Reseña: Cuentos Maravillosos de la Irlanda

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Reseña: Cuentos Maravillosos de la Irlanda Céltica, de Ella Young (ant.), por Alejandra Láquesis E n Fantasía Austral, fieles a la importancia de la edición autogestionada y de la necesidad de difusión de voces o entidades poco conocidas en nuestro país sobre el género fantástico, hemos venido reseñando desde algún tiempo diversas obras publicadas por editoriales independientes. Hasta ahora, le hemos dado cabida principalmente a dos sellos que acaso sean los más prestigiosos en nuestro país: Puerto de Escape y Cinosargo Ediciones. En esta oportunidad, queremos ampliar un poco más nuestro alcance de miras crítico y dedicarnos a reseñar la traducción de la obra Cuentos Maravillosos de la Irlanda Céltica de Ella Young, publicada por Ediciones Columba (2011, 2° edición). Ésta, si bien no se trata de una obra concebida por un autor nacional o emergente, pretende llevar a cabo lo mismo que nosotros desde un frente estético propio: difundir la Fantasía en una de sus múltiples dimensiones, acercando en este caso al público lector chileno a trabajos que versan sobre las tradiciones de raigambre fantástica en la cultura celta, la que —ya sabemos— contribuyó a influenciar a muchos de nuestros autores canónicos del género. Antes de comenzar a comentar la obra misma, de cualquier forma, conviene

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ALEJANDRA LÁQUESIS FECHA DE PUBLICA CIÓN:

LUNES, 30 DE ABRIL DE 2012 DISCUSIÓN:

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detenerse en la cuidada edición de Cuentos Maravillosos de la Irlanda Céltica. Con un formato sobrio y a la vez de elegantes adornos (destacando especialmente las ilustraciones de Maud Gonne) sorprende mucho la calidad del objeto libro, más aún si la comparamos con los estándares de las editoriales independientes. A esto, se le añade una impresión de excelente densidad y un papel de mayor gramaje y consistencia al habitual. Puede ser que se trate de meros detalles extraliterarios, pero resulta sumamente agradable encontrarse con una edición trabajada con semejante esmero, sobre todo porque nos recuerda nuestra fascinación infantil por los libros vistosos, que en su presentación ya insinuaban los viajes a los que nos llevarían en su lectura.

Cuentos Maravillosos de la Irlanda Céltica comprende una ecléctica selección de cuentos célticos tradicionales, refundidos por Ella Young y ordenados de manera más o menos cronológica según los hechos, lo que favorece su lectura como si se tratara de capítulos o apartados de una saga mayor. La variedad temática de estos quince relatos es sorprendente, yendo desde los cuentos de hadas hasta los mitos cosmogónicos, pasando por historias de rasgos infantiles e ingeniosos. Con todo, si pudiéramos determinar un contexto común a todos ellos, éste sería su ambientación en una Irlanda mítica, desde su concepción misma. Se presentan ante el lector espacios tan maravillosos como Tir-na-Moe o Tir-naNog, personajes legendarios como Lugh o Cian y entidades deíticas como Angus o el Dagna, todo de manera directa, sin explicaciones o notas al pie que ayuden a contextualizar los hechos: tal y como se accede a una historia, sin palabras previas o esclarecedoras. Esto, si bien puede dificultar la comprensión de un lector lego en el área, sobre todo por la profusión de nombres complejos, ayuda a mejorar la experiencia de inmersión en la lectura. Con todo, la obra presenta un pequeño glosario con términos de difícil traducción al final del volumen. En sí, todas estas historias podrán resultar familiares si se ha leído previamente algunas sagas o poemas épicos tradicionales como el Kalevala finés, ya que existen muchos elementos atávicos que se comparten. El mito cosmogónico “Los forjadores de la tierra”, por ejemplo, sigue los patrones habituales en este tipo de relatos al explicar cómo Irlanda nació a través de las evocaciones y añoranzas que proyectó sobre los De Danaan el canto de Brigit, referido a la Tierra. Otros elementos recurrentes son los objetos de poder (las cuatro joyas: la Espada de la Luz, el Caldero de la Abundancia, la Lanza de la Victoria y la Piedra del Destino) junto a las aventuras y peripecias que abarcan su protección, extravío y hallazgo; las capacidades sobrenaturales tanto de los dioses como de los héroes; la predestinación heroica del personaje de Lugh y la presencia reiterada de distintos reinos. Buena parte de los relatos, asimismo, está enmarcada en el conflicto entre los De Danaan y los Fomores, criaturas malignas que acechan desde los inicios de los tiempos a la humanidad. El bélico relato “La Gran Batalla” es una depurada síntesis de la parte cúlmine de este enfrentamiento, que concluye cuando Lugh vence al líder de los Fomores, Balor. Ahora bien, el hecho de que que las historias siguientes ahonden en otro tipo de problemas, da cuenta de que el eje protagónico de las mismas es el fondo la configuración de un universo mítico como lo es esta Irlanda antes de la inscripción del Tiempo. De ahí que los personajes, sin importar cuál sea su recurrencia de aparición o su importancia en los hechos, se sientan como una sola voz colectiva: la de un reino maravilloso. Pero, sin duda, uno de los aspectos más destacados de la obra resulta ser la importancia que cobra la Palabra, sin importar cuál sea su manifestación en las historias. A la esperable aparición del Nombre como marca de Destino, o de los múltiples cantos y poemas (llamados rann), se le suma su poder como profecía, como dadora de bendiciones o maldiciones y como factor de prohibición, entre otros. En este último caso, al recibir el nombre de geas, el tabú se inscribe en los relatos como un elemento constantemente presente en las historias, casi como una tentación cuyo propósito no es otro más que cumplirse a pesar de los intentos del personaje por impedirlo. Esto se aprecia claramente en el relato “Conary Mor”, en donde al personaje homónimo se le entregan una serie de geas que va rompiendo poco a poco en la desesperación en la que lo van sumiendo los hechos que le suceden. La Palabra como creadora o evocadora de universos se aprecia, por su parte, claramente en “Los Forjadores de la Tierra” y en el bellísimo “La Mosca Dorada”, en donde la caprichosa Ethaun aprende a conocer y amar el mundo de los mortales gracias al amor de la gente que la convierte en reina, debiendo regresar luego a su propia tierra.

Como maldición o bendición, destacan especialmente “La pena compensatoria de Lugh”, en la que éste le impone una difícil retribución a los asesinos de su padre, la que consiste en acometer una serie de hazañas legendarias casi imposibles. Por otra parte, también está el melancólico y hermoso “Los hijos de Lir”, que recuerda mucho a “Los siete cisnes” de Andersen, al presentar la transformación de unos príncipes hermanos en estas aves a causa de la maldición de su madrastra. El relato ahonda en la nueva existencia de estos personajes, llena de nostalgia por la vida y la tierra que perdieron. El cuento “Inisfail”, en tanto, entronca además con la importancia de los Nombres al relatar cómo Amergin, integrante del extranjero grupo de los milesios, decide emplear tres de ellos para bautizar la tierra irlandesa y así adueñarse de ella. Por último, en una acepción más lúdica, se podrían considerar la dupla de relatos de Gobhaun Sabor, llena de pequeños detalles ingeniosos en donde la Palabra se encarga de conducir la historia. En realidad, resulta insuficiente e innecesario glosar los cuentos uno a uno, o aun desmenuzar más aspectos literarios, dado que todos poseen ese sabor a relato tradicional que resulta atemporal en su lectura y que hace superfluo un análisis más exhaustivo. Se ha mencionado que estos textos pueden clasificarse como literatura infantil, lo que podríamos sostener que es cierto si nos atenemos a las brillantes palabras que figuran en la contraportada del ejemplar: «Ella Young ha escrito para los niños (y también para los mayores) que sientan —al igual que ella— el anhelo de una herencia perdida». Tan simple y complejo como eso. Con este libro, por un momento podemos olvidarnos de los libros de historia y del sonsonete de la academia y sumergirnos en historias que acaso digan más de la naturaleza del pueblo celta (y, por extensión, del género humano) que los registros verídicos. En suma, una lectura que aparta cualquier otro placer que no sea el de un niño ante un libro que le cuente un cuento maravillosa, con toda esa carga ancestral y añorante que sólo las mejores historias pueden comunicar. Sumamente recomendable para cualquier lector de Fantasía, sin importar su edad o sus conocimientos previos en el área. Sea desde la arista que sea que enganche, por cierto que lo pasará estupendo y recordará ese motivo tan olvidado en la lectura: la diversión a través del relato de una historia plena de maravillas. More 0

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Reseña: Los Días del Venado (La Saga de los Confines I), de Liliana Bodoc, por Alejandra Láquesis En Los Confines, una de las zonas de las Tierras Fértiles, vive el huisihuilke Dulkancellin, sus hijos y la vieja Kush. Ellos, al igual que el resto de los pueblos, viven tranquilamente sus existencias, enfrentando sus problemas cotidianos. Esta paz se quebranta cuando un mensajero extranjero arriba para avisarle al guerrero que ha sido elegido para representar a su pueblo en un concilio entre todas las tribus. La Magia ha detectado que unas naves se aproximan a las Tierras Fértiles desde las Tierras Antiguas, pero aún no logra descubrir si se trata del regreso de los antepasados de los bóreos, gente amiga, o de sus adversarios, los sideresios, al servicio de Misáianes. Esta mítica entidad condensa el Odio Eterno y su posible llegada a las Tierras Fértiles supondría caos y dolor para su gente. Ante el peligro, Dulkancellin decide acudir al concilio, ignorando que su partida marcará el inicio de Los Días del Venado, cuando la fuerza de todos los pueblos se una contra la impalpable maldad tanto de sus enemigos como de sus propios corazones. Una de las críticas más recurrentes a la Fantasía escrita en Latinoamérica es su predilección por imaginarios medievales y europeos, tendencia que se ha ido haciendo cansina por su recurrencia genérica. Si bien personalmente creo que lo más importante en una obra literaria —sea de Fantasía o no— es su calidad

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ALEJANDRA LÁQUESIS FECHA DE PUBLICA CIÓN:

VIERNES, 26 DE OCTUBRE DE 2012 DISCUSIÓN:

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ALEJANDRA LÁQUESIS, ALTA FANTASÍA, FANTASÍA LATINOAMERICANA, RESEÑAS

literaria general y no necesariamente el imaginario que se elija para narrarla, sin duda llama la atención que exista aún un limitado interés por rescatar las tradiciones legendarias de nuestro propio continente a partir de este género, de una manera significativa y no superficial. Lamentablemente, muchas iniciativas que han intentado rescatar este legado originario para la Fantasía no han logrado aprovechar su enorme potencial cultural y estético, de modo que los proyectos más interesantes han terminado escribiéndose desde una ficción realista más cercana a la historia. Ese es el mayor mérito de Los Días del Venado y, por extensión, de las otras obras que componen La Saga de los Confines, de la autora argentina Liliana Bodoc (Santa Fe, 1958): retomar tradiciones y legados culturales de numerosos pueblos originarios de Latinoamérica y reelaborarlos estéticamente en función de una historia de Fantasía Épica basada en el clásico enfrentamiento arquetípico entre el Bien y el Mal. El trabajo de Bodoc al respecto es admirable en su esfuerzo por hacer perceptibles estas raíces históricas sin que por ello minen la Fantasía que es parte de la esencia de toda la novela. Las diversas tribus de las Tierras Fértiles poseen nombres de claros orígenes lingüísticos propios de pueblos como los mapuches, mayas y aztecas, entre otros. Están los huisihuilkes de Los Confines, a donde pertenece la familia protagónica de Dulkancellin, los zitzahay, los bóreos, los Señores del Sol, los Pastores y el Clan de los Búhos. La descripción minuciosa de las tradiciones de cada uno de estos pueblos reelaborados sigue en la senda de exhibir una forma de vida rural propia de las culturas precolombinas, en íntimo contacto con la naturaleza. Se aprecia también la influencia literaria que obras como el Popol Vuh y los numerosos documentos históricos de la época que aportan a la configuración del universo de la obra. Sin embargo, la autora trasciende estas referencias y se acerca a la creación de un Mundo Secundario propio, más allá de que esté fuertemente inspirado en la cosmovisión del continente latinoamericano. Se narra la presencia de un tipo de Magia que no se queda en la superchería, sino que adquiere un valor concreto, el de un poder atávico de la naturaleza que se ve representado a través de dos concepciones distintas, la de la Cofradía del Aire Libre y la de la Cofradía del Recinto. En la obra también aparecen criaturas fantásticas como los lulus o las mujeres peces, así como tradiciones mágicas que son imposibles de leer de manera alegórica. Un buen ejemplo de esto último es la maldición del Halcón Ahijador, que se basa en el tabú de no contemplar jamás a esta ave en una ceremonia específica. De transgredir esta norma, el desdichado rebelde es condenado a la ceguera humana, siendo reemplazada su visión por la del Halcón, pudiendo observar únicamente lo que éste ve en su propia existencia. Otro de los aspectos destacados de esta novela es su estilo narrativo. La prosa de la autora es muy poética y de un ritmo muy pausado, algo poco frecuente en las obras del género en este continente, más orientadas hacia la narración directa de los combates. Sin duda Bodoc es una escritora, afirmación que puede parecer extraña al principio, pero que cobra mayor sentido cuando nos volvemos sobre el perfil habitual de los autores de Fantasía y de Fantasía Épica en nuestro país, algunos de los cuales hemos reseñado en FA. Muchos de estos autores son personas con capacidades decentes de redacción y un puñado de buenas ideas que se concretan en un texto que no siempre pasa por procesos exhaustivos de edición literaria y que termina publicado antes por la posibilidad económica de hacerlo que por su calidad en sí misma. Es sin duda llamativo encontrarse con una narrativa que privilegie la contemplación por sobre la acción. En ese sentido, es posible leer la prosa de la obra como genuinamente escrita en español, intentando abarcar los potenciales lingüísticos de nuestro idioma, y no como una más bien genérica, como podría serlo una traducción mal hecha del inglés y que es una sensación que queda tras leer algunas obras de Fantasía que no han sido pulidas lo suficiente en su lenguaje. Ahora bien, esta narración pausada también puede suponer reparos. La obra se tarda bastante en presentar el conflicto principal, pues las primeras páginas exponen en detalle la vida de la familia protagonista en la tierra de Los Confines. Esto quizá pueda impacientar a algunos lectores que no logran encontrar la conexión entre el explícito prólogo y lo que se está leyendo en los primeros capítulos.

Así, la primera mitad de la novela está basada en la creación de una atmósfera de incertidumbre y tensión que va cada vez haciéndose más funesta a medida que se van sucediendo diversos malos presagios. La segunda mitad, en cambio, con la revelación y confirmación de estos presagios, entra de lleno ya en lo épico, con la narración de las diversas batallas que van librando los habitantes de las Tierras Fértiles. Para esta sección, el tono poético supone un curioso efecto que provoca una lectura de estos acontecimientos que dista de la tradicional forma de leer eventos bélicos en una novela de Fantasía Épica, si bien parece funcionar mejor con los primeros capítulos, en donde la misma actitud pausada de los personajes le calza a la perfección. Curiosamente, y aun cuando la obra presente este sabor latinoamericano que se ha explicado ya, es posible identificar fácilmente la influencia épica tolkeniana, al menos en el sentido de su estructura narrativa. De los tiempos apacibles se desprende una sombra (¿la sombra del pasado?) que amenaza la paz y tranquilidad, debiendo sostenerse un concilio para debatir la mejor forma de afrontar este problema. Luego, la guerra se desata en un ambiente tan lleno de traiciones como de heroísmo y esperanza. Este paralelismo con El Señor de los Anillos puede desconcertar dado la ambientación de la historia, pero se neutraliza un poco cuando se advierte que está imbricado con el hecho histórico del descubrimiento (o matanza) de América y el tema de la Otredad, incluyendo la perplejidad de los pueblos nativos ante los extranjeros y su incapacidad lingüística y de visión de mundo para nombrar con palabras lo que estos traen consigo (armas de fuego y caballos). Afortunadamente, aún cuando estos dos referentes sean muy evidentes en la obra, la autora consigue emplearlos de una manera en la que no molestan en su lectura, intentando darles un giro distinto. Uno de los aspectos de la obra que puede ser criticado más directamente es el hecho de que todos sus personajes resulten muy arquetípicos: Dulkancellin es el héroe orgulloso, Kupuka el brujo sabio, Kush la anciana matriarca, Cucub el músico de ánimo ligero y carisma y lealtad a partes iguales, entre otros. Puesto que el argumento mismo de la obra narra un conflicto de orden arquetípico como el enfrentamiento entre el Bien (representado en la gente honesta de las Tierras Fértiles y la Magia) y el Mal (representado en la figura mítica de Misáianes y sus adherentes), podría plantearse que esta construcción es coherente, y sí, lo es. Pero se echa en falta más rasgos distintivos para cada protagonista, en especial para la familia de Dulkancellin, pues es evidente que cada uno tiene un enorme potencial sicológico que no es lo bastante desarrollado por centrarse la historia en éste y en los pormenores del enfrentamiento bélico ya mencionado. Eso provoca que algunos momentos relevantes —como la conversión en hombre en Thüngur y de mujer en Kuy-Kuyen— le sean contados al lector en lugar de permitir que sea la propia narración la que se encargue de mostrárselo. Uno de los personajes más interesantes en el sentido anterior es Kume, pero la novela finaliza sin que se nos haya podido transmitir del todo los motivos de sus diferencias de carácter respecto a su pueblo. Lo que logra asimismo desmarcarse del arquetipo es la intrincada maraña de sentimientos que suscitan los eventos de guerra, pudiendo apreciar cómo las emociones humanas pueden volverse grietas para la penetración del Mal. La historia personal de Molitzmós es una de las más enfáticas al respecto, lo que le brinda más densidad literaria al personaje. Con todo, y por la forma en la que concluyen los eventos en esta primera novela, se insinúa que en sus continuaciones se retomarán muchos aspectos pendientes en cuanto a estos personajes, y con una profundidad mucho mayor. No hay que olvidar el explícito título de la segunda novela: Los Días de la Sombra; es de esperar que esta anunciada oscuridad permita desarrollar más a los protagonistas al enfrentarlos a problemas mayores. Eso sin contar con que las pérdidas que los sobrevivientes han vivido en el primer volumen habrán de cambiar su experiencia de una u otra forma. De esta manera es posible concluir que Los Días del Venado presenta una propuesta narrativa que, aun más que sobresaliente, es necesaria en su lectura para descubrir —o confirmar— que en la Fantasía nunca se podrá llegar a un punto en que esté todo escrito. Aun cuando las influencias de Tolkien sean bastante claras, eso no supone un defecto en sí mismo porque la autora hace denodados esfuerzos estéticos por imprimirle un sello propio a su obra, y lo logra. Por otra parte, la narrativa arquetípica se ha transformado en un rasgo común de la Fantasía Épica, y aun cuando esta novela la exhibe también, consigue entregar otros elementos que compensan literariamente este factor,

que tampoco es del todo negativo en su esencia. Por ello, Los Días del Venado es una novela muy recomendable para empezar a conocer los potenciales estéticos de la Fantasía en nuestro continente (en especial de la Fantasía Épica, un subgénero tan criticado) cuando se procura escribir con oficio y compromiso literario. Share Share Share Share More 1

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Reseña: Los Días de la Sombra (La Saga de los Confines II), de Liliana Bodoc, por Alejandra Láquesis PUBLICA DO POR:

Tras la difícil victoria contra las tropas de los sideresios, conseguida luego del sacrifico y dolor de mucha gente, siguió una breve tregua que está a punto de terminarse bajo los nuevos planes de Misáianes: mandar nuevos ejércitos por mar rumbo a las Tierras Fértiles, esta vez con su madre, la mismísima Muerte, a bordo. Pero el tiempo que ha transcurrido entre la última batalla y esta decisión, aunque escaso, ha servido para convertir a los niños en hombres y a las niñas en mujeres tras las fuertes experiencias vividas. Lamentablemente, también ha hecho crecer las suspicacias y las traiciones entre pueblos que debieran mantenerse unidos contra ese único enemigo en común: el Odio Eterno. Es este contexto el que envuelve Los Días de la Sombra, segundo libro que compone la Saga de los Confines de la autora argentina Liliana Bodoc (Santa Fe, 1958), cuyo primer tomo ya reseñamos previamente en Fantasía Austral. Por entonces, se insinuó que los oscuros hechos desatados en el inicio de esta trilogía podían tener algo que ver con el nombre de su continuación. Y esta predicción resultó ser cierta, porque buena parte de Los Días de la Sombra ahonda en cómo las relaciones humanas de algunos habitantes de las Tierras Fértiles se tensan hasta el punto del engaño y la traición, mientras que aquellos que siguen creyendo los unos en los otros deben sufrir a consecuencia de estos embustes. Sin embargo, la Sombra no sólo representa esta oscuridad en los hechos narrados, sino que también designa a un nuevo personaje: la propia Muerte.

ALEJANDRA LÁQUESIS FECHA DE PUBLICA CIÓN:

VIERNES, 23 DE NOVIEMBRE DE 2012 DISCUSIÓN:

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ALEJANDRA LÁQUESIS, ALTA FANTASÍA, FANTASÍA LATINOAMERICANA, RESEÑAS

Muerte.

En todo caso, conviene partir por el principio. La obra, acertadamente, comienza con un breve resumen de lo sucedido en el libro anterior. Pero esto no se lleva a cabo como una nota aparte o un prólogo, sino que como una narración inmersa dentro de los mismos episodios de esta novela, aprovechando la riqueza del imaginario narrativo de los pueblos de las Tierras Fértiles. Así, vemos cómo la tradición del cofre de los recuerdos permite a la familia huisihuilke protagónica rememorar cómo fue que empezó la aventura para sus miembros, mientras que más adelante el brujo Kupuka conversa sobre lo mismo con la naturaleza que lo rodea. Estas subnarraciones darán cuenta de una característica particular de esta novela, que en la anterior no aparecía con esta intensidad: la variedad de puntos de vista presentes. Gracias a ellos, el lector podrá conocer con más detalle las motivaciones de cada personaje para actuar como lo hace y seguir el entramado de traiciones o lazos afectivos. Esto permite desarrollar mejor la sicología de los protagonistas, aun cuando no se deje de lado del todo el modelo arquetípico de cada uno. Mención especial merece la familia huisihuilke, pues ahora todos sus integrantes —salvo los nuevos; demasiado pequeños— tienen una función definida en la historia y con una importancia más o menos equitativa. De este modo, se preservan cargos como el de cacique que hereda Thungür o el de la matriarca que hereda Kuy-Kuyen, pero también hermanos que antes tenían un rol más secundario comienzan a cobrar una fuerza distinta, menos evidente pero igual de relevante. Es lo que sucede con Piukemán, que para este libro abandona casi por completo su naturaleza humana y asume para sí la identidad escindida del Halcón Ahijador, iniciándose como un Brujo más de las Tierras Fértiles; o con Wilkilén, que inesperadamente se topa con la Sombra y entabla una curiosa relación con ella que, posteriormente, será crucial para el destino de su gente. Cucub, en tanto, pasa de ser un aliado poco dado a la guerra a un combatiente más, sin abandonar por ello su naturaleza de artista. De hecho, y a través de su optimismo y buena fe, logra hacerse bastante carismático en un contexto tan aciago como el de los sucesos que se cuentan en esta novela. Esta división de puntos de vista también se presenta a nivel de la historia misma, pues además de las ya mencionadas traiciones y dobles intenciones de algunos personajes, las fuerzas de resistencia se ven obligadas en un momento en dividirse en tres para hacerle frente de manera más efectiva a sus enemigos: por tierra, por mar y… por magia. Esta última adquiere un valor bastante más prominente en este libro que en el anterior, partiendo por el hecho de que por fin se le presenten al lector los Brujos como entidades poderosas, más allá de su desempeño como guías o apoyo moral. Los poderes de cada uno estarán caracterizados de un modo particular en relación con su naturaleza, incluyendo en ello al propio Drimus, Brujo sideresio, que posee una forma extrañísima de plasmar sus habilidades, pero muy bien lograda. Tanto esto como el enfrentamiento entre Brujos que sucede cerca del desenlace de la obra, demuestran la originalidad de la autora para desarrollar diversas manifestaciones de la magia sin caer en los estereotipos habituales. En relación con lo anterior, podría decirse que esta obra en general mantiene y potencia el lirismo del primer libro, concentrándose ahora en los vaivenes y sufrimientos humanos de los distintos habitantes de las Tierras Fértiles. Esta mirada ampliada que adopta la narración consigue transmitir la grandeza de un mundo que está sufriendo pero en el que su gente aún es capaz de mostrar tanta sinceridad como flaqueza moral. Una vez más, es imposible no advertir la influencia arquetípica en el tratamiento de personajes, pero a estas alturas eso ya deja de incomodar por la belleza lingüística con la que se va desenvolviendo el argumento, que tiene ya valor estético por sí sola. De esta forma, la obra supera ampliamente a su antecesora, retomando sus mayores virtudes, minimizando sus defectos, potenciando algunos elementos que en Los Días del Venado aparecían tan sólo enunciados o sugeridos y finalizando con nuevos eventos que se abren inteligentemente a su continuación, lo que da cuenta del buen oficio de la autora y su dominio de la historia que está contando. Esto podría parecer una obviedad, pero deja de serlo al recordar la complejidad que debe suponer urdir una narración como ésta con una prosa como la que leemos, en la que cada metáfora o imagen tiene su

propio sentido. Podría resultar sencillo perderse en la escritura por sí misma, pero Bodoc sabe manejar su estilo literario para no perder el interés de la historia. Aun así, es probable que algunos lectores acostumbrados a una prosa más llana en el género se sientan un poco abrumados, pero habría que decirles que vale la pena tomar el desafío. Para el resto de los escépticos que aún no se animan a conocer estas obras, comenzar con la lectura de este volumen no debiera sonar tan descabellado. Considerando que se explica a grandes rasgos lo que pasó en Los Días del Venado, podría ser ésta una buena instancia para adentrarse a estas novelas si se posee un afán más crítico y curioso que un simple interés por leer una nueva trilogía. Quien escribe esta reseña comenzó leyendo primero Las Dos Torres y puede dar fe que estos comienzos en desorden no necesariamente dificultan una apreciación íntegra de una saga. Se reitera: el desafío vale la pena. Esto es literatura, algo que no abunda en la Fantasía actualmente en Latinoamérica. Y bueno, quizá tampoco en España. More 0

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Reseña: Los Días del Fuego (La Saga de los Confines III), de Liliana Bodoc, por Alejandra Láquesis Los pueblos de las Tierras Fértiles se encuentran a punto de librar sus últimas batallas. Lamentablemente, se sospecha que vayan a ser los últimas porque su gente está ya muy desgastada tras contiendas anteriores y, sobre todo, luego de soportar una serie de traiciones que sólo han conseguido debilitar sus ánimos. Aun así, tanto guerreros como brujos y todo tipo de personas siguen luchando como pueden por su libertad, sin saber que, del otro lado del mar, en las Tierras Antiguas, se está gestando también una rebelión que pretende socavar el mal de Misáianes y los corruptos magos de la Cofradía del Recinto desde su propio interior. Esta obra corresponde al fin de la trilogía de La Saga de los Confines (compuesta también por Los Días del Venado y Los Días de la Sombra) de la argentina Liliana Bodoc y, como tal, tiene la compleja tarea de cerrar el arco argumental de una manera memorable, esclareciendo todas las intrigas y anudando todos los cabos sueltos planteados en las dos obras anteriores. De buenas a primeras, todo esto se deja ver ya en una mayor extensión de este libro en relación con los dos primeros, lo que aunado a su título augura las últimas penurias de una historia tan bella como triste. Por supuesto, esto no es lo único en incrementarse. Los Días del Fuego tiene la característica peculiar que no se queda sólo en la resolución de eventos para los personajes ya conocidos en las obras iniciales, sino que se permite el lujo de añadir otros y desarrollarlos tan minuciosamente como los protagonistas. Dos de ellos son los niños que se habían presentado al finalizar el segundo volumen:

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ALEJANDRA LÁQUESIS FECHA DE PUBLICA CIÓN:

MIÉRCOLES, 26 DE DICIEMBRE DE 2012 DISCUSIÓN:

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ALEJANDRA LÁQUESIS, ALTA FANTASÍA, FANTASÍA LATINOAMERICANA, RESEÑAS

Vara y Aro, narrándose su concepción, nacimiento y crianza en miras a la realización de su destino, que es tan crucial para el futuro del universo de la obra como lo insinuaba Los Días de la Sombra. La narración de las acciones y aprendizaje de estos personajes cumple además la función de introducirnos a lo que es quizá uno de los grandes méritos de este libro: presentarnos al fin lo que ocurre del otro lado de las Tierras Fértiles, en las Tierras Antiguas. Hasta Los Días de la Sombra, de ellas apenas se conocía a los sideresios, la gente que apoyaba el reinado de Misáianes. Era razonable centrarse en aquella tierra que sufría los embates del enemigo, pero la autora acierta al derrumbar ahora esa visión de otredad que seguramente el lector había forjado a lo largo de los dos volúmenes anteriores y contar también el sufrimiento de la gente de las Tierras Antiguas que asimismo cayó bajo el yugo de Misáianes. Esta sociedad yace esclavizada en agrupaciones llamadas «marcas», que corresponden a la especialización de diversos tipos de trabajos forzados. Su gente ha olvidado su nombre y el sentido de su existencia por obra de la crueldad a la que han sido sometidos, lo que a su vez impide cualquier intento de lucha. Sin embargo, un disidente mago de la Cofradía del Recinto idea su propio plan de rebelión: concebir vástagos por algo parecido al amor y luego criarlos desde una libertad proscrita, todo con el fin de que a futuro puedan recordarle a su oprimida gente quiénes son en realidad. La autora aprovecha este argumento paralelo para desarrollar la vida en las Tierras Antiguas, las que resultan ser asombrosamente distintas a las Tierras Fértiles. De hecho, quienes aún sostengan la hipótesis de que La Saga de los Confines es una gran alegoría de la Matanza europea hacia América podrían ver su teoría refutada en este libro. Las Tierras Antiguas tienen leves reminiscencias de poderosas naciones como la Grecia o la Roma antiguas —sobre todo a partir de la resonancia de los nombres de sus personajes—, pero son mucho más que eso. Por ejemplo, existe una interesante comunidad de mujeres libres llamadas nuberas que habitan los bosques de Goenia y que hasta entonces han logrado mantenerse al margen de la guerra de los hombres. En las Tierras Fértiles, mientras tanto, continúa el conflicto central, enfocado principalmente en los intentos de Molitzmós por preservar su poder en su reciente reinado y en las luchas organizadas de los ejércitos unidos del Venado, que cada vez se van volviendo más y más dramáticas ante las nuevas avanzadas de los sideresios. Por parte de la línea argumental del pueblo del Sol, destaca inmediatamente la brillante inclusión de Acila, un ejemplo de cómo hacer personajes femeninos que no caigan en los estereotipos habituales. Se podría decir que es lógico esperar este tipo de situaciones siendo la autora una mujer, pero al menos en Chile, muchas de las obras de Fantasía publicadas por autoras con personajes femeninos al parecer no terminan de dar la talla ni en términos sicológicos ni estéticos, así que éste no es un aspecto gratuito. Acila no es una joven sensual ni una anciana sabia ni una fuerte guerrera, sino una mujer de mediana edad de gran astucia y ambición cuya dinastía ha caído en desgracia por los recientes conflictos del pueblo del Sol. Es tartamuda y poco agraciada, pero tiene el orgullo intacto y planea su propia conspiración con Molitzmós, que sólo revela su verdadero sentido ya bien avanzada la historia. Lo mejor es que todos los episodios de intriga de Acila aparecen como metáforas que aluden a las estrategias realizadas en el yocoy, juego de tablero similar al ajedrez. La relación de esta mujer con Molitzmós y todos sus planes posteriores, de esta forma, aparecen descritos sutilmente como la más intrincada partida de yocoy, lo que aporta en sentido tanto sicológico (Acila es especialmente dura) como en el estético. Sobre el resto de los personajes ya conocidos de la saga, se puede mencionar que todos siguen desarrollándose sin presentar mayores sorpresas al lector. Quizá los más interesantes sean Wilkilén, que ahora es ya una jovencita, y Piukemán, que se debate entre sus últimos gestos humanos y su nueva naturaleza de brujo-halcón. En general, la mayoría de los protagonistas que luchan por las Tierras Antiguas terminan arriesgándolo todo por sus visiones personales sobre el amor, ya sea el de pareja, hacia su familia, hacia su gente y, en suma, al amor por la vida en sí misma. Algunos de estos personajes, como es de esperar, no sobrevivirán, pero las muertes, aunque tristes, terminan teniendo un propósito y un sentido para los sobrevivientes y aun para la historia misma.

Esto último se aprecia especialmente en los múltiples alcances poéticos que la autora inserta a lo largo de la obra, sobre todo en los capítulos que corresponde a Nakín, del Clan de los Búhos, que en este libro adquiere casi un rol de narradora, en su misión de convertirse en la memoria eterna de lo sucedido. Este componente mítico refuerza la noción de que la narración en sí es más importante incluso que los acontecimientos narrados, y eso funciona bastante bien en esta saga. Mención aparte merece el enigma de la profecía incompleta, que en los últimos capítulos se esclarece de una forma bellísima. Como aspectos negativos de Los Días del Fuego, quizá podría señalarse cierta sensación de precipitación hacia el final de la novela, luego de una última gran batalla. Ese evento tan esperado como lo es la caída definitiva de Misáianes no se da en el transcurso de la historia narrada, sino que se asume como un hecho inevitable luego de lo sucedido en el desenlace. Por otra parte, se insinúa una interesante discrepancia entre el personaje de Aro y su padre que no se desarrolla mucho más, porque ambos mellizos han cumplido ya su misión principal. Así, el final se centra más bien en los principales protagonistas, esos que el lector conoce desde el primer libro, lo que naturalmente no desilusiona en absoluto y permite despedirse de ellos con una sensación de alivio por su bienestar, aun pese al carácter arquetípico del que no se libraron jamás a lo largo de la serie. Y puesto que Los Días del Fuego cierra la trilogía, esta reseña debiera también cerrar con una conclusión sobre la saga completa. Estas tres novelas presentan una propuesta tan interesante dentro de la Fantasía escrita en español que son encarecidamente recomendadas. Estéticamente tienen un valor más cercano a la belleza verbal por sí misma antes que por cualquier otro mérito literario (que también lo tienen, claro), y si consideramos que en la Fantasía el lenguaje tiene una importancia crucial para la construcción de Mundos Secundarios, leer una obra que haga especial hincapié en él desde nuestra lengua materna es un privilegio que pocas veces se ve en nuestro continente. Ahora bien, quizá por esta misma razón, la prosa de estas obras requiere de una lectura diferente a la habitual en el género de la Fantasía Épica como suele escribirse actualmente en el ámbito hispano. Como se ha mencionado en todas las reseñas de los libros que componen la saga, el ritmo de lectura es más lento y cadencioso y eso podría desconcertar a algunos. Pero, para quienes se atrevan a tomar el desafío, conocer esta serie pueda llevar a anidar nuevas esperanzas respecto a la escritura de la Fantasía en Latinoamérica. Quizá también pueda despertar desilusiones debido a sus particularidades, pero una cosa queda clara: no es una obra que deje indiferente. More 0

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Reseña: La Invención de Hugo Cabret, de Brian Selznick, por Alejandra Láquesis Hugo Cabret es un niño de doce años que vive solo tras los muros de una estación ferroviaria del París de 1931 tras perder a su padre, hábil relojero, y a su tío, un borracho abusivo, en sendos accidentes. Aprovechando que ha heredado el talento de papá con los relojes, Hugo se encarga de mantener en pleno funcionamiento los de la estación para así dar la impresión de que su tío sigue cumpliendo sus labores y de esta forma evitar que los adultos lo sorprendan. Y es que Hugo tiene un secreto: un autómata, un aparato mecánico de aspecto humano que se ha convertido en el único legado que su padre le dejara. En su aventura para hacerlo funcionar otra vez, Hugo terminará encontrándose más enemigos y aliados de lo que un niño solitario esperaría. Pero, ante todo, terminará cruzando su camino con el secreto de otra persona… una que ha esperado tanto o más que el propio autómata para volver a moverse. Publicada en 2007 y difundida masivamente gracias a su estupenda adaptación fílmica del 2011, La Invención de Hugo Cabret (Ediciones SM, 2007) es una obra usualmente valorada por sus méritos más vistosos, pero no por aquellos que, a fin de cuentas, la sostienen como un referente a considerar, tanto de la Literatura Infantil y Juvenil como de la Fantasía en su acepción más metaliteraria. Sin embargo, es fácil extraviarse en la superficie, pues la obra cuenta con una edición hispana magnífica, de tapa dura, sobrecubierta y una elegante presentación monocromática que combina de excelente manera la sobriedad del

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ALEJANDRA LÁQUESIS FECHA DE PUBLICA CIÓN:

MIÉRCOLES, 17 DE ABRIL DE 2013 DISCUSIÓN:

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ALEJANDRA LÁQUESIS, LITERATURA INFANTIL Y JUVENIL, METAFANTASÍ A, RESEÑAS, STEAMPUNK

texto enmarcado y de las ilustraciones a grafito. ¿Se trata entonces de otro libro álbum o de otra novela ilustrada tradicional? Pues no: esta obra aúna elementos de ambos géneros y los reelabora de una manera que no resulta sorprendente por sí misma, pero sí por la fluidez y el gran uso que se hace de estos recursos para contar de la mejor forma una historia tan conmovedora como ésta.

Básicamente, ilustración y texto se complementan, pero no para reforzar uno y otro, como es habitual en las obras ilustradas para niños, sino para continuar la narración. En otras palabras, ilustración y texto se relevan unas otras cuando aquello que se intenta contar sólo puede hallar su voz en imágenes o en palabras. Es así como la narración verbal nos permite, por ejemplo, acceder a los sentimientos y pasado de los personajes, mientras que la narración visual se encarga de mostrarnos la expresión concreta de estas emociones y estos pasados en los rostros mismos de los personajes, junto con construir el entorno parisiense de época, de reminiscencias steampunk que la película homónima supo destacar muy bien. Las ilustraciones remarcan también, y de manera progresiva, el vínculo de esta historia con uno de sus principales ejes temáticos. En un principio imitando planos cinematográficos, con una preferencia por los primeros planos, para posteriormente llegar a introducir fotogramas reales de películas clásicas, poco a poco la obra va adentrándose hacia esa otra historia con la que Hugo se entrecruza, y a la que el texto va aproximándose en numerosas alusiones en los recuerdos y experiencias de los protagonista: la historia del cine.

Y es en este punto, a la vez, en donde conviene detenerse un momento, tal y como se anuncia al final de la primera parte, cuando Hugo logra descubrir el secreto del autómata, sólo para ver cómo uno nuevo se abre ante él: «En este punto se cierra el telón y la historia, y aparece un fundido en negro. Pero también comienza un nuevo relato. Porque todas las historias llevan a otras. Y esta nos lleva muy lejos, tan lejos como la luna» (255). Se ha mencionado mucho de esta obra el hecho de que se centre en la difusión de los primeros hitos del cine y que tenga como uno de sus protagonistas, en un trabajo de ficción conmovedor, nada menos que al famoso cineasta George Méliès, todo para abordar una temática escasa en las obras LIJ y que es contada de una manera muy amena y al mismo tiempo desafiante. Sin embargo, lo verdaderamente relevante de este rescate de la tradición cinematográfica es su énfasis en su componente más fantástico. Es decir, concebir el cine no sólo como una representación ficcional de la realidad, sino como una posibilidad de contemplar en vigilia el fascinante mundo de los sueños y suspender toda incredulidad, efecto que sin duda debe haberse logrado mucho mejor en el público de esa época que en el actual, acostumbrado a la parafernalia de artificios tecnológicos incapaces de contar una historia sincera.

Porque Méliès, como Hugo descubre, es un contador de historias: un mago. Aunque en la obra se explicita que el término se refiere ante todo a la prestidigitación, es imposible no leer entre líneas —y entre imágenes— que en el fondo se está aludiendo a una magia completamente distinta, una que trasciende el truco de manos o la técnica: una magia real. De esa magia que, en su manifestación artística y creativa, es capaz de tender sutiles redes entre las personas más insospechadas y moverlas para que a su vez éstas puedan encontrar su propio lugar en el mundo y así enmendar sus dolores.

Los dos protagonistas, Hugo y Méliès, están rotos por dentro. Hugo está solo en el mundo y la dura vida que ha tenido que llevar le ha enseñado a no confiar en nadie. Las ilustraciones del autor retratan con gran acierto la tristeza contenida en su mirada, pero también su curiosidad al hacerse amigo de la chispeante Isabelle y su asombro ante la primera película que ve en su compañía. Méliès, por su parte, ha abandonado y abjurado de su destino debido a la tragedia que rondó su pasado, y tampoco parece confiar en nadie, menos en alguien que de una forma u otra le recuerda a esos días felices que decidió clausurar. Tal y como lo menciona Hugo en un momento, las personas, al igual que las máquinas, se rompen al no poder cumplir con su propósito de existencia, y sin embargo es precisamente esta semejanza la que hace pensar que también pueden repararse (374). «Me gusta imaginar que el mundo es un enorme mecanismo» (378), reflexiona el niño, y así precisamente se lee esta obra. Una historia cuyo mecanismo está compuesto de muchas historias: la de un pequeño huérfano en busca de algo que ni él sabe muy bien qué es, la de un misterio ramificado en innumerables engranajes en movimiento, la de un hombre que ha tenido que encerrar su destino y su corazón, y la de los primeros hitos del cine fantástico. Pero, principalmente, esta es la historia de cómo el arte es capaz de sanar las heridas de la vida y brindar esperanzas más allá de toda renuncia, siempre y cuando aquellos que fueron alcanzados por sus redes luchen para hacérnoslo recordar. En otras palabras, la esencia de la Fantasía.

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Reseña: Tot, de Dominique Schwarzhaupt, por Alejandra Láquesis Actualización 16/09/13: ¡ F e lic it a c io n e s , July Macuada, eres la ganadora del ejemplar de Tot! Envíanos un mail a

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ALEJANDRA LÁQUESIS FECHA DE PUBLICA CIÓN:

MIÉRCOLES, 28 DE AGOSTO DE 2013 DISCUSIÓN:

5 COMENTARIOS ETIQUETA S:

ALEJANDRA LÁQUESIS, BAJA FANTASÍA, CONCURSO FINALIZADO, FANTASÍA CHILENA, LITERATURA INFANTIL Y JUVENIL, RESEÑAS

[email protected] para coordinar la entrega del premio. Todos los niños le temen a algo, pero esta niña, tan valiente hacia tantas cosas, sólo le teme a una en particular… El día en que conoce al asustadizo Tot, sin embargo, comprende que él comparte su mismo miedo. Pero… ¿quién o qué es Tot? ¿Es un oso, un lobo o una criatura similar, de enorme tamaño? ¿Es un animal o un monstruo? ¿Importa? ¡Tot es Tot! Lo verdaderamente importante es que, en su amistad con la pequeña protagonista, ambos aprenderán a cómo vencer aquello que los atemoriza.

Tot (Gata Gorda Ediciones, 2012), de la chilena Dominique Schwarzhaupt, fue el primer proyecto que lanzó Gata Gorda, editorial independiente dedicada en exclusiva a libros álbum, obteniendo una gran recepción de parte de público lector y especializado. Esto implicó no sólo que recientemente, en el marco de la 27ª Feria del Libro Infantil de Providencia, se lanzara la segunda edición a sólo un año, sino también que la obra fuese seleccionada para los White Ravens 2013, prestigiosa distinción alemana que elige diversas publicaciones infanto-juveniles que el comité estime destacadas.

No es una novedad para nadie inmerso en el mundo de la LIJ (Literatura infantil y Juvenil) que el libro álbum se ha convertido, desde hace unos años, en una de las manifestaciones más populares desde todo tipo de ámbito, desde el mercado mismo hasta la academia. Sin embargo, lo que sí puede resultar sorprendente es confesar abiertamente que esta tendencia no siempre va de la mano con un verdadero trabajo artístico de las potenciales estéticas de este subgénero. En pocas palabras, no todo libro ilustrado es libro álbum, y no toda ilustración, por el solo hecho de serlo, necesariamente estará narrando o representando un concepto. En el caso de Tot, afortunadamente, no se aprecia este problema. Esta historia consigue contarse a partes iguales a través del texto y las ilustraciones, siendo cada uno de estos elementos complementario del otro y, a la vez, aspectos esenciales e imprescindibles para la experiencia de lectura de la obra. Al respecto, lo primero que llama la atención es el estilo de la ilustradora, quien a través de una técnica tan tradicional y cálida como las acuarelas, consigue plasmar espacios tan extensos como grande resulta Tot. El gigantismo de éste está muy bien trabajado en relación con estos entornos y con las proporciones de la niña, dando una sensación de profundidad e inmensidad en cada página que, por su parte, transmite hasta una evocación de aventura que podría ligarse a los temas que desarrolla la historia (el miedo, lo desconocido, la exploración). Se ha mencionado bastante en las presentaciones y charlas ligadas al libro álbum el particular uso de las tonalidades de la autora en el transcurso de su historia, que van de un profundo azul inicial a un intenso verde, progresiva y sutilmente hasta aproximadamente la mitad de la narración, donde este último color se vuelve el dominante hasta el desenlace. Interpretaciones para explicar este aspecto pueden haber muchas y así se ha demostrado públicamente, desde aspectos ligados a la sicología hasta teoría del color. Sea como sea que se lea esta progresión cromática, lo cierto es que resulta casi imposible no asignarle un sentido en función de lo que viven los protagonistas, interpretación que seguramente para los niños será mucho más orgánica y menos intelectual que para los adultos. Hasta este punto, quien esté leyendo esta crítica podría preguntarse qué hace una obra como ésta en Fantasía Austral, sobre todo considerando la tendencia (por no decir manía) de algunos de leer la literatura infantil —y sobre todo el libro álbum— en términos alegóricos. Por supuesto, se podría hacer una lectura en estos términos de Tot, pero personalmente no me interesa, como nunca me ha interesado hacerlo con cualquier otra obra literaria, más aún si es de Fantasía. Y ésta resulta ser la clave: desde cierto punto de vista, Tot es un libro álbum cuya premisa narrativa y estética calza a la perfección con la esencia de la Fantasía, si se lo lee a partir de ésta. ¿Es real Tot o una creación imaginaria de la niña? Lo más básico es pensar que sólo se trata de una ficción que ella ha construido para sobreponer su miedo, pero la historia misma nos da indicios, tanto textuales como visuales, para sostener que Tot es real. Para el caso, no tendrá importancia alguna pensar que lo es sólo para la niña, por ejemplo: existe una dimensión, un espacio abstracto, en que el personaje existe y en el que ha dejado huellas que prueban su existencia; eso basta. Pensar en esos términos, además, nos revela esta historia como una de amistad y complemento, en la que ambos personajes se apoyan y comparten mutuamente sus temores y superaciones. Tot, así, no tendría por qué ser leído sólo como una proyección de la niña, y cobraría su propia identidad (fantástica) en la narración. ¿Y qué decir del trasfondo de esta historia? ¿No son los aspectos anteriores algo fácilmente encasillable dentro de los valores positivos y morales que suelen adjudicársele a la literatura infantil? Pues no, no necesariamente. El único reparo que podría hacérseles, desde un punto de vista estructural, es que algunos episodios tengan una progresión algo brusca en su narración, sobre todo en la parte textual, lo que altera la sensación de continuidad y avance de los personajes. Pero fuera de este alcance, estos aspectos no son gratuitos ni pretenden entregar una enseñanza forzada. Tot no nos enseña a dejar de tenerle miedo a las cosas, ni siquiera a que llegará el día en que ciertas cosas nos dejen de dar miedo. Tot, en el fondo, narra lo que sucede cuando las experiencias de vida que compartimos con algo o alguien nos van cambiando a ambos, hasta encontrar una bifurcación en medio del camino cuya aparición sea quizá sea más sutil que

lo esperable. La Fantasía de Tot, en ese sentido, se centra en cómo estos amigos pertenecen a universos distintos (el cotidiano en la niña; el fantástico en Tot), temporalmente unidos por un defecto en particular que ambos, en su compañía, irán superando. Parece ser la misma Fantasía gracias a la cual la protagonista logra emprender sus aventuras junto a Tot, pues la mayoría de los entornos por los que ambos viajan, al conservar esa amplitud que se mencionó anteriormente, se leen y sienten con esa pureza y antigüedad propias del Reino Peligroso y sus múltiples aproximaciones en los cuentos de hadas. Entonces, por un lado están los personajes y por otro los espacios… ¿queda algo más de Fantasía en la obra, algo quizá menos obvio? Sí, desde luego: la melancolía. Tot es una historia nostálgica, por mucho que su protagonista sea una niña pequeña, porque se narra un descubrimiento y una victoria… pero también una pérdida necesaria y la forma en la que se asume ésta al momento de seguir adelante, con la certeza de que efectivamente lo vivido fue tan hermoso como real. En relación con lo anterior, la última ilustración en particular crea un interesante juego de incertidumbre con el texto que la acompaña, aumentando la cantidad de lecturas que pueden hacerse para el desenlace: ¿Esperanza? ¿Añoranza? ¿Recuerdos? Como sea que se interprete, lo más probable es que predomine siempre una sensación similar a una melancolía que sin embargo se sienta agradable, redentora. Se trata este efecto, desde luego, de una estética que quizá resulte demasiado abstracta para algunos que sigan asociando la Fantasía sólo a dragones, guerreros y lo épico, pero que es plenamente parte de ella en lo esencial. En otras palabras, por muy curioso que resulte, Tot tiene bastante más de Fantasía que muchas otras obras que sí poseen elementos que suelen asociarse a este género, acaso porque los emplean sin resignificarlos más allá de la superficie. Sin duda es complejo abordar un libro álbum, por la cantidad de interpretaciones que pueden dársele en sus lecturas, pero acercarse a Tot como una historia más de Fantasía es una alternativa muy recomendable y, desde luego, plena de sentidos muy especiales, difíciles de hallar en otras expresiones estéticas. Lo mejor de todo es que, aun abriendo el libro con otra mirada, podrá disfrutarse como lo que es: una propuesta curiosa y agradable, estupendamente editada por Gata Gorda Ediciones, que incluso narrando una historia que ya hemos conocido en otras partes puede alcanzar grandes momentos. Booktrailer de Tot, que exhibe algunas de las ilustraciones del libro:

Puntos de venta de los libros de Gata Gorda Ediciones (Región Metropolitana, Chile):

¿Te gustaría ganarte un ejemplar de la reciente segunda edición de Tot, con un set de figuras recortables para tus niños o para el niño que tienes adentro, cortesía de Gata Gorda? ¡Muy sencillo! Sólo cuéntanos lo siguiente: ¿Cómo era tu amigo “imaginario” y qué clase de aventuras tenían juntos? La mejor respuesta a juicio del Comité Editorial se ganará este libro álbum. El ganador se dará a conocer en esta misma entrada, por nuestras redes sociales y una próxima editorial. Recuerden que si son de regiones o fuera de Chile, ustedes tendrán que correr con los gastos de envío, previa coordinación vía email ([email protected]) con nosotros. Este concurso estará abierto hasta el miércoles 4 de septiembre a las 23:59 (GMT -04:00). ¡A participar! Share Share Share Share More 0

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Reseña: "En el corazón del bosque", de John Boyne, por Alejandra Láquesis Noah Barleywater es un niño que un día, por razones que no se revelarán sino muchísimo más adelante, huye de casa. En su camino, va encontrándose con distintos pueblos hostiles, hasta que finalmente se interna en el bosque, donde encuentra una tienda muy particular. En ella, conoce animales y marionetas parlantes, y al anciano que construye estos juguetes. Éste intenta que Noah le explique los motivos de su huida, pero ante la renuencia del niño, decide contarle la historia de su propia vida, cuando él también huyó de su hogar. El diálogo entre ambos irá poco a poco revelando una historia de temores y añoranzas por pasados irrecuperables ante el paso del tiempo, pero también de la importancia del recuerdo como esperanza para el presente. John Boyne es un autor que se hizo mundialmente conocido por la exitosa novela El niño con el pijama de rayas, que también fue adaptada al cine con un gran recibimiento de crítica y público. Muchos puedan pensar que esta novela ha sido bastante sobrevalorada, acaso por tratar temas de especial sensibilidad como la amistad entre un niño alemán y uno judío, separados por la barrera de un campo de concentración. Pero lo cierto es que esta es una gran historia sobre la otredad y la amistad, narrada además con una prosa sorprendentemente natural al momento de contarnos las interacciones de ambos niños, sin caer en sensiblerías ni guiar de la mano nuestras lecturas y sentimientos al respecto. En suma, una estupenda historia infantil, que ha demostrado su valor como LIJ tras encantar a lectores de toda edad. Sin embargo, En el corazón del bosque es una novela muy distinta a El niño con el pijama de rayas. Es natural suponer que un autor esté buscando nuevas historias y nuevas voces al momento de escribir una nueva obra, pero en este

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ALEJANDRA LÁQUESIS FECHA DE PUBLICA CIÓN:

MIÉRCOLES, 6 DE NOVIEMBRE DE 2013 DISCUSIÓN:

SIN COMENTARIOS ETIQUETA S:

ALEJANDRA LÁQUESIS, CUENTO DE HADAS MODERNO, RESEÑAS

caso se hace necesario insistir en este punto, sobre todo por el éxito comercial de El niño con el pijama de rayas, que podría predisponer a los lectores a una historia semejante. Pero En el corazón del bosque es una novela tremendamente desafiante y, al principio, hasta complicada y desconcertante de leer. Podría leerse como una particular reescritura de Pinocchio de Carlo Collodi y que, a su vez, bebe de otras fuentes de cuentos de hadas y clásicos de la literatura infantil de Fantasía, como Alicia en el País de las Maravillas de Lewis Carroll. Seguramente, lo primero que se nos puede venir a la mente cuando pensamos en "reescritura de cuentos de hadas clásicos" es el caso de Caperucita Roja de Charles Perrault, que ha sido reversionada hasta el hastío. De todos modos, basta una rápida revisión para encontrarnos con un patrón que, salvo notables excepciones, no se aleja mucho del siguiente: Caperucita punk/anarko/roja en la ciudad, Caperucita como una mujer cruel y ninfómana que acosa al pobre y santurrón lobo, el lobo como representación de un pedófilo que pretende abusar de Caperucita... etc. Eso nos lleva a sentir que, en tiempos en los que el formato de cuento de hadas moderno se aplica erróneamente a aquellas obras que confunden "adultez" y "seriedad" con inserción de alegorías socio-político-sexuales, una propuesta como En el corazón del bosque es especialmente refrescante. Y lo es además por aquello en lo que sí se asemeja a su predecesora: su estética de obra infantil que no se agota en lecturas de la infancia. En esta oportunidad, además, la propuesta se ve potenciada gracias a su naturaleza de Fantasía, de esa que es capaz de sacar a los protagonistas de la realidad por un momento, torcer su mirada de ella y, finalmente, devolverlos a esta cotidianidad con nuevas experiencia, las que les permitirán tomar las decisiones adecuadas. La decisión de esta historia es la que debe tomar Noah respecto a su huida: ¿continuarla o regresar a casa? La respuesta podría parecer obvia desde la lectura moral, pues es lógico que está mal que un niño huya de sus padres, ¿verdad? En este caso, sin embargo, el lector pronto descubrirá que estos no han sido malos con su hijo y que, de hecho, Noah vuelve constantemente en sus recuerdos a su madre. El protagonista tampoco parece ser un muchacho malcriado ni particularmente aventurero, pero sí guardián de un secreto que lo hace titubear más de una vez, sobre todo en las primeras páginas. En ese sentido, la novela refleja acertadamente estos vaivenes desde un punto de vista estructural. En un principio, la narración discurre de manera lineal, contando las primeras peripecias de Noah en su huida. Destacan en estos pasajes el mismo desconcierto lector ante las extravagancias de Alicia en el País de las Maravillas en la novela homónima, sobre todo en las experiencias del niño en los pueblos a los que llega, donde se encuentra con gente que lo persigue como un criminal por hurtar manzanas de un árbol, un perro parlanchín y un burro que siempre tiene hambre, por ejemplo. Todo cambia cuando Noah se encuentra con el anciano. En esta sección, la novela continúa con el delirio fantástico expresado en marionetas parlantes y un hombre que responde con afirmaciones que desafían toda lógica, pero pronto la obra se abre al relato de la vida del juguetero, rememorada ante el hallazgo de un viejo cofre cuyos recuerdos —entre ellos, marionetas— Noah va sacando poco a poco. La novela entonces comienza a intercalar la narración del pasado del anciano y un presente en que el niño poco a poco va confiando más en él, lo suficiente como para ir revelando más secretos que nos permitan a nosotros, como lectores, entender su decisión de huida como algo más que un capricho. Es fundamentalmente en estas pausas en donde la novela se detiene para trazar quien acaso sea el mejor personaje de la obra, y un móvil muy importante para la vida de Noah: su madre. De ella no conocemos más que lo que el niño va recordando sobre su persona, y en estos recuerdos no hay nada que podría identificarse como sobrenatural o particularmente extraño. La madre de Noah no es sino una madre que también ha tomado su propia decisión a partir de determinadas circunstancias, y que en ella involucra a su hijo de una manera que se revela absolutamente conmovedora hacia el desenlace de la historia… porque es lo que haría toda madre que ame a su hijo en una situación como aquélla. El genio de la prosa de Boyne consiste en narrarla sin florituras ni adornos en su personalidad o acciones, sin siquiera tener que recurrir a proezas sobredimensionadas para que la valoremos como madre; es, justamente, su

sencillez y sinceridad lo que la hace conmovedora, a pesar de que no se trabaje en detalle como personaje, como cabría esperarse. Paralelamente, poco a poco la narración del anciano va entregando más y más pistas sobre su personalidad, desmarcándose progresivamente de la peripecia costumbrista para entrar de lleno al cuento de hadas tradicional. Que nadie se espere aquí, eso sí, una reaparición de la marioneta de Pinocchio con modelos subvertidos, pues esta reescritura en particular se centra en algo mucho más importante: los conflictos, decisiones y destinos que se asumen luego del «y vivieron felices para siempre», sin que por ello la historia deba estancarse en la miseria nihilista de la vida cotidiana, cuando ya no hay hadas de cabellos turquesa para guiar el camino. Y quizá sea en esa senda en donde se inscribe el mérito más intenso de esta novela, plena de agradables sorpresas para quienes amamos la ficción en general: la certeza de que las historias que nos contamos a nosotros mismos y a los demás pueden salvar vidas. En este caso, la del anciano y la de Noah. Sobre todo de éste último, que gracias al tejido que trenzan su propia historia con la del juguetero logra al fin tomar una decisión… Una que, por supuesto, al estar inscrita en la Fantasía, decide también su destino. ¿Qué cosas se le podrían criticar a esta novela? Quizá lo mismo que ya se anunció al principio de esta reseña, casi como una advertencia: esta no es una historia que se disfrute con facilidad. Tiene un ritmo inicial lento, una reescritura muy poco explícita de Pinocchio (al menos según los simplistas modelos vigentes de reescritura de cuento de hadas), protagonistas de rasgos arquetípicos, el personaje de una madre que destaca ante todo por ser una madre… En fin. Todos estos aspectos podrían leerse como defectos narrativos, pero personalmente no es esa mi postura como lectora. Creo que En el corazón del bosque ofrece un potente destilado de los componentes esenciales de la Fantasía clásica en un frasco pequeño, como corresponde a una historia de estas características. Dependerá de cada lector decidir si se encuentra preparado para soportar una fragancia así de concentrada o si, en última instancia, en realidad prefiere otro tipo de aromas; cualquier postura será plenamente válida. Con todo, insisto: esta es una gran alternativa para quien quiera leer algunos de los temas centrales de la Fantasía (decisión, muerte, carpe diem, memoria, pasado, remordimiento) en una narrativa desafiante, desconcertante y, sobre todo, hermosa. Una historia sobre la interioridad de un niño asustado, que ante la incapacidad de asumir directamente sus problemas necesita evadirse para encontrar su propia respuesta. Un niño, en definitiva, de verdad, como los que fuimos tú o yo hace más o menos años atrás. Y un niño al que las historias le salvaron la vida. Como a mí. ¿Cómo a ti también? More 1

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Reseña: Journey, de Aaron Becker, por Alejandra Láquesis Una pequeña niña, aburrida y frustrada ante la indiferencia de su familia hacia sus intenciones de juego, encuentra su propio espacio gracias a su lápiz rojo, con el que dibuja un portal que le permite ingresar a un nuevo mundo, mucho más interesante que su monótona realidad… pero también mucho más desafiante. Las aventuras que vivirá a lo largo del majestuoso viaje que emprende a través de sus diversos paisajes, sin embargo, no sólo la deleitarán o enseñarán sobre el peligro, sino que también le permitirán descubrir que nadie, ni siquiera una niña tan incomprendida como ella, está completamente sola cuando tiene a la Fantasía y la imaginación de su lado.

Journey (Candlewick Press, 2013), primera obra infantil ilustrada de Aaron Becker, ha sido una pequeña gran revelación en cuanto a libros álbum publicados este año, obteniendo diversos premios en el área. Si bien la obra aún no es reeditada por editoriales hispanas por su reciente publicación, eso poco podría importarnos a los lectores que solemos leer en español, pues se trata de un libro álbum sin palabras. Como corresponde a este tipo de literatura, son las ilustraciones las encargadas de contarnos la historia que yace oculta entre sus páginas, la que por supuesto es tremendamente imaginativa y plena de sentidos pictóricos y poéticos, sobre todo para su público objetivo, el infantil.

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PAULA RIVERA DONOSO FECHA DE PUBLICA CIÓN:

VIERNES, 13 DE DICIEMBRE DE 2013 DISCUSIÓN:

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ALEJANDRA LÁQUESIS, BAJA FANTASÍA, LITERATURA INFANTIL Y JUVENIL, RESEÑAS

Pero hasta este punto esta descripción valdría para casi todos los libros álbum, recurran o no al texto para complementar sus narrativas, tal y como lo comenté en su momento en mi crítica a Tot, de Dominique Schwarzhaupt. Sin embargo, y al igual que ésta última, Journey es una obra en la que vale la pena detenerse en este espacio, el de Fantasía Austral, por narrar justamente desde la estética y el efecto que nos importa: la Fantasía. Podría ser sencillo limitar nuestra interpretación de la obra señalando que su premisa se trata tan sólo de una expresión del acto lúdico de todos los niños, al intentar crear una realidad distinta a la conocida, por diversión o (en esta obra en particular) por evasión, a modo de refugio de un contexto hostil e indiferente. Algunas lecturas algo más complejas podrían dedicarse a desglosar el componente metanarrativo de la obra, destacando que tanto nosotros como la niña terminamos emprendiendo un viaje a través aquel fabuloso mundo. Para el caso, sin embargo, aquí importa resaltar algo mucho más crucial: la niña protagonista es una pequeña (sub)creadora, y sin duda el mundo al que logra ingresar con la ayuda de sus trazos es un mundo secundario en toda regla, en la regla de la Fantasía más clásica, lleno de maravillas y riesgos, así como de consecuencias y, por supuesto, de enlaces que permiten regresar con una mirada distinta y esperanza de la realidad y sus posibilidades. Uno de los aspectos más llamativos que surge al empezar a leer esta obra con esta mirada, desde la Fantasía, es cuestionarse sobre la naturaleza de este mundo y la relación de la pequeña con él. ¿Es la niña quien ha logrado crearlo en detalle a partir de sus primeros trazos? ¿Lo habrá visitado antes, una y mil veces, en busca de una nueva aventura en cada oportunidad? ¿O simplemente habrá logrado llegar a él por un designio secreto de su lápiz, sin tener idea de lo que podría esperarle al otro lado? Estas preguntas no tienen más respuesta que las que el lector pretenda darles, lo que quizá no habría sucedido de haberse optado por una historia narrada a partes iguales por texto e imagen. Contando sólo con las ilustraciones, la narrativa parece abrirse a las propias palabras que desee pronunciar o escribirle el lector, como si cada minúsculo trazo de las páginas fuera a su vez un viaje nuevo y distinto por Journey como obra. Usualmente, cuando un trabajo similar a éste exhibe tanta libertad lectora e interpretativa, se suele caer justamente en la lectura o interpretación alegórica o metafórica, pues cada elemento podría significar un sinfín de aspectos para cada uno de nosotros. Lo notable es que Journey sí exhibe una narrativa más o menos lineal a pesar de estas características, lo que inmediatamente la vincula a la Fantasía tradicional, lejos de ciertos experimentos narrativos que en su afán por innovar terminan fragmentando y revolviendo innecesariamente una historia que todos amaríamos oír mientras nos la relatan palabra a palabra. Así, lo que finalmente nos llevará a otro mundo en Journey no serán los simbolismos que logremos atrapar al vuelo, sino la identificación con esta niña que recorre paisajes de ensueño y se enfrenta contra temibles rivales, aventuras que laten en el corazón de toda Fantasía entendida como viaje y experiencia de crecimiento. ¿Y cómo es que Journey se encarga de emprender esa travesía a través de sus coloridas páginas? Pues, principalmente, por medio de una soberbia puesta en escena de un imaginario de Fantasía que no sorprende por su originalidad —no lo pretende, en verdad—, sino por la sinceridad con la que recrea en sus trazos aquellos pasajes con los que muchos soñamos de niños y que seguimos disfrutando a pesar de haberlos visto mil y un veces en nuestras vidas. Los lápices de Becker alzan un mundo tremendamente variado, donde tienen cabida bosques, castillos, aeronaves y paisajes cercanos a lo oriental presente en los relatos de las Las mil y una noches, todos construidos con una paleta de colores distintiva que, en su conjunto, consiguen transmitir una sensación de vida que contrasta completamente con la monotonía de los tonos en sepia de la realidad donde vive la niña.

Otro de los juegos cromáticos importantes recae en el lápiz rojo. Tal como una varita mágica, éste es un objeto de poder, tal vez el más importante de la historia, ya que encierra la facultad de crear. Si bien nunca podremos estar seguros sobre los orígenes del mundo al que va a dar la niña en este viaje, al menos sí queda claro que es a través de los trazos de este lápiz que ella consigue desplazarse por sus escenarios, adecuando su naturaleza a las necesidades de cada contexto. Ya sean barcos, alfombras mágicas o globos aerostáticos, el lápiz no sólo cumple así un rol creador, sino también de avance y movimiento para la protagonista, tanto para recorrer el mundo como para escapar de sus peligros, y hasta para ayudar a quienes lo necesiten. Significativo es, por cierto, que en las escenas en las que la pequeña es retratada creando el fondo de la página sea completamente blanco, destacando el trazo rojizo que poco a poco se convertirá en un nuevo vehículo de transporte. El análisis anterior permite comprender por qué esta obra puede ser tan interesante desde uno de los aspectos más destacados de la Fantasía en una de sus acepciones más sencillas: como viaje y descubrimiento de nuevos mundos. Sin embargo, se debe recordar que todo este recorrido partió ante la soledad de la niña. ¿Por qué no habría de quedarse entonces ella en esta región para siempre, si a lo largo de las páginas ha demostrado que puede valerse por sí misma? Es aquí en donde la Fantasía vuelve a alzar la voz para recordar que toda historia de Fantasía es la historia de una ida y una vuelta y que, de hecho, se viaja sólo para regresar. En el caso de la pequeña protagonista, todo comienza a ocurrir de manera repentina. De pronto, la niña descubre un pequeño pájaro que está cautivo. ¿Lo habrá visto antes en sus viajes? ¿Jugará a liberarlo cada vez o será esta su primera oportunidad de convertirse en su salvadora? Poco importa: la protagonista es testigo de cómo unos hombres armados lo capturan y decide liberarlo, aun cuando por ello se exponga a riesgos terribles. Lo que sucederá luego de su osadía es algo que sólo puede conocerse leyendo las ilustraciones que surgen en las páginas siguientes, pero que tiene que ver con un encuentro que a veces se imagina imposible, pero que siempre está destinado para quienes son distintos y comparten intereses... o lápices. Este encuentro es quizá lo más bello de esta obra, un evento tal vez hasta predecible, pero que logra sacar sinceras sonrisas de ternura al comprender, tan pronto surge, cómo será la vida de la niña de ahora en adelante. A modo de conclusión, se debe confesar que, como todo libro álbum de estas características, resulta difícil intentar poner en escrito, de manera crítica y a la vez convincente, qué es lo que hace que obras como éstas resulten tan hermosas en su simpleza. Porque Journey , a pesar del preciosismo con el que su autor ha trazado cada línea que compone cada entorno y cada parte de la figura de la niña y de los otros dos personajes protagónicos, es sin duda una obra sencilla, en el mejor de los sentidos. A diferencia de otros libros álbum famosos, que en ocasiones presentan tal cantidad de elementos que se pueden prestar para muchísimas constelaciones de interpretaciones, Journey se enfoca en contar una sola historia. Y es una historia que hemos leído miles de veces, en distintos formatos, con distintos protagonistas y alcances, pero siempre desde un mismo imaginario y una misma visión ante el tema en cuestión. Cuando estamos en un contexto dentro la Fantasía en que surgen los cuestionamientos respecto a si se ha alcanzado un límite o si se han contado ya todas las historias de todas las formas posibles, Journey , desde un ámbito bastante lejano al de la discusión, demuestra con elegancia que da igual: si la misma historia se cuenta con gracia, belleza y sinceridad, como si nunca antes se hubiera escrito algo semejante a pesar de rescatar lecturas pasadas, por ser simplemente una expresión personal del autor ante esta historia, eso es todo lo que importa. Porque, finalmente, Journey es un libro álbum de Fantasía para niños. Y los niños no están pensando en si la Fantasía está agotada como género (sic ) o si los dragones existen o no, como nosotros, ellos simplemente quieren leer una buena historia, ojalá con ilustraciones bonitas y muy entretenida, en suma, una historia verdadera, de calidad; Journey lo es. Y para el resto, los adultos, su lectura puede ser una buena instancia para recordar, al menos por unos

instantes, cómo nos sentíamos cuando leíamos historias de viajes increíbles en nuestra infancia, viviendo siempre una nueva aventura cada vez que nuestro corazón pasaba por las palabras o por las ilustraciones. Precisamente por eso, porque aquí no encontraremos nada nuevo, sino emociones —y mundos— que quizá hace mucho que no visitábamos, vale la pena leer Journey , entre otras cosas. Un viaje totalmente recomendable, ante el que se aconseja, eso sí, llevar un lápiz rojo como acompañante, por si acaso…