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INFORMACION GENERAL
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Domingo 25 de abril de 2010
NARCOTRAFICO s LA VILLA ZABALETA, UNO DE LOS ASENTAMIENTOS MAS PELIGROSOS
Nada frena a los narcos en las villas Continuación de la Pág. 1, Col. 5
Fotogalería. Una recorrida por la villa Zabaleta. lanacion.com.ar/fotos
LA NACION
Luego de consumir paco, muchos adictos necesitan comer, pero al carecer de dinero buscan restos de comida entre la basura domiciliaria FOTOS DE ANIBAL GRECO
Uno de los pasillos laberínticos de la villa Zabaleta
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Un quiosco que extrañamente sólo atiende de madrugada
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Desde febrero de 2009 hasta la fecha, el Juzgado Federal N° 12, a cargo del magistrado Sergio Torres y el secretario Diego Iglesias, y la División Operaciones Metropolitanas de la Policía Federal hicieron 135 allanamientos en Ciudad Oculta, en la villa Zabaleta, en la 31 y 31 bis, en Retiro, y en el barrio de emergencia Presidente Perón, en Saavedra. Se originaron 65 causas judiciales vinculadas al narcotráfico, en las que se secuestraron 5.000.000 de dosis de paco, 2.800.000 dosis de marihuana, se incautaron de 31 armas de fuego, 500 proyectiles y dos chalecos antibalas. De las 107 personas detenidas, 50 están por ser sometidas a juicio. “Mientras podamos ingresar con la policía, no se puede decir que las villas porteñas están favelizadas. De los 135 allanamientos hechos, en una sola oportunidad un sospechoso abrió fuego contra la policía”, dijo a LA NACION una alta fuente judicial. El jefe de la Policía Metropolitana, Eugenio Burzaco, coincidió: “Los asentamientos porteños no están favelizados. La situación de Brasil es espeluznante, allí los narcos instalaron misiles antiaéreos. Nosotros debemos trabajar en la prevención para evitar que el problema se agrande”. Sobre la presunta connivencia de los narcos con la policía, un investigador judicial sostuvo: “Más allá de una posible complicidad, nosotros trabajos con brigadas especiales, como la División Operaciones Federales, porque la problemática de las drogas y la actividad de los narcos exceden el trabajo de una comisaría”.
DANIEL GALLO
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normal, los chicos campana, que se apostan en la puerta de las casillas, comienzan a silbar para que la droga sea descartada”, explicó un policía. En la villa 15, más conocida como Ciudad Oculta, en Mataderos, los puestos de venta de droga, sobre todo de paco, son regenteados por mujeres embarazadas o madres solteras. “Compran las tizas de droga, las rayan y hacen las dosis de paco”, afirmó a LA NACION un vocero judicial. En la villa 1-11-14, en el Bajo Flores, todavía existe un dominio territorial de Marco Antonio Estrada González, alias “Marcos”, detenido y a la espera de ser juzgado. En febrero pasado, detectives de la División Operaciones Metropolitanas de la Policía Federal, al mando del comisario Enrique Villarruel, detuvieron a un delincuente de nacionalidad peruana conocido con el alias “Feite”. Según informaron los voceros policiales y judiciales consultados, Feite era un lugarteniente de Marcos, le llevaba la contabilidad de los negocios espurios de la droga. Fue apresado en un pasillo, cuando intentaba escapar del procedimiento policial. En una casilla que funcionaba como taller textil, se secuestraron 30 kilos de marihuana. “Los narcos protegen a sus clientes y consumidores. La gente que llega a la villa 1-11-14 para comprar cocaína es custodiada”, afirmaron las fuentes consultadas. Marcos, al igual que otros narcos de la villa 1-11-14, fue integrante del grupo guerrillero peruano Sendero Luminoso. Reinó en el Bajo Flores con el poder de la droga y de las balas, donde se llegó a contabilizar una veintena de muertes. Fue apresado en Paraguay, donde se había escapado de la justicia argentina. Los narcos, como en el caso de Feite, nunca acopian la droga para vender en la casilla donde viven. Lo hacen en otros lugares para tratar de evitar que los acusen de ser dueños de los cargamentos, según explicaron voceros policiales y judiciales. Hace 15 días, en el barrio Rivadavia, a pocos metros de la 1-11-14, fue hallado asesinado de un balazo en el pecho Rodrigo Ezcurra, un estudiante de Filosofía y Letras de la UBA y vecino de Palermo. Según informaron a LA NACION fuentes policiales, se sospecha que la víctima fue ultimada en un robo después de haber comprado droga en el asentamiento. “Sin una integración de las villas a la ciudad va a crecer el caldo de cultivo para que los chicos sigan consumiendo. Tiene que haber una política de Estado para combatir este flagelo, porque en los barrios donde domina la pobreza y la exclusión, muchas veces la primera oportunidad que tiene la gente es la droga. Por ejemplo, en esta zona de la ciudad hacen falta tres escuelas”, afirmó a LA NACION el sacerdote Gustavo Carrara, que lleva adelante su tarea pastoral y misionera dentro de la villa 1-11-14. Carrara fue uno de los denominados curas villeros, que, en abril del año pasado, firmó un documento en el que se denunció: “La droga está despenalizada de hecho. Se la puede tener, llevar, consumir, sin ser prácticamente molestado. Habitualmente, ni la fuerza pública ni ningún organismo que represente al Estado se mete en la vida de estos chicos, que tienen veneno en sus manos”.
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Surge el temor de la favelización Lo afirman especialistas sobre el avance de la droga en el conurbano; Scioli no está de acuerdo RAMIRO SAGASTI CORRESPONSALIA LA PLATA LA PLATA.– Hay pocas cosas en las que el gobernador Daniel Scioli es tan vehemente como en su discurso contra el narcotráfico. Siempre tiene a mano las estadísticas y, aunque una entrevista discurra por otros temas, él seguramente encontrará un hueco para recalcar las cientos de miles de dosis de paco y los miles de kilos de cocaína y marihuana que la policía ha secuestrado desde el inicio de su gestión. “Estamos limpiando de drogas la provincia”, insistió Scioli en diálogo con LA NACION. Sin embargo, varias fuentes consultadas por este diario opinaron que el Estado está ausente en muchos barrios marginales y que, debido a esa ausencia, podrían organizarse en esos territorios sociedades informales, regidas por otro orden: un orden fuera de la ley, manejado por delincuentes y narcotraficantes. Fabián Chiosso, miembro de la comisión directiva de la Federación de organizaciones no gubernamentales de la Argentina para la prevención y el tratamiento del abuso de drogas (Fonga), opinó: “En general, la idea del gran narco no existe hoy en la villa. Ahí hay trabajadores, mujeres desocupadas, chicos que venden drogas: cualquiera puede vender”. Marcelo Giacoia, juez de menores de Mercedes, dijo: “El Estado no llega a los barrios marginales. Hay una intención en lo discursivo, pero no se instrumenta. Entonces, los derechos económicos y sociales, cuando el Estado no está, los pueden satisfacer los narcos. Si esto no cambia, nos acercamos a una favelización”. Scioli no coincide: “El caso de las
favelas es distinto. Son territorios diferentes, con distintos tipos de organizaciones. En Brasil, los narcos derribaron un helicóptero… Hay un punto en común, y es que el Estado llega donde antes no llegaba, con proyectos de urbanización, de inclusión social”, dijo el gobernador, y después ordenó a sus colaboradores que divulgaran las estadísticas policiales. Estos números dicen que en los 28 meses que transcurrieron desde el inicio de su gestión, la policía hizo 49.623 procedimientos contra el narcotráfico, en los que se detuvo a 78.372 personas y se descubrieron 42 laboratorios clandestinos. En esos operativos, además, se secuestraron 4.226.768 gramos de
cocaína y 25.278.875 de marihuana, y 201.619 dosis de metanfetaminas, 6415 de éxtasis, 6273 de LSD y 173.135 de paco. Estas estadísticas tienen dos lecturas; la primera, que la policía es más cada vez eficaz, ya que los golpes al narcotráfico aumentaron año tras año; la segunda, que cada vez circula más droga. Un miembro de la cúpula de la policía bonaerense dijo a LA NACION: “Lo que más nos incomoda es el crecimiento de la venta en los barrios”. Y señaló algunos de los puntos más conflictivos del conurbano: las villas Los Eucaliptos, La Matera e Itatí, en Quilmes, y Corea, La Rana, 18 de Septiembre y 9 de Julio, en San
Camila: terror y fuga LA PLATA.– Los narcos suelen sacar provecho de las personas más vulnerables. La historia de Camila, narrada por un psicólogo de una comunidad terapéutica del conurbano, es un ejemplo. Camila tenía 15 años y vivía en el campo. Tenía cinco hermanos. Los cuatro menores se habían ido con su madre dos años antes. La mujer se había cansado de que su esposo llegara borracho todas las noches y la golpeara. Camila se quedó en el rancho, con su padre. Todas las mañanas, la chica deambulaba por los campos vecinos pidiendo comida hasta que se cruzó con su primer proxeneta. Poco después quedó embarazada. Una noche, mientras estaba sola, un dolor agudo le mordía el vientre. Lloraba cuando llegó su padre. Lo llamó, le
dijo que tenía que ir al hospital. “Mañana” –dijo el padre y se derrumbó en su cama, borracho. Al otro día, la llevó al hospital: había sufrido un aborto espontáneo. Ese día Camila decidió irse. Viajó a Buenos Aires para probar suerte y terminó viviendo en una villa del conurbano. No le fue mejor. Contó el psicólogo: “Se juntó con un transa (vendedor de drogas), que también fue su proxeneta. Cuando se prostituía, tomaba cocaína. Si no, marihuana, paco, pastillas... El transa le pagaba con drogas. Después empezó a vender. Los transas usan a las chicas prostitutas para llevar la droga de un lugar a otro o esconderla, sobre todo si son menores. Un día, Camila se fugó de la institución; nunca más tuve noticias de ella”.
Las villas son escenarios naturales para el arraigo de bandas de narcotraficantes por las barreras que bloquean la presencia sólida del Estado en esos asentamientos. Urbanizaciones precarias, laberintos interiores, carencias de servicios elementales y necesidades socioeconómicas insatisfechas son terrenos aquí, como en otros países, casi entregados a quienes imponen la fuerza. El problema es hoy preocupante, en opinión de especialistas de seguridad pública, y puede agravarse. “No hay que pensar en México o Colombia, porque la realidad argentina es diferente. La Argentina no es productora ni tiene la cercanía con el principal mercado de consumo como aquellas naciones; sí puede darse un proceso como el de Brasil, aunque sociológicamente la constitución de la favela en Río es diferente a la villa de la industrialización argentina”, explicó Marcelo Saín, ex interventor en la Policía de Seguridad Aeroportuaria, que cursó su doctorado en sociología en Brasil. “El almacenamiento y fraccionamiento de drogas se lleva a cabo en zonas extremadamente marginales, bajo el control en forma directa o indirecta de incipientes redes de narcotraficantes. La distribución y comercialización se da, generalmente, en barrios y circuitos de clase media o alta. Eso muestra una labor de planificación y ejecución a mediano y largo plazo, cuyo origen sólo es posible mediante la protección y regulación policial”, dijo Saín, y agregó: “Estas bandas no cuentan con autonomía operativa para disputar la regulación policial en base a capacidad financiera o poder de fuego”. Ese potencial salto de valencia, por el cual los narcotraficantes se vuelven conscientes de su propio poder y lo ejecutan es lo que se ve en otras regiones de América latina. “En algunos países se está viviendo un rápido proceso de transformación de las pequeñas pandillas locales en estructuras más complejas. De esa situación no se salvan ni los que tienen buenos niveles de seguridad ciudadana, como Chile, donde algunos barrios de su capital son controlados por comerciantes de droga sin que Carabineros pueda retomar ese territorio”, relató a LA NACION el ex subsecretario de Seguridad de Bogotá, Hugo Velásquez.
Martín. Esta es la más conflictiva. En la villa 9 de Julio, en Billinghurst, la guerra entre narcos lleva más de una década. El negocio de las armas y la droga en ese barrio habría sido manejado históricamente por Gerardo y Gustavo Goncebat. En un momento, Gustavo cayó preso y Gerardo desapareció. En el barrio decían que había fingido su propio secuestro, que había cobrado dos veces el rescate y se había escapado hacia México. Corrían los primeros años de la década y el mando lo habrían heredado Javier, Ezequiel y Diego Pacheco, del mismo grupo. Los Goncebat y los Pacheco siempre estuvieron enfrentados con otra familia, los Gómez, por el manejo del territorio. La disputa, a lo largo de los años, se cobró varias vidas. En septiembre pasado, comandada por Salvador Baratta –hoy superintendente de Coordinación Operativa–, la policía bonaerense irrumpió en una reunión de narcos en la villa 9 de Julio, donde se repartían sus zonas de influencia. Hubo dos narcos muertos y siete detenidos, dos de los cuales resultaron gravemente heridos. “Gerardo Goncebat quedó paralítico”, dijo un jefe policial. Y agregó: “Después del tiroteo, se guardaron un poco, pero el negocio sigue”. En el resto del conurbano sur, la droga que más se vende es el paco, de la cual encargan, según detectives de narcotráfico, pequeños grupos familiares. “La venta de paco empezó en el sur del conurbano, pero debido a los operativos policiales, se expandió hacia La Matanza y Lomas de Zamora –dijo un jefe policial–. Se usan menores, ancianos, embarazadas, porque son mano de obra barata y porque por su condición quedan en libertad.”
En la secretaría antidrogas observan el crecimiento de la violencia. Al igual que los restantes especialistas consultados, José Granero pidió no estigmatizar las villas, ya que el consumo de drogas se expande en todas las clases sociales. Sin embargo, aceptó el titular de la Sedronar el visible vínculo de los narcóticos con el aumento de la violencia en los asentamientos. “Trabajamos en la 1-11-14, en Ciudad Oculta y en la Zabaleta, para la recuperación de adictos, pero allí ya está instalado un marketing de la muerte del consumidor. Incluso hay fumaderos en los cuales son introducidos los chicos para insertarlos en esa cultura de drogas y usarlos en alguna posición de las bandas. El sistema legal debe actuar quizá con más fuerza, pero está claro que la única salida es la inclusión social, con educación y trabajo para esos chicos vean que hay un futuro”, dijo Granero. El Instituto de Vivienda de la ciudad es uno de los organismos que trabajan en la inclusión en los asentamientos. “Una de las primeras cosas que nos marcan los habitantes de las villas es el problema de las drogas; nos cuentan el crecimiento que tuvo en los últimos años. No es nuestra temática, pero es una realidad que se palpa en esos barrios, porque los trabajadores que viven allí son los primeros en sufrir por la presencia de las drogas. Lo que intentamos hacer con el plan de hábitat es integrar el Estado a esos lugares, y no pasa solamente por hacer viviendas, sino por llevar los servicios básicos; que haya calles internas con nombres y numeración como en cualquier cuadra de la ciudad; es una forma de quitar el espacio público a la delincuencia”, indicó Omar Abboud, presidente de IVC. Y agregó: “A veces, aparecen resistencias poco claras cuando queremos recuperar alguna manzana en una villa”. Los relevamientos que maneja el IVC establecen que en 2007 vivían 167.000 personas en villas de la ciudad y las cifras más actualizadas se refieren a 250.000 habitantes que forzadamente conviven con la primera línea de acción del narcotráfico.