NOTAS
Domingo 14 de febrero de 2010
Exito
I
Por NIK
MARIANO
JOAQUIN
GRONDONA
MORALES SOLA
Kirchner y Mujica, ¿vidas paralelas o vidas cruzadas?
E
L miércoles último, por iniciativa del presidente de la Cámara de Comercio Argentino Uruguaya, Juan Carlos López Mena, el presidente electo de Uruguay, José Mujica, almorzó en Punta del Este con 1500 empresarios privados en su mayoría uruguayos, argentinos y brasileños, flanqueado por Julio María Sanguinetti, quien fue dos veces presidente “colorado”, y por Luis Alberto Lacalle, otro ex presidente, esta vez “blanco”, al que Mujica venía de derrotar en las últimas elecciones. Al coincidir en torno de una misma mesa, los referentes de las tres grandes fuerzas políticas de la nación hermana vinieron a anticipar con su presencia que Mujica no anunciaría una simple política de gobierno, exclusiva de él y su partido, sino una política de Estado, común a todos los uruguayos. Lo que, según los cronistas de este multitudinario encuentro, “encandiló” a la concurrencia, no fue sólo esta notable convergencia política, sino el mensaje del propio Mujica, quien exhortó a los empresarios a apostar sin temor a su país, comprometiéndose a “cuidar el clima de las inversiones, porque no se puede generar riqueza sólo con decisiones legislativas”. El nuevo presidente, cuya aguda preocupación social es conocida, no entendió debilitarla sino reforzarla con sus palabras al agregar que, una vez
Lo que más impresionó del discurso de Mujica fue que el más intenso de los tupamaros fuera quien lo pronunciaba que abunden las inversiones privadas, el Estado podrá financiar holgadamente su ambicioso proyecto social mediante una política impositiva razonable y estable. En un pasaje decisivo de su tratado sobre el gobierno, el inglés John Locke imaginó que dos príncipes necesitaban grandes sumas para financiar una previsible guerra entre ellos. Uno, el príncipe necio, decidió entonces aumentar cuanto antes los impuestos, pero todo lo que consiguió al fin fue asfixiar a su pueblo y debilitar a su ejército. El otro, el príncipe sabio, decidió, al contrario, permitir y alentar el enriquecimiento del pueblo y, por haberlo hecho, sólo tuvo que aplicar después un impuesto proporcionalmente moderado para llenar sus arcas y ganar la guerra. Pero lo que más impresionó a la concurrencia en Punta del Este no fue ni la convergencia política de los dirigentes uruguayos ni el discurso de Mujica en sí, sino el hecho de que fuera precisamente él, el más intenso de los tupamaros, quien lo pronunciara. Algunos empresarios, eufóricos, llegaron a decir “estamos ante un nuevo Lula”. La racionalidad económica, por lo visto, ya no pertenece solamente a quienes siempre la acogieron, como el nuevo presidente chileno, Sebastián Piñera, sino también a quienes vienen de la izquierda militante como Lula y Mujica. ¿Qué está pasando, entonces, en nuestra América? ¿Liberales o socialistas? Lo que está pasando es que después de muchas idas y venidas los gobernantes latinoamericanos más sensatos, más “sabios” en el lenguaje de Locke, están aprendiendo que la ruta del progreso económico y social al que aspiran nuestros pueblos no consiste en adherir exclusivamente al socialismo ni exclusivamente al liberalismo, sino en lograr una feliz combinación entre ambos. El propio Piñera, pese a sus impecables credenciales en favor de la creatividad de los mercados, que pudo experimentar con éxito notable en su propia actividad empresaria, anuncia ahora que se correrá de la “derecha” al “centro”. Pero ¿qué es, después de todo, el “centro”? Es el reconocimiento de que las dos ideologías más potentes de nuestro tiempo poseen, cada una de ellas, una parte de la verdad. Pero al anuncio de que habría que combinar estas dos “medias verdades” debe sumarse, para que su matrimonio sea fecundo, una fórmula que sepa acordarle a cada una de ellas la función que le corresponde. Si a una sociedad se la priva del inmenso estímulo de la competitividad, se la vuelve econó-
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micamente estéril. Esta es la verdad liberal. Pero si en esa sociedad no actúa además un Estado con ese algo de socialismo que le permita asegurar, aparte de la honestidad de sus propios funcionarios, el efectivo imperio de la competencia entre los empresarios y una justa distribución de la riqueza para mejorar la condición de los que están peor sin desalentar por ello las inversiones y la creatividad de los más capaces, lo que resulta al fin es el progreso insoportable de los favoritos. Este es el difícil, éste es el delicado equilibrio del cual resulta, como lo han probado los países desarrollados de Europa, América del Norte, Asia y Oceanía, la riqueza de las naciones. Y esto es lo que vino a decir Mujica en su discurso: que Uruguay, con la ayuda de este “gato montés ahora vegetariano”, también buscará el dorado equilibrio. Tipos de líderes Hay una cifra que resume el éxito o el fracaso de las naciones latinoamericanas: la cifra de la pobreza. Dígase lo que se quiera del socialismo que viene de gobernar a Chile durante los últimos veinte años: el hecho es que, desde una izquierda realista, moderada, pudo quebrarle el espinazo a ese enemigo de todos que es la pobreza. Ahora Piñera, al inyectarle el dinamismo empresario que le faltaba, podrá brindarle al país hermano la fuerza incomparable de una competitividad acentuada. Desde la izquierda, por su parte, Mujica ahora, como Lula antes que él, aspira naturalmente a abrirles la puerta de la competitividad a las fuerzas empresarias que acaba de convocar. Así es como los países que nos rodean van acercándose al dorado equilibrio. Pero estos avances no se habrían logrado sin un complemento que ya no es ideológico porque no proviene de los libros, sino de la experiencia, y que se llama aprendizaje. En Perú, hoy una de las economías más brillantes de la región, podría verse retrospectivamente al primer gobierno catastrófico de Alan García como la ocasión dolorosa pero fecunda de un profundo aprendizaje. A lo mejor José Serra, que se esfuerza hasta ahora exitosamente en derrotar al Partido de los Trabajadores de Lula, podrá traer consigo esa cuota de empuje desbordante que coronaría a Brasil como una nueva potencia mundial. Y si Piñera puede sumarle al extraordinario éxito social de la Concertación más dinamismo sin caer por eso en un excesivo ideologismo liberal, Chile se convertirá en el primer país
Ni el peronismo ni el radicalismo son causas impolutas, pero tampoco son causas perdidas plenamente desarrollado de América latina. Podríamos clasificar a los líderes latinoamericanos de diversas maneras según provengan de la izquierda o de la derecha. Hasta podría decirse que, así como Menem distorsionó el liberalismo al desnudar de sus necesarias funciones al Estado, Kirchner ha pecado de excesivo estatismo al virar en dirección contraria. Pero aquí no importa en definitiva de dónde vienen nuestros líderes regionales, sino hacia dónde se han encaminado como consecuencia de su aprendizaje. Lo peor de Kirchner, entre nosotros, no es que haya venido de la izquierda o incluso que haya cedido como nadie ante los torpes encantos de la corrupción. Lo peor que puede decirse de él es que no ha aprendido. ¿Estarán aprendiendo los que aspiran a reemplazarlo? Ni el peronismo ni el radicalismo son causas impolutas, pero tampoco son causas perdidas. En la moderación que muestren ellos y el resto de los opositores, en la sabiduría que al fin resulte de la experiencia que están haciendo reside, en última instancia, la esperanza de los argentinos. Y si al fin aprenden a vislumbrar, como Lula y Mujica, el verdadero camino del desarrollo, hasta podrán reconocer, cuando les llegue la hora del balance, que han tenido en Néstor Kirchner al mejor maestro involuntario de lo que no hay que hacer.
Probable víspera de otra derrota Continuación de la Pág. 1, Col. 4
Por Hugo Caligaris
Las palabras
Campaña “Fue una frase desafortunada del senador Reutemann, propia de un dirigente que está en campaña...” (Del diputado oficialista Agustín Rossi, sobre la expresión de Reutemann: “Con tal de que cuando se vayan, en 2011, no se hayan afanado la Casa Rosada y la Plaza de Mayo, vamos a estar contentos los argentinos”.)
Cada vez que el senador Reutemann abre la boca los otros peronistas se preguntan: ¿y para esto estuvo tanto tiempo callado? Quien más, quien menos, todos sufren. En cambio, quienes se ganan la vida imaginando bromas e ironías a partir de lo que dicen los políticos, como el autor de esta columna, se sienten en esas raras oportunidades en que habla la Esfinge felices como chico en la confitería, no sólo por los estropicios que hace Lole, sino por todos los que le contestan. Es cierto que algunos de ellos compiten en el terreno del humor y, por lo tanto, estropean el chiste. Kunkel, por ejemplo, que dijo que Reutemann habla poco porque tarda meses en aprender el libreto que le escriben. Pero hay cientos que son más generosos con los trabajadores del humor, como Moyano, que dijo simplemente: “Reutemann no existe. Ni siquiera los exabruptos le salen bien”, con lo que nos regala imágenes tan graciosas como la de un candidato fantasma y
la de un provocador que se trabuca cuando insulta. Es tanto el material que la tarea del que escribe se vuelve poco deportiva. Por eso elegimos la frase aparentemente más oscura de Rossi: porque quedó escondida en medio de tanta barahúnda. Dice Rossi que Reutemann no sabe lo que dice, que dice cosas que no tienen sentido y que semejante conducta es propia de quien está en campaña, que sólo se explica que alguien mienta y divague cuando está en campaña y que, por lo tanto, el que se toma a pecho o confía en lo que se dice en campaña o es necio de nacimiento o lo han alimentado a leche de higo. ¡Y uno que pensaba que las campañas servían para saber qué pensaban los candidatos, para conocer sus ideas, su percepción del mundo y de los hechos! Evidentemente, algo nos afanaron en los últimos tiempos, aunque la Plaza, el balcón y la señora de la Pirámide sigan cada uno en su sitio...
descubrían un golpe de Estado en una inofensiva reunión de radicales que se hacía ante periodistas y fotógrafos. No son maneras de pedir auxilio cuando se avecina un naufragio. El primer dato devastador para los que mandan es la síntesis de lo que sucedió en el Senado en los últimos días. Los Kirchner dependen ahora ahí de dos personas para la suerte de sus proyectos: el vicepresidente Julio Cobos o el senador Carlos Verna, ambos con una historia de viejas trifulcas con el matrimonio gobernante. El decreto de necesidad y urgencia para hacerse de parte de las reservas nacionales está, según los últimos alineamientos, más cerca de ser rechazado que aprobado por el Senado y, por lo tanto, por el Congreso. El oficialismo tiene sólo 35 de los 37 votos senatoriales que necesita; los opositores ya tendrían los imprescindibles 37. Para peor, otra mala noticia le llegó al gobierno desde Neuquén: el senador Horacio Lores, a quien el gobierno sumaba entre sus actuales 35, podría cambiar de posición y enrolarse con Verna. La actitud de Verna es la del verdugo que le cede a un colega el acto de matar. En efecto, el senador propuso que el DNU sea convertido en un proyecto de ley para que él pueda votarlo favorablemente. Es lo que corresponde, guste o no, y lo que debió hacerse desde el principio de las cosas. El problema es que un proyecto de
El fantasma de la gran derrota oficialista en Diputados, el 3 de diciembre, amenaza con repetirse el próximo 24 ley debería pasar por las dos cámaras y el Gobierno no tiene la mayoría necesaria en Diputados, donde probablemente sería rechazado. En caso de que deba enfrentar ese tornado, el oficialismo tendrá sólo dos alternativas: consensuar un proyecto con la oposición o renunciar al manejo arbitrario de las reservas nacionales. Lo importante es que exista un proyecto de ley. Después, la oposición podrá cambiarlo, adelantó uno de los principales dirigentes opositores del Senado. Si el Gobierno lograra sumar un voto más (hace lo imposible por cooptar a la correntina Josefina Meabe), debería caer de rodillas ante Cobos para que desempate a favor del oficialismo. Por ahora, está obligado a rogarle a Verna que cambie su posición. Tal vez, Cristina Kirchner tiene más pasiones contra Verna que contra Cobos. Verna contribuyó en la década del 90 a su expulsión del bloque peronista y Cristina le devolvió el favor, mucho tiempo después, con serias acusaciones sobre las prácticas morales del actual senador en el manejo de los recursos públicos. Puestos a elegir, ambos preferirían no verse nunca más. El conflicto que expuso la reaparición de Carlos Reutemann no es su condición de candidato presidencial (que no lo es todavía), sino su papel de referencia insoslayable entre los senadores rebeldes. Ningún peronista se siente incómodo si debe fugarse bajo su liderazgo. Así las cosas, la ratonera del Senado no deja de ser una enorme afrenta política para los Kirchner. Ese paisaje de desamparo se agravó aún más cuando 37 senadores (incluido otra vez Verna) le reclamaron desde la oposición al oficialismo la mayoría de las comisiones senatoriales, tanto en su composición como en sus presidencias. Verna tuvo una discusión de órdago por este tema, que incluyó agravios personales, con el líder de los senadores oficialistas, Miguel Pichetto. El fantasma de la espectacular derrota oficialista en la Cámara de Diputados, el 3 de diciembre último, amenaza con reeditarse el próximo día 24 en el Senado, cuando se realice la sesión preparatoria de la Cámara alta. Otras puertas se entornan. La Justicia tiene siempre recursos para estirar o acortar los tiempos. Es probable que la Corte Suprema de Justicia estire los plazos para tratar la apelación del Gobierno a la decisión de una jueza y de una cámara de frenar la transferencia de las reservas a las arcas del Poder Ejecutivo, si es que la apelación le llega. Los Kirchner trabajan para que el recurso de apelación sea tratado ahora, que concluyó la feria judicial, por otra sala del fuero Contencioso Administrativo. La sala IV está integrada por dos jueces subrogantes (el Gobierno no hizo todavía las designaciones correspondientes), Sergio Fernández y Luis
Márquez, ambos con fluidas vinculaciones con el oficialismo. Legisladores de la oposición podrían pedir en las próximas horas la recusación del camarista Fernández, hermano de Javier Fernández, un auditor del Gobierno que es el operador oficialista que más trabaja entre los jueces. La misión política de Javier Fernández entre los jueces es demasiada conocida como para que su propio hermano pueda aparecer como un juez independiente en un tema crucial para la administración. En su momento, Fernández y Márquez desplazaron al candidato que había ganado el concurso para integrar esa Cámara. Ahora se explica por qué. De todos modos, ¿qué haría la Corte si le llegara la apelación del Gobierno? Tomarse tiempo hasta que la política resuelva sus problemas, es decir, hasta que actúe el Congreso. El juez Eugenio Zaffaroni, en público, y el juez Enrique Petracchi, entre sus pares en el máximo tribunal judicial, vienen bregando para que la Justicia no termine arbitrando en los muchos zafarranchos políticos. Dejemos que funcionen los poderes elegidos por la sociedad, suelen decir. Un argumento de la primera cámara judicial que aceptó el planteo de Martín Redrado es muy repetido entre los ministros de la Corte. Es éste: si las reservas se necesitaran realmente y si, como se sabe, los vencimientos más importantes de la deuda pública serán sólo a mediados de año, ¿por qué la Presidenta no convocó a sesiones extraordinarias del Congreso en diciembre para que éste tratara su proyecto en lugar de dictar un decreto de necesidad y urgencia? ¿Por qué la Corte debería resolver ahora ese problema? ¿Por qué deberían ser los jueces los que decidan qué protagonista político tiene la razón? El caso de la relación de Cristina Kirchner con las instituciones es una de las deserciones más significativas de la política. No viajó a China ante el riesgo de que Cobos, durante su interinato, convocara al Congreso. ¿Cuál era el enorme peligro que la acechaba? ¿Acaso sólo la posibilidad de que el Parlamento debatiera las decisiones del Estado? Ahora, la Presidenta está urgida para que la Corte Suprema le evite enfrentarse con el Congreso y libere las reservas que la Justicia dejó en poder del Banco Central. Resulta, sin embargo, que la Corte está más pendiente de su papel institucional que de los caprichos presidenciales. ¿En qué covacha de la historia quedaron olvidadas las promesas de Cristina de una mayor institucionalidad durante su mandato? Cristina decidió parecerse más a Chávez que a Bachelet, desliza alguien que la conoce bien. Esos dos sectores, el Congreso y la Justicia, están cambiando el ecosistema político que gobernó en los últimos siete años. Una coincidencia básica de la oposición, que nadie divulga aún, consiste en obligar a los Kirchner a tomar las decisiones económicas impopulares, a las que le huyeron en los momentos de gloria. No queremos heredar un país con un déficit inmanejable y con subsidios incomprensibles, subrayan los antikirchneristas. ¿Qué harán los Kirchner si no contaran con las reservas, como parece que sucederá finalmente? Silencio. Nadie pronostica nada.
El caso de Cristina y las instituciones es una de las deserciones más significativas de la política El tifón de la inflación es, a pesar de todo lo que pasa, el primer problema político de los Kirchner. Significa una sima más profunda aún en su relación con la sociedad. Es probable que Amado Boudou pague los platos rotos de la inflación. Artemio López señaló en uno de sus habituales informes para algunos gremios que el alza de los precios de los alimentos durante enero fue del 30 por ciento. Guillermo Moreno demoró la difusión del parte oficial sobre la inflación de enero hasta que Néstor Kirchner salió del sanatorio. Entonces se reunió con él y ambos volvieron a mentir: el aumento de los precios fue del uno por ciento, informaron. Ni los ujieres de Olivos creen ya en esas cosas. Moreno es más culpable que Boudou de la inflación, pero Boudou no ha hecho nada para enmendar tantos errores. Su salida puede estar cerca. Nadie lo llorará. ¿Quién llora, al final de cuentas, por un gobierno que ha hecho de la confrontación y la crispación no sólo un estilo, sino también un método?