n.02 NADIE DE FUERA - Isags

en Colombia y de Recife en Brasil. La explosión de la epidemia del zika en los dos países suramericanos a partir de 2015 tuvo en ellas uno de sus epicentros, ...
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n.02

Estudo de Caso zika w w w . i s a g s - u n a s u r . o r g

NADIE DE FUERA

Entrevista Jessé de Souza

Visión del Especialista El tema de los Indicadores

n.02 Instituto Suramericano de Gobierno en Salud Director Ejecutivo José Gomes Temporão Coordinador Técnico Henri Jouval Jefe de Gabinete Luana Bermudez Coordinadora de Gestión de la Información y del Conocimiento Flávia Bueno Editor en Jefe Manoel Giffoni [email protected] Textos Flavia Bueno, Javier Chamorro, Karla Menezes e Manoel Giffoni Traducción Marinés D. y Peter Lenny Fotografía Acervo ISAGS, Archivo de Imágenes de la ONU Proyecto Gráfico TUUT Design Colaboradores Alessandra Ninis, Aline Fontainha, Beatriz Nascimento, Bruno Macabú, Felippe Amarante, Laura Santana, Mônica Sutton Agradecimientos Instituto Nacional de Salud de Colombia IPEA - Instituto de Pesquisa Econômica Aplicada (Brasil) Oficina de la Asesora en Derechos Humanos de las Naciones Unidas para Paraguay Universidad de Lanús (Argentina)

¿Qué son los Objetivos de Desarrollo Sostenible? ¿Cómo se los van a monitorear?

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principal nadie de fuera

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estudio de caso zika

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entrevista jessé de souza, universidade federal fluminense

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visión del especialista: javier chamorro el tema de los indicadores: un enfoque en derechos

¿Cuál es el rol del ISAGS? Entérese de todo en http://bit.ly/ODSenISAGS

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as negociaciones que se antecedieron al establecimiento de los 17 Objetivos de Desarrollo Sustentable fueron inéditas. En vez de las tradicionales mesas rodeadas de diplomáticos y dictámenes técnicos, el proceso se inició con la más grande consulta pública de la historia, incluyendo un sondeo en línea abierto a todo el mundo sobre las prioridades de desarrollo, además de 11 “conversaciones globales” temáticas y 83 específicas sobre las realidades de los países. El resultado de esta preparación amplia e inclusiva fue auto reflexivo. Llamada de ‘la agenda del pueblo’ por el secretario general de las Naciones Unidas, no solo es ambiciosa con relación a las áreas que pretende transformar en los próximos 15 años, pero también viene con una exigencia que debe ultrapasar todos sus Objetivos: no dejar a nadie afuera. Una de las fallas más frecuentes señaladas por especialistas sobre los Objetivos de Desarrollo del Milenio, que estuvo vigente entre 2000 y 2015, fue la incapacidad de promover un cambio real al conjunto de la sociedad. Por lo que algunos especialistas los llamaron de ‘la tiranía de las medias’, muchas veces se alcanzaron las metas dejando de lado justamente aquellos que están en situación más crítica – por cuestiones ya sea de posición social, ya sea de género, ya sea de etnia, entre otros. A través de una perspectiva de determinantes sociales de la salud, o sea, aquellas características económicas, sociales y ambientales que generan situaciones auspiciosas para el bienestar del pueblo, el segundo tomo de la revista INSPIRA 2030 va a tratar del tema de la superación de la desigualdad en América del Sur. Siendo reconocidamente uno de los lugares más desiguales del planeta, pero, al mismo tiempo presentando verdaderas historias de éxito en la última década, el continente tiene el know-how adquirido en siglos viviendo en la frontera entre colonizador y colonizado, esclavizador y esclavo, rico y pobre, abundancia y hambre.

En este escenario, no asombra el hecho de que el del Tratado Constitutivo de la UNASUR, firmado por todos los países de la región en 2008, ponga la integración cultural, social, económica y política a servicio de la eliminación de la desigualdad socioeconómica, de la inclusión social y de la participación ciudadana, como condición para el fortalecimiento de la democracia y la reducción de las asimetrías entre los Estados. Tampoco asombra que una de las estructuras que primero se estableció en el bloque haya sido el Consejo de Salud, que tiene como uno de sus ejes fundamentales no solo los determinantes sociales, sino como también otros conceptos basados enteramente en la inclusión como los Sistemas Universales y el Acceso Universal a Medicamentos. En el asunto de portada, conversamos con el profesor de Epidemiología, Gestión y Política de Salud de la Universidad de Lanús, en Argentina y analizamos el tamaño del reto transversal lanzado por la Agenda 2030, ya sea para la salud, ya sea para otras áreas, que necesitan actuar de una manera más sinérgica que nunca. Para investigar más a fondo la estructura de la desigualdad y como ella viene reproduciéndose a lo largo de la historia en nuestro continente, entrevistamos al profesor Jessé de Souza, ex presidente del Instituto de Investigación Económica Aplicada de Brasil y escritor de libros ya clásicos sobre el tema, como “A Ralé Brasileira” y “A Construção Social da Subcidadania”. Sin despegar el pie de la realidad y de la actualidad, preguntamos qué es lo que la desigualdad tiene que ver con la reciente epidemia del Zika, cuyo epicentro fue nuestro continente. Y, para finalizar, contamos con la generosa contribución de Javier Chamorro, técnico experto de la Oficina de los Derechos Humanos de la ONU en Paraguay, quien nos habló sobre la importancia de desagregar los indicadores que medirán el progreso de los países en los ODS para que no se deje a nadie afuera. ¡Buena lectura!

NADIE DE FUERA

principal

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América del Sur es un continente marcado por la diversidad, tan solo siendo el aspecto geográfico el más obvia de ellos. En este universo de ambientes de gran diversidad como la Cordillera de los Andes y la Mata Atlántica, la Selva Amazónica y los Pampas, florecieron sociedades marcadas además por una historia de choques culturales y modelos económicos basados en la explotación del binomio mano de obra/recursos naturales que se constituyeron en una receta clásica de inequidades y subdesarrollo. Durante gran parte del siglo XX, este caldo resultó ya sea en calamidades sociales como el hambre, la pobreza extrema y la violencia, ya sea en un desajuste medio ambiental como la desertificación, la contaminación de manantiales y el crecimiento desordenado de grandes ciudades. De acuerdo con el último informe de CEPAL, en Latinoamérica casi 170 millones de personas en el continente viven en un rango de pobreza, 71 millones de estas se encuentran en el límite de la subsistencia y cuentan con solo dos dólares al día. Se trata de un consenso global que, todas estas características, además de formar parte de la vida de 30% de los pueblos latinoamericanos, traen a la salud efectos bastante concretos. “Malas condiciones de vida llevan a malos indicadores de salud hasta en países desarrollados”, señala Marcio Alazraqui, profesor de Epidemiología, Gestión y Políticas de Salud de la Universidad de Lanús, en Argentina. Fue bajo este punto de vista que, a partir de 2005, la Organización Mundial de la Salud (OMS) adoptó un concepto que busca tratar sobre el impacto de las dimensiones socioeconómicas en el bienestar de la población, observando aspectos más amplios que aquellos tratados generalmente por las autoridades sanitarias de los países, como la educación, el saneamiento básico, las condiciones de trabajo entre otros – son los llamados “determinantes sociales de la salud” (DSS). “Hay relaciones de poder estructurador que guían los procesos de saludenfermedad y son parte de la llamada ‘determinación social de la salud’, concepto más que frecuente en los

estudios suramericanos sobre la desigualdad en salud”. Bajo este prisma, además de tener uno de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible centrado exclusivamente en temas sanitarios más tradicionales, como la reducción de la mortalidad materna e infantil y el acceso a medicinas, el llamado intersectorial de “no dejar a nadie fuera” trajo la Salud y el concepto de Determinantes Sociales al centro de la nueva agenda de desarrollo global. En la primera década del siglo XXI, América del Sur vivió uno de sus momentos económicos más virtuosos, con lo inédito de haber visto no solo un crecimiento de su Producto Interno Bruto (PIB), como también las mejoras sociales que tuvieron su prueba de fuego en el trabajo para alcanzar los Objetivos de Desarrollo del Milenio. En el área de la salud, los números son incontestables: disminución de dos tercios de las muertes de menores de cinco años entre 1990 y 2013 (de 54 para 18 por mil nacidos vivos); eliminación del sarampión casi por completo; mayor control de las enfermedades contagiosas prevenibles, a ejemplo de la tuberculosis y de la malaria; progresos en la planificación familiar, en la atención prenatal y en la atención en partos por personal especializado; además de haberse consolidado como la región del mundo con mayor cobertura en el tratamiento antirretroviral para el HIV/SIDA. Esto sin hablar de la reducción de la extrema pobreza y del hambre. Como se ve en los gráficos, Argentina presentó una mejora en los indicadores de iniquidad en la última década que fue acompañada por una mejora en los indicadores de salud.

De acuerdo con el último informe de CEPAL, en Latinoamérica casi 170 millones de personas en el continente viven en un rango de pobreza, 71 millones de estas se encuentran en el límite de la subsistencia. 7

“La lucha contra estas inequidades pide políticas que estén implementadas transversalmente con los sectores y que las partes se comprometan firme y políticamente con este objetivo”

Sin embargo, con el fortalecimiento del concepto de sustentabilidad en la nueva agenda, este esfuerzo deberá necesariamente transbordar para otras áreas con impacto directo en la salud, trayendo retos de gobernabilidad para los cuales los sistemas políticos de la mayoría de los países no están preparados. Las discusiones de la Conferencia Mundial sobre Determinantes Sociales de la Salud, llevada a cabo en Río de Janeiro en octubre de 2011 con gran protagonismo de los países de la UNASUR, ya levantaban este asunto. “El lento progreso en la implementación de los abordajes relacionados con los determinantes sociales refleja en parte el hecho de que la gobernabilidad a nivel local, nacional y global no está apta para lidiar con los principales temas del siglo XXI” dice un documento de debate de la reunión, alertando que el enfrentamiento de las inequidades reta la división tradicional de los gobiernos en sectores, como los Ministerios de la Salud, del Desarrollo Social, de la Infraestructura, entre otros. “La lucha contra estas inequidades pide políticas que estén implementadas transversalmente con los sectores y que las partes se comprometan firme y políticamente con este objetivo”, complementa. La Organización Panamericana de Salud (OPAS) invitó a uno de los participantes en la Conferencia, el coordinador nacional de Brasil en el Consejo de Salud Suramericano 8

Paulo Buss, a integrar la Comisión de Alto Nivel sobre Equidad y Desigualdades en Salud, que fue lanzada el último día 11 de mayo. Buss destacó el papel de la salud en los ODS, pero alertó sobre la necesidad de crearse planes de desarrollo con énfasis marcado por una unión intersectorial real y equilibrada: “Se debe evitar un cierto imperialismo de la salud como si esta área fuera mucho más importante que las demás”. Si el reto de horizontalización de una administración pública históricamente vertical es un hecho para los países, lo mismo se puede decir de la cooperación regional en América del Sur, en particular en la UNASUR, cuyas principales estructuras se crearon en torno de los Consejos Ministeriales. Sin embargo, algunas experiencias realizadas recientemente en el ISAGS sugieren que las flexibilidades establecidas en el propio Tratado Constitutivo del Bloque, como el incentivo para trabajar en unión con organizaciones o instituciones congéneres, pueden superar esa dificultad. Un ejemplo fue la actividad llevada a cabo con el apoyo y/o participación del Consejo de Desarrollo Social, como el curso de “Políticas Pública Intersectoriales y Determinación Social de la Salud”, la reunión “Diálogo entre las políticas de transferencia de ingresos” y Mapeo de Políticas de Transferencia de Ingresos y sus Mecanismos de Control y Participación Social. “Como las desigualdades sociales son múltiples, no es un asunto que depende solamente de políticas sociales efectivas, pero, sobre todo, de una actuación multidimensional”, afirma Alessandra Ninis, consultora técnica para Determinantes Sociales de la Salud del ISAGS y coordinadora de los tres proyectos. “El camino para la Agenda 2030 depende de un cambio estructural en busca de un modelo de desarrollo más inclusivo con políticas de educación, protección social, empleos de calidad y empoderamiento de las mujeres, por ejemplo, pero sobre todo requiere nuevas formas de pensar la concentración de los ingresos para enfrentar la exclusión y la desigualdad”, agregó.

SUPERANDO LA DESIGUALDAD Y LA POBREZA EN ARGENTINA 20

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Tasa de Mortalidad de Niños Menores de 5 años

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Percentaje de la población abajo de la línea de la indigencia

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Los indicadores de Argentina entre el año 2000 y el 2015 demuestran que, tras un periodo de deterioro, el país logró revertir la tendencia. El país disminuyó el coeficiente GINI, que mide la desigualdad de ingresos, la mortalidad infantil y la indigencia.

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estudio de caso

ZIKA E 

l carnaval y el clima cálido no son las únicas características que unen las ciudades de Barranquilla en Colombia y de Recife en Brasil. La explosión de la epidemia del zika en los dos países suramericanos a partir de 2015 tuvo en ellas uno de sus epicentros, lo que reveló en cascada otras coincidencias importantes. En ambas ciudades, por ejemplo, la pujanza económica convive con niveles de pobreza que rondan los 40% de la población y con una planificación urbana propicia para la proliferación de vectores – como el Aedes Aegypti - que, además del zika, transmiten enfermedades como el dengue y el chikungunya. Las circunstancias en las que personas nacen, crecen, viven, trabajan, envejecen explican la mayor parte de las inequidades en salud. De esta forma, el combate contra el zika debe tener en cuenta muchos factores que van desde el acceso a los servicios de salud hasta el acceso al agua potable, pasando por las condiciones de urbanización. “Donde falta saneamiento, alcantarillado y recolección de basura, hay más focos del mosquito”, afirma el director ejecutivo del ISAGS José Gomes Temporão, lo que trae al corazón del asunto un modelo de desarrollo urbano que condena a los más pobres a que sean más vulnerables a varios tipos de enfermedades. No sorprende, por lo tanto, que el barrio que presenta un riesgo mayor de infección por el Aedes Aegypti en Recife sea el Alto José Bonifácio, cuya población está constituida esencialmente por personas de bajo poder adquisitivo y cuya infraestructura presenta distintos problemas. “Necesitamos actuar en la distribución de agua y en la recolección de basura”, dijo la secretaria ejecutiva de Vigilancia de la ciudad, Cristiane Penaforte, en entrevista al periódico “Jornal do Comércio”, donde revela la ampliación del campo de actuación de las autoridades sanitarias, en estos casos va más allá de la vigilancia pura y simple.

En un mundo globalizado, una amenaza de esta

naturaleza luego deja de ser local en pocos meses, la alarmante asociación del zika en expansión con su confirmado vínculo con disturbios neurológicos como la microcefalia y el Síndrome de Guillain-Barré (SGB) abrió los ojos al mundo y, rápidamente, la situación se ha declarado una Emergencia de Salud Pública de Importancia Internacional (ESPII). En el auge de la epidemia y la repercusión en los medios, lo que incluso motivó una visita relámpago de la directora de la Organización Mundial de Salud (OMS), Margaret Chan a Brasil, la acción de emergencia de los países se concentró en la vigilancia. Por un lado se inició una búsqueda implacable a los criaderos de mosquitos a través de campañas de concientización y aún la creación de brigadas de combate; por otro lado, se reforzó la capacidad de diagnóstico y la investigación sobre la dimensión de las complicaciones asociadas con el zika. “Las autoridades de salud de Colombia, después de hacer una evaluación de riesgo, realizaron ajustes en el plan de acción, intensificando la vigilancia epidemiológica de la microcefalia y SGB y la investigación en conjunto con otras instituciones internacionales”, relata la Directora General del Instituto Nacional de Salud del país, Dra. Martha Lucia Ospina Martínez. Una de las estrategias colombianas que dio los mejores resultados fue justamente implementada en Barranquilla. Allá, los llamados “caminantes” recorren las comunidades diariamente y, gracias a su proximidad con la población, pueden identificar acciones certeras para la promoción de salud y así enfrentar las enfermedades ocasionadas por los vectores. De casa en casa, ellos van creando un banco de datos que monitorea áreas de riesgo y pacientes que requieren atención médica, direccionándolos para uno de los puestos de salud distribuidos por la ciudad. Mucho antes de la epidemia del zika, la ciudad ya estaba invirtiendo en una red de centros de salud organizada de manera interesante: los puntos de atención ambulatoria, llamados PASOS, están localizados, a lo mucho, a 800 metros de las casas de familias de los estratos más vulnerables de la sociedad; y el centro de atención médica 24 horas está localizado, a lo mucho, a dos kilómetros de estas casas. Esta red altamente distribuida convirtió a los “caminantes”, según Martínez, en “pilares de las intervenciones para cualquier transmisión vectorial”, actuando en

Una solución a largo plazo va a requerir de los países suramericanos una revisión de todo el modelo de desarrollo urbano, incluyendo las políticas de uso del suelo, el acceso continuo al agua potable y la recolección de basura. la promoción de la salud, prevención, diagnóstico y acompañamiento de casos sospechosos. Además de eso, permitió que Barranquilla pueda transformarse en un laboratorio para la investigación de la enfermedad. “Estamos haciendo un estudio de seguimiento de mil

embarazadas para establecer cuál es la incidencia de la transmisión vertical del zika, cuál es la incidencia de recién nacidos con defectos congénitos y cuál es la variación de esta incidencia según el mes de infección”, agregó Ospina Martínez. Sin embargo, es importante tener en mente que el escenario de todas las epidemias también lo es de innúmeras enfermedades descuidadas: la desigualdad. Una solución a largo plazo va a requerir de los países suramericanos una revisión de todo el modelo de desarrollo urbano, incluyendo las políticas de uso del suelo, el acceso continuo al agua potable y la recolección de basura, que es la macro estructura ideal para la diseminación de la enfermedad. “Es muy difícil mantener un alto grado de movilización por mucho tiempo, de modo que es fundamental actuar sobre el aspecto estructural del zika y de las enfermedades transmitidas por vectores en general”, nos hace recuerdo Temporão.

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entrevista

JESSÉ DE SOUZA. La desigualdad, antes de ser determinada por la diferencia de ingresos entre los más pobres y los más ricos, es una construcción social que marca cada ser humano desde su más tierna edad.   Este es el pensamiento de Jessé de Souza, investigador brasileño de la Universidad Federal Fluminense y ex presidente del Instituto de Pesquisa Económica Aplicada (IPEA).

i2030 ¿Qué es lo que existe de estructural en los niveles de desigualdad en América del Sur?   JESSÉ En pocas palabras, lo que produce la desigualdad es el abandono y el olvido de fracciones significativas de la sociedad, los excluidos de las llamadas clases populares. En América del Sur, estas clases populares están constituidas tanto por la clase laboral, en gran parte precaria, como también por los excluidos, que venden nada más que su energía muscular. Es importante pensar en esto porque, por lo general, uno piensa en la estructura de clase de acuerdo con una visión basada en los ingresos, lo que es muy superficial. Después de varias décadas de tendencia opuesta, la desigualdad disminuyó en América del Sur por dos motivos esenciales. El primero de ellos es la voluntad política, pues en este caso no basta la coyuntura económica, como ya se vio en otras épocas. Lo que hizo la diferencia, al menos en Brasil, en los últimos años fue una política de valorización del sueldo mínimo y de programas de transferencia de ingresos. En menor medida, puedo destacar en Brasil iniciativas de educación y de creación

de empleo, como el programa de viviendas ‘Minha Casa, Minha Vida’ (Mi Casa, Mi Vida). Esta tendencia también se observó en el resto del continente, haciendo que varias personas sean alzadas por el mercado competitivo formal y, por lo tanto, tienen acceso a derechos.   i2030 Entonces, ¿cómo se debe pensar en la estructura de clase si no se hace a través de los ingresos? JESSÉ La desigualdad se produce desde la cuna, un proceso que es invisible para la población en general y hace que la gente desarrolle aquel pensamiento equivocado de que los ingresos definen las clases. En verdad, las clases se constituyen en la familia a través de estímulos. Por ejemplo, en la clase media se estimula la disciplina, la concentración, el pensamiento abstracto, la imaginación y la fantasía del niño, que son herramientas esenciales para la formación del ciudadano. Por lo tanto, el hijo de la clase media con cinco años entra en la escuela como un campeón. En el caso de un hijo de las clases más pobres, esos estímulos son mucho más escasos. Con menos estímulos a la lectura y a la concentración él va a llegar a la escuela con una desventaja enorme, eso sin hablar de otros factores como la salud. Es de esta manera que se forma la clase y, por consiguiente, la desigualdad. Quien no percibe la desigualdad a partir de esta formación piensa que ocupa un lugar en la sociedad por mérito, lo que es una gran equivocación. La desigualdad viene de la cuna y es una injusticia flagrante, porque nadie escoge la cuna donde nace.

i2030 En un escenario de crisis económica, ¿cómo América del Sur puede avanzar para que siga disminuyendo la desigualdad? JESSÉ La disminución de la pobreza a través del crecimiento del capital económico, o sea, del consumo, fue una revolución importante en el continente, pero necesita que se profundice con incentivos a medios menos susceptibles a turbulencias, como el capital cultural, que también se encuentra fuertemente concentrado en casi 20% de la clase media. En países como Alemania y Francia, dos sociedades capitalistas, la reducción de las desigualdades del siglo 20 se dio en gran parte a través de la democratización del capital cultural. En estos países, entre el 70 y el 80% de la población tiene acceso al conocimiento de vanguardia que se traduce en prestigio e ingresos, o sea, una vida mejor. Es importante destacar el papel del Estado en este proceso que involucra, por un lado el mantenimiento de programas de transferencia de ingresos y valorización del sueldo, y por otro, escuelas mejores, políticas culturales y medios de comunicación más plurales.

i2030 ¿Cuáles son los perjuicios que la desigualdad causa en la sociedad y en la democracia? JESSÉ En sociedades conservadoras y profundamente desiguales como las nuestras, existe una élite interesada en la permanencia de la estructura social que financia las campañas de políticos de modo que defiendan sus intereses y que, a través de los conglomerados mediáticos, vende la idea para la clase media de que los ingresos son un juego de suma-cero, o sea, que dar oportunidad a los excluidos significa dejar de lado su propio bienestar. Esto hace que se estreche mucho el margen de maniobra de los gobiernos democráticamente electos para romper con el ciclo de reproducción de la desigualdad, porque existe una estructura construida hace siglos que está determinada a mantener la sociedad en esta disputa clasista y, en algunos casos, racista. Una sociedad armoniosa y solidaria es un factor esencial para cualquier democracia. 13

VISIÓN DEL ESPECIALISTA: JAVIER CHAMORRO

EL TEMA DE LOS INDICADORES: UN ENFOQUE EN DERECHOS No dejar nadie a fuera también es un desafío para las estadísticas. Lea la opinión del experto en Indicadores de la Oficina del Alto Comissariado de Derechos Humanos de la ONU en Paraguay. La nueva Agenda de los Objetivos de Desarrollo Sostenible marca un cambio y una superación en relación a los anteriores Objetivos de Desarrollo del Mileno (ODM). Los ODS se inspiran en los propósitos y principios de la Carta de las Naciones Unidas, la Declaración Universal de Derechos Humanos y otros instrumentos incluida la Declaración sobre el Derecho al Desarrollo, reflejados en los párrafos 10 y 19 de la Resolución con la que se adoptan los ODS (A70/1). Esto significa que se pone de relieve la responsabilidad de los Estados de proteger, respetar y promover los Derechos Humanos. En los anteriores ODM pareciera que el desarrollo transitaba un camino y los derechos humanos otro, sin embargo la nueva Agenda toma este aprendizaje para no volver a separarlos y construye “una agenda universal y transformadora para el desarrollo sostenible basada en derecho, donde las personas y el planeta ocupan un lugar

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central” (A/69/700). Los nuevos objetivos se han formulado con un enfoque integral que incluye igualmente objetivos vinculados a los derechos civiles y políticos como la participación y el acceso a la justicia, por ejemplo, los cuales permiten brindar una mirada integral para construir el mundo que queremos. Este cambio representa una oportunidad histórica en la cual todos los Estados promueven un “plan de acción en favor de las personas, el planeta y la prosperidad, con el propósito de fortalecer la paz universal dentro de un concepto más amplio de la libertad” (A70/1), tal como lo afirma el preámbulo de los ODS. Consecuentemente, esto representa un cambio profundo para las metas y en particular para los indicadores. Cambios que se deben reflejar en la construcción de indicadores con enfoque de derechos que permitan monitorear para que “nadie se quede atrás”. En principio debemos comprender que existen limitaciones que debemos superar de cara a los ODS. Desde la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos (OACNUDH) pensamos que las estadísticas oficiales se han enfocado tradicionalmente en los promedios nacionales, en distintos campos como la economía, la formulación de políticas públicas para la asistencia en salud, la educación o los servicios sociales. Sin embargo, estos promedios, debidos a su misma naturaleza, esconden desigualdades y, en consecuencia, resultan inadecuadas como única medida de progreso.

Para poder transversalizar el propósito de que “nadie se quede atrás” y conocer las medidas de progreso en torno a los ODS se exige un alto nivel de desagregación en los datos, lo que permitiría identificar las brechas existentes para tomar debidamente en cuenta a las personas en toda su diversidad y en particular aquellas personas o grupos de personas que viven en situación de vulnerabilidad y exclusión. Otros elementos a tener en cuenta guardan relación con aplicar un enfoque de derechos a los indicadores ODS. La OACNUDH desarrolló recientemente una nota de orientación para responsables de políticas públicas, especialistas en indicadores y profesionales del desarrollo con este fin. Las recomendaciones a tener en cuenta son: considerar el desglose de datos sobre personas y grupos de personas para medir potenciales desigualdades y las brechas en el cumplimiento de los ODS; tener en cuenta la participación de los grupos de interés en la recolección y definición de los indicadores; aplicar el principio de la autoidentificación en relación a la identidad de la persona y la pertenencia de pueblos indígenas, por ejemplo; respetar la privacidad en el manejo de los datos; promover la transparencia y el acceso a la información sobre los indicadores y finalmente la rendición de cuentas periódicas para valorar los avances y desafíos. Todos estos elementos son significativamente cruciales para la aplicación del enfoque de derecho en los indicadores de los ODS. Mientras haya desafíos importantes en materia de indicadores para los ODS, en particular los relacionados a la desagregación, al mismo tiempo se trata de un llamado a la creatividad y el desarrollo científico y tecnológico. En los países de nuestra región existen algunas experiencias alineadas a los retos que se proponen medir los ODS. En Paraguay, por ejemplo, con asistencia técnica de la oficina de la OACNUDH, se desarrollaron experiencias de aplicación de los indicadores de derechos humanos en diferentes ámbitos como el Derecho a la Salud con el Ministerio de Salud Pública y Bienestar Social, el Derecho a la Educación con el Ministerio de Educación, el Derecho a un Juicio Justo con la Corte Suprema de Justicia, y actualmente están en proceso otras experiencias vinculadas con la medición de los Derechos

Económicos, Sociales y Culturales en los programas de lucha contra la pobreza de la Secretaría de Acción Social y también sobre el Derecho a un Juicio Justo con el Ministerio Público. Dentro de América Latina, también se podría destacar las iniciativas de México que son similares a las de Paraguay con acompañamiento de la OACNUDH. Estas experiencias han trazado un primer paso y resta ahora sostener los compromisos asumidos para recoger y publicar los indicadores con las desagregaciones definidas y alineadas a los ODS. La contextualización de los indicadores ODS que se deberá realizar necesariamente para cada Estado, exigirá metodologías participativas, inter-sectoriales y transparentes, es decir, cumplir durante todo el proceso de definición, con el enfoque de derechos aplicadas a los indicadores. Javier Chamorro es especialista de indicadores de la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos en Paraguay.

CATEGORÍAS DE DESAGREGACIÓN PARA LOS ODS El informe del Grupo Interinstitucional y de Expertos sobre Indicadores de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU indicó las siguientes categorías de desagregación:

NIVEL DE INGRESOS GÉNERO EDAD RAZA ETNICIDAD STATUS MIGRATORIO DISCAPACIDAD LOCALIZACIÓN GEOGRÁFICA 15