Santillana SA Prohibida su fotocopia. Ley 15.913

Macarena no era la maestra, los compañeros o que mamá y papá no se quedaran todo el tiempo con ella. Lo que la ponía tan nerviosa era otra cosa.
2MB Größe 2 Downloads 1 vistas
7

© Santillana S.A. Prohibida su fotocopia. Ley 15.913

Macarena y Luciano comenzaban un nuevo año en el jardín. Como siempre pasa, los dos estaban nerviosos. Y como a veces pasa, aún no se conocían. En el camino al jardín no pensaban en las mismas cosas. Luciano se preguntaba cómo sería su maestra nueva, si volvería a ver a sus compañeros de tres años, si se encontraría con otros niños, si le gustaría su nuevo salón. Estaba un poco nervioso, pero no tanto. Macarena, en cambio, pensaba en tantas cosas a la vez que necesitó ayuda hasta para ir al baño. Pero lo que la ponía tan nerviosa a Macarena no era la maestra, los compañeros o que mamá y papá no se quedaran todo el tiempo con ella. Lo que la ponía tan nerviosa era otra cosa. Ella conocía, desde muy chiquita, unos duendes que estaban totalmente locos. Eran sus amigos y jugaban mucho con ella, pero a veces hacían travesuras. La visitaban en los momentos más inesperados. Eso a veces le gustaba, pero a veces la metía en grandes líos. Ese día, cuando Macarena despertó, el duende todo anaranjado, el más gordo de todos, estaba sentado en su mesa de luz. Tenía una sonrisa traviesa en la cara, y eso significaba solo una cosa: problemas. Cuando Macarena le preguntó qué travesura había hecho esta vez, el duende se rio bajito y desapareció. Por eso Maca estaba tan nerviosa. Pasó todo el día pensando, pero no podía imaginar la travesura que sus amigos duendes habían preparado para ese día. Por eso casi corrió las cuatro cuadras que separaban su casa del jardín junto con sus padres. Luciano, en cambio, llegó con su mamá en el auto. Estacionaron y caminaron de la mano hasta la puerta del salón. Allí, en la puerta, esperaba la maestra. ¡La clase de cuatro años! Tenía una sonrisa que tranquilizó a los niños, y a muchos padres. Macarena no podía parar de observar todo a su alrededor, sabía que en cualquier momento esos duendes iban a mandarse una gran macana. Luciano tampoco paraba, pero porque había descubierto a su nueva compañera. En un momento se miraron y Macarena saludó a Luciano. Eso lo puso más nervioso que cualquier duende, dragón, morrocoyo o cualquier bicho raro de los cuentos. En un momento la maestra llamó a todos para entrar al salón y abrió la puerta. A todos se les abrieron bien grandes los ojos. A la maestra se le cayó todo lo que tenía en las manos. Luciano se rascó la cabeza sin entender nada. Macarena se mordió el labio de rabia pensando en el lío que habían hecho esos duendes locos: el salón estaba completamente vacío. Omar adi SantOS

8

© Santillana S.A. Prohibida su fotocopia. Ley 15.913

El primer día más raro del mundo