Asociación de Investigación y Estudios Sociales - Año 29- n. oo 6 - 2014
DESAFÍOS DE LOS CENTROS DE PENSAMIENTO EN CENTROAMÉRICA Conferencia realizada con motivo del 35 Aniversario de ASIES, el 8 de octubre de 2014
Algunas reflexiones sobre Guatemala y sus Centros de Pensamiento Doctor Gert Rosenthal En torno a un proyecto de futuro: aportes de ASIES a la sociedad guatemalteca Doctor Josef Thesing
SERIE: Ciencias Sociales
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UN MOMENTO POR FAVOR En ocasión de los 35 años del surgimiento de la Asociación de Investigación y Estudios Sociales, se llevaron a cabo diversas actividades internas de reflexión, y de reconocimiento a colaboradores que a lo largo de la vida institucional de la Asociación, han sido verdaderos baluartes para los resultados obtenidos. Esto, tanto desde el ámbito profesional y académico como administrativo, financiero y logístico. Asimismo, el 8 de octubre se realizó un acto conmemorativo, que entre otros puntos incluyó la Conferencia denominada Los desafíos de los centros de pensamiento, en la que disertaron el Doctor Gert Rosenthal y el Doctor Josef Thesing, ambos asociados honorarios de Asies. La participación de Rosenthal, sobre el papel de los centros de pensamiento en Centroamérica, constituyó, como era de esperarse, una reflexión profunda, documentada en su experiencia y conocimiento claro y directo, sobre los desafíos de la investigación académica en la elaboración de propuestas de políticas públicas. El insta a los centros de pensamiento, a que dentro de la necesaria pluralidad de ideas y posicionamientos sobre el estado, el mercado, etc., reflexionen y sirvan de generadores de propuestas que se distancien del inmediatismo y aborden temas cruciales como las finanzas públicas, la migración, la sociedad multiétnica que conformamos, y otros; y así hagan posible acercar nuestro enorme potencial a nuestro relativamente pobre desempeño en muchos aspectos. Por su parte Thesing abordó que debieran ser a futuro, los aportes de Asies a la sociedad guatemalteca, pero no solamente con referencia al camino recorrido, sino particularmente a sugerencias de las reflexiones que institucionalmente ameritan ser consideradas. Esto para imaginar un Asies que con los mismos ideales y objetivos de sus fundadores, se renueve, se garantice el cambio generacional que le permita su continuidad, e incorpore el contexto internacional y regional a su visión de futuro. Esto para imaginar un Asies que con los mismos ideales y objetivos de sus fundadores, se renueve, y así garantice el cambio generacional que permita su continuidad, e incorpore el contexto internacional y regional a su visión de futuro. Hace particular referencia a la Economía Social de Mercado, el fortalecimiento del sistema de partidos políticos y del sistema democrático en general. Su experiencia personal de conocimiento de la realidad guatemalteca, la cual data de muchos años, hace que sus reflexiones se conviertan en un reto para lograr la sociedad democrática y justa a la que aspiramos para Guatemala. Con la publicación de estos documentos, esperamos que los estudiosos de la realidad guatemalteca encuentren una motivación profunda para proponer ideas sobre los ingentes problemas de nuestro país.
MOMENTO Año 29 no. 6 - 2014 DIRECCIÓN Irma Raquel Zelaya Arnoldo Kuestermann Carlos Escobar Armas Autores Gerth Rosenthal Joseph Thesing SUSCRIPCIONES Y CORRESPONDENCIA 10a. calle 7-48, zona 9 Apartado Postal 1005 A Guatemala, Centroamérica PBX: 2201-6300 Fax: 2360-2259 e-mail:
[email protected] http://www.asies.org.gt Momento es una publicación periódica de la Asociación de Investigación y Estudios Sociales (ASIES). Las opiniones vertidas en sus páginas son propias de los autores y no expresan necesariamente las de la Asociación. Se autoriza la reproducción total o parcial del contenido, siempre que se cite la fuente. SE SOLICITA CANJE. La Asociación de Investigación y Estudios Sociales (ASIES) de Guatemala, surgida en 1979 y fundada en 1982, es una entidad de carácter privado, de servicio, cultural y no lucrativa. Está formada por personas interesadas en la reflexión, análisis e investigación científica de la realidad nacional, con el objeto de estimular el interés general para la búsqueda y realización de soluciones concretas a la problemática atinente al país, inspiradas en el principio de la participación ciudadana. Esta publicación es posible gracias al apoyo de la Fundación Konrad Adenauer de la República Federal de Alemania.
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ALGUNAS REFLEXIONES SOBRE GUATEMALA Y SUS CENTROS DE PENSAMIENTO
Doctor Gert Rosenthal
Discurso pronunciado durante la Conferencia Desafíos de los Centros de Pensamiento en Centroamérica, con motivo del 35 Aniversario de ASIES, el 8 de octubre de 2014
• Muchos me han preguntado, después de una prolongada ausencia del país, cómo lo encuentro al momento de mi retorno. Y la respuesta a esa interrogante constituye el punto de partida de mi reflexión de hoy. Porque antes de hablar de centros de pensamiento, la inquietud central, que me viene obsesionando desde hace algún tiempo, es el relativamente pobre desempeño de Guatemala en los últimos tiempos en materia económica, social, e incluso de institucionalidad democrática. En efecto, si contrastamos nuestro país con la mayoría de las naciones de América del Sur, el Caribe, Costa Rica o Panamá, se advierten importantes rezagos en tasas de expansión económica, indicadores de bienestar social y sistemas de gobernabilidad. Aunque definitivamente no comparto el análisis fatalista de algunos de mis colegas, de que todo anda mal en Guatemala y que no se ha logrado avance alguno en las últimas décadas, no cabe duda que las altas expectativas generadas por la firma de los Acuerdos de Paz en 1996 no se han materializado, ni que nuestro desempeño responde al elevado potencial que encierra Guatemala. Reconozco que hemos avanzado en construir una sociedad más organizada, más deliberante y acaso más tolerante, pero someto a consideración de ustedes los siguientes datos, a título de ejemplo del desempeño insatisfactorio antes aludido: • Primero, la tasa promedio de crecimiento anual del ingreso nacional bruto (INB) desde 2008 apenas rebasa la expansión demográfica; aun en la década pretérita a 2008, solo alcanzó un 3.7% anual en promedio, muy
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insuficiente para generar los puestos de trabajo que podrían absorber el aumento anual en la población económicamente activa. • Segundo, Guatemala revela las tasas de fecundidad más elevadas en toda América Latina, lo cual denota un importante rezago en la transición demográfica que se viene produciendo en otros países, con todo lo que supone una rápida expansión de la población del país, y un continuo crecimiento de la proporción de jóvenes relativa al total. Sin entrar al debate sobre si hay un “bono demográfico” derivado del cambio en la estructura etaria de la población, sí llama la atención que la transición demográfica en Guatemala procede a un ritmo menor a aquel observado en la mayoría de los países de nuestra región, y que, al menos en los próximos años, su impacto neto sobre la capacidad de crecer será negativo, debido al aumento en el número de dependientes de cada miembro de la fuerza de trabajo. • Tercero, los pavorosos indicadores de pobreza, malnutrición crónica y severa así como falta de acceso a servicios sociales y al sistema de justicia nos colocan a la zaga de toda América Latina, mientras que los avances logrados en abatir estos indicadores han sido mucho más lentos que el promedio registrado para la región latinoamericana. • Cuarto, cabe sospechar (aunque no tenemos indicadores sólidos para comprobarlo) que la distancia que separa el ingreso promedio del 10% más rico de la población del 40% más pobre tiende a ampliarse en el tiempo; o sea, pareciera que la de por sí muy desigual distribución del ingreso en Guatemala tiende a empeorar. • Quinto, contamos con una institucionalidad formal para organizar elecciones eficientes, transparentes y creíbles, pero sin partidos políticos bien estructurados que cumplan su papel de mediar entre distintos sectores de la sociedad civil y el Gobierno. • Sexto, el grado de aprobación del Organismo Legislativo ante la opinión pública está por los suelos, y el del Organismo Judicial todavía no infunde
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el respeto o la credibilidad deseables –para decirlo amablemente–. El proceso de selección de magistrados de las últimas semanas no ha sido precisamente edificante. • Por último, nuestro sistema educativo está muy rezagado, a pesar de los valientes esfuerzos de la actual Ministra de Educación de adecuarlo progresivamente a las necesidades del país. Con ese rezago, privamos a millones de guatemaltecos del potencial de acceder a una vida mejor que la de sus padres.
Y uno se pregunta, ¿por qué? ¿Por qué Guatemala, con todo su talento, sus recursos y potencialidades, así como su impresionante acervo cultural, no logra un mejor desempeño?; ¿o al menos un desempeño que se acerque o rebase el promedio del resto de países de América Latina? ¿Cuál es la causa de esa importante brecha entre potencial y desempeño real? Por supuesto, hay muchos factores, incluyendo aquellos de carácter estructural que responden a esta interrogante, pero yo quisiera referirme a uno en particular – que por cierto ha sido uno de los pivotes del programa de trabajo de ASIES desde su fundación – , como es la debilidad del Estado, y, en especial, de su sector público e instituciones públicas. De allí se derivan tres consideraciones, todas relevantes para poder hablar posteriormente del papel que corresponde a los centros de pensamiento. La primera consideración es de carácter casi ideológico. Desde que tengo uso de razón, hemos estado involucrados en un debate bastante estéril sobre el rol del Estado en nuestra sociedad. Para algunos, el Estado debe asumir un papel “rector” o líder, mientras que para otros este debe limitarse estrictamente a mantener el orden y establecer el marco jurídico e institucional que permita que la actividad privada florezca y lleve a cabo su función creativa y emprendedora. Esta discusión un tanto maniquea pierde de vista que en toda sociedad moderna tanto el Estado como el mercado tienen vitales papeles complementarios qué jugar, aunque con diferencias importantes según el país y las políticas pecualiares que se trate del gobierno en el poder.
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Pero en Guatemala se palpa una especie de polarización de posiciones en torno al eje Estado-mercado. Algunos culpan a la actividad privada y al mercado como fuentes de distorsión, que privilegian a determinados sectores en relación a otros y anteponen la satisfacción de objetivos gremiales de corto plazo por sobre los objetivos nacionales de mediano y largo plazo. Otros culpan al Estado de ineptitud, falta de mística, falta de visión, y, sobre todo falta de transparencia. Proyectan al gobierno como el freno definitivo del progreso. Estas imágenes estereotipadas de uno y otro lado, ninguna ajustada a la compleja realidad, sin embargo han adquirido cierta vida propia en el imaginario colectivo. Tal vez ello explique por qué, pensando sobre el Estado, muchos de nuestros jóvenes profesionales optan por seguir carreras a través de maestrías en administración de empresas, privando así al Estado del talento que merece. Desde luego, ese debate no ocurre solo en Guatemala, sino que es de carácter universal. Pero llama la atención cuán enraizada es la visión anti-Estado en ciertos sectores de nuestra sociedad, y en especial entre aquellos con mayor capacidad de influir sobre el proceso de toma de decisiones. Incluso hay un factor perverso que conduce a una especie de profecía autocumplida: las debilidades inherentes al Estado que no le permiten un desempeño más eficiente y transparente sirven como pretexto para no corregir sus fallas, porque ¿para qué vamos a pagar más impuestos si estos solo van a nutrir mayor corrupción? Ahora bien, yo valoro enormemente a la empresa privada y las señales del mercado como mecanismos eficientes de asignación de recursos, pero al mismo tiempo sostengo que a la par de una empresa privada floreciente necesitamos un Estado capaz y eficiente, con acceso a una masa mínima de recursos presupuestarios para atender las crecientes demandas sociales de nuestra población, sobre todo en las áreas de educación, salud, infraestructura, defensa ambiental y seguridad ciudadana. En ese sentido, a mi juicio, la debilidad del Estado de Guatemala explica en parte el rezago en que el país se desenvuelve. Pero aún más, pienso que la ausencia de una aceptación generalizada en nuestra sociedad sobre cómo pueden interactuar creativamente el Estado y el mercado, constituye un verdadero lastre para nosotros. En síntesis, lo que corresponde es un Estado eficiente y un mercado eficiente, apoyándose mutuamente para impulsar nuestro desarrollo.
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La segunda consideración que se deriva de nuestro pobre desempeño es la falta de previsión, o, si se quiere, el “inmediatismo” en que vivimos. A pesar de que hace pocas semanas la Secretaría de Planificación y Programación de la Presidencia (SEGEPLAN) entregó un Plan Nacional de Desarrollo para los próximos veinte años – llamado “K’atun: nuestra Guatemala 2032” – pareciera que pocos actores de la sociedad piensan seriamente en el futuro. Se nota en el desarrollo urbano caótico, en la voraz destrucción y degradación de nuestros recursos naturales, en la poca atención que se presta a las implicaciones a futuro de las variables demográficas actuales, a la tendencia de usufructuar hoy en vez de conservar o construir para mañana, en el mayor énfasis que los empresarios dedican a lo que los economistas llamamos actividades rentistas, que en actividades productivas, y en tantos indicadores más. Para algunos ejemplos de esa improvisación, solo hay que volar sobre el Valle de la Ermita para darse cuenta que nos estamos literalmente asfixiando con la expansión de asentamientos humanos, con cada vez menos áreas verdes y espacios de recreación. Transitar por nuestras carreteras es un calvario y un riesgo para la salud, cuando nos toca inhalar las emisiones del diesel utilizado por camiones y buses que forman parte del creciente parque vehicular. Incluso me pregunto si se esté dando la atención debida a cómo Guatemala se surtirá de agua en las próximas décadas, ante la cada vez mayor demanda del precioso líquido y la falta de legislación adecuada sobre su distribución. Asimismo, claramente no estamos preparados para enfrentar los desafíos del cambio climático, que provoca grandes desastres naturales en Guatemala con creciente frecuencia. En resumen, tengo la impresión que ni el Estado ni el mercado se preocupan lo suficiente por el futuro, lo cual sugiere que no solo nuestro desempeño es sub-óptimo, sino que los insuficientes avances logrados podrían comprometer el bienestar de nuestras generaciones futuras. Todos estos síntomas, que afectan nuestra vida cotidiana, reflejan un riesgo mayor: la falta de previsión, o, si se quiere, la entrega total a la improvisación, en el marco de una ausencia de un proyecto coherente de Nación. Ello, a su vez, constituye una explicación parcial de la brecha entre potencial de país y desempeño real.
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La tercera y última consideración se deriva de la fragilidad de nuestro sistema de gobernabilidad democrática. La mayoría de nuestros partidos políticos carece de planteamientos ideológicos o de constancia en el tiempo; responden más a un liderazgo unipersonal que a un sentido de pertenencia de la membrecía, rara vez cumplen con su papel de mediar entre su electorado real o potencial y la formulación de políticas públicas. Peor aún, el dinero parece tener más peso que las ideas en la movilización de simpatizantes. A ello se suma la debilidad de las instituciones que apoyan el estado de derecho en cualquier sociedad, incluyendo el sistema judicial, las fuerzas del orden, el sistema carcelario –como se reveló de manera espectacular hace pocas semanas–, así como el ordenamiento jurídico vigente. La población intuye esa debilidad: según el último informe de Latinobarómetro, solo el 29% de los guatemaltecos encuestados indicó estar satisfecho con la democracia (en contraste con el 82% de los uruguayos, y el 39% en promedio de todos los latinoamericanos). En síntesis, si bien hemos evolucionado en la dirección correcta al pasar de gobiernos militares autoritarios hacia gobiernos civiles democráticamente electos, la democracia representativa aún no se ha enraizado con profundidad, y las instituciones democráticas siguen revelando una preocupante fragilidad.
Ahora bien, ¿qué tiene que ver todo esto con los centros de pensamiento? A mi juicio, tanto los vacíos institucionales a que me he referido como los enormes desafíos que enfrenta la sociedad guatemalteca para cerrar la brecha entre potencial y desempeño actual, abren espacios muy significativos para la reflexión, el análisis y la promoción de acciones y políticas, dirigidas tanto al sector público como al sector privado, así como, en términos más generales, a toda la sociedad civil. Es más, parte de esa brecha consiste precisamente en insuficiente reflexión y análisis, lo cual conduce, como dije antes, a la improvisación. Por otra parte, tomando en cuenta que en las ciencias sociales no hay verdades absolutas, es muy saludable que coexistan centros de pensamiento con distintas visiones e intereses, ya que el país en su conjunto se beneficiaría de una variedad de puntos de vista sobre la naturaleza y características de los desafíos que se enfrentan,
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y las alternativas de política pública sobre cómo abordarlos. En su conjunto, no hay duda que esos centros pueden hacer un aporte significativo a mejorar la calidad del debate nacional y, en consecuencia, de la formulación de políticas públicas. Por supuesto que en Guatemala, como en todas partes, la investigación independiente, la formulación de propuestas y la promoción de iniciativas tienen valor intrínseco. Ello es cierto tanto en las ciencias sociales como en cualquier disciplina, de llevarse a cabo en centros universitarios, privados, o no gubernamentales; y al margen de si reciben financiamiento público, privado o mixto. Ante todo, hay que percibir a los centros de pensamiento o de investigación como incubadoras de ideas, en un mundo en que el valor de las ideas muchas veces tiende a subvaluarse. Yo pienso que las ideas sí importan – e importan mucho –, sobre todo en nuestro medio, y mejor aún si esas ideas forman la base para acciones generales o específicas posteriores. Vale la pena recalcar que en Guatemala se dan circunstancias peculiares que justifican todavía más la labor de nuestros centros de pensamiento. El clima de polarización acerca de cómo lograr una interacción creativa entre Estado y mercado abre espacios para centros independientes e imparciales – ASIES es un buen ejemplo de lo que tengo en mente – que tienen la capacidad de convocar el respeto del gobierno, de los gremios empresariales, las universidades y la sociedad civil. Los gobiernos de turno no por fuerza siguen los consejos de una ASIES o un CIEN, pero al menos reciben con respeto, atención e interés las investigaciones y propuestas formuladas, que a la postre pueden nutrir la instrumentación de políticas públicas. Dicho de otra manera, muchos de los centros de pensamiento ocupan un territorio “neutral” entre Estado y mercado, extrayéndose de alguna manera de formar parte de uno de los puntos extremos de aquella polarización. Con todo, en el clima ideologizado antes caracterizado, no habrá falta de observadores que calificarán de “dirigista” o “neoliberal” el producto de algunos de nuestros centros, pero eso es una perspectiva del pasado, a mi juicio. Así también, la labor colectiva de los centros de pensamiento del país, casi por definición, puede percibirse como un antídoto parcial contra el “inmediatismo” o la tendencia a la improvisación que suele caracterizar la acción pública –y, muchas veces, la acción privada también–. No es que esos centros estén inhibidos de abordar temas
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muy puntuales o proponer políticas de corto plazo, pero tomado en su conjunto, su trabajo suele inscribirse en el contexto de un enfoque coherente e integral tendente a lograr un país mejor. Si concentrarse en la investigación pura – los diagnósticos sobre la realidad multifacética que vivimos – o en la parte propositiva me parece un tema secundario, ya que hay amplio espacio para ambos tipos de labor. Por cierto, en lo personal he tenido el privilegio a lo largo de mi carrera de moverme periódicamente entre la investigación esclarecedora y la acción pública basada en esa investigación. Si bien se trata de dos perfiles diferenciados, se traslapan, se complementan, y se apoyan de manera recíproca. Por eso, no creo que los “pensadores” y los “hombres y mujeres de acción” se muevan en ámbitos separados, o que los académicos trabajen en un contexto un tanto abstracto, alejados de la cruda realidad que viven los protagonistas. Hay amplios espacios para ambos tipos de actividad, y los centros de pensamiento ofrecen un excelente punto de encuentro para ese propósito. Pero acaso la principal justificación de los centros de pensamiento es que enfrentamos serios rezagos de conocimiento en casi todos los órdenes, y esas entidades pueden ayudar a aclarar la magnitud y las características de dichos rezagos, y a la vez ayudar a esclarecer el camino para salirles al paso. Tenemos una agenda tan nutrida de temas relevantes, que, a pesar de lo mucho que se ha realizado, es difícil saber dónde incursionar. Cito tan solo algunos ejemplos: • Las muchas variantes derivadas de las migraciones internacionales de guatemaltecos están de nuevo en primera plana. • El tema de la creciente inequidad, en sociedades industrializadas y en desarrollo, está de moda, especialmente desde la publicación del estudio del Profesor Thomas Piketty sobre el Capital en el Siglo XXI, siendo una materia de excepcional relevancia para Guatemala. •
Todo lo que tenga que ver con finanzas públicas, y en especial la recaudación tributaria, es de alta prioridad.
• Nuestra condición de sociedad multiétnica, pluricultural y multilingüe con todas sus ramificaciones económicas, sociales, culturales y políticas también da para mucho.
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El estado de derecho, y cómo fortalecerlo es otro tema prioritario que merece mayor debate.
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Otra materia indispensable: cómo prepararnos para enfrentar el cambio climático.
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Finalmente, una agenda para mejorar la coherencia y calidad de la gestión macroeconómica.
Para terminar, los centros de pensamiento o de investigación también tendrán que enfrentar algunos desafíos más, vinculados con su propia existencia y expansión, que en nuestro medio gira muchísimo en torno al acceso a recursos no condicionados, para llevar a cabo su labor de manera independiente, objetiva y transparente. Esos adjetivos se dicen de manera fácil, pero encierran temas de cierta trascendencia, en Guatemala y en todas partes. Así, por ejemplo, sería contraproducente para esos centros que se perciban como extensiones de las políticas de gobiernos extranjeros o de Organismos No Gubernamentales con agendas propias. Ello no significa que los centros se resistan a anunciar su identidad institucional propia, lo cual es enteramente compatible con el tipo de transparencia que tengo en mente. Pero trabajar con agendas ocultas podría comprometer la mera sobrevivencia de esos centros. En fin, toda mi intervención puede clasificarse como una fuerte apología de los centros de pensamiento, como piezas cruciales en sociedades democráticas. Ello no es accidente, dada la alta estima y respeto que guardo por ASIES en este su trigésimo quinto aniversario. Al mismo tiempo, tenemos derecho a exigirle a esos centros ciertos patrones de conducta y responsabilidad. Entiendo que en un mundo marcado por la austeridad, no es fácil dedicarse a instancias que se dedican a una labor intelectual, pero no tengo duda sobre la elevada prioridad que esa labor merece, para el bien a largo plazo de nuestra querida Guatemala. Muchas gracias
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EN TORNO A UN PROYECTO FUTURO: APORTES DE ASIES A LA SOCIEDAD GUATEMALTECA Doctor Josef Thesing Discurso pronunciado durante la Conferencia Desafíos de los Centros de Pensamiento en Centroamérica, con motivo del 35 Aniversario de ASIES, el 8 de octubre de 2014
1. Propongo llevar a cabo un proyecto extenso. ASIES debería plantear un programa modelo para la implementación de políticas futuras en el país. En torno a ello, quisiera exponer algunas reflexiones, pero debo advertir que por lo limitado del tiempo me centraré en tres conceptos clave: democracia, economía social de mercado y Estado de derecho. Son tres aspectos relacionados que forman una unidad. Esto se corrobora con una simple constatación. La democracia como régimen estatal y forma de vida solo funciona si es acompañada por un orden económico y social justo, y un Estado de derecho independiente y funcional. Por tanto, estos tres conceptos forman una tríada, unidos por una interdependencia indisoluble. 2. La democracia, además de ser un régimen estatal, es sobre todo una forma de vida. Solo funciona si cuenta con demócratas. Sin embargo, no se nace demócrata. La democracia se debe aprender. Y este aprendizaje es un proceso permanente. La existencia de la democracia requiere de un fuerte consenso democrático, es decir, de la aprobación y aceptación voluntaria de la mayoría de los ciudadanos. La democracia debe garantizar la dignidad de los seres humanos y la inviolabilidad de su persona, el libre desarrollo de la personalidad y de la igualdad ante la ley. La democracia debe permitir que las personas vivan su vida de forma libre, autodeterminada y bajo su propia responsabilidad. De la dignidad, unidad e igualdad de las personas se deriva ante todo el principio del bien común. Como bien común se define «el conjunto de condiciones de la vida social que hacen posible a las asociaciones y a cada uno de sus miembros el logro más pleno y más fácil de la propia perfección».1 1
Gaudium et spes, MS 58 (1966, 1046).
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3. Lamentablemente, todavía no existe una democracia real en Guatemala, sino más bien una democracia formal, electoral, controlada y defectuosa. Se requiere en amplio sentido de una estable cultura democrática. En años pasados, el proyecto democrático apenas ha hecho avances. No se percibe entusiasmo en la política, los gobiernos se limitan a administrar lo existente, no persiguen políticas activas ni reformas. Al parecer, no existe voluntad política para liberar al proyecto democrático de las coacciones que ejercen ideas anticuadas y caducas, cuya existencia se prolonga artificialmente, y de los vigorosos intereses egoístas de grupos tradicionales con peso económico. Hace falta desarrollar nuevos conceptos y perspectivas visionarias para una democracia intercultural. A esto se suman obstinadas fuerzas conservadoras que se posicionan como adversarios de la democracia. Sobre todo entre los políticos hay quienes viven de la política y no para ella. 4. He nombrado solo algunos aspectos que caracterizan a la democracia formal en Guatemala. En este ámbito existe un amplio campo de actividad para ASIES. Si bien es cierto que presenta una tarea exigente y muy ambiciosa proyectar el desarrollo de un proyecto democrático auténtico –en cooperación con otras organizaciones e instituciones–, es algo que se debe abordar con suma urgencia. El actual sistema presidencial es un modelo agotado que representa un obstáculo para la democratización y modernización verdadera del país. Se necesitan reformas fundamentales. Asimismo, surge la necesidad de sondear empíricamente el ánimo del pueblo. El pueblo debe ser partícipe de las reformas desde sus inicios. La democracia ha de satisfacer las necesidades, intereses y deseos populares. ¿Qué sistema será el indicado? Más parlamentarismo; un mínimo de presidencialismo; partidos sólidos y eficaces que representen los intereses del pueblo; más y constante participación ciudadana; una mayor descentralización; una lucha eficaz contra la violencia, la inestabilidad social y la corrupción; más compromiso en pos de la justicia social. El Estado y la sociedad deben ofrecer programas permanentes y extensos para la formación política. El aprendizaje de la democracia es un proceso continuo.
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5. La democracia solo funciona si es acompañada y sostenida por un orden económico y social justo. A este lo llamamos economía social de mercado. La razón para ello es simple. Si la mayoría de un país vive en pobreza, si una minoría se reparte la riqueza, entonces no es posible que se logre un consenso democrático. El pobre que va a votar sigue siendo pobre después de las elecciones. Para él, la democracia no tiene valor. La democracia y la economía social de mercado van de la mano. La economía social de mercado es «un planteamiento de ordenamiento económico, que tiene como objetivo el combinar, sobre la base de una economía competitiva, la libre iniciativa con el avance social, como resultado del rendimiento del mercado. Sobre la base de un ordenamiento global de economía de mercado puede constituirse un sistema de protección social completo y polifacético.»2 Así se acuñó el concepto «economía social de mercado». Históricamente, la libre economía de mercado ha demostrado que no es capaz de atender a lo social, es decir, brindar su aporte obligatorio para el bien común. La economía social de mercado vincula la economía de mercado con el factor social. Su objetivo general es crear prosperidad para todos. No es de extrañar que constituya el orden económico más exitoso de las décadas pasadas. Su foco está en la persona humana, a quien entiende como centro y actor de la realidad social. De esto se deriva una consecuencia para el orden económico que Konrad Adenauer formuló de la siguiente manera: «La economía debe servir a los hombres y no el hombre a la economía.»3
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Respecto al diseño social han sido importantes las encíclicas sociales de los Papas. El Papa Francisco aclara en la actualidad que un orden económico debe considerar sobre todo los intereses y necesidades de los pobres. Esto constituye una exigencia sustancial para los próximos años. La doctrina social cristiana puede brindar ayuda valiosa en este aspecto. Nos ofrece dos principios esenciales: la subsidiariedad y la solidaridad. La subsidiariedad significa que el individuo, que es igualmente responsable del bien común como todos los otros individuos, debe participar en su desarrollo e implementación y, con Alfred Müller-Armack: Genea/ogie der Sozialen Marktwirtschaft, ausgewahtte Werke, Bern-Stuttgart (1981). Konrad Adenauer en Anneliese Poppinga (ed.): Konrad Adenauer- Seid wachsam fürdie kommenden Jahre, Konrad-AdenauerStiftung, Bergisch-Giadbach (199), p.235.
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su iniciativa y su esfuerzo propio, brindar los aportes que estén dentro de sus posibilidades. Si no está en condiciones de hacerlo, tendrá derecho a la solidaridad. El Papa Juan Pablo II define en su encíclica Sollicitudo Reí Socialis a la solidaridad como «determinación firme y perseverante de empeñarse por el bien común; es decir, por el bien de todos y cada uno, para que todos seamos verdaderamente responsables de todos».4 La solidaridad es el principio social constituyente y la base de la justicia social. El Papa Juan Pablo II habla de la virtud cristiana de la solidaridad. 6. La economía social de mercado solo funciona si la mayoría apoya y practica este orden económico. Esto pone en la mira el comportamiento de los ciudadanos en la economía. El concepto de un orden liberal necesita de la persona humana que, desde una motivación intrínseca, tiene la voluntad de practicar una libertad responsable. Condición previa de la libertad es el contraer vínculos, la disposición de asumir responsabilidad para con otros. En este contexto también cobra relevancia el ámbito de la ética económica, que considera reflexiones sobre las reglas, sobre el hecho de si el actuar y el comportamiento económico corresponden a cierta determinación definida por la moral, la de la implementación del bien común. Actitudes morales como la confianza, la confiabilidad, la fidelidad y la fe también surten efectos netamente económicos. Si existe un consenso valórico sobre los procesos económicos, entonces se construye una base fiable para la confianza entre los actores. Un tema importante en este contexto es la ética empresarial. 7. Además de la economía social de mercado, la democracia necesita de un Estado de derecho funcional. El derecho debe proteger al ciudadano. El derecho es orden. En caso de conflictos, el derecho debe proteger al ciudadano, del Estado. Esta es la misión del derecho, de la justicia y de los jueces, quienes deben cumplirla de forma independiente. Un Estado de derecho funcional, un sistema judicial libre de influencias políticas y de corrupción son componentes fundamentales de un sistema democrático. El ciudadano privado de sus derechos y expuesto a la arbitrariedad no desarrollará ninguna 4
Papa Juan Pablo II: Encíclica Sollicitudo reí socialis (1987), n.o 38.
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confianza hacia la democracia. Para él, la democracia no tiene valor alguno, sobre todo si debe experimentar una y otra vez que quienes son pobres, que no tienen educación ni seguridad social y viven marginados de la sociedad, son encarcelados sin cargos ni defensa, que son privados de sus derechos humanos, que no son parte del Estado de derecho. 8. ¿Cuáles son las conclusiones luego de mis breves comentarios para la implementación de este extenso proyecto? Yo sugiero que ASIES– enfocándose en los tres conceptos clave de la democracia, de la economía social de mercado y del Estado de derecho– se plantee la misión de desarrollar un amplio proyecto para una democratización y modernización verdadera del país. Con el tiempo debería culminar en un proyecto en conjunto con universidades y otras instituciones nacionales. En el desarrollo de un concepto de la economía social de mercado que sea aplicable en Guatemala, se debería aprovechar la riqueza que se halla en los textos de algunas encíclicas papales. El proyecto se debería implementar como programa interdisciplinario. En este marco es sobre todo importante no detenerse en el análisis y en el desarrollo de una teoría ideal. Hay que dar un paso más allá Al mismo tiempo, se deben conceptualizar y entregar rutas, instrumentos y técnicas para la implementación paulatina así como para la aplicación práctica.
Sé perfectamente que esta propuesta requiere de una potente visión, de fantasía en el pensamiento y de una gran fuerza de voluntad. Solo al disponer de ellas es posible lograr un proyecto semejante. En lo personal, tengo la fe de que ASIES podrá realizar tal proyecto de forma exitosa.
PORTE PAGADO