24 | ADN CULTURA | Viernes 16 de noviembre de 2012
Tracey Emin, en carne viva Diálogo íntimo con la artista británica. El alcohol, los secretos y los miedos fueron algunos de los temas que abordó en Buenos Aires, donde inauguró en Malba su primera muestra individual en América Latina. El museo publicó además, junto con la editorial Mansalva, el libro Proximidad del amor, que compila algunas de sus columnas para el diario The Independent Celina Chatruc |
“C
la nacion
reo que nunca voy a poder superarlo”, dice Tracey Emin. Luego se saca los lentes oscuros, se acerca a la cámara e intenta mostrar hasta qué punto su mirada cambió. “Es como las ramas de un árbol en invierno que no florecen y no vuelven a tener hojas, pero el árbol está vivo. Así están mis ojos. Eso es lo que sentís cuando se te partió el corazón.” Hay cicatrices en esa mirada, que se intuye auténtica. Y ése es el secreto de su gran popularidad: Emin no parece especular con un golpe bajo al contar con extremo detalle el aborto que sufrió cuando aún no se había convertido en una de las artistas más famosas del mundo. “Me di cuenta de que si iba a hacer arte no podía ser una pinturita de mierda. No podía ser sobre algo visual. [...] Si no podía llenar el mundo con alguien a quien pudiera amar para siempre, entonces no podía llenar el mundo con pavadas”, concluye en How It Feels, uno de los cinco videos que presenta en Malba, seleccionados por Philip LarrattSmith para su primera muestra individual en América Latina. “El primero de estos films lo hice en 1995. Me pone triste ver cómo era yo hace 17 años. Tenía tanta energía, tanto por lo cual vivir. Cuando sos joven hay inocencia en todo lo que hacés, y es triste perder esa inocencia”, dice ahora mientras toma té verde en el Palacio Duhau, meses antes de cumplir cincuenta años. Esta mujer que integró en la década de 1990 el grupo de Jóvenes Artistas Británicos –junto con Damien Hirst y Sarah Lucas, entre otros– y que hizo de su vida un culto mucho antes del boom de los reality shows y las redes sociales, no usa Facebook ni Twitter, envía cartas por correo y opina que “las cosas íntimas deben ser protegidas”. –Me enteré por Facebook de que mi ex novio me estaba siendo infiel. Y no creo que eso sea muy bueno. No es sano rastrear a la gente. Prefiero hablar con alguien, escribirle una carta. Me gusta mandar mails, mensajes de texto. No me gusta hablar por teléfono: es como masturbarse, no estás realmente con la otra persona. Heredera de la tradición expresionista, Emin aborda con honestidad brutal temas universales –el sexo, el amor, la soledad, la muerte– con los que cualquiera puede identificarse. Alcanzó fama mundial con las obras To-
dos aquellos con los que dormí alguna vez 196395 (1995), una carpa en la que bordó una larga lista de nombres –incluido el de su hermano gemelo–, y Mi cama, instalación montada en la Tate Gallery cuando fue nominada al premio Turner en 1999; era su propia cama con objetos usados por ella: desde sábanas y botellas de vodka hasta preservativos y tampones. –Hice Mi cama en 1998. Estaba viviendo una vida muy peligrosa. Tomaba demasiado. –¿Todavía tomás? –Sí, demasiado. Pero es lo único que hago, no tengo otros vicios. Excepto escribir, lo que no creo que sea muy malo. Además de realizar pinturas, videos, instalaciones, fotografías y esculturas, Emin publicó en 2005 Strangeland, una autobiografía de lectura obligada entre las jóvenes británicas. Durante los cuatro años siguientes escribió columnas para el diario londinense The Independent, algunas de las cuales se presentan ahora en español bajo el título Proximidad del amor, gracias a una iniciativa de Malba y la editorial Mansalva (ver aparte). –¿Por qué la palabra escrita es tan importante en tu trabajo, incluso en los títulos de las obras? –Porque escribo unas 10.000 palabras por semana. Escribo todos los días: mails, historias... Muchas cartas: les pongo estampillas, las meto en el buzón. Las podés guardar, y funcionan como un diario. No tengo un diario íntimo porque no sería genuino. Porque sé que cuando me muera alguien lo va a leer y lo va a publicar. Y no debería ser así. Un diario íntimo debería ser sólo para mí, mis secretos más profundos. –¿Tenés secretos? –Sí, aunque no lo creas. –Y no me los vas a contar a mí. –No, no se los contaría a nadie. Los secretos no se cuentan. Si pensás en todo lo que sí cuento, imaginate todo lo que no cuento. Es la punta del iceberg. Popular como una estrella de rock, con una mezcla de rebeldía, romanticismo y vulnerabilidad que recuerda a Janis Joplin, Emin apela al arte para transformar sus múltiples miedos: a la soledad, al abandono, a la oscuridad, a los árboles, a los animales, al miedo. –Creo que es muy sensato tener miedo. Si no tuviera miedo estaría muerta. Definitivamente.
adn emin (Londres, 1963) Es una de las artistas más populares de Gran Bretaña. Realizó pinturas, videos, instalaciones, fotografías y esculturas inspiradas en su propia vida. En la década de 1990 integró el grupo de los Young British Artists y fue nominada al prestigioso premio Turner; en 2007 representó a Gran Bretaña en la Bienal de Venecia, fue nombrada miembro de la Royal Academy of Art y recibió un doctorado honorario del Royal College of Art.
–Eso te hace más valiente. –Sí, porque reconocés el miedo y decís: ahora tengo que hacer algo con esto. Yo avanzo directamente hacia el miedo. Y es bueno, porque algunas de las cosas a las que más le temés se diluyen cuando las enfrentás. Para realizar los videos que presenta Malba no sólo desafió su temor a los caballos (Tentando a la suerte, 1998) y a los perros (El amor es una cosa extraña, 2000), sino que también se encontró cara a cara con los traumas de su infancia. En Por qué nunca llegué a ser bailarina (1995) exhibe el desgarrador contraste entre su ingenua mirada adolescente y el crudo relato de una vida sexual precoz que la obligó a huir de Margate, el pueblo donde creció. –Una vez dijiste que ser artista es una forma de comunicación, de enviar un mensaje. ¿Cuál es tu mensaje? –Hoy pensaba en eso: ¿qué estoy tratando de decir? ¿Qué estoy haciendo? En este momento mi mensaje es realmente egoísta y narcisista. Es sobre mí misma, hacia dónde voy como una mujer de 50: qué me pasa, cómo voy a sobrevivir, qué voy a hacer. Creo que las mujeres de mi edad se identifican con eso. Muchas no hablan sobre el tema porque hablar sobre eso lo hace más real. Y durante los últimos dos años también he pensado si el amor existe. –¿Dudás de que exista el amor? –Sí. No por tu madre o tu padre... –El amor romántico. –Sí. Puede ser una ilusión. Lo es para mí. –Tal vez vemos lo que queremos ver. –Sí, siempre. Es como un fantasma. Algunos creen en fantasmas. –¡Pero vos creés en fantasmas! –Sí, creo en fantasmas, en la vida después de la muerte, en universos paralelos. En todo eso. –Una instalación tuya recrea el “juego de la copa”, con el que se invocan espíritus. –Sí, solía jugarlo con mi madre y mi abuela cuando era chica. Realmente funciona. –En una entrevista con Philip LarrattSmith que se publica en el catálogo de la muestra dijiste que el arte “es la próxima Iglesia”. ¿En qué sentido? –En todo sentido. Hay una presencia que emana de él, un sentimiento. Una galería de arte podría tener la misma presencia que una iglesia. La gente peregrinaría para ir a ver una obra de arte, y esa obra podría volverse icóni-