Sociedades vigiladas en la era de la hiperconectividad

espió a los delegados de la cumbre del G-20 en Londres en 2009, entre los que estaba la .... Washington Post, hay otros 50 si- tios que rastrean lo que se hace ...
2MB Größe 13 Downloads 69 vistas
enfoques | 5

| Domingo 14 De julio De 2013

ideas en marcha

publicaciones

Ariel Wilkis, los usos sociales del dinero Edad: 37 años Perfil: doctor en Sociología, investigador del Conicet, docente y director de la carrera de Sociología en la Unsam Su tema: sociología del dinero

Quienes se dedican a estudiar a los sectores populares suelen repetir sus vías de entrada: la pobreza, la acción colectiva, la religión, el clientelismo. Sostiene Ariel Wilkis que hay otra puerta de acceso, que es a la vez un transporte privilegiado para recorrer las distintas esferas del mundo popu-

lar: el dinero, los múltiples significados que se le atribuyen entre los más pobres y las fronteras morales que definen su circulación. En sus indagaciones en barrios relegados de la ciudad de Buenos Aires y en villas de La Matanza, entre 2006 y 2011, Wilkis reconstruyó “cómo el dinero circula entre y hacia las clases populares, por dentro y fuera de la vida familiar y de los barrios relegados, en redes políticas y religiosas, en transacciones mercantiles y no mercantiles, y en el marco de actividades

económicas lícitas e ilícitas”, según relata. Así, identificó el dinero donado, militado, sacrificado, prestado y ganado, por ejemplo, cada uno con sus connotaciones morales, a la vez insertos en transformaciones económicas locales y transnacionales. “Desde mediados de los 90, ha habido una transformación del mundo popular y su relación con el dinero. Se suele ver a los pobres desfinanciados y desmonetizados, pero creo que es erróneo. Existe una nueva infraestructura monetaria del mundo popular, con las políticas de transferencia de di-

La época del neodesarrollismo nero, los instrumentos de crédito y las redes de comercialización como La Salada”, describe. Wilkis, que co-coordina el Centro de Estudios Sociales de la Economía (Idaes-Unsam) recorrió el mundo familiar, religioso y político de esos barrios relegados, e incorporó en cada uno el mundo mercantil. Sus indagaciones se publicarán en el libro La sospecha del dinero. Moral y economía en el mundo popular (Paidós). Por ahora, le gusta citar uno de sus hallazgos: “Se puede hacer una sociología del mundo popular sin poner el peronismo primero”, dice.ß Raquel San Martín

Título: El rescate del Estado Autor: Flavio Gaitán Editorial: Capital Intelectual

Una reflexión sobre un nuevo modelo en la relación Estado-mercado en América latina –un orden que se ha llamado “posneoliberal” o “neodesarrollista”–, que analiza las capacidades estatales, la política y la solidez institucional como condiciones para el desarrollo.

Trata de personas en la agenda Título: Sociales en Debate Editorial: Facultad de Ciencias Sociales de la UBA

Un nuevo título de la colección “Sociales en Debate” aborda la trata de personas; la vincula con las migraciones, el trabajo precario e informal y la explotación sexual, y analiza los marcos legales y las políticas públicas contra este delito en la Argentina.

espionaje global

Lobos, corderos y una herramienta para distinguirlos Las revelaciones sobre la vigilancia norteamericana en varios países invitan a revisar la idea de inteligencia estratégica y su alcance en el Sur Mariano Turzi PArA LA nACIon

e

l espionaje es la colección de información –privada, sensible, clasificada– con miras a obtener una ventaja estratégica sobre el enemigo (militar), el rival (político) o el competidor (económico/empresarial). Estas técnicas no son nuevas ni exclusivas de las grandes potencias. Muchas de las acciones en el portafolio de las agencias de inteligencia pueden ser consideradas moralmente reprochables, políticamente intrusivas o legalmente inadmisibles. Pero –por razones que van desde la naturaleza humana hasta la seguridad nacional– las actividades de inteligencia son un dato ineludible de las relaciones contemporáneas entre los Estados. Son herramientas del proceder internacional y como tales no pueden ser ignoradas. Francia, España, Portugal e Italia denegaron espacio aéreo al avión del presidente boliviano, Evo Morales, que fue posteriormente retenido en el aeropuerto de Viena al sospechar que transportaba a Edward Snowden, el ex empleado de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) y de la Agencia de Seguridad nacional (nSA) que confirmó la existencia del programa global de vigilancia electrónica clandestino (Prism). La red Echelon hace tiempo que se ha convertido en la mayor red de intercambio de información, espionaje y análisis de la historia entre Estados Unidos, reino Unido, Canadá, Australia y nueva Zelanda. Mientras Estados Unidos espía al mundo, los europeos –más modestos y autorreferenciales– se espían sus propios ombligos. Francia tiene su propio sistema de espionaje masivo, a través de supercomputadoras en la Dirección General de la Seguridad Exterior (DGSE) en París, que escruta millones de llamadas de teléfono, correos electrónicos, cuentas de redes sociales y mensajes de teléfonos celulares. El Cuartel General de Comunicaciones del gobierno británico (GCHQ) puede escuchar 600 millones de llamadas por día y almacenar durante 30 días el contenido de correos electrónicos. Uno de los documentos revela cómo el GCHQ espió a los delegados de la cumbre del G-20 en Londres en 2009, entre los que estaba la presidenta Cristina Fernández de Kirchner. La “guerra contra el terrorismo” no puede ser excusa para la violación de derechos privados ni libertades individuales por parte de Estados Unidos. Pero mientras la Presidenta dice sentir frío en la espalda por el espionaje “desde el norte”, no parece tener ninguna aprensión ante el espionaje en el Sur. El presupuesto del Ejército argentino para “inteligencia estratégica” es el mayor en treinta años de democracia. Los fondos de la Jefatura II de Inteligencia del

Ejército aumentaron 131% entre 2008 y 2012, alcanzando más de la mitad del presupuesto de la Secretaría de Inteligencia y más que todo el aparato de inteligencia de las fuerzas de seguridad federales que dependen del Ministerio de Seguridad combinadas (Policía Federal, Gendarmería, Prefectura, y Policía de Seguridad Aeroportuaria). ¿Es decir entonces que Sudamérica no es una zona de paz y se hace inteligencia con los vecinos? no podría ser espionaje interno, ya que la ley de inteligencia lo prohíbe. Es crítico despejar dudas a través de una acción efectiva y transparente de la Comisión Bicameral de Seguimiento de Actividades de Inteligencia del Congreso. El ciberespacio político El espionaje clásico es solamente una parte de la inteligencia. La Humint –inteligencia derivada de la información recogida o proporcionada por fuentes humanas– es la epitomizada por James Bond durante la Guerra Fría. Pero en el mundo multipolar, globalizado e hiperconectado de la posguerra fría, cada vez cobran más importancia las capacidades de Sigint (inteligencia “de señales”, intercepción de comunicaciones electrónicas). El ejemplo más claro está en la diferencia entre los espías de la “vieja escuela” rusa frente a la “nueva escuela” de los ciberespías y hackers chinos. A medida que el ciberespacio crece, también se militariza rápidamente. En mayo de 2010, el Pentágono abrió una nueva rama de operaciones al inaugurar el Uscybercom, con el objetivo específico de prepararse para la “guerra de red”. El ciberespacio es el nuevo ámbito de interacción global y su control, un nuevo recurso de poder. La seguridad nacional puede ahora verse comprometida en el mundo real o en el virtual. Más que rasgarse las vestiduras con acusaciones de hipocresía, deberíamos preguntarnos por nuestro propio sistema de inteligencia nacional. ¿Qué agencias del Estado hacen inteligencia y con qué fines y objetivos? ¿Cuentan con los recursos humanos, técnicos y financieros necesarios para ser efectivos? ¿Se utilizan en beneficio del interés nacional o para tareas más oportunistas que estratégicas? ¿Contamos con ese saber para servir al interés nacional o para defendernos de quienes quieren obtener sobre nosotros una ventaja ilegal o ilegítima? En un mundo en cambiante distribución de poder, de competencia creciente y ambigüedades omnipresentes, con enemigos difusos y amenazas multidimensionales, la inteligencia estratégica constituye una herramienta analítica y prospectiva irrenunciable para los países emergentes. En el Consejo nacional de Inteligencia (nIC) de los Estados Unidos, la academia y los sectores público y privado convergen en análisis de largo plazo, imaginando escenarios posibles y diseñando medidas de precaución y respuestas de contingencia. En la política internacional de los grandes poderes, espionaje y política exterior siempre han estado imbricados. En un mundo de lobos con piel de cordero, la inteligencia enseña que los que más pierden no son los lobos o los corderos, sino quienes no saben distinguirlos. ß El autor es profesor del Departamento de Ciencia Política y Estudios Internacionales de la Universidad Torcuato Di Tella

Sociedades vigiladas en la era de la hiperconectividad En nombre de la seguridad nacional o en busca de rédito económico, la actividad de los ciudadanos en la Red se ha convertido en un bien transable, en colisión con el derecho a la privacidad, que en el país permanece en un vacío legal Lorena Oliva LA nACIon

C

omo si se tratara de incidentes lejanos, tan lejanos que se nos vuelven ajenos, las filtraciones de espionaje internacional –como el de WikiLeaks o, más recientemente, las revelaciones de Edward Snowden sobre los programas de vigilancia generalizados en los Estados Unidos– no escandalizan ni mucho menos preocupan a la opinión pública argentina. Lo cierto es que, lejos de tratarse de una trama de ficción, la vigilancia entre gobiernos e, incluso, desde el Estado hacia sus ciudadanos, es una práctica extendida en sociedades modernas como la nuestra. Y no sólo por los gobiernos, que suelen ampararse en supuestas necesidades de seguridad nacional, sino también por empresas privadas que los utilizan con fines comerciales. Ejemplos sobran. Desde la información personal que debe suministrarse para obtener la tarjeta SUBE –que, por otra parte, proporciona al Gobierno información acerca de nuestros desplazamientos–, pasando por la cada vez más creciente bancarización online, o por la cantidad de información que ingenuamente brindamos para participar de sorteos u obtener tarjetas de descuento en el supermercado. “La protección de los datos personales se convirtió en un bien transable en las sociedades modernas. Si bien decimos que nos preocupa la invasión a la privacidad, permanentemente transaccionamos nuestro espacio personal. Y a veces, apenas por monedas. Lo canjeamos por puntos para comprarnos una tostadora”, se lamenta Enrique Chaparro, presidente de la Fundación Vía Libre que, junto con la Asociación por

los Derechos Civiles (ADC) y Flacso, organizó la semana pasada un debate titulado: “Vidas vigiladas. De los servicios web a los servicios de inteligencia”. “Asumimos que las tecnologías de la información poseen mecanismos para proteger nuestra intimidad –continúa el especialista–, pero en general lo que sucede es lo contrario. Si antiguamente, como hemos visto en tantas películas, la operadora telefónica era capaz de interceptar las comunicaciones en forma manual, ¿por qué pensar que ahora, que ya no está la operadora, esas prácticas no siguen existiendo?” Con frecuencia, los ciudadanos suponemos que las innovaciones tecnológicas como Internet cuentan con dispositivos capaces de garantizar el derecho a la intimidad. Pero, mal que nos pese, Internet no fue pensado para eso. Cualquier parche adicional para proteger la privacidad de los usuarios es apenas eso: un parche. Por esta razón, lo que los especialistas aconsejan, en este punto, es no perder de vista que nadie mejor que nosotros para mantener lo que consideramos íntimo, privado, a salvo de cualquier instancia de control o vigilancia. “Tenemos que recuperar la idea de privacidad. Eso es clave para el desarrollo de nuestra autonomía. De la misma manera, tenemos que interiorizarnos más acerca de los sistemas de vigilancia presentes en nuestra sociedad”, apunta ramiro Álvarez Ugarte, abogado y director del área de Acceso a la Información de la ADC. De acuerdo con las revelaciones de la semana última, nuestro país fue víctima de espionaje por parte de otros países, como Estados Unidos e Inglaterra. Durante las celebraciones por el Día de la Independencia, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner se refirió al asunto. “Me corre frío por la espalda

cuando nos enteramos que nos están espiando a todos a través de sus servicios de informaciones”, sostuvo durante el acto, en Tucumán. Pero así como, a nivel nacional, al parecer no contamos con suficientes garantías para evitar el espionaje de terceros, tampoco nosotros, como ciudadanos, tenemos lo suficientemente garantizado nuestro derecho a la privacidad. Desprotegidos En términos normativos, contamos con la ley 25.326 de protección de datos personales, aunque su aplicación deja bastante que desear. La Dirección nacional de Protección de Datos Personales, órgano de control establecido por esa ley, sólo puede controlar las bases de datos federales. Por otra parte, la ley 26.032 enmarca todo lo que ocurre en Internet dentro de la libertad de expresión. “Hay un dilema acerca de si los buscadores de Internet se pueden considerar bases de datos personales. Los que trabajamos en estos temas creemos que sí lo son, pero no hay jurisprudencia uniforme”, analiza la abogada Violeta Paulero, también docente del curso de Posgrado en Protección de Datos Personales de Flacso, quien trabajó en la Dirección nacional de Datos Personales. La comercialización de bases de datos personales sin el consen-

La conducta en línea se recolecta y se vende porque permite predecir actitudes de compra

timiento de los afectados es una actividad que no está regulada, ni mucho menos prohibida, según informó la especialista durante el encuentro. Tampoco existe garantía alguna frente a lo que el Estado hace con la información que obtiene de nosotros. “Debemos informarnos y educarnos sobre los límites de la legislación”, recomienda Paulero. Mientras la vida transcurre cada vez más en la arena virtual, los reparos acerca de lo que allí decimos y mostramos van en sentido contrario. Prueba de ello es el vínculo que muchos usuarios tienen con las redes sociales, especialmente en Facebook. Álvarez Ugarte reconoce que, entre sus contactos en la red social, hay quienes, por poco, escriben en sus muros no sólo que se están yendo de viaje, sino también que dejan la llave debajo de la alfombra de la puerta. “En todo este tema, hay dos narrativas enfrentadas: la de la seguridad nacional frente al derecho a la intimidad. En nombre de la seguridad nacional, el Estado recolecta información de los ciudadanos. Pero hay un riesgo en no saber cómo la recolecta y para qué la usa. Lo cierto es que cuando nosotros señalamos este tipo de cosas, generalmente se piensa que se trata de riesgos abstractos”, reconoce. Pero aún los usuarios más cautos no están exentos de ser observados. “Cuando ingresamos en un sitio web, por ejemplo, al del diario Washington Post, hay otros 50 sitios que rastrean lo que se hace en él. El comportamiento en línea se ha convertido en un bien económico que se recolecta y se vende porque, se supone, permite predecir actitudes de compra”, explica Chaparro, de Vía Libre. ¿Cómo poner un límite al fisgoneo permanente cuando, por otra parte, es tan poco lo que sabemos de él? “Las onG que trabajamos estos temas nos enfrentamos ahora al desafío de comenzar a tener incidencia concreta –reconoce Álvarez Ugarte–. Sería muy saludable, por ejemplo, contar con una figura similar a la del defensor del Pueblo, pero que defienda nuestra privacidad.”ß Twitter @looliva