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| Sábado 2 de agoSto de 2014

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Algunos de los más populares

EXPERIENCIAs Rodolfo Reich

Brooklyn Bridge

Hábitos

Summer Camps, una opción que gana adeptos entre los jóvenes argentinos En el receso escolar invernal, cada vez más chicos eligen viajar a Europa o Estados Unidos para participar de campamentos de verano Lila Bendersky PARA LA NACION

“Resigno mi fiesta de 15. Quiero seguir haciendo este tipo de viajes”, le escribió Josefina Nasta a su mamá cuando estaba volviendo de su primer Summer Camp, en Inglaterra. En julio de 2013, viajó junto con tres compañeras del colegio Río de la Plata Sur a Londres, donde participó del programa Exportise, una propuesta que combina clases de inglés con actividades recreativas para jóvenes de entre 8 y 16 años de todo el mundo. Fue tan buena la experiencia que este año volvió a anotarse. Como ella, hay otros chicos de todo el país que, durante el receso escolar invernal, participan de los Summer Camp que se desarrollan en diferentes países de Europa y Norteamérica. Estos “campamentos de verano” (en referencia a la estación del año en que se llevan a cabo) surgieron en 1880, en los Estados Unidos, como un programa vinculado a las convicciones victorianas, que buscaba educar a los niños sobre los beneficios

morales y físicos de estar en contacto con la naturaleza. En el siglo XX, se volvieron un fenómeno internacional: el contenido fue mutando y se consolidaron como un medio cada vez más importante a la hora de socializar a los jóvenes del mundo. “El costo, la distancia y la duración de los planes [de entre dos y cuatro semanas] fueron algunas trabas para que los chicos argentinos participen. Esto hace unos años se revirtió: el número de inscriptos crece cada vez más”, señala Marcela Serra, directora de Passport Idiomas, un instituto cordobés que ofrece estos viajes. Los destinos más elegidos son Alemania, Irlanda, Inglaterra y Estados Unidos. Los colegios y universidades aprovechan que sus pupilos regresan durante las vacaciones a sus hogares y utilizan las instalaciones para alojar a los estudiantes internacionales que participan de sus cursos de verano. Si bien la dinámica de cada Summer Camp es similar (por la mañana, clases de idioma y, por la tarde, distintas actividades), las propuestas varían de acuerdo con el programa.

en algún lugar del mundo Hernán Iglesias Illa

Contra la yeta y a favor de la ciencia

U

na de las costumbres porteñas que menos gracia me hacen es la etiquetación de algunas personas como yeta, es decir, portadoras de mala suerte. El yeta no tiene que hacer nada para arruinar las fiestas ajenas: su mera presencia es tan tóxica, afirma la sabiduría popular, que influye negativamente en el estado de ánimo y la fortuna de los demás, aun la de sus aliados. Queda solo el yeta, como un acusado de pederastia, incapaz de quitarse le letra escarlata que prende sobre su solapa, acostumbrado a las anécdotas crueles de sus amigos y enemigos. La selección perdió en el Maracaná porque el yeta había conseguido pasaje y entrada; aquel proyecto inmobiliario fracasó porque el yeta había comprado un terreno; aquel auto usado fundió biela porque el yeta un día lo sacó a dar una vuelta. Siempre llueve en los casamientos donde va el yeta, siempre sacan bolillas difíciles sus compañeros de examen. Al porteño le gusta creer en la maldición yeta de algunas perso-

nas, un poco porque le hace gracia –no habría cultura yeta sin chistes sobre eso– y otro poco porque siempre es un consuelo echarle la culpa a otro cuando las cosas salen mal. ¿Qué tan serias son estas acusaciones? No lo sé. Uno cree que es imposible que gente sensata y educada realmente piense que hay una relación de causalidad entre la presencia o el nombre de alguien y acontecimientos sobre las cuales no tiene ninguna influencia. Y sin embargo hay gente que parece tomárselo muy en serio. Se arman lista de apestados: este sí, este no, aquel es sospechoso. No conozco otra cultura como la argentina donde las acusaciones de yeta –o mufa, o piedra– sean tan habituales y pegajosas. Cuando he preguntado entre sus aficionados más sensatos me han dicho que es “un folclore”, una costumbre inofensiva. Es posible. A mí me sigue molestando, no sólo por su desprecio de la relación causaefecto sino también por su tufo a caza de brujas, a patota contra individuo, a juicio sumario sin prue-

Natalia Genne envió a su hija Valentina (16) a un Summer Camp en Nueva York, donde tomó un curso de inglés y tuvo salidas relacionadas con el diseño de moda. “Ella quería hacer un viaje de intercambio y como le encanta la ropa la anoté en English Plus Fashion. Conoció el Garment District, donde están los negocios más importantes de indumentaria, viajó sola y se hospedó en el Iona College con japoneses, brasileños y franceses”, relata Natalia. Otro plan, también en la Ciudad de las Luces, es el que realizaron los alumnos del Colegio Lincoln de La Plata. “Nuestro grupo participó de un plan vinculado con los medios de comunicación. Los estudiantes recorrieron Radio Music City Hall, visitaron la redacción de The New York Times, armaron un magazine e hicieron entrevistas a jugadores de béisbol”, describe Rubén Monreal, director de programas especiales del establecimiento. Otros Summer Camp incluyen danza, fútbol, hockey, golf, equitación, música, fotografía o comedia musical. “El valor agregado de estos pro-

bas. La popularidad de la yeta también refleja el espíritu nostálgico del varón porteño, que rechaza las explicaciones racionales y se abraza, aunque sea irónicamente, a las causalidades mágicas. El folclore de la yeta es anticiencia y antimodernidad: una inquisición. Una vez señalado, el yeta queda tatuado por la categoría, que es indeleble y lo acompañará hasta su muerte, independientemente de su suerte o su influencia. Ya no podrá destacar su presencia en un proyecto exitoso o recordarles a sus amigos que ganaron fortunas en el casino la noche que él los acompañó. Una vez infectado, el momento de los argumentos racionales ha quedado atrás. Hace años trabajé en un canal de televisión donde había un productor de quien todos los demás decían que era mufa. Lo veían entrar a la sala de producción y se llevaban la mano a la ingle izquierda. El tipo cruzaba resignado y cabizbajo, como un paria, sin desafiar ni pedir explicaciones. Esta situación duró años. Si el productor trabajaba en un programa exitoso, nadie decía nada. Si trabajaba en uno que fracasaba, corría un rumor: había sido culpa del mufa. Por eso quiero invocar, a modo de recuerdo y para irritar a los folclóricos, a algunos de los yeta argentinos más famosos. Roberto Maidana, Tormenta, José Luis Clerc, Carlos Menem, Martín Liberman, Cacho Castaña: contra la barbarie y la superstición, a favor de la distinción entre correlación y causalidad, he aquí mi modesto homenaje.ß

b En diversas ciudades de los Estados Unidos Para quienes tienen inquietudes artísticas, cuentan con cursos de fotografía, moda, arte y arquitectura, medio ambiente y deportes. La gran mayoría se desarrollan en ciudades de los Estados Unidos, como Nueva York, San Diego, Boston, Los Ángeles, Miami, Boston y Ft. Lauderdale. En este último destino, además, hay visitas a la sede de la Nasa y a los parques de Disney. Más datos: www. passportidiomas.com

coined

gls-escuela de alemán

b En Los Ángeles, Boston, Berlín, Dublin, Suiza y Londres Además de los programas más clásicos, aquí hay una propuesta que puede resultar muy interesante para los fanáticos del fútbol y que se lleva a cabo en las instalaciones mismas del Chelsea FC Foundation. Allí, los chicos son entrenados por un coach de la UEFA (Unión de Federaciones de Fútbol Europeo) y luego pueden practicar directamente en el estadio Cobham, en Surrey. Más datos: www.intercoined.org

Los chicos argentinos que viajaron a Londres con Brooklyn Bridge para participar de EC English, auditado por el British Council

PassPort idiomas

b En Londres, Inglaterra Participan de los programas de EC English y Exportise, ambos auditados por el British Council. De acuerdo con la edad de los participantes, las actividades de la tarde pueden variar. Para los más grandes, por ejemplo, hay varias excursiones a la ciudad, mientras que para los más chicos las opciones van desde hockey, equitación y tenis hasta golf, rugby, fútbol, danza o música. Más datos: www. brooklyn-bridge.com.ar

b En diversas ciudades de Alemania En total, hay ocho Summer Camps: cinco en Berlín y tres en Munich. En el programa Munich Castle, los chicos viven en un castillo medieval y visitan la cantina Hofbräuhaus, Bavaria Filmstudios y la iglesia de Nuestra Señora Frauenkirche. En Munich Adventure, hacen actividades al aire libre, mientras que Berlin Water Sports es para amantes de los deportes acuáticos: canotaje, surf y vela. Más datos: www.gls-aleman-en-berlin.de

Sumergidos por un día en la mejor fábrica de chocolates Reviviendo la emoción infantil, un cronista llega con su hijo al corazón de Mamuschka, donde no admiten turistas ni visitantes

“T

BARiLoCHE

engo el billete dorado”, pienso. El billete que me permitirá conocer por dentro Mamuschka, la fábrica de chocolates patagónica reconocida por su calidad a la hora de interpretar la tradición chocolatera de Bariloche. Es inevitable sentir cierta excitación infantil, que disimulo bajo un manto de madurez. Por suerte, mi hijo de cuatro años, que me acompañará en la aventura, carece de estos filtros. Desde hace tres días, espera que sea la fecha de la visita. Desde hace tres días, pregunta a modo de mantra: “Papá, ¿hoy es martes?”. Finalmente, llegó el día. Hoy esmartes. Tenemos el billete dorado. Y vamos a empacharnos de chocolate. “¡Yupi!”, grita mi hijo, sublimando (sin saberlo) mi propia emoción.

Mamuschka nació en 1989, de la mano de Juan Carlos Carzalo, quien renunció a su trabajo como contador dispuesto a abrir un pequeño local de Mamuschka sobre la calle Mitre, con la fábrica a unas cuadras de distancia. Ese mismo año creó el timbal de chocolate: una tableta con varias capas delgadas de chocolate intercaladas con otras de dulce de leche, que no sólo rompía los moldes conocidos hasta el momento, sino que se convirtió en un verdadero hit, replicado por las demás marcas de la zona. El éxito fue rotundo. Tres años más tarde, Mamuschka mudó su fábrica a la ubicación actual (en una calle tranquila, cerca del centro turístico de Bariloche), un local que ya tuvo tres reformas para aumentar la capacidad y abastecer a los diversos locales del país. Juan Carlos es hoy nuestro guía.

gramas, a diferencia de una colonia o campamento de invierno, es que los chicos viven una experiencia intercultural”, subraya Lilian López, directora de Brooklyn Bridge, quien viajó con 21 chicos argentinos a Londres para participar de los programas de Exportise y EC English, auditados por el British Council. Para Gabriela Muntaner, madre de Álvaro (17) y Gregorio (16), era importante que sus hijos tuvieran una práctica de intercambio antes de terminar el secundario y decidió mandarlos en el grupo que dirigió López. “Desde los cinco años, estudian inglés y quería que ejercitarán el idioma. A la hora de comunicarse con ellos, Gabriela creó, junto con otros padres, un grupo de WhatsApp, donde reenviaban todas las fotos de los adolescentes. No es un tema menor la edad. El rango de los viajeros oscila entre los 12 y los 18 años. “Hay que tener en cuenta la madurez del chico para este plan. Es necesario que maneje cierto grado de independencia, que sepa resolver situaciones y que, sobre todo, tenga ganas. Muchas veces los padres están más entusiasmados”, puntualiza Enrique Helmbrecht, director de Coined. En 2012, Nancy Mansilla tuvo la oportunidad de mandar a Efraín, quien tenía 14 años, a un viaje de intercambio de tres meses en Europa. Sin embargo, ella sentía que él todavía no estaba listo. Este año, Efraín cumplió 16 y lo inscribió en un Summer Camp de rugby en Dublín, Irlanda. No sólo estuvo lejos de su Córdoba natal, sino que viajó por primera vez en avión. “Volvió muy contento y se dio cuenta de que tiene mucha habilidad con el idioma. Se formó un grupo tan bueno que ya nos pidió volver el próximo año”, concluye Nancy.ß

Una fiesta para los sentidos “Papá, ¿cuándo nos dan chocolate?”, pregunta mi hijo. Y entonces comienza la fiesta. “El alma de Mamuschka es la gente”, asegura Matías Carzalo, hijo de Juan Carlos, mientras nos da unos bombones para empezar la degustación. También está Roberto, jefe de fábrica desde hace más de 15 años, y un poco más allá María Eugenia, rellenando moldes y rodando bombones por almendras molidas, desde hace unos 25 años. En total, trabajan en la fábrica unas 50 personas. “Las máquinas no logran lo mismo que una persona. Esto, por ejemplo, es imposible”, dice Juan Carlos, señalando un bombón de dos pisos, que en la parte superior esconde una cereza y en la inferior licor de cerezas. “Estuvimos mucho tiempo pensando cómo hacer que contenga el líquido justo para que se sienta, pero que no se evapore. Cuando lo logramos, pegué un grito”, admite, con una sonrisa. Mientras nos muestran los procesos, vamos probando, sin prisa y sin pausa, los productos de la casa. Unas barritas nuevas de chocolate, en las que lograron un tamaño más chico y elegante que las usuales. La pasta de avellanas, una delicia. El favorito de mi hijo fue el osito de chocolate blan-

ideas y personas Nathalie Kantt

Un mes sin parisienses, pero lleno de turistas

E

Él nos llevará paso a paso por esta fábrica, donde no admiten turistas ni visitantes. Para entrar, nos dan unas sandalias Croc para los pies, gorritos para sujetar el pelo, guardapolvos para el cuerpo. nos lavamos las manos, y antes de tocar cualquier elemento de la producción, nos ponemos guantes descartables. La limpieza es fundamental en una fábrica donde lo que se elabora va directamente al mostrador. Apenas ingresamos, el aroma a cacao invade el olfato, junto con otros perfumes: avellanas, almendras, nueces, botellas de Chivas Regal, Baileys, Amarula, grandes envases de dulce de leche, cerezas y frambuesas... “Pasemos al búnker”, nos dice Juan Carlos, y entramos a la planta de elaboración, el corazón que literalmente bombea al resto. En esta habitación, están las refinadoras, concas y mezcladoras que se alimentan de licor de cacao (el resultado del fermentado, tostado y molido de los granos de cacao), manteca de cacao, leche en polvo y azúcar para producir chocolate. Cada caso es distinto: los amargos no llevan leche, los blancos no llevan licor, sino manteca de cacao. Pero en la combinación de estos productos está la magia. Hay bolsas con licor de cacao de Brasil, de Ecuador, de Colombia. Todo se hace sin agregados de grasas ni equilibrantes.

PARíS

n la puerta de una de las tintorerías del Marais, en el puesto de diarios y revistas del Hotel de Ville, en un local de venta de utensilios de cocina de Saint-Germain y en los contestadores de dentistas y médicos de París el mensaje es el mismo: cerrado por vacaciones, reapertura a fines de agosto. Los que todavía estaban en la ciudad se están yendo este fin de semana. Con el comienzo de las vacaciones de verano, París se vacía de parisienses. El efecto desierto empieza a mediados de julio, pero se siente con fuerza durante todo agosto. No es la época para arreglar un reloj, empezar una terapia o tener un dolor de muelas. Quienes trabajan en relación de dependencia –la mayoría– tienen al menos cinco semanas de vacaciones al año, a veces más dependiendo del sector en el que se trabaja, y ello les permite desaparecer durante un buen tiempo en el verano. Todo parece detenerse.

Es también el momento en el que parte de esos 40 millones de turistas que cada año vienen a París se adueña de la ciudad. Están en los circuitos más frecuentados, como Montmartre o Ile Saint-Louis, pero también se pierden por callecitas silenciosas con sus mochilas grandes y sus mapas. Llenan los restaurantes que recomiendan las guías, analizan detenidamente las líneas del subte y se aprovechan de los últimos días de liquidaciones. París está vacía y el bullicio de fondo es en inglés, italiano, portugués o japonés. Es un excelente mes para andar en bicicleta, visitar exposiciones, tomar taxis sin tráfico y pasear por la ciudad. Algunos parisienses adoran esta época. Las galerías comerciales como Lafayette o Le Bon Marché aprovechan para renovar sus espacios, las boutiques de Faubourg Saint-Honoré arreglan sus fachadas, y la Municipalidad y la empresa de transportes públicos hacen esas obras que durante el resto del año complican a más

personas. París es una ciudad metódica, cartesiana, al igual que los parisienses. Para quienes no pueden irse, la ciudad inauguró a mediados de julio una nueva edición de París Plages: playas a lo largo del Sena –a la altura del Jardín de las Tullerías y hasta el Hotel de Ville (sede de la Municipalidad)– y del Bassin de la Villette –norte de lo que luego se convierte en el más conocido canal Saint Martin. En números, son 6000 toneladas de arena, más de 1500 reposeras, sombrillas y colchones a rayas azules y blancos, palmeras transportadas en camiones e instaladas por medio de grúas mientras los parisienses dormían, cabinas de madera idénticas a las de las playas de Bretaña o Normandía, y piletones de 60 metros cuadrados. Durante un mes, los visitantes patinan, juegan al beach volley o a la petanca, toman helados mientras pasean y hacen aquagym, taichi y picnics. Incluso el Louvre va a la playa: a lo largo de pinturas de bañistas de los siglos XVIII y XIX que transmiten un espíritu más estival, el museo organiza actividades de pintura para grandes y chicos. La cultura está siempre presente en esta ciudad, incluso cuando los pies están cubiertos de arena. Los trajes de baño están tolerados. Los strings, el topless y el nudismo están prohibidos, con multas de 38 euros. A los turistas les encantan estos espacios: no sólo visitan París y sus museos, sino que además pueden decir que fueron a la playa.ß

Una cámara de fotos de chocolate hecha en la fábrica, la perdición infantil

Los bombones rankean alto en el proceso de degustación co, relleno de dulce de leche, del que comió, por lo menos, tres, hasta que le puse un límite. También le gustaron la cámara de fotos de chocolate y los bombones rellenos de mousse. Finalmente, llegamos al último paso, casi un sueño: elaborar nuestros propios bombones. Mi maestra en esta empresa será nancy, que está desde hace 24 años en la fábrica. Primero, coloca el chocolate líquido, que sale a unos 40 a 45°C, en un bol metálico. Allí, lo mezclamos con una cuchara formando un ocho, de los bordes hacia dentro, hasta lograr la temperatura de templado justa. El templado, dice Matías, es básico. Él lo explica desde la química del cacao, pero termina resumiendo: “no es difícil, requiere tiempo y trabajo. Lo maravilloso del chocolate es que es sólido, pero al entrar en contacto con la temperatura de la boca se derrite. Ahí está el yeite de todo esto.

En el templado, hay un momento en que las costras de la manteca de cacao producen ese brillo y textura característicos, ése es el punto que hay que buscar”. Mezclo una y otra vez, mientras nancy verifica la temperatura con el termómetro. Cuando alcanza los 26°4, estamos listos. Tomamos el molde (otro ítem básico de la calidad, importado de los grandes países chocolateros, con Suiza, Alemania y Francia a la cabeza) y con una manga descartable colocamos una gota de chocolate blanco en cada hueco. Una vez seco, llenamos todo con chocolate semiamargo y emprolijamos con una espátula. Unos golpes secos al molde aseguran que no queden huecos de aire dentro. Luego, damos vuelta el molde, para que caiga el sobrante y queden las paredes del molde bañadas.

FotoS de alFredo leiva

Simple y artesanal Una lenta espera, para dejar secar y entonces, sí, rellenar los bombones con una ganache de chocolate con avellanas picadas. Finalmente, pasamos nuevamente chocolate líquido, formando la base inferior del bombón. En cada paso, es necesario chequear la temperatura del templado y calentar o dejar enfriar, según lo que corresponda. Simple y artesanal. Esto mismo es lo que están haciendo, a más velocidad y con mejor resultado, en cada mesa de trabajo los distintos empleados de la fábrica. no hay grandes trucos ni amenazantes oompa Loompas escondidos; sólo el trabajo a conciencia. Antes de irnos, nos dan un regalo: los bombones que hicimos con nuestras propias manos. Y, también, una caja de ositos de chocolate blanco para mi hijo, que se va con la panza llena y el corazón contento.ß

Bebidas

Las catas a ciegas seducen a los amantes del vino Después del auge de las grandes ferias, ahora los aficionados se volcaron a disfrutar variedades en un ambiente contenido Sebastián A. Ríos LA nACion

“La inscripción la abrimos un viernes a la noche y el domingo ya estaba todo completo con más de 20 personas en lista de espera”, cuenta José Miranda, organizador del WineMDQ Malbec Tasting 2014, que se realizará el 9 de agosto en Mar del Plata. Algo similar le ocurrió a Francisco Rivero Segura, con la edición 2014 de su Desafío Federal, cata a ciegas realizada el 7 de junio y dedicada al cabernet sauvignon y cabernet franc: “En menos de 48 horas se agotaron todas las plazas, y llegó un momento en que dejé de anotar más gente en lista de espera para no generar falsas expectativas”, cuenta. Las catas de vino a puertas cerradas, que en contraposición con las habitualmente populosas ferias ofrecen un ambiente más distendido y cuidado para disfrutar del fruto de la vid, mueven a una cada vez más nutrida tribu de enófilos, que incluso no duda en subirse al auto o al avión para asistir siempre puntuales y bien predispuestos a estos encuentros en los que suelen compartir la mesa y el vino quienes lo beben, pero también quienes lo hacen. “Me gustan tanto las ferias de vino como los eventos cerrados, pero lo que me atrae de estos últimos es

la posibilidad de tener un contacto cercano con enólogos, comercializadores, blogueros, periodistas especializados, dueños de vinotecas o simplemente apasionados enófilos –dice Ángel Ramos, amante del vino y bloguero (@angelyvino)–. Esta pluralidad permite al público relacionarse y conocer otras opiniones sobre los vinos, desde distintos puntos de vista.” Con un número limitado de asistentes y el cuidado puesto en todos los detalles que hacen al servicio del vino, las catas cerradas brindan el mejor contexto para el disfrute, todos aspectos no menores para quienes han transitado previamente por las multitudinarias ferias de vinos. “A mí no me gustan las ferias, a las que voy más como una cuestión social que a probar vinos –dice Francisco Rivero Segura, organizador del Desafío Federal, pero también asiduo visitante a eventos de vino–. Creo que en las ferias no están dadas las condiciones y siempre vas a probar dos o tres cosas que te interesan, y muchas que no. Justamente, el Desafío busca ser una alternativa, donde a ciegas puedas probar una tanda importante de vinos, en buenas condiciones de copa, temperatura y servicio, y sobre todo sin empujones ni griterío.” El número de etiquetas por degustar es muy variable. En encuentros

Festivales para el paladar Jueves de Cata en Enogarage 7 de agosto, Bodega Mauricio Lorca; 14 de agosto, Bodega Cielo y Tierra; en Enogarage (Av. del Libertador 15, Vicente López): @Enogarage WineMDQ Malbec Tasting 2014 9 de agosto, Hotel Sainte Jeanne (Mar del Plata): @WineMDQTasting Etiquetas ocultas para concentrarse en el sabor chicos, generalmente enfocados a una bodega o a un determinado perfil de vinos (un terroir, por ejemplo), la velada puede transcurrir en torno a unos 5 a 8 vinos. En esos casos –de los que buenos ejemplos son las catas de los jueves del Enogarage o las que periódicamente realiza el periodista especialista en vinos Joaquín Hidalgo–, en los que generalmente la cata es conducida por un enólogo, un sommelier o un crítico, el interés está puesto en esa experiencia guiada y en lo que la pa-

Santiago Filipuzzi

labra del conocedor pueda aportar. Una propuestas bastante distinta son aquellos encuentros más grandes, que habitualmente reúnen de 50 a 100 enófilos, y en los que se catan por arriba de 60 vinos en una noche. En estos casos, la cata generalmente se realiza a ciegas y los participantes tienen la oportunidad de jugar a ser críticos por un rato, puntuando los vinos y debatiendo acerca de sus virtudes y sus defectos. “En esta oportunidad, WineMDQ va a ser una cata a ciegas de malbec, en la que la

Wine Home 13 de agosto, Casa Nieto Senetiner (Quintana 192, CABA): @nietosenetiner Premium Tasting 2014 14 y 15 de agosto, en el Hotel InterContinental (Mendoza): @PremiumTasting Vinos de la Cordillera 31 de octubre y 1° de noviembre, bodega SinFin (Maipú, Mendoza): @EChrabolowsky

gente probará vinos provenientes del norte al sur del país, y elegirá los que más le gustan –cuenta José Miranda–. Los que califican los vinos son gente que compra y consume esos vinos.” Con el paso de los años y de las ediciones, algunos eventos ya se han convertido en clásicos, cuya inminencia suele palparse –semanas, meses antes– en un fervor que se expresa en las redes sociales. Es el caso del encuentro Vinos de la Cordillera, que este año celebrará su décima edición del 31 de octubre al 1° de noviembre; esta cata a ciegas se realiza un año en Mendoza y otro en Santiago de Chile, y reúne a enólogos, periodistas, bodegueros y conocedores de distintos países para degustar 12 vinos argentinos y 12 chilenos, y elegir el mejor. “Este año serán 150 degustadores (hasta ahora el límite eran 100) de la Argentina, Chile e invitados especiales de los Estados Unidos, Francia, israel, España, Perú, Uruguay, Brasil, nueva Zelanda y Canadá”, cuenta Enrique Chrabolowsky, editor de vinos y espirituosas de Cuisine&Vins y coorganizador de Vinos de la Cordillera, junto a su colega trasandina Mariana Martínez. “no es probar los vinos lo que busco como objetivo fundamental –concluye Ángel Ramos–. Sí, me gusta probarlos, pero lo que más me interesa de estos encuentros es interactuar con personas de espíritu similar, llegar a contactarme con los hacedores del vino, con los que lo comercializan, escucharlos, aprender e interactuar con ellos.”ß