Marzo de 2016 | Vol.26 • No.3 | EL PERIÓDICO OFICIAL EN ESPAÑOL DE LA ARQUIDIÓCESIS DE LOS ÁNGELES | www.vida-nueva.com | GRATIS
“AL IGUAL QUE CRISTO TAMBIEN NOSOTROS CAMINEMOS EN UNA VIDA NUEVA” (ROM 6:4)
PAPA L’OSSERVATORE ROMANO
FRANCISCO
Su peregrinación dejó en México una huella de paz y misericordia
Reflexión del Arzobispo José H. Gomez sobre la visita del Santo Padre a Ciudad Juárez
2 EDITORIAL
Vida Nueva | Marzo de 2016
Reflexiones sobre la visita del Papa Francisco a Ciudad Juárez Por MONSEÑOR JOSÉ H. GOMEZ ARZOBISPO DE LOS ÁNGELES
L
a semana pasada tuve el privilegio de cruzar la frontera hacia México, y de concelebrar la Misa con nuestro Santo Padre, el Papa Francisco, en Ciudad Juárez. Esta Misa fue una estupenda y gozosa celebración de la vida y la esperanza. Fue uno de esos momentos en los que realmente se puede ver que la Iglesia es una hermosa familia. Asistieron varios miles de personas -sacerdotes y religiosos y una multitud de niños y familias- que viajaron ahí de todas partes de México para estar con nuestro Santo Padre. Fue ciertamente una semana muy emotiva para el Papa, en la que él se esforzó por llevar palabras de esperanza y misericordia a algunas de las personas más pobres y oprimidas de este hemisferio. Se veía profundamente conmovido por la tragedia humana de todos esos millones que sufren por la corrupción de sus líderes, de las bandas criminales, del tráfico de personas, de la violencia, pobreza e injusticia económica. Y la difícil situación de los inmigrantes y refugiados en México y Estados Unidos fue un tema constante a lo largo de la semana de peregrinación del Papa. La Misa en Ciudad Juárez destacó el drama provocado por los retos que enfrentamos actualmente a lo largo de nuestra frontera común con México. Es triste que la inmigración se haya convertido en un tema tan controvertido, tanto entre nuestros dos países, como en nuestra política nacional aquí en Estados Unidos. Es especialmente triste ver las divisiones entre los católicos estadounidenses, ya que la gran mayoría de nosotros somos hijos e hijas de inmigrantes. Para el Papa, y para todos nosotros que somos pastores de la Iglesia, la inmigración no es un tema político o económico; la inmigración tiene que ver con las personas. Y, en una medida cada
vez mayor, tiene que ver con los niños y con las familias. Es deber de una nación soberana tener fronteras seguras. Nadie discute eso. Pero el reto más profundo que enfrentamos en Estados Unidos es la manera de responder a los 11 millones de seres humanos que están viviendo dentro de nuestras fronteras sin documentos. En este momento parecen ser fichas humanas en un tablero en el que parecen formar parte de una permanente “clase inferior”. La mayoría de ellos han estado aquí durante mucho tiempo y están trabajando arduamente y contribuyendo a nuestra sociedad y a nuestra economía; pero no tienen derechos y viven en el temor constante de ser detenidos y deportados. Como cristianos tenemos que ayudar de alguna manera a estas personas, sin importar de dónde vengan ni cómo hayan llegado aquí. Son madres, padres, hijos, abuelos. Todos ellos son nuestros hermanos y hermanas. Durante la Misa en Ciudad Juárez, estuve orando por toda la familia de Dios de aquí, de Los Ángeles, y especialmente por nuestros hermanos y hermanas que se encuentran atrapados en nuestro defectuoso sistema de inmigración. Y durante esta celebración sentí la poderosa presencia del amor de Dios por nosotros. Fue una sensación real y verdadera de que Dios no nos deja, de que nunca nos abandona. Él es nuestra esperanza, y siempre está cerca de nosotros con sus tiernos cuidados y con su misericordia. Y está especialmente cercano a aquellos que son pobres y de los que sufren y están oprimidos. Desde que la Virgen de Guadalupe visitó por primera vez nuestros pueblos hace tanto tiempo, ésta ha sido siempre la experiencia de la Iglesia en el continente americano. Nuestra Santa Madre vino como la Madre de la Misericordia y nos trajo el don de la fe, el don de Jesús, el don de conocer la cercanía de Dios y su deseo de compartir nuestra
humanidad. El Papa dijo que la visita de la Virgen de Guadalupe fue el principio de una nueva civilización en las tierras de América; de una nueva civilización cristiana, nacida del encuentro entre las culturas española e indígena. Y mientras hablaba de los sufrimientos de las personas del continente americano, el Papa Francisco llamó a los asistentes -y nos llamó también a todos nosotros- a usar nuestros dones para continuar la misión de Nuestra Señora de Guadalupe. La Virgen le dio a San Juan Diego la misión de construir un “santuario para Dios”. Esa es nuestra misión también. Y es una misión continental. Estamos llamados a hacer de nuestro país y de todos los países del continente americano, un “santuario para Dios”. Construimos este “santuario” a través de nuestras obras de misericordia y de nuestros actos de amor. Lo construimos al caminar junto con nuestros hermanos y hermanas, llevando la luz del amor de Dios, de forma que resplandezca en nuestros hogares y vecindarios, en nuestras parroquias y escuelas, en pocas palabras, en todos los ámbitos de nuestra sociedad y de nuestra cultura. De modo que en este tiempo de Cuaresma, pensemos más acerca de cómo podemos ir en busca de los que se sienten solos y de los heridos, de los hambrientos y de los que no tienen un techo. Vayamos en busca de los que están olvidados y despreciados por nuestra sociedad: del prisionero del refugiado y del inmigrante. Este fin de semana, espero verlos a todos ustedes en el Congreso de Educación Religiosa. Y sigamos orando unos por otros. Oremos de este modo: Que nuestra Madre, la Virgen de Guadalupe, abra nuestros corazones al amor de Dios y nos ayude a amar como Jesús ama y a ser misericordiosos con los demás como Él es misericordioso con nosotros. VN
Vol. 26 • No.3 MARZO de 2016 CHAIRMAN:
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Al igual que lo hicieron los jovencitos en la Misa celebrada en su honor, el Arzobispo José H. Gomez encendió la luz de su teléfono celular como muestra de solidaridad con ellos.
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Un misionero de paz y misericordia El Papa Francisco renueva el mensaje de Nuestra Señora de Guadalupe en México Por J.D. LONG-GARCÍA
J.D. LONG-GARCÍA
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El Papa Francisco y obispos mexicanos en la Basílica de Guadalupe, en la cual prevalece la imagen de la Guadalupana. El Sumo Pontífice expresó su emoción por encontrarse por primera vez frente a la Virgen del Tepeyac, y poder cumplir su sueño de rezarle a solas, sin presiones ni compromisos.
IUDAD DE MÉXICO - César Coello Cruz vivió gran parte de la visita apostólica del Papa Francisco de la manera en que la mayoría de sus compatriotas lo hicieron en la televisión. El florista observó junto a sus clientes al Santo Padre interactuar con los niños en el Hospital Infantil Federico Gómez el 14 de febrero. Y el Día de San Valentín es un día ajetreado para los floristas de todas partes. “Es un Papa humano, humilde. Pero a través de su humildad él expresa su grandeza”, dijo Coello a The Tidings, la publicación en inglés de la Arquidiócesis de L.A. “Él llega a nosotros en un momento muy difícil en nuestra nación”. Las drogas y el tráfico humano son comunes en este país latinoamericano. Los estudios indican que más del 45 por ciento de la población vive por debajo del nivel de pobreza: más de 50 millones. “La gente habla de la miseria, la pobreza y el tráfico de drogas, pero eso no es México”, indicó Coello. “Creemos en el Señor y que la fe nos va a sacar adelante. Somos buenas personas; un pueblo trabajador”. El Papa Francisco viajó a varias partes de México durante su visita que se extendió del 12 al 17 de febrero. En la Ciudad de México se reunió con funcionarios del gobierno y obispos mexicanos. En Chiapas celebró la Misa y se reunió con indígenas católicos. En Morelia se reunió con los jóvenes. En Ciudad Juárez visitó una prisión, y celebró Misa en la frontera. En cada uno de sus discursos fue guiado por el mensaje de la Virgen de Guadalupe, cuyo santuario visitó en su primer día completo en la Ciudad de México. La Bendita Madre se le apareció a San Juan Diego en 1531 y le pidió que se construyera una Iglesia en su honor sobre la colina del Tepeyac. “San Juan Diego fue a ver al obispo y éste no le creyó porque el indígena pertenecía a una clase inferior, no hablaba muy bien el español, no contaba con educación ni tenía ningún tipo de influencia”, dijo el padre Manuel Dorantes, quien trabaja para la Oficina de prensa del Vaticano. “Era una persona humilde en términos de las medidas del mundo. Y se enfrenta a la Virgen y le ruega: “Por favor, envía a alguien más’”. En su idioma nativo Nahuatl, Juan Diego le rogó, describiéndose a sí mismo, como una persona demasiado común, sin grandes atributos, explicó el padre Dorantes. “Nuestra Señora le dice: ‘Comprende, Juan Diego, he encontrado que eres muy agradable ante mis ojos. Y yo quiero que seas el mensajero’”, continuó el sacerdote. PAPA FRANCISCO, Continúa en la página 12
12 REPORTAJE ESPECIAL PAPA FRANCISCO Viene de la página 11
Como prueba de su petición, Ella colocó rosas de Castilla en la tilma de San Juan Diego. Cuando el indígena llevó las rosas al obispo, la milagrosa imagen de la Virgen de Guadalupe quedó impresa en su ropa. “El Santo Padre viene a visitar al Juan Diego de la sociedad mexicana de 2016”, explicó el padre Dorantes. “Él les dirá: ‘El Señor está satisfecho contigo y tú serás de los mensajeros del Evangelio, de la esperanza, de la justicia para la sociedad mexicana’”. “Se siente suave, se siente bello que un Papa venga a esta nación”, expresó Miguel Ángel Salgado, un joven taxista que trabaja por las noches en la Ciudad de México. Él dijo ser católico, pero que no va a misa todos los domingos. Trabaja por las noches. Uno puede ganar más por la noche, dijo, porque hay menos tránsito. Cuando llega a su casa a las 5 a.m. toma una siesta corta antes de llevar a su hija de 6 años a la escuela. Descansa un poco más antes de recogerla a la 1 p.m. Y pasa la tarde con ella antes de irse a trabajar de nuevo a las 5 p.m. Le han robado a punta de pistola en tres ocasiones en los cinco años que ha estado conduciendo un taxi. Una vez le robaron su vehículo. Cuando lo recuperó, los ladrones le habían quitado los neumáticos. Salgado vive en Ecatepec, la villa donde el Padre Francisco celebró Misa para más de 300 mil asistentes, el 14 de febrero, en el Centro de Estudios de Ecatepec. Es una ciudad con un alto índice de criminalidad, contaminación y pobreza. El drenaje de una canaleta de la zona reveló cientos de huesos humanos y los restos de cinco hombres y 16 mujeres jóvenes, informa Radio Vaticano. Las mujeres se ven obligadas a ejercer la prostitución, y cuando se niegan, se les desfiguran sus rostros con ácido o desaparecen. “¿Con qué frecuencia experimentamos en nuestras propias vidas, o en nuestras propias familias, entre nuestros amigos o vecinos, el dolor que surge cuando no es reconocida la dignidad que llevamos dentro nuestro”, dijo el Papa en su homilía. “¿Cuántas veces hemos tenido que llorar y lamentarnos al darnos cuenta de que no hemos reconocido esta dignidad en otros?”, agregó. “¿Con qué frecuencia - y me duele decirlo - hemos sido ciegos e insensible al no reconocer la propia dignidad y la de los demás?”. Pero el Papa Francisco dejó un mensaje de esperanza, al referirse a la fragancia que dejó Nuestra Señora de Guadalupe, “que siempre ha estado ante nosotros con amor”. “Hoy los invito una vez más a estar en primera fila, en ser los primeros en todas las iniciativas que ayuden a hacer de esta tierra bendita de México, una tierra de oportunidades”, dijo su Santidad, “donde no haya necesidad de emigrar para poder soñar; no haya necesidad de ser explotado al querer trabajar; no haya necesidad de que la desesperación y la pobreza de muchos sea el oportunismo de unos pocos. Una tierra que no tendrá que llorar a hombres y mujeres, jóvenes y niños destruidos por las manos de los distribuidores de la muerte”. El Santo Padre llegó a México para llevar alegría, para reconfortar e inspirar esperanza, según el Padre José Félix Gar-
PAUL HARING/CNS
La Iglesia de las periferias
El Santo Padre llega al Estadio Víctor Manuel Reyna en Tuxtla Gutiérrez, México, para un encuentro con familias. En el animado estadio de fútbol, atiborrado de asiste para poner el amor en juego, que una sociedad enferma de aislamiento y habitualmente con miedo al amor’, dijo enfrente a familia que llegaron desde el sur de Méxi cía Benavente, profesor de la Universidad Pontificia de México. Los sitios que eligió para visitar - Ecatepec, Chiapas, Morelia, Ciudad Juárez - son los lugares donde históricamente han vivido los marginados de México. En Juárez, el Papa concelebró Misa con el Arzobispo José H. Gomez y varios otros obispos. Más de 25 mil han desaparecido en México, explicó el Padre García Benavente, muchos de ellos mujeres que fueron esclavas sexuales en Ciudad Juárez. “Él está recorriendo las periferias del centro de la catequesis”, dijo. “La Iglesia tiene que ir a las periferias”. El Santo Padre se reunió con los jóvenes el 16 de febrero en el Estadio José María Morelos y Pavón en Morelia, una ciudad conocida por tener el mayor índice de secuestros de México. La capital del estado de Michoacán,
Morelia, es donde el gobierno mexicano lanzó su guerra contra las drogas. La presencia militar mexicana, que comenzó en 2006 bajo el mando del Presidente Enrique Calderón, tenía la intención de resolver las tensiones entre los carteles de la droga, una cantidad cada vez mayor de robos y la prevalencia de laboratorios de metanfetamina. Los resultados han variado. “En Morelia se hallan muchas familias que han sido afectadas por la violencia. A menudo, cuando la gente pierde a seres queridos debido a la violencia, resulta muy difícil perdonar”, dijo el Padre Dorantes. “Pero el Santo Padre le está diciendo a las familias: ‘Ustedes puede mostrarnos el camino al perdón y la reconciliación. Nos pueden mostrar el camino a la justicia’”. Los indígenas de Chiapas son una comunidad que a menudo ha sido excluida en
México, según el Padre Dorantes, natural del Estado de México. “Hay algo muy erróneo en la sociedad mexicana cuando se acepta que en general, a menos que se nazca en la ciudad, la única manera de salir adelante es yéndose al ‘Norte’”, dijo. “No es suficiente castigar a las personas o dar advertencias, tenemos que hacer algo. ¿Por qué? Porque todos somos hijos e hijas de la Virgen de Guadalupe”, añadió el religioso.
La Cristiada
El 13 de febrero, el Presidente Enrique Peña Nieto le dio la bienvenida al Sumo Pontífice en el Palacio Nacional. Mientras que México ha recibido anteriormente la visita de seis Papas, cinco de San Juan Pablo II y una de Benedicto XVI, el Papa Francisco fue el primero en ser invitado al Palacio
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J.D. LONG-GARCÍA
Vida Nueva | Marzo de 2016
El Papa Francisco celebra Misa en la Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe ante 42 mil asistentes. Después de la homilía, les pidió que se sentaran en silencio para orar por la Santísima Virgen.
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Nacional. Más tarde ese día, el presidente Enrique Peña Nieto, junto al ex Presidente Felipe Calderón, también asistieron a la Misa celebrada por el Papa en la Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe. Al día siguiente, los medios de comunicación seculares llamaron a Peña Nieto, “el monaguillo del Papa”, señaló el Padre Dorantes. Después de la Revolución mexicana en la década de 1910, el gobierno confiscó tierras de la Iglesia que se habían utilizado para levantar escuelas y hospitales. Aunque no era la primera vez que el gobierno mexicano le quitaba propiedades a la Iglesia, esta vez fue parte del más grande esfuerzo anticatólico contra la influencia de la Iglesia en la sociedad mexicana. En 1926, el Presidente Elías Plutarco Calles obligó a cumplir las leyes anticlerica-
les enunciadas en la Constitución de 1917. Estas leyes prohibían la celebración de la Misa, pero muchos sacerdotes católicos no cooperaron. “Calles básicamente le preguntó a la gente: ‘¿Vas a ser mexicano primero o católico primero?’”, dijo el Padre Dorantes. “Y los católicos mexicanos eligieron que pagarían con sangre haber elegido ser católicos”. Los agentes del gobierno, haciendo cumplir las leyes, quemaron las Iglesias, acosaron a las monjas y asesinaron a innumerables católicos. Más de 250 mil fieles murieron durante “La Cristiada”, la guerra por la libertad religiosa que terminó en 1929. El recibimiento al Papa Francisco en el Palacio Nacional es un “punto de inflexión”, dijo el sacerdote. “El Papa es alguien que durante décadas ha sido puesto en duda por PAPA FRANCISCO, Continúa en la página 14
GUSTAVO CAMACHO, PRESIDENCY OF MEXICO VIA EPA
ol, atiborrado de asistentes, ofreció un discurso improvisado. ‘Prefiero una familia herida que hace esfuerzos diarios on desde el sur de México, cerca de Guatemala.
El Sumo Pontífice saluda a un niño con discapacidades y a su padre, cuando arriba al Aeropuerto Internacional Benito Juárez en la Ciudad de México. Miles lo esperaban para saludarlo, incluyendo al Presidente Enrique Peña Nieto y a la Primera Dama Angélica Rivera.
14 REPORTAJE ESPECIAL
L'OSSERVATORE ROMANO
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El Papa Francisco ofrece la homilía en la Misa del 14 de febrero para más de 300 mil seguidores, reunidos en el Centro de Estudios de Ecatepec, en las afueras de la capital.
a todos que se unieran a él sentándose tranquilamente antes de orar por la Santísima Virgen. Más de 40 mil - que habían bailado y gritado a su llegada- quedaron en total silencio. Al concluir la Misa, el Santo Padre -que le había pedido al pueblo de México permiso para rezar en privado ante la imagen de nuestra Señora de Guadalupe -entró a una pequeña habitación detrás del altar. Se sentó a rezar en privado ante la imagen por 28 minutos, según el Padre jesuita Federico Lombardi, portavoz del Vaticano. El Papa le llevó a la Sagrada Madre flores amarillas.
PAPA FRANCISCO Viene de la página 13
el gobierno mexicano”. El 14 de febrero, el Santo Padre se reunió con jesuitas de México. Ellos le entregaron una reliquia del Beato Miguel Agustín Pro, un sacerdote que recibió un disparo por celebrar Misa durante La Cristiada. Sus últimas palabras antes de ser ejecutado públicamente, fueron el grito de guerra de los cristeros: “¡Viva Cristo Rey!”. Las palabras en sí desafiaron las leyes de Calles al tiempo que afirmaban la primacía de Cristo. Momentos después de un anuncio que pedía a los presentes que permanecieran sentados antes de que comenzara la Misa papal en la Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe, un hombre gritó: “¡Qué viva Cristo Rey! ¡Que viva la Virgen de Guadalupe! ¡Que viva el Papa!”. La multitud abucheó un mensaje de video de la Basílica que interrumpió la transmisión en vivo del Papa en su papamóvil. Delia de Ada, una feligresa de la Iglesia San Patrick en North Hollywood, tenía un asiento muy bueno. Se sentó al lado de su amiga y compañera de parroquia, Silvia Baca, a las afueras del santuario, a la vista del Papa y de la tilma de San Juan Diego. Las dos salieron de la habitación de su hotel a las 7 a.m. para presenciar la Misa de las 5 de la tarde. “Afuera se armó un gran griterío. Incluso chillé como una adolescente. El júbilo fue impresionante”, dijo de Ada cuando el Papa llegó finalmente a la Plaza de la Basílica. “Todos estábamos llorando y gritando y felices de estar allí”. Ofelia Neri, una feligresa de la parroquia
Llevando el mensaje al pueblo
L'OSSERVATORE ROMANO
‘La Morenita’
El Sumo Pontífice celebra Misa con representantes de comunidades indígenas de Chiapas en San Cristóbal de Las Casas. Our Lady of the Miraculous Medal en Montebello, llegó a la Ciudad de México para estar con el Papa y rezar en el santuario de la Virgen de Guadalupe. “Espero conseguir una mayor motivación para vivir el Año Jubilar de la Misericordia”, dijo. Neri ya había visto a su Su Santidad durante un viaje a Estados Unidos, pero sintió el llamado para ir a México y presenciar allí esta visita. Más de 12 mil se reunieron dentro de la Basílica para la Misa papal, mientras que 30 mil participaron desde la plaza exterior. Cada año, alrededor de 20 millones de peregrinos visitan la imagen de Nuestra Señora de Guadalupe. Este 2016, el Papa Francisco fue uno de ellos. Dijo
que llegó a México como un “misionero y peregrino”, para “ver y ser visto” por nuestra Señora de Guadalupe. “Dios se acercó y todavía se acerca al sufrimiento, aunque de corazones resistentes, de tantas madres, padres y abuelos que han visto a sus hijos partir, perdiéndose e incluso cayendo en manos de criminales”, dijo el Papa en su homilía. “El Santuario de Dios es la vida de sus hijos, de todo el mundo en cualquier condición, especialmente de los jóvenes sin futuro que están expuestos a un sinfín de situaciones dolorosas y riesgosas, y los ancianos que están olvidados y fuera del alcance de la vista”, dijo. Después de la homilía, el Papa les pidió
“Él trajo el mensaje de la Virgen de Guadalupe a estas personas que se sienten excluidas; que sienten que no son lo suficientemente buenas, que sienten que no pueden participar, que no tienen nada para ofrecer”, dijo el Padre Dorantes. “Les dijo, ‘el Señor creará una nueva sociedad, va a renovar todo a través de ustedes’”. Guadalupe Tostado Garafe esperaba en el Paseo de la Reforma para ver pasar al Sumo Pontífice en su Papamóvil. Se estima que millones han visto al Papa de esta manera durante su visita apostólica a México. “Creemos en Jesucristo y en la Virgen María”, dijo. “El Papa es el representante de nuestra fe. Y es bienvenido aquí. Ésta es su casa”. En los alrededores, Fernando Gutiérrez sostenía en brazos a su hija de 3 años Fernanda. Dijo que él vino para que el Papa cubriera a su familia con su bendición. “Durante este tiempo de crisis, la visita del Papa es un momento de unidad”, dijo. “Con fe, todos podemos salir adelante”.VN
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En la frontera con nuestros hermanos y hermanas indocumentados Por CARDENAL ROGELIO MAHONY
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Nancy Wiechec / CNS
Del lado estadounidense de la frontera en El Paso, Texas, el Cardenal Rogelio Mahony, Arzobispo jubilado de Los Ángeles, fotografía a tres jovencitos detenidos por las autoridades migratorias, mientras el Santo Padre celebra una Misa.
Cardenal Rogelio Mahony
L PASO, frontera entre Estados Unidos y México - Cuando el 17 de febrero culminó la visita del Papa Francisco a México con una Misa en Ciudad Juárez, yo pude haber tenido el privilegio de cruzar la frontera y concelebrarla junto a él. En lugar de eso, sin embargo, opté por permanecer del lado de Texas y participar en esta histórica “liturgia de dos naciones”, junto a un gran número de indocumentados que no pudieron cruzar legalmente para unirse a nuestro Santo Padre. Pero pudieron presenciar el momento en el que el primer hijo de inmigrantes que se convirtió en Obispo de Roma, extendió su mano sobre el Río Grande para bendecirlos. Fue una experiencia sobrecogedora! Antes de ese memorable miércoles por la tarde, tuve la bendición de pasar tiempo con un gran número de jovencitos, “menores no acompañados”, que estaban allí presentes, - y que habían soportado semanas y meses de angustia, ataques, privaciones y amenazas para llegar a nuestro país. Me encontré con unos 40 de ellos en El Paso antes de que llegara el Papa. La mayoría era de Guatemala, Honduras y El Salvador. Eran muchachos de 16 a 22 años, pero todos parecían niños. Cuando les pedí que me contaran sus historias, me dijeron que sus padres los habían enviado solos en sus viajes, ya que las opciones de regresar a casa eran tan sombrías. Me dijeron que si ellos no se arriesgaban a buscar una nueva vida en otro lugar, serían obligados a unirse a bandas criminales de una u otra manera, y que tendrían que matar o lastimar a otros para sobrevivir en la pandilla. Es aterrador cuando el único futuro por delante sea entregarse al horror y a la traición de sembrar caos en la tierra natal. En lugar de eso, los padres de estos jovencitos fueron lo suficientemente fuertes como para obligarlos a abandonar todo lo que ellos conocen, y viajar “al norte” - al norte - con la esperanza de hallar algo mejor. Con gran sacrificio y pagando un montón de dinero - dinero fuera de su alcance - enviaron a sus hijos e hijas a través de la única ruta posible para llegar a Estados Unidos: la frontera entre Guatemala y México. Fue una gracia conmovedora encontrarme con estos jóvenes valientes, tener la oportunidad de conocerlos y escuchar sus historias. La única manera que les permitió sobrevivir en su travesía hacia el norte a través de México, fue juntándose con uno o dos más en el mismo viaje. Como me lo describieron, se convirtieron en compadres, hermanos y hermanas - en una travesía común - y soportaron increíbles obstáculos. Los líderes del cartel de la droga controlan la mayor parte del territorio por el que tienen que viajar, y fueron atacados, amenazados, humillados en cada milla del viaje - un viaje de muchas semanas. A menudo, y en más de un sentido, se enfrentaron a la muerte, ya sea por tratar de saltar a los trenes en movimiento o por falta de alimentos y agua. Pero la más frecuente y dolorosa razón por la que sus vidas estuvieron
El Papa Francisco caminó por la rampa hasta el santuario donde rezó por quienes han tratado de mejorar sus vidas al cruzar la frontera. en peligro fue la falta de alguien que se preocupara por ellos. Estos jóvenes no llegaron a nuestra frontera como delincuentes, sino como almas desesperadas e hijos de Dios. Todos vinieron a buscar un futuro libre de delincuencia, injusticia y esclavitud al convertirse en peones de un imperio que el Papa Francisco llama “esclavitud moderna”: los males gemelos de drogas y tráfico humano que están destruyendo incontables vidas y comunidades en
América Central. En el capítulo 25 del Evangelio de Mateo, Jesús nos dice que “cualquier cosa que hagas por aquellos hermanos más vulnerables, lo hiciste por mí”, y en la misma medida seremos juzgados. Hoy en día, lo que hacemos por estos muchachos y otros como ellos es lo que hacemos por el Señor mismo. Fue una bendición estar con estas hermanas y hermanos nuestros en la frontera, al alcance de la vista de la últi-
ma Misa del Papa en México. Es posible que hayamos sido divididos físicamente de Juárez por el patético Río Grande, vigilado en todas partes por los oficiales de la frontera, pero algo que ningún obstáculo humano puede restringir -es la Eucaristía y el amor de Cristo- y en eso todos fuimos uno. Cuando el Papa Francisco caminó por la rampa hasta el santuario y rezó piadosamente por aquellos que han tratado de mejorar sus vidas al cruzar la frontera, estos jóvenes sólo podían ver la escena a través de la barda. Una foto cuenta la historia -la exclusión y la distancia que representa es poderosa. Es el signo y la historia de lo que el Santo Padre ha denominado “una globalización de la indiferencia”. Pero al mismo tiempo, otra imagen habló de la esperanza que puede superarla: tres de estos muchachos ofrecieron un saludo y un intercambio de fraternidad desde el Norte hacia el Sur. En esto vemos el recordatorio constante del Papa de que todos somos hermanos y hermanas en Jesucristo, y que - tanto como Iglesia y sociedad - se nos ha confiado la misión del Señor, “no se trata de construir muros, sino de derribarlos”, expresó durante su visita a Estados Unidos el año pasado. Volví a Los Ángeles con un entusiasmo renovado de recorrer el camino de la paz, la fraternidad y el bienestar de todos nuestros hermanos y hermanas que han sufrido, y que ahora están soportando las bardas que nos separan. Que el Señor y la Virgen de Guadalupe, Madre de América, nos bendiga y fortalezca en nuestra tarea. VN