SOCIEDAD | 19
| Martes 15 de julio de 2014
mundial 2014 | impresiones sobre una final histórica
Por favor, Leo Messi, regalanos otra cara miradas Carlos M. Reymundo Roberts LA NACION
A
ver si me cambiás esa carucha, Leo. ¡Somos subcampeones del mundo y en gran parte te lo debemos! A ver si conseguís ponerle un poco de onda. Sos un líder, un ejemplo, un referente mundial. Desde que terminó el partido te veo como arrastrando una frustración tremenda. A la Merkel casi le das vuelta la cara. Lo mismo a todos los que en ese palco te saludaban, consolaban, felicitaban. Las dos veces que subiste a buscar tu premio y tu medalla parecía un vía crucis. Te entiendo: sos un grande y nunca te permitirías tener sueños incompletos. Se te acababa de ir de las manos el trofeo que más querías. Cierta convención futbolera establece que al altar de los dioses del fútbol (al altar de Pelé y Maradona) no puede subir el que no haya ganado la Copa del Mundo. Éste era tu Mundial. Te agarró con la mejor edad: 26 años. En Alemania 2006 viviste la eliminación desde el banco de suplentes. Sudáfrica 2010 te despidió con la goleada que nos propinaron los alemanes (4-0) y la impotencia de no haber podido hacer ningún gol, aunque jugaste muy bien. Éste te agarró en tu plenitud. Era tu Mundial. Y no lo fue. O no lo terminó de ser. Fuiste un gran jugador y nos hiciste ganar varios partidos. Pero te pedíamos más, y vos te pedías más. Por eso te decía que te entiendo.
Sin embargo, no puedo terminar de interpretar esa amargura. Que no puedas administrar mejor esa desazón. Se te vio destruido en la cancha después del pitazo final. Comprensible. Y en la premiación. Y en la llegada a Ezeiza. Y en el encuentro con la Presidenta, y cada vez que apareciste en público. Incluso, repasando imágenes del partido en la TV descubrí que, durante las instrucciones de Sabella y de Mascherano antes del alargue, te apartaste del grupo. Vos, el capitán, habías elegido estar solo. Leo, alguna vez escribí, con admiración que me calaba los huesos, que tenías virtudes propias de otras culturas: contracción al trabajo, responsabilidad, discreción, seriedad. Que día tras día dabas muestra de una extraordinaria profesionalidad. Aquella vez dije que tanta disciplina y rigor te convertían en un ejemplo para todos los argentinos. Te convertían en un tipo… poco argentino. Lo que es la vida. Hoy, al verte así, tan caiducho, tan ristretto, me dan ganas de decirte: Leo, tu país festejó porque lo vivió como una victoria; Leo, la gente los quiere igual; la selección fue un ejemplo de armonía y superación. Leo, para esa gente que te sigue, te aplaude, te ama…, ¿no tenés otra cosa que decirle? Insisto. Sos un líder, un ejemplo. Cada uno de tus gestos da la vuelta al mundo. Tus reacciones son un marco de referencia para millones de personas. Leo, cambiame esa cara, por favor. Gracias, genio. ß
Un grito que no cesa: ¡hijos nuestros! miradas Víctor Hugo Ghitta LA NACION
A
noche soñé con mi padre muerto. En la niebla de ese sueño estoy sentado en la tribuna, excitado y atónito, mirándolo todo con la sorpresa que despiertan las primeras cosas: los torsos desnudos bajo un sol abrasador, la marea humana en el estadio, el estrépito de las voces y la insolencia de las palabras hirientes, la nube de papelitos envolviéndolo todo. Mi padre me da un codazo, el golpe un poco torpe de quien no acostumbra a dar muestras de afecto, orgulloso de llevarme a mi primer partido de fútbol. En la lenta marcha por el bulevar que conduce al Monumental, me dice que fútbol era el de antes: Muñoz, Moreno, Pedernera y los demás, Labruna midiendo el arco rival, Amadeo provocando a Rojitas con su gorra y el payaso Loustau serpenteando junto a la raya de cal. Mi padre abarca a la multitud con la mirada, me guiña un ojo con una complicidad nueva e irrepetible, se ríe como nunca antes se ha reído. Mi padre me inscribe en su historia, me hace hombre. Nos abrazamos en el primer gol con una urgencia que cancela el silencio y la distancia, como si supiésemos que es ésta la última oportunidad de querernos, o acaso la primera. Nos miro hoy en aquella tribuna mientras observo a mis hijos varones. Tienen 13 y 16 años. Por primera vez verán a la Argentina
en la final de un Mundial. Hace tiempo seguimos el ritual del abuelo. Caminamos por la misma calle arbolada y en un susurro, para que no escuchase nadie, les conté que las cenizas de mi padre estaban en ese suelo. Una madrugada fría de otoño esparcimos los restos con mi hermana en un cantero que puedo reconocer aun a ciegas. Nos detuvimos frente a la tumba de mi padre, murmuré dos o tres frases y nos fuimos. Cuando nos sentamos en la tribuna, tuve ganas de llorar. Les conté que mi padre me había llevado a ese mismo lugar, cuando yo era un niño como ellos, evoqué hazañas a las que jamás había asistido, les hablé de Muñoz, Moreno, Pedernera y los demás. Y repetí los nombres de otras viejas glorias de un pasado remoto: mi infancia. Ahora, los dos frente al televisor, exaltados por la idea del triunfo y puro desasosiego por la amenaza de una derrota, sé que dentro de mucho tiempo esta tarde de julio alimentará la mitología de sus infancias. Ellos no lo intuyen siquiera, arrasados por el presente. Tienen los ojos enrojecidos cuando todo concluye, las palmas de las manos húmedas, el insulto en la boca. Son hermosos así, afiebrados, aún un poco niños y por eso listos para aventurar un futuro nuevo, porque el porvenir les pertenece como les pertenecen los sueños. Quizá sea en Rusia. O quizá no sea nunca. Y entonces algún día recuerden este instante como una memoria tibia y les hablen a sus hijos de Messi, Masche, Pipita y los demás. Porque fútbol era el de antes.ß
Una donación mundialista para el hospital Garrahan
télam
Antes de subir al avión hacia Brasil, los jugadores de la selección donaron 135.000 pesos al hospital Garrahan, que se destinará para continuar la construcción del centro de atención oncológica pediátrica (foto), de 2400 metros cuadrados, que comenzaría a funcionar a partir del año que viene. La
donación se realizó a través de la Fundación Leo Messi, que colabora con el hospital desde hace cuatro años. Desde 2010, cuatro médicos argentinos recibieron la beca de la fundación para capacitarse en hematooncología pediátrica durante tres años en el Hospital San Juan de Dios de Barcelona.
El fútbol, un arte para las multitudes
El más lindo y el más tecnológico
miradas Alicia de Arteaga LA NACION
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egarle a la pelota es un arte, y atajar un penal en ese arco enorme que achicó Romero con sus manos también lo es. Pero ¿qué decir del momento en que Mascherano estira el pie pegado al palo y le saca a Robben un gol cantado? La estética del fútbol cambió de manera sideral y basta con mirar los botines con lunares que parecen inspirados en una obra de la nipona Yayoi Kusama. Pero también hay otra estética en las camisetas adherentes y en los hipercuidados cortes de pelo. Las cámaras ralentizan los movimientos y hasta pueden hacer del penal no cobrado del arquero alemán a Higuaín un registro para el recuerdo… de lo que no se debe hacer. Bill Viola, un maestro de la cámara lenta como identidad visual, se hubiera hecho un picnic con cualquiera de estas escenas. Con los abrazos después de cada gol, con la palomita de Messi o con la piña del Kun Agüero que ensangrentó la cara de un alemán. La cámara habla y dice cosas que el ojo no ve. Hasta se puede ver en el gesto el alcance de la intención. Dos imágenes me vienen a la mente y las dos tienen que ver con el Real Madrid, el equipo merengue de donde salió Raúl, “el ángel del gol”, uno de los más notables coleccionistas de fotografía de España, alentado por la gran galerista Helga de Alvear. Primera imagen: la camiseta blanca del Real defendida altri tem-
pi por la “saeta rubia”, el argentino Di Stéfano. Dicen que fue dueño de un fútbol superlativo jugado cuando no había cámara lenta. El arte de jugar a la pelota. Nada más. La otra imagen ligada a los “merengues” es arte en estado puro. Y me refiero al video de los artistas Douglas Gordon y Philip Parreno durante el último partido que Zinedine Zidane jugó en el Bernabéu en abril de 2005. Retrato del siglo XXI se llama el documental, filmado en tiempo real, durante los 90 minutos del partido, con 17 cámaras sincronizadas que sólo enfocaron los pies, la cara , el gesto y la bravura de un jugador impar que terminó su carrera con un cabezazo de película. El video de Zidane se proyectó en el Estadio St. Jacques de Basilea en 2006, durante una edición de la ya célebre feria Art Basel. Los autores fueron saludados con aplausos tras 90 minutos de silencio y, luego, el film fue adquirido por el MoMA de Nueva York para su colección. El fútbol hecho arte según Zidane por Gordon y Parreno se puede ver en Internet Movie Database. Otra variante más cercana de fútbol y arte fue la impuesta por el galerista Willy Fox en Fiebre, espacio emergente consagrado al arte contemporáneo en el Patio del Liceo (Santa Fe al 2700). Durante el Mundial, la galería se convirtió en un living para ver los partidos en pantalla gigante. Haciendo honor a una tradición criolla, los dueños de casa se ocuparon de amenizar los encuentros con el clásico choripán. La idea resultó un éxito en todos los frentes.ß
opiNioN Martín De Ambrosio PARA LA NACION
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ue el Mundial de la ciencia y la tecnología. Por empezar, fue bien Twitter, con gente que escribía sus pareceres a mitad de partido. Durante la final del domingo, se generaron 32 millones de tuits, unos 3 millones menos que en el 7-1 que sufrió el equipo local en semis. En Facebook, 88 millones de personas intercambiaron opiniones durante la definición. Las audiencias ya no ven pasivas este tipo de eventos. En las redes sociales arreciaron los memes, esas imágenes viralizadas con pretendido contenido gracioso. Pero quizá pocos sepan que el término tiene origen en el científico y divulgador Richard Dawkins, que en su obra El gen egoísta (1976) postuló una unidad mínima de cultura que podía reproducirse, casi a la manera de los genes. También los jugadores están tecnificados. Luego de la derrota argentina hubo una expresión que se repitió, casi con la misma potencia que los memes: los de Sabella pusieron el corazón frente a la máquina científica teutona. ¿Tiene alguna base real la idea o se trata de un consuelo, que irónicamente reafirma la superioridad del equipo europeo? Tiendo a creer que es una especie de remedo de viejos lugares comunes del fútbol que contraponían la destreza del futbolista sudamericano con el poderío físico de los del viejo continente. Más allá de idiosincra-
sias, todo futbolista busca ganar y lo hace con las armas de las que dispone: Argentina fue una máquina de defender (en buena hora). Y todos hacen uso del conocimiento estadístico, como la selección nacional en la definición por penales contra Holanda, que se proveyó de datos de los pateadores rivales recopilados por el entrenador de arqueros (tras probar del veneno en los cuartos de 2006). Quizá la misma Alemania haya llevado las cosas a un extremo al usar información de la empresa Sap a través de la herramienta llamada Big-data, que permite sintetizar millones de números del rendimiento de los futbolistas. Desde luego, la información que Joachim Löw y ayudantes recibían en sus tabletas no fue la causa de que Rodrigo Palacio desviara su remate, ni de que ni Messi ni Higuaín consiguieran concretar hermosas chances. Pero si la tecnología está ahí, ¿por qué despreciarla? Sería como no no disponer de un médico en el plantel. Muchos dirán que esto se contrapone con la búsqueda del placer estético. Es un viejo estigma que persigue a la ciencia desde la época de Newton: introducir racionalidad, como hizo el físico cabeceador de manzanas con el arco iris, era destruir la belleza de su contemplación. Como se vio en Brasil 2014, nada tan falso. Vivimos, sufrimos, gozamos, el Mundial más lindo de la historia. Y fue el más tecnológico.ß El autor es periodista científico. Sus últimos libros son El deportista científico y Por qué corremos
Tenía una docena de doctorados honoris causa
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1923-2014
Nadine Gordimer Una premio Nobel que luchó con su pluma por el cambio social Javier Aparicio Maydeu EL PAIS
Menuda y discreta, pero dama de hierro de fuerte carácter, severa de rostro y a la vez muy coqueta con sus fulares de colores, la premio Nobel de literatura de 1991, Nadine Gordimer (fallecida anteayer, a los 90 años, en Johanesburgo, donde nació y vivió sin nunca abandonar su país, Sudáfrica), exhibía aún una vitalidad que parecía no haber menguado ni un ápice desde su combativa resistencia durante los años enrarecidos de Soweto y seguía involucrada como el primer día en la inacabable tarea de defender la bendita libertad de expresión y el compromiso del escritor con la denuncia de cualquier censura y de cualquier connivencia con los poderes espurios o los gobiernos totalitarios. A estos conceptos dedicó sus ensayos A writer’s freedom (1975), Relevance and commitment (1979) y el clásico The essential gesture(1984), reunidos en The Essential Gesture. Writing, Politics & Places(1988), un volumen indispensable en la bibliografía de Nadine Gordimer, el más importante de la dimensión solidaria, activista y comprometida de esta mujer amiga de Nelson Mandela, en el que expuso con meridiana claridad precisamente algo muy semejante a unos estatutos del compromiso literario, caballo de batalla de una obra como la suya, nacida de la sospecha de que el escritor que se construye una torre de marfil desentendiéndose de la sociedad en la que escribe pierde sin remedio buena parte de las virtudes que lo legitiman. responsabilidad y creatividad El enfrentamiento cultural y racial, auspiciado por el apartheid que ensombreció su país desde su infancia, explica que su toma de conciencia resultara precoz y que su idea de literatura comprometida, cuando no de novela política, recorriera su obra entera, hasta el punto de sentir la imperiosa urgencia de decir, con voz alta y clara y en forma de advertencia clarividente, que “la responsabilidad es aquello que espera fuera del Edén de la creatividad. El acto creativo jamás es puro”. Desde esta convicción escribió relatos y excelentes novelas escoradas sin remedio hacia el compromiso, como La hija de Burger (1979), su buque insignia, basada
españa
en conflictos políticos del activismo antiapartheid que la dama de Johannesburgo vivió a pie de calle y no desde un confortable escritorio; Historia de mi hijo (1990), o la última de enjundia, escrita ya desde la atalaya de la senectud, Atrapa la vida (2005). Su narrativa, enfrentada a cualquier barroquismo y obsesionada con soltar todo lastre que impidiera una prosa pulcra y escueta, destaca por el diseño de sus protagonistas como trasuntos de personas humanas, y más de una vez reivindicó que el lector tenía que reconocer a sus personajes por su talante, sin que el narrador tuviera que caer en la convención de anotar quiénes combaten en el esgrima verbal de sus diálogos. Necesitaba penetrar en la intimidad de sus personajes, escribió antológicos monólogos, combinó la narrativa con la crónica y el ensayo político disfrazado de ficción, y alcanzó el virtuosismo en el arte de la verosimilitud: nada jamás parece falso en sus páginas, demasiada sangre caliente mezclada con la tinta negra del manuscrito. Joyce, Camus, Proust o Tolstoi arroparon su escritura. Quiso conocer los desafueros del franquismo y el proceso de la transición española, leyó a García Lorca y a través de su poesía se asomó al drama español. A una mujer tan sensible en todo aquello que atañe a cuestiones humanitarias, a la concordia entre pueblos, la entusiasmaba cada prueba irrefutable de que el arte, o el intento de alcanzarlo, supera tarde o temprano los obstáculos que el Estado o la historia social le imponen. No soportaba la censura. Le fascinaba el surrealismo, aunque nada tenga que ver con él su obra literaria. Disparaba a boca de jarro su solidaridad cada vez que surgía cualquier cuestión que atañera a las minorías; no en vano su vida entera giró alrededor de la idea de diferencia. Sonreía feliz junto a su editora, Ana María Moix, cuando se veía a sí misma abrazada por su amigo Günter Grass en la foto que les hizo hace ya unos años Inge Feltrinelli. Vivió procurando que nadie seque por la fuerza la tinta de quien desee escribir para comunicar en negro sobre blanco, y valga la frase aquí en su doble sentido. Le gustaba la idea de darle la vuelta en broma a la frase de Paul Valéry: “La literatura no se hace con palabras sino con ideas”.ß
escritores
Una argentina tetrapléjica que no puede volver al país
La SADE advierte sobre la condena en un caso de plagio
En enero último, a la argentina María Laura Cisneros, tetrapléjica, de 34 años, le implantaron un marcapasos diafragmático en el Hospital Nacional de Parapléjicos de Toledo. Había viajado a España para realizarse la intervención en un avión sanitario. Ahora, a un mes de que le firmaran el alta, los médicos que la operaron aseguran que puede regresar en un vuelo de línea (en compañía de un fisioterapeuta), pero la paciente dice que desde entonces quiere comprar un pasaje en Aerolíneas Argentinas y la compañía no le da una respuesta formal de por qué no se lo vende.ß
La Sociedad Argentina de Escritores manifestó su rechazo a la pena de 2 años y 6 meses de prisión efectiva para el escritor paraguayo Nelson Aguilera por el supuesto delito de plagio en un libro infantil, y consideró que es una “condena a toda la clase intelectual del mundo”. Además, llamó la atención sobre que la denunciante, María Eugenia Garay, sea la hermana de un juez de la Corte Suprema de Justicia de Paraguay. “El Tribunal interpretó coincidencias que son normales en las formas de expresión literaria (...). Con este fallo todos los escritores estarán sospechados de plagio inteligente”.ß
Culto católico San Vladimiro. Fue un hombre brutal y sanguinario hasta su conversión, en 989.
Santoral:
liturgia: Hoy se leen Isaías (7, 1-9)
y el Evangelio según San Mateo (11, 20-24).