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INFORMACION GENERAL
I
Jueves 13 de enero de 2011
ODISEA EN EL RIO DE LA PLATA s ENTREVISTA CON LOS DOS NAUFRAGOS
“Nunca tuve dudas de que íbamos a sobrevivir”
Calambres y náuseas, lo más difícil de soportar
Lo dijo Raúl Frigoni, que estuvo un día a la deriva con su hijo en un catamarán LORELEY GAFFOGLIO ENVIADA ESPECIAL PUNTA DEL ESTE.– Raúl Frigoni habla con la voz serena y firme. Omite el sesgo dramático que cualquiera imaginaría como parte medular de la odisea que protagonizó con su hijo Gino, al haber permanecido más de 24 horas en el agua y a la deriva. “Nunca dudé de que íbamos a sobrevivir. Sabía que mi salvavidas era uno de los pontones del catamarán, que debíamos mantener el cuerpo caliente, atarnos al barco, descansar por turnos, esperar la salida del sol y no perder la calma. En eso, las técnicas de respiración profunda de yoga y, hasta el humor, nos ayudaron”. Las pieles de ambos lucen ahora como ciruelas. Pero lo que primero que llama la atención es la templanza y la fortaleza con la que sobrellevaron esa travesía que hoy la psicología positiva describiría como resiliencia. El drama para los navegantes comenzó, según relatan a LA NACION, detrás de la isla Gorriti, en Playa Honda, frente a Punta del Este, cerca de las 18 del lunes. Las indómitas ráfagas de viento del Este y olas envalentonadas de hasta cuatro metros les escoró el hobie cat (catamarán) hasta tumbarlo. Con poca pericia para esas condiciones de navegación, sus esfuerzos por “adrizarlo”, es decir, enderezarlo, fracasaban una y otra vez hasta agotar sus reservas de energía. Mientras tanto, el viento y la corriente los desplazaban hacia el Oeste. Ya no se veía la costa ni el horizonte y la noche acechaba como un mal pensamiento. “Con el barco tumbado, la tela que
une los dos pontones del catamarán actuaba como una vela veloz. Pero nos guarecimos detrás de ella y eso atenuaba el frío. Mientras uno permanecía sentado sobre el extremo del pontón, el otro hacía contrapeso, parado, en el extremo opuesto”, describen. Padre e hijo se abrazaban para darse abrigo y mantener el calor del cuerpo. Oían el motor de un helicóptero, sin poder verlo. Mientras los ojos de uno se cerraban, el otro hacía de guardián y centinela. Así, por turnos, pasaron la noche hasta que amaneció. Se cruzaron por lo menos con 30 embarcaciones diferentes. Pesqueros y cargueros, ninguno los vio. Tampoco sirvieron los gritos de auxilio y los silbidos. En un momento de optimismo, Raúl hasta se sacó su remera, la ató como bandera al timón y la azuzó en lo alto en señal de auxilio, al divisar la proximidad de otro barco. Esa maniobra lo empujó con un gran golpe de nuevo al agua. Estaba tibia. Al salir, el viento frío los hacía tiritar. La amenaza de hipotermia acechaba. “A pesar de que nadie nos veía, nunca nos desmoralizamos. Ya nos van a ver” se convencían. “La forma de respiración pausada y profunda atenuaba el temblor intenso –cuenta Raúl–. Hijo te quiero”, repetía el progenitor y Gino le hacía mimos y lo acariciaba. “No tuve miedo a morir, a pesar de que las olas eran enormes, tapaban el horizonte y sentía mucho frío”, dice ahora Gino. “Dale, pongamos la calefacción. Pero no la subas mucho a ver si me sofoco”, bromeó el hijo. Y el padre le retrucaba con los titulares que imaginaba en los diarios:
INSEGURIDAD EN FLORIANOPOLIS
Otro robo a turistas en playas de Brasil Dos familias fueron asaltadas en una vivienda; en los últimos tres días ya hubo cuatro casos FRANCO VARISE ENVIADO ESPECIAL FLORIANOPOLIS, Brasil.– La amarga sorpresa llegó justamente después de un buen día de playa. Dos familias de cordobeses fueron ayer asaltadas en un condominio de Playa de los Ingleses, balneario situado a unos 40 km del centro de Florianópolis. Ambos grupos, que viajaron juntos desde la Argentina, regresaban de la playa cuando se encontraron con que les habían sustraído el dinero (unos 10.000 reales entre todos), una notebook, un DVD portátil y los teléfonos celulares. Con este hecho, ya son cuatro los hurtos que se produjeron en los últimos tres días en esta isla de Brasil, donde se calcula que vendrán a pasar las vacaciones más de 400.000 argentinos. Entretanto, aún la policía brasileña no pudo dar con los asesinos de Raúl Baldo, el radiólogo cordobés que mataron en Cachoeira para robarle el auto el primer día del año, un hecho que conmovió aquí y mucho a los argentinos que eligieron estas playas para su descanso. “Es muy raro, porque cerramos con llave y, cuando volvimos, nos habían robado sin que forzaran nada. Me siento muy mal porque era la primera vez que veníamos a Brasil, con muchas ilusiones”, dijo a LA NACION Agustina García Castellanos, una de las víctimas del robo.
Cambio de planes Las dos familias, compuestas por los padres y tres chicos cada una, llegaron a Florianópolis a principios de mes y planeaban quedarse hasta el miércoles próximo. Sus planes cambiaron en cuestión de horas. “Ahora tenemos que analizar qué hacemos porque tenemos el alojamiento pago y no queremos desaprovecharlo, pero, a la vez, los chicos quieren volverse”, agregó García Castellanos. El consulado argentino en Florianópolis, a cargo de Alberto Coto, es “Saigón 1968”, tal como lo define él mismo irónicamente ante la seguidilla de hechos delictivos que lo tienen ocupado. Los damnificados, como en el caso de estas dos familias cordobesas, acuden a la sede diplomática para resolver asuntos administrativos. De todos modos, el cónsul argentino señaló que no puede hablarse de una “ola de asaltos” en Florianópolis, uno de los destinos más
➾ No se puede hablar de una ola de asaltos. El número de robos no superó el de otras temporadas ➵ Alberto Coto CONSUL ARGENTINO EN FLORIANOPOLIS
atractivos para los argentinos. “No se puede hablar de eso en absoluto; hasta ahora el número de robos es igual al de las últimas temporadas”, consideró Coto. El asesinato de Baldo, según el cónsul, fue un acontecimiento “inédito”, que nunca había ocurrido en la isla de Florianópolis. A todo esto, hoy la policía brasileña lanzará un operativo de seguridad reforzado en todo el estado de Santa Catarina, donde se halla Florianópolis, que incluye más dotaciones de policías en las calles y en las rutas de acceso a los lugares turísticos.
Pedido de perdón Incluso, el gobernador de este estado brasileño, Raimundo Colombo, durante un encuentro con el cónsul expresó su preocupación por los robos de que fueron objeto los argentinos. “Pido perdón a todo el pueblo argentino por lo ocurrido”, expresó Colombo. Como sea, más allá de estos hechos delictivos, hay que decir que Florianópolis está llena de argentinos. En las playas Jureré, Canasvieiras (“la pequeña Córdoba”) o Lagoinha, el español es el idioma dominante.
“Dos tremendos pelotudos fueron a «zoncear» al mar y ahora los busca toda la Armada”. ¡Qué vergüenza mañana!” Ese ping-pong de humor absurdo los envalentonó, luego para intentar una nueva maniobra. Y esta vez sí resultó. Lograron adrizar el catamarán y navegarlo. Eran las 14 del martes, pero enseguida otras ráfagas de viento lo volvían a tumbar. Con intervalos y caídas, y bajo la lluvia navegaron cuatro horas hasta que vieron un barco grande, que a diferencia de los otros, no se movía. Era el Pontón Recalada, el barco fondeado que sirve como centro de operaciones de los prácticos que guían la entrada al puerto de Buenos Aires. De allí salió una lancha de la Prefectura Naval Argentina que los rescató.
“Fue una imprudencia” Raúl admite que fue una imprudencia salir a navegar con esas condiciones meteorológicas y sus escasos tres años de expertise en el deporte. “Esto me deja una gran enseñanza: un error pequeño no frenado a tiempo luego se transforma en otro más grande”, reconoce. Caldo caliente y galletitas de agua frenaron su incipiente deshidratación en el Pontón Recalada. Regresaron a Montevideo en el Barreminas ROU 31. Y allí padre e hijo se desplomaron de cansancio en un camarote hasta que arribaron a puerto. La odisea comenzó el lunes pasado, cuando Gino y su padre salieron a navegar desde la Parada 10 de La Mansa. Los navegantes fueron hasta las cercanías de la isla Gorriti y desde ese momento no se los volvió a ver. A las 20, después de que Eugenia,
LORELEY GAFFOGLIO/ENVIADA ESPECIAL
Eugenia y Raúl Frigoni se abrazan después del reencuentro la mujer de Raúl, avisara a la Prefectura uruguaya, comenzó una intensa búsqueda que incluyó varias embarcaciones y un avión caza de la armada uruguaya. El catamarán había dado una vuelta campana, el mástil estaba a 180 grados de la posición correcta, contaron ayer las autoridades que hallaron a los náufragos. Con algunos signos de deshidratación y visiblemente cansados, fueron auxiliados por una embarcación
de la Prefectura Naval Argentina, apostada en Pontón Recalada, y comenzó el rescate. La atención de médica se hizo a bordo del Barreminas ROU 31, la nave de la armada uruguaya que los recogió y los llevó a Punta del Este. Allí cayeron rendidos. Pero estaban con vida. “¿Si volveré al mar? Sí, pero con todas las precauciones y conciencia. Ahora sólo quiero agradecer a todos”, concluye.
PUNTA DEL ESTE (De una enviada especial).– Eran cerca de las 0.30 cuando Raúl y Gino Frigoni se reencontraron con su familia en el departamento que alquilan en la parada 10 de la Mansa, hasta el 15 de este mes. El patriarca, visitador médico y gerente de un laboratorio, nació en la ciudad santacruceña de Río Gallegos y hace cuatro años vive con su familia en el barrio porteño de Belgrano. Gino tiene 26 años y estudia ingeniería industrial en la Universidad de Palermo. Los abrazos y las muestras de afecto, una vez que la Prefectura Nacional Uruguaya los depositó sanos y salvos en Punta del Este, fueron el natural preámbulo al relato de aquella odisea, que no se extendió más de diez minutos. Estaban exhaustos y durmieron hasta el mediodía. Ayer declararon durante más de dos horas ante las autoridades y luego accedieron a recibir, por separado, a los medios “como una forma de agradecimiento para todos los que nos ayudaron en el salvataje”. Raúl contó que uno de sus temores durante el naufragio fueron los fuertes calambres en las piernas y en el resto del cuerpo que debió soportar. También las fuertes náuseas que, durante la noche, soportaron padre e hijo. “Tuve miedo a los vómitos, porque había leído que eso aceleraría aún más la deshidratación. Todavía no sé cómo hicimos, pero nos contuvimos. Creo que no dejarnos desmoralizar y pensar siempre en positivo fue una de las claves para poder resistir”, revela Raúl. Sin embargo, la calma, el buen humor y la fe los mantuvo alertas y les permitió sobrevivir.