Frase clave: La voluntad de Dios Descripción clave: ¿Qué es la voluntad de Dios? ¿Cuál es la diferencia entre la soberana voluntad de Dios y la perfecta voluntad de Dios? Pregunta: “¿Qué es la voluntad de Dios?” Respuesta: Cuando hablamos de la voluntad de Dios, mucha gente ve tres diferentes aspectos de ella en la Biblia. El primer aspecto es conocido como la decretada, soberana u oculta voluntad de Dios. Esta es la “última” voluntad de Dios. Esta faceta de la voluntad de Dios procede del reconocimiento de la soberanía de Dios y de los otros aspectos de su naturaleza. Esta expresión de la voluntad de Dios se enfoca en el hecho de que la soberanía de Dios ordena todo lo que sucede. En otras palabras, no hay nada que suceda fuera de la soberana voluntad de Dios. Este aspecto de la voluntad de Dios es visto en versos como el de Efesios 1:11, donde vemos que es Dios quien “hace todas las cosas según el designio de su voluntad,” y en Job 42:2, “Yo conozco que todo lo puedes, y que no hay pensamiento que se esconda de ti.” Esta visión de la voluntad de Dios está basada en el hecho de que, por ser Dios soberano, su voluntad nunca puede ser frustrada. Nada sucede que esté más allá de su control. Mientras que la soberana voluntad de Dios con frecuencia está oculta a nuestros ojos, hasta después que ésta acontece, hay otro aspecto de su voluntad que es claro para nosotros: Su perceptiva o revelada voluntad. Como el nombre lo implica, esta faceta de la voluntad de Dios significa que Dios ha elegido revelar algo de su voluntad en la Biblia. La perceptiva voluntad de Dios es la voluntad declarada por Dios concerniente a lo que debemos o no debemos hacer. Por ejemplo, por la revelada voluntad de Dios, podemos saber que es su voluntad que no robemos, que amemos a nuestros enemigos, que nos arrepintamos de nuestros pecados, y que seamos santos como él es santo. Esta expresión de la voluntad de Dios está revelada tanto en su Palabra como en nuestra conciencia, a través de la cual Dios ha escrito su ley moral sobre los corazones de todos los hombres (Romanos 2:15). Las leyes de Dios, ya sea que se encuentren en la Escritura o en nuestros corazones, están atadas a nosotros y nos hacemos responsables cuando las desobedecemos. Comprendiendo este aspecto de la voluntad de Dios, se reconoce que mientras que tenemos el poder y la habilidad para desobedecer los mandamientos de Dios, no tenemos el derecho de hacerlo. Por tanto, no hay excusa para nuestro pecado, y no podemos reclamar que al decidir pecar, simplemente estamos cumpliendo la soberana y decretada voluntad de Dios. Judas estaba cumpliendo la soberana voluntad de Dios al traicionar a Cristo, así como lo hacían los romanos que lo crucificaron. Pero eso no justifica sus pecados. Ellos no fueron menos malos o traicioneros por ello, y fueron hechos responsables por su rechazo a Cristo (Hechos 4:27-28). Aún cuando Dios en su soberana voluntad permite que suceda el pecado, aún así somos responsables ante él por ese pecado.
El tercer aspecto de la voluntad de Dios que vemos en la Biblia, es la permisiva o perfecta voluntad de Dios. Esta faceta de la voluntad de Dios, describe la actitud de Dios y define lo que le agrada. Por ejemplo, mientras que es claro que Dios no se complace en la muerte de los malvados, es claro que él decide o decreta su muerte. Esta expresión de la voluntad de Dios es revelada en muchos versos de la Escritura, lo cual indica lo que Dios hace, pero que no se complace en hacer. Por ejemplo, en 1 Timoteo 2:4 vemos el deseo de Dios “el cual quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad.”, y sin embargo sabemos que en la soberana voluntad de Dios: “Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere; y yo le resucitaré en el día postrero.” (Juan 6:44). Si no somos cuidadosos, fácilmente podemos llegar a preocuparnos, o aún obsesionarnos por encontrar la “voluntad” de Dios para nuestras vidas. Sin embargo, nos adentraríamos en una búsqueda imprudente si la voluntad que estamos buscando es su secreta, oculta o decretada voluntad. Dios ha decidido no revelarnos este aspecto de su voluntad. Lo que debemos buscar saber, es la perceptiva o revelada voluntad de Dios. La verdadera marca de la espiritualidad es cuando deseamos conocer y vivir de acuerdo a la voluntad de Dios como está revelada en la Escritura, y eso puede ser resumido en “Sed santos porque yo soy santo.” (1 Pedro 1:15-16). Nuestra responsabilidad es obedecer la revelada voluntad de Dios y no especular sobre lo que pueda ser o es su oculta voluntad para nosotros. Mientras que debemos buscar ser “guiados por el Espíritu Santo,” nunca debemos olvidar que el Espíritu Santo primordialmente nos conduce a la rectitud y a ser transformados a la imagen de Cristo, para que nuestras vidas glorifiquen a Dios. Dios nos llama a vivir nuestras vidas en base a cada palabra que procede de su boca. Vivir de acuerdo a su revelada voluntad, debe ser el principal propósito de nuestras vidas. Romanos 12:1-2 resume esta verdad, cuando somos llamados a “que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.” Para conocer la voluntad de Dios, debemos sumergirnos en la Palabra escrita de Dios, saturar nuestras mentes con ella, y orar que el Espíritu Santo nos transforme a través de la renovación de nuestras mentes, para que el resultado sea lo que es bueno, aceptable y perfecto – la voluntad de Dios.
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