Espectáculos
Sábado 11 de octubre de 2008
LA NACION/Sección 4/Página 5
TEATRO Opinión Por Ernesto Schoo
Reír con Fígaro, llorar con Violeta Mi columna del sábado pasado (“Una revelación, hace 80 años”) provocó tal reacción en algunos de mis contemporáneos, que me permito insistir en el tema, descontando la benevolencia de mi colega Pola Suárez Urtubey frente a mi reiterada invasión de su territorio. Ocurre que fui cauto y escribí, relativizando: “Tal vez yo pueda ufanarme de ser el más antiguo espectador sobreviviente del Colón” (puesto que me llevaron al gran teatro por primera vez el 2 de octubre de 1928). En la ventana abierta en el texto, donde se reproduce en negrita alguna frase de la nota, apareció, en cambio, una aseveración rotunda: “Soy el más antiguo espectador…”, etcétera. Me atribuía una jactancia muy distante de mi intención. * * * Me atrevo a volver sobre el tema (al fin de cuentas, la ópera es también teatro, aunque cantado) porque me llamó la atención una coincidencia: tanto la mayoría de los justamente molestos por el aserto, como yo, fuimos iniciados en el género, en nuestra remota infancia, con El barbero de Sevilla, de Rossini. Se entiende: no había Fuimos iniciaentonces en Buenos Aires, salvo escasas excepciones dos en nuestra (Negro, blanco, negro…, de Alfonsina Storni), teatro remota infanpara chicos. La mayor diversión que nos estaba descia con El bartinada era el circo; de vez bero de Sevilla en cuando, los títeres de Podrecca, de gira. Padres melómanos (el mío era loco por la ópera), o conscientes de su responsabilidad en la formación cultural de los hijos, encontraban en El barbero... música y voces de primera, y comicidad de buena ley. Mi primer Barbero... fue en 1931, con un elenco que hoy me parece fábula: Lili Pons, en su debut en Buenos Aires, Tito Schipa, Carlo Galeffi, Salvatore Baccaloni y –según evocaba mi madre, años después– nada menos que Fiodor Chaliapin. Confieso que si bien recuerdo con precisión a los nombrados en primer término, mi memoria del gran bajo ruso es borrosa; más aún: terrorífica. Porque imagínese la impresión que puede causarle a un chico de seis años la aparición de un personaje (el siniestro clérigo Don Basilio, maestro de música de Rosina), alto y enjuto, con sotana negra, negro sombrero de teja y un maquillaje espeluznante, la voz cavernosa y el aria de la calumnia, con el retumbante colpo di cannone de los timbales. * * * Dos o tres años después, surgirían otras complicaciones. Porque era La traviata, con Claudia Muzio (la soprano favorita de mi padre) y un tenor llamado Koloman von Pataky. Leí en el programa que se trataba de “una cortesana”. Para mí, entonces, una cortesana era una señora que hacía reverencias en la corte de un rey. Mis padres se vieron en aprietos para explicarme por qué Violetta debía sufrir tanto y ser rechazada por el antipático Germont padre. Me dijeron que se debía a la carencia de matrimonio religioso, dando por sentado que había existido la ceremonia civil. Creo que no me convenció, pero tampoco me importaba demasiado: me bastaba sumergirme en la magia de la música, las voces, el decorado. El teatro, en fin.
(En escena) Clowns franceses A Wonderful World, obra de la compañía francesa BP Zoom, formada por los clowns Bernie Collins y Philipe Martz, se presentará hoy, a las 18, en La Comedia, Rodríguez Peña 1062 (4815-5665).
Monólogos gratis Hoy y mañana, a las 16, se presentarán en distintas plazas de la ciudad distintos monólogos, dirigidos por Ana Padilla. De Comadronas, con Mónica Buscaglia y Eliana Niglia, hoy en Parque Patricios, y mañana en Plaza Irlanda; De fotógrafos y zorzales, con Nelson Rueda, en el Botánico y en la Plaza Gral. Belgrano; De organitos y loros, con Martín Coria, en Pza. Gral Belgrano y Pza. San Martín de Tours, y De lecheros y gigantes, con Le-
A Wonderful World
lio Lesser y Lisandro Quiroz, en Pque. Los Andes y en el Botánico.
Radioteatro en vivo Los sábados, a las 21, el grupo Megahertz recreará el radioteatro La guerra de los mundos, para conmemorar los 70 años de la transmisión de Orson Welles. En el C.C. Plaza Defensa, Defensa 535. Gratis
Un amor desbocado En Body Art, dramaturga y director crean un mundo atractivo Buena
★★★
Body Art, de Sol Rodríguez Seoane. Con María Colloca, Ramiro Giménez y Sol Rodríguez. Escenografía y vestuario: Cecilia Zuvialde. Diseño de iluminación: Andrea Czarny. Dirección: Miguel Israilevich. Sábados, a las 23.30, en El Kafka. Duración: 65 minutos. En la Web: elsindromedelbodyart.blo gspot.com.
En Body Art dos personajes reconstruyen un vínculo amoroso entre una artista plástica con dejos vanguardistas y su asistente de perfil bajo, que, con el tiempo, irá ganando fichas hasta convertirse ella misma en otra artista con aires de modernidad, cierta cosa snob, disimulados toques mercantilistas y esa pizca de incomprensión permanente tan insoportablemente adorable. Así son estas chicas salidas de la imaginación de Sol Rodríguez Seoane, por cuyo trabajo obtuvo el premio Primera Obra, que organizaron Argento-
Para no perdérselo
Un ciclo dedicado a lo mejor del teatro filmado Se verán obras dirigidas por Beckett y Brook, entre otros Desde hoy y hasta el 29 de noviembre se presentará la primera edición del ciclo Cineteatro, en el Centro Cultural Rojas (Corrientes 2038, 4954-8352), con entrada gratuita. Se exhibirá un conjunto de propuestas teatrales filmadas, tanto de teatro moderno como contemporáneo, de directores como Bertolt Brecht, Samuel Beckett, Tadeusz Kantor, Heiner Müller, Peter Brook, Pina Bausch, Ariane Mnouchkine y de compañías como El Periférico de Objetos y el Sportivo Teatral, de Ricardo Bartís. El ciclo comenzará hoy, a las 18, con Madre Coraje y sus hijos (1961), de Bertolt Brecht, dirigida por Brecht y Enrich Engel, a cargo del Berliner Ensemble. Esta pieza, crónica de la Guerra de los Treinta Años, es considerada una de las mayores obras del dramaturgo y fue estrenada en el Berlín de posguerra con enorme repercusión. El sábado próximo, también a la misma hora, se podrá ver La tragedia de Hamlet (2001), de William Shakespeare, dirigida por Peter Brook, a cargo de Théâtre des Bouffes du Nord. El 25 se verá Máquina Hamlet (1995), de Heiner Müller, dirigido por Daniel Veronese, Emilio García Wehbi y Ana Alvarado, a cargo de El Periférico de Objetos. La programación de noviembre empezará el sábado 1° con Beckett dirige a Beckett: Esperando a Godot por Samuel Beckett (1988), escrita y dirigida por Samuel Beckett, con dirección televisiva de Robert Bilheimer, a cargo de San Quentin Drama Workshop. El 8 se exhibirá El lamento de la emperatriz (1989), escrita y dirigida por Pina Bausch, a cargo de la compañía Tanztheater Wuppertal. El 15 se podrá ver Beckett dirige a Beckett: Krapp, la última cinta por Samuel Beckett (1988), a cargo del San Quentin Drama Workshop. También se verá La última cinta magnética (2000, 2002), basada en La última cinta de Krapp, de Beckett, dirigida por Ricardo Bartís. El 22 se presentará Tambores sobre el dique (2002), de Hélène Cixous, dirigida por Ariane Mnouchkine, a cargo de Théâtre du Soleil. El 29 terminará el ciclo con Wielopole, Wielopole (1984), de Tadeusz Kantor, dirigida por Andrzej Sapija, a cargo de Teatr Cricot 2.
res y el Instituto Nacional del Teatro. Como movimiento artístico, el body art, que en lo sesenta tuvo su momento de mayor auge, remite a los procesos artísticos en los que el artista en cuestión toma a su propio cuerpo como soporte de la obra. En ese sentido, a juzgar por la puesta, hay pocas conexiones entre el movimiento artístico como tal y la obra. A lo sumo, es posible pensar que el soporte de la obra es la memoria de estas especies de Thelma y Louise, la capacidad que tienen de recordarse y de confrontarse en el marco de una gran vernissage armada para desmontar el amor que las unió apasionadamente. En la puesta de Miguel Israilevich, el trabajo alcanza un buen ritmo y un cuidadísmo marco escenográfico que –junto al vestuario, la iluminación y las proyecciones– transforman el espacio escénico casi en una instalación en la cual las dos actrices, María Colloca y la misma Sol Rodríguez Seoane, logran desplegar una variedad de recursos actorales que
Colloca y Rodríguez Seoane, en acción
sirven para que Elène y Aimée transiten una rica gama de matices. Durante toda la obra, circula por allí un joven que podría ser una especie de álter ego de Andy Warhol (verdadero gurú de una de ellas) que sólo dirá algunos textos al final de la obra. Claro que –sea por lo desdibujado que está el personaje, por la marcación actoral o por la interpretación– pareciera no estar justificada su presencia en escena. De todos
modos, si la apreciación fuera cierta, no palidece el resultado final de un trabajo a cargo de una dramaturga y un director que están haciendo sus primeras armas, y que con Body Art supieron crear un mundo sumamente atractivo en el cual el amor desbocado de estas dos desbocadas se contrapone con el atractivo minimalismo de la puesta.
Alejandro Cruz