setecientos treinta días, más o menos. las vidas de julio

encontraba allí, enfrente del mostrador, comprando una rosa roja. ... -Qué rosa tan bonita. Está enamorado ¿Verdad? Desde el segundo piso le había acompañado la imagen de aquella primera mañana. Subía al quinto piso para entregar una carta ...... Carmina, que con sus palabras, como un mago, esparció multitud de.
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SETECIENTOS TREINTA DÍAS, MÁS O MENOS. LAS VIDAS DE JULIO.

Luis Miguel Morales Peinado

El Tiempo de Román http://lasombradelashoras.blogspot.com.es/

¿Un par de años? Parece ser que son setecientos treinta días, salvo que te caiga un año bisiesto encima, claro. Entonces serían setecientos treinta y un días. En el caso que nos ocupa, mi blog, no es así. Los años 2012 y 2013 han sido normalitos, de los de trescientos sesenta y cinco. Aunque para mí, por un lado, juraría que se han hecho bastante más cortos que ese kilometraje y, por otro, la sensación que tengo al recopilar parte de lo escrito es que han transcurrido siglos. Los que habéis seguido mi bitácora sabéis de mis problemas con el tiempo y no os pillará de sorpresa, ¿verdad? Quizá sea el nombre del blog uno de los culpables de tamaño desatino mío con las horas: El Tiempo de Román. ¿Por qué El Tiempo de Román? Porque Román fue el seudónimo que elegí (o fue él el que me eligió a mí, no lo tengo claro) para enviar mi relato El tiempo a la X edición del Certamen de Narrativa Corta “CARMEN MARTÍN GAITE” en el año 2010 y con el que me correspondió el enorme honor de ganar el primer premio y así convencerme de que las letras (y su colocación más o menos acertada sobre un folio) y yo habíamos entablado una gran amistad que jamás abandonaríamos ni abandonaremos. Además, Román es mi tercer apellido y es evidente que el que me lo regaló sobre el

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certificado de nacimiento echó en su día una manita y tenía que agradecérselo. No quiero que esta introducción sea muy extensa. Como siempre me ocurre, prefiero que hablen mis personajes por mí, tienen más claro que yo lo que quiero contaros. Y por eso he querido comenzar estas hojas, que resumen de alguna manera mis dos años de blog, por el personaje que más tiempo ha transitado por sus páginas virtuales: Julio. Tampoco os voy a dar una explicación del porqué de que esto ocurriese así, de que Julio apareciese de pronto y nos contase sus vidas, sus historias. No puedo: yo tampoco tengo ni idea… Los dos primeros relatos no tienen a Julio de protagonista (aún no nos conocíamos) aunque perfectamente hubiese podido ser así, pero fueron los primeros que aparecieron por el blog y por eso os los traigo por aquí. Solo me queda deciros que, por si os apetece leer los comentarios o dejarme alguno nuevo en las entradas del blog, os dejo el enlace a cada una de ellas bajo el título de los relatos. Estaré encantado de leeros y entrar en diálogo con vosotros si así lo deseáis. ¡Ah!, lo último antes de la lectura, una palabra que es muy necesaria en este mundo de la red: ¡Gracias!

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¡BUENOS DÍAS, RADIOYENTES! http://lasombradelashoras.blogspot.com.es/2011/10/buenos-dias-radioyentes.html

“¡Buenos días, radioyentes! Son las siete horas y veinte minutos de esta espléndida y primeriza mañana de primavera. ¿Qué hacéis aún en la cama? ¡Vamos, despertaos! Que días como este hay que disfrutarlos desde el primer rayo de sol. Y qué mejor complemento para este momento idílico que nuestra entrañable Lorena y sus inmortales boleros…” -¡Vaya! Anoche debí de poner mal la hora. No tuve más remedio que levantarme. Después de lo pesado que se ponía mi locutor favorito, no creí que fuera lo más conveniente llevarle la contraria. Mi fiel Pipo no me hizo mucho caso. Y tenía sus razones para ello: normalmente hasta un rato más tarde no estaba yo en pie y debió de pensar que mi próstata me empezaba a fallar. Acaricié su lomo, me saludó con un ligero roce de su rabo sobre mi pie descalzo y siguió tumbado. Dudé entre abrir la ventana y dar la bienvenida a ese sol del que tanta propaganda estaba haciendo mi radio despertador o darle a mi cara un buen chapuzón en agua fría. Decidí que lo mejor era lo segundo. -Ahora ya puedes enfrentarte a tu primer rayo de sol del día. 4

Descorrí las cortinas, abrí de par en par la ventana y sentí su templado contacto sobre mis mejillas, junto a una suave y fresca brisa. Después, como todas las mañanas, me llevé el transistor al baño, lo coloqué sobre la banqueta y descorrí la puerta de la mampara de la ducha. Esa mañana me apetecía sentir el agua algo más fresquita que de costumbre. -¡La donna è mobile…! “¡Me encantan esos gorgoritos! Pero creo que ya va siendo hora de que penséis en el reloj. ¡Se os está haciendo tarde! Mientras, deleitaos con la última de Saphira. Que eso sí que es cantar… “ Decididamente, no era Pavarotti, por lo que pensé que mejor sería escuchar a Saphira y dejar de martirizar a mis vecinos. “Bien. ¿Ya estáis bien aseaditos, perezosos? Sí, veo que sí. Y además… ¡Qué bien huele ese cafelito recién hecho!” Sí, olía bien. Hasta Pipo se decidió a levantarse y comenzó a dedicarme un día más sus característicos bostezos. Y a continuación sus interesados lamentos. Su instinto no entendía de cafés, pero sí de bizcochos. Y si eran de chocolate, mejor. Oí como terminaba de recoger con su lengua la última miguilla hasta dejar reluciente la baldosa de la cocina. -Bueno, Pipo. Habrá que vestirse, ¿no? Noté el ligero roce de su lomo acariciándome la pantorrilla, antes de dejarse caer sobre la alfombra. -Vale, mientras me visto te dejo que hagas la digestión…

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“Y ahora, mientras os termináis de preparar para salir al mundo y ser los más guapos y perfumados de la ciudad, os dejo un rato con las noticias de las ocho. ¡Vuelvo a estar con vosotros en cinco minutos! ¿Podréis resistirlo?” -Es evidente que anoche no tuve mi mejor momento, primero la hora para despertarme, y ahora, ¿dónde dejaría el móvil? ¡Si debería estar sobre la mesilla! Lo encontré, tampoco era tan difícil, ni sobre la mesilla, ni en el primer cajón. Pero sí en el segundo. Mientras escuchaba la enésima pelea entre políticos me fui calzando los zapatos. “Hoy tendremos una temperatura máxima de veinte grados y un cielo completamente despejado.” Me terminé de poner la americana y guardé el móvil, con sus imprescindibles auriculares, en el bolsillo derecho. Recogí el arnés y se lo coloqué a Pipo, que, como siempre, me regaló un lametazo en la mano. Luego, el bastón y las llaves. -Un día de estos tendré que cambiar el bastón, cuesta un poco desplegarlo del todo. Cerré la puerta, introduje en mi oído derecho el auricular, sintonicé la radio y nos dirigimos al ascensor. “¡Ah! ¡Y no olvidéis cerrar bien la puerta! Que luego, cuando vuelve uno a casa, se puede encontrar con desagradables sorpresas. Y, ahora, os seguiremos regalando nuestra mejor música.”

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FACEBOOK.ES http://lasombradelashoras.blogspot.com.es/2011/10/facebookes.html

¡Joder! ¡Qué susto me he llevado! ¿Quién coño habrá sido el graciosillo? Voy a salirme y vuelvo a entrar… < lolope1968 > < ******** > Nada, aquí sigue estando. Esto lo ha hecho ella, seguro. La muy… Debí cambiar la contraseña. Mira que lo pensé. ¡Qué más querrá! Me echó de nuestra casa y se ha quedado con los niños ¿y también quiere apropiarse de mi facebook? Ahora que, ¡la bromita! Siempre me dijo que le encantaba mi foto del perfil. Claro, que eso era cuando me llamaba Lolito. Cuando me empezó a llamar Manuel no recuerdo haberla oído decir nada sobre mi foto. ¡Ey! ¡Un mensaje! < Siempre te querremos, siempre recordaremos tu sonrisa y tú siempre vivirás entre nosotros > ¡Joder! ¡Qué dicen! Esto sí que no lo esperaba. De ellos no. ¡Si cuando me acompañaron al abogado me juraron que siempre estarían conmigo, que yo era su amigo! ¡Y ahora se alían con ella! Estoy soñando, estoy soñando. No puede ser cierto. ¡Tranquilízate, Lolo! 7

A ver. Veamos. Sí, les respondo, les respondo. < ¡Qué simpáticos! No puedo creérmelo, primero, el lacito negro en el lugar de la foto de mi perfil y luego el mensaje… Y yo que os tenía por unos verdaderos amigos, los mejores. Esta broma es de muy mal gusto. Espero que lo que os haya ofrecido ella sea muy interesante. ¡Capullos! > He sido muy suave, se merecían más… ¡Otro mensaje! ¡Mi hermana! < Cuando me dijeron que no iban a cerrar tu cuenta pensé que no podría dejarte ningún mensaje, pero esta mañana, durante el entierro, sentí la necesidad de que las últimas palabras hacia ti quedasen para que cualquiera de nosotros, de nuestra gente y de tu gente, pudiera leerlas. Quiero contarte… > ¡No! ¡No! ¡No! Pero… ¿qué dices? ¿Tú también? ¿Es que os estáis volviendo todos locos? ¡Ah, ya entiendo!, ¡ya entiendo! Es una trampa. Me estáis grabando. Tengo que encontrar la cámara. Allí, encima de las estanterías. No, no, en la lámpara. Sí, sí... Pues…, ¡aquí no está! El lacito negro, con lo guapo que estaba yo en mi perfil. Cuando encuentre la maldita cámara y acabe con vuestro macabro juego ya volveré a poner la foto. Aún no puedo creerlo, hermana, tú también… ¿Dónde está la foto de nuestra boda? ¡Ah, claro! La habrá tirado a la basura. ¡Qué guapos están en la foto de la primera comunión de Miriam! A la tuya, Pablo, no pude ir. No pude, te lo prometo. Pero, pero… ¿qué hago yo aquí?, ¿qué hago yo en la habitación de Pablo?, ¿qué hago yo en el ordenador de Pablo?

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Otra vez, vamos, respira, respira hondo. Ahora, abre los ojos despacio. Sin prisa, inspira una vez más. Vas a volver a ver tus posters, la foto de tus niños, la foto de ella, esa que le hiciste en la sierra, con el piolet. ¡Estaba guapísima! Tu habitación. Ahora, ahora... ¡Dios! Sigo aquí ¡y la puerta se está abriendo!… ¡Pablo! ¡Pablo! ¡Eres tú! ¡Cómo has crecido! ¿Y esa cresta? Tu madre, como siempre, permitiéndotelo todo. Si hubiese yo estado aquí con vosotros no te lo habría consentido, eres demasiado pequeño para llevar esos pelos. Sí, ya sé que es la moda, pero… ¿No me dices nada? ¡Soy tu padre! ¡Mírame! ¡Qué bien te queda ese traje! ¡Qué guapo! Cómo hubiese querido yo tener un traje de esos a tu edad, con ese color gris marengo. ¡Y qué chulo estás con la corbata! Seguro que habéis tenido fiesta en el colegio. Un poco serio, quizá. Bueno, jugando a ser mayor. Te entiendo. ¿Qué haces? ¿Por qué apagas el ordenador? ¡Pero dime algo! ¡No te vayas! ¿Es que ya no te acuerdas de mí? Soy tu padre, ¡Pablo, soy tu padre! ¡Pablo! No sé, no sé lo que me está pasando. Ayer tuve un día muy ajetreado, sí, eso es lo que me pasa, que estoy muy cansado. Fíjate, no recuerdo si al final pude llegar a la comida con ese franchute. Estaba en juego el futuro de la empresa, sí, ¿y qué pasó? Yo creo que llegué, recuerdo que apreté el acelerador a fondo…Voy a dormir un poco y luego echaré un vistazo al facebook, seguro que tengo algún mensaje suyo. El caso es que sueño no tengo. No. Tampoco me encuentro muy cansado. No. La verdad es que no sé… ¡Joder!, ¿y cuál es la contraseña del ordenador de Pablo? Va…, fijo que volverá a entrar. Cuando regrese, se la pido.

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LAS VIDAS DE JULIO

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ANIVERSARIO http://lasombradelashoras.blogspot.com.es/2011/11/mi-primer-aniversario.html

Soy un difunto. Hoy hace justo un año que soy un difunto. No os voy a relatar cómo fue mi muerte, no viene a cuento. Solo quiero que sepáis lo que de verdad os interesa conocer para cuando lleguéis adonde estoy yo. Al menos eso era lo que me inquietaba a mí y pienso que será vuestra mayor preocupación. No hagáis caso de las patrañas que se inventan los que se llaman médiums, ni de las fantasías redentoras de vuestras religiones, es todo mentira lo que dicen, aquí no ocurre nada de lo que os quieren dar por cierto. Porque aquí no ocurre nada, nada, no existen los espíritus, aquí no hay nadie. En este año que llevo muerto no he conocido a nadie, ni a ningún Dios, ni a ningún Demonio, ni me ha recibido ningún San Pedro, ni he estado en el purgatorio, ni he vuelto a abrazar a mis seres queridos que habían muerto antes que yo. Nada de nada. Ni sé si estoy en la oscuridad o en la claridad infinita, no siento nada, no veo nada, ni os veo a vosotros ahí, ¿abajo? Ni puedo defenderos de los peligros que os acechan de continuo en vuestro mundo. Las flores que, seguro, dejáis sobre mi tumba, nunca las he olido. Las lágrimas que derramáis sobre ella nunca me han mojado. Sé que lo que os digo os causará desasosiego, 11

pero creo que es mejor que lo sepáis, que no sigáis engañados, esperanzados en una nueva vida más allá. Ya nada más me queda que despedirme de vosotros para siempre, no merece la pena agobiaros con mis cuitas, seguid vuestro camino, al fin y al cabo comprendo que no creáis nada de lo que acabo de escribiros, ni yo mismo lo hago. Ya os lo he dicho, no existen los espíritus.

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CARTA A UN MENDIGO http://lasombradelashoras.blogspot.com.es/2011/11/carta-un-mendigo-al-pasarte-miro-de.html

Al pasar te miro de reojo. Tus labios, en continuo movimiento, dejan salir de la boca palabras, silbidos, simplemente aire. Todavía no he llegado a adivinar de dónde provienes, de Portugal, de Brasil, quizá de Mozambique. La otra tarde estabas ahí sentado, con los pelos totalmente revueltos y sucios, la tez oscura y la barba de un par de meses, descuidada. Los pantalones podrían ser de color azul marino y el jersey, posiblemente, del mismo color. Tus zapatos dejaban ver los calcetines. En el otro extremo del banco un trajeado joven, impecable, comía un sándwich. En una gran ciudad como ésta no debería prestar tanta atención a tu figura, es algo habitual, no eres el único mendigando en busca de refugio. O de seguir vivo, sin más. Ayer te eché en falta. El ayuntamiento debió de llevarse el banco y pensé que te habrías mudado a otro. Hoy he vuelto a cruzarme contigo. Ibas cargado con una bolsa de papel enorme. Repleta, supongo, de cosas imprescindibles para ti. Me alegré de verte. Faltaban dos calles para llegar a la esquina y tú venías de allí. Cuando pude divisarla me sorprendió ver un armazón de sofá, grande, 13

parecía un tres plazas. Estaba apoyado en vertical sobre la reja de la puerta del local cerrado hace mucho tiempo. Al llegar junto a él me di cuenta de que lo habías sujetado a la reja con cordel blanco, fino pero aparentemente fuerte. Un siete en la tela negra de los bajos dejaba traslucir los destrozados entresijos. Los cojines, seguro que del mismo color granate de la tapicería, no estaban. Se veía muy viejo y sucio, aunque bastante más cómodo que el duro banco de madera. Curioso, un local que en su momento albergó un restaurante de cuatro tenedores, con su aparcacoches de librea rondando la puerta, y ahora eras tú el dueño de ese espacio. Espero que te dure mucho tiempo tu nueva casa, aunque me imagino que el ayuntamiento no tardará en dejarte sin ella. No creo que te importe, seguirás buscando, encontrarás otras esquinas. Tampoco eres muy exigente.

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20 DE NOVIEMBRE DE 2011, ELECCIONES http://lasombradelashoras.blogspot.com.es/2011/11/20-de-noviembre-de-2011en-madrid.html

No os vais a creer lo que me ha ocurrido hoy: la lluvia de esta mañana parecía recordarme los días sin luz, por fortuna cada vez más lejanos, en los que no nos dejaban intervenir en la vida política de nuestro país. Pero aquella era una lluvia distinta. Todo era distinto. Amanda y yo nos vestimos de domingo, como requiere la ocasión, y enfilamos calle arriba, hacia el Colegio Electoral. Al llegar a nuestra Mesa tenemos un par de personas delante de nosotros. Vota Amanda y me toca el turno a mí. Doy mi carnet de identidad, todo correcto. El secretario de la Mesa me acerca los sobres que instantes antes le había entregado y me dice ceremonioso: “Vote usted”. Recojo los sobres y… “¿Qué ocurre? ¿Lo ha visto?” Me mira extrañado. Miro a Amanda. “¿Dónde está la ranura?” Comienza a arremolinarse la gente a mi alrededor. Los Interventores de los partidos políticos se acercan. Nadie entiende nada. Intento una y otra vez encontrar el hueco para introducir la papeleta en la urna y me es imposible. “Por favor, échese a un lado, si le parece, y continuamos. Ahora vemos lo suyo.” La fila de gente que se ha formado es enorme. Amanda y yo nos hacemos a un lado y todo parece volver a la normalidad. Veo cómo las personas continúan votando, sin ningún 15

problema. Entregan el D.N.I., recitan su nombre e introducen el voto por la ranura de la urna. ¿Y por qué yo no? Los Interventores hablan por los teléfonos móviles, mirándome de soslayo. Los integrantes de la mesa dirigen sus miradas hacia mí cada vez con más distancia. Llega la hora de la comida y Amanda me dice: “Voy a traerte un bocadillo y luego me marcho a comer con Julito, se hace muy tarde.” Me como el bocadillo. Solo. Ya nadie repara en mí. Hace un momento me volvieron a llamar para que votase y de nuevo me fue imposible hacerlo. Otra vez la urna sin ranura. Estoy sentado en una silla cerca de la ventana por la que entra la ya poca luz. Se encienden todos los fluorescentes de la sala. Nadie me ha dicho nada. Amanda no ha regresado. Quedan cinco minutos para que se cierre el Colegio Electoral. Veo entrar por la puerta a Amanda con Julito de la mano. Julito me da un beso. “¡Hola, papá! ¿Nos vamos?” Me levanto y cojo en brazos a Julito. Amanda me agarra del brazo y nos dirigimos a casa. Termino de ponerme la bata y miro los sobres con las papeletas que dejé sobre la mesa de la cocina al quitarme el abrigo. Los rompo en mil pedazos y levanto la tapa del cubo de la basura. Entonces, escucho a Amanda gritar desde el salón: “¡Julio, ven rápido! ¡En la tele! ¡Qué casualidad! ¡Te han sacado en el momento en que estabas introduciendo el voto en la urna!”

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ESTACIÓN DE CERCANÍAS http://lasombradelashoras.blogspot.com.es/2011/12/estacion-de-cercanias.html

Acelera el paso mientras el sonido del tren se acerca a la estación. El andén está repleto. Las puertas se abren y nadie sube. "¿Qué pasa? Están hoy sin ganas de ir a trabajar, por lo que veo. ¡Perdón, perdón!” La chica de cabellos rizados se mueve hacia un lado para dejarlo pasar. “¡Qué mirada tan rara me ha echado! Pues el vagón no va tan lleno como para que se esperen al siguiente tren. Y no suben… ¡Ellos sabrán!” Sortea brazos conectados a variados aparatos electrónicos (móviles, tabletas, libros electrónicos) y se coloca frente a un hombre que está sentado manejando los dedos a velocidad supersónica sobre la brillante pantalla. El tren se pone en marcha. Echa un vistazo a su alrededor. “Hoy debe de ser el día de la electrónica, creo que soy el único que no va jugando con un cacharrito de esos. ¡Joder!, cómo les brilla la piel, parece que cada poro es un led”. El hombre sentado enfrente de él va perdiendo color. Julio se frota los ojos. “Cada día me lloran más por la mañana”. No son sus ojos, es ese hombre que, por momentos, parece que se evapora, desaparece, aparece y, por fin, el asiento se queda vacío. “¿Nadie se mosquea? ¿Solo lo he visto yo?” Los demás siguen atentos a sus pantallas: una película, un video-clip, las palabras finales de un último 17

capítulo. No sabe qué hacer. Se sienta. El silencio del vagón se convierte por momentos en un guirigay que no alcanza a comprender. Los mira y ve que ni siquiera abren la boca, están todos callados. Los gritos, cada vez más desesperados, siguen llegando a sus oídos. Entonces, ellos, se apagan, se encienden, desaparecen, aparecen y, por fin, se ve sentado entre las vías del tren mientras la multitud congregada en el andén le chilla. Una potente luz se acerca hacia él. De un salto, se pone en pie y atraviesa las vías. Y, de otro, se arroja sobre el pavimento del andén. Tumbado, boca arriba, mira al techo mientras un tren se detiene en la estación.

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HOY, 10 DE DICIEMBRE, DÍA DE LOS DERECHOS HUMANOS http://lasombradelashoras.blogspot.com.es/2011/12/hoy-10-de-diciembre-diade-los-derechos.html

Julio subió al autobús. Le extrañó ser el único viajero. Todos los días, a esas horas, se encontraba con la chica rubia y muy delgada del auricular blanco en su oreja derecha, con el chico de la cazadora marrón que no la quitaba ojo de encima o con la madre y la hija que, sentada a su lado, recostaba la cabeza sobre su hombro hasta que se quedaba dormida. Sin embargo, esta mañana, cuando el autobús arrancó, él era el único viajero. Le gustaba sentarse en los asientos del final. En las dos primeras paradas tampoco subió nadie. En la tercera, el autobús abrió las puertas y vio cómo subía un niño, de unos nueve años, abrigado por unos sucios andrajos. Una piel aún más sucia recubría, aunque apenas ocultaba, su esquelético rostro. Se colocó en los primeros asientos. El autobús paró de nuevo para dejar subir a una mujer completamente vestida de negro. Incluso la cabeza la llevaba oculta por una capucha negra que no dejaba ver sus facciones, ni sus ojos, ni un centímetro de su piel. Se acomodó al lado del niño. Julio miró a través de la ventanilla a la gente que se dirigía por las aceras, con rutinaria normalidad, a sus trabajos. Una sensación de angustia se fue apoderando de él. El siguiente en subir fue un hombre al que una mordaza aprisionaba la boca. Advirtió que una gruesa cuerda 19

unía sus muñecas. Se sentó al lado del niño y de la mujer. Julio miró para otro lado. Instantes después, pulsó el timbre. Al estacionarse el autobús en la siguiente parada, con sigilo, se apeó de él. Y se perdió entre la gente que poblaba las aceras.

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HACIA EL AZUL http://lasombradelashoras.blogspot.com.es/2011/12/hacia-el-azul.html

El sol le obligó a desviar la vista sobre las gastadas losetas de la acera. Terminaba de despuntar por el edificio del final de la avenida y sus ojos no pudieron soportarlo. Buscó las gafas de cristal oscuro en su bolso. Antes de colocárselas contempló todo el cielo que le dejaba ver la ciudad. Azul, sin una nube que lo alterase. Se puso las gafas y una mínima gota de agua alteró la visión de su ojo izquierdo. Pensó que algún vecino descuidado regaba sus plantas sin reparar en los que a esas horas de la mañana buscaban el transporte que les llevase a sus trabajos. Como él. Agarró las gafas entre las manos, quitándoselas, y levantó la vista hacia las ventanas. Vio a la mujer que colocaba una tela de color negro sobre el alféizar de la ventana y vio cómo una ráfaga de viento la hacía ondear. Mientras secaba el cristal de su gafa comenzó a notar que las gotas iban en aumento hasta convertirse en una fina lluvia. Ni una nube cubría el azul celeste. Aparecieron en las ventanas de la avenida más telas negras. A un lado y a otro. Mujeres con semblante grave las colocaban y desparecían. La lluvia arreció a la vez que su confusión. Fue cuando la pareja apareció en la acera. Acababan de doblar la esquina bastantes metros más allá. Él, sujetaba con fuerza la mano de ella. No pudo 21

distinguir bien sus rostros, pero el de ella lo estremeció. Al ir acercándose consiguió ver con mayor nitidez las lágrimas que mojaban las mejillas de ella y que se mezclaban con las gotas de lluvia. El autobús aparcó en la parada. Era su línea. Apretó el paso. Ellos también. Se encontraron bajo la marquesina. La desafiante mirada del hombre le hizo volver la vista hacia la de la mujer, hacia los ojos que buscaban las telas negras prendidas en las ventanas. Ocurrió todo en un instante. El hombre subió al autobús, ella se desprendió de su mano y puso el pie sobre el peldaño, Julio, detrás, la agarró de la cintura y la devolvió a la acera. El autobús cerró las puertas y emprendió la marcha. La desafiante mirada del hombre se perdió tras el cristal, avenida arriba. La mujer miró a Julio, sonrió y dirigió la vista de nuevo hacia las negras telas que se desprendían de los alféizares elevándose hasta desaparecer en el azul. La lluvia cesó. Ella se perdió por la esquina que cortaba la avenida. Julio miró el panel de la parada del autobús. En cinco minutos vendría el siguiente. Se sentó a esperarlo.

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¡FELIZ NAVIDAD! http://lasombradelashoras.blogspot.com.es/2011/12/feliz-navidad.html

De las ramas de los árboles cuelgan bolas navideñas de diversos colores. También cuelgan multitud de botas rojas, de Papá Noel. Estrellas, brillantes, de diferentes tamaños, coronan sus copas. Y están iluminados por un sinfín de variopintas luces que se encienden y se apagan alternativamente. La calle está ocupada, únicamente, por muñecos de nieve. Pequeños, medianos, grandes. Julio juraría que aquel camión lo conduce un muñeco helado. Sí, distingue perfectamente su nariz de zanahoria, su bufanda rodeando el cuello, bueno, más que el cuello la unión entre la enorme bola nevada que forma su cuerpo y la más pequeña, mucho más pequeña, que quiere ser su cabeza, tocada por un sombrero de copa. Dos botones negros hacen de ojos y un alargado gajo de naranja dibuja una sonrisa. Mire donde mire, al coche que acaba de aparcar a su lado, al frutero, a la señora que está a punto de cruzar la calle en cuanto el semáforo cambie de color, no ve a ninguna persona como él, de carne y hueso. Acaba de saludarle el vecino del quinto, se acaban de cruzar y lo ha conocido por la voz, una voz inconfundible, de tenor. También es un muñeco de nieve. Los villancicos inundan el viciado aire de la ciudad, de los portales entran y salen monigotes blancos 23

tocando de mejor o peor manera navideñas panderetas, las verticales de los edificios se llenan de trepadores Reyes Magos. Sabe por qué él es el único. Y también sabe que no tardará mucho en sentir sus dedos helados, en notar que su cuerpo irá también helándose, y ensanchándose, poco a poco. Y sus ojos azules irán tiñéndose de un color negro uniforme. Redondeándose. Ya está aquí. La nariz se va afilando, hacia el frente. Sus ojos pueden ver ya su color zanahoria y su tacto reconoce la rugosidad de su piel. Se abandona, nunca podrá ganar esta batalla. Y decide, de nuevo, disfrutar de esta epidemia que, un año más, conquista la ciudad.

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LAS NOTICIAS DE LA TELE http://lasombradelashoras.blogspot.com.es/2011/12/las-noticias-de-la-tele.html

Julio se encontraba muy cansado, el día había sido bastante duro en el trabajo. Los ojos le hervían. Decidió tumbarse en el sofá del salón un rato. Se quedó dormido. Despertó y miró el reloj. Dos horas. No había estado nada mal la siesta. Pensó que, antes de levantarse, le vendría bien ver unos minutos la televisión. El mando lo tenía sobre la mesa baja. Alargó el brazo y encendió el televisor. Los títulos del Telediario dieron paso a los presentadores. No podía creerlo. ¿Aún seguía soñando? Abrió y cerró los ojos varias veces. Pero, ahí estaban, hablando de las noticias de la jornada. El 1 llevaba una corbata de color claro con dibujitos que también parecían números. Explicaba lo que había sucedido hoy con la prima de riesgo. A su lado, el 2, rodeado su cuello de cisne por un collar de perlas, asentía y, de vez en cuando, apoyaba con un comentario la exposición de su compañero. No pudo incorporarse del sofá, ni dejar de prestar atención a las noticias. Euro, crisis, paro juvenil, Alemania, Europa. Más números volvieron a salir por la pantalla. Otros presentadores, los corresponsales, las personas anónimas de los reportajes. Todos eran números. El 1, el 2, el 3, el 4. Hasta el 9. Se fijó en la vestimenta, los pares llevaban ropas femeninas y los impares, masculinas. Se incorporó, atolondrado. Dio un 25

par de vueltas por la casa y volvió al salón. Los números continuaban hablando en la tele. Se dirigió al ventanal y levantó las persianas para mirar hacia el exterior, hacia la calle. Las farolas le dejaron ver las escasas figuras que paseaban por la acera. El 3 y el 4, cogidos de la mano, iban calle arriba. Un 8 pequeño les precedía y no dejaba de saltar. Bajó la persiana, echó las cortinas y apagó la televisión. Miró sus manos, sus piernas, su cuerpo. Fue al espejo del baño y contempló su rostro, su piel. Era él, se reconocía. Corrió hacia el dormitorio y puso la radio. Las fusiones bancarias, la inflación, los países emergentes. Al buscar su mano el transistor sobre la mesilla, tropezó con la foto de su graduación que descansaba sobre ella. Cayó al suelo. Se agachó y, al recogerla, vio, con pavor, un joven 5 con birrete y toga que sonreía.

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MI CARTA A LOS REYES http://lasombradelashoras.blogspot.com.es/2012/01/mi-carta-los-reyes.html

Queridos Reyes Magos: Espero que no sea demasiado tarde para que os llegue la carta y podáis traerme todos los regalos un año más. Bueno, el caso es que regalos, regalos, de esos que se piden ahora, una Play, un móvil de los que valen para todo, incluso para hablar por teléfono, no os voy a pedir. Es que ya lo tengo casi todo. Prefiero que lo que me sobra a mí se lo llevéis a los que sí lo necesitan. Me han dicho que ellos viven, sobre todo, en África, en Asía, en América. América, la de abajo. Pero tened cuidado, no os equivoquéis, que allí también hay gente como yo. A ellos, no, que aunque no los rechacen, tampoco los necesitan. ¡Qué tontería! Si vosotros lo sabéis ya, sois magos. Y sabéis que lo que necesito y necesitamos todos, son otras cosas. Como lo que me ha dicho que os pida mi amigo Román: libros, libros para los pequeños y para los grandes. De aventuras, de miedo, románticos, policíacos. O lo que quiere mi amigo Luis Miguel, que os llevéis a vuestro mundo a los hombres que maltratan, sí, a los que maltratan a las mujeres que creen que son de su propiedad. Los enterráis bajo toneladas y toneladas de hormigón, como si fuesen residuos nucleares. Me ha dicho que seguro que tenéis algún cementerio 27

de esos, y si no, que sabréis construirlo. Y también quiere que sepultéis allí a toda la porquería que generamos en nuestro planeta. ¡Ah!, y que nos traigáis árboles. A los niños que son más pequeños que yo les podéis regalar juguetes, vivan donde vivan. Y muñecos. Solo me queda advertiros lo de todos los años. Que cuando me dejéis los regalos, os bebáis el anís que os he dejado sobre la mesita pequeña del salón, la del teléfono, al lado del árbol. Y que os comáis los polvorones. El agua de los camellos está en el patio. Y, sobre todo, que no entréis en mi casa con las coronas puestas, que como os vea mi padre con ellas, os echa. Ya sabéis que es republicano. Julio.

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BMW http://lasombradelashoras.blogspot.com.es/2012/01/bmw.html

Logró introducir la llave en la cerradura mientras percibía una sonrisa nerviosa esbozarse en sus labios. Abrió la puerta y se acomodó. Bajó un par de dedos la ventanilla e inspiró profundamente. Según iba el aire abandonando sus pulmones los músculos de todo su cuerpo fueron recuperando la relajación perdida. Giró la llave de contacto y el motor se puso en marcha. Había quedado a desayunar con Antonio. Todavía disponía de una hora y se dedicó a dar vueltas por la ciudad. Las mañanas de domingo las calles estaban desiertas y solo algún semáforo en rojo le obligaba a parar. El aire que entraba por la rendija moviéndole el flequillo aumentaba aún más su sensación de bienestar. Allí estaba Antonio, esperándole en el interior de la cafetería, tras el cristal. Entre sorbo y sorbo de café se le escapaba una mirada hacia su coche aparcado en la acera. Volvió a sentirse incomodo. Se despidió de Antonio lo antes que pudo y regresó al vehículo. A la una debía estar en la otra punta de la ciudad, Vane lo esperaba para almorzar y después ir a ver alguna película. Se detuvo en el primer quiosco de periódicos que encontró. Aparcó cerca de la casa de Vane y bajó la ventanilla, abrió el diario y se dispuso a leerlo. 29

-¿Te parece bien que aparque cerca del Burger, te bajas a por unas hamburguesas y nos las comemos aquí dentro? Vane frunció ligeramente el ceño y asintió, aunque pensó que después de tanto tiempo sin verse no era el restaurante ideal. -Me han dicho que hay un nuevo cine cerca de la playa, en el polígono, y que es como los que vemos en las “pelis” americanas. Tampoco opuso resistencia Vane a la idea de Julio. Después de arrastrar hacia el asfalto las escasas migas que habían caído sobre los asientos, se dirigieron al autocine y vieron la película. Del Oeste. Al terminar se dirigieron hacia el apartado camino que bordea las dunas. Allí, reclinó los respaldos de los asientos hasta convertirlos en una confortable cama y echó el seguro de las puertas del coche. Se desnudaron. Vane le miró antes de cerrar el portal y Julio respondió con una ráfaga de sus faros. Ya solo, pensó en comer un perrito caliente, algo ligero antes de volver a dormir a casa, pero las golosinas del cine le habían llenado el estómago. Aparcó dos calles más allá de su edificio y sacó la llave del contacto. Abrió la puerta. El corazón comenzó a latir más deprisa a cada momento. Parecía que quería salirse del pecho. Un sudor frío le caía por la frente. Los músculos se agarrotaron. Cerró la puerta. ¡Inspiró! ¡Espiró! ¡Inspiró! ¡Espiró! Espiró. Echó el seguro de las puertas del coche. El corazón recuperó su ritmo normal. Los músculos recuperaron la tensión normal. Reclinó el respaldo de su asiento para dejarlo totalmente horizontal y se fue colocando hasta encontrar la perfecta postura fetal.

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Álvaro, cuando seas un poco más grande pídeles a tus padres que te regalen este cuento cada noche, en tu habitación. Y, aunque cierres los ojos, tú siempre mira al techo.

UN ÁRBOL EN EL SOL http://lasombradelashoras.blogspot.com.es/2012/03/las-vidas-de-julio.html

Julio no se podía dormir. Tenía mucho sueño, pero no se quería dormir. Mientras esperaba, miraba fijamente el techo de su habitación buscando las estrellas y los planetas por si encontraba algún amigo allá arriba que le contase historias como las que, cuando era pequeño, le inventaban sus padres. Entonces sí que se dormía acunado por las palabras. Pero, a sus once años, sus padres habían dejado hace tiempo de regalarle un cuento cada noche. Bastante tenían ellos con intentar descansar las suficientes horas para despertar al día siguiente con las fuerzas intactas y afrontar la dura jornada que les esperaba. Y a él. Porque desde los diez años ayudaba en las labores del campo. Era la única forma de sobrevivir, con la pequeña porción de tierra que les alimentaba. Y una vaca, un cerdo y un par de gallinas. Después de la cena, Julio se quedaba un rato tumbado fuera de la casa contemplando el cielo y fantaseando, volando entre las estrellas, saltando de una constelación a otra, en busca de un planeta en el que quedarse un rato. Y descubriendo, uno a uno, los agujeros de la luna. Se 31

los conocía todos. Luego, llegaba a su cama y allí estaban: las estrellas, las constelaciones, los planetas, la luna; en el techo de su cuarto. Ahora esperaba a su prima Ana. Hasta hace unos días ella se tumbaba a su lado y escuchaba, sin apenas entornar los ojos un instante, las aventuras que le contaba: cómo lograba llegar hasta la estrella más lejana para, allí, con los pies semienterrados entre la blanquísima arena, recorrerla de un lado a otro. Y se sentaba, de vez en cuando, a construir castillos a la orilla del mar que le traía la luminosa espuma de un océano formado por toneladas y toneladas de leche. Leche que, con su templado roce, consolaba los dedos de sus pies cansados y desnudos. Cuántas vacas como su Paca habrían tenido que ordeñar para juntar esa enorme cantidad de blanco líquido. Y ¿cómo lo habrían transportado hasta allí arriba? Tan lejos… Porque no había visto nunca una vaca pastar por sus estrellas. Era imposible, ni una brizna de hierba verde tapizaba sus brillantes suelos. Ana tuvo que volver a la ciudad, las vacaciones escolares no duraban siempre, y Julio se preparaba para la primera cita después de su marcha. Se verían en el sol para regar el árbol que plantaron el día antes de que Ana regresara a su casa. Una de sus noches, Julio comentó a Ana que le encantaría plantar un árbol en el sol, pero que sabía que era imposible, que el sol se escondía a esas horas y por el día nadie podía mirarle a la cara, que la fuerza de su luz, su fuego, quemaba los ojos. Y estuvieron pensando la manera de llegar hasta él mientras paseaban por sus estrellas. Mientras jugaban escondiéndose en los cráteres de la luna, a Ana se le ocurrió una idea. 32

-Julio, ¿hacemos una cosa? Si de día es imposible, por su fuego, acercarnos al sol, ¿por qué no lo intentamos de noche? Julio se quedó sorprendido, salió de su escondrijo lunar y se plantó frente a Ana. Con sus grandes ojos más abiertos que nunca. -Pero… ¿cómo? Si ahora, que estamos en su cielo, no podemos divisarlo, cómo nos vamos siquiera a acercar a él. Ana aproximó sus manos a las de Julio y las agarró suavemente. Se sentaron uno enfrente del otro, con las caras casi tocándose. Ana comenzó a hablar muy bajo, como si susurrase un secreto. -Saltaremos, como hacemos siempre, de estrella en estrella, pero, en lugar de pararnos en la más lejana que nosotros podamos ver desde la tierra, seguiremos. Seguiremos en busca del sol. Es de noche, es nuestra noche, es nuestra oscuridad, la llevaremos siempre con nosotros y, al fin, cuando veamos una estrella distinta a todas, una estrella dorada, esa será nuestra meta. No debe darnos miedo su fuego, ni su luz, para nosotros seguirá siendo de noche. Y para él. A la noche siguiente cargaron sus mochilas con semillas de sauce, una pequeña pala y una botella llena de agua y pasearon de una a otra estrella, buscando un punto dorado en el firmamento que les guiase hacia el sol. Lo encontraron. Allí estaba, al fondo, rodeado de estrellas. Pegaron un gran salto hacia la más cercana a él y lo contemplaron un momento. Su apagado resplandor les hipnotizó. -Vamos, Ana, demos el último salto. El polvo amarillo les bañó los zapatos, corrieron, se revolcaron por él. Un intenso olor a limón les hizo aún más felices. 33

-¿Probamos su arena? Los dos, a la vez, se agacharon, cogieron entre sus manos un puñado de polvo y se lo llevaron a los labios. Se miraron y la punta de sus lenguas apareció con miedo en busca de la amarilla arena que reposaba sobre las palmas de sus manos. -¡Está riquísimo! ¡Sabe a helado de limón! Comenzaron a excavar hasta que hicieron un pequeño hueco en la tierra y esparcieron las semillas. Rellenaron el hoyo con el dorado polvo, lo alisaron y vaciaron el agua de la botella sobre él. -Volveremos todas las noches para verlo crecer. Así, desde entonces, Ana y Julio se encuentran en el sol, unas veces para regar su sauce, otras veces para comprobar si ha brotado una nueva hoja de él. Los kilómetros no existen entre ellos, no les separan. Cierran los ojos y aparecen, uno junto al otro, con los zapatos bañados por la dorada arena del sol.

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SOY ASÍ DE RARO http://lasombradelashoras.blogspot.com.es/2012/08/las-vidas-de-julio.html

Ayer tuve un día “raro”. Uno más. Últimamente me sobran… Me dio por pensar en la moneda única. Y en la prima de riesgo. Sí. Qué original estuve… La única moneda que manejaba en mis pensamientos era la de los besos: ¿Me da un kilo de patatas? ¿Cuánto es? ¿Tres besos? No ha subido mucho… Bueno, se lo pago, aunque casi preferiría esperar a mañana. Esto se lo dije por ver si la inflación iva (perdón, iba, en que estaré yo pensando) para arriba… Me daba lo mismo que fuese chico o chica el vendedor, mis besos eran castos, en la boca, pero castos. La prima de riesgo eran los abrazos. Si pasaba de 500 se daban menos abrazos. Se usaba para las operaciones de más enjundia: las hipotecas, las exportaciones, las transacciones a partir de una cierta cantidad de besos. No lo entendía muy bien, pero era lo que habían decidido en la última reunión del Banco Central Europeo. Los alemanes, por supuesto… -¡Julio! Ya va siendo hora… -Sí, ya apago la luz.

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¡Qué pesada! Si no molesto a nadie… Sigo contándoos. Me diréis: ¿y el ibex? La sonrisa. Estaba a un nivel muy alto, casi al de carcajada. Y la macroeconomía era el sexo. Pero de esto os hablo otro día, que tengo que apagar la luz si no quiero llevarme una bronca… Ya solo os contaré que, después de tanto darle al “coco”, necesitaba aire fresco. Salí al jardín, la noche me llamaba desde aquel banco. Atravesé por el camino de la derecha, el que siempre uso a esas horas, y me senté. Busqué la luna llena por encima de los tejados, sabía que estaba ahí arriba. Sobre el letrero. Clínica de salud mental. Me gusta más el nombre que le daban antes, Manicomio. Soy así de raro.

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"Antes de juzgar a una persona, camina tres lunas con sus mocasines" (Proverbio sioux)

EL ESTRECHO http://lasombradelashoras.blogspot.com.es/2012/09/las-vidas-de-julio.html

-Esta noche zarpamos, acaban de llamarme. Pasaban los segundos y solo oía su respiración fuerte y entrecortada. -¿Estás ahí? -Sí. Perdona. Estoy muy nerviosa… -Vamos, no te preocupes. El mar es un buen amigo nuestro. Te recojo a las once. -Bien, estaré preparada. Un beso. -Un beso. Era una noche de verano distinta a las, en otro tiempo, repletas de gente entrando y saliendo de los pubs, paseando o encaminándose a sus embarcaciones. Esta noche solo les acompañaba la luna reflejada sobre las tranquilas aguas de la bahía. Bajaron con cuidado el escarpado camino. Abajo les esperaba Pedro; así les dijeron que se llamaba. Nunca le habían visto. Julio habló con él en un par de ocasiones por teléfono; dos conversaciones cortas, cruzándose las palabras necesarias, ni una más. En la última, Pedro, fue tajante. 37

-¿Julio? -Sí, soy yo. -Salimos hoy. A las once y media debéis estar en el acantilado. Casi no le dio tiempo a decir de acuerdo cuando se cortó la comunicación. Distinguieron entre la oscuridad a un pequeño grupo de personas arremolinadas en la orilla. Al llegar a su lado se fijaron en sus jóvenes caras. Cruzaron unos fríos saludos y esperaron su turno. Un hombre bajito, moreno y con voz grave, les iba dirigiendo. -¡Vamos, deprisa! ¡Rápido! Soltaron los bultos sobre la cubierta. Julio miró a su alrededor mientras el motor se ponía en funcionamiento. Isabel dio un respingo y se acurrucó entre los brazos de Julio, sin querer ver como se alejaban, poco a poco sobre las rocas, las luces del pueblo. El silencio del mar, solamente roto por el ruido del pequeño motor, se fue convirtiendo en un siseo monótono y cada vez más fuerte. Se sobresaltó cuando llegó a sus labios una fría gota de agua salada. Se incorporó despacio, intentando no despertar a Julio, y observó cómo el mar no era el mismo que habían dejado hace unas horas. Las olas, por momentos, se hacían más grandes y la luna llena se ocultaba a ratos detrás de las nubes que salpicaban el cielo. Cuando volvió la vista sus ojos se toparon con los de uno de sus compañeros de travesía, enfundado en su abrigo y abrazado a la chica que tenía a su lado. -Julio, -le susurró al oído- tengo miedo. Julio entreabrió los ojos. 38

En ese instante, la barca dio un fuerte vaivén y su motor se quedó en silencio. Se alzaron todos de inmediato y fijaron sus miradas en el patrón que, con el timón fuertemente asido y la desesperación en su rostro, intentaba no perder el rumbo. En unos segundos el cielo se inundó de nubarrones negros y comenzó a llover con fuerza mientras el mar dibujaba unas olas enormes. Los dos siguientes días fueron horribles, las tormentas se repetían con mayor o menor violencia y no se avistaba la más mínima señal de tierra. Los mareos, los vómitos, los llantos, los gritos de desesperación fueron pasando por todos. Dos chicos de piel muy blanca, en un momento de alucinación, creyeron ver un islote a escasos metros y se lanzaron al mar, desapareciendo

entre

las

olas.

El

ánimo

y

las

fuerzas

iban

desvaneciéndose paulatinamente. Al amanecer del tercer día, Julio incorporó su torso pesadamente y dirigió la mirada a la línea del horizonte. El mar aparecía tranquilo. Fue girando, despacio, la cabeza. -Nada, sólo agua. ¿Y aquello? Cerró y se frotó ambos ojos con ansiedad. Los abrió, fijó su vista en aquel punto distante y volvió a repetir la operación. -¡No, no es mi imaginación, se mueve algo! Tras unos momentos de desconcierto se convenció de que la sombra que se acercaba rápidamente hacia ellos era una barcaza. Súbitamente su cuerpo recuperó toda la energía perdida. -¡Estamos salvados, vienen a por nosotros!

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A la mañana siguiente, mientras se recuperaban tumbados sobre el sucio suelo del viejo y húmedo almacén del puerto en el que pasaron la noche, Julio, hojeando un arrugado periódico local, más o menos logró entender, con su escaso conocimiento del idioma árabe, la noticia de la primera página:

“EL PROBLEMA DE LOS INMIGRANTES. Dos inmigrantes de la barca que llegó anoche a Alhucemas, tras casi tres días a la deriva, murieron ahogados tras lanzarse al mar.”

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SETECIENTOS TREINTA DÍAS, MÁS O MENOS

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LA ROSA ROJA http://lasombradelashoras.blogspot.com.es/2011/12/la-rosa-roja-2-parte-cerrolapuerta.html

Colocó con cuidado el bote de mermelada de frambuesa en la parte derecha de la nevera, en la bandeja donde ella sabría encontrarlo. Cerró despacio, para no hacer ruido, aunque estaba solo en casa y nadie podría oírle. Como todas las mañanas de martes desde hace… ¿cinco años? Sí, ¡cinco años! Ayer hizo cinco años del primer martes. Y no había comprado la rosa que, desde el primer aniversario, colocaba en el jarroncito de la entrada, sobre la repisa de cristal ahumado del mueble, con ese horrible espejo, del recibidor. ¿Cómo he podido olvidarme? Miró el reloj. Las once y media. Se tranquilizó. Aún disponía de dos horas hasta que ella llegase. Bajó a la floristería, dos calles más arriba, camino de la Gran Avenida. Recordó lo nervioso que entró a la tienda aquel día pensando que estaba demasiado cerca de la casa, y que el dependiente podría incluso vivir en el mismo edificio. O quizá en la puerta de al lado. Nunca había coincidido con el vecino de la puerta de al lado. Pero ya era demasiado tarde, se encontraba allí, enfrente del mostrador, comprando una rosa roja. -¿Quiere acompañar la flor con algún mensaje? Tenemos unos sobres preciosos. -No, gracias, muchas gracias. 42

Tres años más repitió el mismo paseo. Y hoy, a punto había estado de no ser así. - Aquí tiene, su rosa. -Gracias, muchas gracias. Hasta el año que viene. -Hasta el año que viene. Subió las escaleras aprisa. Le pesaban los escalones y debía aguardar a recuperar el resuello en cada descansillo. El ascensor se lo había prohibido. Por si alguna vecina preguntaba más de la cuenta. -Qué rosa tan bonita. Está enamorado ¿Verdad? Desde el segundo piso le había acompañado la imagen de aquella primera mañana. Subía al quinto piso para entregar una carta certificada. Llegó al cuarto rellano y se cruzó con sus ojos. -Buenos días. No pudo responder, solo pudo mirarla un momento y continuó subiendo los peldaños. Debieron de ser dos o tres segundos, poco más, pero suficientes para que su mirada ya nunca se despegase de él. Llamó al timbre del Quinto Derecha mientras oía cómo se cerraba la puerta del Cuarto. Escuchó el sonido de las dos vueltas de la llave en la cerradura y contempló los gruesos cables moviéndose en paralelo, en sentidos opuestos, trémulos pero severos, a través de las barrocas rejas que guardaban el hueco del ascensor. Le resulto fácil hacerse con un juego de llaves. Llevaba unos meses repartiendo en aquella finca y había hecho amistad con el portero al que, en alguna ocasión, le guardaba el garito mientras este le hacía algún recado urgente al vecino del Segundo Derecha. Siempre el vecino del 43

Segundo Derecha. No en vano era el rico de la comunidad y había que asegurarse sus buenas propinas de fin de mes. Dejó la marca de las llaves sobre la masilla y las introdujo de nuevo en el cajetín del Cuarto Izquierda. El martes de la siguiente semana llegó al portal y lo encontró cerrado. Ni rastro del portero. Llamó al Automático, llevaba una carta certificada para el Primero Derecha. Al pasar junto a las acristaladas puertas del habitáculo del portero vio que estaban cerradas y que no proyectaba ninguna luz desde su interior. Entregó la carta en el Primero y siguió subiendo las escaleras. Cerró la puerta. Muy despacio. En lo primero que se fijó fue en aquel horroroso espejo del recibidor. Se adentró, como si de una frondosa selva se tratase, rastreando cada milímetro del enmaderado suelo, como si temiese que cualquier mínimo traspié lo hiciese caer en alguna escondida trampa. Sigiloso, atravesó bajo el marco del salón. Sus manos rastreaban, a la vez que sus ojos, palmo a palmo, hasta el más recóndito hueco. Aquí dos libros, dos tomos de cualquier obra literaria. Más allá una mesita sobre la que descansaba el teléfono que comenzaba a emitir una agradable melodía. Hizo ademán de descolgarlo, pero frenó su mano en seco. No podía cometer ningún error. No podía ser descubierto. De pronto, sus músculos recobraron su natural relajación. No soy un ladrón, yo no he entrado aquí a robar nada. Era cierto, él solo quería disfrutar del mismo espacio del que ella era dueña. No abandonó la cautela de sus movimientos, aunque ese pensamiento le liberó de las ataduras con las que había entrado en la casa. 44

Abrió la puerta de la habitación. Nunca había estado dentro de aquella casa, pero sabía perfectamente que detrás de aquella puerta cerrada estaba el dormitorio de ella. Se sentó en el orejero que separaba la mesilla del sinuoso espejo y abrió el segundo cajón. Sacó un pequeño álbum de fotos y comenzó a ojearlo. Estaba sentada sobre la recortada hierba del parque, sonriente, mirando fijamente al objetivo de la cámara. Fue hecha hace diez años, cuando llegó a la ciudad. Eso leía en el pie de la foto: “Mi primera imagen nada más llegar aquí, me dijiste que me sentase sobre el verde y que te sonriese”. Contempló las demás fotos, hasta diez. Y guardó en su sitio el álbum. Se recostó sobre la cama, dejándose transportar por su olor. Bajó la colcha hasta dejar al descubierto la almohada y se abandonó sobre ella. No contó el tiempo. Volvió de nuevo a la calle y se encaminó hacia la Oficina de Correos, mientras la imperceptible lluvia le refrescaba el rostro.

Todavía disponía de una hora. Cogió el jarrón y lo llenó de agua hasta la mitad. Cerró el grifo de la cocina. Volvió sobre sus pasos para eliminar ese molesto goteo. Depositó el jarrón sobre la repisa e introdujo la rosa. La colocó con esmero, para que resaltasen sus rojos pétalos, y se acercó a ella para inhalar su fresco perfume. Un sonido le llamó la atención. Le pareció que provenía de la habitación, del dormitorio. El dormitorio cuya puerta dejó cerrada y que, ahora, por una mínima rendija dejaba entrever una esquina de la cama. Una esquina cubierta por la sábana, sin la colcha que la cubría. Porque él colocó la colcha. Dio los pasos necesarios para poder abrir la puerta de par en par. Era ella. Desnuda. Desnuda por 45

completo. Y mirándole, mirándole fijamente, sin un mínimo pestañeo. Una mirada que esperaba la suya, que deseaba la suya. Y una piel que acariciaba la suya. Sintió su boca besar sus labios y sintió su cuerpo unirse al suyo. Y esta vez fue el tiempo el que no se dejó contar. Abrió los ojos con lentitud, no deseaba abandonar la oscuridad tan pronto. Quería sentirla sin que ninguna imagen distrajese su olor, su tacto. La mano buscó su piel y solo encontró los suaves pliegues de la sábana. Estaba solo. Desnudo y solo sobre la cama. Aunque su aroma diseminaba la imagen de ella por la habitación. Se incorporó, se vistió despacio y la buscó por la casa, sereno, sabiendo que aunque no la encontrase estaba con él. Pero no había nadie más entre aquellas paredes. Regresó al dormitorio y, entonces, su semblante reflejó la confusión por lo que estaba contemplando: Los tabiques aparecían con la pintura estropeada, agrietada; de las cuatro esquinas del techo colgaban sendas telas de araña; la lámpara de tres brazos que colgaba del centro de la habitación se había convertido en una bombilla enroscada a su amarillento casquillo. Y no había un solo mueble sobre el estropeado suelo de parquet. Salió al pasillo y a cada paso que daba subía hacía sus oídos un sordo crujir de madera. Toda la casa estaba sumida en el más profundo abandono. Ningún cuadro, ninguna lámpara, ninguna cortina, ningún mueble la adornaba. El fuerte olor a humedad saturaba su nariz. Y entró en la cocina. Fue cuando vio los ¿doscientos?, ¿trescientos? botes de color fucsia que, cuidadosamente ordenados, formaban una perfecta torre en un rincón. Ningún electrodoméstico. Tampoco ningún mueble ocupaba la estancia. Solo un grifo que dejaba caer, acompasadamente, una gota 46

que rebotaba en el sucio suelo. Se acercó y apretó el grifo hasta que dejó de caer el agua. Observó una de las etiquetas que decoraban los botes. “Mermelada de frambuesa”. No continuó leyendo. Su cara ya no indicaba el estado de ánimo en el que se encontraba, usaba una expresión indiferente, parecía que también se hubiese despojado de los muebles, las cortinas, las lámparas o las paredes coloreadas por alegres pinturas. Lo último que vio, antes de salir, fueron cinco rosas rojas sobre un charco de agua en el suelo del recibidor, al lado de la pared; secas, salvo una, reluciente, con los pétalos rojos abiertos y rebosantes de color. Esperó en el descansillo a que llegase el ascensor, bajó los cinco pisos con la mirada vacía. Salió del ascensor. Instintivamente buscó las acristaladas puertas, luego, el cajetín de las llaves. Y solo vio mármol recubriendo las paredes. Dejó caer las llaves al suelo. Abrió la puerta y se encaminó hacia la Oficina de Correos, mientras la imperceptible lluvia le refrescaba el rostro.

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Fugacidades quizá no tan fugaces.

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Quemaron los libros. Más tarde perdieron las palabras. Ahora, por sus calles solo pasean zombis.

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DIBUJOS MUY ANIMADOS http://lasombradelashoras.blogspot.com.es/2011/10/dibujos-muy-animados.html

¡Aquí vinimos a divertirnos! A la izquierda aparece Pluto sujetando la pancarta y a continuación Bugs Bunny. Más atrás el Pato Donald y Correcaminos sostienen otra en la que se lee: ¡Basta ya de explotación! A su lado el Capitán Trueno y Rompetechos gritan con el puño en alto. El dibujante comprende que la situación se le escapa de las manos, aunque es demasiado tarde, el ratoncito Pérez acaba de comerse la goma de borrar.

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BLANCO Y NEGRO http://lasombradelashoras.blogspot.com.es/2012/01/blanco-y-negro.html

Observa unos instantes la pistola que reposa sobre las palmas de sus manos y la coloca sobre la mesa; extrae el cargador e introduce las balas, una a una, hasta llenarlo por completo. Con un rápido movimiento de muñeca lo encaja en la empuñadura y, agarrando fuertemente el revólver con ambas manos, encierra el cañón en su boca. Aproxima el dedo pulgar al disparador y, en ese instante, un eterno fundido en negro da paso a los rótulos mientras la sala va saliendo, poco a poco, de la penumbra.

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…OLVIDO http://lasombradelashoras.blogspot.com.es/2012/02/olvido.html

“¡Vamos, date prisa, que nos esperan nuestros padres!”. Se soltó de sus manos y la vio desaparecer por la puerta de la sala. Él se quedó sentado, con la mirada perdida. Los ojos se le cerraron y bajó la cabeza hasta que la barbilla se escondió en su pecho. Permaneció así un buen rato, quieto, recordando el día que ella le contestó “sí, quiero” o el día que ella le dijo que esperaban su primer hijo. Hasta que sintió una mano acariciar su hombro. “Venga, Juan, es la hora de la cena, esta noche se la das tú, ¿vale?”. La enfermera le sonrió y él se incorporó. Despacio. Y dejó que sus torpes pasos le llevaran a la habitación.

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QUISE AMARTE http://lasombradelashoras.blogspot.com.es/2012/03/instantes.html

Quise hablar, pero las palabras no sirvieron para nada; los sonidos de las letras perdieron todo su sentido en la oscuridad asfixiante de la habitación. Quise callar, pero el caudal de frases que mi garganta expulsaba inundó por completo el espeso aire. Quise llorar, pero no pude conseguir que las lágrimas atendieran mi llamada. Quise reír, pero mis labios ni siquiera pudieron construir el contorno de una sonrisa. Quise abrazar, pero no pude sentir el calor de tu cuerpo a mi lado. Quise abrir la ventana y chillar, pero solo pude palpar la fría e interminable pared que me rodeaba. Quise susurrar, susurrarte, pero tú no escuchabas. Quise morir. Pero ya no pude.

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http://lasombradelashoras.blogspot.com.es/2012/07/instantes.html

Se sentó frente a él. O al lado. O al lado. Habló, habló y habló. Sabía que nunca escucharía, que apartaría la mirada. Hacia un lado o hacía el otro. Apartaría la mirada para que aquellos ojos no oyesen su voz. Y pensó. Para que sus oídos no viesen el movimiento de los labios. De unos labios que derramaban la piel. Cerró los ojos y vio sus palabras atravesar el vacío. Se fijó en cada una de ellas: amor, amor, amor, amor… Y vio su sonrisa entre las letras. Fue cuando comenzó a sonreír. Sí, él también. La sonrisa, la risa, el llanto. Entre la a y la eme. Entre la eme y la o. Entre la o y la erre. No terminó nunca de llorar. No terminó nunca de reír. No importaba ya sentir los ojos cerrados, ni sentir las palabras, ni sentir sus palabras… Reía. Reía a su lado. Lloraba a su lado. O a su lado. O frente a él. Y el llanto y la risa aprovecharon un leve resquicio colgado en el aire para desaparecer. Acarició los labios. Eran sus labios. Ya no encontró el abecedario. Ni lo buscó. A su lado. O a su lado. O frente a él. Sonreía. 54

CÍRCULO http://lasombradelashoras.blogspot.com.es/2013/10/instantes.html

Un círculo perfecto. Lo sintió crecer. Cuando sus espaldas no soportaron el peso, con esfuerzo, consiguió que rodase hacia el suelo. Paró justo delante de sus pies, en el renglón que le tocaba vivir. Lo esquivó y se dejó caer al siguiente párrafo para comenzar de nuevo.

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A VECES http://lasombradelashoras.blogspot.com.es/2013/10/a-veces.html

Son las gotas de agua que inician una y otra vez su camino por la autopista que extravía su reflejo azul. Son los pasos sobre las mismas baldosas sin charcos que salpiquen los pies. Son los labios olvidados de besos. Es el minuto que no encuentra final. Es la palabra despojada de letras. A veces.

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Cuatro divagaciones últimas http://lasombradelashoras.blogspot.com.es/2013/03/cuatro-divagacionesultimas.html

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Cuando por fin llegó a comprender el soy, el fui acabó con él.

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Su vida conjugó todos los tiempos del verbo ser. Hasta que se topó con la primera persona de singular del pretérito perfecto simple.

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Era muy coqueta. Pintó sus ojos con la raya más perfecta de su vida; esa noche tenía una cita muy importante. Con su fui.

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Vivió en el soy y fue feliz, muy feliz. El seré, paso por él con dudas. Más tarde, el sería le hizo infeliz. Y hoy, al llegar el fui, no dudó en acompañarle.

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A donde vamos

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¿ADÓNDE VAN? http://lasombradelashoras.blogspot.com.es/2012/08/la-columna-de-atras.html

Un día, mi sobrina Ana, que tendría unos cuatro o cinco años, se quedó mirando fijamente al televisor, con esos ojos ávidos de conocimiento de los niños de su edad. Sobre una pista de tartán corrían unos atletas. Y surgió la anécdota que, de vez en cuando, recordándola, nos hace reír a la familia. Dijo: Mama, ¿adónde van? Samia Yusuf Omar, representando a Somalia, con 17 años, logró su sueño al correr la clasificación de los 200 metros en los Juegos Olímpicos de Pekín 2008. Llegó la última, diez segundos más tarde que la atleta que ganó la serie. Ella sí sabía adónde iba, adónde quería ir. Ella podría haber contestado a Ana la pregunta de aquella tarde. -Voy hacia un plato rico en hidratos de carbono, hacia unos entrenamientos en algún Centro de Élite, hacia un reconocimiento de mi labor en cualquier periódico deportivo, hacia una vida nueva. Huyo del miedo, de la guerra, de la miseria, de la persecución por ser mujer. No he conocido a esta atleta por la noticia que os acabo de contar; o quizá sí, es posible que en aquellas olimpiadas me llamase la atención, pero mi memoria no la archivó. La he conocido ahora, cuando he leído en 63

la primera plana de los periódicos, deportivos o no, la noticia de su posible fallecimiento, ahogada al intentar llegar en una patera a las costas de Italia. Quería encontrar esas respuestas que le habría dado a Ana. Estoy sentado en el sillón de mi salón de veinte metros cuadrados, viendo las imágenes de las rocas que iban a ser su meta, de la calle de aguas encrespadas por la que corrió su última serie de 200 metros. Sobre este sillón de tres plazas, tapizado, contemplando la pantalla TFT de 40 pulgadas, escondidos, mi ombligo y yo, tras la barrera de esa crisis económica del primer mundo, queriendo que se solucionen nuestros problemas, que, no dudo, los tenemos, siento un intenso retortijón de tripas al ver la foto, en blanco y negro, de Samia, triunfante, superpuesta sobre aquel mar, y, ahora, soy yo el que se hace una pregunta: ¿Adónde vamos?

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DIARIO DE MADRID http://lasombradelashoras.blogspot.com.es/2013/03/diario-de-madrid.html

10 de marzo de 2004. 23,30 horas.

Sharif abre la puerta de su casa. Intenta hacer el menor ruido posible para no despertar a su niña. Cuelga el abrigo en la percha del recibidor y se acerca a besar a Salma, medio dormida sobre el sofá del salón: ¡Por fin, Salma! Mañana me tengo que presentar en la Delegación de Gobierno a recoger los papeles. Salma, aún sobresaltada, lee la carta con membrete oficial que acaba de entregarle Sharif y se abraza a él: Mañana, cuando deje a Sara en la guardería, voy a buscarte al trabajo y nos acercamos los dos.

Se marchan a dormir media hora antes de lo habitual; al día siguiente les aguarda el despertador más temprano que de costumbre. Manuel no logra conciliar el sueño, la discusión de la tarde con Emilia, como siempre por tonterías, le ha dejado intranquilo: Mañana, al salir del trabajo, compraré esos pendientes que le gustaron tanto. Emilia siente la tensa espalda de Manuel, ella tampoco consigue apartar de su cabeza las 65

lágrimas de la tarde: Mañana le dejaré que se fume el cigarro de la cena sin mandarle a la terraza.

Resuenan las bocinas de los coches por el paseo de la Castellana. Raúl, no puede ser menos que los demás y machaca continuamente la suya mientras recuerda el momento en que el árbitro pitó el final del partido y todo el estadio, menos los cinco mil hinchas alemanes, gritó y saltó de alegría: Mañana se va a enterar el listo de Jose cuando me oiga cantar el himno a todo pulmón.

En el despacho del Ministerio del Interior, el ministro rebusca entre los papeles de su escritorio: Sí, pásame la llamada, por favor. ¡Hola, Paco! ¿Cómo estás? Aquí me pillas, mirando las últimas encuestas. Sí, sí. Venga, mañana nos vemos en la sede del Partido y hablamos tranquilamente sobre ellas. Hasta mañana.

11 de marzo de 2004. 19 horas.

Emilia llora, ya sin lágrimas, mientras su cabeza reposa sobre el hombro de su madre. Salma mira, sin ver, la foto de Sharif que descansa sobre la palma de su mano. Los padres de Raúl, sentados, se hablan pero no comprenden nada. Comparten una gélida sala acondicionada con prisas. Acaban de identificar a los suyos; tres cuerpos destrozados por las bombas que, esa mañana, rodaban sobre los mismos raíles.

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En su despacho del Ministerio del Interior, el ministro rebusca entre los papeles de su escritorio: Sí, pásame la llamada, por favor. ¡Hola, Paco! ¿Cómo estás? Ya ves… Sí, sí. Venga, mañana nos vemos en la sede del Partido y hablamos.

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Han pasado nueve años desde aquel 11 de marzo. Este relato lo escribió la rabia y la indignación que sentí en los días posteriores. Hasta ahora nunca había visto la luz más allá de unas pocas personas muy cercanas, pero hoy he sentido la necesidad de enseñároslo. Todas las mañanas, de lunes a viernes, vuelvo a la estación de El Pozo, camino del trabajo; hoy me encontraré el recuerdo de algunos de los que no pudieron volver a subir a esos trenes en los que yo, por fortuna, aún puedo montar. Aunque vengan con retraso en algunas ocasiones. Canalicé toda esa rabia e indignación hacia la crítica política. Quizá por esto es por lo que hoy cuelgo este relato en mi blog porque, por desgracia, algunos políticos no aprendieron nada, o no quieren aprender. El dolor, el sufrimiento, la mentira, no se deben utilizar para hacer política. Por eso perdieron esas elecciones y por eso ahora, que juegan con otro dolor y con otro sufrimiento, están bajo mínimos en esas encuestas que tanto les han preocupado siempre. Aunque saben que tienen una ventaja enorme, a su falta de escrúpulos se les une la falta de memoria de los votantes. Hoy, ellos 67

encabezarán los actos oficiales que se repiten año tras año en esta fecha. Espero y deseo que algún día los votos recuperen la memoria. Dudaba sobre la conveniencia de escribir estas líneas después del relato, pero al final me he decidido. El Mañana que nunca existió para 191 personas y el Mañana que nunca hubieran querido vivir sus familiares y amigos, me obligaba a ello. Porque los mentirosos sí tuvieron y tienen mañana.

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EL BANCO DE MADERA http://lasombradelashoras.blogspot.com.es/2013/04/el-banco-de-madera.html

Fue así como comenzó. Cada mañana cruzaba la avenida para llegar a mi casa y, al plantar un pie sobre la acera, los miraba de reojo. Allí estaban. Al principio fueron dos hombres; luego tres hombres y dos mujeres. Finalmente dejé de contarlos. Sentados, de pie, paseando. También un perro. Varios perros. Todos alrededor del banco de madera. A la una abrían el comedor social del Convento de las Misioneras. Construyeron más comedores sociales y el Ayuntamiento los rodeó de bancos de madera. Y la gente se arremolinaba. Las casas se iban quedando vacías, en poder de los bancos, de los otros, de los que no eran de madera. Y los bancos de madera ampliaron su capacidad con cartones a un lado y al otro. De día y de noche. A todas horas. Llenos. Apenas quedaban casas habitadas. Y se fijaron en ellos. Aquel día llegaron los señores trajeados, los de las agencias inmobiliarias, los de los bancos que no eran de madera. Con sus carteles: “SE VENDE BANCO DE MADERA MUY BIEN SITUADO, A MENOS DE 10 METROS DEL COMEDOR SOCIAL. NOSOTROS NEGOCIAMOS POR USTED LA HIPOTECA”.

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Firmamos los préstamos, las hipotecas que, a 60 años, nos daban la oportunidad de, al menos, tener un sitio donde descansar. Yo tampoco tenía casa ya. Compramos los bancos de madera. Nos hipotecaron los bancos de madera. No pudimos pagar y vinieron a por nosotros. Nos desahuciaron. Así fue como volvimos a ocupar las casas que se habían quedado vacías. Ahora, aunque fundan el timbre, no les abrimos la puerta.

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NUESTRO CIVILIZADO MUNDO http://lasombradelashoras.blogspot.com.es/2013/10/nuestro-civilizadomundo.html

El dolor de cabeza le acompañó hasta la ducha junto a la pesadilla que le había rondado toda la noche y que no podía ver. El agua se estrellaba con tibieza sobre la frente; se abandonó. Enjabonó el pelo. La sien derecha le estallaba. De repente, notó como si de su oído del mismo lado brotase un manantial que chocaba contra el suelo de la ducha; entremedias, le pareció oír un golpe seco. La presión sobre su cráneo se atenuó; intentó abrir los ojos pero el escozor del jabón no se lo permitió hasta que retiró la espuma con un chorro de agua. Oyó gritos de desesperación rodeando sus pies. Miró. Solo le dio tiempo a reconocer una figura de hombre, desnudo, de piel negra, luchando con el agua que se precipitaba hacia el interior del redondo sumidero. No mediría más de cinco centímetros. Observó cómo daba un par de vueltas alrededor del agujero antes de comenzar a desaparecer por él. El hombrecillo alcanzó a agarrarse a la cruz del desagüe con sus manos. Instintivamente, con el dedo gordo de su pie, aplastó esas manos hasta que sus ínfimos dedos no pudieron aguantar y lo vio desaparecer. Le quedó una extraña sensación, pero su mente se relajó. 71

Desayunó. La tostada quizá le supo un poco amarga. Tuvo que apartar de ella a una mujer, de unos cuatro centímetros de altura y también piel morena, que acababa de caer desde su todavía húmedo pelo y que cubría su cuerpo y su cabeza con una desgastada túnica de colores chillones. Se resistía a abandonar el lecho de mermelada de naranja pero, ayudado por la cucharilla y el cuchillo, logró deshacerse de ella e introducirla en el cubo de la basura que tapó y saco a la terraza de la cocina para no oír sus lamentos. Llegaba tarde al trabajo. Aceleró el paso. Cruzó de acera, como todos los días, para que el muchacho que pedía en la puerta del “Super” no le molestase con su “buenos días de puto extranjero”. Tuvo que correr un poco para que no se le escapase el autobús. Cuando llegó a la oficina tomó el café con sus compañeros antes de comenzar la jornada. Hablaron, como cada día, de lo mal que estaba todo y una vez más estuvieron de acuerdo: “Hay que cerrar las fronteras a tanto extranjero que viene de fuera a robarnos lo nuestro”. Les habló de la noche que había pasado y de la pesadilla que no recordaba. Terminaron el café y se dirigieron hacia sus mesas. Notó un pequeño bulto en su sien izquierda que parecía deslizarse hacia la oreja. De nuevo, el dolor de cabeza fue en aumento. Más tarde, unos mínimos pies, de piel tostada, como los de un niño, querían aparecer por el oído. Uno de sus compañeros pareció darse cuenta, pero no quiso molestarle. Fueron hacia sus mesas, encendieron los ordenadores y se sentaron. Ninguno reparó en las huellas de sangre que dejaron a su paso. Ni en los 72

ataúdes de madera, de distintos tamaños, que guardaban sus cajones. Él sí. Se sentó y pudo hacerse con aquel mínimo cuerpo desnudo, que ahora reposaba en su hombro, antes de que cayese al suelo. Abrió el cajón y levantó la tapa de uno de los ataúdes pequeños, de unos tres centímetros; introdujo el cuerpo, lo tapó y cerró el cajón. Lo último que expulsó por sus oídos fueron las tablas, casi intactas, de una pequeña patera. Llamó a la mujer de la limpieza para que limpiase la baldosa sobre la que cayeron. Por fin se sentía a gusto para poder comenzar el trabajo un día más. El dolor de cabeza se había marchado.

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Colaborando con el periódico del barrio: VallecasVa

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UN VALLECANO EN SANT JORDI http://lasombradelashoras.blogspot.com.es/2013/06/vallecasva-un-vallecano-ensant-jordi.html

Os quiero contar el cuento real de un vallecano en Sant Jordi. Os contaré cómo regresé con un pequeño trozo de puerto de mar, ese que tanto añoramos y reivindicamos en el barrio. Os voy a contar lo que viví en un día de rosas, de dragones y de libros, con mis compañeros de aventura: (in) DEPENDIENTES DE TI, un grupo de más de treinta autores (la mayoría publicados por la Editorial Círculo Rojo) con mucha ilusión y mucho trabajo hecho y por hacer. Un día decidimos plantar nuestros reales en pleno Paseo de Gracia. Debido a las artes y al empeño de los compañeros de Barcelona -con mención especial para “la jefa” Encarnación Alcalde Brotons- logramos hacernos con una parada hacia el número 40 de dicho paseo. Se buscaron contactos, nos comunicamos por el chat de facebook para aportar cada uno su granito de arena y, más tarde, se creó un grupo en facebook: (in) DEPENDIENTES DE TI (https://www.facebook.com/groups/557402597613302/). Nos movimos por las redes, contactando con medios de comunicación, con amigos. Nuestro ejército cultural llegaría desde todas las partes de España –incluso de 75

Andorra- para dar a conocer nuestros libros; de lo más variado: Poesía, relatos, ensayo, autoayuda; novela policíaca, romántica, fantástica, histórica… Aquel 23 de abril, a primerísima hora de la mañana, me vi montado en el Ave hacia Barcelona, con mi libro de relatos “La sombra de las horas” bajo el brazo. Y llegué a la parada donde mis compañeros ya disfrutaban del aluvión de lectores que coloreaba las calles de la ciudad. Algún medio de comunicación se acercó (Catalunya Ràdio, SER de Barcelona) y habló de y con nosotros. Los barceloneses hojearon y compraron nuestros libros. Acabó la jornada y recogimos nuestro castillo, cansados, pero contentos. Y Sant Jordi, un año más, venció al dragón empuñando el arma más poderosa: los libros. Y este escritor de Vallecas estuvo allí para poder deciros que en el Passeig de Gràcia cantonada Consell de Cent aún permanece flotando, por su aire de mar mediterráneo, una pequeña parte de nuestro barrio. Los compañeros de Barcelona decían envidiar nuestra Feria del Libro de Madrid por sus más de dos semanas de duración. Ellos solo tienen un día. Os puedo decir, amigos barceloneses,

que ese día no tiene

veinticuatro horas, sino muchas más; aún lo estoy viviendo. Me considero un afortunado por ser parte de estos dos grandes acontecimientos culturales. Este cuento no se ha acabado, lo mantenemos vivo en facebook -como grupo e individualmente- y por toda la red. Y seguimos luchando para que nuestros flequillos de autor, como así digo en una entrada reciente de mi blog “El Tiempo de Román”, sobresalgan entre los miles y miles de 76

flequillos que os buscamos, a vosotros, lectores. Porque dependemos de ti, de vosotros, de que nos leáis y podáis decidir si merece la pena seguir yendo a la peluquería a arreglarnos el flequillo. No debo terminar sin dar las gracias a esta ventana cultural del Barrio, VallecasVa, por su apoyo. Gracias por vuestra labor, amigos.

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BAJO EL PARAGUAS DE VALLECAS http://lasombradelashoras.blogspot.com.es/2013/07/bajo-el-paraguas-devallecas.html

De niño restregué mis rodillas -para poder curarlas con el algodón y el alcohol de la abuela Jacinta- por los cerros del final de la calle Almonacid, allá, por detrás de la gasolinera de la Avenida de la Albufera, el portón de entrada a la Colonia Santa Ana o, como bautizaban los taxistas, el barrio de la yenka. Me escurrí entre las puertas del descansillo del tercer piso; del 3ºA al 3ºB, donde esperaban los sillones de mi madrina listos para ser picoteados. Antes de que el asfalto arrasara con sus coches, paseé por la avenida de la Paz hasta el Puente de los Tres Ojos. Crecí en el nocturno del Tirso, buscando novia y los estudios que el trabajo había postergado tras lo necesario. Allí encontré la lucha contra el fascismo que se resistía a regresar a las cloacas; allí encontré amigos con quien compartir los recitales de Inti Illimani; allí encontré compañeros. Seguí creciendo. La novia se convirtió en esposa. El domingo por la mañana me uní al coro del Estadio y canté las victorias o las derrotas de mi Rayo. Continué mirando al fascismo de reojo, con pancartas, ondeando banderas, junto a los vecinos.

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Busqué entre los antepasados, entre sus leyendas, hasta encontrar un valle poblado de dinosaurios, de árabes, de olivos. Empapé el parche de pirata montado en el bajel que durante todo el año fondeaba en el puerto, a la espera de la batalla anual; con dos mortíferas armas: un cubo y una espada de plástico. Me sentí orgulloso de la otra Iglesia, la que se escribe con minúsculas y trabaja con mayúsculas, la del Padre Llanos y, ahora, la de Enrique de Castro. Seguí oyendo y cantando las canciones de un extremeño vallecano llamado Luis Pastor. El Hebe atronó mis oídos con la música de Ska-P. Comprendí y estreché la mano de los diferentes, porque aquí siempre tuvimos claro que todos somos iguales. Recreé la vista y los sentidos con los libros que esperaban ofreciéndome sus portadas unos pocos peldaños abajo, los de la librería Muga en la avenida de Pablo Neruda; ¿dónde si no? Respiré con la cultura que aguardaba en los Centros Culturales, pese a aquellos señores que desde la alcaldía se agarraban a las banderas de un partido que nunca caminó, ni quiso hacerlo, por el barrio. Viví en Vallecas. Vivo en Vallecas. Viviré en Vallecas y hoy tengo la fortuna de poder hablaros de mi barrio. Mi padre me registró como Luis Miguel, aunque me podría haber llamado Juan, o Concha, o Alejandro, o Lucía, o Christian, o Ameena, o Kavi, o Bao-Zhi. Porque no importa el nombre ni de dónde se venga, solo es necesario estar dispuesto a ocupar un sitio debajo del gran paraguas que cubre nuestro barrio con un fuerte armazón de diez varillas: C-O-M-P-R-O-M-I-S-O. Con la vida, con el que te necesita, con el amigo, en contra de la injusticia. Para resguardarse de la lluvia, solo hay que cruzar la M-30 y, en cuanto se ve el letrero del 79

Metro y se lee “Puente de Vallecas”, guarecerse bajo ese enorme paraguas. Un paraguas que, además, no tiene ningún problema en dejar pasar los rayos del sol.

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LA TELA DE ARAÑA http://lasombradelashoras.blogspot.com.es/2013/09/la-tela-de-arana.html

“Las arañas (orden Aranae) son el orden más numeroso de la clase Arachnida, lejanamente emparentadas con otros grupos de artrópodos como los insectos, con los que no debe confundirse.” Un rápido vistazo a Google y a la enciclopedia de la red (Wikipedia) nos deja este inicio de definición de la araña. Más tarde nos cuenta que están repartidas por todo el mundo y que son depredadoras (primera definición del diccionario de la R.A.E. de la palabra depredar: Robar, saquear con violencia y destrozo). Y también, que tienen glándulas venenosas con las que paralizan a sus presas. Y que producen seda con la que fabrican redes de caza (telarañas). Pensaréis que esto es una columna de opinión y que para saber de estos artrópodos están las enciclopedias; virtuales o no. Sí. Pero os cuento esto porque quería hablaros de la visión que tuve el otro día y me ha parecido la mejor manera de acercaros a ella. Veréis: Bajaba yo por la avenida de la Albufera hacia el Campo del Rayo para asistir al primer partido de la temporada de nuestro equipo y llegué a la altura del cruce, con semáforos, de la avenida de Buenos Aires. El sol 81

comenzaba a desaparecer por detrás de los árboles del parque Azorín y sus rayos, entrelazados con las sombras de las hojas, alcanzaron mis ojos en el preciso instante que miraba a los colores para averiguar si me permitían cruzar. Fue cuando las vi. El contraluz me las ofreció. ¡Qué escalofrío! Sus finas y cuantiosas fibras casi ocultaban las luces roja, ámbar y verde. ¿Por qué estaban allí? Porque… ¿el Ayuntamiento no tiene dinero para su limpieza? Es lo primero que se me ocurrió. Porque… ¿el presupuesto de mantenimiento de enseres públicos, y otros más, se tienen que emplear en los Juegos Olímpicos que van a llenar unos cuantos bolsillos, amplios, de Madrid y de España, y a repartir calderilla por alguno modesto? Qué idea más mezquina la mía, pensé. También pensé en el uno de agosto pasado. Por la tarde. En la sesión del Congreso de los Diputados. No sé por qué… ¿o sí? Sí, sí, creo que lo sé… Depredadoras, depredadores. Venenosas, venenosos. Telas de araña. El recuerdo de los discursos de aquellos artrópodos trajeados, en el púlpito, me hizo dudar… ¿estaríamos en el principio del final?, ¿la seda se iría extendiendo por la ciudad? La mezquindad se convirtió en pavor, y el pavor en esperanza (por fortuna, ya con minúsculas en nuestra Comunidad). El verano pasa y no se nos debe olvidar lo que las arañas nos contaron ese día uno de agosto. El veneno. Será el momento de volver a invadir las calles con nuestras tijeras pacíficas, solo un dibujo sobre el papel, para ir cortando uno a uno esos hilos de seda con los que nos quieren cazar. En nuestras manos está; solo dos dedos son necesarios para usarlas, con ellos podremos deshacer sus redes. Pero hacen falta las manos de todos. 82

Por último, os quiero avisar de que estos artrópodos, las arañas, mudan su esqueleto externo (exoesqueleto) periódicamente (ecdisis). Aunque son los mismos. Por cierto, aquella noche el Rayo ganó.

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Las vidas de un libro de relatos. Crónicas de Román.

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El Tiempo de Román nació con la idea de promocionar la futura (en ese momento) publicación de La sombra de las horas, mi libro de relatos. Luego, se perdió (sin querer encontrar la salida) por múltiples caminos. Pero siempre se han ocultado entre sus páginas virtuales esas sombras que han ido naciendo y creciendo a través de los eventos a los que nos han conducido sus historias y sus personajes. Román, Julio y yo, de vez en cuando, narramos esos momentos que tanto nos han hecho disfrutar. Os dejo en las siguientes páginas con algunas de estas crónicas o, en algunos casos, con un esbozo de sentimientos, construidos con ladrillos de enorme agradecimiento a todos los que me habéis acompañado en estos setecientos treinta días, más o menos, de vida virtual y real.

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CRÓNICA MÁGICA. 19/4/2012 http://lasombradelashoras.blogspot.com.es/2012/04/cronica-magica-1942012.html

“Para que estén conmigo, con nosotros, en este salón, mis “virtuales” amigos blogueros, os voy a rogar que cerremos un momento los ojos. Por favor, solo un momento... Ya. Ya están aquí. Bienvenidos.” Me apetece comenzar esta entrada, desde mi blog, con las palabras que elegí para teneros a todos vosotros conmigo. A los blogueros y a los que, sin disponer de un blog, os pasáis por aquí a leer lo que cuento. En la sala seríamos unos ochenta amigos, (entre ellos, Pablo, nuestro amigo de Lapizplumapapel) pero, en mi corazón, tuvisteis que estar muy apretados en esos sillones que os dije (¿os acordáis?) que iba a poner para que os sintieseis dentro de él lo más cómodo posible. Espero que, aun con las apreturas, os emocionaseis tanto como yo. Porque fue una tarde, y parte de la noche, que jamás se me olvidará. Han sido unos días muy duros, muy intensos (hubo momentos en los que parecía que los problemas que surgían querían hacerse los únicos protagonistas), los que me han llevado hasta las veinte horas del día 86

diecinueve de abril del año dos mil doce, hasta ese momento en el que os presenté las veinticuatro historias que, hace menos de cuatro meses, se fundieron en una sola para que la Editorial Círculo Rojo las convirtiera en mi libro de relatos y me las enviara a casa en el interior de cinco cajas. De cinco cajas llenas de libros y de ilusiones. “Como os decía, sin vosotros, familia, yo no estaría aquí. Gracias, Lucía, tú eres la que más ha tenido que soportar mis nervios por intentar que todo esto saliera bien y a la que más tiempo de estar juntos estoy robando con mi pluma. Y gracias a todos, a los que estáis y también a los que no habéis podido estar hoy.” Me uní con Román (porque ahora soy yo, Luis Miguel el que está con vosotros), con Julio, con “La sombra de las horas”, con Koncha (y Kafeto, por supuesto) y con mis sobrinos, para hablaros del blog y de mi nueva vida literaria y para leeros dos relatos que son el alma de mi libro: EL TIEMPO y LIBERTAD. Mi hermana Koncha regaló a mi libro sus palabras, como siempre repletas de poesía. Os sugiero que os tumbéis un ratito a la sombra de “EL CASTAÑO MILENARIO”: Un cuento ecologista donde se mezclan en una pócima mágica la amargura y el desencanto ante el inevitable deterioro de la naturaleza, avasallada por la mano del hombre. Y por último, quise exponeros una idea que rondaba por mi cabeza. “El arte puede venir envuelto, como un caramelo, de mil formas: las sedas que abrazan el cuerpo femenino tejiendo sensuales movimientos al son de una melodía; o las tapas que encierran 87

páginas que comenzaron vacías y que ahora están repletas de letras, de palabras; o una blanca pantalla enrollable en la que reflejar instantes de vida. Y la ficción de un libro puede ocupar quinientas páginas, como un caramelo gigante; o los veinticuatro relatos de un libro pueden ocupar ciento treinta y dos páginas, como un caramelo pequeño, como una bolita de anís. Pero, lo esencial, es que el sabor de este caramelo, a veces dulce, a veces amargo, a veces alegre, a veces triste; se instale eternamente en un rinconcito de nuestro paladar para, cuando lo necesitemos, pasar el extremo de la lengua por él y que nuestras papilas gustativas se recreen de nuevo en sus historias.” Mis dedos y mi pluma se fusionaron para agradecer, con mi dedicatoria sobre la segunda página del libro, el cariño que me demostráis día a día. Fueron unos minutos o fueron unas horas, no lo sé, todo ocurrió de la forma más natural y armoniosa que nunca hubiese pensado. Y mientras firmaba vuestros libros, porque cuando un escritor entrega su libro este pasa a ser parte de la vida del lector, vi, o más bien intuí, que el champán, el chocolate y los dulces navegaban entre nosotros. Y la felicidad. Sí, una palabra muy utilizada y que nadie sabe a ciencia cierta su significado. Yo lo adiviné en vuestras caras y lo sentí en mi interior. He dejado para el final mi agradecimiento a la Editorial Círculo Rojo, a sus trabajadores, que tanto han sufrido para intentar, y conseguir, que las zancadillas que preparaba el azar nunca nos hiciesen caer. Y mi agradecimiento a Ricardo Dávila, mi anfitrión, al que un inoportuno (para 88

mí y para los que estaban conmigo) e inaplazable rodaje no le permitió acompañarnos más que unos momentos. Y mi agradecimiento a Aurora Montero que, desgraciadamente, a causa de otra de las zancadillas de las que he hablado antes, no pudo hacernos degustar su arte, aunque sí su presencia. Y mi enorme agradecimiento a la presentadora perfecta, a mi amiga Carmina, que con sus palabras, como un mago, esparció multitud de afables destellos que iluminaron la sala. “Hace unos meses Lucía me dio el libro en clase de baile. Empecé a leer en el suelo del vestuario atándome las zapatillas y no pude parar de leer.”

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LIBRERÍAS DONDE VIVE “LA SOMBRA DE LAS HORAS” http://lasombradelashoras.blogspot.com.es/2012/05/libreria-tres-rosasamarillas.html

…en las librerías con puerta a la calle, las de toda la vida, las que según atraviesas sus puertas sientes todos los personajes, todas las frases, todos los momentos a solas con, quizá, Sancho Panza, quizá, Julieta, quizá... Y esperas que de un instante a otro aparezca en la mesa del fondo, debajo de la escalera de caracol que sube a las estanterías del primer piso, Saramago, o Cortázar, o Don Miguel de Cervantes, que, con una pluma en la mano, te haga un gesto para que te acerques a él y pueda dedicarte la edición que acabas de comprar de su novela; con todas las ficciones del mundo a tu alrededor. Allí quiero que esté la mía, las mías, mis veinticuatro ficciones. …Allí estará acompañado por otros muchos libros como él; libros que, al abrir sus tapas, te cuentan historias, sí historias, no una sola, varias. Y que, al cerrarlas, conviven entre ellas. Me las imagino intercambiando 90

personajes: el chico ciego, buscando a su perro guía que, sin él saberlo, ha decidido marcharse con el perro del siguiente relato que anda husmeando de alcorque en alcorque, o aquel hombre que pierde el significado de las palabras que escucha y que anhela encontrar en otro cuento. Que quizá sean las que en el suyo ha perdido. No he preguntado a José Luis cuántos libros llenan sus estanterías. Y no sé el número de relatos. Pero lo que creo saber es que todos se hacen una pregunta: ¿Por qué no vienes a conocernos y nos dejas que te contemos todos nuestros cuentos, nuestros relatos, nuestras historias? Sí, están muy felices aquí, rodeados de libros de relatos, pero estoy seguro de que les encantaría compartir tu biblioteca. Al menos eso me ha confesado el mío.

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CRÓNICA DE UN SUEÑO. LA SOMBRA DE LAS HORAS EN LA FERIA DEL LIBRO DE MADRID 2012 http://lasombradelashoras.blogspot.com.es/2012/06/cronica-de-un-sueno-lasombra-de-las.html

La tarde del 31 decidí que era la más indicada para pasearme entre las casetas que, en paralelo, recorren el Paseo de Coches del Retiro. Acababa mayo y aún podía guardar los diez primeros días de junio por si me apetecía repetir visita. Comencé desde La Rosaleda, con el resuello todavía alterado por la cuesta que une a este singular enclave del Parque del Retiro a la plaza de Mariano de Cavia. En seguida, la respiración y todo mi cuerpo se fueron relajando entre los árboles, los libros y los autores que salían a mi paso. Parecía que esperaban mi llegada para ofrecerme sus hojas, unos, recorridas por ríos de savia, otros, por ríos de letras y, los últimos, con sus plumas cargadas de tinta para estampar sus dedicatorias sobre una de ellas. Me gustaba ese día, tarde laborable, calor, -la manecilla larga del reloj apenas se alejaba del número seis- y poco transeúnte que entorpeciese mis pasos. Las portadas de los libros me aguardaban, quietas, a un lado y a otro. Me abandoné a la pura y simple observación, sin que un nombre 92

más o menos conocido de autor me distrajese de aquello que comenzaba a sentir como… un sueño. Noté esa sensación de vivir algo irreal desde el momento en que pasé sobre la imaginaria línea que marcaba el final, inicio para mí, de la larga hilera de casetas que flanqueaba, a un lado y a otro, el Paseo. Continué mi recorrido; a veces en zigzag, a veces volviendo sobre mis pasos para detenerme sobre algo o alguien que parecía reclamar mi atención algún segundo más del que le había dedicado. Y llegué a la caseta número 126. A mi izquierda. Librería Muga. Dos folios de color amarillo colgaban por encima de la cabeza del autor: {A partir de las 18.30 horas LUIS MIGUEL MORALES}, {Firma de ejemplares de su primer libro de relatos: “LA SOMBRA DE LAS HORAS”}. Y, también sobre él, en los extremos de la caseta, dos carteles. Casi tropiezo con la cámara de televisión que le estaba enfocando: TeleK. Me fijé en su expresión y en el movimiento de sus labios. No logré reconocer ni al autor ni a su libro, pero una sensación de unidad con él se apoderó de mí. Yo estaba en este lado del mostrador, del mostrador repleto de libros, de libros de aventuras, de libros de poemas, de libros infantiles, policíacos, románticos, de libros de relatos. Él, tras todos ellos, con uno entre las manos, “La sombra de las horas”, mirándolo a veces, a veces lanzando sus ojos hacia la cámara, hacia el micrófono, hacia los otros ojos que le entrevistaban. Un corrillo de gente observaba la escena, discretamente separados, como esperando que acabase la entrevista para reclamar su hueco frente a él, para guardar su dedicatoria sobre la primera página del libro. 93

Me coloqué en la fila mientras veía cómo se marchaban las periodistas paseo arriba. Me llegó el turno. Nos miramos, nos sonreímos y no cruzamos una sola palabra. Ya no hacía falta. Contemplé cómo el bolígrafo iba descargando con paciencia su tinta sobre la página.

Para Julio 31/5/2012 Luismi

Gracias por compartir mi sueño…

flm12

Alargó su brazo hacia mí, sosteniendo con firmeza el libro entre sus dedos, y en el instante en que los míos lo agarraron la sensación de irrealidad desapareció por completo. Allí estaba yo, firmando ejemplares de mi libro, tras el mostrador, como siempre había soñado. Sonriendo, nervioso, satisfecho. A las nueve y media, rodeado de mi gente, los cierres de la caseta bajaron. Y me marché con la maleta vacía de libros y llena de ilusiones. Y con un par de carteles dispuestos a adornar otras casetas de otras Ferias. En uno de ellos están estampadas unas frases que nunca me abandonarán. 94

Gracias

a

desdevallekas,

entremontonesdelibros,

laviejaenciandelazubia, elprocesoimperfecto y mislecturasymascositas. Gracias a los que se pasaron la tarde del 31 de mayo de 2012 por la caseta 126 de la librería Muga. Gracias a la librería Muga. Gracias a Goi y a Nacho, mis dos fieles guardianes en la Feria. Gracias a mis amigos. ¡GRACIAS FAMILIA!

Luis Miguel me ha dicho que os cuente, a los que no conocéis mi blog o no sabéis de la existencia de Julio, que este se pasea de vez en cuando por aquí para contarnos sus vidas, sus, a veces, extrañas vidas. Y que no quiso dejar de pasarse por la Feria del Libro de Madrid como hace todos los años. ¡Ah! Y para los que no lo sepáis: quién os escribe estas líneas se llama Román. Os diré que se habla de que Julio, Luis Miguel y yo, Román, somos la misma persona. Rumores…

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PRESENTACIÓN DE LA SOMBRA DE LAS HORAS EN LA LIBRERÍA MUGA http://lasombradelashoras.blogspot.com.es/2012/06/presentacion-de-la-sombra-delas-horas_24.html

Luis Miguel no dejaba de dar vueltas sobre cómo enfocar la crónica de su presentación en la Librería Muga. ¿Le daba la palabra a Román? ¿O quizá a Julio? ¿O directamente era él el que os contaba lo que había sentido? Fue cuando nos decidimos a entrar en acción, utilizando el mismo método que siempre hemos usado con él: le dejamos que se siente delante del ordenador, se acomoda, se levanta de la silla, se acerca a la ventana y mira. Mira. Se vuelve a sentar. Se frota las manos. Piensa. Piensa; piensa. Ahí es cuando nos distribuimos por su imaginación y él ya se relaja, se deja llevar… Sí, lo habéis adivinado, somos sus personajes. Don Pedro, Rosa, Marcelino, Adela, Jorge, María, el panadero… Si me lo permitís, antes de continuar, no os voy a decir quién soy yo, el encargado de dirigirme personalmente a vosotros. Hemos decidido entre todos que nadie fuese el 96

protagonista, pensamos que lo mejor era echarlo a suertes y me ha tocado a mí. Soy uno de los personajes sin nombre que pasean por LA SOMBRA DE LAS HORAS. Es la única pista que os daré.

En este libro podréis leer doce relatos que contienen a su vez, cada uno de ellos, otros doce microrrelatos. Veinticuatro pedacitos de vida, vivida con amor, siempre, con misterio, con sentimiento de culpa, con el nunca exterminado maltrato a la mujer, con el bosque masacrado, con soledad, con pasión, con locura, con nostalgia, con la búsqueda de lo mortal, con la perdida libertad, con el anhelo irracional de pasear por momentos pasados o que aún son futuro, con la esperanza de volver a abrazarla. Aquí están, para que viváis con ellos, para que los acompañéis. Porque, cuando me decidí a traspasar la difícil frontera de enseñar, de enseñaros, mis historias, esa fue una de las claves que me ayudó a hacerlo, que nunca estuviesen solos mis personajes, que se reinterpretasen en cada una de vuestras lecturas. Yo, al menos, cada vez que vuelvo a leerlos, vuelvo a descubrirlos. Creo que, definitivamente, ya no son míos… que viven, o vivirán, con vosotros.

Esta es una parte de lo que Luis Miguel contó sobre nosotros a los familiares, amigos y vecinos del barrio de Vallecas que se acercaron por la Librería Muga. Os puedo decir que no ha sido nada fácil hacer esta crónica, Luis Miguel no paraba de marearnos abriendo y cerrando nuestra casa, el libro, La sombra de las horas, que nerviosamente portaba entre 97

sus manos. Hubo un momento en que a punto estuve de saltar sobre la mesa y quedarme ahí, escondido tras el bolígrafo. No me atreví, se está tan seguro aquí, entre estas tapas, que me dio pereza y miedo…

En "la sombra de las horas" se nos invita al juego de interpretar, de distinguir ensoñación de realidad, de dejarse invadir los sentidos por el mundo de la fantasía, de los sueños o de las quimeras. Lo siento, pero yo no puedo señalar un relato que no me guste porque son tan diversos, originales, atrayentes e imaginativos que cualquiera de ellos me entusiasma.

Estas palabras las dijo Concha sobre nosotros. Y más. Miré a mis compañeros y noté que se estaban poniendo tan colorados o más que yo…

España con mantillas negras que asfixian el aire. España taciturna y mohína oscura y recelosa con crespones brunos. España marcada con castigos desde aquel julio infame 98

conspirador y desleal. Miro a España con toda la vida por delante con toda la noche a mis espaldas poeta y libre. Busco a España y se siente satisfecha de haberme encontrado.

¡Qué precioso poema nos leyó Lucía! La sobrina de nuestro autor. Era de Concha y de su poemario A LA HORA DEL PAN CON CHOCOLATE (Veinte retratos de la infancia). Luis Miguel lo puso junto a su libro, seguramente para tener cerca a su abuela Jacinta, que estaba muy guapa en la foto. Y leyeron, Gemma, Ana, Antonio, Miguel (también sobrinos de Luis Miguel) y Goy, que fue la que presentó el evento, en representación de la Librería Muga. Gracias Goy, sabemos que a Luis Miguel le hizo mucha ilusión.

Luis Miguel se encontró un día con alguien que le introdujo en el universo de la blogosfera: Román. Y ambos parieron a Julio. Lo siento por los científicos pero, en este caso en particular, no existe explicación fisiológica por la que se originó la fecundación del nuevo ser. En el mundo de las emociones, del arte, de la creatividad, las criaturas nacen, viven, se reproducen y desaparecen sin el sentido de la lógica, del razonamiento. 99

Esto nos lo contó Concha para que supiéramos que tenemos un compañero que no está en nuestro libro pero que también comparte con nosotros un espacio en la mente de Luis Miguel. Julio aparece contando sus vidas en el blog de Luis Miguel, que se llama EL TIEMPO DE ROMÁN. Le queremos como si estuviese con nosotros aquí y me consta que a él le ocurre lo mismo. Todo terminó con un merecidísimo aplauso que se llevaron los mejores lectores de las historias que cuenta Luis Miguel que él nunca pudo imaginar... Ni nosotros. Después unas preguntas y las firmas sobre la primera página de nuestro libro hicieron que Luis Miguel terminase aún más alegre y feliz de cómo empezó. No puedo acabar sin deciros lo emocionado que estaba Luis Miguel al verse acompañado por dos compañeras de editorial, Ana Elena Coto Fernández (EL SECRETO DEL VALLE DE LAS SOMBRAS) y Marisa Sama (ATRAPADA EN 1800) y por una vecina bloguera, Rafaela, y su marido Jesús, ambos encantadores, así como el blog PORQUE NOS GUSTA NUESTRO PUEBLO. Unos libros y un blog que merecen ser conocidos por vosotros. Y, por supuesto, también estuvieron con Luis Miguel los amigos virtuales que le acompañan a todos los lados. Incluso a bailar a las fiestas de su barrio, de Madrid Sur, de Vallecas. Espero que me perdonéis si me he extendido demasiado, pero es que la primera vez que puedo expresarme por mí mismo, sin que sea Luis Miguel el que maneje mis palabras (al menos eso cree él). ¡Gracias a todos y hasta la próxima! 100

CUENTO-PRESENTACIÓN DE "LA SOMBRA DE LAS HORAS" EN TORREMOLINOS. http://lasombradelashoras.blogspot.com.es/2012/11/cuento-invitacion-lapresentacion-de-la.html

Érase una vez veinticuatro historias de papel…

…Así podría comenzar este cuento si fuese inventado; pero no lo es. Y seguiría…

…que esperaban, y esperaban, y esperaban, la llegada del Amanecer de aquel día, del día del Reencuentro, de su fiesta, del baile con el que soñaban hace mucho, mucho, en los principios de El Tiempo…

…Nunca he creído en los fantasmas, ni en los cuentos de hadas, pero cuando observo el movimiento de La sombra de las horas, siempre al lento y despreocupado compás de las manillas del reloj, los veo por todas partes, las veo por todas partes; y es cuando pienso en De cómo perdí el presente y si alguna vez llegaré al Punto final. Y es cuando creo en este cuento…

…por Las cartas que habían recibido el día anterior, una para cada una, veinticuatro cartas, sabían del lugar exacto adonde tenían que acudir: al término del sinuoso camino que iluminaba, en su final, El castaño 101

milenario. Todos lo conocían, allí estaba, majestuoso, a pesar de los años, 5084 contaban, que lo contemplaban. Y, al tropezar con la última piedra del camino, El muro. El muro que resguardaba el palacio, un edificio de nata y fresa, regio, desafiante por sus dimensiones y cálido por sus formas…

…Nuestra película, perdón, nuestro cuento, y lo digo así porque ya es mío y de todos vosotros, me recuerda a las noches que Mi padre me susurraba al oído historias que él me decía leía En el limbo de la Libertad, porque, en los días que vivió, no la podía encontrar de otra manera…

…se decidieron a atravesar El puente que, salvando el oscuro foso protector del edificio, les dirigió a la grandiosa puerta de metal y maderas nobles. Permanecieron unos instantes, quietas, hipnotizados sus ojos ante ella. La puerta se abrió y fueron recibidas por un grácil Arlequín de cuidadas maneras y vestimenta de vivos colores que, con una sutil reverencia, les ofreció el inmenso salón que, presidido por una interminable escalera tapizada de púrpura, se presentaba ante ellas. Miraron a uno y otro lado, absortas, el decadente lugar. En la pared de su izquierda, un hermoso cuadro, de marco desvencijado, lo ocupaba todo. En su parte inferior, se podía advertir la siguiente leyenda: Fotografía de mujer con los pies desnudos. En la de la derecha, nada, desnuda, el gris ajado de una pasada pintura; y letras, palabras, una frase apenas legible: La inapreciable ausencia de Liberto. Emergiendo del techo, la lámpara, la araña negra de múltiples brazos que apenas dejaban ver la techumbre; finos, mezclados el óxido y el azabache. En cada una de las 102

puntas de sus infinitos miembros, la cera de una vela ya consumida, sin luz. Salvo en una. De aquella desolada punta colgaba una Muñeca rota, una muñeca que enseñaba su cara, su preciosa cara de porcelana atravesada por una lágrima, solo una…

…Lo que os estoy contando lo hago desde mi rincón favorito de este local, ByMe PUB, al que me acerco cada vez que puedo. La pantalla de 42 pulgadas del otro extremo de la sala proyecta imágenes del reciente Samhain. La miro de vez en cuando. Y continúo…

…Una historia, la más pequeña, se separó de las otras y se dirigió hacia la mesita de tres patas que descansaba sobre la pared, debajo del cuadro. Recogió un libro que reposaba sobre ella. Diario de un hombre mortal. Leyó el título de la portada y, sin que nadie la viese, lo guardo entre sus ropas, volviendo al lado de sus hermanas. De repente, los ventanales de la estancia se abrieron de par en par dejando que el sol iluminase todos los rincones. Sonaron las fanfarrias y, en lo alto de la escalera, surgió la figura alada de Cupido. En su mano izquierda sostenía un dorado y brillante arco. Su mano derecha asía una flecha de punta de oro. Levantó los brazos hacia el cielo y toda la sala recuperó su olvidado esplendor. Nuestras historias vieron, aún sin reponerse del todo de lo sucedido, cómo, a sus pies, doce zapatitos plateados reclamaban su atención. Y cómo, en lo alto de la, ahora, deslumbrante sala, repleta de príncipes y princesas bailando al son de una evocadora música, apareció un reloj. Un reloj desposeído de horas…

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…Esto era, y es, un cuento. Y los cuentos siempre, siempre, tienen final feliz. Y este con más razón. Se me hace tarde, voy a ver si me cobra Byron. Que tengo que ir a preparar las maletas para Torremolinos. Os lo tenía que haber dicho al principio, lo sé, pero como no ha sido así, lo hago ahora: ¿cómo se llama el cuento? Índice. ¡Ah! ¡Se me olvidaba!...

…Y colorín, colorado, este cuento no se ha acabado…

…¡Nos vemos en Torremolinos! ¡Gracias a todos por acompañarme!

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COLORÍN COLORADO DE "LA SOMBRA DE LAS HORAS" EN TORREMOLINOS http://lasombradelashoras.blogspot.com.es/2012/11/colorin-colorado-de-la-sombrade-las.html

…Un reloj desposeído de horas.

Así fue como acabó, sin haber terminado, nuestro cuento-invitación de Torremolinos y, ahora que he regresado a mi rincón favorito del ByMe, me g ustaría seguir contándooslo.

Se quedó mirándolas, con aquellos ojos tristes, cansados de buscar sin fruto las manecillas que un día dieron sentido a su vida. -Aquí me veis, solo, inútil, manejado por el sol y la luna, ya no soy yo el que les indica la hora, ahora son ellos los que mandan sobre mí. Hoy, os he invitado a mi fiesta para que me ayudéis a superar mi desgracia. Hasta mi castillo ha llegado la leyenda de las veinticuatro historias de La sombra de las horas. Solo quiero que me digáis una cosa: ¿es cierta?

Byron me ha preparado hoy un Gin Tonic como hacía tiempo…

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Las historias callaron, no podían responder, ¿cómo saber si su vida era real o imaginaria? El silencio enmudeció las fanfarrias, los príncipes y las princesas dejaron de bailar, Cupido encogió sus alas y las ocultó tras sus hombros. -Ya sé, ya sé, nunca lo habéis… El reloj no pudo continuar hablando, la historia más pequeña, de un salto, se colocó sobre su sombra, la tibia sombra que descansaba sobre los últimos peldaños de la escalera tapizada de púrpura y, con su mínima voz, se dirigió a él. -Aquí tenéis la solución.

¿Y esa chica?, es la primera vez que la veo por aquí. ¿Qué buscará con tanto afán en el periódico? ¡Oh!, perdonad, que os distraigo; seguid, seguid escuchando.

Sacó de entre sus ropajes el libro que antes había ocultado y se lo entregó al reloj. Este, leyó el título y habló. -Diario de un hombre mortal. Dime, pequeña historia, ¿tú que sabes de la inmortalidad? -Sé lo que vivió el hombre que vive en mí, lo que sentía cuando sus relojes no tenían manecillas, como tú, y lo que ocurrió cuando el tiempo apareció en su camino. Pero yo solo soy una pequeña historia y no puedo pensar. Nunca podré pensar. El reloj no paró de leer hasta agotar la última letra. Y cerró el libro. En su cara apareció el rictus de la serenidad. Volvió a hablar. 106

-¡Historias, pasad al salón de actos. Allí no hay ventanas que os avisen del día y de la noche. Allí sí soy yo el que maneja el tiempo que no existe. Allí viviremos todos los segundos, los minutos, las horas. La eternidad será vuestra! Ahora sí os debo interrumpir. En el bello salón de actos del Centro Cultural Pablo Ruiz Picasso, pudimos agradecer la presencia del Alcalde de Torremolinos, D. Pedro Fernández Montes, junto a su esposa y la Teniente de Alcalde Dª Encarnación Navarro. En el camino de Málaga a Torremolinos recibí una llamada comunicándome que el señor Alcalde acudiría a la presentación. Nada, por si eran pocos los nervios… Estando, como estaba, pendiente de salir corriendo, nada más parar en la estación de cercanías el tren, para los estudios de Torremolinos TV, donde me esperaba la Princesa (de cuento, no de Mónaco) Carolina para hacerme una entrevista. También pudimos agradecer las atenciones que todos y cada uno de los trabajadores del Centro Cultural tuvieron con nosotros y las de los trabajadores del Ayuntamiento que se acercaron por allí. Y ya que os estoy contando un cuento, os diré que allí estuvo nuestra hada madrina Rocío, del departamento de cultura, verdadera artífice, junto con Juan Fernández, de que nuestras sombras brillaran en aquel paraíso. Y, por supuesto, agradecimos la asistencia de los torremolinenses que se acercaron hasta allí. Y muy, muy especialmente a nuestra compañera bloguera Marilú (Cuentalibros) que desde Málaga se desplazó para acompañarnos y a su amiga Isa. De la noche de “pescaítos” y vino que vivimos después con ellas os hablaré en otro momento (o quizá no…). ¿Habéis visto la de hadas y princesas que tiene este cuento? Bueno, pues ahora vienen los Reyes y las Reinas del cuento a dejaros los colorines, colorados. Gemma, Ana y Miguel, en representación de los sobrinos que no pudieron acercarse hasta allí, aunque los tuviésemos siempre presentes, van a cerrar este cuento que siempre permanecerá abierto entre nosotros. Les pedí que, en unas líneas, expresaran, para todos vosotros, lo que habían vivido. No he tocado ni una coma. Si con el micrófono se manejaron a las mil maravillas, no os digo nada con la pluma.

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¡Vaya! Ese buen hombre del bombín acaba de derramarme el escaso líquido que me quedaba en el vaso sobre el pantalón. Y ni se ha dado cuenta que ha tropezado en mi mesa… ¡Perdón! Os vuelvo a distraer… ¿Dónde estaba? ¡Ah! Sí, Reyes y Reinas… Gracias hermana Concha (Arlequín) por tu magistral presentación, como siempre, y por tu huida del guion. Gracias Lucía. Gracias Gloria. Y gracias a toda la tropa familiar y de amigos que se quedó en Madrid, tras el teléfono.

GEMMA Acompañar a otro en busca de sus sueños es siempre una tarea emocionante, más aún cuando el “sujeto buscador” es alguien importante para ti, como lo es Luis Miguel para todos los que participamos en esta aventura. La aventura de poner alma y voz a las palabras que él escribe, y que ya llevan por dentro la propia alma del escritor. Cuando frente al texto me sobrevienen los nervios y la voz empuja hacia adentro, temerosa de no estar a la altura de las palabras que tiene delante, pienso en la ilusión que me hace ser lectora de mi tío, reconvertido en escritor, y ese sentimiento es el que me sostiene y me hace sonreír mientras recorro las letras y miro de reojo a la gente que me escucha. ANA Torremolinos, con su arena sabor limón contempló las palabras que Luis Miguel Morales nos transmitió a través de Ana y de Julio. Todo sucedió un viernes, saltando de constelación en constelación hasta el atril. Nos fuimos alejando, unos con los ojos abiertos y otros con la mente sabor limón, para encontrarnos en la arena. Arena que Ana y Julio compartieron con nosotros gracias a mi tío, para hacernos partícipes de esta vida, de su vida, creando un firmamento que nos emociona y ante todo, nos deja sabor a limón. MIGUEL Así fue. Me enteré de que aquella tarde se iba a hablar de mis aventuras, de mi vida, de mí. Cogí la maleta y el espejo y allí llegué, a aquella pequeña gran ciudad donde tanto he veraneado (y lo que aún me queda) de nombre Torremolinos. Me encontraba ansioso de saber qué es lo que se iba a decir. Entré en el salón de actos sin hacer ruido y me senté en una esquina, con el pequeño espejo en el bolsillo por si era necesario. Impresionado por todo 108

lo que Román había transmitido a aquella gente de mis aventuras, pensé que debían conocerme mejor. Sin pensarlo demasiado, interrumpí la presentación y, vivaz, me subí al escenario para que mi boca fuera el altavoz de las palabras que un poeta escribió. EL ESPEJO.

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ByMe PUB, mi rincón

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Nos vemos en el ByMe http://lasombradelashoras.blogspot.com.es/2012/11/nos-vemos-en-el-byme.html

Os voy a presentar el ByMe, donde vengo algunas noches a tomar la última copa. Unas veces ron, otras un Gin Tonic, otras coñac con chocolate. Whisky no, nunca, no me gusta. Y, a veces, si ando mal del estómago, una manzanilla con un chorrito de anís. Es un pub acogedor, con su máquina registradora de las de antes, de las de manivela. Y con sus dos entrañables camareros, Byron y Mery. Aquí, en mi rincón favorito, contemplo el revés de las biseladas letras góticas y en semicírculo que adornan el cristal opaco que separa la última fila de mesas del local con la calle. Hoy está casi helando fuera; son los primeros fríos del otoño que quiere

ser

invierno,

como

cuando

teníamos

diecisiete

años

y

suspirábamos por tener ya los dieciocho. Sobre la mesa, el periódico me lanza sus últimas noticias. Él no sabe que ya lo he leído en internet, pero yo no quiero que se entere y le hago entender que todo es nuevo para mí. No parece que los sucesos de ayer sean los mismos entre sus páginas de tinta que sobre la fría y brillante pantalla del ordenador. Hasta los artículos se dejan leer más despacio, extrayendo reflexiones que antes no parecían existir. 111

¿Me acompañáis? Siempre dejo unas sillas vacías a mi alrededor, por si queréis ocuparlas. ¿Charlamos un rato? Os puedo invitar a una copa, o a lo que queráis. No os preocupéis, que me hacen buen precio… Ya os he dicho que Byron y Mery son muy majos. Esta noche quiero hablar con vosotros de una persona a la que la historia no ha sabido colocar en el lugar que merece. La historia la narramos nosotros y, en muchas ocasiones, no gritamos lo suficiente para que nos oigan lo más lejos posible. Amós Acero fue el primer alcalde de Vallecas elegido democráticamente, tras la proclamación de la II República el 14 de abril de 1931. Hoy, el escritor y poeta Cástor Bóveda, me ha obsequiado con su libro AMÓS ACERO, UNA VIDA POR VALLECAS. Tengo que agradecerle que, con este libro, ha hecho de altavoz de esas palabras que la historia me había contado en voz muy, muy baja. Como vallecano que soy he oído hablar de Amós, pero hoy, al ojear el libro de Cástor, me he dado cuenta de que aún apenas sé nada de una vida que debe tomarse como ejemplo. De origen humilde, y desde su profesión de maestro y su cargo de Alcalde, Amós luchó por su gente hasta que el final de la guerra y los vencedores cometieron con él la mayor de las aberraciones posibles: fue fusilado, “legalmente fusilado”. Me quedan muchas páginas de su vida por leer, por aprender; he comenzado por su final, por su última lección magistral, por la contraportada del libro de Cástor y los primeros párrafos de la carta que Amós escribió a su familia pocas horas antes de que lo asesinaran.

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En estos tiempos en que muchos de los políticos, los que más se dejan ver, hacen todo lo posible por desprestigiar ese oficio tan noble y necesario, no vendría mal que se empapasen del lado humano de personas como Amós. Y, por supuesto, de su carrera política. Os recomiendo que os leáis la carta completa en la web de Cástor Bóveda.

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Si queréis compartir conmigo, con este vallecano, la mesita de mi rincón del ByMe, aquí os espero. ¡Byron! Por favor, atiende a mis amigos.

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Nos vemos en el ByMe con don José Todos los nombres http://lasombradelashoras.blogspot.com.es/2012/12/nos-vemos-en-el-byme-condon-jose-todos.html

Esta noche he quedado con don José, aquí, en mi rincón del ByMe, para conversar, para hacerle unas preguntas, para que le conozcáis. Estará a punto de llegar. Cuando concertamos la cita le comenté que me localizaría al lado del cristal con las letras biseladas. Él no me conoce y yo a él, lo imagino. Perfecto, no tiene más que decirme, sé dónde encontrarle, a las doce en punto nos vemos, Le espero, don José, muchas gracias. Acaba de entrar por la puerta. Es un hombre enjuto. En seguida, tras cruzar el umbral, se ha dirigido hacia mí, no ha dudado un instante. Camina despacio, como si sus piernas dudasen entre dar el siguiente paso o no darlo. Aún no nos hemos hablado y ya está frente a mí, sentado, sus ojos me observan y en sus pupilas descansa toda la sabiduría del mundo, Buenas noches Román, Buenas noches don José, No es necesario que su mirada me venere, solo soy un personaje, y viejo, 115

ya muy viejo, Perdón don José, no era mi intención molestarle, comprenda que… Ya, ya…, charlemos. Bien, si le parece le pido a Mery una copa para usted, No, no, un vaso de agua, por favor, Mery, tráenos un vaso de agua cuando puedas, por favor. No sé que preguntar, cómo empezar la conversación; traía estudiadas mil y una cuestiones, pero, ahora, enfrente de mí, es él, don José, no tan viejo como dice, mediana edad, cincuenta, sin llegar a los sesenta; y esa mirada. Si quiere comienzo yo, no le veo muy dispuesto, aunque ha sido usted el que me ha llamado, se lo recuerdo, Oh, no, no, por favor, es tanto lo que me gustaría saber de usted que no encuentro el hilo conductor, El hilo de Ariadna, es un buen principio para nuestra conversación, sin ese hilo ya sabe que no podría moverme entre los estantes de la Conservaduría, pero, para que no sea yo el que hable, viendo su nula disposición a ello, por qué no me cuenta usted mi vida ya que tan bien se la conoce, Si usted me lo pide, don José, no puedo negarme.

Su vida comienza con una descripción del mundo burocrático y jerarquizado en el que usted trabaja o, mejor tendría que decir, vive. Es un funcionario más de la clase baja de la Conservaduría General del Registro Civil, los escribientes. Lleva una existencia monótona que intenta adornar con una colección de fichas en las que va apuntando las fechas y acontecimientos reseñables de la vida y de la muerte de personajes famosos. Para ello tiene que trasgredir una norma fundamental, utilizar una llave -que posee, pero a la que nunca debería recurrir- para penetrar, fuera de las horas de trabajo, en la Conservaduría y a través de una 116

puerta que une la casa donde usted vive, a ella. Después de su primera y triunfal incursión, se siente feliz, incluso se atreve a pasar la noche en el sillón del jefe de la Conservaduría. Los días siguientes continúa con sus incursiones en busca de los famosos de su colección. Mientras, el conservador da la voz de alarma sobre la falta de algunos impresos. Los que usted usa. Pretende detener por unas semanas su trabajo para no levantar sospechas, pero ya no puede, aun temiendo ser descubierto continúa con su labor. En una ocasión, debido a los nervios vuelve con seis fichas en lugar de las cinco que pretendía. Así encuentra la ficha -que se había pegado a la última de un famoso- de la mujer desconocida, treinta y seis años, casada y divorciada. Aquí comienza su obsesión. Ya no le importan sus famosos, solo le importa ella.

Un momento, no cree que lo demás lo deben averiguar quienes deseen leer mi vida, Sí, don José, tiene toda la razón, todos estos amigos con los que estamos charlando tienen derecho a disfrutar de lo que usted les cuente en primera persona, como yo ya lo he hecho, solo quisiera que les hablase de su progenitor, Don José Saramago, sí, ese es su nombre, me gusta poner el don delante, él quiso que así me llamase y estoy muy orgulloso de ello, tengo muchos hermanos, muchos; Jesucristo, la mujer del médico, Caín, el perro de las lágrimas, Ricardo Reis, muchos… Hemos

seguido

hablando

toda

la

noche,

hasta

que

Byron,

amablemente, como siempre, nos ha informado de que el reloj estaba ya muy cansado. Ha sido una noche de esas que nunca acaban, estoy 117

seguro de que, durante mucho tiempo, guardaré la imagen de don José sentado en el ByMe, frente a mí. Junto a todos vosotros. Solo me queda deciros que la vida de don José, llamada Todos los Nombres, es imprescindible conocerla, leerla; para mí es “la novela” de José Saramago. ¡Ah! ¡Perdonadme! ¡Hoy no os he ofrecido una copa! ¡Mery! Por favor, sirve a mis amigos, solo vamos a estar un ratito más.

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¡BUENOS DÍAS, RADIOYENTES! FACEBOOK.ES

LAS VIDAS DE JULIO ANIVERSARIO CARTA A UN MENDIGO 20 DE NOVIEMBRE DE 2011, ELECCIONES ESTACIÓN DE CERCANÍAS HOY, 10 DE DICIEMBRE, DÍA DE LOS DERECHOS HUMANOS HACIA EL AZUL ¡FELIZ NAVIDAD! LAS NOTICIAS DE LA TELE MI CARTA A LOS REYES BMW UN ÁRBOL EN EL SOL SOY ASÍ DE RARO EL ESTRECHO

SETECIENTOS TREINTA DÍAS, MÁS O MENOS LA ROSA ROJA

Fugacidades quizá no tan fugaces DIBUJOS MUY ANIMADOS BLANCO Y NEGRO …OLVIDO QUISE AMARTE CÍRCULO A VECES CUATRO DIVAGACIONES ÚLTIMAS

A donde vamos ¿ADÓNDE VAN? DIARIO DE MADRID EL BANCO DE MADERA 119

NUESTRO CIVILIZADO MUNDO Colaborando con el periódico del barrio: VallecasVa UN VALLECANO EN SANT JORDI BAJO EL PARAGUAS DE VALLECAS LA TELA DE ARAÑA Las vidas de un libro de relatos. Crónicas de Román CRÓNICA MÁGICA. 19/4/2012 LIBRERÍAS DONDE VIVE “LA SOMBRA DE LAS HORAS” CRÓNICA DE UN SUEÑO. LA SOMBRA DE LAS HORAS EN LA FERIA DEL LIBRO DE MADRID 2012 PRESENTACIÓN DE LA SOMBRA DE LAS HORAS EN LA LIBRERÍA MUGA CUENTO-PRESENTACIÓN DE "LA SOMBRA DE LAS HORAS" EN TORREMOLINOS. COLORÍN COLORADO DE "LA SOMBRA DE LAS HORAS" EN TORREMOLINOS

ByMe PUB, mi rincón NOS VEMOS EN EL BYME NOS VEMOS EN EL BYME CON DON JOSÉ TODOS LOS NOMBRES

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