“Trastornos de la Alimentación”.

Dice allí Freud: “La anorexia mental de las adolescentes, trastorno éste muy conocido, aparece, luego de una profunda observación, como una forma de ...
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Psicopatología 1. Titular: Fabián Abraham Naparstek. Clase de Apoyo. “Trastornos de la Alimentación”. Docente: Patricia Karpel.

1. El exceso: “Me veo gorda, tengo rollos de grasa por todos lados.” “Tengo muchos kilos de más, no lo soporto.” “Yo se que los demás me ven flaca, pero después de lo que comí anoche ya estoy de vuelta una cerda, carne de más por todos lados...” “Mi novio dice que si adelgazo más voy a quedar hecha un escarbadiente, no me importa, quiero estar más flaca...” “No me importa demasiado que no les guste mi pelo, mis ojos, mi nariz, ni siquiera me importa que me vean fea, me importa que no me vean gorda”.

Estas chicas, llegan a veces a estar mucho más delgadas que su favorita de entre las modelos. Caemos en un engaño, si hacemos consistir en un ideal de belleza, su empeñoso afán por adelgazar. Se ha tomado como obvio algo que no lo era: la preocupación por la figura en una adolescencia vivida en tiempos de gran culto a la belleza estilizada. Pero no se trata de una exageración en estar a la moda. Si bien esto tiene su papel, no es allí donde se sitúa la cuestión. Aunque vean a alguien más gorda, señalan la gordura sólo en ellas mismas. Los psiquiatras hablaran de esto situando una “distorsión” que toma sólo al cuerpo propio. Pero no se trata de una errada valoración en relación a la figura de las personas. Como siempre, debemos creer a nuestras pacientes, ellas nos indicarán el camino si estamos dispuestos a escucharlas. Tomaré un hilo conductor para no quedar perdidos

en el imaginario en que han

quedado presos estos discursos. Propongo que lo que hay que rescatar aquí, es la relación tan particular que ellas tienen con su cuerpo, donde hay un rasgo que señalo como distintivo. Dejaré de lado las distintas formas que toma en cada caso, para presentar un punto en común en estos discursos.

Lo que aparece allí de forma harto repetida, es que hay algo “de más”. Hay un exceso, exceso localizado en el propio cuerpo. De distintas maneras, hablan de este plus. Lo llaman grasa, kilos, gordura, rollos, etc.

A éste más, ellas interponen un menos. Están compelidas a la resta. A quitarse aquello del cuerpo. A sacarse de encima lo que se perfila como un sobrante. Esto se constituye en su preocupación y a veces en su principal ocupación: controlar las entradas y salidas de su cuerpo, no dejando entrar nada; propiciando la salida, sumamente interesadas en el deshecho.

Atentas a lo que puede ser eliminado por la vía del sudor, asisten a agotadoras sesiones de gimnasia. “Todos los días voy a correr dos horas, pero siento que no me alcanza, que tengo que hacer más. Desde mañana voy a empezar a ir al gimnasio también todos los días.” “Muchos días me encierro con vapor de agua y ropa gruesa que me haga transpirar, algo voy a bajar así...”

Otra vía, es la materia fecal: “Me da verguenza decirlo, pero me pongo contenta cada vez que hago caca, siento que adelgazo...” “Me compré un montón de laxantes, para provocarme una diarrea”. “Para ir a bailar, además de arreglarme, me preparo tomando laxantes y a veces poniéndome supositorios. Es horrible, pero si sirve para verme más flaca...”

Y los diuréticos: “Le pedí al doctor una receta de diuréticos, así elimino líquidos y me desinflo”.

Otra posibilidad, será la eliminación por el canal de ingesta. Los vómitos se constituyen en una barrera que impide la asimilación de lo que se come. Si ingieren 140 calorías deberán eliminar esa misma cantidad. “Esta tarde ya sumé que ingerí hasta ahora 370 calorías. Voy a tener que ir al gimnasio más tiempo hoy, para eliminarlas”.

Quiero que me den una dieta con las calorías exactas, ni una de más. Si como de más se me hincha la panza y se me nota en seguida.” Trabajan en los gimnasios, trabajan con los números en cuentas que no dan.

¿Por qué tantas cuentas? ¿Se trata de que, de lo que comen, no quede nada? ¿Que desaparezca todo? Las insistentes sumas y restas no aseguran que ese alimento se procese. Que se asimile y se pierda. Ocupa un espacio de sobrante y se lo llega a tratar como un intruso a desterrar.

Para esto, todos los orificios del cuerpo serán convocados. Pero, los esfuerzos para la expulsión, parecen ser tan vanos como infinitos. Numeran el cuerpo con la balanza y el alimento con las calorías. Lo que se come se traduce en números, y el cuerpo es tomado por las cifras, puestas allí para contar y medir. Pero, algo hay que aparece sin medida, ya que nada es suficiente, no hay tope. En el extremo de la delgadez, aquello “de más” sigue teniendo presencia. Por muy flacas que estén insisten en que hay “de más”. Señalan un exceso localizado en el propio cuerpo. Habrá que creerles en el exceso. Lo que aparece en la imagen en el espejo, es el objeto irrumpiendo como exceso de goce. La imagen especular posibilita dar una envoltura y localización a ese goce, haciendo un tratamiento del exceso. Pero lo simbólico fracasa aquí en regular el goce, el cual retorna en la imagen del espejo, irrumpe deslocalizado. Se puede considerar que en estos casos hay una falla en la constitución del cuerpo, en la extracción del objeto. El insistente, interminable control de los agujeros del cuerpo podemos pensarlo como un hacer, un hacer fallido en relación a este exceso. . Se cuentan permanentemente las calorías ingeridas y eliminadas. Controlar los agujeros del cuerpo, llevar esta contabilidad entonces no habla de la obsesión, sino da cuenta de un fracaso en la regulación. Agreguemos que en esta regulación de entradas y salidas, la sangre menstrual, muchas veces se niega a fluír.

2. La adolescencia. Los ritos de iniciación. El cuerpo:

Tomaremos el “Manuscrito G”. Dice allí Freud: “La anorexia mental de las adolescentes, trastorno éste muy conocido, aparece, luego de una profunda observación, como una forma de melancolía en aquellos sujetos cuya sexualidad está aún inacabada....hay pérdida del apetito y, en el terreno sexual, hay pérdida de la libido.”

En la clínica, nos encontramos que en las pacientes que tienen esta forma de padecimiento, la pubertad se ha ofrecido generalmente como momento de comienzo. ¿Por qué la pubertad se presenta como el tiempo de privilegio para este desencadenamiento patológico?

Las pérdidas y las identificaciones están en el centro de la escena puberal. Con Freud diremos que se produce el abandono de la elección amorosa del complejo de Edipo y se hace necesaria la elaboración de ciertos duelos. Los pueblos primitivos han considerado este momento como un pasaje, y han establecido un rito para sancionarlo. Así como los ritos funerarios son convocados para proveer el entramado simbólico necesario para tramitar el real de la muerte, el fin de una existencia; los ritos de iniciación marcan un comienzo, y aluden con ello también a un fin. Muchos rituales primitivos escenifican una muerte. El que advendrá luego del rito, ya no será un niño. Las madres de los iniciados visten luto en las ceremonias para despedir a aquel que ocupó este lugar, al que fuera su niño. En otras sociedades primitivas, se escenifica un rapto y devoración del niño por un monstruo. Luego de esta muerte simbólica, el que retorna es un adulto, y puede volver a condición de traspasar algunas pruebas dificultosas y llevar alguna marca en el cuerpo. Marca del pasaje por el rito de iniciación, marca del ingreso a la vida adulta. En la pubertad se inaugura un lugar. Es diferente el lugar simbólico ofertado por el Otro. Pero, junto con este ingreso hay una despedida. Se pierde ese lugar en el Otro que sostiene la apropiación imaginaria. Lo que nombra al cuerpo y anticipa su unidad, sufre un quiebre al no reconocerse el adolescente en este decir. Esto tendrá consecuencias en muchos niveles.

Una de las consecuencias está a nivel de la asunción- construcción del cuerpo, que se verá afectada. En la pubertad se genera un desamarre a nivel de la imagen y el cuerpo sufre embates desde lo real. El goce de los agujeros irrumpe estridentemente; repentino e intenso, fragmenta y altera. Las formas cambian continuamente, todo pone en cuestión el dominio imaginario. La unidad y la indiferencia son atacadas; aparece en primera plana, vistosamente, la diferencia sexual. Podemos pensar que la respuesta del adolescente va, en cierto sentido, en la vía de la sutura, que intenta restablecer lo perdido. El mercado ha sabido captar esto. Los jeans ofertan posibilidades unisex. “Uniform” nombra una marca que explicita el anhelo de igualarse. El androginismo se ha convertido en modelo. Cada vez más afiches publicitarios ponen en juego un erotismo desprendido de imágenes donde la diferencia sexual está desvanecida, y las formas arriman a la homosexualidad. Muchas marcas han elegido esta presentación para vender sus productos a los adolescentes. Una presentación que oculta las diferencias.

Ahora, ¿qué sucede con la bulimia y la anorexia? ¿Qué les sucede a estas adolescentes en relación a la conmoción corporal? ¿Qué decir de sus intentos de aplanarse, de achatarse, del exacerbado control de los agujeros del cuerpo? ¿De su insistencia en el espejo y en el gimnasio, así como del intento de auto-modelar y dominar una figura que se les escapa? Es en el camino de una respuesta que las bulímicas y anoréxicas articulan estos intentos, a veces desesperados, de anular la pérdida de la unidad, y de rechazar la diferencia sexual. Para aplacar el desestabilizador surgimiento de la diferencia, intentan borrarla. Frente a la irrupción del goce del cuerpo, controlan lo que entra y lo que sale de éste. En respuesta a la diferencia, proponen la indiferencia sexual, un cuerpo que ignore las formas de mujer. Para responder a la diferencia también - ¿porqué no usar la otra acepción que nos habilita esta palabra?- la indiferencia como apatía, falta de apetito en el terreno sexual. Apatía típica, como dijera Freud, de estos padeceres.

La adolescencia es un pasaje, y como tal connota un rito, que enmarque, propicie, transmita. En la anorexia y la bulimia hay una falla en el pasaje. El rechazo de lo femenino denota esta falla.

3. Consumidores-consumidos:

Se tiene registro de cuadros de anorexia de muy antigua data. Muchas anoréxicas fueron llamadas “las santas anoréxicas”. Estaban con frecuencia vinculadas a la iglesia. Presas de un éxtasis místico, vivían sin ingerir bocado y en la exaltación de un goce sin cuerpo. Nos planteamos el modo actual de la anorexia. La profusión de estas patologías en la posmodernidad; época de declinación del nombre del padre y de ruptura de las soluciones fálicas. En esta época de empuje al consumo y consumo de imágenes, ¿podemos pensar que se trata de una obsesión por la imagen? ¿Se trata de querer ser como las modelos? Notamos que ellas van más allá de la delgadez y la belleza en este incesante y a veces cruento empuje a ser cada vez más flaca. Se dice: “Se la ve consumida”. Nos tomamos de este dicho para denotar como las consumidoras de la época quedan consumidas. Se muestra en esta época como los consumidores pasan a ser ellos mismos productos consumibles. En estos modos actuales de patologías falla el recurso al síntoma histérico clásico, tradicional, por ejemplo la conversión. Estas jovencitas consumidas muestran dramáticamente el envés del consumidor. Proliferan estos cuadros en una época de declive del ideal. No se pone en función el recurso que brinda el padre, que está en relación al falo. Esta época abunda en manifestaciones sintomáticas en las que no entran en juego las soluciones provistas por el falo.

Es ésta una época en que se abrevian los tiempos y se suprimen los ritos. Se prescinde de los ritos de iniciación, aquellos que marcan un tránsito en el tiempo y el lugar. Que fálicamente ordenan otorgando temporalidad y espacio a lo nuevo, que orientan al encuentro con el problema de lo sexual. Reina el apresuramiento y la inmediatez. Pero lo rápido y sin rodeos del encuentro sexual, tiene su contratara. Suprimiendo los ritos, no se define el pasaje, queda como saldo una eternización de la adolescencia..

En la posmodernidad se excluye la diferencia, lo diferente es segregado. Queda entonces segregado lo femenino. En tanto radicalmente otro, es excluido, rechazado. El cuerpo anoréxico se desviste, y des-inviste, dice que no al velo de la belleza, a la mascarada femenina. Es impúdico, no hay pudor. Se despoja del velo que señala la presencia- ausencia, la sugerencia, la evocación. La anorexia en cambio, hace aparecer la calavera, el cadáver Y es este horror, el del cadáver, el que convoca por la vía del horror a la mirada.

4. Los ritos y la comida:

Hablaremos también del ritual de la comida. La ceremonia simbólica que implica compartir la mesa. Se juega el juego del amor invitando a una comida. “Te cociné lo que te gusta”, “te traje el postre especial pensado para vos”.

Es innegable el lugar que ocupa en la cultura el comer en común. Comer refuerza el parentezco, y el ser parte de una sustancia común. Se come cuando las cualidades de aquel al que se incorporó amenazan con desaparecer. Se refuerza la identificación comiendo. Es un acto ligador Toda comida en común tiene esa función. Para los beduinos,...” si se comparte con ellos un sorbo de leche ó un bocado, se puede estar seguro de su protección y ayuda mientras la sustancia comida en común permanezca en el cuerpo”. La cristiandad, tiene sus ritos que dan cuenta de esto. Mencionaremos aquí la hostia y el vino. Simbólicamente se insume cuerpo y sangre de Cristo –agreguemos-: muerto en sacrificio. Se desprende de todo lo dicho que comer y beber tiene un significado. Tomemos la fiesta totémica. Al animal totémico está prohibido matarlo y comerlo. Pero hay, en esta regla, excepciones. Este animal sagrado, cuya carne está prohibida, de tiempo en tiempo debe ser muerto en sacrificio. La carne del animal al que se ha dado muerte, prohibida de ordinario, en estas especiales circunstancias debe ser consumida. La manera en que se mata al animal tiene cierta particularidad. Es un acto en solemne comunidad. Esto último le otorga legitimidad. De esta manera el acto no es sancionado como criminal. El reproche por matar no aparece si toda la comunidad lo asume.

En cambio, si esto mismo lo realiza un individuo solo, el alcance del acto es sancionado como criminal. Es decir, no se puede matar y comer por fuera de ciertas reglas. Cuando la comunidad legaliza el acto, cada uno de los integrantes se halla obligado a consumir esa carne. Participa con esto del goce ceremonial que trae aparejado este consumo. Esta comida será indefectiblemente comunional. Comida que renueva la unión, que al penetrar en cada cuerpo establece un lazo sagrado entre aquellos que incorporan la misma sustancia. La hermandad, la fraternidad, la pertenencia al linaje, los lazos. En la bulimia y anorexia veremos como este comer no esta en relación al banquete, a la fiesta compartida que afianza los lazos y que tiene un lugar en la cultura.

Tomemos algunos ejemplos de estos particulares modos de comer de las jóvenes, y del decir que en ocasiones los acompaña: * Comen con culpa y vergüenza. Acto seguido, llega el arrepentimiento e intentan desprenderse de lo que incorporaron mediante los vómitos, las purgas, los laxantes, la gimnasia: “Comí dos manzanas, hice cuatro horas de gimnasia y me pesé. No había adelgazado nada”. * No comen o comen nada. No saben lo que es el hambre, ni el gusto por comer. * Comen solas, fuera del banquete. No comparten la comida, se esconden para comer. Eluden la reunión familiar, comen sin fiesta. * Muchas de ellas sólo comen vegetales. Dieta light y baja en calorías, acompañada a menudo de un horror por la carne. * Comen fuera de toda regla, comen en cualquier horario, comen cualquier cosa: “Después de comer lo que quedaba en la heladera, agarré lo que encontré en el armario. Me da vergüenza contarle. Comí harina del paquete. A cucharadas”. *Comen sin tope y sin dejar restos: “Comí todo lo que encontré. Hasta que no terminé, no paré” y también: “Comí media pizza, pero para que mi mamá no se diera cuenta que había comido tanto, me terminé la otra mitad, así no quedaba nada”.

Podemos decir entonces que no participan comunitariamente del sacrificio y de la fiesta de la mesa compartida. Por el contrario, realizan este acto en la soledad de la autosegregación. Pero hay otro sacrificio en juego; al comer hasta el hartazgo, sin encontrar medida, ni gusto por comer, es su propia carne lo que sacrifican, en un despiadado

festín. Lejos de toda comida totémica, se afanan por no dejar resto alguno, situándose ellas mismas en una posición de resto, cadaverizándose. Al rechazar la castración y el amor que recubre la falta, ésta no queda recubierta por el don de amor. Si se anuda goce y amor la mujer consiente a ubicarse como objeto causa del deseo de un hombre. “Solo el amor hace condescender el goce al deseo”. La pérdida del amor es equivalente a la castración. Si falta el amor, desaparecen los semblantes que velan. El padre falla aquí en anudar goce y amor.

5. Acerca del estrago materno.

El declive del nombre del padre, la falla del padre en anudar goce y amor, deja a expensas del goce materno, en el punto en que el falo no se ancla decididamente impidiendo que se cierre esa boca de cocodrilo que amenaza engullir al sujeto. El significante único, por ser solo, es insensato, no regulado. El deseo de la madre si no es regulado por el nombre del padre es un capricho sin ley. El Nombre del padre hace que el sujeto no tenga que entregar su ser para completar a la madre. Escuchemos lo que dice una adolescente anoréxica: “Yo no hablo porque cada vez que voy a decir algo, mi mamá no me deja hablar, termina la frase ella. ¿Ella como sabe lo que yo quiero decir? No puede dejar de meter su bocadillo, nunca”. Es

en función de esto, que esta jovencita decide cerrar su boca. Para no quedar

aplastada en la demanda materna. Para tallar un resto en esta madre que siempre tiene algo para decir. Ella no se come sus bocadillos y cerrar la boca ha sido su recurso. Defensa frente al riesgo de ser absorbido, aplastado por la demanda de esta madre, diríamos, que tiene la boca siempre abierta, que sabe lo que es bueno y lo que es malo para su hija. Este amor es aplastante, y devora al deseo. A estos bocadillos, Lacan lo llamará en algún momento “la papilla asfixiante”. Y dirá que comer nada (que no es no comer), será un recurso para hacer un vacío, tallar un hueco en el campo del otro. Estas nada que se come es allí un separador, un recurso frente a la demanda de amor absoluta. Es aplastante en tanto pide: “Sé todo para mí como yo lo soy para vos”. La madre es estragante, si no se abre allí un intervalo. Es en este intervalo que puede aparecer el sujeto.

La anorexia da cuenta de una falla en la separación. La anorexia llega a ser un recurso, a veces extremo de mostrar que no hay objeto, que ella no es el objeto, que puede perderse. Y esta pérdida a veces sacrifica al propio cuerpo.

Patricia Karpel