Rocambolesca, disparatada y profunda

Kaya Scodelario, Thomas Brodie-Sangster, Will Poulter, Patricia Clarkson, Aml. Ameen y Ki Hong Lee. distribuidora: Fox. duración: 113 minutos. calificación:.
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espectáculos | 3

| Jueves 18 de septiembre de 2014

cine

Tensión y suspenso en una nueva saga The Maze RunneR; CoRReR o MoRiR (The Maze RunneR, esTados unidos/2014). ★★★ buena . dirección : Wes Ball. guión : Noah Oppenheim, Grant Pierce Myers y T.S. Nowlin, basado en la novela de James Dashner. fotografía : Enrique Chediak. música : John Paesano. edición: Dan Zimmerman. diseño de producción: Mark Fisichella. elenco: Dylan O’Brien, Kaya Scodelario, Thomas Brodie-Sangster, Will Poulter, Patricia Clarkson, Aml Ameen y Ki Hong Lee. distribuidora: Fox. duración: 113 minutos. calificación: apta para mayores de 13 años.

L Scarlett Johansson, una mujer de armas tomar

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cine

Rocambolesca, disparatada y profunda luCy (fRanCia, 2014). ★★★★

muy buena. dirección: Luc Besson. guión:

Luc Besson. fotografía: Thierry Arbogast. música: Eric Serra. elenco: Scarlett Johansson, Morgan Freeman, Min-sik Choi, Amr Waked, Julian RhindTutt, Pilou Asbaek, Paul Chan. distribuidora: UIP. duración: 89 minutos.

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roductor de más de 100 películas, guionista de unas 50 (algunos de estos créditos son por películas basadas en personajes que él creó), director de 16 largometrajes, Luc Besson es una figura de primer orden en el cine mundial. ¿Eso lo convierte en un director de los mejores? No. ¿Hace un cine con sello personal? Sí, y no sólo por ser director y único guionista de muchas de sus películas (también de esta flamante Lucy) y por trabajar habitualmente con los mismos colaboradores en la fotografía, la música y la edición. Besson está interesado en la potencia: la potencia, entendida como vigor y como posibilidad. La fuerza, el profesionalismo y la mujer fuerte son otros núcleos recurrentes de sus

películas. ¿Esto lo convierte en un autor cinematográfico? No, sus películas no son intransferibles en su forma. Besson filma pero no firma, o al menos no completamente. Con Lucy, Besson vuelve a un cine de alto impacto, uno que no había explorado como director en el siglo XXI. Lucy es una mezcla, potenciada, de su Nikita y de su Juana de Arco. Lucy tiene fuerza y tiene la capacidad de ver (mucho) más allá. Lucy es ciencia ficción además de acción: explora las posibilidades de desarrollo cerebral por los efectos de una droga sintética, en dosis masivas, en el cuerpo de una mujer. La mujer es Scarlett Johansson, la estrella de Hollywood puesta en el centro de esta película mayormente actuada por europeos

y asiáticos. También está Morgan Freeman, que hace –otra vez– de científico confiable. Y como villano está Min-sik Choi, el actor surcoreano de Oldboy y tantas otras. Besson hace un cine global desde las procedencias de sus actores, desde la geografía (Taipei, París), y expande su relato hacia los orígenes de la evolución humana –desde ahí empieza– y hasta se anima con los dinosaurios. Porque Lucy, desde el principio, cuenta su historia principal, en la que Scarlett Johansson es la chica común metida en circunstancias extraordinarias. Y también cuenta-comenta-explica (mucho) con inserts de la naturaleza y otras intromisiones gráficas, y se desata al proponer derivas visuales de amplitud cósmica y de conexión de todo con todo. Si hasta es comparable –por algunas imágenes y por la pretensión de decir algo acerca de lo más profundo, de aquello que nos hace humanos– con El árbol de la vida de Terrence Malick. Pero allí

donde Malick se perdía en solemnidades, símbolos gastados y un alarmante encierro solipsista, Besson imprime movimiento, violencia, apetito por la diversión y –como su protagonista– por absorber el mundo y devolverlo en una película rocambolesca y disparatada. Un film contundente que, mientras pone en escena –de forma visualmente fea– la preocupación por el conocimiento absoluto, nos muestra un enfrentamiento a los tiros entre franceses y surcoreanos (quizás una metáfora bestial acerca de dos cines fuertes en su mercado interno). Besson no tiene problemas con mezclar, y de esas combinaciones un tanto irresponsables puede salir una película altamente estimulante como Lucy, en la que asistimos al proceso por el cual Scarlett Johansson pasa del miedo a la acción y de ahí, a meter miedo. Y todo en menos de noventa minutos. Lo breve, si contundente, dos veces impactante.ß Javier Porta Fouz

os estudios de Hollywood –se sabe– buscan éxitos comerciales, pero tienen una obsesión aún mayor: las sagas; es decir, la posibilidad de generar una franquicia de larga duración. En ese sentido, las expectativas de Fox con el lanzamiento de The Maze Runner - Correr o morir no se remiten sólo a cómo le vaya a esta ópera prima de Wes Ball, ya que de su resultado comercial dependerá la viabilidad de adaptar también las secuelas (y precuelas) escritas por James Dashner (Prueba de fuego, la segunda parte, ya está en producción a la espera de los primeros números de Maze Runner en todo el mundo). Así se maneja la industria hoy y, por eso, la gran incógnita pasa por desentrañar si éste puede ser o no el inicio de una lucrativa serie de películas. En principio, Maze Runner parece tener elementos (atractivos) similares a los de varias sagas recientes: algo de Divergente, otro tanto de Los juegos del hambre (y bastante de clásicas novelas como El señor de las moscas). Un grupo de jóvenes queda atrapado entre unos muros altísimos y debe sobrevivir a partir de la autogestión y de unos pocos víveres que los promotores del experimento (sobre el final se verá quiénes son y por qué lo motorizan) les proveen. A ese misterioso ámbito llega desde el subsuelo y dentro de una jaula el protagonista, Thomas (Dylan O’Brien), quien pronto demostrará que tiene pasta de líder y de corredor. ¿Correr para qué? Es que la única conexión que podría haber con el mundo exterior es a través de un intrincado laberinto vigilado por unos poderosos robots (con caras que remiten de los monstruos de la saga de Alien y estructuras similares

Jóvenes ante un raro desafío

fox

a los skitters de la serie Falling Skies). Los corredores, entonces, son los encargados de encontrar las posibles salidas y, claro, de eludir esas amenazas. Más allá del reciclaje de elementos y conflictos ya vistos en otras películas, Ball maneja con buen pulso (es decir, construyendo tensión y suspenso) tanto la dinámica interna del grupo (con las inevitables alianzas y enfrentamientos de bandos) como la acción (los intentos de fuga). Si bien el desenlace luego de la batalla final luce un poco abrupto y confuso, se debe no tanto a carencias de la película como a la necesidad de abrir el camino para las futuras entregas. Exigencias de esta era del cine dominada por las sagas de largo aliento. La impecable fotografía del ecuatoriano Enrique Chediak (Exterminio 2, 127 horas), el logrado diseño de la prisión a cielo abierto y la utilización (siempre económica y funcional, nunca ostentosa) de los efectos visuales son otros hallazgos de esta distopía que está en línea con otros exponentes recientes de una ciencia ficción quizá menos espectacular, pero al mismo tiempo más humanizada y reconocible.ß Diego Batlle