“Mis mejores ideas provienen de la televisión basura”

25 ago. 2007 - glés, Alan Johnston, estaba prisionero en la Franja de. Gaza y mi historia era sobre decapitaciones: no se sabía si esa iba a ser su suerte o no.
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HANIF KUREISHI | ENTREVISTA

“Mis mejores ideas provienen de la televisión basura” El novelista británico habla del papel central que cumplen los autores de ficción en la defensa de las libertades individuales, y afirma que el programa Gran Hermano es “la herramienta más maravillosa” que se haya creado para un escritor POR JUANA LIBEDINSKY Para La Nacion – Londres, 2007

H

anif Kureishi parece haberse aburguesado. El chico malo de las letras, que rompió los tabúes escribiendo sobre homosexualidad y problemas raciales en los bajos fondos británicos en los años 80, trabaja sobre una ópera de Mozart y está “horrorizado” de que sus hijos adolescentes quieran ser rockeros. Con su pelo cano ahora bien corto y peinado a la gomina, entra en la oficina de su agente como un ejecutivo. Pregunta a las secretarias sobre sus compromisos del día, traducciones pendientes y el pago de derechos, firma papeles y aclara que tenemos cuarenta minutos para la charla, si queremos fotos, el tiempo que requieran deberá ser descontado del asignado. Pero el autor de libros y películas como Intimidad, El buda de los suburbios, Mi oído en su corazón, La palabra y la bomba, Ropa limpia, negocios sucios y la reciente Venus no perdió las mañas. Este año se levantó en armas contra la radio de la BBC, cuando esta se negó a poner al aire un cuento corto suyo, “Bodas y decapitaciones”, abundante en detalladas descripciones de la sangre que chorreaba de cabezas cortadas por los jihadistas… “Era un cuento visceral –concede–. Pero era para involucrar a la gente en lo que está pasando.” Hanif Kureishi nació en Londres en 1954, de madre inglesa y padre nacido en la India pero que se consideraba paquistaní. “Cuando yo era chico, el racismo era algo cotidiano”, recuerda. “Caminabas por la calle y la gente te decía cosas. En la escuela te pegaban, todos eran racistas de una manera en que jamás lo serían hoy, pero nunca tuve la idea de que se podía escribir sobre el racismo. Yo estaba en el colegio y me pateaban, y de pronto me di cuenta de que no era solamente mi problema personal, que había palabras para describirlo.” –Sin embargo, las palabras suelen meterlo en problemas, como le pasó este año con la BBC. –Mi cuento fue censurado porque un periodista inglés, Alan Johnston, estaba prisionero en la Franja de Gaza y mi historia era sobre decapitaciones: no se sabía si esa iba a ser su suerte o no. Mi historia fue calificada de tema sensible y no quisieron leerla en la radio, como correspondía por haber sido finalista en un premio literario. Al final no solo la transmitieron, sino que está siendo transformada en un cortometraje por el canal de TV Channel Four. Esto prueba que fue estúpido no haberla difundido en un primer momento, porque los 4 I adn I Sábado 25 de agosto de 2007

periodistas y los escritores nos apoyamos los unos a los otros al hablar y escribir con libertad. –¿Cómo se le ocurrió ese cuento? –Imaginé qué pasaría si uno fuera un camarógrafo y tuviera que filmar estas atrocidades, y entonces la tarjeta profesional, junto con el nombre de uno, dijera que la especialidad son las bodas y las decapitaciones. Quise escribir la historia de un joven común que sueña con filmar, pero que por un accidente del azar termina viviendo en Bagdad y no en un barrio de Londres. No creo que sea una historia irrespetuosa hacia los familiares de las víctimas. Es una comedia basada en el humor negro, que puede ser útil para mirar estos temas. Siempre hay que encontrar alguna manera de mirar las cosas más horribles del mundo en que vivimos. La historia es, también, una metáfora sobre la manera como la gente es arrastrada hacia una guerra. El protagonista, un personaje totalmente marginal al asunto, tiene que presenciar decapitaciones todos los días. El mundo es un lugar horrible y la guerra de Irak lo ha hecho peor. Pero nuestro gobierno participó en eso, así que deberíamos poder contar historias al respecto, no para escandalizar a la gente, sino para hacerla reflexionar. –¿Le sigue resultando atractivo escribir sobre temas como el fundamentalismo y las dificultades de integración de los inmigrantes del sudeste asiático en Europa, cuando tantos escritores lo hacen? –El mayor tema de nuestro tiempo sigue siendo el de la integración, aunque en Europa, cuando se habla de eso, en realidad se está hablando de las tensiones entre el islam y el liberalismo que Rushdie y yo introdujimos en el debate público, durante la década del 80, con nuestras novelas Los niños de medianoche y Ropa limpia, negocios sucios. Por supuesto que desde entonces ha aparecido una nueva generación de autores que abordan estos temas. Pero quien piensa en Europa hoy piensa en la inmigración del Tercer Mundo; es lógico que la literatura lo refleje. Acabo de terminar Something to tell you, una novela que será publicada en 2008. La obra empieza en los años 70 y termina en 2005, con las bombas en los subtes de Londres. Trata sobre un joven del sudeste asiático y su novia, y sobre un asesinato que ocurre en el pasado y los asedia en el presente. Los años 70 me gustan porque entonces yo era joven y todo me causaba una impresión profunda. He estado trabajando en esa historia durante siete u ocho años, y hoy es tan buen momento para publicarla como cuando empecé a escribirla. –¿Por qué? –Porque los jóvenes musulmanes sienten que solo hay

dos alternativas: abrazar la cultura occidental o aislarse en el islam más reaccionario, sin ver tonos de grises. –En ese tema, ¿se ha avanzado o se ha retrocedido desde que usted empezó a escribir? –Hemos avanzado en algunos aspectos y retrocedido en otros. Gran Bretaña es mucho menos racista que cuando empecé a escribir, pero las comunidades islámicas que viven aquí cada vez se aíslan más. Mi padre nos crió en los años 60 para que fuéramos ante todo parte de Gran Bretaña. Hoy la identidad racial y religiosa es a menudo más importante que la identidad nacional, y si eso significa que una comunidad se cierra, es una vergüenza. –¿Qué se puede hacer al respecto? –No lo sé, porque cada uno es libre de vivir como se le dé la gana. La reina vive en un gueto, no se mezcla con el inglés común. No veo que esté mejor integrada que los musulmanes que viven en comunidades cerradas. Mis amigos son muy parecidos a mí, me muevo en ese círculo de personas. ¿Por qué no me integro más? Que la gente se integre no garantiza nada: los que pusieron las bombas en Londres estaban integrados, eran chicos tan ingleses como yo, inteligentes y activos. No sé qué se puede hacer como sociedad; solo sé qué puedo hacer yo: escribir historias y hacer películas que cuenten lo que pasa. –Como su colega Salman Rushdie, a quien la reina acaba de hacer sir, desatando la ira de muchos grupos islámicos que quieren renovar la fatwa que le habían decretado por Los versos satánicos… –Sí, pero creo que todo ese escándalo pasará pronto, aunque es molesto que el tema haya resurgido. Quizás un buen consejo para Rushdie hubiese sido que no aceptara esa distinción. Pero él quería hacerlo. –¿Cuál cree que es la responsabilidad del escritor en la situación actual? –Vivimos un período de extremo capitalismo y religión extrema. En un escenario así, el papel del escritor consiste en ser la conciencia de su sociedad, como ocurre con Pamuk en Turquía o Mathus en Egipto. No creo que en los Estados Unidos los escritores ocupen esa posición, porque allí la sociedad es menos autoritaria, entonces se necesita menos esa actitud. Pero hay lugares donde el escritor representa la libertad de pensar, de escribir y de contar historias importantes. Vivimos en un mundo saturado de medios, de imágenes y de palabras, y como tanto de eso es basura, creo que el escritor serio es una figura importante. –Pero a usted le gusta la televisión basura. –¡Oh, amo la TV basura! De ahí provienen muchas