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oligarquía, han arraigado toda una filosofía de lo que a la comunicación y la rendición de cuentas se refiere. El PRI estableció todo un sistema de valores o ...
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OBSTÁCULOS CULTURALES PARA RESOLVER CONFLICTOS Por Daniel Rodríguez Samperio Usado con permiso Históricamente el mexicano y el cristiano mexicano enfrentan serias dificultades no solo para la confesión y resolución de conflictos, sino para la comunicación misma. A continuación, una breve ponencia de tres aspectos básicos en este problema, a saber el aspecto político social, el familiar y el eclesiástico. Político social Especialmente los últimos 75 años de dominación no solo de un partido político, sino de una oligarquía, han arraigado toda una filosofía de lo que a la comunicación y la rendición de cuentas se refiere. El PRI estableció todo un sistema de valores o contravalores que permitieron y consolidaron su permanencia en el poder. Rendir cuentas era algo simplemente anti-natural, era “ponerse la soga al cuello”. Esta clase de prácticas no solo no tenían sentido sino que iban completamente en contra de la mas simple lógica, pues la corrupción colectiva que reinaba en el país, de la que la mayoría de los políticos se beneficiaban, solo era sustentable mediante un voto no-oficial de secrecía. Una especie de regla no dicha que todos entendían, aceptaban, y observaban para poder continuar siendo parte de “la familia política”. De alguna manera esta complicidad protectora, (muchas veces ni siquiera sin saber a quién protegían) resultaba ser una especie de contrato tácito con el gremio, pero mas aún este contrato pasaba a formar parte de la personalidad de miembro de este clan, de manera que no solo era corrupto y falto de rendición de cuentas en “la familia política” sino también en el ámbito de la familia consanguínea. Esta tradición moldeó toda una manera de pensar y actuar del mexicano, y aclaro de casi todo mexicano, pues la esfera de influencia de la política en la sociedad la permeaba casi en su totalidad a través de sus muy diferentes frentes defendidos mediante el corporativismo y sindicalismo. El engaño, la mentira, las apariencias y la secrecía de dichos actos de corrupción era un “deporte nacional”. Familiar Las películas mexicanas de los años 40´s retratan muy bien la dinámica de la familia en esta época y de alguna manera reflejan el México que los abuelos de nuestra generación vivieron. Un México donde la familia todavía era el eje de la dinámica social; integrada, funcional, con roles bien definidos, y valores incuestionables, aunque también con serios problemas de comunicación entre padres e hijos, entre cónyuges. Cualquier intento de solucionar este problema era visto como un desafío a la autoridad paterna. La película “Hijos de María” expone quizá un poco exagerada pero en el fondo real la relación de un hijo con su padre, una y otra vez el hijo es objeto de burlas, abusos físicos y sicológicos por parte de su padre sin que él pueda hacer nada más que obedecer. ¿Que tiene que ver esto con el México actual? Bueno, en buena medida hoy somos herederos de esta compleja cultura de interacción familiar. Todavía en muchas familias, la forma es mas importante que el fondo, guardar las apariencias en detrimento de la armonía familiar sigue sucediendo. No importa qué tan grande sea el problema, debe mantenerse en secreto al menos en dos esferas básicas, los hijos y los vecinos. Tradicionalmente se nos enseñó que, de los problemas de los padres no deben enterarse los hijos, pues a toda costa, debe mantenerse el ambiente de seguridad y estabilidad en la familia. El amor, la humildad y la sinceridad eran vistos como signos de debilidad especialmente del padre, además podrían poner en riesgo la inmutable autoridad del patriarca.

Si los hijos no debían enterarse, muchísimo menos los vecinos. Estos eran vistos como enemigos que esperan descubrir el mínimo destello de desavenencia familiar para tener motivos de chismear de la familia. Así que no importaba o qué fuera necesario hacer para mantener la apariencia de una familia saludable, se haría. Los cambios sociales de los 60´s y 70´s no mejoraron mucho la situación. En la mayoría de los casos solo facultaron a los hijos para rebelarse ante la figura caciquil de los padres, sin tener razón alguna para dar cuenta de sus actos a sus progenitores. La familia actual enfrenta sin duda grandes retos solo para mantenerse en pie. La antagónica relación entre los viejos paradigmas patriarcales y la liberalidad postmoderna que enarbolan los jóvenes, es quizá el más grande desafío. Eclesiástico Las relaciones estado-iglesia han sido especialmente tirantes durante los últimos cien años. Esta delicada relación, en buena medida, fue provocada por las leyes de reforma en 1856 por el presidente Juárez. Años después, en los 20´s la guerra cristera y el presidente P. Elías Calles empeoraron la ya de por sí difícil relación. Históricamente, la iglesia evangélica ha tenido que luchar contra corriente no solo contra todos estos antecedentes, sino contra la iglesia católica misma que consistentemente ha tratado de erradicarla del país. No fue sino hasta los 90´s que las nuevas disposiciones gubernamentales para las asociaciones religiosas, trajeron un poco de certeza para la iglesia evangélica, al menos respecto de su condición jurídica. Por largos años, los cristianos hemos tenido que luchar para salir de la relativa clandestinidad en la sociedad. Quienes nacimos en un hogar cristiano, tenemos imágenes vivas de lo “raro” que era ser “aleluya” en esos días. No es nada difícil de entender lo complicado que resultaba practicar la rendición de cuentas y el perdón en este contexto. El aspecto político social con todas sus implicaciones de corrupción, secretos y engaños, aunados a la dinámica familiar heredada de nuestros padres con su arcaico sistema de valores, dejaban un serio reto para los pastores evangélicos. Haciendo un breve recorrido por mis memorias desde la niñez, no recuerdo una solo ocasión, que un pastor practicara la confesión. Esta disciplina no se enseña a través de un libro, es necesario modelarla, ejemplificarla, practicarla. Es necesario reconocer que no tengo todo resuelto, que sigo luchando con mi viejo hombre, que sigo pecando y que sigo necesitando de la gracia de nuestro Señor, y el apoyo de mis hermanos para seguir en la senda de la santificación, pero muchos pastores piensan que hacer esto, al igual que los políticos mexicanos, sería “ponerse la soga al cuello”.

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