8
|
espectáculos
| Sábado 18 de octubre de 2014
teatro
Romeo y Julieta, clásico en estado puro romeo y julieta. ★★★★ buena . dirección:
muy
Virginia Lago. li-
bro: William Shakespeare. traducción :
Pablo Neruda.
intérpretes :
Mariana Giovine, Juan Pablo Galimberti, Gabriel Rovito, Roxana Berco, Irene Almus, Pietro Gian, Miryam Strat, Claudia Pisanú, Oscar Ferrigno. música : Marcelo Álvarez. coreografía : Sebastián Códega. iluminación: Héctor Calmet y Miguel Morales. Vestuario: Pepe Uría. escenografía: Héctor Calmet. sala : Teatro Regio (Córdoba 6056). duración:
P
165 minutos.
ocas obras son tan conocidas, recorridas, versionadas, citadas y homenajeadas como Romeo y Julieta. Y aunque el universo shakespereano tenga muchos clásicos entre sus filas, es probable que los enamorados de Verona hayan cruzados todos los límites y alcanzado los más recónditos rincones, al menos, del mundo occidental. Es una historia de amor, trágica hasta la médula; si bien es cierto que no todos se han podido acercar a alguna versión teatral, no hay nadie que no sepa al menos un poco de qué se trata: un amor apasionado de dos jóvenes incomprendidos, solos, que mueren por esa causa. Todos los debates y planteos acerca de si su extensión debe ser tan larga, tan pegada y fiel a la original, si su falta de actualización es pertinente, son preguntan válidas que se ponen sobre la mesa. Tal vez haya quienes esperan una interpretación novedosa o moderna de un clásico semejante. Pero es probable que luego de dar vueltas y vueltas se llegue a la conclusión de que un clásico soporta el pasaje del tiempo. Y entonces, esta nueva puesta a cargo de Virginia Lago, en el teatro Regio –un teatro clásico, tradicional, inmenso, con caja a la italiana, con alturas suficientes para las más despampanantes propuestas escenográficas, y un sinfín de posibilidades lumínicas–, hace homenaje a esta obra tan fundamental para la historia del teatro. Los clásicos no pierden vigencia. Los tiempos cambian, y aunque nos tengan que pedir que apaguemos los celulares un segundo antes de adentrarnos en 1597, la
Los amantes de Verona sustancia, el tema, nunca pasará de moda porque es el amor. En todos los tiempos existirán algunas rivalidades, familias política o socialmente antagónicas que sirvan para hacer el paralelismo con Montescos y Capuletos. Y así entender los odios, las traiciones, los rencores que llevan a la tragedia. La obra no escatima en nada: la escenografía –que incluye el famoso balcón, las escalinatas que mutan para darle diferentes fisonomías al espacio, telones que suben y bajan para pasar de una casa a la otra e incluso a la iglesia con una gran cruz–, junto con una excelente iluminación, el vestuario despampanante y la música en vivo, logran sumergir al espectador en el clima epocal. Las actuaciones parejas, muy prolijas y con una dicción precisa le otorgan el marco de seriedad necesario para una obra semejante. Y, por último, la traducción de Pablo Neruda le da el tinte poético y hermoso para hablar del amor de la más bella manera. Si bien el debate sobre la duración y las versiones fieles –sin ningún tipo de actualización ni ninguna mirada hacia el presente– versus las originales –aquellas arriesgadas y que otorgan un nuevo sentido al clásico– es bienvenido, también es cierto que alguna vez en la vida hay que ver Romeo y Julieta en una versión original, fuerte, contundente, con toda la historia completa, de principio a fin, para después, sí, ver versiones teniendo a ésta como base. Y quién sino el teatro oficial tiene que hacerse cargo de mostrarle al público aquella obra para que nos hagamos conocedores de la misma y poder a partir de ahí indagar.ß Jazmín Carbonell