Una justicia dura con el poder

11 abr. 2011 - Lula, Leonel Fernández, Alvaro Uribe,. Rafael Correa, Hugo Chávez y Evo Morales. Diferente fue la competencia en contex- tos de reelección ...
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OPINION

Lunes 11 de abril de 2011

Préstamos legítimos y préstamos innecesarios R

LA NACION

A

nadie se le ocurriría hoy discutir el uso de la palabra club. Está tan incorporada al español que hasta en el Breve diccionario etimológico de la lengua castellana de Joan Corominas, la entrada es corta y elocuente: “club med. S. XIX. Del ingl. club íd.”. Pero hay ahora otra palabrita inglesa, importada del periodismo de moda, que empieza a fastidiar a algunos lectores y es tip. Fundéu, la Fundación del Español Urgente, contestó así en su sitio (www.fundeu.es) a las consultas recibidas: “Tip es un anglicismo innecesario. Se recomienda emplear palabras españolas como consejo, clave, dato, recomendación... en lugar del anglicismo tip, cuyo significado es ‘consejo o dato práctico’. Así, frases como: «A continuación 10 tips para eliminar el acné»; «En el curso proporcionará tips para mejorar la imagen personal» deberían haber sido «A continuación 10 consejos para eliminar el acné»; «En el curso proporcionará claves para mejorar la imagen personal». No sabemos qué destino correrá tip en nuestro idioma, aunque hay que reconocer que es una palabra extremadamente breve, ideal para construir un título periodístico. Los préstamos de vocabulario entre lenguas son a veces hasta necesarios. Por ejemplo, es interesante enterarse de que, para el escritor y crítico literario argentino Ricardo Saénz Hayes (1888 – 1976), en su introducción a los Ensayos de Miguel de Montaigne (Aguilar, 1962), uno de los primeros traductores al inglés, Giovanni Florio, en 1603 tuvo que inventar palabras: “Florio vence las dificultades inventando palabras, incorporadas por él al uso familiar, verbigracia: conscientious, tarnish, comfort, amusing, regret, effort, emotion. Por donde, merced a la traducción de los Ensayos, el pueblo inglés puede disponer de más voces para expresar sus estados de sensibilidad: el de lo confortable, tan genuinamente británico, sin el vocablo que lo concretara”. No es el caso de tip. Ya vimos que hay varias palabras que cubren perfectamente todos sus significados. Pero en otros ejemplos, se va más allá del vocabulario. El lector Mariano Vitetta, traductor público de inglés, envió un correo electrónico cuyo asunto es “La traducción sí importa”. Escribe Vitetta: “En la nota «La polémica boda real le quita el sueño a Guillermo» del 2/4, hay un párrafo cuya redacción es, cuando menos, extraña. Dice así: «¡Toda la cosa por completo! –exclamó el príncipe–. Le estaba justamente diciendo a todo el mundo aquí que el otro día hice un ensayo y mis rodillas empezaron a temblar nerviosamente. Es una experiencia que se presenta bastante intimidante, pero también excitante». “¡Toda la cosa por completo! definitivamente no es un giro idiomático en español –señala Vitetta–, pero sí lo es en inglés, donde la palabra thing (‘cosa’) se utiliza con más laxitud. Probablemente, la frase original haya sido The whole thing completely!, que sí suena bien en inglés”, razona Vitetta, y agrega: “En esa misma oración, sobra un circunstancial de lugar: aquí; en inglés sí es idiomático decir everyone here (o construcción similar), pero no en español, lengua en la que basta con decir todo el mundo. Suena anglicada, también, la frase «mis rodillas empezaron a temblar», dado que el uso del pronombre posesivo para partes del cuerpo es frecuente en el idioma de Shakespeare, pero suena artificial en español, idioma en el que naturalmente diríamos: «me empezaron a temblar las rodillas», utilizando el artículo determinado plural en femenino. “También se le hace decir al príncipe que la experiencia que se avecina (su casamiento) le resulta excitante. Probablemente, esta palabra haya quedado como traducción acrítica de exciting, que en inglés quiere decir ‘emocionante’, ‘fascinante’ o ‘apasionante’, entre otros equivalentes”. Y el lector concluye diciendo que le gustaría que sus reflexiones sirvieran para dejar en claro que “la calidad de la traducción sí importa, aunque el texto de que se trate sea extremadamente corto, como en este caso”. © LA NACION

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LA CONDENA CONTRA EL EX PRESIDENTE ISRAELI MOSHE KATSAV

LINEA DIRECTA

GRACIELA MELGAREJO

I

Una justicia dura con el poder MARCOS AGUINIS PARA LA NACION

ESULTA excepcional que al presidente de un país se lo condene a siete años de cárcel más otros adicionales de libertad condicional por dos casos de violación y uno de acoso sexual. Las penas, cuando se aplican por estos delitos, suelen ser mucho menores, incluso en Israel, donde ha tenido lugar la sentencia. Pero ocurre que allí no todos los ciudadanos son iguales, porque las penas más duras se aplican a quienes ejercen responsabilidades públicas. La altura de un cargo es la altura de su responsabilidad. Mientras más elevado, más severo es el castigo. Por más que el ex presidente Moshé Katsav haya llorado e insistiera en su inocencia; por más que muchas personalidades comentasen que era un día de luto para la nación, no se cuestiona que se lo haya juzgado y condenado de forma ejemplar. En Israel, la justicia es una instancia sagrada, con una tradición de treinta siglos, por lo menos, desde la legendaria entrega de la Tablas de la Ley. La dispersión del pueblo judío no disminuyó la fuerza de ese apego a la ley, sino que fue reconstruida mediante tribunales rabínicos o los tribunales que se formaban con las personas más dignas de cada comunidad, por pequeña que fuese. La independencia del Estado de Israel reactivó el apego a esa llama del orden social, y desde el comienzo se puso la justicia por encima de los demás poderes republicanos. La nueva sede de la Corte Suprema en Jerusalén fue levantada sobre una colina más alta que la del Parlamento y todos los ministerios, para que esa sola referencia simbolice la fortaleza de su poder. En ese país, no todos son santos, desde luego. Pero cuando alguno cruza la raya de la legalidad o comete un delito, no escapa al juicio ni a la correspondiente pena. Mucho más estricta –insisto– si esa persona tiene relieve en la sociedad u ocupa un cargo público. Por eso, digo que allí la justicia no es igual para todos: quienes más alto llegan, más alto precio tienen que pagar por su falta. La condena al ex presidente Katsav no es la primera que se aplica a un funcionario de elevado nivel, sino que es más dura que con cualquier otro ciudadano, debido a la jerarquía que ostentó en el esquema institucional del país. Las instituciones deben respetarse a rajatabla. La lista de personalidades castigadas con intransigencia por delitos que en otras partes del mundo sólo harían sonreír, no es muy larga, pero sí notable. Incluye nada menos que al primer ministro Itzhak Rabin. Fue obligado a renunciar a su primer mandato cuando se descubrió que su esposa Lea había violado la ley, al no declarar que había abierto una cuenta bancaria en los Estados Unidos para depositar sus ahorros cuando su marido era embajador. Los ahorros apenas rozaban los 20.000 dólares. Pero no fue perdonada ella ni lo fue su esposo. Cumplida la pena, Rabin pudo regresar a la política, avanzar con su vocación pacifista y, finalmente, cayó como un mártir por la locura de un fanático. Más adelante, el hijo del primer ministro Ariel Sharon fue condenado a la cárcel por nueve meses debido a las irregularidades que se detectaron en el financiamiento de la campaña electoral de su padre, con la que estaba involucrado. No hubo intentos

de presionar en su favor, porque eso hubiera agravado el caso. Allí, las presiones a la justicia, vengan de donde vengan, son excepcionales y terminan mal. Otro ejemplo histórico fue el del ex presidente Ezer Weizman. Era una personalidad carismática y muy respetada. Pero le exigieron renunciar cuando salió a la luz que varios años antes, cuando se desempeñaba como ministro, había aceptado donaciones no declaradas de empresarios que, a su vez, fueron sancionados por sus respectivas infracciones. Estos ejemplos revelan

En Israel, la justicia no es igual para todos. Quienes más alto llegan, más alto precio tienen que pagar por su falta que, en Israel, con la justicia no se juega. Se le podrían criticar varias cosas a sus gobiernos, pero no desconocer que el régimen legal es un ejemplo admirable. El ex primer ministro Ehud Olmert, que había logrado significativos acercamientos con Abu Mazen, presidente de la Autoridad Nacional Palestina, se había desempeñado antes como alcalde de Jerusalén. Mientras se desempeñaba como exitoso primer ministro, llegó a la prensa el caso Holyland, un enorme proyecto inmobiliario de sus tiempos de alcalde, en el que trataron de filtrarse falsificaciones, abuso de confianza, comercio de influencias y otras yerbas. También se acusó a Olmert de haber favorecido a

ciertos amigos cuando había sido ministro de Finanzas y privatizó el Bank Leumí. Olmert fue inculpado y al partido centrista Kadima, al que pertenece, se le produjo una significativa pérdida. Al ex ministro de Transportes y viceprimer ministro Itzhak Mordejai también se le arruinó la carrera política. Sin demoras, fue obligado a dimitir por haber cometido acoso sexual a dos mujeres. En marzo de 2001, se le aplicó una sentencia de 18 meses de cárcel. Otro ministro, el de Salud, también fue condenado a 18 meses de prisión y una multa de 80.000 shekels por aceptar sobornos y haber participado de un gravísimo crimen: intentar obstruir un proceso judicial. Shlomó Benizri ha quedado marcado para siempre por semejante transgresión. El ex ministro de Finanzas Abraham Hirchson recibió una condena más intensa aún: cinco años de cárcel por maniobras que significaron el robo a un sindicato. No hubo protestas de ningún sindicalista ni de ningún trabajador, sino gratitud y unánimes elogios al rigor de la justicia. Podrían señalarse otros pocos y relevantes casos, pero no son tan numerosos como los que se encuentran en la mayor parte del mundo. Allí se ha consolidado la certeza de que, tarde o temprano, los delincuentes –que los hay– pagan su infracción. Y si ocupan un cargo público, el castigo será mayor, sin duda ni lástima. Esto aceita el funcionamiento de la sociedad en su conjunto. Tiene un poderoso efecto disuasivo para quienes andan tentados de saltar la valla. Tuve la ocasión de conocer a la presidente de la Corte Suprema de Justicia de Israel. Me refirió anécdotas sobre la judicatura

en países latinoamericanos y europeos, de fuerte colorido. Había sido compañera de estudios primarios y secundarios de Daniel Barenboim, lo cual le suscitaba sincera curiosidad por la Argentina. En mis respuestas, me limité a los aspectos nobles y bellos de mi país, sin mezclar la política ni describir la situación de nuestra justicia. Además, seguro que no necesitaba de mi información para enterarse. Pero confieso que me tensionó dialogar con un emblema de la Justicia con mayúscula. La Corte Suprema de Israel, como ya dije, ocupa uno de los lugares más altos

El intento de presionar a su favor hubiera agravado el caso. Allí, las presiones a la justicia terminan mal de la ciudad, en un renovado monte Sinaí. A ella se dirigen todas las instancias que necesitan su final veredicto. Se sabe que los árabes, beduinos y drusos apelan a la Corte con gran confianza, pues han sido muchos los casos en que los judíos perdieron frente a los palestinos. Incluso uno de los miembros de ese tribunal superior es árabe: se trata del doctor Salim Joubran. El ex presidente Moshé Katzav quiere llevar su caso a la Corte Suprema. Seguro que lo hará. Pero también es seguro que esa instancia no se apartará de la ecuanimidad que le ha dado tanto prestigio y funciona como el insomne guardián del correcto imperio de la ley. © LA NACION

La trama de una reelección MARIO D. SERRAFERO PARA LA NACION

P

ARECERIA que la Argentina es impredecible y que los escenarios políticos pueden variar de repente. Los resultados de encuestas electorales nos informan sobre lo que ocurre respecto de una opinión pública que es volátil y muy sensible frente a hechos imprevistos, como fue, por ejemplo, el fallecimiento de Néstor Kirchner. En definitiva, hasta poco tiempo antes de los comicios podría haber corrimientos electorales. Ante tal perspectiva, es casi un juego imaginar los futuros posibles en el mediano plazo. Propongo en estas líneas una reflexión que se despega de la coyuntura de cada día y especula sobre la experiencia y la teoría existente en torno a la reelección presidencial, desde un enfoque de ciencia política; radiografía de lo que podría no ocurrir nunca, es cierto, pero también camino posible entre los diferentes senderos que se bifurcan. La muerte de Kirchner despejó la acotada incertidumbre de quién sería el candidato a la presidencia por el kirchnerismo. Si Cristina decide ser candidata, podría ganar o perder: no hay otras alternativas. ¿Cuándo fracasa un presidente que busca su reelección? La literatura y la experiencia nos dicen que el fracaso tendrá que ver con una gestión percibida como muy deficiente, un fuerte deseo de cambio o situaciones de contexto que requieran otro tipo de liderazgos. La aspiración a la reelección inmediata conlleva una serie de ventajas para el ocupante del cargo; entre otras: a) el reconocimiento o visibilidad pública que tiene el presidente; b) el acceso a los recursos y las fuentes de financiamiento que provienen del Gobierno; c) la exposición continua ante los medios de comunicación masiva;

d) el partido en el poder, a disposición de la reelección; e) el control y la manipulación de la economía en orden a los réditos electorales; f) las posibilidades que emergen del despliegue de las relaciones públicas que establece la presidencia con los sectores públicos y privados del país y del extranjero. En la mayoría de los casos, en los Estados Unidos los presidentes que buscan su reelección inmediata triunfan. De los 18 casos existentes en el siglo XX, en 13 oportunidades obtuvieron la victoria electoral. Cinco presidentes perdieron su reelección en el siglo pasado: William Taft, Herbert Hoover, Gerald Ford, Jimmy Carter y George H. Bush. La pérdida de popularidad, hacia el final de la gestión, fue un factor que eclipsó a ciertos presidentes. Ford se vio dañado por el perdón que diera a Nixon en relación al caso Watergate; Carter se vio debilitado por la persistencia de la inflación y la crisis de los rehenes en Irán, y Bush no pudo superar la imagen de una economía que no lograba recuperarse de la recesión, a pesar de los signos de reactivación que aparecieron hacia el tramo final de su gobierno. La reelección inmediata, en América latina, es todavía más contundente. Lograron el triunfo Fernando Henrique Cardoso, Carlos Menem, Alberto Fujimori, Luis Lula, Leonel Fernández, Alvaro Uribe, Rafael Correa, Hugo Chávez y Evo Morales. Diferente fue la competencia en contextos de reelección no inmediata. En esa instancia, un número importante de ex mandatarios triunfaron, pero también algunos perdieron (por ejemplo, en 2010, Luis A. Lacalle y Eduardo Frei). El éxito de un presidente que es reelegido se debe, por lo general, a varias circunstan-

cias combinadas: a) el mandatario realiza, al menos, un gestión discreta y mantiene su popularidad con altos índices de apoyo; b) no existe un candidato opositor que logre convencer a la gente de su superioridad o conveniencia en relación con quien ya es presidente; c) una época de incertidumbre o intranquilidad puede favorecer al mandatario en el poder, salvo que se imponga la visión de la absoluta necesidad de un cambio drástico; d) una inercia residual de la gente ante lo desconocido, y e) los mayores recursos y resortes que maneja el presidente y que se ponen en juego durante el primer turno y, específicamente, hacia

Para ganar los comicios, la oposición deberá convencer a la ciudadanía de que es portadora de un proyecto superador el final y durante la campaña electoral. Cometer errores groseros en el último tramo de gestión, como se dijo, puede frustrar la reelección. La experiencia indica que los presidentes que ganan su reelección suelen obtener un mejor resultado que la primera vez y la oposición se distancia, electoralmente, aún más del presidente reelecto. Volviendo a la Argentina, si el kirchnerismo triunfara en 2011, podría renacer con singular fuerza y recuperar el terreno perdido en el campo legislativo tras los resultados electorales de 2009. Tendrían, probablemente, un Congreso más favorable. Pero el comienzo del segundo mandato es también el inicio progresivo de un prematuro desgaste: el llamado lame

duck. Y como las elecciones intermedias de un segundo turno en la presidencia suelen conllevar una alta probabilidad de pérdida de bancas para el oficialismo, el mejor momento de una eventual nuevo mandato de Cristina Kirchner sería en 2012. En este probable escenario, el oficialismo se enfrentaría con un dilema: institucionalizar definitivamente el espacio kirchnerista con el fin de buscar un sucesor a Cristina Kirchner –pues no podría acceder a otro mandato–, o bien buscar una reforma constitucional que le permita la continuidad en el cargo. Asimismo, ciertos sectores del peronismo no estarían interesados ni en lo uno ni en lo otro, y algunos dirigentes partidarios del peronismo estarían buscando su oportunidad para acceder a la primera magistratura. El otro camino posible es el triunfo de la oposición en 2011. Se verá si puede superar el cimbronazo que le ocasionó el fallecimiento de Kirchner y si en los próximos meses el escaparate público la muestra un poco más cohesionada. Para ganar, debería convencer a la ciudadanía de que es portadora de un proyecto superador de la actual gestión gubernamental, de que no es una mera “coalición negativa” y de que será capaz de mantener la gobernabilidad sin desintegrarse en el intento. Todas estas son sólo probabilidades trazadas a la luz de lo investigado en torno a las reelecciones presidenciales, sus escenarios políticos e institucionales. La dinámica política definirá el panorama concreto y los meses que vienen, seguramente, prefigurarán la Argentina de los próximos años. © LA NACION El autor es investigador del Conicet. Escribió el libro Reelección y sucesión presidencial