que aunque no tenían la certeza de que sus casas podían ser destruidas, consideraban que el proyecto mismo impactaría de ma­ nera negativa en su forma de vida. Este proceso muestra que uno de los límites estructurales de las sociedades capitalistas contemporáneas es que el sistema po­ lítico está basado en el concepto de ciudadanía como parte fun­ dante de la democracia. La ciudadanía supone prácticas colectivas de participación y consulta en distintos ámbitos, pero el neolibera­

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lismo ha tendido a romper esas colectividades y ha generado gra­ves problemas en el tejido social, afectando la propia construcción democrática de la vida social. En ese sentido, la idea de ciudada­ nía plena es una suerte de limitante al propio modelo de desarro­ llo neoliberal. La demolición de casas no se intentó hasta el 26 de julio, pero por una serie de factores (no tener permisos, no contar con me­ didas de seguridad, ni haber avisado a los vecinos sobre el proceso iniciado) se impidió. Fue entonces cuando se instaló el campa­ mento permanente de resistencia —el 26 de julio—, en un punto estratégico para la construcción de la Supervía, ya que por allí es­ taban trazados los dos túneles de interconexión. Antes de continuar, me detendré un momento para describir las características del campamento: rodeado por los escombros de las casas a medio derribar, se instalaron lonas con cuatro espa­ cios claramente diferenciados utilizando materiales distintos (lonas, materiales de reciclado, etc.); a la entrada se hizo un cuar­ to donde había un par de camas para dormir durante las guardias; un área de usos múltiples en donde había libreros con algunos libros; una zona de cocina y una “sala” de estar con sofás, televi­ sión, un cuadro grande de la Virgen de Guadalupe y, junto a él, tres bastones de mando similares a los que portan grupos indíge­ nas de nuestro país (véase la imagen 1). La centralidad de la imagen de la Virgen de Guadalupe nos permite advertir la importancia de la religión católica, a la que se adhieren un conjunto de creencias de diversa procedencia en un collage característico de nuestros tiempos. Cuando preguntamos si los bastones de mando eran aportados por algún grupo indígena, una de las participantes nos respondió: Los bastones de mando nacieron a raíz de que, pues, son raíces prehispánicas nuestras. Sirve para darnos a reflexionar de que el gobierno con esta obra que está imponiendo nos quiere quitar nuestras raíces. Fue un retomar esta tradición aquí, para darnos fuerza, para tener un poquito de equilibrio con la naturaleza, la tierra, el cosmos, como nuestros ancestros —los prehispáni­ cos— lo llevaban. Por eso se hicieron, y varias vecinas dijeron “yo lo puedo hacer” y entonces que los colores, trajeron que conchi­ tas de aquí, plumitas de allá, que de halcón, que de águila, todo

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IMAGEN 1

INTERIOR DEL CAMPAMENTO 26 DE jULIO

FUENTE: fotografía de María Ana Portal, julio de 2012.

tiene un simbolismo, que los colores, que el arcoíris, y bueno uno que sea el bastón central para dar fuerza a todos, que es el que lleva el jerarca, pero bueno aunque aquí el jerarca somos todos; uno representando a las mujeres, otro representando a los niños y otro a los papás, porque también queremos que vaya trascendiendo esto (entrevista realizada por María Ana Portal a Maite Guía, habitante de La Malinche, mayo de 2012).

Si bien los vecinos ya estaban organizados, a partir de estos he­ chos se constituyó el Frente Amplio Contra la Supervía de Cuota en Defensa del Medio Ambiente, integrado por vecinos de la co­lo­nia Malinche, la Red en Defensa de la Magdalena Contreras, los Vecinos de San Jerónimo Lídice, la Asociación Civil ProciudadProContreras y el Movimiento Urbano Popular Solidario.13 Las redes 13 Este Frente a su vez hace parte de un movimiento denominado Organizaciones Ciudadanas y Legisladores en Resistencia contra la Super­ vía Poniente, en el que también participan las agrupaciones: Ciudadanos por Contreras, Grupo de Científicos e Investigadores Solidarios, Asocia­ ción de Comerciantes y Mercados Públicos de la Magdalena Contreras y la Coordinadora Vecinal de Tlalpan, Magdalena Contreras, Álva­ro Obre­

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sociales jugaron un papel importante en este proceso y pronto contaron con una página web, así como con Facebook y Twitter. Se construyó así un tipo de participación y de ciudadanía distinta a la construida en décadas anteriores. Además recibieron una diversidad de apoyos, desde actores sociales como académicos, religiosos y políticos, hasta grupos di­ versos: Ha venido gente de Guerrero e hicieron un temascal; budistas, un chamán peruano que hizo un ritual de protección, como a las 12 de la noche, con oraciones y cantos. A través de las organizaciones quiso dar su apoyo. Vino un chamán de Puebla, se hizo una oración al fuego, quemó trozos de piloncillo con ocote, hizo un ritual maya de protección. Au­ nado a los bastones se prende incienso. También las vecinas cuando vienen los granaderos prenden el fuego con incienso para darnos fuerzas. También vino un sanador peregrino hindú. También vino otro chamán indio con tabaco. Armonizarnos con el abuelito tabaco. El chamán dijo que se había impresiona­ do por lo rápido que se consumió el tabaco (entrevista realizada por María Ana Portal a Maite Guía, habitante de La Malinche, mayo de 2012).

Al igual que en el pasado, la organización social —como una suerte de “ente vivo”— sufrió procesos de consolidación y debili­ tamiento. Sin embargo, desde mi mirada de observadora externa considero que se mantuvo como un movimiento que se logró en­ raizar en lo local, mirando siempre hacia fuera y tendiendo redes de distinto orden con otras organizaciones y otros movimientos. Hoy, a pesar de la derrota y la represión, continúan reunién­ dose,14 redireccionando el sentido del movimiento, ahora con la idea de recuperar el sentido de comunidad desde la perspectiva cul­ tural y de la memoria, con miras a fortalecer la identidad local. gón y Cuajimalpa, que a su vez agrupa a varias organizaciones vecinales y a diputados de diferentes partidos políticos. 14 Desde luego que no en la misma cantidad que cuando el movimien­ to estaba en auge. Hay que tomar en cuenta que después de dos años de lucha intensa, y la represión sufrida, hubo un desgaste tanto físico como emocional de los participantes.

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REFLEXIÓN FINAL Quiero terminar este trabajo con una breve reflexión de lo obser­ vado y destacar aquellos elementos nuevos, propios de la era de la globalización, frente a aquellos que permanecen y que se repiten de las experiencias pasadas. Un primer aspecto por resaltar es que se trata de un movimien­to al que podemos considerar cosmopolita, ya que en él se refunciona­ lizan y resignifican elementos tecnológicos, junto con cuestiones étnicas y de clase, en una mirada típicamente global, pero arraiga­ da a procesos localizados. En este sentido, considero que hay una expresión de lo global en la estructura misma del movimiento. Esta característica les da una visibilidad que redunda en la forma en que se miran a sí mismos y se proyectan hacia el futuro, en un espejeo entre el adentro y el afuera. Esto fue posible gracias a que, por un lado, existían redes previamente construidas, y por otro, a que el movimiento utilizó esas redes y construyó otras (tan­ to sociales como tecnológicas) que “proyectaron” lo local hacia afuera. Tan es así, que la organización en la Malinche nace como un Frente Amplio, que desde un principio involucra organizacio­ nes de diversa índole, no sólo en el ámbito urbano, sino también nacional. En el plano ideológico, esto aduce una visión global. Así, aun cuando la Supervía se concluyó y sus derechos no fueron respetados, hay cierta continuidad en el apoyo a otros mo­ vi­mientos y mantiene una presencia constante en instancias di­ versas, como aquellas que se abocan a los derechos humanos, a dere­chos ambientales y al derecho a la ciudad. El eje de la lucha es, en síntesis, por la construcción democrá­ tica de la participación y por los derechos ambientales. La pérdida de las viviendas es una demanda muy importante, pero articu­lada a estos derechos. Ello me parece central ya que implica una mirada más allá de lo local: se mira la ciudad como conjunto, se mira al pla­ neta como sistema, de tal suerte que lo que les afecta a ellos, nos afecta a todos. El no a la Supervía —a diferencia de lo ocurrido en décadas anteriores— trasciende lo inmediato: mi casa, mi colonia, mi necesidad, construyéndose una nueva forma de “estar en el mundo”. La estrategia que utilizan para defender estos derechos está anclada en el reconocimiento de la legalidad, con la cual enfrentan

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incluso la ilegalidad del propio gobierno. Esta manera de relacio­ narse con la legalidad es cualitativamente distinta a lo sucedido en los movimientos previos, en donde la lucha implicaba un sentido pragmático y de inmediatez frente a las necesidades básicas de vi­vienda y servicios. En este caso la legalidad es utilizada para lu­ char en contra de un Estado que se amalgama con la iniciativa pri­ vada, mientras que en décadas anteriores la legalidad se utilizaba para pedirle al gobierno la resolución de demandas inmediatas. Esta inmediatez se constituyó en parte de la debilidad de los movimien­ tos previos, ya que favorecía la manipulación y el clientelis­mo priísta. La manera en que abiertamente el gobierno ejerce hoy un po­ der autoritario, —irrespetuoso de la misma legalidad que lo legi­ tima— les brinda a los participantes en el movimiento en contra de la Supervía una conciencia diferente sobre lo que es la política en México, en donde las acciones gubernamentales no permiten distinguir diferencias ideológicas profundas entre los distintos par­ tidos existentes. Coincido con Alfonso Torres cuando plantea que en el descrédito actual de la práctica política: “[…] las organiza­ ciones reivindican el sentido político de su actuación, a la vez que buscan diferenciarse de las organizaciones políticas de dere­ cha y de izquierda” (Torres, 2007:225). En este proceso, se rompe con la mirada paternalista del Estado protector, lo cual les per­mite adoptar una postura más autónoma frente al gobierno, impactan­ do directamente en la construcción de ciudadanía, ya que en la medida en que se modifica la relación entre el Estado y la sociedad civil, se genera una ciudadanía diferente, no sólo por las formas en que buscan participar y ser incluidos en las decisiones, sino también por el imaginario que construye en torno al poder. Esto nos da la posibilidad de imaginar una sociedad diferente, alternativa, brindándole un sentido distinto a su lucha. […] las organizaciones entienden que su intencionalidad políti­ ca no consiste en tomar el poder, sino en construir poder desde todos los espacios sociales entendido como proyecto alternati­ vo y articulación colectiva, como capacidad para gestar y desa­ rrollar proyectos viables que se consideran legítimos en función de sus ideales y principios, de generar nuevos esquemas de par­

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ticipación y organización que fortalezcan la capacidad de la población para enfrentar eficazmente sus problemas, a la vez que interiorizan nuevos marcos valorativos y modos de repre­ sentarse la sociedad (Torres, 2007:225-226).

Finalmente es la memoria sobre la lucha previa y el sentido de comunidad construido entonces, lo que les brinda una suerte de plataforma identitaria para construir estas nuevas formas de lucha y nuevas miradas, en escenarios y frente a problemas totalmente distintos. La impronta que dejaron los grupos religiosos y univer­ sitarios en la década de los setenta marcó a la siguiente generación (que en ese tiempo vieron luchar a sus padres), dejando una hue­ lla de lo comunitario que hoy sirve de base para concebir lo colec­ tivo en un momento en el que impera el individualismo como forma de vida. A pesar de la derrota aparente, los procesos de ciudadanización siguen su curso y enfrentan nuevas rutas. Desde mi perspectiva, la agenda actual tiene tres ejes que están en consolidación: un pri­ mer aspecto central es el de generar formas de participación ins­ titucionales que les permita mantener la organización vecinal e incidir en la comunidad consolidando lo local (por ejemplo parti­ci­ par en los Comités Ciudadanos y Vecinales); una segunda cuestión es la necesidad de rescatar la memoria del proceso de construcción de la colonia, incluyendo las condiciones actuales y las luchas recientes, es decir, construir su propia historia; finalmente, y desde estos dos ejes, ir generando poco a poco elementos identitarios propios.

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CUATRO REFLEXIONES EN LAS LIMITACIONES DIARIAS Y LAS POSIBILIDADES REALES Y PRÁCTICAS DE LA VIDA TRANSNACIONAL Y LA GLOBALIZACIÓN*

Robert Courtney Smith** INTRODUCCIÓN Podemos sintetizar la intención de este ensayo al adaptar una cita famosa, con una disculpa a Marc Anthony y al autor original: “no vengo a alabar ni a derribar el transnacionalismo y la globaliza­ ción, sino a celebrar sus potencialidades, especialmente en conjun­ to con otros conceptos, a discutir sus peligros seductores, tanto en el análisis como en la vida pública”. Como alguien que trabajó en el desarrollo del estudio de lo transnacional por casi tres décadas —feliz y productivamente (espero)—, busco registrar algunas de sus advertencias, lo que espero será útil especialmente para estu­ diantes de posgrado que empiezan sus carreras académicas. Aún uso “transnacionalismo” y “vida transnacional” como herramien­ tas conceptuales para iluminar realidades sociales relevantes, de las cuales, la mayoría no se verían de forma clara. Visualizo el concep­ to de globalización de forma similar. Siendo beneficiado, como es­tu­ diante de posgrado, de haber estado junto a los estudiosos de la globalización como Saskia Sassen (1991, 1998), y al haber leído ávi­ damente a otros como Néstor García Canclini (1995), tengo la in­ clinación “natural”, de utilizar este concepto. Pero al mismo tiempo, tenemos que reconocer los límites y complejidades de las realida­ des globales y transnacionales. Busco invitar a los investigadores a que procedan con ojos bien abiertos, para que no caigan víctimas ** Traducción de Ana Eugenia López Ricoy. ** City University, Nueva York (CUNY).

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de lo que el sociólogo estadounidense de principios del siglo XX, Thorstein Veblen (1914, 1898); Erin Wais (2005) llamaba “incapa­ cidad entrenada”: la inhabilidad para ver lo que está presente, de­bido a cómo y dónde uno ha sido entrenado. Veblen se preocu­ paba de que la búsqueda de beneficio económico bloqueara otras consideraciones y socavara la mirada sobre el efecto que el sector empresarial producía en el bien social mayor. Yo me apropio de esta preocupación porque, si sólo vemos los datos que confirman la existencia de la vida transnacional o la globalización, seguramen­ te la encontraremos; pero también estaremos dejando de ver otras realidades interesantes y no nos acercaremos a otras herramien­ tas analíticas para entender la complejidad de nuestros datos, lo que no necesariamente va a profundizar nuestro entendimiento del objeto de análisis original. Es un momento apropiado para celebrar la investigación de la vida transnacional y la globalización, al igual que para mirarla de forma escéptica, aunque amistosa, ya que este trabajo se pu­ blica en el marco de los trabajos impulsados por el Departamento de Antropología de la UAM Iztapalapa, el cual ha contribuido a este campo consistentemente.

ASUNTOS TEÓRICOS Y EMPÍRICOS Mi llamado de atención teórico es, en primer lugar, a no ser sedu­ cidos por la globalización y la vida transnacional. Mis definiciones tentativas de estos conceptos se presentan a continuación. La globalización es la expansión e integración económica, po­lítica, cultural, religiosa y de otros sistemas a escala mundial, promovida por la tecnología, y por cambios en los diferentes sis­ temas en todo el mundo. Este proceso es heterogéneo, tiende a promover tanto la actividad económica como la desigualdad. La transnacionalización es el proceso de vincular la vida social entre gente relacionada, viviendo en uno o más Estados-nación. Esto se refiere frecuentemente a la vida social de dos o más localidades en distintos Estados-nación que constituyen una comunidad local, pero que también pueden involucrar una relación entre personas en un mismo país o en una de sus provincias (o alguna otra enti­dad

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política poderosa de épocas anteriores); o relaciones que existen entre personas en el periodo de los Estados-nación (por ejemplo, la religión). El resultado de la transnacionalización es la vida trans­nacional. Las relaciones transnacionales también pueden generarse entre entidades u organizaciones que residen en dos o más Estados-nación. Lo que distingue los vínculos transnacio­nales es que tienen nodos o localidades en Estados-nación o en entidades similares, mientras que la globalización describe una suma sistemática de estos vínculos y relaciones. Éstas son mis de­ fi­niciones, grosso modo, que están en proceso de ajuste, pero que sirven para los propósitos de esta discusión. Mi propio acercamiento a estas teorías comenzó con el traba­jo de Saskia Sassen sobre la globalización. Comencé la lectura de la obra de esta autora mientras empezaba mi investigación de tesis a finales de la década de los años ochenta e inicios de los noven­ ta. Una posible investigación de tesis que inicié (pero no terminé) consistía en el seguimiento a lo largo de dos años, de mexicanos comerciantes de flores alrededor de la ciudad de Nueva York. Les enseñaba inglés en un sótano en Washington Heights, y asistía a las reuniones de los comerciantes de flores con la policía. Los co­ merciantes protestaban por su encarcelamiento a causa de vender flores sin permiso. Recuerdo haber leído La ciudad global, de Saskia (1991) y otro trabajo suyo, alguno en forma de borrador, y comen­ zar a ver Nueva York desde otro enfoque, mientras pasaba tiempo con los comerciantes de flores. Su análisis de la relación entre el boom simultáneo de por un lado trabajos de salarios altos alrede­ dor de la información, y por el otro de empleos con salarios bajos en el sector de los servicios, pasaba por mi cabeza mientras cami­ naba lentamente a lo largo de Broadway con los vendedores de flores, mientras pasaba tiempo y conversaba con ellos en sus apar­ tamentos hacinados, sin papeles formales y en los sótanos. Este trabajo también estaba en mi mente cuando le di seguimiento a los líderes del comité Ticuani de Brooklyn en su vínculo con Ti­ cuani en México. Los vi negociar y luego regresar a trabajar a la ciudad de Nueva York. Lo mismo sucedió con otras investigaciones pioneras de lo transnacional, que abrieron caminos por los que transité. El traba­jo de Nina Glick Schiller (1999) y sus colegas (Basch, Glick Schiller y

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Szanton Blanc, 1994), Michael Kearney (1995, 1991), Luin Goldring (1998), Federico Besserer (2004) y Federico Besserer y Michael Kearney (2004, 2006) con su equipo de estudiantes. Todos han aportado en áreas de trabajo que me han ayudado a entender mis propios datos y proyectos a largo plazo. En particular, los diálogos conceptuales con este equipo a lo largo de los años, sobre el traba­ jo de campo y las preguntas conceptuales, las incertidumbres y las decisiones forzosas que requiere el campo, han sido muy fruc­ tíferos. Presento este trabajo desde dos enfoques, el primero metodo­ lógico y epistémico, y el segundo teórico. En el inicial, exhorto a un énfasis en las instituciones y en las formas en las que pueden encarnar el poder político y moldear las arenas de acción, en cambios estructurales más amplios, y en las formas en las cuales las instituciones y sus estructuras interactúan con los contextos cambiantes. En el segundo, invito a los etnógrafos a incluir estruc­turas de poder concretas en las instituciones de análisis, tanto porque es una estrategia que hace que la investigación etno­ gráfica sea más tridimensional, como porque puede resultar en nuevos entendimientos para la planeación y posibles políticas pú­ blicas que de otra forman no emergerían. Empíricamente, en este trabajo expongo tres proyectos de campo que he desarrollado sobre la vida transnacional, y analizo factores y condiciones que facilitan y promueven la vida trans­ nacional, formas en las que pueden ser usadas para fines positi­ vos, pero que también pueden cambiar su contenido e imponer límites en él. El primer caso es un breve recuento de los ticua­ nenses, discutiendo la atenuación de algunas formas de la vida transnacio­nal, y la continuación de otras, así como la emergen­ cia de nuevas formas en las que se discuten conceptos de los cursos de vida in­dividual, familiar y comunal. El segundo caso es la re­ visión del voto extraterritorial del migrante para las elecciones presidenciales en México, con énfasis en las formas en las que el éxito del migrante ha estado limitado en su contexto estructural en la expresión final de este derecho. El tercer caso es una breve revisión de la investigación hecha en y para el Programa del Segu­ ro Popu­lar, analizando y proponiendo un plan para promover el uso del mismo por migrantes y sus familias.

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LOS CURSOS DE VIDA INDIVIDUALES, FAMILIARES Y COMUNALES EN LA VIDA TRANSNACIONAL DE TICUANI La comunidad de Ticuani se describe con extremo detalle como resultado de 18 años de trabajo en el Nueva York mexicano. He man­ tenido el contacto con los ticuanenses y a muchos de ellos —en especial a los niños, hoy adultos, de los migrantes ticuani origi­ nales— les he dado seguimiento durante diez o 15 años para re­ flexionar sobre los procesos de incorporación a la vida en Estados Unidos de una segunda generación (se publicará en un próximo trabajo, Horatio Alger Lives in Brooklyn, But Check His Papers —Ho­ ratio Alger vive en Brooklyn, pero revisa sus papeles—). Hace más de 20 años los ticuanenses en Nueva York vivían en condiciones que promovían una vida transnacional vigorosa. La mayoría de los ti­ cuanenses que residían en Nueva York a finales de los años ochen­ ta e inicios de los noventa tenían mucha de su familia viviendo en Ticuani; frecuentemente eran de familia nuclear, incluyendo esposas, hijos y padres. Enviaban grandes cantidades de dinero a su pueblo, de tal forma que las remesas eran la principal fuente de ingresos para la mayoría de los hogares ticuani. Un gran porcen­ taje de ellos había conseguido “amnistía” a través de la IRCA (por sus siglas en inglés, Immigration Reform and Control Act) a finales de la década de los ochenta, y por lo tanto podían cruzar la fron­ tera con una libertad inédita. Como lo expresó un ticuanense: ahora “podemos planear”. Podían planear hacer trabajo en Ticuani, juntar dinero para ello, y regresar para inspeccionar el progreso que tenían porque tenían residencia legal, lo que implica menores costos y riesgos en el viaje. En este periodo el Comité de Nueva York recabó una parte de los fondos para implementar uno de los proyectos de obra pública más grandes que ha hecho el sistema municipal de aguas, duplicando las contribuciones suma­das de los gobiernos estatales y federales mexicanos. Los ticuanen­ses en Ticuani y en Nueva York los percibieron como las personas a las que hay que acudir para que las cosas sucedan. En este contexto, surgió en Nueva York un comité y así los líderes ticuanenses logra­ ron competir y derrotar al hermano del cacique local en las elec­ ciones municipales. En estos años, los líderes ticuanen­ses tenían

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alrededor de 40 o 50 años, o estaban a inicios de sus 60 y pocos finalizando sus treinta. En 2013-2014, esta realidad había cambiado significativamen­ te. Los mismos líderes están finalizando sus 60 o incluso en sus 70 años o más grandes; los más jóvenes de ese grupo están en sus 50 años. En años recientes asistí al funeral de uno de los miembros clave y duraderos del comité, así como al de la esposa de uno de los otros miembros importantes. Hace varios años, don Manuel me dijo que el proyecto más grande del Comité sería restaurar el ce­menterio de Ticuani para que ellos y los otros ticuanenses tu­ vieran un lugar agradable para regresar a casa al final. Esto no quiere decir que el comité haya dejado de ser activo, lo es. Aún re­ colecta dinero para varios proyectos y para emergencias (por ejem­ plo, si alguien muere en Nueva York). Más aún, muchas de las prácticas que resultaron del trabajo y el poder del comité perma­ necen hasta hoy. El año pasado, el presidente municipal de Ticua­ni visitó Nueva York en busca de financiamiento y apoyo para sus proyectos en Ticuani, como muchos de sus predecesores lo han hecho desde la década de los años noventa. Inclusive hay más lí­ deres de Ticuani que regresan a disfrutar de su retiro en Ticuani, y que vuelven periódicamemte a Nueva York a visitar a sus familias y a recibir tratamiento médico. El cambio demográfico es una estructura clave que favorece o limita la vida transnacional. Ticuani pasó de una población de cuatro mil personas en la cabecera en 1970 a 2 500 cuando comen­ cé mi trabajo a finales de la década de los ochenta, pero ahora tiene quizá 1 200-1 000 personas en la actualidad, casi todas muy jóvenes o de edades avanzadas: Ticuani puede verse como una guardería o como una casa de retiro. Como lo he resaltado anterior­ mente, a ini­cios de la década de los años 2000 hubo más profesio­ nales —maestros, doctores, arquitectos, etc.— que campesinos en este pequeño pue­blo agrícola, y esta tendencia posiblemente esté más pronunciada. Este cambio es el resultado de dos procesos: la salud de tantos jóvenes que probablemente se hubieran vuelto cam­ pesinos, y el aumento de la demanda por servicios como doctores de la población restante, que tienen mayores ingresos debido a las remesas. Hoy los ticuanenses envían menos dinero a su lugar de origen de lo que enviaban hace 20 años, nuevamente por razo­

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nes demográficas. Tras haber recibido el estatus legal, muchos se reunieron con sus familias anteriormente separadas, especialmen­ te los hijos y las esposas, lo que requirió que se gastara ese mismo dinero en Nueva York; otros lograron traer a sus padres a vivir con ellos a Nueva York; en otros casos, los parientes que dependían de las remesas han muerto. Más aún, los hijos de los ticuanenses han llegado a una edad en la que han formado sus propias fami­ lias en Nueva York, viajan menos frecuentemente a Ticuani y gas­tan la mayoría de sus ingresos en Nueva York. Pero en general, mientras la dependencia de las remesas que recibe Ticuani sigue siendo extremadamente alta, la demografía ha reducido el porcen­ taje total del ingreso que se genera en Nueva York y regresa a Ti­ cuani. Finalmente, como se lamentaba el “coyote” local alguna vez, casi no queda nadie de Ticuani para llevarle a Estados Unidos. En este punto, además de un breve recordatorio de la juventud que crece y migra cuando llega a la adolescencia, casi todos los que han estado en Ticuani, han migrado. Si necesitan regresar, lo pue­den hacer si los han legalizado, como la mayoría de los migran­ tes ya mayores. Demos un paso atrás y regresemos a los conceptos de los cur­ sos de vida, individuales, familiares y comunales, y su interacción con instituciones y leyes. Los miembros del comité y los líderes relacionados a éste están envejeciendo, algunos han muerto o ya no tienen la energía para pasar cada fin de semana recolectando dinero para financiar obras públicas en Ticuani. Éste es el curso de vida individual que afecta la vida transnacional. Más aún, los hijos han superado la adolescencia, cuando podían viajar mucho, y han llegado a la adultez temprana en la que los trabajos, hijos e hipotecas los amarran e inhiben los traslados a México. Éstos son cambios en los cursos de vida, individuales y familiares. Finalmente, no hay una provisión ilimitada de nuevos migrantes que dejan Ticuani —el suministro de nuevos potenciales migrantes de Ti­ cua­ni ha disminuido y es poco probable que crezca, y muy segura­ mente no llegará a las magnitudes iniciales. De hecho, uno de los asuntos que ha surgido en las reuniones públicas de las personas de Ticuani en Nueva York es la llegada de migrantes de Oaxaca y Guerrero a Ticuani para trabajar en la industria local de la cons­ trucción y otros mercados laborales. Un ticuanense relata su pre­

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ocupación de lo que sucedería en su pueblo, porque él “no cono­ cía a esta gente... qué tipo de gente eran”. En Ticuani, como en otras partes del cinturón de migración en México, preveo un fu­ turo más similar al de algunos pueblos del centro-poniente de Estados Unidos —que se encogen y decaen— en lugar del resur­ gimiento de una nueva immigración. El papel de la política pública es crítico aquí también. La ma­ yoría de los miembros activos y líderes del comité tenían estatus legal cuando estaba dando seguimiento a su trabajo en la década de los noventa. Lo habían conseguido a través del nacimiento de sus hijos, antes de que este camino hubiera sido bloqueado por el Congreso o por la legalización vía IRCA. Algunos consiguieron el estatus a través de sus empleadores, nuevamente, cuando era más fácil que se hiciera. En los últimos 25 años se ha vuelto creciente­ mente más complejo para los indocumentados jóvenes obtener el estatus legal si él/ella no tiene un familiar cercano con residen­cia permanente o ciudadanía. Incluso tener a este pariente frecuen­ temente no es de utilidad. Un caso conocido es el de una pareja de migrantes indocumentados que tenían hijos mayores indocu­ mentados y un hijo menor con ciudadanía estadounidense. Para cuando el padre y la madre consiguieron el respaldo legal (spon­ sorship) mediante el empleo del padre, los otros hijos habían sa­lido del rango de edad en el que podían ser respaldados por los padres como menores, la que era la ruta más rápida. El padre lo­gró tener estatus legal, pero vio que no podía ayudar a su hija el mismo año en el que ella había sostenido por su parte la nego­ ciación legal para graduarse de la universidad. Fue un momento agridulce (el presidente Obama posteriormente favoreció su caso, porque calificaba para DACA, Deferred Action for Childhood Arri­ vals). Las siguientes dos secciones trazan perfiles de casos de dife­ rentes burocracias diaspóricas, una de las cuales extiende, al mis­ mo tiempo que también limita, uno de los derechos fundamentales para los migrantes —el ejercicio del voto ciudadano— y otro ex­ plora cómo presentar a los migrantes un programa para un derecho social distinto —el acceso a la salud— y movilizar a los migrantes y sus familias para usar el Segu­ro Popular, que busca responder a este derecho.

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VOTO EXTRATERRITORIAL1 El voto extraterritorial fue una meta de los líderes migrantes dé­ cadas antes de que se accediera a él y se implementara por pri­ mera vez en las elecciones de 2006. Particularmente a lo largo de los diez años anteriores, los mexicanos migrantes usaron distintas estrategias para conseguir esta demanda: una fue capitalizar la limitada descentralización del poder en México que ocurrió en la década de los años noventa, para cambiar la Constitución de tal for­ma que se disolvieran los obstáculos legales de votar en el ex­ tranjero. En segundo lugar, los migrantes agresivamente buscaron reenmar­car el asunto como central para la comunidad nacional mexicana y como clave en la democratización de México. Este es­ ­fuerzo se complementó con las medidas más avanzadas que muchos esta­dos de México tomaron para incluir a los migrantes sustanti­va­men­te en la vida cívica y política. En muchos estados, los migrantes podían votar y ser electos, aun cuando no hubiera voto en el ex­tran­jero, y las autoridades locales y estatales consul­ taban a los líde­res migrantes informalmente mediante las ins­ tituciones que se desarrollaron en el nivel estatal y mediante asociaciones locales. Junto con sus aliados en los partidos de opo­ sición y mediante campañas públicas, los migrantes fueron ca­ paces de cambiar el discurso nacional alrededor de la migración: pasaron de ser considerados “pochos” que habían abandonado su país y dejaron de encajar, a ser vistos como una parte esencial de la nación mexicana extendida cuya exclusión implicaba una afrenta a la democracia. Por lo tanto, con este nuevo enfoque, es­ tar en contra del voto de los migrantes equivalía a estar en contra de la democrati­zación en México. La administración del presidente Vicente Fox fue clave en esta forma de enmarcar el asunto migra­ torio, y du­rante su gobierno es que el derecho a votar desde el extranjero fue llevado a cabo por primera vez. 1 Está sección está basada en Calderón Chelius y Martínez Saldaña (2002); Fitzgerald (2006); Smith (2008); Cornelius et al. (2007); Moctezu­ ma Longoria (2003, 2004); Schedler (1998), y Espinoza Valle (2006). Véase Smith (2008), para un manejo más completo del caso; Smith 2003a y b para investigaciones relacionadas.

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Lo que en realidad sucedió en las elecciones de 2006 (y des­ pués en gran medida se repitió en las elecciones de 2012) refleja la complejidad de la práctica transnacional y diaspórica, especialmen­ te con respecto a la teoría democrática y del Estado. Nueva­­men­te, nos enfocamos en cómo se implementó la política y lo que signifi­ ca: extender el derecho al voto a una comunidad de connaciona­les que viven fuera de los límites territoriales del Es­tado no viene sin precedentes en la historia de la migración, y otros países han te­ nido este tipo de mecanismo del voto para sus co­na­cio­nales en el extranjero. Países como Colombia, Francia, Italia, Bélgica, Repúbli­ ca Dominicana y otros, ofrecen a los migrantes el derecho al voto. Algunos han permitido que los migrantes voten fuera de su país (en el lugar de residencia) y permiten las cam­pa­ñas de partidos polí­ ticos, etc., creando una sociedad civil transna­cio­nal más completa que, sin embargo, sigue siendo principalmente impulsada en un Estado territorial. La ingeniería electoral puede instrumentarse en Nueva York o en otras ciudades europeas, pero el poder político adquirido mediante éste se expresa principalmente en las ac­ciones de los migrantes en sus Estados de origen. El significado de que los migrantes lograran el derecho al voto en México puede retomarse de la sentencia de un refrán de un em­ pleado del gobierno mexicano, quien bromeaba diciendo: “Pasa­ mos de tener campañas sin elecciones, a elecciones sin campañas”. Lo que este experto apuntaba es que dos décadas antes de obtener el voto en el extranjero, los mexicanos migrantes en Estados Uni­ dos tenían políticos cada vez más movilizados que iban a Estados Unidos y hacían campañas informales para los votos ahí. Entre otros asuntos, estos políticos —comenzando con Cuauhtémoc Cár­ de­nas en las elecciones de 1988— defendían vigorosamente el derecho del voto de los migrantes, y definía a México de forma que los incluía, más que tratarlos como “pochos”, o peor aún, de con­ siderarlos “traidores”. La tendencia más amplia hacia la demo­cra­ tización, estimulada por cambios importantes en la autonomía del Instituto Federal Electoral (IFE) en la conducción de las elecciones, fue parte de la causa migrante —nuevamente—, votar contra el voto migrante era votar en contra de la democratización mexicana. Sin embargo, el derecho se otorgó con trabas. Entre otras pre­ visiones, la ley requería que aquellos que desearan votar desde

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el extranjero debían tener una credencial oficial del IFE con foto­ grafía, y era necesario que las boletas se enviaran por correo cer­ tificado (que tiene un costo y requiere de una visita al correo) de regreso a México. Estos requisitos restringían la participación efectiva e influyeron en quienes votaron. Para la mayoría de los inmigrantes indocumentados, los requisitos imponían una carga prohibitiva —tenían que regresar a México, tomar semanas de in­ asistencia al trabajo, y arriesgarse a ser aprehendidos así como enfrentar el peligro al volver a cruzar la frontera e incluso tener que pagar al coyote. Por lo tanto, la mayoría de los votantes eran aquellos que tenían visa estadounidense y cuyos ingresos permitían un viaje de regreso a México. Los consulados mexicanos no fue­ron designados como lugares válidos para la votación, y el voto por la vía electrónica no estaba permitido, lo que minaba el es­ fuerzo inicial que intentaba reconocer a los mexicanos que viven en el exterior. Este breve resumen resalta la importancia de las instituciones que se ocupan de generar el contenido, los límites y los potencia­ les de la vida transnacional. Antes del derecho al voto, los mi­ grantes tenían una esfera política en expansión, con partidos que incluían a gente partidaria del movimiento que promovía el voto migrante. Más aún, el Estado mexicano había creado y desarrolla­ do burocracias diaspóricas para atender a esta población migrante, empezando por el Programa para la Atención de las Comunidades Mexicanas en el Extranjero en la década de 1990, y continuando con el estudio del IFE en 1998 sobre el interés y viabilidad del voto en el extranjero. La instauración de este derecho, otorgado por el IFE en la elección de 2006, sin embargo, irónicamente marcó un regreso a la política mexicana del pasado. El IFE había sido creado precisamente para evitar tener un partido de Estado que planea­ ra las elecciones y simultáneamente condujera campañas políti­ cas a la vez que garantizara la legitimidad de las elecciones, como ocurría bajo el régimen del PRI. Precisamente por esto, el papel del IFE reunía estas tres funciones. La ley prohibía que los candida­tos y los partidos hicieran campaña fuera del país, y le daba la tarea al IFE de difundir la información de los candidatos, los procesos elec­ torales, así como de implementar y contar estos votos. La parte de la transnacionalización de esta historia es que el IFE había defen­

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dido la inclusión de los migrantes y subsecuentemente se había convertido en una institución diaspórica, por conducir este traba­ jo electoral. Pero la parte de la política local de la historia es que la forma institucional que tomó este derecho de forma efectiva canceló mucha de la política diaspórica, y quizá de forma más crí­ tica, el potencial futuro de la misma, en contra de lo que los líde­ res migrantes habían aspirado. Esto nos regresa al papel central que tienen las instituciones, especialmente las estatales, en estruc­ turar la vida transnacional.

SEGURO POPULAR2 En esta sección se exponen brevemente dos estudios comisiona­ dos a la Universidad de la Ciudad de Nueva York (CUNY, por sus siglas en inglés) por el Centro de Investigación y Docencia Eco­ nómicas (CIDE) para el Seguro Popular. La finalidad del primer reporte fue determinar el conocimiento y las visiones del Seguro Popular por parte de los migrantes, mientras que el segundo bus­ caba proponer un plan acerca de “cómo hablar con los migrantes sobre el Seguro Popular” (Smith et al., 2012a). Estos reportes constituyen un esfuerzo no esporádico del Estado mexicano como institución para entablar relación con su diáspora como población objetivo para promover el Seguro Popular como un “derecho so­ cial”. El proyecto en su totalidad constituye un caso fascinante de las potencialidades y los límites de las burocracias diaspóricas para relacionarse con los migrantes. El Seguro Popular, un programa gubernamental establecido en México, buscaba conocer más sobre cómo los migrantes entendían el programa, y cómo promover su uso, lo que inicialmente parece contraintuitivo. El Seguro Popular sólo está disponible en México y no es como el voto, algo que puede entregarse vía internet o por correo. La atención médica requiere la presencia del paciente. 2 Esta sección está basada en Smith et al., 2012a y 2012b; Cousineau et al., 2011; Cheng et al., 2011; Lefebvre, 2009; Aaker y Smith, 2010, LlanosZavalaga et al., 2004. Véase Smith et al., 2012a y b, para un tratamiento más extenso.

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Sin embargo, los miembros de las familias de migrantes que aún viven en México pueden hacer uso del Seguro Popular. Más aún, migran­tes que regresan a casa a visitar a sus familiares también pue­ den usar el Seguro Popular para obtener atención médica mientras estén en México, lo cual puede ser especialmente importante para los migrantes que padecen alguna enfermedad grave. Por lo tanto, el esfuerzo del Seguro Popular para llegar a la población migrante es loable y tiene como premisa un entendimiento serio de la vida transnacional migrante. Por ejemplo, trabajadores del Seguro Po­ pular repetidamente indicaban que sentían que si las cabezas de hogar que trabajan en Estados Unidos supieran del Seguro Popu­ lar y les dijeran a sus esposas e hijos que lo usaran, esto promove­ ría su uso. Los proyectos fueron un reto enorme desde una perspectiva etnográfica. Hicimos 849 encuestas presenciales con migrantes alrededor de Nueva York, que estaban tanto en espacios públicos como canchas de futbol, como en la sala de espera del consulado mexicano, por la que pasan alrededor de 500 personas diarias. Tam­ bién realizamos alrededor de 50 entrevistas con personas con una experiencia directa con el Seguro Popular y con la atención mé­ dica en Nueva York, incluyendo tanto pacientes como líderes comu­nitarios; finalmente, organizamos grupos de enfoque con varios subgrupos que identificamos como grupos objetivo. Este trabajo se realizó entre 2011 y 2012. Uno de nuestros hallazgos fue que la mayoría de los migran­ tes no habían oído del Seguro Popular, y aquellos que habían vi­ vido más tiempo en Estados Unidos sabían menos de éste, y tenían las peores opiniones acerca de la preocupación del gobierno mexi­ cano por los migrantes, mientras que los migrantes más recientes tenían mayores posibilidades de saber del programa, de haberlo usado, y tenían mejores opiniones de la preocupación guberna­ men­tal por ellos. Quizá los hallazgos más interesantes refieren a cómo el gobierno mexicano se dirige a los migrantes. Desde la dé­cada de 1990, mucha de la literatura de las burocracias diaspó­ ricas ha usado el saludo “¡migrante!” al dirigirse a ellos. Nosotros ofrecimos muchos escritos para que los migrantes reaccionaran a ellos en nuestros grupos de enfoque. Resultó que odiaban el con­ cepto “¡migrante!” porque decían que les recordaba que habían sido

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separados de sus familias. Más aún, este tipo de saludo, viniendo del gobierno o de funcionarios públicos (por ejemplo, de gente en la sección consular), se veía como un insulto porque el mismo gobierno era el causante de que hubiesen migrado, por diversas razones (falta de desarrollo, corrupción, etc.). Inclusive, los mi­ grantes rechazaban que el Seguro Popular fuese presentado como un “derecho social”, como sus trabajadores y la literatura lo presen­ taban. Nuevamente, esto implicaba que el Estado mexicano visto por los migrantes falló en cumplir con su compromiso social —si es un derecho social, ¿por qué tienen que pagar por algunos de los servicios?, y ¿qué sucedía con todos los otros derechos so­ciales que eran relegados, como el derecho de trabajar en su propio país y a no estar lejos de su familia para poder ganar un sustento? En cam­bio, los migrantes nos recomendaban que para que el Seguro Popular fuera mucho más aceptable para ellos —incluso fuera bien­venido— se tratara más bien como una política pública. Así, ellos entenderían por qué uno tiene que pagar por ciertas cosas. Un informante comparó el programa con el seguro que paga para su teléfono celular —nunca lo voy a usar, dijo, pero está ahí para cuando lo necesite. Pago, obtengo el servicio, hay intercambio equitativo. A lo que los migrantes se oponían era a la promoción de la idea de un derecho social que el Estado garantizaba —y ad­ quirir crédito por proveer este derecho— cuando hay tantos otros derechos sociales que debieron haber sido provistos y no lo fueron. Lo interesante es que fue mejor usar “jefe/a de familia” como una forma de dirigirse a ellos en otro escrito, basados en la teoría de que los medios sociales como internet son los más efectivos cuando primero apelan a una identidad de la cual la persona está orgullosa, y después le solicitan que haga algo sencillo y realizable (en este caso, pedirle a sus parientes que se afilien). Lo que prefe­ rían era “Mexicanos en Nueva York”, que resaltaba la equivalencia entre quienes hacían trabajos atractivos (como estar en un consu­ lado) y aquellos a quienes se interpelaba (los migrantes). De esta forma, y mirando el Seguro Popular como una política, no como un derecho, el programa a ellos les gustaba bastante y estaban dispues­tos a promover su uso entre sus familiares y a usarlo ellos mismos. Nuestro segundo reporte proponía planes para que, de forma barata y efectiva, se promoviera el uso del Seguro Popular entre los

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migrantes. Los empleados del Seguro Popular nos habían dicho que el programa estaba siendo promovido principalmente por cam­pañas en medios masivos en México que implicaban costos altos. Propu­ simos varias formas de promover el uso del Seguro Popular que involucraban las estructuras de la vida migrante y transnacio­nal, y que se apoyaban en la literatura sobre medios sociales efec­tivos y otras campañas que promovían el uso de seguros médicos. A continuación se presenta una lista parcial de estas sugerencias: primero, propusimos la contratación de grupos de estudiantes uni­ versitarios y líderes comunitarios que difundieran la información directamente a los mexicanos en Nueva York, y en el cinturón de migración en México, en temporadas y sitios con concentraciones naturales de esta población. Por lo tanto, proponíamos enviar a per­sonas a campos de futbol y beisbol durante los fines de semana en temporadas altas por varias semanas seguidas, para que ha­ blaran en persona, uno a uno (1:1), con los migrantes y sus fami­ lias. Investigaciones de California demostraban que esta asesoría (1:1) era más efectiva en promover afiliaciones. Más aún, suge­ rimos que hicieran una promoción presencial similar durante las fiestas de los santos patronos de los pueblos de origen. Durante la semana de la fiesta principal, se proponía poner una mesa en el zócalo para difundir la información y afiliar a la gente. Los gastos en este tipo de difusión serían menores en comparación con las campañas en medios masivos. También defendimos la idea de que el Seguro Popular creara un lugar especial en su página de internet para migrantes, que recabara las historias de los migrantes con el uso del Seguro Popular, así como vincular estos esfuerzos por llegar a la comunidad migrante más cercanamente con otras bu­ rocracias diaspóricas, como el IME y el CCIME, entre otros. También propusimos que el personal del Seguro Popular colabore con otras entidades que atienden al migrante y con los consulados para vin­cular el sitio del Seguro Popular con las páginas de internet de clubes de oriundos y páginas municipales, así como otros sitios relacionados. Una vez que los vínculos con la página del Seguro Popular estuviesen establecidos, sugerimos el uso del correo elec­ trónico, los mensajes de texto y otros comunicados en medios de comunicación a los migrantes y sus familias que los dirigieran a estos sitios. Estas medidas serían muy efectivas en términos de

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costos como formas de diseminar información y multiplicar la afi­ liación, y la mayoría necesitaría poca inversión para llevarse a cabo. La filosofía detrás de este plan era hacer que el Seguro Po­ pular actuara como una burocracia diaspórica al montarse en las estructuras de la vida del migrante y la vida diaspórica, usando el conocimiento de la literatura y promoviendo el uso de progra­ mas similares. Los resultados finales tienen una intersección interesante con la discusión de las instituciones anteriores. El proyecto se diseñó, primero, para recabar conocimiento acerca de los migrantes y el Seguro Popular, y segundo, para proponer un plan de cómo promo­ ver su uso. No había un plan concreto para promover su uso y, por lo tanto, para nuestro conocimiento, estos planes nunca se lle­ varon a cabo. Pero las reacciones de los líderes a los esfuerzos del Seguro Popular por dirigirse a los migrantes fueron interesantes teóricamente. En primer lugar, algunos líderes migrantes se mos­ traron profundamente escépticos ante este esfuerzo, al que vieron como una forma en que la administración saliente podía adju­ dicarse haber hecho por los migrantes más de lo que haría en rea­ lidad. Éste es un tema recurrente en la retórica migrante sobre el Estado mexicano, especialmente entre los líderes. Sin embargo, otra dimensión de los resultados fue aún más importante teóricamente. Los líderes migrantes argumentaban persuasivamente que no mandarían a migrantes gravemente en­ fermos de regreso a México por atención médica a través del Se­ guro Popular por dos razones: primero, no tenían conocimiento de qué es lo que cubría el Seguro Popular, y la afirmación de que la mayoría de los servicios eran gratuitos no fue confirmada por la ex­periencia de los migrantes. Varios nos informaron, y algunos líderes migrantes en particular, que los migrantes o sus familias frecuentemente habían tenido que pagar por las medicinas, o ser­ vicios especializados como exámenes médicos, y pensaban que estos gastos debían estar cubiertos; o bien les decían que esos ser­ vicios no estaban disponibles en las clínicas gratuitas. Más aún, también surgieron casos graves. Uno de ellos, referido por uno de los líderes migrantes y trabajadores consulares, fue el de un hom­ bre que requería diálisis, que habría estado disponible en Nueva York, pero a quien le dijeron que sería cubierto en México. Cuan­

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do regresó, sin embargo, sólo le dieron el servicio gratuito por dos meses y luego le pidieron que lo pagara, lo que lo puso en una situación de vida o muerte. Mientras que muchos migrantes ex­ presaban satisfacción con el Seguro Popular —especialmente, por ejemplo, hombres jóvenes cuyas esposas habían tenido asistencia durante el parto— la falta de certeza y malas historias tuvieron grandes efectos en la confianza de la gente en el Seguro Popular, en especial entre los líderes migrantes. En segundo lugar, los líderes migrantes explicaban que vivían en la ciudad de Nueva York, donde la Corporación de Salud y Hos­ pitales (HHC, por sus siglas en inglés) ofrece a los migrantes cober­ tura amplia, para todos los neoyorquinos. Más aún, el gobierno de Nueva York tiene el programa Salud Infantil Plus (Child Health Plus), que ofrece seguro médico a todos los neoyorquinos con ba­ jos ingresos hasta la edad de 21 años, sin importar el estatus legal. Este programa tiene cuotas escalonadas, basadas en los ingresos. Por lo tanto, el gobierno de Nueva York ya ofrece una especie de modelo escandinavo modificado, basado en un contrato social más completo y extenso. Las visitas a las clínicas HHC típicamente cuestan 15 dólares, y las medicinas pueden costar tan sólo 5 dó­ lares. Por lo tanto, los líderes migrantes enmarcaron su renuencia a promover el uso del Seguro Popular entre migrantes como una decisión entre una cobertura incierta en México frente a una se­ gura en Nueva York. No era realmente una opción, decían. Teóricamente, estos resultados dialogan con la teoría trans­ nacional. Mientras que los migrantes viven en comunidades transnacionales dentro de estructuras diaspóricas más amplias, la atención médica aún se provee principalmente por las limitacio­ nes geográficas de las instituciones. Para acceder al Seguro Popular (o tener una credencial para votar), uno debe estar físicamente presente en México. Para ir a una clínica HHC uno debe ser re­ sidente de y estar físicamente en Nueva York. Por lo tanto, los lí­ mi­tes geográficos de dónde y cómo las instituciones ofrecen sus servicios define cómo se entregan los servicios. Por otra parte, los esfuerzos del Seguro Popular por entender cómo los migrantes entienden el programa y promueven su uso son loables e inno­ vadores. El Seguro Popular está actuando como una burocracia diaspórica en su búsqueda por promover el uso de su programa

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entre la población migrante y sus familias (quienes lo estaban sub­ utilizando), al igual que en su involucramiento con las estruc­turas de la vida migrante y su entendimiento del programa en el di­seño de estos esfuerzos.

CONCLUSIONES Mis comentarios de cierre tienen la forma de un diálogo con los estudios transnacionales que se hacen desde la academia mexi­ cana. Están relacionados con mi uso del análisis de los trayectos de vida en mi trabajo que está por publicarse Horatio Alger…, al que me referí antes. Éste traza los resultados de los informantes en sus años adolescentes, y luego en sus años adultos, y poste­ riormente busca explicar los cambios entre los dos periodos. Este método me permite demostrar, por ejemplo, que el estatus legal, por sí solo, es el factor más determinante para futuros más próspe­ ros o más limitados entre los hijos de los mexicanos migrantes en Nueva York. Puede ser que este método difiera de otros trabajos etnográ­ ficos ya que muestran información nueva simplemente como una continuación del caso, como una estrategia para profundizar en el conocimiento. Identifico aquí el peligro de un “presente etno­ gráfico perpetuo” —el etnógrafo está siempre presente haciendo trabajo de campo, pero su entendimiento puede ser obtenido y las fuerzas causales pueden ser evaluadas mejor al considerar la variación en el periodo de tiempo en las vidas de los informantes. De forma similar, me gustaría invitar a etnógrafos que hacen tra­bajos tan importantes, a que también consideren el papel de las instituciones, del Estado, de los límites geográficos de los pro­ gramas, y en general, del poder del análisis orientado a lo trans­ nacional y lo global. Más aún, me gustaría alentar a los jóvenes investigadores a que tomen prestados conocimientos de campos de estudio relacionados, a que aprendan de la literatura relacio­ nada. Por lo tanto, si uno está analizando sistemas transnacionales de migración que siguen la cosecha del jitomate, uno debería ex­ plorar la literatura técnica del cultivo, producción y venta del jito­ mate, de las cadenas globales de producciones, los aranceles, el

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Tratado de Libre Comercio, etc., para tener conocimiento del mun­ do real a fin de contextualizar el análisis. De manera similar, los análisis sobre la ilegalidad en Estados Unidos podrían indagar acerca de cómo el poder político se divide en este país y las cau­ sas para la variación local de cómo el estatus de indocumentado es criminalizado en algunas instituciones, pero no en otras. Empecé este ensayo con una especie de justificación, por usar la palabra “escéptica” al describir los límites y las posibilidades que veo en la vida global y transnacional. Este ritmo y tono fue­ ron reacciones, desde mi punto de vista, de lo que veo como una confianza celebratoria, incluso una fe, en el poder explicativo de los conceptos “global” y “transnacional”, aun cuando los análisis mismos describen, por ejemplo, la explotación en tonos reproba­ torios. Mi objetivo no era minar la fe analítica en los conceptos “global” y “transnacional”, sino sugerir un amor escéptico en su uso. Parte de este impulso escéptico viene de mi involucramiento en la dirección de una organización sin fines de lucro, MASA, que promueve la educación y la movilización ciudadana entre los me­ xicanos en Nueva York (). Siempre nos estamos preguntando: ¿Podemos hacer eso? ¿Cómo lo vamos a financiar? ¿Quién implementará el plan? Es un mundo que también tiene posibilidades ilimitadas, en mi trabajo cotidiano como profesor, donde tantas cosas son posibles porque son teóricas, esto no es un menosprecio —uno de los trabajos del profesor es imaginar cómo las cosas podrían, o deberían ser diferentes y mejores—, pero el pensamiento práctico sobre presupuestos y la implementa­ ción de acciones, también ancla el pensamiento en los métodos, lo aterriza. El impulso receloso también nace de un posicionamiento sa­ namente escéptico que todo etnógrafo debe considerar y que po­demos pensar en tres partes (Duneier, 2000, 2011; Abbott, 2001; Smith, 2006; Katz, 2001-2002). Primero, debemos preguntarnos re­ gularmente ¿cómo sé eso?, ¿cuál es mi base de evidencia para esa conclusión? Segundo, ¿qué evidencia “inconveniente” o contradic­ toria hay en mis casos y hacia dónde puede llevar mi análisis?, ¿qué datos no encajan con mis conceptos o teoría? Y tercero, ¿qué pa­pel analítico tienen mis conceptos actuales y qué otros conceptos puedo necesitar para entender cabalmente mi información? Cuan­

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do estaba escribiendo mi tesis hace varios años, dejé una cita de Clifford Geertz (1973) sobre mi escritorio: “Busca la complejidad, y ordénala”. Me gustaba este resumen del quehacer etnográfico porque reconocía lo abrumador que es el flujo de datos, impre­ siones y sentimientos que pueden ser parte de la investigación etnográfica, pero también tener la tarea de poder lograr algo fac­ tible. Nuestra meta final es producir una narrativa, una historia, que tenga sentido para otros y a la vez sea fiel a los datos. No es una tarea fácil, pero es factible y lleva a entendimientos más pro­ fundos del mundo.

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SOBRE LOS AUTORES

Federico BESSERER Es profesor-investigador del Departamento de Antropología de la Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa en México. Doctor y maestro en Antropología por la Universidad de Stanford. Maestro en Antropología por el Departamento de Antropología de la Universidad de California en Riverside. Licenciado en Antropología Social por la Universidad Autónoma Metropolitana. Su investigación se enmarca en el campo de los estudios transnacionales. Los temas que trabaja académicamente son: la ciudad transnacional, comunidades transnacionales, antropología feminista de la ciencia, cadenas globales de mercancía y trabajo, etnografía. Entre sus publicaciones recientes se encuentran La ciudad transnacional com­ parada. Modos de vida, gubernamentalidad y desposesión (publicado por UAM-I, Juan Pablos Editor y Conacyt, 2015) editado junto con Raúl Nieto, y Ensamblando la ciudad transnacional. Etnografía especular de los espacios transnacionales urbanos (publicado por UAMI, Juan Pablos Editor y Conacyt, 2014), editado junto con Daniela Oliver. Bela FELDMAN-BIANCO Doctora en Antropología (Columbia University) con posdoctorado en Historia (Yale University). Es profesora colaboradora del Programa de Posgrado en Antropología Social y directora asociada del Centro de Estudios de Migraciones Internacionales (CEMI) en [393]

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SOBRE LOS AUTORES

la Unicamp en Brasil. Ocupó las cátedras de Estudios Portugueses (1987-1991) y Hélio y Amelia Pedrosa (2008) en la University of Massachusetts-Dartmouth y más recientemente la Cátedra UNESCO Memorial América Latina (sep.-nov. 2015). Ha realizado investiga­ ciones sobre migraciones transnacionales en ciudades de Brasil, Estados Unidos y Portugal, con énfasis en cultura y poder desde cuestiones relacionadas con las identidades, colonialismo/poscolo­ nialismo, género, raza, nación y globalización en mirada comparativa. Fue presidente de la Asociación Brasilera de Antropología (2011-2012), miembro titular del Comité de Asesoramiento en Cien­ cias Sociales, CNPq (2008-2011), representante del Área de Antropo­lo­ gía y Arqueología, CAPES (2005-2007). Fue además coordinadora del GT Migración, “Cultura y Política del Clacso” (nov. 2010-jun. 2013), del Comité Antropologías Mundiales del AAA (dic. 2013-nov. 2015) y directora del CEMI (1996-jun. 2013). Actualmente coordina los Co­­mi­ tés Migraciones y Desplazamientos (ABA) y es consejera del Conse­jo Nacional de la Inmigracion/Ministerio del Trabajo, donde representa la Sociedad Brasilera para el Progreso de la Ciencia (SBPC). Entre los libros que ha publicado se encuentran Nações e diásporas: estudos comparativos entre Brasil e Portugal (Campinas-SP, Editora Unicamp, 2010) y La construcción social del sujeto migrante en Amé­ rica Latina: prácticas, representaciones y categorías (Ecuador, Argentina, Clacso, 2011) editado junto con Liliana Rivera Sánchez, Carolina Stefoni Espinoza y Marta Inés Villa Martínez. Néstor GARCÍA CANCLINI Es doctor en Filosofía por las universidades de París y de La Plata, profesor distinguido de la Universidad Autónoma Metropolitana de México e Investigador Emérito del Sistema Nacional de Investi­ gadores. Ha sido profesor visitante en las universidades de Aus­tin, Duke, Nueva York, Stanford, Barcelona, Buenos Aires y São Paulo. Recibió la beca Guggenheim y varios premios internacionales por sus libros, entre ellos el Book Award de la Latin American Studies Association por Culturas híbridas. Sus principales libros se han tra­ ducido al inglés, francés, italiano, portugués y coreano. En 2014 recibió el Premio Nacional de Ciencias y Artes en México. Su libro personal más reciente es El mundo entero como lugar extraño y en 2015 apareció la investigación que coordinó bajo el título Hacia

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una antropología de los lectores. En la actualidad estudia las relacio­ nes entre antropología y estética, lectura, estrategias creativas y redes culturales de los jóvenes. Gabriel DE SANTIS FELTRAN Profesor del Departamento de Sociología de la Universidad Federal de São Carlos (UFSCar), investigador del Centro de Estudos de la Metrópole (CEM) y del Centro Brasileiro de Análise y Planificación (Cebrap). Doctor en Ciencias Sociales por la Universidad Estadual de Campinas (Unicamp), con etapa doctoral en la École des Hau­ ­tes Études en Sciences Sociales (EHESS). Actualmente investiga las dinámicas sociales y políticas de las periferias urbanas, en especial los grupos marginalizados, la acción colectiva y el “mundo del crimen” en São Paulo. Coordinador del NaMargem-Núcleo de Pes­ quisas Urbanas. Entre sus libros publicados se encuentran Sobre periferias: novas conflictos no Brasil contemporáneo (Río de Janeiro, Brasil, Lamparina FAPERJ, 2013) junto con Neiva Vieira da Cunha, y Fronteiras de tensâo: política e violência nas periferias de São Pau­ lo (São Paulo, UNESP, 2011). Angela GIGLIA Doctora en Ciencias Antropológicas y Análisis de los Cambios Culturales por el Instituto Universitario Oriental de Nápoles y doc­ tora en Antropología Social por la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de París. Es profesora-investigadora del Departamento de Antropología de la Universidad Autónoma Metropo­ li­tana desde 2001. Actualmente es la coordinadora del Posgrado en Ciencias Antropológicas de la División de Ciencias Sociales de la Universidad Autónoma Metropolitana, Iztapalapa. Recibió el reconocimiento del Sistema Nacional de Investigadores nivel II. Es miembro del Colegio de Etnólogos y Antropólogos Sociales A.C. e integrante del cuerpo Académico Consolidado de Cultura Urba­na. Sus líneas de investigación se concentran sobre los usos y significados del espacio público, los modos de habitar, las prácticas urbanas y la experiencia de la precariedad en la metrópoli contem­ poránea. Entre sus publicaciones se encuentran Metrópoli, espacio público y consumo (Fondo de Cultura Económica, 2016), escrito con

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Emilio Duhau; Precariedad urbana y lazos sociales. Una mirada comparativa entre México e Italia (UAM-I, Juan Pablos Editor, 2014) en coautoría con Adelina Miranda; El habitar y la cultura (Anthropos-UAM-I, 2012). Fernando HERRERA Maestro y doctor en Ciencias An­tropológicas y maestro en Sociolo­ gía del Trabajo, los tres grados obtenidos en la UAM-I; también licen­ ciado en Relaciones Internacionales por El Colegio de México. Es profesor-investigador de tiem­po completo, nivel C, en los posgrados en Estudios Sociales (Línea de Procesos Políticos) y de Ciencias Antropológicas, ambos en la División de Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad Autónoma Metropolitana Unidad Iztapalapa. Su trabajo como inves­tigador se centra actualmente en el estudio del mundo del trabajo de los grupos migrantes transnacio­ nales y en la experiencia recien­te (2002, en adelante) del Sindi­cato Minero Metalúrgico de México y su referente global, el In­dustria ALL Global Union. Pertenece al SNI desde 2002. Entre sus publicaciones recientes se encuentra Ser migrante latinoamericano, ser vulnerable, trabajar precariamente (UAM-I/Anthropos, 2012) coordi­ nado junto con Elaine Levine. Silvina MERENSON Doctora en Ciencias Sociales por el Instituto de Desarrollo Econó­ mico y Social/Universidad Nacional de Gral. Sarmiento, investigadora del Centro de Estudios Sociales-Conicet/IDES y profesora adjunta del Instituto de Altos Estudios Sociales de la Universi­dad Nacional de San Martín. Publicó en revistas na­cionales y extranjeras numerosos ar­tículos sobre cultura política, nación, procesos transnacionales, e historia del pasado reciente en Argentina y Uruguay. Entre sus libros se cuentan: Hasta el si­len­cio en tus labios. Memorias de las ex presas políticas del Penal de Villa Devoto en el transcurso de la última dictadura militar en la Argentina (Ediciones Al Margen, 2014); Antropologías contemporáneas. Saberes, ejercicios y reflexiones, compilado junto a Débora Betrisey Nadali (Miño y Dá­ vila, 2014) y Antropología ahora. Debates sobre la alteridad (Siglo XXI, 2011) compilado junto a Alejandro Grimson y Gabriel Noel.

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Alfredo NATERAS DOMÍNGUEZ Doctor y maestro en Ciencias Antropológicas por la Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa. Profesor-investigador, titular C, en la UAM-I. Es coordinador general del Diplomado “Culturas Ju­ veniles. Teoría e Investigación” (UAM-I). Miembro del Sistema Nacio­ nal de investigadores del Conacyt SNI nivel II. Entre sus obras más recientes están Vivo por mi madre y muero por mi barrio. Sig­ nificados de la violencia y la muerte en el Barrio 18 y la Mara Salva­ trucha (segunda edición, UAM-I, Departamento de Sociología y Humanidades Tirant lo Blanch, 2015) y coordinó Juventudes si­ tiadas y resistencias afectivas, tomo I, Violencias y aniquilamiento (Gedisa/UAM-I, 2016). María Ana PORTAL ARIOSA Profesora-investigadora de tiempo completo, titular C de la Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Iztapalapa, en el Departamento de Antropología de la División de Ciencias Sociales y Humanidades, en el Área de Cultura. Doctorado en Antropología por la UNAM. Miembro del SNI nivel II. Líneas de trabajo actuales: identidad urbana, formas de organización y participación barrial, espacio público y construcción de ciudadanía. Coordinó junto con Mario Camarena Controversias sobre el espacio público en la ciudad de México (México, UAM/Juan Pablos Editor, 2015), y publicó en co­ autoría con Cristina Sánchez Mejorada, San Pablo Chimalpa. Etnogra­ fía de un pueblo urbano (México, UNAM/Conacyt, 2010). Ludger PRIES Profesor de sociología en la Ruhr-Universität Bochum, Alemania. Obtuvo su doctorado en Ciencias Sociales y su habilitación por la Universidad de Erlangen-Nuremberg. Fue decano de la Facultad de Ciencias Sociales de la Ruhr-Universität Bochum. Actualmente ocupa la cátedra Wilhelm y Alexander von Humboldt en México con sede en El Colegio de México. Fue vicepresidente del Consejo de Expertos de las Fundaciones Científicas de Migración e Integra­ ción en Alemania. Durante los últimos veinte años realizó estudios comparativos en la sociología del trabajo, de las organizaciones y de la migración en Brasil, México, España, Estados Unidos y Alema­ nia. Fue profesor de la Universidad Autónoma Metropolitana (Mé­

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xico), de la Universidad de Saarland (Alemania) y la Universidad de Gotinga (Alemania). Es autor de casi 20 libros, más de 70 ar­tícu­ los en revistas con revisión externa y más de 110 capítulos de libros. Entre sus publicaciones más recientes se encuentran Migration und Ankommen. Die Chancen der Flüchtlingsbewegung (“Migrar y llegar”; Frankfurt/Nueva York, Campus, 2016) y Erwerbsregu­ lierung in einer globalisierten Welt. 2, wesentlich aktualisierte und erweiterte Auflage (“Regulación laboral en un mundo globalizado”, Wiesbaden, VS Verlag, 2016). Alejandra RAMÍREZ SORUCO Doctora en Desarrollo Humano Sustentable (Universidad Bolivariana de Santiago de Chile, 2012). Socióloga de formación básica. Responsable del Área de Estudios del Desarrollo del Centro de Estudios Superiores Universitarios de la Universidad Mayor de San Simón (CESU-UMSS). Docente a nivel de grado y posgrado en diferentes universidades del Sistema Nacional de Universidades Bolivianas. Sus últimas investigaciones giran en torno a “Violencia e inseguridad ciudadana”, “Ciudadanía en el espacio virtual”, “Agen­ cia ciudadana de mujeres y migrantes transnacionales”. En los últimos cinco años ha publicado los libros Por esos lugares no ca­ mino. Reflexiones teórico conceptuales sobre la violencia e inseguridad ciudadana en ámbitos urbanos (compiladora y autora) (2015); “Mu­ jeres. Poblando el pasado” (2014); Warmis valientes. Agencia ciuda­ dana de mujeres y calidad de vida sustentable en Cochabamba (2012); Retorno y ciudadanías transnacionales (coautora) (2012); Migración siglo XXI: imaginarios y ciudadanía (coautora) (2011). Asimismo ha participado como autora de capítulos de diversos libros nacionales e internacionales, y tiene artículos en revistas especializadas con referato. Robert C. SMITH Obtuvo su doctorado por el Departamento de Ciencias Políticas de la Universidad de Columbia. Actualmente es profesor de Sociolo­ gía, Estudios de Inmigración y Asuntos Públicos en Baruch Col­lege y el Graduate Center de la City University of New York. Es miembro de la American Sociological Association, Latin American Stu­dies Association y Eastern Sociological Association. Ha trabajado con

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la comunidad mexicana en Nueva York y en México (en especial el estado de Puebla) durante más de veinte años. Ha participado en la fundación y dirección de diversas organizaciones que promueven el logro educativo y el liderazgo comprometido de la comu­ nidad mexicana. Es autor de Mexican New York: Transnational Lives of New Immigrants (Berkeley, University of California Press, 2006). Este texto ganó cuatro premios de la American Sociological Asso­ ciation y el Premio Thomas y Zaniecki al mejor libro sobre migración. Entre sus libros de próxima aparición se encuentra Horatio Alger Lives in Brooklyn, But Check His Papers (que será publicado por la Universidad de California). Entre sus principales áreas de investigación se encuentran el estudio de la población latina en Es­ tados Unidos; la vida transnacional; educación y migrantes de segunda generación; procesos de racialización, etnicidad, masculinidad y género; relaciones entre Estado y diáspora; derecho al voto y los sistemas de votación entre la población latina en Estados Unidos.

Intersecciones urbanas. Ciudad transnacional  /Ciudad global se terminó en diciembre de 2016 en Imprenta de Juan Pablos, S.A. 2a. Cerrada de Belisario Domínguez 19 Col. del Carmen, Del. Coyoacán 04100, Ciudad de México 1 000 ejemplares