Moda & Belleza
PREMIOS AL ESTILO Mujeres que brillaron en la noche de los Martín Fierro Color, estampas y alhajas en la 38va. edición de los premios Martín Fierro a la radio y televisión que desde los últimos años es también un desfile de moda. Tanto, que este año contó con un concurso en vivo para elegir a la mejor vestida de la noche y una mesa especial, la 61, encargada de analizar el look de los invitados. Entre los comensales, Benito Fernández, Laurencio Adot, Ricky Sarkany, Jorge Ibáñez, Roberto Piazza y Leo Paparella. ¿La ganadora? Natalia Oreiro, que demostró que su fórmula: vestido de diseñador top, más pelo y maquillaje retro, convence. Esta vez la actriz usó un Carla Peterson, ganadora de oro y de negro modelo turquesa de Oscar de la Renta, también elegido por Penélope Cruz, con maximoño, que ella misma se compró en NY; el año último había sido uno de John Galliano. Su premio, un anillo de oro con diamantes de la joyería Giovanna di Firenze. No fue la única en elegir designer internacional. Mariana Fabbiani continuó fiel a Carolina Herrera y Susana Giménez, más relajada, optó por una túnica tipo india también estampada de su favorito Roberto Cavalli, un modelo con el que se fotografió Kate Moss. “Creo que este año muchas mujeres profundizaron su estilo en alianza con diseñadores. Es el caso de la multipremiada Carla Peterson (la tira que protagonizó se llevó ocho estatuillas), que volvió a ponerse en manos de Pablo Ramírez, en negro pleno, y de Maju Lozano, nuevamente vestida por Fabián Zitta”, apuntó Benito Fernández. A Laurencio Adot no se le escapó el Mirtha, blanca y radiante detalle de las alhajas. “Hubo muchas y muy importantes”, opinó. Casi un capítulo aparte, los brillantes: Griselda Siciliani, una de las más ponderadas con Oreiro, pose de diva un modelo corto de Ramírez, los llevó en aros y anillo. Claribel Medina, que optó por un vestido colorado de Araceli Pourcel, en una gargantilla y Flavia Palmiero en un anillo con forma flor. También brillaron Luz Cipriota, Mariana Fabbiani y Dolores Barreiro, las dos últimas con piezas combinadas con acrílico, modernas, especialidad de Homero. Menos negro y más color. Otro rasgo que distinguió esta última celebración de los Martín Fierro. Hubo desde oro viejo, la elección de Juanita Viale para su strapless de Sylvie Burstin, ponderadísimo, hasta amarillo, bien de tendencia, como la túnica chic de Sandra Ballesteros diseñada por Adot. Además de blanco, favorito de Dolores Barreiro, Susana Giménez, túnica bien relajada Emilia Attias y Mirtha Legrand que, en su papel de conductora junto con Guillermo Andino, hizo tres cambios en la noche. “Digna de Sarah Jessica Parker”, bromeó Pablo Ramírez, que calificó al evento como una “gran vidriera”. “Lo comprobé cuando hace unos años vestí a Celeste Cid... Todavía hoy vienen chicas a mi boutique a pedirme ese modelo”, aseguró contento. Juana Viale, muy chic Será por eso que las argentinas que caminan por la red carpet lo hacen cada vez más producidas. Los flashes dan fe. Fabbiani, sonrisa y lunares Ballesteros, un sol
Paula Cipriani
FOTOS, EMILIANO LASALVIA
Jueves 10 de julio de 2008
CARA&CECA
Grecia, como una gran joyería Plata, oro y piedras preciosas, codo a codo en Atenas, Mykonos y Santorini /
POR CARMEN ACEVEDO DIAZ
ATENAS.– Pleno y supercaluroso verano en Grecia, donde aun bajo 38°C o 40°C y un sol que no deja respiro turistas de todos lados en estilo todo terreno hacen como si nada y ahí van, cuesta arriba hacia la Acrópolis. Espera el Partenón, entre otras maravillas arquitectónicas de la cuna de Occidente, una increíble panorámica de la ciudad y, vaya que sí, la típica sorpresa a la argentina: uno de los cuidadores del lugar lleva la camiseta celeste y blanca de la selección nacional, recuerdo de su trabajo con el equipo argentino durante las Olimpíadas en ese país. Lo cuenta con cariño, en buen español, idioma que casi todos los griegos entienden o manejan, de taquito o algo más. Y de repente, tras no dejar nada sin ver en las alturas de Zeus, ya se está de nuevo abajo, buscando un respiro a la sombra en alguna de las tabernas extendidas sobre las veredas de Plaka, el barrio antiguo de la ciudad, donde es posible sentarse a tomar un licuado o un té helado mientras los dueños de casa, diciendo agua va, rocían a una clientela desde ya agradecida: el ventilador da justo sobre el agua de la manguera. Cae el sol y hay de todo para ver por este laberinto de calles angostas donde perderse es tan fácil como encontrarse. Por lo pronto, los rosarios griegos y el souvenir número uno, el famoso ojo azul de la buena suerte (en cerámica, formato redondo, base azul y un ojo celeste y blanco), que se presenta en todas las variantes: colgantes, llaveros, anillos, pulseras, broches, pins... y puede costar desde un euro hasta vaya a saberse cuánto si se elige un diseño realizado en piedras preciosas en alguna de las infinitas joyerías de esta ciudad o de sus islas: Grecia misma parece una inmensa joyería. Por las calles eternas de Atenas, y por las de Santorini y Mykonos, dos de sus islas más famosas y concurridas, las alhajas de todo calibre y estilo, y los relojes célebres, se suceden vidriera a vidriera de manera interminable, alternados por las tiendas un-pocode-todo, las de ropa típica (bambula e hilo en camisolas y vestidos, foulards y carteras multicolores) y por las zapaterías, que pueden ofrecer tanto las típicas chatas griegas de cuero como el último modelo de zapatilla fashion. A un paso, o dos, y a plena luz todos los anteojos y las carteras icono en copias infieles listas para el regateo. Más allá, la paquetería de verdad en tiendas con productos de lujo. De fondo, siempre, la música de Zorba. Y a cada paso, una iglesia, grande, mediana o mínima. Casi como de juguete.
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LA NACION/Sección 5/Página 7