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SÁBADO
| Sábado 3 de noviembre de 2012
Vínculos
Ignacio Viale -padre e hijo– y Gonzalo Valenzuela, parte de “Los perros del desierto”, en el salar de Uyuni, Bolivia
Travesías en moto, la épica de la amistad en estado puro Salir a la ruta en dos ruedas se ha convertido en la escapada ideal para quienes buscan entre amigos excusas para la aventura Viene de tapa
Los Moto Adventure Tours que organiza Memi cuentan con dos guías en moto, un fotógrafo y un vehículo de apoyo. El de Atacama cuesta unos 3000 dólares entre aéreo, comida, combustible, reservas, equipamiento, repuestos. Pero Memi aclara: que se trate de un tour no significa que sea un crucero. cada uno debe hacerse cargo de sus cosas y debe respetarse un reglamento de convivencia. incluso, no puede dejar que uno del grupo atrase a los demás. Le pasó en el último viaje a Bolivia con una persona de 69 años. Él sabía que andaba bien con la moto, pero le advirtió que si estaba
cansado no podía chistar y le cargarían la moto a la camioneta. reglas son reglas. Para el productor de TV nacho Viale los viajes que desde 2010 hace en moto, junto con su padre, ignacio; su cuñado, Gonzalo Valenzuela, y un par de amigos más, tienen ya algo de ritual. Así como otros disfrutan de viajar en grupo para jugar al golf, ir a pescar o realizar travesías en bicicleta, ellos prefieren irse al interior y pasarse el tiempo arriba de las motos. no es casualidad tampoco: todavía se acuerda cuando su padre lo llevaba al jardín de infantes con su casquito naranja arriba de la moto. Hoy los une
esa misma pasión. La idea del primer gran viaje llegó después de uno por la Patagonia. ¿Y si nos vamos hasta Machu Picchu?, se dijeron. Y así se armó ese primer grupo de cinco hombres que van desde los 31 años hasta los sesenta y pico: “Los perros del desierto”. nombre que surgió en ese mismo viaje, luego de vivir distintas situaciones relacionadas con perros: uno que apareció de la nada misma en medio del desierto boliviano, otro que se le cruzó a Valenzuela y casi lo hace caerse de la moto, otro que los despertó una mañana, y ese sticker pegado en una camioneta que viajaba con ellos sobre la balsa que cruza el lago Titicaca, donde
Foto: nacho viale
un perro miraba al sol, que los convenció de adoptar ese nombre. Después de ese viaje que Viale recuerda como el más riesgoso y agotador, le siguieron una vuelta por Uruguay y otro, este año, por la costa de croacia y Lombardía. Es que ya se convirtió en una costumbre de todos los años la de armar una gran salida, más allá de otras más cortas. “En general, la mayor satisfacción es cuando cumplís los objetivos que te pusiste: la meta diaria y la final. Y compartirlo: son viajes con amigos y está bueno conservar esa independencia”, dice. Lo de Los Piyus más que en un objetivo se convirtió en un desafío épico y único: dar la vuelta al mundo en moto con el mismo grupo de veinte amigos argentinos. Buenos Aires-Manaos, Manaos-cartagena de indias, Panamá, Antigua, Guatemala, México y california hasta llegar a Alaska. Tramos cumplidos. Uno por año durante veinte días aproximadamente. “Y sí, estamos todos casados y con hijos. Si los tramos fueran de más días, cuando volvemos, lo hacemos sin mujer y sin trabajo”, dice, entre risas, Manuel Lastra, empresario de 43 años, y uno de los cuatro pioneros que formaron el grupo. ¿El próximo? El año que viene. rusia. Siberia para ser más precisos. Salir desde el puerto de Magadán, atravesar la denominada ruta de los Huesos –“esa que, según dicen, está hecha con los huesos de los que murieron en los campos de concentración rusos”, apunta Manuel–, subirse al Transiberiano y después llegar a Ulan Bator, la capital de Mongolia. “Van a hacer seis mil kilómetros por territorio inhóspito, cruce de ríos y deshielos complicados –cuenta–. Pero bueno, también estamos haciendo el documental. Al final de cuentas, somos un grupo de amigos que jugamos al truco, comemos asadito donde podemos, tenemos nuestros códigos y nos divertimos mucho. La verdad es que estamos muy hermanados.” Y pensar que todo había empeza-
Parte del grupo que sale hoy de Tucumán do con cuatro amigos que arreglaban motos clásicas y daban vueltas por Buenos Aires. Después fue un viaje a Tilcara, comprar quince Yamaha de 200 cc y la convicción de que estaban destinados a semejante epopeya, así sin sponsors y bancados con sus propios bolsillos. El publicista Eric Jakubavicius, de 43 años, fue parte de Travesía 360, una movida creada por Federico Bonomi, dueño de Kosiuko y Herencia Argentina, con la que recorrieron toda la Argentina en motos clásicas –Harleys del 47 o 48, Triumph de los 70, Gileras, Matchless–, a través de cinco etapas, cada una de siete a diez días de duración, siempre por rutas provinciales o caminos vecinales. Aventura de ruta entre amigos y solidaridad. “Es un grupo de amigos donde la fraternidad y la camaradería es fundamental. Es muy interesante porque todos somos muy distintos, vivimos en diferentes lugares, tenemos profesiones y laburos muy distintos. Hay fotógrafos, empresarios, chefs, médicos y algunos que trabajamos en comunicación. Mucha diversidad y a la vez una fuerte unión. La que se genera en compartir la ruta. La auténtica. En el grupo no importa de dónde venís o qué hacés. creamos nuestros propios códigos. Lo importante son los verdaderos valores, y no los materiales”, detalla Eric, como si se tratara del manifiesto de esos viajes. Anduvieron por todo tipo de terreno: tierra, arena, ripio, montañas, valles, curvas y rectas interminables. La diversidad propia del paisaje argentino. Y, si hoy pasan más de dos meses sin un viaje, aseguran sentirse raros ya. Es que para Jakubavicius esta experiencia fue un antes y un después. ¿Una anécdota en particular? no. con más de 23.000 km con amigos en la ruta dice tener por lo menos una por cada kilómetro. Esas que les van a contar a sus nietos cuando les pregunten: “¿Abuelo qué significa ese tatuaje que tenés en el brazo?”.ß
Una pasión que no conoce límites ni edad A sus 84 años, Nélida Iglesias ha recorrido más de 400.000 km del país en moto La moto le cambió la vida. La rejuveneció, la sacó de la depresión de sentirse sola y, sobre todo, le dio muchos amigos nuevos. Tantos que ya tuvo que abrir su tercer perfil en Facebook por la cantidad de solicitudes que le llegan. A sus 84 años, ya son más de 400.000 kilómetros los que recorrió nélida iglesias en moto a través de la Argentina entre encuentros y viajes. “Tengo mis problemas, pero cuando estoy arriba de la moto me olvido de todo; lo paso a pleno y me queda el recuerdo de los lugares donde estuve, de las personas que conocí, algo que si no fuera por la moto, no hubiera pasado”, cuenta a la nacion. En su casa de Florida, atesora su Econo Power 90, “el amuleto” como la llama ella y que usa para andar por el barrio, y su rebel 250 con la que tiene pensado viajar a chillar, localidad de la provincia de Buenos Aires, la semana que viene. Allá va a llevar una Enciclopedia Espasa Calpe, que le dio una amiga para donar. Antes de traer a la conversación sus primeros contactos con las motos, recuerda una anécdota que pudo haber marcado su destino: nélida fue la primera mujer de la Argentina que recibió un registro de conducir profesional, allá en 1944, cuando ella andaba por los 16 años y “la mujer ni votaba ni usaba pantalones”. Siempre muy deportista, nélida conoció a su marido en una de esas jornadas en que se pasaba el día remando en el Tigre. Muchos años des-
pués, en 1985, murió su esposo. Ella enviudó a los 65 años y se dio cuenta de que debía buscar algo donde depositar sus energías para que no la venciera la tristeza. Y con la Zanella que tenía en aquel momento, arrancó sus primeros viajes como hobby. Pero recién en el 95 el asunto de las motos se tornaría más serio. En un taller en córdoba y Juan B. Justo, donde arreglaba la Zanella, empezó a prestarles atención a las láminas que anunciaban viajes y encuentros de motos. Y uno a Mercedes se convirtió en el disparador para una actividad que no dejó más, aunque hoy reconozca que cada vez está saliendo menos. “Hay lugares y cosas que a veces en los libros ni aparecen y hay que entrar en los pueblos para conocerlas –dice–. El motero quiere ir al encuentro de otros, charlar como lo hacen los pescadores, compartir paseos y tomarse una cerveza. recorrer la república y países aledaños, muchas veces como una excusa para repartir ropa o alimentos.” como lo hace una vez por año, el primer domingo de invierno, cuando se junta con un grupo en el monumento a Güemes y se van con las motos hasta el cottolengo Don orione para llevar donaciones. En otros viajes, ha combinado la historia del país con el destino. como cuando cruzó el río negro y evocó la Batalla de carmen de Patagones, ese enfrentamiento de 1827 contra las tropas de la marina del imperio de Brasil. o visitar el mirador Millenium de Puán, llegar hasta el impenetrable chaqueño, o pisar el agua del canal de Beagle, el punto más austral de la Argentina, donde, según dice, el corazón late apresuradamente.ß
Foto: martín Felipe/aFv
Lo mejor de la vida y un viaje que no olvidaré testimonio Federico Bonomi PArA LA nAcion
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olidaridad, amistad y el placer de las máquinas. ¿Qué más se puede pedir? A mi travesía la llevo en el alma. Me dio la posibilidad de recorrer y descubrir toda la Argentina andando en moto por distintas zonas totalmente diferentes: montañas, llanuras interminables, selvas, desiertos... Todo tipo de terreno en 50 y pico de interminables días. Una aventura que sin duda recomiendo y que también sin dudarlo volvería a hacer. En ella gané un montón de cosas que tienen un valor incalculable para mí: conocí mi país, amigos que eran amigos y ahora son hermanos de viaje, vivencias con gente necesitada que sin esperar nada a cambio nos regaló su mejor sonrisa, incluso cuando ni siquiera entendían que queríamos ayudarlos sólo porque sí. Son muchos sentimientos juntos, difíciles de explicar. Alegría, adrenalina, euforia, emoción, amor, realización personal, diversión. Escribo estas líneas y me emociono. Es casi imposible describir tal aventura que parecía una locura en esa moto mía que tiene 65 años y me dio más de un dolor de cabeza y millones de alegrías, como nos pasó a la mayoría del grupo. Las motos son una pasión y este cóctel fue mortal. De hecho, estamos haciendo un libro que es un poco eso, la intención de inmortalizar ese pedacito de vida que compartimos unos cuantos fierreros y que no queremos olvidar nunca. Por eso también el tattoo que llevamos todos con las provincias recorridas. Y, por supuesto, como todo lo bueno, esperamos que haya más y para eso estoy, desde hace varios meses, trabajando en una nueva aventura que, obviamente, no será igual, pero también será única e irrepetible, como todo lo que uno hace con pasión.ß
Diversos tipos en dos ruedas 1 Moteros: su idea es viajar y poder compartirlo con otros, ya sea en encuentros o travesías para conocer distintos puntos del país o del exterior 2 Motoquero: es el que
vive y trabaja con la moto
3 Motociclista: hace un uso deportivo de la moto y su objetivo es competir en alguna modalidad