Néstor Kirchner, ¿es un toro, un oso o un pato rengo? En las ...

nivel de surrealismo que deja muy en segundo plano las hazañas de Sal- vador Dalí, André Breton y Oliverio. Girondo. Una nueva década distinta de la que fue ...
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NOTAS

Domingo 5 de septiembre de 2010

Cadena nacional

I

Por NIK

MARIANO

JOAQUIN

GRONDONA

MORALES SOLA

Néstor Kirchner, ¿es un toro, un oso o un pato rengo?

U

N régimen político es tanto

más estable cuanto menor sea la distancia entre las alternativas que se le presentan. Las elecciones presidenciales recientes en naciones como Uruguay y Chile no fueron dramáticas porque, ganara Mujica o Lacalle en el primero de ellos y Piñera o Frei en el segundo, ya se sabía que, coincidiendo todos los candidatos en la misma filosofía democrática, el horizonte de sus países quedaba libre de acechanzas. Lo mismo promete ocurrir el mes que viene en las elecciones presidenciales de Brasil, en las que la opción entre la favorita Dilma Rousseff, ahijada política de Lula, y José Serra, un opositor situado ligeramente a su derecha, no es perturbadora. Uruguay, Chile y Brasil son países que, por gozar de estabilidad, tranquilizan por igual a los inversores y a los ciudadanos. ¿Ocurre lo mismo entre nosotros? No se lo puede afirmar cuando se advierten los años luz que separan a nuestras propias alternativas. Si gana Kirchner en las próximas elecciones presidenciales, todo indica que la Argentina, al calor de esa victoria, podría encaminarse rápidamente hacia el modelo chavista, y si gana la oposición, sólo entonces podría plantearse entre nosotros una alternativa uruguaya, chilena o brasileña. Mientras que la distancia entre las alternativas que albergan Uruguay, Chile y Brasil es

Si Kirchner llega a perder el año entrante, habrá restauración del equilibrio constitucional mínima, la distancia entre nuestras alternativas es máxima. La ansiedad que asalta a nuestros inversores y a nuestros ciudadanos es, por lo visto, un signo elocuente de nuestra inestabilidad. Como lo advierte el premio Nobel Douglass North en Understanding the Process of Economic Change (“Entendiendo el proceso del cambio económico”), Princeton University Press, 2005), el anhelo capital de los hombres y de las naciones ha sido desde siempre reducir la presión de la incertidumbre. ¿Podríamos intentarlo los argentinos a estas alturas de los acontecimientos? Podríamos aliviar al menos la presión de nuestra propia incertidumbre si logramos reducirla a este interrogante central: ¿cuál es el futuro político de Néstor Kirchner?

La curva de la decadencia Sobre todo en el mundo anglosajón, los analistas les han puesto un nombre a las alteraciones que atraviesan los mercados y la vida política. En el campo económico, llaman “mercados de toros” (bull markets) a esos procesos alcistas en los que, subiendo de continuo, los precios de los bonos y las acciones crean un clima “optimista”, en tanto que llaman “mercados de osos” (bear markets) a esos otros procesos bajistas en los que, cayendo de continuo, los papeles generan en las bolsas un clima pesimista. Los dirigentes políticos no están exentos de estas variaciones. Son “toros” si su poder no cesa de crecer. Son “osos” en el caso contrario. Pero la política reserva, para los dirigentes que van mal, otro nombre. Los llama “patos rengos” (lame ducks) cuando a la inversa de los osos, cuyo descenso podría resultar circunstancial, su crisis ya no es pasajera sino terminal. La expresión “pato rengo” es adecuada porque da a entender que, si ahora es rengo, alguna vez el pato no lo fue; que su renguera, por ser sobreviniente, marca la curva de su decadencia. Esto pasa especialmente cuando está por expirar un plazo constitucional. Desde el momento en que su plazo expiraba y ya no lo podía renovar, Tabaré Vázquez era un “pato rengo” antes de la elección de su sucesor, Mujica. Su “renguera”, sin embargo, no fue traumática porque la aceptó de buen grado siguiendo las reglas de la democracia, que, tanto en Uruguay como en Chile y Brasil, prohíbe las reelecciones indefinidas y porque pudo transmitirle el poder a otro candidato de su mismo partido, el Frente Amplio, en cabeza de José Mujica. Esta continuidad se afianzará más aún en el caso de que Rousseff, la escogida por Lula, venza

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en Brasil. En cuanto a la presidenta de Chile Michelle Bachelet, si bien la sucedió un opositor, Sebastián Piñera, la adscripción de ambos al mismo credo democrático moderó decisivamente los cimbronazos del cambio. Ninguno de estos elementos de contención gravitan entre nosotros. Si Kirchner llega a prevalecer el año entrante, profundizará su pretensión totalizadora. Si llega a perder, será reemplazado no ya por un continuador o por un rival afín a él, sino por otro sistema político opuesto al que él pretende imponer; en lugar de su despótico hiperpresidencialismo, la restauración del equilibrio constitucional.

Minivictorias y miniderrotas Entre 2003 y 2008, el “mercado” de Kirchner fue un “mercado de toros” porque sus “acciones” no paraban de subir. Después de la victoria electoral inicial, volvió a ganar en la elección parlamentaria de 2005 y en la elección presidencial de 2007, cuando impuso a su esposa. Gracias al “viento de cola” internacional, que todavía subsiste, la coyuntura económica no cesó de bendecirlo. Pero estas satisfacciones sólo eran para él minivictorias porque la gran victoria del poder total a la cual aspira le quedaba, todavía, demasiado lejos. También empezaron a asomar otras minivictorias, como el control del Congreso a partir de 2005 y 2007, cierta benevolente pasividad de la opinión pública y, además, un silencio de la Corte Suprema reforzado por el dominio oficial del Consejo de la Magistratura, de donde salen los jueces, al que habría que sumarle la aparición de magistrados desvergonzadamente kirchneristas, como Norberto Oyarbide. Hasta aquí, Kirchner no había obtenido “todo”, pero había logrado “algo” en su afanosa búsqueda del poder absoluto. Entonces, a partir de 2008, empezaron las derrotas. Perdió primero contra el campo y el vicepresidente Cobos. Al año siguiente perdió categóricamente contra la oposición en las elecciones parlamentarias de 2009, a consecuencia de lo cual se quedó sin Congreso. Pero Kirchner lanzó una serie de contraofensivas. Creyendo equivocadamente que los votantes se le habían dado vuelta por la influencia de los medios, en vez de suponer, a la inversa, que los medios se habían limitado a reflejar la nueva tendencia del electorado, la emprendió contra el periodismo independiente mediante dos acciones convergentes: el proyecto de la ley de medios para controlar a las radios y los canales de televisión y el ataque a Papel Prensa, para asfixiar

Contraofensivas como la ley de medios y el ataque a Papel Prensa están ahora detenidas en la Justicia a la prensa escrita. Pero ambas contraofensivas están detenidas en la Justicia. Es más: las recientes declaraciones del presidente de la Corte Suprema, Ricardo Lorenzetti, permiten preguntarse ahora si la presunta pasividad judicial con la cual Kirchner contaba era algo más que una ilusión. El flujo de la política se ha revertido. ¿Constituyen estas novedades una “gran victoria” para la oposición? Difícilmente, no sólo porque ésta no ha terminado de organizarse, sino también porque Kirchner mismo podría adherir a lo que dijo alguna vez el ex presidente Richard Nixon: “Sólo estás vencido cuando te das por vencido”. Lo que tenemos entonces, después de las minivictorias de Kirchner entre 2003 y 2009, son sus miniderrotas entre 2009 y 2010, mientras la incertidumbre sobre el futuro del poder nos sigue acechando. El ex presidente no es todavía un “pato rengo” aunque, después de haber disfrutado de un “mercado de toros”, hoy padece un “mercado de osos”. Sólo el día en que se convierta en un verdadero “pato rengo” quedará definitivamente superado, pero demorará hasta el último momento en reconocer su derrota porque sólo cuando ella resulte evidente para él y para todos el impiadoso peronismo repetirá, como lo ha hecho otras veces, la cruel sentencia de los romanos: “¡Ay de los vencidos!”.

En las puertas de otra colisión de poderes Continuación de la Pág. 1, Col. 1

Por Hugo Caligaris

Las palabras

Página “Hemos cumplido con nuestra responsabilidad en Irak. Ahora es hora de dar vuelta la página.” (Del presidente de EE.UU., Barack Obama.) A diferencia del futuro, el pasado es incierto. En la página del ayer, cualquiera puede escribir lo que quiera. Los recuerdos son frágiles; los documentos, ambivalentes, y los testigos han muerto o están en un asilo. Al dar vuelta las páginas de cualquier libro de memorias se nota lo imaginativa que puede ser la gente. Todo lo que pasó puede ser rehecho a voluntad del que lo evoca; en cambio, lo que habrá de venir ocurrirá de una sola forma y es, por lo tanto, inmodificable. Observemos a Obama en el momento de dar vuelta la página sobre la intervención militar en Irak e inaugurar así formalmente el pasado de una guerra que nadie entenderá nunca. Según el presidente, los Estados Unidos “cumplieron con su responsabilidad” al atacar el blanco equivocado, quebrar la débil coherencia de Irak y desatar un enfrentamiento sin vías de solución entre grupos islámicos opuestos. Al dar vuelta la página, Obama, al mismo tiempo, la escribe a su antojo. Lamento criticar a Barack: todo el mundo le pega, y no siempre con

razón. Tal vez para remediar un absurdo tratando de salvar las apariencias, se ve obligado a reinventar el pasado. Después de todo, no es el único que lo hace: aquí la página de los años 70 se completa con un nivel de surrealismo que deja muy en segundo plano las hazañas de Salvador Dalí, André Breton y Oliverio Girondo. Una nueva década distinta de la que fue (o dos, o incluso tres o cuatro décadas alternativas) nace a cada momento, sin que a nadie le preocupen las disonancias entre ficción y verdadera trama. El renacido Fidel Castro también escribe el pasado de la revolución en páginas flamantes. Dice que la vergonzosa persecución a los homosexuales en Cuba se debió a que tuvo problemas más graves que atender (más graves que la dignidad humana) y que él nunca se contagió de esos prejuicios feos. Lo mismo que Moyano, cuando modificó su propio currículum diciendo que se dio cuenta de que los gays eran más trabajadores que los heterosexuales, para defender la ley de matrimonio entre personas del mismo sexo.

medida cautelar que protegió los intereses de Clarín. Un juez de primera instancia dispuso en su momento una medida de no innovar en la aplicación del artículo 161 de la ley de medios audiovisuales. Una cámara confirmó esa decisión. El gobierno apeló ante la Corte, pero ésta se aferrará a un antiguo precedente: ese cuerpo sólo debe revisar sentencias firmes y no medidas cautelares. Rechazará, por lo tanto, la apelación del Ejecutivo. La decisión se tomaría formalmente en los próximos días. El expediente volverá al juez de primera instancia para que resuelva sobre el fondo de la cuestión; mientras tanto, estará vigente la decisión de no innovar. El artículo 161 es el que ordena la desinversión de los actuales dueños de los medios audiovisuales en el corto plazo de un año. La presentación la hizo Clarín, y pidió que se declarara inconstitucional ese artículo porque afecta los derechos adquiridos y la seguridad jurídica. La suspensión judicial de la aplicación de ese artículo es clave para la intención política de los gobernantes. Los plazos son demasiado ajustados y, con el ritmo actual, se extenderán más allá del período de gobierno que aún les queda a los Kirchner. ¿Para qué les serviría, entonces, si otro gobierno podría cambiar esa ley? La decisión de la Corte será avala-

El Gobierno prefirió presionar sobre los límites institucionales y mandó a Boudou a destratar a la Justicia da por los jueces Lorenzetti, Carmen Argibay, Carlos Fayt, Juan Carlos Maqueda, Elena Highton de Nolasco y Enrique Petracchi; este último fue, en verdad, uno de los primeros en decidir su voto en rechazo de la apelación del Ejecutivo. Petracchi le profesa un viejo respeto al lugar que debe ocupar la Justicia en una república. Sólo votó a favor de la petición del Gobierno el juez Eugenio Zaffaroni. En los tribunales hay quienes han escuchado a Zaffaroni expresar en reuniones de muchos su inconmovible adhesión al pensamiento oficial sobre los medios de comunicación. El kirchnerismo respondió con un decreto reglamentario de la ley y del artículo suspendidos por la Justicia. Otras medidas cautelares se tomaron en otras instancias de la Justicia, pero aún no llegaron al máximo tribunal. En rigor, y como todos los casos resueltos por los jueces, éste también tendrá vigencia real sólo para el que promovió la demanda; es decir, Clarín, el enemigo personal para los Kirchner. Sin embargo, cierta prudencia institucional debería impedir al Gobierno legislar sobre una ley que, total o parcialmente, se encuentra suspendida en distintas instancias judiciales. El Gobierno prefirió, en cambio, presionar sobre los límites institucionales y, encima, mandó a Boudou a destratar a la Justicia. Boudou no leyó nunca un manual de derecho, pero conoce a la perfección el breviario del oficialismo: no sólo deben acatarse las órdenes que vienen de la cima, sino que también deben imitarse las formas más intolerantes de los líderes de la administración. La Corte es inasible para un poder que quiere sujetar todo. En medio de la enorme crisis que la administración provocó en enero pasado por el uso de las reservas y la cesantía prematura de Martín Redrado, la Presidenta intentó presionar, a veces de manera directa y prepotente, al juez Maqueda, que estaba a cargo del máximo tribunal en medio de la feria del verano. Quería que le ordenara a una jueza de primera instancia que cambiara su decisión. Dicen que Maqueda escuchó, rebatió y resistió con argumentos jurídicos. El segundo turno de enero estuvo bajo la responsabilidad de Argibay. La crisis continuaba, pero nadie llamó al despacho de la jueza. ¿Por qué? El Gobierno sabía, según confesaron en la propia cresta del poder, que era posible que la inflexible Argibay no atendiera las llamadas telefónicas. Pero si las hubiera atendido, había sólo dos posibilidades ante una presión indebida: que la jueza cortara la comunicación en medio de la conversación o que luego convocara a los periodistas para denunciar pú-

blicamente la presión. Hay quienes suponen que las primeras e intensas presiones presidenciales sobre Maqueda intentaron eludir el posterior turno de Argibay. A principios de febrero, la Presidenta dijo que le sonaba a “censura” una invocación a la “mesura” que había hecho públicamente la Corte Suprema. Un dato clave sucedió en los últimos días que podría haber cambiado el ecosistema de la Justicia: fue el triunfo de Alejandro Fargosi como representante de los abogados porteños en el Consejo de la Magistratura. Fargosi fue el candidato de la oposición al kirchnerismo. Otros nuevos consejeros que se elegirán (representantes de los magistrados y de los abogados del interior) también expresan ideas antikirchneristas. No hay kirchneristas disputando esos cargos. No importa ya que cambie la composición numérica del Consejo; cambiará la composición humana y política, aseguró un conocido magistrado. Los jueces han tomado nota. La Justicia no es, con todo, un ícono del coraje; sólo sucede que los métodos y las decisiones de Guillermo Moreno no pueden pasar siquiera por el filtro de un alguacil de tribunales. Un juez y una cámara comercial derrumbaron sus decisiones sobre Papel Prensa con duras y admonitorias resoluciones. El frívolo escándalo por Papel Prensa llevó al primer plano, otra vez, a la organización Montoneros y sus peores prácticas. Esa guerrilla peronista venía protegida por un silencio de casi 20 años y, en los últimos tiempos, por una inmerecida entronización al panteón de los héroes. Sólo el gobierno de Raúl Alfonsín impugnó duramente a las organizaciones subversivas de los años 70, incluida Montoneros. Por razones políticas, humanas o electorales, durante el gobierno de Menem se inició el período del silencio. Kirchner convirtió aquel silencio en heroísmo. La vieja conducción de Montoneros está ahora muy crítica de los últimos estropicios kirchneristas. Hay una prueba irrefutable: Roberto Perdía, quien fue segundo en la línea de mando de Montoneros después de Firmenich, se manifestó públicamente contra Kirchner y sus empellones a la prensa. La reaparición de Montoneros se dio, además, en su peor faceta: la voracidad por el dinero fácil y la interminable codicia de sus principales dirigentes. Un ex colaborador de los Graiver, que padeció con ellos el secuestro y la tortura de los militares, recordó que David Graiver les pagaba 130.000 dólares mensuales a los representantes montoneros Raúl Magario, Juan Gasparini y Graciela Daleo, supuesta-

El escándalo por Papel Prensa llevó al primer plano a la organización Montoneros y sus peores prácticas mente como intereses del dinero que la organización guerrillera le había entregado al banquero. Gasparini y Daleo sufrieron luego el cautiverio en la ESMA. Aquel testigo contó que otros empresarios le pagaban hasta 200.000 dólares mensuales a Montoneros como un seguro de protección contra eventuales secuestros de ese mismo grupo guerrillero. Una vieja práctica de la mafia. El ex colaborador de los Graiver consideró probable que David Graiver decidiera administrar recursos financieros de la guerrilla. Gasparini y Rodolfo Galimberti, otro conocido jefe guerrillero, aparecieron ante los Graiver, muchos años después, cuando la familia perseguida estaba cobrando la enorme indemnización que le dio Alfonsín. No había guerrilla ya, pero presionaron hasta que los Graiver debieron hacer un arreglo con el empresario Juan Born para entregarle 16 millones de dólares. Born fue secuestrado por los montoneros y liberado después de un rescate de 60 millones de dólares. Las negociaciones por la devolución de parte de ese rescate se hicieron en Brasil, cuenta aquel testigo inmejorable. Galimberti murió siendo un buen amigo de su otrora secuestrado Born. La luz sobre esa parte oculta del pasado es, al fin y al cabo, una contribución involuntaria que está haciendo a la historia el cegador odio de los Kirchner.