Exterior
Miércoles 3 de septiembre de 2008
LA NACION/Página 3
El Gustav causó sólo daños materiales
Nueva Orleáns logra sobrevivir al paso del temido huracán El fenómeno meteorológico redujo su intensidad y no fue como el Katrina Por Hugo Alconada Mon Corresponsal en EE.UU. NUEVA ORLEANS.– Quedó lastimada, sí, pero Nueva Orleáns sobrevivió al huracán Gustav, que comparado con su antecesor de tres años atrás, el Katrina, para los locales, fue poco más que un chaparrón que quedará en el olvido. Los dos millones de evacuados presionan para retornar a sus casas, algo que las autoridades comenzaron a permitir ayer, por zonas y con extrema cautela. El Gustav tumbó árboles, voló techos, inundó calles, mató a ocho personas y dejó más de un millón de usuarios sin electricidad, sí. “Pero lo de ahora no tiene nada que ver. El Katrina sí que fue tremendo, fue único”, resumió el médico entrerriano Juan Gershianik, veterano de una larga lista de huracanes y amante de esta ciudad que lo adoptó como propio hace casi 30 años. Gershianik pasó lo peor del Gustav en la guardia de neonatología del West Jefferson Medical Center y fue uno de los 10.000 residentes locales que desafiaron los vientos y la lluvia. Tres años atrás terminó subido a un helicóptero con un bebe de 700 gramos en su regazo. Le salvó la vida. “Esta vez, felizmente no pasó nada”, contó mientras ofrecía café, dulce de leche y un recorrido por la unidad, que estaba vacía. “Los trasladamos antes para reducir los riesgos”, aclaró. También se quedó la mendocina Betty Glagiardi Ros, junto con su marido, sus gatos y peces. “De los grandes, habré pasado por unos 12 huracanes, pero el Katrina fue el único por el que decidí marcharme. Fue impresionante. El agua en la casa llegó hasta acá”, contó, mientras elevaba su mano hasta su nariz. “Todo esto”, dijo, mientras señalaba el living, la cocina, el comedor, “tuvo que ser reconstruido”. En el jardín delantero, el Gustav arrancó de raíz uno de los dos robles de tronco ancho. Lo acostó sobre la calle. Sus ramas quedaron a 20 centímetros de la casa del vecino de enfrente. “Estaba leyendo cuando lo escuchamos. Tuvimos suerte”, contó, arropada por el ruido del generador que la con-
EFE
HUGO ALCONADA MON
Una de las casas de Nueva Orleáns destruida por el huracán
Juan Gershianik, médico argentino
vertía en la única del barrio con luz. “¿Quiere comer algo? ¿Coca? Tenemos comida como para un equipo de fútbol”, invitó. La casa olía a desinfectante para pisos. “Como no tengo nada que hacer, me puse a hacer una limpieza profunda”, confesó. Afuera, la ciudad parecía el set de una película futurista. Vacía, silenciosa, con autos abandonados por haber traicionado a sus dueños –fallaron en el momento clave de la evacuación– y edificios que muestran las secuelas de las ráfagas en sus vidrios astillados. Pero el Katrina es el parámetro. Fue él, no el Gustav, el causante de los destrozos más dramáticos que aún se observan a lo largo de toda la ciudad, que apenas alberga a la mitad de quienes la habitaban en 2005. El resto no volvió. ¿Qué ata a la ciudad a los que se quedan? Al responder, Betty apoyó su cara en su palma izquierda mientras Lilly, una de sus gatas, jugaba en su regazo. “Tengo mi trabajo y, a veces, es difícil rearmarse en otro lugar. Además, Nueva Orleáns, en la que me siento muy cómoda, es chica, compacta, al estilo europeo, pero con una vida cultural muy importante. Tenemos la ópera, el ballet y está el jazz”, enumeró. La ciudad es también el lugar en el que crió a sus hijos y tejió sus vínculos.
de distancia. Pero hay que esperar. El Gustav no fue el Katrina, pero tampoco fue un chiste. Los primeros cálculos estiman las pérdidas en más de 90.000 millones de dólares. Nueva Orleáns se salvó, pero sacudió duro al Oeste, como a la capital, Baton Rouge, y a la tercera ciudad de Louisiana por su población, Lafayette. La otra pregunta obvia es si se justifica haber desembolsado 133.000 millones de dólares para reconstruir la ciudad (y aún hacen falta más fondos), que podría no sobrevivir la furia directa de otro huracán Gustav, mucho menos de otro Katrina. “Si es por eso, que también abandonen Misuri, que se inundó hace una década y volvió a inundarse este año, ¿no?”, cuestionó Betty. “La ciudad es parte de mi familia. No podemos abandonarla”, dijo más tarde Gershianik, que definió la reconstrucción como “una oportunidad única”. “Vamos a volver mejor y más fuerte que antes.”
“En cuanto pasó el Gustav, nos empezaron a llamar los vecinos para ver cómo estaban sus casas”, explicó. Cinco minutos después, LA NACION la acompañó hasta la zona del canal industrial, la más afectada, para ver la casa de otro amigo. “¿Hola? No, está intacta”, reconfortaba Betty a su amigo por teléfono. “Pero, eso sí, no veo a las cuadrillas de la electricidad. Me parece que vas a tener que esperar”, lo cargaba. Por la autopista 50, que une a esta ciudad con Jackson, LA NACION cruzó a docenas de camiones y pickups de contratistas venidos de Georgia, Tennessee y Florida, junto con miles de vecinos ansiosos por volver.
Retorno controlado Pero tras dos kilómetros y una hora de espera, los retenes sólo dejaron pasar a los que portaban pases uno, para fuerzas de seguridad o autoridades, o dos, para contratistas, dueños y empleados de comercios y negocios de primera necesidad, como supermercados y estaciones de servicio. Es decir, los encargados de cuidar y reactivar la ciudad. El resto debió resignarse y volver por donde había venido. El retorno, los tranquilizó el alcalde Ray Nagin, está “a días, no semanas”
Fotogalería. Los destrozos del huracán Gustav. www.lanacion.com.ar